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Sofía Garduño Buentello

Demersales en A mayor

Vivir la muerte: sobre Pilar Aguirre y su libro, muertito y coleando

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La primera vez que escuché un poema en boca de Pilar Aguirre fue allá por el 2016, durante la primera sesión a la que asistí del Taller Experimental de Literatura coordinado por Flora Calderón.

Lo recuerdo perfectamente porque hablaba sobre las peras y a mí las peras siempre me han parecido una fruta por demás carismática.

El poema titulado “Del peral”, sería publicado ese mismo año junto con otros textos de su autoría, letra en puño, en: “El Experimento (Antología del Taller Experimental de Literatura”, Colección Voz de arena, ICBC, 2016). - Cuando las peras caen en las brasas, alucinan,

Se hacen dulces como postres.

A partir de entonces seguí la poesía de Pilar y, gracias a la vida y al tiempo en común, llegué a conocerla también a ella.

Quien ha platicado con Pilar sabe que está en presencia de un alma vigorosa y joven, llena de ingenio y perspicacia. Esto se ve reflejado a lo largo de toda su obra literaria, y en especial en su último libro publicado “Chiras pelas, calacas mueres: cuentos, poesías y anexas” (Pinos Alados, 2020).

El título es atinado y describe perfectamente la personalidad de su autora: juguetona y colorida. Es curioso que este libro comenzara a escribirse mucho antes de estos tiempos de pandemia en los que la única certidumbre es la incertidumbre de la muerte. De esta manera, su lectura abre el diálogo abierto con “la tilica y flaca” y nos permite echar un vistazo a aquellos momentos que la definen: lo último que hicieron los occisos que habitaron estas páginas antes de partir a otro plano.

El campo semántico y los recursos que utiliza Pilar son ricos en texturas. Van de lo popular a lo universal, de lo terrenal a lo onírico y hace uso magistral de su cámara poética para fotografíar el momento del deceso de sus personajes a manera de registro y homenaje. Este libro más allá de intentar descifrar la experiencia críptica de la muerte, habla de las variadas circunstancias que rodean al suceso haciendo honor a cada vivencia humana de la muerte. Así es, como se oye, vivir la muerte.

Deben saber (spoiler alert) que todos mueren en este libro, nadie se salva.

Al igual que para todos nosotros, un día se cerrará el telón, se apagarán las luces y todo será obscuridad como en un agujero negro, la gravedad será tal que no sentiremos el tiempo pasar y el espacio se estirará hasta doblarse sobre sí mismo. Estaremos detenidos.

Mientras tanto, abro hilo: ¿la experiencia de la muerte es la misma para todos? Muriel Barbery, en su libro “La elegancia del erizo” (Seix Barral, 2007) diría que lo importante es lo que estábamos haciendo antes de morir. Sin embargo, Pilar escribe sobre muertes repentinas, muertes sin aviso, muertes jóvenes, muertes por generación espontánea. Así, nos libera de la responsabilidad de ser héroes, justicieros, o grandes amantes a la hora de nuestra partida. Esa gloria se la dejaremos a los suicidas aunque por ahí se cuela alguno.

Pilar termina su libro con un “Manual del bien morir” del que me quedo con esto:

Relájate, esta muerte es tuya y de nadie más

En estos momentos de pandemia, en los que por primera vez estamos viviendo la proximidad de la muerte como una experiencia global y colectiva, apropiarse de ella tal vez sea la única manera de sobrevivir (por así decirlo) a la convulsión que debe ser el último respiro.

Inhala hondo, hazla tuya, al fin la estás viviendo, la gran incertidumbre se ha materializado.

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