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Las máquinas inventaron el verbo y lo enterraron junto a la máscara de barro
Escribe: RAGSS.
El futuro es la lengua de los señeros poetas iluminados que escriben epístolas destinadas a las manos de los niñx por venir, a los ojos que querrán regresar a los escombros abandonados donde nacieron los poemas, a donde vivieron y no queríamos recordar, a las palabras que abandonamos insuficientes y repetitivas, de las que pretendimos escapar porque definen lo que no han visto. Es desde el destello de la punta de la estrella que es el futuro que el poeta parece hablarnos de la con la memoria “homocyborg” antes de la explosión final que acabe con todo y todos.
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“Constante huida: crimen de un corazón que no recuerdo y/o pronunciamientos del habla tartamuda”, publicado por Cartafixia Editorial en 2016, es la plataforma textual en forma de libro que el artista visual, homosexual, indígena, urbano y sobretodo poeta guatemalteco, Manuel Tzoc Bucup, utiliza para agrupar 24 poemas en tres secciones que permiten penetrar en la identidad de un poeta total que, conocedor de su fuerza expresiva, continúa incesante en su entropía creativa que ha excedido el acto de escribir y los límites estéticos del libro, produciendo para el deleite de sus seguidores una amplia obra traducida en libros objeto, objetos poéticos, múltiples performances e intervenciones que tienen como insumo la vida contemporánea, dominada por la tecnología y lo que antes fue la globalización, en contraste con la historia nacional, familiar, personal, étnica, de género y del deseo sexual.
Calibrados versos que, de alguna forma posmoderna, evocan al “yo es otro” de Arthur Rimbaud, inician la huida de Tzoc en los once poemas de la primera sección del libro llamada “Pronunciamientos del habla muda”, donde se presenta al “escritor desquiciado” que buscan en “san google” la verdad y a la vez encontrase, para luego confesar que lo suyo no es un texto sino un creer en lo que se ve, al dicirnos: “solo imágenes solo creo en imágenes”. Desplegando un arsenal de referencias a la cultura pop, “llenas de glam de glitch y de gloss”, hacen su aparición las obras de Andy Warhol (la cáscara de plátano y la lata de sopas Campbell’s), personajes de la infancia noventera como las tortugas ninja, el chico migraña y artículos tecnológicos que promete hacernos la existencia más fácil en nuestra plástica vida actual, aunque muchas veces hagan lo contrario y ahonden en las diferencias. Lo anterior contribuye de forma excepcional al tono personal que cuestiona la visualidad ante las emociones y su jerarquía ante la palabra de “un muchacho indígena y poeta” que dice: “me preguntaron si escribo, no, yo babeo las emociones sobre los cuadernos a cuadrícula”; un poeta que luego de sangrar en tinta preferiría quizás introducirse al buscador informático porque “sí marica / vamos a largarnos a donde siempre haya wi-fi” y “no resolver nada con el texto propio con el cuarto propio CON LA VIDA PROPIA”.
Avanzando al segundo capítulo: “Constante huida: crimen de un corazón que no recuerdo”, el cuestionamiento al quehacer poético, en una palabra lo metapoético, se entrelaza con lo confesional e íntimo que arranca el corazón; desdeñando lo artificial y discursivo a diferencia de los denominados “poetas del lenguaje”, cuando se dedican a poetizar sobre el hecho mismo de escribir y su relación con este acto. Con delicada sugestión, el autor nos involucra en sus reflexiones que se desgajan del fruto de la sinceridad “para poder decir el secreto de las cosas más allá de las nubes / el secreto de mi propia vida más allá de este cuerpo inútil y tatuado “mi amor” y “te amo” un mal tatuaje en la piel enferma de un vagabundo”, porque “todos somos ese amor abandonado / todos somos ese mal tatuaje escrito en la piel negra de la vida / y no sé nada de este lenguaje universal que uso”, como enuncia en el poema “Quiero sentir la serenidad de una persona común y corriente que camina por la playa o tal vez contrate al sicario de los sueños”. Emergen luego nuevos enunciados a lo mediático contemporáneo y tradicional que se señalan como fundacionales para su fuego creativo y sentimental; canciones de Radiohead, Control Machete y Hope Sandoval and the Warm Inventions conectadas por el autor con la literatura de Alejandra Pizarnik, Roberto Bolaño, Luis de Lión (escritor guatemalteco), “2001: una odisea en el espacio” de Stanley Kubrick, y el arte del Bosco con vivencias personales de migrante indocumentado y preso en Aguas Calientes, México; desencadenando un retorno a lo familiar, cuando escribe: “yo era mi padre preguntándole al espejo / por su hijo poeta y marica”, para encontrar en el recelo de la poesía o de su libro de imágenes “la única arma que poseo / mi único escudo que me protege contra ustedes” y que “es lindo saber de nuevo que un poema vuelve a soñar si se lee”.
El hilo del retorno al origen y a la familia que se asoma al final de los ocho poemas de esta segunda parte es tiernamente entretejido en el sexteto de poemas que concluye el proyecto bajo el nombre de “Poemas de domingos familiares / ORIGEN Y HERIDA”. En estos ahonda en el dolor del crecer y las relaciones con el padre, la madre, el abuelo y la sobrina, así como en el reconocimiento de su linaje indígena y el quiché, lengua aborigen de su país. Artista como pocos en la actualidad, Tzoc Bucup condensa a lo largo de este volumen acaso su identidad, su yo, su vida; lo que puede hacernos recordar al “¿Quieres tu saber de mi vida?” de nuestro Martín Adán en su poema “Escrito a ciegas”, donde se describe como “un animal acosado por su ser / que es una verdad y una mentira”.
Constante Hu Da
Autor: Manuel Tzoc Bucup
Editorial: Catafixia, Ciudad de Guatemala, Guatemala
Año: 2016
Páginas: 62