Número 16. Junio 2014 -Julio 2015.
Un año después
delatripa: narrativa y algo más
Revista
Narrativa y algo más Número 16. Junio 2014 a Junio 2015. Es un proyecto de la Catarsis Literaria El Drenaje, editada en Mérida, Yucatán. Revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría (romeolobos@yahoo.com.mx). Consejo Editorial: Angélica Santa Olaya, Alejandra Aké Sustersick, Joelia Dávila, Cristina Leirana, Katia Rejón, Roberto Cardozo, Jorge Manzanilla, Mario Pineda Quintal, Daniel Ferrera y Édgar Damián.
Contenido Juego teatral de ilusión - realidad en la construcción narrativa de El amante del Teatro Jessica Marcela Mora Camarena ........................ 3 El asilo Iliana Hernández Partida ................................. 11 Relatos Luis Mendoza .................................................... 14 Retroceso Erick Salgado ................................................... 23 Ecclaire de chocolate Mónica Martínez ............................................... 25 Desechable Jéssica de la Portilla Montaño de Juárez ........ 26 Saudade Ariel López ........................................................ 27 Narraciones Gladys Beatriz Gamboa Hamilton .................... 29 Parricidio Adán Echeverría ............................................... 30 La piel de Adriana o un mundo sin likes Ángel Fuentes Balam ....................................... 31 Día de independencia Esaú Cituk Andueza ......................................... 36 La Metamorfosis de Franz Kafka o los porqués de la cucaracha Jesús Suárez ...................................................... 37 El beso de Juan Gabriel Adán Echeverría ............................................... 42 Reflexionando Blanca Nieves Eslava ....................................... 43 Unforgettable Juan Machín ..................................................... 45 Narraciones Jhonny Euán ..................................................... 47 Relatos José Reynold Quintanilla Morán ...................... 51 Sin necesidades Ibrahum Pech ................................................... 55 delatripa: narrativa y algo más
Los retos de la abuela Ibrahim Pech .................................................... 59 Anoche Daniela Eugenia ............................................... 65 Los signos en trasmutación Andrés Galindo ................................................. 66 Inti vino a nacer en Actlipa Jesús Guerra Sánchez ....................................... 72 De entrada un buen Escarnio Blanca Vázquez ................................................. 77 Gritar por donde arde el asfalto Jorge Manzanilla .............................................. 79
Columnas Memorias de nómada Katia Rejón ....................................................... 83 ¿Te atreves a seguirme al infierno? Jéssica Montaño de Juárez ................................ 85 Sin papeles Daniel Ferrera .................................................. 87 Nos vemos en el slam Mario Pineda Quintal ...................................... 89
Imágenes portada e interiores del Artista
Francisco Martín
Juego teatral de ilusión - realidad en la construcción narrativa de El amante del Teatro Jessica Marcela Mora Camarena "El deseo de verificación es comprensible, Pero no siempre puede ser satisfecho. No hay distinción entre lo que es verdadero y lo que es falso. Las cosas no son necesariamente verdaderas o falsas; pueden ser a la vez verdaderas y falsas". Harold Pinter.
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a finalidad del presente trabajo será mostrar cómo la narrativa del cuento "El amante del teatro", de Carlos Fuentes, está construida a partir de diversos elementos teatrales. Es decir, narrativa y teatralidad confluyen a lo largo del relato, para con ello dar un mayor efecto de ilusión teatral en el lector y a la historia en sí misma. Elementos que, a su vez, se encuentran en relación intertextual con otras obras. De esta forma, a partir de nuestro análisis, veremos que el cuento de nuestro autor está construido sobre la base de un mosaico intertextual que establece un diálogo entre la narrativa y la disciplina teatral. En principio, habrá que poner de relieve que el juego "ilusión-realidad" es justamente el tema principal en torno al cual se desarrolla nuestra obra. Tema que Fuentes retoma, en primera instancia, de la obra del dramaturgo inglés Harold Pinter, El amante. En esta obra teatral, observamos que los protagonistas, marido y mujer, sólo logran comunicarse como pareja a partir de un juego de representación ficticia; en el que aparentan ser otras personas: juegan a ser amantes. En relación con el juego de ilusión-realidad, en la obra de Pinter, George E. Wellwarth nos explica que los personajes del dramaturgo inglés necesitan del juego, no sólo para conseguir a través de él una cierta potencia sexual, sino también porque:
Sólo pueden conseguir la comunicación física a través de un complicado proceso de comunicación emocional. Es tan grande la esterilidad, tanto física como emocional, de la pareja, que sólo pueden acercarse el uno al otro en un mundo de fantasía (Wellwarth 2013: 17).
Éste es el tema que recoge Fuentes para desarrollar su relato. La relación intertextual entre ambos textos la podemos encontrar tanto en el título, de manera velada, como en el primer paratexto del cuento de Carlos Fuentes: "A Harold Pinter y Antonia Fraser" (Fuentes 2008: 529). No obstante, en nuestra obra, el autor mexicano desarrolla y resignifica el tema de una manera diferente. Aquí no se trata de una pareja, sino de la esterilidad física y emocional de un personaje que se conduce en solitario: el protagonista. Mismo que construye desde la narrativa de una forma peculiar, como ya apuntamos, a partir de conceptos teatrales. El cuento "El amante del teatro", narrado en primera persona, se trata de un hombre cuyo pasatiempo favorito es asistir al teatro. Nuestro protagonista es un mexicano solitario residente en Londres, Lorenzo O´shea o Larry O´shea, quien trabaja en la industria cinematográfica en el área de edición. Larry se convierte en un verdadero amante del arte escénico, al grado de acudir al teatro delatripa: narrativa y algo más
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londinense al menos dos veces por semana. Actividad cuya motivación él mismo explica: La escena me proporciona la distancia viva que requiere mi espíritu (que exigen mis ojos). Estoy allí pero me separa de la escena la ilusión misma. Soy "la cuarta pared" del escenario. La actuación es en vivo. Un actor de teatro me libera de la esclavitud de la imagen filmada, intangible, siempre la misma, editada, cortada, recortada e incluso eliminada, pero siempre la misma. En cambio, no hay dos representaciones teatrales idénticas (Fuentes 2008: 350).
Pero la fascinación que ejerce en nuestro protagonista la representación escénica se comprende no sólo en tanto la dicotomía entre teatro y cine, esté último su espacio laboral, sino también en relación con la dicotomía que existe entre su propia realidad monótona y la liberación catártica que le ofrece la ilusión teatral. Larry se asume como la "cuarta pared", como el plano de contacto que existe entre el espacio teatral (la escena viva) y el público. En otras palabras, él no se percibe como un espectador más en la sala, sino que se ubica a sí mismo en el espacio de la boca del escenario. No dentro de la escena ni fuera de ella, él es la cuarta pared porque justamente está en esa zona intermedia entre la ilusión teatral de la escena viva y la realidad. Desde este punto de vista, comprendemos porqué la representación le ofrece a nuestro protagonista "la distancia viva" que su espíritu requiere, porque lo que requiere es la posibilidad de una alternativa momentánea que lo distancie de su realidad: ésta es la ilusión escénica. Sin embargo, el juego entre ilusión-realidad no quedará ahí, conforme avanza el relato esta distancia tomará otros matices y paulatinamente se irá acortando. Esto sucede cuando Larry descubre a su vecina desde su ventana y la labor de observarla se convierte para él en una obsesión. Nuestro protagonista comienza a construir una ilusión en torno a la chica que todos los días al abrir las 4
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cortinas de su casa le ofrece un espectáculo muy peculiar. Se trata de una actriz ensayando su próxima obra de teatro, pero Larry desconoce dicha circunstancia. El enamoramiento por la mujer de la ventana crece tanto en O´shea que éste se niega a conocerla personalmente con tal de no romper la ilusión. La obsesión crece tanto que Larry llega al punto de pedir vacaciones en su trabajo, para poder dedicarse a observar a la chica a través de la ventana, noche tras noche y esperando el día entero para que ella abra las mágicas cortinas a modo de telón. En este sentido, observamos que tanto el protagonista como la chica comienzan a construir una especie de teatralidad a partir del juego de la ventana. Ella nota que es observada y continúa discretamente con el juego. En dicho juego, ella es la actriz y nuestro narrador protagonista, a través de quien conocemos la historia, es el espectador. Esto implica en sí mismo un juego de narración de cierta forma teatral, todo lo que sabemos es a partir de la visión de Larry, pero no se trata de focalización desde el punto de vista de Genette. Se trata, en cierta medida, de visión teatral. La visión, según el estudio de José Luis García Barrientos, se define de la siguiente manera: Un elemento fundamental del teatro es el público. La recepción dramática que se denomina visión, a través de los fenómenos que de ella surgen, se subraya el carácter primordialmente del teatro: "Teatro es por esencia, presencia y potencia visión espectáculo-, y en cuanto público, somos ante todo espectadores, y la palabra griega teatro, no significaba sino eso: miradouro, mirador" (García Barrientos 2007: 193).
Con base en lo anterior, podemos afirmar que la ventana es ese mirador, Larry es el espectador, el público. Sin embargo, esta representación teatral en el relato ya no está delimitada como al principio del texto, cuando Larry asistía regularmente al verdadero teatro. Ahora el límite entre ilusión y realidad es más ambiguo. La vecina es un personaje y a la vez es la mujer desconocida; él es el espectador moviéndose
en esa zona intermedia de la cuarta pared. Pero esta vez oscilando entre la representación, su estatus como público y la realidad misma: el protagonista se debate entre conocer a la mujer de carne y hueso o mantener intacta la ilusión ficticia. Sobre esta base, podemos afirmar que el juego de ilusión-realidad, en el que se encuentra inmerso nuestro personaje, está construido de una manera un poco más compleja que en la obra de Pinter. El mundo de fantasía en el que Larry logra liberar su esterilidad emocional se construye primero frente a la representación teatral, actividad en sí misma lúdica e ilusoria por excelencia. Es decir, el juego comienza en su calidad de público y no como en la obra del dramaturgo inglés, en calidad de personaje. El juego va creciendo en la mente de Larry, al extremo de percibirse a sí mismo parte de la representación; pero es hasta la segunda parte del relato que nuestro personaje abandona por completo su lugar como público y se asume físicamente un personaje más dentro de la obra teatral. Asimismo, del concepto de visión, como lo anota García Barrientos, surgen otros fenómenos teatrales, tal es el caso de la distancia. Ya hemos visto al principio, que la distancia que Larry necesita y concibe como espectador está en el plano de la cuarta pared. Se trata de una distancia acortada con respecto al espectáculo, es ambigua en relación con su rol de público. Y es que de la distancia depende el efecto de ilusionismo y antiilusionismo en el teatro. Barrientos nos explica que a mayor ilusión de realidad hay una mínima distancia representativa: La distancia representativa es una categoría estética general que se mide entre el plano representante y el representado de cualquier obra de arte u obra y que resulta inversamente proporcional a la ilusión de realidad. (García Barrientos 2007: 194, 195).
Entonces, si de por sí Larry, público frecuente del teatro londinense, vive el espectáculo con una mínima distancia (desde la boca del escenario, concibiéndose a sí mismo como la cuarta pared),
comprendemos que esta distancia se acorta a un nivel extremo frente al espectáculo de la ventana. De ahí que el efecto de ilusión de la realidad comience a confundir al protagonista con respecto a la chica. No obstante, mientras la distancia teatral se va acortando al interior del relato, al mismo tiempo la distancia narrativa se va acrecentando en relación con el lector; ya que, en la narración, la ilusión de realidad se acentúa en tanto el narrador es cada vez más transparente o invisible: "el hecho de que atraiga la atención sobre sí, no puede sino incrementar la distancia: hacer a aquél consciente de la narración, del hecho de que alguien le está contando una historia" (García Barrientos 2007: 195). Esto sucede a lo largo de todo el relato, el narrador protagonista hace frecuentes llamadas al lector: "querido lector", "estimado lector", "el lector comprenderá", etc. De modo que el juego de ilusión de la realidad en el interior del relato y con respecto al lector pareciera ir en direcciones opuestas. Regresando al interior del relato, vemos en la narración que esta distancia va acercando los planos de manera proporcional al creciente y obsesivo enamoramiento de Larry por la chica. Dicha distancia llega su mínimo nivel cuando el protagonista descubre a la chica de la ventana representando en el teatro el papel de Ofelia en la puesta profesional de Hamlet. Ahí comprende que ella permitió que el juego teatral ocurriera, debido a que se encontraba ensayando su papel y él le sirvió de espectador. Pero al mismo tiempo, también es en ese momento cuando el enamoramiento llega a su máximo nivel y con ello crece la confusión entre ilusión-realidad: Larry se descubre enamorado de "Ofelia" el personaje y no de la mujer que vive frente a su departamento. Es por esa razón que regresa una y otra vez a las funciones para ver a su amada. La obsesión es tal que comienza a perder la noción de la realidad, hasta llegar al punto culminante de romper mentalmente la cuarta pared. Vale decir, al vivir el espectáculo con una mínima distancia entre el plano de lo representado y su plano como espectador, la ilusión de realidad delatripa: narrativa y algo más
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tan nítida lleva al protagonista a concebirse a sí mismo como un actor más de la representación y ya no como la cuarta pared: El teatro era mi catarsis no sólo emocional sino sexual. Toda mi energía erótica, mi libido entera, la dejaba en la butaca del teatro. Mi fuerza viril se me desparramaba. Mediante la emoción escénica ascendía de mi sexo a mi plexo y de allí a mi corazón batiente sólo para instalarse como una reina en mi cabeza. Mi cabeza ya no de espectador sino de actor a la orilla del escenario, viviendo la emoción del teatro como un participante indispensable. La audiencia. Yo era el público de la obra, sin mi presencia, la obra tendría lugar ante un teatro vacío. Ven ustedes cómo pude trasladar esta emoción teatral a la pura visión de mi amor, la chica de la ventana, y convencerme de que bastaba esta liga visual para satisfacerme plenamente (Fuentes 2008: 535).
En este sentido, hay que subrayar tres cosas: primero, el autor coloca en cursivas las palabras espectador y actor. Es decir, esta transición de público a actor, la ruptura mental de la cuarta pared por parte de Larry, no es una construcción arbitraria del relato, sino una construcción bien pensada por parte del autor. Aquí vemos cómo utiliza de manera muy particular los elementos de la disciplina teatral, para dar un efecto más nítido al juego de ilusión-realidad. Segundo, el motivo de ilusión-realidad en relación con la comunicación sexual y emocional, extraído de la obra de Pinter, encuentra en este punto su máxima expresión en el cuento de Carlos Fuentes. Así como en El amante de Harold Pinter, en donde la pareja sólo logra comunicarse a través de la libertad emocional y la potencia sexual dadas por el juego; de la misma forma Larry expresa que la "visión" de su amada Ofelia en la escena es el punto culminante que le ofrece la potencia emocional y sexual que lo hacen sentir emocionalmente vinculado y en comunicación con el objeto de su amor. 6
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Y tercero, el acotamiento de la distancia, cuyo resultado es una relación espacial más cercana y de mayor integración entre la representación teatral y nuestro espectador protagonista, provoca también un juego de distancia temática o argumental entre la ficción y la realidad al interior del relato. Con respecto a este tipo de distancia, García Barrientos nos explica que se trata de la distinción entre el plano de la "naturaleza de lo ficticio" y el de la "naturaleza de lo real". En el teatro, ficción y realidad se corresponden dado que se trata de una representación en vivo, de una cara representada y una cara representante, con la fábula y la escenificación, indisociables del acto de comunicación real en que se produce y que la produce (García Barrientos 2007: 194). La distancia temática se comienza a dar desde el espectáculo frente a la ventana, pero se acentúa con mayor fuerza en la representación de Hamlet. Allí Larry se enamora por completo de Ofelia el personaje, se asume como un actor más del espectáculo y se crea también una cierta rivalidad con el actor principal de la obra por el amor de Ofelia. Inclusive, una vez más se debate entre amar a la actriz (la mujer cuyo nombre desconoce) o al personaje: "decidiría qué hacer. Purgarme de ella, asimilarla como lo que era, actriz profesional. O ir esta vez a su camerino presentándome" (Fuentes 2008: 542). Finalmente, decide dejar intacto el juego, su mundo de fantasía, para seguir amando al personaje. Asimismo, la distancia argumental comienza a tomar otros matices y mayor profundidad cuando Larry se convence de que Ofelia lo mira y le guiñe desde el escenario. Dichos guiños aumentan el enamoramiento en Larry, al mismo tiempo que aumentan el asentamiento de la convención teatral. De este modo, la confusión del protagonista con respecto a la ilusión de la representación teatral y la realidad ya es absoluta. Con ello, los guiños de la actriz, desde el escenario, construyen otro tipo de distancia teatral: la distancia interpretativa. Ésta es la que se da entre el personaje dramático y la persona real, entre el
actor y la persona ficticia, "el papel" o "personaje" (García Barrientos 2007: 200). Por otro lado, la distancia interpretativa también está relacionada con el espacio. En el caso de nuestro relato, se trata de un espacio clásico de escena cerrada, cuya separación entre espectáculo y espectadores está definida por las luces y el telón. Es decir, un espacio clásico en el que la comunicación se da sólo cuando se abre el telón y se enciende la iluminación; un espacio con escenario recto y cuyo plano de contacto es la boca del escenario y la cuarta pared. En este sentido, la distancia interpretativa se manifiesta con mayor claridad en el espacio escénico cuando éste se convierte en un espacio, por ejemplo, icónico realista, como es el caso de nuestro cuento. De tal suerte que "el efecto de quiebra de la ilusión de realidad de cada una de estas "anomalías" en el público es inversamente proporcional a su grado de asentamiento como convención" (García Barrien-tos 2007: 200). Esto es lo que sucede en la recepción de Larry. En cuanto nota el guiño de la actriz, y dado que acepta la convención ya sin distinguir entre realidad y ficción, se arroga cada vez más su participación como actor dentro de la representación. Con ello aumenta la distancia argumentativa al nivel de la narración. Es por esta razón que Larry acaba por romper completamente la cuarta pared al subir al escenario en el desenlace de la obra teatral. Está convencido de que debe salvar a Ofelia, que realmente será asesinada. Sin embargo, incluso en ese momento, la distancia argumentativa sigue latente en el relato; ya que el actor principal finge, según nos explica el narrador, que todo es parte de la obra y de su propuesta escénica innovadora. De este modo, en el desenlace del cuento, la distancia y el juego de ilusión-realidad permean también al nivel del lector. Es decir, nosotros ya no sabemos si Ofelia murió en el escenario o si todo estuvo planeado por el intérprete de Hamlet, Peter Massey, y el resto del elenco. Con ello, el personaje se construye como espectador-actor de la representación. De esta
forma, y desde el punto de vista teatral, el espacio escénico se convierte también en el espacio diegético o argumental. Este último espacio explicado desde el punto de vista de García Barrientos se define de la siguiente manera: El espacio escénico o argumental es el componente espacial del contenido, el conjunto de los lugares ficticios que intervienen o aparecen, de la forma que sea en la fábula o argumento; el espacio significado en su integridad, o si se quiere, el espacio representado mediante cualquier procedimiento representativo (espacial o verbal, dramático o narrativo, etc.) […] es en definitiva el espacio de la ficción, sin determinación genérica o modal ninguna: listo para ser narrado en una novela lo mismo que para ser filmado en una película o para ser representado en un teatro (García Barrientos 2007: 128).
Con base en lo anterior, podemos afirmar que en el relato de Fuentes la unión del espacio escénico con la diégesis de la narración crea un efecto teatral muy particular: el espacio escénico se ha extendido hasta la sala, el lugar del público. Sala y espectadores son parte del escenario, debido a que los espectadores han comenzado a tomar un rol de actores en la representación. Y dado que el espacio dramático se define como "la relación entre los espacios diegético y escénico, es decir, la manera específicamente de representar los espacios ficticios del argumento en los espacios reales disponibles para su escenificación" (García Barrientos 2007: 128); podemos afirmar que el edificio teatral por completo es parte del espacio dramático del relato, junto con los demás espacios narrativos enunciados a lo largo del cuento. Es a partir de lo anterior que vemos que la construcción narrativa, a partir de elementos provenientes de la dramaturgia y la disciplina de la representación teatral, en general, crean un mayor efecto de ilusión-realidad teatralizada en el lector. En conclusión, como hemos observado, la historia de Larry O´shea como espectador de teatro, delatripa: narrativa y algo más
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en relación con el tema de ilusión-realidad, se construye a partir de la visión teatral del espectador protagonista. En esta construcción, a su vez, se juegan los elementos de ilusionismo teatral, distancia argumentativa, interpretativa y narrativa. Todos perfectamente bien distribuidos en los distintos espacios en los que se desarrolla la historia: en el espacio diegético o argumental, en los espacios escénicos (la ventana y el teatro donde se representa la obra) y en el espacio dramático. Este último, configurado por el espacio en el que el narrador protagonista comienza a participar de la representación, al romper paulatinamente la cuarta pared. De esta manera, el juego de ilusión-realidad, tema principal, se construye de una forma completamente distinta al de la obra de Harold P. En este caso, la comunicación sexual y emocional no necesita de una comunicación e interacción física por parte de la amada, ésta se da únicamente a partir de la "visión" escénica. Aquí no se trata de un juego explícito de representación, sino de la construcción de la ficción a partir de la visión del espectador-actor.
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Para finalizar, con base en nuestro análisis podemos observar que nuestro cuento presenta un interesante diálogo entre dos disciplinas artísticas: narrativa y teatro. Diálogo en el que confluyen focalización narrativa y visión teatral; distancia argumentativa, interpretativa y narrativa; y espacios diegético y dramático. Todo en conjunto, con la finalidad de desarrollar el tema "ilusión-realidad", tomado de la obra dramática de Harold Pinter, creando en el lector artificios artísticos propios de la escena viva con respecto al juego teatral-narrativo del protagonista.
Bibliografía Fuentes, Carlos. Obras reunidas III, "El amante del teatro", México: FCE, 2008, 529-550. García Barrientos, José Luis. Cómo se comenta una obra de teatro: ensayo de método, España: Editorial Síntesis, 2007. Pinter, Harold. El amante, http://www.LibrosTauro.com.ar, marzo-2013, 1-16. ----- George E. Wellwarth. "Sobre el amante", 17-18.
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El asilo Iliana Hernández Partida
É
ramos dos adolescentes pendejos y solitarios en esa reseca llanura llamada Tijuana. Cada uno queriendo encontrarse un poco, sentir, resquebrajarnos la corteza de la piel de vez en cuando. Antes del asilo, pasábamos los sábados retorcidos entre las cobijas queriendo salvar al mundo con el control remoto en la mano y una profunda flojera de levantarnos a diseccionar esto que usted llama vida pero que entume, acalambra y nos hace deducir que hemos de nombrar la realidad con cuanta palabra descarnada se nos venga a la mente para atizarle significados. Como buenos redentores del mundo, del pedazo de mundo jodido en el que crecimos, el Juan y yo, decidimos servir a Jesucristo en un asilo de la colonia. Era una enorme pocilga de concreto, más miserable por su color blanco que enseñaba a los transeúntes la cara más mugrosa de su evangelio de viejos. Yo picaba papas en la cocina, llenaba una olla enorme y las ponían a cocer; luego uno de los religiosos del asilo le echaba azúcar desafiando la efectividad de los medicamentos contra la diabetes y añadía la polvorienta canela que convertiría a las dichosas papas en camotes enmielados para la cena. El Juan barría y trapeaba, y no le faltaba tiempo para contarme de su mamá que hacía muñecas de trapo para entretenerse y del banco en el que trabajaba; la verdad no me importaba su plática, me entretenía más observar a los ancianos olvidados desde hacía tanto; los religiosos de la congregación habían bautizado a media población con nuevos nombres, porque
las familias de los vejetes los tiraron ahí, para esconder la cabeza debajo de la tierra y no ver más ésas manos temblorosas como ramas; asqueados de los olores macerados, hartos del cuenta que recuenta las mismas sobadas historias. El Juan sólo era un amigo, pero al vernos tan dedicados como voluntarios católicos, y puntuales a las ocho de la mañana para las faenas diarias, se corría el rumor de que andábamos. Ahora entiendo el por qué se me hacía raro que me acompañara por las tardes hasta mi casa, con los cachetes colorados de pena y me preguntara a cada rato quién me gustaba, si tenía novio o qué. Juan cambiaba pañales a los viejitos y ayudaba a meterlos a la regadera sólo para compartir un tiempillo conmigo. Aquellos sábados, yo hablaba por horas con Lolita, una anciana que había sido pretendida por el manco Álvaro Obregón; ella lo rechazó porque no le gustaba, me decía y yo le daba de comer en la boca porque ella tenía las manos agarrotadas, vueltas en un círculo doloroso de huesos, y me pagaba con consejos que no supe escuchar, o que ya se me olvidaron. Lo que el Juan no supo era que yo no iba al asilo por bondad o generosidad, iba porque necesitaba ver a los más olvidados y enfermos para tratar de entender algo que también me atravesaba y me estaba matando. Me aguantaba las ganas de vomitar cuando limpiaba los baños, o al vaciar las bolsas de orina. Todo porque en esos años me cargaba delatripa: narrativa y algo más
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una culpa que me hacía pagar limpiando vómito, abriendo ventanas, atragantándome de nostalgias que arreciaban con los monólogos de los ancianos dementes, los llantos y las rayadas de madre que me aventaban, seguro me las merecía. Había una mujer joven que vivía en el asilo, Lupita, estaba perdida en el limbo del odio y gritaba con horror y dolor cuando alguien intentaba acercarse a ella; apestaba siempre porque era difícil hacer que se bañara. Sus nalgas y pechos se le desbordaban de cualquier ropa que le ponían, se entretenía sentada en un rincón donde se platicaba a sí misma y reía; pero enfurecía si alguien le hablaba. Los religiosos dijeron que sólo llegó y no se animaron a correrla, años después entendería por qué era más prisionera que habitante resignada. No sé cuántos meses pasé mis sábados en aquel lugar, por más que limpiábamos siempre brotaba la peste de las paredes, del suelo surgía un olor enrarecido, era tristeza, esa mugre amarilla de las sábanas, una insuficiente taza de baño para tanta gente. Regresé a la prepa y me olvidé de los ancianos; me pasaba los fines de semana en el Río Rita o en el Last Temptation, sin que me cruzaran por la mente las promesas de volver con los viejillos, tocar sus manos y sus cabellos grasos. Los había olvidado.
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Un domingo de esos raros que uno entra a la iglesia así porque sí, me senté en una banca a orar, a pedirme por milésima vez no olvidarme de sentir, y en silencio le dije a Dios que creía en él y que siempre creería aunque su reputación cada vez estuviera más devaluada; aun en contra de la realidad alucinante, pavorosa, aun cuando fuera más justo dejar de confiar en su acción incomprensible, en su mantra del "hágase tu voluntad y no la mía", así oré durante un rato en una iglesia vacía, había algunos anuncios pegados en el periódico mural del templo, me detuve a leer un comunicado con sellos de cruces donde se hacía del conocimiento del público que los hermanos de la congregación del asilo habían sido expulsados por conducta impropia y "delitos lamentables". No tuve que preguntar mucho para enterarme que los hermanos armaban tremendas borracheras en las noches y se ensañaban con los ancianos; no pude sino aumentar otro peso a mis culpas, había cerrado los ojos de nuevo a lo que el horror de Lupita nos gritaba con su cuerpo. La peste en el asilo no desaparecía porque por más que limpiábamos durante el día, los religiosos se reventaban el instinto salpicando su inmundicia en la oscuridad; por eso los moretones y rasguños inexplicables, los chillidos de los dementes ante la persignada presencia de los hermanos. Pero para mí era tarde para ir y limpiar de nuevo.
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Relatos Luis Mendoza
Un murmullo bajo la lluvia —En esta vida estamos solos y muertos— dijo la abuela antes de morir, sentada en el mecedor, con los brazos en el pecho inflado de matriarca cansada. La joroba de dromedario impasible sobresalía de su enorme caparazón de elefanta muerta. Pensé: "Mi abuela es un roble derrotado". Nunca le conocí tristeza alguna. Siempre se mantuvo estoica, incluso cuando mataron a su esposo Juventino. Por las mañanas, Juventino se sentaba en las escaleras del patio a fumar mientras los pájaros cantaban en sus jaulas. Nunca se percató que el día de su cumpleaños iba a ser el último de su vida. Alguien se postró frente a su casa: un hombre llamado Espiridión —cuya fortaleza de acero era perceptible desde lejos— desenfundó su escuadra y le pegó un tiro. Sólo se escuchó el rebote ronco de su cabeza. La sangre brotó de la sien, derramándose lento por cada escalón. Quizá eso fue lo que arruinó a la abuela y la mantuvo en el mecedor durante casi cinco años, encerrada en su habitación, empolvada; aunque sabía esconder perfectamente sus ojos de fiera lastimada. El día parecía igual que los anteriores; pero tenía algo nuevo: la abuela Alejandrina se movía en el mecedor. Era una manecilla de un péndulo cansado. Estaba agonizando desde la semana pasada por un dolor en el vientre. Las piernas se arquearon por el peso de sus huesos y la grasa acumulada de casi noventa años de 14
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trabajo. Su respiración era rasposa. Nada podía alterarla. El canto de los grillos la arrulló durante el periodo de aguas. Se quedó dormida durante casi toda la mañana y yo salí a ver el ganado. La abuela Alejandrina no había probado alimento en todo el día, por eso mi hija se quedó con ella para cuidarla y darle de comer. La mañana de ese sábado la puso melancólica. Siempre tomaba una taza de café con leche bajo el techo de lámina de la cocina y nunca se quejaba. Sin embargo, cuando llegué a la casa, mi abuela estaba muriéndose. —Sácame afuera, al corredor. Quiero mojarme con la lluvia —me dijo y no pude negarle su última voluntad— Ponme mi reboso y no me quites el anillo que Juventino me dio —murmuró. Aún me pregunto de dónde saqué fuerzas, pues desde que me trozaron el pie me ha sido difícil cargar pesado. Todo empezó cuando —en el atrio de la iglesia— hicieron la fiesta patronal. Esa tarde hubo fuegos pirotécnicos y fritangas y rodeo de caballos y reses. Me acostumbré a subirme a esos caballos embrutecidos. Esa diversión sin precedentes me costó los dos dientes frontales y una pierna rota que nunca se pudo arreglar. Lo recuerdo perfecto: estaba tirado en el suelo y sentí cómo la sangre fluía de mi boca y cómo el mundo daba vueltas. El pie estaba de lado y quebrado en dos. No sentí dolor; sentí miedo de no volver a subirme a los caballos. Uso muletas para poder desplazarme con facilidad. En un principio fabriqué un carrito de llantas
de bicicleta; pero después era difícil subir las escaleras del segundo piso de la casa, de modo que lo dejé guardado en el armario para nunca sacarlo de ahí. Lo que nunca superé fue mi incapacidad de calzar el par de zapatos. Siempre creí que tenía derecho a comprarme sólo uno, el izquierdo, porque el derecho no lo tenía. Incluso discutía severamente con los dueños de las zapaterías porque se negaban con un rotundo no a venderme sólo un zapato. "No, señor. Eso no se puede. Lástima que aún no existen zapaterías para personas como usted" —dijo uno de tantos zapateros. Otro dijo: "Me gustaría venderle un solo zapato. Pero, ¿qué hago con el otro? Uno no tiene la fortuna de encontrarse clientes como usted. Y lo más probable es que se me quede de adorno". Era imposible disuadirlos, y decidí guardar el zapato sobrante en una repisa que ahora está en mi habitación. Mi madre siempre dijo que el mar era maravilloso porque en el Médano hay muchas conchas en cuyo interior se escuchan las olas con sólo pegar el oído. Pero, ahora que no está viva, descubrí un secreto inimaginable. En mi incapacidad pensé mucho en ella, y sin tener nada que hacer imaginé que el zapato derecho era una concha y me lo puse en el oído y las olas del mar se escucharon en aquel objeto que no era una concha sino un pedazo de cuero curtido con suela. "Carajo mi madre estaba equivocada. También en los zapatos que no se usan existe el mar". Mi abuela tenía los huesos tristes. Por eso pesaban demasiado. No hay nada más triste que cargar con la propia soledad. La lluvia se dejó caer con mayor intensidad. El corazón de mi abuela se hizo lento. Así que le dije a mi hija que llevara el mecedor al corredor para sentarla. La dejé como pude y le tomé las manos mientras la lluvia me rozaba el rostro.
—Ahora vuelvo. Voy a comprarte un regalo. Te nos vas y no quiero que me sorprenda tu muerte con las manos vacías. Tomé la muleta y salí a la calle en busca de un ataúd. Mi hija se quedó con la abuela Alejandrina. No recuerdo el rostro de mi hija; pero sentí el tono de su voz apagada que se oxidaba con cada gota de lluvia. Llegué como pude a la casa. Hecho una sopa. Cuando quise encontrarlas en el corredor, no las hallé. Mi hija la metió a su habitación empolvada y el polvo se disipó. Al verme dijo que la volviera sacar al corredor porque la abuela quería morir bajo la lluvia. Estaba agonizando. —Antes de morir quiero decirte una cosa; y quiero que me prometas que ante todo no te enojarás ni me guardarás rencor. Su última frase me heló la sangre. --No temas y dime lo que tengas que decir. La lluvia cayó con mayor fuerza. —Tu esposa no está muerta. Se fue lejos con otro muchacho —comenzó a toser muy fuerte y un borbollón de agua quemada vibraba con cada movimiento de la boca.— Tu hija no es tu hija sino de aquel muchacho. Dijo que guardara el secreto hasta que fuera a morir. Perdón. Su voz se escuchó apagada. —Perdóname. Me doy cuenta que no tiene importancia el arrepentimiento cuando uno está a punto de morir. Acércate: ese muchacho es…— y su corazón se apagó con la fuerza del viento que olía a tierra mojada. Al día siguiente hice su funeral. Su cuerpo estaba en el ataúd y aún siento cómo el murmullo de su voz se extinguió. La lluvia no dejó de caer. Cuando no hubo más que hacer en el panteón, abracé a mi hija, arrojé una rosa a la tumba en medio de la lluvia y me retiré de ahí. delatripa: narrativa y algo más
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La carta olvidada A Diana Lizbeth, que me dió la tarde en una taza de café
—Será mejor que te olvides de mí— dijo Diana con la voz entrecortada pero con una seguridad infalible. —No podré. Es como olvidarme de mí porque estoy en ti. Y si lo hago corro el riesgo de no volver a este mundo— aclaró Luis con la desdichada certeza de hombre enamorado; y una excesiva reflexión de arrepentimiento. —Bastó la noche clara para entender el motivo de mi existencia. Cuando era niña creí que sólo sería una simple célula, una especie de masa amorfa en cuyo interior había arterias y sangre; creí que no llegaría a formarme con pies y cabeza y que en unos años nadie me recordaría. Ahora puedo encontrarme en ti, como si fueras el espejo de mi infancia y de mis recuerdos. Necesito irme para saber si podré encontrarme de nuevo en este mismo lugar y a esta misma hora. No pasaban intervalos prolongados para que Luis admitiera que en realidad, era una despedida. Se dieron cuenta que se habían encontrado el uno en el otro; lo que no sabían era que esa noche sería la última vez que se verían bajo la luna llena de agosto.
cardumen triste. La plazuela Francisco Goitia estaba cansada de tanto alboroto de tambores y panderos que sonaban imperiosamente en la fuente de los deseos. —No podré estar contigo. Hoy salgo a las seis. El tren me espera en la Plaza Bicentenario— le dijo Diana quien sabía, muy en el fondo de su corazón, que quería estar con Luis a pesar de la distancia; pero ya no creía en amores lejanos después de haber terminado con Peter, aquel médico danés que conoció en el ángel de la Independencia de la ciudad de México. —No creo en las casualidades de la vida. Por alguna extraña fuerza de la naturaleza nuestros caminos nos unieron. —Escribí esto antes de llegar a la ciudad. —Diana estiró la mano y le entregó a Luis un sobre decorado de una línea azul—. Te la entrego porque en ti encontré esa confianza que desde hace mucho tiempo perdí en los hombres. Éste es nuestro sello. No la abras hasta que nos volvamos a encontrar. Si no la pierdes yo estaré contigo.
—Lo que necesitas —dijo Luis— es darme tu amor ésta y todas la noches que faltan y te mostraré el origen de tu existencia.
Luis nunca titubeó. El buen temple de las situaciones difíciles lo mantuvo en su rostro, hasta cuando sintió que las palabras prosaicas de Diana le mataban el calor de la sangre. Se hospedaron en el hotel Rada y en ese mismo lugar se despidieron con un abrazo y un beso de fuego al filo de la cama. A pesar de poseer una belleza elegante, Diana había ocultado una oscura parte de su vida desde hacía tiempo.
Habían pasado parte de la noche platicando en un balcón del Teatro de la Ciudad cuando en la Plaza de Armas se inauguraba la semana internacional de la cultura. Ambos se conocieron en el desfile de botargas y personajes emblemáticos del Japón y de magos húngaros con gorros largos pero con una catadura de
Mujer de ojos almendrados, de cabello castaño, como rayos delgados de sol quemado, y sus diminutas manos le daban una apariencia sobrenatural. Tenía una afición a los versos de Rubén Darío y a la música de Belá Bartók. Ése fue el vínculo más cercano que la unió a Luis. Apenas habían tomado una taza de café cuando
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los dos ya estaban hablando de sus autores predilectos. Luis le dijo que su primera novela tenía tres meses de publicada y que se trataba de una anciana que perdió el juicio después de la muerte de sus cinco hijos, y todas las tardes se sentaba en el mecedor a tejer mientras pasaba el tren de las seis de la tarde. Luis le preguntó si conocía la novela; pero Diana negó sorprendida con la cabeza porque siempre había creído que sólo se conocían a los escritores en películas o en los cafés de París. —¿Me pides que lea esta hoja? —No sólo te pido eso, sino también que conozcas mi vida. —¿Piensas volver pronto a la ciudad?— preguntó Luis con la seguridad de que recibiría un sí de respuesta. —Lo único que quiero es volver para encontrar a esta Diana que existe ahora. Temo que no me reconozcas después de todo. Diana clavó la mirada en sus piernas, y sus manos temblaban un poco por el frío de la noche. —Siempre creí que estas despedidas sólo sucedían en cuentos o en novelas rosas. A lo lejos, el tren se escuchó mientras enmedio de dos colinas un viento frío impulsaba el carbón que salía de la locomotora. Venía agotado de otra ciudad sin nombre. Diana miró su reloj. Eran las seis menos treinta. —En media hora el tren llegará a la estación. Tengo que irme. —Su voz era tenue pero firme. A pesar de su inagotable carisma, sintió enclenques sus huesos y desfallecer su espíritu.— Me has entregado la felicidad en tan sólo media noche. Temo que no podamos vernos otra vez. Pero, regresaré a la ciudad si todo sale como planeo. Te veo la próxima semana aquí, en el hotel. Estaré en el café del vestíbulo el martes a las seis de la tarde.
Luis sintió remordimiento e impotencia. Una gota de cólera resbaló de sus ojos y poco a poco comenzaron a humedecerse por la nostalgia. Tres meses antes de la publicación de su novela había terminado con una estudiante de Biología que apenas tenía diecinueve años. Su corazón aún no estaba listo para un encuentro de amor. Sólo se tranquilizó con la fuerza que puede tener un ser humano, tomó de las manos a Diana para no sentirse solo, y la tranquilizó con un beso. —Te espero el martes a las diez. —Si no llego, no desesperes. —Quédate Diana. Temo que no vuelvas y que esta sea la última noche. —Tengo que irme. Alguien me espera en casa. En ese sobre te cuento muchas cosas de mi vida. Mi madre está sólo con mi hermana. Mamá tiene cáncer terminal. No la puedo abandonar. —Puedo acompañarte. —No. Enfrentar la muerte de mi madre es un acto personal. Gracias por ser tan gentil. El tren se escuchaba más cerca. Luis no pudo disuadir la irrefrenable decisión de Diana, de modo que tomó su sombrero del perchero, se puso su abrigo almidonado y se apeó a un taxi para encaminarla a la estación. Dentro sólo se escuchó un bolero de Carlos Gardel mientras el rancio aliento del taxista impregnaba los cristales de un vapor taciturno y amargo. La comunicación que tuvieron fue esporádica. Sólo Luis sintió el frío de las manos de Diana y trató de abrazarla más para transmitirle el calor que emanaba de su cuerpo. Bajaron del taxi y se dirigieron a la estación del tren. El bolero de Carlos Gardel se perdió en el silencio de ambos. El tren llegó puntual. delatripa: narrativa y algo más
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Diana dio un ligero bostezo y clavó su mirada en los ojos de Luis. —Te extrañaré.— susurró Diana antes de subirse al vagón. —Déjame ir contigo— insistió Luis. —Y recuerda: no abras el sobre hasta que volvamos a vernos. Si no pierdes la carta yo estaré contigo. La voz de Luis parecía adquirir un toque de súplica; pero la joven, astuta y considerada, nunca se dejó convencer por los ruegos inútiles de quien, hasta entonces, consideraba su único amor sincero. Subió al vagón y estiró el brazo para dar una señal de adiós con la mano izquierda. La locomotora chilló en un brusco movimiento y esparció diminutas virutas de carbón. La madrugada de esa noche, Luis caminó sobre las calles empedradas de la Fuente de los Faroles y lanzó una mirada diáfana al hotel Rada cuyo balcón estaba triste y vacío, como si fuera el fondo de un pozo sin agua y cuya noria podrida se miraba destruida y obsoleta. No había nadie que pudiese acompañarlo en ese trance profundo de confusión; ni siquiera el mullido méndigo ni el ciego farol de la fuente. Sólo se escuchó lejos el chillido de unas llantas de carro y el grito desaforado de personas alegres. No hizo otra cosa que ir al museo Rafael Coronel para apreciar las pinturas dionisiacas, en donde el artista refleja los siete pecados capitales y el desorden mental humano; conoció el museo de arte abstracto de la calle Roma y visitó las galerías de personajes emblemáticos de la ciudad. La semana cultural estaba por concluir con una ceremonia triunfal de la banda de guerra de los noruegos y las calandrias exportadas de países como Suiza y Bélgica. Los magos parlanchines hacían desaparecer la dentadura de un perro árabe y le 18
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cortaban las alas a un pájaro para volvérselas a pegar por arte de magia. También los turcos llevaron una vasija en donde aparecían a una niña diminuta, traída de una cueva del Congo. Pero lo más sorprendente era la víbora persa que sabía hablar el sánscrito de un modo elegante: mostraba sus colmillos de fiera rastrera y su lengua hacía un movimiento ondulatorio. —Y esto es el comienzo— pregonó un persa. La caravana finalizó con el baile peculiar de las brasileñas y con la belleza despampanante de las mujeres venezolanas. El ruido de las gaitas y de los tambores ensordeció el centro de la ciudad que se hundía en la fiesta y el despilfarre de alcohol y felicidad. Luis llegó al vestíbulo del hotel media hora antes de la cita. Llevó el sobre como se lo había pedido Diana. Trató de distraerse todo lo posible para no caer en las garras de la tentación. Era una persona responsable en toda la magnitud de la palabra. Jamás traicionaría sus valores aunque fuera necesario arrancarse un brazo o dejar el amor de su vida para siempre y nunca verla jamás. Pidió una taza de café y trató de leer un poco. El tiempo se le hizo eterno. El vuelo de un pájaro errante pasó por la ventana e inevitablemente la recordó. Dieron las seis de la tarde. No se escuchó ningún tren. —Quizá —pensó— regresó en auto particular. La taza de café se terminó. Sacó un cigarrillo y trató de volver a la lectura; fue imposible. Dieron las seis con media y aún no llegaba Diana. Así estuvo durante una hora más hasta que fue y preguntó a la del servicio si estaba hospedada una mujer llamada Diana. —¿Diana qué, joven?
—No lo sé. Nunca pregunté su nombre completo— dijo Luis. —Hoy se han hospedado más de una señorita llamada Diana. Luis nunca tuvo necesidad de preguntar apellidos. Lo único que sabía de Diana, aparte de su afición a la literatura, era que se dedicaba a la medicina, que había estudiado en Oxford gracias a una beca y que ahora su madre estaba enferma en casa y que su hermana (no supo su nombre ni su edad) la estaba cuidando porque tenía cáncer terminal. Hasta cierto punto, Diana era una nebulosa. Dieron las diez y aún no llegaba. Miraba el sobre con una desesperación de niño y suspiraba para tratar de olvidar su situación.
tengo cabello. Quisiera seguir con vida para estudiar Medicina en una escuela de Europa, de esos países grandes; y casarme, tener hijos y ser feliz. Soñé que te conocí en un hotel y que platicamos de muchos libros. Esa noche conocí el amor; aunque ahora no sepa qué es eso. Mi madre dice que yo creceré y cumpliré ese sueño. Lo dudo porque estoy muy cansada. Si en algún momento encuentras esta carta, no la rompas. Aquí vienen mis deseos. Diana escribió esa carta cuando tenía nueve años. La carta fue el puente entre la vida y la muerte para que ambos se conocieran en sueños y pudieran hacer realidad esa segunda oportunidad en este mundo.
—Tienes que volver. Cansado de esperar, tomó del perchero su sombrero y su abrigo y salió caminando sin rumbo. Encendió un cigarrillo para calmar la desesperación y se sentó en una banca en la Plaza de Armas. Se sintió tan solo como nunca, libre, quizá, de olvidarse de la noche de hacía siete días que vivió en el balcón del hotel. Solo, pero libre; y en el fondo de su pensamiento se repetían las palabras de Diana: "Si no la pierdes estaré contigo". Luis se resignó a la posibilidad de volver a verla. Miró detenidamente el sobre y lo abrió. Encontró una hoja amarilla, con una caligrafía ilegible, como de niña de nueve años. —Carajo, parece que la escribí yo cuando tenía diez años. Leyó cada línea como si fuera una novela. Cada renglón era caer a un precipicio sin protección; como si resbalara en cada escalón y se levantara y volviera a caer una y otra vez, infinidad de veces: “Nunca tuve muñecas y no conocí el tren. Mi mamá dice que pronto voy a morir, que tengo cáncer en la sangre. Ya no
El otro lado de la muerte Cuando Lucio partió al Médano para tocar en la boda de Clarisa, el puente Dos Pasos se vino abajo por el diluvio que se dejó caer desde hacía una semana, de modo que el Datsun que manejaba se quedó atascado en el lodo y todos los tripulantes tuvieron que bajarse para hacer una especie de catapulta sobre la llanta trasera; pero todo fue en vano porque el acelerador se descompuso y la palanca de velocidades se rompió en un estrepitoso movimiento, así que se guarecieron en un techo de palma de una casa abandonada con baldosas y un balcón decrépito que se derrumbaba con el golpeteo de la lluvia. Todos permanecieron parados en la orilla del río, mirando cómo los pedazos del puente se desvanecían tras la corriente de agua y cómo árboles enteros eran arrancados de las raíces hasta destrozarlos y convertirlos apenas en polvo mojado. Se miraban desconcertados, preguntándose cómo vamos a cruzar si el puente delatripa: narrativa y algo más
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está caído; cómo vamos a llegar a la boda con esta lluvia. Y nadie tenía una respuesta. Si nos lanzamos —pensó uno de ellos— el río nos devorará y no quedarán sino los huesos que algún día se ha de tragar esta tierra.
Lucio, vete pa' tu casa —dijo el arriero. El viento gritó desesperadamente—. Éstas son aguas malas y traen peste. La llanta de mi carreta está pudriéndose. Esta lluvia es la peor de casi noventa años de vida que tengo.
Sin embargo, Lucio no perdió en ningún momento los estribos.
Lucio no alcanzó a escuchar la última frase porque el viento gritó con mayor fuerza, de modo que los tripulantes hablaban sin entenderse y solamente podían comprender las palabras con el movimiento de los labios. La lluvia cayó con más intensidad hasta que fue imposible escuchar el murmullo de la carreta del arriero. El lazo fue atado con fuerza al árbol y arrojaron una piedra al otro lado, atada al lazo, así que cuando estaban dispuestos a pasar, Lucio dijo: Sube tú primero, yo me quedó a vigilar el lazo. La corriente del río se hizo mayor y poco a poco comenzó a tragarse los escombros del pasado. Los caracoles y gusanos comenzaron a nadar en el agua hasta que se estrellaron en las rocas y se convirtieron en agua roja.
—Vamos a sacar un lazo del carro y cruzaremos el río. No pienso quedarme aquí. Uno de ellos abrió la cajuela del carro y sacó un lazo grueso que servía para colocar una carpa durante las fiestas y evitar una posible insolación, pues trabajar en la canícula no sólo era un ambiente insoportable, sino un riesgo para la salud porque los rayos penetrantes del sol implicaban una infección de llagas y ronchas en todo el cuerpo. Lucio era un virtuoso del acordeón. Todos los días se ponía a practicar las escalas en el balcón de su casa y le cantaba a su hermana Lucero en las tardes crepusculares de septiembre. Lucio tocaba en los eventos más importantes del pueblo, acompañado de un equipo de percusiones y metales. Nadie imaginó que ese día la lluvia se precipitaría como si fuera un acontecimiento apocalíptico, pues los cantineros, los maestros y los ganaderos trabajaron como de costumbre; pero no previnieron la catástrofe que se avecinaba. Las tejas de las casas y de los negocios se hacían agua a medida que el viento golpeaba con furia. Mientras ataban el lazo de un árbol, un arriero pasó cerca del Datsun en una carreta jalada por un buey macizo. Las llantas de la carreta lloraban cada vez que se golpeaba con las piedras picudas y el buey bufaba cuando el arriero le daba un latigazo en el dorso. Lucio lo miró, observó el sombrero de alas anchas que traía y le hizo una seña con la mano derecha. 20
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La carreta del arriero se detuvo cuando la niebla abrazó la colina y los dos cerros que unían al puente Dos Pasos. Las llantas traseras resbalaron, la cosecha de maíz que traía amarrada en los costados se regó en los fangosos charcos grises, y el buey abrió las aletas de su nariz para exhalar un vapor amargo y sus ojos parpadearon hasta limpiar de su retina el agua que se precipitaba con mayor fuerza. Con un tremendo esfuerzo, la carreta chilló para no resbalar en el lodo, así que el arriero descendió del asiento y sujetó al buey para que no se espantara del estruendo de las nubes y los rayos. Después que dos de los tripulantes pasaran el río, Lució gritó: Para qué amarras el lazo en ese lugar si el árbol es frágil. No tarda en que sus raíces salgan volando como ese buitre que anda por aquel lado. Pero no hicieron caso a sus reclamos, el río cobró mayor fuerza, así
que Lucio se arriesgó al tratar de pasar el río con todas las adversidades y se abalanzó en un movimiento de péndulo y su cuerpo se estrelló en las piedras que el puente iba lanzando tras el paso del río. Los tripulantes sólo vieron cómo el cuerpo de Lucio era arrastrado por la corriente y cómo una sábana roja se mezclaba con el color de escombros de pueblos ajenos. La hojarasca de agosto penetró en las plantaciones de maíz, descuartizó las sandías y calabazas, sembradas en los corrales periféricos, y el viento sopló con intensidad cuando el puente se vino abajo en su totalidad hasta producir un rugido de elefante embravecido y los tripulantes huyeron del lugar tratando de no resbalar del cerro desmoronado. El Datsun se hundió en el agua y nadó en el mar de la muerte. El arriero escuchó el ruido del puente y de las piedras que chocaban con el agua y vio el cuerpo de Lucio que era arrastrado como si fuera una basura. De un golpe detuvo al buey y se abalanzó, no sin precaución, al río y corrió para tratar de alcanzarlo. La lluvia no dejaba de azotar con pesadas gotas y con truenos ensordecedores. A paso lento, la carreta avanzó en el camino infestado de cuerpos de perros y de cerdos, hasta que se encontró con un tronco de un castaño. Ahí estaba el cuerpo de Lucio, atorado en las ramas. —Chamaco, aguanta— dijo el arriero. Sabía que sus palabras sólo las escuchaba el viento y su buey, porque el color verde que traía en la piel no se debía a las hojas del castaño, sino al color de la muerte. El cuerpo se infló y comenzó a adquirir un color verde. Los brazos del arriero sólo podían soportar el peso de un niño de cinco años, así que usó una rama como catapulta para girar el
cuerpo. Fue demasiado tarde. Un tufo a muerto salió de la boca de Lucio. El arriero conocía al padre de Lucio. Tenían mucho tiempo trabajando juntos, en la siembra y cosecha de maíz; pero el tiempo los separó cuando el padre de Lucio se dedicó a la fabricación de ataúdes y lápidas; pero su mayor pasatiempo era fabricar relojes porque pensaba que sólo así podía medir el tiempo. Una ocasión hizo uno con el mecanismo inverso: las manecillas giraban de izquierda a derecha porque pensaba que de esa manera podía mantenerse joven para trabajar en lo que, hasta su edad, consideraba el mejor trabajo del mundo. “Nunca he tenido el valor de ver un cadáver. Ni siquiera de los que se han muerto en la luchas de tierras ni de los que se matan por amores. No tengo el valor de verte a los ojos, Lucio, y sentir que ya estás muerto. Eres mi hijo y mi todo. No soportaría la idea de ver tu cuerpo porque la muerte es ausencia; y si realmente estás muerto como dice tu madre, en ti vería todo, hasta esa ausencia que ahora tienes. Este Flavio llegó a la casa y tocó la puerta. Salió tu madre. Cuando entró al dormitorio dijo: tu hijo está muerto y Flavio lo trae en la carreta. Escuché el golpe seco cuando solté el cincel y le dije a tu madre que te dejaran en el corredor y que te taparan porque no tenía el valor de verte a los ojos. No quise enterrarte, hijo, porque para mí la muerte aún no te ha visto. Me gusta que me acompañes mientras fabrico este reloj que pondré en tu tumba.” “Abre los ojos. Cuando era niña siempre creí que sería madre y que mis hijos me sepultarían. Pero, mírame. No hay peor condena para un padre que sepultar a su hijo en medio de la oscuridad de su casa. Me preparé para la muerte de tu abuela, que ya no podía andar por tan pesada que era; pero nunca me preparé para delatripa: narrativa y algo más
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perderte a ti, hijo mío. En unos años andarán vagando los huesos de tu acordeón por todo el corredor de la casa y llegará otra familia para derrumbar estas paredes y edificar otros cimientos y hacer su casa; tendrán el mismo deseo que yo tuve cuando era una niña de trenza larga y de sonrisa invisible; harán su familia y tendrán hijos para después enterrarlos en la oscuridad de la casa, de modo que los recuerdos servirán de cenizas para purificar las almas de los que se van antes de tiempo. Quedará apenas el polvo de cadáveres ajenos y los escombros de todo lo que habita la casa; las argollas y anillos enterrados y los esqueletos de los armarios derruídos se desmoronarán en el mar del olvido. Tu alma se fue; pero tu cuerpo se queda en estas lágrimas podridas. Te ves como siempre, hijo. Ahora duermes, acostado
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en esa caja que hizo tu padre. Me dijo que le puso una almohadilla para que tu cabeza nunca perdiera equilibrio y para que tus ojos nunca dejaran de ver las estrellas cuando el miedo te invada y nosotros no podamos estar contigo. El terciopelo rojo es la mejor sábana que pudiste haber tenido, Lucio. Estás un poco inflado por el cúmulo de agua que hay en tus huesos. Tus labios reventaron de tanto arañazo del cáñamo y de la milpa que corrió en el río. Tus ojos parecen dos bolsas de tristeza que se rompen al contacto con el viento. ¿Quién me despertara al rayar el alba, cuando cumpla años y cuando sea el día de las madres? Sólo tu canto de ultratumba me llegará desde lejos para arrullarme en las noches de desconsuelo. Las corcheas de tu guitarra lloran conmigo. Estás muerto y yo, aquí, sin poder morir contigo.”
Retroceso Erick Salgado
A
ntes de estar hechos pedazos en el suelo, rodeados de sus entrañas y sangre coagulada, ácidos gástricos, astillas de huesos, reporteros y gente curiosa, descendieron en una pieza a gran velocidad, y se estrellaron poco después de sellar sus labios en un último beso lleno de lágrimas, con las manos sujetadas y apretando sus cuerpos mutuamente; muestra de amor iniciada por él, cuando leyó en los labios de ella "adiós", palabra que había sostenido con duda de liberarla durante los previos quinientos metros de agonía; la cual los había invadido cuando los paracaídas no abrieron como debían. Esta última imagen se dibujó en el pensamiento de ella cuando estaban en la avioneta y el piloto les dijo: es normal tener miedo, pero todo saldrá bien. Hemos llegado. ¡Salten!
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Ecclaire de chocolate Mónica Martínez
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ra un dia nublado, de ensoñación ; de esos en los que caminas y miras como en cámara lenta. La luz más brillante, los rostros de la gente sin expresión, el pavimento flácido y los árboles sin movimiento, como si algo fantástico estuviese a punto de ocurrir.
Recién se había divorciado, era amiga de mi madre, no tenia a nadie, y mi novio y yo la dejamos quedarse un tiempo mientras encontraba un lugar dónde vivir. Masticaba píldoras de ajo; seis al dia:
Dana, la cajera de la pastelería a la que conozco bien, me vió a través del cristal y salió a preguntar por qué mis lágrimas eran azules.
El olor era tan fuerte que mis gatos no se le acercaban y mis plantas comenzaron a secarse.
—Siempre he llevado el mar dentro. Nos sentamos en la banqueta, afuera de la pastelería, era su hora de comer. Me ofreció un Eclaire de chocolate, mi pastel preferido desde que tenia 10 años, me recordaba a mi madre. Solo la dulzura de aquel delicioso pastelito podia calmar por un momento aquella gastada melancolía. Lo comí mientras mis lágrimas azules manchaban la blusa y se mezclaban con el delicioso fondue del pastel. Dana me hablaba sin parar de su nuevo romance. Al principio intenté escucharla, pero solo asentía con la cabeza. Después solo miraba su boca moverse en cámara lenta, mientras divagaba en recuerdos y pensamientos ilimitados. Recordaba el día, en que Tristeza llegó a vivir a mi apartamento. Se instaló en el sillón donde le hago el amor a mi novio, sobre una tela muy colorida para no manchar el mueble, y dejamos abierta su maleta tapando la puerta de la entrada.
—Son buenas para la circulación— decía.
—Discúlpame, no me voy a quedar mucho tiempo. Solo unas semanitas, no quiero molestarlos, ustedes necesitan privaciad. Dana seguía hablando rápido, porque su hora de comida terminaría. Yo perdida en mis pensamientos, como si fueran escenas de una película que pasan vívidamente de una a otra. Recordé algo que me sucedió cuando niña y creí haber olvidado: Iba en el carro con mis padres, de regreso de una comida familiar y pasamos por una calle cercana a nuestro hogar. Había una casa que nunca olvidaré: la barda estaba hecha de carrizos de bambú enormes, de un verde muy brillante. Sus paredes eran de cristal y se podia ver el interior. En lo que parecia ser la sala, observé una pareja de esposos que empujaban a una ancianita en silla de ruedas. La anciana tenia el cabello muy largo, con destellos como de luna. Sostenía con la mano un espejo redondo, con su marco antiguo, y con la otra me saludaba, como si me recordara; mostrándome el espejo en el que rápidamente vi la imagen del carro de mi padre pasar. Dias después cogí la bicicleta, y me dirigí a aquella casa. delatripa: narrativa y algo más
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Invadida por un gran sentimiento de curiosidad, pedalee aprisa hasta llegar al lugar. Pregunté por la casa a un jardinero que cortaba los rosales en un jardin cercano pero no supo decirme nada sólo me miró contestando: —Estoy trabajando y no hay ninguna casa de cristal por aquí. Un escalofrió recorrió mi cuerpo regresándome al presente, ahí sentada frente a Dana que me miraba ya sin hablar con los ojos postrados sobre mi blusa llena de chocolate y lágrimas azules.
El viento soplaba y el olor de los pasteles recién horneados me hizo valorar ese preciso momento. Tan sumergida estaba en mis pensamientos y recuerdos que ni siquiera habia tomado en cuenta un carro alegórico que pasaba frente a nosotras. Anunciaba las funciones de un teatro mitológico, y habia un unicornio hecho de espejos en el que pude ver mi imagen y la de Dana.
Desechable Jéssica de la Portilla Montaño de Juárez
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e dije al ingeniero genético que ahora deseaba una niña. Ojos grandes y verdes, cejas bien delineadas, cabello lacio color naranja. Alta como mi padre, delgada, y con un coeficiente intelectual superior al de los otros cultivos en proceso. Tres días después, ahí estaba: un feto más dentro de la polimatriz termoplástica. Ya no sorprende lo rápido que se desarrolla un prospecto de bebé humano: para eso uno paga las hormonas sintetizadas a partir de monómeros vacunos. Mi hija estará lista en menos de un mes. La mandé construir con dos corazones para que me ame inexorablemente. También la pedí con una anomalía vascular por si acaso no lo hace... El ingeniero, que afortunadamente no hizo juramento ridículo alguno, sugirió que un seudoclón sano sería más rentable, pero no: siempre puedo encargar un cultivo nuevo, con otras características (ojos castaños, cabello rizado color chocolate, pestañas que parecen postizas) por si la actual tampoco me convence.
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Saudade Ariel López
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se día creo que fuimos el Flaco, el Mono y yo. No conocíamos al dealer, pero nos recomendaron mucho su producto: siempre tiene la mejor calidad de la mierda que te metas al sistema, dijeron todos, pero nunca nos mencionaron el personaje que se presentaría aquel día. La llaman Mamá Yonky, pionera de los dulces, recuerdo muy bien que me cagué de risa por un rato cuando la vi aquella vez. La señora de por sí era extraña, algo alta e imponente a pesar de ser tan delgada, con unos lentes enormes y un gorro en la cabeza. La encontré tarareando felizmente con una escoba en las manos, limpiando inútilmente la casa abandonada donde acordamos vernos aquel día. —Serán solo 15 minutos, mi niño; no más ni menos, espero estés seguro de lo que haces. La droga ya para entonces era famosa. No se puede recordar el viaje totalmente pero todos los experimentados afirman que es una regresión hacia los puntos más recónditos de la nostalgia, descubrir las formas detrás de lo que ahora sólo es silueta y bruma. Le aseguré que sabíamos en qué nos metíamos y que deseábamos probarla esa misma tarde. Ella sonrío con una mirada que expresaba una profunda compasión y la sostuvo mientras me acarició el cabello. No sabía cómo responder a la situación, todo era muy jodidamente incómodo, pero ella se adelantó a mis pensamientos y fue por su bolso dando saltitos para agarrar unos pequeños dulces, como esos caramelos que se ven en las caricaturas, redon-
dos y con un lindo envoltorio rosa que se amarra a los lados. Abrimos el envoltorio, dentro había una bolita color anaranjado, de aspecto chicloso que emanaba un olor muy ácido. Me dio algo de gracia el producto que teníamos en las manos. Nos mirábamos entre nosotros mientras pensaba si no era una broma pesada, una buena manera de robarnos dinero. —¿Cuánto cuesta nuestro primer viaje?, pregunté a MamáYonky, quien ya se había puesto a barrer nuevamente. —Ya te lo dije mi niño, serán 15 minutos, solo disfrútalo. Volteó hacia la derecha indicando el patio que tenía a un lado la casa abandonada. —Te recomiendo que salgas antes de tragarte el dulce,— dijo sin dejar su tarea. Salimos al patio, un jardín que a pesar de su descuido, todo lleno de maleza y flores silvestres, provocaba una paz silenciosa que me recodaba un poco a los patios baldíos del barrio, donde jugaba de niño. Lo primero que sientes es una risa contenida, una sofocación histérica; sonríes de oreja a oreja y después de eso no puedes contener la emoción que se acumula en el cuerpo, como sí nunca hubieras estado más feliz de seguir vivo. El Mono me toca el hombro —¡¡Las traes!!— , nos dice al momento en que arranco a correr para alcanzar al flaco. Nos pusimos a jugar por todo el jardín como si no hubiera un mañana. Se me salía la baba de lo mucho que reía. —¡¡Corre corre corre, te va a alcanzar!!— delatripa: narrativa y algo más
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gritaba con todas mis fuerzas mientras miraba al cielo y escuchaba sus voces a lo lejos y me sonrojaba de la agitación. La noche estaba tan iluminada entonces, el viento se sentía tan fresco y el pasto era tan suave. Lloraba de las carcajadas con tanta fuerza que no veía al Mono o al Flaco a la cara cuando comenzó el efecto en su plena potencia. Me perdí, no estoy seguro que pasó después, sólo tengo imágenes extrañas en la cabeza, como fotos borrosas. Cuando desperté me encontraba en el centro del jardín, tirado en el suelo y muy sudado, al tocar mi rostro todo embarrado de lodo, recordé el juego y volví a carcajearme. Me calmé un poco y vi que algo no andaba bien. Logré levantarme para descubrir que no había nadie y el cielo estaba oscuro.
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Me dio un escalofrío seguido de unas ganas intolerables de ponerme a llorar; no había una razón en particular pero mi garganta se cerraba y el mundo se me oscurecía. Lancé un gemido al cielo, con una mueca de insoportable dolor, lloré con tanta amargura que no podía dejar de temblar. Como si me arrebataran algo que se encontraba en el centro de mi corazón, como si lo hubieran manoseado y vaciado de toda importancia. Mi cabeza daba vueltas intentando buscar algo que no se encontraba, pero que tenía que estar. —¿Qué está pasando?, ¿Este es el bajón?, gritaba entre lágrimas esperando que me escuchara la dealer. Pero lo único que se encontraba era un pequeño papel pegado en la escoba de MamáYonky: Fueron 15 minutos, nos vemos el próximo jueves donde siempre. Decidí escribir este diario, para intentar mantener lo que me quede de cordura.
Narraciones Gladys Beatriz Gamboa Hamilton
Un instante desesperado Corrí y corrí con la fuerza de un ser que siente en sus entrañas el peligro. La escuché unos pasos atrás pero no me detuve; sabía que cualquier minuto mal gastado significaría que ella me habría ganado, sentía rabia y miedo. ¿Por qué me había elegido a mi? Siempre huyo de su camino, cuido no visitar sitios donde es palpable su presencia. Unas lágrimas escurren por mi rostro, siento escalofrío, no encuentro la llave, ella me alcanzó. Me resisto, lucho, aprieto fuerte para obligarla a irse, no puedo… ¡Maldita diarrea! Me ganó.
Metamorfosis La primera vez que le vi fue a los cinco años entré a mi cuarto muy de prisa después de un regaño de mamá. En ese entonces reí con descaro al verle… de eso han pasado 25 años y hoy después de un largo día está frente a mi. Quizá en 25 años ha estado en muchas ocasiones más pero, no me he detenido a verle; sólo que hoy no me causó risa, sentí miedo, el rostro amorosamente refunfuñando de mi recuerdo se había convertido en un monstruo ensimismado. Me veía con el veneno hecho raíces, sentí el frio de mis pensamientos en un corazón aterrado. ¿Quién era aquel ser? ¡Ésa no era yo! No podía serlo. Es sólo un espejo maldito, reflejando la ira acunada en mi interior.
La noche La noche era tibia, se adormecía con el tierno susurro del viento. A ratos se perdía voyerista en las rendijas de aquella habitación donde él, el de siempre, escurría sus manos de miel en la candidez de ella. Ella se dejaba vestir de piel cuando en las sombras él la amaba. Ellos eran uno entre las sabanas, él acariciaba el comienzo de la vida provocando un mar entre sus piernas y sintiendo la dureza entre las suyas. Ella, delicada, se ofrecía saboreando el deseo de sus besos. Besos que empezaban en la boca y terminaban en el monte de su cuerpo. Él comía del manjar entre sus labios, bebía en el cuace de sus ganas. Ella chillaba suplicante que llenara el espacio de él vacío. Él penetraba con ansias mojadas el amor que ella le ofrecía. Ellos se fundían en el karma ardiente de su lecho, explotaban, y el vapor de su cuerpo expedía un olor a sal y ganas derramadas en un exilio al sueño. Mientras la luna se perdía, divagante, extasiada, en los rayos del nuevo día.
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Parricidio Adán Echeverría
-¿D
e qué se le acusa?
El niño de ocho años caminó, escoltado por los guardias, hacia el centro de la ampulosa sala de juicios orales, recién inaugurada. La cara la mantenía limpia y sin lágrimas, y los ojos abiertos como un recién nacido a quien apenas le ha golpeado la luz. —Mató a sus padres, dijo uno de los guardias acercando el folder con el expediente del infante hacia las manos del juez. —Algo que añadir, hijo, puedes decirme. El niño apretó los dientes y endureció la quijada. —Siéntete libre de hablar, pequeño, el juez escuchará tus argumentos, el otro guardia empujó con la palma de la mano el hombro derecho del niño. —Acá dice que mataste a tus padres mientras dormían, luego de una fiesta que se había desarrollado en tu casa. —Tertulia, señor, le llamaban tertulia; escupió apenas el infante agachando la cabeza mientras se rascaba la pantorrilla derecha usando la punta del zapato izquierdo. —¿Cómo dices? Tendrás que hablas más claro. Bueno, como sea... algo que añadir, o esperamos se te asigne un abogado. —No soy culpable, señor juez, pero sí los maté, y volvería a hacerlo. No estoy arrepentido. Ellos lo merecían y así tenía que ocurrir. —Ya que parece que entiendes el asunto, continúa, y explícate por favor. —Me robaron mi niñez. —Tendrás que ser mucho más preciso que eso, pequeño. 30
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—Será mejor esperar por el abogado, o por un psicólogo, su señoría— añadió el guardia. —Me robaron la niñez. Tal como lo dije. Mis padres eran escritores, o eso decían. Desde antes de cumplir los tres me obligaron a leer libros de peluche que compraban en la Gandhi. Los niños de la guardería tenían juguetes, yo tenía libros de peluche. Cuando todos corrían y jugaban, mamá y papá me sentaban a escucharlos leerme cuentos infantiles escritos por adultos idiotas. Sombras de dinosaurios, o entes ñoños que se la pasaban persiguiendo letras. Los escuchaba decir a sus amigos (otra bola de imbéciles): saben cómo se sorprende con cada cuento que escucha, será un gran lector mi hijo, y aquellos aplaudían y brindaban, siempre brindaban. Yo solo quería jugar pero me lo impedían. Los niños listos no corren. Las carreras son para retrasados mentales. Ahora que he crecido, y que desde los cinco años he leído más libros que cualquier joven de preparatoria, me prohíben los deportes, y tengo excelentes calificaciones, pero no bastó. Los niños listos no pierden el tiempo en competencias tontas. Un niño listo sólo lee, somos libres por los libros. Se la pasaban criticando a mis maestros, y me avergonzaban en las escuelas públicas cuando ni pagaban los impuestos porque no tenían un trabajo formal. Editaban libros que ellos mismos escribían para vender (o mendigar) en los restaurantes. Me cambiaban de escuela si los maestros les parecían mediocres, y al final me sacaron porque ellos querían educarme. Violentaron mis derechos una y otra vez, y al darme cuenta que no tengo dinero para entablar una demanda contra ellos, decidí matarlos. Pretendo educarme en la correccional, y jugar fútbol cuando me de la gana.
La piel de Adriana o un mundo sin likes Ángel Fuentes Balam driana iba a abrir la ventana para mirar el mundo, confiada en que sería el mundo el que la vería a ella. La habría visto ya, seguramente, mientras dormía. Sí… el planeta entero la había visto y todos sus habitantes le habían dicho "me gustas" y muchos, muchísimos de ellos le otorgaron —por supuesto— algunas palabras para alabar su belleza.
A
con los brazos. Tenía ligeramente arqueada la espalda, proyectando el trasero; portaba un pequeñísimo pantalón de licra. Su rostro tenía expresión alegre, con la boca ligeramente abierta, el cabello suelto y los ojos como piedras preciosas. La foto había sido retocada mínimamente (cosa que la enorgullecía), lo suficiente para que no perdiese naturalidad.
Suspiró y arqueó los labios. Era el pan de cada día. No sólo de likes viven el hombre y la mujer; sino de cada comentario que les sea dirigido, aun con la ortografía más horrorosa. Cada like significaba un alma cautivada por ella, dos ojos que la habían deseado, dos hileras de dientes que se habían acomodado para estructurar una sonrisa de complicidad y dos manos prestidigitadoras, ávidas por tocar su cuerpo.
Miró las opciones de la página; entonces, llegó la verdadera tragedia: cuatro likes y ningún comentario. ¡Cuatro! Miró la fecha. No podía ser cierto. La había subido antes de dormirse el día anterior y ya eran casi las seis de la tarde. Por accidente presionó la tecla de dirección derecha y el álbum retrocedió. La diferencia era abismal. De trescientos cuarenta y nueve likes a cuatro. Volvió a la foto nueva. Cuatro. Tres, porque uno era el de su hermana y no contaba. Tres. Se sintió sola de pronto. Inválida, como si fuese una península que se rompía violentamente volviéndose una isla, una isla que se iría alejando de la costa sin lógica terrenal. El continente de lo socialmente interesante.
Dio un click y abrió la ventana. Colocó su nombre de usuario y tecleó rápidamente la fecha en la que había conocido a alguien, como contraseña. Siempre olvidaba cambiarla. Entonces apareció la página. Lo notó de inmediato. En la parte superior, donde estaba acostumbrada a ver el feliz rojo de las notificaciones, yacían los iconos nada más azules, oscurecidos por una rotunda y trágica falta de interés. Creyó que era un error y recargó. No. Ese día no tenía ni un solo aviso. "Deben ser las fechas", se consoló. "Todos tienen trabajo o nadie se ha conectado; pero… sí… nadie ha checado su celular, ha de ser eso". Extrañada, llevó el puntero hasta su foto de perfil: ella de pie frente a la puerta de su baño, con una blusa blanca sin mangas, cuyo gran escote rebosaba carne; no tenía sostén y se apretaba los senos
Revisó el Facebook de su amiga Elvira. Elvirita Mastreta: Quiero amarte de una forma diferente... #nomeimporta #amorasí #casualquebesas con Joaquín Estrada. A Joaquín Estrada y 68 personas más les gusta esto. Ver 42 comentarios más. ¡Imposible! ¿Qué demonios le había pasado al mundo? ¿Cómo eso podía tener tantas vistas y comentarios y ella no? Volvió a su foto de perfil. No podía ser. Era igual a muchas otras delatripa: narrativa y algo más
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que había subido. Se veía hermosa. ¿Acaso nadie más lo notaba? ¿Elvira era más popular? ¡Por Cristo! Cerró el espacio de la fotografía y se quedó viendo la pantalla un rato. Luego abrió la cámara fotográfica de la laptop. Se miró concienzudamente. Se veía igual que siempre. Escudriñó su faz, concentrada en la menor señal de irregularidad. No… Sí… ¿Sí? Algo había cambiado en ella. Si de un día para otro la gente había dejado de prestarle atención, se debía a algo serio. Se analizó. Hizo zoom para observarse. Sí, se veía diferente, pero no sabía definir por qué. ¡Dios mío! No tuvo valor para seguir en la computadora. Cerró todo y salió. Quizá el tiempo para ver la foto había sido poco. Habría que darle más al público, esperar a que todos se dieran cuenta de lo bella que lucía y de lo que significaba en la existencia colectiva. Sacó algunas prendas del clóset y se dirigió al baño. Iría a comprar una falda al centro comercial. Con eso podría calmar los nervios o canjearlos por otro tema. Se cambió frente a un gran espejo rectangular, mirándose inquisitivamente. Sin duda, algo faltaba. Su carne no era la misma. No resistió y, mientras se ponía las otras prendas, se fotografió. Subió la foto al Facebook con el Iphone, sin colocarle ninguna leyenda o filtro. Se terminó de cambiar y se prometió que no miraría la web en todo el camino. Salió de casa. Abordó el auto de su madre y arrancó. Mientras conducía, las ansias la mataban. Quería saber si al fin la gente había recapacitado. Ahora eran dos fotografías. Ella bifurcada, repetida, al alcance de todos. Quería mirar, sentirse conectada con el resto del mundo, saber si éste ya había caído en cuenta de su error. Con la mano derecha se sobó la sien. Sentía algo parecido a la comezón, pero muy dentro del cráneo. Miraba de reojo el teléfono, 32
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las manos le sudaban; incluso exhalaba por la boca, pero muy imperceptible. Fijó su vista en el camino, consternada. "Qué raro, es la primera vez en mucho tiempo que salgo sola". Era cierto. Un sabor amargo pobló su garganta. No había quedado con nadie, ninguna amiga le había llamado. Novio no tenía, había terminado con él cuatro meses atrás. Nada importante. Lo verdaderamente raro era la ausencia de pretendientes, de invitaciones, de inbox de desconocidos que querrían poseerla. "¿Estaré desapareciendo?", pensó mientras se aferraba a la guía. "Hasta hace poco todos me veían, estaban al pendiente hasta de mis pensamientos más estúpidos". Se sintió miserable. En medio del tráfico, una angustia pesada como el acero le oprimió el pecho. Observó los automóviles que tenía a los costados y a la gente dentro. El de la izquierda: un Ford Fiesta azul que alojaba a un hombre de aproximadamente cincuenta años, calvo y prieto. Hacia la derecha una mujer joven se pintaba los labios a bordo de un Nissan Platina blanco. El corazón explotó. Personas sin valor, sin nombre; infames seres que se mueven sin ser vistos. "¿Y si me estoy convirtiendo en uno de ellos?". Llegó al centro comercial. Se bajó del carro, una camioneta Mazda5 del año y se dirigió hasta la puerta de la boutique que buscaba. Mientras caminaba fue diciendo quedo el nombre de todos los modelos de automóviles que veía. Era un talento extraño, pero a ella se le grababan los nombres de los autos, y le gustaba aprenderlos. Tenía la teoría de que un automóvil reflejaba la personalidad de su dueño: mientras más caro era, quizá había más complejos personales que ocultar. Al llegar a la entrada, pensó que, de estarse volviendo invisible, la puerta electrónica no se abriría. Falló. La puerta se abrió en dos mitades perfectas, como siempre. Entró y deambuló un rato, observando un considerable número de prendas. Mientras lo
hacía, miraba también a los clientes. Gente bonita. Visible aún. Movía la cabeza. "Esto es mentira", dijo en voz baja. Se preguntó si esa gente era admirada. Imaginó sus fotos, sus intereses, sus círculos de amistades. Se preguntó si la veían. Cuando se dirigía al pasillo de las faldas, se detuvo. "Dije todo el trayecto". Sacó el reluciente Iphone negro, inhaló profundo y entró a Facebook. De vuelta a casa, tuvo que estacionarse varias veces para respirar. El llanto era profuso y cortado, como una sinfonía dubstep mezclada sin esmero. Golpeó el volante con furia. Los automovilistas la miraban o tocaban la bocina, para insultarla o para burlarse de su estado. Ella miraba sus ojos en el espejo. Esos ojos la retaban, la obligaban a ver solamente un asiento vacío. "Esto no puede estar pasando... yo no puedo ser igual a todos", se repetía. Se comenzó a sentir liviana, liviana y frágil como una mosca muerta o una hoja arrastrada por el viento. "¿Qué pasará si me convierto en un ser antisocial y sin importancia?". Regresó a su hogar. Devolvió la camioneta y fue directo a arrojarse a la cama, enredándose en las cobijas para llorar un aguacero de indignación. Antisocial y sin importancia. Pero ¿qué es la importancia? Era estudiante de diseño, guapa, alegre (al menos antes de la tragedia), amigable… ¿amigable? Los amigos te miran. No te traicionan así como así, dejándote en el anonimato de la red. Pero es imposible el anonimato. ¿Entonces qué era? Una anónima con rostro público. Ninguno de sus amigos virtuales, ni siquiera sus amigas cercanas, sabían que era capaz de nombrar más de doscientos modelos de automóviles. Sacó el teléfono. Vió la red: 14 notificaciones. Sintió un golpe de alegría que pronto se apagó. Ninguna era para ella. Molesta arrojó el aparato
hacia el buró, tirando unos lápices, polvo de maquillaje y unas pastillas. Se oprimió el rostro con las palmas de las manos. No. Ninguna de sus amigas sabía que tenía esa habilidad o que tenía un lunar bajo la barbilla. Casi nadie lo sabía. En una selfie no se colocan esos datos. Por más trascendentes que puedan ser para conocer al otro, no se colocan. Aunque los supieran, no les importaría. Rodó sobre el colchón y recogió el Iphone. Nuevamente entró en la red. En Twitter habían dejado de retwittearla desde hacía días, y en Instagram había sido poco vista últimamente. Se sintió presa de un complot, de una broma macabra. No quiso entrar el resto de la noche a ninguna red social. No quería ni husmear en internet. Y se quedó allí, pensando en su inminente invisibilidad hasta dormirse. Pasaron semanas. Al principio sintió la misma irremediable ansiedad, el asco de no verse siendo vista. Dejó de hablar con algunas personas, y es que no tenía mucho caso, pues parecía que en el mundo el acto de hablar se había convertido en pura agilidad de pulgares. Veía los selfies de sus amigas en las redes y los comparaba con la realidad, quedándose con una sensación de melancolía muy densa, como si su corazón fuera papel ensopado. Así fue pasando el tiempo, y la isla que era ella se alejaba cada vez más de la tierra, poblándose de elementos distintos a los habituales likes y a las jergas de la web. Nadie había notado su ausencia en la vida cotidiana y tampoco en la virtual. Al parecer, ser eliminada de la sociedad de las redes, también la anulaba de la existencia en carne y hueso. La isla se adentraba en el gran océano sin ser parte más que de sí misma. Dejó de hacerse selfies y de publicar la ubicación de cada sitio que visitaba. Ya no hubo delatripa: narrativa y algo más
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más fotos de su comida, su cerveza, o de ella con sus amigas en un antro. No se robó más las frases cursis de escritores que nunca había leído y tampoco subió fotografías editadas que plagiaban el espectro del arte pop. Incluso dejó de poner imágenes de su gato, un estúpido gato gris que era su única compañía, pero menos estúpido que los habitantes de los círculos sociales de internet. Cerró todas sus cuentas y fue como cerrar la tapa de su sepulcro, mirándose tanto adentro como afuera. Ya era casi invisible, menguante luna próxima a esfumarse entre las nubes de tiniebla. Algunas personas le preguntaron por qué había cerrado sus redes sociales. Fueron sólo tres. No supo entonces qué contestar y evadió la pregunta. Sin réplicas virtuales de su pensamiento, de su imagen y de sus emociones, tuvo que darse a la tarea de buscar cuáles eran estos elementos, genuinamente. Al cabo de un tiempo, el no tener que mostrarse y esperar ser vista, se sintió como apartar una plancha de hierro de su cuerpo. Era la liviandad, la transparencia de sus órganos, la claridad infinita de sus nuevos ojos. Por esas fechas aprendió muchos modelos de autos y se dio a la tarea de no pensar en lo que hacían los otros ni en la ansiedad de no pertenecer a esas cosas. Lo lograba a duras penas. El ser de pronto exiliada de la sociedad virtual era como arrancarse la piel, una piel construida a través de los años, una pielofrenda para el que quisiera mirar. Se deprimió, se alteró, se resignó. Era como estar en período de abstinencia a alguna droga. Lo supuso, ya que nunca lo había experimentado. Para controlar la ansiedad, comenzó a caminar y a aprender más modelos de carros. Leyó viejos diarios, viejas cartas, periódicos (pues ya no tenía otro medio para saber las 34
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noticias), revistas, incluso viejos libros. Y se sintió bien con el papel. Le comenzó a gustar su tacto, su olor, su sonido. Se sintió con más tiempo libre, con mayor soledad. Sin embargo, no le disgustaba como antes. Su soledad era la soledad de una página física, una página que en verdad podía romperse, de la que quedarían trozos de verdad y no un link quebrado, sin existencia. Empezó también a escribir sus estados mentales, sólo que sin la tensión que daba la querencia de originalidad o peor aún, en la intrascendencia de los actos mundanos. Así fue como "Aki n la party", se convirtió en "Aquí, sin fiesta, sin nada", por ejemplo. Recordó las clases de ortografía y de español básico que había recibido en la secundaria. Curiosamente, apuntar sus estados mentales sólo para sí misma, los transformaba en confesiones valiosas que era vital escribir correctamente. Un día, mientras estaba en la cafetería de la universidad, escribió en una servilleta: La gente ya no habla de frente, ya no hace falta. Verse en los ojos del otro implica muchas cosas, como ver sus defectos y hasta su fealdad. Todos somos feos. Todos. Pero estamos desesperados por…
Se detuvo. "Todos somos feos". Sacó del bolso un pequeño espejo y se miró. Su rostro estaba más pálido que nunca. Era fea. Fea en un mundo de enfermizo afán por la belleza. Era ella, la real, que no se compartía ni se exhibía para nadie. Se acordó de su Mazda5. "Simplemente un auto como cualquier otro. Funciona bien, es vistoso. Yo no sé si funciono bien o soy vistosa. La gente de ahora se clasifica como si fuera un automóvil. Se toma una fotografía y se muestra como en un control de calidad". Pálida como estaba, sonrió y siguió escribiendo: ...ser vistos. Podemos no abrir la ventana.
Podemos ser invisibles y no es malo. Podemos existir sin estar conectados a todo, como existe la hoja de un árbol cualquiera en cualquier lugar del planeta o ser tan insignificantes como una mosca muerta. No tenemos que gustarle al mundo para sentirnos bien. Podemos ser una isla en medio del más enorme océano y esperar por nuestros habitantes.
Al poner el punto final, se sintió liberada, valorada en secreto por sí misma; como una isla llena de las voces del mar y nada más. Desapareció completamente un martes, sin ser vista. Su piel se volvió translúcida, y esa
liviandad que desde hacía semanas comenzó a sentir, involucró a todos sus huesos. Ya no necesitaría ningún modelo de automóvil ni alguien que observara su carne duplicada en los pixeles. Así como se eliminan los datos de un ordenador, Adriana se borró, se liberó, suplantó a la que era (o a la que le habían dicho que era) por una mujer de piel transparente, como el papel cuando se moja o como una ventana por la cual es posible atisbar un poco del mundo. A ella le gusta esto.
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Día de independencia Esaú Cituk Andueza
L
os fuegos artificiales continuaban iluminando la noche y despedazando el silencio, despedazando mis oídos, ya devastados por las rancheras a todo volumen.
Salí del bar La libertad con mucho menos de lo que entré: menos dinero, menos cordura, menos valor; pero me adentré en esa oscuridad. ¿Noche cerrada o madrugada? No pude distinguirlo; para seguir bebiendo no sé a quién le empeñé mi Citizen. Serpenteando por la calle me parecía que mi casa estaba a kilómetros, y eso que vivo todo derecho del centro y a unas cuantas cuadras. Cada pared me sostenía para no terminar en la escarpa; iba de poste en poste, uno y hasta el otro a gran distancia, la luz no cubría mi camino: poste, oscuridad, estruendo de fuegos artificiales, oscuridad, poste. Según mi ebriedad, ya había avanzado bastante, ya quería estar en casa. Al llegar a un tramo de espesa noche escuché unos ruidos, algo se arrastraba, pasitos, patitas. Un poste me sostuvo, algo en mi estómago comenzó a revolverse. De lo oscuro se asomó una perrita callejera, sin raza y sucia de lodo, con las tetas colgantes y exprimidas, cuando estuvo más cerca de mí noté también la sangre. Algo llevaba en el hocico, oscuro y maltrecho; cuando cruzó frente a mí, del otro lado de la calle, se detuvo, volteó a mirarme, a olfatearme, y distinguí lo que mordía. Era una cabeza humana, mordisqueada, y aún chorreaba sangre. La borrachera huyó por mis pantalones y bajó a la calle dejando un tibio charco. La perra siguió su camino sin darme mayor importancia; apenas se perdió en las penumbras salí disparado hacia mi casa. Entré y encendí la luz. Casi de inmediato escuché ruido en la terraza trasera. Sentí un vuelco en el pecho. Fui despacio —más por miedo que cautela— a ver qué era. Encendí la lámpara de la terraza y ahí estaba Dulcinea, alborotada por la pirotecnia y emocionada de verme. Con más calma, pero aún despacio, salí a la terraza; daba vueltas a mi alrededor. Me temblaban piernas y manos, pero decidí darle de comer. En su plato de alimento eché croquetas, bastantes; no quería que ella pasara hambre, Dulcinea, mi rottweiler.
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La Metamorfosis de Franz Kafka o los porqués de la cucaracha Jesús Suárez
Introducción La metamorfosis, novela escrita por la pluma de Franz Kafka, fue publicada en octubre de 1915 en la revista Die weissen Blätter, dirigida por René Schickele, en la editorial Kurt Wolff de Leipzig. Kafka fue un escritor nacido en Praga, capital de la nación Checa en 1883, fue un escritor bohemio en lengua alemana. Es uno de los autores con mayor difusión a pesar de su escasa obra. Recibe influencias literarias de autores realistas como Dostoievsky, Flaubert o Dickens y de los filósofos Kierkegaard y Nietzsche; de sangre Judía, fue testigo de las grandes penurias causadas por el estallido de la primera guerra mundial. Comenzó a estudiar Química en la Universidad de Praga pero a las dos semanas decidió dejarlo y probó suerte en Filología Alemana e Historia del Arte aunque finalmente estudió Derecho, obligado por su padre, sin embargo, nunca desarrolló dicha profesión. Realizó una serie de viajes por Europa entre 1909 y 1912 en los que comenzó a desarrollar su faceta literaria La novela narra una metáfora, la de la propia vida del autor. Kafka reconoció explícitamente la relación habida entre La metamorfosis y su propia vida. En muchas ocasiones se ha hablado también del paralelismo entre el apellido Samsa del protagonista y el del propio autor Kafka, pues las vocales y la posición en la que están son las mismas y la extensión de los apellidos también es la misma. Cuando a Kafka se le planteó esta posibilidad, éste replicó: "No se trata de un criptograma. Samsa no es por entero Kafka. La metamorfosis no es una confesión, aunque sea, en cierto sentido, una indiscreción"
Su triste existencia nunca fue pletórica de grandes realizaciones, pues su carácter era en extremo introvertido y no gustaba de socializar; por ello nunca se casó. Es sabido que su padre ejercía un control casi total sobre él, lo que era un común denominador de los padres judíos de la época. Kafka sufrió una serie de enfermedades y una tuberculosis pulmonar que le llevaron a la muerte el 3 de Junio de 1924 en un pequeño hospital de Viena Austria a los 41 años. El escritor austriaco Max Brod, su amigo y biógrafo, publicó póstumamente sus manuscritos inéditos, contraviniendo su deseo de que fuesen destruidos a su muerte. Kafka nos dejó grandes obras, entre ellas: El proceso, La condena y América, además de La metamorfosis, que es una de las más reconocidas, ya que indudablemente refleja su vida bajo la fuerte influencia de su padre y la crítica de los regímenes de aquéllos años en el este de Europa. La obra la podemos ubicar dentro del género narrativo, constituyendo un relato de realismo fantástico, con facetas expresionistas y surrealistas; durante toda la historia, el autor plasma situaciones cotidianas, sin embargo, un aspecto que lo hace formar parte de esta corriente es el elemento de la transformación que sufre el personaje principal. El sentimiento de inferioridad suscitado por el hecho de ser judío fue un gran motivador e inspirador para Franz Kafka. El análisis del comportamiento y de su contexto, así como la aparente decaída de Gregor y la frecuente presencia de escenografías con entornos templados, oscuros, nebulosos, convierten al relato en un híbrido digno de la literatura "Kafkiana". delatripa: narrativa y algo más
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Sinopsis En La metamorfosis aborda el tema del autoritarismo y sus graves consecuencias, a través de la historia de un agente de ventas itinerante, de nombre Gregor Samsa, el cual al despertarse un aciago día, se mira transformado en un bicho despreciable, convirtiéndose así en una vergüenza y causa de deshonor, que lo lleva a sufrir los más grandes sinsabores y penas por parte de su familia, su ambiente laboral y la sociedad que lo rodea. Después de varias y diversas vivencias, Gregor Samsa termina su vida de una manera trágica, mientras que su familia, aún los más cercanos a él, toman este acontecimiento como la liberación de una pesada carga, para seguir adelante con sus propias vidas. El autor plantea velada y metafóricamente, de una forma única y sui géneris, su biografía, el control que ejercía sobre él, su padre, mostrándole al mundo las terribles consecuencias y los paupérrimos sentimientos que se experimentan bajo tal régimen de autoritarismo, en donde la más grande fatalidad es haber nacido dentro de ese sistema de cosas. Asimismo, la obra contiene también una clase de velada crítica a los gobiernos de aquella época, plena de disciplina, subordinación y autoritarismo, donde las reglas estaban ya predeterminadas y se aplicaban siempre sin explicación ni razón alguna, lo que denota su calidad de desadaptado social, como se puede ver en cada párrafo del relato.
Análisis Si ponemos atención a la estructura externa de la obra, podremos observar que la novela se encuentra dividida en cuatro capítulos carentes de título, la reticencia del autor a jerarquizar los capítulos, bien podría deberse a que la obra es de tipo biográfica y muestra un paralelismo con su propia vida, su existencia estuvo situada en un ambiente de este tipo, sin picos ni valles, con una medianía paralela 38
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a su mediocridad, sin grandes emociones ni triunfos ni penas calamitosas; de esta manera, la ausencia de títulos o encabezados crea un nivel jerárquico de igualdad entre las cuatro partes de la obra, es decir, las desparticulariza, para que ninguna sea más importante que las demás. En una primera secuencia la obra comienza cuando el actante principal, con su despertar al mundo "real", ve que ha sucedido durante la "noche" una transformación corporal, Gregorio Samsa se ha transformado en un "monstruoso insecto", presumiblemente una cucaracha, aunque nunca se menciona. Esta transformación parece significar su huida o punto de fuga, del mundo real al mundo "real", estos mundos también se transforman o metamorfosean adoptando cada uno las características del otro, el anterior, la realidad real, es inadmisible y tan inaguantable que es necesario fugarse a la "realidad" virtual posterior; en ésta la situación no mejora, no va de menos a más, en esta otra "realidad", se ve a sí mismo como es "realmente": no un hombre erguido, orgulloso y cabal sino un ser nimio y despreciable. Así el narrador extradiegético sumerge al lector en ese otro mundo fantástico, pleno de realidad virtual, para ser testigo de los hechos narrados. Esto sucede después de un "sueño intranquilo" ¿cómo interpretar este hecho?, el sueño intranquilo significa su vida real de la cual es imperativo despertar, esa vida real mediocre y llana, pero tan llena de frustraciones, temores, ansiedades, dolores físicos y espirituales, que son la causa de intranquilidad en un sueño real tenido por hombres normales. "Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón"... esta acción podría significar un reforzamiento de lo dicho anteriormente. No es un hombre seguro de sí mismo y altivo del cual se narra, no es un hombre orgulloso de sus saludables acciones y decisiones, caminando erguido, siempre con la cabeza en alto, no; él es mucho menos que eso, menos que un hombre, menos que un cuadrúpedo, solo es un ínfimo animal rastrero,
tumbado en el piso, por su condición, su lugar es el suelo donde se arrastran las alimañas y por más pataleos y esfuerzos que haga por cambiar esa condición, no logra superarse a sí mismo, todo confabula para impedirlo, jamás podrá levantarse por sus propios pies ni por sus propios medios. "¿Qué me ha ocurrido?, pensó. No era un sueño"..., desde luego que no era un sueño, significa que era su realidad, la que en un momento de dubitación Kafka nos confiesa, haciendo al lector su confidente, cómplice de la indiscreción cometida. "Su habitación, una auténtica habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas"...al tratar con condescendencia su espacio vital llamándolo "una auténtica habitación humana" significa que se encontraba ante su espacio habitual, aquel en el que el vivir le producía un cierto grado de confort y en el que se sentía cómodo al desarrollar sus distintas labores habituales, aquel espacio cercado por "cuatro paredes harto conocidas", que a fuerza de estar, un carácter débil y pusilánime, encerrado durante mucho tiempo, produce confianza y seguridad. "Por encima de la mesa, sobre la que se encontraba extendido un muestrario de paños desempaquetados"... como por descuido Kafka menciona esta escena, que nos muestra una faceta más del carácter del actante mencionado: significa descuido en la colocación de sus objetos de trabajo, no se menciona que se haya realizado una actividad o trabajo previo sobre la mesa, por lo que este muestrario se siente fuera de lugar, como resultado lógico del desorden físico y espiritual en el que vive Kafka-Gregor. Llegar del trabajo y tirar sus objetos en el primer lugar a la mano, desorden total en su vida, es el concepto resultante del análisis somero de las acciones de la escena. "Samsa era viajante de comercio"... como tantos otros de sus connacionales o consanguíneos podríamos precisar, agentes viajeros o aboneros les llamamos en Yucatán, ocupación aleccionada por sus
padres judíos que, como todos los de su raza, por prescripción Talmúdica, desprecian cualquier tipo de labor productiva, prefiriendo ocuparse siempre, en el mundo occidental, de labores comerciales, usurarias, periodísticas, médicas, literarias, cinematográficas, que no por ello deja de ser un trabajo duro y habitualmente propio de clases sociales bajas, comenzadas a llamar proletarios en aquella época, por lo que podemos establecer, sin lugar a dudas, el estrato social al que pertenecían el singular dueto Gregor-Kafka. "...Estaba colgado aquel cuadro que hacía poco había recortado de una revista y había colocado en un bonito marco dorado"... esta escena de apariencia inocua nos dice su significado aclarando el hecho de que, aún en estratos sociales humildes, existe gente exitosa y perdedores, agentes de ventas o aboneros diligenciosos y en vías de enriquecerse y aquellos que por más que lo intenten no progresan, de estos últimos era Gregor, ¿Kafka?, la carencia de los mínimos recursos para hacerse de un cuadro aunque fuera de ínfima categoría y tener que fabricarse uno, burdamente, con los recortes de una revista, nos recuerdan los pósters orondamente exhibidos en los tugurios y talleres mecánicos de barriada actualmente; la carencia de recursos y de "buen gusto", es notoria, reflejan el modo de vida y la economía de la familia ¿Samsa? en los años 900. La escena también nos muestra "intención", la sana preocupación por mejorar "la vista" de su espacio, por acrecentar el interés, proporcionando un punto de atención a algo pretendidamente "bello" que significaba romper la monótona cotidianeidad de sus cuatro paredes. "Representaba a una dama ataviada con un sombrero y una boa de piel, que estaba allí, sentada muy erguida"... la figura es plena de significancia, es el objetivo inalcanzable de nuestros sueños, significa nuestra aspiración y deseo cumplido virtualmente, la adoración de lo que jamás podríamos conseguir con nuestro miserable modo de vida y que al tenerla en imagen, llena nuestras pocas expectativas, haciéndonos poder prescindir de la realidad, prescindir de delatripa: narrativa y algo más
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una pasión y de una mujer real; pienso que esto es lo que nos trata de comunicar Gregor, tal como fue el caso de Kafka, que nunca se casó. “¿Qué pasaría —pensó— si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?” Todo lo que está describiendo, en un momento de lucidez, se torna grotesco, y en ese instante de duda se pregunta: ¿debo seguir con esto?, ¿me detengo?, ¿doy marcha atrás? Dormir un poco más significa continuar viviendo la realidad real que podría resultar no ser tan mala como esta, la virtual, o cuando menos podría ser igual de mala por lo que no tenía caso seguir en la virtual, abandonar por un tiempo esa realidad virtual en la que ya estaba sumergido y olvidarse de escribir, de analizar la difícil propia vida, el caótico desorden imperante en la sociedad decimonónica que le rodeaba y las razones que lo llevaron a escribir, chifladuras les llama él. Y así podría continuar por las próximas 2,317 páginas que llevaría analizar todo el trabajo de Kafka.
Conclusión Durante el análisis de la obra pude otear diversos trabajos realizados al respecto, pareciéndome todos muy respetables, sin embargo, y haciendo caso a los tres puntos de Romero Tobar, pude notar que en su mayoría esos trabajos de ensayo, análisis literario y semiótico, carecen de un ingrediente básico de análisis y es que no consideran los entornos culturales del autor. Creo firmemente, que si los consideramos, podríamos desentrañar los motivos ocultos aún, que llevaron a escribir tan singular obra, y por fin tener luz sobre los verdaderos significados de sus escritos, cuando menos en La metamorfosis. Aclaremos lo dicho, por lo general el lector medio ignora cuestiones de sangre, religión y costumbres del autor o actantes, que los hacen errar en su interpretación de las acciones que se van sucediendo con la lectura-vivencia. 40
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Por ejemplo como que: 1. En la nación judía asentada en cualquier país, un muy elaborado ritual talmúdico rige sus existencias, es exigido para todas las actividades del hogar teniendo un solo fin, que es el de: purificar la casa, la ingesta de los alimentos, la unión matrimonial, el trato entre conyugues y entre padres e hijos, especialmente los cuerpos de los miembros de la familia, entre otras cosas. 2. El mismo exigente ritual talmúdico hace que los miembros de esa raza consideren a la enfermedad, como pago o consecuencia, de una vida licenciosa o pecaminosa, de la impureza ligada al pecado, es decir, si se contrajera una enfermedad contagiosa significaría que, secretamente su vida debe ser, especialmente indecente, no se diga si se contraen enfermedades venéreas o la lepra o tuberculosis, como era el caso de Kafka, en las que hay implícito el pecado cometido (enfermedad del espíritu), sumado a la propia enfermedad del cuerpo. Imaginemos el en extremo escandaloso asco de los familiares y amigos ante la descripción de la enfermedad de Gregor-Kafka: las efusiones de líquidos corporales de alguna de las enfermedades mencionadas, que atentan contra la santidad corporal y la pureza del hogar. 3. El multicitado ritual exige también a los espectadores, apartarse sin miramientos del pecado, del pecador y de todo lo que contamine la mente, el espíritu, el hogar y el cuerpo, además y en especial, de la familia. 4. De la misma forma, la familia judía no conforma un ambiente democrático en el que los problemas se resuelven en concilios familiares, no, el ritual señala al padre como cabeza de la familia, indiscutible posición, grave porque obliga a tomar todas las decisiones sobre la misma, decisiones especialmente severas, en el caso de brotes de corrupción física o espiritual, que pudieran ser focos emisores de contaminación.
Ahora consideremos la historia de Gregor filtrada a través de estos cuatro puntos y tendremos una óptica radicalmente distinta de lo que manejan nuestros esforzados analistas contemporáneos, consideremos el horror propio de Gregor-Kafka, criado bajo esas estrictas reglas de purificación, al saberse protagonista de una de esas espantosas enfermedades; crecido en un ambiente cultural con los más estrictos códigos morales y rituales orientados a la santidad, la limpieza física y espiritual y la aplicación consecuente de los estrictos códigos de erradicación del "mal". Podemos fácilmente llegar a nuevas conclusiones como la lógica razón por la que ni él mismo se podía soportar, no podía considerar siquiera, la conservación de su propia existencia en ese estado de putrefacción física y espiritual, efluyendo líquidos de corrupción, ¿Cómo considerarnos en ese caso?, ¿Cómo caballos?, ¿Cómo gallos?, O como bichos inmundos y rastreros, menos que insectos diría yo. ¿Me doy a entender? De la misma forma enfrentemos la óptica de la familia, crecida, formada y educada en esos mismos estrictos códigos, ¿Qué hacer en ese caso?, la familia y los amigos no podían escoger, el ritual les exige aún hoy, apartar esa fuente de corrupción a fin de no contaminar el hogar, el ritual exige pasar por encima de los afectos, exige cumplir los deberes para con la escritura que es la voz de Di()s, sobre los cariños entrañables, de ahí la exclusión acotada, ya que, por
no quedar otro remedio, y por haber sostenido a la familia, se le permitió vivir bajo el mismo techo, de ahí los sentimientos de incredulidad de Gregor ante la separación forzosa, cuando era el sostén de la familia, claro, en el pasado. Ello justificaría el comportamiento, ante la vista de un ser tan despreciable, por parte del servicio y de los inquilinos de las recamaras sobrantes, en el caso de ser judíos también. Ver de pronto a un sujeto lleno de heridas y de costras, de llagas supurientas o el esputo sanguinolento de un tuberculoso, brotándole de un cuerpo sin alimentarse, debe ser una visión fantasmagórica y nauseabunda para cualquier persona, no digamos ya para un devoto judío de sangre y religión. Ciertamente los valores Cristianos del espectador-lector, hacen rechazar dicha actitud, por lo que Gregor acude a sus nobles sentimientos para quejarse de tan severo sistema de trato social. La novela corta fue dirigida a un lector piadoso que se solidarizara con sus sentimientos y pudiera igual que él, rechazar las muestras de "impiedad" de su propia familia, de su religión y de la sociedad que le rodeaba. Creo que aportar algo al mundo del conocimiento es parte de nuestro deber, es regresar a la sociedad en la que estamos inmersos, algo de lo recibido y es una recíproca aportación al Estado, que subvenciona nuestros estudios. Espero no haberlos cansado.
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El beso de Juan Gabriel Adán Echeverría Cuando Jorge dejó la casa de su novia esa noche, estaba seguro que las palabras de su padre: alguna vez serás un hombre que fundará una familia y perpetuará nuestro apellido, era una consigna a punto de cumplirse. Su novia había quedado satisfecha después que él removió sus prendas íntimas arrancando las furias contenidas en su vientre. Ella duerme ahora mientras Jorge viaja junto con sus amigos al burdel de moda de la ciudad. Esa noche iban invitados por el jefe de la oficina. —Imposible negarse, amor, los negocios se hablan en la cantina. O en el putero, eso quiere el jefe y él invita. Tengo que ir. Las mujeres desfilaron sus formas relucientes por toda la pista y luego dieron paso a los hombres. Jorge no tenía inconveniente por continuar mirando la escena. Su hombría estaba a salvo en el olor a hembra, permanente en la yema de sus dedos, y los olisqueaba intentando ignorar los dorsos desnudos, las nalgas poderosas, las piernas endurecidas de los excelentes ejemplares masculinos que se divertían en el entarimado. —Bueno señores, lo prometido, escojan lo que quieran, dijo el jefe. Cada uno de los acompañantes de Jorge de inmediato sentó en sus piernas a cualquiera de las bailarinas. Pero Jorge se debatía mentalmente en si esto no sería registrado en su inconciente como una infidelidad de su parte. —¿Vamos Jorgito, tú no escogerás?, —el jefe también se encontraba sin pareja, y extendiendo la mano, la poso en el hombro de Jorge, y se acercó para soltarle en el oído.— Traje a estos con el pretexto de traerte a ti. Quisiera que pudiéramos platicar a gusto; si lo deseas, claro. Jorge no supo qué pensar. El jefe era un tipo muy seguro de sí mismo. —No me malinterpretes, yo te respeto, pero necesito ser honesto, me gustas,— soltó a bocajarro. Jorge palideció. Había bebido poco por lo que sus pensamientos eran lúcidos y no podía estar seguro de que los de su jefe fueran igualmente transparentes; lo que hace el alcohol, pensó. —Ven conmigo, levántate que nos meteremos juntos a ese privado con esta negra. Jorge obedeció. Luego de dos horas, aun laten en su recuerdo las palabras de su jefe ya desnudo, de pie enfrente de él, con la negra acostada en el sofá, haciéndole una felación, mientras aquel decía, besándole la oreja. —Qué sabes del amor si no has besado a Juan Gabriel. Y el sabor de los labios de su jefe, su mano detenida en su miembro erecto, siguen hoy siendo al fin, una gran liberación. 42
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Reflexionando Blanca Nieves Eslava
A
l amparo del enorme roble cuyas ramas suavemente el paso del viento mece, quise escribirte una carta, tal vez una más ante la cual de largo pasarás sin dar lectura; tal vez una menos que decida ya no volver a escribir, pero… tenía que escribirla para poder decirte que tal vez me siento una pérfida, desleal ángel que con sus trastadas a más de uno hipnotiza, pero dime, ¿cómo no ser así?, si esto no está dentro de lo que soy capaz de hacer.
Permite decirte amor mío que disfruto de la vida, de la perversión y de la morbosidad, igual que de la candidez y la ternura, y si me pidieras decirte de qué disfruto más, callaría, omitiría responder, porque ni yo misma se, de cual de todas las cosas gozo más. Pero no temas, que te juro por Dios, que jamás te haría daño, porque mi mayor anhelo es alegrar a tu corazón con mis travesuras; porque sé que hasta el día de hoy, eres el único hombre, que con infinita complicidad me urges a que te traicione, a que te envilezca. Y por eso te admiro, te adoro, porque sé que sólo la complicidad y el amor, llevan a amar y a la libertad al mismo tiempo. Y es en mis momentos de reflexión, cuando me vuelvo a preguntar: ¿Qué es lo que realmente deseo o espero de ti?, no lo sé, pero lo que si tengo claro es que te exigiré hasta lo imposible, porque eres tú, quien me alientas a ello. Sé que me deseas, que enloqueces con mis osadías y mis travesuras, que deseas hacerme tuya, sodomizarme, follarme, utilizarme para hacer de mi, la mejor de tus creaciones: "UNA PUTA OBEDIENTE"
Y tal vez hasta quieras menospreciarme y vulgarizarme, porque aun no logras vencerme ante ti, pero no puedes, me amas, con todo y mis osadas travesuras, porque he sido, soy y tal vez muera siendo aquello que no es palpable, lo perverso, lo prohibido, tantas cosas… Sé que quieres poseerme, se que quiero poseerte, sodomizarte, follarte, humillarte, no sabes aun lo insaciable que soy, ni lo perversa ni lo egoísta que puedo llegar a ser. Sé que piensas que he sido una niña buena contigo, dócil y obediente, pero no soy ningún cándido ángel. Reflexiono, tal vez embriagada por el frenesí de mis osadías, de mi desenfrenado deseo de sentir, de orgasmear, de… en fin, me siento tan embriagada de emociones, éxtasis y lujuria, que creo es mejor terminar de una vez esta carta, ya que el deseo comienza a despertar de nuevo en mi, ¡maldita sea!, ¿porque seré tan insaciable?, y sé que llegara el día en que te pediré lo imposible (y aun no sé qué es lo imposible en nuestras locas fantasías), se que seguramente tú me lo pedirás, y es que con el paso de los años, eres quien analiza más, quien sutil y descaradamente lleva las riendas de mi lujuria; y se, que siempre de ti escuchare: "Me pierde tu psicología, me vuelve loco tu coño, me pone como lo frotas y a otros, con mi permiso se los ofreces; ven golfa mía, mi golfa insaciable, quédate a mi lado, haz de mi tu esclavo, sodomízame, conviérteme en tu padrote, para después, a tus caprichos rendirme, para en tu libido perderme".
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Unforgettable Juan Machín Todo esto lo ejecuto en el gran salón de mi memoria. Allí se me presentan el cielo, la tierra, el mar y todas las cosas que mis sentidos han podido percibir en ellos, excepto las que ya se me han olvidado. San Agustín
"A
mor de lejos, es de pendejos". Esa máxima de la sabiduría popular no dejaba de dar vueltas en la cabeza de Juan Machín. Temía perder a Juliana.
Justo cuando Juliana le dijo que sí, Juan recibió el anuncio de que había sido aceptado en el King's College de Londres para estudiar su doctorado en Geología. Juan amaba la Geología, casi tanto como a Juliana, porque le había enseñado cómo la Tierra sabía guardar su propia historia: fósiles que testimoniaban una flora y fauna de otra manera perdidas para siempre; los cambios en los polos, puntual y sucesivamente grabados en los minerales ferromagnéticos petrificados a ambos lados de la cordillera mesoatlántica, antiguos mares que hoy se levantan en el Himalaya, costas que empataban como perfectas piezas de un rompecabezas. En los pétreos estratos de la corteza terrestre todo quedaba registrado. El planeta llevaba en su seno la memoria perfecta de un mundo cambiante. A Juan le preocupaba sobremanera el tema de la conservación de la memoria, porque él mismo no se distinguía por poseer una buena, sino al contrario: al terminar la carrera como ingeniero geólogo, descubrió, por ejemplo, que ya casi no recordaba al famoso personaje del Papirolas, ni el nombre del maestro más barco de toda la facultad y que, sin embargo, le había puesto "S", y, no se diga, los nombres de los invertebrados del Precámbrico.
Machín le temía especialmente al Alzheimer pero sobre todo, a que Juliana lo olvidara. Juliana tenía peor memoria que él (todo el tiempo le preguntaba a Juan, "¿cómo se llamaba esa película, donde salía... cómo se llama?, ¿quién es el autor de...?"). Y esa ausencia obligada por dos años, Machín la sentía como si hubiera sido condenado, fatídica e inexorablemente, al olvido. Juan, para ayudar a su amor a superar la prueba del tiempo, había estudiado lo mismo el fenómeno de histéresis, los experimentos de Zeigarnik sobre las condiciones de recordación y los modelos de Hebb y Hopfield de redes neuronales matemáticas, capaces de aprender y rememorar, con el secreto objetivo de mantenerse presente, a como diera lugar, ante la memoria de Juliana. Como el Morel de Bioy Casares, Machín descubrió que la televisión, la telefonía, la fotografía, el fonógrafo, etcétera, no son sino medios científicos para contrarrestar ausencias espacio-temporales, pero Juliana no era afecta a ninguno de ellos. Juan decidió, entonces, hacerse presente en la memoria de Juliana a través de pequeños signos que sirvieran para disparar sus recuerdos. Como el zorro de "El principito", que al ver el campo de trigo rememoraría el cabello dorado del pequeño o escucharía su risa al contemplar el cielo estrellado, al toparse Juliana con la infinidad de indicios que Juan habría dejado en los lugares más inesperados, lo recordaría a cada instante. delatripa: narrativa y algo más
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Decidido, Machín tomó su inmensa colección de piedras, minerales y fósiles y las distribuyó amorosa y pacientemente por todos lados: en cada rincón del departamento, bajo la mirada irónica de Fausto, el gato de Juliana; a lo largo del camino del estacionamiento de la Universidad y en cada uno de los salones; por la vereda donde solían pasear, y en la casa de todos sus amigos y familiares. Juan le dejó a Juliana, además de una docena de macetas de No-me-olvides, una nota pegada en la puerta del refrigerador donde le expresaba todo lo que la amaba y el deseo de que no le olvidara nunca. Una semana después de instalarse en Londres, Juan recibió feliz una carta de Juliana. "En verdad no he podido olvidarte", comenzaba la misiva que Machín apenas podía sostener de
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la emoción. "Todo me recuerda a ti... el día mismo de tu partida tropecé con la enorme amonita que dejaste en la regadera: tengo fracturados tres dedos del pie izquierdo y un esguince en la rodilla. Me rompí una muela con la amatista que escondiste en la mermelada. El esquisto que colocaste en mi armario me produjo un limpio corte en la palma de mi mano derecha y tuvieron que darme seis lindas puntadas. Fausto murió ahogado con la geoda que pusiste en su comida. El mecánico me explicó que mi auto se desbieló con la turmalina que "quién sabe cómo" llegó al depósito de aceite. Así que, como puedes deducir, no sólo me he acordado de ti, todo el tiempo, sino que no dejo de acordarme de la puta madre que te parió."
Narraciones Johnny Euán
¿Qué sigue? ¿Y ahora? ¿Qué sigue? Después de una intensa mañana en la que tuve que prepararte las corbatas y el desayuno, sin olvidar el periódico y tu manía del café sin azúcar, ¿Qué sigue cariño? Si luego de regresar justo a las 10:23 cuando la novela estaba en su momento cumbre; Sofía descubre al imbécil de Sebastián con su amante en la tina, dándole de todo. Y cuando llegas pides la cena caliente y otro café para desvelarte leyendo tus odiosos libros de la pubertad. Seguro después de venir a la cama, cerca de las 12, querrás, como siempre y digno de ti y de todos, tu porción nocturna de amor. Y yo, como que no queriendo la cosa, accedo porque también lo necesito. Pero, dime, qué sigue. Si todos los días es lo mismo.
Panorama Estoy un poco harto de la situación global que nos rodea, a nosotros los hombres. Mujeres, ¿qué pretenden? Si a todas las he querido bien. He tenido las mejores intenciones, pero no, ellas solo buscan un momento intenso que aligere sus estresantes vidas. Solo quieren sentirse las reinas del mundo con sus insolentes fotografías publicadas, en donde muestran a diestra y siniestra sus encantos; senos infernales sólo cubiertos por sus manos, bikinis de infarto, piernas, espaldas desnudas, traseros o invitaciones de tiro al blanco. Es brutal; y yo estoy harto de querer tener algo serio con una de ustedes y que ninguna
crea en su persona. Ya no creen en flores ni cartas, ni en ese amor bello y real.
Esfuerzo por la familia Oye Nacho, aquí la gente cree que lo sabe todo. Cuando pasa algo, a la mera hora, todos son unos sabelotodo, y se expresan peor que el gordo con la cerveza. Supongo que lo sabes; que en el bar de La concordia la gente grita, no canta, grita canciones de moda vaquera, de esas que se bailan pegadito a una mujer. Es increíble su crítica de hoy, si incluso son hasta más valientes que el niño cuando va a comprar un condón. Cuando ocurrió lo del asalto a la papelería Sonder, todos dijeron que la policía fue incompetente; que los ladrones son hijos de los estirados del gabinete del alcalde; que fue una farsa inventada por el gobierno; que hubo disparos y sangre por las aceras. Todos hablaron, pero ninguno de esos habladores prepotentes fue capaz de agarrar al ladró; un mocoso de 15 años que armado con una navaja se bailó 10,000 pesos de la papelería. Ninguno hizo algo, lo vieron pasar como la lluvia por la ventana. Ya no regreses Nacho, la ciudad es una mierda, mejor siéntate a tomar tu vaso de leche con doña Fausta en la puerta de tu casa, que yo iré pronto. Ya tengo los 10,000 para el avión.
Bohemio ¡Qué noche! Estábamos en pleno júbilo con las rolas del Calamaro, junto a Gloria y Fernanda. Las dos bellas y jóvenes, y la multitud de delatripa: narrativa y algo más
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adolescentes coreando los éxitos de Andrés. Todo era perfecto, hasta que a ti, miserable hijo de la mierda, se te ocurrió tocarle las nalgas a la rubia demoniaca de los senos abismales y el short masacrado por Freddy Kruger. Nos sacaron de forma humillante, y mi ligue con Fernanda se frustró. Pero luego, solos y avergonzados nos pusimos a fumar, esperando a las chicas que se quedaron dentro, y fue por eso que conocí a Sandra, la que vendía playeras de Calamaro. Dijo que era del norte, y que así se ganaba la vida, a pura venta de artículos musicales en los conciertos. Nos invitó un par de cigarros más, le platicamos tu babosada y río hasta el cansancio. Noté que te tiro una mirada perversa, como queriendo ser aquella afortunada que recibiera tu caricia. Sé que te latió, que la invitaste a salir después de aquella noche, pero brother, te confieso que yo logré lo que ambos queríamos de esa provinciana de cabello ondulado. El cd del Bohemio firmado por el Calamaro.
Desliz ¡Diosito! ¡Ayúdame! No sé cómo decirle a Luis lo que pasó. Por dónde empezar. No entiendo como pude ser tan estúpida, y cómo fui capaz de hacerle eso a mi novio, el amor de mi vida. Yo lo amo, pero todo pasó tan rápido; Marvin traías las copas, unas tras otra, y los tequilas me mataron. Valentina se fue temprano, y yo debí irme con ella; jamás dejaré de reprocharme lo que hice. Solo recuerdo el vestido subiéndose más y más, la alegría del momento, las risas, las fotografías, y de repente, me encontraba desnuda junto a Brenda, mi cuñada. Lo peor fue cuando ella se despertó y dijo: Ahora ya eres parte de la familia, cuñadita. 48
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Ana María Llovía de a madres. Era la vigésima noche de Ana María sin trabajo. La corrieron por inculta e inepta. Hoy veremos películas si los truenos lo permiten. La abrazaré y le diré que la quiero, que no importa su situación, la quiero igual. Sé que no es perfecta, pero su corazón tocó el mío, y a pesar de sus errores y su horripilante tatuaje en la espalda, la amo. Y dejo a la posteridad que nunca habrá algo mejor que pasar las noches con la mujer que amas, aunque no sepa cocinar ni besar, ni hacer el 69, ni lavar sus bragas. Nunca he sido más feliz que con ella; porque me abraza cuando el asesino mata al niño en la película, y la lluvia nos jode dejándonos sin luz eléctrica. Y bueno, pues a la cama, ya que no hay nada más que hacer, solo amarnos.
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Relatos José Reynold Quintanilla Morán
Mundo Aparte A mí, que al principio no me interesaba e incluso llegué a cuestionarlo como otra broma de mal gusto auspiciada por los medios, de repente me llamó la atención. Sobre todo ¿cómo en poco tiempo acaparó tantos adeptos? más, incluso, que la pornografía o la cerveza, que para ese entonces se había convertido en la bebida nacional, por encima del agua dulce. Su paso era avasallador. Los mismos políticos aprovecharon el escaparate para hacerse publicidad. Ahora que lo veo, con la generosidad que da el tiempo, entiendo el por qué incursionó con tanto éxito en la mentalidad popular. ¡Y cómo no!, si prometía satisfacción individual inmediata, sin depender de drogas ni religiones. El método era perfecto, vivir con lujos y escoger pareja en el extenso catálogo. Nadie se acordó de prejuicios. Un mundo al alcance de todos. Bueno, de los que tuvieran internet, porque eso sí, era necesario estar en red. Escenarios paralelos fue el buque insignia de la compañía japonesa ese verano; sin duda una revolución tecnológica. "¿Quién ocupa levantarse si tiene todo a un click?" fue el slogan con el que se dio a conocer en las redes sociales. La gente abandonó su miserable vida. Ahora usan gafas y pasan al lado de algún familiar sin detenerse. Cada uno construye su mundo aparte.
Claustro De los 300 días del año en curso, Miguel solo ha pasado tres frente al sol. Su familia que siempre lo vio como un chico raro aguarda la esperanza de que de una vez por todas abra esa maldita puerta. Nadie sabe qué hace ahí adentro. Especulaciones van y vienen; los más fantasiosos como yo, sostenemos que es una especie de vampiro melancólico adicto a la sangre de los perros de la casa; la abuela Evangelina por su parte, quien siempre ha sido una enfermiza creyente, piensa que es un enviado del cielo y que el claustro de su nieto es un sacrificio por lo pecados del mundo. Los días que no anda con pereza después de la novela de la seis, le dedica un rosario en dirección a la puerta. La vida familiar trascurre con total normalidad, los Amador salen, ven tele, hacen compras, pelean y se disculpan. Algunos, como José el miembro más inquieto de apenas cinco años, no entiende por qué hace tanto que no ve al tío Miguel. Cada vez que llega de visita a la casa, toca con insistencia la puerta —es el único que se atreve hacerlo—, pero nada. Encerrado en su aposento pasa más del 90% de su tiempo. Todavía recuerdo la última vez que lo vi, llevaba puesto una panta gris y una camiseta negra en la cual se leía algo como "warcraft". De su cara no me acuerdo bien. ¿Tenía manchas de acné o ya se le habían quitado? A los meses me contaron que solo sale de noche, que come bocados cuando todos duermen. Mi tía lo encontró una vez merodeando delatripa: narrativa y algo más
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la despensa, caminaba cabizbajo y encorvado. Mi pobre tía, de la impresión, no pudo decir nada, él con los ojos atontados simplemente hizo una mueca.
Sin embargo, a partir de ahí nada fue igual, sus sentidos se agudizaron hasta el punto de escuchar risas, murmullos y pasos en forma recurrente.
No pudo saludar a su madre, solamente hizo un chillido. Dicen que se le atrofió la capacidad de articular palabra.
Para explicar el desorden en la cocina no recurrió a lo sobrenatural, ideó una hipótesis. Sostuvo que cuando llegaba exhausto por las noches era él quien dejaba los platos sucios y las ollas destapadas sin darse cuenta; acción que era aprovechada por las ratas para alimentarse y hacer de la cocina un desastre.
¿Vivís solo? —¿Vivís solo?— para Nelson la respuesta a esa pregunta era siempre un sí, sobre todo para impresionar a las chicas de la facultad. El discurso se adosaba con distintos matices según la ocasión; 24 años, deportista, graduado en ingeniería eléctrica, con un posible trabajo para una compañía trasnacional —total independencia— y una vida por delante.
Pra los demás acontecimientos no encontró explicación razonable; las ratas no son reconocidas por simular risas humanas como las hienas, ni tampoco por imitar los sonidos de los humanos al caminar —aunque éstas fuesen tan gordas como un gato.
—¿Cómo es posible tener que comprar jabón cada semana, si casi no me baño?— repetía preocupado para sí mismo.
El asunto empezó hacerse caótico. Las acciones no solo se concentraron en la cocina o el baño, por las madrugadas escuchaba el televisor encendido y el tipeo de algún teclado a la distancia. Eran sonidos tenues pero incómodos. No tenía claridad para decidir si era su imaginación o de verdad por las noches alguien o algo rondaba la casa. Su nerviosismo fue en aumento, a altas horas de la noche no se atrevió a salir del cuarto, aguantaba las ganas de orinar por horas, se convirtió en todo un maestro en ese menester —muy pocos logran acomodarse boca abajo con la vejiga llena.
Todo le parecía extraño. Incluso sus amigos le dejaron de visitar después que escuchaban una que otra anécdota relacionada con lo que él llamaba su “total independencia”.
Las constantes desveladas le cobraron factura; con rapidez, su concentración en el trabajo fue disminuyéndose y su cara se marcó con ojeras que le daban aspecto enfermizo.
Con el tiempo, los extraños sucesos le preocuparon con mayor intensidad, sobre todo después que Leticia le obligó a leer textos con argumentos metafísicos y paranormales, —¡puro new age!— recriminó obstinado en más de una ocasión.
Cada mañana antes de partir, insistía en inspeccionar con detalle cada rincón; el desastre era peor cada día: platos rotos, ollas destapadas, papeles en el piso; incluso aparecieron en el cesto de basura productos que él no consumía.
No obstante, con el tiempo se empezó a cuestionar si realmente vivía solo o era un simple artificio mental. En sus alocuciones ocultó los extraños sucesos que lo perseguían; no sabía por qué en repetidas ocasiones aparecían platos sucios en el fregadero o por qué la arrocera amanecía a la mitad de su capacidad. No entendía la escasez acelerada de los productos de limpieza.
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—¡Será que estoy realmente loco!— decía para sus adentros. La tranquilidad volvía apenas en pocos episodios —casi siempre coincidía con el período de vacaciones— cuando la extraña actividad cesaba se ponía feliz e incluso recuperaba peso. Eran temporadas en las que podía disfrutar con intensidad su soledad o la compañía de alguna fémina sin distraerse; todo parecía normal hasta que por arte de magia volvía el desastre con sonidos cada vez más intensos y aberrantes. Cansado de la situación, Nelson desarrolló un plan para corroborar si realmente vivía solo o su imaginación lo traicionaba; inspirado en
la película Actividad Paranormal instaló en sitios estratégicos cámaras con visión nocturna. Cuando por la mañana contempló, nervioso y asustado, el contenido de los vídeos, no lo podía creer: la sombra iba y venía con relativa facilidad por cada recoveco; y además poseía la capacidad de desplazar objetos. Era posible que al fin de cuentas no viviera solo. Para la tarde recordó que hacía algún tiempo le rentó el cuarto del fondo a un informático con el que nunca hablaba —por incompatibilidad de horarios— llevaban antagónicos modus vivendi, y ese fue su veredicto.
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Sin necesidades Ibrahim Pech
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arlene y yo estábamos muy alegres de haber encontrado al fin un pequeño cubo para compartir. Y es que cuatro paredes, un par de ventanas y puertas con alguna cosa donde recostarse puede resultar totalmente satisfactorio si todo lo que se necesita se lleva encima, en los bolsillos o en alguna mochila, parecida a mágica, donde todo lo demás que se necesite, salga de ahí. Por supuesto que necesitaba mejoras y muchos detalles, ya que era lo más parecido a una bodega; cosas sucias por aquí y por allá, el hábitat perfecto del polvo y sus conejos que llegábamos a perturbar, las miserables manos del tiempo que acongojaban a la vida que se escondía y se arrastraba y se dejaba trepar por todos lados. Marle (aunque algo común y poco original, me gustaba mucho llamarle así, había algo místico en recortar las letras de su nombre para crear otro contexto, como si las que se hubiesen quitado de su lugar, de su nombre, se quedaran al aire mirándome para luego acomodarse, y yo mirarlas para saber qué contestarle, qué decirle en momentos de angustia para calmarla o qué chiste bueno o malo contar para intentar hacerla reír, y no era de sorprender por supuesto, que pasara, que las letras se me quedasen viendo, y que funcionara, porque al final esas letras eran suyas, las que habían salido de ella de una forma u otra para susurrarme lo que suele callar) se sorprendió en grande cuando descubrió entre la muchedumbre de chatarra, un viejo espejo prácticamente intacto con bordes de madera de fresno tallados, con curiosas figuras curvas, posiblemente del siglo XVIII y lejos de opacar, resaltaba su tez; en especial bajo los ojos; le daba un brillo
especial que había perdido y recuperando poco a poco dependiendo de lo seguido de las noches mal dormidas. Por mi parte, el ocaso de mi atención lo obtuvo una conservada máquina de escribir que aún contenía un pedazo de papel en el rodillo. Algo dijo Marle, y la escuchaba claramente, profusa dentro de mí, como sentir su voz que dibujaba ciertas frases diciendo cosas verdaderas. Si mis manos serían demasiado torpes para escribir en ella o demasiado lentas para plasmar lo que voy pensando a cada momento. No pasó por alto dibujar el cómo podría lastimarme por las teclas tan duras contra mis dedos poco mancillados por el tiempo. Me volví para mirarla, para estar seguro que aún seguía al otro lado del cuarto y no a un lado susurrándome al oído o dentro de mí, como la había escuchado y sentido. Me miró al rostro y me repitió lo que sus letras me dijeron, si mis manos muy lentas o muy torpes o muy suaves, le sonreí y seguimos escudriñando por el lugar. Trabajamos muy duro todo el día. Primero sacando la basura, la chatarra, la otra vida, y luego limpiando cada rincón para que nada quedase igual a como lo encontramos; incluso comimos sobre el poco pasto que había en la tierra, justo en la entrada de nuestro nuevo lugar a compartir, para ahorrar tiempo; y es que es necesario mencionar que a Marle nunca le ha gustado comer en cualquier sitio, y para que éste no lo sea, le dió por poner un poco de sí: una figura de papel, un mantel, o esconder en alguna cosa que le pareciera de interés, su voz, para que si alguna vez volvemos al mismo sitio pueda recordar qué fue lo que dijo, todo para que ese lugar, no fuera cualquier lugar. Ya delatripa: narrativa y algo más
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cansados y un tanto maltrechos por las horas, le pedí a Marle que hiciera las decoraciones finales otro día con más calma; que ya la oscuridad comenzaba a ganarnos la tierra y debíamos meter algunas cosas, que aunque nada ostentosas si eran necesarias. Por el momento sólo dimos pie adentro a un colchón, un estante pequeño, una mesita de noche y una mesita para colocar la televisión. Le tomé gusto a mirar los infomerciales que transcurren y transcurren durante parte de la noche y toda la madrugada, por una afición secreta a discernir de lo imposible, lo poco probable y finalmente de lo que se dice cierto. Por supuesto que también las mochilas estuvieron con nosotros. Colocamos la televisión sobre la mesita (como era de suponer) que se encontraba al fondo de la estructura amurallada y a la derecha del estante pequeño. El colchón quedó pegado a la pared izquierda de forma perpendicular a media distancia de la entrada, y por supuesto la mesita de noche al lado izquierdo de la cama mirándola de frente. La forma de acomodar las cosas fue al azar como siempre y como siempre, de forma distinta; simplemente la ocurrencia del momento para estar lo más cómodos posible. Eso sí, siempre tratando que ninguna cosa que metiésemos a la estructura bloqueara las ventanas o la puerta principal, porque no nos gustaba que la lejanía de las cosas se opacase bajo lo inerte artificial, y sobre todo por cuidarnos a nosotros mismos; nunca sabíamos en qué momento iba a ser necesario salir. Y es que necesitamos cuidarnos a nosotros mismos porque somos lo único que tenemos, lo único que verdaderamente tenemos. No me imagino qué podría pasar si Marle no me despertarse en algún momento de la noche o hiciera un gesto durante el día para indicarme que debemos comer o ducharnos. Tratar de mantener limpia la ropa o recordarme de 56
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manera insistente que no olvide un pulóver cuando salimos por lo mal que el frio y la lluvia me hacen. Aunque ella nunca me lo ha dicho, yo sé que también de cierta manera aprecia y suele necesitar ciertos gestos que tengo, inclusive inconscientemente, producto de estar juntos. Como el hecho de quedarme a su lado al dormir por la necesidad que tiene de que alguien esté en el mismo cuarto o de abrazar algo cuando duerme. De dejarle el último sorbo de agua en un día caluroso, y al caminar buscar sombra porque el sol la irrita (que es diferente al calor). Cuando ya todo estaba listo (y justo al tiempo del anochecer) procedimos a entrar, aunque sin muchos cuidados sí con cautela. Sacamos la ropa limpia de las mochilas y tomamos la ducha; una de esas largas duchas que degustamos. Nos acostamos sobre el colchón lleno de mantas y frazadas aunque no hubiese frío, porque a Marle le gusta envolverse en ellas de cualquier forma, dice que la protege de las pesadillas. Hablamos mientras veíamos la televisión, criticando lo que transmitían; la verdad es que la televisión es sólo un pretexto, siempre terminamos hablando de otras cosas. Seguimos así unas horas hasta que Marle se quedó dormida, yo mirando los infomerciales seguí un rato despierto y además, como siempre, de guardia. Esa noche agradecí a mis defectos y a mis terrores, el no dejarme dormir; minutos después del sueño profundo un crujir comenzó a llenar la habitación desde el centro del suelo hasta el techo, pasando por el medio de las paredes, dejando un surco de grietas que se comenzaron a bifurcar hasta el infinito. Desperté a Marle con una caricia poco tímida en la mejilla y le susurré al oído que debíamos salir de ahí, que la pared se caía. (Esto sucedió mientras la parte derecha del techo cedía ante
el horror de las grietas) Aunque sobresaltada, se levantó tranquila del colchón (como otras veces), y ambos buscamos con la mirada la salida del lugar. Intentando que nada de los alabastros nos aplasten, caminamos de prisa esquivando con los pies los escombros ya en el suelo. Estando fuera nos dimos vuelta por la atracción del espectáculo, mirando como terminaba de caer sobre sí misma la habitación. Cuando hubo pasado lo peor, regresé a la zozobra de la madrugada; le di su mochila a Marle, aun intacta y me lo agradeció con una sonrisa,
la mía había sufrido una leve rasgadura en la parte frontal, pero servía. Al menos, nada se le salía por abajo. Sin mucho más que hacer nos miramos una vez más, de frente, reconociéndonos sin heridas y decidimos andar.Y es que cuatro paredes, un par de ventanas y puertas con alguna cosa donde recostarse, puede resultar totalmente satisfactorio si todo lo que se necesita se lleva encima, en los bolsillos o en alguna mochila, parecida a mágica, donde todo lo demás salga de ahí.
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Los retos de la abuela Ibrahim Pech
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sa mañana Carlos me pidió que le ayudara con el suyo. Yo no sabía que decirle, después de todo en una competencia, todos buscan ganar, aunque algunos nos conformábamos con no perder. La abuela había dado una semana para mostrarle nuestros avances; y que Carlos aun no tuviese nada hecho era preocupante para todos. Todos debían entregarle algo hecho. Apenas y recuerdo cuándo no fue así; aún conservamos las quemaduras de ese día, y aunque no estaba participando formalmente, abuela mencionó que nos serviría de lección, lo decía para tomarnos en serio la tarea tan divertida que nos asignaba cada determinado tiempo, y para que no se nos ocurriera decir algo respecto a ello, porque entonces sólo empeoraríamos las cosas evadiendo el fin de todo, mantenernos unidos guardando el secreto, por la delgada situación de un conocimiento compartido sin quererlo. Porque ese tipo de encadenamiento es el más diligente y eficaz, el compartir un conocimiento. No se puede ignorar que se saben ciertas cosas aunque se intente por mucho tiempo, y tampoco esconderse incluso de lo más importante, de uno mismo. Pero no era justo que nos exigiera tanto, después de todo era mi primer año de encontrarme frente a ella recibiendo instrucciones, de cómo quería que los elaborásemos y de qué manera prefería que los fuésemos aplicando. ¡Qué miedo en verdad!, hubo muchas veces en las que deseaba ser grande para poder jugar con mis primos y otros niños, que de tanto en tanto visitaban la casa para disfrutar el juego y
comer ricas galletas hechas con todo tipo de cosas (pobres, de saber de lo que se trataba, nunca hubiesen ido más de visita). Todos habían tenido siempre buenas ideas, y cuando a ellos no se les ocurrían las cosas yo los ayudaba, como a Carlos. Pero en esta ocasión no podía, no podía hacerlo, no podía ayudarlo y todos debíamos tener algo hecho. Es más fácil no chocar de frente consigo mismo. Por supuesto que era una buena abuela, una abuela excelente; nos preparaba galletas (las de chispas con chocolate y las que tenían coco rayado encima eran mis favoritas), y se alegraba al vernos, llenándonos de besos; de tanto en tanto nos daba mesadas a escondidas de los padres, para poder seguir comprando dulces o para salir de casa y sentirnos un poco libres (no íbamos tan lejos, apenas a los cinemas a unas cuantas calles de distancia, o frente a la casa por mucho mantecado para comer durante el día; no podíamos desperdiciar el tiempo con tanta presión por tener listos los retos de la abuela, listos antes que cualquier otra cosa); de aquél control que ejercía sobre nosotros, (tan buena abuela era, que no deseaba que nos sintiésemos presionados todo el tiempo) de aquél control al que llamábamos familia. Ya por la tarde cuando el sol se dejaba tragar por la tierra, y todos alegaban el haberse cansado de estar jugando, y estar corriendo de un lado a otro, sucios y maltrechos en la explanada de la casa; Carlos se me acercó nuevamente con la cara pálida, y unos ojos hundidos entre luz y sombra, parecía un zombi; como si el cansancio fuese tan absoluto que apenas respiraba para sobrevivir, y tan asustado que los respiros huían de él dejándolo imposidelatripa: narrativa y algo más
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bilitado de recuperar aliento. Balbuceaba palabras que no reconocía, que si había estado en el living con la abuela o si habían charlado mucho rato en la cocina mientras preparaba galletas, o si lo invitaba a escuchar en silencio mientras ella lavaba la ropa (qué sucia nos queda, después de todo, hay que reconocer que es un esfuerzo muy grande el que hace la pobre abuela por nosotros). Ese fue el primer indicio de que estaba perdiendo la calma y que la desesperación lo comenzaba a cubrir todo, cual noche que avanza dejando sólo puntos de esperanza. En ese momento me parecía que yo era la única esperanza del buen Carlos, y aunque nunca me agradó, he de admitir que no lograba pensar en abandonarlo a su suerte; a él y a todos nosotros. En verdad me hubiese gustado tanto negarme, desentenderme, fingir que huía de la situación y esperar a que simplemente se resolviese, después de todo no era mi problema, aunque al final estuviese más cerca de mí que al propio Carlos. Esa noche antes de la cena y en lo secreto de la quietud del zaguán principal, (así debía ser, el loro del living hace un escándalo terrible cuando mira a más de tres personas reunidas, y Rocky nunca saluda ni tiene buenos modales, no da la pata ni mueve la cola pero da saltos que son dignos de reconocer, aunque sea un perro malo y sólo se tranquilice, al mirar a la abuela, al cuidar a la abuela), Carlos y yo nos reunimos para discutir lo que cada uno ya sabía; él no iba a pensar en nada más que no fuese salir de la embarrada en la que se encontraba, y siendo al día siguiente, muy temprano, el encuentro de los retos no habría tiempo siquiera de ayudarlo, ni hacer por él lo que no fue capaz de hacer solo. Le dije que no se preocupase, que trabajaría toda la noche para que mañana todo estuviese listo, para que todo 60
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estuviese bien, y aunque le solté la frase de golpe, en realidad sentía un gran ahogo en el estómago, como si yo no hubiese sido capaz de creer en lo que le dije. Seguí maldiciendo esta preocupación, si tan sólo hubiese hecho su parte como debía, o hubiese pedido ayuda antes, sin malgastar el tiempo jugando con Yoyo y Karol, yendo de cinema en cinema, comiendo frituras o haber pensado un poco en nosotros, nada de esto pasaría. Al llegar a mi habitación, que solía encontrarse en el piso de arriba, en la buhardilla de la casa, al lado del cuarto de la abuela, miré a mi alrededor y estaban esperándome todas esas hojas partidas entre sueños, y anhelos de por fin escapar; se volvieron a reunir para trazar un nuevo plan, un nuevo reto que fuese lo suficientemente bueno para sacarnos a todos de este vivir perdido, y retroceder a esos sueños y anhelos donde apenas hace unas horas había una esperanza. Era difícil saber por dónde empezar, porque el cómo estaba prácticamente resuelto, tratándose de la abuela; si por las revueltas y los golpes o las columnas de fuego y sopletes, quizá con los empalados de cristal, las lanzas profundas, y un huir despavorido de todo aquello que no nos pertenecería. En algún punto de la noche me habré quedado dormido con la tarea tan divertida entre manos, pues al despertar por la mañana, las hojas se encontraban listas con lo que debían contener. No recuerdo como lo logré ni lo que escribí en las hojas, qué tan peligroso o excelso podría ser, pero al final, se cumplió lo dicho. Tomé las hojas y después de ducharme bajé por el desayuno, para luego comenzar el desfile interminable de gritos y de golpes, de serias cacerías de ganado. Dejé la esperanza sobre el estante del living, a la vista de todos y sin mayor preocupación me senté a la mesa; rápidamente miré de reojo a Carlos entrar por el zaguán y
pasar alado del estante con una mirada maliciosa, como si supiese lo que pasaría. Bajo la mesa le comenté lo que le había dicho ayer, que no debía preocuparse, que todo estaba listo. Terminamos con el desayuno y esa charla matutina con la abuela y otros invitados, corrimos hacia la explanada de la casa rápido, pues la abuela no tardaría en salir, (sólo necesitaba lavar los platos y ponerlos en el fregadero) al llegar le comenté a Carlos que debía regresar pues había olvidado las hojas a las que me aferraba, y con los labios secos y un mirar
extranjero me percaté que las hojas no se encontraban donde las había dejado hacía unos minutos; solo los bordes de ellas por el suelo. Regresé con Carlos y le comenté lo sucedido mientras nos resguardábamos en un vagón viejo de metal, tirado a mitad del patio porque algunas explosiones ya habían comenzado y no queríamos que nos alcanzaran las astillas. Ambos mirándonos con solemne decepción en un día precioso y la abuela bajando por el zaguán acercándose.
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Anoche Daniela Eugenia
Anoche soñé que estaba con tres personas; éramos amigos en el sueño, dos mujeres y un hombre. En realidad no se quiénes eran pero el cielo azul se tornaba negro y tenebroso, se escuchaban lamentos por todas las calles y algunas personas corrían hacia sus casas; otros no podían mirar más que ese cielo negro con aves que picoteaban hasta matar. Corrí hacia una casa, que ahora recuerdo y me doy cuenta que era la casa de mi tía Juana, una vez ahí, miré el cielo que se veía de nuevo azul y soleado, pero después de un rato también se empezó a tornar gris, y escuche que decían: donde hay gente buena el cielo seguirá azul, el sol brillara y las aves cantaran, entonces me di cuenta que yo era la que hacia que todo se volviera obscuro. Luego soñé que andaba desnuda por la casa, iba de un cuarto a otro y salía al jardín. Cogí la manguera y jalando, caminé con ella a través de la casa pasando por la sala y atravesando la cocina para llegar al patio; ahí me empecé a bañar con el agua que salía de la maguera; el agua era muy tibia y sentí que alguien me observaba y se relamía los labios, chasqueando los dientes; lo sabía aunque solo sientera su mirada.
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Los signos en transmutación Andrés Galindo Escasas disciplinas habrá de mayor interés que la etimología; ello se debe a las imprevisibles transformaciones del sentido primitivo de las palabras, a lo largo del tiempo. Dadas tales transformaciones, que pueden lindar con lo paradójico, de nada o de muy poco nos servirá para la aclaración de un concepto el origen de una palabra. Saber que cálculo, en latín, quiere decir piedrita y que los pitagóricos las usaron antes de la invención de los números, no nos permite dominar los arcanos del álgebra; saber que hipócrita era actor, y persona, máscara, no es un instrumento valioso para el estudio de la ética. Parejamente, para fijar lo que hoy entendemos por clásico, es inútil que este adjetivo descienda del latín classis, flota, que luego tomaría el sentido de orden.
J.L.B. "Sobre los clásicos". Otras inquisiciones.
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n una primera lectura de "Los signos en rotación", había distinguido tres preocupaciones que se mueven en todo el texto de Octavio Paz, a saber: el desajuste entre individuo (poeta) y su entorno (sociedad); la consecuente discordia entre signo y significado; y la atomización de las artes. Una segunda lectura me llamó a ascender un escalón más en la interpretación. Creo que la preocupación intrínseca de Paz en el texto que nos ocupará es la desintegración de la imagen del mundo tras el ascenso de la modernidad. Una tercera lectura no ha hecho más que integrar y conciliar las dos anteriores. En la primera lectura pensé erróneamente que al hablar Paz del antagonismo entre poesía y sociedad, aludía al significado aristotélico de poesía. Pronto me di cuenta de que esa no era la vía más idónea para la interpretación del texto. Una segunda posibilidad era que Paz significara con poesía una actividad inherente al ser humano. Esa segunda interpretación fue la que me hizo recordar el primer párrafo del ensayo de Borges, "Sobre los clásicos", que ahora dispongo como epígrafe. Y es que, siguiendo a Paz, si la poesía es tal actividad ontológica, nada nos impide hablar de una evolución social, tal que una de las múltiples acepciones de Hombre es ser social, gregario. Si no hay sociedad sin poesía, si no hay poesía sin sociedad, entonces, en dicha evolución humana, el pretendido divorcio entre poesía y sociedad no queda más que en contradictio in 66
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adjectio. Y es que, insisto, si pensamos en poesía como actividad intrínseca del ser humano, los significados, a la par del devenir humano, también se crean y se recrean a través de tiempo y espacios. En este sentido, creo que las palabras atribuidas (pienso en el eje rector del deconstruccionismo: la muerte del autor) a un tal Borges no necesitan más explicación por el momento. En pro de una si no perfecta al menos sí mejor exégesis de "Los signos en rotación", decidí extraer las palabras que me parecían más importantes en todo el texto y, a la luz de la lectura total, entender el sentido de que el autor las dotaba. Tenemos, pues, dos pares de palabras regidoras: Sociedad es la actividad de gregarismo intrínseca del ser humano. Comunidad aquí posee un sentido totalmente histórico (aún cuando considero que todo significado, en mayor o menor grado, es histórico): comunismo, socialismo, marxismo. Poema aquí posee también el significado de actividad intrínsecamente humana; mientras que Poesía práctica es, pretendidamente, la conciliación entre poema y sociedad. Dado este primer paso creo que ya podemos avanzar en la lectura. Para Paz: Una comunidad creadora sería aquella sociedad universal en la que las relaciones entre los hombres, lejos de ser una imposición de
la necesidad exterior, fuesen como un tejido vivo, hecho de la fatalidad de cada uno al enlazarse con la libertad de todos. Esa sociedad sería libre porque, dueña de sí, nada excepto ella misma podría determinarla; y solidaria porque la actividad humana no consistiría, como hoy ocurre, en la dominación de unos sobre otros (o en la rebelión contra ese dominio), sino que buscaría el reconocimiento de cada uno por sus iguales o, más bien, por sus semejantes. La idea cardinal del movimiento revolucionario de la era moderna es la creación de una sociedad universal que, al abolir las opresiones, despliegue simultáneamente la identidad o semejanza original de todos los hombres y la radical diferencia o singularidad de cada uno (254).
La lucha de clases es eterna e indisoluble, sólo que en cada etapa de nuestra historia se reviste con diferentes mascaras: monarquía y nobleza vs naciente burguesía; burguesía vs proletariado. Para Paz no era más que un cambio de palabras (pero bajo el peso del mismo significado: la lucha social): "clase por nación, burguesía por países desarrollados, proletariado y obreros por países subdesarrollados" (255, nota al pie); hoy, para nosotros, es OMC vs ONGs, globalidad vs identidad y tradición de los pueblos del mundo.
Aunque el mismo Paz, más adelante, reconoce como definitiva la derrota del movimiento revolucionario, a través de la creación de sistemas totalitarios, la cita anterior no deja de ser el reflejo de una utopía determinista totalmente enraizada en la historia; una historia fraguada por la utopía del socialismo; historia que, como él mismo Paz reconoce, ya de nada nos sirve. Con el paso del tiempo, después de los acontecimientos de 1989, las nuevas generaciones hemos aprendido que esa sociedad ideal, creadora, tolerante para / con el prójimo nunca existirá. Creo que ese cada vez más viejo discurso no tomaba en cuenta una necesidad más grande y más inmanente al ser humano: la necesidad de destrucción. Pero, reconozcamos, que no se trata de una destrucción a ultranza, no, es una destrucción en pro de la construcción de nuevos sistemas, quizá no mejores, porque el sentido de evolución como avance y mejoría es algo que ya tampoco está vigente. Hoy ya no podemos negar ese otro lado del ser. Ya no es valido decir que el hombre es bueno por naturaleza. Aun cuando así no lo queramos o no seamos conscientes del hecho, siempre, irrefutablemente, estaremos destruyendo algo o a alguien para crear y sobrevivir en nuestro efímero presente.
Los medios se han vuelto fines: la política económica en lugar de la economía política; la educación sexual y no el conocimiento por el erotismo; la perfección del sistema de comunicaciones y la anulación de los interlocutores; el triunfo del signo sobre el significado en las artes y, ahora, de la cosa sobre la imagen (255).
El marxismo, a final de cuentas, no ha hecho más que poner de manifiesto, de una vez por todas, la eterna discordia entre teoría y realidad.
Ahí donde la generación de Paz se preocupaba por el vertiginoso cambio de la sociedad inmersa en la modernidad y escribía que
Detrás de esa preocupación estaba otra más grande y más aterradora: la deshumanización del hombre. Pero regresamos una y otra vez al mismo punto. Esa esperanza por crear un tipo de hombre naturalmente bueno no pasa de ser mera ilusión histórica. Y es extraño ya que aquella generación también fue muy dada a mirar hacia culturas y religiones de oriente. Entonces creyeron que se podía dominar la lucha entre yin y yan; creyeron que dominando una de las fuerzas antagónicas la otra quedaba plenamente anulada. No, aquello que llamamos mal, así como aquello que llamamos bien, permanece en estado latente dentro de nosotros y aguarda el instante preciso para actuar. Es así como hemos llegado a un mundo global, a la cumbre del capitalismo: el neoliberalismo y su subsecuente individualismo, este sí, a ultranza. Si para Paz todos eran, sabiéndolo o no, marxistas, nuestra generación no puede dejar de decir que todos, queriéndolo o no, somos neoliberales e individualistas. delatripa: narrativa y algo más
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Si todavía nos queda la duda y nos preguntamos ¿qué es lo Humano? Podemos contestar, quizá provisionalmente y con enorme amplitud de rango, que Humano es todo aquello que el ser humano lleve a cabo en su paso por este planeta y los que le sean dados conquistar. Sí, la respuesta puede parecer ambigua en primera instancia, de acuerdo, pero creo que no podemos adjetivar con inhumano cualquier cosa que tenga como fuente precisamente lo humano, así sea la destrucción y el desconocimiento del otro, del prójimo. Y todas estas preocupaciones se derraman en la relación de la sociedad con el poeta. Tras el ascenso de la modernidad, el intento de los poetas fue el de crear un tipo de poesía universal y trascendente. Traducir la experiencia humana, subjetiva, en expresión verbal eterna, es la fórmula dominante de la poesía modernista. Eso fue un excelente intento por empatar el tiempo del poema con el tiempo de lectura; esto supone un intento por universalizar significados; pero, de acuerdo con lo dicho en las primeras líneas, esto no haría más que detener de una vez y para siempre la evolución social, y con ello la de la palabra. Desafortunadamente hoy, desde nuestra postmodernidad, leemos a los modernistas con carencias de significado; porque por mucho que se haya querido negar al objeto tangible con el encumbramiento de su abstracción, hoy poseemos significados que ya no empatan plenamente con los conocimientos de las generaciones pasadas; de ahí la necesidad de ediciones anotadas. Un amigo que intenta sus primeros pasos como narrador me decía que no quería que en el futuro su obra se tuviera que estar explicando con notas al pie, por lo cual intentaba un lenguaje que fuera legible para cualquier tiempo y espacio; bueno, el resultado de su intento dejémoslo al futuro, cuando los editores tengan que explicar tal o cual término que ya ha dejado de ser vigente o cuyo significado ha transmutado en algo imprevisible. El poeta está condenado a escribir con un conjunto de significados perecederos. Eventualmente aventurará algún giro no menos 68
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sorprendente que el que la sociedad vital y en irrefrenable cambio puede brindarle. De hecho creo que el poeta, aun cuando su escritura evada el compromiso social —aquello que llamamos literatura comprometida— le debe mucho o más bien todo al contexto en que le toca nacer y desenvolverse. En esta relación entre poema y sociedad, Paz aquilataba la historia pasada de la poesía y describía una serie de circunstancias a las que los nuevos poetas se tendrían que enfrentar. Sin duda la nueva poesía no repetirá las experiencias de los últimos cincuenta años. Son irrepetibles. Y todavía están sumergidos los mundos poéticos que esperan ser descubiertos por un adolescente cuyo rostro seguramente nunca veremos. Pero desde el exterior quizá no sea del todo temerario describir algunas de las circunstancias a que se enfrentan los nuevos poetas. Una es la pérdida de la imagen del mundo; otra, la aparición de un vocabulario universal, compuesto de signos activos: la técnica; otra más, la crisis de los significados (260).
Pero tras la derrota del socialismo, tras la muerte de las ideologías, ese adolescente y esos mundos poéticos han emergido y, lejos de enfrentarse a un conjunto de signos carentes de significado, no ha hecho más que crecer de la mano de nuevos significados. La sociedad en macro nunca ha dejado de acoger, aun en calidad de mártir marginado, al individuo. En realidad no existe tal Robinson Crusoe que sea capaz de aislarse por entero de su seno social. La sociedad ha nutrido de signos y significados en constante cambio al individuo. Y es aquí donde cabe rescatar la palabra impresa de Borges. El interés por la etimología es el interés por la palabra en movimiento: ello se debe a las imprevisibles trans-formaciones del sentido primitivo de las palabras, a lo largo del tiempo. Dadas tales transfor-maciones, que pueden lindar con lo paradójico, de nada o de muy poco nos servirá para la aclaración de un concepto el origen de una palabra (288).
Apelo a Borges para querer decir que en realidad el signo jamás quedará en el limbo en busca
de significado. Tal desvinculación entre signo y significado sería, para Paz, lógica consecuencia de la negación del individuo por la sociedad; de la desintegración del mundo, sin futuro; del aparente desajuste entre ser y ambiente. Pero creo que Paz apela a un viejo orden; orden en que la arquitectura tenía un significado más allá de lo meramente funcional. Además no sólo eso; la visión de mundo a la que apela Paz es aquella en que aún podíamos creernos, aunque en sueños, el centro del universo. Por la época en que Paz escribe "Los signos en rotación" poco o nada se hablaba de la teoría del caos y de un tiempo infinito, por lo cual las primeras luces de tal teoría suponían el eterno temor a lo desconocido. Entonces no es raro que, para Paz, el futuro resulte desesperanzador y el mundo en constante desintegración. Y es que es cierto, hoy, pasados los años, aún no podemos decir que poseemos un futuro, un asidero de donde colgar nuestras esperanzas. Pero esto no quiere decir que el universo haya dejado, en esa desintegración, de reconstruirse constantemente. Rescato de El libro de los veinticuatro filósofos la siguiente cita, que Borges más de una vez tuvo presente, por otro medios: Deus est sphaera infinita cuius centrum est ubique, circunferentia nusquam. [Dios es una esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna] Esta definición está formulada de modo que se imagina la primera causa, en su vida, como un continuo. El término de su extensión se pierde por encima del dónde e incluso más allá. Por esta razón, su centro está en todas partes, y el alma no puede pensarlo con dimensión alguna. Cuando busque la circunferencia de su esfericidad, dirá que se halla elevada al infinito, puesto que aquello que carece de dimensión es indeterminado, como lo fue el inicio de la creación (47).
Lo anterior, por muy acertado que nos parezca, no es más que un intento humano, loable, por comprender al universo y nos constata que, en su
infinitud, el universo no deja de crearse y recrearse. Bajo muy personal apreciación, creo que también evidencia que el mundo ha dejado de ser exclusivamente nuestro, nunca lo ha sido. Ahora podemos comprender que el mundo siempre ha estado lejos de ser antropocéntrico. La muerte de los dioses lo es del dios antropomorfo; pero también es el reconocimiento del Dios infinito y transespécico. A nosotros no nos queda más que hacer, y reconocer, nuestra poesía de la expresión fragmentaria de ese inaprensible universo infinito. Efectivamente, Mallarmé no podría mostrarnos un mundo, precisamente por la fragmentariedad del referente. Creo que el más grande pecado del ser humano es pretender alcanzar la totalidad de la voluntad divina. Resulta más digno aventurar interpretaciones como las de los veinticuatro filósofos o como la de "Un coup de dés", pero nunca pretender alcanzar la Verdad. Ahí donde Paz ve la falta de un mundo, o un mundo que se desintegra irremediablemente, nosotros vemos un mundo del cual sólo podemos aprehender apenas un trozo. Pero con eso basta para construir la nueva poesía. Poesía llena de nuevos significados, irremediablemente perecederos significados, que son de sí reflejos del orden del caos. Porque el pretendido fútil utilitarismo del objeto también está dotado de significado. Esta desbordada y caótica ciudad no es sino imagen fractal del universo. Eso es lo que significan las nuevas ciudades: un orden del caos. Si hay una crisis de significados, eso es evidente y constante, pero siempre, al siguiente minuto se crea un nuevo significado. Paz se alarmaba nostálgicamente por la caída de las antiguas construcciones, aquellas que sí tenían un significado vital para el hombre. Yo pregunto: ¿quién me puede decir hoy el significado de las antiguas siete maravillas del mundo? o aún más: ¿quién me puede decir el significado original de dios, deus, div o deiv?, ¿el significado de la palabra proferida por primera vez por el hombre? Y, ante todo, ¿cuál es la lectura de ese pasado para nosotros hoy, que tenemos más presente el muro de Berlín, el Worl Trade Center y delatripa: narrativa y algo más 69
el dinero virtual? "…de nada o de muy poco nos servirá para la aclaración de un concepto el origen de una palabra". Insistentemente, Paz no deja de proferir la desintegración de la imagen del mundo: Plantado sobre lo informe a la manera de los signos de la técnica y, como ellos, en busca de un significado sin cesar elusivo, el poema es un espacio vacío pero cargado de inminencia. No es todavía la presencia: es una parvada de signos que buscan su significado y que no significan más que ser búsqueda (263-264)
E insistentemente podemos contestar, cuantas veces sea necesario, que si bien se acepta que hemos heredado la visión de un mundo fragmentado y un futuro difuso, eso no quiere decir que no tengamos, desde nuestro pedazo de realidad efímera, la posibilidad de engendrar una poesía cargada de significados, si se quiere, igualmente efímeros, pero al fin poesía. Y es cierto, hoy se cuestiona el sentido de la historia. Antes pensábamos que, gracias a la memoria histórica, no podríamos cometer los mismos errores. Es cierto, no cometeremos los mismos, pero sí otros muy parecidos. Nos seguiremos matando. E incluso esa muerte está ya cargada de un significado: la supervivencia; eso es algo que la historia no puede detener. Paz dice que "gracias a la técnica el hombre se encuentra, después de miles de años de filosofías y religiones, a la intemperie" (265). Pero no importa, porque lo mismo lo estuvo antes de todas esas filosofías y religiones, y lo volverá a estar, y no por ello hemos dejado de crear poesía y significados. La poesía no es búsqueda de un aquí y ahora, porque el aquí y ahora ya son. La poesía es impresión del aquí y ahora. Tras nuestra muerte tenemos la esperanza de que sea eso lo único que quede; pero aun así las futuras generaciones necesitarán ediciones anotadas; nuestros significados habrán caducado dando paso a otros nuevos. Ante aseveraciones tales como: …todas nuestras artes padecen nostalgia de significación… (279)
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Nada sabemos de ese sentido porque la significación no está en lo que ahora se dice sino más allá, en un horizonte que apenas se aclara (282). …el poema es un conjunto de signos que buscan un significado, un ideograma que gira sobre sí mismo y alrededor de un sol que todavía no nace. La significación ha dejado de iluminar el mundo; por eso hoy tenemos realidad y no imagen. Giramos en torno a una ausencia y todos nuestros significados se anulan ante esa ausencia (282).
no puedo quedarme callado y apelar a nuestros significados, aunque efímeros, nunca faltos de existencia y de constante vinculación con el signo. El signo es aquello que los hombres de cada lugar y tiempo dotan de un sentido distinto, siempre en constante cambio. Porque bastó con articular un grito o gruñido particular y distintivo para significar dios, hambre, amor, odio, frío, calor… para que inmediatamente nacieran múltiples e infinitas interpretaciones que aún no han cesado. Es por ello que el conocimiento se ha atomizado, para bien o para mal; y con ello la poesía de la música ya es otra, así como otra es la música de la poesía. Ese es el valor del lenguaje, engendrar constantemente nuevas formas de significar una misma cosa, aun cuando la imagen del mundo se desintegre. Quiero terminar esta exposición regresando a la respetuosa broma que atreví en el cuarto párrafo: "En este sentido, creo que las palabras atribuidas a un tal Borges no necesitan más explicación por el momento". Justifico la broma recordando las cuatro últimas estrofas del "Poema de los dones", que no necesitan más explicación, por el momento:
Algo, que ciertamente no se nombra con la palabra azar, rige estas cosas; otro ya recibió en otras borrosas tardes los muchos libros y la sombra. Al errar por las lentas galerías suelo sentir con vago horror sagrado que soy el otro, el muerto, que habrá dado los mismos pasos en los mismos días. ¿Cuál de los dos escribe este poema de un yo plural y de una sola sombra? ¿Qué importa la palabra que me nombra si es indiviso y uno el anatema? Groussac o Borges, miro este querido mundo que se deforma y que se apaga en una pálida ceniza vaga que se parece al sueño y al olvido.
Bibliografía Borges, Jorge Luis. "Poema de los dones". El hacedor. Madrid: Alianza, 1972. 71-73 [1ª ed., Buenos Aires: Emecé, 1960] --. "Sobre los clásicos". Otras inquisiciones. Salamanca: Alianza, 1997. 288-294 [1ª ed., Buenos Aires: Emecé, 1952] El libro de los veinticuatro filósofos. Ed. de Paolo Lucentini. Trad. de Cristina Cerna y Jaume Pòrtulas. Biblioteca medieval XI. España: Siruela, 2000 Paz, Octavio. "Los signos en rotación". El arco y la lira. 3ª ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1972. 253284
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Inti vino a nacer en Acatlipa Jesús Guerra Sánchez
S
entado con sus cuarenta y dos encima y frente a la computadora, juntando las palabras que revoloteaban sin ton ni son en su cabeza, Jesús el estudiante de la UNADM, comenzó por encender el aparatejo y a acomodar las ideas que tenían que ser leídas por su docente, sus compañeros pero más importante aún, por su propio hijo. Jesús hacía rato que no escribía y el calor, sudor y el recuerdo de que no le habían pagado en el trabajo lo tenía un poco disperso. Respiró largo y profundo y al exhalar escribió lo siguiente: "Hace ya casi tres años de tu advenimiento y parece que fue ayer cuando tu madre y yo arribamos al Lugar de las Cañas, este poblado Acatlipa ha sabido acogernos y mostrarnos sus bondades y también algunos de sus sinsabores. Llegaste hijo un veintiséis de septiembre justo en la madrugada y te susurré al oído tu nombre, porque estaba justo allí en el alumbramiento para recibirte y darte personalmente la bienvenida. Tu madre —una guerrera hermosa— te recibió en sus brazos y yo entre el asombro y la incertidumbre permanecía inútil y expectante ante lo que se pudiera necesitar. La mirada de Angelina, la mejor partera de Temixco y probablemente de México, estaba irradiando confianza y paz, muy necesaria en momentos como ese, sobre todo para mí; que como hombre, no me quedaba otra cosa que acompañar la fuerza y entrega que tu madre nos prodigaba. Prácticamente una noche entera y su madrugada duró el trabajo de parto y sí, viniste a llegar aquí, a la zona con más oportunidades en el mundo ya que en medio de la violencia que se vive día a día queda una esperanza posible para todos". Jesús a pesar de 72
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sus aspiraciones de escritor de clásicos literarios, se resignaba a la posibilidad de generar un tono cursi y sensiblero en su tarea universitaria, pero después de todo, hacía rato que no escribía y el haber crecido viendo películas de Marga López y Libertad Lamarque no daban posibilidad para mucho más. Quería ser el padre de Inti —tal es el nombre del destinatario— épico y optimista en la narración y evitar dar lugar a la estéril desesperanza o a la resignación, Inti tenía que saber algún día los motivos que su madre y padre tuvieron para llegar a ese hoyo del morelense domicilio. Quería resaltar los antecedentes de los fieros guerreros tlahuicas y su pasado que se remonta al año 830 de Nuestra Era y tal vez inventar por allí alguna leyenda de un linaje guerrero que le diera a la familia y al niño algún título nobiliario (por lo menos imaginario) de las épocas precuauhtémicas. Después de todo, las útiles y oportunísimas materias que la Universidad Abierta y a Distancia de México tiene bien a proveer, le habían dado el pretexto perfecto para indagar sobre los pormenores de la micro y macro Historia Acatlipense. Tenía que inventar Jesús una historia fantástica sobre las coordenadas del Pueblo. Algo que sonara a Mito Fundacional o de Creación o cualquier otra cosa que sonara como a epopeya. Eso de estar en la región noroeste del Estado de Morelos a 18°51’16” de latitud norte y los 99°13’38” de longitud oeste del meridiano de Greenwich, y encontrarse a 1,269 metros sobre el nivel del mar no tenía que ser cualquier cosa expuesta así nomás. Jesús al mismo tiempo divagaba y cabeceaba con el calor y el sonido del ventilador. En ocasiones sus desvaríos se con-
fundían con la somnolencia, la ensoñación y las ganas de poner una letra después de la otra en el texto. "Hijo" —logró escribir Jesús— "estamos en un lugar que tiene muchas posibilidades, aquí cerca, nomás a diez kilómetros al norte, está Cuernavaca, al sureste Miacatlán y Xochitepec y al noreste Zapata. Acatlipa tiene una variedad de gente interesante debido a las migraciones constantes y porque su historia tampoco ha sido nada estática, en el mercado por ejemplo se pueden escuchar lo mismo corrido suriano, rock rupestre, trova y canciones de rondalla, interpretados por músicos de la legua que sintetizan el imaginario del lugar y alrededores". "Acatlipa por un karma incierto" —escribió Jesús intentando ser profundo— "y por ser lugar de paso forzado entre el Distrito Federal y el Estado de Guerrero, ha pasado por muchas batallas como lo son: las Guerras de resistencia contra Cortés, las Guerras de los Negros Cimarrones, la Guerra de Independencia (dicen que por aquí pasó prisionero el "Siervo de la Nación" José María Morelos y Pavón rumbo a su sacrificio en Ecatepec), la Revolución Zapatista también fue protagonista en Acatlipa, el Ingenio Azucarero del lugar, fue representativo del Modelo Económico implementado por el General Emiliano Zapata Salazar, la tristemente célebre Guerra Civil Cristera y ahora recientemente, la lamentable y controversial Guerra contra el Narco. Cuando crezcas un poco más querido Inti y entiendas más de las cosas, no vamos a ir a caminar por las crestas de los cerros, para estar en los lugares donde pasaron todas estas cosas. Eso si no se los ha comido la mancha urbana y la poca vergüenza de la Industria de la Construcción y la función pública. Si no podemos por allí, pues está la carretera federal México-Acapulco que aunque ya no pasen carretas" podemos dar la vuelta en bicicleta y ver si llegamos hasta Taxco, Xoxo-
cotla o a Puente de Ixtla y ¿porqué no? hasta Acapulco. Siento que no podamos ver más los paisajes naturales que cuentan los que llevan más tiempo viviendo aquí, ni que podamos remar por el Río del Pollo. Pero bueno no hay que lamentarse por lo que no hay, en todo caso hay que ponerse listo para lo que se puede hacer". Jesús se quedó largo rato reflexionando en las casas de interés social cada vez más pauperizadas y en el impacto ambiental que esto conlleva. Ahora la vista panorámica que ofrece la carretera se ensucia con las inacabables construcciones de vías carreteras. Pero aún había la posibilidad de visitar la ExHacienda de Temixco o partes de la subcuenca del rio Apatlaco. Jesús también entró en pánico al pensar en el deterioro y pérdida de la calidad y profundidad del suelo fértil, la erosión eólica y en la Minería a cielo abierto y la Industria de la Construcción que casi aniquilaron ya los ecosistemas. No es poca cosa que 108,126 habitantes (55,752 mujeres y 52,374 hombres) necesiten vivienda e intenten hacer frente al asunto de los feminicidios, consumo de alcohol, violencia contra las mujeres, deserción escolar, el aumento de secuestro, extorsión y robo de vehículos que ponen a Acatlipa como el lugar más peligroso del Estado de Morelos. ¡El 94.5% de la población consume poco arte y cultura! Tenía que haber una relación lógica entre la falta de subjetividad artística y la violencia en la zona. Tal era la tesis de Jesús. —"Inti iba a ser artista como sus padres"—, decretaba susurrando Jesús frente al monitor de la computadora. Con las letras agolpándose en sus dedos pero sin encontrar una tecla concreta para poder plasmarlas en el texto, se volvió el estudiante de la UNADM, un marasmo de especulaciones filosóficas que retrasaban y alejaban cada vez más la concreción de la tarea… Pasaron mil y un cosas por su cabeza antes de volver al asunto de Inti artista… ¿Será delatripa: narrativa y algo más
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Sicarios atrapados en Acatlipa en diciembre de 2013
Consumos Culturales en Morelos
que se iba a amilanar como muchos pobladores que piensan que la cultura es para la gente pudiente? ¿O para la gente de ciudad? ¿Habrá sido bueno que naciera Inti en el pueblo de Acatlipa en lugar de la Ciudad de México? Las culpas comenzaban a inundarlo. "Inti, la Cultura está donde uno está y la demuestra con sus acciones, hay cultura de violencia y otra de luz" Allí estaba otra vez Jesús sonando cursi, utópico y maniqueo, justo como él mismo se resistía a ser… El melodrama casero del estilo de Gutierritos era mucha influencia para él. 74
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"Hijo, ¡los grandes artistas y filósofos de Europa han venido a México a aprender y que nadie te diga lo contrario!" —tecleó con firmeza— "acá hay Arte y Cultura avanzadas… traqueteadas y minimizadas sí, pero hay que potenciar lo bueno y frenar lo inconveniente. Por ejemplo hijo, hay muchas tecnologías para hacer actos criminales pero esas mismas tecnologías se pueden usar para producir arte, cultura y comunidad, un cuchillo hijo, puede servir para tallar un tronco y hacer una escultura o bien para cocinar…"
Jesús ya no estaba seguro si lo que estaba escribiendo era conveniente para un niño de dos años y medio o si al final estaba revolviendo sus deseos con lo que le habían dejado de tarea en la Universidad. Todo estaba revuelto en la cabeza, sin pagos del trabajo e intentando lidiar con el docente de administración que baja puntos por no entregar las tareas en tiempo y forma. Jesús estaba hecho un manojo de nervios y cocinado en su propio sudor Acatlipa estaba a 38° a la sombra. "Inti tienes que saber que el Arte es algo que nos viene de adentro y es una herramienta para podernos comunicar con la gente de una manera positiva. No incurras en el error de vender tu Arte de una manera mercenaria o servil a intereses que afecten a tu comunidad, tú eres alguien bien nacido y con muchas posibilidades de expandir tus conocimientos o volar a otras posibilidades". Esa idea de volar a otras posibilidades le chocaba porque después de todo, Jesús estaba trabajando para que Acatlipa fuera un lugar donde poder vivir asertivamente. Que su hijo buscara irse (por lo menos como idea delirante) resultaba desconcertante e inconcebible. Tal vez los pequeños esfuerzos de un artista o un desarrollador comunitario no serían suficientes para detener al Crimen Organizado y sus muy diversificadas industrias. ¿Sería mejor prepararlo para salir del país? El recuerdo de entregar la tarea lo hizo volver al presente. "Hijo no podemos dejarnos amilanar por cualquier hijo de vecino", quedó largo rato viendo lo que había escrito y descubriendo que no había una secuencia lógica y que su calificación tendría un sino incierto. Pero la calificación era ahora lo que menos importaba, ¿Inti se iría? ¿Se fugaría como tantos talentos? Habría que darle las suficientes armas para saber decidir y saber que hacer en donde quiera que él escoja. Comenzó Jesús a anotar una serie de palabras en una libreta: Cultura de Paz,
Interculturalidad, Interreligiosidad, Inteligencia inter e intrapersonal. Después le puso como título: Mis tareas como papá. —"Ya estuvo, ahora sí que me pasé de ideático" —dijo Jesús sonriendo— "La culpa la tienen estas tareas que lo ponen a uno a elocubrar ¿o se dice elucubrar? y a asociar una cosa con otra, con razón dicen: Bendita sea la ignorancia." Jesús recordó de pronto que se venía la feria del pueblo y que sería mejor ir introduciendo a Inti en las actividades del lugar. Hizo junto a la lista de Mis tareas como papá otra columna: Fiestas de la fundación del pueblo, Tres de mayo, día de la Santa Cruz, Treinta de noviembre, Fiesta del Santo patrón de Acatlipa. También pensó que sería bueno para Inti aprender un idioma originario, náhuatl con sus amigos de Xoxocotla o incluso, un oficio, en Acatlipa después de todo existían estupendos ceramistas, piñateros, tamaleros y panaderos. Incluso pensó en enrolarlo al equipo de beisbol del pueblo pero jamás a un domador de caballos o de toros o entrenador de gallos de pelea. Sus divagaciones lo llevaron a hacerlo un cronista de Acatlipa donde hablara de los Monumentos Históricos, allí estaba el Templo de San Andrés Apóstol, construido en el S. XVII o el Monumento dedicado al General. Emiliano Zapata Salazar (que unos dicen que ni es la imagen el Caudillo del Sur, sino de un hacendado que se mandó hacer su propia efigie y como no le gustó, la donó al Municipio). "Inti, ojalá te toquen lo beneficios de la Ley de Cultura para Morelos" —dijo Jesús asociando de la nada— "que estoy impulsando con unos amigos para que se apruebe en el Congreso" —escribió Jesús pensando ya en el texto escolar como una lluvia de ideas a mejorar y potenciar en el futuro. También comenzó a agregar en su libreta las posibilidades que había para que Inti pudiera tener estudios artístico-culturales más allá de lo que él quisiera estudiar— "Probablemente delatripa: narrativa y algo más
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quiera ser Ingeniero como su tío o Médico como su abuelo pero alguien con un sentido artístico y de conocimiento de las tradiciones. Eso seguro. Un profesionista escuchando a Mozart o leyendo Tagore y a su vez, planteándose como héroe de su propia historia, accediendo libremente a la vida cultura reflexiva, lúdica y artísticamente. Algo como soñó el
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Tolteca (el que se hace a sí mismo): Hacernos de un Rostro y un Corazón Firmes. La tarea, a esas alturas de la especulación, ya estaba fuera del tema para Jesús, ahora había que asegurar que Acatlipa fuera terreno fértil para Inti y sus circunstancias, después de todo Jesús es artista y un incipiente desarrollador comunitario. Eso era el territorio a conquistar.
De entrada un buen Escarnio Blanca Vázquez Me gusta cuando hablas de claveles y de incienso cuando realmente el fango nos construye la mirada. Deberías de nadar en esa antorcha de marzo, caminar en la espalda de los días, ser el remolino que llueve en su locura.
L
eer como ustedes saben, es un acto intimista, pero en ocasiones se convierte en la oportunidad de compartir con otros; como si comiéramos con los ojos e invitáramos a aquellos huidizos de la palabra a darse un banquete o a sólo probar por el mero deseo de saber a qué sabe eso que llaman literatura. Así, que les convidaré un tanto y si ustedes así lo desean podrán engullir los versos de Escarnio de Jorge Manzanilla. Leer a Jorge Manzanilla nos remite a ese boom juvenil de la ironía —sé que no hay nada nuevo bajo el sol, en todas la épocas se ha externado a través de la mofa el descontento o la desilusión ya sea social o personal, citaré como ejemplo las Cantigas de escarnio del medioevo— pero en este momento la literatura de varios de los jóvenes, ya llevados por este mundo de cabeza o bien por los yos internos de los que nos habla el buen Freud nos arrojan esta sátira íntima. Escarnio lo componen treinta y seis poemas que van dando pistas explícitas o implícitas de una posición de esto que llamamos vida, obligando al lector a encontrar en esos versos su propia burla o como otros llaman ese campo semántico de la humorología. Un cliché para dos amantes de esos que juegan con la luna entre las piernas, creen que la noche se meterá en su alcoba, y que piensan las ramas truenan cual gemidos. Amantes de cliché, yunque de los parques, usan la espina como falo y el no de las rosas; helados McDonald's entre sudores de pelvis. Te diré otra mentira sin que tus párpados se muevan.
¿A poco no usan también ustedes condones similares?
En la solemnidad de las emociones, en el amor, en el yo, en la familia es en donde mejor se expone ese retrato del escarnio, porque cómo hacer que eso a lo que aducimos como sagrado, serio o prudente nos mueva a la burla o haga que nos esboce una sonrisilla reencontrando lector / autor un juego lúdico eliminando la sobriedad de la que tanto se precia la poesía. Sin embargo, ahí mismo donde se puede uno alborozar también nos topamos con una fuerte carga emocional, un relativismo de esto que en el día a día nos acontece y pareciera cosas de risa pero nos pegan un bofetón de la tristeza y de la melancolía. Antes de suicidarme desayunaré con Omara Portuondo Madre siempre alegó que al que madruga dios lo ayuda, por eso decidí consumirme con Omara y dos ansiolíticos. Hubo carcajadas a las cinco de la mañana que se desamarraron para subir por las paredes. Esta es la música que dormita en el oído. Omara se postró en un palco imaginario, fui tan cursi que el agua de mis ojos ascendió a su origen.
Escarnio ofrece un guirigay de emociones, de situaciones disímbolas por medio de una adjetivación constante, de una reiteración de la metapoesía, del trabajo intertextual de otros y otras poetas, lo que hace que el lector se detenga y hurgue entre sus referentes culturales y piense en las huellas que la lectura deja, porque como mencionaba Lou Andreas delatripa: narrativa y algo más
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-Salomé, el cuerpo se va marcando y no lo digo de una manera explícita, sino de aquellos que subjetivo nos llega y nos llaga. Sí, porque a pesar de las redes léxicas generacionales del autor (Milkiway, Apache, Maruchan, Mc, Donalds, Merthiolate) que buscan ironizar el mundo del recuerdo o del globalizado espacio hay una carga emocional que deconstruye el poema y parece que deliberadamente crea un rompimiento en la forma provocando una disonancia versal que obliga al lector a la relectura, pero aún más a sentir la voz poética. Cuando la tarde se inaugura de tatuajes Tú que encuentras en este suelo el follaje de un sentido. Tú que encuentras mi sordera extraviada en un sueño. Alrededor silban las balas que rompen en ola. Más allá la rama inquieta pende en el perfume de unos pasos. Nos acercamos entre fábulas al fruto, mientras el oído oscuramente, nos aleja.
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Justo Serna nos dice que el libro es único y por tal motivo siempre merece un argumento, así que leer por placer o leer para presentar un libro son acciones sí soberanas pero diferentes. Mientras que en la primera acción se hace para sí y quizá para aquellos con los que uno se regocija hablando de libros y de trasnochadas lecturas, ahí se podrá decir si gusta o no; y en la segunda acción se hará con el respeto que merece la obra y el autor, no ponderando la subjetividad sino presentando los elementos visibles del texto y brindándolo como un suculento banquete a aquellos que van a degustar con la palabra para que ellos, como buenos comensales, primero se les antoje, lo prueben al leerlo y al final puedan quedar satisfechos cual buen gourmet. Jorge Manzanilla y Escarnio pueden ser sí una buena entrada de aquellos que aún no se han acercado a la poesía.
Gritar por donde arde el asfalto Jorge Manzanilla
L
os poetas no son más que el reflejo de una sociedad y en el libro De leyenda de Angélica Santa Olaya me lo deja claro. Este libro está publicado por una editorial independiente con una autora de convicciones independientes. Santa Olaya aunque vive en Emiratos Árabes, conoce la sangre, el dolor, las voces tasajeadas de este México cada vez más masacrado por sus situaciones sociales. Cuando terminé de leer el libro entendí, entonces, a una Angélica Santa Olaya como una poeta de la denuncia. Al leer el poema "La araña" pensé en un momento en César Vallejo quién dibuja una araña incolora y a su vez sangrante, pero mi sorpresa en Santa Olaya fue que esta "araña" lleva a todos los poetas a comer tacos en un puesto callejero, mientras mastican sesos y su carne arde en el asfalto, araña humanoide con silueta política y cito: "Es la araña de cabeza humana que antes se veía en el circo. Aquí les traigo el espectáculo de gratis, directo desde las cloacas del palacio donde vive el rey".
Leo a Santa Olaya desde un caligrama en forma de avión, la leo mientras pienso en las pocas monedas que traje a esta presentación y que estas monedas no saldrán de este recinto, en cambio su poema "moneda" se irá depositando a los ojos del lector. Ahora que estamos en tiempos mundialistas y nos enajenamos en cortinas de humo, previamente comprada en Parisina. Debemos recordar que todos tenemos un Pedro Páramo, pues bien nuestro oficio es "buscar entre sombras/la grieta por donde escurren/los ombligos y las narices rotas". Debo de recalcar que su poesía está llena de campos semióticos oscuros como" círculos oscuros, hambre de oscuras mandíbulas, abismos, y noches prosopopéyicas
que cierran la boca". Esta es Santa Olaya, poeta que construye sus malestares en medio de la penumbra. Quiero resaltar el poema "Apología del marrano" que a mi parecer se me hace de los más interesantes del libro y me atrevería llamarlo medular dentro del corpus poético. Como he recalcado anteriormente la poesía de Santa Olaya es denuncia, en éste poema de tono irónico mantiene la crítica a un periodo de grandes conflictos en el país, conflictos que siguen vigente, la rabia de Angélica en su lírica es presente en todo el libro, quizás algunos poemas de pronto cae en la rutina, en el cansancio de soportar la mezquindad mexicana, todo es intencional y justificado porque en De leyenda así lo manifiesta y así va Santa Olaya como un Virgilio llevándonos a infiernos internos y externos. Sobre la poeta íntima se autonombra mosca, no soporta su rutina agobiante y por eso tiene ganas de pararse entre esquinas y extender su soledad, Santa Olaya invita al lector a mirarle su tendido de invisibles alimañas; ella está sola y confusa, dice sí y luego dice que no, porque su duda es una tentación, somos hijos de la desidia y del desencanto, aquí comenzamos a interrogarnos nuestro día a día a partir de la lectura y la interpelación con la voz poética. En cuanto a la poeta a la poeta externa, ella dibuja con ponzoña todo aquello que le emputa va desarrollándolo con entrega y coraje, su camino está decidido y no sabe quedarse callada. Como representante de la editorial Rojo Siena ubicada ahora en la ciudad de Puebla me congratulo y festejo este hijo lírico de Santa Olaya, hijo repatriado que viene a contar su experiencia desde lejos. La editorial siempre publicará obras que cumplan con la sinceridad y el valor estético.
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Luz de Loto para la rutina fatídica Jorge Manzanilla ¿Cómo decir árbol sin abrir el aire a cantos? Fernando Alarriba
¿Q
uién no ha definido la poesía? En nuestro tiempo existen múltiples definiciones, cada uno lo explica desde su trinchera y crea énfasis para presentaciones de libro como la de ahora,—por si no sabían este texto pertenece a una. Sin embargo una de las definiciones que más valoro es la del poeta francés Jean Arp y cito: la poesía es un racimo de imágenes, esto sin desdeñar la de Octavio Paz que sin duda, también siento necesario citar en este momento: La poesía es imagen, ritmo y sentido. Partiendo de éstas aproximaciones poéticas parto para comentar el libro de Fernando Alarriba. Al hablar de la flor de loto enseguida tendremos la referencia espiritual y a su vez una cercanía con lo supersticioso, sin embargo cuando comencé a leer Loto de Fernando Alarriba recordé a Sidharta de Herman Hesse, Así habló Zaratustra de Nietzsche y en nuestro contexto mexicano a poetas como Concha Urquiza y su libro El corazón preso, o incluso Las urgencias de un Dios de Enriqueta Ochoa y el Trópico del desierto de Javier Sicilia, sólo por mencionar algunos. En todos ellos converge la espiritualidad como la médula en sus respectivos libros. Loto es la búsqueda catártica, es la realización de nuestra fatídica y monótona rutina. Tal pareciera que para Alarriba La tierra está podrida/…/ la luz amarilla cruza caminos. En el discurso del poeta sinaloense está la rutina iluminada por el deseo semántico, todos somos parte de su búsqueda y no lo digo sólo en la labor literaria sino en lo espiritual. Más allá de la cercanía con el budismo que pueda tener el libro o incluso en los universos paralelos que se vayan generado, el poeta hace una revisión histórica ya que en diversos apar80
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tados el misticismo es necesaria para la voz poética y cito: Somos un collar de asombro, rezo de otoño, trazo de Dios, blanco sobre blanco y separar formas de lodo. En estos últimos dos haré hincapié en la visión politeísta pues bien, el blanco sobre el blanco marca la epifanía, esto desde la religión judeocristiana, el lodo está presente en los libros sagrados del Popol Vuh, más adelante encuentro un Chamán que el poeta lo nombra como una presencia de otro. Cabe mencionar que el chamanismo tiene antecedentes desde la era Neolítica. Hacer estas regresiones históricas-religiosas conlleva a la literatura mística, caso particular Santa Teresa de Jesús que en parte de su lirismo existe una fuerte carga erótica, mismo caso ocurre en nuestro hoy poeta celebrado. Su propuesta tiene ciertos matices eróticos y cito: En ti un claro resqueamor de luna/del agua mansa donde los ciervos beben/ pulpa de flor para los muslos danza. La editorial Tierra Adentro trae con ustedes una propuesta del norte del país
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Memorias de nómada por Katia Rejón
Acá, globalizando. De los gringos me gustan sus insultos. Holy shit, mothafucka, bitch, dumbass, el talento que tienen para ser nacionalistas de incubadora, la graciosa certeza de que sus estrellas y sus barras fueron traídas del cielo al pisar la luna y los hot-cakes que no sé por qué siempre me hacen pensar en un oso de peluche. Los australianos me caen bien por su acento arrastrado de niña fresa, sus cuerpos musculosos, sus sirenas, las películas de la playa y las mascotas con bolsitas para cargar a sus bebés. Ojalá fuéramos tan puntuales como un alemán, estoicos para no ponernos a llorar con vídeos de jóvenes muertos, dejar que el viento haga con nuestras esperanzas lo que quisiera siempre y cuando todo siga en orden. Del Medio Oriente (agrupo porque en Historia Mundial sólo me enseñaron lo occidental y confieso que tampoco lo estudié por mi cuenta) me encantan las mujeres, sus ojos como dos cortadas negras y su piel calientita en telas estampadas, la manera en la que dejan boquiabierto a todo el mundo (Occidente). De Argentina, las páginas para bajar películas de Internet y aquellas empresas que subtitulan con una ortografía no tan mala mis películas favoritas. Una vez conocí a una argentina que fue a preguntar seis veces en un mes si ya habían llegado a la tienda los pantalones blancos, qué persistencia, dios mío. A Rusia y sus escritores les agradezco que mi nombre esté siempre en algún personaje (casi siempre como prostituta o sirvienta) y que hayan hecho del lugar un cuadro inacabable que Dostoievski no dejó de describir en sus libros. De Francia me gusta su lengua, sus filósofos y su olor, su clima y esa A mayúscula que sale siempre en las postales. Pero de
México y no me vengan con el patriotismo, no esperen que enliste las virtudes ni que hable de su folclor, quiero referirme a su gente que es lo único que todavía está vivo, aunque vayan cayendo uno por uno, de aquí me gustan los apretujones del camión, los cuerpos pegados sin asco en la combi, el sudor de uno mojando al otro, la confianza para mentar la madre al carro de atrás, los compadres, las comadres, los bautizos, las tamalizas, los chistes puercos, la madrugada que se abre amenazando con otro día a madrazos, y esa resurrección continua que Jesucristo envidia tanto.
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¿Te atreves a seguirme al infierno? por Jéssica Montaño de Juárez
Las buenas costumbres Las buenas costumbres se pierden cada día. Así como se pierde la lluvia al caer de las nubes y chocar contra el asfalto. Saludas a un desconocido con quien tratas de lunes a viernes. Si tienes suerte se dignará a mirarte con mal disimulado desprecio sólo porque tu acento es distinto. Tanto cuesta sonreírle a la gente cuyo nombre e historia ignoras, tanto cuesta que otros sean amables contigo. Las niñas de esta ciudad gritan "Queeé" con todo el fastidio posible. "Queeé", "qué quieres", o de plano: "Qué chingaos". ¿No pueden decirle simplemente "¿Mande?", ¿a su propia madre? Desde que llegaste aquí dejó de sorprenderte que los menores jueguen en las calles sin que nadie los vigile. Ya tampoco dices nada de la otra niña que con trece añitos empezó a tirarle los canes a un mariguano. ¿De quién es culpa si un vago delincuente de veinticinco años anda con una escuincla a quien le dobla la edad?
¿Cómo esperas que se muerdan la boca antes de cerrarte la puerta en la cara por más que las amenaces con unos cuantos trancazos a los que ya están acostumbradas? Eso es lo malo: que ya todos estamos acostumbrados a tratarnos sin un por favor, sin un gracias, sin levantarnos de nuestro asiento para que una ancianita se siente.
Lo bueno es que el tipo tampoco dirá nada cuando su ahora bebé se fije en un cabrón pedófilo como él. Y la chica que vive con "la familia acomodada" en esa casa donde se acomodan al menos doce personas en dos recámaras... ¿su hija de tres años se llama Adriana?, ¿o en serio, en serio la bautizó con el nombre: "Hija de tu puta madre, te dije que no te salieras o te voy a dar"? ¿Cómo esperas que tus niñas no escapen de casa cuando tú no haces nada más que gritarles? delatripa: narrativa y algo más
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Sin papeles
por Daniel Ferrera
Carlos Martín Briceño o breve repaso desde la Cantera Conocí a Carlos Martín Briceño, hace más de cuatro años, en una sala pequeña y reservada de la facultad de antropología. Por aquellas fechas, yo había decidido estudiar literatura y Carlos -supongoamablemente accedía a prestar sus servicios, impartiéndonos un taller de creación literaria. Lo primero que me llamó la atención fue su atuendo de maniquí y su acento ligeramente cubano. Traía unos pantalones caquis, acompañados de unos zapatos marrón, de puntas ovaladas, y una guayabera blanca que le confería un extraño dejo de altivez a su labio inferior caído. Tomó asiento y, con la frescura habitual que le otorgan los años de oficio, se obstinó a presentar sus credenciales: bueno, mi nombre es Carlos, ya me conocen (la mueca hacia abajo) soy escritor y les garantizo que… momentos después una acalorada discusión se iniciaba cuando se evidenciaron los perfiles académicos. Las diferencias habían comenzado cuando Martín expresó que nos olvidáramos de las enseñanzas universitarias; que si queríamos ser escritores debíamos, en primer lugar, escribir en abundancia, leer aún mucho más y abandonar la teoría literaria. Un compañero, que tomaba la clase conmigo, le recriminó el valor de sus observaciones y, presintiendo que no llegaría a buen término, cerró la puerta de vidrio vociferando a regañadientes que era un pendejo. Con todo, llegó la hora para presentar los trabajos y con ella mi turno para leer. La historia, minutos antes, había sido celebrada y vitoreada entre los miembros del salón; por ello cuando Carlos me comentó sus primeras impresiones, mi cara se desencajó: hay que tener cuidado con los títulos, recuerden que, yo quise, sí pero no está en el texto, en Rulfo hay pero Rulfo aunque recoge, Harold Bloom afirma, olvídate de eso, te faltan más lecturas. ¡Cómo! Yo que me afanaba de abandonar las clases por preferir estar en la biblioteca, este cabrón
debía de estar equivocado. Con impaciencia esperé la resolución de la clase y en el camino de regreso a casa, me convencí, al igual que mi compañero, que Carlos era un pendejo. No fue hasta hace unos meses que, revisando entre una carpeta de cuentos escogidos, me topé con un texto de Briceño. ¿Quién era este cabroncito que aparecía tanto en antologías y colecciones? ¡Su relato me deslumbró! Durante horas, no sé cuántos días, estuve recordando la imagen de aquel viejo del pene por fuera, arrugado y flácido, y la del hombre que, muy a su pesar, se excitaba con los fluidos y sopores de la anciana. La historia sencillamente me parecía abrumadora y fascinante. Entonces busqué más textos de Martín Briceño en Internet, y para mi sorpresa di con Al final de la vigilia, su página personal como escritor. El blog Al final de la vigilia, como otros tantos, está compuesto en su mayoría por cuentos, reseñas, artículos y entrevistas que dan cuenta de la trayectoria de Martín como escritor. El Blog reúne un total de treinta y cinco artículos y reseñas. Pero no son sus artículos y reseñas los que me interesan, sino sus cuentos los que me producen especial interés; en particular por dos razones: una, la construcción de la imagen femenina en su obra y dos, la música como manifestación del deseo. Si pudiera adelantarles algo, diría que los cuentos publicados en el blog Al final de la vigilia son de una factura inigualable. Escritos bajo un lenguaje sencillo, nutrido de tradición y recursos literarios, sus lecturas pueden ejercer una no sé qué de poderosa fuerza delatripa: narrativa y algo más
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seductora. No agregaría nada al afirmar que para muchos, sus argumentos son de un gusto ambicioso por las atmósferas opresivas, por el pavor ante el compromiso conyugal y hastío por lo rutinario. Pues bien, sin más contratiempos, pasemos a lo que les decía. Opinar siempre sobre la construcción de la imagen femenina, de unos años para acá, se ha vuelto todo un reto al integrar un campo más extenso de definiciones. Por ello, sabiendo que éste no es un ejercicio de representación que incluya teoría de género, me inclinaré por el sentido común y describiré lo femenino como el papel y atributos que tienen las mujeres en la obra de Carlos Martín Briceño. Gran parte de los relatos publicados en el blog de Al final de la vigilia están poblados por personajes femeninos que ocupan un papel secundario. A mi parecer, creo que bajo la evidente intención autoral de sacar a relucir lo más oscuro de las pasiones humanas, de no plegarse a las buenas costumbres, se filtra una visión sexista que se expresa a través de la voz de los narradores. Así, mujeres de piernas y pantorrillas bien formadas, libres de varices y rodillas firmes (Iracema en el Cielo Perdido, la Arquitecta en Se renta) de pechos grandes, jóvenes y anchas caderas (Helena, la Arquitecta) pero sobre todo de traseros firmes y redondos (Julia, Iracema, la Arquitecta) alojan estas historias como modelos de belleza y estereotipos prevalecientes en Occidente. Quizá lo más significativo no sean sus atributos físicos, ni su condición social de mujeres abnegadas -amas de casa y profesoras insatisfechas, secretarias infieles, embarazadas irritables- sino su caracterización bestial y hasta misógina como objetos sexuales. Para muestra un botón "a cambio de un poco de amor, había una hembra dispuesta a regalarle el monte de Venus…" (Abismos) / "Las mujeres son animales difíciles, te pasas de pendejo con Irene" / "Una mujer, bien la definiría Ricardo, en celo permanente" (Piso 17) / "las mujeres no son como los albatros, esas aves cuyas hembras caen rendidas ante el macho que ejecute la danza más elaborada, sino como los pájaros glorieta, que
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prefieren aparearse con el macho que les construya la galería de ramas más impresionante." (Memorial de la danza del vientre o breve repaso de lo bailado) En fin, creo que cada quien formará su criterio. Continuando por la misma línea, el de las pasiones desenfrenadas, la literatura erótica, un escenario importante es el de la música como manifestación del deseo. Ya en un artículo anterior, titulado El ruvalcabiano arte de musicalizar las palabras, Carlos Martín Briceño reflexionaba sobre el poder emancipador de la música: "El texto versaba sobre un menáge a trois entre una madre, su hija adolescente y una seductora pianista. Mazurcas de Chopin, rapsodias de Liszt y las gimnopedias de Satie envolvían su deseo." Y es que no sólo se trata de las referencias explícitas a los compositores clásicos, sino también de la potencialidad seductora del baile: "Entonces me fue revelada la capacidad seductora del baile. ¿Cómo olvidar esa escena en la que el buen John, al ritmo de You should be dancing, es vitoreado por las mujeres mientras se contonea como iguana sobre el piso iluminado de la discoteca? Era demasiado. Si Travolta, pensé, en virtud del ondulante movimiento de sus caderas es capaz de llevarse a la cama -o al asiento trasero del automóvil- a la que se le antoje, debía imitarlo." Comentario un tanto aparte recibiría Salón Bach, relato en el que se ficcionaliza la muerte de Guty Cárdenas y en el que el deseo no solamente es de corte sexual, sino también de violencia. Para finalizar, diría que a pesar de lo anterior -aunque pueda sonar contradictorio- la obra reunida en el blog Al final de la vigilia es de una calidad admirable. Escritos con un lenguaje exquisito, sus cuentos no sólo cumplen las expectativas, sino que además se circunscriben como un fehaciente modelo literario. Y es que un escritor -entre otras cosas- no es aquel que deja indiferente a sus lectores, sino aquel que tiene la capacidad de persuadirlos a través de sus personajes.
Nos vemos en el slam por Mario Pineda Quintal
¡Gol de México, estamos en octavos!
Ya vi "Ilusión Nacional" y también la he vivido…en ciertos momentos. El documental de Olallo Rubio es una respuesta con fundamento histórico a las dos veces que carga en sus once espaldas titulares (también las de la banca) la selección mexicana de futbol. Esa voz de desprestigio, malquerida y en muchos casos con un letrero de ignorancia en cada palabra confundida en la política. Esa otra voz que da todos sus sonidos a cantos de porras y gritos de gol, defensora de cualquier resultado y conocedora más allá de la cancha. La película no se estructura en el esquema de declaraciones de expertos futboleros o jugadores retirados con el fondo de trofeos, medallas, posters de leyendas o el pasto verde en plena soledad. Centra su creatividad entrelazando una serie de videos que muestran un recorrido de la participación de México en los mundiales, momentos emotivos de jugadores de otras naciones y unas pizcas de la influencia política a este deporte. No hay nada nuevo para los que saben de la selección en esta justa deportiva, por ahí anda la victoria contra Checoslovaquia, la goleada en el Maracaná, el golazo de Manuel Negrete y otras anotaciones más. El documental tiene una buena estructura narrativa acomodada cronológicamente de Uruguay 1930 a Sudáfrica 2010, que, apoyada por una voz en off, va dando al espectador un relato que plantea un conflicto de duda desde el principio, la cual agarra fuerza, tras ciertas comparaciones de México y otros
países, llevando a querer formular un análisis para responder la pregunta "¿por qué sigue pasando esto?". Olallo igual nos desbarata la costumbre de querer escuchar los resúmenes de partidos con el audio original para despertar un sentimiento de nostalgia. Gran acierto. Es cine, no You Tube o un reportaje de Televisa o TV Azteca, solo por algunos momentos escuchamos la voz de conocidos narradores de este par de televisoras fieles a la publicidad monetaria que deja cada partido de la selección. En su mayoría y en el trayecto de todo el documental, tenemos para los oídos dos bandas sonoras acorde al momento. Un sonido trágico que hace sentir al público la impotencia de no poder entrar a la pantalla a evitar los goles de brasileños, argentinos, franceses, búlgaros, ingleses, alemanes y hasta gringos. Pero también hay un sonido de grandeza o valentía que presenta a los mexicanos como grandes jugadores capaces de vencer, dar volteretas al marcador o empatar de último momento a cualquier equipo. Si no me falla la percepción, los conocedores de la participación de México en mundiales podrían esta película en el archivero donde están todos los documentos de necesidad cercana. Aquellos que hay que consultar al momento de armar una tesis o un ensayo acerca del tema, o solamente para salir de dudas y seguir tomando las chevas sin más discusiones. Quizás sea el registro del parteaguas negativo, del volver a empezar, de cómo fue la participación delatripa: narrativa y algo más
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mundialista de una mayoría de selecciones que clasificaron sin problemas al torneo y ahora, a partir de 2014, viene una nueva historia, un nuevo registro de selecciones que ya tienen como el reto más importante pertenecer a los 32 equipos de la competencia en vez de alcanzar el quinto partido en ella. Y para terminar, ¿Qué respuesta da a los fanáticos de corazón y a los troles de cada partido mundialista?, Ilusión Nacional nos demuestra que la selección mexicana se ha estancado en el primer nivel de eliminación directa también conocido como octavos de final. De "Estados Unidos 94" a "Brasil 2014" México solo ha llegado hasta esta parte de la competencia. ¿Mediocridad?, ¿mala suerte? Si vemos hacia atrás nos damos cuenta que la "verde" en siete ocasiones no paso de la fase de grupos y nada más en las competencias de 1970 y 1986 tuvo resultados diferentes. Entonces estamos ante un avance. Un avance que ya debe tener más pasos considerando los destacables resultados de las selecciones menores.
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Por eso señores y señoras troles, los verdaderos fanáticos a este deporte, los que no se pierden ni un partido de México (y si pasa, buscamos todas las formas para saber el marcador), celebran cuando en el mundial le empatamos con Holanda e Italia, o le ganamos a Francia e Irán, o damos volteretas a los coreanos o ecuatorianos, porque cada resultados, nos da la ilusión de abandonar dicho estancamiento. Por eso, cuando pitan el final y el resultado es positivo, se celebra en las calles y en los monumentos patrióticos el respiro de alcanzar una ilusión. Por eso señores y señoras troles, sus frases de "¿Qué celebran?, ¿ya vieron cómo está el país?", "fue de chiripa, mañana pierden", más que ponerlos como seres parados en la realidad, los refleja como ignorantes en un deporte de victorias, derrotas y hazañas.