A La Tupi con cariño Texto1 leído en la Ceremonia de premiación a Javi Vargas por su «trayectoria como artista multidisciplinario y su combate a los conservadurismos que nos discriminan», en el marco del Festival de historietas LTGB+ «Palanca» (Casa de la Literatura, 23 de junio del 2022) Nuestras palabras de reconocimiento a Javi parten de la amistad, la misma sobre la que su querida Pasolini se pronuncia en una carta a su amigo cuando le menciona a las luciérnagas. Aquellas luciérnagas que han reverberado con gracia y dispersión en la obra de Javi. Leeré un fragmento de dicha carta: «(…) la amistad es una cosa bella. Vimos una cantidad inmensa de luciérnagas que formaban un bosquecito de fuego dentro de los bosquecitos de ramajes, y las envidiábamos porque se amaban, porque se buscaban con amorosos vuelos y luces, mientras nosotros éramos áridos y hombres todos en artificial vagabundeo. Entonces pensé en lo bella que es la amistad.» Y qué bella es la amistad de Javi y bellas sus luciérnagas. Entonces, ¿cómo hablar de Javi en su ceremonia de reconocimiento? Pues, dejando que Javi hable a través de sus escritos diversos y agazapados en su red social, textos furiosos pero tiernos, lúcidos y afectados por una época en el país que poco le entendió. Pero recordemos que Pasolini tampoco imaginó que cincuenta años después de sus escritos, un Javicito los recogería para amarlos y crear potentes obras maravillosas: Queer significa Paria sexual. Si en lugar de decir cuir, decimos paria sexual tal vez rescataríamos el espíritu anarquista de las travestis de Stonewall, al no verse blanqueadas con el apelativo anglosajón sino ser manchadas (al ser puestas en el mismo costal con lxs drogadictxs, mendigxs, delincuentxs, prostitutxs). Las gays hispsters se irían corriendo despavoridas tras sus siglas y símbolos normalizadores. El orgullo es un sentimiento/fórmula política tan burgués y domesticador que hasta los bancos lo promueven. Las sexualidades que quiebran las normas y cuestionan el estado de las cosas están en otros lados, otras dimensiones. Con la acción de las Tupis en el 2006 en Villa El Salvador recordamos que Stonewall fue un motín anarquista promovido por un grupo de trakas y cabras cuyos pestilentes cuartos oscuros por las noches eran los camiones tomados clandestinamente donde trasladaban carne de res: tod*s ell*s querían botar y la policía y que el Estado-la sociedad no se metan más con ellas. Como una eterna rueda totalitaria, pasan generaciones y llegan otras nuevas, pero los sentidos comunes persisten casi intactos. Tengo el fresco recuerdo de la primera vez que fui a una reunión de activistas LTGB el 2003, había una persona gritando como padre a l*s demás, sus causas eran justas, pero su ortodoxia impositiva no admitía ningún disenso. Por ejemplo, vociferaba y exigía q tod*s l*s presentes salgan del closet antes de ser activistas (esto parecerá absurdo hoy, pero en esos años muchxs marcharon con máscaras el día del orgullo, la sanción social era mucho más alta y dura, y no había los mecanismos de defensa que existen hoy). Si salías en la televisión en una marcha de depravados, te echaban del trabajo por cabro o lesbiana y no pasaba nada, no había redes sociales donde denunciar y el sentido común (incluso la izquierda apoyaba estas sanciones sociales). Lo peor es que gustaba ese caudillaje LTGB. Se imponía el grito, el slogan, la denuncia y la visibilización como únicos modos de activismo —pienso que estos métodos son muy valiosos y yo misma los he practicado, pero estoy lejos de pensar que son los únicos—. De alguna forma se filtraban humores de desacato, de huida frente a esas exigencias moralistas. Tengo temor de gente moralista que piensa que solo hay modos únicos y ortodoxos de hacer activismo y construir territorios de resistencia. Tengo temor de sus enunciaciones personales y conclusiones a nombre de tod*s. Para ell*s es imposible pensar en la infiltración, la viralización, el silencio, la mascarada, la huida, el exilio, el autismo, la nostalgia o incluso el suicidio como modos de producción de territorio. Con estos es muy difícil conseguir financiamientos y aplausos. Para ell*s es despreciable la fragilidad, perder es de gente fea y nerd, llorar es de tontos
Texto de Ana Lucía Romero. Artista visual transdisciplinar y performer consciente de su ideología. Egresada de la Escuela de Bellas Artes, su trabajo sobre violencia sexual «El (otro) origen del mundo», aprobado por su jurado fue censurado por su alma mater para ser expuesto con los demás trabajos de final de carrera. 1
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Crónicas de la diversidad digital N°27 / julio 2022