Contra Réplica

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Tres destinos, de Guillermo Arreola (detalle)

Número 9, 30 de noviembre de 2018

ACUÑADO EN 1977, EL TÉRMINO “AUTOFICCIÓN” HA SERVIDO PARA LLAMAR A OBRAS NARRATIVAS EN QUE LAS FRONTERAS ENTRE LO AUTOBIOGRÁFICO Y LO FICTICIO SE BORRAN. PÁG. 18-20

ESCRITURAS DEL YO

VIERNES CULTURAL

›¿AUGE DE LA VERACIDAD O EXCESO DE MORBO? Autores, críticos y editores divergen en sus juicios sobre la presencia del yo en la narrativa mexicana. Pág. 18-20

›LA NOCHE DE LA ESCRITURA. Con su nueva obra, Perseguir la noche, Rafael Pérez Gay visita a los autores modernistas a lo largo de una dura travesía por la enfermedad. Pág. 20


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18. ContraRéplica. Viernes 30 de noviembre de 2018

ESCRITURAS DEL YO EN MÉXICO: GUÍA MÍNIMA

Ricardo Garibay, Fiera infancia y otros años

Sergio Pitol, El viaje

Alejandro Rossi, Edén: vida imaginada

Julián Herbert, Canción de tumba

AUGE

Héctor Aguilar Camín, Adiós a los padres

Rafael Pérez Gay, Nos acompañan los muertos

Y POLÉMICA

DEL YO ABIDA VENTURA

¿Novelas autobiográficas? ¿Memorias noveladas? ¿Ejercicios de exhibicionismo? ¿Exploración de la veracidad a toda prueba? El yo está presente en la narrativa con una presencia inusual. ¿De qué hablamos cuando hablamos de autoficción? esde hace años, un fenómeno ha inundado el mundo literario en español; el término despierta debates por su ambigüedad y hasta genera aversión entre algunos críticos y autores. Hablar de autoficción o de la literatura del “yo” con editores, escritores o críticos literarios puede resultar en un debate interminable, pero entre las diversas posturas que surgen sobre sus alcances, hay un consenso: es, sin duda, un género que está cada vez más presente en el universo de las letras y que desde hace una década se ha instalado en la literatura mexicana.

Entre las novedades de este año, por ejemplo, destacan dos títulos que, aunque sus autores tratan de desvincularse de la etiqueta, encabezan la lista del género: No contar todo (Random House, 2018) de Emiliano Monge y Perseguir la noche (Seix Barral, 2018) de Rafael Pérez Gay. Ambos recurren a esa forma en la que, como plantea la crítica Liliana Muñoz, el escritor “convierte en ficción hechos de su propia vida, se toma como base para su narración y fábrica su propio personaje”. En No contar todo, Monge construye una novela a partir de la historia de su familia, al mismo tiempo que toca temas de la sociedad mexicana en tres épocas distintas. La de Rafael Pérez Gay es una novela que cierra lo que él llama el “tríptico indeseado”, que comenzó en 2009

con Nos acompañan los muertos, donde la historia de sus padres le dio pie para reflexionar sobre la vejez, y continuó con El cerebro de mi hermano (2013), sobre el padecimiento de su hermano José María Pérez Gay, fallecido en 2013. En Perseguir la noche, el también editor y periodista parte de un momento crucial en su vida: el día en que le diagnosticaron cáncer de vejiga. “Fue cuando preparaba una novela sobre los escritores mexicanos de 1901 para acá. Entonces, el autor de esas líneas, o sea yo, sale a las calles del Centro Histórico para seguir la historia de los personajes que ha leído desde hace mucho tiempo, para darles vida; en cierto sentido, volverse el amigo fantasma porque una enfermedad muy seria como esta nos convierte en fantasmas, por el dolor que inflige y por el medio a

Entre las distintas posturas que surgen sobre los alcances de la autoficción, hay un consenso: es un género que está cada vez más presente en el universo de las letras y desde hace una década se ha instalado en la literatura mexicana.


VIERNES CULTURAL Viernes 30 de noviembre de 2018. ContraRéplica. 19

Rubén Cortés, Los nómadas de la noche

Federico Reyes Heroles, Orfandad

Guillermo Fadanelli, Educar a los topos

Tedi López Mills, Libro de las explicaciones

Rafael Pérez Gay. Cortesía FIL de Guadalajara

la desaparición”, relata en entrevista este escritor que prefiere referirse a ese libro como “memoria novelística” o “novela sin ficción”. Críticos y escritores consideran, sin embargo, que con estas obras Monge y Pérez Gay se suman a esa corriente que desde hace unos años han explorado otros autores mexicanos como Julián Herbert (Canción de tumba, 2011), Guadalupe Nettel (El cuerpo en que nací, 2011) y Verónica Gerber (Conjunto vacío, 2015). Liliana Muñoz, coeditora de la revista electrónica Criticismo, también menciona a Juan Pablo Villalobos, quien en su novela No voy a pedirle a nadie que me crea (Anagrama, 2016) “ironiza y reflexiona sobre la autoficción”. Otro autor que se aproxima a este estilo de forma sarcástica es Naief Yehya, quien en Las

cenizas y las cosas (Random House, 2017) cuenta la historia del escritor Niarf Yahamadi, también de origen mexicano-iraní, exiliado en Nueva York. “El acercamiento a la metaficción en mi novela comenzó como una parodia, casi como una caricatura, pero éste es un género o estilo cargado de ambigüedad”, confiesa el autor que reside en Brooklyn.

▶▶El crítico Alejandro Badillo

incluye a la lista otro libro: La mala costumbre de la esperanza (Random House, 2018), del escritor Bruno H. Piché. Ahí, el también Cónsul Alterno de México en Detroit narra el caso de Edward Guerrero,

un mexicano-americano encarcelado en Estados Unidos acusado de triple violación. A lo largo del relato, también describe su proceso de investigación. En Francia, la autoficción tiene como a uno de sus más claros representantes al escritor Emmanuel Carrère; en España están Enrique Vila-Matas y Javier Cercas, y en México es claro que cada vez son más los que están explorando el género. ¿A qué se debe esa tendencia? Para algunos críticos, todo se resume a una mera etiqueta de moda o una estrategia de márketing de las editoriales que, aprovechándose del gusto del público por consumir historias más cercanas a la vida real o de su interés por asomarse

Sergio González Rodríguez, El hombre sin cabeza

Valeria Luiselli, Los ingrávidos

a la intimidad de los escritores, han comenzado a explotar ese modelo. “Más que una tendencia, veo unas cuantas golondrinas que no hacen verano. La autoficción, o metaficción, o ficción autobiográfica, se me antoja más como uno de los tantos engendros que producen las oficinas de márketing de la industria editorial. Esas oficinas promueven la especie de que en la autoficción encontramos la vida expuesta, al desnudo, del autor”, opina el escritor y crítico Roberto Pliego. Admite que el género le provoca desconfianza porque prefiere las obras que nacen de la imaginación, es decir, de la lucha del escritor contra sí mismo, y porque, en muchos casos, la autoficción solo “se limita a la mera experiencia, al mero relato de ciertos hechos”. Badillo considera que esa oferta editorial responde a la demanda de un público que desea cada vez más historias identificables, en lugar de las que suceden en lugares imaginarios. “Estos ejercicios de autoficción o fenómenos como la narconovela, por su estructura o propuesta estilística, tienden a acercarse más a un público masivo porque son historias fáciles, porque no plantean una interpretación más compleja”. Él piensa que hay otro elemento que abona a esa fórmula del éxito: el papel del escritor como estrella. “El papel del escritor ha cambiado, es decir, quizá hay gente que antes hizo autoficción, escribió sus memorias o su autobiografía, pero no se le daba esa etiqueta y no tenía el papel que ahora se le da al escritor. Las editoriales han explotado al escritor como una estrella, como una figura popular a la que hay que seguir en las ferias y hay que saber sobre su intimidad; pero esos autores no siempre tienen un papel en el debate cultural o político de su sociedad, como ocurría antes”. Es el caso del escritor noruego Karl Ove Knausgaard, autor de Mi lucha, saga de seis novelas en las que revela sin tapujos su vida privada, la de su familia y sus amigos. “Eso normalmente genera morbo, pero en este caso el autor no establece lazos con lo que pasa en Noruega o en el resto del mundo”, plantea. Una percepción similar tiene Roberto Pliego, quien opina que “la autoficción solo está al servicio del ego del autor, y el ego, ya lo sabemos, se ha descubierto


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20. ContraRéplica. Viernes 30 de noviembre de 2018

Carlos Velázquez, El pericazo sarniento (selfie con cocaína)

Guillermo Arreola, Fierros bajo el agua

como un eficaz agente de promoción y ventas”. Desde el ámbito editorial, Andrés Ramírez, director literario de Penguin Random House en México, dice que se trata de un fenómeno interesante, pero no comparte la idea de que sea una “jugarreta del márketing editorial”. Él lo describe, más bien, como el síntoma de una época en la que otros productos culturales, como programas de televisión, series y obras de teatro, están exponiendo al “yo”. “Creo que varios autores empezaron a hablar de eso y ellos nombraron así esta técnica narrativa, pero no me parece que se esté generando más ventas por poner la etiqueta de autoficción”. “El género en sí no está vendiendo más o menos en comparación con otros. Para eso importa más quien lo narre o qué narre”, añade. Diego Rabasa, editor de Sexto Piso, también lo ve como una literatura que responde a una avidez de los lectores por consumir las historias más delirantes, fascinantes y osadas, producto de la realidad: “Desde mi punto de vista, y es el de muchos editores y escritores con los que he dialogado sobre el tema, la autoficción es una de las fuentes de acceso más contundentes a la realidad con las que un lector cuenta. Tiene una especie de morbo, pero bien trabajada y bien contada, la autoficción es cautivadora”. Uno de los ejemplos magistrales, dice, es No contar todo, porque Emiliano Monge logra ir más allá del relato de una anécdota. Escritor, periodista y autor de libros como Un bolero para Arnaldo. Memoria personal de Cuba (Cal y Arena, 2015) y Los nómadas de la noche (Cal y Arena, 2017), Rubén Cortés es otro de los autores que ha recurrido a ese estilo para contar sus memorias, las de su padre, al mismo tiempo que habla de la historia de su país de origen, Cuba. Con un largo camino recorrido por las redacciones y cercano a una tradición de escritores que comenzaron su carrera literaria en el periodismo (Ernest Hemingway, Leonardo Padura, Eliseo Alberto), el escritor halló en la autoficción una manera de “reafirmarse como escritor de la realidad”. “Creo que es un modelo que se lee muy bien porque es muy cercano al lector”, expresa. Por su parte, Liliana Muñoz sostiene que la autoficción (un término que apareció en los setenta, cuando el escritor

Verónica Gerber, Conjunto vacío

Bruno H. Piché, La mala costumbre de la esperanza

Naief Yehya, Las cenizas y las cosas

Emiliano Monge, No contar todo

Valeria Luiselli Foto: Especial RUBÉN CORTÉS Autor de Un bolero para Arnaldo. Memoria personal de Cuba

Yo hice lo que vi hacer desde joven en la universidad: todos los periodistas terminaban haciendo libros cuando ya se habían confirmado bien en el oficio” francés Serge Doubrovsky lo utilizó para referirse a su novela, Hijos, una obra que ficcionalizaba vivencias personales del autor) está dando a los escritores otras posibilidades narrativas: “Los escritores buscan transformar el lenguaje, pero también sus moldes. Difuminar los géneros y volcarse en la vida personal de quien escribe da pie a muchos juegos literarios: la realidad se confunde con la ficción y el lector queda atrapado en un laberinto que le permite conocer al autor y, a la vez, reconocerse a sí mismo”. El escritor Carlos Velázquez ve ese auge más como una justicia poética, tal como ha sucedido con otros géneros, como la crónica, que por muchos años estuvo en el olvido, pero que reciente-

mente también empezó a conquistar el mercado editorial. “Hay quienes dicen que se está abusando de este modelo, pero yo creo que es como en todo: hay novelas muy malas y no por eso se está abusando de la novela”, afirma. El autor de El karma de vivir al norte (Sexto Piso, 2013; Premio Bellas Artes Carlos Montemayor), donde ofrece un testimonio de primera mano de lo que significa vivir en una de las regiones más violentas, y El pericazo sarniento (selfie con cocaína) (Cal y Arena, 2017; Premio Bellas Artes Colima), en el que relata su adicción a esa droga, comenta que la autoficción está ligada a la no ficción, corriente de la que se ha alimentado desde sus inicios como escritor. Relata que al

igual que otros escritores mexicanos, él encontró en ese género, principalmente en las obras de Hunter S. Thompson, Philip Roth, Truman Capote, Norman Mailer, el modelo narrativo que le permitió jugar con la ficción y la realidad, la crónica y el relato autobiográfico. Uno de los que abrió el camino hacia ese estilo, asegura, fue Sergio González Rodríguez, quien en su libro El hombre sin cabeza (Anagrama, 2009) apostó por una historia que combina el rigor periodístico con el relato autobiográfico. Rastrear las pautas de este género en la literatura mexicana puede tomar diversos caminos, pero críticos literarios sostienen que quizá una de las primeras novelas representantes de la autoficción en México en el siglo XXI con todas sus letras es Canción de tumba de Julián Herbert. Han pasado menos de 10 años desde su publicación y, desde entonces, la lista de títulos que se pueden clasificar como autoficción está en constante crecimiento.


VIERNES CULTURAL Viernes 30 de noviembre de 2018. ContraRéplica. 21

UNA NOCHE DENTRO DE LA NOCHE ANAMARI GOMÍS

En 2014, a Rafael Pérez Gay se le otorgó el premio Mazatlán por un extraordinario libro, donde cuenta el difícil proceso de un mal neurológico que terminó con la vida de su hermano mayor, el escritor José María Pérez Gay. El cerebro de mi hermano (2013), que así se titula, junto con Nos acompañan los muertos (2009), en la que Rafael narra la vejez de sus padres, sus dolencias y fragilidades, y con Perseguir la noche (Seix Barral, 2018), formó una trilogía de la aflicción del cuerpo, el drama personal y el vínculo familiar.

E

n este último libro, en medio de otros publicados con otra temática, Rafael ha mezclado lo autobiográfico y la ficción para crear un espacio inquietante de la escritura: el golpeteo de una enfermedad amenazadora, mientras el autor va escribiendo (en gerundio) una novela durante un largo tratamiento médico. La poiesis al rescate del miedo a morir. Pérez Gay produce un universo ficticio, en el que dominan una época, un lenguaje ad hoc, unos personajes reales (los escritores modernistas mexicanos durante un episodio terrible), pero creados por su demiurgo, que, al mismo tiempo es otro personaje más real que ellos, porque vive en nuestro presente histórico y es el que escribe, el que se autorretrata y el que nos transmite su angustia: la de la colisión con el cáncer de vejiga y, por ende, la del dolor. Por fortuna para todos el dolor que doblegó más de una vez a Rafael Pérez Gay nacía del procedimiento para curarlo. “Un descubrimiento: el dolor es enemigo de la fuerza descriptiva. Cuando llega el momento de sufrir, como la pasión, el dolor expulsa al lenguaje. Daudet: las palabras vienen cuando todo ha terminado y se ha calmado la tempestad”. Durante la enfermedad, el autonarrador se dedicó a leer a sus clásicos, sobre todo a los escritores franceses,

en relación a los terribles males que el cuerpo puede sufrir y, desde luego, a contemporáneos imprescindibles como a Susan Sontag y su libro sobre la enfermedad como metáfora. El problema reside en el sufrimiento, en el ardor y lo que suspende la respiración. Por eso llega un momento en que Pérez Gay se cansó de apurar En la tierra del dolor de Alphonse Daudet, diario de la sífilis, un diario, nos dice Pérez Gay, recuperado y anotado por el escritor inglés Julian Barnes, novelista británico que también ama la literatura francesa. “Daudet tenía problemas óseos, gástricos y serias dificultades para orinar. No me servía Daudet, nada sirve si te atraviesa una brasa”. Como lectora, el trazo de una afección seria me refleja a mí misma de una manera equívoca si es que me encuentro bien: podría ser yo la enferma pero no lo soy. Lo que leo significa el tránsito difícil del otro, como si de repente me hubiesen vacunado contra esa dolencia, a lo menos por un tiempo. Pero existe una necesidad imperiosa por leer aquello. No me pasa nada más a mí. Por eso siempre he creído que una las narrativas más poderosas es justamente la que se refiere a la enfermedad. No sólo una novela grandiosa como La montaña mágica de Thomas Mann es un ejemplo, sino otras muchas en las

que el martirio físico se hace presente. Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar abre con el deterioro orgánico del gran emperador. Pero más allá de la hidropesía del corazón de Adriano y de la tuberculosis inesperada de Hans Castorp verificamos cómo ocurre el tránsito hacia el malestar, buscamos con terror al monstruo encubierto que carcome al que padece; es decir, nos abismamos hacia a la íntima hecatombe del que no es uno mismo. Perseguir la noche trata de ese encuentro y de la historia que surge de la concatenación de hechos alarmantes en la vida de un hombre que acababa de cumplir cincuenta años. Y trata también de los quehaceres literarios y eróticos de los escritores modernistas mexicanos: el joven Bernardo Couto, José Juan Tablada, Ciro B. Ceballos, Alberto Leduc, Julio Ruelas. Ellos formaron un grupo compacto que se juntaba a beber en el salón Bach y publicaba la Revista Moderna. Por la noche, esos escritores acudían, a veces, a un prostíbulo de postín, regenteado por una alemana que se hacía llamar Madame Lara.

▶▶La ciudad, hoy transmutada, que recorrieron los modernistas, se convierte en el fantasma que Pérez

Gay desea caminar. A veces arma el espacio citadino como si fuera un rompecabezas, un lugar que también es un cuerpo y a veces una noche dentro de la noche, frase importante en el curso de este formidable texto. Pérez Gay conoce tramo a tramo el centro histórico, lo ha perseguido noche y día. Sabe ubicar los sitios donde antes había edificaciones hoy inexistentes. Ciudad, escritores modernistas de principios del XX, lecturas extraordinarias sobre Balzac, historias de los Pérez Gay padres, de las que ya me siento copartícipe, la vida en casa de Rafa y Delia, la presencia de sus hijos, lo cotidiano y el miedo inconmensurable de la muerte, la narración precisa y dolida del tratamiento atroz para invalidar al cáncer, la novela que se escribe al mismo tiempo, el narrador que se autonarra: todo esto es Perseguir la noche, y mucho más que todo esto. En definitiva, un libro deslumbrante.


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22. ContraRéplica. Viernes 30 de noviembre de 2018

HORAS DE OCIO VALERIA VILLALOBOS

LA

HISTORIA

NO SON LOS

SUCESOS

La nueva novela de Emiliano Monge No contar todo no pudo tener un título más atinado. Esta obra narra el espionaje de Emiliano por su pasado familiar y su intimidad: una estirpe difuminada por la fuga.

E

n ella se intenta relatar la historia de una triple huida: 1) Carlos Monge McKey, abuelo de Emiliano, finge su muerte para huir de una realidad familiar que lo fastidia; tiempo después, 2) Carlos Monge Sánchez, padre de Emiliano, se separa de su familia para irse de guerrillero; y 3) Emiliano Monge encuentra la manera de escapar de una realidad insatisfactoria con las ficciones. Estas historias entrelazadas por el intento de narrar sugieren reflexiones sobre el estereotipo del escritor, el machismo, la violencia en México y el narcotráfico, y sugieren una crisis de lo indecible frente a la memoria. No contar todo está escrita desde distintas focalizaciones, de forma fragmentaria y desordenada; conocemos la fuga de los personajes a través de tres narraciones: los diarios de Carlos Monge McKey, una conversación entre Emiliano y Carlos Monge Sánchez, y los relatos sobre la vida de Emiliano que realiza un narrador en tercera persona. Carlos Monge McKey decide comenzar un diario en su juventud que después retomará y dejará bajo la consigna de que la escritura es peligrosa para la vida. En una etapa inicial, hay un intento por dar cuenta de los acontecimientos que le ocurren, una suerte de analística donde relata las acciones del día y escribe listados para planes. Ahí, la escritura es sólo un espacio de organización y narración del desorden del día. Es una forma de dar sentido a los acontecimientos insulsos que vive McKey. En etapas posteriores, este diario se volverá un espacio de reflexión y liberación del presente incómodo,

un lugar para crear juicios, decir y analizar. Finalmente, en la última etapa, donde da cuenta de su farsa, la escritura se vuelve un método de transcripción del pasado y una promesa de un futuro mejor: el abandono. Sin embargo, en ese momento la escritura no es siempre un espacio de liberación y estrategia, es también una dimensión dolorosa y conflictiva porque obliga a re-habitar el pasado. El diario relata el choque de una vida idealizada contra la verdadera vida familiar: describe su distante relación con su esposa, una vida profesional no deseada, la pérdida de un hijo y el opresivo vínculo que tiene con un narcotraficante, entre muchos otros sucesos. Los escritos de McKey están llenos de huecos y causas truncadas que van poco a poco mostrando la ingenuidad que hay en pensar que la escritura puede dar cuenta de una totalidad, y generar una identidad rigurosa del devenir de una vida. Varios capítulos de la novela están dedicados a una conversación que tiene Emiliano con su padre. En este diálogo (donde no conocemos las respuestas de Emiliano pero pueden intuirse por las violentas reacciones del padre), Carlos comienza a querer relatar cómo vivió la supuesta muerte de su padre, los secretos compartidos e inarticulables que eso trajo a su familia y su pasado como guerrillero fracasado. Carlos muestra el acto de recordar como una acción conflictiva. Él relata episodios, como el día que su padre murió, los días posteriores al descubrimiento de la farsa, sus viajes como guerrillero en México y la masa-

Emiliano Monge. Foto Cortesía FIL Guadalajara cre del 68. Pero entre silencios, enojos, pleitos, intromisiones e interrupciones, el lector escudriña la imposibilidad de Carlos de explicar lo que Emiliano exige. Los enojos y sus negativas a relatar ciertos acontecimientos vislumbran épocas efervescentes de las cuales es incapaz de encontrar un centro. Los relatos están plagados de zanjas, tanto por un machismo que le impide sentir y compartir, como por la complejidad de rememorar. Además, enuncia distintas versiones de lo acontecido producidas por sus hermanos, y que distan en extremo de la percepción de Carlos; así el intento de contar “la verdad” y recordar señala la proliferación de posibilidades que se bifurcan en los Monge y la imposibilidad de liberarse del secreto familiar. Las narraciones sobre Emiliano y sus juicios no están enunciados en primera persona, sino que por un narrador omnisciente que analiza el carácter de sus acciones y da cuenta de otra visión de lo ocurrido con su padre y abuelo. De Emiliano es de quien sabemos menos, se relatan los primeros encuentros con McKey, un poco de sus años hospitalizado sin causa clara, la muerte de sus abuelos, las mentiras a sus novias y el abandono constante de sus amigos cercanos. Los capítulos sobre Emiliano relatan las múltiples

ocasiones en las que la ficción es para él un trance cómodo inicialmente y una huida cuestionable cuando se lleva a sus últimas consecuencias. Con las historias sobre Emiliano, No contar todo muestra a la ficción como una vía de escape pero también como una ilusión de estabilidad y orden que se rompe. En los relatos hay huecos irresueltos y razones ignoradas. Gran parte de la historia de sus respectivos abandonos se mantiene asintótica a una explicación clara. Cierto: “la historia no son los sucesos”. En lo dicho se presupone –o para usar una palabra de Monge: se presiente– lo no dicho. Como en otras obras del autor, es lo sugerido, lo opalescente, lo más violento y sórdido. “La historia, madre de la verdad: la idea es asombrosa. Menard (...) no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen”, escribe Borges en “Pierre Menard, autor del Quijote”. El libro de los Monge se trata, como Menard, de la obra no visible, de los recuerdos que hay detrás de las palabras, y de aquellas causas inexpugnables al silencio que deforman para siempre el sigilo.

Emiliano Monge, No contar todo, México, Random House, 2018


VIERNES CULTURAL Viernes 30 de noviembre de 2018. ContraRéplica. 23

HORAS DE OCIO PARA EL LIBRERO

FERNANDO PESSOA

DISCUSIÓN EN FAMILIA

LLUVIA OBLICUA

POESÍA PORTUGUESA ACTUAL

México, Círculo de Poesía, 2018 • Mijail Lamas reúne y traduce a 18 poetas portugueses nacidos entre 1967 y 1992. Estos poetas pertenecen a una de las tradiciones líricas más interesantes del siglo XX y son descendientes de la inteligencia literaria más alucinante de la modernidad (Fernando Pessoa). Ellos aceptan el desafío de crear, en este nuevo siglo, una poesía que enfrenta de manera audaz los temas y procedimientos que nos hablan de un tiempo inestable, total, fragmentado y simultáneo.

México, Círculo de Poesía, 2018 • Este libro, en traducción de Mario Bojórquez (Premio de Poesía Aguascalientes), ofrece una primera aproximación al extendido y aún inacabado mapa del inaprensible bosque de más de 50 heterónimos, subheterónimos, semiheterónimos, pseudónimos y personajes de Fernando Pessoa con al menos un texto conocido.

ALEJANDRO MAGALLANES

OTROS TÍTULOS

México, Cuadrivio, 2018 • Artista visual y poeta, Alejandro Magallanes entrega un libro se resiste a las etiquetas: aquí se combinan distintas aristas de lo visual: la tipografía, la fotografía y la poesía, produciendo un libro objeto gozoso y efusivo.

AL OÍDO

QUÉ MIRAR

DALE CALMA, DE TECHNICOLOR FABRICS • La banda lanza un nuevo sencillo en que se busca el equilibrio de distintos instrumentos en elementos muy sencillos. El sencillo viene con un video musical de Alexis Gómez.

LAS PRECIOSAS RIDÍCULAS

MODOS DE OÍR • Con el subtítulo de “Prácticas de arte y sonido en México”, esta exposición colectiva presenta a artistas de distintas generaciones y momentos históricos, quienes convergen por el interés de destacar un pensamiento sonoro como eje de creación. • Ex Teresa Arte Actual y Laboratorio Arte Alameda, CDMX

DON JUAN O EL FESTÍN DE PIEDRA • Olvidado y marginado de los escenarios a lo largo de mucho tiempo, esta pieza de Molière, el gran comediógrafo francés, deja perplejo al espectador por su manejo de las ambigüedades. • Teatro El Milagro, CDMX • Jueves y viernes, 20:30 h, sábados 19 h y domingos 18 h

• Dos mujeres están a punto de descubrir la verdad y de quedar en ridículo. Con adaptación y dirección de Octavio Michel, el clásico de Molière vuelve a los escenarios con el elenco de la Compañía Nacional de Teatro. • Teatro del Bosque Julio Castilllo, CDMX • Jueves y viernes, 20:30 h, sábados 19 h y domingos 18 h

RESURRECCIÓN • Hoy se estrena el intrigante documental de Eugenio Polgovsky, una producción de Tecolote Films con música de Edvard Grieg. Este filme demuestra el gran momento por el que pasa en nuestro tiempo el documental mexicano.


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24. ContraRéplica. Viernes 30 de noviembre de 2018 GUILLERMO ARREOLA

E

l inglés Richard Dadd, que pintaba bosques, seres celestiales y escenas crepusculares, mató a su padre durante un paseo por el campo; a Goya una enfermedad, nunca claramente definida, y de la que se sabe le producía un ruido infernal en la cabeza, que devino en sordera, trastocó su obra con una originalidad no vislumbrada en sus composiciones anteriores; Martín Ramírez realizó casi a escondidas durante 33 años en un manicomio y en papeles de desperdicio una obra de túneles, caballos, jinetes y vías ferroviarias, después de su incursión como migrante en un Estados Unidos en declive económico y social; a Leonora Carrington se le desplomaron sus estructuras psíquicas y al mismo tiempo se le “engarrotó” el cuerpo y ella convirtió su estómago en símbolo de una ciudad entera. ¿Cuántos y cuáles glándulas, fluidos, vasos, órganos recorrerán los elementos que concordarán para que emerja una obra pictórica? ¿Y qué vaivenes nerviosos u oscilaciones de la mente desembocarán en armónica, fútil, atroz u ominosa labor en las manos de un hacedor de imágenes? Y en ese laberíntico trayecto físico y mental, en donde no siempre se consigue llegar a lograda realización artística, dígase la alteración o el intento, vano, de corrección a la casi siempre espantosa monotonía, o el propósito de abatir tales o cuales circunstancias históricas o sociales dentro del radio de la existencia individual; ¿en qué momento fisiológico, o por cuál latido, del hígado, o a partir de qué desarreglo, del sistema digestivo, naufraga la razón y emerge victoriosa la tentación por la locura o la franca inmersión en ella? En agosto de 1843, Dadd asestó cuchilladas a su padre, aunque se cuenta que fue a hachazos como le arrebató la vida. Que Dadd haya sufrido un súbito desarreglo de los sentidos durante un viaje por el Nilo, en donde consumió opio a raudales y fue obnubilado por la figura del dios Osiris, entreabre una ventana de interpretaciones a la alucinante y orgásmica maraña visual de su obra mayor The Fairy Feller's Master Stroke (El golpe maestro del narrador de cuentos de hadas), un hervidero de duendes, músicos, flores descomunales, ramajes y un leñador con hacha en alto. Aunque quizá, más ilustrativo sería para los ávidos de la dilucidación y los detractores del misterio algún dato sobre el funcionamiento del laberinto de su oído, como el de Goya, o el estado de su sistema gastrointestinal, como en el caso de Carrington. Del mexicano Martín Ramírez lejos se está de indagar en sus condiciones fisiológicas, puesto que de golpe y porrazo en los últimos años lo mental ha privilegiado casi como único argumento de la ejecución de su obra.

Richard Dadd, El golpe maestro del narrador de cuentos de hadas.

DIRECTORIO

RELÁMPAGOS

LA MENTE CREA

FICCIONES, EL CUERPO TAMBIÉN

▶▶ En Memorias de abajo,

Leonora Carrington narra los casi seis meses que se le mantuvo confinada, en 1940, en una clínica en Santander en donde se pretendía atender su “locura”. Una crónica que se debate entre la férrea aprehensión de la realidad y el carácter resbaladizo de la memoria, la de la locura en este caso, o “sicosis de guerra”, en términos psiquiátricos.

Conocidos son los motivos que sirven de simiente al extravío mental de la pintora: a su amante, Max Ernst lo detienen y envían a un campo de concentración. ¿Pero sería solo un colapso mental el de Leonora? En marco de guerra que amenaza con expandirse a España, Leonora cree encontrar en ese país el territorio propicio para detener, mediante previo encuentro

con Franco, el avance nazi. La artista se convierte en la receptora de energías telúricas y cósmicas, en el único conducto para terminar con la guerra. Una trama de la mente muy propia en su cruce con mitos o lo que podría ser una nightmare, profusa en horrores. A la trama de la mente, agréguese la del cuerpo. Más fascinante que la primera, aunque difícilmente se pueda imaginar disociación entre cuerpo y mente. “Me pasé 24 horas provocándome vómitos”, dice Leonora, y: “mi estómago era el lugar donde se asentaba la sociedad”. Y más adelante: “En medio de la confusión política y un calor tórrido, tuve el convencimiento de que Madrid era el estómago del mundo y de que yo había sido elegida para la empresa de devolver la salud a este órgano digestivo”. “La disentería que más tarde sufrí no fue otra cosa que la enfermedad de Madrid que tomaba forma en mi aparato intestinal”. Y más adelante: “Durante varios días me había comportado como diversos animales: había saltado a lo alto del armario con la agilidad de un mono, había arañado, había

rugido como un león, había gañido, ladrado, etc.”. No hay quizá en el mundo del arte final más feliz de la locura que el ocurrido a Carrington, por el breve tiempo que la padeció y la benevolencia que le mostró el destino al poder escapar y recalar en México. Muy contrario a lo ocurrido con Dadd y Ramírez, que sí crearon imágenes claras en referencia a sus estados de lo vivenciado durante su locura, no hay en la obra de Leonora una pieza que muestre de modo autorreferencial su sufrimiento; y “Down Below”, la pintura con que alude a ese periodo, por lo menos con el título de sus memorias, pareciera un montaje de su imaginación, que se inclina más por lo carnavalesco, que por los horrores psíquicos. Apenas sombras desprendibles. ¿Fue un naufragio mental y no también fisiológico aquel periodo de su internamiento? ¿Qué determinó lo uno o lo otro? Quizá solo ella lo supo, o solamente su cuerpo.

Viernes Cultural, suplemento de Contra Réplica

•Director general:

Rubén Cortés •Editor: Geney Beltrán Félix •Consejo editorial: Francisco González Crussí, Enrique Florescano, Elsa Cross, Silvia Molina, Eduardo Langagne, Carmen Boullosa, Tedi López Mills


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