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William Jaramillo El coleccionista de los recuerdos tropicales

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Rebeldes sin pausa

Rebeldes sin pausa

William Jaramillo es un coleccionista y amante de las guarachas, sones, porros, cumbias, gaitas y aires de la costa norte, pues en su vivienda hay más de 1.000 casetes de canciones interpretadas por diferentes orquestas de Colombia y Venezuela, que por años han hecho bailar y gozar a colombianos y extranjeros.

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Al mirar sus colecciones, invita a un recorrido histórico musical por canciones que han hecho parte de la memoria colectiva de nuestro país y están en su entraña cultural. Es a través de su historia como se puede dar vida a esas canciones que por años las interpretó y gozó.

Su inicio como timbalero

Desde muy pequeño William salía de su casa, ubicada en el barrio Prado Centro de Medellín, para ver a las grandes orquestas que se presentaban en los diferentes sitios de diversión de la ciudad. El amor por la música tropical de Colombia y alguno que otro tango, bolero, son, guaracha, pasodoble y parrandera, lo entusiasmaba a caminar largas jornadas para oírlos y echarse unos buenos pasos, con tragos a bordo.

Para la década de los años 50 del siglo pasado Medellín vivía el apogeo y auge de ritmos costeños, gracias al impulso y la difusión de las emisoras, el acetato, las pianolas y la fundación de las primeras industrias fonográfica;1 “… en la década del 50 la “invasión” costeña se apodera de la ciudad y comienza la ola de la música caribeña ayudados por la situación política y social en el centro del país; artistas antioqueños comienzan a tocar en las orquestas costeñas…” (Gutiérrez. 2006. p. 57).

Ese panorama cultural y artístico que vivía Medellín a partir de esta época, permitió el auge de la música proveniente del Caribe colombiano y de otros ritmos internacionales de Cuba, Argentina, México y Estados Unidos, que generaron una amalgama de sones que los habitantes de los diferentes barrios disfrutaron y gozaron.

Los ritmos “extranjeros” junto a la música parrandera y campesina, propia de los habitantes de Medellín, crearon un panorama musical en la ciudad que dio impulso a la fundación de orquestas propias y a la generación de un movimiento rítmico que toma el nombre de música tropical o rumba paisa. Así, surgen orquestas como Los Golden Boy, Los Graduados, El Combo de las Estrellas, Los Hispanos, Los Black Stars, Los Monjes, La Combo Dilido, El Conjunto Miramar, entre otros. “Los investigadores y expertos coinciden entonces en señalar que los años 50’s fueron quizás los más importantes de la música popular en la ciudad de Medellín. Fue la ‘década dorada’ para la música popular en Medellín, pues, mientras las orquestas grababan, su estadía en la ciudad la aprovechaban para buscar trabajo y sostener a sus músicos. Así las orquestas fueron contratadas por clubes sociales, bailaderos, centros recreativos, hoteles y emisoras, que tenían programas en vivo. Ese es el escenario de difusión de la música costeña en las clases sociales de Medellín” (Franco. 2010. p.63).

Ese es el escenario en el que se forma William Jaramillo, que improvisaba en su vivienda, con palmas y silbidos, los ritmos de estas orquestas que visitaban la capital antioqueña, pues su sueño era cantar en los tablados, bares, clubes sociales y rumbiaderos de la ciudad: “… soñaba era con verme en una orquesta, verme uniformado, verme en una tarima, ese era el sueño mío… Entonces, yo sé que fue la música, ya profesionalmente, pues empecé desde muy niño, tenía más o menos doce o trece años”

Su entusiasmo y las ganas por la música, lo llevan a dedicarse a ella y sacar tiempos para largos ensayos, solo o acompañado. Su objetivo era estar allí tocando su música: porros, cumbias, gaitas, sones, boleros y un que otro parrandero.

Las primeras enseñanzas en la batería las recibe en la Orquesta Los Claves; allí los hermanos Giraldo lo animan y lo entusiasman para coger las notas a los ritmos que en esas época se interpretaban en la cuidad.

Los Carruseles de William… época de oro

Sus continuos viajes por los sitios y lugares diversión de la ciudad le permitieron acceder a los directores de las orquestas que allí se presentaban, para mostrarles su destreza en la interpretación de timbales y percusión. Su objetivo era ingresar a estos y que le dieran la oportunidad de seguir mostrándose en diferentes lugares de la ciudad.

Su primer encuentro lo tiene con el maestro Jairo Grisales director y fundador del conjunto Miramar, que estaba en sus inicios abriéndose paso en la música de Medellín. “… Me encontré con Jairo Grisales en el Bosque de la Independencia, ellos estaban tocando ahí en una banca y yo llegué y me arrime; porque yo no puedo oír tambores y llegué me arrime y les dije: –‘ve estos Bongos’… –‘Que tal’ -me dijo –‘¿Te gustan?’ –‘Si…’ –Tocalos, entonces’. Toque…, empezó la relación con ellos…”

La manera de interpretar y hacer sonar los timbales y bongos, le abren la puerta a William para ingresar al grupo Miramar y darle vida al conjunto. “… yo grabé todos los temas del Conjunto Miramar con la conga, porque no teníamos batería en el centro, le llamábamos la timba; siempre fui el timbero de todo, yo grabé todo…”

Su trayectoria musical en el Conjunto Miramar le permite hacer parte de otras orquestas de la ciudad, entre las cuales se pueden nombrar Holme y sus Estrellas, Sol y Sombra, Edmundo Arias y Grill Fontacio, este último ubicado en la Avenida de Greiff, donde fue músico de planta y conoció a los mejores intérpretes de las canciones nacionales e internacionales que visitaban la ciudad. Además de trabajar en La Voz de Antioquia y en voz de Medellín en diferentes programas musicales.

A medida que iba progresando musicalmente, intercambiaba sus experiencias de la Orquesta Miramar, con el Combo Dilido, donde hacía presencia en los más prestigiosos Clubes sociales de Medellín, en “…Estuvimos en el Club Medellín; en los clubes profesionales que eran en La Playa y bailes así que nos llamaban particularmente”. Así pasaba la semana.

Su recorrido musical lo llevó a hacer parte de orquestas como las de Luis Cataño y la de Alcides Lesundi, en Los Falcon’s (donde grabó Cumbia de Sal) y El Combo Dilido. Pero su mayor desarrollo y satisfacción se lo debe al Conjunto Miramar, con el que tiene las mejores canciones.

William Jaramillo comenta así su paso por Miramar: “…nosotros nos destacábamos en el conjunto Miramar, porque el ritmo de nosotros era muy diferente… nosotros tocábamos era Guaracha, nos encantaba el repertorio de La Sonora, vea a Carruseles y Pregonando y todo pura guaracha, no salsa, nosotros metimos ese estilo de música bailable… a pesar de haber tenido acordeón, tocamos guarachas y Porritos por ahí y tal pero nosotros nunca tocamos un vallenato…”

Era la creación propia del Conjunto Miramar, que por circunstancia de la demanda y las necesidades musicales de la ciudad, se transformó en la Orquesta Miramar, lo que la diferenció de las demás orquestas de Medellín, pues su estructura estaba basada en el ritmo de guaracha, propio de la Sonora Matancera (Cuba), que para la época de los años 50 y 60 estaba en todo su apogeo musical no solo en Medellín sino internacionalmente. Miramar la fusionaba con porros, cumbias y vallenatos. Esto le abrió puertas en los clubes sociales, en hoteles, estaderos y grilles.

Este es mi pregón, mi pregón hermano…

En los escenarios de Medellín, en los clubes sociales, en los hoteles, tablados, estaderos y bares más prestigiosos de la ciudad, participaban agrupaciones como la Sonora Matancera, Billo’s Caracas Boys, Nelson y sus Estrellas, Celia Cruz, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Los Corraleros de Majagual, Pedro Laza y Su Pelayeros, entre otros. Una luminaria de estrellas artísticas que le daban a Medellín el aura de metrópoli musical bailable de Colombia y el mundo. Junto con ellos estaban agrupaciones como El Combo de las Estrellas, Los Graduados, Miramar, El Combo Dilido, Fruko y sus Tesos, en fin, orquestas paisas que nacieron con su estilo propio y diferente a las orquestas costeñas.

Esas dinámicas musicales y artísticas que vivía Medellín eran el escenario perfecto para que William Jaramillo desarrollara toda su energía, pasión y sabiduría en el toque de la percusión, y así elevar la calidad interpretativa de la Orquesta Miramar para que fuera una de las mejores de la cuidad.

Tanta fue su capacidad que lo llevó a ser integrante del grupo de Noel Petro. Sobre la experiencia de estar a su lado, Jaramillo manifiesta: “Sí, yo toqué con él… hizo “El Burro” y que tal… nosotros estuvimos con Tita Duval haciendo un show en Sahagún… estuvimos en el Hotel, de ahí paramos en Sahagún y estuvimos en el Hotel Morrosquillo porque ellos lo arrendaron…” (Jaramillo. 2016).

En el Conjunto Miramar, integrado por Hernán Builes (acordeonista), Martín Soto (Bonguero), Héctor Quintero (Saxofonista), Horacio Bedoya (Maraquero), Jairo Grisales (director y acordeonista) y Chamizo (timbales y Güiro)2; entregaron las canciones inmortales entre las que pueden señalar Carruseles, Mi pregón, La pestañita, Reina de Cumbias y La Cumbia del Mar Adentro, entre otros.

¿La Memoria del olvido?

Hoy a sus 76 años de vida, y más de 40 dedicados a la música, sentado en el sofá de su casa y retirado de lo que más le gusta –la percusión-, pero haciendo gala de su colección de casetes de grandes porros, cumbias, gaitas, boleros y guarachas de orquestas de Colombia, Venezuela, México y Argentina, William solo atina a recordar sus años como músico que integró las mejores orquestas de Medellín e hizo parte de los escenarios culturales y sociales de la cuidad.

Con su memoria intacta, a pesar de la enfermedad que lo aqueja, sus ojos brillan cuando recuerda esa época musical que vivió Medellín y de la que él hizo parte. No importa que hoy esté olvidado. Sólo le interesa que cuando escuchen una canción del Conjunto Miramar ahí estará presente, pues no quiere homenajes ni nada por el estilo. Sólo le preocupa sentir cómo la generación de hoy olvida y poco disfruta de las canciones que ellos crearon con tanto amor; pero sobre todo, le preocupa que a las emisoras poco les importe promocionar la música bailable y mucho menos promocionarla.

Al respecto sostiene: Yo con el Reggaetón no la voy, con esa música metálica y todo eso que se han inventado, yo no la voy con eso y yo te digo sinceramente para mí la vida mía son los porros; tengo una colección de porros bastante grandes, tuve fama por tocar porro y me admiraron mucho y esa es la vida mía los porros y La Sonora, esa es la vida mía”.

William Jaramillo pertenece a una generación que le dio a Medellín una riqueza musical muy importante, le dejó un legado artístico que hoy se disfruta en las fiestas populares y en los tablados artístico de los barrios. Una memoria patrimonial inmaterial invalorable que jamás debe olvidarse.

Referentes Bibliográficos

- Entrevista realizada a William Jaramillo. Alonso Franco L. 11 de agosto de 2016.

- Luis Guillermo Gutiérrez. La música Popular en Medellín 1900 –1950. Editorial Homo Habitus. 1ª Edición. Julio de 2006.

- José Alonso Franco L. Qué Viva el Porro: Historia, desarrollo y actualidad del porro en Medellín. Diseños y Letras. Medellín. 2010.

El Conservador Poeta del Folclor

Por: Luis Alberto Pertuz C

José Antonio Petro, “El Conservador”, digno representante de la tradición oral del Departamento de Córdoba en el campo de la décima -no solo como intérprete, sino como creador-, merece nuestro aprecio y respeto aprecio y respeto. Su humildad y sencillez le hicieron grande en la región como en el universo, llevando a cuesta ese legado de la poesía agreste o campesina con excelente y diciente métrica. El conservador fue un personaje que nos deleitó con su entonación a través de la décima, porque lo hacía, que lo hacía de manera honda, sencilla e intensa, sumergido en la esencia de las tradiciones donde la naturaleza y el amor afloran con buen sentido. Su apelativo “el conservador”, adquirido y aceptado por sí mismo, por ser militante y admirador de aquella franja política de los partidos tradicionales de Colombia, El Conservatismo.

Nos deleitaba entre familias y eventos culturales, haciéndolo siempre con entusiasmo y sabiduría; por eso caló en muchas generaciones viejas y modernas dando, eso sí, un toque de reflexión y esperanza de aquella décima arraigada en el Sinú desde los tiempos coloniales. Los poetas nacen o se hacen, el empirismo ha sido a través del tiempo, el fuerte camino decisivo en el manejo de la tradición oral en el departamento, llamada Décima u otra manifestación de la oralidad. De allí que los investigadores conceptúen lo del folclor cuando dicen: el folclor es en esencia, la Suma de Conocimientos Populares o el Empírico Saber Popular. Es la cultura o autoexpresión del pueblo en cuanto al arte y la ciencia se refiere: El manejo de este arte, desde el punto de vista poético, no necesitó en él ninguna formación académica. Se excluye la academia, predomina la experiencia, lo ducho, lo experimentado, el cual ha sido utilizado por el hombre de todos los tiempos y que en este quehacer decimero, con la ayuda de Dios y la naturaleza, han hecho presencia regional y universalmente con sentido, rima y reflexión. La décima, con combinación métrica de 10 versos octosílabos, transculturada al Sinú por conquistadores y colonizadores españoles. Su precursor Vicente Espinel, quien ejercía los oficios religiosos, le brindo mucho impulso. Su clasificación en el medio recurre a decimeros: compositores, repentistas y cantadores. Esta tradición a pesar de poseer métrica, buen sentido comunicativo y reflexivo, no alcanzó a gozar de los grandes estratos del mundo literario.

Rubén Darío, con el llamado versolibrismo, rompió con el esquema tradicional de la poesía de finales del siglo XVIII, porque rompió con aquella postura o esquema tradicional que la condicionaba en estrofas y rimas que el verso debía guardar una rima entre versos. Hoy en día es libre y alejada de esa rigurosidad tradicional. Por eso la décima quedo rezagada, porque en aquel tiempo escritores y poetas no le abonaron en su creatividad como impulso, de allí que haya quedado inspirada en el campo ruralista, en aquellos poetas decimeros. Se cree que hay poetas hoy en día que no utilizan la estructura de la décima en sus creaciones. Cabe recordar que dentro de este recorrido de la tradición oral en el campo de la décima universalmente, no podemos desconocer que Cervantes en su obra Don Quijote, con un epígrafe que incorpora, no es más que una décima, Pedro Calderón de la Barca, Bécquer, entre otros. En Colombia los poetas también han estructurado la décima como Manuel Mejía Vallejo, Rafael Pombo y Julio Flores, entre otros. La leyenda vallenata también ha tenido sus máximos representantes en sus creaciones musicales, donde la décima aflora en canciones de Leandro Díaz, Emiliano Zuleta Baquero, Adolfo Pacheco, etc.

Cerrando con este historial de nuestra tradición oral, enmarcada en la décima en honor a José Antonio Petro “El Conservador”, recordaremos de él, además sus creaciones: Tras Tras, Mayito, el cuerpo sediento, entre otras. Nace un 8 de septiembre de 1933 y muere un 10 de abril del 2016, en el corregimiento de Sabana Nueva del Municipio de San Pelayo y que el autor de este texto hizo a su tierra natal.

Resalto por escrito este canto bonito

Sabana Nueva se apropia de un legado erudito con canto de rima y acapela ha forjado una escuela cuán grande tradición que al mundo llega mi región

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