NĂşmero 26 Junio 2016.
delatripa: narrativa y algo mĂĄs, No. 26, Junio 2016
Revista
Número 26. Junio. 2016. Es un proyecto de la Catarsis Literaria El Drenaje, editada en Ensenada, Baja California. Revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría. Edición. Larissa Calderón. Colaboraciones a romeolobos@yahoo.com.mx / Consejo Editorial: Narrativa y algo más
Alejandra Aké Sustersick, Joelia Dávila, Cristina Leirana, Larissa Calderón, Roberto Cardozo, Mario Pineda Quintal y Édgar Damián.
Contenido Testimonial del tiempo Daniel Ferrera ........................................................ 3 D-Generación Daniel Ferrera ........................................................ 5 Cúmulo nostálgico Susana Mota López ............................................... 11 Quinca minutos Jéssica de la Portilla Montaño ............................ 13 Paraíso prometido Alejandro Espinoza ............................................... 15 La beba José Trinidad Aranda Aranda .............................. 18 Dos relatos breves Alexander Tadeo ................................................... 25 La dimensión de la luz María Nieto .......................................................... 26 Negocio redondo Violeta Azcona Mazún .......................................... 29 Las cajas Luis Ángel Álvarez ................................................ 35 El Andaluz Manuel Crespo ...................................................... 41 Tres relatos Armando Gutiérrez Méndez .................................. 43 Crónica de un simple amor Alejandro Argáez .................................................. 49 La poética del grito Adán Echeverría ................................................... 67 La reunión Paty Rubio ............................................................. 72 La fuerza para ver más Blanca Vázquez ..................................................... 74 Los cuervos Uriel Martínez ....................................................... 75 Hijas de Eva Cristina Leirana .................................................... 76
Columnas La memoria del pájaro Ángel Augusto Uicab. ........................................... 79 Mi punto de risa Roberto Cardozo ................................................... 81 La Niña TodoMePasa dice... Jéssica de la Portilla Montaño. ............................ 83 Incipit Blanca Vázquez ..................................................... 85 Desvaríos de la freaky neurosis Gema E. Cerón Bracamontes ................................ 87 Nos vemos en el slam Mario Pineda Quintal ........................................... 89
Imágenes portada e interiores del Artista
Roberto Cardozo delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
Testimonial del tiempo Daniel Ferrera
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omo muchos de los escritores noveles que inician su camino sinuoso en el ejercicio de la literatura, recuerdo que me aproximé a ella a través de la narrativa y no de la poesía. Las razones de la elección del género pueden parecer por ahora simples u ordinarias: crecí y me eduqué en un medio en el cual este bello arte se desconocía o era asociado con frecuencia al cuento, la ficción —en un amplio sentido de la palabra— y a mitos y leyendas contadas por nuestros padres y abuelos. Estas circunstancias que, ahora se asemejarían desfavorables, y quizás mi natural predisposición por el razonamiento estructurado, probablemente hayan sido las causas por las que mucho tiempo después me inclinaría hacia el género narrativo y no hacia el dramático o el lírico. Mi primer trabajo con intenciones literarias fue a la edad de los 18 años cuando cursaba la carrera en Literatura Latinoamericana. Por aquel entonces, la maestra de ‘Principios de Poética’ nos había encomendado la tarea de relatar nuestras experiencias durante el período de vacaciones y, seducido o bajo el influjo de algunas lecturas, decidí presentarlas en formas de textos breves. El resultado fue una obra pasmosa y risible de la cual preferí olvidarme y arrojarla al cesto de la basura. Sin embargo, algunos años después dos hechos fortuitos marcarían decisivamente mi formación: los encuentros con los escritores Carlos Martín Briceño y Adán Echeverría.
Del ganador del Premio Max Aub y autor de varios cuentos memorables, ya he podido referirme con anterioridad en un ensayo titulado Carlos Martín Briceño o breve repaso desde la cantera. No obstante, quisiera resaltar la importancia de este hecho: Carlos fue el primero en indicarme con franqueza la calidad de mis trabajos. Quién podría imaginar que desde ese instante preciso, abrazado por el enojo y aún sin saberlo, sería el inicio de una interminable búsqueda de formas expresivas y vacíos literarios.
En julio del 2013, auspiciado por la Escuela de Escritores Leopoldo Peniche Vallado y bajo la supervisión del poeta y maestro Luis Alcocer Martínez, se convocó en la Casa Colón de Mérida a una serie de tertulias o mesas páneles con el fin de promover la lectura. En una de aquellas reuniones, sentado hasta la parte de adelante, se encontraba el escritor Adán Echeverría. Hasta aquel entonces yo no conocía su obra más que por algunos artículos dispersos en diarios y revistas, pero le tocaba turno de leer sus poemas y al escucharlo tuve la certeza de estar frente a un escritor con oficio, sabedor de sus capacidades. Debajo del estrado, pude reconocer el ritmo vertiginoso del aliento poético, la cifra exacta de palabras, cargadas de erotismo, de relecturas de fuentes bíblicas e imágenes vertidas de tradición literaria. Al terminar su intervención recuerdo que como una enorme muestra de su generosidad se acercó a invitarme a colaborar en su revista. Podrán imaginar la entera satisfacción que experimenté: quizás sólo igualable (ahora que lo pienso) a mi primer nombramiento deportivo o a mi ingreso a la universidad.
Sobre el proceso creativo Soy incapaz de escribir una palabra sin saber a dónde voy. En mi caso no es una posibilidad darle rienda suelta a la pluma sobre la hoja en blanco. Definitivamente porque presto un especial énfasis al tratamiento de los temas y las formas. Para mí — como en el decálogo de Horacio Quiroga— las tres primeras líneas son tan importantes como las tres últimas; y el texto, debe ser un todo armónico en donde cada una de las partes funcionan como perfectas piezas de relojería. Recuerdo las palabras de un maestro que decía que Mario Vargas Llosa planeaba sus novelas con bocetos, borradores, miles de apuntes pegados a la pared y en la pizarra para delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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luego dotarlos de un orden. Prueba de ello sería la estructura de La ciudad y los perros. Estas ideas desde entonces se me quedaron fijas en la memoria y se convirtieron para mí en un principio de construcción de textos.
Influencias y otros hallazgos Desde luego que las tengo. Sería ingenuo pensar que somos completamente originales como también lo es la idea de que todo está escrito. Desde la antigüedad ya los griegos reflexionaban sobre los arquetipos y las ideas innatas al igual que Jung lo haría muchos siglos después. Así mismo, contamos con grandes referencias sobre el tema como lo son los ensayos de los críticos Harold Bloom y T.S. Eliot. Pero en mi caso, considero que las influencias obedecen más a una elección de temas, de formas de concebir el mundo más que de técnicas y estructuras narrativas. Sin embargo, debo a muchos escritores algunos recursos usados en mis trabajos. He aquí una breve, pero significativa mención de las que más recuerdo: La primera sorpresa ocurrió al leer La Tumba, de José Agustín. En esta novela, me asombró los múltiples cambios en la sintaxis y el uso de los signos de puntuación —en particular del punto y seguido— porque con ellos advertí que se podía dotar de ritmo y claridad a las frases e ideas. Pero sin duda el mayor hallazgo se lo debo a Carlos Fuentes, Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges por sus magníficos cuentos sobre el ‘Doppelganger’. La idea, de encontrarse consigo mismo, es un tema que hasta ahora me sigue obsesionando y el cual trato de reelaborar en varias narraciones. Observo también cierta intención, tal vez ambiciosa, de crear atmósferas como las que lograba el maestro Horacio Quiroga. Tengo igual esta manera dialogada (hoy en desuso) de iniciar los textos al estilo Siglo XIX como los escribían Edgar Allan Poe,
Lovecraft y Conan Doyle. Del mismo modo, trato de imponer a mis relatos la economía en el lenguaje como lo hacían Juan Rulfo y Juan José Arreola. Por otra parte, en el terreno del ensayo, valoro las aportaciones culturales y la lucidez crítica de Gabriel Zaid, Carlos Monsiváis, Julio Torri y Samuel Ramos. Por último, siento una afiliación intelectual por los comentarios y la capacidad de síntesis de Jorge Volpi, Juan Villoro e Ignacio Padilla para analizar los distintos cánones y generaciones literarias.
Acotaciones Actualmente trabajo en una selección de relatos breves1 orientados hacia el género fantástico en donde pretendo explorar lo Otro, la alteridad, desde distintas perspectivas, siempre en atmósferas de misterio y horror. También, la selección intenta replantear una lectura de los miedos universales y el imaginario popular como lo son los sueños, las violaciones, las muertes, los objetos animados, entre otros motivos. De esta manera, la obra aspira tener un constante diálogo y referencias explícitas con la tradición y los cánones literarios. Lo verdaderamente difícil hasta ahora es poder escribir historias que generen en el lector una sensación de miedo, de incertidumbre —mantener la tensión narrativa— y que este sentimiento pueda llegar a ser equiparable en cualquier parte del mundo, como lo son las impresiones al leer los cuentos de Juan Rulfo, de Edgar Allan Poe o Lovecraft. ¿Cómo describir en el tiempo actual un hecho o un ser que cause terror? ¿Con un discurso sugerente, desagentivado? Creo que un posible camino es acercarse a las formas y exigencias del género neofantástico —según la definición de Todorov y Julio Cortázar— o al ámbito del realismo mágico y el tratamiento del tema de lo absurdo. Hasta ahora, lo sigo explorando.
1. No cuentos porque el cuento tiene unas características específicas que mis textos no cumplen. Por ejemplo: la transformación en el personaje, elemento fundamental en todo trabajo que pretenda ser un cuento. Yo les llamo relatos breves a mis escritos porque intentan esbozar una historia que el lector tendrá que completar. Es decir, se vuelve un agente activo. Más que decir, mis textos sugieren, simulan, contar, en una extensión mínima.
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D-Generación Daniel Ferrera
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ace unos meses, en el diario La Jornada de Zacatecas, se publicó un artículo del escritor capitalino, Óscar Garduño Nájera, titulado Nuestros jóvenes escritores y otras estafas culturales. En él, se hace una fuerte crítica, no sin justa razón, a los jóvenes autores mexicanos que priorizan o enfatizan el engrandecimiento de su imagen y al aparato burocrático que favorece la escasa producción de textos junto a nuestra actual crisis en la literatura. Si bien comparto la mayoría de sus señalamientos, creo que esta opinión va en el sentido o corresponde a numerosas intenciones de descalificar y entorpecer la joven actividad mexicana. No son pocas las veces a lo largo de la historia que nos han etiquetado, a partir de características compartidas, en un supuesto afán de estudio y comprensión, pero a la hora de salir a buscar trabajo, de mejores oportunidades, confirmamos que sólo son limitantes y condicionamientos. Recuerdo, por ejemplo, algunas de las más recientes: generación net, x, baby boomer, millenial. Por ello, el siguiente ensayo no pretende erigirse como la voz o eco de miles de jóvenes mexicanos —sabemos que los hombres providenciales conllevan inevitablemente al derramamiento de sangre— sino tan sólo como fiel testimonio del tiempo que me ha tocado vivir, una aproximación personal. Espero sea de utilidad y perdure en la memoria. Cuando pienso en mi generación es irremediable no acordarse del excelente ensayo Historia personal del boom, de José Donoso. Del mismo modo, vuelve a la memoria los distintos grupos, ismos y vanguardias literarias en México como las fueron en su momento La Academia de Letrán, los modernistas, estridentistas, la generación del centenario, los contemporáneos, el crack, por nombrar algunos. Admito que en más de una ocasión he deseado formar un grupo que aglutine a jóvenes escritores con estéticas y líneas de pensamiento definidas, pero los tiempos son otros y si algo hemos advertido es
que, la mayoría de las veces, los grupos se convierten en élites y las vanguardias en cánones. Para hablar de mi generación primero tendría que intentar por describir algunos aspectos históricos, políticos y sociales que la caracterizan. Nací en 1989 año de la caída del muro de Berlín, hecho simbólico que cambió la relación de los países capitalistas y socialistas. No fui consciente del levantamiento armado del EZLN, ni de la devaluación del peso, tampoco de la barbarie en Acteal; pero en cambio pude ver con dolor los disturbios en San Salvador Atenco y cómo se derrumbaban una a una las torres gemelas. Así mismo, soy heredero de una infructífera guerra contra el narcotráfico —que lleva en su haber más de 123 mil muertos— y de una supuesta alternancia democrática. En el 2012, creí junto con otros jóvenes en las demandas fehacientes del movimiento Yo Soy 132. Era, desde el octubre del 68 y de los paros universitarios en la UNAM, que se volvía a pensar en nosotros como un motor de cambio, pero sobre todo como una fuerza activa. Sin embargo, no tardaron en llegar por parte de nuestro gobierno las numerosas descalificaciones, los nexos políticos y los sobornos laborales a los líderes estudiantiles. Una vez más, como si se hubieran olvidado los errores y aciertos de las luchas obreras, indígenas, sindicales y campesinas, el movimiento se disolvía. Hoy el país vive una situación completamente ingobernable, insostenible. Enrolados en sus disputas internas y en la obtención de sus intereses, nuestra clase política no sólo se aleja de la realidad de millones de mexicanos, sino que además se muestra gustosa en los excesos. Basta con recordar algunas de las noticias que en fechas recientes cimbraron al país: el decomiso de más de 205 millones de dólares al empresario chino Zhenli Ye Gon y su extraordinaria pérdida; la revelación de propriedades y rancherías del ex candidato priista Jorge Hank Rhon; el desfalco delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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multimillonario de Javier Duarte y Fidel Herrera y, por supuesto, la casa blanca. Si se me permite opinar, creo que un posible origen de estos excesos está en la noción de gobierno que tenemos. Me parece que hay que reformular la relación que existe entre gobernantes y gobernados. Tal vez, los políticos en vez de gobernar deberían redirigir, facilitar o proveer las condiciones necesarias para una mejor vida y la dignidad humana. En cuanto a nuestra generación literaria se refiere, a diferencia de la de José Donoso y a pesar de la facilidad para leer autores extranjeros —dado el boom editorial y los libros en internet— me parece que nuestra formación lectora es profundamente latinoamericana. Los nacidos en los 90's sentimos una enorme confianza en las posibilidades expresivas, en los diversos registros del idioma castellano. Desde luego sería una tarea casi imposible nombrar a cada uno de los escritores que con su brillante entrega nos enorgullecen y colocan con lo mejor de la literatura actual, pero en cambio sí podemos dar una breve muestra de lo que se está realizando. Prueba de ello sería la estupenda obra de Horacio Carvallo en el Uruguay y de Miguel Angel Molfino en la Argentina.
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En lo local, al menos en el terreno de la narrativa, partimos de una larga y fecunda tradición de novelistas y cuentistas, como los fueron en siglo XIX y XX, Eligio Ancona, Justo Sierra O' Rally, Ermilo Abreu Gómez, Juan García Ponce, Agustín Monsreal y más recientemente Carolina Luna, Víctor Garduño, Miguel Hernández II, José Castillo Baeza y, el que para muchos es hoy una referencia obligada, Carlos Martín Briceño. Así mismo, en el género de la poesía hemos sido dignamente representados por autores como Antonio Mediz Bolio, Raúl Renán, Fernando Espejo, José Díaz Cervera, Rodrigo Ordoñez Sosa, Manuel Tejada, Manuel Iris, Nadia Escalante, Ileana Garma, Marco Antonio Murillo, Adán Echeverría, Lourdes Cabrera, Fernando de la Cruz y Jorge Manzanilla. Para finalizar, creo que posiblemente parte de lo que defina a mi generación —aunque no sea exclusiva de ella- sea el hartazgo, la falta no de una voz propia, de formas y líneas expresivas, sino la carencia de espacios y oportunidades. Hoy más que nunca estamos preparados y somos conscientes del alcance de la palabra, pero tal vez seducidos bajo su poder de persuación, hemos cerrado también los oídos.
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Cúmulo nostálgico Susana Mota López
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ransitaba por el interior de la plaza comercial en busca de una cafetería. Casi justo cuando iba a entrar al lugar, me tropiezo bruscamente con tu cuerpo perdido en los muchos años, mas nunca olvidado. Canas, arrugas, no importa. Miraste la hondura de mi alma, miré lo profundo de tu corazón y el impulso por abrazar emanó de ambos para fundirnos en un abrazo y un beso, tan intenso como si con ello se nos fuera el último hálito de vida; el postrero adiós de nuestra juventud. Fue un segundo o un minuto que duró el vórtice de una amalgama de evocaciones alrededor de nuestra apretada conjunción. Resucitar las imágenes del pasado eran obligadas: Los coqueteos en la secundaria: Al bajar o subir las escaleras, o al hacer caer un libro o un cuaderno a propósito y encontrar nuestras miradas. Y toparnos en los pasillos dizque por casualidad. Eran miradas intensas que atravesaban ambas esencias. Ojos color miel los tuyos y ojos color avellana los míos. Combinación de avellana y miel que nunca generó descendencia por tomar veredas opuestas. El baile de fin de año escolar: Se suponía que tenía que llegar con mis primas y tú con los tuyos para reunirnos a bailar; pero no, mi voluntad caprichosa pudo más y llegué del brazo de dos amigos, uno a cada lado, y desprecié tu mano al recibirme en la puerta de la escuela. Quedó extendida, huérfana del contacto cariñoso, y tus primos soltaron poderosa carcajada. Hasta que se me antojó acercarme y sacarte a bailar y nos perdimos en un abrazo giratorio para seguir la música.
El juego de ajedrez: Todas las tardes venías a mi casa a jugar ajedrez como pretexto para estar juntos hasta que el juego se convertía en un campo de batalla por no gustarme perder, rara vez te ganaba y era un verdadero triunfo hacerlo; ahora pienso que me dabas la oportunidad de ganar para no recibir la lluvia de piezas de madera y el tablero sobre tu cabeza. El convidado a la cena: Después de cenar en mi casa, nos sentábamos en el pretil del zaguán a conversar de asuntos fútiles o útiles. Era la hora de robarnos los besos tiernos, candoroso. Era la hora de cautivarnos con arrumacos como los pichones en el ático. Los bailes vespertinos en mi casa: Algunos compañeros y vecinos hacíamos un pequeño festejo por cualquier motivo, eran más mujeres que hombres y nos divertíamos de lo lindo. Y tú más que nadie. Las carcajadas de nuestra juventud se escuchaban a cien metros a la redonda y más cuando yo me soltaba de tu mano al bailar rock and roll, e iba girando hasta caer sobre el sofá lleno de discos de acetato y rompía más de uno. King Creole nos traía como locos con el ritmo oscilatorio de las caderas de Elvis Presley; y en español, la voz varonil de Enrique Guzmán hacían lo suyo al interpretar el mismo tema musical con Los Teen Tops. La entrada de la canción nos hacía perder el seso mucho mejor que cualquier droga. Las despedidas en la estación de ferrocarril: La mayoría de las veces era cuando venía hacia la capital. Había una fila de bancas a un lado de la estación para esperar la salida del tren. Y siempre estabas ahí, esperando con tu semblante cariacontecido, con el corazón estrujado delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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por mi partida y te decía: "Deja de mirarme con esos tus ojos de borrego ahorcado que me disgusta tanto". Las visitas a tu casa materna: Tu madre me confeccionaba los vestidos que necesitaba para ir a los bailes contigo, escogía los mejores modelos, los que me quedaban más que bien, y hasta me prestaba sus joyas para lucirlas ante ti. Mientras esperaba las pruebas en turnos, platicaba con tu prima que me contaba todos tus secretos y me decía que su tía tenía la ilusión de ver a su hijo casado conmigo. Yo sólo me reía con fuerza ante esa lejana posibilidad. Luego comentábamos acerca del baile Blanco y Negro en el Country. Era todo un acontecimiento para la sociedad y nunca faltábamos por pertenecer a cierta élite. Tú, vestido de negro esmoquin y yo de brocado blanco elaborado por tu madre y su collar de perlas. Nos tomaban fotos para la posteridad. Para mí eso era un juego más de vanidad. La rival: Había una muchacha empeñada en atraparte al precio que fuera. Con la fortuna para ella de que yo no era nada celosa, ni me gustaba andar peleando por el amor de un hombre —mis ideas acerca de Eros eran anormales—. "Si me quieren bien, si no también" era mi máxima." Ya parece que iba yo a ser como las demás mujeres de mi tiempo. Ella me acosaba por teléfono, me amenazaba para
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que me alejara de ti. ¡Pobre utopista! Le contestaba: "El que se debe alejar es otro. Yo no estoy tan urgida como tú". Sólo quería vivir el presente que la vida me otorgaba y aprovechar las circunstancias de mi realidad. Otro de mis lemas era: "Primero yo, después yo, y al último yo". Los escarceos en la ciudad capital del país: Venías con tus compañeros de facultad a visitarme a la casa de huéspedes frente al colegio donde estudiaba. Ellos se iban y te quedabas conmigo para salir a dar una vuelta a los jardines o parques de la gran ciudad. En nuestros paseos, al caminar por las banquetas, nos hallábamos con esas plantas de hojas puntiagudas y duras como estiletes que cuando pasas te pican, pues yo te empujaba hacia ellas muerta de la risa y me decías: "¡Me vas a sacar un ojo!" Y yo contestaba: "¡Te lo mereces¡" ¿Por qué lo hacía? No lo sé. Pero en la calma y la oscuridad, entrada la noche, dejaba que me dieras unos cuantos besos con mucho cariño y te los devolvía. Decían mis compañeras de colegio: "Eso es amor indio". Yo no contestaba porque no sabía qué era. Vino el tiempo con sus circunstancias triviales, y pasó tan rápido que no supe cuándo terminó esa amistad. Un día supe que vivías lejos con tus tragedias, y yo había tomado veredas distintas, pero felices a mi manera.
Quince minutos Jéssica de la Portilla Montaño.
Es otra noche de insomnio en que pienso en tí, tal y como cada mañana que doy vueltas en la cama en busca de esperanza. Entre nosotros sólo hay recuerdos con fecha de caducidad. De vez en cuando pensarás en mí, así ha sido porque tropiezas con mi sombra y aún sientes mis manos húmedas. Esta despedida no tiene fin. Somos un par de cartas románticas que se perdieron en la ruta postal. Soy esa foto que rompiste, y tú ese mensaje que a diario he de borrar. Es nulo el riesgo de perder a alguien que en realidad nunca estuvo... Cada que ría sin motivo será porque me acordé. Sacudo la cabeza para no pronunciar tu nombre y te olvido durante los próximos quince minutos.
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Paraíso prometido Alejandro Espinoza
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adie imagina al paraíso como un lugar al que llegas encabronado. Arrojas tu equipaje por la ventana, le gritas a las paredes, preguntas al aire el sentido de todo lo que sigue. No lo tiene. Nadie imagina al paraíso como un lugar triste, desamparado, a donde llevas en un bolso de papel las pocas memorias que el tiempo decidió arrancar de esa otra realidad que acabas de dejar. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina al paraíso como un lugar al que llegas cansado, donde te quitas los zapatos para siempre, y para siempre caminas descalzo, sobre un piso que se siente como suelo de luna. Pero no flotas. Nadie imagina al paraíso como un sitio de paso; nunca un limbo, sino un rest stop donde puedes platicar toda la noche con un negro que te cuenta historias fantásticas de su pasado esclavo, allá cuando la gente cantaba sin estar encabronada, aunque sí. Nadie imagina un paraíso como pozo sin fondo, como ruido blanco de televisor en recámara cubierta de oloroso tapiz, como esa peca que enamoradizo viste a tus ocho años de edad. El paraíso jamás podrá ser melancólico. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina un paraíso cubierto de mobiliario de hule espuma, donde la gente bebe sin disgusto y platica de aquella política que tanto nos arruinó en vida.
Nadie pinta paraísos perdidos. Nadie imagina paraísos hechos a la imagen y semejanza de tus más blandos sueños. Nadie imagina un paraíso eufórico, donde el canto es grito ahogado, locura contenida, la sonrisa inerte del eternamente despierto. Nadie cree que el paraíso es para los locos. Los que hemos perdido la esperanza y decidimos escapar a un lugar mejor de la conciencia. Nadie imagina un paraíso construido con las ruinas de nuestras guerras más épicas. Nadie imagina paraísos transparentes. Porque en el paraíso imaginado, nadie es impune. Nadie imagina paraísos artificiales, donde el costo de vida es sostenido por esa otra parte de la humanidad que vive en el infierno. Nadie se imagina solo en el paraíso. Nadie imagina un paraíso donde lo más importante es desaparecer tu conciencia, un paraíso donde dejas de ser. Esto es, de existir. Nadie imagina paraísos donde dejas de existir. Nadie imagina un paraíso donde puedas reencontrarte con tus amigos, perdidos ellos, desaparecidos, ausentes, imaginarios, entrañables, con los que jugaste a la guerra y a la enemistad, con los que compartiste abrazos amores y bebidas. Con los que una vez abriste paso a tu propia vulnerabilidad. Nadie imagina un paraíso donde todos dejamos de importar. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Nadie imagina paraísos terrenales en el infierno. Todos queremos regresar a ese paraíso prometido.
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La beba José Trinidad Aranda Aranda
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sa mañana el profesor no utilizó uno de los ejemplos que traía el libro de texto. Para mostrar a sus alumnos una imagen clara de los múltiples problemas sociales del país, tenía algo mejor: un ejemplo de la vida real. “Hemos hablado del abismo que se abre entre los que tienen mucho, y los que no tienen prácticamente nada, los libros y páginas web que han consultado arrojan datos estadísticos, cifras y porcentajes, pero hoy no quiero que nos atiborremos con datos ni metadatos, preferiría que palpáramos un poco mejor la realidad. Hace un par de días hablamos de la gente que vive en la marginación y tú, Beba, argumentabas que estas personas viven así porque no les interesa hacerlo de otra forma. Como nos quedaba apenas un minuto sólo alcancé a comentarte que esa afirmación parecía encerrar una dosis de prejuicio, y la mirada impaciente del siguiente maestro a través de la puerta de cristal después del timbre, impidió que pudiéramos seguir tratando el tema. Quiero que retomemos ese punto y con el ejemplo que les he traído quisiera reflexionar sobre este aspecto de nuestra realidad social. “Me he enterado de la situación de un muchacho que viene de un pueblito del interior del Estado. Huérfano de padres, ha sido criado por su abuela materna, una señora que dentro de sus posibilidades como mujer campesina, analfabeta, y viuda de un ejidatario jubilado con una ínfima pensión, le ha dado lo que ha podido, y gracias a la escuela pública, buena, mala o regular, ha podido terminar el bachillerato. 18
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“Ha vivido en la marginación, eso es indudable; su casa no tiene baño y hasta hace unos años no tenía toma de agua potable; si bien ha tenido electricidad, ésta sólo enciende un foco y una pequeña tele a colores que por gracia de Dios han conseguido, pero todos los recursos de la casa se han ido en raciones medidas de comida, vestir sin mucha variedad y en la escuela del muchacho. Ha querido estudiar una carrera universitaria, y no ha de ser tonto, ya que sin más ayuda que su inteligencia y sus conocimientos, se ha ganado un lugar en la matrícula de la Universidad; hasta aquí la historia se oye bien, ¿verdad?, un buen chico luchando contra la adversidad y obteniendo modestas pero inobjetables victorias. “Ahora bien, este muchacho siempre vivió en el pueblo, no tiene parientes en la ciudad ni amistades a las cuales pedir auxilio u orientación, y desde hace varios días se pasa las noches en la sala de espera del Hospital Regional pues no tiene donde hospedarse, ni le alcanza el dinero para viajar todos los días a su pueblo, así que díganme ¿Si este joven no encuentra un lugar para hospedarse y desiste de su proyecto de estudiar una carrera, podríamos reprochárselo? ¿Podríamos afirmar que no le interesa salir de la situación de marginación en que ha vivido?” Con la narración los estudiantes habían pasado de la impaciencia, a una variedad de actitudes; algunos estaban serios, otros parecían reflexionar, pero la Beba se veía incrédula y hasta fastidiada. Por eso cuando el profesor planteó sus preguntas de reflexión ella fue la primera que se apuntó para opinar y dijo:
“La verdad maestro, historias como esa han habido muchas; lo que pasa es que esta gente ahora lo quiere todo fácil, quiere que todo se le dé sin ningún esfuerzo. Para empezar esa persona que comentas bien podría trabajar y pagarse un departamento; conozco gente que renta departamentos para estudiantes y también para gringos, de esos que ahora abundan en la ciudad, y no creo que ese muchacho no pueda tomar uno en renta. Puede trabajar en el "Café Café", ahí contratan a todo el mundo y no creo que sea tan bruto que no pueda hacer ese trabajo, y con eso se mantiene, renta un lugar y puede estudiar; pero lo que pasa es que prefieren dar pena para que así uno les resuelva sus problemas." El maestro preguntó a La Beba si sabía cuánto cobraban por la renta de los departamentos, respondiéndole que como dos mil pesos al mes. Preguntó si sabía cuánto ganaban los empleados del "Café Café" y la Beba contestó que como dos mil quinientos pesos al mes. — Si este personaje obtuviera el empleo que dices, ganando dos mil quinientos pesos al mes, de los cuáles va a gastar dos mil en pura renta, ¿crees tú que con los quinientos pesos restantes le va a alcanzar para poder sufragar sus gastos de la escuela y alimentación? La Beba con la obviedad saliéndole por los ojos contestó: “Podría buscar otro empleo de fin de semana y así completar para sus gastos, el punto es que siempre hay una salida; pero esta gente prefiere dar lástima y así obtener ayuda, antes que hacer las cosas por si misma". Todavía la Beba agregó un par de argumentos a favor de su tesis de que la gente que viene de la marginación utiliza el sentimentalismo para obtener ventajas de los demás; y por más que el maestro trató de hacerle ver que lo que le
hacía falta al muchacho no eran ganas de triunfar, sino una oportunidad para intentarlo, una verdadera oportunidad, lo cual significa allanar los obstáculos más importantes y no agregar otros, disfrazados de apoyo, no pareció convencerla. El timbre puso fin al debate y la clase terminó con las consabidas indicaciones sobre fechas de entrega de tareas y revisiones. Esa noche, después de salir a cenar y tomar una copa con sus amigas, en verdad sólo una, porque si le sucedía algún percance con algunas copitas de más, su papi le quitaría la Land Rover del año, teniendo que conformarse con el mugroso Sentra de dos años atrás, que le chocaba tanto por haber muchísimos circulando por las calles, la Beba regresó a casita sana y salva y se durmió como un angelito. Poco antes del alba soñó; soñó mucho y al despertar por la mañana aún se encontraba tan vivo el sueño en su mente que corrió a contarle a su mamá: —¡Mami, tuve un sueño horrible!; estábamos paseando en el yate, algo lejos pero aún se veía la playa, era frente a Progreso. De pronto, y no sé cómo, ya ves como son los sueños, el yate se hundió y me encontraba sola flotando en el mar; trataba de mantenerme a flote pero no traía chaleco salvavidas. Lo feo fue que mucha gente de la "Marina Bourbon" también estaba paseando en sus yates y empecé a gritar pidiendo ayuda. Al principio nadie me hacía caso aunque me veían; simplemente me observaban un momento y seguían en su plática con sus amigos, tomando sus bebidas, comiendo, o sea, pasándola bien mientras yo luchaba por mantenerme a flote. Pude acercarme al yate de los Zaragoza-Virtenan, y les grité pidiendo auxilio, que me ayudaran a subir a su yate, pero don Julián le dijo a su capitán que me aventara un pedazo de madera para que me sostuviera de ella y así lo hicieron. La madera no era muy delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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grande, flotaba pero parecía que en algún momento se iba a hundir junto conmigo. Aferrada al madero llegué a otro barco, el de los Ciprián-Bauer, y les pedí que por favor me ayudaran, que estaba cansada y entumida, ya casi no tenía fuerzas para sostenerme del madero que tenía; se limitaron a tirarme una botella con agua, que pude tomar apenas sosteniéndome con una mano, y así me estuve acercando a varios barcos llenos de gente que la pasaba de lo lindo pachangueando, y ninguno quiso subirme a bordo para que pudiera llegar sana y salva a la playa. Escuchaba comentarios feos, decían que era una exagerada, que bien podía
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nadar a la playa agarrándome del madero que tenía; y no faltó quien me empezó a echar porras y a decir que era yo un ejemplo de supervivencia. Me sorprendía la frialdad de la gente que no me daba la ayuda que necesitaba, y sobre todo que esa ayuda no les iba a quitar ni un poco de diversión. ¡Ay mami, fue horrible! Lo bueno es que desperté a la realidad en donde una cosa como esa no podría pasar ¿verdad, mami?" Y la Beba sonrió satisfecha y tranquila mientras hundía su rostro en los amorosos brazos de mamá.
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Dos relatos breves Alexander Tadeo
Orión. Nos gustaba alquilar cuartos todas las noches en diferentes puntos de la ciudad. Siempre en el último piso, pues así por ley nos pertenecía el pedazo de cielo y las estrellas que abarcaba el cuarto alquilado. Orión estuvo una vez entre nuestras posesiones, Casiopea, la Osa menor y algunas veces un pedazo de la luna. Abandonamos la costumbre, cuando una estrella cayó en la casa de un vecino y este vino a cobrarnos los daños.
Septiembre. Esa noche la acompañé a su casa, nos detuvimos bajo el arco de piedra que anunciaba la entrada al pueblo, Apreté sus aromados huesos contra los míos, buscando el rastro de un calor extinto desde hacía tiempo. Se hundió por última vez en mis pupilas y me besó con tanta fuerza que la noche se hizo espesa como un chorro de sangre negra, arriba las estrellas detuvieron su pesada marcha, las polillas viajando hacía la luz se pausaron en eterna agonía, los grillos callaron la banda sonora, la luna se paró en las hojas de un naranjo y entonces entendí la tristeza del eterno retorno, pues la mano que antes llamaba ahora se despedía. Jamás debí dejarla, después de todo quién más detiene el tiempo sólo para dar un beso.
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La dimensión de la luz María Nieto
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éctor se levantó del sillón donde quedamos tendidos, habíamos regresado de la acrópolis con el polvo y el cansancio metido hasta los huesos. Tenía la camisa desfajada. Su cabello y su aspecto no tenían la pulcritud que observé la primera vez que lo ví. Me pareció risible su desparpajo detrás de la formalidad que en él imponía respeto. Cuando me vio reír, asomó la cara al espejo adornado con caracoles y conchas de mar que colgaba en la pared, se llevó la mano a la cabeza alisándose un poco y después caminó despreocupado, puso música, se sirvió otra copa, me tomó de la cintura y, bailando, me hizo recorrer la habitación sin soltar la copa. Bebía y me daba de beber y volvía a llenar la copa. No era difícil resistirse a su encanto. Bailábamos mientras Germán, reservado, sonría sentado en el sillón. Héctor pidió un brindis por la última noche de aquellos días. Germán tomó su copa y se acercó a nosotros con esa forma de caminar tan suya, como si en cada paso sus pies se enraizaran en la tierra. Le extendí la mano, y él apenas tomó la punta de mis dedos, inconforme, recorrí su palma hasta encontrarme segura tomada de su mano. La alegría de Héctor era contagiosa, no sé si alguna vez me divertí tanto. La alegría de Germán, en cambio, era mesurada, él se hacía presente con los ojos y sonreía siempre a la distancia; pero esa noche su mirada se anticipó a su tacto sin que mi respiración pudiera mantenerse en calma. Permanecimos los tres de pie, meciéndonos como la pequeña goleta en el mar tranquilo de aquellos días. Pasamos del cansancio a la sim26
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pleza de las palabras, de la alegría a las risas desenfadadas, pero en algún momento nos sorprendió un atajo agazapado, y suspendido en lo hondo de esa noche. Y sin dejar de ser los que habíamos sido horas antes, afloró la naturalidad como una virtud recobrada de algún rincón olvidado en la memoria. La música se volvió suave hasta llevarnos al apaciguamiento, a un estado de serenidad y contemplación de todo y a la vez de nada. Héctor quiso hablar casi profanando esa magnificencia, con mi mano tapé su boca. El viento cálido entraba por la ventana y las cortinas flotaban ondulando la llama tenue de las velas que hicieron visibles las líneas sutiles y profundas del iris de los ojos. Se había creado sobre nosotros una nube, un halo de misticismo donde sólo cabía lo íntimo, lo ínfimo, como si la noche hubiera tomado la dimensión de la luz. Héctor recargó su mejilla en mi cuello y yo descansé la mía sobre el pecho de Germán. Podía percibir su olor y sentir cómo mi respiración erizaba su piel sin que dijera nada, pero su corazón alcanzaba mis oídos y mis latidos perseguían el ritmo de los suyos. Héctor, aún en el marco de mi cuello comenzó a besarlo, fue plantando un beso tras otro hasta encontrarse en mi boca. Germán, reservado, dio un paso atrás queriendo apartarse, pero yo sostuve su mano con firmeza para que no se fuera. Héctor desabotonó mi vestido, con un movimiento suave deslizó su mano entre la tela de lino y la piel, hasta encontrar el monte de mi seno, impaciente descubrió mi hombro. Su beso me penetró aún más con su lengua y bruscamente desnudó mi torso. Actuaba como
si su deseo no pudiera demorar en encontrar y consumirse en los pliegues de mi cuerpo. Todo fluía sin que la conciencia opusiera resistencia, como si esa noche se hubiera ausentado y flotara plácida como una balsa. Germán permanecía impasible como aquel cielo sobre nosotros en el templo de Dionisio. En todo momento busqué su mirada, me até a ella. Sus ojos eran una metáfora, me acompañaban en el vaivén de ese otro cuerpo en el mío. Yo era el agua de ese mar contenido en la noche, cuando sus límites se unen y se pierden en la oscuridad, un mar agitado en mi vientre con la furia saliendo por mi boca. Héctor se derramó y se desplomó a mi lado. Quedé abierta sin el peso de su cuerpo. Sin esa pared que contenía mi carne sentí que me elevaría y me perderá en el aire. Germán me adivinó y me cubrió con una sábana. Besó mi frente, tocó el agua salada y la llevó hasta la comisura y me bebió los labios. Con sus dedos dibujó sobre la tela el contorno de mis senos. Desprendió cada ojal de su camisa, quedó desnudo frente a mí. Deslizó la sábana despacio para descubrirme por primera vez para él. Con una de sus manos fue persiguiendo la tela sobre la tela de mi piel. Con una pierna aprisionó mi cadera, su boca encontró mis pezones y en cada movimiento de su lengua, en cada rose, un
espasmo; una descarga fluía de mis paredes internas. Recorrió su mano hasta el pequeño hueco que divide mi cuerpo en dos mitades, donde todo nace y todo muere. Los sonidos de mi boca ya no eran de mi boca, provenían de un lugar más allá de mi garganta. Su mirada serena se transformó. Me regaló en un instante de eternidad la intensidad de esos días. La habitación nos envolvió, se borraron los vértices de las paredes y se alisaron los ángulos de las esquinas. Me abandoné bajo su peso, besé sus ojos y cada pedazo de su carne. Esa noche mi piel se volvió una membrana permeable y mi cuerpo se rindió bajo el peso de esos cuerpos rendidos sobre mí. Los sonidos de las aves y la luz sesgada del sol en las cortinas. Los cuerpos de Héctor y Germán estaban trenzados con el mío. Nunca me sentí tan segura, tan amada. Me levanté, llené la tina y me sumergí en el agua tibia para desprender la noche que se había adherido a mí. Me sequé despacio y fui poniendo cada prenda en el cuerpo como la continuación de un ritual. Antes de salir de la habitación, observé el contraste de sus cuerpos desnudos. Tomé mi maleta y salí sin hacer ruido. Al dejar atrás aquella habitación el aire me atravesó y el sol me recató con el toque de calor y el brillo sobre la cara.
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Negocio redondo Violeta Azcona Mazún
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lla siempre sale con pura escoria, ponme atención chaval, sale conmigo y Dios sabe que no hay peor escoria que yo. Y su ex, un pelado, un bueno para nada, créeme. Te lo digo en serio, Irma sale con pura mierda. Tú eres bueno, o menos malo, eres trabajador; empezando porque eres muy joven, ¿cuántos años tienes? ¿24, 25? Qué va, yo tengo 47, Mario tenía 53, bueno, igual y cada vez Irma va reduciendo la edad de sus amantes, para que le duren más. Y tal vez los caza menos malos, o en tu caso más buenos, qué se yo. Yo soy malo y Mario, era un asesino a sueldo, era malo y feo, feo, lo que se dice feo, pero sobre todo era malo. Yo no sé porqué vienes a verme aquí, cómo si yo pudiera hacer algo, cómo si yo pudiera prohibirte que veas a Irma, mira chaval: Irma es libre. Si quieres casarte con ella ve y díselo, yo no me opongo porque ni puedo ni quiero. Además hace unos meses que me había dado cuenta de que entre ustedes había algo. Uno nada más se hace al mismo, ignora todo. En parte porque tú y yo éramos camaradas, compañeros de oficio, en parte porque ya conozco a Irma. Puedes salir de aquí e ir a verla, declararle tu amor eterno. Vas a tardar más en decirlo que en que ese amor se convierta en odio. Luego no la vas a poder dejar porque te vuelves un enfermo, todo gira en torno a ella, dejas de ser tú. Así es como el amor mata… o ve tú a saber si es de verdad amor. Así ha sido con todos. Pero es tu decisión no la mía; yo te perdono, perdono que me hayas apuñalado, después de todo yo hice lo mismo con Mario, no sólo de forma metafórica, sino de forma real y contundente; le clavé el puñal dos veces en la espalda y una vez más en el pecho, se murió en mis brazos. Por eso no me quejo de estar aquí encerrado, aquí tengo techo y comida seguro, pero sobre todo estoy protegido, protegido de Irma. Sabes qué, eres muy bueno chaval, deberías alejarte de mí, dejar de venir a visitarme a este infierno, si ya vez que ni somos amigos, nada más compartimos el mismo negocio sucio y la misma mujer. Mario era un sicario, yo un asesino, tú un vende drogas; pero sabes, no somos tan malos, la peor es Irma, ella que nos ha elegido uno por uno para hacer su negocio, para ser sus amantes y para irnos remplazando uno por uno. delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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Las cajas Luis Ángel Álvarez
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a sabes cómo es. Uno nunca piensa que habría de volver a despertarse, pero ya ves que las cosas casi nunca son como uno se las imagina. Te acostumbras ¿sabes?, no pasa nada, se escucha de las otras cajas cuando escuchan que ya te despertaste. No pasa nada, dicen, después de todo, qué podría pasar, tú tranquilo, me dicen, respira profundo y estira las piernas, entonces algunos se ríen a carcajadas. Ya sabes cómo es. Uno anda allá arriba como si nunca fuera a venir para acá, trabajando, comiendo, caminando, reflejándose en espejos, besando y besando, armando rompecabezas, llorando, correteando perros, manejando el tren, haciéndose preguntas, enfermándose y a veces curándose, a veces.
Juan, por ejemplo, era un piloto de carreras. Estaba persiguiendo a El Tigre (cuenta Juan desde su caja que está al lado de la caja de la señora que llora), estaba persiguiendo a El Tigre cuando doblábamos a la última vuelta y parecía que no había nadie más en la pista más que él y yo, se los juro. Se escuchan los movimientos de Juan en su caja cuando mete los cambios, izquierda, un engaño de volante, toma la curva pegado a la reja, derecha, el pie aplastando el acelerador, rápido el espejo retrovisor. Se escucha la caja de Juan a toda velocidad pasar entre el resto de nuestras estáticas cajas y uno no puede evitar hacerse a un lado, como si se pudiera huir del peligro. Una recta y entonces comienza el verdadero duelo… El Tigre y yo nos miramos… Entonces todos se callan para escuchar con atención y pareciera que el silencio es más silencio porque la señora que
llora gime despacio para escuchar también. Los motores gritan feroces, el de El Tigre ruge furioso cuando estoy por pasarlo. Meto el último cambio. Voy ganando. No hay manera de que El Tigre me pase. Doscientos metros a la meta. Cien metros. Cincuenta metros. Cuando caigo en cuenta de que uno de los neumáticos se ha ponchado el coche ya dio tres vueltas sobre sí, luego cerré los ojos, bien fuerte, se los juro. La caja de Juan se hace trizas, casi la puedo ver a toda velocidad dejando trozos de madera por todas partes y a Juan apretando fuerte el volante. La señora que llora sigue llorando. Qué día será hoy, escuché que alguien preguntaba, qué diferencia hace, no tienes que ser tan grosero, creo que es lunes, no, martes, sí, martes, y seguro que llueve, oh claro que llueve. Hoy es mi cumpleaños, muchas felicidades, y todos lo felicitamos, gracias, gracias, cuántos años cumples, no me acuerdo, yo tampoco, hace mucho que despertaste, no te sé decir del tiempo, yo tengo un reloj, pero igual no puedo ver qué hora tiene, no importa, debo tener muchos años, yo digo que tienes setenta y dos, por mi voz, sí, entonces tú tienes treinta, ah pero si es tu cumpleaños, entonces ya tienes setenta y tres, oh, gracias. Todos estamos de acuerdo. Por qué llorará la mujer que llora. Le voy a preguntar, sí, sí, pregúntale a ver que dice. Mujer que llora, por qué llora. Juan regresa una velocidad y da vuelta por mi caja. Es que le tengo miedo a la oscuridad, oh… no llores, no tengas miedo, no pasa nada, todos la consolamos. La señora que llora sigue llorando. delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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Ya sabes cómo es. Uno va descubriendo cómo le crecen las uñas, el cabello, y cómo los ojos se van haciendo chiquitos chiquitos. No hay mucho que hacer aquí en el cementerio, pero no nos aburrimos, escuchamos las historias de nuestros vecinos, aquí se habla todo el tiempo. Cosa curiosa, porque arriba todos callan callan, como si tuvieran miedo de interrumpirnos. Están tan callados que me sorprende que no nos hayan escuchado. Están muy metidos en su dolor y en sus caras largas que apenas ponen atención, y uno aquí como si nada. Ese día que Alonso cumplió setenta y tres años, estábamos en su fiesta todos platicando, de verdad que nos la estábamos pasando muy bien, cuando los de arriba vinieron a visitar a la señora que llora. Te extraño mamá, yo también mijito, me siguen molestando en la escuela, ay mijito, silencio. Ya no le tengo miedo a la oscuridad, que bueno mijito, y la comida de papá no sabe bien, lo sé. Su nueva novia no es bonita como tú, qué dices mijito, que no es bonita como tú, ah… oh, no te da frío mamá, ya no me acuerdo cómo se sentía el frío, y el calor, tampoco. Te extrañomucho mamá, yo también mijito… Al final todos tuvimos que callarnos, se veía que es un buen muchacho, o mejor dicho, de esos que van a convertirse en buenos muchachos. Y ella que se lo tenía tan guardadito, nos cayó a todos de sorpresa, no hay duda que incluso aquí hay quienes guardan uno que otro secretito de aquellos días. Por el contrario, hay a quienes ya no los viene a ver nadie, quién sabe por qué. Yo creo que ya han de tener ya un buen rato apretados, y pues no queda nadie ya para acordarse. Pero debe de haber más como yo, los que andábamos
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solos solos. Y mira, que uno termina bien acompañado; apretado, pero no solo. No fue fácil al principio, la caja se siente pequeña, como ajustada al cuerpo; vaya broma que es esta de meterlo aquí a uno, como si así de fácil se enterraran los recuerdos, vaya broma. Pero con el tiempo uno hasta le agarra cariño, se aprende los cuatro rincones de memoria, las líneas de la madera, otros han dicho que tienen adornos, figuras, otros que hasta los metieron con cosas, vaya broma. Raúl tiene un reloj, y a todos nos da tanta risa cuando nos acordamos, pobre Raúl, cómo nos burlamos de él, mejor ni nos hubiera dicho, pero la verdad es que todos lo envidiamos un poco, cualquier cosa es útil para matar el rato, quien fuera él que puede adivinar la forma con los dedos, con la imagen de cuando uno podía verlo allá arriba y andar corriendo, que puede jugar a que todavía se le hace tarde. Lo cierto es que yo ya me andaba tardando. Andaba olvidado por la vida, y era esa edad en que a uno le da por olvidarse de ella también. Ya no quedaba nada nuevo para mí, y estaba aburridísimo, créanme cuando les digo que esto de morirme fue de lo más divertido, lástima que nada más es una vez. Lástima. Es como darse el lujo de otro nacimiento, sólo que ahora uno sí se acuerda de cómo duele, aunque lo cierto es que a mí ni me dolió tanto, gacho lo de Emilio, que dice que le dieron un balazo, pero lo mío fue de lo más tranquilo: una tos, sangre a la mano, un mareo, el suelo y nomás a esperar un ratito. Parece un mal chiste, pero qué risa acordarse. Qué más queda que acordarse. Ya no soy la señora que llora, anunció la señora que llora, y ahora cómo le vamos a decir, pregunté, Luz, Luz que llora, no, sólo Luz, ya
voy a dejar de llorar. Ocasionalmente se escucha a Luz reprimir el llanto en su caja, y cuando la caja de Juan se hace trizas suelta algún sollozo en medio del estruendo para que nadie se dé cuenta, pero todos la escuchamos, pobre Luz. Me duele la panza, dije un día, cómo lo sabes, no lo sé, pero me duele, ay no se imaginan cuanto, mentiroso, pero es verdad, es imposible que te duela, por favor dejen de pelear,
dice Luz, es en serio, necesito un doctor, Luz solloza, me encojo dentro de mi caja lo más que puedo. Hoy es mi cumpleaños. Esta vez no será igual, El Tigre, te lo advierto, estoy que te gano, te lo juro. Alguien se despierta. No pasa nada, y algunos se ríen. Hoy es mi cumpleaños, tú tranquilo. Risas. Hoy es mi cumpleaños, felicidades Alonso, gracias. Ya no te duele, no. Hoy hay que festejar.
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El andaluz Manuel Crespo A mi hijo Santiago Darío Crespo Canché
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l tipo estaba completamente ebrio. Tirado en el suelo. Balbuceaba el nombre de una mujer. Creo que esa mujer se llamaba Ana. El lugar era un completo desorden. Había todo tipo de botellas tiradas en el suelo. Y colillas de cigarros aún encendidas, que se fueron apagando lento. Aquel tipo intentaba levantarse. Y lo intentaba una vez más. Como no podía, pronunciaba el nombre de Ana, mientras se arrastraba entre cenizas de cigarros y restos de cerveza. Lo hacía hasta llegar a la cama. En la cama también había botellas de cerveza. Él las revisaba una por una, esperando encontrar la cerveza que lo hiciera reaccionar. —Con que queriéndote escapar de mí.— Ronroneaba. El cuarto pertenecía a un motel del centro de la ciudad. El tipo bebía mecánicamente, no tenía noción. Pronunciaba el nombre de Ana y eructaba, después se tomaba un trago. Volvía a pronunciar el nombre de Ana, suspiraba y se tomaba dos tragos. Casi inconsciente, insistía con el nombre de Ana y lloraba, y bebía hasta terminarse la cerveza. Se escuchó que alguien tocaba la puerta. El tipo no podía levantarse y no quiso hacerlo. Ese alguien lo intento dos veces más. Luego se detuvo por unos segundos. Enseguida, se escucho el ruido de unas llaves y la voz de una mujer. —Sabía que esto sucedería.— Dijo. Aquella mujer que entró en el cuarto, tenía puesto un vestido negro y cargaba en la mano
un bolso del mismo color. Era algo delgada, de cabellera corta y de voz aguardentosa. La mujer sacó del bolso una botella de whisky. Miró fijamente al tipo y comenzó a beber en solitario. El tipo estaba inconsciente. Con unos tragos encima, la mujer escribió en un boleto de autobús estas líneas "11:15 pm. Mérida, Yucatán. Ana jamás será para ti. Borracho de mierda" luego guardó la nota en la camisa del tipo. Se sentó a su lado. Tomó una colilla de cigarro y la encendió. En un brote de nostalgia se le escapó el nombre de Ana, como consecuencia su mente se detuvo en algún recuerdo (la mujer llegó al cuarto del motel con la ironía entre los dientes, envalentonada. Ahora tenía la cara de muerta). El nombre de Ana le cambio al parecer los planes y el whisky le hizo darse cuenta, que ya no podía arrepentirse. La mujer bebió un poco más de lo planeado, casi hasta emborracharse. En un acto fuera de lugar, la mujer desabrocho el cierre del tipo. Le sacó el miembro y lo roció con un poco de cocaína… luego se lo metió a la boca. No hizo ningún movimiento. Solamente le quito la cocaína con su lengua. El tipo seguía inconsciente pero ronroneaba. —Sabes lo mucho que me encanta tu lengua, Ana. Por fin el tipo abrió los ojos. Miró aquella mujer sin sorprenderse, como si la conociera. Ella al ver que el tipo había despertado, se sacó de la boca el miembro, se limpió los labios y le sonrío de una manera burlona. delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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—¿Quieres chingarme?— preguntó la mujer, retándolo con los ojos. —Quiero joderte. Joderte hasta que desangres, puta. La mujer se levantó de la cama. Se puso enfrente del tipo y comenzó a desnudarse, muy lento. El cuerpo de aquella mujer era hermoso. El tipo ni se inmutó. Con risitas incompletas se burlaba de ella y de su poca sensualidad. Cuando la mujer estaba completamente desnuda, volvió a insistir pero esta vez fue más irónica. —Desnúdate. Quiero saber que tal chingas. —Puta, siempre puta.— Ronroneaba el tipo mientras se desnudaba. La mujer sacó del bolso una pistola sin que el tipo se diera cuenta, la colocó debajo de la cama. Cuando él la miró, la mujer estaba acostada en el suelo y con las piernas abiertas. Entonces, él aprovecho la ventaja. Sin ninguna caricia de por medio y mucho menos un beso, el tipo la penetró ferozmente en cinco ocasiones. En cada una de las penetraciones ambos pronunciaban el nombre de Ana. Cuando el tipo quiso alzarle las piernas, la mujer tomó la
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pistola y le apuntó en la frente. El tipo tampoco se sorprendió de aquel acto. La mujer no lo amenazó, sólo le dijo que era su turno. Él entendió que tenía que acostarse y lo hizo. La mujer seguía apuntándole con la pistola, tenía fijamente la mirada puesta en la frente. Sus ojos color miel reflejaban los ojos negros de aquel hombre. Ella se dejaba penetrar de nuevo (en esta ocasión fueron diez veces). No hubo esbozo del nombre de Ana. Cuando el tipo le quiso besar los pechos, la mujer se detuvo. Lo miró fijamente y sin rodeos. Se apuntó la sien, y con una sonrisa de venganza dijo. —Cuando Ana se entere de esto, te odiará.— Después jaló el gatillo. Sin asombro ni bulla fueron saliendo los huéspedes del motel. A dos esquinas se escuchó el disparo. La noche transcurrió con toda normalidad. A la mañana siguiente, la noticia de otra muerte borró por completo esta historia. Una mujer se había aventado de un edificio en el centro de la ciudad. Hasta el momento permanecía en calidad de desconocida. El único dato que se tiene de ella, es un tatuaje con el nombre de Ana en la muñeca izquierda.
Tres relatos Armando Gutiérrez Méndez
De por qué el perro Xolo no aúlla a la luna En ese tiempo había muchos de ese perro pelón llamado Xolo que paseaba a sus anchas su renegrido cuerpo por las calzadas y las calles luminosas de nuestra prodigiosa ciudad y desparramaba indiferente en las columnas y en las esquinas de los templos su humor acedo y sus orines parduscos que nunca se agotaban y fue también por aquel entonces que llegó a nuestra abundante ciudad el hechicero y prestidigitador Tezcatlipoca quien harapiento y negro de mugre se puso a vender chile en el mercado y nos deslumbraba con toda clase de embaimientos como hacer ver que se quemaban las casas cuando no sucedía tal cosa o una fuente con peces cuando esto no existía y otras cosas que sólo eran aparentes hasta que una noche puso a bailar a unos maniquís a la luz de la luna llena y luego nos hizo ver que se mataba a sí mismo haciendo tajadas y pedazos sus carnes y fue entonces cuando del Coatepantli llegó una jauría de xolos hambrientos que se dejó llevar por el engaño y se comieron sin chistar su pierna izquierda y ahora en su lugar humea un espejo en el que Tezcatlipoca ve todo lo que ocurre en la tierra y ese espejo es el reflejo de la luna la luna creciente por la pierna que todavía no ha vuelto a crecer y por eso mientras los perros y los lobos y los coyotes aúllan a la luna pidiéndole bonanza de alimentos y guarida para el Xolo está vedada esta gracia pero es algo que poco le importa pues lo que Tezcatlipoca no sabía al momento de imponer su castigo a pesar del espejo humeante que todo lo ve es que para acabar pronto el perro mustio llamado Xolo ni siquiera es capaz de aullar.
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De como los niños españoles se comieron al coco Antes de que Colón descubriera América, el Coco era una figura indeterminada, algo que se oculta en el rincón oscuro del cuarto, en el fondo del ropero, debajo de la cama, esperando que no te duermas para comerte, pero cuando Colón llegó a las Indias vio a un hombre desnarigado y de cabeza esférica, con el rostro y el cráneo cubierto de un pelambre marrón y pajoso, y tres profundas cuencas negras donde debían estar los ojos y la boca, los aborígenes le llamaban Kojko, y Colón lo apresó y cuando regresó a España se lo regaló al Rey para que engrosara su colección de fenómenos, y de esta manera el Coco se volvió tangible, tuvo forma, perdió la imprecisión y con ello su principal cualidad espantable, ya no daba miedo, entonces el Rey lo vendió a unos gitanos y las nanas prefirieron ahora asustar a los niños mencionando a los gitanos en sus canciones, luego Colón le mandó al Rey un fruto nuevo al que llamó coco, por su parecido con la cabeza de Kojko, y el fruto fue del agrado de los niños españoles, quienes lo preparaban con sal y limón, y así fue como los niños españoles terminaron por comerse al Coco.
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Las cosas de la casa Un día las cosas se volvieron en mi contra. La cuchara escapaba de mi mano y caía en el plato salpicando de sopa mi camisa limpia. Los zapatos perdían el rumbo y después aparecían aplastados en el fondo de la bolsa de basura. La regadera se precipitaba sobre mi cara, las botellas se negaban a abrirse, los cuchillos no cortaban. Desesperado, visité al dueño de un bazar de chucherías. Me dijo que él sólo se dedicaba a comprar y vender cosas, que no conocía, ni le interesaba conocer, las costumbres de éstas; sin embargo, estaba seguro que el problema no era físico y me recomendó a una especie de sicólogo de cosas. Acudí con este profesional, y después de escuchar pacientemente mis quejas, me aconsejó que comprara un disco no oficial de Pink Floyd, Householdobjects, cuya música estaba hecha a base de sonidos creados por los objetos cotidianos de una casa. Me advirtió que era muy difícil de obtener, y enseguida, en un papel arrugado y grasoso, me proporcionó la dirección de un sitio donde podía encontrarlo, a un precio bastante caro, pero valía la pena, ya que las cosas se apaciguaban cuando se escuchaba a todo volumen. Compré el disco y corrí a mi casa a ponerlo. El problema se resolvió casi por completo. Especialmente con la canción Thehardway las cosas se mantienen quietas y ordenadas. Sin embargo, como casi siempre estoy en casa, tengo que escuchar frecuentemente, y a todo volumen, el dichoso disco. Ha comenzado a rayarse y las distorsiones del ruido provocan que las cosas se inquieten más. He ponderado seriamente la posibilidad de comprar otra copia: mi economía no es la mejor, y además ahora no sé si es preferible hacerme de la vista gorda y de oídos sordos a la rebelión de las cosas, que soportar todo el santo día las notas infames del endemoniado disco.
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Crónica de un simple amor (Fragmento de Novela en construcción) Alejandro Argáez
Ya estoy tranquilo. Ya no espero nada. Ya sobre mi vacío corazón desciende la inconsciencia agraciada de no querer una ilusión. Fernando Pessoa
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on la música a todo volumen, fue un milagro que escuchara los golpes en la puerta principal. Había terminado de bañarse, pero le faltaba secar el exceso de agua en su cuerpo y vestirse. Los siguientes golpes fueron menos fuertes. Se pasó la toalla por el cuerpo, se puso un short, sin ropa interior, y una camiseta sencilla, de esas que todo político regala cuando está en campaña; calzó unas chancletas, pasó por donde estaba el equipo de sonido para bajar el volumen de la música y se encaminó a la puerta. Los golpes se dejaron escuchar de nuevo. Con cierta desesperación gritó "Ya voy, ya voy". Al abrir la puerta lo primero que vio fueron esos ojos verdes, tan brillantes, tan claros. —¿Tú? —preguntó, sin preocuparse de que se notara lo sorprendido que estaba—. ¿Qué haces aquí? —¿Acaso no puedo visitar a los amigos? —¡Por supuesto! Pasa. —Hace mucho que no venía; ¿cuándo fue la última vez que estuve aquí. —Como unos cuatro o cinco meses. El muchacho de los ojos verdes entró a la casa y sin que le invitaran a sentarse se acomodó en uno de los sillones de la sala, el más
grande; le ofrecieron algo para tomar pero en tono amable dijo que así estaba bien. —¿Cómo has estado?— y su mirada se fijó en el muchacho. —Bien, de aquí para allá. Un motivo especial me trae hoy a tu casa. Sentado en el mismo sillón que el muchacho de los ojos verdes, se sintió un poco desconcertado. No se habían visto desde hacía mucho tiempo, ni siquiera una llamada o un encuentro por casualidad, y ahora el amigo estaba ahí, con esos bellos ojos, diciendo que algo lo llevó precisamente a él. Miraba aquella sonrisa que conocía tan bien. —Me tengo que ir con mi familia a otro lugar. No sé cuánto tiempo estaré fuera. —¿A dónde? —Existen dos alternativas —¿Cuándo? —Aproximadamente en un mes. —¿Viniste a despedirte? —dijo mirando fijamente aquellos ojos verdes—. Te voy a extrañar; espero que no te olvides de mí y me digas, de vez en cuando, cómo te va por ahí. —Tenlo por seguro, ¿estás solo? delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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—Sí. —Voy a ser claro. Al saber que me tengo que ir de esta ciudad me di cuenta que hay muchas cosas y personas a las que voy a echar de menos, y entre esas personas estás tú. Fuiste y serás una persona importante en mi vida. Lo que vivimos juntos fue genial. Me voy y si hoy decidí visitarte es porque quiero estar contigo por última vez; ya sabes, en la intimidad— se acercó al joven y lo tomó de las manos. Se miraron sin saber qué decir. Sonrieron. Lo único que ocurrió como respuesta fue un beso. Estuvieron unos minutos en el sillón besándose, acariciándose, como en tiempos pasados. Cada uno recordó los labios del otro, las manos, la piel, como si nada hubiera cambiado entre ellos. Entre caricias y besos, el joven de ojos verdes sugirió ir al cuarto. Ahí sus cuerpos se reconocieron desnudos. Fue una cálida y apasionada despedida.
Capítulo 1 No es que sea desconsiderado, más bien es despistado y un tanto confianzudo, por eso casi siempre impuntual. Había salido de su casa diez minutos antes de las seis de la tarde, y su encuentro debía de ser a las seis en punto. Calculó que estaría ahí diez minutos después de lo acordado pero no tomó en consideración situaciones que le evitaran llegar a esa hora. Con todo y sus inconvenientes, llegó al local comercial cuarenta minutos tarde, y lo primero que vio fue el rostro serio de su amiga; de buenas a primeras supo que sólo era actuación; ella se había acostumbrado a su impuntualidad. Se saludaron con un beso en la mejilla y la chica le recriminó en tono burlón su retardo; él sonrió y la abrazó como siempre. Se sentaron en un par de sillas de plástico que estaban junto a una mesa, y empezó el ritual: conversar 50
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mientras llegaba la hora de salida de la chica, como si fueran amigos de toda la vida. Alejandro y Lébasi no eran amigos de la infancia, ni habían estudiado juntos, tampoco eran vecinos, mucho menos reencarnaciones de viejos amantes. Se conocieron gracias a una compañera de escuela, cuando una tarde decidieron no entrar a las últimas clases del día. Después de estar pensando en los lugares a dónde ir, a la amiga se le ocurrió visitar a Lébasi. El lugar estaba cerca de la escuela así que no tenían nada qué perder. La química entre ellos se dio desde que se saludaron de beso. Ese día los tres amigos conversaron de tantas cosas que ni cuenta se dieron del paso del tiempo. Al despedirse de Lébasi hubo una promesa por parte de Alejandro y la amiga de volver. Y lo hicieron. Primero iban juntos pero después Alejandro empezó a ir solo a verla, siendo cada vez las conversaciones y el trato entre él y Lébasi más íntimo, más cercano. De nuevo se encontraba ahí, visitando a la amiga, esperando que cerrara el local para ir a pasear, ya sea a la plaza principal de la ciudad, a comer un helado, tomar algún café, o sólo caminar hasta la casa de la chica, que no estaba tan lejos del centro de la ciudad. Se le ocurrió preguntar qué iban a hacer esa noche. Lébasi lo miró sin poder evitar una sonrisa coqueta. —Espero que no te molestes. Pero quiero que me acompañes al Seguro Social, me pidió Fernanda que vaya a buscarla hoy. No pudo evitar una mueca. No le agradaba Fernanda, y él tampoco le agradaba a ella; se hablaban por cortesía sólo por Lébasi. Pensar que tendría que verle la cara a esa señora ponía de mal humor al muchacho. —¿Te molesta si te digo que no voy?. —¡Por supuesto que sí! No sé por qué no te agrada.
—Es el cinismo en su máxima expresión. —Eres un exagerado; ahora, de castigo, vienes conmigo para que se te quite lo culero. —Ay, Lébasi, por qué siempre tengo que cargar con la cruz. Aparte me aburro cuando estoy con ustedes, porque mientras van muy juntas conversando yo me quedo como un idiota mirándolas. —Me dijo que quiere presentarte un amigo que está con ella en el curso. Dice que es muy buena onda y no está nada mal. —¡Uy, pues así menos voy!; no vaya a ser que me presente a alguien con el mismo carácter de ella pero en versión más masculina. —¡Cómo te odio, Alejandro! Pelear se les daba fácil, sobre todo cuando Lébasi mencionaba a Fernanda. Sin muchas ganas, el chico esperó hasta las siete de la noche para ir con su amiga. El saludo entre Alejandro y Fernanda fue un seco "Hola, ¿cómo estás? Qué bueno". Eso era todo. No importaba quién hablara primero. Tuvieron que esperar veinte minutos en los jardines del lugar, porque Fernanda se retrasó. Alejandro ya se empezaba a desesperar. Lébasi lo miraba dvertida. Fernanda salió con algunos compañeros, se acercó a ellos y les pidiò que la esperaran un par de minutos más. Y observaron a Fernanda volver hacia el salón de clase y abrir la puerta. Se quedó en el umbral hablando con alguien que aún se encontraba dentro. Los chicos observaron como la mujer caminaba hacia ellos con una leve sonrisa en el rostro. Cuando se detuvo ante ellos Fernanda se dirigió a Alejandro. —Hoy sí vino, sólo termina de checar algunas cosas y ya sale. —¿A quién te refieres?
—Al amigo del curso que quiero presentarte —contestó Fernanda— Se llama igual que tú. —Al menos tiene un hermoso nombre— dijo el chico, dejando escapar una fingida risa. —No, Dios —agregó Lébasi—, con un Alejandro tengo suficiente, para qué quiero dos. Alejandro iba a contestar cuando se acercó a ellos un chico moreno, de grandes ojos negros y pestañas largas y rizadas, boca rosada y coqueta. Iba vestido con unos jeans y una camiseta color azul estampada con una frase en inglés; era de la misma estatura que Alejandro pero con un par de kilos de más. Decidió callar y se quedó esperando a que el muchacho hablara o Fernanda lo presentara. —Justo ahora estaba hablando de ti. Te presento a Lébasi, una amiga. El chico y Lébasi se saludaron de beso. Fernanda miró al otro Alejandro y le dio un par de palmadas en la espalda, algo que no fue del agrado del chico. —Este es tu tocayo, Alejandro, un buen amigo de Lébasi— dijo con cierto énfasis. Los chicos se dieron la mano y un "Mucho gusto". Alejandro sintió que el apretón ofrecido por el muchacho era más fuerte de lo que suele ser un simple saludo. Se quedaron un momento en silencio hasta que Fernanda habló. —Alejandro, ¿nos acopañas?. —Por supuesto, contestó el amigo. Decidieron caminar en vez de abordar el autobús. Les llevaría cuarenta minutos llegar al centro de la ciudad. La noche era agradable, soplaba un viento fresco y tenían ganas de conversar, así que la idea de la caminata no les disgustó. Durante el trayecto Fernanda y Lébasi iban caminando juntas, con los dos Alejandros delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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siguiéndolas un par de pasos atrás; de vez en cuando Lébasi volteaba a verlos y les hacia algún comentario, éstos reían o se limitaban a contestar a la joven para luego sumergirse en su conversación. Los chicos platicaron de cosas elementales, y Alejandro, el amigo de Lébasi, se enteró dónde vivía el otro Alejandro, amigo de Fernanda; que cursaba Preparación de Bebidas, que su cantante preferida era Celine Dion, y su película favorita Titanic, que vivía con una tía y que trabajaba en la tienda de abarrotes de ésta. A su vez Alejandro, el amigo de Lébasi dijo que era hijo único, trabajaba en una pequeña constructora, le gustaba leer, escuchar música y dormir, así como el disfrutar de una buena comida. Se contaron uno que otro chiste, se metieron con la religión, sin polemizar en el asunto, y hasta se entretuvieron con el extraño nombre de Lébasi. El camino se les hizo corto cuando llegaron a la plaza principal. Lébasi se acercó a su amigo y le preguntó sobre el otro Alejandro, qué tal le había caído, sin que aquél o Fernanda la escucharan.
Pronto el amigo de Fernanda se adaptó a la dinámica fraternal de Lébasi y Alejandro. Respondía a cada pregunta que los chicos le hacían, siempre con la misma sonrisa de beato que le salía sin dificultad. Preguntó a Alejandro todo lo que quiso, primero simples detalles hasta que sintió que ya existía la confianza necesaria para hacer otro tipo de preguntas. —¿Cómo te gustan los chicos? Alejandro no esperaba que le preguntaran sobre su preferencia sexual de una forma tan precisa; era la primera vez que alguien hacía tal cosa, pero no se sorprendió sino todo lo contrario: aquello daba pie a que él pudiera preguntar sobre lo mismo. Pensó un poco su respuesta. —No tengo un gusto en especial; me agrada que físicamente sean un poco más altos que yo, delgados, de piel clara, con buen trasero y que sean buena onda. ¿Y a ti?
—Te acompaño hasta la parada del camión— interrumpió Alejandro. Quiso desviar el tema de conversación.
—A mí también me gustan claros de color, con cuerpo atlético, altos, si se puede rubios, con el cabello largo. No siento desagrado por alguno siempre y cuando tenga no sean serios, y que les guste el cine, que sepan cocinar. ¿Y has tenido novio?
—Fernanda lo hará. Acompaña a Alejandro a tomar el suyo.
—¿Novio?— el rostro del chico reflejó confusión.
Las chicas se despidieron. Al quedarse solos en la plaza el amigo de Fernanda preguntó al otro chico dónde tomaba el camión para llegar a su casa. Ambos irían por el mismo camino, ya que los paraderos estaban en la misma manzana pero en distinta calle. Esperaron algunos minutos mientras el camión llegaba, minutos que aprovecharon para seguir conversando. Quedaron de verse al día siguiente.
—Pareja —afirmó Alejandro— Prefiero el término novio a pareja.
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—No, nunca ¿y tú? —He tenido dos; hace un par de meses terminé una relación. Alejandro se resistió a preguntar el motivo por el cual el otro Alejandro terminó con su novio, no se sentía en total libertad para cuestionar esas cosas. Prefirió temas que no fueran tan personales. Le agradaba escuchar la
voz del chico y mientras más lo observaba más aspectos encantadores encontraba. Ninguno de los dos se dio cuenta pero el contacto físico entre ellos fue más cercano cada vez. De repente se tomaban de la mano, jugando, según ellos, caminaban codo con codo al mismo paso y Alejandro, el amigo de Fernanda, le dedicaba a Alejandro miradas tan coquetas que lo hacían ruborizarse. Estaba naciendo algo. El viernes Lébasi y Alejandro fueron por sus amigos al Seguro Social; Lébasi los invitó a cenar en su casa pero Fernanda decidió no ir. Los Alejandros observaron sin decir palabra. Fueron a la casa de Lébasi. La vivienda de la chica consistía en una sola pieza rectangular con un pequeño baño al fondo. Cuando llegaron y la chica presentó a su mamá, a Alejandro, el amigo de Fernanda; la señora le pareció una versión adulta de su amiga hasta en los gestos. Los muchachos decidieron salir a la puerta mientras Lébasi ayudaba a servir la cena; usaron como pretexto el calor que había pero la razón era otra. Al estar fuera se sentaron en la banqueta. —Esta semana me la he pasado muy bien. —Yo igual disfruto estar contigo; eres un gran chico. —Sé que tenemos poco tiempo de conocernos. Pero siento que te conozco desde hace mucho. Te considero una persona especial y creo que tu sientes lo mismo por mí ¿o no? —Para ser sincero, sí, eso pienso. —¿Te gusto? —Me gusta mucho tu sonrisa y tus ojos. —A mí me gusta tu boca. ¿Te gustaría ser mi novio? El amigo de Lébasi se quedó callado. Sintió un escalofrío subir por su espalda. Era la primera vez que sentía algo así.
—¿Crees que es muy precipitado o no te gusto lo suficiente? —No, no es eso, pero no me esperaba que me preguntaras algo así. —Pero sigues sin respondera. —¡Por supuesto que acepto! Se tomaron de las manos y, después de percatarse que no había nadie en la calle, se dieron un beso en la boca, lo suficientemente largo como para que sus labios se conocieran. Cuando Lébasi salió a avisarles que la cena estaba lista, los chicos le dijeron la buena nueva y a ella no se le ocurrió más que pegar un grito y abrazar a sus amigos. Después de llenarlos de besos se acordó de la cena y entraron a la casa. Fue una agradable velada. Al retirarse, los chicos agradecieron la comida a la madre de su amiga. Los Alejandros decidieron volver caminando al centro y cada vez que pasaban por una calle desolada aprovechaban para darse un beso. —¿Nos vemos mañana en el trabajo de Lébasi? —¿A qué hora? —A la tres de la tarde. Quiero que hagas una cosa mañana; si llegas y yo ya estoy ahí, quiero que me tomes de la mano y me lleves al baño. Si llegas antes seré yo quien lo haga, ¿no se te olvida? —No se me olvidará. Alejandro, el amigo de Fernanda, abordó el camión y su novio esperó hasta que el vehículo se pusiera en marcha; sintió el acelerado palpitar de su corazón. Tenía que calmarse sino se le saldría del pecho antes que llegara a la parada de su autobús. delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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Capítulo 2 Alejandro no pudo conciliar fácilmente el sueño la primera semana que anduvo de novio. Se acostaba a la hora que usualmente lo hacía y cerraba los ojos, pero al cabo de unos minutos se encontraba dando vueltas por su cama; no le prestó atención al hecho hasta que empezó a dormitar en el trabajo y fue regañado por su jefe. Le comentó a su amiga Lébasi lo que le ocurría y ella sólo se limitó a decir que eso era fruto del enamoramiento. Alejandro puso cara de idiota ante aquella idea. Había atribuido su estado a cualquier otra cosa menos a la relación que había iniciado. Fue tanto el impacto que causó la falta de sueño que su madre lo pilló al vuelo, y le preguntó si le sucedía algo, si tenía algún problema, ya que tenía cara de búho apaleado. "Que yo sepa no tengo nada; bueno… últimamente me es un poco difícil conciliar el sueño" contestó a su madre, y ésta sin preguntar más, proporcionó a su hijo todo remedio casero que le vino a la mente para ahuyentar al insomnio, desde el vaso de leche tibia antes de acostarse, hasta un baño con hojas aromáticas, sin olvidarse de la tizana de valeriana, entre otras cosas. Alejandro se hartó de los experimentos fallidos de su madre y decidió disimular su estado utilizando un corrector de ojeras, y cubos de hielo para los ojos, así como tararear alguna canción en el trabajo para no dormirse. El sueño regresó cuando su novio le empezó a entregar cartas. Las primeras fueron sencillas, con un acróstico hoy, un pequeño pensamiento mañana, incluso la traducción en español de la canción My heart will go on, o pequeños mensajes como "Para demostrarte cuánto TE AMO y necesito". El novio se las dejaba a Lébasi para que fuera ella la encargada de entregar las cartas y mensajes. Se fueron agregando postales de amor que de igual manera 54
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fueron sencillas al principio como aquella que tenía el dibujo de un niño con pijama en la parte frontal con la leyenda "Es triste que llegue la noche:", y en la parte trasera concluía "Pero sólo es la antesala de un nuevo día en que podré volver a verte. T.Q.M.". Al principio observaba fascinado, y se limitaba a recibir las misivas con una emoción que no podía ocultar; pero cuando su novio empezó a aparecer con una carta o postal casi todos los días tuvo miedo de que se le tachara como un anti-romántico. En su vida sólo había escrito cartas a Santa Claus, y a su madre para los festivales del diez de mayo en la escuela primaria; y nunca con palabras de amor. La tarea no fue fácil. No sabía qué poner en las cartas y su falta de inspiración era evidente. Fue tanto el éxito de las cartas entregadas por su novio que le ayudaron a vencer la falta de sueño, al acostarse las leía y en poco tiempo caía dormido; soñaba con él y al despertar se sentía con más energía y una gran sonrisa le invadía el rostro. Fueron el pretexto ideal para ponerse sobrenombres cariñosos, y cursis: él paso a ser Alejandro Flaco, y su novio Alejandro Gordo, aunque sólo hubiera cinco kilos de diferencia entre ellos.
Al día siguiente de volverse pareja, Alejandro llegó donde su amiga, la saludó con un beso, y se dirigió hacia Alejandro Gordo, que tenía veinte minutos de haber llegado al local; lo tomó de la mano y lo llevó directo al baño para encerrarse con él; Lébasi se quedó perpleja y no pudo articular palabra. Dentro del baño los chicos se abrazaron, se besaron y compartieron unas caricias desesperadas. Lébasi tocó la puerta e intentó abrirla, pero el seguro estaba puesto, volvió a golpear y les dijo que no hicieran nada que atentara contra la moral, ni empezaran con sonidos sospechosos, pero ni caso le hicieron. Alejandro Gordo
quiso más y empezó a quitarle la camiseta a Alejandro; estaba a un paso de deshacerse de la prenda cuando se abrió la puerta del baño. —No serán tan ingenuos como para pensar que siendo la empleada no tengo llave para abrir la puerta y ver las cochinadas que están haciendo— les dijo Lébasi al momento que dejaba escapar una carcajada. No tuvieron más remedio que salir del baño y sentarse junto a Lébasi. Conversaron tomados de la mano y cada vez que entraba un cliente al local se soltaban pero entrelazaban las piernas. Lébasi miraba a los novios con admiración. Tanto tiempo estuvo tras de su amigo Alejandro para que saliera con alguien y ahora lo observaba tomado de la mano de un chico guapetón y de buen carácter. Cualquier pretexto era bueno para que los tres se vieran y estuvieran juntos, que si Lébasi tenía que ir a comprar la despensa de la semana, iban todos al supermercado; que si Alejandro Flaco tenía cita con el dentista, ahí estaban los tres sentados en la sala de espera; que si Alejandro Gordo tenía que realizar algún encargo de su tía, los tres cumplían con la petición. Se encontraban en un constante ir y venir de emociones. A regañadientes Fernanda aceptó que Lébasi estuviera muy unida a los Alejandros, sabía que tenía que controlar sus celos porque si no corría el riesgo de que la relación con la chica sufriera una fractura muy fuerte, cosa que nunca se perdonaría. Cuando Lébasi le comentó a su amigo Alejandro lo celosa que se sentía Fernanda por ellos, el chico decidió que se alejarían un poco de ellas, al menos mientras Fernanda recapacitaba y sus celos disminuían; dejó de citarse todos los días con su novio en el trabajo de su amiga. Y después de algunos encuentros por aquí y otros por allá los Alejandros dieron con el sitio perfecto para sus citas:
una antigua casona ubicada en la calle sur de la plaza principal. El inmueble albergaba tres comercios y uno de ellos era un lugar con video juegos, a los cuales los chicos eran grandes aficionados. Se empezaron a citar en ese lugar, y dejaron de discutir por los retardos de Alejandro Flaco, ya que mientras se esperaban podrían distraerse jugando. Luego paseaban por el centro de la ciudad. Sentados a un costado del monumento a la madre, a una cuadra de la plaza principal, Alejandro Gordo dijo: —Es increíble que estemos junto— pero tuvo que resistir la tentación de tomarle la mano a Alejandro. —Desde que estás conmigo me siento muy feliz, como si fuera otra persona. —No me gustaría que esto terminara, has empezado a ser indispensable para mí, casi como el aire.— Sin importarle la gente Alejandro Flaco tomó de la mano a su novio; éste le dio un apretón y luego se soltó. —Quiero que entre nosotros no haya ningún secreto, porque antes de ser tu novio soy tu amigo y me gustaría que me contaras todo ¿qué te parece? Pero Alejandro Flaco no tuvo grandes cosas que contar, salvo las horas que hacía en el trabajo, los regaños rutinarios de sus padres, la relación de amistad con Lébasi y otras cosas sin importancia. Le hubiera gustado hablar más sobre aspectos relacionados con el amor y el tener novio, pero como bien se sabe estaba disfrutando de su primera relación de pareja. En ese asunto Alejandro Gordo le llevaba una marcada ventaja, y a veces se sentía incómodo cuando su novio platicaba sobre sus relaciones anteriores, tanto de sus novios como de sus aventuras sin compromiso, que contaba con el más mínimo detalle. Por respeto, por respeto y sin emitir comentario o pregunta alguna. delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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Fue precisamente por una de aquellas aventuras de Alejandro Gordo que un día se presentó con cierta desesperación. Un rumor llegó hasta él, cambiando por completo su vida. Ese día se vio con Alejandro en la noche, en los videojuegos, y por primera vez llegó tarde al encuentro. Al ver a Alejandro Flaco le pidió que se marcharan a otro lugar. Caminaron por algunas calles sin un destino en mente mientras conversaban sin muchas ganas. La tensión de Alejandro Gordo era tal que Alejandro le preguntó directamente si le pasaba algo.
—No —Alejandro Gordo bajó la mirada, luego continuó— Si es verdad, entonces es muy probable que… —pero no pudo terminar la frase. Tengo miedo.
—¿Me quieres mucho?— rumió Alejandro Gordo.
—Te quiero, y no te voy a dejar; voy a estar a tu lado y vas a ver que todo va a salir bien. Tú no tienes nada.— Las lágrimas se apoderaron de Alejandro Flaco.
—Sabes que sí. Pero unas lágrimas invadieron el rostro de Alejandro Gordo; su novio lo abrazó de inmediato. —Tengo miedo. —¿Qué pasa?— pidió Alejandro Flaco. Caminaron un par de cuadras y llegaron hasta un pasaje comercial donde había bancas; una que otra persona pasaba por ahí en ese momento. Se sentaron frente a una tienda de ropa que ya había cerrado. Alejandro Gordo empezó a explicar. —En la mañana me encontré con un amigo —su voz sonaba tensa—. Conoce a un chico con el que estuve saliendo, nada formal, sólo me acostaba con él. Hace ya varios meses, ni siquiera lo he vuelto a ver; pero el amigo que te digo lo ve ocasionalmente porque vive por su casa —guardó silencio, respiró hondo y decidió continuar— Mi amigo no me pudo asegurar nada pero por su colonia andan diciendo que el chavo tiene Sida. —Y por el estado en el que te encuentras, imagino que no usaste condón con él. 56
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—No te preocupes. Sólo es un rumor, no tienes la seguridad de que realmente el chavo tenga Sida. Debes hacerte la prueba de VIH lo más rápido posible para salir de dudas. —¿Y qué hago si sale positiva? Me vas a dejar.— Alejandro Gordo abrazó a su novio fuertemente.
Permanecieron un momento abrazados sin importarles las miradas de las pocas personas que pasaban a su lado; luego decidieron irse ya que Alejandro Gordo estaba tan cansado que sólo quería dormir; su novio lo llevó hasta el paradero de su camión. Alejandro Flaco le pidió que no se preocupara. —¿Vas a estar a mi lado?— preguntó Alejandro Gordo antes de subir al camión. —Hasta el final.
Fueron tantos los pretextos que dijo Alejandro para no realizarse la prueba del VIH que su novio se fastidió y terminó por dejar de insistir. A ambos les causaba miedo el resultado. Alejandro Gordo se volcó en cariños y detalles hacia su novio. Cada vez fue entregando cartas más extensas y muchas veces con frases que expresaban su miedo; escribió poemas, escribió uno que le entregó en una carta muy colorida: Amor es el sentir/ que vuelo al tenerte junto a mí/ esa alegría interior/ esa gran pasión de tu mirada/ que llega hacia la nada/ el espíritu
de tu valor/ tu mirada me pide un lugar/ en el que puedas sepultar/ toda esa gran pasión/ que mora en tu corazón… No eran versos merecedores del Nobel pero con esos detalles Alejandro Flaco se olvidaba de toda amenaza y disfrutaba la compañía de su novio; pero se veía en apuros porque los poemas fueron apareciendo más seguidos y él tan solo escribía unas mustias líneas en señal de respuesta. Por eso fue a la biblioteca pública y copió algunos poemas de Pablo Neruda para escribirlos en sus cartas. Alejandro Gordo estuvo encantado con los poemas del chileno. Mas entre carta y carta, la sombra del VIH seguía flotando entre ellos. Siguieron con sus encuentros como si nada pasara. Decidieron no hablar del tema a Lébasi o Fernanda; pero Alejandro Flaco tenía la necesidad de contarle a alguien su temor, su angustia. El sentimiento de desahogo no llegó hasta que se encontró por casualidad a su amiga Ángeles. Al pasar por la plaza principal Alejandro Flaco sintió un jalón muy fuerte. —¿A dónde vas sin saludarme, ingrato? —¡Por dios, Ángeles! —dijo Alejandro y abrazó a la chica con cierta euforia. Lébasi y Alejandro Gordo continuaron caminando al no darse cuenta del encuentro entre los amigos. —¿Cómo has estado? ¿Qué has hecho? ¿A dónde vas? Cuéntame— Ángeles tenía la costumbre de hablar como si alguien la estuviera correteando. —Ya sabes mi vida y no hay nada que agregar. —vio que su novio y Lébasi ya habían caminado una distancia considerable— Espérenme. —¡Sigues andando con esa chica!— preguntó Ángeles cuando reconoció a Lébasi. —Por favor no digas nada.
—¿Quién es el chavo? —Bueno, sí tengo algo que contarte. — Alejandro Gordo y Lébasi llegaron hasta ellos— Ángeles ya conoces a Lébasi ¿verdad?; Èl es Alex, mi novio —dijo Alejandro Flaco con una sonrisa de oreja a oreja. —¿Cómo que tu novio? Pero qué te pasa, ¿no pensabas decírmelo nunca? —Ángeles golpeó levemente a Alejandro Flaco en el brazo derecho, luego se dirigió al otro Alejandro—. Soy Ángeles. La conexión entre Ángeles y Alejandro Gordo fue inmediata, como cuando Alejandro Flaco y Lébasi se conocieron. Cuando se le preguntó a Ángeles si tenía tiempo para acompañarlos a comprar aceptó encantada, a pesar de la antipatía que sentía por Lébasi; pero es que Alejandro, su amigo, la tenía que poner al tanto sobre el novio, dónde lo conoció, cuánto tiempo tenían como pareja, y cosas por el estilo. —Esta vez conseguiste uno guapo, no como el espantapájaros horrible con el que estabas saliendo. —¿Te refieres a Mauricio? —Sí, a esa cosa. —No salía con él; me tiraba la onda pero jamás le hice caso porque, tú lo acabas de decir, es feo. —Recapacitaste y lo dejaste a media calle. —No lo dejé, sólo le aclaré que me caía bien pero no como para andar con él. ¿Qué te parece Alejandro? —No te pudiste conseguir mejor persona, me cae muy bien. Luego de platicar y acompañarlos a comprar, Ángeles se despidió de los chicos. Se despidió con un fuerte abrazo de los delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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Alejandros y a Lébasi le ofreció más que una indiferente despedida; Lébasi le valía un reverendo pepino, como usualmente decía.
hacer la prueba para ver si estás limpio?" La negativa del amigo la sorprendió más.
—¿Nos vemos el martes a las ocho, donde siempre?— preguntó Ángeles a Alejandro Flaco antes de partir definitivamente.
—No es fácil— contestó Alejandro Gordo como si fuera un niño regañado por su madre.
—Tú ordenas— respondió el amigo.
Era un pequeño café ubicado a dos cuadras del teatro principal de la ciudad. Ahí se reunían cada vez que se citaban. Ddescubrieron el lugar gracias a la amiga que los presentó, la misma chica gracias a la cual Alejandro conoció a Lébasi. Era un café un poco pequeño pero cómodo, pintado de rosa mexicano y verde limón, con pequeñas esculturas de madera por todos los rincones. Servían un café chiapaneco de primera, delirio de Ángeles. El lugar se volvió punto de encuentro para los Alejandros y la chica. Al llegar vieron a su amiga en una mesa ubicada junto a la puerta que daba al patio central del lugar, caminaron hasta ella y la saludaron. Platicaron y fumaron hasta acabarse una cajetilla de cigarros entre los tres, se rieron y disfrutaron del café. "Me caes a toda madre", le dijo Alejandro Gordo a la chica. Fue más que un halago para Ángeles, como la petición formal para ser los mejores amigos, o mejor aún hermanos del alma. Alejandro Flaco observó que su novio sentía más confianza con Ángeles que con Lébasi; Ángeles era más extrovertida que Lébasi, y su novio se identificaba con ella porque eran iguales en carácter, un completo desmadre. Un par de encuentros más con Ángeles y Alejandro Gordo se decidió a confesar su miedo con respecto a la amenaza del VIH. Ángeles no pudo más que abrir más los ojos y decir "No manches, Alejandro, ¿ya te fuiste a 58
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—¡Y qué demonios esperas.
—Pues si fuiste tan chingón para andarte acostando así nada más, sin ninguna protección ahora se igual de chingón para hacerte la prueba— Ángeles hablaba sin rodeos. —Ya se lo dije miles de veces pero no me hace caso. Las palabras de Ángeles no se hicieron esperar, habló tan segura de sí misma y ofreciendo su punto de vista sin ofender, juzgar o herir en ningún momento que por eso se decidió Alejandro Gordo a contarle todo. La amiga dijo que no sólo lo hiciera pensando por él sino también por su novio ya que sería mala leche de su parte, si en un dado caso estuviera infectado, exponer a Alejandro a tal peligro. El chico negó con la cabeza; por ningún motivo haría algo que dañara a su "Flaco"; se disculpó y se levantó de su asiento para ir al baño. —No te has acostado con él, ¿verdad?— dijo Ángeles a Alejandro Flaco. —No. —Tienes que asegurarte que se haga la prueba del VIH; si sale negativo entonces haces con él lo que se te venga en gana. —Me hacías falta, loca— dijo Alejandro, tomando de la mano a su amiga. El acostarse con Alejandro, no lo había pensado antes. No tardaron mucho y se quitaron del café. Alejandro Gordo le agradeció a Ángeles sus palabras y apoyo. Ella sólo se preocupaba por ellos y les deseaba lo mejor. La chica se
disculpó, la quincena siguiente iba a estar un poco atareada en el trabajo y no los podría ver tan seguido; pero que le marcaran a la casa, en la noche ya se encontraba disponible para acordar cuando salir. Los chicos dijeron que lo harían. Se despidieron con besos y abrazos. Acompañó a su novio hasta la parada del autobús, y recordó el asunto de la prueba de VIH. No se le olvidaría, dijo el novio, todo sea por ellos y por seguir siendo la pareja más feliz y enamorada del mundo. —Eres mi ángel. —Y tú mi diablo Le dio la mano a su novio y se subió al camión. Desde la ventana observó como Alejandro Gordo le mandó un beso y un guiñó. Esa noche Alejandro Flaco soñó que su "diablo" le profanaba el cuerpo con sus labios de fuego.
Capítulo 3 Le dolía un poco la cabeza pero con la sensación que tenía en el cuerpo aquello era una nimiedad. Sus piernas y brazos los sentía más pesados que de costumbre; necesitaría ayuda para poder levantarse de su cama, pero no había nadie en casa. Lo más sabio era quedarse un rato más en la cama. Cerró los ojos pero no logró dormirse así que se quedó tendido boca arriba, los ojos fijos al techo. Sintió como si el techo empezara a bajar, al observar bien el techo seguía en el mismo lugar. Miró el reloj y maldijo, era tarde y todavía no había abierto la tienda. Si a su tía se le ocurría pasar a verlo y no lo encontraba ahí simplemente lo mataba. Sacó fuerza y se sentó en la cama, al apoyar la mano izquierda sobre el buró un fino polvo blanco se le impregnó en la piel, al apartar bruscamente el brazo dejó caer una tarjeta
plástica que también tenía rastros del polvo. Se frotó los ojos con las manos y se levantó, era mejor tomar una ducha e ir a la tienda que continuar en la cama imaginando que el techo se le venía abajo, y al paso que iba era probable que hasta los muros terminarían por caerse y él quedaría sepultado bajo los escombros. Se alistó lo más rápido que pudo y salió corriendo para la tienda.
La madre de Alejandro Flaco trabajaba como jefa del departamento de cocina en un supermercado y cuando hubo recorte de personal en la empresa necesitaron que se quedara a realizar horas extras; por eso le pidió a su hijo el favor de que estuviera menos tiempo en la calle, ya que la casa se quedaría sola y, no lo quiera dios, alguien podría entrar a robar. Alejandro contestó que sí; no importaba el favor o la orden que le diera su madre, él siempre respondía con un enérgico sí. No reparó en lo conveniente de la situación hasta que Alejandro Gordo preguntó si la casa se quedaba sola demasiado tiempo como para que su madre le haya pedido tal cosa. —No lo suficiente como para que sea robada; mi mamá exagera. —¿Ahora no hay nadie en ella? —Nadie, mis padres están trabajando y no vuelven hasta la noche. Fue cuando Alejandro Gordo dijo que si no sería mejor ir a la casa para tener un poco más de privacidad, ya que empezaba a cansarle el hecho de tener sólo que tomarse de la mano o estar en una calle desolada para darse un beso rápido. Fue una gran idea, y sólo bastaron unos cuantos minutos para que los chicos estuvieran en la casa. Cuando se encontraban en la sala, a Alejandro Gordo el lugar se le hizo grande y delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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no se imaginaba cómo tres personas podían vivir ahí sin perderse. —Se la regaló mi abuelo a mi papá —explicó Alejandro Flaco—. Consideró que mi padre era el hijo menos ingrato de los cinco que tuvo. No sabes los problemas que tenemos con mis tíos.Te guiaré para que la conozcas— tomando de la mano a su novio arrastró hacia los cuartos. Fueron recorriendo toda la casa, pasando por cada rincón, besándose y sin soltarse de la mano. Al llegar a su cuarto, Alejandro se disculpó por el tiradero. Lo único que estaba en orden eran sus libros, bien alineados en un pequeño librero de madera, y sus discos, los cuales Alejandro Gordo empezó a revisar. —Tienes buena música. Pero tu cama está llena de ropa. ¡Así cómo vas a poder tener sexo en ella!, y lo jaló hacia él; sus bocas se encontraron para un beso prolongado. Pasaron a las caricias, se acostaron en la cama y sin darse cuenta tiraron al suelo la ropa que había sobre ella. Alejandro Flaco sintió arder toda su piel pero era una sensación tan placentera que mientras más lo besaban más se encendía; sentir tan cerca el cuerpo de su novio era una gran experiencia. Observaba el rostro de Alejandro Gordo, los gestos, los ojos, permitió que las manos de éste lo tocaran donde nunca nadie lo había hecho, disfrutaba de los gemidos; fue despojado de su camisa, sintió la textura de una lengua por su pecho, se aferró al cuerpo de su novio provisto de una piel tan candente como la suya; como en el sueño, su diablo lo devoraba apasionadamente. —Quiero hacerte el amor— pidió Alejandro Gordo. Con el fuego por dentro, Alejandro dijo que sí, que hiciera con él lo que quisiera; como buen diablo, era dueño de su cuerpo y, si se le pedía, también de su alma. 60
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—Pero no tengo condones. —Quiero poseerte. —Entonces, soy tuyo—. Y su novio lo puso boca abajo y se ubicó sobre él; frotaba el cuerpo con fuerza. Alejandro Flaco sólo se dejaba llevar por la pasión del mo-mento; sintió como el sexo de su novio empezó a hacerse camino entre sus glúteos cuando una voz en su mente lo sacó de su trance sexual. —¡Alejandro! ¿Vas a dejarte coger así nada más, sin protección alguna y sin que se hubiese realizado la prueba del VIH?— era la voz de su conciencia convertida en Ángeles, o quizá al revés, Ángeles convertida en conciencia. Se puso de pie inmediatamente dejando a su novio en la cama retorciéndose de placer. —Perdóname, pero no puedo. —¿Qué pasa? —No debemos; no te has hecho la prueba del VIH y si por lo menos usáramos condón; bueno, podría pasar, pero así tal cual, no. —Perdona, no es correcto que te exponga de este modo. Continuaron acostados en la cama, con la pasión más controlada, y para evitar la tentación se vistieron. Por más que trataba de evitarlo, Alejandro Flaco no podía apartar de su mente la piel desnuda de su novio, la fuerza que lo llevó a decir "Soy tuyo". Si continuaba un minuto más acostado junto a él terminaría por ceder. No faltaba mucho para que su padre llegara; pretexto ideal para salir de la casa y evitar todo peligro. Veinte minutos después se encontraban en el negocio de videojuegos.
El sexo fallido hizo recapacitar a Alejandro Gordo y no pasaron ni tres días cuando ya se encontraba en el Hospital General para
realizarse la prueba del VIH. A su lado estaba Alejandro Flaco, quien ya en el hospital se hizo cargo de la situación, porque Alejandro Gordo estaba algo indispuesto, tenía la sensación de miles de hormigas devorando su estómago. Sentados ya en la sala de espera, Alejandro Gordo sintió escalofrío cuando una enfermera pronunció su nombre y luego le pidió que pasara. Dirigió una mirada a su novio. "Todo va a salir bien"; fue lo último que oyó antes de entrar a un pequeño consultorio. Una enfermera amable lo tranquilizó y hasta el piquete en el dedo fue insignificante. El resultado se sabría en no más de diez minutos, la enfermeray lo invitó a esperar afuera. Alejandro Flaco había dicho que pasara lo que pasara estaría con a su novio pero ¿sería así? Si la prueba daba negativo todo seguiría igual, pero si resultaba positivo… había dicho que estaría hasta el final; cierto, pero una cosa son las palabras y otra los hechos. Alejandro Gordo miraba distraído hacia una ventana; desvió la atención hacia la puerta principal de la unidad médica cuando entró un muchacho bajo de peso, con la piel oscura, despeinado y la mirada cansada. Era un paciente con VIH que había ido a su consulta mensual. Ambos Alejandros lo observaron, con cierta reserva. Tenía un semblante lívido, parecía un fantasma recorriendo los pasillos. —No puedo. —¿Qué? —Estoy consciente de lo que he hecho; pero no puedo saber si tengo o no VIH porque si la prueba da positivo será algo que no me perdonaré jamás. —¿Y si la prueba da negativo? —Puedo esperar que la enfermera salga y diga: positivo o negativo, o puedo elegir marcharme sin saber el resultado.
—¿Estás loco? Ya estamos aquí. —No quiero saber el resultado. Vámonos.— Se puso de pie y se encaminó a la puerta principal del módulo. Miró a Alejandro Flaco que permanecía sentado; hasta que éste se puso de pie y caminó hasta él. Salieron del hospital sin mirar atrás. Cinco minutos después la enfermera salió en busca de Alejandro Gordo. No lo vio y preguntó a la secretaria por él. "No me fijé si salió", dijo. La enfermera volvió al consultorio, se sentó en su silla, abrió un cajón de su escritorio, donde había varias carpetas; sacó una, puso el nombre de Alejandro y guardó en ella el resultado de la prueba de VIH. —No sé quién está más loco, si tú por salirte tan campante del hospital, o yo por seguirte— dijo Alejandro Flaco en un restaurante de comida china, la favorita de Alejandro Gordo. —Los dos, por eso estamos juntos. Alejandro Flaco aún no entendía por qué no se quedaron a esperar el resultado de la prueba, pero ya era demasiado tarde. Para que no le llegara el sentimiento de culpa dejó de pensar en la escapada del hospital y las consecuencias. —¿Te acuerdas de aquella vez que estábamos en mi cuarto? —¿Cuando estábamos en pleno faje y te rajaste? —No me rajé; bueno, sí, pero fue porque me sucedió algo extraño, Ángeles hizo acto de presencia convertida en Pepe Grillo. Alejandro Gordo soltó una carcajada tan escandalosa que algunos clientes del restaurante voltearon a verlo. Y le contó el sueño que tuvo, donde era seducido por su novio convertido en diablo, moderno inquisidor de almas sedientas de delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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placer. A Alejandro Gordo le gustó ser un diablo. Pasaron a ser Alejandro Ángel (o Angelito, según el grado de cursilería), y Alejandro Gordo a ser Alejandro Diablo (Diablito). Entre bromas, miradas cariñosas y comida china, los chicos se olvidaron de la prueba de VIH.
Alejandro Ángel sentía que entregarse a su novio era la mayor prueba de amor, pero más que prueba de amor era la acción de un kamikaze. Sin medir las consecuencias aceptó la propuesta de su Diablo. Una moneda echada al aire. El amor todo lo puede, pensó y se entregó sin pensar en nada.
Dos días después de la escapada del hospital, el "Ángel" y el "Diablo", tuvieron su primera relación sexual. Esta vez el cuarto de Alejandro estaba más ordenado y la cama despejada, cubierta con un edredón café con figuras geométricas color mostaza. Cuando llegaron a la casa, la madre de Alejandro aún estaba en ella, y pudo conocer al amigo de su hijo.
Alejandro Diablo dijo "Quiero estar dentro de ti". Alejandro Ángel, asintió con la cabeza e inmediatamente después se puso a un lado de su novio, dándole la espalda. Alejandro Diablo pegó la pelvis a las nalgas de su compañero y de una estocada lo penetró. Alejandro Ángel dejó escapar un grito: "Me duele". El novio se movió con delicadeza y pasado un corto tiempo, el dolor cedió; empezó a acelerar el movimiento. Fue una gran experiencia, sobre todo para Alejandro Ángel, la sensación que tenía en el cuerpo lo relajó completamente y empezó a disfrutar. Estuvieron en la cama cambiando de posición hasta que eyacularon los dos, manchando el edredón de la cama.
—Tienes unos ojos muy bonitos —dijo la señora— Unas pestañas muy largas, y si tuviera veinte años menos te echaría los perros, como dicen ustedes ahora. —Ay, mamá, usted no cambia— y Alejandro Diablo sólo soltó una risa incómoda. No más estuvieron solos y los Alejandros se encaminaron al cuarto, entre besos y despojos de ropa; cuando llegaron a la cama ya estaban desnudos. Alejandro Ángel sintió arder su piel nuevamente. Acostado junto a su novio, besó y se dejó besar, acarició y fue acariciado, nunca había sentido su sexo tan excitado, fue como si le prendieran un volcán entre las piernas. Recorrió el cuerpo de su novio con frenesí, su lengua se topó con otra lengua, con unos pezones, lamió centímetro a centímetro la piel de ‘Diablo’. Y antes de que pasaran a más, Alejandro Diablo recapacitó. —No tenemos condones ¿Quieres tener relaciones sin protección? —Me arriesgo a mucho pero ya no aguanto más. Estoy seguro que no tienes nada. Que este acto sea para tí, la prueba de mi amor incondicional. 62
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—¿Te gustó?— preguntó el Diablo. —Sí, estuvo genial. —Quiero confesarte algo. En las cartas que te he entregado, siempre pongo que te quiero mucho y que eres especial para mí; ya estoy listo para decirte que… —miró el rostro de su novio, le dio un beso en la boca y continuó—, te amo y eres indispensable en mi vida. —Yo también te amo; eres lo mejor que me ha pasado en la vida, te amo, te amo— dijo emocionado Alejandro Ángel, abrazando con fuerza el cuerpo del otro Alejandro La relación había cambiado de rumbo hacia algo más romántico y apasionado. El sexo fue en aumento y siempre en la casa de Alejandro Ángel. No hubo rincón alguno donde no hicieran el amor, desde el baño, hasta la cocina, sin olvidar el sillón más grande de la sala.
Siempre con la misma pasión que la primera vez, sin protección alguna y con un constante cambio de roles. Fueron descubriendo sus puntos más sensibles, tarea divertida para ellos. Perdieron de vista a los amigos, entre ellos Lébasi y Ángeles; se dedicaron por completo a estar juntos y prácticamente se olvidaron de todo lo que estaba a su alrededor. En unos de sus encuentros, un martes por la noche que salieron a cenar, se encontraban en los portales de la plaza principal, cuando unas chicas saludaron a Alejandro Diablo. —¿Cómo has estado?, nos tienes abandonadas— dijo una chica vestida de jeans y blusa colorida. —¡Qué gusto verlas! —dijo Alejandro al momento que recibía un abrazo y un beso de cada una. Alejandro Ángel sólo observaba.— Les presentó a Alex, es mi novio. Soy Ana, Sandra, soy María, mucho gusto. El saludo de las chicas fue por compromiso y no por querer conocer al nuevo novio de su amigo, al que miraron indiferente. Ángel se sintió incómodo cuando lo miró conversar con sus amigas y él ahí, como si fuera una persona más que estuviera andando por la calle. Ana quiso fumar y le preguntó a Alejandro Diablo si tenía cigarros. No, ni siquiera una colilla, contestó, el chico. Caminaron hasta un pequeño puesto de revistas para comprar el ‘vicio’, como lo llamó Sandra. Alejandro Ángel fue detrás de ellos, cual guardaespaldas. No duró mucho la conversación. Las chicas se despidieron de Diablo haciéndole prometer que saldrían un día de estos al antro.
te digo todo porque entre nosotros no hay secretos. La verdad es que me dijeron que qué onda conmigo, que después de andar con chicos tan guapos tú no eres lo mejor que me han conocido. Alejandro Ángel sintió un golpe en la boca del estómago, y un desconcierto le vino a la mente. —Eso te dijeron. —Pero no lo tomes personal, sólo se preocupan por mí. Les dije que eres el amor de mi vida, que te quiero como nunca antes había querido a alguien y si estoy contigo es porque eres muy especial. El comentario de su novio no calmó las ganas que tenía Alejandro Ángel de ahorcar a las tipas. Por lo menos Alejandro Diablo lo defendió, pensó, el hecho quedaría como una anécdota solamente, media cruel, pero anécdota al fin y al cabo. Esperaba no volver a toparse con esas chicas que unas bellezas no eran. Aceptaría muchas cosas de Alejandro Diablo pero ser amigo de las amigas de él, nunca. Y pensó en Lébasi y en lo mucho que no la veía. Se sintió un ingrato, tantos días viviendo un romance de primera que no se acordó de ir a visitar a su amiga para comentarle sobre los últimos acontecimientos de su vida amorosa. Mientras caminaba junto a su novio, decidió ir a visitar a su amiga al día siguiente. Una vez estando frente a ella fue imposible no darse cuenta de que tenía el rostro pálido, razón que lo llevó a suponer que algún problema tenía. Sólo bastaron unos minutos para que se enterara del problema por el cual estaba pasando Lébasi.
—Están locas, pero las quiero un chingo. —Se nota que no les agradé mucho. —Son buenas chicas. —Alejandro Diablo pensó un momento, luego continuó— Siempre delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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La poética del grito Adán Echeverría
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n el principio todo era el grito, y para poder entenderse se convirtió en palabra. Sobre esa
palabra, que llamamos lenguaje, surge la comunicación apropiando la naturaleza como símbolo. La poesía es oralidad. De ahí el equívoco del término ‘Poesía Sonora’, al performance donde algunos gruñen como cerdos, pían como aves, y desde la guturalidad tienen pretensiones de ser los poetas que se creen percibir. La invención de la imprenta es uno de esos pequeños momentos de la historia cuando se dió por terminada la Edad Media, validemos su momento histórico; y si fue con la caída de Constantinopla, con el descubrimiento de América, que se logró trazar una nueva época para el ser humano, y salir del oscurantismo, tendremos que seguir en aquella búsqueda de los nuevos signos, para estos nuevos mundos que somos al abrir cada libro, al leer cada obra. La invención del internet, tiene el mismo valor humano que la invención de la imprenta, pero no la sustituye, sino la renueva. De esta forma, la oralidad de toda poesía fue grabada en hojas de papel mediante los tipos arreglados en las planchas de la imprenta, y la reproducción de las ideas se hizo mayor. La internet sigue validando este romanticismo y lo reafirma en su propósito, la comunicación de idas. Pero suma a ello, la vos y el video, devolviendo la sonoridad a los poemas, la voz y la oralidad a la poesía y los poetas. Por eso mismo, claro que en su "perfomance" pueden gruñir como cerdos y crear alguna estética, hacer los sonidos que deseen, pero "Eso no puede ser llamado Poesía Sonora". Sonidos y Ruidos, claro que los hay, y pueden incluso hallar y mostrar un ritmo (aún el más arrítmico), y establecer algún sentido, pero el acto de arrastrar los fonemas y reconstruirlos mediante la audición, debe ser nombrado "como algo
diferente". No tengo yo el nombre, pero los invito a ser creativos y bautizar sus intenciones audibles, pero no llamándola Poesía Sonora, porque toda la Poesía, al ser Oralidad, es una Poesía Sonora.
En la tradición un canon Para poder entender La poética del grito, y establecernos sobre ella, primero habrá que mirar la tradición. Tal como decía Giambatista Vico, pasamos de la Edad Teológica (Biblia, Corán, Mitologías China, Hindú, Griega, Romana, Egipcia, Celta, Popol Vuh), a la Edad de los Héroes (semidioses y héroes y heroínas de las mismas obras citadas, más el Poema de Gilgamesh, las hazañas de los jueces, profetas, los reyes Saúl, David y Salomón, así como La Ilíada, La Eneida), a la Edad Humana (desde La Odisea, a las rebeldías que se narran en Las mil y una noches, El Decamerón, Los cuentos de Canterbury, para llegar a la obra de Cervantes, Shakespeare, Moliere, Goethe), ya que en esta época, comenzamos con El Romanticismo a sentirnos humanos, demasiado humanos, habría que decir con Nietzche, y reconocer con la filosofía y el arte, esa Muerte de Dios, que no es otra cosa que el desmarcarnos de la Institución fundada en aquellos apóstoles cristianos, en sus festejados Corruptores, desde Pablo hasta Benedicto XVI (y ya miraremos lo que nos deja Francisco, para los siguientes años). El arte por el arte dicen al leer la obra de Oscar Wilde excepto su De profundis donde el autor plantea todo su sentimiento ante la censura de una sociedad que lo arroja a la prisión. La poesía ha muerto, y no en plena era socialista, sino mucho antes, desde aquella obra de Stirner El único y su propiedad. Y así, cuando llegamos a Bertold Brecht, lo escuchamos gritar: La poesía no se vende / porque ya nadie quiere comprarla. Avanzamos las hojas del delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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tiempo y nos apuntamos ya con Heberto Padilla, para terminar cumpliendo aquel oráculo de: ¡Al poeta, despídanlo! Ese, ese no tiene aquí nada que hacer. Hay que sacar al Aguafiestas. Porque desde aquellos días con la fundación de La república, Platón nos quiso enseñar el por qué habría que expulsar a los poetas, para lograr una sociedad más clara, fundada en la economía racionalistas y no en un mundo cargado de ideales. Pero los poetas vuelven, y la Palabra que es toda forma de comunicación, sigue ahí, entre sus dientes, siendo masticada. Y esa es la poesía. Mírenlo bien, aquel masticar y masticar el lenguaje, para comunicar las ideas en pleno escupitajo. Es en este acto dónde tenemos que detenernos; mirarnos, desde cada átomo, cada cabello, cada célula, toda gracia inundada en nuestros defectos, cada acto de egoísmo y de soberbia en que nos hemos sobrevivido. Hasta acá hemos llegado cuajados en la Época del Caos, que esperemos se prolongue, para no volver cíclicamente a otra Edad Teológica, como nos lo han querido hacer creer los fatalistas. Porqué todo lenguaje no es más que una convención de aquellos símbolos, el cómo traducimos los sentidos, para darnos representatividad, como comunidad, pueblo, e historia. Desde ahí hemos perseguido la tradición, para conocerla, romperla, deformarla y transformarla. Esa es la cresta de la ola. Esa Cultura perseguida siempre del proceso Contra cultural. Y debemos saber situarnos en el reconocimiento de ser los perseguidos, para detenernos y enfrentar a los que nos persiguen, saber analizarlos, y ser perseguidores. Así miramos hoy la poesía, persigue la tradición, pero no niega a los que la persiguen para romperla. Para cada grupo que se asienta en una época, hay un grupo que sale a desafiarlo, para el Romanticismo, surge el Modernismo, que es enfrentado, en nuestro México por el grupo de Los Contemporáneos; para negarlos surge Octavio Paz, el más joven que ingresara de la mano de Carlos Pellicer, y que terminara negándolos; para negar a Paz surgen los Infrarrealistas, y en medio 68
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de esa batalla, dejamos escuchar la voz de aquellos Estridentistas, agrupados por Manuel Maples Arce que nos dice: Yo soy un punto muerto, en medio de la hora. ¿Cuál es aquella hora, en la que el hablante lírico de Maples Arce, se sitúa? La hora de la revolución poética. Abigael Bohórquez terminará diciendo con su Manifiesto Poetico: Mientras no tenga el lápiz / curvaturas de hoz para segar el trigo, / rumor de cascos para horadar la mina, / devoción de machetes para abrir carreteras / no me sirve. Ya no estoy para rosas. / Si vienen a saber si estoy en casa / que no estoy para nadie; / mucho menos para esos menesteres / de cantar a la boca, a la libélula, / al sol, a la oropéndola, a unos ojos remando. Mientras no tenga el lápiz / sonido de martillos levantando edificios / cantos de obrero en marcha,/ ímpetu de azadón, / pico y máquina de coser, / mientras no venga mi lápiz / a decir las verdades del hombre, / mientras venga a decirme solamente / de un agónico tacto,/ no me sirve. Ha de cantarse, esto es lo que se debe / señoritos poetas / de intocables perfiles y cafés literarios / al hombre por el hacha, / al hombre por el túnel, / al hombre por la huelga, / por la turbina, / por la válvula, / por el soplete, / por el tractor y el émbolo, / ha de cantarse al hombre por la ordeña,/ por la siega, / por los claros oficios, / por la cabalgadura,/ por el fierro de herrar, / por el volante / y el verano sudado / y la axila perpetua/ el muslo ejidatario / y el ombligo minero. Puede el hombre, si quiere, / con terquedad de péndulos / llegar hasta los huecos de un cuarto amanecido, / son saliva y cigarros / romperse una quijada, / puede hacer lo que guste; Yo canto al zapatero, / al leñador, / al paria, / al hombre estrictamente situado en sus bolsillos, / (…) Canto al hombre del mundo, / por el dedo en las llagas de su estatua, / de su hambre y de su hombría; / si no tiene mi verso / sonido de martillos levantando edificios, / cantos de obrero
en marcha, / ímpetu de azadón, / pico y máquina de coser, / si no viene mi verso / a decir las verdades del hombre / no me sirve. / Eso es todo.
Porque es la vida misma la que nos impulsa, porque nos hemos descubierto afuera ya de la Caverna, y hemos estudiado las estrellas, las profundidades del mar y de la tierra, y hemos sondeado, desde el psicoanálisis y con la psiquiatría, los recovecos de la mente humana, las funciones del cerebro, y sabemos de la Esquizofrenia, y del Trastorno de Déficit de Atención, como del Trastorno de Personalidad, y la Bipolaridad, y hoy nos anunciamos: Hola, soy paciente psiquiátrico, y merezco tu respeto. Hola, soy homosexual y también tengo derechos, No me llames indio, no me llames Puta, no me digas Zorra, no me digas que todo hombre debe mantener a su mujer, que es su obligación, no me digas Los niños no lloran. Ya no me calles diciendo: Calladito te ves más bonito, porque ha llegado la hora del Carbunclo y el Chancro, y de las demostraciones, Ceremoniosas de Romper con los Pudores, y mirar en el Otro, aquel Contrato Social descrito por Rousseau: Para no terminar como las bestias de la naturaleza, donde sobrevive el más fuerte, el más rápido, hemos firmado esta convención, de pertenencia social. Nos respetamos. ¿Cuándo inventaron pues la moral, la censura? Y como todo poema es una manifestación estética del lenguaje, y el lenguaje la herramienta de comunicación de las sociedades, todo poema es social, y es con el mismo poema con quien debemos y podemos afianzarnos, para Respetarnos en el Respeto por el Otro, en medir los límites de Uno Mismo, en el Inicio del Otro. Esa es entonces La poética del Grito. Una forma de hablar en la poesía de nuestras dolencias, nuestros miedos, y nuestros desenfrenos, sabiendo y reconociéndonos como El Otro. Seamos el Otro. Somos El Otro. El Otro que soy para los demás. Vencer el Ego, desterrar al Super Ego, y reconocer la calidez del Otro que somos para ellos, la agonía del Otro que soy para los demás. Porque somos El otro de cada ser que está a nuestro
lado, y nos rodea, nos abre camino, nos deja pasar, nos detiene, nos empuja, nos escupe, nos canta y nos celebra, como Whitman, más allá de Whitman: Yo me celebro y me canto, Yo soy el Único, y soy diferente a ti, Soy tú Otro, Soy el Otro, Mi Propio Otro, que poco a poco habré de ir descubriendo. Y así poder reconocernos, y como el Otro que somos, ganar en la diversidad. No hay que mirarnos a nosotros mismos para mirar luego al Otro en aquellos -canallada soberbia. Sino saber y reconocer que nosotros somos El otro de los que nos rodean. Y como ese Otro que somos debemos hablar, comunicarnos, exigir el respeto, en ese beneficio. Mirar nuestras profundidades, que nos hacen tan diversos y tan mutables. Somos únicos, diferentes. Individuales y plenos. Sabemos y reconocemos que no es la Familia el núcleo de la sociedad (payasadas cristianas), que nos quieren seguir contando Los Necios, sin mirar el fracaso y la desesperación de aquellos muchos que siguen rechazando por ser diferentes, por ser individuos que no encajan en sus montados teatros sociales. Cada Individuo es el núcleo de una sociedad, es el átomo que cohesiona, mediante los dos tipos de enlaces que nos ha entregado la Química. Enlaces iónicos que son tan volubles, y como enlaces covalentes difíciles de romper, que se brindan el uno al otro la energía vital del reconocimiento. He ahí la poesía de nuestros tiempos, he acá La poética del grito, desde la cual podemos escuchar la voz del poeta español Miguel D'Ors, en su Camino de Imperfección decir: Joven, / yo era un vanidoso inaguantable. / "Esto va mal", me dijo un día el espejo. / "Tienes que corregirte". / Al cabo de unas semanas era menos vanidoso. / Unos meses después ya no era vanidoso. / Al año siguiente era un hombre modesto. / Muy modesto. / Modestísimo. / Uno de los hombres más modestos que he conocido. / Más modesto que cualquiera de ustedes. / O sea / un vanidoso inaguantable / viejo. La poesía que ha desbaratado el silencio, y que se ha vuelto grito inmodulado, grito creciente, grito incómodo que surca los espacios, hasta encontrar delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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receptor y atravesarlo. ¡Cuántas veces nos hablaron de las grandes civilizaciones!, y ahora reconozcamos al tiempo histórico que todo lo sepulta debajo de los polvos, cuyos granos no dejan de viajar de un lado a otro en esta esfera. A qué seguir esperando, si tenemos ante los ojos la Maravilla del lenguaje que salta desde un ordenador, y nos arroja las mil posibilidades para dejar de ser Callados, para dejar de Ser las Víctimas, para dejar de ser La Queja, y ser la Voz, comenzar a ser Aquel que puede hablar, Aquel que tiene las posibilidades de la Reflexión. En una sociedad (en toda sociedad) que tiene que evolucionar, y continuar su evolución, somos el átomo, somos los individuos que la conforman y la habitan, debemos perseguir la búsqueda del Otro que somos muy dentro de nosotros, para sabernos, por demostración interior, que somos capaces de Recibir aquello que pedimos para el Otro. En una sociedad que cada día se aísla, seremos la posibilidad de la reunión. El reconocimiento del Individuo como núcleo social, nos sitúa ahí a todos: sin importar el género, la religión, la diversidad sexual, política, alimentaria y económica. Dejar de decir: Si haces eso estás mal, Si comes aquello estás mal, Si dices que no lo hagan también estás mal. Y comenzar a pensar en lo propio, los que yo hago, si yo escucho, si yo que Soy Tratado como El Otro de los demás, puedo mirar solo mi alrededor, y entonces será lo mío aquello que joda no joda a los demás. La Poética del Grito que se aplica en todos nuestros actos. Ese gesto que no necesita de dioses, ya muertos desde el siglo XIX, pero sí necesita de la Espiritualidad, y la reclama, aquella espiritualidad que es la búsqueda de todo conocimiento, todo respeto de creencias, toda diversidad de cultos que no harían otra cosa que reconocernos similares, mínimos reconocedores de aquello que Nos Es Desconocido, y que nos haga alcanzar aquellos conceptos que podemos llamar el Amor, la Esperanza, alguna Fe cualquiera, en la que podemos sentarnos el uno frente al otro y exponer nuestros miedos, temores, logros y justicias, unos enfrente de nosotros como en Toda 70
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Reunión de Autoayuda y decirnos: ¡Hola!, me llamo Adán, y soy poeta. Y es bajo aquel polvo cotidiano en el que los años transcurrieron, transcurren y seguirán ocurriendo, bañados de sangre, de espada, de hoguera, de alimentos genéticamente modificados, de estrés, de vacunas que pueden hacernos daño, de sexos y perversiones, de arrestos y libertades condicionales, donde tendremos que seguir habitando con los sicópatas, y con los moralistas, y con aquellos que sufren la persecución de creer que son Libres, que como tantas cosas que podemos reconocer en las múltiples sociedades humanas seguirán haciéndonos daño. ¿Acaso no sabemos que el Hombre, el Ser Humano, es una maravilla para la adaptación, y la sobrevivencia? Y que al final logrará adaptarse a cualquier barbarie, para sobrevivir. La poética del grito está en la modernidad, en el ser modernos, en el reconocernos parte de este siglo XXI, y nos sitúa en el raciocinio espiritual que nos brinda todo lenguaje, cómo dice el poeta Ángel González en su poema Luz llamada día trece. A cada cosa por su solo nombre. Pan significa pan; amor, espanto; madera, eso; primavera, llanto; el cielo, nada; la verdad, el hombre. Llamemos luz al día, aunque se asombre quien dice "Es martes hoy, ayer fue santo Tomás, mañana será fiesta". ¡Cuánto más verdadera que cualquier pronombre es esa luz que cuaja el aire en día! Hoy es la luz llamada día trece de materia de mayo y sol, digamos. Y si hablamos de mí -puesto que hablamos, de algo hay que hablar-, digamos todavía: pasión fatal que como un árbol crece.
No somos el árbol, sino las ramas del árbol, el fruto del árbol, la raíz, el tallo y las hojas del árbol. Porque somos la fundación del todo, la célula totipotencial que puede mutar o puede especializarse, y ser función, ser objetivo, ser necesidad en este sistema de procesos y procedimientos que nos entrega hoy el universo social en que nos
desempeñamos. Porque como dice el poema Oda a los nuevos bardos, —también de Ángel González—, necesaria es lanzar a la basura aquellos arquetipos del poeta que solo busca en el presupuesto la función de pertenencia a una tradición que pretende ser impuesta en la beca, el premio y la edición, y deja claro lo que he decidido llamar La poética del grito: Mucho les importa la poesía. Hablan constantemente de la poesía, y se prueban metáforas como putas sostenes ante el oval espejo de las oes pulidas que la admiración abre en las bocas afines. Aman la intimidad, sus interioridades les producen orgasmos repentinos: entreabren las sedas de su escote, desatan cintas, desanudan lazos, y misteriosamente, con señas enigmáticas que el azar mitifica, llaman a sus adeptos: -Mira, mira... Detrás de las cortinas, en el lujo en penumbra de los viejos salones que los brocados doran con resplandor oscuro, sus adiposidades brillan pálidamente un instante glorioso. Eso les basta. Otras tardes de otoño reconstruyen el esplendor de un tiempo desahuciado por deudas impagables, perdido en la ruleta de un lejano Casino junto a un lago por el que se deslizan cisnes, cisnes cuyo perfil -anotan sonrientes- susurra, intermitente, eses silentes: aliterada letra herida, casi exhalada -puesto que surgida de la aterida pulcritud del ala en un S. O. S. que resbala y que un peligro inadvertido evoca. ¡Y el cisne-cero-cisne que equivoca al agua antes tranquila y ya alarmada, era tan sólo nada-cisne-nada!
Concluir La poética del grito, entonces, para que podamos entendernos, en este comentario final, nos sitúa en el Ahora. En esta posibilidad de mirar, desde la multiplicidad de plataformas, los recovecos de la historia de la humanidad, y sus sociedades, dramas, y batallas, como grandes descubrimientos (el canon y la tradición de querer y saber leer). Y es en este ahora, en dónde tenemos que Gritar el reclamo de Estar Vivos, de saber que Lo estamos, más allá de las revoluciones, las guerras, los dramas existenciales, Existimos. Y somos, Individuos, que le damos cohesión a las sociedades del Hoy. Dejemos atrás el drama del Yo, y busquemos al Otro que somos en Nosotros mismos, El otro que somos para los demás, porque lo somos. Y que sea nuestro hablar, nuestro poema, nuestro Yo hablante, aquel que sirva de ejemplo a nuestra propia vida, representada en el Caos que provoca nuestra existencia en los demás. Gritemos en el Poema, nuestra propia Gloria, nuestra Propia Ruina. Gritemos por la salvación; Gritemos nuestra asexualidad; miremos nuestros cromosomas y no nuestros genitales; leamos nuestras feromonas y no las gastadas censuras; Gritemos por nuestra oscuridad. Por nuestra alegría y nuestro lamento. Ya no basta el canto, lo que nos queda es el Grito, y el Grito surcará las avenidas, la selva, las montañas, los océanos. Vayamos a por él.
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La reunión Paty Rubio
Hoy hubo reunión en el cielo raso de mi habitación. Las arañas salían de oscuros rincones, de cajones entreabiertos, debajo de la cama. Un rastro de saliva se convertía en brillante hilo y al paso de tantos arácnidos, se entretejía una enorme tela por las paredes cubriéndolas. El andar de cada una llegó a ser insoportable. Quedé impactada y sin moverme o pestañear. El blanco del cielo raso, se teñía de negro a causa de tal cantidad de arañas. Puse atención al murmullo que se escuchaba. ¡Podía entender lo que se hablaba! Las arañas se quejaban del trabajo tan arduo, llevado a cabo por ellas. -Hemos tejido sin descanso desde que nos pidieron la mortajadijo una araña patona que supuse la cabeza del gremio- y no vemos para cuando la vayan a usar. -Se nos pidió únicamente tejer sin inocular veneno, de lo contrario se aprontaría el uso de nuestro trabajo y tampoco se trataba de eso; se suponía que el momento llegaría pronto y de manera natural- dijo una elegante y brillante viuda negra contoneando su reloj de arena. Se levantó un estridente bla, bla, bla que ensordecía, porque todas hablaban al mismo tiempo. Nadie se entendía o se ponía de acuerdo. La reunión subió de tono con los ánimos caldeados. Ninguna dio signos de haberse dado cuenta que un sordo y apresurado tum, tum se empezó a escuchar ahogadamente, y que poco a poco, se fue reduciendo hasta detenerse por completo y dejó un vacío. Algo percibieron las arañas reunidas y el murmullo cesó. Se hizo un pesado silencio en la habitación, los cuatro pares de ojos de cada una, multiplicados por miles, se dirigieron hacia mi cama. Hice el intento de levantarme asombrada… pero no pude moverme. La sibilante voz de la araña patona se dejó escuchar… - ¡La mujer ha muerto! 72
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La fuerza para ver más Blanca Vázquez La conclusión es que sabemos muy poco y sin embargo es asombroso lo mucho que conocemos. Y más asombroso todavía que un conocimiento tan pequeño pueda dar tanto poder. Bertrand Russell
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e pronto me encontré en un curso propedéutico para ingresar a una maestría y me topé con la idea de los compañeros que piensan que la literatura no sirve para nada, eso en realidad lo entiendo, no tiene por qué tener un fin utilitario, pero lo que no comprendo es que puedan imaginar que quien lee, hace o estudia literatura sólo puede reducirse al disfrute, el ocio y hasta la romántica idea del amor inagotable. Historiadores, antropólogos, arqueólogos, abogados, administradores, filósofos y sociólogos veían muy por debajo el fin de la literatura. Escuché los discursos y me di cuenta que de todo lo que ellos hablaban yo ya lo había leído en diversos libros y de diversos autores. Cuando intervine expliqué que quien sabe leer y lee de manera frecuente genera un sentido crítico y hasta revolucionario. Borges comentaba que no tenía que servir para algo la literatura, porque se asemejaba al canto de un ave o a la puesta de sol, pareciera que no tienen utilidad pero son bellos. Cuando se habla de belleza no se remite de manera exclusiva a la hermosura (tal y como los medios masivos la han mostrado) la belleza es polisémica y sin duda leer Mauss, Werther, El extranjero, La grieta, Electra o Ensayo sobre la ceguera remiten a una belleza dolorosa y hasta lacerante. De ahí que sea urgente que quienes se dediquen a la enseñanza de la literatura (y de otras ciencias) tengan que ser propositivos con sus estudiantes, no alienarlos 74
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para creer que sólo lo que dicta el cánon es literatura, sino que se les permita explorar en Bukowsky, Carver, Sade o Apollinaire, ir a Platón, Simmel, Malinowski, Beauvoir o el Corán. Si desde la academia se quitan las etiquetas podremos tener jóvenes librepensantes que no tienen que estar de acuerdo siempre con lo que el profesor les exponga, defendiendo sus criterios y posturas con argumentos y decididos a tomar posturas para la acción. La institución académica no puede quedar anquilosada, al contrario. Esos monismos que creyeron que las especialidades eran la panacea y que hicieron creer que unas ciencias eran mejor que otras provocaron guetos que sólo confundieron la razón misma del conocimiento: saber compartiendo. Arthur Miller decía que ‘La manzana no puede ser vuelta a poner de nuevo en el árbol del conocimiento’; una vez que empezamos a ver, estamos condenados y enfrentados a buscar la fuerza para ver más, no menos y es una verdad. Vivimos ya en una sociedad fragmentada por etnias, clases sociales, preferencias sexuales y hasta por género. Creo que es una buena oportunidad para no descalificar a nadie, todo conocimiento es abrevadero para satisfacer la sed que provoca la ignorancia. Nunca nadie lo sabe todo. Así que leamos más y compartamos siempre.
Los cuervos Uriel Martínez
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l sol brutal de esta mañana me llevó a trepar a la azotea del inmueble donde vivo para despercudir la ropa almacenada en el chiquihuite de la semana. Ya me tocaba restregar en los lavaderos los calcetines cuando me percaté que no subí la pijama térmica de dos piezas que necesito para esta noche de luna llena. Dejé la ropa blanca en agua y cloro en las costillas del lavadero y bajé rápido al departamento por las dos prendas azul marino. Como lugar de reunión de todo tipo de seres alados que van de paso: cuervos, zanates, palomas, murciélagos y demás, a donde llegan a beber agua antes de continuar su periplo a rumbos, para mí, desconocidos, antes de usar el costillar del lavadero procedo a limpiarlo de las heces que dejan los forasteros. Bajé y subí en cinco minutos con una taza de café recién preparado.
Ahí, sobre el mueble de cemento que contenía playeras y camisas blancas, estaban los cuerpos sin vida de cinco cuervos. Habían llegado a beber agua y sin mayor trámite se envenenaron. No sé si a consecuencia del cloro que traje de Walmart, mezclado con agua y jabón; o si a la mugre desprendida de mi ropa de la semana. Lo cierto es que tuve que relavar las prendas ya listas para enjuagar y tender bajo este sol brillante de domingo. Con devoción, recogí los restos de los cinco alados negros, las plumas, las heces que, se dice, expelemos con el último aliento y los deposité en una bolsa de supermercado. Más tarde, cuando vaya en camino a la tienda de la esquina, abandonaré la bolsa en cualquier solar. No quiero que la Sociedad Protectora de Animales tome cartas en este asunto trágico e inesperado.
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Hijas de Eva Cristina Leirana
E
l libro reúne ocho trabajos de cuatro reconocidas investigadoras y dos también destacados autores. A través del acucioso prólogo nos formamos una visión global del contenido del volumen, a la vez que nos muestra la perspectiva que comparten estos trabajos interdisciplinarios: comprender el feminismo yucateco, en su vínculo con otras corrientes de pensamiento y con los movimientos políticos, sociales y económicos que se dieron en Yucatán. Objetivo que se logra con estos profundos artículos. Es que se han difundido estudios poco serios que descontextualizan el movimiento feminista en Yucatán y lo hacen ver como impuesto desde fuera y sin repercusiones en el pensamiento de las yucatecas.
La historia de la formación intelectual de las mujeres yucatecas de la clase media alta, la relación entre el liberalismo, la introducción de la masonería y la concienciación de las mujeres respecto de sus propios derechos son abordados por Georgina Rosado. Conocemos así cómo los vínculos familiares influyeron en la formación intelectual de las mujeres de fines del siglo XIX y principios del XX. Los liberales y los masones, si bien querían que las mujeres tuvieran una mejor educación, y aunque aceptaban la igualdad intelectual, buscaban liberarlas del yugo religioso para que mejor cumplieran sus papeles domésticos: administradoras del hogar, esposas y madres; no se planteaban la autonomía de las mujeres y menos su incursión en todos los espacios públicos. Como educadoras sí, ese trabajo les parecía compatible con las actividades consideradas femeninas. Hijas de Eva, llamaban en el rito masónico, a las mujeres, por contraposición a las que participaban en congregaciones religiosas y se denominaban hijas de María. Por aquello de las buenas costumbres, las mujeres tenían que asistir a las logias acompañadas, por el padre, o el esposo, o el hermano, o el hijo, y el grado más alto que podían obtener era el 14. A 76
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pesar de ello, ocurrió un fenómeno de apropiación, las mujeres fueron cobrando conciencia de su valía y sus capacidades y demandaron educación apegada al conocimiento científico; solidarias, muchas vieron en la labor docente la oportunidad de contribuir a la liberación de otras mujeres. Entre 1888 y 1895 funcionan las logias de mujeres, cerradas por presiones internacionales. Los masones que defendieron la inclusión de las mujeres en esa fraternidad fueron expulsados. Las bases del pensamiento racional ya estaban arraigadas en un importante sector de yucatecas. Por eso el feminismo encuentra un campo fértil en la mentalidad de nuestras coterráneas. Algunas masonas yucatecas fueron: Gertrudis Tenorio Zavala, Beatriz Peniche Barrera y Elvia Carrillo Puerto. Veremos más adelante que las encontramos participando en los congresos feministas. El segundo capítulo nos hace visible la historia de María Josefa Florentina (19 de marzo de 181028 de abril de 1864), mujer maya acogida por una familia poderosa que le da sus apellidos: Carrillo y Ancona. De ella se tenía noticia por su hijo el Obispo historiador y estudioso del pueblo y la literatura mayas, don Crescencio. Aquí se nos muestran otras facetas de María Josefa: inteligente mujer, educada, primera mujer maya de la que se tiene noticia que fue maestra, directora de primaria y administradora. Ejerció en Izamal, en una escuela municipal. Cuando por causa de la guerra tuvo que venir a vivir a Mérida, la pobreza no la amedrentó: se relacionó con los vecinos, puso una escuela particular, y cuando recibió la oferta de administrar una finca, la aceptó. Esas dos profesiones las ejerció probablemente hasta su muerte. José Iván Borges Castillo hace así justicia a una mujer que había sido relegada por la historia. "Lo femenino en Julia, la novela corta de Rita Cetina Gutiérrez" de Claudia Adriana López Ramírez
pone en contexto cuál era la propuesta estética de Rita Cetina, cuál su participación en la literatura nacional, y en la política cultural de nuestra región. Su importante labor educativa ha opacado sus logros literarios: el análisis que hace Claudia Adriana López invita a leer Julia; explica sus similitudes y diferencias con la novela homónima de Ignacio Manuel Altamirano. Demuestra que ambos autores tienen el mismo nivel literario. Sin duda es necesario tener presentes a las autoras de provincia para valorar justamente nuestro panorama literario nacional. En "La veta política de los congresos feministas" Alicia Canto nos explica con detalle cómo se desarrollaron los congresos de 1916 y nos muestra las particularidades del discurso feminista yucateco. Es importante, pues aquí tenemos las pruebas de que no fue simplemente una estrategia del gobierno de Salvador Alvarado, y como nos dice Alicia Canto Rosado "su influencia en la construcción del pensamiento feminista mexicano es incuestionable" (193). Desde otra perspectiva, En su trabajo Jorge Mantilla llega a las mismas conclusiones. Gina Villagómez en "Precursoras del voto femenino" nos explica quiénes fueron las primeras feministas en Yucatán, nos volvemos a encontrar con Rita Cetina Gutiérrez y su trabajo en La Siempre Viva (1870): la sociedad científica y literaria, la revista y el colegio donde fueron instruidas muchas niñas que más adelante realizaron funciones educativas y continuaron la labor en favor de los derechos de las mujeres. En 1877 se crea el Instituto Literario para Niñas, y Rita Cetina fue su primera directora; año y medio después regresa a hacerse cargo de su colegio, hasta que en 1887 la llaman de nuevo para hacerse cargo del Instituto, ocupación que realizó hasta 1902. Muchas de las Asistentes a los Congresos Feministas de 1916 se formaron bajo la influencia de Rita Cetina, Gertrudis Tenorio y Cristina Farfán, dirigentes del proyecto La Siempre Viva. Es decir, el desarrollo intelectual de las mujeres, la formación de las primeras maestras, el compromiso social de las escritoras son el campo fértil en el que fructifican las ideas sufra-
gistas. A principios de 1916 había quienes dudaban estar preparadas para el voto, y quienes cuestionaban la validez ética de la política, como para ser una actividad digna de las mujeres, pero todas coincidían en que fisiológica e intelectualmente teníamos las mujeres (o podíamos alcanzarla a través de la educación) la capacidad para elegir quién nos gobernaría, por lo menos en el nivel municipal. Se discutía también la pertinencia de que las mujeres tuviésemos educación formal, por aquello de la soltería. Pero no estaba en duda la capacidad intelectual de las mujeres. Lo más importante de este libro es que vamos haciendo visibles a las mujeres que luchan por sus derechos: Consuelo Zavala, Dominga Canto Pastrana, Adolfina de Avila, María Luisa Flota, Beatriz Peniche, Amalia Gómez, Piedad Carrillo Gil, Isolina Pérez, Elena Osorio, Fidelia González, Candelaria Villanueva, Lucrecia y Adriana Vadillo, Rosina Magaña y Consuelo Andrade, son algunas destacadas participantes del Primer Congreso Feminista. A su inauguración asisteron 620 mujeres. En el segundo, celebrado en noviembre de ese mismo año con 234 mujeres, el voto femenino se aprobó con 147 votos a favor y 89 en contra. No se aprobó que las mujeres fueran candidatas a puestos de elección popular. De todas formas, en la legislación no trascendió la propuesta de que la mujer votara. En este participaron Raquel Dzib Cicero, Rosa Torre y Gloria Mireya Rosado, entre muchas otras, como bien nos exponen Alicia Canto, Gina Villagómez y Jorge Mantilla en sus respectivos trabajos. De paso nombres de escuelas o de medallas, van tomando rostro y carne (unos sobrinos míos estudiaron en la Consuelo Zavala y doña María Martínez, mi abuela, recibió la medalla Raquel Dzib Cirero, por sus 30 años de servicio en la educación pública). El 19 de enero de 1919 surge la liga "Rita Cetina Gutiérrez" que Elvia Carrillo Puerto dirigió y en ella participaron: Susana Betancourt, Gloria Mireya Rosado, María del Refugio García y Alina seudónimo de otra colaboradora. delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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Otro aspecto importante del libro es que rompe el centralismo regional: no todo ocurrió en Mérida: Espita, Izamal, Valladolid, Motul, Acanceh, son algunos de los lugares donde se ha registrado la actividad e intelectual de mujeres y hombres de Yucatán, y se sabe que el hecho de que no se haya investigado en todas las demás comunidades no significa que no hayan tenido sociedades culturales y organizaciones sociales, hace falta indagar más. En la historia en femenino que nos expone Alicia Canto, nos enteramos que el 7 de noviembre de 1922 Rosa Torre es electa regidora de Mérida, siendo la primera mexicana que accede a un cargo de elección popular. En 1923 el Partido Socialista del Sureste postula a Elvia Carrillo Puerto como legisladora propietaria por el Distrito de Izamal, a Beatriz Peniche Ponce, por el Segundo Distrito de Mérida y a Raquel Dzib Cicero por el Tercer Distrito de Mérida, pero, como ya sabemos, se aplazó la toma de posesión. Tras la debacle que se da en nuestro estado, incluso reinstaurado, o supuestamente reinstaurado, el estado de derecho, con José María Iturralde a la cabeza del gobierno del estado, se continuó la persecución de las mujeres: Amalia Gómez fue separada de su cargo en el Departamento de Educación Pública; Rosa Torre fue "renunciada" como regidora; Elvia fue asaltada varias veces y tuvo que salir del estado custodiada por soldados federales; Susana Betancourt, tesorera de la Liga "Rita Cetina", fue obligada a entregar los fondos que custodiaba.
Entonces, nos damos cuenta: nuestras antecesoras no la tuvieron fácil, en el plano ideológico es relativamente sencillo aceptar la igualdad, compartir el poder es otra cosa; cambiar las relaciones sociales y políticas es mucho más difícil. Así nos va explicando cómo se transforman las corrientes del pensamiento feminista en México. Estamos hablando de varios feminismos, donde cada grupo reivindicará los derechos que más sienta que le están siendo afectados. El trabajo que cierra el libro nos habla de los avances más recientes, de las demandas de líderes contemporáneas, de los retos que aún hay para crear políticas sociales que lleguen a ser justas, los obstáculos que todavía enfrentamos las mujeres para ser incluidas en los diferentes ámbitos de la vida pública. Imposible resumir en unas breves cuartillas lo que hay en este libro, pero sin duda alguna, lectores y lectoras, al terminar nos quedamos con el conocimiento de una buena parte de nuestra historia, donde vemos que hombres y mujeres podemos realmente llegar a complementarnos para transformar las relaciones sociales en unas más justas. Felicito a las editoras, a las investigadoras y a los investigadores y recomiendo ampliamente la lectura, para que sigan germinando esas semillas de una revolución.
Rosado, Rosado, Georgina; Celia Rosado Avilés y Alicia Canto Alcocer (editoras). Las hijas de Eva. Las semillas de una revolución. UADY/Compañía Editorial de la Península, 2016.
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La memoria del pájaro por Ángel Augusto Uicab Versar el polvo: La Sal Enferma de Rodrigo Quijano. Hay un hombre de pie. Lo que sus pies descalzos lamen es la arena, la aridez de una superficie desértica. Lo que impera es el silencio, pero a ratos se escucha el murmurar de las serpientes del viento que ondulan las dunas y levantan el polvo que inicia un recorrido hacia las nubes, para instantes luego caer. Ésa es la única lluvia que podrá ver, y sentir, tanto en el exterior como dentro de sí mismo —ahí germina una tormenta. En el horizonte el sol extiende sus rayos para arder el cielo. Los ojos del hombre reflejan el fuego, se incendian a la alborada. La Sal Enferma de Rodrigo Quijano (Mérida, Yucatán; 1992), está dividida en cinco partes: Alborada, La Sal Enferma (que da nombre al libro), Del Polvo a las Estrellas, El Jardín de las Tristezas, y de nuevo Alborada para cerrar el libro. Con dicho poemario obtuvo el segundo lugar del Certamen Regional de poesía José Días Bolio, en 2013. Los poemas exploran la aridez, la desertificación; tomados desde un plano personal: el de las emociones. El poeta nos sumerge en ese océano muerto, de sal enferma, de triste arena. La lectura de los poemas torna la atmósfera seca, caliente, asfixiante. Conforme se avanza por el libro sentimos la piel áspera, que comienza a agrietarse. Nos embarga la desesperación de sentirnos solos ante ese desierto sofocante que no es más que el mundo que nos rodea, la vida pues. Queremos gritar pero un nudo en la garganta sofoca ese grito, entonces
nos incendiamos; como ese constante incendiarse de los versos de Rodrigo. Si vamos por esa línea para interpretar el libro, entonces la arena se entiende como ese cúmulo de pensamientos y fantasmas que nos ahogan, los problemas que al formar dunas, montañas, castillo u obeliscos se derrumban para dejarnos en escombros. Las grietas pueden traducirse como las heridas que se han sufrido a lo largo de la vida. Lo anterior se lee en los siguientes versos: "poco a poco se amontonan los fantasmas" (p. 17), "¿Qué podría levantarse de la arena?" (p. 20), "para ahogarse en las corrientes de la arena / y rendirse con la vida / deshojada…" (p. 27), "¡Rostro sobre rostro me derruyen! / ¿Cuál será la herida de mi cara?" (p. 28). El desierto es sentirnos en soledad ante un mundo que no nos comprende, sin armas ante la vida: "He cruzado el valle entero /…y en las olas del desierto / un rumor de trizas quepa / pero nada escucho; / ni las rocas que he pisado se despiertan" (p. 29). Ante esto surge la tristeza: "sal amarga, sin sentido, / triste arena…" (p. 25), "—Un corazón / de hierro que se oxida." (p. 40). La lluvia es lo que parece que nunca caerá para apaciguar los incendios interiores: "¡Lanzan sus lamentos a las nubes! / ¡Miran a los cielos / que se incendian!" (p. 17), "¡Cuánto más quisiera que esta lluvia / delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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levantara un nuevo mundo / de mis grietas…" (p. 45). Es la lluvia eso que hace que la esperanza germine: "—Dijiste al polvo que se iba / —Un universo / podría levantarse de la arena" (p. 34), "esperar que un lirio brote / de su pecho destrozado" (p. 38). Porque sabemos que la esperanza siempre está dentro, nada más hay que saber encontrarla: "Dices que en mi pecho late un árbol / y sus frondas / cubren los fragmentos / de la Tierra" (p. 45). Para que de las grietas del desierto se despierte la vida: "Un rumor avanza por las dunas / una voz / de yerba, que germina." (p. 41). Y así dejar atrás la aridez, recrear un nuevo mundo con el simple hecho de nombrarlo: "Voy a nombrar el amor, / voy a decirlo / con el verbo de los bosques, / con el llanto de la arena. Levantaré mi lengua sobre el mundo, / una palabra correrá en nuestras venas" (p. 50), esa palabra: vida, tomada de un modo optimista. La Sal Enferma es un libro que cuenta con ciertas particularidades. Una de ellas es que la mayoría de los poemas están escritos en verso libre, pero hay unos cuantos sometidos a métrica, los cuales podemos notar fácilmente dado que tienen el formato de letra cursiva y son los que cuentan con mayor sonoridad. Otra de las peculiaridades del poemario, es que algunos versos cuentan con nombres, palabras o guiños que nos remiten a la España de los castillos, puentes y ciudades amuralladas; en el medioevo. Cuenta de esto es que el autor nombra a Tabernas, que es un municipio español de la provincia de Almería, Andalucía: "¡Pobre de esta cumbre, / cruel Tabernas!" (p. 26). Tabernas está situada junto a una zona desértica que
también lleva su nombre, lo cual lo hace más peculiar dada la temática del libro; y si en la lectura nos preguntamos dónde sitiar el desierto de LSE en el mapa, he aquí la respuesta. Entre los versos también se menciona alcázar, que es un término español usado para designar a un castillo o palacio fortificado, tal como lo hay en Almería: "Un alcázar amanece en la estepa / demolido / por las víboras del viento" (p. 23). Almería se menciona en la página 47 del libro, es un municipio español y ciudad capital de la provincia del mismo nombre: "del arado que se envuelven con / perfumes de Almería". Almanzora aparece en la página 46, es una localidad española situada en la provincia de Almería: "no permitas que la sed incline tus cabellos / en mi falsa cuenca de Almanzora". Esto es solo un poco de lo que se puede encontrar en este libro. En mi opinión, la poesía que Rodrigo nos presenta es honesta; porque nos invita a dialogar con sus poemas. Nos involucra en su visión del mundo, y hasta puede que la adoptemos. Al terminar de leer La Sal Enferma la cuestión que germina es: ¿cuál es mi desierto? Cada quien construye su propio desierto según sus experiencias, solo que tener la esperanza de recrear el mundo, de reverdecerlo está dentro mismo, como se lee a continuación: Dices que en mi pecho late un árbol y sus frondas cubren los fragmentos de la Tierra ¡Cuánto más quisiera que esta lluvia levantara un nuevo mundo de mis grietas…
Rodrigo Quijano, 2015. La Sal Enferma. Sedeculta. 52 pp.
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Mi punto de risa por Roberto Cardozo
Cuestión de supervivencia. Siempre la búsqueda de pareja se ha regido por la más básica necesidad del ser humano: la supervivencia. Esta capacidad de supervivencia se denomina comúnmente: Poder. Quien tiene el poder, es quien puede encontrar pareja con mayor facilidad, insisto, encontrar pareja, no precisamente amor. El amor sólo es una especie de amalgama o pegamento que nos permite la unidad de una relación de pareja, es algo que los seres humanos aprendieron con el paso del tiempo para poder mantenernos unidos y de ahí que exista un proceso complejo que no sólo consiste en el cortejo, como en las demás especies animales, sino que se proceda a garantizar la permanencia de la pareja. Desde la prehistoria, sobrevivir se entiende como tener los alimentos necesarios, protegerse del clima y reproducirse. Por esto, las mujeres de esos tiempos buscaban hombres que fueran fuertes, ágiles para proveer comida, para elaborar refugios; y los hombres, por su parte, buscaban que la mujer fuera fértil, que proveyera complementos como vestido y cuidado de los pequeños. Entonces, los prototipos de personas atractivas eran hombres fuertes, musculosos, altos, atléticos, con fuerte presencia física ya que eso garantizaba su función dentro de la pareja; mujeres de caderas anchas, de senos prominentes, robustas para garantizar la reproducción. En pocas palabras el poder se demostraba con capacidades de cacería, los hombres y capacidades reproductivas, las mujeres.
Con el paso de los siglos, y en la revolución industrial, el poder cambió de forma. Al formar parte, los humanos, de sociedades cada vez más complejas, ciudades muy grandes, al establecerse y no tener la necesidad de la cacería para sobrevivir porque tenían la capacidad de producir los alimentos, la supervivencia se garantizaba con la posición económica. Entonces comenzó la carrera consumista, el que tenga el auto más caro, la ropa más cara, el que pueda comprar muchas cosas (caras) era quien tenía mayor poder, el poder lo tenía quien tenía (mucho) dinero. Las mujeres empezaron a fijarse en hombres que pudieran garantizar la alimentación y sustento de la familia a través de la riqueza que ostentaba; los hombres aún seguían buscando en la mujer las mismas capacidades reproductivas, aunque había cambiado un poco la concepción de belleza. Las mujeres ahora eran más delgadas, tenían mayor cuidado en el arreglo personal, y hasta los años sesentas, aproximadamente, continuaron con estas prácticas de seducción y atracción sexual. En esta década, los sesentas, se consolida la idea del amor como esa fuerza de cohesión que garantiza la permanencia de la pareja, como mencioné anteriormente. En resumen, el poder en los hombres era el grado de soltura financiera que podían tener y en las delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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mujeres la capacidad reproductiva seguía siendo símbolo de poder. Hasta este momento, los hombres débiles o pobres y las mujeres que no encajan en los parámetros de belleza establecidos por la misma sociedad, y entendiendo a la belleza femenina solamente como capacidad reproductiva, tenían muchas dificultades para encontrar pareja. Con la revolución sexual, la evolución se aceleró. Mujeres trabajando, ganando incluso más que muchos hombres, está forzando a un nuevo cambio de paradigmas, aunque la definición de supervivencia es la misma: comida, protección y reproducción. Las mujeres no necesitan el poder físico porque la tecnología ha facilitado las cosas, nada más fácil que ir al supermercado y agarrar lo que uno necesita. Las mujeres no necesitan el poder económico, ya tienen dinero para pagar las compras y demás lujos. Los hombres, por su parte, ahora están teniendo un esquema más amplio del concepto de belleza femenina con fines reproductivos, sin que olvidemos que la belleza está definida socialmente. Por esto, hombres y mujeres, tenemos que ofrecer algo nuevo, algo que en estos tiempos signifique supervivencia, esto es: Inteligencia. Ahora hombres y mujeres están empezando a dejarse seducir por las ideas, la inteligencia de las personas. Cada día se aprecia más la plática en el café que ver quién paga por él, podemos ver parejas que no se preocupan por ir al lugar más caro, sino el pasar el mejor de los ratos juntos. Es más apreciado ahora el tener unas palabras de apoyo, de comprensión de los asuntos de la pareja, que hacer demostraciones de poder económico o físico. En otras palabras, nuestro concepto de belleza está cambiando, dejamos de buscarlo en lo físico y empezamos a explorar los cam82
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pos cognitivos. Emociones, empatía, sensibilidad, inteligencia, son conceptos que están arraigándose en la nueva sociedad. La atracción física cambia por atracción psicológica, la necesidad reproductiva sigue siendo la misma, pero ahora sabemos que la sexualidad tiene más que ver con cuestiones mentales que físicas. Quien es inteligente ofrece a su pareja estabilidad emocional, fidelidad, garantía de protección psicológica y buena educación a los hijos, sentido del humor, comprensión, en pocas palabras: protección. Quien es inteligente busca en su pareja todo lo anterior y se deja seducir por esto. Desde luego, aún podemos ver gente que sigue teniendo como signos de supervivencia la fuerza física, la capacidad financiera, pero este complejo evento evolutivo no se podrá dar de manera inmediata ni simultánea en todos los seres humanos. No nos preocupemos, millones de años de evolución no pueden desaparecer de un momento para otro. Los hombres seguimos apuntando nuestras hormonas a cuerpos como los de las modelos de Playboy y las mujeres se emocionan a ver tipos como Brad Pitt mientras quisieran ser invitadas a desayunar a alguna isla privada en el Caribe por algún magnate. No veo mal que las personas sigamos sucumbiendo a estos instintos prehistóricos, ya que como se ha dicho, la evolución toma su tiempo. Es cuestión de definir si somos parte de esa nueva sociedad intelectualmente evolucionada o aún no hemos desarrollado nuestra inteligencia hasta ese grado.
La Niña TodoMePasa dice: por Jéssica de la Portilla Montaño
Viejo cuaderno de apuntes
Es un viejo cuaderno de apuntes, el último que utilicé en el Diplomado en Creación Literaria. La primera anotación es del jueves 1 de marzo de 2007: El Libro de Todas las Cosas, de JuusKuijer, fue el tema de aquella clase de Literatura infantil. Esos dos años en la Escuela de Escritores de México (SOGEM) la pasé coleccionando corazones, amigos, amores y una que otra frase célebre pronunciada por los profesores: "La Literatura se debe parecer a la vida pero con más lógica". "Se afantasman los que no leen" (sobre "Un hombre muerto a puntapiés", cuento de Pablo Palacio). "El dolor enceguece y produce palabras deformes". Valdrá la pena rescatar todas estas frases ahora que tengo el cuaderno por aquí. Mis penúltimos apuntes tienen fecha del jueves 10 de mayo de 2007: Literatura Infantil (Huckleberry Finn, Mark Twain) y Novela. Luego vienen las tres páginas (sin fecha) que garabateé con ideas para las primeras 50
cuartillas de la novela que tenía que entregar para graduarme. El cuaderno finaliza con apuntes de Narrativa Latinoamericana (José Eustasio Rivera) y Poesía (Pablo Neruda) y las clásicas dedicatorias de fin de semestre de quienes fueron mis compañeros y hoy son colegas de letras. Dice el borrador de ideas de mi "tesis": "Once de la mañana de un día [lunes] domingo. Los demás hablan en cursivas —> M. habla con guión. Piensa en tipografía normal. —> una sola línea, tajante. Acotaciones abajo. Una ex junkie tiene una hija que cuidan los papás. Ella tiene dinero estudia trabaja etc, pero su papá novio (no el papá) la deja. Ella enloquece y empieza a creer que todos los días es domingo. Novio habla en cursivas. delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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No la dejan ver a la niña desde que empezó a tomar de nuevo. Amenazan con quitarle a la niña, que tiene, va a cumplir un año tres dos años.
1924.- Veinte poemas de amor y una canción desesperada. El poeta del amor. El canto general.
M. estaba embarazada (la dejó el papá por otra) sale con el novio la cuida etc pero él la deja dos o equis (?) meses antes del comienzo de la novela.
"Los pintores se hacen veinte bocetos. Los poetas creen que ya a la primera".
M. tiene 22 años actriz de teatro que escribe sus propias obras".
Al final, una nota que debiera copiar en un post-it para pegármelo en la frente:
Mis últimos apuntes dicen: "NERUDA - Chile
"ESCRIBIR TRES PÁGINAS AL DÍA, LLUEVA TRUENE O RELAMPAGUEE".
Fluidez humana coloquial exteriorista comoWhitman (Neftalí Ricardo Reyes Basoalto?)
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Incipit
por Blanca Vázquez
Gerardo Ortiz y el caos existencial "Más vale que llores de adentro pa'fuera, porque si lloras de afuera pa'dentro, pos te inundas a puras lágrimas" El Piporro
Son las 3:25 pm. escurren por mi cuello unos listones de sudor que me obligan a entrecerrar los ojos. Ray Charles suena dentro de mí, aprieta mi garganta y mis ojos se hacen agua mientras espero sentada a que inicie la clase. A mi alrededor los universitarios parecen hormigas apuradas, no llevan libros, sus manos oyen notas que los mueven aprisa o que los desliza como sombras de madrugada. Separo por un instante a Ray con su voz penetrante. Todo cambia. Me ubico en un mundo alterno en donde la melancolía y la esperanza se acunan como seres primigenios del universo y desaparecen. Escucho sólo los estruendos de una tambora que contonea los cuerpos y aleja las mentes de su humanidad. Algunos proveedores de música por internet exponen que los mexicanos son las personas que más descargan música por estos sitios y que los gustos oscilan entre la música regional y el pop nacional. Las disqueras los ven como fuertes compradores en línea pero los excluye de la compra del disco, objeto. Agudizo el oído y Gerardo Ortiz se cuela con una tonada que invita a beber y a jalar unos mujerrones, e imagino aquellas que aparecían en el sensacional de luchas o la novela policiaca que se compraban en los años 80 en los puestos de periódicos. Veo a mi alrededor, y ellos como capataces persiguen a "sus" hembras, ellas, mujeres todas no se saben y ni se pertenecen, todas clones de las telenovelas o programas matutinos. Un caos. Espero ansiosa el cataclismo que nos hunda y destruya esto.
Crying time suena entre mis yemas y me arropo. Edgar Allan Poe llegó a escribir que en la música es acaso donde el alma se acerca más al gran fin por el que lucha cuando se siente inspirada por el sentimiento poético: la creación de la belleza sobrenatural. Entonces pienso que nada ha alterado la esencia de estos que se mueven autómatas inspiradores de repeticiones vacuas. Los dedos de R. Charles me calman. Nada hay de malo en la música regional, en mis primeros años Los Alegres de Terán compartían el espacio con el Acapulco Tropical, el Piporro, Toño Zamora, Antonio Aguilar o Rigo Tovar y su Costa Azul. Los recuerdo con la nostalgia expuesta y hago un veloz recorrido musical donde el blues, el rock, el jazz, el son, el bolero, la bachata, la salsa, la de protesta o el merengue se van haciendo espacio… pero los universitarios no entran en esos géneros… los detuvieron en un espacio determinado, pendientes de su violencia y su descarnada humanidad. Dejo que suene It Had to be you y entro al salón de clases con pasos dolidos pero firmes, esperando encontrar la llave de otra realidad.
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Desvaríos de la freaky neurosis por Gema E. Cerón Bracamonte
Locura virtual
Vivimos sumergidos en la tecnología, es casi imposible escapar a ella. El hombre ha utilizado la ciencia para crear aparatos que facilitan la vida de millones de personas. Teléfonos inteligentes, computadoras, tabletas electrónicas, cajeros automáticos, pantallas de plasma con señal digital, hornos de microondas y un sinfín de artefactos electrónicos e industriales que ni siquiera puedo nombrar. Dentro de todo ello, uno de los avances más revolucionarios de los últimos tiempos ha sido el internet, esa red que nos conecta a todos, donde disponemos de tanta información y podemos contactar a cualquier persona en cualquier lugar del mundo. Adonde quiera que voy observo gente navegando en internet, revisando el facebook, whatsapp, viendo videos o escuchando música a través de sus dispositivos electrónicos. Incluso ahora escribiendo esta columna, hago gala del uso de mi laptop y posteriormente utilizaré la red para enviarla. ¡Maravillosa la tecnología, magnífico el internet!, conectando a gente desconocida con aspiraciones similares. Jamás fueron las distancias tan cortas o la soledad más absoluta. Estamos conectados virtualmente pero lejanos en espíritu y no puedo dejar de pensar en esta extraña paradoja. Recuerdo aquella melodía mezcla de funk y jazz ácido, de la canción Virtual insanity de Jamiroquai, pues aunque han pasado casi veinte años, ahora más que nunca cobran sentido las palabras de Jay Kay: "Es una maravilla que el hombre pueda comer, cuando las cosas se hacen más grandes él se vuelve más pequeño… futuros hechos de locura virtual. Ahora todo parece ser gobernado por este amor que tenemos por
la inútil, retorcida, nueva tecnología... nada lo cambiará y nada hará que lo olvides… Ahora todo el mundo tiene locura virtual". Dependemos tanto de la tecnología, que suelo preguntarme ¿cómo viviríamos sin ella? Si de pronto todo colapsara, como en aquellas películas de tintes apocalípticos, ¿sería difícil adaptarnos?, ¿lucharíamos por recuperar la comodidad perdida o regresaríamos a nuestro pasado sin ella? El hombre se ha vuelto solitario, ya no es necesario entablar una conversación o hacer nuevos amigos, ¿para qué?, ahí está el Facebook. Importan los likes de tu página pues la popularidad se mide en cuántos seguidores tienes, en cuántas personas "stalkean" tu perfil. Y puedes comentar lo que quieras sin exponerte al juicio público o a la vergüenza por decir algo inapropiado. ¡Claro!, siempre existirán quienes se sientan aludidos con tus comentarios, pero si alguien te molesta, lo bloqueas y ¡listo! Eso sin olvidar que delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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cualquiera puede ser famoso en youtube. "…¿ves?, un mundo loco en el que vivimos". Es cierto, yo también utilizo la tecnología, la disfruto, ¡amo el internet! Es bueno estar en contacto con gente similar a uno, es maravilloso tener acceso a información de una manera rápida y casi sin esfuerzo; es más fácil acceder a Wikipedia que a una biblioteca, por ejemplo. Esto nos ha vuelto perezosos e incluso con falta de criterio para discernir lo verdadero de lo falso. Se tiende a tomar la información en la red como si fuera un credo absoluto, cuando existe mucha basura. Desde disparatadas teorías conspirativas hasta artículos que parecen verdaderos pero carentes de validez científica. Ya lo he dicho antes, debemos aprender a utilizar las redes sociales, pero sin tomarnos a pecho todo lo que en ella encontramos. Somos libres de publicar lo que deseamos y también somos libres de elegir a quienes seguir o qué publicaciones nos interesan. En el caso específico del Facebook, una de las condiciones para sacar una cuenta es contar con la mayoría de edad. Sin embargo, muchos padres de familia permiten a menores obtener su propia página. Si
ya sabemos que en la red encontramos gran cantidad de información, luego no nos quejemos de mojigaterías cuando le permitiste a tu hijo de tercero de primaria acceder al "face". O por ejemplo, si no quieres exponer a tu familia o a tu propia persona al crimen organizado, no publicar fotos de tu vida privada sería una buena opción. Conocí por ejemplo, un caso cercano sobre un secuestro el cual fue cuidadosamente planeado gracias a la información que la víctima publicaba en sus redes sociales. No es que esté mal usar el internet, las redes sociales o cualquier otro instrumento tecnológico; pero debemos entender la necesidad de un equilibrio. Usar, mas no abusar de todos ellos. Las redes sociales son buenas, pero hasta cierto punto. Sabemos que la gente verdaderamente importante estará cerca de nosotros sin importar si tenemos Facebook, Whatsapp, Twitter o lo que se nos pueda ocurrir. Debemos aprender anavegar, sin ahogarnos en el mar de información. Comprender que la virtualidad no siempre refleja la realidad, y darnos cuenta de lo que somos: seres inteligentes con capacidad de crear, soñar, disfrutar y vivir aún sin todos esos artilugios inventados.
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Nos vemos en el slam por Mario Pineda Quintal
Están de regreso. Pasó mucho tiempo, algunos dijeron años, para que nuevamente en Mérida sonara una tocada de ska en una sede de sindicato. Con la presentación de bandas locales como Los Bienvenidos, Residencia Malahuero, La Colekta y Capitán Pachamama, la capital yucateca recuperó por unos momentos la esencia de este tipo de eventos. Como deben ser, como deben de festejarse. El flyer convocaba sábado 4 de junio a las ocho de la noche y un cover de 25 pesos en el local del Sindicato de Alarifes. Cuando llegué, alrededor de las 22 horas, los integrantes de Residencia Malahuero abrieron la fiesta, y en menos de tres canciones el sonido de sus instrumentos ya motivaba a la rueda del slam. Alrededor de los empujones, codazos, patadas y rescate de los caídos, movimientos que no hicieron falta en todo el evento, se pudo observar esas características que dan a las tocadas de bandas yucatecas, de cualquier género, un ambiente de libertad, solidario, cooperativo y alegre. El contacto músico-público era evidente. Ambas partes tomaban el líquido de los misiles (caguamones para otros lados de la República) en vasos grandes desechables, para evitar botellazos por si la fiesta se ponía punk mala onda. No existían restricciones de espacios, nada de vallas o áreas exclusivas o solo personal autorizado. En el área de venta de cervezas, la más concurrida, se permitía que
los bebedores se sentaran en la barra sin perjudicar, en ni un momento, la comercialización de la bebida. En algunos grupos de amigos o amigas, el vaso rolaba de boca en boca hasta que llegaba el momento de que alguien diera su tanda. El código de vestimenta fue una muestra de libertad, llegar vestido como quieras e irte como te dejó el slam. Por ahí se veía una playera del "Che" Guevara, un R2-D2 brillando en la oscuridad, dorsos descubiertos, shorts cortos en las piernas de las chicas, playeras de todos colores, y otras prendas. La alegría que contagiaban las canciones hacía que algunos se movieran con el clásico pasito del ska "correr en tu lugar como si no fueras a ningún lado", o de plano esas contorsiones corporales para llevar el ritmo. Y las luces del lugar eran encendidas para el breve espacio de intercambio de bandas, ya que mientras tocaban la oscuridad y unas luces de colores concentraban la atención al escenario, donde fue notable la originalidad de los músicos en presentar rolas de sus propias autorías, así como cover de bandas de rock y ska imponiéndoles un estilo sin perder las esencia de los temas. Nadie venía a pedirte que consumieras para estar en el lugar o prohibir al público sentarse en el piso. Alejada del corazón del centro histórico, lugar habitual de este tipo de tocadas por concentrar locales de un gran número de delatripa: narrativa y algo más, No. 26, Junio 2016
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sindicatos de trabajadores, la tocada se suma a la etapa de descentralización de la música alternativa que se crea en el estado, ir más allá del centro de Mérida, que la música suene en las colonias, en los fraccionamientos, en las comisarías, en todos los municipios. Y además, el evento, puede ser el antecedente de ese regreso a los locales de sindicatos para que en la ciudad se mantenga la diversidad de antes, cuando un sábado o viernes, en estos lugares
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había fiesta también en los bares. Puede ser un principio. Una nota antes de finalizar la columna. Felicidades a los "Bienvenidos", la tocada fue por motivo de su segundo aniversario presentando a los oídos Rocksteady, que sigan en la fiesta, que siga el slam y organizando eventos que le dan sangre de la buena al movimiento alternativo del estado.