El té que me lleva de Chus Alonso Bilbao

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EL TÉ QUE ME LLEVA Chus Alonso Bilbao


© de los textos y de las imágenes Chus Alonso Bilbao edición taller contar la propia historia Madrid / Buenos Aires 2022


EL TÉ QUE ME LLEVA Chus Alonso Bilbao


A mi padre, Jesús y a mi madre, Carmen.


En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante y, detrás de cada noche viene una aurora sonriente. Khalil Gibrán



A José Luis Sampedro por prestarme el título de este libro ¡Gracias, mi admirado José Luis Sampedro! La historia de tus gancheros transportando la madera río Tajo abajo, me ha llevado a mí a contar la historia de mis tazas de té transportándome a través de imágenes guardadas en la memoria hasta este presente en que me vuelvo a encontrar en un pueblo de Madrid.


1 Estoy viviendo en un pueblito de la comunidad de Madrid. Es invierno y hace mucho tiempo que yo no paso un invierno en estas tierras. Aunque el frío no me gusta, poco a poco me voy adaptando y, casi casi, lo disfruto. Cada mañana me abrigo bien y salgo a caminar por los campos. No puedo dejar atrás los guantes, el gorro y las gafas de sol que tanto me protegen del aire helado. Al poner un pie en la calle mi cuerpo está rígido pero empiezo a caminar y parece que a cada paso me siento más ligera. Voy cogiendo velocidad.


El frío me impulsa al movimiento, siento el aire gélido dándome en la cara y esto me hace sentir viva, muy viva. La niña que a los diez años salió de aquel Madrid llorando y casi arrastrada por sus padres está de nuevo por aquí convertida en mujer madura muy dispuesta a disfrutar a tope de Álvaro, el nieto que la VIDA me acaba de regalar. Una taza de té caliente entre las manos me conforta mientras cae la noche al otro lado de la ventana. Los recuerdos se agolpan y pugnan por salir a la luz, pero mi mano se mueve lenta.




Me vienen a la cabeza aquellas comidas de domingo. Todos nos sentábamos alrededor de la mesa. Yo tenía ya diez años y por eso los domingos me daban vino con gaseosa como a los mayores ¡cómo me gustaba! Mientras comíamos, papá y mamá a veces hablaban de sus cosas, de cosas que yo no entendía pero sentía que algo muy extraño estaba pasando. Mamá estaba rara y de vez en cuando escuchaba cosas como: —Este clima no te sienta bien, Jesús. —Nos vamos a tener que marchar de Madrid. Y otras por el estilo. Un domingo y otro y otro…


Cada vez mamá estaba más preocupada y papá estaba más serio. Algunas veces se enfadaban y también vi alguna lágrima en los ojos de mamá. No sabía lo que querían decir y ni siquiera me atrevía a pensar que algún día nos tuviéramos que marchar de nuestra casa… si se van ellos, ¡yo me quedo aquí! ¡No podría vivir sin mis amigos! Aunque… ¡sé que tampoco podría vivir sin mi familia! El otro día les escuché que nos íbamos a trasladar a vivir a una isla donde había muchas palmeras, en donde nunca hacía frío y que tendríamos que coger un avión (eso me gustó más…) Me imaginé bosques, animales salvajes, tribus indígenas,… ¿Viviríamos en un sitio así? ¿Y el colegio? ¿Y mis amigos?


2 Se me ha terminado el té y se ha hecho de noche; va a ser hora de soltar el bolígrafo y dejar descansar a los recuerdos.




3 Hoy he estado con Álvaro un rato. Sergio ha venido a casa con él en el portabebés. ¡Cómo me conmueven tus manitas, amado nieto, son muy gorditas y tienen un hoyito debajo de cada dedo! Las abres, las mueves, te las agarras una a la otra y te encanta cogerme un dedo y apretarlo. Siento que estas manitas van a dar mucho amor; son fuertes y al mismo tiempo muy suaves, como las de tu padre.


A los once años mi mundo se cayó. Un buen día amanecimos en una pensión de Las Palmas. Mientras desayunábamos en aquel patio lleno de plantas, mis hermanas y yo mirábamos atónitas a un loro grande y verde que no paraba de hablar. Todo era distinto. La gente hablaba de otra manera, papá decía que como eran canarios, hablaban cantando.


Desde casa debía coger la guagua yo sola cada día para ir al instituto. Todo era muy raro y yo me sentía sola pues no tenía ninguna amiga, ¡Cuánto me acordé de María Belén, de Mary Carmen, de Paloma y Begoña, de Charito y de Javi y de Tomás…! Mis dos hermanas iban a un cole de niños pequeños que había al lado de casa, pero, por ser mayor a mí me tocó ir al instituto que estaba muy lejos. Por el patio de casa oíamos cantar a las vecinas, aunque yo, lo único que quería era llorar… ¡Me sentía muy muy sola! ¡Me quería morir!


Había pasado ya un año ya y yo seguía triste. Para colmo, ese año por primera vez suspendí las matemáticas y papá se enfadó conmigo. Un día, mientras me comía el bocadillo en el recreo, una niña al pasar corriendo tiró sin darse cuenta una reja de una ventana que todavía estaba sin colocar, y cayó EN MI CABEZA. Me caí al suelo y empecé a sangrar a lo bestia. Al momento se formó un remolino de niñas a mi alrededor y rápidamente me metieron en un coche; era el coche del director del instituto. Él iba conduciendo y yo iba en el asiento de atrás con una profesora que sacaba un pañuelo blanco por la ventanilla, mientras iban tocando el claxon. Cuando llegamos al hospital perdí el conocimiento y, al despertarme estaba en una cama con la cabeza entera vendada.


Entonces…¿no me había muerto? Volví a cerrar los ojos hasta que apareció mamá en la puerta. Venía toda mojada, con su abriguito azul y el pelo empapados.

Me abrazó y lloramos las dos.




4 No sé cómo anoche pude contar todo aquello, me duele el alma al releerlo. Pero ya está. ¡Tenía que hacerlo! y ahora me siento tranquila. Estoy desayunando y tengo mi taza de té entre las manos, me ayuda a pensar… Creo que hoy voy a preparar potaje de garbanzos con bacalao pues sé que a Sergio le gusta mucho y todavía no lo he hecho en todo el invierno. Luego les llevaré un tuper a su casa y así podré pasar un rato con Álvaro, mi ángel. Antes debo ir a la tienda a por unas acelgas que le van muy bien a este potaje. Quizás aproveche para darme un paseo en esta mañana gris y fría; voy a coger el paraguas por si acaso llueve.



Tras el accidente papá me cambió de colegio y allí encontré nuevas amigas, especialmente importantes fueron Susana y Mayeye. ¡Cuántos domingos pasamos las tres juntas en el cine, o tomando un helado en la heladería de Domingo o paseando por la calle Triana, mientras soñábamos futuras aventuras y nos reíamos mucho! Luego llegó la primera pandilla y los primeros amores que aparecían y desaparecían a ritmo de sangría en los guateques de casa de Juanito, mientras sonaban Los Bravos o Los Beatles.


Poco a poco aquellos dos años de intenso sufrimiento fueron dando paso a una adolescente si no feliz del todo, al menos un poco más alegre cada día.



5 ¡Y, sí! Llovió ayer y hoy ha seguido cayendo agua, mucha agua durante todo el día. Agua que tanto necesita esta tierra reseca y que a mí me hace mucho bien, parece como que algo dentro de mí se expande profundamente con la lluvia. Ha parado de llover y salgo a caminar, esta vez con los bastones en las manos, pues hay bastante barro y no quiero resbalarme. El olor a tierra mojada lo impregna todo. El aires está fresco, limpio, transparente. El cielo, de repente aparece de un azul perfectamente nítido. Respiro deleitándome mientras sigo avanzando ligera.


Hoy es 19 de marzo y cómo no recordarte, papá, querido papá. Sé que me quisiste, que me quisiste mucho y lo hiciste a tu modo, aunque esa no fuera la manera que yo ansiaba que me quisieras. Siempre fui poco para ti. Yo intentaba con todas mis fuerzas agradarte pero no me era fácil y no conseguía verte contento…


Estabas enfermo y ese permanente malestar estomacal no te permitió disfrutar tanto como, estoy segura, te hubiera gustado. Sin embargo nunca te escuché una queja y tenías que estar tan cansado del dichoso puré de lentejas y de los huevos duros… cómo te gustaba el dulce de membrillo que compartías con nosotros partiéndolo en trocitos mientras decías “y ahora, la mitad de la mitad”, no sé cómo lograbas que nunca se acabara… También nos repartías las barritas de regaliz del negro que los domingos comprabas para nosotros. Todavía añoro aquellas siestas con un trocito de regaliz derritiéndose muy lentamente en la boca. ¡Pero lo mejor de todo fue cuando me llevaste por primera vez al Cine Roma a ver la película “Marisol rumbo al río”! Fue inolvidable y maravilloso.


6 Llama Cristina, mi amiga y nos tomamos un té con un poquito de leche bien caliente mientras nos organizamos para ir a un pateo el fin de semana. ¡Seguro que con esta lluvia el campo va a estar precioso! Se ha hecho de noche y por la calle baja un río de agua aunque parece que la lluvia va cesando.

Llevo dos días sin ver a Álvaro y le echo de menos.



Estudié Magisterio y empecé a dar clase y también a viajar por Europa. Pero como resulta que en Las Palmas todavía no había universidad, decidí, con mi amiga Carmen pedir traslado a Tenerife con intención de estudiar Psicología en la universidad de La Laguna. Vivíamos en un ático y cada día, después de la jornada escolar nos íbamos a clase a la universidad y no estudiábamos mucho, pero disfrutábamos del ambiente estudiantil…


Enseguida apareció José Antonio quien con sus ojos verdes y su guitarra pronto me llevó al paraíso. Y del paraíso llegó Javi colmando de un amor nuevo y exquisito mi existencia toda. Y al año siguiente vino, Sergio y fui la más feliz de las mujeres. Los embarazos, los dos tan seguidos, supusieron para mí una época de esplendor como ninguna otra y el nacimiento de mis dos hijos marcó el inicio de una transformación de todo mi ser. Antes había sido hija, hermana, amiga, pareja, maestra, pero ahora era MADRE. Un nuevo y desconocido vínculo empezaba a formarse dentro de mí, ya que el cuidado, el afecto y la protección a estos dos seres se convertirían en la brújula que guiaría mis pasos a lo largo de mi vida. Había ido a Tenerife a estudiar pero la vida me regaló un marido y dos hijos y con ellos el sentimiento de una plenitud total.


7 Está amaneciendo, la mañana se ve gris y fría. Voy a poner el agua caliente en la tetera. Las ramas de los árboles comienzan a dibujar su silueta sobre el gris, cada vez más clarito del cielo. Acaba de empezar la primavera y ya se anuncian algunos pequeños y tiernos brotes en las ramas del almendro. En algún lugar un pajarito, ¿será un canario? me da los buenos días.


Me llama Sergio para decirme que quiere que salga con Álvaro de paseo, así que me arreglo y salgo corriendo. En pocos minutos ya estamos los dos disfrutándonos. Es un día de primavera, el cielo está completamente azul y huele a tierra mojada. Álvaro en su carrito de bebé acompaña mis cantos con su gorgeo y sus ojos cantarines mientras mueve bracitos y piernas con toda su energía de cinco meses. Resulta que… LA FELICIDAD ERA ESTO.





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