PAR TIDA
Amalia Galรกn
© del texto y de las ilustraciones Amalia Galán Edición taller contar la propia historia Buenos Aires, 2020
PAR TIDA
Amalia Galรกn
A mi abuela Magdalena
Mi abuela llegó en un barco, pero se trajo la luna dibujada en un pañuelo que un día colgó en mi cuna. La inmensa luna diamante era la mejor fortuna. Que acompañó al emigrante… Con los hilos de la luna / Liuba Maria Hevia, 2004
Madelaine tiene que partir. Dejar su casa, los montes, el poblerĂo.
—¿Adónde iré?
—Donde Marie, tu hermana, ya vive allí, tendrás su casa.
—Eso es muy lejos, cruzando el mar, ¿adónde es? ¿adónde queda? ¿cómo será?
—A Buenos Aires.
—No quiero ir.
—Irás con tu hermano Etienne.
—Salir de aquí… Madre… no puedo.
—Debes. Dicen que en la ciudad será más fácil, habrá comida, habrá trabajo, habrá una vida.
—Está tu hermana.
—Casi olvidé su cara. Quiero quedarme, esconderme bajo las cobijas, que me protejas, que me acaricies…
—No, no puedo. Tienes que ir, aquí no hay nada, solo hambre y penas.
Se siente partida partida en dos. Ansias de antes. Miedo al después.
Miedo, los niños tienen miedo. De Lacarry a Bordeaux, tan lejos…
—¿Iremos en carro Etienne? Dame la mano, solo tu mano me da valor. Solo si abrazas puedo seguir.
Allí hay un barco. Pesadilla de hierro y griterío. Y el mar incierto, ese ancho mar… tormentoso de agua y vientos. Azul y negro. Frío, inclemente. Enormes olas y aún más frío.
—¿Llegar adónde? No sé, yo no conozco y tú tampoco.
Él es su apoyo, él la sostiene, debe ocultar lo que teme. Solo hablan francés y vasco.
tiembla tremola tremblant
hambre soledad
—Tengo hambre.
El hermano se cuela a la cubierta de primera y roba un pan. Corre hasta abajo y comen. La niĂąa llora, se abrazan en esa inmensidad. Dos niĂąos desconociendo.
—¿Qué habla esa gente? No los entiendo, algunos lloran, otros pelean.
Una criatura mama sobre el pecho de la madre.
—No, no quiero verla. ¡Abrázame!, dame tu mano, cuéntame un cuento. Cántame algo.
Él habla en voz baja, le canta, la acuna y se acuna. Le cuenta el cuento de los hermanos que caminan entre las piedras, al otro pueblo, por las montañas, lejos… para vender los panes. Solo un murmullo, pequeña voz. Ella al fin duerme.
MaĂąana clara. Delante el puerto.
—Dame la mano. ¿Qué nos preguntan? No los entiendo.
Ese trajĂn y tanto ruido. Todos se agolpan. Todos se aprietan. Hay que bajar.
—¿Marie dónde estás? No te encontramos, hay tanta gente.
—¡Allí!
—¡Allí!, la ves, …¡allí!
—Hermana, ¡llegaste al fin!
Su rostro más presentido que conocido, más añorado que recordado.
amie amour mon coeur amada
esperada abrazada
Cobijada, por ese ancho cuerpo, ancho de madre lejana.
—Un nuevo hogar, ¿será?
La casa desconocida.
El llanto quedo, alivio y temor a un tiempo. Pan, sopa caliente, la cama tibia y mirada hermana. Es también madre la que los mira. Qué desazón, qué sueño, qué rêve, sueño de párpados caídos y un punzón en el pecho.
Dormir al fin…
llorar pleurer soigner
sanar soùar sanglots dormir‌
—Mañana… tal vez. ¿Será este sol igual que en casa? ¿Será este cielo de un claro azul igual que allá…?
ALGUNOS PENSAMIENTOS SOBRE ESTE RELATO Emigrar era tener miedo y también esperanza. Si partir era malo, permanecer era morir. ¿De dónde eran? ¿de aquí? ¿de allí?. Les talaron el árbol del origen, les cortaron las raíces, los dividieron en dos. Nunca dejaron de ser de allá. Y jamás fueron del todo de acá. ¿Pertenecer adónde?. La palabra es la forma primera de ser, nos reconocemos en las pequeñas voces de la infancia, en las palabras y canciones, en los murmuros, en los conjuros, en los secretos… Voz de la tierra, voz de la sangre. ¡La sangre no es agua, niña!, decía mi abuela. ¿Qué sentiría al perder la voz? ¿Qué sentiría al tener que aprender todo de nuevo? Trajeron su historia y liaron un atadito con el pasado y el presente. Rompecabezas imperfecto, que nos ha hecho quienes ahora somos. Somos por ellos, por esa historia. Somos sus voces. Son nuestra voz. Se lo debemos. Nos lo debemos.