Cambié y Cambió el Mundo P. José Pastor Ramírez, SDB rjosepastor@gmail.com
Pixabay
Fundamento antropológico, psicológico y espiritual de la vida interior Distinguidos lectores del boletín: Esta es la primera entrega de una serie de artículos que he denominado “Pedagogía de la vida interior”. Hoy en día se verifica que los procesos educativos preparan a los educandos y a los docentes para “hacer”, dejando de lado los aspectos de “ser” y “sentir”. Y precisamente tanto la espiritualidad como la interioridad se fundamentan y fortalecen en el ser y en el sentir. Cuando se crece en la vida interior se abren a la persona las puertas de la felicidad, de las relaciones, de la realización y de la santidad. Es decir, se busca aprender a ser desde sí mismos y, como consecuencia, a convivir con los otros respetando las diferencias, sin pretender que sean como nosotros quisiéramos. En nuestras relaciones manifestamos y revelamos actitudes profundas que delatan algo de nosotros, y el nivel de profundidad o superficialidad con que las vivimos, es de alguna manera el reflejo de cómo nos vivimos y experimentamos a nosotros mismos. En este sentido, Ana Alonso, en su libro “Pedagogía de la interioridad”, sostiene que todo intento que se realice para proponer una pedagogía de la vida interior ha de partir de tres aspectos principales: antropológico, psicológico y espiritual. En lo antropológico hay que considerar, a su vez, cuatro dimensiones: relacional, física o corporal, psicológica y espiritual. Por otra parte, es a través de la dimensión Boletín Salesiano Antillas
24
física o corporal que la persona se relaciona y percibe la información del mundo exterior e interior por medio de las sensaciones. El cuerpo es la transparencia de cuanto somos. Es de vital importancia saber captar los mensajes que él nos manifiesta constantemente. En la dimensión psicológica son fundamentales las emociones y los sentimientos porque poseen una relación directa con el cuerpo. Por ejemplo, las emociones surgen como respuesta a los acontecimientos internos y externos. Forman parte de quiénes somos y de cómo nos vemos. Por su parte, los sentimientos varían de una persona a otra. Conocer qué nos emociona y por qué, y la manera como nos sentimos ante determinados sucesos, acontecimientos o situaciones nos ayudará a reconocer una parte importante de nuestra identidad única, que puede tener mucho en común con la de los otros, pero nunca ser igual. Estos pueden ser agradables o desagradables. La familia, la escuela y la sociedad tienen una alta deuda con la persona, por el simple hecho de que no se ha logrado alcanzar una verdadera alfabetización emocional. Incluso, se podría hablar de analfabetismo emocional. Lo que no favorece la peregrinación que cada individuo ha de hacer a su interioridad, a su centro y a su templo. Probablemente es este uno de los factores que impulsa a no habitar la propia casa, sino la del otro. Enero-Febrero
de
2022