La sombra de Catherine Clapham

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LA SOMBRA Catherine Clapham


© de los textos y de las imágenes Catherine Clapham edición taller contar la propia historia Lima / Buenos Aires 2021


LA SOMBRA Catherine Clapham



A mi mami, porque gracias a todo ese amor que me diste pude levantarme de cada caída, pude hacer un proceso de crecimiento personal y ver el mundo de una manera diferente. ¡Te amo y te honro mamita!



–Tengo mucho miedo. –¿A qué?, –me preguntó mi coach en mi primera sesión. –A una sombra, –le dije. –¿Y cómo es esa sombra? –me preguntó. –Es grande, muy grande, color gris, está acá al lado mío. Y me puse a llorar.


A medida que me metía en la música, comencé a sentir que mi cuerpo se soltaba. Nunca me suelto, siempre estoy rígida, siempre tengo que controlar, pero esta vez mi cuerpo se soltaba y una voz interior me decía: ¡Wow! ¡Estás soltando! Se sentía bien, estaba lográndolo. De repente, otra voz: ¡Anda cojuda, qué vas a estar soltando! ¡Si eres una estúpida controladora! Nunca había escuchado esa voz, nunca me había tratado así. Y me dijo: ¡Eres una cínica!




Comencé a caminar, de repente sentí a la cínica, una energía inmensa se apoderó de mí y me sentí grande. Medía más de dos o tres metros, era fuerte y había en mí un poder que no reconocía. ¿Dónde están mis corderitos para comérmelos? Empecé a sentir la energía de las más débiles, las empujaba lentamente con las caderas o con los hombros, con control, conteniendo mi fuerza porque sabía que podía hacerles daño. Mi cuerpo estaba rígido, las manos en puños, pensé: ¿por qué no habrá hombres en mi grupo para poder arremeter contra ellos? son más fuertes… Sentía ira, rabia, sentía que explotaría por la contención. La música acabó, salí del trance y comencé a llorar, de arrepentimiento, de dolor, pedí perdón, seguí llorando. ¿Qué era esa energía? ¿Quién era la cínica?


Es de noche, vamos a dormir y mi hermana está llorando, siento que el pecho se me aprieta, todas las noches lo mismo, ¡ya no puedo más! Qué se calle. Tengo ira, rabia. Te odio papá, ¿porqué nos abandonaste?

Hacía algún tiempo que mi papá no estaba en casa, él acostumbraba a viajar y cada vez que lo hacía yo esperaba su regreso con ansias, siempre nos traía regalos, cosas novedosas, como la colección de muñecos (tipo Barbie) de Archi y sus amigos. Me encantaban las historietas, mi papá siempre las compraba. Los domingos, nos metíamos a su cama mientras mamá preparaba el desayuno y leíamos con él, mis hermanos y yo. ¡Me encantaba leer!

Pero esta vez fue diferente. Mi papá se fue de viaje, pasaba el tiempo y no regresaba. Ya no me importaban los regalos, solo quería que mi hermana dejara de llorar. ¿Porqué le dolía tanto? ¿Porqué nadie nos dijo que mi papá no volvería? Como yo era mayor que mi hermana, debía protegerla, entretenerla. Juega con tu hermana, me decía mi mami, y nos inventaba juegos. Pero no me gustaba protegerla, a veces ni siquiera quería jugar con ella, solo quería sentarme en el sillón y leer. A ella no le gustaba leer.




¡Vengan todos a mi casa! Fiesta “Black and White”. Quiero ser popular, que me miren, que los chicos se enamoren de mi. Pero mis caderas son muy grandes, mis piernas gordas, no soy alta…


Mi primera dieta fue cuando mi mami me llevó al médico, tenía unos ocho años. Al principio no entendía porqué debía bajar de peso, porqué el sobrepeso era “malo”, me encantaba comer, sobre todo dulces. Pero quería que mi mamá me aceptara, me quisiera, y por eso era muy estricta haciendo la dieta. Solo tenía un día donde podía comer lo que me gustaba. Ese día mi papá me llevaba al Tip Top, a comer unos hot dogs gigantes, con mostaza y pickles, y de postre helado zambito. Le decían zambito por la cobertura de chocolate.


Y así fui creciendo, entre dietas, subidas y bajadas. Y un gran dolor interior. Y me preguntaba ¿Por qué soy así?


Sin embargo siempre sonreía. Me encantaba estar con amigos, las fiestas, las idas a patinar, la playa. Siempre estaba contenta, alegre, mostraba seguridad, era carismática. Y me encantaban los chicos, unos más que otros, tuve muchos enamorados, y todos me dejaron. ¿Por qué? Si era paciente, tolerante, amorosa, profunda, inteligente. ¿Qué estaba mal en mí? ¿Era mi peso?


¿Por qué sentía tanta inseguridad? Quizás no solo era mi peso, en aquella época, no teníamos muchos recursos económicos, de un momento al otro mi papá dejó de mantenernos y mi mami hizo todo para seguir viviendo en Miraflores, seguir en el mismo colegio. Casi toda mi secundaria fui becada y mis amigos ¡vaya que sí tenían recursos! A veces, no poder comprar el jean de moda, o las botas o los patines, me hicieron sentir menos, pero siempre lo tapaba con mi personalidad, siempre hacía como si eso no me importara.


Ya crecí, tengo un buen trabajo, tengo éxito, soy Gerente Comercial en un medio de comunicación. Mis dos hijos ya están grandes, me casé, me divorcié, me volví a juntar en una relación de más de diez años, me volví a quedar sola, me reencontré con un chico de mi adolescencia, nuevamente me quedé sola…



Pero a todo le hago next, paso la página. No quiero que me duela, no me gusta el dolor, entonces me imagino lo que viene, el futuro prometedor: el príncipe azul, la casa con piscina, los viajes alrededor del mundo. Todo eso siempre está en mi futuro luego de una ruptura, de un despido o de un cambio.


Todo lo dejé atrás, dejó de existir para mí en el momento en que me causó dolor. Y fue así como mi cuerpo dejó de sentir. Me volví más fría, más ausente y para acallar el dolor, trabajaba, trabajaba y trabajaba.



Cuánta omnipotencia había en mi vida, siempre creí que todo dependía de mí, que mientras más control tuviese, menos cosas se irían de mis manos, pero pasaba lo contrario, todo se iba.


¿Por qué te fuiste sin que me despidiera de ti? Tengo un hueco enorme en el corazón, no puedo respirar, nunca he sentido tanto dolor. Te abrazo, estás hinchada, es solo tu cuerpo, ya no estás. ¡Te amo con todo mi corazón hermana!





Hermanita siempre estuviste conmigo, en las buenas y en las malas. Siempre fuiste mi sostén emocional, solo contigo puedo hablar. No todo, no siempre, no me gusta hablar. Pero aun cuando no diga nada, siempre están tus abrazos. Son abrazos largos, prolongados, donde respiro hondamente y me siento cómoda, protegida, amada. No se porqué siempre sentí que yo te protegía, que te proveía, ahora que no estás, me doy cuenta de que eras tú la que me protegías, protegías mis emociones. Contigo no tenía máscaras, contigo no mostraba mi sombra. Me conocías y nunca me juzgaste. Nunca juzgabas.


Todo se derrumbó dentro de mí, dentro de mí… como dice la canción.

Salí corriendo de una relación de más de diez años, me quedé sin casa. Perdí el trabajo y no sentía dolor, no sentía nada, me sentía vacía, sin piso, sin nada que me sostuviera. Estaba sola con mis pensamientos y venían llenos de tragedia. Pero… no, no podía ser así, y comencé a fantasear. Eran las cinco de la mañana, no había pegado un ojo en toda la noche. Me la pasé divagando por países, por proyectos, por parejas ¡qué lindo es todo en la imaginación!


Siento paz, siento amor, siento mi ser. Veo un árbol. Está totalmente iluminado, y alrededor están todas las almas. Reconozco algunas, siento lo que significa la Unidad. Siento a Dios en lo más profundo de mí. Primer viaje de ayahuasca.




No sabía bien qué tipo de medicina era, pero sabía que me podía sanar, ¿qué quiero sanar? Mi voz interior dice que mi ego, quiero ser humilde, y eso ¿cómo se hace? Cada vez que se lo pedí a Dios, me dejó sin nada. ¿En serio? ¿Él te dejó sin nada? ¿O fueron tus decisiones y tus errores?

Así empezó mi camino hacia el interior: dejando mi mente, dejándome llevar, como me recomendó mi amigo Nano. Nunca me dejo llevar, siempre quiero controlarlo todo. Y me llené de luz, de amor, de aceptación. ¿Qué es eso tan maravilloso que sentí?

He comenzado a meditar, y gracias a mi amiga del alma, mi hermana por elección, Fabi, estoy haciendo yoga, me siento mucho mejor, en equilibrio, con paz, empiezo a sentir que las cosas van a cambiar.


He decidido estudiar, quiero ser coach transpersonal, me gustó el programa, seré además profesora de danza primal e instructora de meditación. Check.

Han sido meses de una excavación profunda, de ir hacia adentro. He visto todos esos aspectos interiores rechazados, los he comenzado a tratar con amor, entendiendo que solo querían protegerme del dolor de las heridas. Las emociones a veces me apabullan, e intento sentirlas, sostenerlas, ¡sí, duele! Pero de pronto, se van. Ya no me asustan, dejaron de ser monstruos.

Y voy aceptando a esa sombra dorada, a la luz interior en cada conversación. Cuando veo a las personas con amor, cuando escucho y no juzgo. Voy entendiendo la dualidad, la mía y la del mundo. Sintiendo que son parte de la misma moneda.

Y comienzo a aceptar que la vida es como es, que no hay nada que pueda controlar, que hay algo más grande, una inteligencia divina, en la que puedo descansar.

¡Y desde ahí veo la vida en plenitud!




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