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Identidad

Del lat. tardío identîtas, -ātis, y este der. del lat. idem ‘el mismo’, ‘lo mismo’. - Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. - Conciencia que una persona o colectividad tiene de ser ella misma y distinta a las demás.

¿Qué tienen que ver las migraciones con las guerrillas, con el lenguaje incluyente, con la guerra cristera, con jóvenes adolescentes, con artistas trans? Estos y muchos otros fenómenos políticos y sociales forman parte de lo que nos hace, como raza humana, ser parte de algo que nos define, que nos marca, que nos da nombre. La identidad es un tema prevalente en los últimos años, acendrado quizá por la globalización y las grandes migraciones —causadas por guerras, pobreza o cambio climático—, ya que la fuerza del movimiento de desarraigo y la comunicación vertiginosa nos han obligado a vernos en circunstancias o lugares que no nos son familiares, nos sacan de balance, nos asustan, nos cuestionan. Es entonces que nos preguntamos ¿de dónde soy, realmente? ¿quién soy y cómo me ven los demás? ¿de dónde vengo... y hacia dónde sigo caminando? ¿quién, cuándo y por qué me dio este nombre?. Pero quizás la pregunta más profunda, la más dolorosa para muchos, sea ¿a dónde (y de qué manera) pertenezco?

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Como latinos (latines, Latinx, latinoamericanos, hispanos, iberoamericanos, castellanoparlantes, gente de color, brown people, raza de bronce, mestizos, afrocaribeños, mexicoamericanos, conosureños, centroamericanos, sudacas) sentimos que hay una fuerza invisible que nos une y nos ha unido siempre. Es lo que nos hace gravitar hacia otros que hablan nuestro idioma en otros países. Es lo que nos hace apoyar incondicionalmente a nuestros equipos/ participantes en contiendas internacionales. Esa fuerza es grande y, nos guste o no, nos jala irremediablemente hacia su centro.

La pregunta entonces es si estas fuerzas vienen implícitas en cada una de nuestras identidades y si su validez recae en el peso que proyectan o en aquel que les damos. Porque es claro que la sociedad moderna, en todas sus variantes de poder y control, determina no solo el valor, sino la existencia misma de muchas de ellas, perpetuando entonces, a nivel histórico también, el poder de unas hacia otras, el control de unas sobre otras, la exterminación de unas a manos de otras.

En este nuestro número 151, contratiempo se ha planteado que el entender este asunto de la identidad requiere de explorar los puntos de vista y las experiencias del individuo (o del individue, clamarían algunas feministas) y acomodarlos después dentro de la colectividad, cualquiera que esta sea o se llame, y como más acomode a la persona. Esperando además que nuestros textos logren llegar al corazón (el que siente pero además el que concentra la esencia de quien somos) de nuestros lectores, si tan solo para saberse parte de algo importante, es nuestro deseo que el compartir estas ideas promueva apertura, diálogo, aceptación y tolerancia en un mundo cada vez más polarizado, individualista y violento. Al final, el espejo donde nos miramos es tan grande como el mundo mismo.

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