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Exergo
La filosofía, como metafísica o como reflexión crítica es, por así decirlo, entrometida. Sin importar el área de conocimiento del que se trate, surge —de manera un tanto inopinada— interrogativa, inquisitiva; incluso cuando llega a expresar asertos, éstos resultan débiles y son, casi siempre, puntos de partida y no de llegada. Formula preguntas acerca de casos particulares, que parten de la existencia, pero dirigiéndose a su esencia (no cuestiona “¿cómo andas de salud?”, sino “¿qué es la salud?”).
La educación, en primera instancia, es algo con lo que nos topamos, algo que encontramos en la calle, como el arte, la religión, el lenguaje, la ciencia…, pues la educación está en la base de todo ello: es ella la que configura la existencia para que lo reconozcamos, nos conduce a ello. Según Kant, la diferencia entre hombre y bruto radica en que el hombre llega a serlo por la educación. El hombre se educa, al hombre se le educa; al animal se le doma o domestica. He aquí la pertinencia de la filosofía de la educación: la filosofía se entromete y pregunta, entonces, ¿qué es la educación? (esencia), ¿para qué se educa? (fin, objetivo, teleología). En otros términos, se cuestiona por la manera o el proceso por el cual el hombre se construye tal.
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Entre filosofía y teoría de la educación, tal como se maneja actualmente, no hay diferencia de contenido. El cambio terminológico responde al desprestigio de la filosofía y la fama de la teoría. Pero ciertamente cabe hacer la distinción. ¿Qué es teoría? En el saber científico formal una teoría supone un alto nivel organizativo (ej. teoría de conjuntos); en el saber científico natural, la teoría es una explicación de la naturaleza (ej. teoría de la relatividad); en un saber no científico popular, teoría significa opinión (“sobre tal asunto, mi teoría es…”) o se entiende como lo opuesto a lo práctico, a lo eficaz, es decir, lo ineficaz; en un saber no científico filosófico significa, o conjunto de problemas conexos (como los de la teoría del conocimiento), o marco conceptual orientador o theoria (contemplación) para la Grecia clásica. Así, alrededor de la educación, por ejemplo, y como objeto común de estudio, hay teorías psicológicas, económicas, históricas y sociológicas.
Para Octavi Fullat, la definición más adecuada de teoría es un marco conceptual que guía determinada actividad. Así, la teoría educativa justifica y orienta la actividad educadora con elementos científicos (biológicos, psicológicos, sociológicos) y no científicos (filosóficos —conceptos de hombre y mundo—, morales, estéticos, religiosos), si bien el acento recae en los primeros (cuerpo de doctrina científico).
La filosofía de la educación no aspira a ser metafísica, por tal motivo, queda sujeta a cuatro tareas: 1) analizar el lenguaje educativo, 2) indicar el sentido general del proceso educador, 3) mostrar la estructura educanda del hombre y 4) explicar, a través de la teleología, las diversas pedagogías. Según Fullat, una de las labores de la filosofía es, pues, inquirir qué se dice con las palabras sintácticamente organizadas que profiere alguien, es decir, si el discurso tiene o no sentido, y cuál es éste. El lenguaje de la educación coincide muchas veces con el lenguaje corriente, si bien mezclando vocabulario científico. Importante es atender esto, sobre todo para los objetivos educacionales. Bloom, dice Fullat en su Taxonomía de los objetivos de la educación, apuntó la necesidad de clasificar los objetivos educacionales, entendiendo tanto la clasificación como la definición de símbolos que representan resultados educacionales. Sin definiciones precisas no hay educación.
El hombre consiste en tener que educarse, siempre, mientras viva. La educación acaba con la muerte. El proceso educador aspira a que haya hombres, que devengan hombres. El hombre es un animal educando, no hay escapatoria de la educación; se está, como hombre, y parafraseando a Sartre, condenado a ser educado. Educarse es hacer vida, una vida, una biografía. Las finalidades educativas están en el mundo, la filosofía de la educación no las inventa, pregunta por ellas y las encuentra. Por ejemplo, la Paideia griega consistía
en educar ciudadanos cuyo fin era el ocio, en oposición al negotium. El trabajo educativo, entonces, desembocaba en el bios thoeretikós. El filósofo no crea educación (¿o sí?), sino que reflexiona sobre la educación existente, pretérita o actual, y sobre sus modelos educativos (teoría y práctica). O’Connor, dice Fullat en su Introducción a la filosofía de la educación, enumera los fines de la educación: proporcionar habilidades mínimas, capacitación laboral, despertar deseo de conocimiento, desarrollar perspectiva crítica, estimular el aprecio por la realización humana. Como puede verse son lugares comunes. Los últimos incluso no son fines científicos. La filosofía de la educación también debe distinguir los elementos que conforman el proceso educativo, es decir, deberá ocuparse de mostrar los fines ocultos de la educación y de analizarlos.
La filosofía de la educación da cuenta de la antropología y de la cosmovisión (Weltanschauung), inspira prácticas y concepciones educativas, todo lo cual guía la educación, los modelos educativos. Para Kant, había tres grandes preguntas a contestar: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer? y ¿qué me cabe esperar? Las tres reducidas a una: ¿qué es el hombre? La educación da cuenta de ésta y respuesta a las otras, puesto que con la educación el hombre es hombre y, como tal, puede saber, debe hacer y le cabe esperar lo que le fue transmitido por la educación.