África

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A V A N T l i f e

S P E C I A L

ÁFRICA MÍA

MAGIA E N ES TADO PU RO

Me habían advertido que quien llega por primera vez al África negra, se enamora de sus paisajes, de su gente, de la magia que envuelve la vida salvaje mezclada con historias ancestrales. Es por eso que uno se asimila, se vuelve parte y se deja un pedazo de su corazón, que siempre reclamará la necesidad de regresar, así que, aunque no sea creativo, tengo la obligación de titular esta nota como África mía. Por Daniel Panedas (texto y fotografías)


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Hay muchas formas de viajar y aquí vamos a describir una de las más bellas, hacerlo con estilo y disfrutando del lujo, mas no como turista sino como viajero; no se trata de ver, sino de experimentar. Esta primera entrega se centrará en Zambia y Botsuana. Visitamos cuatro diferentes camps manejados por Wilderness, el mayor operador de turismo de lujo en África, representado en Guatemala por Viva Operador. En una segunda hablaremos exclusivamente de Sudáfrica y sus dos grandes ciudades, la pujante Johannesburgo y la espectacular Cuidad del Cabo, además de ahondar en su historia, las miserias del Apartheid y el milagro de construcción de una nueva nación bajo el legado de Nelson Mandela. Precisamente a Johannesburgo llegamos procedentes de Atlanta, vía Delta Airlines, la única línea aérea que permite volar de Guatemala a Sudáfrica con solamente una escala en solo veinte horas. Un poco cansado, pero un viaje muy cómodo. CAMP 1, TOKA LEYA Zambia acaba de cumplir cincuenta años, su independencia del Reino Unido data del 24 de octubre de 1964 y recibe su nombre del río Zambeze —el más grande del país y donde se ubican las maravillosas cataratas Victoria, nombradas así por el explorador británico David Livingstone en honor a la reina, aunque para los locales sigue siendo Mosi-o-Tunya, que significa «humo que truena»—. Anteriormente era conocida como Rhodesia del Norte, por Cecil Rhodes, presidente de British South African Company, quien dirigió la penetración colonial para la extracción de minerales en la zona hacia finales del siglo XIX. Zambia tiene una población aproximada de catorce millones de personas, de los cuales el 99 por ciento son de raza negra. Casi el 90 por ciento de la población religiosamente activa es cristiana. El idioma oficial es el inglés, sin embargo existen 72 dialectos reconocidos. Es un país con baja expectativa de vida y uno de sus mayores problemas es el sida, que hoy se calcula que afecta a un 15 por ciento de la población comprendida entre dieciséis y cuarenta y nueve años. Aterrizamos en Livingstone para dirigirnos a Toka Leya, a orillas del río Zambeze, que sirve de frontera con Zimbabue. La llegada a Toka Leya no es convencional, la hicimos en lancha, remontando el río entre decenas de hipopótamos que pasan el día dentro del agua para evitar el sol que reseca su piel, salen a comer cuando este se esconde.

Este tipo de camp de lujo tiene todo incluido: comidas, bebidas las actividades recreativas. Las instalaciones son sensacionales y no superan nunca las diez suites, lo que permite un trato extremadamente personalizado. Las habitaciones son enormes y están muy alejadas unas de otras; a pesar de tener pasarelas aéreas, está prohibido salir de las suites sin escolta, no hay que olvidar que estamos en un lugar donde los animales se mueven sin restricciones, y si bien no suelen acercarse demasiado, siempre está la posibilidad de que lo hagan. Toka Leya está dentro de una reserva protegida y no existen depredadores, pero nadie quiere un encuentro cercano con un hipopótamo, que de hecho es el animal que provoca más muertes de humanos, son muy agresivos. Esa primera tarde salimos a navegar por el río Zambeze y encontramos una manada de elefantes que había bajado al río a beber del lado de Zimbabue. También muchos hipopótamos y algunos cocodrilos, entre ellos uno enorme, de casi cinco metros, de los que pueden derribar con facilidad una cebra o algún antílope desprevenido. Los cocodrilos no tendrían problemas en degustar algún humano que no les haya mantenido el debido respeto y distancia. Logré convencer a nuestro guía que se arrimara a la orilla y puse mis pies en Zimbabue, algo así como haber entrado de «mojado», aunque mi estancia ilegal duró menos de un minuto.


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Las formas y las luces del atardecer son asombrosas en el río, más si se detiene la lancha en el medio y se arma un improvisado bar con cervezas heladas de marcas locales, algún buen Sauvignon Blanc sudafricano y un delicioso gin-tonic con Beefeter, que a partir de allí se transformaría en mi bebida oficial del viaje. La gastronomía es un tema aparte, se debe llegar con la mente abierta y conocer nuevos sabores y texturas, tanto en carnes como en frutas y verduras, aunque siempre habrá una opción occidental para los que duden en innovar. El siguiente día fue destinado a visitar las cataratas, que serán motivo de una nota aparte, y luego una aldea local, en lo que fue una de las experiencias más enriquecedoras de todo el viaje. Salimos de la reserva y nos adentramos donde no llegan los ojos de los turistas, fuera del lujo, y esa realidad es dura. Pobreza con dignidad y esperanza de un futuro mejor, sin demasiadas ambiciones, acceso a agua potable, educación básica y seguridad alimenticia, solamente eso. Es imposible ser indiferente, dan tantas ganas de ayudar que

uno se siente abrumado, pero es una lección de vida entender cómo se organizan, cómo se defienden y cómo buscan la prosperidad en esa tierra roja, con calor húmedo y leyes tribales. No se imaginen gente con caras pintadas ni corriendo en cueros, es una aldea típica de unas trescientas personas, con gente cosechando sus parcelas, con una bomba de agua donada por el gobierno japonés, con niños que regresan de la escuela con su uniforme y adolescentes descansando en la sombra, frente a sus casas de barro, que chatean o navegan en sus celulares. Pero lo más significativo es la alegría de los niños, las sonrisas, las miradas inocentes de quienes todavía no descubrieron hasta dónde llega el mundo ni todo lo que deberán enfrentar. Por la tarde visitamos la reserva de rinocerontes blancos, donde se hace un gran esfuerzo por conservar la especie, tanto que para evitar a los cazadores ilegales, es una zona protegida por el ejército. Vale aclarar que la mitad de las muertes de los machos ocurre en peleas territoriales, con lo cual tampoco aportan mucho a su propia supervivencia.

Vimos la impresionante puesta de sol sobre el río Zambeze y luego de la cena seguimos la sobremesa con Amarula. Nuestro mesero, Ken, cada vez que se acercaba a la mesa ofreciendo vino tinto y vino blanco lo hacía de una forma muy particular: «Crocodile tears or crocodile blood?». Es muy usual en este tipo de lugares que la sobremesa sea compartida alrededor del fuego y, lo más interesante es encontrarse con personas de muchos lugares, por lo cual las charlas se vuelven muy divertidas. Mi «doble nacionalidad» no deja de resultar exótica por ser países pequeños, pero al nombrar Uruguay, la referencia directa siempre fue el fútbol, y no hay quien no nombre a Suárez o Forlán, lo que demuestra el poder «universalizador» de este deporte, algo que lamentablemente no tenemos en Guatemala. A la mañana siguiente salimos a navegar temprano bajo un cielo muy oscuro que entregaba tremendos contrastes de color. Nuestras últimas horas y un gratísimo recuerdo de Zambia, pero era hora de avanzar.

Descubrir África debería ser la prioridad de cualquiera con espíritu de querer ampliar sus límites, de descubrir, de dar el paso de convertirse en viajero.

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Los camps manejados por Wilderness son de lujo y con un trato extremadamente personalizado. CAMP 2, VUMBURA PLAINS Volamos a Maun y de allí a la pista de aterrizaje de Vumbura en un Cesna 260, éramos los únicos pasajeros, más personalizado, imposible. Botsuana es un país seis veces mayor a Guatemala en superficie, sin embargo, solamente tiene poco más de dos millones de habitantes. Cuando se independizó del Reino Unido, en 1966, era una de las naciones más pobres del mundo; una acertada gestión de gobierno le ha permitido crecer de manera sostenida y hoy ostenta un PIB per cápita muy similar al de Argentina, México o Rusia. En educación y salud ha tenida grandes avances, así como una muy buena gestión de sus recursos naturales. Todavía tiene muchos temas por resolver, pero en muchos otros es un ejemplo para sus vecinos y una luz de esperanza de que la buena gestión hace que las cosas mejoren notablemente en un país en apariencia desfavorecido. Las instalaciones en Vumbura son excepcionales, y las habitaciones también. Al ser solamente ocho, hay espacio para que estén bien separadas, la vegetación hace el resto, de modo que cada uno se puede sentir en su propio mundo. La distribución era en forma de cuadrado con la cama en alto, como en una especie de altar, y abajo una enorme sala de almohadones coloridos con un bar con todas las bebidas a disposición. A un costado de la sala estaba la ducha, otro cuadrado de al menos tres metros de lado con la caída de agua justo

en el centro y telas que colgaban a los lados, algo que realmente jamás había visto. También tenía ducha afuera, una enorme sala y una pequeña piscina. La vista era casi infinita hacia el este, donde comienza el corazón del delta del Okavango. El día que llegamos salimos a un primer recorrido y luego alargamos la cena a la luz del fuego con el telón de los relámpagos a lo lejos. El rayo parecía haber caído al lado porque el ruido fue casi simultáneo a la luz que iluminó toda la habitación, eran las dos de la mañana. El espectáculo que vimos en los siguientes minutos fue mágico, porque la habitación entera era de cedazo de piso a techo por los cuatro lados, así que todo se iluminaba una y otra vez sin parar. Cuando comenzó la lluvia pararon los rayos, así nos pudimos volver a dormir bajo el ruido del agua, incluso bajo las gotas que se colaban a través del cedazo por efecto del viento. A las cinco de la mañana llegó nuestro wake up call humano a despertarnos, hora de desayunar para salir de safari. Todavía era de noche, pero mientras desayunábamos con velas vimos aparecer el sol entre una sinfonía de colores imposibles de describir. En nuestros días en Vumbura pudimos encontrar la mayoría de los animales que queríamos ver, en especial los más clásicos, y gran cantidad de aves de todo tipo, tamaño y color. De allí nos llevamos el mejor recuerdo de los amaneceres y las instalaciones. Tiempo de volar a otro lugar.


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Viva Operador y Wilderness Wilderness es el mayor operador de ecoturismo en África, con una filosofía de respeto por el medioambiente y una labor muy fuerte de integración con las comunidades locales. Wilderness-Safaris opera cincuenta Luxury Camps en ocho países y ofrece a los viajeros una amplia gama de servicios absolutamente personalizados. Su filosofía se define como The 4C, que significa: Comercio, porque desarrollan un modelo de negocio sustentable que garantiza que se puedan cumplir las otras tres C. Conservación, que se divide en Environmental Management, con el manejo ecológicamente más amigable de los camps y Biodiversity Conservation, que vela por la protección de los ecosistemas donde opera. Comunidad, interna para sus colaboradores, el corazón de su negocio, donde todos son parte de la misma idea y, externa, donde juega un papel muy importante con las comunidades rurales cercanas, creando empleo y llevando desarrollo a su gente. Y la última C es Cultura, esta faceta tiene muchos componentes pero, en definitiva, se trata de mantener las raíces culturales propias y de poder mostrarlas al mundo con orgullo. Viva es representante exclusivo de Wilderness para Guatemala y son quienes realmente conocen ese continente. África es un lugar maravilloso, pero nadie puede correr el riesgo de arruinar su viaje, para ir, se debe ir con los mejores. Por eso Wilderness y Viva son la mejor opción.

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CAMP 3, JAO Si hay algo por lo cual vamos a recordar siempre nuestra estancia en Jao es por sus actividades, no dejaron de sorprendernos en ningún momento. Comenzando por nuestro guía Maipa y su ayudante Richard, y también por Gwen, quien estaba a cargo de alimentos y bebidas pero sus funciones iban mucho más allá de eso. Jao está ubicado en medio de las planicies del centro del delta del Okavango. El río nace en Angola, atraviesa Namibia y entra por el norte de Botsuana para dispersarse en el desierto del Kalahari. Es un formato muy particular, ya que no es exactamente un delta fluvial pues no desemboca en el mar, sino que se dispersa en una amplia llanura, la cual llega a anegar completamente. Eso hace que se presenten dos estaciones completamente diferentes, la seca y la de agua, que no es producida únicamente por las lluvias, sino por la llegada de las corrientes del Okavango. Las llanuras son inmensas y la sensación de estar dentro es abrumadora, no se divisa absolutamente nada en el horizonte para ningún lugar donde se mire. Cuando llega el agua todo el ecosistema cambia, pero en la época seca es muy probable que uno pueda ver a los big five o «cinco grandes», en estado salvaje, como nos pasó a nosotros: el león, el leopardo, el elefante, el rinoceronte y el búfalo. En nuestra primera noche en Jao tuvimos la cena en una «boma» que es una típica construcción africana circular, sin techo, con una gran hoguera en el medio, donde se realizan danzas, cantos y rituales tribales tradicionales. Imagínese ese espectáculo a la luz del fuego, bajo cielo completamente estrellado y degustando un exquisito filete de kudú maridado con un Pinotage sudafricano. Imposible pedir nada más. La noche se hizo muy larga de modo que cancelamos el safari matutino del día siguiente y decidimos dormir afuera, sí, afuera. Nos acondicionaron «la cama» en la terraza, al aire libre, y dormimos a la intemperie, solo protegidos por un tul para evitar los insectos. Al día siguiente disfrutamos un rato de la piscina y cuando íbamos a almorzar nos dijeron que era hora de salir de safari. La sorpresa fue grande porque nos dejaban sin almuerzo, pero mayor aún cuando llegamos a un lugar totalmente acondicionado para un bush lunch, o almuerzo entre los arbustos. Estaba todo acondicionado y una gran mesa para compartir. Era bastante discreto, pero había guías y guardias con rifles, no debemos olvidar que estábamos en medio de la vida salvaje. De hecho, un elefante llegó hasta unos

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escasos treinta metros de donde comíamos antes de ser ahuyentado. A la tarde hicimos un pase en «mocoro», una especie de canoa que utilizan los lugareños para moverse entre los canales del delta. A la noche nos volvieron a sorprender preparándonos una romántica cena en el spa acondicionado especialmente para nosotros. Velas, aroma, antílope asado y más vino. La noche no terminaba allí, ya que habíamos acordado con Maipa salir para un safari nocturno, algo totalmente diferente a lo vivido. De noche es otro mundo, los predadores salen a cazar y todos los animales se mueven de modo diferente. La naturaleza en estado puro. A la mañana siguiente realizamos una caminata en las llanuras. El protocolo de seguridad fue muy estricto, pero nos di-

Botsuana es el ejemplo de una acertada gestión de gobierno que le ha permitido crecer de manera sostenida. mos el gusto de caminar durante unas tres horas literalmente en el medio de la nada, aprendiendo sobre el comportamiento de las especies revisando huellas y pisadas de muchos tipos. Por esto y por todo lo anteriormente detallado, Jao fue de las mejores actividades.


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CAMP 4, KINGS POOL Con apenas tiempo para instalarnos nos llevaron a un paseo en barco, uno de dos pisos y una plataforma ideal para ver otro atardecer increíble navegando entre los pantanos del área conocida como Linyanti, que separa Botsuana de Namibia. Luego de ese mágico atardecer, dormimos casi al borde del agua, donde se escuchaban todos los movimientos de los animales, especialmente los hipopótamos, que en la noche salen a las orillas a comer. Si bien todas las medidas de seguridad son tomadas, no hay duda de que los intrusos son los humanos, lo cual no deja de generar una magnífica inquietud a la hora de oír los ruidos en el medio de la noche. Cada lugar nos dejó algo especial y en el caso de Kings Pool fue la variedad de vida salvaje que encontramos. Seguimos durante un buen rato a un grupo de leones, primero a las hembras con los cachorros y luego a dos machos jóvenes. No hay ninguna duda de que se trata del «rey», su figura es imponente. El león genera reacciones únicas en los demás animales, así nos los explicó Brook, nuestro guía. Hay toda una red de alertas que se dan específicamente entre monos e impalas, con la ayuda de muchas aves, para avisar que hay leones en el área. «El león se come a quien quiere». Nadie está feliz cuando está cerca, pero tampoco es tan fácil la vida del «rey», sobre todo cuando llega a la edad adulta. Le cuesta mucho conseguir presas, no es rápido, no es demasiado ágil y su melena le impide esconderse. La leona es todo lo contrario, es por eso que ella caza y alimenta a la manada, pero a todo león le llega su hora y más temprano que tarde debe luchar con machos más jóvenes para mantener su territorio y, a la larga, será expulsado perdiendo su tierra y sus hembras para tener un triste y solitario final. Tuvimos la suerte de ver algunas especies como los african wild dogs, también llamados licaones, una especie de perro de

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orejas grandes y cola larga que se mueve en grupos de quince a veinte integrantes, o el simpático warthog, algo así como un jabalí, también llamado facocero. Pero entre los cientos de elefantes, jirafas, antílopes de todo tipo, hipopótamos, cocodrilos o felinos, el animal que más me impactó fue la hiena, un verdadero todoterreno. Esta, que en realidad es bastante poco estética, puede sobrevivir en cualquier lugar y bajo cualquier condición. No es grande físicamente, pero se encara con animales que la doblan en tamaño, no conoce el miedo y puede co-

merse cualquier tipo de carne, no importa su estado de putrefacción. Creo que solo el buitre tiene un estómago más resistente. Tuvimos la suerte de ver una hiena solitaria dándose un festín con los restos de una jirafa muerta hacía más de una semana, rodeada de buitres que esperaban su turno. El olor era insoportable, sin embargo, la maravilla que estábamos presenciando valía la pena. También vimos otro grupo de tres disfrutando de un banquete fresco, un ñu negro que presumiblemente habían matado la noche anterior.


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Los monos babuinos representan también un espectáculo aparte, aunque son un gran problema en todos los camps, ya que suelen meterse en las habitaciones o en cualquier lugar donde puedan buscar comida. A la hora del almuerzo nos dieron el honor de comer en «el escondite», una cabaña apartada frente al río, y donde nos dejaron solos con todo lo necesario para disfrutar de la paz y la soledad del lugar. En la tarde completamos el corrido, el cual se extendió hasta entrada la noche, un cierre brillante para una estancia inolvidable en el corazón del África salvaje. Justo con los últimos rayos de sol, Brook nos preparó los gin tonic para el brindis final. De un lado, otro glorioso atardecer de colores brillantes a la orilla del río, donde podíamos contar casi una decena de hipopótamos y, girando la cabeza, por el este, se podía ver salir la luna llena entre los árboles. Un cierre a la altura de un viaje digno de una novela. África se queda en el corazón y parte del corazón se queda en África. Nadie puede salir indiferente de una experiencia así. Son viajes que cambian nuestra forma de ver el mundo. Descubrirla debería ser la prioridad de cualquiera con el espíritu de querer ampliar sus límites, de buscar más allá, de descubrir, de dar el paso de convertirse en viajero. Solo espero volver, tengo que volver.

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