Km 617 Marix Rufino
Km 617
© de los textos y de las imágenes Marix Rufino edición taller contar la propia historia Villa de Merlo / Buenos Aires 2022
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Km 617 Marix Rufino
El viaje no acaba nunca. Solo los viajeros acaban. Incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdos, en relatos. El fin de un viaje es solo el inicio de otro. Viaje a Portugal. José Saramago.
UNO: Las letras Dejó atrás una casa vacía, para habitar otra casa vacía. Vaciar lo que estaba completo era doloroso. Pero el seductor potencial del vacío le intrigaba, la provocaba.
Se llevó con ella:
muebles ropa su hijo libros cuadernos plumas sellos tintas fotos recuerdos cartas
La cultura oriental tiene estudios sobre el vacío, el silencio, los blancos y esa misteriosa dualidad: vacío/lleno, materia/no materia, forma/contraforma.
Una gran caja de letras de variados estilos: máquina de escribir tipo esténcil con y sin serifa letras que se golpean y dejan su marca letras que se rotulan las del Scrabble Y por supuesto las ya impresas de los libros y revistas.
DOS: Proverbio chino
Mira las letras, las admira. Estudia sus llenos y vacíos, formas y contra-formas Juega con ellas. Arma imágenes, poesías visuales Toma poemas o frases prestadas y reordena lo ya escrito. Tal vez nació en el siglo errado o reencarnó en ella el alma de un antiguo escriba. No pretende ser escritora, solo le da placer escribir. Así como un fotógrafo inmoviliza una escena que sucede en el espacio, le gusta congelar en el papel y, con las letras, la palabra hablada, la pensada y más aún, los recuerdos y la memoria. En sus pensamientos, aparece siempre el proverbio chino: “La peor de las tintas supera a la mejor de las memorias”
Para viajar muchos kilómetros prefería la noche. La ruta, faros de frente, música de fondo. La mente vaga en ese tiempo suspendido entre el partir y el arribar, entre las utopías de los sueños y los fantasmas del insomnio. Un guiño, un café, un cartel que indica cuánto falta, un peaje, una estación de servicio, otro café.
Olor a campo. Afuera abundan los paisajes, pero no los podía ver. Esa noche del frío invierno, el sonido del viento le trajo las primeras estrofas del poema de Ancalao “Las mujeres y el viento” las recitó… solo recordaba un poco.
Él siempre va a volver me previno la griega traduciendo la borra del café y me hablaba de un hombre yo pensaba en el viento el viento siempre vuelve pero esta ciudad no se acostumbra anda cada vez desaforado por las calles a brochazos de tierra borrándonos los pasos se nos vuelan los pájaros los olores la ropa se desafina la casa la memoria se astilla y hay que poner la pava preparar unos mates y esperar a que se vaya en unos días unas semanas vaya a saber con el cambio de luna
Liliana Ancalao
fey wiñolekey pepikawenew chi griega rulpalu chi kafe bora pifuenew kiñe wentru mew inche rakizuamfun ta chi kurüf mew chi kurüf wiñokey welu tüfa waria wimlay miawi fillke rupa auka rüpüwaria mew kuyümkoron mew ñamüntrekaneiñ mew chip pu ishüm üpünüingün chip pu nümün pu takun pinüfüingün pepikawlay chi ruka chi kim chillfuy feymew müley iñ tükuael chi pava pepikaael kiñeke mate üngümael ñi amún kiñekeantü mew regleantü ¡iñey kimi ¡ Kuyentrafkintu mew
CUATRO: Gran luna de haches
Para manejar elegía noches de luna llena. Esa noche, la luna era especial, más grande. Las sombras en la superficie de su luz plateada parecían haches. ¿O eran haches de verdad? Se detuvo en la banquina. Volvió a mirar la luna. Desde las haches se proyectaban palabras: hechizo, hipnosis, huella humana. Tuvo miedo, dejó de mirarla. La luna se apagó al amanecer y dejó de escribir. Su redondez perfecta duró solo esa noche. Su halo mágico desapareció. Desconcertada, manejó algunas horas más y llegó a destino. ¿Aquello fue real o imaginario? Le comentaron que existía el “síndrome del conductor nocturno”. Eso la consoló un poco.
Había dejado atrás el extraño viaje. Con el amanecer frente a sus ojos y la luna ya escondida arribó a la ciudad en el kilómetro 617. Todo era nuevo, desconocido. Los kilómetros que manejó pesaban en su cuerpo adormecido. Recordó cuánto le gustaba lo que escribe Saramago sobre los viajes, pero en ese momento le parecía inverosímil. Solo quería dormir.
“El viaje no acaba nunca. Solo los viajeros acaban. E incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdos, en relatos. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: no hay nada más que ver, sabía que no era así. El fin de un viaje es solo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino.” El viaje José Saramago
SEIS: Los intentos
Intentaría hacer de esa casa vacía su hogar. Si no lo lograba saldría otra vez a la ruta (esta vez de día…) No se rendiría hasta conseguirlo Entonces allí, Pintaría, para colgar en la puerta, un cartelito con la frase de Mahfuz: “Tu hogar no es donde naciste, el hogar es donde todos tus intentos de escapar, cesan”
A Pablo, a mis hermanos y a todos los seres que comparten el viaje en este plano.