isabel Allende
La Ayahuasca es una bebida utilizada por los chamanes del amazonas para contactar a los espiritus y purgar todo los males de sus almas. Todo aquello que les pesa, y los retrasa en su crecimiento espiritual la “Abuela Ayahuasca” se encarga de sacarlo. En un espacio más especifico esta bebida contiene la sustancia DMT, que se encuentra en plantas, animales y también en los seres humanos. La glandula pineal es la encargada de segregar esta sustancia y se relaciona con los sueños y las experiencias
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Alex Grey
cercanas a la muerte.Es por esta relación tan cercana con la mecánica de la mente humana que este brebaje tiene sus efectos tan rápidos sobre la persona que la ingiere. En este libro se presentarán dos experiencias vividas por el artista Alex Grey y la escritora Isabel Allende. Ambos describen de manera breve y clara lo que la planta les mostró y dejando como testimonio los efectos positivos que este té puede tener sobre la personas que se aventuran a probarlo.
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omé dos fuertes dosis de Ayahuasca. Por que la primera realmente no sentía que me hubiera afectado del todo. Has hecho eso? Oh, sí….!!! Yo me dirigí hacia el chaman que estaba dirigiendo la ceremonia y le grité: “Hey! Esto no esta funcionado.! Y luego duplicas la dosis y ahí vas, Ohhhhhhhh! Todo golpeándote al mismo tiempo por todas partes. Y pues bueno en la tradición Budista se habla de que todos los seres vivos en el planeta y en el universo tienen lo que llaman “La naturaleza de buda” y el asunto radica básicamente en reconocer que ya esta iluminado. Así que pensé que, que mejor manera de tener contacto con esta naturaleza de buda que con la Ayahuasca, esta es la perfecta oportunidad. Así que me senté en esta especia de posición budista, ya sabes en la posición flor de loto y pensé: “Hmm bueno, pues simpleme seré Buda! Y solo eso, seré me propia versión de Buda.”
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Ahí estaba yo sentado por un par de minutos siendo el ser iluminado y luego comencé a sentir como mi mente se expandìa y se extendia a toda la red de la vida. Y pues bueno esto era la jungla y vi que todo era bien fértil con los pájaros, con montones de animales que sentía mientras mi mente se desplazaba por toda la superficie del planeta… toda esta flora y fauna. De alguna manera saben, la mente lograba extenderse y expandirse a través de todos estos seres. Así que ahí estaba esta tremenda y maravillosa expansión de interconexión con TODO; y luego, surge esta titánica ola que regresa con todo el sufrimiento y el dolor de TODOS los seres! Y sabes, era como, wooohhh! Dios!.
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Y pensé: “Ajá! Por esto no están todos en eso de ser Budas!” Por que te estas abriendo a todo el sufrimiento, porque se esta siendo UNO con todos; y si recordamos la primera noble verdad que expuso buda, “el sufrimiento es inherente a la vida”, así que todo esto llegaba a mí, y era esta inconmensurable canridad de sufrimiento, mmm era como ser un imán para el dolor, y luego hubo otro flujo de compasión, un océano de él que uno realmente es.Asi que luego fue una inundación de amor compasivo, budisatico que llegaba a toda es gran red. ERA INCREIBLE! Ya sabes este dar y recibir esta energía. Y en medio de todo esto, escuché a esta voz recriminatoria en el fondo de mi mente que me decía en tono sarcástico:
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“Ohhh, miren qué Buda tan bueno, oh, miren al Señor Iluminación ahí! Acaso no es iluminado! Piensa en cuan gran-
dioso es él que ni siquiera llamó hoy a su esposa y a su hija hoy, o sí? Él prometió que lo haría, pero no. El Señor Iluminado no tiene tiempo para su propia esposa y su propia hija, verdad? Y Bueno, asi era como pasa de esta clase de estado compasivo en conexión con todo lo que existe, de un estado iluminado y de repente precipitarte en picada hacia el duro concreto y vomitarme encima. Pienso que la Ayahuasca nos puede mostrar nuestra belleza interior y las posibilidades que tenemos de amar y actuar bondadosamente. Una de las ventajas de la Ayahuasca es que esta hecha de plantas y pues que mejor manera de voler a nuestras raíces, para enraizarnos de nuevo en la red de la naturaleza y en la compasión por esta red de la vida, que a través de las plantas mismas? Es cierto que las plantas nos están hablando, comunicandose y debemos escucharlas.
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Experiencia de isabel allende
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ecesitaba volver a ser la niña que fui una vez, esa niña silenciosa, torturada por su propia imaginación, que deambulaba como una sombra en la casa del abuelo. Debía demoler mis defensas racionales y abrir la mente y el corazón. Y para ello decidí someterme a la experiencia chamánica de la ayahuasca, un brebaje preparado con la planta trepadora Banisteriopsis, que usan los indios del Amazonas para producir visiones.Bebimos un té oscuro de sabor repugnante, apenas un tercio de taza, pero tan amargo y fétido que era casi imposible de tragar. Tal vez yo tengo una falla en la corteza cerebral -bien que mal siempre ando un poco volada-, porque la ayahuasca, que a otros les da un empujón hacia el mundo de los espíritus, a mí me lanzó de una sola patada tan lejos que no regresé hasta un par de días más tarde. A los quince minutos de haberla tomado, me falló el equilibrio y me acomodé en el suelo, de donde ya no pude moverme. Me dio pánico y llamé a Willie, quien logró arrastrarse a mi lado, y me aferré a su mano como a un salvavidas en la peor tormenta imaginable. No podía hablar ni abrir los ojos. Me perdí en un torbellino de figuras geométricas y colores brillantes que al principio resultaron fascinantes y después agobiadores. Sentí que me desprendía del cuerpo, el corazón me estallaba y me sumía en una terrible angustia. Volví entonces a ser la niña atrapada entre los demonios de los espejos y las ánimas de las cortinas.
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El periodo inicial del viaje psicodélico se conoce coloquialmente
como “bajada a los infiernos”. Ocurre cuando el fármaco golpea la consciencia y la sacude totalmente arrastrando al individuo a un estado mental terrorífico; es la reacción natural de nuestra mente nacional al torrente de información nueva y contradictoria que inunda nuestras sinapsis. Por suerte, el viaje continua...Al poco rato se esfumaron los colores y apareció la piedra negra que yacía casi olvidada en mi pecho, amenazante como algunas montañas de Bolivia. Supe que debía quitarla de mi camino o moriría. Traté de treparla y era resbalosa, quise darle la vuelta y era inmensa, empezaba a arrancarle pedazos y la tarea no tenía fin y mientras crecía mi certeza de que la roca contenía toda la maldad del mundo, estaba llena de demonios. No sé cuánto rato estuve así; en ese estado el tiempo no tiene nada que ver con el tiempo de los relojes. De pronto sentí un golpe eléctrico de energía, di una patada formidable en el suelo y me elevé por encima de la roca. Volví por un momento al cuerpo; doblada de asco, busqué a tientas el balde que había dejado a mano y vomité bilis. Náusea, sed, arena en la boca, parálisis. Percibí, o comprendí, lo que decía mi abuela: el espacio está lleno de presencias y todo sucede simultáneamente. Eran imágenes sobrepuestas y transparentes, como esas láminas impresas en hojas de acetato en los libros de ciencia. Muchas visiones extracorporales tienen un indudable componente alegórico. Es como si la consciencia
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sobreexcitada por el fármaco buscara una representación onírica de nuestros problemas más profundamente enterrados y de esta forma nos obligara a enfrentarnos a ellos de forma consciente. [...] Anduve vagando por jardines donde crecían plantas amenazantes de hojas carnosas, grandes hongos que sudaban veneno, flores malvadas. Vi a una niña de unos cuatro años, encogida, aterrada; estiré la mano para levantarla y era yo. Diferentes épocas y personas pasaban de una lámina a otra. Me encontré conmigo en distintos momentos y en otras vidas. Conocí a una vieja de pelo gris, diminuta, pero erguida y con ojos refulgentes; podría haber sido también yo en unos años más, pero no estoy segura, porque la anciana se hallaba en medio de una confusa multitud. Pronto ese poblado universo se esfumó y entré en un espacio blanco y silencioso. Flotaba en el aire, era un águila con sus grandes alas abiertas, sostenida por la brisa, viendo el mundo desde arriba, libre, poderosa, solitaria, fuerte, indiferente.
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Allí estuvo ese gran pájaro durante mucho tiempo y enseguida subió a otro lugar, aún más glorioso, en que desapareció la forma y no había sino espíritu. Se acabaron el águila, los recuerdos y sentimientos; no había yo, me disolví en el silencio. Si hubiese tenido la me-
nor conciencia o deseo, te habría buscado, Paula. Mucho más tarde vi un círculo pequeño, como una moneda de plata, y hacia allá enfilé como una flecha, atravesé el hueco y entré sin esfuerzo en un vacío absoluto, un gris translúcido y profundo. No había sensación, espíritu, ni la menor conciencia individual; sin embargo sentía una presencia divina y absoluta. Estaba en el interior de la Diosa. Era la muerte o la gloria de la que hablan los profetas. Si así es morir, estás en una dimensión inalcanzable y es absurdo imaginar que me acompañas en la vida cotidiana o me ayudas en mis tareas, ambiciones, y miedos. Mil años más tarde regresé, como una extenuada peregrina, a la realidad conocida por el mismo camino que había recorrido para irme, pero a la inversa: atravesé la pequeña luna de plata, floté en el espacio del águila, bajé al cielo blanco, me hundí en imágenes psicodélicas y por fin entré a mi pobre cuerpo, que llevaba dos días muy enfermo, atendido por Willie, quien ya empezaba a creer que había perdido a su mujer en el mundo de los espíritus. Yo estuve tirada en el suelo, donde después él me acomodó con almohadas y frazadas, tiritando, mascullando incoherencias y vomitando a menudo una espuma cada vez más blanca. Al
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principio estaba agitada, pero después quedé relajada e inmóvil, no parecía sufrir, dice Willie. El tercer día, ya consciente, lo pasé tendida en mi cama reviviendo cada instante de aquel extraordinario viaje. Sabía que ya podría escribir la trilogía, porque ante los tropezones de la imaginación tenía el recurso de volver a percibir el universo con la intensidad de la ayahuasca, que es similar a la de mi infancia.
La aventura con la droga me embargó de algo que sólo puedo definir como amor, una impresión de unidad: me disolví en lo divino, sentí que no había separación entre mí y el resto de lo que existe, todo era luz y silencio. Quedé con la certeza de que somos espíritus y que lo material es ilusorio, algo que no se puede probar racionalmente, pero que a veces he podido experimentar brevemente en momentos de exaltación ante la naturaleza, de intimidad con alguien amado o de meditación. Acepté que en esta vida humana mi animal totémico es el águila, ese pájaro que en mis visiones flotaba mirando todo desde una gran distancia.
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Esa distancia es la que me permite contar historias, porque puedo ver los ángulos y horizontes. Parece que nací para contar y contar. Me dolía el cuerpo, pero nunca he estado más lúcida. De todas las aventuras de mi agitada existencia, la única que puede compararse a esta visita a la dimensión de los chamanes fue tu muerte, hija. En ambas ocasiones sucedió algo inexplicable y profundo, que me transformó.
Nunca volví a ser la misma después de tu última noche y de beber aquella poderosa poción: perdí el miedo a la muerte y experimenté la eternidad del espíritu. Es cuando realmente interiorizamos todo lo que hemos experimentado y lo convertimos en conocimientos útiles
para nuestra vida. Son necesarios días o incluso semanas para asimilar toda la información generada en un viaje de este tipo, es como si concentrásemos muchos meses de experiencias ordinarias en unas horas en las que todo se vuelve extraordinario.
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Glosario de Ilustraciones: Pág.1 - “Mother of Ayahuasca” por Meats Meier Pág.3- “Net og Being” por Alex Grey Pág.5- “Shiva” por Christas Vengel Pág.7 - https://www.pinterest.com/pin/384143043189723660/ Pág.9 - “Interbeing” por Alex Grey Pág. 11 y 12: “Connect the sky” por Justin Nambiar Pág.13 y 14 - “Traver” por Andrea Tseng Pág.16 - “Praying” por Alex Grey Portada y contraportada - “Trippy Hex” por Matt Neibergall
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