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Las lectoras

Llegamos a un patio vacío donde hay una enredadera que pareciera atar las casas como un racimo de frutas. Es tiempo de pandemia. De pronto el silencio se llena de voces y de risas. De las casas sale una anciana y un grupo de niñas con sus mascarillas.

—«¡Hola, hola! ¿En qué les podemos ayudarles?» —Pregunta la anciana.

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—«Buscamos a dos niñas que leen mucho. Nos dijeron que viven aquí. Queremos entrevistarlas». —Respondo.

—¡Jajaja! —Ríe una de las niñas que lleva el cabello trenzado.

—«¡Ah y tú de qué te ríes!» —le digo con alegría a la niña.

—«¡Es que aquí todas las niñas leemos! Tenemos libros en nuestras casas; los traemos de la biblioteca Blue Lupin». —Responde la niña…

Son Las Lectoras, un grupo de más de quince niñas de diferentes edades que estudian en la escuela cercana donde funciona la biblioteca Blue Lupin. También aparecen los niños lectores que son más de cinco.

Nos invitan a sentarnos bajo la enredadera donde hay unos bancos de madera, y como ya somos muchos, pues han llegado madres, padres y el abuelo, sacan más sillas y hacemos un semicírculo para conversar.

—«¡Por favor hagan café para estos muchachos!» —Dice amablemente la anciana.

Bajo la enredadera, en un patio lleno de �lores, las niñas comienzan a contar sus historias. «Cuando íbamos a la escuela prestábamos libros los días lunes, miércoles y viernes. Ahora, debido a la pandemia, las maestras vienen cada quince días y nos prestan dos libros. La ventaja es que en esta aldea somos una sola familia, así que nos prestamos los libros entre primas y primos» comenta María.

El abuelo expresa que «Aquí tenemos el orgullo que vive la niña que más libros ha leído en la biblioteca y hasta un premio le dieron. Es ella (señala a una niña) se llama Keylin».

La abuela comenta «Este tiempo no se parece en nada al tiempo cuando nosotras éramos niñas. Mirar a un grupo de niñas estudiando es felicidad. Yo escucho a las

niñas cuando conversan sobre lo que leen. Con la biblioteca las niñas van a aprender muchos conocimientos que nosotros ignoramos. ¡Ellas si se van a educar!»

Keylin la niña que más libros ha leído comenta que «Me gusta la biblioteca porque hay libros muy bonitos donde nosotras podemos leer y aprender. En este tiempo de con�inamiento hemos ido a la biblioteca dos veces a prestar libros. Guardamos los libros en nuestro “Bolsito Lector” para protegerlos y que no se maltraten. Hemos estado leyendo mucho y hemos escrito cuentos. Yo presto dos libros, mi hermana también. He leído 354 libros y los he registrado en mi “Diario Lector”».

Ahora la enredadera está llena de voces. Somos testigos del poder y la belleza de la lectura. Las niñas y los niños como un enjambre de abejas entran y salen de sus casas, traen los libros que están leyendo, nos muestran sus Diarios Lectores donde comentan cada libro, conversan entre ellos: «Ah ese libro si es bonito, lo leí tres veces», «Ese yo te dije que lo leyeras», «Préstame ese que quiero leerlo y te presto el mío…».

Una de las madres dice «Estas niñas así pasan todos los días, hablando de libros y también le leen cuentos a los hermanitos y a los primos pequeños, les enseñan las letras del abecedario. Nosotras las madres y padres no sabemos leer, pero ellas nos leen».

Al preguntarles a algunas niñas y niños su nombre, edad y cuántos libros han leído, un murmullo hermoso llena la tarde: «Soy Dulce tengo diez años y he leído 40 libros. Me

llamo Kendy, tengo trece años y he leído 325 libros. Yo soy Yolany tengo siete años y he leído 4 libros. Mi nombre es María, tengo diez años y leído 140 libros. Yo he leído 31 libros y me llamo Darcy, tengo nueve años. Yo soy Delmer tengo once años he leído 135 libros. Yo me llamo Douglas, tengo nueve años y he leído 50 libros…».

Les preguntamos cómo ha sido este tiempo de pandemia. María dice que «Estamos preocupadas porque no vamos a la escuela. ¡Me gusta la escuela! ¡Ahí es donde pertenecemos para aprender!». La pequeña Yolani a�irma que «Los libros alegran nuestros hogares»; Darcy agrega que «Sin libros sería feo estar en la casa. Con libros en cambio uno lee y se imagina, ve en la mente los personajes y los lugares”. Keylin dice que «Nosotras no salimos de esta aldea porque nos podemos contagiar, sólo vamos a la biblioteca a traer libros y nos regresamos rápido; siempre llevamos puesta la mascarilla. El mayor miedo que tengo es perder el año escolar porque estoy ilusionada que puedo seguir estudiando, aunque soy pobre, tal vez alguien me ayuda con una beca, tengo 97% de índice académico y leo mucho para estar lista cuando tenga una oportunidad».

La tarde tiene un sabor dulce bajo la enredadera. «Leer es como comer lo que más nos gusta. Cuando abrieron la biblioteca pensé “¡Dios mío! ¿Cuándo vamos a leer todos estos libros? ¡No vamos a poder!” ahora sé que harán falta libros pues leemos todos los días” dice Kendy.

Ulises y yo nos despedimos. Hemos olvidado la tristeza de la pandemia al escuchar a

Las Lectoras, niñas poderosas cuya fuerza viene de sí mismas y de sus libros amados, además son capaces de enseñar a otras niñas y niños.

—«Es increíble cómo están de empoderadas las niñas y lo niños con la biblioteca». —Me dice con emoción Ulises, mientras avanzamos por un sendero hacia la camioneta.

—«Si… Tenemos que contarlo, porque estos testimonios de niñas y niños increíbles son los que pueden mover al mundo» —Le respondo, mientras extiendo las manos al cielo para sentir una llovizna leve que está cayendo y hace más grande mi felicidad.

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