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Guillermo Basagoiti: entre pulsión y materia

Sana López Abellán Comisaria y artista IG @sana.lopez.abellan

Lo primero que nos dice Basagoiti es «¿separación del ser humano de la naturaleza? Pero, ¿acaso no es el hombre un ser natural, un animal?». Pronto llegamos a la conclusión de que seguramente el deseo del ser humano para colocarse fuera de la naturaleza viene de su propia historia (relativamente) reciente, como un ser iluminado, «cultural», fuera de la barbarie. Fruto de la influencia de la iglesia, la colonización y hasta del pensamiento posmoderno se considera al ser humano como dominador de la naturaleza.

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Lo que es fácil de olvidar es la configuración primordial —o programación— del Homo sapiens. En nuestro día a día, muchos actos proceden de algún rasgo instintivo, de un impulso (epi)genético que nos lanza precisamente en esa dirección.

Para Basagoiti, su quehacer artístico es un proceso pulsional, intuitivo. La obra se presenta, primero, en su imaginario; luego, se fabrica y, finalmente, se contempla. La idea cristaliza a posteriori. E incluso más tarde se añaden las palabras.

En este sentido, el artista es como el hombre primitivo que experimentaba con lo que tenía en su entorno para expresar lo simbólico de su mundo interior; siempre conectado con las características de los materiales que utilizaba.

La trayectoria artística de Basagoiti empieza con unas piezas casi tan primitivas como ese inicio del que hablaba: una serie de piedras, tituladas Ellos. Rostros humanos hechos en piedra. Los primeros trabajos de esta serie se hicieron en Asturias y ya cuentan con 30 años de existencia, el último es de este año y nació en Catalunya.

A continuación, el trabajo artístico se empezó a centrar en la intervención del entorno natural; primero, con un árbol rojo en un camino rural cerca de su casa en el Empordà, y de allí a intervenciones más «formales» como el árbol azul en el jardín de un coleccionista de Toulouse.

De ese árbol azul nace luego otra versión ya más abstracta que se instala en Les Floralies, en Montauban. Con el paso de los años, se observa como el artista «evoluciona» de un acto muy impulsivo y rudimentario —pintar de rojo el árbol muerto en el camino— a un trabajo más grande y complejo como es el Arbre Bleu,de Montauban. Este fue creado a partir de una maqueta organizada en varias partes ingeniosamente conectadas.

Podríamos decir que los árboles, en sus diferentes versiones, forman el inicio del proyecto Epigénesis que vendrá después, y que culminará en 2017 en el Bolit (Girona) y el Museo del Mediterráneo en Torroella. Este proyecto explora lo que es la esencia de la herencia humana y, en definitiva, el linaje familiar. ¿Qué es lo que se trasmite de generación en generación? ¿Es acaso la materia que nos conforma? Porque, si quitamos la corteza a un árbol y exploramos su esencia, lo que nos resta son sus palos, es decir, una cierta composición —una clara referencia al ADN— limitada por una ley —las estructuras de hierro—. En la pieza Helicoide se observa además referencias a la doble hélice que dibuja el ADN.

Últimamente, este proyecto se cierra con la obra Cielo Quemado donde se juega ya con lo último de lo último: la sombra. Cielo Quemado ya no consiste en la madera en sí, sino en la huella que esta deja: el carbón y la sombra. Podríamos decir que esta pieza es una centrifugación de la complejidad de Helicoide.

Lo que observamos en el proceso de Basagoiti es que una pieza lleva a la otra, una cadena de preguntas, experimentaciones, unidos por un hilo conductor. Dentro de esto la importancia de la materialidad. El material como vehículo para poder exteriorizar una pregunta íntima. El misterio, representado en el desafío, el esfuerzo, entender el material. Una vez que el enigma está resuelto el material queda exhausto. Puede seguir con la pregunta, pero ya con otros matices y en otro contexto. En los últimos años la curiosidad de Guillermo le ha llevado hacia lo que es el entorno creado por el ser humano, usando casi la misma metodología y proceso de antes. Ahora las intervenciones ya no ocurren en los bosques, sino en naves industriales y espacios arquitectónicos.

Guillermo Basagoiti, Arbre Bleu, en Montauban.

Guillermo Basagoiti, Les Folies, Toulouse.

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