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Mario E. Pineda Quintal

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Blanca Vázquez

Blanca Vázquez

Nos vemos en el slam.

Nos volveremos a ver.

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Nos volveremos a ver, eso es seguro. La banda tocará sus mejores rolas y allí estaremos dándonos de patadas, codazos y empujones, le daremos vida de nuevo a ese espacio violento que también es de hermandad porque quien cae es levantado de inmediato.

Solo esperamos que la música vuelva sonar en vivo a todo volumen para salir del confinamiento ordenado por las autoridades y regresar al grito de “mucha policía poca diversión”.

Estaremos de nuevo parados frente a la tarima con las ganas de que reinicie el rock, el ska, el metal o cualquier escándalo musical que nos haga recuperar nuestra sana distancia, la que de verdad nos da vida.

Nos olvidaremos las tocadas digitales y las leyes secas, de nos olvidaremos de policías preguntando ¿pa dónde va?, nos olvidaremos de contagios y mandaremos a la chingada a funcionarios dando cifras, tras cifras como si imponer miedo fuera la solución.

Otra vez migraremos de fiesta en fiesta despertando las que se quedaron canceladas cuando la pandemia cerró todo y exigiendo nuevas canciones que solo la cultura alternativa tiene en la sangre.

Nos volveremos a ver, sin tapaboca y pasándonos la caguama o el vasote de chela en lo que terminan los ensayos de sonido para que los instrumentos sean como antorchas encendidas que nos guían del toque de baquetas hasta la rola que suena después del grito de ¡otra, otra, otra!

Estaremos juntos de nuevo sin la distancia de metro y medio, abrazados de hombro en hombro dando vueltas en el círculo de paz que nos recuerda que no importa cuántos codazos, patadas y empujones nos demos, al final seguimos siendo hermanos, compañeros, camaradas y banda.

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