Suplemento

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Ilustración diseñada por Omar Ramírez.

Número 21, 22 de febrero de 2019

HAZAÑAS DEL MÁS GRANDE ›ESTE 25 DE FEBRERO SE CUMPLEN 55 AÑOS DEL TRIUNFO DEL JOVEN BOXEADOR

CASSIUS CLAY SOBRE EL CAMPEÓN DEL MUNDO, SONNY LISTON. EL PERSONAJE QUE LUEGO CAMBIARÍA SU NOMBRE A MOHAMED ALÍ SE VOLVERÍA UNA LEYENDA, COMO LO MUESTRA EL HECHIZO QUE PRODUJO EN NOTABLES ESCRITORES. PÁGS. 18-24.

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VIERNES CULTURAL

18. ContraRéplica. Viernes 22 de febrero de 2019

A los 15 años, Cassius Clay sube a la báscula. A su derecha está Joe Martin. Foto de The Courier Journal.

Cassius Clay porta una camiseta que lleva su nombre, 1962. Foto de Flip Schulke.

CONTRA JULIO PATÁN

H

ay dos Muhammad Ali. El primero, nacido Casius Marcelus Clay, es el que derrotó por primera vez a Sonny Liston en 1964. Es el que, según lo que ya es un lugar común de los muchos que supo inventar –los lugares comunes sobre Ali fueron, en general, inventados por él–, flotaba como mariposa y picaba como avispa. El que le faltaba al respeto a la ortodoxia boxística solo porque, a sus imberbes casi 22, se la conocía al dedillo. Es el boxeador hiperquinético, provocador, impredecible, bailarín, que, visto en perspectiva, tenía que ganarle a Liston, un clásico. Y ganarle a Liston no era fácil. Campeón de los completos, con estructura de grizzlie y puño de cemento, nacido en la miseria y el analfabetismo, delincuente juvenil que aprende boxeo en la cárcel, fajador, fue, con el permiso de Mike Tyson y George Foreman, el boxeador más intimidante de la historia. Ali era otra cosa. Venía de la precariedad pe-

Medallista de oro en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960, Cassius Clay estaba llamado a vencer a un pugilista clásico como Sonny Liston hace ya casi exactamente 55 años. ¿Cómo era ese boxeador revolucionario? ¿Cómo influyó en su carrera el activismo político y su adhesión a La Nación del Islam?

ro no de la marginación: pasó por la escuela y empezó pronto en el boxeo, con una disciplina a toda prueba. Es joven pero no inexperimentado; se había llevado el oro en los Olímpicos del 60 y tenía algunas victorias importantes, como esa contra Archie Moore. Tenía un estilo, ese estilo, que también era verbal. Virtuoso con el lenguaje, casi inventó lo de ensuciar las peleas: provocaba a sus rivales desde mucho antes de subir al ring, con sarcasmos, rimas burlonas, muecas. Se les metía en la cabeza; empezaba a ganar antes del primer golpe. ¿Era una forma de pelear realmente

nueva? No. En El combate del siglo, su crónica de la pelea por el campeonato mundial entre Jack Johnson, primer campeón afroamericano, y Jim Jeffries, “La Gran Esperanza Blanca”, Jack London narra una pelea en la que Johnson, hetorodoxo, dancístico, hizo pedazos a Jeffries luego de sacarlo de sus cabales con comentarios irónicos y una sonrisa irritante. Gracias a esa escuela es que acabó Ali con Liston, desfondado en una persecución inútil. Ese Ali es el que, con estrategias análogas: verbosas, hiperquinéticas, impredecibles, provocadoras, mediá-


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Cassius Clay en el fondo de una alberca, en una edición de la revista Life, de septiembre de 1961. Foto de Flip Schulke.

Mohamed Alí ha mandado al suelo a Sonny Liston, en su pelea de Leviston, Maine, en 1965. Foto de Neil Leifer.

LAS CUERDAS ticas, se volvió igual de famoso como activista que como atleta. Es el que se cambia de nombre porque se convierte no al islam, sino a La Nación del Islam, que es propiamente una secta, y una con ideas muy raras. Como que hay varios Alá, por ejemplo, el primero de los cuales, negro, ya muerto, nació hace 66 trillones de años. O que los blancos, creados por un científico maligno, son “demonios de ojos azules”. Ese Ali es el que se niega a pelear en Vietnam, y por hacerlo pierde títulos y licencia. Dejará de pelear del 67 al 70, de sus 25 a sus 29 años; los mejores. Regresará un hombre muy diferente. Un hombre que pelea contra las cuerdas, pero que es tan heterodoxo que hace de eso una virtud. El segundo Ali. Porque boxear es evitar las cuerdas, evitar que te arrinconen y te golpeen. Pero Muhammad, oxidado, de camino a la treintena, que es la vejez del boxeador, no tiene las piernas que tenía. Está obligado a inventar algo. Y lo que inventa es único. “El Más Grande” –otro lugar común que se regaló– se mueve cada vez menos: cambia el baile en el ring por el juego de cintura, con

ese virtuosismo defensivo, de nuevo, heterodoxo. Así, desquiciando al rival con verborrea, histrionismo y oficio, hace muchas peleas, la mayor parte ganadas, todas buenas. Uno a uno, se suceden Joe Frazier, Ken Norton, Ringo Bonavena… Es el Ali que se descubre una virtud envenenada: resiste muchos golpes. A la larga, este estilo será determinante en términos de su Párkinson. Pero le falta una obra maestra. En 1974, a punto de cumplir los 33, enfrenta al que acaso sea el puño más poderoso de la historia: Foreman, un prodigio físico de 25 años que ha desmantelado a sus rivales. Más que nunca, Ali se tira contra las cuerdas, según cuenta Mailer en El combate. Y gana. Foreman, furioso, enésima víctima de la verborragia de su enemigo, tira golpes de una potencia salvaje que Ali bloquea, impide con abrazos, amortigua cuando muellea contra el encordado. En el octavo, con su enemigo agotado, sale por fin al centro del cuadrilátero y lo deja en la lona. Seguirán años de decadencia, peleas innecesarias, demasiados golpes. También, de serenidad. Si el boxeo es una metáfora de la vida –este lugar co-

mún no es suyo–, digamos entonces que la vida de Ali es asimismo un saber usar las cuerdas. El campeón deja la Nación del Islam para convertirse al islam-islam, abandona el protagonismo de otros días, templa la provocación, se aleja del racismo sectario. Es un hombre afable al que la vida le cobra una factura carísima, pero que se resigna a pagarla con sabiduría y hasta con bondad. Así, contra las cuerdas, ayuda en silencio a un rival al que insultó sin tregua, Frazier, cuando ya viejo, empobrecido, lo invade el cáncer. En los Olímpicos de Atlanta, Ali, consumido por el Párkinson, es decir –va de nuevo–: definitivamente contra las cuerdas, pasa un calvario para encender la antorcha olímpica. Pero vuelve a ganar: luego de todos esos años, lo volvimos a admirar y, por fin, lo quisimos todos. Tembloroso, acepta el homenaje de un mundo al que detestó y con el que terminó reconciliado. Como siempre, supo comunicárselo. Moriría 20 años después.


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20. ContraRéplica. Viernes 22 de febrero de 2019

DOS GRANDES VOCES LITERARIAS

ESCRIBEN SOBRE EL MÁS GRANDE En 1974, en Zaire, tuvo lugar uno de los combates más extraordinarios de todos los tiempos: el de Mohamed Alí con George Foreman. En 1996, el gran campeón viaja a La Habana y visita a Fidel Castro. Norman Mailer y Gay Talese escribieron, respectivamente, sobre uno y otro de estos episodios.

EL COMBATE

Mohamed Alí habla con reporteros, el 19 de febrero de 1965. Foto de Bettmann/ CORBIS

NORMAN MAILER

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undee se acercó para vendarle las manos. El observador del vestuario de Foreman, Doc Broadus, se aproximó para estudiar la operación. Era un negro bajito y vigoroso de unos sesenta años, que había descubierto a George Foreman en el Job Corps hacía años y que lo había acompañado durante buena parte de su carrera. Broadus era bien conocido en el Inter-Continental por sus sueños proféticos. Había adivinado en sueños los asaltos en que serían noqueados Frazier y Norton. En el caso de Alí había soñado que George ganaría en dos asaltos, pero esta vez no estaba seguro de la predicción. Debía haberse producido algún fallo en el sueño. Alí se entretuvo hablando con él como si el hombre más importante de la estancia fuera Doc Broadus, encargado de informar a Foreman acerca de los más mínimos detalles de su estado. Alí lo miró con dureza, y Broadus movió inquieto los pies. Se mostraba tímido ante Alí. Tal vez llevara demasiados años admirando su carrera para poder mirarlo ahora cara a cara con tranquilidad. —Comuníquele a su hombre —le dijo Alí en tono confidencial— que más vale que se prepare para bailar. Una vez más, Broadus movió nerviosamente los pies. En aquellos momentos, Ferdie Pa-

checo regresó, furioso, al vestuario. —No me dejan entrar a ver a Foreman —le dijo a Broadus—. ¿Qué demonios está ocurriendo?— dijo en tono temeroso y escandalizado—. ¡Esta noche vamos a boxear, no a combatir la Tercera Guerra Mundial! Parecía muy molesto por el trato que le habían dispensado los del otro vestuario. Broadus se levantó rápidamente y salió con él. Alí se dirigió nuevamente a Bundini. —Oye, Bundini, ¿vamos a bailar? — preguntó. Bundini no contestó. (...) —Has rechazado mi bata —dijo Bundini con su más profunda, ronca y emotiva voz. —Vamos, hombre —dijo Alí—, yo soy el campeón. Tienes que dejarme que haga algo por mi cuenta. Tienes que concederme el derecho a escoger la bata; de lo contrario, ¿cómo voy a poder ser nuevamente el campeón? ¿Vas a decirme lo que tengo que comer? ¿Vas a decirme cómo tengo que ir? Bundini, estoy triste. Jamás ha habido ninguna vez como esta en que tú no me animaras. Bundini trató de impedirlo, pero una sonrisa empezó a asomar a sus labios. —Bundini, ¿vamos a bailar? —le preguntó Alí. —Hasta el amanecer —contestó Bundini. —Sí, vamos a bailar —dijo Alí—, vamos a bailar y a bailar. Broadus había regresado tras conseguir que permitieran a Pacheco entrar

en el vestuario de Foreman, y Alí empezó a actuar en su honor. —¿Qué vamos a hacer? —les preguntó a Bundini, Dundee y Kilroy. —Vamos a bailar —repuso Gene Kilroy con una triste y amorosa sonrisa—, vamos a bailar hasta el amanecer. —Sí, vamos a baii-lar —gritó Alí y, dirigiéndose a Broadus, añadió—: Dígale que se prepare. —No pienso decirle nada —murmuró Broadus. —Dígale que aprenda a bailar. —Él no baila —consiguió decir Broadus, como si quisiera advertir: Mi hombre tiene cosas más importantes que hacer. —¿Que no qué? —le preguntó Alí. —Que no baila —repuso Broadus. —El hombre de George Foreman —gritó Alí— dice que George no sabe bailar. ¡George no sabe baiii-lar! —Cinco minutos —gritó alguien, y Youngblood entregó al púgil una botella de zumo de naranja. Alí ingirió un sorbo, cosa de medio vaso, y miró a Broadus con expresión divertida. —Dígale que me pegue en la barriga —le dijo. Fragmento del capítulo “El vestuario”, de El combate, de Norman Mailer, traducción de María Antonia Menini, Editorial Contra, Barcelona.


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ALI EN LA HABANA

El dictador cubano y el boxeador estadounidense, 1996. Foto Cortesía Alfaguara.

GAY TALESE

H

ace en La Habana una noche de invierno tibia, ventosa, de palmas que tremolan, y los principales restaurantes están repletos de turistas de Europa, Asia y Suramérica, que presencian la serenata de guitarristas que cantan sin descanso: “Guan-ta-na-me-ra… guajira… guanta-na-mera”; y en el Café Cantante hay unos bulliciosos bailarines de salsa, reyes del mambo, artistas masculinos de pechos descubiertos que bufan y levantan mesas con los dientes, y mujeres de turbante, enfundadas en faldas que les ciñen las nalgas y que tocan silbatos mientras rotan sus cuerpos resplandecientes en un frenesí erótico. Entre el público del café, así como en los restaurantes, hoteles y demás lugares públicos de la isla, se fuman cigarros y cigarrillos sin límites ni restricciones. Dos prostitutas fuman y charlan en privado en la esquina de una calle mal iluminada que limita con los prados impecables del hotel de cinco estrellas de La Habana, el hotel Nacional. Son mujeres cobrizas, rozan los veinte años y llevan blusas abrochadas en la nuca y minifaldas desteñidas; y al tiempo que conversan abren los ojos mientras dos hombres, uno blanco y negro el otro, se agachan sobre el maletero abierto de un Toyota rojo estacionado cerca, regateando los precios de las cajas de puros del mercado negro que se apilan dentro.

El blanco es un húngaro de mandíbula cuadrada, de treinta y tantos años, con un traje tropical de color beige y una corbata ancha y amarilla, y es uno de los principales empresarios de La Habana en el próspero negocio ilegal de la venta de puros cubanos enrollados a mano y de primera calidad por debajo de los precios comerciales locales e internacionales. El negro detrás del coche es un individuo algo calvo, de barba gris, de unos cincuenta y tanto, años que vino de Los Ángeles y se llama Howard Bingham; y no importa qué precio pida el húngaro, Bingham sacude la cabeza y dice: —¡No, no: es demasiado! —¡Estás loco! —exclama el húngaro en un inglés con poco acento, sacando una caja del maletero y pasándosela por la cara a Howard Bingham—. ¡Si son Cohiba Espléndidos! ¡Los mejores del mundo! Pagarías mil dólares por una caja de éstas en Estados Unidos. —No yo —dice Bingham, que lleva una camisa hawaiana y una cámara colgada del cuello: es fotógrafo profesional y se hospeda en el hotel Nacional con su amigo Muhammad Alí—. Yo no te daría más de cincuenta dólares. —Estás loco —dice el húngaro, cortando el sello de papel de la caja con la uña y alzando la tapa para dejar ver una reluciente hilera de Espléndidos. —Cincuenta dólares —le dice Bingham. —Cien dólares —insiste el húngaro—. ¡Y date prisa! La policía puede estar de ronda.

El húngaro se endereza y por encima del coche mira el prado bordeado de palmas y las luces de pie que en la distancia alumbran el camino que conduce al ornamentado pórtico del hotel, que está ahora atestado de personas y vehículos; luego se vuelve para echar otro vistazo a la cercana vía pública, en donde ve que las dos prostitutas soplan el humo en su dirección. Frunce el entrecejo. —Rápido, rápido —le dice a Bingham, entregándole la caja—. Cien dólares. Howard Bingham no fuma. Él, Muhammad Alí y sus compañeros de viaje se van mañana de La Habana, tras tomar parte en una misión de ayuda humanitaria de cinco días que vino con un avión cargado de suministros médicos para las clínicas y hospitales desabastecidos por el embargo de Estados Unidos; y a Bingham le gustaría regresar a casa con unos buenos cigarros. Pero, por otro lado, cien siguen siendo demasiado. —Cincuenta dólares -dice Bingham con firmeza, mirando su reloj y echando a andar. —Está bien, está bien —dice de mal grado el húngaro—. Cincuenta. Fragmento del libro Retratos y encuentros, de Gay Talese, traducción de Carlos José Restrepo, Alfaguara, Madrid, 2010.


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22. ContraRéplica. Viernes 22 de febrero de 2019

MUHAMMAD ALI

61 COMBA 5 derrotas

Durante 21 años de carrera, desde su debut el 29 de octubre de 1960, el legendario Muhammad Ali, ha sido considerado como el mejor pugilista de la historia, al dejar una huella imborrable en el boxeo. Entre sus más recordados logros, está haberse convertido en el monarca mundial completo más joven de la historia el 25 de febrero de 1964, luego de vencer por nocaut técnico a Sonny Liston, como este pasaje hay más triunfos, esto hasta su último combate en 1981.

18 por DU

1 por DD

Louisville, Kentucky. USA

COMBATES QUE ENCUMBRARON A MUHAMMAD

1963

1,91 m

Como él mismo dijo, “soy el más grande”. Muhammad Ali dejó huellas imborrables en el boxeo. El mejor de todos los tiempos, protagonizó combates apasionantes que son ya historia del deporte, luchas por el cetro mundial que paralizaron al mundo.

Ali vs. Henry Cooper 1971

Ali vs. Joe Frazier

Primera pelea Ali vs. G. Foreman

1960 29 de octubre

Tunney Hunsaker Herb Siler Tony Esperti Jim Robinson Donnie Fleeman LaMar Clark Duke Sabedong Alonzo Johnson Alex Miteff Willi Besmanoff Sonny Banks Don Warner George Logan Billy Daniels A. Lavorante Archie Moore Charley Powell Doug Jones Henry Cooper Sonny Liston Sonny Liston Floyd Patterson George Chuvalo Henry Cooper Brian London Karl Mildenberger C. Williams Ernie Terrell Zora Folley Jerry Quarry Óscar Bonavena

1974

1975

Cassius Clay

CMB AMB The Ring NAFB 3

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1942 Nació Cassius Clay el 17 de enero, en Louisville, Kentucky.

1954 Comienza a entrenar como boxeador después de que le roban su bicicleta. Durante los próximos seis años.

1960 Gana la medalla de oro de peso semipesado en los Juegos Olímpicos de Verano en Roma, superando a la polaca Pietrzykowski.

1964 El 26 de febrero, Clay se une a Nation of Islam, y el 6 de marzo, cambia su nombre a Muhammad Ali.

5 7

1

6 12

4

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3

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7 12

7

3 15

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Suspendido p a la guerr

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1966 Al citar sus creencias religiosas, Ali se niega a servir en el ejército estadounidense, que está involucrado en la Guerra de Vietnam en ese momento.

Kentucky

Nueva York

CRONOLOGÍA DE SU VIDA

10

4 1

Luisiana

1 Nevada

Ali vs. Trevor Berbick

4 3 7 5

9

8 Cantidad de lugares en los que tuvo combate

4 4 4

6 7

Florida

10 10

Texas

2 7

Ohio

1

California

Round en que 4 3 terminó la 6 pelea

Maryland

1981

2

1960 1960 1961 1961 1961 1961 1961 1961 1961 1961 1962 1962 1962 1962 1962 1962 1963 1963 1963 1964 1965 1965 1966 1966 1966 1966 1966 1967 1967 1970 1970

1

Ali vs. Joe Frazier

1974 En enero, Ali vence a Frazier. Más tarde ese año, derrota a George Foreman en el "Rumble in the Jungle", y recupera el título de campeón mundial de peso pesado.


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Classius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí. No lo quería. Yo soy Mohammad Ali, un hombre libre

SU ATAQUE Golpear con sorpresa En 1969 un estudio fotográfico realizó con una cámara Omegascope permitió medir la rapidez de los golpes de Ali´Los resultados fueron asombrosos.

COMBATES 56 victorias 1 por DD

24 por k.o. técnico

12 por k.o.

Ataque Lanzaba su jab en cuatro décimas de segundo, el tiempo equivalente a un parpadeo.

Potencia Su crochet derecho, además de ser letal, era uno de sus golpes favoritos.

Juego de piernas Ali despistaba a sus rivales con un rápido movimiento conocido como ´Doble Shuffle´

SU DEFENSA Agotando a sus rivales Era un gran encajador y aprovechaba su resistencia para vaciar a sus rivales y sorprenderles con contundentes contraataques.

Óscar Bonavena Joe Frazier Jimmy Ellis Buster Mathis Jürgen Blin Mac Foster George Chuvalo Jerry Quarry Alvin Lewis Floyd Patterson Bob Foster Joe Bugner Ken Norton Ken Norton Rudi Lubbers Joe Frazier George Foreman Chuck Wepner Ron Lyle Joe Bugner Joe Frazier Coopman Jimmy Young Richard Dunn Ken Norton A. Evangelista Earnie Shavers Leon Spinks Leon Spinks Larry Holmes Trevor Berbick

Última pelea 1981 11 de diciembre

Muhammad Ali

1970 1971 1971 1971 1971 1972 1972 1972 1972 1972 1972 1973 1973 1973 1973 1974 1974 1975 1975 1975 1975 1976 1976 1976 1976 1977 1977 1978 1978 1980 1981

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1981

ado.

En diciembre, anuncia su retiro, a los 39 años, terminando su carrera con un récord profesional de 56 victorias, 5 derrotas, 37 nocauts.

1984 Le diagnostican la enfermedad de Parkinson.

1996 Ali lleva la llama olímpica para los Juegos de Verano en Atlanta, Georgia.

1

Distancia Su altura (1.91), hacía dificil que los rivales alcanzaran su rostro

Maine

1 Suiza

1 Japón

1 Irlanda

1 Indonesia

1 Zaire

1

Malasia

Bahamas

1

Puerto Rico

2 Canadá

2 Inglaterra

2 Alemania Occidental

1 Georgia

Pensilvania

Kentucky

1

Filipinas

Suspendido por negarse a ir a la guerra

Balance Cuando retrocedía, basculaba perfectamente su cuerpo y con un gran movimiento de cintura y cuello evitaba ser alcanzado

1997 Sports Illustrated nombra a Ali Deportista del Siglo.

2005 Ali es galardonado con la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor civil de los Estados Unidos, otorgado por el entonces presidente George W. Bush.

2009

2016

Ali asiste a la inauguración del presidente Barack Obama.

Muere el 3 de junio en Phoenix, Arizona. Se casó cuatro veces y tuvo nueve hijos.

INFOGRAFÍA E ILUSTRACIÓN: VICTOR SANJINEZ GARCIA


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24. ContraRéplica. Viernes 22 de febrero de 2019

LA VICTORIA DEL TRAIDOR AMERICANO ¿Qué ocurrió la noche del 25 de febrero de 1964 en Miami Beach? La pelea del joven Cassius Clay con el campeón Sonny Liston significó la llegada del nuevo y polémico retador al mundo de los más grandes. HUGO ALFREDO HINOJOSA

H

ace 55 años, las personas de raza negra en Estados Unidos perdieron el miedo a la represión. Aquella fue una época de revoluciones; fue el momento de la paz simbólica diluida entre música, protestas y alabanzas, ideologías que abrieron la puerta al surgimiento de los ídolos. El boxeo es matemática pura que disecciona el movimiento del cuerpo, la resistencia y el corazón, un sueño por la supervivencia que pone en marcha a toda esa maquinaria para salir victorioso de la batalla. El boxeo es un arma política que despierta la pasión de las masas, unifica pensares y rechaza a quienes no descubren en la pelea el sentimiento más puro del éxito a través del esfuerzo indiscutible. En esto coinciden casi todas las culturas: una batalla mano a mano es la consumación de la verdad a la vista de todos, donde la mentira no tiene pilares. Cassius Clay, Cassius X y Mohamed Ali son los nombres del boxeador olímpico que conquistó el oro en Roma, en 1960, y a sus 18 años el joven de Louisville, Kentucky, se convirtió en portavoz de una generación de afroamericanos dispuestos a reclamar sus derechos. A su regreso a Estados Unidos, sumó nombres a las victorias de sus puños. Charles “Sonny” Liston, el primer campeón de la CMB, era un toro bragado, un hombre ni tan salvaje ni tan cruel como su careta, era el hombre negro típico, y no estúpido, de aquella época en la que ser campeón del mundo no trascendía, porque no era ídolo de los blancos sino del hombre negro, según escribió James Baldwin acerca del púgil. Sobre Liston caía una tarea primordial que debía cumplir al pie de la letra: silenciar al olímpico que, paradójicamente, era un gran producto mediático porque les facilitaba el trabajo a los periodistas de la época. Liston estaba destinado a ser el ídolo de los blancos luego de derrotar por segunda ocasión a Floyd Patterson en 1963, la gloria inesperada. Un vuelco del destino

para John F. Kennedy, quien sufrió con ese fracaso, ya que Patterson, campeón olímpico en 1952 en Helsinki, jugaba un mejor papel para controlar a la opinión pública con respecto a los afroamericanos que el expresidiario Liston; no obstante, la historia tomó otro rumbo. Cassius Clay era la encarnación del traidor contemporáneo para los blancos protestantes. Fue el negro exitoso, el alumno de Malcom X, el joven prodigio del líder musulmán Elijah Mohamed, un rebelde que negaba al cristianismo hipócrita que con su discurso contribuyó a esclavizar a la raza negra en Estados Unidos y el resto del mundo; él se convirtió al islam y renegaba y criticaba la política de guerra en Vietnam. Tanto la opinión pública, como los políticos y la clase conservadora estadounidense deseaban una sola cosa: cerrarle el hocico a Cassius Clay… para siempre.

LA PELEA DE LA REVOLUCIÓN El 25 de febrero de 1964 por la mañana, se dio la batalla en la báscula: gritos, risas, el ruido de las cámaras acababan con la paz y la concentración que ambos peleadores debían tener, pero tal vez esa siempre fue la estrategia de Cassius: amedrentar a Liston frente a los periodistas de más de 17 paí-

ses. Liston estudiaba a su presa en silencio. Ganarle a Clay significaba tener la gloria política a su lado, la comida asegurada para él y tal vez alguno de sus 24 hermanos de sangre. La pelea estelar entre Clay y Liston fue narrada por Joe Louis para la cadena Theatre Network Television y Rocky Marciano fue el comentarista para la radio. Desde el inicio, Clay acorraló a Liston y comenzó a vulnerarlo, aunque los puños del joven boxeador parecían no lastimar al veterano. Para el tercer asalto, Cassius logró abrir el pómulo de Liston y así comenzaba la caída del campeón del mundo, lo que aclaró la profunda duda de los periodistas que decían: Liston tal vez jamás sangrará. Hasta el quinto asalto la pelea fue incierta, los rounds se repartían entre ambos púgiles que no cedían. Aunque los especialistas difieren, la pelea la ganó el entrenador de Cassius Clay, Angelo Dundee, quien no cedió a las órdenes de Clay: quitarle los guantes después de que en el quinto asalto quedó ciego por algunos segundos. El entrenador lo animó y la pelea entró hacia el sexto round y, para el séptimo, Sonny Liston se negó a seguir, argumentando que se había lastimado un hombro, lo que provocó la furia del público y el repudio de los blancos en Estados Unidos. Cassius Clay, aún sobre el ring, después de haber vencido, gritó: “Soy el más grande”, ni Marciano ni Louis podían negarlo… Al día siguiente de esa victoria cambió su nombre a Cassius X y después a Mohamed Ali. Años más tarde, en 1967, fue condenado a prisión por no querer participar en la guerra de Vietnam. Su postura política fue la bandera de muchos otros afroamericanos para luchar contra la opresión, el boxeo fue en ese momento una herramienta política y un camino para la redención. Sonny Liston fue uno de los grandes campeones de la historia, un hombre sin fecha de nacimiento que murió en 1970, como el hombre que le regaló la voz a Ali.


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EL OSCAR EN TIEMPOS DE ESCÁNDALOS Las semanas previas a la entrega número 91 de los premios de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood han estado llenas de controversia. Pero no hay de qué sorprenderse: en estos tiempos de redes sociales, escándalos cotidianos y linchamientos mediáticos, el Oscar no podía escaparse a los tiempos que vivimos en este Nuevo Bravo Mundo del Twitter, el Facebook, Change.org, similares y conexos.

ERNESTO DIEZMARTÍNEZ

E

l anfitrión para conducir la ceremonia, el comediante afroamericano Kevin Hart, tuvo que renunciar pocas horas después del anuncio de que había sido elegido, debido a que algunos volvieron a leer viejos tuits homofóbicos que él había escrito varios años atrás. El comediante se negó a disculparse y la Academia no encontró otro camino que retirarle la invitación. Parafraseando un viejo chiste de Woody Allen, Hart duró menos como anfitrión del Oscar que el matrimonio de Hitler con Eva Braun. Después de este desaguisado, siguieron otros más: que nadie quiso ser plato de segunda mesa y sustituir a Hart, por lo que por vez primera desde 1989 el Oscar no tendrá conductor; que alguno de los nominados ha sido crucificado por

algún desafortunado tuit (el guionista de Green Book, Nick Villalonga, tuvo que disculparse por algún exabrupto racista antimusulmán de hace años); que otro ha sido condenado al ostracismo por el resurgimiento de acusaciones de abuso sexual (Bryan Singer, director de Bohemian Rhapsody); y que la propuesta de entregar premios fuera del aire, entre los cortes comerciales, provocó tal rebelión en la granja hollywoodense que la Academia gringa tuvo que echarse para atrás. Esta entrega resulta especialmente significativa para el cine nacional: Roma, la novena película mexicana de la historia nominada al Oscar a Mejor Cinta en Idioma Extranjero será muy probablemente la ganadora de esa estatuilla y se convertirá en el primer filme nacional en obtener ese galardón. Además, es probable que el octavo largometraje de

MEJOR ACTRIZ

MEJOR ACTOR

V

V

a a ganar: Glenn Close por La buena esposa (Runge, 2017), en una interpretación muy sutil y delicada, que va de menos a más a lo largo de este discreto melodrama literario-marital. Debería ganar: Glenn Close o, en su defecto, Olivia Colman, por su desbordada interpretación de la caprichosa reina Ana de La favorita (Lanthimos). Debería haber sido nominada: Toni Collette por El legado del diablo (Aster, 2018) en lugar de Lady Gaga por Nace una estrella (Cooper, 2018).

Alfonso Cuarón, nominado a diez Oscars, se lleve otros tres más, número que lo empataría con El tigre y el dragón (Lee, 2000), la otra cinta realizada en idioma distinto al inglés que también tuvo diez nominaciones y que, en el Oscar 2001, ganó cuatro estatuillas. Pero, ya que estamos en esto, ¿quién ganará este domingo las principales estatuillas? ¿Y quién debería, desde la trinchera personal, ganar el Oscar? ¿Y cuáles habría nominado yo si fuera votante en esta interminable, frívola pero inevitable kermés cinematográfica en la que la industria fílmica estadounidense se celebra a sí misma? He aquí, pues, la lista de mis predicciones, mis filias y mis fobias, entre las trece categorías más importantes del Oscar 2019.

a a ganar: Rami Malek por Bohemian Rhapsody y su imitación de Freddie Mercury. Debería ganar: Willem Dafoe por Van Gogh en las puertas de la eternidad (Schnabel, 2018), por su Van Gogh que no solo sufre o enloquece sino que también ríe y goza. Deberían haber sido nominados: Ethan Hawke por First Reformed (Schrader, 2018) y Charlie Plummer por Apóyate en mí (Haigh, 2017) en lugar de Bradley Cooper por Nace una estrella y Christian Bale por su botarga de Cheney en El Vicepresidente (McKay, 2018).


VIERNES CULTURAL

26. ContraRéplica. Viernes 22 de febrero de 2019

MEJOR ACTOR SECUNDARIO

V

a a ganar: Mahershala Ali por Green Book. Debería ganar: Richard E. Grant por ¿Podrás perdonarme algún día? (Heller, 2018). Debería haber sido nominado: Hugh Grant por su villano narcisista de Paddington 2 (King, 2017), en lugar del actor que ustedes quieran.

MEJOR ACTRIZ SECUNDARIA

V

a a ganar: Difícil predicción. La actriz que fue premiada por el sindicato de actores, Emily Blunt, ni siquiera fue nominada al Oscar. Mi apuesta es Regina King por Si la colonia hablara (Jenkins, 2018) o Rachel Weisz por La favorita. En realidad, es en esta categoría donde podría haber la mayor sorpresa de la noche.

Debería ganar: Cualquiera de las nominadas, menos Amy Adams. Debería haber sido nominada: Emily Blunt por Un lugar en silencio (Krasinski, 2018) que, como anoté, fue nombrada mejor actriz secundaria por el sindicato de actores. ¿Quién sobra en esta categoría?: Amy Adams por El Vicepresidente.

MEJOR GUION ORIGINAL

V

a a ganar: Con el triunfo de Bo Burnham por su guion de Eighth Grade (2018) en el Sindicato de Guionistas –cinta que ni siquiera está nominada–, la predicción de quién ganará en esta categoría se ha vuelto más complicada. Puede ser Green Book, si los votantes perdonan el exabrupto racista de Nick Villalonga.

MEJOR GUION ADAPTADO

V

a a ganar: El infiltrado del Kkklan (Lee, 2018). Es la única oportunidad que tiene la Academia estadounidense de premiar a un cineasta de la trayectoria de Spike Lee. Quiero pensar que no la van a desaprovechar. Debería ganar: El infiltrado del Kkklan, por las mismas razones. Debería haber sido nominado: Ready Player One o Beoning (Lee, 2018) en lugar de Nace una estrella.

MEJOR FOTOGRAFÍA Debería ganar: First Reformed, no solo porque es el mejor guion de todos los nominados, sino porque es hora de demostrar la admiración que merece Paul Schrader. Deberían haber sido nominados: El legado del diablo y Un lugar en silencio en lugar de Green Book y El Vicepresidente.

V

a a ganar: Alfonso Cuarón. Debería ganar: Alfonso Cuarón o Lukasz Zal por Guerra fría. Debería haber sido nominado: Pawel Pogorzelski por El legado del diablo aunque, para ser francos, los cinco cinefotógrafos en esta categoría hicieron un trabajo muy sólido.


VIERNES CULTURAL Viernes 22 de febreo de 2019. ContraRéplica. 27

MEJOR EDICIÓN

MEJOR LARGOMETRAJE ANIMADO

V

a a ganar: Bohemian Rhapsody. Triunfar en esta categoría solía señalar a la segura ganadora del Oscar a Mejor Película, pero esto ha dejado de suceder en los últimos años. De todas maneras, el triunfo de Bohemian Rhapsody es el más probable: la cinta ganó el Eddie (el premio del sindicato de editores) . La otra posibilidad es La favorita, que ganó el Eddie respectivo en el género de comedia. Deberían ganar: Bohemian Rhapsody. Al final de cuentas, la edición del concierto final es lo mejor de esta biopic tan poco propositiva.

V

a a ganar: Spider-Man: un nuevo universo (Persichetti, Ramsey y Rothman, 2018), sin duda la cinta animada más propositiva en la forma y en el fondo entre todas las nominadas. Debería ganar: Spider-Man: un nuevo universo o Mirai no Mirai (Hosoda, 2018), una tradicional cinta animada japonesa que, de todas maneras, merece más atención y amor.

MEJOR PELÍCULA EN IDIOMA EXTRANJERO

V

a a ganar: Roma. Acaso el Oscar más seguro para la cinta de Cuarón. Debería ganar: Roma. Debería haber sido nominada: Pájaros de verano.

MEJOR LARGOMETRAJE DOCUMENTAL

MEJOR DIRECTOR

V

a a ganar: Tengo la sensación que, como ha sucedido en otras ocasiones, la cinta más claramente política y progresista será la ganadora. Es decir, RBG (West y Cohen, 2018), la hagiografía de la jueza de la Suprema Corte de Justicia Ruth Bader Ginsburg y su. Su triunfo sería una bofetada, otra más, a Donald Trump. No creo que los miembros de la Academia gringa desperdicien esta oportunidad. Debería ganar: Sospecho que cualquier otra de las nominadas, aunque me faltan un par por ver. En todo caso, Free Solo (Chin y Chai Vasarhelyi, 2018), sobre un demencial tipo que escala montañas sin protección ni cuerdas, y Minding the Gap (Liu, 2018), una suerte de autobiografía documental/generacional, son mucho más interesantes que RBG.

V

a a ganar: Alfonso Cuarón. Debería ganar: Alfonso Cuarón. Debería haber sido nominado: Steven Spielberg por Ready Player One: Comienza el juego (2019), la cinta más dinámica del 2018 dirigida por un joven cineasta de más de 70 años de edad. Adam McKay, por El Vicepresidente, está de más frente a Spielberg y los demás nominados.

MEJOR PELÍCULA

V

a a ganar: Desde mi perspectiva, solo hay dos cintas de consenso que podrían obtener la máxima estatuilla, dado el sistema de voto preferencial y no directo. La opción más lógica es Green Book, la típica cinta “de mensaje” ganadora del Oscar, una suerte de El chofer y la señora Daisy (Beresford, 1989) del nuevo siglo. La segunda es Roma, que ha ganado (casi) todo lo que podría ganar y que tiene la ventaja de no haber sufrido una sola campaña publicitaria en contra –como sí le ha pasado a Green Book–. La desventaja de Roma es que no fue nominada a mejor edición y no es común que una cinta que no fue

nominada en esta categoría gane el Oscar principal –esto ha sucedido solo en 10 de 84 ocasiones–. Otra desventaja es que nunca una cinta hablada en otro idioma que no sea inglés ha ganado el Oscar a Mejor Película. Roma sería la primera en hacerlo. ¿Cuál de las dos ganará? El volado que tiré dice que Roma. Debería ganar: Roma. La mejor película, de lejos, entre todas las nominadas. Deberían haber sido nominadas: Ready Player One, Beoning, El legado del diablo, First Reformed y Guerra fría en lugar de Black Panther (Coogler, 2018), Bohemian Rhapsody, Green Book, Nace una estrella y El Vicepresidente. Si nomás me dejaran a mí decidir las nominaciones.


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28. ContraRéplica. Viernes 22 de febrero de 2019

RELÁMPAGOS

OLGA OROZCO GUILLERMO ARREOLA

“A

sí te vi pasear como un relámpago por ansiosas paredes” es uno de los versos del poema inédito con que acompañó el envío por fax de sus respuestas a mis preguntas. Fue en 1998. La poeta argentina Olga Orozco era una casi desconocida en México en aquel entonces, si bien merecidamente reconocida, por su obra, con el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo de aquel año. Le hablé también en una ocasión por teléfono a Argentina. Me preguntó si me gustaban los médanos y cuál era mi signo zodiacal. Olga Orozco, ¿para usted la poesía es más un abismo o una luz? Es un abismo y una luz, porque el poeta incursiona en las alturas más vertiginosas y en las profundidades más abismales. ¿Podría esclarecernos el lugar que ocupa la filosofía en su obra? Creo que la poesía es un camino de conocimiento por otros medios que no son los habituales. No es extraño que se llegue a enunciaciones emparentadas con conceptos marcadamente filosóficos, más aún cuando una mente especulativa ha desembocado previamente en una visión determinada del mundo. Claro que el lenguaje busca siempre algo más, va mucho más allá de lo conocido. En algunos de sus poemas hay innegables ecos pictóricos, como si con ello estableciera una forma de mutuo reconocimiento entre lo verbal y el arte visual: con la obra de Goya, o con El Bosco. Me atrae particularmente la pintura, el color, la forma, la simultaneidad. La presencia de las imágenes visuales son permanentes en mi poesía. Es natural que aparezcan aludidas las de pintores que me impresionan intensamente: Goya, El Bosco, Van Gogh, Brueghel, primitivos italianos, flamencos, etcétera. En su poesía es notoria la inversión de significados. ¿Qué relación podría tener todo esto con un motivo de subversión, a plena conciencia, ante la realidad; en su caso, ante formas literarias hegemónicas? Tiene que ver, en su totalidad, con todas las limitaciones que impone la realidad en cualquiera de sus ámbitos: los tiempos lineales, el espacio restringido, las leyes de causa y efecto, el encierro en un yo, los muros ante lo desconocido, la muerte misma. ¿Considera, entonces, a la poesía en general un acto subversivo? Para mí es un acto transgresor desesperado; tal vez para otros sea solo canto, primaveras, sonrisas. Pero un yo que se siente de pronto precario, escaso, incom-

DIRECTORIO

La poeta argentina Olga Orozco.

pleto, insuficiente, desarmado, frente a la imposición de una realidad todopoderosa, escribe para tratar de desarmarla, para violentar el tiempo y las barreras y hacer retroceder la muerte. Es una tentativa ilusoria, pero el resultado es la realidad del poema. La ausencia de unidad respecto de Dios es una forma constante de nostalgia del sujeto poético en su obra. La misma Olga Orozco sería impensable sin la presencia de Dios y sin la presencia de su ausencia. Algunos poetas se han referido a su poesía como culta en extremo y paradójicamente, de fácil imitación. ¿Qué obstáculos encuentra entre, como escribió Pere Gimferrer, “la perfección verbal de su poesía” y la posibilidad de llegar a un mayor número de lectores menos avezados en cuanto a las formas literarias? Me halaga la opinión de esos poetas y espero con alegría a los seguidores. En cuanto a lo demás, pienso que la poesía, en general, puede llegar al lector por otras vías que no son las estrictamente mentales; la sensibilidad y la intuición tienen su propia inteligencia, por no hablar de las vibraciones semejantes que produce la palabra cuando roza estados o sensaciones afines. Su poesía recrea atmósferas propias de un ritual de magia, a veces suena a conjuros, a embrujo. ¿Cuál es para usted el poder de la hechicería? La poesía, la magia, la plegaria son rituales y, como todo ritual, repiten un tiempo que escapa al tiempo cronológico. Pero en tanto que la hechicería crea un poder ilusorio, y hasta bastardo, al hacer descender hacia el oficiante fuerzas oscuras, la poesía y la plegaria ascienden hacia el espíritu puro, obran por ascesis.

En uno de sus poemas escribe usted: “digo a todos que muero”. ¿Cómo se muere desde la poesía? ¿Cómo se muere desde antes a después de la poesía? En un poema que se llama “Olga Orozco”, del libro Las muertes, digo: “Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero”. Es muy distinto morir en alguien que morir en uno mismo y para todos. ¿Como se muere desde antes a después? Es fácil, siempre que no se considere a la muerte como un solo golpe, sino como un proceso. ¿Reconoce usted alguna influencia surrealista en su obra? No creo tener influencia del surrealismo; puede ser que de alguno de sus precursores. Supongo que hay algunas aproximaciones: la creencia en otras zonas de la realidad que no son visibles ni palpables; la valoración de los contenidos subconscientes; una actitud ante la vida que privilegia al amor, a la libertad y a la justicia. Aclaro que nunca hice automatismo ni borré creencias ni principios ya adoptados. ¿Qué es la Pampa en palabras suyas? Una inmensa llanura, médanos que cambian de lugar, moles de cardos rusos que ruedan y crecen fantasmales, vértigo hacia todos los costados, y una infancia feliz, protegida, inquieta, temerosa y sumamente vulnerable a la vez, en una casa llena de misterios, de escondites, de secretos, que navega por las noches hacia una aventura impensable. Olga Orozco, ¿es la poesía monstruo o laberinto? Es laberinto, como todo camino; laberinto que no oculta un monstruo sino la inalcanzable revelación.

Viernes Cultural, suplemento de Contra Réplica •Director general:

Rubén Cortés •Editor: Geney Beltrán Félix •Consejo editorial: Francisco González Crussí, Enrique Florescano, Elsa Cross, Silvia Molina, Eduardo Langagne, Carmen Boullosa, Tedi López Mills.


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