LO QUE ANIDO Alejandra Bagnasco
© de los textos y de las imágenes Alejandra Bagnasco edición taller contar la propia historia Buenos Aires 2022
LO QUE ANIDO
Alejandra Bagnasco
Para Carola Marsili, Ornella Marsili, Carla Minolfi y Florencia Minolfi Para Catalina Martínez Yerba y Sofía Martínez Yerba
Arisca #Nací en el campo. Prefiero los lugares aireados, verdes y con poca gente.
El camino está seco y mis alpargatas dejan marcas, son solo pequeñas señales del yute en la tierra floja, casi como las huellas de un pájaro. El plumerillo rojo y la zanja donde jugamos a la casita con mis hermanas y después la tranquera que a veces es caballo y otras veces un avión que nos lleva lejos. Paso el límite de la chacra y miro al horizonte.
Solitaria #En el campo cuando cae el sol, ya no viene nadie de visita.
Jugamos todo el día con El Capitán, nuestro perro, cuando nos llaman a cenar se queda con ganas de seguirnos pero nos tienen prohibido entrar a los animales. Lo escuchamos ladrar y nos metemos en la noche hasta el tejido de alambre en el límite del patio. Solo se distinguen los ojos iluminados de El Capitán, que nos espera.
Desarraigada #Tres de mis abuelos fueron italianos, mi mamá es italiana y mi papá fue hijo de italianos.
Por fin nos dejan alejarnos solas de la casa, antes nos mantenían cerca gracias al hombre de la bolsa que siempre andaba más allá del límite de la vista, en busca de chicos para robar. El Güeli, mi abuelo paterno, el que se vino solo de Italia a los diecisiete años, era el encargado de llevarnos de la mano en nuestras primeras expediciones.
Hosca #En el campo aprendés a arreglarte sola y con lo que tenés a mano. Aprendés a darle a las cosas distintos usos. Siempre hay algo que te saca de apuros.
Cruzamos alambrados y potreros, caminamos hasta que vemos lejos la casa y el monte. Nos gusta llegar donde no hay reparo y sentir el viento en el cuerpo. A la vuelta vamos juntando lo que se nos aparezca: huesos, pedazos de alambre, latas. Todo nos sirve para armar la casita.
huidiza #También aprendés que no siempre tenés a mano un lugar seguro.
No sabemos muy bien hasta dónde queremos ir pero salimos al camino. Enfilamos para el cruce que a la izquierda nos lleva a la ruta pasando por los hornos de ladrillo y a la derecha al pueblo, unas pocas casas, con capilla, estación de tren, club y surtidor de gasoil. Tenemos bicicletas grandes que nos resultan pesadas, cuando tomamos velocidad dos galgos que salen de la nada nos empiezan a ladrar y vienen a nuestro encuentro. Damos la vuelta como podemos entre los huellones que dejó un tractor, y pedaleamos de regreso. Llegamos a la tranquera de la chacra con los galgos que nos ladran cerca de los pies.
Desapegada #Si estás en el campo y tenés que ir a la ciudad, te vas lejos.
Desde las ventanas del colegio donde estamos pupilas se ven solo construcciones bajas. Con mi hermana mayor decidimos ir a buscar otro paisaje. Sin avisar a las monjas y tomadas de la mano recorremos las calles de la pequeña ciudad, que a esa hora del mediodía no tienen gente. Llegamos a una plaza con dos subibajas y un tobogán donde tampoco se ve lo que buscamos. Cuando volvemos dicen que nos escapamos sin permiso.
Indiferente #Lo más valioso que se aprende en el colegio pupila es a no extrañar.
Me despierto en mi catre y acomodo la almohada, no pienso apoyar los pies en el piso de ladrillo todavía, estiro un brazo y empujo la puerta que tengo al lado. Se escuchan ruidos en la cocina y hay olor a tostadas, mi mamá prepara el desayuno, mi papá en un rato va a volver del tambo. De lunes a viernes duermo en otro lugar, con otras chicas que están pupilas como mis hermanas y yo. Somos treinta y dormimos todas juntas en una habitación que parece de hospital. Treinta camas de metal pintadas de blanco, separadas por mesas de luz de madera, blancas también, con un cajón y una puertita abajo.
Desconfiada
#Si estás en un colegio pupila a veces te da miedo que tus padres no vuelvan.
Es verano, es tiempo de vacaciones en el colegio y por unos meses no vamos a tener miedo de los lunes. A la hora de la siesta nos escapamos al monte, salimos a la galería por una ventana y nos vamos detrás de la casa para que no nos descubran. Comemos higos y deambulamos a la sombra de los eucaliptus hasta que escuchamos que gritan nuestros nombres. Es hora de volver. A la noche, después de la cena, cazamos luciérnagas hasta tarde.
Silvestre Silvestre #Si crecés en el campo sabés hacer un fueguito con ramas y comer mandarinas trepada a la planta.
El camión con los muebles sale un rato antes y nosotros, los seis, en la furgoneta después. A la ruta, de tan conocida, le podemos adivinar el paisaje unos kilómetros antes. Esta vez no lo hacemos. Los chicos vamos en silencio atrás y los grandes también en silencio, adelante. Nos estamos mudando del campo a la ciudad. Desconocemos cómo es vivir sin el monte y los animales, nos adaptamos a los ponchazos y vamos investigando.
Pajuerana #Siempre estás en el campo, aunque vivas en la capital.
Es la primera vez que viajo sola en tren, por las ventanillas se ve el cielo y nubes y sol. Mientras avanzamos van apareciendo casas y fábricas, a medida que nos acercamos a la capital las casas y las fábricas están más juntas y son más altas. Al final del recorrido entramos en un túnel y por las ventanillas solo se ven ladrillos oscuros. La gente con sus bultos se prepara para bajar. Yo soy toda esperanza.
Gracias a Inés Garland y a los garlandeanos. Gracias a CONTAR LA PROPIA HISTORIA.