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Bestiario

Bestiario de seres fantásticos mexicanos del Fondo de Cultura Económica / Ilustración: Israel Barrón.

Leopoldo Bello

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¿Quiénes son los dueños de nuestra identidad? ¿Nosotros mismos o lo que nos pone nuestra identidad? Pregunta que me gustaría formular de mejor manera, más concreta y directa, pero es inevitable la lista que se abomba al tratar de cogerle el flanco. Digo “lo que nos pone” y no “el o la que nos pone”, por nombrar eso, esa cosa más allá de la particularidad de un individuo, un ente que podría ser tu padre o madre, familia, luego tu barrio, tu ciudad, nación con la que te sientes identificado, ¿sabes? todas esas capas, tu país o el país que ostenta la capital del imperio del cual tu país es parte. Vamos, todo lo que moldea esa parte de ti que deseas compartir con los demás y te permite conseguir territorios en común.

Tratando de agarrar flanco para ver desde dónde empezamos a desmenuzar, salta una cantidad sabrosa de tópicos, hamaca desde donde se mece el título. A flor de piel con olor a bronceador, brota aquella pregunta, para empezar, sobre sí a la

cantante Rosalía se le consideraría una artista latina, ya que se le premia aquí en USA usando ese rubro. Sigo, la penosa tradición en las diferentes identidades latinoamericanas de no tener más integradas nuestras culturas, cual planta de energía termosolar, todos alineados reflejando la luz del sol a un solo punto. Hablar sobre la molestia que siente una parte de la población mexicana y mexicoamericana en los Estados Unidos por ser llamados latinos, sé que produce urticaria este tema, pero ahí palpita. Se dice también que, siendo la identidad una construcción social ¿por qué dejamos que nos determine como individuos? Pregunta buena. Y, qué tal cuando la realidad trans te salta por el Instagram en un video del artista puertorriqueño Skeptic y su tema “Toro Mecánico”, quedas abofeteada gratamente por la manera en que se solidariza con la realidad trans, no sé si a propósito, pero todo el concepto le quedó bien redondo, y de verdad que se agradece. Un tema de identidad tan avasallante como esa frase que aprendí de la filósofa Roxana Kreimer en su canal de YouTube: “La biología ya no es un destino”, planteamiento que abre una puerta para hablar sobre la hipótesis utopista de vivir en un pre-estado en donde la gente nace, se cría, se educa, se prepara, forma su identidad, y ya al cumplir algún tipo de mayoría de edad puede elegir en qué tipo de sociedad viviría, una sociedad capitalista, anarkista, socialista o híbridos de estas, o inclusive poder tener la opción de salir del contrato social. Entonces, si la transexualidad puede retar el destino biológico, por qué no poner en cuestión otras barreras que impiden al ser humano llegar a ser más feliz, podría decir trascendental, pero la inmanencia al parecer ya no es pecado. O un tema que me ha llamado la atención desde mis tiempos en Madrid, la solidaridad para con las otras entidades lingüísticas de la península ibérica como la catalana, la euskera parlante y gallega, por nombrar las más visibles, al llamar a la lengua que hablamos castellano en vez de español, ya saben, solidaridad por aquello de haber sido oprimidas por la dictadura de Franco. “Que los españoles son unos colonizadores” pero “I like to live in America”, se escucha en un callejón transitado.

Y qué tal estaría hablar de los que estamos obligados a vivir esta vida de paria por vicisitudes del destino, la historia de los que vivimos en un país de tránsito y de lo común que la gente no pueda entender esa condición. Seguro, como si viviéramos en el paraíso. De cómo caes en el paquete de lo que aquí le llaman latino, y de lo complejo que es para las personas descendientes de inmigrantes venidos desde países hispanoparlantes que han nacido o han estado en este país desde muy pequeños, a quienes sus padres les niegan la ventaja de saber navegar una cultura tan profunda y rica como la nuestra. Daño colateral, mutilación en nombre del progreso, llámelo como usted quiera. Nos llaman latinos porque no somos anglos. Vaya presión a la que se nos somete para cumplir los requisitos de identidad con que este país nos ha “bendecido”.

Somos una nación que mora en nuestra lengua, con raíces en diferentes sitios, con matices infinitos, con desacuerdos como arroz picado, con estatus de segunda, pero la tenemos, la poseemos y nos identifica. ¿Hermanarnos en ella nos hace más grandes? Buena pregunta.

La deshumanización se cuela con mucha ventaja en ese concepto de identidad, la identidad que te pone el que tiene el poder, desde su trono, esa clasificación que solo se valida porque él decidió ponertela y no hay manera de cuestionarla pues vivimos presos de la “verdad” del que ostenta el poder. Pueblos enteros siguen con el mote de “indio” o “indígena”. ¿Será que existe manera de cuestionarlo? Bueno, aquí estamos, escribiendo sobre listas en revistas para ver si nos notan. O será mejor que nos lo vacilemos, como lo hicieron aquellos que mandaban monte adentro a todos los que venían a robar oro, en tiempos anteriores a que tlatoanis e incas cayeran, tiempos en los que nos catalogaban en bestiarios. “El Dorado queda hacia allá, bien lejos, ari tatay”.

Leopoldo Bello es también Bumbac Joe, guionista de comics frustrado, DJ y compositor en sus noches libres. Leopoldo es miembro del consejo editorial de contratiempo.

Israel Barrón (Pachuca, Hidalgo, México, 1974) Es artista plástico e ilustrador de libros infantiles. Estudia la especialidad de pintura en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. Recibió el Premio CANIEM (Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana) al Arte Editorial en 2012 y 2015.En 2017 fue ganador de la Placa de Oro en la Bienal de Ilustración de Bratislava.

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