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Enriqueta Valdés canta el bullerengue de Chucunate

Del patio de la casa de Enriqueta Valdés Robledo, en el barrio San Martín de Porres, salen los efluvios de su voz. Esos arpegios, con la magia del bullerengue de sus ancestros africanos, se escuchan más allá de las olas de Turbo. La armonía de su canto se esparce con la brisa de ese mar del puerto, cuyo nombre contiene la turbulencia de una raza; tierra de bananos y cangrejos, emporio de la fiesta y la alegría.

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Turbo no es solo mar; es canto; es cuna de gente honesta, amable y acogedora. La calidez de sus miradas y la cadencia de sus cuerpos se cimbran al compás de los tambores que prenden el carnaval de la vida. Turbo es Enriqueta y es el territorio de la estirpe cantadora de Pabut, grupo que se traduce como Patrimonio Afrocultural Bananeras de Urabá, donde Enriqueta canta hace más de once años.

Al ingresar al patio, el grupo Pabut se encuentra reunido, escuchando las orientaciones de su Director, Ameth Enrique Valdés, hijo de Enriqueta. Un gran árbol de mango es cobijo de las cantadoras; el prodigio de esta fruta tropical es ofrecido a quienes visitan este patio. Había llegado a la casa de la cantadora por invitación de Liseth Andrea Zúñiga Batista, quien en ese momento realizaba la investigación Alabaos, bullerengues y sextetos: tradición oral afrocolombiana en Turbo. Aportes de las manifestaciones musicales a la conservación de la tradición oral afrocolombiana, para optar el título Comunicadora Social –Periodista de la Universidad de Antioquia, sede Urabá, trabajo que orgullosamente asesoré en su etapa investigativa.

Al conjuro de la música, Enriqueta inicia su canto con voz de nostalgia; con esa tristeza eximia, propia de las melodías que atravesaron los mares para llegar a América, procedente de un continente lejano, ignorado y estigmatizado. Ese canto ancestral levanta los poros de la piel por la emoción y la fragancia límpida de una melodía que pareciera provenir del olimpo de la música. El bullerengue sale de la garganta de Enriqueta de manera natural y sin esfuerzos. Está en su naturaleza, lo lleva en su sangre y lo canta como diosa.

Empieza el desbarajuste

Ameth Enrique ya tiene el tambor hembra entre sus piernas y lo acaricia con los golpes suaves del frenesí propio del bullerengue.

Doña Teresa Calderín, de mágico nombre, está en un extremo con la totuma sonora en sus manos. Con movimientos rítmicos menea hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados la totuma, que contiene monedas y pedazos de losas coralinas. De esa totuma empiezan a salir sonidos semejantes a la suave lluvia, al frufrú de la brisa en la copa de los árboles; a la suavidad en el venteo del arroz…

La voz de Enriqueta se alza imponente sobre el tambor hembra y la acompasa con las palmas de sus compañeras…

Se van las cruces…

Las cruces de las carreteras

Se van las cruces…

Me dan ganas de llorar

Se van las cruces…

Las cruces del mes de mayo

Se van las cruces…

Cuando me recuerdo de mi madre se van las cruces…

El ímpetu africano se apodera de los cuerpos, como en una posesión divina y el contoneo se exacerba. Ya la piel es fiesta, es anarquía musical y es comparsa colectiva. Una bailadora improvisada aparece en el patio y castiga la tierra apisonada por el uso.

El grupo de mujeres está de pie para acompañar el rito del canto. Dispuestas las palmas de Juana

Asprilla, Teodora Vásquez, Rafaela Mesa, Vita

Benítez, Trinidad Vásquez, Graciela Quejada, Petrona Ballesteros, Fidencia Simanca, Raquel Mirenda, Mauricia Bello, Modesta Fuente, Guillermina de Hoyos, Teodora Ruiz, Hortensia

Vásquez, Candelaria Vásquez, María Jesús Guerrero, Victoria de las Rosas y Lucía Córdoba, reviven la herencia que les dejara María La Luz Asprilla, fundadora del grupo.

El llamado del bullerengue

Enriqueta ha vivido en medio del canto. De acuerdo con la página de Facebook, de la Alcaldía de Turbo, nació el 15 de julio del año 1949 en este municipio del Urabá antioqueño. “Es hija de Ana Valdés y Mariano Robledo; nieta de la matrona del bullerengue Martina Balceiro Blanco, hija mayor y madre de seis hijos; cinco hombres y una mujer, doce nietos y tres bisnietos. Es decir, madre incansable y cabeza de hogar, siendo la voz líder del grupo Patrimonio Afrocultural Bananeras de Urabá, Pabut; ha recorrido el territorio colombiano como embajadora del bullerengue tradicional de Turbo”.

Por su parte, en el Facebook de la revista digital Visaje negro aparecen unas cortas líneas sobre el padre de Enriqueta: “Miguel Mariano Robledo fue integrante del sexteto Brisas y Aventureros del Mar de Turbo, Antioquia, y hoy rememora a través de la música esa historia de la guerra bipartidista en Urabá. A sus 80 años interpreta todos los instrumentos del sexteto: marímbula, bongoes, maracas, claves, la conga, la guacharaca y además canta y compone. Hace siete años no está de lleno en la música debido a la pérdida de la visión. El señor Miguel es padre de Enriqueta Valdés, cantadora de bullerengue del grupo Bananeras de Urabá de Turbo. ¡Una familia musical!”

Historia de tradición y sensualidad en Chucunate

Ameth Enrique Valdés escribe en un documento, propiedad de Pabut, que “el bullerengue se baila y se canta a través (sic) de la sensualidad de la mujer y el repique del tambor se convierte en cómplice propicio para que la cantadora que lleva la voz líder inicie una voz suave pero delirante. Todos los cantos son inspirados en los quehaceres diarios de estas matronas, que por décadas se han resistido a no dejar desfallecer el bullerengue”.

Ese mismo documento contiene la reseña histórica de Pabut. Dice que para hablar del bullerengue Patrimonio Cultural Bananeras de Urabá, en Turbo, hay que remontarse a la historia del primer caserío o barrio de Turbo de nombre Chucunate.

Explica que después de culminar sus labores de pesca, los hombres “cogían los tamburrios de gasolina” y los utilizaban como tambor. Luego “se formaba el bullerengue acompañado por sus mujeres y demás miembros de la familia, donde las mujeres acompasaban con las palmas de las manos”. Los coros acompañaban la voz de la mujer líder.

a hacer sus oficios y ella cantaba y allí fui aprendiendo yo el bullerengue”. Rememora “cuando estaba pequeña que vivíamos en la finca, vivíamos con la abuela quien fue quien nos crió y el padrastro de nosotras; vivíamos muy sabrosas en la finca. Éramos tres hermanas”

Enriqueta dice que se pone muy contenta cuando va a los festivales. El bullerengue que más le gusta es Ataole y el canto es su felicidad

Ataole

Ataole, se va mi negra

Ataole, pa´onde de va´

Ataole, pa´calle rial

Ataole, pa´calle rial

Ataole, pa´onde de va´

Ataole, pa´onde me lleva

Ataole, pa´ la calle nueva

Ataole, pa´ la calle nueva

Atahole, voy borrachito

Ataole, voy borrachito

Ataole, con mis amigas

Ataole, con mis amigas

Ataole, negro maluco

Ataole, negro maluco

Ataole, con el bejuco

Ataole, con el bejuco

Ataole, pa´onde me lleva

Ataole, pa´onde te va´

Ataole, pa´la calle rial

Según ese documento, esta práctica se inició desde 1800 y desde esa época existe Pabut. El grupo ha pasado por muchas dinastías bullerengueras, entre ellas la de los Escudero, oriundos de Chucunate. Esta historia, escrita por Ameth Enrique, recuerda a la mujer ícono del bullerengue en Turbo, Martina Balceiro Blanco, quien falleció a los 97 años, luego de haber sido “la cantadora más antigua de todos los tiempos en Colombia”

Ataole, se va mi negra…

Sobre su historia en el bullerengue, Enriqueta contó que ella decidió cantar luego de que falleciera su mamá, Ana Valdés. Con el bullerengue “me acuerdo de mi madre cuando ella se ponía

Ataole, pa´la calle rial

Hace falta el homenaje a Enriqueta

Los festivales del bullerengue de Puerto Escondido, en Córdoba; María La Baja, en Bolívar y, especialmente, el de Necoclí, en Urabá, están en deuda con Enriqueta Valdés Robledo. Una mujer sencilla, amable y grande en su aporte al patrimonio musical del país. También hace falta un homenaje a doña Teresa Calderín, esa matrona de la totuma, que mientras suena su instrumento, mira con alegría la obra que produce la música en los seres humanos. Ellas y el resto de mujeres que acompañan al grupo merecen que Colombia las aplauda de pie y con emoción, para que el bullerengue siga viviendo en la voz estremecedora de Enriqueta Valdés Robledo.

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