ENTRETEJIDAS de María Pía Marcaida

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ENTRETEJIDAS María Pía Marcaida


© del texto y de las ilustraciones María Pía Marcaida Edición taller contar la propia historia Buenos Aires 2020


María Pía Marcaida

ENTRETEJIDAS


A las mujeres de mi familia, las de un lado y las del otro, y a mi madre, por el amoroso entretejido femenino de la vida, la cultura y lo domĂŠstico.


“No deseaba hablar de mí. Esta no es mi historia sino (incluso con vacíos y lagunas) la de mi familia. Debo añadir que ya en la infancia me propuse escribir un libro sobre las personas que entonces me rodeaban. En parte puedo decir que éste es el libro. Pero sólo en parte, porque la memoria es débil” Léxico familiar, Natalia Ginzburg



del lado materno

del lado paterno

la nona Teresa ................... retazo 10

la abuela Manuela ............. retazo 11

la tía Ángela ....................... retazo 6

la tía Isabel .......................... retazo 9

la tía María ......................... retazo 3

la tía Serafina ...................... retazo 8

mi mamá, Juana ............... retazo 2

la tía Alicia ........................... retazo 7

yo, Catalina ........................ retazo 1

la tía Cristina ...................... retazo 5 la tía Beatriz ........................ retazo 4



retazo 11

la abuela Manuela La abuela Manuela es asturiana y en su memoria cada domingo tiene su aroma. En el comedor la mesa está puesta y servida: once platos, once cucharas, once cazuelas, once vasos y dos botellas de sidra. El aroma de la fabada revive en ella una nostalgia, el recuerdo de ese mediodía donde se sumió en su propia intimidad para rescatar los recuerdos que debía guardar intactos. Ensimismada, recorrió los anaqueles de su breve pasado y colocó, dentro del baúl de su memoria, las manos de su madre en las puntillas y los encajes; el aliento en las sidras y las castañas; el ritmo en el sonido de las gaitas y la voz en el cancionero que le susurraba: “No llores más, rapacina, aunque lejos taré cerca, que llevo el besín conmigo y tú, el pañuelín de seda”.


retazo 10

la nona Teresa Mi nona no sabe leer en español. Cuando necesita hacerlo, acude a alguno de sus hijos. Por eso, siempre he pensado que, en las canastas de Pascuas que prepara, amasa, trenza y hornea para sus nietos, hay en realidad una cocción de llanto íntimo y un acto de justicia. Imposibilitada de escribir, mi nona crea un lenguaje propio en la cocina, refugio del alma de su historia y de su lengua, donde llora y vivifica ese territorio del que fue desterrada después de la II Guerra Mundial. Intuyo que las canastas de Pascuas son el signo de su Resurrección.




retazo 9

la tía Isabel La tía Isabel tiene revuelta a la vecindad con su esbelta figura, su cintura de avispa y sus anchas caderas. Las tucumanas murmuran cuando la ven pasar con zapatos de cuero tafilete, sombrero de gran copete, abrigo de petit-gris, guantes de cabritilla y medias de seda con espiguilla, y se preguntan a dónde va la chica tan bien portá. Y es que el abuelo Marcelo le consiguió un puesto de administrativa contable en las oficinas de los Ferrocarriles Argentinos y como cada tren tiene su andén, sola se subió a su destino en Buenos Aires. La llegada a la ciudad y la cita imprevista con el desconocido tienen lugar puntualmente. Ella lo reconoce al instante y comprende, en ese cruce de vías, que su largo viaje en los años ha sido una espera de amor. Y el amor estaciona. El amor sucede. Pero los trenes siempre se mueven, así que el amor dura lo que el humo de un Virginia y el canturreo ligero y desenfadado de un cuplé mientras las porteñas se preguntan a dónde va tan bien portá esa chica de revista.



retazo 8

la tía Serafina La tía Serafina vive en la penumbra de un gran agujero negro. A veces, el agujero la absorbe y uno puede ver que está extraviada; pero cuando el agujero la expulsa, uno no puede, no quiere, ver los estragos que ha ocasionado ese extravío. Mi abuela Manuela dice que su hija cayó enferma, un tiempo antes de graduarse de Licenciada en Filosofía y Letras, porque su mente era tan brillante que no soportó tanta luz.. Su cerebro prodigioso me consta cuando la escucho recitar en francés, en griego o en latín; cuando leo, sin su consentimiento, su cuaderno de poesías con versos tan cuidados y medidos; o cuando nos saluda a cada uno de sus familiares en el día de nuestro santo, porque conoce de memoria todo el santoral con sus vidas y sus hechos. Sin embargo, cuando la veo surcando el tiempo, ensimismada en sí misma, con el cuerpo abatido y el alma en suspiros, me pregunto por qué su cerebro no resistió y guardó, bajo cerrojo, su luz en las tinieblas, allí, donde ni yo ni nadie podemos ir a buscarla.



retazo 7

la tía Alicia Para ser hermosa, la tía Alicia necesita un suéter negro, una falda negra, zapatos stilettos y caminar del brazo del único hombre que ama. La tía se toma la moda muy en serio y desarrolla un estilo personal donde la única premisa es la belleza de la elegancia que nunca desaparece. “Es que la elegancia no tiene lugar ni tiempo”, me dice pensativa como escarbando en el recuerdo, “aunque cuanto más pasan los años, más entiendo que el verdadero lujo es el instante, el momento” y agrega: “Yo quería estudiar el Profesorado en Geografía para conocer el mundo, pero mi condición de mujer, esposa y madre solo me permitió conquistar las tiendas, los placards y habitar las ropas, los géneros. No me quejo. Nunca estamos tan perdidos como para no estar en el centro de nuestros propios caminos”.


retazo 6

la tía Ángela La tía Ángela no puede inventarse el destino. A los diez años la subieron en un barco, la anotaron en una escuela de manualidades y la llevaron de aprendiz del Sistema Flego con una modista judía. A los quince años dominaba el Hilván de sastre. Marcaba los puntos de unión en la seda cristal después de cortarla y antes de desprender el patrón, ponía el hilo de hilvanar doble y, tomando todas las capas de tela y papel, hacía dos pequeñas puntadas formando un lazo entre ellas; cortaba el hilo, dejando los extremos largos; desprendía el patrón y luego tajaba el hilo entre las capas de seda, una y otra vez. Cada vestido que terminaba y entregaba, bocetaba su figurín y cosía su sueño. Tal vez hubiera un hombre que pudiera corresponderse con ella y ella entenderse con él. Uno para el otro y viceversa. Tal vez, sin que lo sepan, hay un hilo entre ellos y hasta una costura que los une. Por casualidad, pasan al lado, se miran, se advierten y se encuentran con un ramo de rosas. Nueve años de una Singer a pedal y toda una vida deshilvanando su vestido de novia.




retazo 5

la tía Cristina La tía Cristina es quien ayuda a la abuela en la cocina. Se alimenta de los versos que se cuecen en las canciones asturianas y que entona, una y otra vez, como un escapulario de la suerte, en cada audición de los muchos coros que integra. La tía sabe que la música es el corazón de la vida, porque está cerca de las lágrimas, de la memoria y también del amor. Por eso, cuando la tía escribe cartas a su prometido, que vive en Buenos Aires, y las palabras fallan, le envía melodías que hablan mientras canta: “Mocino dame un besin, pa guardalu hasta que vuelva, que quiero facer con él una medalla y ponela, y besala toles noches, pa besate a ti con ella, mocino dame un besin, que toy muriendo de pena”.



retazo 4

la tía Beatriz La tía Beatriz conoce la vida a través de la música. Ese gigantesco mundo que empieza en el interior de su casa con toda la familia y que se extiende al coro estable de la provincia con la tía Cristina y mi papá. Mundo que yo miro como un espectáculo asombroso y que acompaño rítmicamente con movimientos de manos porque no tengo voz más que para contar. Pero, a veces pasa que, mientras el piano suena y la partitura se interpreta, la tía Beatriz confunde la alegría de cantar con la algarabía de vivir, como esa vez que se enamoró perdidamente. Es difícil para una muchacha como ella silenciar el ruido que provoca un baterista cuando golpea fuerte las varillas al oído. El amor. El amor que se parece a la armonía, tan sosegada, tan imperturbable, tan estoica. A su suntuosa belleza, aun con los dolores y las penas. El amor que es también el ritmo, proporcionado, íntegro, con todo lo que tiene de repetitivo y rutinario. El amor que reúne armonía y ritmo para ser melodía, la esencia, lo reconocible y lo recordable. El amor que es tiempo, que lo amantes no tienen en sus destinos de notas libres.


retazo 3

la tía María La tía María tiene las manos para bordar figuras que no existen en la realidad, y que cientos de santos han buscado a lo largo de los siglos, como la imagen del amparo que produce el desvalido, la bondad que ocasiona el corrompido, la paciencia que suscitan los sobrinos o la ternura que provoca la llegada de un hijo. Una labor que, además, realiza a la perfección porque conoce la alquimia de los números matemáticos y todo lo dispone ordenada y positivamente. Así que, desde que la tía María sabe que su embarazo se desarrolla fuera de la matriz, aprovecha los días previos a la intervención quirúrgica para bordar con hebras de ternura sobre su pequeño paño, abrazando por arriba y por abajo el ancho de su vientre. La tía sabe que la ternura es el arte de personificar y que el bordado le da existencia eterna, voces que enseñarán a mirar de cerca y con cuidado a otro ser humano por muy insignificante que parezca.



retazo 2

mi mamá, Juana Mi mamá tiene una feminidad sobreviviente que asiste, sostiene y da vida a otros. Se maneja con habilidad y soltura porque siempre sabe lo que busca aunque algunas veces lo comprende, al final, recién cuando lo encuentra. Y así es cómo Karim, un muchacho que trabajaba en Nuestro Teatro con obras infantiles, vino a regirle el destino cuando la invitó a ser una gitana en “Clavelina, la vaquita de luna” y la ganó también para la boletería y para los afiches que pintaba y se repartían cada vez que se actualizaba la cartelera. Y así es cómo Héctor, un actor que ensayaba “Recordando con ira”, vino a quedarse en su destino cuando la vio entre bastidores con pinceles de colores preparando el decorado para una obra que habrían de representar entre periódicos, tablas de planchar y cuatro hijos mientras jugaban felizmente a las ardillas y los osos.



retazo 1

yo, Catalina Contar mi propia historia. Hablar de mí. Decir de mí. Catalina, tantas voces. Desde siempre. Estoy hecha de múltiples retazos. Soy las historias que otras mujeres tejieron para mí. Quizás ellas son las verdaderas protagonistas y yo la encuadernadora que une y cose los pliegos de esas vidas que no dejan ni frases ni hechos extraordinarios sino la certeza del amor en cada palabra y acto cotidiano. Como el amor que siento por una mesa que congrega alrededor de grispelles y arroz con leche; tarantelas y cuplés; figurines y ramos de rosas; pinceles y escenarios; mapas, libros y pianos; trenes y barcos; encuentros y desencuentros en esta Buenos Aires donde un hombre y un niño escriben para mí nuevas historias.




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