IR AL ENCUENTRO el caldero
el caminante
el contacto
el entusiasmo
el exceso
el progreso
la constancia
la evolución
Camilo Sánchez
» csanchez@dangdai.com.ar
C
uando se trata del tango, habría que hablar de mixtura, de orillas que se tocan o de arrabales que se mezclan, no tanto de fusión, esa palabra moderna que parece aludir a una pérdida de identidad, a una limitación de lo propio para poder expandirse. En setiembre, en Buenos Aires, y es apenas un ejemplo, el Cigalá y su encantamiento gitano, apuntalado por un toque profundo de jazz, se ha atrevido, en plena avenida Corrientes, nada menos que a “El día que me quieras” o “Nostalgia”. Con el duende a favor, el flamenco y el jazz anclando en la melodía y la palabra del tango. Si el tango, al igual que el universo, vive en expansión, es porque -incorporando entre otras cosas al flamenco del Cigalá o al jazz que partió de África- se supera a sí mismo, día a día. Patrimonio de la humanidad, ¿por qué no iba a recalar también en China, justo al otro lado del mundo? Son cada vez más los turistas chinos, como sucede con canadienses, italianos, japoneses o sudafricanos, entre tantos otros países, que en nuestra ciudad rioplatense avanzan por la pista de la milonga Sin Rumbo de Villa Urquiza, o en los encuentros más céntricos, el Paracultural de Canning o La Viruta en el Club Armenio. Chinos y chinas que se muestran hechizados por el despliegue, sobre el parquet, de figuras y finezas que exigen talento y disciplina. Y cada vez son más los argentinos que han marchado hacia Oriente de la mano del 2 x 4. Entre los nuestros, La Chicana parece ponerse a la cabeza de todos. Fueron tres veces, se quedaron todo el tiempo que pudieron y hasta se animaron, en su último disco, de puro pasionales que son, a llevar adelante un popourrí de tangos chinos, un invento de Dolores Solá y Acho Estol. Cómo no pensar en un cruce favorable si el agregado cultural de la Embajada argentina en China, Santiago Martino, desde sus oficinas de 11 Dong Wu Jie, Sanlitun, Distrito de Chaoyang, Beijing, se empecina a transmitir su genuina obsesión tanguera. “Estuve un año investigando y haciendo estudio de campo sobre el tema, desde mi inmediato arribo a la ciudad de Beijing. Todo argentino que llega debería hacer una recorrida por las milongas de Beijing, para sentir la fuerza del tango en un país que está cada vez más cerca para los argentinos. Es increíble cómo una minoría local vive para el momento en que suenan De Caro o Pugliese en la pista. Sin hacer dinero, sólo teniendo como motor la pasión por el baile y su música”, le dice Martino a Dang Dai desde el otro lado del mundo.
La hora de los maestros Tanguero, porteñísimo, Juan Manuel Fernández, fundador y actual secretario de Acción Social de la Unión Argentina de Artistas de Variedades, reconoce que no hay un día en que su viaje a China de octubre del 2010 no se le vuelva un hecho presente. “Ellos usan una frase para el saludo habitual cuando te cruzás con alguien por la 4
la reunión
la verdad interior
lo creativo
calle, como el nuestro: 'Hola, ¿qué tal?'. Ellos preguntan, en esa circunstancia, '¿Comiste ya?'. Un pueblo que utiliza una frase tan cordial como forma de saludo merece mi respeto”, dice Fernández. El bailarín, que fogonea desde hace años, solidariamente, la enseñanza del tango entre los pacientes del Hospital Borda, participó junto a otros cinco bailarines del Festival de Folclores del Mundo que se celebró hace dos años en Beijing y otras ciudades chinas. Y dice, sin jactancias, que nuestra música tuvo una especial transferencia con el pueblo chino, junto a la española y la cubana. “A ellos no los altera lo exótico, lo diferente; al contrario, utilizan lo distinto para ampliar la mirada”, dice Fernández, que asocia esa actitud con una característica del argentino, alguien que por su propia construcción -mezcla rara de viajeros llegados desde los siete mares del mundo- empatiza fácilmente con otras culturas. Sólo un ejemplo: en un momento en que la coreografía tanguera que había preparado Fernández jugaba una parodia de un duelo criollo, los espectadores chinos reían, identificados, y aplaudían. “Me quedé asombrado. Después alguien me explicó que el cuadro suele ser una de las representaciones milenarias en la clásica Ópera China. Fue un homenaje, y de los mejores, porque salió sin intención”, dice el milonguero local. “No sé si nos empaquetaban -acepta, en clave porteña, el bailarín-, pero el tango era lo que más gustó”. Y aventura que tras la moda que significó el ritmo caribeño de la salsa una década atrás, en China, ahora avanza raudamente el tango por las noches de Beijing. “Hay jóvenes empresarios chinos, de Armani y autos de alta gama, que a los treinta van a preferir a un Troilo antes que, con todo respeto, a un Pérez Prado. Hay una elegancia implícita en el abrazo del tango que se llevará muy bien con lo que está sucediendo en China”, evalúa. Fernández se muestra impactado porque en las cátedras de Literatura Española conocen más de Borges que en espacios educacionales de Argentina. “Conocen a José Hernández, a Evaristo Carriego, a Juan Gelman”, se entusiasma y rescata la amabilidad que percibió en su viaje de casi un mes, a puro tango, por el Lejano Oriente. Damián Essel y Nancy Louzan ya llevan, a pesar de su juventud (porque empezaron ahí nomás de la adolescencia), mucho más de una década viajando por el mundo con su tango fluido, clásico, de mucha elegancia sin adornos ajenos. Ya viajaron por varios países de Europa, Norteamérica, Asia, Oceanía. Y en cuanto a su gira por China, están pensando en un retorno a principios del año que viene. “A Shanghai fuimos dos veces, y a Hong Kong una vez. Tenemos ganas de regresar en el 2013. El tango ayuda al acercamiento entre los pueblos, de eso no hay duda. Cuando uno abraza, escanea a la otra persona. Se intuye lo que esa persona siente. En el tango, la pareja se tiene que percibir cómoda en el abrazo para después disfrutar de la música, de la danza”, señala. En Villa Malcom, un club que mantiene su esencia intacta en la porteña avenida Córdoba al 5000 desde su fundación, en 1928, hay varios chinos que toman la clase tanguera de Damián y Nancy. Chan Ching Yee, o más »
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