Revista delatripa no 28

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NĂşmero 28 Agosto 2016.

delatripa: narrativa y algo mĂĄs, No. 28, Agosto 2016


Revista

Número 28. Agosto. 2016. Es un proyecto de la Catarsis Literaria El Drenaje, editada en Ensenada, Baja California. Revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría. Edición. Larissa Calderón. Colaboraciones a romeolobos@yahoo.com.mx / Consejo Editorial: Narrativa y algo más

Alejandra Aké Sustersick, Joelia Dávila, Cristina Leirana, Larissa Calderón, Roberto Cardozo, María Nieto, Mario Pineda Quintal y Anel Mora.

Contenido

Las flores de Ana Larissa Calderón .................................................... 3 Mierda de perro Anel Mora ............................................................... 5 Los viejos amigos Roberto Cardozo ..................................................... 6 Mila Rosa Cecilia Cabañas Pérez ........................................... 8 Un vistazo a la novela de José Agustín, De perfil. Susana Mota López ............................................... 11 La fuerza de la ambición Jéssica de la Portilla Montaño. ............................ 14 ¿Poetas o merolicos?¿Vendedores o charlatanes? Mavi Robles-Castillo ............................................ 15 Acerca de Brazos Labios Romina Cazón ...................................................... 18 Morir en agosto Jesús Fuentes ........................................................ 19 El way chivo Melbin Cervantes .................................................. 21 No pierdo nada Blanca Vázquez ..................................................... 25 El último sueño María Nieto ........................................................... 26 Ésta noche no hay cena Violeta Carolina Azcona Mazún .......................... 29 Salgari Daniel Arturo Casanova Gómez. .......................... 33 El destino, el demonio de la perversidad y Cristina Juan Machín ......................................................... 35 La piadosa Mercy García ........................................................ 39 La casa de nadie Manuel Crespo ...................................................... 41 Hoja en blanco José Cháirez .......................................................... 45 Máscaras Judith Almonte Reyes ............................................ 48 Recesión Nancy Karina Sánchez Villalón ........................... 49 Mala escritura Gerardo Ugalde .................................................... 53 delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

La muerte del falsificador Gerardo Ugalde .................................................... 55 Aquello llamado Melancolía Fabiola Morales Gasca ........................................ 57 Saldo de cuentas Erika López Rodríguez. ........................................ 61 Tres narracions Uriel Martínez ....................................................... 63 Soñando despierto Gerardo Ugalde .................................................... 66 Seis veces 71 Óliver Galera ........................................................ 67 Peludisney o Para mojar chavitos Ángel Fuentes Balam ............................................ 71 Taxi Libre José Trinidad Aranda Aranda .............................. 76

Columnas La memoria del pájaro Ángel Augusto Uicab. ........................................... 79 Mi punto de risa Roberto Cardozo ................................................... 81 La Niña TodoMePasa dice... Jéssica de la Portilla Montaño. ............................ 83 Incipit Blanca Vázquez ..................................................... 85 Desvaríos de la freaky neurosis Gema E. Cerón Bracamontes ................................ 87 Nos vemos en el slam Mario Pineda Quintal ........................................... 89

Imágenes portada e interiores de la Artista

Zibdi Pech Moreno


Las flores de Ana Larissa Calderón

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n ese momento no entendió la nota "los niños están con tu mamá". La encontró en la mesa donde siempre pone la cartera, el cambio y las llaves, y ella deja mensajes, y las flores naturales dentro de un jarrón regalo de boda. La llamó la primera vez, y entró al buzón. Todas las luces de la casa estaban encen-didas. Resignado fue apagando las de la planta baja, la cocina limpísima le hizo sentir hambre. Llamó por segunda vez al teléfono: apagado. El televisor de la sala estaba encendido, al mirarlo pensó en el orden de siempre en la casa, sin juguetes de los niños, ni platos y vasos de superhéroes sucios, ni una sola morona o cereal de colores en el tapete de la sala. Que suerte vivir con una mujer así, cuidadosa de la casa, de los dos niños, de las actividades de la iglesia y de él. Pensó en no reclamarle la indisciplina del menor, un rubio de cabello y carácter incontrolable; ni decir nada del gasto de energía por las luces irresponsablemente dejadas encendidas; si iban a salir debieron apagarlas, y mucho menos reclamar que otra vez dejó el teléfono apagado. Subiendo las escaleras miró las fotografías en el muro; la familia que hizo al lado de esa mujer; gesticuló una sonrisa de triunfo y el brillo de sus ojos, que traspasó las micas de sus lentes gruesos por la miopía, lo vio en el reflejo de los cristales que cubren las fotos, era el mismo brillo cuando posa al lado de ella. El segundo piso igualmente en total orden, el baño, el pasillo y el cuarto iluminados, suspiró sin sentir enfado, recordándolos a los tres; el mayor era su imagen, siempre atento de las

necesidades de su madre, con su cabello lacio y peinado de lado, sus lentecitos y piernas largas como las suyas. Verlo es mirar un espejo que viaja en el tiempo a la propia infancia, de hermano mayor, de ejemplo, de muchas expectativas, de niño irremediablemente bueno. En cambio el pequeño, el bebé regordete de risos amarillos, ya pasadito de los tres años, sigue usando pañal; imparable en la misa, recorre la iglesia ante la impotencia de los padres, que se han dado por vencidos y lo dejan deambular entre las bancas, sin zapatos, entre los pies de los asistentes. Imparable también en casa ante la paciente mirada de la madre y el hermano, e imparable ante su desesperación. El crío ha de ser una prueba de Dios, piensa, y el amor nubla la angustia devolviéndole la paz de un amor incondicional. Levantó la tapa para orinar y la bajó al terminar; lavó sus manos, después de secarlas, acomodó la toallita para manos, con los motivos florales alineados, todo lo hace pensando en ella, así le gustan las cosas. Con la luz apagada, se dirigió a hacer lo mismo en el cuarto de los niños, y ya por inercia apagó la luz del pasillo y entró a la recámara. Olió su perfume fresco y femenino de duraznos, el olor de la mujer más dulce, tan suya desde siempre;desde aquella tarde de preparatoria cuando la encontró, tímida, en una banca, con su biblia abierta y metidas entre las hojas, flores amarillas cortadas en el camino. Había estado lloviendo en Ensenada y las flores crecieron en los cerros y las veredas.

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Empezó a ir a misa en la iglesia de la colonia, domingo a domingo. La dejaban caminar con él hasta la puerta de su casa, aunque los papás y las hermanas caminaban atrás de ellos. Ana sonreía y platicaba de los chimes de las chicas de la iglesia, de los triángulos y demás geometrías del amor, sus primas, hermanas y toda una letanía de nombres y enredos que lo hipnotizaban. Entró a los grupos juveniles con ella, y los hizo su mundo, con la misma devoción que sentía por ella, fue ganándose la confianza del párroco y un discreto liderazgo entre sus pares. Le urgía terminar la universidad para casarse con ella. Pleno y feliz vio su foto, juntos, en el muro de amonestaciones de su parroquia. Sin poder evitar, se quedaba mirando y releyendo, sus nombres, sus lugares de nacimiento, edades, el nombre de sus padres. Ahí estaban resumidos, su origen, su vida futura y todos sus sueños. Se quitó los pantalones y la camisa, que puso doblados en un cesto; abrió el clóset de puertas de madera que ella tanto le pidió mandara hacer; en el espacio destinado para la ropa de su mujer ya no quedaba nada; sólo colgaba la blusa roja, pulcramente planchada, la que hace juego con

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su propia camisa roja, y que juntos usan en el servicio dominical, en los cursos para parejas católicas. Miró al tocador, de sus perfumes y cremas sólo el olor y el espacio vacío. Supo que no era necesario hacer la tercera llamada. Marcó a su mamá; efectivamente los niños estaban ahí. Se dirigió a por ellos de inmediato. Al salir de la habitación, la casa estaba completamente a oscuras y sin ella. Los niños corrieron hacia él, felices al verlo llegar, y su madre lo consoló con un abrazo; no le permitió que dijera nada de ella. En el coche, el menor se quedó dormido después de una inútil lucha por no usar el cinturón de seguridad. El mayor preguntó por su mami, Mamita no va a volver. El niño pensativo reformuló su pregunta ¿Se la llevó Dios? No, no se la llevó Dios, ella se fue con él. El domingo de esa semana en la misa, él llevaba la camisa roja puesta; el hijo mayor lo miró atento, y de haberse atrevido hubiese recogido las lágrimas de su padre antes de caer en el cabello recién cortado de su hermanito, que esta vez, permaneció en el regazo de su padre durante todo el servicio.


Mierda de perro Anel Mora

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o le hubiera cambiado nada a esta vida, nada. Ni los mares que bañaban los montes despoblados, ni el calor de la chingada que me agobiaba después de las once de la mañana, ni las mierdas de perro que me recordaban la desfachatez de la gente "elitista", ni el poeta que bañaba mis oídos noche a noche con sus versos. Bueno, también bañaba mi entrepierna, y mis pechos, y mi espalda, y mis nalgas y todo el misterio que entre ellas se escondía… No le hubiera cambiado un milímetro al poniente, ni a la forma en que las aguas se tragaban esos diamantes intranquilos que burbujeaban hacia las seis de la tarde. Los rasgos grises, los transeúntes indiferentes, cortinas entretejidas con un día de cigarrillos y movimientos vespertinos… nada de eso hubiera alterado de la Escena callejera de George Grosz. El cuello de las mujeres de Modigliani era perfecto para mi perfecta hegemonía con la vida, con el vino, con la poesía… la transgresión de Dalí, la amargura de Kahlo, incluso las manzanas inexpresivas, ñoñas e irrelevantes de Martha Chapa eran idóneas, eficaces para esta vida eficaz en la que habitaban tus besos, tus manos gruesas, tu brutal honestidad… La ventana de mi casa, insignificante para el mundo, era buena, noble; era un camino hacia el mar que tú y yo llevábamos dentro… Los cientos de libros en mi memoria, los que aún esperan en el estante y en las sombras de lo desconocido, eran grandiosos, no hubiera modificado una sola coma, ni uno sólo de los puntos suspensivos… Los carteros ausentes, las camisas maltrechas, el café sin azúcar, las tintorerías y los muelles, era poesía exquisita en mis pupilas. Pero una mañana, una de tantas parecida a las demás; calurosa como la chingada, con las calles atestadas de mierda de perro y la ventana recordándome la eternidad de la miseria, y los mares mojando una y otra vez las putas costas llenas de basura, y las pinches fotografías de esos pintores magníficos repitiéndome una y otra vez que jamás podré tener un original… Una de esas mañanas en que me reventaba la cabeza por la resaca de un vino barato y cruel, y los libros empolvados me hacían estornudar hasta las lágrimas, y yo rascaba del frasco lo que quedaba del nescafé… ese nescafé que me supo más amargo que nunca… una de esas mañanas en que injurias al cartero por traerte sólo cuentas por pagar, y el sol te quema, y el corazón te duele, y te duele hasta por los codos… ese perra mañana de mierda… tú, te habías ido…

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Los viejos amigos. Roberto Cardozo

¿No te ha pasado que en ocasiones te reencuentras con viejos amigos y alguno te quiere saludar con los apodos de siempre, como un "¿qué pedo, pinche Zancudo?", entonces lo ves y te preguntas si habrá tenido algún tipo de problema psicológico? Esto es porque seguramente se quedó con la idea de que las cosas nunca van a cambiar entre tú y tus amigos. A mí me sucedió hace poco tiempo. En un reencuentro en el que varios amigos tenían tiempo sin ver al resto del grupo que fuimos en la adolescencia. Los que nos seguimos viendo todo este tiempo, teníamos una comunicación fluida, debido a que estamos enterados constantemente de lo que sucede entre nosotros. Los que se han ausentado por mucho tiempo, por momentos se quedaban mirando nada más cómo fluían las palabras con chistes nuevos y anécdotas de las que no fueron partícipes. Estar en esa plática, por momentos fue como abrir una cápsula del tiempo, en la que se recordaban momentos pasados. Bueno, dirás que en todas las reuniones de amigos sucede que se recuerdan las anécdotas pasadas y todos ríen, pero recordar es una cosa y querer seguir viviendo la amistad como antes es algo muy distinto. Recordar una amistad y sus momentos felices es algo que se da al calor de unas cervezas, es algo que desaparece cuando alguien pide la cuenta. Entonces, te concentras en pagar tu parte o ponerte de acuerdo a ver quién paga esta vez, con la promesa de que para la próxima tú vas a pagar. Las reuniones de amigos deben ser para eso, para recordar viejos tiempo sin aferrarse a ellos como si se pudiera seguir jugando una cascarita en el parque hasta las dos o tres de la madrugada. Tenemos que saber perfectamente que ahora las conversaciones van a ir en torno a cosas de los hijos, problemas del trabajo, problemas con la pareja. Entre los tragos de cerveza van apareciendo enfermedades que nunca pensaste tener y que solías decir: Cosas de viejos. Si acaso eres de esas personas que pretende que las amistades, los chistes y todo el relajo que armabas de joven, se siga dando entre tu grupo de amigos, quizá deberías consultar con un especialista. O bien, asistir más seguido a las reuniones de amigos a las que seguramente no vas porque no te deja tu esposa. Además, qué hueva seguir con lo mismo después de veinte años. Es mejor aceptar que uno va envejeciendo y que las cosas tienen que cambiar porque el tiempo no se detiene ni perdona nada. Bueno, eso supongo; pero ahora, con permiso, ya me está doliendo la espalda. 6

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Mila Rosa Cecilia Cabañas Pérez

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a.m. Comenzaba la lectura de la primera página del diario, el sol brillaba como en inicio de primavera, creyendo que es otoño por la hojas caídas de los árboles del patio de "Mila Rosa", la cafetería más antigua del centro de la ciudad, percibiendo la nostalgia de un invierno por llegar, aunque triste por la muerte de la abuela Raquel. Era viernes, o miércoles, tal vez un jueves, da igual el día que fuera, porque diario estaba ahí. El olor a expreso caliente se filtraba en cavidades nasales de todos los presentes. Carlos como siempre, portando esa sonrisa fingida llena de frustración, por tantos años trabajando de mesero en la cafetería con el mismo puesto, un sueldo complaciente que da felicidad a sus dos hijos y a su mujer, que aunque fea, la fidelidad ha sido el lazo más fuerte para seguir con tal mediocre de matrimonio. En esa mesa, la mesa tres que está cerca del barandal del andador, se encuentran Giles, Francisco y Rolando. Los años no pasan con ellos, las arrugas les cuelgan hasta en los pómulos más escondidos y la estructura ósea encorvada de cada uno, define su estatura. Quizá cuando jóvenes tuvieron apariencia de hombres galantes; se puede percibir en la frente de Giles, que hace notar esas cejas que crean una sola línea de expresión, la voz grave como cantante de ópera, bajo profundo, italiano, muy masculina. Rolando no se queda atrás mostrando esos brazos que al parecer, 47 años atrás, lucían músculos fuertes y anchos, ganados por el ejercicio de campo, que le hacía hacer su padre mientras jalaba las tiras de la rienda de su mula para crear los surcos de su arado. Acción 8

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que no le gustaba recordar, pues las heridas del tiempo quedaron latentes en sus manos, eran fáciles de notar cada vez que sostenía el cigarro en su mano derecha, lo hacía con el pulgar y anular, pudiéndose notar las cicatrices con forma de líneas de relieve grueso. Miradas frescas y con aires de libertad, portadas en esas chicas de la mesa cinco, novatas en el ámbito de la vida común, se han equivocado de lugar, parecen indiferentes al menú. —¿¡Y donde dice frappé de moka!?— (recargando su mano en la mesa) —Tal vez, se pide con otro nombre— (moviéndose el cabello de lado derecho) —¡Pidamos cappuccino clásico y ya!— (leyendo los mensajes del celular) Los labios de cada una lo decían en completo silencio. Era telepático. Ese olor juvenil no pertenecía a "Mila Rosa". La mirada corre en dos segundos a la izquierda. Ahí está David Leyva, como siempre, portando su saco negro y pantalón de mezclilla azul. De seguro con otra de sus conquistas, aunque esta vez, luce simpática y muy joven. 30 años, tez clara, cabello lacio, delgada y con expresiva sonrisa, de seguro la conoció en el trabajo. La vida de Leyva no ha sido fácil, en su rutina de cazador forjó el carácter libertino, y pudo conseguir un buen partido, su mujer ingenua; en casa lo espera como todos los días. Su gran manera de persuadir clientes en la empresa, bueno no solo clientes laborales, le ha servido para tener un gran puesto.


Por eso nunca deja de sonreír, es un hombre exitoso, y aquella que lo acompaña… está a punto de descubrirlo. —No podemos seguir viéndonos, mi trabajo absorbe mi tiempo, cariño; sabes que mi amor es muy grande, pero no podemos continuar, la solución es simple pero dolorosa. Típica frase del señor Leyva para deshacerse de sus conquistas, aunque la mujer parece no ceder a su gastada frase, está dispuesta a seguir pase lo que pase. Así es al amor dicen, "contigo en las buenas y en las malas", pero David no quiere ni buenas ni malas, solo quiere caricias baratas sin contrato de tiempo. La tensión socorre a la mentira en la mesa siete, levantando el rostro con una sonrisa, acariciándole la mejilla a la mujer, David, la besa. —¡Es ella!?— dijo la mujer de David. —¡No!, Miranda, yo lo puedo explicar, créeme por favor. —¿Cómo puedes ser tan cínico de verme a los ojos y decir "créeme"?, ahora mismo, está terminado todo, ¡No volveré a casa, no volveré a verte, no quiero saber de ti por todo lo que me reste de vida!! —¡Por favor, no Miranda, no me hagas esto! No lo hagas. Mi amor, no creas lo que parece, yo no te dejaría por nadie y lo sabes; eres mi esposa y la única, ¡no me dejes!— con desesperación David grita. Francisco se levanta de la mesa tres, y trata de calmar los estribos de Miranda, la toma del brazo para jalarla afuera del lugar. Ella con lágrimas en los ojos no se niega, pues su corazón ha sido asesinado brutalmente, como un niño que aplasta un insecto y cruje su cuerpo delicado hasta remolerlo y no dejar restos

móviles. Así fue el crujido de ese corazón. Rolando, y una de las chicas de la mesa cinco corren hacía David, y bruscamente lo detienen en la mesa evitando así el acercamiento a Miranda. Azucena, la conquista de David, solo estaba con los ojos abiertos, duda haber parpadeado a una velocidad de 300 milisegundos, o al doble. Estaba literalmente congelada. Carlos gritaba con furia: —¡Corre! ¡Qué esperas, vete o estarás en graves problemas! Esto ya se salió de control mujer, debes irte de aquí ahora mismo. La discusión había causado que derramaran café en los manteles blancos que estaban sobre la mesa de roble. —Eres un farsante, ¡Me mentiste! Claro, debí imaginarlo, patanes como tú se encuentran en todas las esquinas, en un abrir y cerrar de ojos; pero yo tan ciega no queriendo ver. No tengo nada que hacer aquí. ¡Esto es humillante!— dijo Azucena. (Agarró su bolso y se fue con indignación, agraciada como en papel victimario pero cobarde). Leyva, frustrado por no ir detrás de Azucena, se soltó a llorar con furia interna. Y con lágrimas en los ojos, tragó saliva, dio un suspiro intenso. —La cuenta por favor. Carlos se acercó y le dijo que eran 50 pesos. La tensión se sentía por todas los rincones de la cafetería. Todos de píe tratando de ver la continuidad del espectáculo; rara vez se presentan tales eventos, sin costo, en la cafetería, quizás los martes, esos días son precarios en asistencia. Y no estaría de más que fingieran este tipo de hechos impredecibles, pero, ¿Quién dice que delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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esto es real? ¿Acaso los 70 años de Rolando predicen lo que acaba de pasar?, él sabía de la vida libertina de David y era vecino de Miranda desde que tenía 5 años. A nadie se le ha acusado por lucrar y hurtar los pensamientos de la gente, si sólo se convierten en suposiciones imaginarias que pesan menos que una hoja seca sobre el agua, que correrá mañana por la calle que desciende de la casa de David, hacía la avenida principal. Puede que… puede que… —Señora, ¡Señora!, caray, lo mismo con esta señora, creo que solo viene a tomar la siesta

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aquí. Hasta parece muerta. Tan inerte como siempre. Debería de estar en un asilo, siempre viene con la misma ropa, hasta parece que no se baña. Señora, ¡hey!... ¿Qué va a pedir? ? —¡Oh mi querido Carlos!, una disculpa, ya sabes que a esta edad me pasa seguido? —Parece ser que si, Doña Raquel, a veces le pasa esto más cuando llueve. ¿Quiere que le traiga lo mismo de siempre?


Un vistazo a la novela de José Agustín, De perfil. Susana Mota López

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n 1965, los adolescentes capitalinos en México escuchaban y bailaban con furor esta rockan-

rolera estrofa: "How does it feel / How does it feel / To be without a home / Like a complete unknown / Like a rolling stone."1 Era la época del rock and roll, de las revoluciones sociales y sexuales, de los herederos de los rebeldes sin causa y la transgresión a los parámetros de los valores institucionalizados de la sociedad que movió a la juventud con toda su fuerza a cambiar su mundo. Es evidente que José Agustín Ramírez quiso ensamblar la imagen del adolescente protagonista de los años sesenta —la segunda etapa de la era del rock and roll—, quien en muchas ocasiones se sentaba en el pasto del jardín recargado en "su piedra"o "su roca", a la que hacía partícipe, en silencio, de su mundo juvenil azaroso y transgresor, con la visión irónica de la imposición de los adultos, la inadaptación de interna soledad en el universo externo y sus problemas existenciales, la incomprensión de la relación de este joven con el mundo de los adultos, el de su hermano menor, el de sus parientes y el de sus amigos de la clase media alta y baja. De perfil, el título, sugiere varios significados, conforme a las características de tipicidad del protagonista, María Moliner nos dice que la locución ‘de perfil’, es también "de lado, de soslayo", y el término "perfil" es contorno o silueta, en otra acepción nos dice que significa también "Rasgos que dan carácter a una obra del espíritu",2 y da un ejemplo: "Una doctrina de perfiles definidos (o desdibujados)". Por consiguiente, el tipo de personaje es una silueta desdibujada, vista de soslayo y en crisis de identidad porque padece la orfandad anímica y no resiste el cambio de pubertad a adolescente, aún no

comprende el paso de la infancia a la madurez, los valores aprendidos en su seno familiar se trastocan con los valores del mundo fuera del de su "roca", y se transforma en rebelde y transgresor de lo establecido. Los años sesenta, en cuanto a literatura, produjo una serie de obras, y después a sus autores se les llamaría de "la literatura de la Onda", con influencia del movimiento anterior: "hippie" o "beatnik" de E.U., y esta corriente determinó una subcultura innovadora que brotó de un sociedad atacada por circunstancias adversas mundiales e hizo que estos cambios sociales influyeran espontáneamente en los jóvenes ávidos de aventura por abandonar el seno familiar, escuchar música estridente con los nuevos aparatos electrónicos, confeccionar su propia ropa, vivir sólo el presente a su albedrío, estar en pugna con lo convencional, y abolir el sistema. Los adolescentes vivían en la edad de la negación y abogaban por su libertad que era vivir en comunas (en el caso de Ricardo, el personaje de la obra, quería ir a Toluca con otros amigos de mochila al hombro), asistir a conciertos al aire libre y, para algunos de ellos, sostener relaciones sexuales, disfrutar la pasión por la música de rock (Bob Dylan, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Elvis Presley, Los Beatles, los Rolling Stones, etc.) y consumir drogas (marihuana y otros enervantes). "Peace and Love", era el lema de batalla, y el protagonista de De perfil, entre su deleite de fumar cigarros y marihuana, sus primeros escarceos para conocer la práctica del sexo, la pasión por la música en alto volumen de los grupos de rock de moda (como la estridente guitarra eléctrica que transforma los sentidos en una explosión de sensaciones

1. Bob Dylan, 1965. Mi traducción: ¿Qué se siente/qué se siente/ no tener morada/como una presencia

ignorada/como una piedra rodada?

2. María Moliner, Diccionario de uso del español. Madrid, Gredos, 2007, p. 2255. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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diversas), y la revelación de la duda de ser hijo ilegítimo, lo colocan en el tipo de adolescentes rebeldes de una época que trascendió hasta nuestros días y dejó una huella difícil de olvidar: el 2 de octubre de 1968. Leer De perfil fue también recordar los cambios políticos y sociales en la máxima casa de estudios que ofrecía una oportunidad de educación plural, y por ende, comprender también que la sociedad demandaba un cambio drástico en los asuntos políticos y sociales dentro del gobierno represor de los políticos de entonces. El protagonista sufría por considerarse un completo desconocido, ignorado dentro de su propia familia, sus familiares y amigos. ¿Por qué? El protagonista no tiene nombre, sus padres nunca lo nombran, es más, él mismo se dice "el hijo de Humberto o el hijo de Violeta", su amigo más cercano lo designa como "X"en su diario, y en una única ocasión se inventa un nombre ad hoc al contexto del párrafo, y el escritor lo bautiza como Rodolfito Valembrando3, mezcla de Rodolfo Valentino y Marlon Brando, estereotipos de los galanes amorosos y bien parecidos de los cuarenta y cincuenta. Su caótica vida va dando tumbos y vueltas, como una piedra que se rueda al fondo de una dimensión donde se cree un conquistador que imprime su propia imagen transgresora y crea su propio "yo": el tal Rodolfito, un supuesto "ligador"; descarado e irreverente. José Agustín presenta en esta novela las evidentes diferencias de estatus social, las desigualdades entre juventud y madurez que provocan conflictos de personalidad, las disparidades entre las costumbres, escenario, y modas de las clases sociales pobres y ricos, propios de la época; la diversidad en el tipo de música, y en el tipo de educación secundaria y a nivel medio superior y las controversias entre la educación familiar que se les imponía a los adolescentes de distinto estrato social. En ese entonces el estudio del psicoanálisis y la psiquiatra estaban muy en boga, y eran disciplinas nuevas que explorar en México. 3. José Agustín Ramírez, De perfil. México, De Bolsillo, 2007, p. 113.

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El lenguaje que usa José Agustín en su novela es sugerente, irrespetuoso y divertido, de los años sesenta, dentro del vocabulario de estos personajes adolescentes citadinos de clasemedia alta y baja se encuentran muchas palabras compuestas y yuxtapuestas, contracciones; un curioso uso de mayúsculas, cambio a minúsculas cuando se trata de nombres propios de marcas registradas de los productos, apodos, variaciones en los nombres de los personajes, anglicismos, vulgarismos, y todo esto con el fin de adecuarse a la rebeldía, a hacer lo contrario de lo institucionalizado, lo convencional, para pertenecer al grupo de la generación de la onda y ser identificados como tal: para crearse una identidad juvenil y no ser descubiertos por la "momiza". En una escena entre Humberto y Violeta respecto al problema de micción que padecía su hijo de ocho años: Hasta los ocho años fui uno de esos chamaquitos que se hacen pis en la cama. —Enurético— explicó Humberto Violeta comprobaba, con exasperación creciente, que las sábanas se hallaban húmedas, contra viento y marea, cada amanecer.

El término "enurético" que usa el autor no es científicamente cierto, puesto que el autor se está mofando del vocabulario médico de los psiquiatras, y como él dijo una vez que "establecía sus propias leyes" en cuanto a estilo, mezcló el vocablo "neurótico" que significa "obsesivo o nervioso" con la voz "diurético", cuyo significado es "algo que hace orinar". En efecto, usó la regla gramatical de las palabras compuestas cambiándolas a "sus propias leyes". En definitiva, José Agustín también transgredía las leyes y la preceptiva gramatical en esa forma. Hay referencias a situaciones históricas, políticas y sociales. La estructura de la novela se parece a las anécdotas contadas entre amigos, entre "cuates", como si fuera "un diario colectivo", Esteban cuenta,


Ricardo relata también, y el primo de Esteban, nuestro personaje "X", narra la historia de sus avatares como adolescente. Hasta el psiquiatra padre, tiene su agenda con sus anotaciones diarias de sus actividades. El autor le da un valor testimonial en el aspecto psicológico y social a estas narraciones. En conclusión, para cualquier lector que haya vivido esos años del rock, la lectura de esta novela le hará revivir una forma de ser anti-convencional en una "onda" generacional, espacial y temporal. En mi caso particular, me identifico con la dimensión del tiempo, del espacio,y con la estructura del desarrollo de los hechos en la novela: Narvarte era y es mi colonia, y las calles que el autor menciona, yo las caminé antes, ahora las sigo caminando, muy cerca de mi casa. Personalmente, era mi época, mi música, mi moda, mis costumbres, y mis hermanos y yo

utilizábamos ese mismo lenguaje por la influencia de las colonias vecinas al oriente del Viaducto Miguel Alemán; y conocí los lugares que el escritor refiere. Viví los acontecimientos cruciales de esos años. Los parientes de Díaz Ordaz vivían a una cuadra de mi casa. Esa área estaba totalmente militarizada. Vi el paso de los tanques militares con los chorros de agua para dispersar a los jóvenes en ruta a Tlatelolco. Nunca imaginé lo que iba a suceder.Vivía en un hilo por mi hermano. Por lo tanto, la identificación con la novela es puntual y nostálgica.

Bibliografía MOLINER, María, Diccionario de uso del español. Madrid, Gredos, 2007. RAMÍREZ, Jose Agustín, De perfil. México, Debolsillo, 2007.

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La fuerza de la ambicion Jéssica de la Portilla Montaño.

Te fuiste buscando a Mafalda. Pero regresaste con Sabrina Sabrok. De niña te jactabas de tener ideales superiores a los nuestros. Mientras uno o dos urgenciólogos daban servicio gratuito a las víctimas de la Torre Pemex, tú miraste la última innovación para planchar pieles. ¿Qué dirían tus clientes de saber lo que entonces opinabas de la belleza artificial y la envidia que te provocaban quienes hacían todo por alcanzarla? Ahora tú la fabricas, la cobras en cheque y afilas el bisturí preguntándote si Christian Troy alguna vez soñó con salvar el mundo de monstruos superficiales. ¿Cómo te convertiste en aquello que odiabas?, ¿por tu familia?, ¿por gusto?, ¿por simple vocación? Mientras uno o dos neonatólogos daban servicio gratuito a las niñas que no supieron evitar la maldición del Doctor Conejo, ahí estabas tú, quejándote por un pequeño parásito ajeno que arruina tus parrandas bohemias. Dices que los demás fuimos quienes te abandonamos. Mentira: alguna vez me encontré a tu ex novio en un Sanborns y preguntó si yo sabía algo de ti... Como si el compartir nueve o diez cumpleaños fuese garantía de no decir adiós a quienes conocimos tu primera versión.

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¿Poetas o merolicos?¿Vendedores o charlatanes?: Diatriba de la poesía jovenmejicana. Mavi Robles-Castillo

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a figura del merolico se antoja esencialmente mejicana; en sí, el término mismo se origina en español mejicano. Correcto, estamos en la tierra del merolico. En las ferias, en parques, en plazas, estos personajes públicos abundan, y pertenecen a una tradición muy mejicana: la de timar o engañar al prójimo. José Raúl Aguilar, en una publicación que tiene más de medio siglo,y donde describe diversos tipos de métodos criminales en la sociedad mejicana, reconoce esta actividad y a estas figuras como parte de la charlatanería y estafacotidiana del país. Sí, eso que llaman idiosincrasia. Pero esta peculiar figura tampoco es producto de la originalidad mejicana, el mismo Aguilar explica cómo esta forma de vender o estafar, fue imitada o copiada, ¡Que novedad!, de un extranjero: "El charlatán también recibe el nombre, entre nosotros, de merolico. Se le llama así porque del vecino país del norte nos llegó un tal Merolyck que estableció escuela en nuestro medioambiente, tan propicio para la imitación extranjeriza". El estilo del merolico consiste en vociferar sin descanso, casi sin siquiera tomar aire, una palabra tras otra sin perder ritmo; no hay merolico sin ritmo.

Slams de "poesía" y "poesía" performativa. Es por todos conocido, espero al menos por aquellos inmersos en el ambiente literario, que alrededor de una década atrás surgió un boom de los llamados Slams de "poesía" en Méjico. Particularmente, en un texto que publiqué con anterioridad, "VS el Slam", expuse mi postura en contra de estas actividades; entre otras cosas por ser, una vez más, una copia de los vecinos del norte, muy desvirtuada por cierto. Expliquemos.

Durante la década de los 80´s, en Chicago, los Poetry Jams se convirtieron en un éxito, los carteles de los clubs nocturnos estaban inundados con estos Jams. Estos ensambles de poesía y jazz alcanzaron tanto auge que HBO creó un programa en televisión de paga, "Def Jam Poetry", que alcanzó notas muy altas cierto, pero que igual se esfumó cuando dejó de ser rentable. Estos famosos ensambles de música y poesía, empero, ya eran a su vez una versión viciada y diluida de aquellos surgidos durante el movimiento Spoken Word Poetry. Los legendarios contestatarios, ideológicos y revolucionarios ensambles de poesía y música surgidos durante el movimiento Spoken Word Poetry, son los antecedentes más remotos de los mediáticos Def Jam, y ahora del popular Poetry Slam. Estos eventos de Spoken Word que eran contestatarios, clandestinos, pro-igualdad y anti-sistema,se organizaron durante la época conocida como "el renacimiento de Harlem", y fueron fundamentales en una etapa de lucha y movilización política, social y cultural, aquella que perseguía el respeto e igualdad de la comunidad afroamericana en Norteamérica. Posteriormente, en los 70´s, el Spoken Word Poetry se retomaría en el underground de la comunidad afroamericana, siendo sus más representativos portavoces "The Last Poets", un grupo de poesía y música política que surge en la horma del célebre Movimiento Afroamericano por los Derechos Civiles. Este maridaje de Spoken Poetry y música surgió con ideales y principios, algo que dista mucho de lo que sucede con los ahora populares Slams. Se entiende perfectamente que la palabra hablada, la oralidad y la lírica son elementos antiguos de expresión en todas las culturas, incluso tan antiguos como la misma civilización humana. Sabemos delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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que han sido practicadas desde muchos siglos atrás, y que a nadie le pertenecen. Aún, es comprensible pero sumamente debatible la premisa con la que se defiende, inclusive casi un siglo después, esta versión mejicana ínfimamente disuelta de los Slams, la que sostiene que en ellos se promueve la libertad de expresión, la poesía, la actividad poética y a los poetas mismos. No obstante, cuando la poesía o el arte se convierten en arma social y cultural, adquieren una relevancia masiva e histórica, por contener principios, ideales y causas, por transportar emociones, voces y denuncias, por ser factor de lucha y cambio sociocultural; no como entretenimiento televisivo, o en el caso de los Slams mejicanos, un espectáculo populachero. Estos slams de "poesía" mejicanos no tienen nada en absoluto que ver respecto a aquellos surgidos en el gueto neoyorquino. En estos slams mejicanos, no es necesario ensamble musical alguno; consisten básicamente en una competencia que definen los jueces y/o los aplausos del público, se estructuran en tres de rondas (comúnmente) donde el participante se enfrenta a los contrincantes y a una audiencia, buscando evitar su eliminación, improvisando o representando actos y textos "poéticos", para conseguir avanzar a la etapa siguiente. Los orígenes y objetivos de esta versión moderna de los slams de "poesía" guardan una enorme distancia con sus precursores. El legado de la Spoken Word Poetry ha sido desvirtuado y nunca más separado del leitmotiv que le distinguía. En estos espectáculos, además del envilecimiento mencionado, se contribuye a distraer a los interesados en la poesía, de sus problemas esenciales, no fomentan la reflexión o introspección poética, sino el lado histriónico de ella. Incluso llevan al poeta, o aspirante, a actuar como merolico de feria frente a un público que no es necesariamente conocedor o aficionado, ya no digamos especializado en poesía. Los asistentes acuden a apoyar al amigo que se inscribió para ver si ganaba un premio, o por lo menos algo de popularidad en su aburrida facultad de letras; 16

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las porras de los contrincantes son ruidosas, pues quien haga más ruido le da el triunfo al participante, algo muy poco poético por cierto. Y así, el participante queda conminado a improvisar, recitar o inventar "poesía" arriba de un escenario, incentivado por aplausos y un premio, nada más alejado de la tradición poética que esto, aunque quizá no dela mejicana. Otro problema vital es el hecho de que promueve la palabrería y la bufonada, en aras de obtener aplausos y avanzar de ronda. Es correcto que la poesía puede y ofrece espectáculo a algún nivel, no así decir que cada Slam es un espectáculo de poesía, y mucho menos que los participantes son poetas. Los concursantes se encuentran ante un escenario y un público que deben dominar, que deben ganarse, aún si aquello implica gestos, ademanes y acciones histriónicas para acompañar la actuación. La poesía en la mayoría de estos casos es transferida a segundo o tercer término, si es que aparece en algún plano del concurso. Ciertamente, puede ser benefactor en ocasiones imprimirle un estilo propio y algo de teatralidad al poema, sin embargo ni el estilo ni la teatralidad hacen al poema, sin sustancia no hay poema, no todos los versos son poéticos, algunos solo son versos, y son estas "cuestiones" de la poesía la que deberíamos estar estudiando e investigando. No llevo nada en contra de que todos versen, o se auto denominen poetas, siempre que asuman la total responsabilidad de serlo, y con ello implico investigación, lectura, introspección, pero sobre todo humildad; estos Slams, por el contrario, promueven lo superficial, inflan poetas de humo, y dejan una serie de egos inflados que no pueden ver la realidad de la poesía mejicana, que como espectáculo es muy buena, y como poesía no es poesía. Como he repetido constantemente, de forma franca y responsable, la tradición de la literatura y la poesía mejicana es débil; me refiero a que no podemos hablar de una escuela consolidada, de un "siglo de oro", o de un estatus como el de la literatura francesa, inglesa, italiana o rusa. En todo caso hay una tradición literaria en construcción y, como todo


proyecto en desarrollo, se requiere trabajo, disciplina, reflexión y crítica. Vociferar que estos Slams son de poesía es tan temerario como dañino, en todo caso son concursos de expresión oral. Estos Slams, reconozco, han hecho una escuela de poesía entre los poetas mejicanos contemporáneos, a estas alturas de la tradición el merolicolirismo poético mejicano está presente en cada lectura, reading, ensamble o show performativo poético. Una mayoría de poetas contemporáneos adquirió el gusto por recitar a modo merolico sus textos, haciéndose acompañar de cabriolas, bailes, contorsiones, gritos, gesticulaciones, desnudos sin objeto, y una serie de acciones que se consideran llamativas o cautivantes y que, por cierto, poco o nada tienen que ver muchas de las ocasiones con el susodicho texto poético; hay una preocupación mayor por no dejar de decir, que por lo que se dice. Debemos añadirle la creciente popularidad del performance "poético", donde se cae en un histrionismo desmedido, sin fundamento en el texto, sin mensaje y, muchísimas veces, falto de rigor en cuanto a lo transdisciplinario se refiere. Los "poetas" del performance, se hacen acompañar de disfraces, body paintings, pistas de música o proyecciones, entre otros, creyendo que eso los convierte en performanceros automáticamente; parecen carentes de conocimiento, del rigor de la disciplina a la que apelan para realizar el show. Lo transdisciplinario en la poesía siempre ha sido cautivante; actualmente en Méjico los poetas se cuelgan de otras disciplinas artísticas sin el debido conocimiento o adestramiento, y es fácil decirse transdisclinario. Ya casi nadie lee sólo acompañado de voz y texto, sin andar armando piruetas en el escenario, u otro tipo de gestos encaminados a llamar la atención hacia el personaje, no necesariamente hacia una reflexión del poema. Si tomáramos una muestra de los "poetas" Performanceros o Slameros más reconocidos de

Méjico, encontraríamos un déficit de ideas, de sentimientos, de estilo poético propio o de una voz original. Por el contrario, entre ellos el común denominador es la falta de profundidad o fundamento poético, y con ello por nada me refiero a un rigor académico, bien diría el buen Rubén Darío "de las epidemias, de horribles blasfemias / de las Academias, / ¡líbranos, Señor!". Más no se puede dejar de mencionar que en apariencia, tanto el Performance Poético como los Slams, se han vuelto una epidemia que mercadea "poesía", y no se les debe dejar de llamar por lo que son, espectáculos. En un panorama optimista, cada ser humano debe encontrase a sí mismo, cada poeta debe encontrar su voz, y cada generación debe encontrar su discurso colectivo. Y los poetas mejicanos deberíamos estar concentrados en la búsqueda de nuestra voz propia y colectiva, no en la vociferación como medio para obtener aplausos, reconocimientos, nombre, prestigio, becas, premios y, los más divos y divas, contratos para dar espectáculo. Sí, tenemos que agradecerle a estos eventos de moda que muchos jóvenes hayan reunido el suficiente autoestima entre el Slam y el Perfomance, para ponerse frente a una audiencia y recitar sus textos, por más malos que estos sean y sin ningún pudor. Pero ésta autoestima es ya desmedida, y se volvió una suerte de bola de nieve que nos ha arrollado; parece que la generación actual se siente satisfecha con su calidad poética. Tenemos una densa cortina de humo que evita cuestionarnos profundamente nuestra responsabilidad como poetas o escritores, como gente de letras. Un grave error sobre el cual reflexionar, pues insisto, la literatura mejicana está construyendo su propia tradición, y en ningún escenario mejicano, mucho menos en el de la poesía, hay cabida para más charlatanería, alardes egocéntricos o espectáculos de poca monta, mucho menos en el escenario social y cultural del país.

Aguilar, José Raúl. Los métodos criminales en México: Cómo defendernos. (México, Ediciones Lux, n.d.) http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1190001658/1190001658_05.pdf delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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Acerca de Brazos Labios Romina Cazón Como responsable de Ediciones El humo, quiero manifestar que es un lujo que cuatro de los diez ejemplares de que consta la colección ‘Brazos Labios’, se puedan presentar en el Festival PoeTiSa (Poetas de Tijuana y San Diego) 2016. Significa mucho, porque pese a todo recorte económico a la cultura en México, a los bajos presupuestos con que trabajan los grupos independientes y creadores/as, existe el ímpetu para convocar, fomentar y circular la poesía. EL HUMO tiene dos vertientes, una como revista digital y otra como editorial impresa, con trabajos exclusivamente de poesía. Como revista surge en 2005 en Argentina, en versión en papel y de manera quincenal. De esa etapa quedan 13 números como historia. En 2009 surge nuevamente, pero con ediciones digitales y desde marzo de 2015, la revista es un medio sólo de poesía, y hace publicaciones casi diarias. Ante la ausencia de publicaciones de literatura en el Estado de Querétaro y en el país, Ediciones El Humo, hace sus primeras publicaciones en 2012. A la fecha se tienen 21 libros publicados. La particularidad de El humo, es que no cobra a los autores, y aunque son pequeños tirajes, en su mayoría de 150 o 200 ejemplares, la mitad de la producción es para el autor/a. La colección ‘Brazos Labios’, se realiza con el apoyo recibido del FONCA. 500 ejemplares por título, el 50% fue destinado para cada autor, pensando que el autor es el que más circula, promueve su obra en eventos, festivales, lecturas, encuentros, y además porque el autor es el más desantendido; al autor no se le paga por escribir en la mayoría de las ocasiones. El hecho de omitir la ley, que respalda a las editoriales en dar hasta el 30% de la producción, es un acto de velar por el creador, de intentar remunerarlo e incentivarlo. 18

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Yohanna Jaramillo, es quizás, la única poeta femenina que al escucharla en un video, hizo que ansiara tener 32º /33 en El humo. Un libro necesario, fuerte, sin vergüenza, como su autora misma. 32º / 33 como su propio reflejo, en donde ella se impone a un sistema, a los patrones sociales, a la idea del mundo, a la forma de estar aquí. Jesús García Mora, autor de Detrás de la caja registradora, llega a mi bandeja de correo electrónico en 2014. ¡De la nada! No había para aquel entonces convocatoria abierta para publicación de obra. A pesar de ello, lo leí y quedé pasmada por el trabajo tan fresco, vital, lleno de cotidianeidades. En espera de la noche, de Adán Echeverría, es un libro suave, con muchas emociones. Introspectivo y con diversos momentos, todos propios, a un día, a una casa, a las personas. Un vaivén. Echeverría es un poeta sutil en general, sin embargo en sus poemas, puede repudiar al sistema y al mismo tiempo acariciar a una mujer. Con las obras de estos tres autores surge, lo que hoy es la Colección Brazos Labios. Keterolato de Rina Ruíz, es el libro con más brevedad de toda la colección. Esta obra pertenece al número # 7, y es una selección de la editora Marisol Vera Guerra. Rina Ruíz, maneja un concepto psicodélico, neurótico y con variaciones de imágenes, que lo hace más interesante porque lo lleva a que se aleje a la poesía esperada. 4 libros diversos que pueden convivir libremente en una colección o alejarse. En definitiva la poesía puede tomar el curso que ella misma desee.


Morir en Agosto Jesus Fuentes

¡B

uen viaje!, le digo a Ady —en el andén de la terminal—, agita su mano por fuera de la ventanilla del "A.D.O.", se despide también. El autobús se desplaza con lentitud, inicia su recorrido hasta Mérida. Ella regresa allá, sus papas se lo habían pedido, ya que aquí en la Ciudad de México, crece más el movimiento estudiantil y "huele a violencia", le comentaron ellos por teléfono, debido al bazucaso que días atrás derribara la puerta de nuestra preparatoria, el antiguo Colegio de San Ildefonso.

dando paso a la noche. Los semáforos cambian del rojo al verde, pasando por el ámbar. Los vehículos en las calles, un fluir de serpientes luminosas.

Ser estudiante en estos días (agosto del 68) es un riesgo: "comunistas", dice el pinche gobierno. Y los putos granaderos con impunidad nos golpean, nos suben a las "julias" y nos tiran por "el peñón", si bien nos va.

"Alegría", su nombre está escrito en el gafete plastificado que detiene su seno izquierdo, sobre su blusa blanca. Curioso, miro sus piernas que salen de su minifalda negra y llego hasta sus zapatos bajos —negros también—. La veo inclinar el cuerpo, colocar los platos, las cucharas, las tazas en la mesa de junto. De otra mesa le llaman, le dejan monedas. La observo así, a distancia. Su pelo negro, sedoso (prisionero de una malla transparente). Su cara hermosa. Ojos de mirada dulce. Sus caderas, ¡ah!, sus caderas. Su andar… oleaje de mar bravío.

Jovial, con mis dieciocho años, atravieso la Alameda Central, paso frente al Palacio de Bellas Artes; recuerdo lo que Ady me había dicho días antes: Vamos, acompáñame, ya le hablé a mis papás de ti; te la vas a pasar bien. ¡A lo mejor te violo! ¡Seré la primera con la que tengas sexo!, remarcó, casi gritando, y sonrio. No, no podía ir, imposible. Trabajo en la distribuidora de medicamentos. Ahora con el movimiento, hay reuniones, discutimos, acordamos. Formo parte del Comité de huelga en la prepa. Además, necesito dinero para mantenerme, pagar la renta del cuarto de azotea en la colonia Roma, donde vivo. Camino aprisa, siempre he caminado así, llego al corazón de México, cruzo una plancha gris, el Zócalo. La tarde se pierde en los reflejos de las luces mercuriales que aparecen

Entro en la cafetería "La Española" más por inercia, que por las ganas de tomar algo. Ordeno un café y pan dulce, aquí la repostería es sabrosa. Ella llena la taza de café humeante…, nuestras miradas se encuentran, es el inicio de la complicidad… No sé qué va a suceder.

¡Esta sí es una mujer!, —digo para mis adentros—, muy parecida a las que aparecen en las revistas de caballeros, con las cuales me masturbo en el baño de mi cuarto de azotea. Ella voltea de cuando en cuando a mirarme. Nervioso, desvío la mirada a los ventanales que dan a la calle. Viene hacía mí, está aquí de nuevo. —¿Más café?, ¿quieres más café? —Si, si…, por favor— afirmo con torpeza. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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Se inclina, vierte el café en la taza, veo sus senos desbordados… —Me gustaría conocerte más, bueno conocernos—, dijo —Me agradaría… —Que te parece si me esperas, salgo a las diez, ya casi. —Nunca he salido con una mesera tan guapa y mayor que yo. —Ni yo con un joven, bien parecido, de pelo largo y…— responde sonriendo. Siempre sonríe. Peregrinos envueltos por las sombras de la noche, hablamos de nuestro quehacer, de anhelos. Ella, ceñida a mi cintura como si ya nos conociéramos de hace mucho. Percibo el calor tibio de su mejilla. Con timidez la beso junto a los labios. Nuestras bocas sedientas, audaces, al encuentro. Siento el placer de sus labios…, de su boca en la mía.

—Escribe de mí en ella— —Ya estás ahí—, respondí. —¡Justo anoche!, ¿soñé, pensé?, ¿cómo se vería mi nombre: "Alegría" en una novela? —y prosigue— ¿Te das cuenta?; nada es casualidad, hoy llegaste a la cafetería, eres escritor y, estamos aquí. No muy lejos, detrás de Catedral, se escuchan disturbios. Bombas molotov que estallan. Ulular de sirenas. Mirando hacía los lados, me atrae de nuevo entre sus brazos, chupa, bebe, muerde con placer mis labios. Con caricias voraces goza de mi juventud. Observo que el tiempo se detiene en ese instante. Veo nuestras manos, las lenguas, la de ella, la mía, conocerse, recorrer nuestros cuerpos que trasudan, exhaustos, sin habla. Siento, justo en ese momento, sólo siento un golpe fuerte.

Imagino que ella toca mi miembro en desenfreno, chorreado, húmedo, y lo incita a meterse entre sus piernas.

Un calor que penetra en mi espalda, resbalando un liquido bermejo... Ella no puede sujetarme. Ella no sabe.

—Así que escribes…, y ¿qué estas escribiendo ahora?

—¡No!, ¡No!, Nooooo!— lo último que escucho.

—Una novela— dije, entre presuroso y excitado.

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El way chivo Melbin Cervantes

E

l gran tipo que me contó lo siguiente es el mismo de la historia en que yendo a su trabajo, más o menos a eso de las 5:30 a.m., (algo oscuro aún), vio junto a su compañero a una dama, que primero, antes que nada y a pesar de la somnolencia, ni tardos ni perezosos, comenzaron a chulear, hasta que enfocando la vista en las piernas de la "mujer"; se dieron tremendo espanto al observar unas patas de cabra, peludas, y que además flotaban como a diez centímetros de la escarpa, en lugar de hallarse con las piernas bien torneadas y macizas que tanto esperaban. Lo que acabaron haciendo fue pelarse a máxima velocidad en la moto. Ahora viene el plato fuerte y espero les resulté delicioso más allá de quién sea el cocinero. En el Primer Cementerio de Cozumel, el sujeto, que es mi amigo y ahora amigo de ustedes, a quien llamaré Roberto, (déjenme decirles que para Roberto es un placer conocerlos). Trabajaba de velador en aquel cementerio, ya saben para cuidar de que algún deschavetado no entrará a mitad de la noche, creyéndose sacerdote de las tinieblas, faltándole el respeto a los difuntos. Cuidaba el lugar y también de uno que otro borrachín que quisiera hacer despapaye. Fue una desafortunada noche para Roberto, (él jura con triple juramento que no andaba bebido, ni tripiado), el sueño estaba venciéndolo, así que para despabilar decidió dar su rondín; estando cerca de un mausoleo amarillo con dos palmeras guardianas a los lados, se percató de que la reja estaba abierta. La cerró,

pero al hacerlo se le cayeron las llaves; tuvo que agacharse y al reincorporarse, se paralizó del miedo, debido a la sombra gigantesca que estaba observándole con ojos brillantes. Logró Roberto despertar de la chiripiorca, pero las cosas se volvieron color de hormiga; aquella sombra tomó la forma de un chivo negro que comenzó a tomar vuelo para embestir a nuestro queridísimo amigo. ¡Qué escalofríos recorren mi espalda mientras escribo! Roberto corrió y corrió sin mirar atrás, peleaba contra el tiempo, pero el tiempo parecía no avanzar. Al fijarse, se halló en el corazón del cementerio, recobró aire e inspeccionó la zona. Nada detrás, nada a sus lados, nada enfrente. Sintió gran alivio y suspiró. Pero, qué grave sorpresa… ¡Flotando a un metro encima de su cabeza se hallaba el diabólico ente! Gritó Robertito, cuando su mirada palpó aquella negrura horripilante. Mas no desmayó, y continuó la corrediza hasta el umbral del cementerio. La arqueada entrada pareció ser la tapona de aquel macabro juego de caza, ya que apenas hubieron los pies de Roberto tocado el santo polvo de la entrada, la grave atmósfera del ente desapareció. Esto, amigos míos, apenas fue la primera noche de los extraños sucesos. Pasaron los días, las semanas, los meses, el miedo no causaba neurosis en la mente de Robertito, como en los primeros días del escalofriante primer suceso… Tranquilo y por la mañana, saliendo ya para su casa, Roberto se dispuso a acomodar unas cruces de madera que estaban de lado, y otras fuera de su sitio. Acomodó las cruces y se persignó. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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Cuando era niño creía que la voz de Dios estaba dentro de mí, cuidándome, pero les aseguro que la voz que Robertito escuchó al terminar de persignarse, no fue la voz de Dios. Esta voz crispó sus oídos y era una voz que produce desamparo e inquietud, y para rematar se oyeron unas carcajadas de muerte, (como me las describió Robertito). Cuando giró la cabeza, se topó de nuevo con la misma sombra de ojos rojos brillantes, acompañada de otra más, similar a la primera que estiro una especie de brazos oscuros, que alcanzaron a tocarle el fleco de Elvis que tría Roberto. Llegó hasta su casa tambaleándose del miedo el pobrecito. "No despiertan frecuentemente. Duermen por años y años y años. Los cuartos están todos ocupados y a no ser que lleguen visitantes como nosotros a perturbarlos, jamás despertarían por propio acuerdo". Me comenta ahora Roberto. —¿Hablas de los difuntos?— Le pregunto. —No los difuntos familiares. Hablo de los espíritus de los brujos malos, que fueron muertos mientras tenían la forma de algún animal; por lo general de perrotes o de chivos, eso me lo dijo mi abuelo cuando le conté lo que me había estado pasando.— Responde sudando de nervios. —Chale, eso sí que da miedo— le digo con la piel enchinada. Al parecer existía un pique entre el ente macabro y nuestro amigo Robertito. Y digo esto porque estuvo un par de noches más asustándole. Hasta que Robertito, claro, como era de esperarse llego a su tope. Puesto que la última noche: —¡Ay de mí! ¡Es el Way Chivo!— Gritó corriendo afanosamente hacia la entrada del Cementerio, aturdido en la oscuridad pensó 22

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haber alcanzado la salvación como las veces anteriores, pero esta vez no dio resultado. Lo último que Roberto recuerda es que lo despertó una señora que había ido a llevarle flores a su difunto esposo, y cuando entreabrió los ojos observó el jamón y el rabo de un cochino bastante grande. Lo tacharon de borracho, mas no le despidieron; ese mismo día, más tarde, presento su renuncia, ya que descubrió rasguños en su torso (a pesar de que su camisa permaneció intacta), que hasta hoy en día ¡no han cicatrizado!, ni Simi pudo curarle; aunque no sangran, se ven recién hechas como arañazos de zorro. Ahora ama tanto su nuevo oficio de panadero. Dice que le va muy bien y hasta el momento no ha visto ni a la llorona, ni a la Xtabay y mucho menos (ni Dios lo quiera), al Way Chivo… Estamos disfrutando de una rica barra recién salida del horno, y en un pomo que estuvo lleno de yogurt nos sirvió café la abuelita de Roberto. Menos mal que ha Robertito no le paso nada malo. Si no estaría vagando por las calles como un espíritu en busca de venganza; o conociéndole, asustando solo por fregar gente.


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No pierdo nada Blanca Vázquez

Te confieso que sí me gusta, a veces la he imaginado a un ladito de mi cama, no pienses mal, sólo quisiera verla acostadita y poder aspirar su olor. Es que huele muy rico. ¿Te has dado cuenta de su olor? No puedo creerlo. Sí me gusta, pero no, no me animaría a decirle nada. ¿Para qué? Ya sabes como son las chavas, si no traes carro o no estas carita ya valiste. Y yo pues, ni lo uno ni lo otro. Sí, ya sé, ella parece ser de otra manera. Eso me gusta, que también tú lo hayas notado. Pero no, no me animaría a decirle que me gusta. No sé cómo reaccionaría si me dijera que yo también le paso como galán. Jajaja, hasta nervioso me pongo, mira cómo me sudan las manos. Nombre, no quiero ni imaginarme todo lo que me envidiarían. Hasta tú, no te hagas. Esta linda re linda. Tú me dices que no, para que no me ponga celoso de ti, pero sí está bien chulita. La otra tarde que no fui a echar la reta, me estuve imaginando todos los lugares a los que la llevaría. Sí, ya sé que no tengo lana, pero para caminar no se cobra, así que cerraba los ojos y la imaginaba cerquita de mi, con su olor y sus ojos chiquitos. Te digo que sí me gusta, no lo niego, pero no, no me animaría a decirle nada. Mejor así de lejitos, a veces siento que ella me mira, quizá un día ella se anime ¿Qué no? Ahora las chavas son bien aventadas, ya ves que hasta dicen que son iguales a nosotros. Así que creo que mejor me espero a que ella se anime primero. Al fin y al cabo no tengo prisa, faltan dos años para que acabemos la prepa, que me invite al baile de fin de curso y pues ahí sí le digo que sí. No me desespero. Mira, ahí viene, huele, qué rico. No te rías, un día sentirás lo que es gustarle a una chava, deja que me ponga en pose, tal vez hoy sea el día y ella se anime. Total, no pierdo nada dejándome querer.

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El último sueño María Nieto

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e encontraba recostado, abrigado en el contorno de su cama. Por su respiración y el movimiento de los ojos bajo los párpados, se notaba inquieto. Fue dos horas más tarde que junto con la noche se aquietó. Apacible y amalgamado a las sábanas, quedó como una imagen suspendida en esa hora de la madrugada, cuando lo único que anunciaba el paso del tiempo era el canto de los grillos alcanzando las esquinas, atravesando el espacio envuelto con el manto de la invisibilidad. Alguna que otra luz se agitaba tras la ventana al costado izquierdo. Una ligera mueca en el rostro alargó su boca y un pequeño cráter apareció en su mejilla. Un gesto sutil que asemejaba una sonrisa. Tal vez soñaba con esos ojos que en cada despertar le acompañaron , y cuya ausencia le producían una angustia indescriptible. Tal vez soñaba con la sensación de vaivén que lo devolvía a ese estado oceánico y remoto de absoluta tranquilidad y calma. En algún momento la luna amenazó con opacar la luminosidad de las luciérnagas imantadas en la ventana. Su sueño parecía profundo entonces, indiferente al canto de los grillos y a las luces que se deslizaban horizontales en la transparencia de los cristales. Pero transcurrido el tiempo, comenzaron a dibujarse muecas en su rostro, primero sutiles y después abruptas. Se hizo evidente la inquietud de su cuerpo bajo la sábana que lo envolvía. Un sonido proveniente de su boca cortó el aire como el frío que arreciaba afuera. Una actividad invisible se advertía en sus reacciones repentinas, su respiración se tornó irregular como si el ritmo de sus sueños aumentara, pero

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en realidad ya no soñaba, hacía horas que transitaron por su mente las últimas imágenes y recuerdos, entrelazados con un dolor que anulaba toda posibilidad de hilvanar cualquier palabra o pensamiento. Conforme avanzó la noche su rostro se fue transfigurando. Sus labios se inquietaron al intuir esa presencia cuyas manos cálidas cayeron instantes después sobre su cuerpo. Lentamente abrió los ojos, azules como el cielo del día que antecedió esa noche. Las pupilas dilatadas en medio de ese cielo. Fue envuelto en un abrazo, fue mecido con delicadeza al mismo tiempo que una voz muy baja, apenas para sus oídos, le hablaba como queriendo adentrarse más allá de sus huesos y le sembró en la frente un beso para siempre. Su cuerpo, sensible al más ligero tacto, alcanzó la completud y todo volvió a la tranquilidad de antes. Ella se apartó de la cama, caminó sin hacer ruido, miró a través de la ventana. Sintió frío. Se acercó a la silla mecedora colocada a los pies de la cama, se enredó en un chal y permaneció sentada. Los grillos dejaron de sonar. No fue evidente en qué momento dejaron de hacerlo. Había tanta calma, que no fue perceptible el instante en que acallaron. Al mirar por la ventana, la luna también se había ausentado y aquellas mágicas luces que asomaban se apagaron. Fue el frío quien hizo que me percatara de su ausencia. No puedo decir la hora porque no había reloj colgado en la pared, ni sobre los burós que como guardianes resguardaban cada lado de la cama. En su cuerpo se


comenzaron a ver signos de sofocación cada vez más frecuentes, hasta que repentinamente se quedó impasible y segundos después, en una exhalación rompió el silencio. Su rostro y sus ojos se volvieron otros, se vaciaron. A quien escuchara en esa hora cercana al alba, le sobrecogía el sonido profundo producido por las palomas, más como un llamado que como un canto, más como un anunciamiento. Unas manos, estas vez más menudas y pequeñas, encendieron cuatro velas alrededor de la cama para resguardar su último sueño. El ambiente se hizo cálido. Leves sollozos me despertaron de ese viaje de acompañamiento. Estuve toda la noche, todos los días desde su nacimiento observando sin bajar la guardia, sin cerrar un instante los ojos. Ella se levantó sin hacer ruido, le observó unos instantes. Luego, lentamente se cambió de ropa, se arregló el cabello, se calzo los pies de luto y volvió a sentarse. Las cortinas de la

ventana seguían abiertas. La luz del día fue llenando la habitación. Fue entonces que sus pies asomaron de las sábanas buscando el suelo. Se incorporó hasta quedar de pie frente al gran marco de la ventana. Miró a través de él. Se llevó las manos al rostro, se tocó los ojos y luego recorrió su frente siguiendo la curvatura de su cabeza. Sus dos manos se encontraron al final de sus brazos para anudarse y después separase como dos alas que se extienden para iniciar el vuelo. Sus ojos que miraban calmos recobraron el brillo y el azul intenso del cielo volvió a ellos. La percepción del tiempo había cambiado. Su visión era tan amplia que el espacio se había desplegado frente a él en un sólo horizonte donde podía ver su cuerpo rígido tendido sobre la cama. Finalmente su imagen se evaporó, desapareció como la luna y las luciérnagas desaparecieron horas antes. Su largo sueño había terminado y yo podría descansar ahora.

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Ésta noche no hay cena Violeta Carolina Azcona Mazún

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oy me he levantado más temprano porque Jorgito tiene salida de campo. Lo he visto levantarse medio sonámbulo, con las lagañas pegadas a los ojos, con el cabello una maraña y me ha inspirado infinita ternura. No puedo creer que ya esté en primero de preparatoria. Le he planchado muy bien los pantalones y la camisa, se los he puesto en una silla en su cuarto, sin embargo salió vestido con un pantalón arrugado y feo, con muchas bolsas a los costados, con una playera negra y unos tenis sucios.

—Jorgito, si te dejé tu ropita lista para hoy, mi amor… —¡Ay mamá, ya vas a empezar! Ya tengo 17 años, deja de tratarme como a un escuincle. —Pero si no te trato como un escuincle; ayer tú mismo me pediste que te alistara tu ropa, antes de ir a jugar futbol; hasta me dijiste que no me vaya a quedar dormida sin plancharte los pantalones, y que si… —Bueno, bueno, ya. Sí, pero la verdad que esa ropa que me planchaste no me gusta, te pedí un favor y no lo hiciste bien. Ahora ya deja de quitarme el tiempo, el autobús sale a las 7:30 a.m. de la escuela y todavía ni he desayunado, y con eso que tu manejas como tortuga, capaz y lleguemos para el fin de año. Adolescentes, me repito, mientras preparo la comida; Mariana no ha llegado a la casa desde hace casi una semana, esa se va con el novio y se le olvida que tiene familia. No me molesta, no soy una madre a la antigua, me he puesto a leer todas esas churradas posmodernistas, incluso me compré ropa nueva, no

quería que mis hijos se avergonzaran de mí. Ya tenían suficiente con que su madre no sea una profesionista. Con Jorge sé de sobra que siempre ha sido un malhumorado, como su padre; con Mariana es otra cosa, es ese novio, la trae al tronar de sus dedos. Ahí viene, con esos bucles azabache que le caen sobre esa piel blanca y perlada, esos ojos color miel. Me siento orgullosa de mis hijos. Ambos son hermosos, jóvenes, fuertes. Los veo y se me desborda el pecho de alegría, mi alma tiembla de sólo pensar que esos dos hermosos ángeles los he gestado en mi propio vientre. —Buen día mamá, ¿Cómo amanecieron tus plantitas hoy?— me dice mi niña al verme acomodar el florero en la mesa. —Buenos días, mi amor, ¿Quieres almorzar ya? Estoy terminando la comida, hice un riquísi… —No mami, vengo por mis cosas, me voy a vivir con Alberto. Se me quiebra el corazón. Siento la noticia como una punzada en el pecho y sin embargo era algo que ya sabíamos, lo veíamos venir, ese muchachito la manipula. El motivo por el cual Arturo me ha puesto unos golpes: "por mala madre", por no advertirle a mi hija que se está emparejando con un bueno para nada. Arturo también golpeó a Mariana tan fuerte que ella ha salido huyendo casi una semana. No me sorprende ahora que quiera largarse para siempre. Arturo me está dejando sin hijos. Puedo perdonarle los golpes, pero no que aleje a mis delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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hijos de mí. Eso no. Para despejarme me pongo a retocar el jardín, le he visto unas hojas secas a la diefembaquia y a las rosas. Esta noche cenamos sólo Jorge y yo, él se ha pedido una pizza porque no le gustó mi comida, yo me he preparado un café y me he sentado a leer un libro que me regaló la vecina. Se llama "La mujer rota" de una francesa. Me vengo dando cuenta de que yo también soy una mujer rota. Por dentro y por fuera. Aun no me sana el alma de que mi hija se haya ido huyendo de los golpes de su padre, ni me ha sanado la ceja con los puntos, la boca partida y el ojo morado. Creo que la vecina lo sabe bien y por eso me ha regalado este libro. Y es por eso que siempre me trae folletos de atención a la violencia y me dice "no estás sola, no estás sola". Lo dice por envidia, será porque ella a su edad no está casada. Hasta las macetas que me ha regalado se me han muerto. Aunque yo en estos momentos, tampoco quisiera estarlo. Ya no sé ni qué pienso, no me concentro en la lectura. Arturo llega y me siento marchita como esas macetas. —¡Si serás pendeja! ¿Muy intelectual leyendo?, con trabajo terminaste la primaria, vete a prepararme mi cena— me dice arrancándome el libro y aventándolo del otro lado de la sala. Jorge se encoge de hombros y se ríe. Mariana no está pero sería la primera en soltar la carcajada, incluso aunque después sea a ella a quien le sigan los golpes. He dejado de leer, después de todo no entendía casi nada de las lecturas, boté los folletos y librillos que la vecina me daba, no vaya a ser que Arturo los encuentre. Tampoco veo la tele, creo que veo mi historia una y otra vez en las novelas. Nada más que ahí, en las novelas, las mujeres tienen el valor de dejar al marido. Yo no tengo el valor ni quiero tenerlo. Me casé 30

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hasta la muerte, lo juré ante Dios. Y si ya soy mala madre, no seré mala esposa. Ha pasado a mi lado sin saludarme si quiera. Un "buenos días mamá" me hubieran alegrado el día. Jorge se ha vuelto un zoquete igual que su padre. No, no pienso negarlo. Mis hijos son unos zoquetes. Tanto el despiadado de Jorge como la insensible de Mariana. Estoy harta. Esta noche no haré cena. Esta noche me voy a la biblioteca a comprar unos libros nuevos. Yo terminé sin ningún esfuerzo la primaria, terminé hasta la preparatoria y entré a la universidad, pero Arturo me convenció de casarnos, me decía que no me serviría de nada la licenciatura, que él me iba a mantener, que "sólo las libertinas estudian". Recuerdo las palabras de mi madre "para qué estudias, las mujeres deben de preocuparse por aprender a cocinar y lavar bien. Te vas a casar y te van a mantener". Recuerdo las palabras letra por letra y siento una rabia que me desborda. Nadie me dijo qué pasaría si resultaba que tu marido te maltrataría, si tus hijos no te querían, si tú misma te habías perdido en vivir para la vida de tu familia. Mi madre me engañó: estudiar me hubiera abierto el mundo. Me vengo a dar cuenta, 31 años después de casada, a mis 48 años. Jorge se va en una semana a vivir con mi suegra. Entró en la universidad y le queda más cerca la casa de su abuela. Eso dice, pero en realidad se va porque está harto de mí. Me di cuenta de eso esta semana, el sábado que vino Mariana con el novio a almorzar. Arturo me dejó en ridículo durante la comida, todos guardaron silencio. Yo bajé la cabeza. Al alzar la vista leí en los ojos de mis hijos la decepción. Yo siempre creí que aguantaba por ellos, para no dejarlos sin un padre, que les hacía un bien al seguir con Arturo. Pero no, les enseñamos a repetir la historia: Mariana es un títere


del novio maltratador, mi Jorgito es un patán como su padre. Y si ya he sido mala madre, ¿qué me cuesta ahora ser una mala esposa? Esta noche no habrá cena. Arturo me ha dado una golpiza que incluso se queda corta aquella vez, que de tanta patada me hizo abortar al que sería mi primer hijo o hija. Y que años más tarde de la misma manera me provocó el aborto de un bebito de 5 meses que sería mi tercer hijo, mi benjamín, tal vez ese sí me hubiese querido. Arturo me ha roto dos costillas y la mandíbula. La vecina está sentada a un lado de la cama, casi no puedo ver, me arden los ojos, me los toco y los siento como dos tomates maduros. La vecina me insiste en que denuncie. No voy a hacerlo, pero esta noche tampoco habrá cena. Nos vamos a matar juntos, yo lo mato de hambre, él me mata a golpes. A ver quien aguanta más, Arturo que no sabe ni servirse un vaso con agua, o yo, que he aguantado sus golpes 31 años, y 17 años antes los golpes de mi padre. La diefembaquia ha mejorado, está enorme y fuerte. La observo y luego observo a Arturo

echado en el mueble, flaco, arrugado, pellejudo, viejo. Es mucho mayor que yo. No me ha golpeado desde que salí del hospital. Tampoco hablamos, no cocino, yo como con la vecina, él en casa de su madre. Mariana está embarazada del zoquete de su novio. Jorge no me ha hablado en meses. Y si he sido mala madre y mala esposa, ha llegado la hora de ser mala cristiana. He matado a mi marido, con un té de hierbabuena y defiembaquia. He matado a mi golpeador, violador, maltratador marido. Me siento satisfecha, porque por primera vez he hecho algo bien, algo de lo que hasta Arturo se sentiría orgulloso. Ahora que soy viuda, creo que me vendrían bien unas vacaciones, quiero un bikini rojo, unos lentes de sol y tirarme a tomar el sol en las playas de Cancún a leer "La Mujer Rota" de aquella francesa. Después, regresaré a estudiar la licenciatura, siempre quise estudiar Botánica, además ya veo que se me da muy bien.

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Salgari Daniel Arturo Casanova Gómez.

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e acercaba la hora del partido y yo debía barrer más de ciento cincuenta metros de banqueta. El calor abrasador se multiplicaba fundiéndose con la calle que parecía derretirse. El polvo contenido en el suelo era muy espeso y no permitía que la escoba realizara su función adecuada. No debía distraerme ni un segundo, pues no terminaría con mi castigo por haber realizado una actividad prohibida: la lectura. El problema fue que leer estaba prohibido, pero no era una situación retrógrada o inquisidora, se trataba de una situación diferente. Resulta que como parte de la formación, uno como alumno debía someterse voluntariamente al reglamento sin ningún tipo de condicionamientos o preferencias personales. Cada uno debía reconocer completamente el reglamento. La decisión era totalmente libre. Recuerdo perfectamente cómo ocurrieron las cosas, pero no entiendo cómo fue que me descubrieron. Inició con el descubrimiento de un libro de aventuras marinas y bucaneras, "El hijo del Corsario Rojo" de Emilio Salgari. Era muy raro que una obra de ese calibre estuviera en la biblioteca cuajada de obras de Heráclito y Parménides, de Sócrates, Platón y Aristóteles, de San Agustín de Hipona y de Santo Tomás de Aquino, de Descartes y de Hobbes, de Kant y de Hegel, de Nietzsche y de Schopenhauer, de Bultmann y de Küng; además de todas las vidas de santos y las versiones más inverosímiles de La Biblia. Me dieron la tarea de limpiar los anaqueles de la biblioteca durante un mes y, uno de esos días, decidí revisar uno por uno los libros de la sección "varios", no había más que responsorios, novenarios y otras cosas religiosas; pero

entre todas esas obras, una especialmente forrada me llamó la atención. Por no sé qué motivos volteé a ambos lados para cerciorarme de que nadie me veía y saqué el libro. Lo abrí rápido. No lo podía creer, no era algo religioso ni filosófico. Era algo diferente. Era literatura. Terminé el aseo rápidamente y, contra toda norma, decidí llevarme ese libro a mi cuarto. No hice el registro del préstamo en la biblioteca. La hora de levantarse para ir a los oficios religiosos: Laudes, meditación, misa, era las cinco de la mañana. Todo normal. O eso parecía. A las siete y media era la hora del desayuno para luego iniciar las clases a las ocho en punto. A las dos de la tarde la comida y después el aseo de la casa, nuevamente a la biblioteca para limpiar los anaqueles. Por la tarde era la hora de la tarea, pero preferí canjear los deberes por Salgari, y me sumergí en esos mares caribeños que permitían a los piratas, corsarios, filibusteros y bucaneros, hacer el uso de la justicia para quitarle la plata a los galeones españoles e ir a gastarlos a los puertos con la finalidad de retornarles algo de lo perdido a los nativos. Emociones producidas por el enigmático sabor que habría de tener ese aguardiente escorpionado que sólo tomaban los más valientes piratas o, la serie de obstáculos que debía sortear un corsario para poder llegar hasta la alcoba de la hija de los virreyes y seducirla ahí mismo. Días pasaron y yo sustituyendo la lectura de la hora de meditación por la lectura de Salgari. El libro estaba muy bien forrado con una portada de la vida de san Pascual Bailongo. Faltaban pocas páginas. Estaba a punto de terminar el libro. Una novela. Pero sucedió lo que nunca delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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pensé. Yo leía la página número x, cuando escucho: ¿Pero qué está usted haciendo jovencito?, ¿no sabe que lo que lee es algo prohibido?, a las dos y media de la tarde lo espero en la dirección. Era el rector, me había sorprendido. Tenía la culpa. Debía pagar el precio. Y aquí estoy. A falta de ciento cincuenta metros para terminar de barrer el polvo de la banqueta y el sol rompiéndome el alma con ese fuego abrasador que me hace recordar cómo

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era que los personajes de Salgari podían vestir con esos ricos atuendos negros o rojos de paño, seda y terciopelo, con botas hasta las rodillas y guantes de cuero que les cubrían más de medio brazo. En fin, ya basta de remembranzas y mejor me dedico a barrer. Porque si no termino a tiempo, me cambiarán de lugar de aseo, la biblioteca quedará en manos de otro compañero y hasta podría quedar fuera del equipo de fútbol del Seminario si llego tarde.


El destino, el demonio de la perversidad y Cristina Juan Machin Es el Diablo quien tiene los hilos que nos mueven Charles Baudelaire

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o sé tú, pero yo estoy convencido de la predestinación. Sí, firmemente convencido de la existencia del destino y un, por así decirlo, demonio de la perversidad. ¡No te rías, por favor! En serio, no son ideas descabelladas, ni son el fruto insano de una ociosidad febril. Son, por el contrario, el producto maduro de la reflexión, el estudio y la experiencia. Basta con que leas a Lermontov, sigas los rigurosos y apodícticos razonamientos jabaríes o, simplemente, mires a nuestro alrededor con atención, para que quedes totalmente convencido del hecho espantoso de que la conducta de cada persona está completa e inevitablemente predeterminada. ¡Sí, no te rías! Ten por seguro que todos nuestros actos, desde el más trascendental hasta el más trivial y sin importancia, todos, insisto, ya están previstos desde el principio de la eternidad y no los podemos cambiar ni en un ápice. Tu destino y el mío ya están escritos en forma indeleble en el colosal e inmutable libro de la vida; pero no sólo eso, todos los acontecimientos del universo —todos sin excepción— están sometidos a la fatalidad, al determinismo más absoluto, pues Dios todo lo sabe desde siempre, nada está oculto a su omnipresente mirada. Así es que, aunque no lo creas y te rías como un loco, estamos encerrados en el cosmos poéticamente vislumbrado por Esquilo, convertido en dogma por Calvino y en axioma por Spinoza: cosmos regido por la más cruel e implacable

predestinación, en el cual ni los mismos dioses pueden sustraerse a las leyes de la necesidad universal. Nada, —¡entiéndelo bien y deja ya de reírte!— nada escapa a ellas y, por lo tanto, el libre albedrío es un mito, una fábula para niños. De la existencia del demonio de la perversidad tomé conciencia, por primera vez, gracias a una narración de Poe —¡Ojalá fuera mentira!—. Yo he experimentado su nefasta acción incontables veces y he comprobado su existencia de muchas maneras. ¿No es él quien nos mueve a hacer lo que no queremos y a no hacer lo que queremos? ¿No es su acción, satánica y perversa, la que hace del acto más banal —o, peor aún, del mejor intencionado— el de peores y más nefastas consecuencias? Seguramente has experimentado alguna vez, especialmente al subir a un lugar muy alto, unas repentinas y absurdas ganas de arrojarte al vacío: ¡Es él, el demonio de la perversidad! El mismo que, no hace mucho tiempo, me obligó a maltratar a un pobre perro. El animal se me quedó mirando, y sin saber por qué le di de puntapiés. Por ello, los griegos le llamaban "Até", el espíritu de la ofuscación, que roba a los hombres el buen sentido y les hace cometer las acciones más irracionales, llevándoles inevitable y fatídicamente a la ruina y a la desgracia. Así que este universo, donde desafortunadamente vivimos tú y yo, no es sino un colosal juguete con el que el demonio de la perversidad se divierte. Todos no somos sino pobres actores que delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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interpretan su papel, según el guión escrito por el hado, en el macabro y absurdo vodevil de lo diabólico. Somos como marionetas cuyos hilos diestramente manipula el siniestro — ¿con qué otro nombre llamarle?— demonio de la perversidad. Bueno, te explico todo esto antes de hablarte sobre Ella, para que no pienses que actué estúpidamente o que mi conducta fue ridícula. Recuerda, antes de juzgarme, que sólo somos simples peones en un ajedrez cósmico del que no podemos escapar. ¿De acuerdo? Ahora creo que ya estás listo para que te platique sobre Cristina H. Sí, la famosa modelo, la más bella criatura que haya existido jamás en la Tierra: ¡Una griega!, como dijera Hölderlin de su amada Sussete. Ella posee una expresión de la más pura y delicada belleza. La gracia, simetría y perfección de las líneas de su rostro superan infinitamente a la más encantadora muchacha que conozcas. No dudo que sea la encarnación misma del ángel de la "Virgen de la roca", aquella figura renacentista, verdaderamente sin igual, pintada por Da Vinci y que es la más hermosa faz de cuantas les ha sido dado pintar a los inmortales artistas. Sus solos ojos, adorados abismos y ventanas abiertas del cosmos, merecen un madrigal, tan perfecto y hermoso como el que Gutierre de Cetina escribió a unos ojos claros, serenos. Sí, ya voy al grano, pero por favor deja de reírte. Pues sucedió aquel día, un inolvidable jueves gris y lleno de melancolía, que al entrar a un Café por azar —salvo que, como dijera Borges, el azar no existe— casi me desmayo y, como en la conversión de Saulo, ruedo por el suelo derribado por una verdadera teofonía: Cristina, exactamente a dos pasos de mí, estaba sentada despreocupadamente bebiendo un refresco y me miraba, con esos ojos sólo comparables a la noche inmensa, derramando 36

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sobre mí —¡sí, sobre mí!, no me cabe la menor duda posible— sus encantadoras tinieblas. No, no te rías ni me digas qué hubieras hecho tú en mi lugar. Recuerda, te pido, que estamos condenados de antemano. No olvides, ni siquiera por un momento, la existencia del demonio de la perversidad que transforma cualquier bendición en el horrendo principio de un drama grotesco y diabólico. Drama inextricable que, además, ya estaba escrito en forma imborrable desde siempre. Me encontraba, así, ante mi sueño más íntimo y querido y no acertaba a dar un sólo paso. Acercarme y sentarme a su lado, como tantas veces lo había imaginado y deseado, hubiera sido tan fácil: mover un pie, luego el otro... sólo dos pasos... ¡tan fácil! Más fácil que quedarme de pie y viéndola como un verdadero pendejo. No sé por qué pero sonrió y, te lo aseguro, un amanecer no podría ser más bello que esa sonrisa. "Mi genio por una sonrisa", pensé con desesperación. Mientras seguía parado, en la imaginación me arrojaba a sus pies declarándole mi amor. Mi ansiedad crecía conforme los segundos pasaban, dándome cuenta que aumentaba el ridículo que estaba haciendo y disminuía mi ya menguada confianza. La monstruosa fealdad de Medusa me hubiese paralizado menos que la simetría y profundidad de esos inquisitivos ojos. Si Ricardo III estaba dispuesto, no recuerdo en qué batalla, a cambiar su reino por un rocín, yo, en ese jueves fatídico, habría cambiado gustoso todos los reinos del orbe por un poco de arrojo, tan sólo un poco: el necesario y suficiente para sentarme, sereno y dueño de mí mismo, a su lado y decirle lo que tantas veces le he dicho en mi fantasía. Pero no. Estaba petrificado, sin poder articular la más mínima palabra e incapaz de iniciar una acción ¡Cualquier acción, demonios! ¡La que fuera! Todo, menos seguir estúpidamente parado ante su mirada.


Para completar mi desgracia, un insolente mesero se acercó, con toda la decisión que a mí me faltaba, como para sacarme del local o qué sé yo. Tú sabes que, como Proust, siempre he odiado a esa estirpe de lacayos modernos, pero nunca con la intensidad asesina de aquella malhadada tarde: serviles con los que aparentan u ostentan riqueza, impertinentes y arrogantes con las personas sencillas. "¿Algo más?", es su incesante y molesto zumbido, dando vueltas como moscas o buitres. Seguramente decidió sacarme porque no arrastro un reloj de oro de 24 quilates. No importa lo que seas o pienses: como te ven te tratan. ¿No puedes dejar de reírte? ¡Con un carajo, ya basta! Pues el caso es que al acercárseme el mesero, ese maldito y mil veces maldito enviado de Satanás, sólo atiné a dar media vuelta y salir corriendo del Café. Corrí, corrí y no paré hasta que, al casi atropellarme un auto, me percaté de que estaba a mitad de la calle. Como pude me subí a la banqueta. No sabía qué hacer. Mi cerebro comenzó a elaborar decenas de planes fabulosos, que eran desechados por mi perturbada mente casi al instante mismo de concebirlos. Solamente de algo estaba seguro: debía volver al Café.

estaba el local. Nunca antes lo había visto y ese rumbo no me era familiar. Empecé a angustiarme al ver que recorría una calle tras otra sin encontrarlo. Dejé de caminar. Mientras, mi corazón latía frenético y mis manos (que, según la Quiromancia, llevan escrita la tragedia de mi existencia) sudaban a torrentes. Repentinamente, como un golpe de luz al salir de un cine, recordé la ubicación precisa y corrí, literalmente, como alma que lleva el diablo. Había tomado una decisión: abriría resuelto la puerta, caminaría hacia ella y tranquilamente me sentaría a su mesa. Era la oportunidad de mi vida y no la iba a desperdiciar con mi infantil timidez. Sin embargo, el hombre propone y el demonio de la perversidad dispone. Abrí la puerta resuelto, sí; pero ella, la materia de mis sueños, la auténtica y perfecta griega, ya no estaba. Han pasado treinta años desde aquel infausto jueves y nunca más la he vuelto a encontrar. Y desde entonces resuena en mi cráneo una malévola y perversa carcajada, cuyos ecos satánicos se escuchan, con toda seguridad, hasta los confines del universo...

Comencé a caminar de vuelta hacia mi sueño y mi destino. No recordaba exactamente dónde

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La piadosa Mercy García

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ada noche, cuando la luna se encuentra en plelunio me dispongo como hembra en celo para disfrutar mi taza de delicioso café; siento su aroma, su textura y ese ingrediente especial que me despierta mis más bajos instintos; recuerdo como si fuera ayer la forma en la que lo obtuve, recuerdos… de manchas de sangre que flotaban como flores rojas en los charcos. La mañana nos acarició con tiernos nubarrones, ese día, fueron muchas almas que necesitaban expulsión de demonios, esta labor la desempeñábamos como un gesto de piedad hacía los feligreses que acudían a la iglesia para liberarse de los demonios que atacaban sus vidas. Mi familia, me decía que tuviera cuidado, porque pertenecer al grupo de intercesores siempre trae riesgos; eso de andar expulsando demonios, no trae nada bueno, pero mi corazón de ferviente adoradora de Jesucristo no entendía razones. ¡Piedad hacía los pecadores!, era mi lema. Así fue como lo conocí, esa mañana, al imponerle las manos, mis oraciones se vieron interrumpidas por un demonio llamado Asmodeo, el que conduce a la lujuria. Mí perdición fueron sus manos morenas, grandes, fuertes, llenas de callos, que fueron formadas por lo rudo de su trabajo, artesanalmente las decoraban, y esos dedos, ¡ah!, dedos largos, tan largos, como la gloria misma, enseguida sentí un calambre de placer y deseo recorrer mi entrepierna.

¡Asmodeo!en el nombre de Jesús, te ordeno que te vayas; exclamé con fuerza en mis pensamientos, pero fue demasiado tarde; ese demonio me había atrapado; ¿cómo pedir ayuda? Mi vergüenza sería expuesta, sentir deseo hacía un hombre casado no habla bien de una dama como yo. Dios mismo sabe que luché y luché, distrayéndome con más ahínco en mis actividades de misericordia con los marginados, y en los negocios de mí empresa cafetalera que rendía muy buenas ganancias. Un día mientras me deleitaba dándole sorbos a mi café, una profunda opresión en el pecho me invadió; ya no era suficiente, a mi café le hacía falta algo, y nuevamente caí presa de mi demonio. La sangre es sagrada, debía correr en sus venas un deseo incontrolable, eso lo lograría aplicando mi propia sangre menstrual coagulada; es un simple hechizo ancestral que vuelve loco de pasión a los hombres, además del hongo de Persia que causa destrucción en las plaquetas causando una muerte natural, lenta y silenciosa. Planeé cada paso con maestría. Me acerqué a la familia de mi amado, él tenía dos hijos, una niña robusta de doce años y un niño de ocho con grandes ojos negros; y su mujer tan bella, bondadosa e ingenua que aceptó mis latas de café preparados exclusivamente para ellos. Cada que se terminaba la lata, me presentaba para resurtirlos; los niños me amaban y fui amiga incondicional para ella; él por su lado no dejaba de desear a tan bella cuarentona,

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acaudalada en dinero, y siendo virgen, era un placer exquisito, que mostraba en su mirar recorriendo mi cuerpo.

Asmodeo habitaba en mi corazón y mente, era cómplice intelectual de mis acciones, al igual que yo, saboreaba cada paso que yo daba.

Fue una tarde lluviosa el entierro de tan bella familia; el pueblo estaba de luto, no podían explicarse que una enfermedad misteriosa les arrancara la vida en tan poco tiempo; las oraciones no bastaban para dar aliento a los conocidos, amigos y familiares; tuve que esperar pacientemente, fueron las horas, minutos, segundos más horrendos que he pasado, fingir lo que no se siente, es por demás grotesco.

Cavé con mis propias manos, enterrando mis uñas, una y otra vez en el lodo, hasta llegar al objetivo y después ya nada, ni una pista que me inculpara.

La noche era espesa; la luna estaba escondida en su fase de plelunio necesario para que todo cuajara perfectamente, y darle sentido y las características exactas al ingrediente principal.

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Llegué a casa, las manos de mi amado por fin me acariciaron; inició con mis pezones erectos, el clítoris dispuesto, y una vez saciado con esos largos dedos mi deseo de hembra, las cremé, molí, y finalmente me encuentro disfrutando en compañía de Asmodeo, como cada noche de plelunio, una exquisita taza de café con el ingrediente más genuino.


La casa de nadie Manuel Crespo

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a casa tiene ese misterio subjetivo de otros días. Su barda está cubierta de arbustos. En el portón se encuentra colgada una señal de "prohibido estacionarse". A lado existe un árbol que luce extrañamente cautivador. Quiero decir que uno puede detenerse y admirarla. Y preguntarse al mismo tiempo ¿Cómo es posible que una simple casa, sea capaz de llamar la atención? Yo por ejemplo, solamente me pregunto ¿Tendrá dueño? Todos los días se escuchan diferentes versiones sobre la casa. Como que una joven morena es su guardiana. Como que la cuida desde hace más de cuatro años. Como que todas las tardes se le ve rondando el parque con un perro sarnoso. Pero nadie sabe realmente la verdad. Pareciera un invento más de la gente del fraccionamiento. Es cierto, hay rumores a diario que llegan uno tras otro. Rumores que vagan siempre en la memoria del mal pensado. Rumores como los de doña Rosaura; simples y directos. Ella ha visto a la joven brincarse el muro todos los días para entrar a la casa. Y también la ha visto salir de la misma manera. En cambio don Mario, asegura que por las noches se le ve a la joven hacer la limpieza. Él comenta: —Suele desempolvar los floreros a media noche. Don Rogelio piensa que la joven morena es bruja. Él posee un don de lujuria y en la sangre un poco de histeria. Quizás es por eso que se deja llevar fácilmente por su imaginación. Blasfema, sonríe y se burla de todos los que creen otra cosa, después se fuma un cigarrillo.

—Brujería negra, estoy completamente convencido ¿No le has visto los ojos? Parece la mirada de un toro de lidia. El viejo nos intenta persuadir con sus influencias taurinas, pero de nada le sirve. Para los vecinos, el misterio no es inventar lo que puede existir en la casa. Para los vecinos, lo interesante es que existan realmente esos personajes que cada uno trae en la cabeza. Cómo si eso importara. Otros vecinos comentan: Aquí en el fraccionamiento no pasan esas cosas. Aquí, la muerte tiene un gusto obsesionado por los accidentes y el suicidio. Pero en caso de que esto ocurriese, ocurren mayormente los fines de semana. Que es cuando se puede vivir un poquito más. Porque entre semana la muerte es generosa y deja sobrevivir tranquilamente al jodido. He visto a la joven morena en un par de ocasiones cuando me dirijo al trabajo. Siempre tiene la mirada puesta en un objetivo. No parpadea ni por error. No tiene absolutamente nada de bruja. Al contrario, es bellísima, bellísima, bellísima. Cabizbaja en su andar, va matando hormigas, borrando el tiempo con sus conteos largos y cortos… porque pareciera que no tiene otra cosa mejor que hacer. Porque tal vez tenga otra cosa mejor que hacer. Entonces, seguro ya sospecha que es un enigma y que pocos quieren descubrirla. Esos pocos quieren que la joven morena sea parte de este fraccionamiento de mierda, para que todo vuelva a la normalidad. Pero no hay nada de extraordinario en ella. Aunque tenga la cara de enojo y ande con el mismo vestido siempre.

Con el cigarro en la boca comenta. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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II

III

Hoy la casa tiene un anuncio "Se venden arreglos florales a ochenta pesos ". En su barda hay todo tipo de flores insertadas en los arbustos, como una vitrina. Las rosas rojas predominan. Seguidas de las blancas. El árbol está totalmente verdoso. Quiero decir que uno puede pasar del otro lado de la avenida y, aun así, sentir como el aroma de las flores produce una especie de paz. Aquellos novios se detienen en automático, se miran uno al otro y se dicen algo. Después abordan el bus.

Hoy la casa luce como el primer día. Aparentemente deshabitada. El portón es verde nuevamente y la barda se ha decolorado por completo. Tiene aspecto de abandono.

Doña Rosaura con toda la ingenuidad del mundo y segurísima de su imaginación constante comenta: ¿Supiste? Se llevaron a la joven morena por la policía.

Embelesados por algunas cervezas. Impregnados por el perfume de la curiosidad. Nos reunimos en casa de don Mario hasta deshoras de la madrugada o hasta continuar con todas las difamaciones posibles. Cada personaje sostenía lo dicho con anterioridad. Por mi parte descarté todas las hipótesis, difamaciones y chismes, simplemente porque carecen de sentido... Ya alcoholizados, subiendo y bajando la imaginación, vomitamos cada quien su diagnóstico (pero antes fuimos interrumpidos por un breve silencio, en donde pensantes y arrogantes, definimos con un trago lo que nos tocaba). Cada uno encendió un cigarrillo, era la consecuencia impávida de una alusión que no tenía otro camino que ser resuelta.

Don Mario detalló ociosamente el chisme: Es cierto, no hubo necesidad de usar la fuerza… Ella misma subió a la patrulla. También escuchó cuando la policía le decía a la joven guardiana: Recibimos una llamada en donde nos informan que usted trafica con animales chinos. —¿Animales chinos?— Contestó sorprendida la joven. De alguna manera, nos envolvemos ideológicamente en nuestras creencias. Tal vez, porque un misterio subjetivo puede llegar a ser una realidad insatisfecha, si no se alcanza el propósito. Aunque después de todo, no hay nada de fantástico en la casa. Ya no tiene ni una gota de misterio, ni siquiera parece casa de fraccionamiento. Más bien, tiene un toque rural. Como casa de pueblo. No le falta ni le sobra nada. Quizás porque ya nadie la mira. Quizás porque ya todos los que ayer la miraron asombrados, tienen prisa o se levantaron con ganas de no inventarse nada. O sea, de dedicarse a la mecánica de la vida. Y quizás por eso, pareciera que no tienen tiempo para imaginarse otra cosa. 42

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A doña Rosaura no se le va una. Comenta: La joven morena lleva dos días desaparecida. Con ese vano argumento convocaron urgentemente a una reunión vecinal. Inmediatamente don Mario y don Rogelio aceptaron. A mí no me quedo de otra.

Dimos la palabra a don Rogelio. —Este asunto se tiene que resolver hoy mismo. Sin más preámbulos, uno de nosotros tiene que entrar a la casa. Suspicazmente me jodieron. —Presta mucha atención… Ya sabes lo que tienes que hacer. ¿Entendiste?— Repusieron todos. —No es nada de otro mundo. Te vuelas la barda, y ya. Finalizó don Rogelio. Todo estaba listo.


El frente de la casa parecía una lapida fantasmal. Como precaución di un pequeño vistazo a la casa. Asome lentamente la cabeza (todo parecía normal) había un sillón mecedora. Flores puestas en cubetas con agua. Jaulas con loros, y una manta aterciopelada color negro cubriendo otras plantas. De reojo observé el banderazo de don Rogelio. Tomé impulso, y antes de decir… voy. Ya me hallaba en la terraza (total oscuridad como bien lo supuso don Mario) di un último vistazo antes de tomar camino, encontrándome con la sorpresa de las cubetas vacías y las jaulas sin loros. —¡Qué extraño!— No le di importancia. Pero que tal la sombra de un ser espeluznante. Que tal la silla mecedora moviéndose bruscamente. Que tal la puerta entre abierta, y, ahora totalmente abierta. Es mi sombra… Es el viento… Es mi imaginación… Es todo, menos eso. Con la voz quebrada por el miedo y tiritando de frío, entré cautelosamente a la casa. Iba contando mis pasos. Pendiente de cada movimiento. Fijándome en todo. Iba incrédulo por cada descubrimiento. En un instante, sólo por un instante, brotaron de algún sitio unas risitas burlonas. —Es el viento.— Me dije temeroso. El chirrido de la puerta hizo que pensara en dar marcha atrás pero inimaginablemente ya no podía moverme. Tenía el cuerpo paralizado, como si alguien me estuviera sujetando. El olor era insoportable. Y la vista me era escasa. Los huesos me temblaban, no solo de miedo… Sentía que el alma se me salía del cuerpo. Entonces aparecieron. Eran dos seres horripilantes. Tenían los ojos ensangrentados. Las manos llenas de cicatrices y los huesos deformes. El primero me miró fijamente. El segundo me dio la bienvenida.

—Tú debes ser el próximo. Yo seguía inmóvil. Se escuchaba las risitas con más fuerza. El segundo ser insistió. —Es un honor. Un aire fresco hizo que despegara mis pies del piso, impulsándome poco a poco. Ya flotaba; frágil, inmune, con una frescura deliciosa… Quise gritar, patalear, moverme. Pero fue en vano. —No te preocupes.— Se escuchó a lo lejos. En la sala, una voz adormecedora hacía retumbar las ventanas. En respuesta se escucharon terribles gritos, y llantos desconsolados que a adornaban la casa como una marcha nupcial. Yo recorría la casa flotando suavemente, viendo cadáveres por todos lados. Había gatos blancos y perros negros. Había loros desplumados. Flores fúnebres, y búhos colgados en forma de suicidio.

IV Seguía incrédulo y asustado. Fui flotando hacia la luz. El patio estaba rodeado de mujeres desnudas, todas con un mechón rojo en la frente. Sí, mujeres de ojos azules, esbeltas, blancas, de senos firmes y caderonas. Mujeres que al verme sonrieron de una forma espantosa. El primer ser, aúllo ferozmente. —Ya es hora… Aterricé en el piso quedando consciente. Se escuchó el coro feminista de una ópera inédita. Quise levantarme para salir corriendo o volando pero tenía el cuerpo entumido. Aquellas mujeres veneraban mi desvanecimiento con risas diabólicas. Alcancé a escuchar que usaban números pares como clave, creo que para delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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comunicarse. Todo era relativamente poco creíble, estúpidamente bochornoso. Al levantar la vista me encontré a la joven morena desnuda y flotando. Usaba en la espalda una capa de seda, color morado. En el antebrazo izquierdo le colgaba una canasta de flores. ¡Hermosísima mujer! Balbuceaba frasecitas: "ich lib dich, ich lib dich, ich lib dich". Sus ojos saltones contenían una especie de furia. Sus gesticulaciones eran preciosas, hasta cierto modo angelicales. Nos miramos sin piedad uno del otro, por un par de segundos, para luego entonar juntos esta oración. Si esto es un sueño… debe de ser un sueño mecánico. Si esto es una muerte… debe de ser una de las muertes más ridículas. Si esto es un enigma… debe de ser un enigma de medio tiempo. Caí desmayado… creo esta vez para siempre.

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V Hoy la casa es una moderna vivienda. Tiene un piso más. La fachada es de color negro. Por las noches tiene el aspecto de un pequeño castillo. Puede ser un castillo enigmático, si se fijan minuciosamente. Sé que alguien la vive, porque todos los días cuando me dirijo al trabajo, escucho como se dicen uno al otro "Buen día, no se te olvide cuidarte de los vivos". Dicen los que no rumoran, los que están seguros que estas cosas misteriosas no existen, que los dueños de la casa son una pareja de jóvenes, que llevan su amor de inframundo al mundo de los vivos. Yo por ejemplo, sólo me pregunto una cosa ¿Cómo es posible que uno pueda amar después de estar muerto?


Hoja en blanco. José Cháirez

Otra vez frente a la hoja en blanco que muestra la computadora sin ninguna idea que teclear, sin ideas que amasar; ni la soledad, ni el desamor, mucho menos la felicidad que siente por unos ojos claros; tampoco el recuerdo revoloteante de sus labios planeando sobre los de él; escalar las dunas de mármol de sus pechos y conquistar las dos cerezas que remataban esas cúspides. No, no había nada que escribir. Le daba ideas el café humeante que se arremolinaba en la taza de cerámica, pero ni las dos cucharadas de azúcar o muy cargado, por si fuera así el café que degustaba en las mañanas frente a la ventana, donde asomaba el campo enverdecido, ninguno le daba exactamente algo que escribir. Recordaba los ojos claros, entre café y verde musgo, o eran verdinegros, no, cafés verde claros borrados como hojarascas a punto de caer que tampoco le dictaban nada; y las teclas se veían perezosas, los dedos se veían uno al otro, desconcertados, impávidos como dos lirios en el atrio de la iglesia a punto de iniciar una misa de cuerpo presente. Ni las nubes a punto de estallar lograban mover esas manos. En su mente la idea gira una y otra vez, orbitando el deseo de hacer una llamada, de enviar un mensaje. La forma intempestiva que lo echó de su lado ahondó más el profundo abismo que se había formado entre los dos. Tampoco la idea del caminar de ella y el cabello sobre la espalda de la tarde, a veces cubriendo sus pechos o jugando con él, y sus labios, no, no lograban mover un músculo de sus dedos. Recurrió entonces a caminar sobre la sabana y viajar sobre el rugido de los leones, llevado por una escala pentatónica que le timbraba afablemente el oído. Recordó los valles verdes que le evocaban las lecturas de Vargas Llosa, de Echenique, de Sabines y recurrió a las palabras maletas de Huidobro pero nada de esto logro que sobre esa hoja en blanco, tecleara ni una letra, mucho menos una palabra, pues serían insuficientes tantas palabras escritas si no eran escuchadas o leídas por ella, si no podía ver el profundo color café, cafeverde, verdegris, verdecafé hojarasca de olivo que siempre le ofrecía su mirada. Recordó ver el cielo habitar cada uno de sus dedos, diez veces anidado para deambular sobre la tierra y calzarse un rato la arena del desierto, pero no pudo escribir sobre eso, se le aglutinaban los pensamientos y otra vez, como lo venía haciendo desde unas noches anteriores, volvió a cerrar la computadora sin teclear ni una letra, ni una silaba, ni una palabra, ni un punto o una coma que le dijera cuanto le dolía la distancia, cuanto le carcomía el alma no escuchar su voz, no ver su mirada.

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Máscara Judith Almonte Reyes.

Soy mis preguntas… soy mis respuestas; sin duda soy todo aquello que da vueltas en este corazón decidido a vivir esa dualidad entre felicidad-estabilidad, por un mundo lleno de aventuras, ilusiones, sueños y metas por alcanzar. Cuando en mi vida dejó de existir y latir esa poesía que emanaba mi espíritu, de fortaleza ante la necesidad de pertenecer a un mundo tan irreal, sufrí esa catarsis de volver a mis orígenes, lugar donde todo se representaba con la mañana, la tarde y las mismas noches cálidas, cerca de ese amor tangible que aún no logro olvidar. Muchas veces condené mi actitud tan subversiva…. Ahora comprendo; era la forma más sublime de manifestar esta esencia en todo mi ser; dar alegría a todo mi entorno, y tratar de sobrevivir ante mis emociones, tan elocuentes sentimientos dormidos que comienzan su despertar. Cuanta capacidad de demostrarlos hay en mi interior, imperdonable cuanto los reprimí, cuanto los abandoné. Sí... abrazos genuinos esperan para hacer derroche de tanto amor que albergo... Manera más amigable de decir, a mí misma, que odio la falta de valor para enfrentar las adversidades; quizá por creer que existen motivos esenciales para quitar esas ataduras que aún merman mi confianza. Sorprendente… transformación, profunda e intensa… te esperaba. Mis mejores años los guardé añorando esta beldad que ahora mismo experimento; dejé de agradar, dejé de sufrir y sobre todo dejé de fingir… No cabe duda, mi mundo se resume a… Ser Feliz.

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Recesión Nancy Karina Sánchez Villalón

¿Q

ué es recesión? Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE): Depresión de las actividades económicas en general que tiende a ser pasajera. Según otros diccionarios: es la disminución o pérdida generalizada de la actividad económica de un país o región / periodo de tiempo de duración mayor a doce meses, durante el cual el porcentaje de crecimiento del Producto Interior Bruto de una economía es negativo. Es una enfermedad, la cual, como todas tiene síntomas como: Aumento del desempleo, ante la incapacidad de generar nuevos empleos porque no hay crecimiento; en el caso de un crecimiento negativo, aumentan los despidos. Disminución del consumo, ya sea por el aumento de precios (inflación), o por la disminución de la capacidad de consumo (menos dinero, mayores tasas de interés en créditos, etc). Aumento en la cartera vencida de los créditos, provocada por la falta de capacidad de pago de los deudores, que a su vez es provocada por la inflación y el aumento en tasas de interés. Disminución del PIB, ya que disminuye el consumo. Aumento de inventarios, sobre todo en la industria manufacturera.

Y ¿por qué hablar de recesión? Una buena razón es la posible separación de Gran Bretaña de la Unión Europea. Los expertos de economía comentan esta enfermedad como una posibilidad, hablan de los daños que

puede causar esta separación en una escala económica enorme. Sin embargo, empresarios como Donald Trump, personaje destacable dentro de empresas hoteleras y juegos de azar, perteneciente del partido Republicano, y celebridad televisiva entre otras cosas. Celebra esta separación. No es ninguna sorpresa que un estadounidense opine o intervenga en los asuntos de otros países. No cabe duda que EUA siempre ha sabido sacar provecho monetario de todo lo que acontece en el mundo. ¿Qué pasaría si continuara con mi ‘ensayo’, y diera más definiciones sobre la recesión, y escribiera todos mis cínicos comentarios sobre Estados unidos, y comentara —entre mi rollo— que la devaluación del peso mexicano va a continuar? ¿Qué pasaría si todos hiciéramos ensayos sobre Gran Bretaña? No puedo imaginar la cantidad de papel y tinta gastada. Tal vez sí sé que pasaría. No habría opiniones auténticas, sería una página más llena de fórmulas y gráficas influenciadas por los medios, una página más que podría ser editada y subida al internet, una página más que me dio una supuesta postura en un asunto que va a afectar la moneda de un peso que tengo en mi cartera. Sinceramente no quiero hablar de recesión. No quiero hablar de política ni economía, esto no es un ensayo escolar ni un trabajo para entregar, es un poco de mi opinión sobre lo que acontece en el mundo. Considero que somos pocos lo jóvenes que en realidad hacemos el esfuerzo por darnos cuenta de las noticias y los fenómenos que delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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pasan todos los días. Si alguien quiere saber mi opinión es que a pesar de que estoy estudiando ingeniería, y a pesar de ser una estudiante casi las 24 horas de mi día, y de entender que el dinero resuelve muchos problemas, no me interesa en lo más mínimo enterarme cómo va la economía del país o la del mundo; no me interesa si la política es corrupta o las instituciones también, no me interesa hablar de esas cosas; si voy a hablar va a ser de personas de personas reales. Por qué hablar de británicos, de estadounidenses, de mexicanos, por qué no hablar de gente, en mi realidad todos somos humanos, y quisiera poder ir a Gran Bretaña y preguntarle a la gente que vive en sus casas, y se levanta en la mañana a desayunar pan y queso, qué opinan sobre su separación, y que cada persona del "pueblo" opine sobre las elecciones de las otras personas que parecen tener el poder para controlar una nación. ¿Quién trabaja realmente para hacer este mundo menos horrible? ¿Quién opina con acciones en las manos para evitar los males que acontecen? Por eso no voy a opinar sobre Gran Bretaña o sobre la posible recesión; porque en lugar de eso voy a hacer algo. Si estoy estudiando ingeniería no es para ganar dinero, ni un puesto ni un título ni una denominación sobre mi empleo antes de mi nombre; si estudio es para entender al hombre, para saber la mecánica con la que se miran las cosas que existen, para saber el encuadre matemático que le da a su soberbio egoísmo, al que le gusta cortarse la lengua hablando de los problemas "reales" del mundo; para entender qué símbolo le dio al papel con el que se compran las naciones y los autos, y no solo para saber. También estudio para opinar y más que opinar para encontrar el 50

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error del fatalismo diario del sistema educativo y laboral, y todos los graves sistemas insuficientes que construyó el hombre. Si alguien quiere saber el por qué de mi indiferencia hacia el noticiero y hacia el periódico y hacia mi vecino, tendría que vivir en mi mundo, donde todo eso parece una novela de Héctor de Mauleón, una película de Gael García. Tendría que entender y suponer que todas las personas que se encuentre todos los días, al ir y regresar del trabajo, son iguales a él. E imaginar la teoría de que todos los problemas encontrarían solución si cada persona escuchara y hablara, si las acciones en los ambientes inmediatos se propiciaran con más regularidad, si el hombre todos los días saliera en la búsqueda de qué es el mundo y para qué existe en él. Mis palabras no hacen daño, si solo son escritas para que otro las lea. Mis palabras solo cosecharan si siembran y abonan todos los días. Gracias. Gracias, a quien me pidió una opinión sobre Gran Bretaña porque me recordó que pienso, para luego existir, y que actúo para poder vivir. Y que mi indiferencia es todo lo contrario al significado de esa palabra. Que lo que podría ser ignorancia para muchos, para mí es un parteaguas entre la "vida" material y la verdad. Por qué no hace falta decir mucho para dar a entender de lo que hablo. Y que no opinar a gran escala es un compromiso para todos los días, con mi caminar, decirles a los demás que busquen un motivo para hacer lo que hacen, y que evalúen hasta qué punto esa moneda, ese número, esa letra de más o de menos, te hace un ser más sabio, o uno mejor. Y que calculemos el número real de personas que mueren al día, por problemas inexistentes. Todos los problemas como la


recesión, la desigualdad, la pobreza, son la pantalla del miedo que le da a la sociedad enfrentar sus fantasmas y preocupaciones. Las personas se refugian en los teoremas, en las fórmulas exactas, y en los números y datos estadísticos, bien ordenados, para buscar una base "sólida" para opinar. ¿Qué le pasa a las personas? Por qué no enfrentarse a uno mismo. Nos falta valor para enfrentar las cosas que si deben ser escuchadas, las que si cambian una vida humana, no una vida meramente materialista y burocrática. Si algo me conmueve debería moverme hacia aquel resultado que propicia ese acontecimiento. Acción-reacción según Newwton, que lástima que a veces los humanos no sigamos las leyes básicas de la naturaleza, y la cobardía nos cobije con sus sábanas para enmascáranos y ensalzarnos con reconocimientos académicos, profesionales y populares. Los humanos cada día somos más programables: obedecer y ejecutar, que servicio tan cómodo e impecable amparado bajo la mano de la "lógica".

Que lástima que intentemos encontrar las verdades de nuestra vida en páginas de libros, o en rostros humanos impresos en papel color verde, mientras la existencia se nos pasa tomando café con leche, y estrés por las mañanas y tardes, y la carga del empleo y desempleo que nos produce jaqueca durante toda nuestra juventud y adultez. Que lástima que queramos mejorar la calidad de vida uniéndonos o separándonos de tal o cual grupo de países, en lugar de no desperdiciar el tiempo, en lugar de intentar salir de sistema que día con día, fundamenta más la idea de humano=objeto de producción. Cuando el aprender y convivir podría encontrar el rumbo de la cotidianidad en pro del alma humana y el disfrute, y la filosofía como filosofía. Cada pregunta es una oportunidad para evaluar nuestra propia vida; y cada opinión debe rasgarnos el pellejo hasta hartarnos, para hacer un cambio mínimo que podría crear el holocausto.

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Mala escritura (Cuatro páginas del diario de J.C.) Gerardo Ugalde

1 de Enero Los gritos de la muchedumbre se escuchan donde la plaza: ¡Asesino! ¡Asesino! ¡Asesino! ¿Qué diablos ha pasado contigo? No veo en tu sagrado montículo las cabezas incrustadas en las picas. Calcinaste los cuerpos de tus enemigos, enterraste vivos a los primogénitos y silenciaste con el filo de tu navaja las gargantas de un centenar de viudas; retrasando a si la inevitable venganza. Galopando sobre tu fiero corcel, en las frías y oscuras noches, donde tu alma es tan intrascendente al igual que el viento que transporta esas nubes rojas. Te detuviste a elaborar un conteo de tus preciados trofeos guardados en las alforjas: Orejas Lenguas Ojos Etc. Etc. No entendieron que tu misión era crear al superhombre. Nunca hallaste un corazón de oro para tu flemático Adán.

23 de enero. El ruido y la furia de la ciudad no lo perturban. Ciento treinta kilogramos de pura mierda. Sentado en una butaca, clavada en un crucero que divide la avenida; vigila su reino sin súbditos sin tierras.

Me acerco a él y le pregunto: ¿Cuál es el secreto, para llegar a ser al igual que tú?; libre, sin prejuicios, escaso de lenguaje. Él sólo dice: un sordo no sabe leer, los ciegos jamás hablan y dos mudos no se ven mutuamente. Hoy conocí a Dios.

18 de febrero. Llego al nirvana. Estoy solo en medio de la nada. Despierto. Vuelvo al presente. Un anciano me relata la historia de los hombres sin rostro: "En el tiempo tan extenso; cómo el océano, existieron los hombres sin rostro. Su lugar parecía ser perfecto. Construyeron maquinaria para cada oficio, incluso esta, se reparaba así misma. Caminaban en sus jardines por la búsqueda de ese algo que tanto les faltaba. Los hombres sin rostro no eran felices ni tristes. Su entretenimiento era la sociedad. Observar a los demás; por falta de un espejo que reflejara su carencia de rostro. No existía el trabajo, el estrés, el latrocinio o el asesinato. Su crueldad era la ignorancia. Su música un LA sostenido. Cuando un hombre sin rostro fallecía, el cuerpo era dejado sobre el suelo que había pisado por última vez. Un día el hombre sin rostro #3758, soñó con un caleidoscopio. Despertó sudando, y toco el frente de su cabeza, donde una protuberancia había nacido. Era aguileña; podía percibir los olores de sus violáceos jardines. #3758 se asustó. Corrió y corrió hasta caer por un desfiladero." delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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Lloré hasta el amanecer. Por #3758, yo quería ser como él. Y cuando bebo en las tardes, observando un caleidoscopio, recuerdo la muerte de una ballena que enclavó en la playa.

alguna razón era un déjàvu masturbándome, recordé que la otra noche vi un documental acerca de Vlad Tepes.

31 de Abril 31 de febrero. Ella me pregunto si había leído algo. —Tal vez —contesté. —Siempre te veo con un libro bajo el brazo. —Eso no quiere decir que lea —sonreí. —Entonces que haces con ellos. — Nunca hay papel higiénico en los baños públicos —volví a sonreír. Ella me miró y rio; no porque yo fuera gracioso, sino todo lo contrario. Cuando me fui y ella se largó con su novio, empecé a leer el libro, bajo el sol ardiente, del mismo modo que lo hubiera hecho Hemingway.

10 de marzo. Hablando con alguien que me caía en la punta de la verga, en mi mente dibujé esa idea, y por

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Leyes que lían verdades a medias, fumadas por ciegos con esperanzas de vida más cortas que el sonido de un relámpago. Charcos de sangre que sirven de bebederos. En la tierra, lo único que parece tener alma son los perros callejeros. Habitaciones vacías que podrían… de personas charlando con la yugular abierta. Protesta sin sentido en búsqueda de profetas.

Las páginas faltantes invéntelas


La muerte del falsificador Gerardo Ugalde

H

ace tiempo escuché la historia de un hombre con la capacidad para reproducir con exactitud las estructuras gramaticales de cualquier autor que haya existido. Su nombre carece de importancia comparándolo con la asombra habilidad ya mencionada. Según la leyenda, éste, al darse cuenta de que los escritos poseían ciertas afinidades con los autores que en turno leía, ingenia un plan para aprovechar el talento que emanaba a raudales. Tomó pluma y papel, automáticamente su mano parecía pensar las palabras que alguien, menos él, diría. Desafortunadamente ninguna de los textos que escribió bajo el influjo de las voces sobrevivió para transcribirlas en el artículo. Los que dicen haberlos leído, juran, que la fidelidad de las plumas de Homero, Cervantes, Milton, Poe, Darío y Borges, entre otros renombrados y desconocidos autores se encontraban en los escritos. Haciendo uso de la razón pensó en publicar; contaba ya con quince libros de doscientas páginas cada uno; un aproximado de quince cuentos, doce ensayos, una novela y, cuarenta y ocho poemas. Al mostrárselos a varios editores, todos opinaban que lo que él había realizado no era innovador; aceptando de antemano la calidad en el estilo. Con más tristeza que odio, arrancó cada hoja de esos quince libros, para después realizar una enorme hoguera. Quemando sus demonios el hombre se adentró al fuego. Observó el paso de las llamas sobre las palabras, maravillado por lo que contemplaba: el papel se consumía lentamente, ardiendo, pero no desintegrándose. La tinta de las letras resplan-

decía sobresaliendo del fuego, adquiriendo un nuevo significado, La fogata permaneció encendida toda la noche. Tres semanas pasaron sin acercarse a un libro y sin volver a escribir. Pensaba, y a la vez, las palabras que se entretejían recordaban aquel sonido. La capacidad para escribir igual a otras personas no era únicamente característica de su mano, sino de su mente, y también, de su lengua. Al leer la biblioteca del universo, la inconsciencia quedó marcada de por vida. Que no haya podido vivir de la literatura que surgía de él, es inexplicable de manera clara y concisa. Mi teoría es que hay un número limitado de estilos, y sólo se puede poseer uno. Lo que para el lector de esta historia pareció al principio un milagro, concluyó para el protagonista en tragedia. Es la desesperación la mejor respuesta a cualquier pregunta formulada en el caso. Viajando alrededor del mundo con un baúl, el hombre llevaba los textos "perdidos" de Arreola, Ambrose Bierce, Rimbaud y muchos otros literatos que jamás finalizaron su obra. Alemán, francés, chino, bengalí; el que fuera, el hombre poseía importantes papeles codiciados por demasiadas personas. De la noche a la mañana, la fama y la fortuna arroparon al escritor. Su habilidad de mimetizar su expresión, re-utilizando el lenguaje de los grandes, lo llevó a la gloria. Mas yo había mencionado que la tragedia es el tema de su muerte. Diez años más tarde, cuando las masas gozaban de nuevas antologías, delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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un filólogo mexicano encontró pequeños defectos que no cuadraban. Comparando el estilo era el mismo, pero el contenido no. Continuó estudiando una y otra vez hasta la ceguera, diseccionando cada término, símbolo, puntuación, tiempo y musicalidad. Después de un trabajo de tres años, el hallazgo era la recompensa justa. Los textos no correspondían a los autores que se suponía. Presentó su tesis y defendiéndola de manera magistral. Los estudiosos de la literatura reaccionaron de manera ambivalente; les llevó un año de revisión exhaustiva hasta comprender la teoría del filólogo. Tenía razón, los textos eran un fraude. La noticia se dispersó por los círculos académicos. Maestros y alumnos arrancaban las apócrifas páginas. En acto de venganza rodearon la casa del hombre que los había engañado; lanzaron las hojas a su patio; formando un gran anillo montañoso, circundando su casa.

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El falsificador observaba con miedo la muchedumbre. Objetos como piedras, ladrillos y palos rompieron las ventanas. El filólogo también se encontraba presente, en la mano llevaba un original de Virgilio. Sacó del bolsillo de su levita un encendedor y lo acercó al libro, después lo arrojó a la montaña de mentiras. Todo esto lo soportaba el hombre de manera filosófica. Subió a su estudio y sentándose detrás de su escritorio escribió con verdadero estilo: Plata que cortas el firmamento durante mi perpetuo sufrimiento, permíteme observar tu desaparición por más tiempo.


Aquello llamado Melancolía Fabiola Morales Gasca

E

s tarde, frente a la ventana contemplo el avance de las negras nubes mientras empieza a llover, como es típico en los atardeceres de junio. A través de los cristales caen tímidas gotas y siento la terrible necesidad de un cigarro, cosa trágica porque ocasionalmente fumo y la única cajetilla abandonada en un pequeño cajón está vacía. Tal vez la falta de nicotina es la principal causa de que sienta el ambiente nostálgico. Las gotas cohibidas poco a poco empiezan a perder su timidez y se precipitan de forma exuberante para agonizar en el asfalto. Un ligero olor a humedad y un frío se cuela por la casa. Tal vez así sea la melancolía para algunos: húmeda y fría. El libro que acapara mi atención en estos días lluviosos es del reconocido escritor mexicano Alberto Chimal, La generación Z y otros ensayos. En sus hojas, entre varios temas de escritura y de autobiografía, el autor nos hace reflexionar sobre los escritores en México, y nos muestra perspectivas diferentes sobre la escritura mexicana. De inicio, el autor aclara que Z no tiene nada que ver con la idea de narcotráfico, que por desgracia inunda la mayoría de los sectores de nuestro país. Chimal nos indica esto como un juego, una marca relacionada a los Zombies. Nos relata que la narrativa de la generación a la que pertenece Chimal, nacidos en los años 70´s, es una generación desencantada. Y por desencanto se debe de entender el enfrentamiento de los hombres y mujeres nacidos en una época en la que se creía que el futuro pintaba mejor que el pasado. Una generación que creció abrupta y aceleradamente, idéntico que el internet en los noventa, y que vino a descubrir que las promesas de un mejor futuro se desvanecían entre las manos, como un pez que se atrapa a la orilla de un río y que se escapa.

Aquí es donde me detengo para añorar aún más un buen cigarro ¿Quién no quería embriagarse de las mieles y del vino que prometía traer el nuevo siglo? La desilusión fue más veloz que el encanto. La generación que se sentó a esperar el anterior siglo, al menos tenía bien consolidada sus esperanzas de un mundo feliz, la ideología positivista recorría con la Ciencia y el Progreso a toda Europa. Sin embargo solos algunos pensadores y visionarios fueron capaces de vislumbrar la guerra. Hecatombes desgajaron el prometedor siglo XX y un mundo desorganizado por las guerras, la opresión y los regímenes totalitaristas forjaron la incertidumbre del hombre frente al futuro. Los cambios sociales y económicos del globo terráqueo amputaron de golpe los valores filosóficos y morales de siglos anteriores. Dios dejó de existir y la cruz pasó a ser un símbolo ignorado. La ciencia lo resolvería todo. Las ideas de Freud, Nietzsche, Einstein, empezaron a impregnarse en la ideología del hombre moderno. La psicología y el psicoanálisis se declararon la panacea de todos los males. Pero tras las guerras, Sartre enmarcó en breves palabras la decadencia del hombre frente al siglo XX: "soy un ser para la nada". Así que como ni el mundo, ni el hombre tienen sentido, es tarea inútil buscarlo. Las corrientes artísticas empezaron a cambiar, a nutrirse de la decepción mundial, se rompieron paradigmas y todo se oponía contra todo. Pero había una última promesa en medio de tanta decepción; se podía presentir la entrada de la tecnología, como la panacea de la humanidad. Algunos, quizás los más entusiastas ilusos, estudiamos computación y nos embarcamos a aprender nuevos lenguajes, basados en instrucciones, ceros y unos, aún sin terminar de entender bien el nuestro. Tomamos computadoras, instalamos redes, empezamos a tejer una enorme telaraña de delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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protocolos, programas y gran cantidad de cables, y nos sentamos felices a esperar que el futuro llegara. Así nos sorprendió el arribo del nuevo siglo. Igual que nuestros ancestros, ansiábamos las promesas, sólo que a diferencia de ellos, ya intuíamos que era de madrugada y que la fiesta no tardaría en terminar. Hoy, todos enredados en móviles y redes, nos damos cuenta que el futuro ansiado ya quedó muy atrás. Tal vez por eso, como Chimal lo menciona reiterativamente, hay un desgaste emocional en toda esa generación, una necesidad de persistir en las promesas que los padres habían hecho a los jóvenes. La fisura existente entre los últimos años del siglo XX, y los primeros del siglo XXI, se tiene que llenar a como dé lugar. Se puede decir que el dos mil que tan ansioso se esperaba y se veía tan lejano pasó tan rápido que ahora se ve igualmente lejano. La frase de "La fiesta comenzó sin nosotros" refleja mucho del desencanto de esta generación. La escritura, como reflejo de este descontento general lo expresa. El autor mexicano de cuentos, traducido a varios idiomas, nos señala que "Si bien es cierto que no todos los escritores con cuarenta años escribieron sobre temas dolorosos y melancólicos, al menos la frustración, desorientación y perplejidad, sí se deja sentir en varios textos. Una generación que se ha ensimismado en contemplar y sacarle brillo a su pasado." Ahora, las bases tecnológicas que se asentaron en el siglo pasado, como el Arpanet y las primeras redes, nos hicieron muy felices en los primeros años. La Era de la información nos hacia tan radiantes de felicidad como un buen estimulante en forma de pastilla, pero la verdad es que transcurridos los primeros años de este nuevo siglo hemos descubierto vertientes negativas. Todas esas toneladas de terabytes de información nos ahogan como una droga. Lo que antes parecía ser la promesa de la liberación del hombre, ahora es una condena. Aquella época ajena a la informática y la tecnología, se ve tan lejana que entra una verdadera nostalgia al recordarla. Muchos textos literarios hacen hincapié en esto. 58

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De acuerdo a Chimal, se nos menciona que no hay un niño prodigio que represente a esta generación mexicana, lo mismo va para los nacidos de 1980 y los de 1990. La razón de denominar generación Z, se debe a llamar zombies, a esos escritores quienes después de los noventa, siguieron escribiendo después de dejar la escritura, es decir, después de morir. Tras un periodo largo de silencio y el descalabro del fin de siglo, que no destruyó a quienes tuvieron la terquedad suficiente para seguir escribiendo con otros temas o enfoques relacionados con el mundo y sobre todo con su propia voz. Ejemplo de ello son los escritores Pepe Rojo y Bernardo Fernández ‘Bef’. Chimal nos aclara que la palabra zombie, usada aquí para los escritores, es un poco injusta pero en ciertos aspectos es pertinente, porque un zombie es una criatura que vuelve de la muerte; que no debía moverse pero que de todas maneras se mueve, que inquieta a todas las personas que lo conocieron en vida. Son resucitados. Son los supervivientes de la catástrofe, cambian de género, se abren, modifican su postura ante el lenguaje, su lenguaje. No están muertos, sus textos tienen más vigor y entusiasmo que sus primeras obras de juventud. Resisten y continúan. Un claro ejemplo de esto es la escritora Guadalupe Nettel. La lluvia ha disminuido pero no cede, las ganas de fumar se han disipado como las negras nubes, pero la tristeza no. Los cambios siempre atemorizan, es evidente que no somos la primera ni la única generación que frente a la mudanza nos intimidamos. El mundo tal vez no es mejor ni peor que en otros siglos, simplemente es distinto. La fiesta ha terminado, hay que recoger los platos sucios, limpiar las mesas, recoger las botellas de los excesos de otras generaciones. Y aunque muchos se quejen de que ya no queda nada, creo que queda un poco de todo. Hay diferentes visiones de la vida que podemos tomar, la optimista o la pesimista, o en peor caso la indiferencia, cada quién elije. Así que tomemos lo que hay y construyamos a partir de esto. Vislumbremos con la mayor creatividad lo que ninguna generación tuvo


antes que nosotros. Hay una gran responsabilidad en ello, pero también están todas las herramientas disponibles. Contamos con toda la información del mundo en la palma de la mano en esta plena era digital, es casi imposible fracasar.

La generación Z sirve para recordar que la escritura, ese símbolo de creatividad, es capaz de volver de la muerte. Nosotros mismos podemos regresar tras innumerables fracasos. El mundo, como la literatura resiste; sobreviven aunque no sobrevivamos en ellos.

Así que hagamos volver a la humanidad de la muerte y seamos como esos muertos vivientes de las películas.

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Saldo de cuentas Erika López Rodríguez.

¡N

o te vayas a caer! ¡Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe! ¡Te estoy

hablando, niño!, gritó la abuela. Le alarmaba pensar que su espigado cuerpo acabara bajo los coches que sorteaba sin miedo. Era poco lo que podía hacer sentada en el suelo. Para tranquilizarse, en los ratos que no tenía turistas enfrente preguntándole por los precios de los dulces típicos o las frutas, repetía nerviosa las jaculatorias de la novena que hacía cada noche antes de dormir. Como el niño se le apartaba de su vista llena de nubarrones, usaba su voz quebrada para acarrear las palabras desde el fondo del estómago, allá cerca del vientre que una vez iluminó el camino de la descendencia. Manuel y sus amigos estaban jugando a la cascarita, un par de calles más adelante, con una botella aplastada que servía bien como balón. Todos corrían entre las bicicletas y los carros, que los obligaban a retraerse del gol. Apenas podían reanudar la justa épica que bien podría ser la forma en la que se hicieron de fama Neymar o el CH14; saltaban directo a la cancha de concreto para brincar sobre los baches llenos de piedras, y algunos plásticos lanzados por peatones y automovilistas. Esta vez situaron la portería entre la panadería de Lencho y la funeraria de Don Nico, para no tener problemas con los de la otra calle, que ayer los sacaron a golpes por ocupar su lugar. Manuel siempre lanzaba con la pierna derecha, para hacerlo se detenía y eso provocaba que le robaran el pase. —¡Fíjate, idiota! Por tu culpa nos van a ganar —le dijo Chacho.

—¡Cállate, pendejo! —respondió visiblemente molesto. Manuel odiaba que siempre se aprovecharan de sus debilidades; eso lo hacía sentir vulnerable; le entraban ganas de meterse a golpes en la casa de cualquiera, como lo hizo su papá cuando lo sacaron de la fábrica, y por ello comenzó a robar cuchillo en mano. Esa imagen le acompañaría para siempre, incluso años más tarde lo tendría en mente mientras lo trasladaban al Altiplano, por trasiego de droga, trata de blancas, y lavado de dinero. —¡Niño, ya vámonos! —decía mamá Elena con todo lo que quedaba de la venta. Las bolsas llenas de la mercancía no vendida, obligaban a su diminuto cuerpo a doblarse hacia un lado. La curvatura de la espalda le hacía difícil caminar, ya no se diga que su ronquera, conseguida de tanto suplicar, sea para pedir caridad o por la venta, completaba aquel cuadro de miseria que aun así regaba bondad a su paso. Su nieto se apresuró a despedir a sus amigos, total que nadie había ganado, el juego era una forma más para pasar el rato, luego de salir de la escuela primaria federal "Gral. Porfirio Díaz". Caballeroso con las mujeres, como le había enseñado su madre antes de irse a Estados Unidos para enviar dinero, cosa que nunca sucedió porque la secuestraron unos tipos para prostituirla en Texas, donde eventualmente la mataron, y enterraron su cuerpo en la frontera con México, Manuel se acercó con la frente en alto a levantar la pesada carga que hasta para un hombre como él era difícil de sostener; ambos se encaminaron dando algunos traspiés rumbo a la parada de camiones que los devolvería a su pueblo. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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Nunca le pudo decir la ‘e’ inicial, hasta ya grande, y en la cárcel cada que se dirigía a ella era como 'Mamela'. En realidad el nuevo nombre le sentaba mejor que Elena, eso hacía que la abuela se sintiera bien consigo misma. Cuando lo escuchaba recordaba que alguna vez su nieto era tan inocente, como los ángeles tallados en piedra de la iglesia donde cada día establecía su puesto de venta. —Tenga abuelita, se lo manda 'El Mano' — extendió Chacho un fajo de billetes— Ya sabe, la semana. No tenga fijón por pedirme lo que quiera, 'El Patrón' nos cuida a todos. ¡Hasta su nieto sigue protegido por el jefe! Y mire que lo agarraron nomás por su despiste, que si no… Al día siguiente la abuelita recibió un aviso de su hija; fue entre sueños cuando se le acercó para pedirle que le cuidara mucho al chamaco. —No vaya a ser que nos salga las del santo volteado y acabe como su papá— le dijo. 'Mamela' despertó en menos de un pestañeo, su corazón agitado estaba a punto de taladrarle el seno. El ruido de las ollas de cocina que se cayeron a mitad de la noche confirmó su sospecha. No podía recordar su rostro, trataba de imaginarla nuevamente, quería volver a verla de adulto, se tapaba la cara con ambas manos para cubrir las lágrimas, rogaba que no fuera así, mas era inútil, con mucho trabajo se reconstruían los pedazos de ella en su anciano cerebro, estaba claro que había ido a despedirse en la forma como lo hacen quienes ya no nos honran con su presencia. Manuel no fue a la escuela una semana, su abuelita permaneció acostada en el frío piso de cemento con unos paños mojados que le cubrían los ojos cerrados llenos de lágrimas. No se hizo esperar la llegada de la fiebre y con ella el hambre. 'Mamela' necesitaba un médico, 62

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alguien que la sacara del trance en el que había caído desde aquel hecho paranormal, que se repitió con los inexplicables golpes de puerta a las tres de la tarde, durante tres días. En un desesperado intento por salvarla, Manuel corrió al centro de salud del pueblo con las pocas fuerzas que le proveían su dieta a base de palomas y del agua potable que robaba de las casas que tenían tubería externa. Extrañaba tomar coca cola, ya estaba harto de pedir que los enfermeros salvaran a su abuelita y no hicieran nada, ya no quería seguir así. Una trabajadora le explicó nuevamente que tenía que llevar a la paciente para que la atendieran, nadie iría a verla a su casa. No sabía cómo cargar a 'Mamela'. Se acercó a un ventero de pan y le pidió el favor de poner a su abuelita en el triciclo para llevarla al hospital, mientras él vendía el pan en la plaza. El hombre se apiadó del niño de diez años cuando ofreció trabajar gratis durante un mes o un año. Tan pronto se recuperó la abuela, le pidió al niño que lo contactara con su jefe para pedirle que exonerara a su nieto del trabajo gratuito, así ambos podrían volver a su vida habitual. El panadero no llegó a ningún acuerdo con ella, le dijo que en la ciudad estaba el patrón Don Nico, dueño de una funeraria y de una panadería, entre otros negocios, a él, a él le tenía que consultar las cosas. Resignada a obedecer, la abuela salió cabizbaja de la sucursal "El Pan de Lencho", mismo nombre del de la matriz que estaba en la ciudad. "Si eres listo con el jefe y evitas llamar la atención, nada de riñas callejeras, nada de pendejadas, verás que tú y tu abuela prosperan", esas palabras también las recordó "El Mano" a mitad de la noche en su catre viendo a las cucarachas traspasar las rejas.


Tres narraciones Uriel Martínez

Las mascotas Papá trajo a casa un nuevo huésped, un perro chato de pelaje gris y cara de pocos amigos. Lo trajo de un pueblo vecino a donde había ido a cobrar un dinero; como el deudor no completó para pagarle, le ofrecieron a Bulldozer, nombre del chucho que vino a vivir con nosotros, antes que mi papá se fuera de casa.

2. Creo que fue mamá la que decidió mantener la mascota en la azotea, en una casa de madera colocada a la sombra del árbol y agua del tinaco que surte las necesidades. Bulldozer se volvió bravo viviendo arriba: les ladraba a los chiquillos que regresan del colegio, a los pordioseros, a los ambulantes que pasan en la calle y a los vecinos que entran y salen de las casas. Recuerdo que un día papá lo sacó amarrado por una campaña de vacunación que llegó al barrio, era contra la rabia, el moquillo y los parásitos. Cuando regresó con el Bulldozer ya traía una correa y una placa con su nombre y la fecha de las vacunas. Fue la primera y última vez que papá lo llevó al veterinario.

3. En una ocasión lo saqué a caminar al parque. En la escuela dijo el profesor que es bueno pasear a los animales, no sólo a que hagan sus necesidades sino también para que reconozcan el terreno porque no es recomendable mantenerlos encerrados. Ese día mamá había salido a ver al notario.

4. Cuando regresamos Bulldozer y yo, mamá no había vuelto. Subimos de nuevo a la azotea. Luego de amarrarlo al árbol le limpié las heridas del cuello y la cara; recuerdo que gemía cuando le pasaba el trapo empapado para limpiarlo. No más conmigo era manso. Cuando terminé de curarlo le subí las vísceras que quedaban en la estufa. Así estuve con él, platicándole para que se tranquilizara. Creo que Bulldozer ya no oyó cuando llegó una patrulla y se detuvo. Eran dos polis, la mamá del niño lastimado en el parque. Se disponían a tocar el timbre.

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La dama y el perrito Este domingo pasado viajé a mi pueblo a ejercer mi derecho ciudadano con mi voto. Mi compa "El Saltapericos" me recomendó que no echara en saco roto esta obligación de oriundez de Dogville. Le llamé de la central camionera ese medio día, me pidió que me encaminara en taxi a la fonda Comala, donde él y su equipo de campaña desayunaban, que ellos pagarían los dos viajes: el de la capital y el colectivo. Así lo hice.

2. Pasadas las 18 horas —hora en que se cierran las casillas—, me despedí. El que será su síndico me dio un raite a la terminal y me entregó una bolsa de ixtle con el logotipo del partido y el bigote de mi compay. "De parte del winner", me dijo. Pensé que eran chelas —hay ley seca desde el primer minuto del viernes y se dilatará hasta el lunes a media noche—, pero no me gusta la cerveza caliente. Agarré el camión del cuarto para las siete. Antes de empezar a cabecear, me vino a la cabeza la recomendación de "El Saltapericos": Te espero a mi toma de posesión, hijo. Te mando una invitación por fax.

3. Me senté a mero adelante, cerca del chofer que traía un casete del Buki. Antes de que me ganara el sueño empezó el llanto lastimero de un chucho, "Quizá tiene hambre", pensé. El conductor del transporte disminuyó el volumen de la voz dolorida de la cinta, al tiempo que buscaba por el retrovisor el origen del llanto canino de un animal hambreado. "Va a montar en cólera y en la caseta de cobro va a bajar a la chingada al dueño y al Firulais", pensé. Veníamos hechos madre por la autopista. En ratos el chucho se calmaba para retomar la tonada con nuevos bríos. Pero dejamos atrás la caseta sin que el operador advirtiera la prohibición de transportar animales de contrabando, por higiene.

4. Cuando el camión paró frente a la presidencia municipal, la doña dueña del chucho descendió por atrás y su hijo por la puerta de ascenso para recoger un maletín y una maleta. La señora se acercó a esperar a su hijo con su can en brazos: era un perro callejero con un resplandor negro en el ojo derecho. Ella con una sonrisa de oreja a oreja mientras le mostraba la mascota al chofer — muy soronga— y a los que no pudimos echar una siesta de cincuenta minutos una tarde de domingo.

5. Cuando llegué a casa lo primero que hice fue abrir la bolsa de ixtle que me dio el ayudante de mi compa "El Saltapericos", eran dos quesos enchilados, una bolsa de pinole y como dos kilos de chorizo de Dogville, sabor que ha traspasado fronteras. "Pinche perro hambreado, lloraba por mi voto." 64

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Agua de las verdes matas Desde que le diagnosticaron incontinencia el mico culto entra a desalojar el agua en cualquier cantina, sanitario público u oficinas de gobierno más próximas a su urgencia. Ese viernes social entró a la cervecería "Las traigo muertas", cerca del barrio alegre de Dogville. Ahí, en la barra, vio a Inés departiendo amigablemente con su ex vecino Remedios el Vello. Hizo como que no los vio e hizo como que no le dolía verlos juntos. Mientras orinaba, el MC hizo de tripas corazón porque el olor a gobernadora —desodorante de origen herbolario propio de cantinas de mala muerte—, le impactó las fosas nasales.

2. Mientras se sacudía el apéndice de hacer aguas decidió salir sin detenerse a saludar al amor de su vida —Inés—, ni a aquel amor que marchitó su vida (nunca como ahora, piensa, le cae como anillo al dedo esa canción popularizada de Chavela Vargas), Remedios el Pelos, su compañero de la primaria. Pero fue inútil, ambos, lo detuvieron, le ofrecieron un tarro de cerveza y le pusieron al tanto: eran primos hermanos y uno de ellos había recién llegado del gabacho. Era su cumpleaños.

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Soñando despierto Gerardo Ugalde

Sigo andando sin ninguna prisa. Las calles que atravieso son vigiladas por ancianos que desde sus pórticos observan la huida del Sol. Hace tiempo que yo he perdido el rumbo. Desconozco mi ubicación en el mapa. En mi memoria no localizo algún acervo que me ayude a regresar a mi casa. Lo normal sería volver hacia atrás y regresar por donde vine; sin embargo una fuerza me atrae con esfuerzo. Yo quiero regresar y sentirme a salvo. Pero mis pies parecen haber cobrado vida independiente; por lo tanto desobedecen a mi temeroso cerebro, y continúan, ahora corriendo, hacia el final de la calle. ¿Por qué me dirigía ahí? ¿Acaso conocía mi destino? En el instante que corría sin vacilación, esas dos ideas sonaban con fuerza. Martillando en mi nuca. Retumbando en mis oídos. De repente, me detuve. Miré hacia abajo con aprehensión, como un padre enojado que regaña a sus desobedientes hijos. Tuve que olvidarme de la reprimenda; era más importante intentar salir de ese intrincado problema. El rey silencio gobernaba con mano firme la calle. Mi corazón en vez de apaciguarse por la cálida calma, se sumió en una angustiosa marcha emocional, descargaba esa extraña sensación de temor, excitación y locura detrás del esternón. Observaba con atención los edificios a ambos lados de la calle; esperaba que algún peatón se acercara; rogaba a los dioses por la llegada intransigente de un automóvil. Nada. Estaba solo. Por alguna extraña razón la vida humana y animal desaparecieron. Sólo unos cuantos arboles y yo estábamos ahí, respirando. Absorbiendo la energía terrestre. Aquel sueño constante; y que yo pensaba imposible se presentaba: Estar solo. Ser uno y ya. Pero. Viviendo ese momento, no podía dejar de sentir nostalgia por lo que quedaba en el pasado. Nunca más volvería a entablar contacto con otro ser emocional. A la larga —pensé— me volvería uno más de aquellos árboles que solo viven por vivir. Caí al suelo. Quería alcanzar la resignación mediante el desconsuelo. Que importaba estar solo en la tierra. Sí. Mejor conmigo mismo que con idiotas que fastidiaran mis días. Recordé que yo también era un idiota. Fastidiando mis días con absurdos monólogos sobre lo que haría si volviera a la vida de las masas humanas. Segundos después mis rodillas tronaban. Ambos tobillos se adolecían de una necesidad de movimiento. Corrí en dirección contraria. Exactamente por donde vine. Y debido a mi distracción por observar mis pies, me estrellé contra un policía que me empujó gritándome: ¡Fíjate, pendejo! Carajo, me gustaría estar solo en la tierra.

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Seis veces 71 Oliver Galera

M

i verga está plagada de células que en un parpadeo se convierten en miles de insectos dentro de mi cuerpo. Observa a los bichos que viajan a través de mi sangre, mírales los ojos y las antenas que babean un líquido oscuro, nota como sus alas muerden y devoran mis arterias azules. Es probable que en este momento, ellos ya habit en tu cabeza, ¿los ves?, yo siempre los miro y cada que lo hago tienen un aspecto diferente: en ocasiones parecen cucarachas bañadas de líquido amniótico, y otras, moscas de seis alas que juegan entre la mierda. Cada una de estas bestias tiene una voz distinta, ¿ves las voces?, basta que un grillo cante y coja a otro, para que los demás hagan lo mismo y así se cree una flama, un fuego que logra que mi vara de dieciséis centímetros tenga rigidez y dureza para cambiar los pensamientos de tu vagina. Esto fue lo último que le susurré a Sofía antes de escuchar el 71. Seiscientos números seis seiscientos números seis sintiendo seis sesenta y seis besos de seiscientas sesenta y seis voces tu cerebro grita seis millones de veces sesenta y seis sueños mientras mi sombra come los sesos de seiscientos sesenta y seis mil billones de seres inexistentes…

—¡Estás bien pendeja!, ¡ya cállate y ábrete el culo!— le dije de manera brusca para convencerla. Pero Sofía no me escuchó, seguía hablando y lo hacía cada vez más fuerte mientras

yo tenía la verga parada. Me puse sobre ella, la escupí y con mi pene le golpeé los ojos. Sentí rabia, esperaba que de mi glande salieran termitas que le devoraran las córneas, mas no sucedió. Decidí ir por algo de beber. Me bajé de la cama, no recuerdo cuántos días tenía sin hacerlo. La habitación estaba sucia: las paredes cubiertas de sangre, el piso repleto de latas vacías y cigarrillos mojados; alrededor de nosotros jeringas, langostas sin cabeza, alacranes muertos, sudor hecho polvo. Me dirigí al otro extremo del edificio por un trago y me quedé contemplando el vacío, alcancé a ver un par de libélulas que intercambiaban sus alas. No me gustó lo que miré y cerré los ojos, dentro de mi negrura escuchaba la voz de Sofía decir: "seiscientos números seis exprimen sesenta y seis salivas sucias en seis mil vasos de sangre". Al volver a la habitación, tomé de mi lata y el líquido me supo a chinches. Continué bebiendo y miré a Sofía que estaba brincando desnuda sobre la cama. —¿Conoces el 71?, es mejor que el seis. —¿El 71?, ¡no tengo ni puta idea de lo que mencionas! Mejor ábrete, quiero llenarte de avispas. —El 71 es mejor que el seis— repitió. Tomó su mano derecha y mientras brincaba comenzó a meterse la extremidad en su vulva. Yo gozaba la exhibición, no había mejor imagen que verla masturbarse. —Si hacemos el 71 juntos, te prometo que antes de que me venga te aviso para que te pongas bajo de mí, tomes de mi líquido delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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transparente y comas de mi "Coulant-vainillé". Además, el 71 es mejor que el seis, ¿verdad que el 71 es mejor que el seis?

—Si hacemos el 71, lograré olvidarme del seis, además, el 71 es mejor que el seis. ¿Verdad que el 71 es mejor que el seis?

No pude resistirme, uno de mis mayores placeres era comer su "Coulant-vainillé". Hubo una noche en que ambos nos quedamos sin cocaína y sin mayor ocio que el de mirar el techo lleno de luciérnagas. En voz baja, Sofía me comentó que las arañas le dijeron que la mierda tenía efectos alucinógenos. De inmediato le propuse que cagara para comprobarlo. Al principio no quiso y eso me enfadó mucho, así que comencé a golpearla hasta que la hice aceptar. Con la nariz sangrante se puso en cuclillas y por más que intentó e intentó no pudo, le ayudé dándole de comer todo lo que encontré alrededor de la habitación, desde agua pútrida con tábanos hasta comida deshecha. Seis minutos después, un pequeño trozo salió de ella y cayó sobre un escarabajo. La cagada era del tamaño de seis nueces, su forma era sólida, amarilla y resistente. Me dispuse a olerla, en realidad su perfume no tenía nada de especial, continué con mi tarea hasta que mi lengua salió de mi boca y probó aquel maravilloso postre crujiente.

Me acerqué a ella y la abofeteé, estaba harto de sus estupideces, la bajé de la cama, le di seis patadas que le hicieron expulsar un par de flemas, y le comenté que si volvía a mencionar el 71 le metería en el ano miles de hormigas negras. Sofía comenzó a llorar y a decir que sus lágrimas escribían en el aire el número seis; esto me excitó demasiado, la vi como una niña tímida que jugaba desnuda con el viento, tuve muchas ganas de cogerla hasta lastimarla.

—El 71 es mejor que el seis— dijo de nuevo. —¡Tu puta madre!, deja de repetirlo. Si sigues diciéndolo no vamos hacer nada, lo único que haré es llamearte los ojos, ¿entendiste? —¿Mis ojos?, ¡sí, mis ojos!... en mis ojos hay seiscientos seis millones de seis en una luz… hay seis mil seis segundos en un parpadeo y sesenta mil seiscientos setenta y un silencios en mis seis pupilas… ¿Verdad que el 71 es mejor que el seis? No comenté nada, sólo la observé, ella estaba perdida, miraba al vacío y seguía hablando.

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—Sofía, hagamos el 71—, dije mientras la recogía del piso. El proceso era más sorprendente de lo que había imaginado. Para iniciar el 71, lo primero que tuve que hacer fue cortarle un cuarto del dedo índice de la mano derecha. Después, esperé de manera exacta seis minutos con seis segundos e hice lo mismo con el dedo de en medio de la misma extremidad. Sofía se chupó los dedales lastimados hasta que el sangrado disminuyó. Al finalizar esto, mi compañera se metió ambas pinzas en la vaginay se orinó hasta quedar muy mojada. Durante esta etapa la chica no mostró signos de dolor ni de placer, su rostro era mudo. Fue entonces cuando me pidió que me colocara sobre ella. Puse mi cabeza del lado contrario a la suya, de manera que ambos órganos húmedos y pestilentes quedaban al alcance de mi boca y la de Sofía. Los dos empezamos a tocarnos como solíamos hacerlo. —El 71 es mejor que el seis. Cansado del tacto decidí pasar a la succión. (Yo tengo una habilidad extraordinaria para el sexo oral. Mi madre me obligó a practicárselo una tarde de mi infancia en el que yo estaba en el jardín cazando insectos. Desde eso,no pasó


un solo día hasta la muerte de mamá en que no probé fluido. Gracias a ello puedo manipular los músculos de mi lengua a mi antojo: el vértice, el borde y el dorso, las papilas y la raíz de mi lengua trabajan como les ordeno).

noté que uno de ellos tenía mi rostro, estuve a punto de matarlo cuando algo me hizo sentir un zumbido de la cabeza a los pies. Abrí los ojos y vi que la chica había expulsado una flema grisácea y verde en mi culo.

—El 71 es mejor que el seis— de nuevo.

Los dedos de Sofía pasearon por mis nalgas: primero la izquierda, después la derecha, esos dedos que parecían plumas fueron de arriba, abajo y costado, esos dedos, ¡esos maravillosos dedos!, tocaron los nervios de mi culo como nunca había sentido. Sofía continúo, tomó su meñique, su anular y su índice, y los bañó con las flemas que estaban en mi culo para luego introducirme toda la mano en lo más profundo de mi cuerpo.

Abrí muy bien a Sofía y metí mi lengua a lo más profundo. La mujer exclamó un gemido que me hizo trabajar más detalladamente. Saqué mi sin hueso y empecé un recorrido por el pubis, los labios, la uretra y el ano en donde me quedé por mucho tiempo, esperando que tal vez llegara mi dulce por adelantado. Sofía comenzó a chuparme y sólo obtuve incomodidad, su lamida era rasposa y sin técnica, no me lubricaba, no sentía gozo. Pasó a los testículos y en lugar de acariciarlos, como se palpa a una pequeña tarántula, sus manos rasposas jugaban mi escroto. —¡Si te vienes ahora no podrás sentir el 71!, ¡y el 71 es mejor que el seis!, ¿verdad que el 71 es mejor que el seis? —¿Cómo supones que me corra con esos lamidos del carajo? ¡Estúpida, chúpamela bien! Mis palabras fueron inútiles, el fastidio continuó. Dentro de mí una imagen comenzó a presentarse: puse a Sofía de espaldas a la pared y a golpes uno por uno le quité los dientes y después de quitárselos le apreté las tetas, le mordí los pezones y la puse de rodillas. Ahora sí, las chupadas que me daba eran dignas de la mejor de las putas. Un hermoso óleo que surgió de la mezcla de mi semen, de la saliva y sangre de Sofía, bañó la habitación que comenzó a tomar distintos tonos. El líquido de colores inició a esparcirse y al llegar al techo, el fluido comenzó a gotear espermatozoides con patas y antenas. Empecé a verlos y

—¡Esto es el 71!, ¡esto es el 71!, ¡el 71 es mejor que el seis!, ¿verdad que el 71 es mejor que el seis? No pude responder, fue como si en mí hubieran entrado seis escorpiones gigantes con sesenta colas. De inmediato entré en un éxtasis que me hizo correrme de tal manera que la mujer se mojó la boca, la nariz y el rostro como si hubiera entrado en un mar salvaje. Hicimos el 71 seis veces más hasta que ya no pude continuar porque mi culo comenzó a ponerse pútrido. Una noche Sofía sacó sus dedos de mi cuerpo y se acostó al otro extremo de la cama, yo la miré y lo único que pude notar fueron sus pupilas que reflejaban un color escarlata que provenía de mi ano maltratado. En silencio ambos cerramos los ojos. —Seiscientos números seis. Mi cuerpo es la casa de miles de larvas y lombrices que entran y salen por mi recto. —Seiscientos números seis. Mi lengua está inmóvil y seca; mis dientes se van cayendo y mis labios no responden a mis mandatos. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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—Seiscientos números seis. Mi nariz expulsa plasma mocosa y sólo puede percibir un olor ácido que me quema los pulmones. —Seiscientos números seis. Mi piel se va llenando de escamas, me convierto en el hombre lámina y cualquier roce significa un dolor tan profundo como ser quemado. —Seiscientos números seis. Permanezco estático sintiendo como las uñas se me caen y alimentan a las hormigas. —Seiscientos números seis. Las hormigas le dicen a las garrapatas que se coman mi cabello, y a los piojos que se encarguen de mis cejas y pestañas. —Seiscientos números seis. A diario escucho una voz. —Seiscientos números seis. La voz dice que vendrá el ciempiés a comerme seis millones de veces.

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—Seiscientos números seis. ¿Te he contado que uno a uno he contado mis seis mil sesos? —Seiscientos números seis. Quisiera tener al ciempiés que devora lóbulos cerebrales. —Seiscientos números seis. ¿No te gustaría romperme el tímpano? —Seiscientos números seis. ¿O cortarme las orejas? —Seiscientos números seis. ¿No te gustaría cortarme en seis pedazos? —Seiscientos números seis. ¿O matarme seis veces? Para así no escuchar cuando Sofía hace el chillido de una mosca mutilada y se arrastra a mí como un gusano enfermo para decirme exactamente lo que estoy pensando: seiscientos números seis.


Peludisney o Para mojar chavitos Ángel Fuentes Balam

El Ladino y la lámapra maravillosa Muhammad era un niño ejemplar. En la escuela iba primero en todas las clases y sus modales hogareños eran impresionantes: guardaba silencio en las conversaciones de los mayores, masticaba con la boca cerrada, lavaba sus platos y hacía su tarea sin que nadie se lo pidiese. Era recompensado con regalos y elogios, que hacían morir de envidia a su hermana, Jazmín, tan sólo un año menor que él. Cuando a Muhammad le llegó la pubertad, experimentó drásticos cambios en cuerpo y mente, que le dificultaban cada vez más comportarse como era esperado. Los elogios y los regalos que le daban ya no lo hacían sentir satisfecho. No supo cuál era la razón hasta una noche de agosto, cuando Jazmín se olvidó de cerrar la puerta del baño, mientras se bañaba. El chico iba a entrar, pero se percató de que ella estaba adentro. Nervioso, miró el cuerpo desnudo de su hermana a través de la cortina, dibujado por el contraste de la luz que nacía en una lámpara amarilla del techo, y tuvo una erección furiosa. Sin pensarlo mucho, se sacó el pene y comenzó a jalárselo con más ganas que miedo. Vigilaba que nadie llegara hacia el baño y que ella no saliese del chorro de agua. Cuando sintió que iba a eyacular, oyó un ruido en dirección a la cocina. Miró aterrado hacia el lugar. Espero unos segundos. Nada pasó. Pero cuando volteó la cara, se encontró con Jazmín, viéndolo con el pene en la mano, boquiabierta. Ella sintió algo extraño en su vientre, como un aleteo de pájaro húmedo. Quedó como hip-

notizada por la imagen y le pidió a Muhammad que entrara. "¿Mis papás están?", preguntó ella. "Sí", dijo él. "No importa", respondió Jazmín, y añadió: "Apagaré la lámpara y me vas a pedir un deseo", "Sí", dijo Muhammad, temblando. La niña metió a su hermano en la ducha y apagó la luz. Por fin iba a vengarse de todo lo que había hecho el niño ejemplar.

El putito feo Nunca lo dejaban entrar en las discos de la zona rosa, ni asistir a las marchas en pro de la comunidad LGBBTABCDEFGUARRADAS, menos le permitían penetrar en el círculo profundo y hediondo de la élite gay de su universidad, porque decían que no era para gente como él: un chico de pueblo, rechoncho, que hablaba a duras penas español, que había salido del clóset hasta hacía poco, y tan feo, tan feo, que los espejos de las cantinuchas lo mandaban a la friendzone. Los chicos "bien" (las ladies de la uni), le decían que él no representaba el ideal que perseguía su hermandad: había que comprarse ropa de marca, salir a las tiendas departamentales y denunciar la injusticia contra el clan homosexual, desde sus Iphones. Al pobre lo discriminaban los que decían ser discriminados. Los simios de sus compañeros heterosexuales, haciendo alarde de estupidez, lo llamaban: "El putito feo". Y con ese mote lo conocieron en toda la escuela. Incluso la tribu vegana lo hacía a un lado. Quisiera ser bello, pensaba. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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Lloraba por las noches, maldiciéndose por ser como era. ¿Por qué la gente busca un pretexto para separar a sus hermanos?, decía, mordiéndose las uñas de rabia y tristeza. Un día ya no aguantó el peso de ser arrojado al abismo del ninguneo. Se armó de valor y de varios litros de ácido muriático, y desde el segundo piso de la Facultad, los arrojó, quemando a varios alumnos y a un maestro. En su lengua natal, orgullosamente les gritaba: ¡soy hermoso, soy un cisne, ustedes son tan feos por dentro que nunca podrán ver mis alas! Luego se lanzó al vacío.

Caperucita coja Tenía apenas dos años cuando un voraz rottweiler le arrancó la pierna, después de brotar intempestivamente entre las sombras delos arbustos. Su abuela pudo salvarla de puro milagro, gracias a la intervención rápida de un vecino que ahuyentó al can. Desde eso, como gesto de eterna gratitud, la madre de Caperucita llevaba una canasta de pan y víveres hasta el hogar de cada uno. Un día, la mujer cayó enferma de fiebre y la niña —ya con catorce años— decidió llevar la canasta para no faltar al ritual. La madre se rehusó, pero la voluntad de la pequeña fue indomeñable. Tomó sus muletas y partió. Cuál no sería su sorpresa cuando, a mitad de camino, se encontró con un perro gigantesco que reconoció al instante. Caperucita supo que no tenía escapatoria. Sin embargo, lo que observó en la bestia no fue ira, sino algo más profundo, algo que era tan espeso y caluroso como un bosque. El perro-ojos de bosque le inyectó una sed brutal. El monstruo comenzó a caminar hacia ella y le enseñó los dientes y 72

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la porosa lengua. La niña comprendió sus deseos y se quitó la caperuza y el vestidito y la ropita que cubría su última carne.

Cenicienta, la fichera Le decíamos así porque dejaba que tirásemos la ceniza de nuestro Marlboro entre sus enormes tetas; después reía fuertemente y brincaba para hacerlas rebotar. Era una hermosa mulata que cuando le invitabas una copa pedía un platón de calabaza frita y corazón con ajo. Las otras mujeres de la cantina se la pasaban diciendo que cuando fregaba platos y lavaba el piso hablaba con las ratas del lugar. Lo decían porque la envidiaban. Cenicienta, además de ser la más buenota de las ficheras, era mamá de tres niñas adorables que nadie de nosotros podía imaginar, por un poco de respeto, una pizca de vergüenza y un bocado de culpa que nos desgüanzaba la varita mágica. Cuando el bar "LA MADRINA" cerraba a medianoche, los que aún estábamos algo sobrios podíamos ver la transformación de Cenicienta: se metía al baño y ahí cambiaba el escote prominente por una blusita de Mickey Mouse, la falda rozaculos por un pantalón de mezclilla, el bolsillo de las fichas por una mochila rosada y las zapatillas de cristal, con exagerado tacón alto, por unos tenis desvencijados. Por supuesto, se bañaba para quitarse el olor a colillas de tabaco y frotarse un perfume de coco. Se despedía de ti diciendo que iba a ver a sus hadas y que si volvías al día siguiente te enseñaría una foto de ellas. Nunca lo hacía.


Alicia en el país de las marranadas Alicia cayó por el agujero de gusano y llegó a un país encantador: había gemelos obesos por la coca-cola, conejos antropomórficos e hiperactivos que no cesaban de observar su reloj Casio (sí, el azul con negro que tú también tuviste en la primaria) mientras esnifaban polvo, orugas fumando hachís en todos los rave, gatos sonriendo como estúpidos frente a sus com-putadoras mirando videos de humanos, flores orgiásticas, liebres de marzo en descuento y sombrereros yonkies y mujeriegos, todos ellos gobernados por una reina de la música banda. Nadie se hablaba sin usar sus smartphones. Alicia devoró sus hongos y desapareció en el microuniverso de las partículas cuánticas, antes de ser parte de ese fecal y hórrido mundo.

La sirenita Fue el príncipe el que le ordenó a la sirenita vender su voz a cambio de unas piernas. Era la mejor inversión: prefería una vida de silencio y coño mojado, a un insoportable huachinango parlanchín. Lo curioso fue que no se pudo librar del olor a pescado.

Blancanieves saca La bruja observó por la ventana y vio a los siete enanos haciendo fila para chupar las tetas de la niña, que cantaba. Ella era feliz, amamantándolos mientras se ocultaba del cazador. La bruja, excitada y envidiosa, incapaz de soportar la hermosura del acto, mordió la manzana para emular aquellos pechos calientes y diáfanos, y se sumió en un interminable sueño lácteo que

terminaría con el beso de un demonio gallardo y falto a su propio orden preternatural.

Pingocho El chamaco fue adoptado por ese viejo verde, quesque pa' ayudarlo en el taller de carpintería. Todos sabíamos que el tal Geppetto nomás quería una pinguita fresca para rechupar, porque al maricón le encantaban los morritos. Y así: se fue al orfanato y eligió al niño como si de un vil perro se tratase; y como los huérfanos sobran en todos lados, pues que se lo regalan. Estuvo así un tiempo, exhibiendo al mozalbete como su hijito hacendoso: le enseñó a remachar, a empujar, a clavar y a untar la cola. ¡Vieras que preciosos muebles hace el chamaco! Realmente le aprendió todo al mañoso ese. En fin que los años pasaron y "El hada azul" se volvió el taller más chingón del barrio. El niño ya no era tan niño, ya era un pubertito hecho y derecho. Y fíjate, ahí va el chisme: resulta que la Gloria, esa ballena pintarrajeada, nos contó que fue a que le arreglaran una silla (seguro ella misma la quebró con ese culote que se carga) y resultó que no estaba el viejo, sólo el muchacho. "Bueno", que dijo la gorda, "A vuelvo otro día". "No, no, no", dijo el morrito, "si quiere yo le puedo componer la pata". En eso, que la Gloria alcanza a ver de reojo a Geppetto, dormidote en un rincón del taller. "¿No que no estaba tu papá?", preguntó ella. Y que de repente, sólo ve como el chavito le está viendo la pucha hinchada, porque imagínate a esa mujer en unos pantalones yinsentallados; pero que así estaba, bien apendejado viéndola, casi babeando. ¿Y qué crees?, pues que a esa zorrona le entró calor en lugar de ofenderse y delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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le siguió el juego a Pinocho. "¿De veras puedes arreglarme la pata?, ¿no me estarás mintiendo?", le preguntó. "Sí, sí puedo", contestó él. Y que ella, en eso, le da la espalda y le muestra las nalgas, inclinándose: "¿no crees que esté ya muy vieja?", le pregunta la mentecata, enseñándole el culo. "No está, si la puedo clavar", dijo el morro. ¡Y ¿qué crees?! Pues que dice ella que Pinocho se le acercó y le pegó la pinga en la mera raya, como para mostrarle que la pata tenía compostura. Y Gloria, cuando sintió la pinga, se comenzó a embarrar en él, ¿tú crees?, y que sintió cómo esa cosa crecía y crecía y crecía y que quedó bien grandota y

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suculenta. Cuenta ella que se lo cogió tres veces, se lo montó y lo deslechó la muy puta. ¡Y a que no sabes! Que el pinche chamaco hace eso con todas la viejas de la colonia. Emborracha al vejete y las convence de que él puede reparar sus cosas, y a quien se clava es a ellas. A estas alturas, ya no tiene ni que mentir el canijo. Bueno, ahorita vengo, tengo que ir por unos cojones, digo, cajones al "Hada azul"; nos vemos comadre, a le cuento después qué me hizo ese niño, pingochón de verdad.


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Taxi Libre Jose Trino Aranda Aranda

D

on Luis se tomó la pastilla de la noche y se dispuso a regresar a la mesa de dominó que compartía con sus amigos desde hacía más veinte de años, dos noches a la semana, siempre los martes y jueves. Con el tiempo la mesa había sufrido una gran metamorfosis, pues sus integrantes, merced al paso inclemente del tiempo, habían tenido que ir cambiando sus costumbres. Al principio corría la cerveza a raudales, y la atmósfera parecía la de un mini Distrito Federal en plena contingencia ambiental. Era una mesa de hombres, casi tan ácida como el humor de más de uno de los que se sentaban a su alrededor. Abundaban las bromas pesadas, pero también una gran camaradería, ésa que permite intercambiar mentadas de madre, más como expresión viril de afecto que como instrumento para ofender.

Pero el tiempo había pasado; de pronto, así sin más ni más se presentó la diabetes mellitus, el colesterol elevado, la presión arterial por las nubes, todo eso que ahora se llama "síndrome metabólico", y seguramente dentro de veinte años se llamará de otro modo, pero con los mismos efectos, acabar con la diversión de muchos. En fin, el grupo de recios hombres se reunía a jugar dominó como motivo para bromear, relajarse de los problemas del trabajo, de la casa, de la vida, en una especie de recinto especial para sentir que seguían siendo muy hombres, pero que también empezó a ser testigo de los que se quebraban agobiados por las situaciones con que la vida golpea a las personas: un hijo descarriado, una hija que se va con 76

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el novio a los dieciséis, la torturante sospecha de la infidelidad, la primera vez que, con incredulidad al principio y luego con horror descubrían su incapacidad para cumplir ante su mujer como lo que siempre habían sido:auténticos hombres, siempre dispuestos, con la potencia necesaria para ratificar su virilidad. Había de todo y se compartía mucho alrededor de esa mesa, y al alcohol, y el tabaco poco a poco les fue sucediendo el café, "descafeinado" para unos, y las pastillas para los nervios para otros, y no faltaron los que, a pesar de todo, se arriesgaban al sildenafil, aún sin receta médica. Y en las charlas ya no sólo se hablaba de los hijos, con sus historias de triunfos y fracasos, sino también de la especial alegría y el orgullo innegable que a borbotones les salía de la boca y del corazón al referirse a los nietos. Pero ese martes la plática de alguna manera derivó hacia aquello en lo que no se quería pensar, pero que siendo realistas, cada vez se acercaba más, por pura naturaleza: la muerte. Paco fue el primero que comentó el caso de un conocido suyo que había sido "muy briago", como él decía, y que el día de su muerte, estando hospitalizado por una complicación derivada de su embriaguez consuetudinaria, y luego de una intervención quirúrgica realizada para tratar de mejorar su salud, le dijo a su esposa: —Ahí está Pánfilo, ¿qué bien se ve?, ¡está gordo!—. El tal Pánfilo había sido uno de sus más asiduos compañeros de borrachera, muerto varios años atrás de una congestión alcohólica, personaje de lo más lamentable, no por


perverso, sino por la forma como decidió vivir sus últimos años, dedicado absolutamente a beber.

la hora y a los cinco minutos volvía a preguntar, porque decía que lo estaban esperando, que tenía que acudir a algo así como una cita.

Así, se pasaban días y semanas, el enfermo y su cuate Pánfilo, sin apenas probar bocado, llenando la panza con el alcohol más barato que se puede conseguir, ése que sin necesidad de grandes campañas de "marketing", ni de una botella estéticamente diseñada, en cambio podía producir el más espantoso efecto embrutecedor en el cerebro y otras consecuencias devastadoras en el organismo en general.

Salvador que se las daba de intelectual intervino en ese momento:

Total, el protagonista de esa historia veía al Pánfilo tan real, igual que veía a su esposa, y sin reparar mucho en el hecho de que era poco probable que estuviera presente en el hospital, dada su condición de difunto: —Dame veinte pesos, voy a irme con Pánfilo, dámelos, los necesito—. La esposa le siguió la corriente para que se calmara pero sin darle el dinero, obviamente, y en ese momento oyó que su marido decía: —Tengo mucho sueño, voy a dormir un rato, pero cuando despierte me das los veinte pesos, porque Pánfilo me está esperando—. Dicho lo cual se durmió, y salvo una leve agitación en la respiración, sin mayor aspaviento, murió.

—La explicación que en el imaginario popular se da, es que efectivamente hay una cita, pero una cita con el más allá. Y que así se muere mucha gente, sin darse cuenta al principio, como si siguieran vivos haciendo aquello que parece ser una actividad normal, pero que de pronto los transporta a otra realidad, y así poco a poco van cayendo en la cuenta de que el mundo que ven, que les rodea, ya no es el que habitaban unos segundos antes, en fin, quién puede saber. Como consecuencia de estos y otros relatos que se estuvieron platicando el ambiente se tornó un poco serio, pues indudablemente todos los presentes pensaban en cómo les llegaría su propia hora. Si les tocaría estar consientes o no, pero cada quien a su modo trató de ahuyentar esos pensamientos y otra vez volvieron a los chistes. A las tres de la mañana, Luis o "don Luis", —mote que sus amigos le habían puesto por su tendencia a ser muy ceremonioso, aún desde joven— se despidió.

—Es que, quién sabe, igual y sí hay algo más allá; tal vez es cierto que cuando nos llega la hora alguien viene por nosotros, alguien así como un guía, un acompañante.

Tomó su taxi y sin pensar mucho, obrando "en automático", tomó las calles de siempre; sin embargo, por alguna razón decidió cruzar el centro de la ciudad, tal vez pensando como otras veces, que podría haber un último pasaje que llevar y cobrar bien, para poner un buen final a una larga jornada de trabajo.

El relato de Paco animó al Pitucho a relatar que un tío suyo, el día de su muerte estuvo preguntando a cada rato qué hora era. Y la sobrina que le acompañaba en esos momento le decía

Al cruzar por la calle 59, sintió un leve dolor en el brazo izquierdo que se reflejó inmediatamente en el pecho. Le incomodó pero tampoco le preocupó mucho, pues en ese

Los amigos que escucharon el relato se mantuvieron en silencio un momento, hasta que al fin el buen Beto, se atrevió a decir:

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momento vio a lo lejos una figura que alzaba la mano, como pidiendo parada, decidió acercarse y levantar al pasajero. En un parpadeo le llamó la atención que las cosas parecían un poco diferentes; vio un poco de neblina que no había visto antes, y mientras pensaba esto se detuvo junto al pasajero que se mantenía parcialmente oculto en la sobra que proyectaba la marquesina del edificio en cuyo frente se encontraba parado. Una vez detenido, don Luis volvió a sentir el dolor en el pecho pero ahora tan fuerte que sentía que no podía respirar, mientras tanto el pasajero abría la portezuela trasera y tomaba asiento, por lo que el taxista empezó a disculparse por su malestar, pues pensaba que tal vez tenía que esperar un momento para poder retomar la marcha, inclusive apagó el motor del automóvil y le dijo al pasajero: —Disculpe señor, no me siento muy bien, pero ahora que me recupere si quiere le llevó a donde me diga.— A lo que el personaje le contestó con tono amable y se puede decir que hasta dulce: —No se preocupe, tómelo con calma, no tiene que llevarme a ningún lugar, yo le voy a llevar a donde debe ir… El guardia de seguridad del turno nocturno que rondaba la entrada del edificio observó un taxi que se detuvo cerca de ahí, como a las tres y media de la mañana. No le dio mucha impor-

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tancia, sin embargo, cuando a las cinco y media volvió a rondar por el frente, le extrañó observar que el taxi seguía en el mismo lugar, pero no creyó que algo extraño pudiera estar sucediendo. Más tarde, cuando a las seis y media comprobó que el mismo taxi seguía en el sitio decidió acercarse sólo para descubrir que en su interior el chofer se encontraba recostado sobre el volante como si estuviera dormido, tocó el cristal del lado del copiloto pero no obtuvo respuesta. Llamó a la policía y en dos minutos llegó una patrulla y luego una ambulancia cuyos tripulantes confirmaron lo que ya era bastante evidente, el conductor del taxi estaba muerto, y todo parecía indicar que había sido un ataque al corazón. Cuando los amigos de don Luis se enteraron de los detalles, no pudieron evitar pensar en la plática que minutos antes habían tenido esa madrugada, parecía como si el buen amigo hubiera sentido que era el final, y decidido estacionarse para evitar daños, y no faltó quien pensara que hasta parecía que se hubiera estacionado como para recoger un pasajero. En la siguiente reunión el tema volvió a tocarse y un silencio profundo se hizo cuando Paco preguntó al aire: cuando nos toque ¿vendrá Luis por nosotros en su taxi?


La memoria del pájaro por Ángel Augusto Uicab El engranaje poético de Jorge Yam.

"La poesía se toma de un solo trago" Jorge Yam

Engranaje es la más reciente obra poética del escritor Jorge Yam, originario de Bacalar, Quintana Roo; (1980). Anteriormente publicó la plaquette Las faces de la luna (Editorial Nave de Papel). Ha sido incluido en diferentes antologías poéticas. Y ha publicado parte de su obra en diversas revistas y periódicos de su estado. También ganó el segundo lugar de los Juegos Florales de Yucatán. El libro consta de cuatro secciones: Política impura, Fondo azul, Destellos y Engranaje. En Política impura nos encontramos con poemas que nos muestran la preocupación social y política del autor. Con sólo leer el título nos recuerda lo que ya sabemos: que no hay pureza ni transparencia en la política. Quién no ha escuchado que La poesía es un arma cargada de futuro (cito al español Gabriel Celaya); y así lo cree Jorge Yam, por eso cada uno de los poemas de este apartado es como una bala dirigida a ese blanco: "… la poesía dispare letra a letra a quemarropa / y las palabras se vuelvan proyectiles", "…balas que incrustan una sola idea / que nunca se esconde / en frases como disparos, / en armas como versos". El poeta pone el dedo en la herida, y lo hace para recordarnos la realidad por la que marcha el país —en el que nunca pasa nada: "en este país las flores se dicen / con la voz de nuestros muertos".

Fondo azul se centra en el acto de escribir. Sobre las dudas que surgen en el ejercicio escritural, el sujeto lírico de Yamse pregunta: "¿Qué hago aquí, / jugando a ser escritor // …con el reloj / lacerando mis ganas de escribir?"; y dice "Mis ojos reflejan / la oscuridad de mis dudas //...Soy pecador y quizás poeta". Ante la preocupación por quedarse sin nada que decir y el miedo al bloqueo creativo, indica: "La poesía brinca entre mis dedos / como resultado de las imperfecciones / de no escribir nada", "…letras empolvadas / que cubren mi silencio: // ese silencio de escribir / ya nada". Pero más adelante el sujeto lírico, el poeta, se sobrepone, toma al toro por los cuernos y expresa: "Me levanto y zarpo en el barco de la poesía". El azul parece jugar un papel importante en el oficio del poeta, así como lo son las aguas color turquesa del mar de Cancún para el turismo mexicano; azul que está acostumbrado a mirar, al igual que el de los ojos del cielo. Es un fondo azul en el cual,Yam, escribe su obra. También en esta sección el autor evoca su infancia. Retorna a ese pasado que huele a vino en la cava de su memoria para encontrar, quizás, el momento en que el grano de la poesía fue sembrada en él: Cada hoja es una historia donde la abuela está delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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regando letras con consejos y regaños. El cauce de la tinta florece a destiempo.

En la tercera sección del libro, Destellos, el poeta nos habla desde el lenguaje del haikú. Observador de la naturaleza, el autor nos entrega su visión compacta del mundo. Desde esta poesía breve, tradicional del Japón, emite vivos destellos de luz que iluminan nuestra mente para encontrar el paisaje atrapado en las 17 sílabas (5, 7, 5). Aquí una muestra de los cuadros que pinta Jorge Yam en sus haikús: Emprende el vuelo la caprichosa hoja, ya es mariposa.

La última parte es Engranaje. En los poemas está presente el placer y la muerte. Eros y Tánatos son piezas que se engranan en un abrazo para la creación de los poemas. Placer y goce, dolor y sufrimiento florecen en los versos. Como ejemplo transcribo un fragmento del poema PIEL:

Déjame comer de él hasta llenarme de tus poros. Ya muerto aléjate de mí. Me envenenas.

El autor encaja cada pieza del libro en su sitio, de tal forma que su maquinaria poética funcione correctamente. Explora con ella varias facetas de la poesía: primero la social, después la poesía confesional o de la experiencia, luego se vuelve observador de la naturaleza como buen haijin (poeta dedicado al haikú); y para finalizar se coloca entre la poesía oscura y la erótica. He aquí Engranaje del poeta Jorge Yam, un libro que indudablemente sacudirá alguna pieza en el lector. Será difícil no sentirse identificado con, por lo menos, una de las secciones. Merece que volteemos la mirada hacia él para seguir su recorrido. ¡Salud!

Hoy decido darme tu cuerpo, lo quiero, necesito ponerle sabor a esa piel insípida.

El estudio de la poesía debe ir acompañado del disfrute de la misma, si tienes un libro de poemas del que quieras conversar, escríbeme

augustoangel.uc@gmail.com 80

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Mi punto de risa por Roberto Cardozo

El día de nuestra muerte. ¿No te ha pasado que a veces te pones a pensar en cuál es tu misión en este mundo? ¿Para qué viniste a esta vida? Y comienzas a buscar un propósito para tu ahora miserable vida y generalmente terminas cayendo en un negocio redondo para quienes saben aprovecharse de tus debilidades. He podido notar cómo mucha gente se pasa precisamente toda la vida tratando de encontrar su misión en este mundo. Anteriormente he comentado que la especie humana, como todas las especies y todo el sistema solar, estamos condenados a la extinción, algo que ocurrirá en varios miles de millones de años, por supuesto. No nos va a tocar verlo porque apenas viviremos unos ochenta años en promedio; somos solamente un suspiro en todo este aliento universal. Se activa nuestro miedo más profundo, el sentirnos efímeros, por lo que comenzamos nuestra búsqueda y salvación en todo lo que nos rodea. Lo confieso, una vez intenté hasta en la religión, antes de darme cuenta de mi realidad, pero no es el tema de hoy. También es pertinente aclarar que esto no tiene nada qué ver con el ateísmo, no es un error de razonamiento por no comprender el principio de causalidad, como decía Voltaire. Bueno, ya hemos activado nuestras alarmas, ya nos cuestionamos cuál será el propósito de nuestras vidas, por lo que emprendemos nuestra búsqueda. Pero, ¿y si fuera que realmente no hay propósito? ¿No te has puesto a pensar que

no importa lo que hagas, terminarás muerto? ¿No importa lo que hagas, el planeta también está condenado a desaparecer? Es solamente una condición humana de egoísmo, la raza humana se niega a desaparecer y busca un motivo por el cuál continuar con su existencia. Claro, también debemos respetar si alguien encuentra un propósito en su vida, ya sea religioso o algo más mundano. Supongo que algunas personas sí encuentran un propósito a sus vidas, al menos eso pensarán. Es por esto que vemos gente haciendo cosas en favor de la humanidad y no digo que esté mal, pero no podemos dejar de pensar en que en ocasiones, lo hacen con el único fin de "trascender" o "dejar huella", lo que hace que refuerce mi teoría de que nos movemos siempre de acuerdo a fuerzas egocéntricas. En lo personal, presiento que no tiene ningún propósito la vida, no hay nada más allá de la muerte y lo que debemos procurar es la felicidad mientras estemos vivos. El día de nuestra muerte, nos morimos con la preocupación de no haber realizado las suficientes acciones buenas para ser aceptado en el "cielo" de cada religión. O tal vez, uno solamente se da cuenta de que la vida no tiene propósito en el día de nuestra muerte. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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Pero no todo son malas noticias, se puede vivir sin propósito, ser feliz, ser un "buen ser humano", integrarse a la sociedad, disfrutar de la naturaleza, realizar actividades lúdicas y de aprendizaje; todo se puede aunque la vida no tenga propósito. Incluso, cuando uno realiza un acto de solidaridad, sabiendo que no importa

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el reconocimiento ni la recompensa, se anula el sentimiento ególatra y se disfruta por el simple hecho de disfrutar. Bueno, quizá ese sea el propósito de la vida, ser felices y disfrutar, no lo sé. Este es solo mi punto de risa.


La Niña TodoMePasa dice: por Jéssica de la Portilla Montaño

De féminas, feministas y 'feminazis'

Ahora está de moda que celebridades femeninas como Kaley Cuoco aclaren que NO son feministas. ¡No vayan a pensar mal de ellas! Y también está de moda que algunas féminas se autoproclamen como "feminazis", y que uno que otro hombre se ofenda al leer o escuchar esta palabreja. La RAE define el feminismo como la "ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres". Yo no viví en los años 60, lo cual es una pena porque la música de entonces era excelente (al menos la música en inglés, porque César Costa y Angélica María me suenan a todo excepto a glamour); pero dicen que estaba de moda ir por ahí quemando brasieres como símbolo de nuestra liberación por la opresión a que nuestro género fue sometido durante siglos por prendas como el corset (aunque ahora existe el entrenador de cintura, de moda gracias a Kim Kardashian —quien "representa a nuestra moderna María Antonieta" según dijo recientemente el filósofo Kanye West— o en su versión mexicana de mil pesitos: la "Cinturilla de Ninel Conde") hasta que apareció Amelia Bloomer para inventar los calzones.

Imagino que las "feminazis" actuales, como he escuchado que dos o tres mujercitas se llaman a sí mismas sólo porque no usan maquillaje a pesar de que un tubo de rímel les vendría muy bien; no se limitarían a quemar en público sus propios brasieres (si no es en público, ¿qué chiste tiene andar haciendo dislates? Si uno va a andar reafirmando SUS creencias personales tiene que hacerlo ante los demás, para que sepan que eres muy cool o que eres cero guay... Pero que conste que yo NO insinúo que esto se trate de pose), que igual les compró su querida mamá antes de darse cuenta de que la prepuberta iba a salirle medio anarquista; sino que andarían en tiendas departamentales y tianguis de fin de semana con un lanzallamas colgado a la espalda, apuntando su fuego vengador ante cualquier puesto de ropa interior o, peor aún, ante cualquier otra fémina que ose cometer el pecado de vestir con dicha prenda. Entonces, m'hijita, si taaanto te molesta un pinche brasier, ¿por qué no te encueras toda, y ya?

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¡...Ah, no!, el desnudo sólo promueve la explotación capitalista del cuerpo femenino para enriquecer a Hugh Hefner y otros seres así de repugnantes. ¿Cierto? ¿...O acaso era al revés?, ¿el desnudarse empodera a las mujeres, tal y como el sexoservicio empodera —según ha afirmado una famosa columnista de medios impresos— a quienes ejercen dicha profesión que consiste en complacer a los hombres a cambio de una lana? ¡"Antes puta que esposa de nadie", gritan por ahí algunas!

Ahora bien: me gustaría saber qué opinan estas feministas, feminazis y demás derivadas sobre las mujeres occidentales que dejan de vestir jeans y blusitas porque se han convertido al islam por amor, y andan más que felices con su burka de tiempo completo o de tiempo parcial. ¿Es que eso las hace menos mujeres?, ¿el adoptar por gusto un código de vestimenta equis cambia en automático tu estatus al de "sometida"? Y tenía algo más que comentar aquí, pero pues ya se me olvidó. ¡Abur!

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Incipit

por Blanca Vázquez

El Avispero no levanta ámpula La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura. Donde no suele cobijarse nunca es en el verbo de los subsecretarios, de los comerciantes o de los lechuginos de televisión. Joaquín Sabina

A finales del mes de julio en la histórica capital del estado de Guerrero se llevó a cabo el Primer Festival Internacional de Poesía "El Avispero", le llamaron así porque Chilpancingo significa en náhuatl Lugar de Avispas. Con bombo y platillo se dieron cita durante tres días en esta ciudad, violentada por la delincuencia organizada y la indiferencia de las autoridades, poetas que trajeron su palabra desde lejos para que muchos de los que aquí viven la escucharan. Entre los poetas que fueron invitados estaban María Auxiliadora Álvarez de Caracas, Venezuela; Jorge Aulicino de Buenos Aires, Argentina; Paul Bélanger de Quebec, Canadá; Rafael Courtoisie de Montevideo, Uruguay; Fernando Herrera de Medellín, Colombia, Silvia Pratt de la Ciudad de México; Jeremías Marquines de Guerrero y algunos más. Esta iniciativa (que no es para nada mala) nace del gobierno estatal y fue programada en tiempo de vacaciones y con organizadores que desde la Ciudad de México parecían conocer este lugar en el que habito. Deben saber que Chilpancingo es una ciudad burocrática y estudiantil, por lo que en época de vacaciones es una ciudad fantasma; no hay casi nadie, o para no exagerar diría que sólo quedamos en ella los que no salimos de paseo y tenemos que seguir trabajando. Se preguntarán cuál es mi problema con el festival; en realidad ninguno si se hubiera pensado que esos poetas podrían haber sido escuchados y

conocidos por jóvenes estudiantes de diferentes niveles, que podrían haber adquirido sus libros o que habrían cambiado la idea de que los poetas están muertos y que son aburridos. Alguna autoridad comentó que era sensacional ver a los poetas andar por nuestra plaza central (mal llamada Zócalo) y creo que quizá sí, porque se habrán sorprendido del plantón de casi dos años por maestros y padres de los desparecidos en Ayotzinapa y de los autos viejos que por ahí transitan; se habrán dado cuenta por las noticias (a no ser que les hallan ocultado radios y periódicos) de los levantamientos o asesinatos perpetrados en esos días. Qué aguafiestas soy pensarán. Sé que siempre es importante generar espacios donde se pueda exponer alguna manifestación artística, pero lo que fue deprimente era ver a la clase política y socialité de esta ciudad que poco (y lo sé) saben de poesía o literatura o bien, que se quedaron con esos versos regionalistas y amorosos del siglo XIX. Entiendo que el arte también se mueve en el poder, así vi desplegadas lonas enormes, carteles, programas de mano y más cosas, que en otros eventos no se ven. Y cito a una escuela de danza contemporánea que solicitó a las autoridades les prestaran un auditorio o unas sillas y recibieron delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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negativa; créanme que llevaron a cabo su evento de la manera más humilde y los asistentes pagamos $20.00 con gran placer. Un espectáculo extraordinario. Pero como ninguno de los bailarines pertenece al círculo del poder no se logró hacer con toda las vivas del Avispero.

Contextualizar la cultura de masas, aunque sé que ese término ha sido ya debatido, pero es importante porque, como mencionaba Umberto Eco, el modo de divertirse, de pensar, de imaginar de las clases populares es inducido por los medios, y responde a los modos de pensar de la clase dominante.

Dicen que se llevará a cabo cada año, que siempre habrá un país invitado (este año fue Colombia) y que será de renombre internacional. Lo dudo en realidad.

Y en este sentido, los medios proponen situaciones que no tienen ninguna conexión con la realidad de los consumidores.

Antes de inventar festivales se tiene que saber de los gustos culturales de la ciudad, comprender y apoyar a los ciudadanos en sus intereses reales.

Este Avispero respondió al gusto e interés del grupo en el poder, pero no pensó en la poesía como camino para llegar a los ciudadanos de a pie como se nos dice a los proles.

Si tienes comentarios, escríbeme: itasavi@hotmail.com

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Desvaríos de la freaky neurosis por Gema E. Cerón Bracamonte

Entre decálogos y perfecciones

En algún momento de mi trayectoria como estudiante del REDALICY (Red de Educación Artística en Línea del Instituto de Cultura de Yucatán), me solicitaron realizar un decálogo del escritor. Después de leer algunos decálogos de autores como Cortázar o Hemingway, pude aclarar mis ideas y crear el propio. En uno de los puntos mencionados hablé sobre la perfección, y la profesora me cuestionó si realmente pensaba que podía existir eso en un escritor. Respondí que escribir era una profesión en la cual debías estar en un proceso de crecimiento constante o mejora continua (al igual que en un sistema de gestión de calidad); y después de mucha práctica, el escritor encontraría su propio estilo, en el cual convergiera su capacidad decautivar al lector y la eficacia para escribir una buena historia. He aquí la perfección. Asimismo, podría hablar de aquellos autores cuya influencia en la literatura es ampliamente reconocida, con obras que han trascendido a través del tiempo y aún hoy, logran asombrarnos e inspirar. Por ejemplo, citaría a William Shakespeare, Miguel de Cervantes y Saavedra, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Charles Dickens, Hans Cristian Andersen, Julio Verne, Alejandro Dumas, Franz Kafka, Virginia Woolf, Horacio Quiroga, Guy de Maupassant, H.P. Lovecraft, James Joyce, Henry James, Julio Cortázar, AldousHuxley, José Saramago, Ray Bradbury, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, entre otros tantos que escapan a mi pluma y a mi memoria.

Quizá haya detractores a este punto.Quienes piensen que nada es perfecto y todo se puede mejorar. Esto es relativo a cada autor.Por mi parte, sí creo en la perfección y también pienso, que realizar un decálogo es un ejercicio importante para todo escritor. A propósito de ello, decidí compartir el mío. Sean libres de utilizar u hacer caso omiso a las premisas aquí planteadas. Sé que aún soy una escritora incipiente, pero algún día, espero alcanzar la perfección.

Mi decálogo de once puntos: 1. Ama escribir con todas las fuerzas de tu alma. Hazlo sin importar la condición o circunstancia en que te encuentres; aún cuando pienses que no hay nada más por decir, ¡escribe! delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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2. Empuña la pluma como el caballero a la espada y mantenla cerca siempre. Hasta en los lugares más impensables puedes encontrar una historia, ¡mantente alerta! 3. Nunca dejes de leer. Quien aspire a ser escritor, debe haber sido en principio un lector insaciable. La lectura estimula tu imaginación y te da perspectiva. 4. Puedes inspirarte en otros escritores, pero jamás intentes igualarlos. Cada escritor es diferente y debe encontrar su propio camino hacia la perfección. 5. No desdeñes los consejos de otro escritor. Él también debió trabajar duro para llegar a un método. 6. Aprende a recibir las críticas de la mejor manera. Si son buenas agradece, si son malas también. El escritor aprende con cada experiencia, y sobre todo, es capaz de crecer a pesar de sus detractores.

7. Cuida tu ortografía y redacción. Sin lo elemental, no puede crearse complejidad. 8.Aprende las técnicas y formas adecuadas para escribir y ejercítate en ellas. Después, ¡rómpelas! Haz tus propias reglas y sigue tus instintos al crear una historia. 9. De vez en cuando viaja, conoce personas nuevas y aprende oficios diferentes. Esto puede ayudarte a crear personajes más realistas y complejos. 10. Construye redes entre aquellos escritores con los que tengas contacto. Nunca sabes cuándo y quienes pueden ayudarte en el camino. 11. Cuando tengas una idea trabájala. Toda gran historia comienza con una palabra.

Si tienes comentarios, escríbeme: evieangelist@hotmail.com

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Nos vemos en el slam por Mario Pineda Quintal

La pura fiesta, Silverio en Mérida ¡Inmune a las mentadas de madre! ¡Amo de la trusa! ¡Engendro electrónico del arrabal! Es él, quien por sus huevos tiene la calidad moral y ética de llamar a su público “Aborígenes”; hablo de él, señoras y señores, un titán de panza chelera, es él, su “Majestad Imperial”, Silverio… A unos minutos de que la fiesta del sábado cruce a las primeras horas del domingo, este hombre sube al escenario de Casa Nohoch, uno de esos santuarios coloniales en el barrio de Santa Ana en Mérida, y vestido con tal elegancia setentera, es decir, saco, pantalón de campana y zapatos lustrados, inicia su desmadre musical, porque no tiene otro nombre lo que hace con las torna mesas, voz y lo más apestoso del cuerpo. Su primera rola es el grito de guerra de Speedy González ¡Yepa, yepa, yepa! Para sus fans es el llamado del Rey. Varios abandonan las mesas y sillas que tanto ocuparon mientras tomaban cerveza de 50 varos (la media) hasta acercase a los límites del escenario para recibir la bendición de su majestad. Lo vale. Su bendición es multifacética, ni un DJ creo que la daría como él, ni un DJ de la moda fresa se atrevería a tratar a su público como él, ni un DJ forja un imperio en la locura como su show. ¡Música moderna para gente pendeja! todos celebran la banal definición de su arte y la falta

de respeto al respetable; así es el cariño más simple que puede dar su majestad y un ¡chinga tu madre!, es la reverencia de sus seguidores que pagaron una cifra superior a los 200 pesos y no necesariamente en taquilla, mejor antes “porque se va a llenar”. El concierto no va a la mitad y antes de una rebeldía por parte de los subordinados, Silverio sabe que su vestimenta de majestad tranquilizara cualquier acto de abucheo. Fuera saco, pantalón y camisa, bienvenida la trusa roja y con ella las bendiciones directas e indirectas. El protagonista ya es más que un DJ, es un líder nato del desmadre. Nadie le recrimina que cante una canción todo el día y la letra de la rola sea “esta canción la canto yo todo el día”, a nadie molesta su actitud de tarado y los gritos de ¡cállate! Hacia su tornamesa. Confía tanto en su pueblo que roba los celulares que intentan tomar foto a su panza chelera, los guarda un rato en el interior de la famosa trusa roja y después los regresa empapados con los sudores de las nalgas, los huevos y el pito. Lame los pelos de su axila, enseña la verga e invita a una dama a una copa de “trusa roja”, pero ella no accede a meterla todita en su boca, y la manda a la chingada. ¿Asco? ¿pendejadas?, a nadie le importa; es su majestad imperial, puede hacer lo que quiera, con lo que quiera y como quiera. delatripa: narrativa y algo más, No. 28, Agosto 2016

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Alguien le regala una bebida y escupe el primer trago ¿Qué es está mierda? Pregunta encabronado, ¡Es whisky, pendejo! Responde uno de los súbditos. Y de pronto, el éxito de la locura electrónica que impone quien pudiera ser un engendro de Laura León y Chico Ché. Silverio activa desde sus tornamesas la rola de Perro, sonidos que despiertan en todos los aborígenes las ganas de bailar con el perro, empujándose, brincando, aplaudiendo y cualquier otro pasito desconocido en la sobriedad.

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Unas rolas más y Silverio culmina una fiesta más casi como llegó a su segunda presentación en Mérida. El pantalón ocultando la legendaria prenda, y el saco tapando un poco la carnosidad velluda del pecho. Su Majestad Imperial se despide de toda la bola de aborígenes con una mentada de madre y un pase dorado a la chingada; algunos por respeto le responden, otros buscan la salida hacia la calle 60 del centro histórico de Mérida, ya fue mucho de desmadre musical.


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