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Guillermo González: grande entre los grandes músicos de Colombia

Por Arnold Tejeda Valencia

Todos hablan de este músico como el trompetista y director de orquesta nacido en Manizales. Pero él fue, muy lejos, más que eso. En las cuerdas descifró, con bellos compases, los secretos de la guitarra, el tiple y la bandola, además de erigirse en un buen ejecutante del piano. Si bien es cierto que su disponibilidad para la música le brotó de manera natural, al lado de su padre, Francisco González, que fue su primer instructor, inició la profundización de sus conocimientos académicos fundamentales para ser alguien en lo artístico, los que fueron complementados institucionalmente en el Conservatorio de Manizales. Ello le permitió convertirse en el aventajado arreglista y en el compositor de muchas piezas que trascendieron nuestros linderos nacionales.

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Tan sólida fue su formación musical que a los 17 años dirigió la Banda Municipal de Filadelfia (Caldas). Luego de ese primer liderazgo en su profesión, ha sido notable, por su juventud disciplinada, ser unos años después director de la Orquesta Sinfónica y de la Banda del Conservatorio de Manizales. Y en cuanto a la música puramente bailable, siguiendo a los grandes maestros del Caribe, fundó y dirigió las orquestas Ritmo y Juventud, Italian Jazz, Superstars y la que llevó su propio nombre

Por su probada capacidad para crear música u orquestarlas con el más bonito ropaje en el pentagrama, la empresa de discos Sonomúsica, de Medellín, lo llevó a esa importante ciudad colombiana para que se convirtiera en su arreglista exclusivo por el dominio bastante amplio que tenía en todo tipo de aires nacionales y extranjeros. Eso sucedió en 1957, sin contar que el sello Sonolux, por su diestra pluma, lo tenía en sus planes de producción, lo que efectivizó dos años después de su llegada a la urbe del emporio discográfico del país.

González y Pirela

Debido a ese vasto conocimiento en estas lides del arte que amó, Guillermo González dirigió la Orquesta Gigante de la Voz de Antioquia, lo mismo que a la Gran Orquesta de la Televisión Nacional en el programa Noche de gala, amén de la Orquesta del Hotel Nutibara por quince años. Por su genial batuta pasaron las consagradas voces de Felipe Pirela, Leo Marini, Daniel Santos, Juan Legido, Helenita Vargas y Alba del Castillo, entre los muchos que pasaron por Medellín en sus periplos artísticos en esos dorados años que nos deparó la historia con notoria espiritualidad.

De los mencionados cantantes merece especial atención Felipe Pirela, pues cuando salió de la famosa Billo’s Caracas Boys, se encontró con Guillermo González en la ciudad fronteriza de Cúcuta, que se hallaba allí con su orquesta cumpliendo un contrato. Al necesitar urgentemente "El Bolerista de América" un arreglista a la altura de Billo Frómeta para que lo sacara de los apuros que padecía para continuar con su brillante carrera, nuestro compatriota le llenó ese vacío por su indudable capacidad para orquestar. Así nació entre ellos no solo una amistosa relación, sino el abrumante respeto de Pirela por el músico colombiano.

Felipe Pirela, con esos arreglos de Guillermo González, pudo pasearse por todo el continente. Siempre elogió en sus presentaciones el fino trabajo del trompetista caldense en su resurgir artístico. Uno de esos arreglos fue el bolero Amor se escribe con llanto, originalmente un bambuco de Álvaro Dalmar, que Porfi Jiménez grabó con su Orquesta, muchos años después en Venezuela, por pedido del idolatrado señor del bolero. Pero hay otro dato poco conocido entre los difusores de la música romántica del ayer: en el larga duración (LD). “Un poco de mí. "El bolerista de América" (Velvet: LPVS-1412), la orquesta que secundó a Felipe Pirela en sus 12 boleros estuvo a cargo de Porfi Jiménez y de Guillermo González.

Al maestro manizaleño lo conocí en Medellín en un homenaje que le hizo el Club de la Sonora Matancera de Antioquia hace cuatro años, cuando contaba 88 años de edad y enfrentaba el cáncer de próstata que lo llevó a la tumba. Se mostró lúcido. Esa noche me comentó que, por una deferencia de Felipe Pirela, dirigió a los músicos de la Sonora Cordobesa en el Carnaval de Barranquilla de 1964 en el reconocido sitio del Chop Suey, de propiedad de unos chinos que mucho impulsaron el movimiento artístico de esos tiempos floridos.

Respecto a sus composiciones, la que tuvo mayor despliegue y que se bailó en todo el Caribe fue la guaracha El muerto vivo, que a mediados del decenio de los 60 grabó el Trío Venezuela en el vecino país. Un año después, Rolando Laserie, sonero cubano, la inmortalizó mundialmente con el acompañamiento y orquestación de Porfi Jiménez. Otras versiones de esta pegajosa guaracha fueron las realizadas por Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina y Peret (Pedro Pubill Calaf), quienes le dieron el tumbao característico de los españoles.

Juan Onofre prende la fiesta

Otros temas que también han sido muy bailados en Colombia, sobre todo en el ámbito andino, son: Juan Onofre, vocalizado por Noel Petro, y “Cumbia y ron”, que Frank Cortés le hizo una estupenda interpretación con sus tonos de tenor. Para mí, una de las mejores cumbias de nuestras orquestas. En este caso la Italian Jazz, pieza en la que el maestro González hace un melódico solo trompetil, secundado por el sutil clarinete de otro gran maestro: Álvaro Rojas. Esta es la misma orquesta que acompañó a la soprano Alba del

Castillo, que en su versión de Siboney (Ernesto Lecuona), nada tiene que envidiarle a las grandes producciones sonoras que tenores, barítonos y sopranos siempre persiguieron.

También merece un sitio de honor la fusión rítmica que hizo el maestro de maestros Guillermo González entre el mambo de Pérez Prado y la gaita colombiana en la pieza titulada Lupita. Me imagino que su título no es más que una manera de reconocer lo hecho por el pianista cubano con su magnífica creación bailable. Por lo señalado en esta nueva “Pildorita”, el honroso hijo de Manizales fue grande entre los grandes músicos de Colombia.

Por su loable vida artística, me permito, amigos y amigas, recordarlo con dos de sus grandes partos artísticos: primero, en Cumbia y ron por lo ya explicado. Y segundo, con la gaita Lupita por el juego armónico de los saxofones para entretejer lo melódico del mambo, mientras los clarinetes exponen lo sustancial de la gaita colombiana.

¡Hasta pronto! Otro buen trompetista de Colombia nos concitará a beber con nuestra historia sonora.

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