Revista delatripa no 31

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NĂşmero 31. Noviembre 2016.

delatripa: narrativa y algo mĂĄs, No. 31, Noviembre 2016.


Revista

No. 31. Noviembre. 2016. Es un proyecto de la Catarsis Literaria El Drenaje, editada en Ensenada, Baja California. Revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría. Edición. Larissa Calderón. Colaboraciones a romeolobos@yahoo.com.mx / Consejo Editorial: Narrativa y algo más

Alejandra Aké Sustersick, Joelia Dávila, Cristina Leirana, Larissa Calderón, Roberto Cardozo, Mario Pineda Quintal y Anel Mora.

Contenido La misión perdida de Matías Verduzco. novela - fragmento final. Marta Aragón Rodríguez ........................................ 3 Sobre Juan Ruiz de Alarcón. Andrés Galindo ..................................................... 27 Mutatis mutandis Javier Paredes Chí. ............................................... 29 Misoginia internalizada Violeta Carolina Azcona Mazun .......................... 30 La musa prófuga. José Cháirez .......................................................... 36 Por culpa de una camisa. María Nieto. .......................................................... 37 Danza a la tristeza. Judith Almonte Reyes. ........................................... 38 Las batallas en el colegio. Jéssica de la Portilla Montaño. ........................... 39 El final. Mayra Juárez Herrera.. ......................................... 41 Identidad. Mario Morales ...................................................... 43 Petipa Gema Cerón Bracamonte ...................................... 50 Descendiendo la montaña mágica. Fabiola Morales Gasca ........................................ 52 Pequeña historia de la danza en Yucatán. Adán Echeverría ................................................... 58 En vivo. Ángel Fuentes Balam ............................................ 77 Cuna de Zempaxóchitl.. Paty Rubio ............................................................. 81 Peripecias de un turista Yulseltzin Guadalupe Zamudio Mejía. .................. 83 Dos textos. Uriel Martínez. ...................................................... 84 Textos eróticos. Rosario Lizama. .................................................... 86 Traer a la memoria. Jesús Fuentes. ....................................................... 92 delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

Algunos apuntes sobre "Compañeros Todos". Benjamín Pacheco López ...................................... 92

Columnas. Demersales en A mayor. Sofía Garduño Buentello ...................................... 97 La memoria del pájaro. Ángel Augusto Uicab. ........................................... 99 Mi punto de risa. Roberto Cardozo ................................................. 101 La Niña TodoMePasa dice... Jéssica de la Portilla Montaño. ..........................103 Incipit. Blanca Vázquez ................................................... 105 Desvaríos de la freaky neurosis. Gema E. Cerón Bracamontes .............................. 107 Nos vemos en el slam. Mario Pineda Quintal ......................................... 109

Imágenes portada e interiores del Artista

Arturo Torres.


La misión perdida de Matías Verduzco. fragmengo de novela. —continuación— 9 La noche estuvo plagada de pesadillas; la Querendona y la Nomeolvides cogiendo con los curas de hábitos negros, que hacían fila para montarlas. Los jóvenes preferían a la Querendona, flaca y mañosa, los dejaba exprimidos; pero los frailes ancianos se iban con la Nomeolvides para perderse en su abundante y blanca carne, ahogarse entre sus tetas enormes. Para unos era nomás meterse y todo acababa. Pero otros se llevaban su buen rato, y había quienes repetían. Las putas de piernas abiertas en espera de los curas. Al final se les cayó el rojo de cachetes y labios, quedaron descoloridas como velas de difunto. Cansadas y adineradascon el taleguito de oro que cada cura les pagaba: "Pueden letiralse y mandalme a sus hijas a puteal en mi tienda", dijo el chino Siu detrás del mostrador, el altar de aquel templo. "He de haber fumado mucha yerba antes de dormir; de dónde me sale tanta pesadilla". Los caminos se juntaban como acordeones, y todos iban a dar a la iglesia de la misión perdida, cuya torre llegaba al cielo, mantenía un cinto de nubes y se escuchaban sus campanas de plata. Don Pifas y Malaquías rezaban salmos investidos en sotanas negras, fumaban un churro de mota y lo acompañaban con mezcal. Trechos largos de andar por caminos cruzados, caminos, y más caminos. La Chagua con la blusa abierta, ls pechos de pezones hinchados. Sacó una lengua, muy larga, de víbora, partida en dos, se lamió los pezones. Aquella lengua, larga y negra, se enredó en mi cintura para meterse en la cañada de mis nalgas; estaba a punto de entrar a mi culo, cuando desperté sudando y con ganas tremendas de cagar.

Marta Aragón Rodríguez

Me fui a vaciar las tripas, me limpié con un puñado de zacate seco, pero estaba tan modorro que no vi a la hormiga colorada que iba dentro. Me picó una nalga y el dolor era tan fuerte que me bajó hasta la pierna. Adolorido y muerto de rabia, regresé al campamento. Hice algo de comer y luego fui a explorar. Caminé para el lado por donde se alzaba la sierra y di con un nacimiento de agua caliente. Me bañé con aquella agua que olía a huevo podrido, pero tuvo el poder de dejarme descansado. Encontré un quiote tierno de lechuguilla y lo traje para asarlo entre las brasas. Comía de su carne jugosa cuando escuché la guasanga de los viejos sarnosos. Era un embrollo, una alegata encanijada, parecía que no podían ponerse de acuerdo. Las voces iban y venían con el viento, también las paladas y el ruido de arena. Luego silencio, roto por el zumbar del viento. La nalga me dolía, las hormigas coloradas son muy bravas. El desierto se extendía plano en frente de mí. Plano y grande; amarillento y ventoso. Las moscas zumbaban sobre las plantas que se arrastraban por el suelo. Vi pasar un gavilán, más soledad, más silencio. De nuevo el vocerío, el ruidajo, se acercaban cada vez más. Hasta que pude escuchar: "A la orilla de un palmar, yo vide una joven bea, su boquita de coral, sus ojitos dos estreas", pero a dos voces. Se acercaba el par de viejos mugrientos. Sentí una punzada en la panza, dolor que siempre me daba cuando tenía que vérmelas con ellos, sus burlas, sus misterios y sus mentiras. Los odiaba. Ya no tenía ni respeto ni admiración por el hombre que me rescató en un camino solitario saliendo de la misión de San Fernando de Velicatá. Sólo aversión y el deseo de sacarle el secreto de la delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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misión a patadas. A él y al otro. Matarlos, descuartizarlos y tirarlos como piedras al voladero, para que nunca los encontraran. Quién iba a preocuparse por un par de vagabundos más pobres que una lagartija asoleándose sobre las piedras. Que se los cargue la chingada. Mis pensamientos se afilaban, cortaban la piedad que me quedaba. Quedaba mi corazón mondo y lirondo como bola de billar; despojado de lo bueno y decente. Era capaz de matar para conseguir riquezas. Había cambiado, no supe a qué horas me transformé en un hipócrita que fingía estupidez. Hasta mí llegó el tropel de las mulas, venían al trote. Recordé el dicho que decía a las putas: "A cuánto y al trote, me pelas el garrote". Me reí: pelar el garrote, pues a mí ese par de viejos cochinos me van a pelar el garrote, aunque no quieran. Escuché el prolongado "Oooh" que salió de Malaquías para detener las mulas. Pararon en seco. Los escuché apearse. —Qué hubo, vale, ¿Nos extrañaste? —Los anduve buscando por todos lados. Hasta aquí llegaba la guasanga que traían. —¿Hasta acá se oía?— preguntó don Pifas entre dientes porque traía la cachimba en la boca. —Un ruidajo de la chingada— contesté haciéndome el molesto. Por mí, bien se podían ir al infierno. —Mira tú, Malaquías, si apenas abriste la boca, y eso sí que es extraño; y éste hasta nos oyó alegando y paleando arena. —Bueno, vale —preguntó Malaquías antes de carraspear y escupir un gargajo—, ¿No te encontraste a nadie por ahí? —Sí; a un pinchi gambusino más loco que la chingada; se llamaba Nicanor Arce. Salió de la nada y a la nada regresó igual. 4

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—¡El Cuervo!— dijo don Pifas abriendo los ojillos, perdidos entre miles de arrugas por tanto fruncirlos por el humo de la cachimba. —¿No te dijo pa dónde iba?— preguntó Malaquías, luego de escupir otro gargajo. Con tanta cantadera se le había irritado la garganta. —A ver a las putas del Chino Siu, al Real de las Güilotas. —No pierde el tiempo; pero ya nos veremos las caras cualquier rato. Segurito debe traer muchas novedades del camino. —Así es, Pifas, no andas errado ni tantito —escupió Malaquías, limpiándose la saliva con el antebrazo—. Ese cabrón vago, ha de traer lo suyo en las alforjas; ya nos toparemos con él. ¿Tienes café y alguna cosa para calmar el hambre? —Hay café caliente y quiote asado. Comida de indios— pero en realidad tenía ganas de torcerles el buche. Al poco comíamos frijoles y un guiso de carne seca con arroz, tortillas y café. La gloria para los vagabundos que vivimos sin más techo que el cielo, y sin más colchón que el suelo duro y pelón. Sesteamos un rato. Al despertar, Pifas andaba paleando arena para irla a lavar al aguaje. Regresó con una chispa de oro de buen tamaño, y ninguno se quedó con las ganas de ir a prospectar un rato. Malaquías regresó con dos hermosas pepitas, grandes y brillantes; yo en cambio, regresé sólo con las ganas y una rabia sorda detrás del hígado. Esa noche comimos una liebre que andaba por el campo. Tierna y sabrosa, igual que el quiote de lechuguilla que asamos para la cena. Después de comer, limpiar los trastes con agua caliente y devolverlos a las alforjas, conversamos como siempre antes de ir a dormir.


—¿Vas a ir con nosotros? — ¿A dónde vamos, Malaquías? —Para el Agua Caliente. Nomás abajito, unas dos horas de camino, para el lado del sur — tosió y carraspeó muy fuerte, y aplacó la ronquera con un buche de café—. Allí hay mucho oro; lo venteo hasta acá. —Pues ojalá y sea cierto. Siempre dices eso y no encontramos nada. Empiezo a cansarme de esta vida tan pobre como de cachoras entre las piedras. Quiero hallar oro, Malaquías; tengo cinco años contigo con la esperanza. Si tan sólo me dijeras en dónde está la misión perdida, se acabarían mis penas. —Sí, vale; y podrías ir por tu puta y ser feliz con ella para siempre. Esto es lo que piensas, ¿no? Estás pendejo, y no debes de creer en la lengua de las putas. ¡Mienten! Cuando una puta te quiere, no te pide nada a cambio, te quiere y ya. Pero, ¡ay, Dios! Cuando te pide algo a cambio y más cuando te pide oro: ¡No sabes en lo que te estás metiendo, valecito, no lo sabes! Yo que tú me andaría con mucho cuidado. Se me hace que la Chagua además de puta es zorra y tú, eres más bruto que la Domitila.

En la madrugada los viejos hacían mucho ruido. Una luna llena carcomida brillaba en el cielo, próxima a perderse por el poniente. Ladraba un coyote y un tecolote ululaba en la lejanía. —Levántate —dijo Malaquías mientras trajinaba alistando cosas—, y vete por las bestias; pero tómate una taza de café antes para que despiertes. Hicimos rumbo para el Agua Caliente. La salida del sol nos encontró en camino, parecía una rendija dorada saliendo por detrás del mar lejano. Al poco rato nos caía encima como plomo derretido. El día estaría caliente, lo anunciaba la mañana. Nadie tenía ganas de hablar. Las dos horas previstas por Malaquías se volvieron seis. Llegamos a Agua Caliente, pasado el medio día, con sed, hambre y evidente mal humor; descargué alforjas y desensillé bestias. Les golpeé las ancas con fuerza para que se fueran a beber agua y a comer yerbas y ramajes al monte. —Este vale anda atorunado —dijo don Pifas sin soltar la cachimba—, vale más que encuentre oro para que regrese a Santa Clara a calmar el ánimo.

—Tengo ganas que un día estés de acuerdo conmigo, que me ayudes llevándome a donde hay oro. Para irme de inmediato a la chingada. Me tienes harto.

—Sí pues. Abunda el oro entre estos arenales, ¿no, Pifas o tú que venteas?

—Tranquilo, vale, no te encabrones. Mañana nos vamos para el Agua Caliente, y allí vas a encontrar mucho oro. Vas a verlo.

Se reían de mí como siempre. Fui a buscar leña y encendí lumbrada para preparar café y comida, al poco bebíamos y comíamos una lata de sardinas en tomate sobre galletas saladas.

Me calmé un poco porque no me convenía dejar salir aquel odio de las entrañas. Quería a los viejos tranquilos hasta que soltaran la sopa. Luego, por mí que se los tragara el desierto, el diablo, la chingada, lo que fuera; pero que estuvieran lejos, lo más lejos posible.

—Oro, Malaquías, oro hasta para atrancar las puertas del infierno.

—Esta comida me recuerda las chichotas de la Nomeolvides, quisiera que esta galleta fueran sus pezones. —Pues, vale Pifas, será una mamadita porque no tienes dientes —contestó Malaquías delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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con la carcajada—. ¡No se te quita lo caliente y cogedor! —Ni se me quitará. Mamadita o mordida, pero la Nomeolvides se va a mear de ganas que le meta el pito. Lo juro por el santo nombre que me pusieron mis padres y el cura en la pila bautismal. —Cámbiale a la plática porque alguien aquí en el campo se va a poner más atorunado de lo que ya está. No es mala res el vale, pero cuando se le mete una vieja en las verijas la cosa cambia y ya no es el mismo. —Una vieja separa hasta los ángeles del mismísimo Dios, que está en la Gloria. El silencio calló sobre el campo. No hablamos mucho rato; se escuchaban los sorbidos al café, el zumbar del aire y las moscas sobre la yerba escasa y raquítica. La voz de Malaquías quebró aquel silencio que se esparció como hojarasca. —Nomás que baje el sol tantito y nos vamos para las aguas termales que están aquí cerquita. Hay que sestear antes, para que le demos con ganas a la pala. Nos echamos sobre los sudaderos de las monturas y pusimos éstas como almohadas. Escuché los ronquidos de los viejos que dormían a pierna suelta con los sombreros en la cara. Pude dormir un poco y sumirme en otro de aquellos sueños que me perseguían, pero esta vez sólo pude soñar a la Chagua. Estaba desnuda, cubierta sólo por una blusa delgada y abierta que me dejaba ver sus pechos a medias. Sin dejar de mirarme se descubrió una chichi y me la enseñó. Luego aquella lengua oscura, azulosa y partida en dos como las de las víboras, se relamió los pezones sin dejar de mirarme. Estiró y estiró aquella lengua y me repasó los labios, me la metió hasta la garganta; era suave, salivosa y dulce. Salió para recorrerme el 6

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pecho, meterse en mis calzoncillos y enredarse a mi verga. Me la acariciaba con suavidad, luego con rapidez y fuerza, para después lamerme los huevos y volver a enredarse en mi pito. Desperté al momento en que terminaba. Sentí mi leche correr entre las piernas: me vacié en los calzones. Los viejos dormían. Fui a bañarme al aguaje cercano. Eran dos nacimientos de agua: uno termal y el otro dulce, cuyas corrientes se juntaban en otro más adelante. Me bañé en la reunión de aguas y lavé mi ropa. Recordé el sueño y al revivir la sensación de la lengua, se me paró de vuelta, pero mis manos no se comparaban al roce húmedo y fuerte de la lengua de la Chagua. Regresé al campo, los viejos me esperaban listos para irnos. Montaron las bestias, habían ensillado la mía también. Yo estaba tranquilo, el sueño y mis manos me habían calmado. Cabalgamos una hora para llegar al sitio que había dicho Malaquías. Un lugar muy bonito. Había, igual que en donde teníamos el campo, dos nacimientos de agua: uno termal y otro de agua dulce, pero más grandes y botaban entre unos peñascos altos que estaban en la punta de una hondonada estrecha. El agua bajaba en saltos y formaba charcos en cada caída: tres para ser exactos, después corría cada uno por su lado. De los charcos de agua termal salía un vapor que dejaba un fuerte olor a minerales, como a cola de chamuco, a podrido. De los charcos de agua dulce brotaba un olor fresco a berro y a yerba del manso. Abundaban los matojos y se escuchaba en ellos el alboroto de palomas y de chacuacas. El canto dulce de las palomas, el zumbido de las moscas, de abejas y de caballitos del diablo, que volaban entre la hierba sus alas rojas o azules. Un sitio pequeño, en medio de aquella soledad y aridez, lleno de vida. El lado de las aguas termales era árido y de colores extraños. Nos instalamos en un arenal del lado del agua dulce.


Al rato paleábamos arena y la lavábamos en las bandejas. En silencio, los tres en puntos alejados uno del otro. Ninguno podía ver si el otro sacaba oro. Lavé mucha arena para encontrar una mísera chispa, una sola, pequeña, cosita de nada. La guardé en la taleguilla que siempre traía colgada del pescuezo. Seguí lavando y nada. No encontré ninguna pepita en el resto de la tarde. "Cabrón mentiroso me volvió a engañar", me decía. "Me pasa por andar haciéndoles caso. Vale más que me anime a sacarles los secretos a golpes". Regresamos al campo a la metida del sol, con suficiente claridad para encender lumbrada y preparar comida. No abrí la boca. Amasé para las tortillas. Eché sal a los frijoles que dejamos cociendo a las brasas. Preparé café y Malaquías hizo el guiso. Don Pifas caminaba de un lado para otro con la cachimba en la boca y bebiendo café de un pocillo. Al rato comíamos sentados sobre las piedras. —Sería bueno bañarnos aquí que hay agua caliente y que dicen es buena para las reumas. —Y luego te arrancas a ver a la Nomeolvides, a ver si te reconoce limpio y sin apestar a patas. —Esa chiquitita se va a dar gusto conmigo. Voy a medirle los entresijos con mi reata— contestó don Pifas. —¡Ah, qué Pifanio! Ahora me vas a salir que tienes la reata muy grande ¡viejo hablador! —Dices eso porque nunca me has visto. —¿Cómo voy a verte si jamás te bañas ni meas delante de uno? —Pues mañana vas a saberlo. Será muy buen día y nada anuncia lluvia ni frío. Voy a bañarme, pues tengo añitos que no lo hago y ya va siendo hora. —Y a ver quién tiene el pito más grande y queda más guapo. ¿Y tú, vale, no vas a ver si

tienes la reata más grande que este viejo hablador?. —Prefiero cogerme una vieja, que yo si puedo. No como ustedes que sólo se acuerdan de cuando podían. —Vale, estás amargado. Ese desear tener tanto oro, te está pudriendo el pecho. Así nunca vas a encontrar nada. Te apuesto que no sacaste nada hoy. Tu amargura lo ha de haber hecho arena. Empiezas a darme lástima, tan joven y tan pesimista. Estás en el lado equivocado del camino. Jamás darás con la misión perdida. —Eso está por verse, Malaquías, está por verse— y me fui derechito a echarme en el tendido. Ellos siguieron contando cosas, muertos de la risa. Yo rumiaba una rabia que supuraba desde mi pecho a todas mis entrañas. Al día siguiente nos fuimos a las pozas de agua. Yo a lavar arena y ellos a lo mismo, pero con la intención de bañarse al medio día, cuando estuviera más calientito. Seguí sin sacar una puta chispa de oro. Ellos, no lo sé; gritaban de gusto, yo seguía paleando arena y polvo para ir a lavarlo. Pensé si sería cierto lo que me dijo Malaquías que mi amargura convertía el oro en piedras o arena. Deseché la idea diciéndome que era una más de las patrañas del viejo. A eso del medio día, porque tal y como lo había anunciado don Pifas, amaneció el día con un calorcito agradable, el par de viejos se encueraron quedando pelados. Estaban llenos de costras de mugre vieja, oscuras de tanto tiempo, pegadas al cuerpo. Tenían el cabello largo, con guedejas apelmazadas que les colgaban de la cabeza como si fueran un montón de trenzas; las de don Pifas blancas, grises las de Malaquías. No sé de dónde sacaron jabón y se lavaron los cuerpos de cachoras arrugadas hasta dejarlos limpios. Estaba impresionado: ¡Los dos eran blanquídelatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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simos! Siempre los había visto más prietos que un troncón quemado. No pude evitar verles el liacho y don Pifas era el más dotado. Tenía una verga larga que le llegaba casi a media pierna y los huevos le colgaban casi hasta las rodillas, debió de haber hecho pedazos a las mujeres que tuvo. Malaquías era menor, aunque no hacía malos quesos. A este par de viejos les han de haber sobrado las mujeres en sus años de juventud. —¡Con razón se le salen las lagrimitas a la Nomeolvides nomás al verte, si pareces burro meso! —Te lo dije. Epifanio Dueñas no miente nunca —y soltó la carcajada al tiempo que se enjabonaba los huevos— Tuve lo bueno para que las mujeres me quisieran. ¡Si este pito hablara, lo que contaría! —¡Ya, no presumas! —¿Y de qué murió el quemado? ¡De puro ardor! ¿No, Malaquías? —¡Bah! Era verdad que no los soportaba, pero esto me causó mucha risa. El par de viejos, más para allá que para acá, peleándose en serio por saber cuál de los dos tenía el chile más grande, como par de chamacos que acaban de descubrirse la verga. "No cabe duda que genio y figura hasta la sepultura", dije antes de seguir paleando arena y buscar, inútilmente, pepitas de oro en aquel mundo de piedrecillas y polvo. Pasó el día entero y regresé al campo con el cuerpo molido y con una chispa diminuta, que valdría cualquier cosa. Para solucionar mis problemas, yo necesitaba miles de estas, miles, para poder tener a la Chagua conmigo siempre. Entre las conversaciones de los gambusinos yo no tomaba parte ni partido al final ellos quedaban, iguales o más amigos que nunca. Ese 8

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parecito se entendía tan bien, como si hubieran nacido juntos. Era tan mísera la cantidad de pepitas que había encontrado que enfrenté a Malaquías: —Tú y don Pifas son un par de mentirosos, me hicieron creer que aquí había mucho oro y no hay nada, nada, nadita de nada. Ya no tengo fuerzas de tanto palear arena, mal comer y descansar a medias. Apenas he sacado dos o tres putas chispas. Me estoy hartando de ustedes, de esta perra vida, más desgraciada que la de los coyotes y cachoras del desierto. ¿Es ésta tu riqueza? ¿Es ésta la maravillosa vida de la que hablan todos ustedes, malditos locos? —Mira, cabrón —me dijo Malaquías—, esta pinchi actitud que tienes nos está dando en la madre a todos. Todo el oro se está volviendo arena por tu causa. Vale más que te calmes. —Me calmo pura verga, no voy a calmarme hasta que tú me digas en dónde se encuentra la misión perdida. Si tú y el otro loco quieren seguir viviendo esta perra vida es cosa de ustedes, pero yo no la quiero. ¡No quiero esto! Dime, por una chingada ¿Dónde está la misión perdida de Santa Inés? Dímelo por esta monda y puta vez. Dímelo y me largo y no vuelves a verme nunca, me voy y no he de molestarte jamás. —¡Ah, que tú! —me contestó. Don Pifas dibujaba garabatos en la tierra con una ramita y escuchaba nuestro alegato— No sabes lo que pides, vale. No tienes ni la menor idea. En el estado en el que estás, es inconveniente la menor información. No se debe buscar la misión en ese estado. Mejor te calmas. Vete mañana para Santa Clara y allá piensas bien las cosas. Regresas cuando te sientas bien. Vamos a fumar yerba para ver si nos aclara la visión, y puede, si es lo que te toca, que veas en dónde está ese oro que quieres.


Las palabras tuvieron el poder de calmarme. Algo en su voz que me tranquilizó. Al poco fumábamos yerba. Don Pifas, de inmediato, se tiró al suelo muerto de la risa. Malaquías entró en un estado silencioso, quieto como una piedra. Yo empecé a ver cosas. Igual que las veces anteriores, todo se sobreponía sin principio, fin ni espacio, sucedía al mismo tiempo como un mazacote sin pies ni cabeza. Un cura con las manos manchadas de sangre, inmóvil como piedra, los ojos muy abiertos, me miraba; y su boca quería decirme algo, pero no podía. Dos tumbas entre las piedras, y el ir y venir de paisanos en una ruta que iba del desierto a las montañas y de allí al mar y al revés; en esta ruta nacían, se amaban, morían guerreaban, lloraban, danzaban cubiertos con capas de cabellos negros y cuerpos pintados, claros y oscuros. Todo nacía y moría o moría primero, para nacer después en una rueda que no paraba. Escuché la historia del mundo y la vi. Así me encontró el sol. Desperté y los viejos no estaban, habían desaparecido; no estaban ni en las charcas de aguas termales. No estaban por ningún lado, ni ellos ni sus mulas, solo las alforjas, los trastes, la comida. Me puse a revisarlas y encontré dentro una talega repleta de chispas de oro. No quise buscar más, decidí irme a Santa Clara. Hice algo de lonche para el camino y fui a buscar mi mula para ensillarla y salir de inmediato. Le llevaría aquel oro a la Chagua. Mi rabia se esfumó por encanto, pensando y disfrutando por anticipado el gusto que le daría al ver todo ese oro junto y que con él podríamos comprar un ranchito para irnos a vivir. Estaba feliz y canté "A la Orilla de un Palmar", la canté a grito pelón, muerto de gusto, porque por fin, podría llevarle suficiente oro a ella y estaba seguro, segurito, que por fin, se iría a vivir conmigo por el resto de nuestras vidas.

10 Cabalgaba feliz, con el viento en la cara y el pecho extendido. A trote ligero, quería devorar la distancia de un bocado, pero llegar a Santa Clara era un día bien andado. Tenía que bordear la sierra por el norte, por los valles que se abren entre San Pedro Mártir y la sierra de Cusiyay. Allí estaba emplazado el Real de las Güilotas, que sería la única parada antes de llegar. A menos que me dieran ganas de mear en el camino, me echaría de tirón toda la jornada. El sol estaba altísimo cuando llegué al Real de las Güilotas. Me fui derechito al tugurio del Chino Siu. Tuve suerte, Flor de Loto escribía con sus bellos garabatos en una pesada libreta y hacía cuentas con un gran ábaco de madera que movía con rapidez. Sus deditos parecían alas de paloma sobre el artefacto y sus manos volaban sobre la libreta dejando un rastro de pinceladas negras. Tenía la cara polveada de blanco y las mejillas resaltadas con colorete. La boquita apretada en corazón pintada de rojo escarlata y los ojos eran gajitos de luna oscura. A los lados de su carita redonda, caía suave y brillante una melena negra y corta. Una flor adornaba su cabello. Traía un vestido de seda roja. Era como una flor encarnada en medio de aquella penumbra, de aquella peste diluida por un olor, que salía de ella, dulce y con un dejo amargo, como huelen las amapolas blancas que florecen en mayo y junio por los terrenos de la costa. Verla, daban ganas de dormir un sueño largo junto a ella, y ser amado por aquella delicadeza que salía de toda su persona. Pero era tan inalcanzable como las vírgenes de bulto de las iglesias. Pensé si ella se iría conmigo cuando tuviera en mis manos el oro de la misión. Pero sólo fue una idea fugaz que desapareció pronto: "Creo que no sería suficiente todo el oro de la misión ni todo el oro de la península para quedarme con ella", y delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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seguí mirándola de reojo, mientras me tomaba unos tragos de licor. Era difícil quitarle los ojos de encima. Por un único momento me olvidé de la Chagua, porque la Flor de Loto no permitía que otra mujer ocupara tu cabeza ni tu corazón cuando la tenías enfrente. Al poco se retiró del lugar, dejando tras ella un vacío luminoso y perfumado. No pude ahogar un suspiro, lo mismo pasó con el resto de los hombres presentes, que no habían abierto la boca durante el tiempo que Flor de Loto estuvo ahí. La cantina-tiendaburdel volvió a animarse. Volvieron las carcajadas y las burlas. Algunos les gritaban a la Nomeolvides y a la Querendona que les apartara turno. —¿Dónde dejaste al Malaquías y al Pifanio?— preguntó el Chino Siu. —Se fueron a buscar sus cosas. —¡Mmmm, con esos viejos nunca se sabe nada de nada! A lo mejol, un día llegan aquí más licos que todos y no van a quelel ni hablalnos. —¿Tú lo crees así?— pregunté con la intención de que soltara lo que sabía. —Los ojos de la gente dicen muchas cosas, muchas. Los tuyos dicen demasiado. Es mejol que andes lejos de ellos polque no sigues su misma veleda; no, tú andas pol otlos lugales y te voy a dal un consejo, aunque no se los dé a nadie: Endeleza tu vida, vas pol malos sitios, vas a alepentilte mucho y selá talde. La vida no tiene vuelta pala. —¡Ay, Chino! Dices eso porque nunca los has batallado. Ya tienen el cerebro chamuscado, hacen puras pendejadas. —No dilé más. Y no digas que nadie te adviltió cuando estés alepentido. Comí una lata de jamón del diablo con chiles serranos en vinagre y galletas saladas, que me bajé con una taza de café negro azucarado. Me 10

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salí a hacer rumbo, le había dado agua y grano a la mula, que aún comía con el hocico metido en una bolsa de cuero que colgaba de su cabeza. Me topé con el mismísimo Nicanor Arce, el Cuervo. Estaba borracho, tirado en el suelo, bajo la sombra del techo que sobresalía de la casa. Dormía con la boca abierta, llena de moscas. Tenía la camisa abierta y la panza descubierta y en ella se veía un gran tatuaje. Un camino por las montañas que desembocaba en un punto con una cruz y una iglesia con campanario alto. Aquello me causó fuerte impacto. Mi mente se llenó con una sola idea: Aquello era una señal para dar con la misión de fray Bruno de Montejano. El tatuaje era hechizo, rudo, como si hubieran usado ceniza en vez de tinta. Las líneas eran grises, representaban un camino largo que parecía atravesar la sierra y perderse en uno de tantos cañones que daban a la costa pacífica. Se trataba de la sierra de San Pedro y el sitio marcado con una cruz estaba situado al sur, por la vertiente occidental. Allí había cientos de cañadas, hendeduras, hoyas y cuevas. ¿Cuál sería el punto exacto? ¿Se trataría de la misión perdida? Si no, ¿qué caso tendría el dibujo de una iglesia que parecía eso: una misión bajacaliforniana? Memoricé el tatuaje, hice cuenta de las curvas, interpreté las subidas y las bajadas. Las partes altas de las bajas. Lo memoricé como si lo hiciera con las chichis de la Chagua o los bellos labios de Flor de Loto, sí, ella también merecía ser aprendida. Le di una patada al Cuervo con el afán de despertarlo y que me explicara aquello, que aclarara el misterio, pero estaba tan borracho que bien podría haberlo matado allí mismo, sin sufrimiento. El sol bajaba rápido por el cielo. Se acercaba al poniente y no quería que me agarrara la noche en el camino. Monté en la mula e hice rumbo para Santa Clara al puro trote. El gusto que traía cuando salí del Agua Caliente había desaparecido. En la cabeza tenía


un hervidero de pensamientos que no me dejaban ver con claridad. El oro de la misión perdida estaba a mi alcance. Pero podría ser uno de los tantos embustes que contaban los gambusinos. Me veía convertido en un ranchero muy rico casado con la Chagua o con la Flor de Loto si le alcanzaba el precio. A estas alturas, como Pifas y Malaquías, soñar era lo único seguro y no se pagaba ni cinco centavos o un peny por un sueño. Incluí a la Flor de Loto en mis esperanzas de ser rico, poderoso y feliz con una mujer bella. Le di vuelta a la sierra y corté camino para llegar a Santa Clara antes que anocheciera. Iba metiéndose el sol cuando divisé la casa del rancho. Hasta mí llegó el vocerío de los vaqueros en el corral, los golpes del hacha cortando leña, los mugidos de las vacas y de los becerros queriendo mamar las ubres de sus madres; las campanadas de las caponeras que guiaban a las bestias o a la chivada; el olor a humo saliendo de la chimenea impregnado del aroma de pan en el horno. Aquello estaba vivo, lleno: los hombres estaban en el rancho trabajando, por lo que iba a costarme ver a la Chagua, tal vez sería imposible. Me armé de valor y me dirigí al rancho. Me recibió el Chuy Castro, quien al verme se fue a decirle a doña Polita que la buscaba. Ella mandó decir que me llevara directo a la cocina. Al verme dijo: —Vienes de vuelta. ¿Dónde dejaste al Malaquías? —Anda buscando oro. Me pegó de vuelta la dolencia, por eso vine otra vez. —A ver, déjame revisarte los ojos. Se acercó hasta donde estaba y luego de pedirme que me sentara, me revisó. Me puso la cabeza en el pecho por un ratito y después me tomó el pulso.

—Sigues en las mismas. No te tomaste las yerbas que te di. Con estos muchachos que no hacen caso para nada. Cómo te vas a curar, estás más malo que antes. ¡Ah, qué tú que no entiendes! Ve y busca a la Chagua. Dile que venga a la cocina a ayudarme para ir por las yerbas. Por ahí anda en el lavadero. No podía creer lo que acababa de escuchar: "Ve y busca a la Chagua". Casi salí corriendo de la cocina, y me fui a buscarla detrás de la casa, para donde estaba el lavadero. La encontré agachada en una tina sobre una mesa, tallando ropa en un lavadero hecho de lámina. Me paré a disfrutarla un rato. Sus nalgas se movían y el vestido se alzaba mostrando sus piernas suaves y bien formadas. Me acerqué y le puse el liacho duro en las nalgas y le dije en el oído: —Te habla tu nana en la cocina. Sin voltear, puso sus manos sobre mis pantalones y me acarició el bulto. La abracé y la besé en el cuello y en la espalda. El recuerdo de la Flor de Loto desapareció como por encanto. Se volteó para besarme en la boca, pero al verme dijo: —¡Ah, eres tú! Se me quedó mirando con cierta desilusión, pero a los minutos se borró el desencanto de los ojos y dio paso a una mirada caliente. Me besó en la boca y me metió la lengua hasta adentro para jugármela un rato. Sus manos desabrocharon mis pantalones y me sacó el pito. Empezó a dar pelliscones a mis huevos. Me puso tan duro y tan caliente que me vine ahí mismo en sus manos. Se llevó mi leche a la boca y empezó a lamerla. —¿Así que mi abuela me quiere en la cocina?— y tragó un poco del semen que le escurrió por los labios. Me besó metiéndome la lengua y echándome dentro un buche de mi vaciada y dijo: delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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—Sabes bueno, ¿eh? Trágatelo, ándale. No pude tragar aquello y escupí. Fui a enjuagarme con agua limpia. —Chagua, me gusta todo lo que haces. No vivo en mis cabales y no pienso en otra cosa que en meterte la verga y sacarte las tripas. Rió y volvió a besarme para embarrarme en la boca los restos de leche que le quedaba en los labios. Me tomó las manos y las metió dentro de la blusa para que le acariciara las chichis. Tomé sus pezones entre los dedos hasta que se le agrandaron. Me besó con más fuerza y me mordió la lengua. El dolor me hizo soltarla y se rio a carcajadas. —Voy a la cocina. Nana me está esperando. Allá te quiero. Tárdate un poquito, mi apá anda por aquí, que no vaya a darse cuenta. Me quedé viéndola mientras se alejaba. Tenía la cintura pequeña y las nalgas grandes, se movían como culebra. Entró a la cocina y luego vi a doña Polita salir rumbo al monte con la última claridad de la tarde, casi anochecía. Me dirigí a la cocina con pasos lentos. La encontré trajinando. No me miró. —No era yo a quien esperabas —¡Qué dices, loco! ¿A quién iba a esperar sino a ti, tonto? —A Miguel Tejeda. —¿A ese, cabrón? Yo no espero a ese más que pura chingada. ¿Contento? Rápida como gata me empujó para que me sentara en una silla, y me desabrochó los pantalones para dejar fuera mi chile y se sentó encima de él para tallarlo con su raja. Puso mi cabeza en sus chichis y me metió un pezón en la boca. Lo mamé muy suave. Después de la sal de su sudor quedó la dulzura de la carne. Y con movimientos expertos encajó mi verga en 12

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su entrada hasta que estuvo toda adentro. Se movía encima de mí. Gemía y resollaba como bestia. Me pedía que siguiera mamando sus pechos para terminar antes que llegara alguien; la chupeteaba a mis anchas y le metí un dedo en el culo. Gritaba y abría su pucha para tallarla en los pelos de mi empeine. Estalló en un gusto muy mojado que me empapó la ropa como si hubiera meado. —¡Esto sólo pasa con pitos grandes y gordos como el tuyo! Ahora vete porque van a pensar que te measte. —se componía la ropa y el pelo y se ponía los calzones que había guardado en un cajón de la alacena.— Nos vemos en la nochecita. Pero no vino en toda la noche, y yo que ardía para que me hiciera todas esas cochinadas que le pasaban por la cabeza. Amanecí desvelado y con los primeros gallos del amanecer. Fui a la cocina, doña Polita andaba levantada: —¿Amaneciste mejor, muchacho? —Sí, señora— contesté de muy buena manera. Aquella vieja me agradaba. —Qué bueno, porque voy a pedirte un favor— lo que me agradó mucho, porque no tenía ganas de darles la cara a los hombres del rancho. —Para qué soy bueno. —Ve a traerme un poco de tójil, de salvia, yerba de la golondrina, del manso y del pasmo y de poleo, que necesito para tus curaciones. Sbes buscarlo, ¿no? Primero toma café y come algo. Costal vacío no se puede enderezar, pero luego no vayas a salirme con que costal lleno no puede doblarse. La mujer se rio mucho. Me sirvió café y un plato con huevos fritos, frijoles guisados y tortillas de harina. El desayuno me supo a gloria. Hacía muchísimo que no me comía un par de huevos estrellados. Después de esto me


salí e hice rumbo para el monte. No había dado unos pasos cuando vi a Miguel Tejeda saliendo del rancho. Pasó junto a mí y ni siquiera me dirigió el saludo. "Marrana y embustera", pensé, "Por este no vino conmigo anoche. Desgraciada méndiga, puta" Me fui hecho la mocha, encabronadísimo, con la lanceta de los celos clavada hasta el culo. "Vamos a ver de qué cuero salen más correas, si del mío o de Miguel Tejeda; nomás que le enseñe la talega de oro a la cabrona interesada". Dije a voz en cuello, nadie podría escucharme. Caminé de prisa para que se me bajara el coraje. Anduve por todos los cerros buscando las yerbas. Me acerqué al arroyo a buscar el tójil entre los alisos, donde se daba. Me trepé a uno y corté una buena cantidad. Luego me eché sobre el zacate junto al arroyo con la intención de dormir. Me despertaron unos chapoteos en el agua. Alcé la cabeza y distinguí que alguien se bañaba. Me levanté a espiar. Era la Chagua, se bañaba desnuda en el arroyo. La pude ver a mis anchas. Se enjabonaba las chichis y se metía las manos entre las piernas para lavarse el culo y la panocha. Podía ver sus vellos enjabonados colgar entre los muslos y la espuma resbalar por nalgas y muslos. Se lavó la cabeza y se la enjuagó muy bien. Se sentó en una piedra para tallarse los pies, los codos y las rodillas con arena. Volvió a enjuagarse toda y salió a secarse con una toalla. Me encantó verla secarse entre las piernas y desde donde estaba pude ver cómo se esponjaban los vellos de la panocha que eran abundantes y rojizos. Tenía los pezones duros por el agua fría y la carne dura y amoratada. Estaba seguro que ella me veía, pero todo el tiempo fingió no hacerlo. Antes de vestirse se agachó a secarse los pies, vi su raja velluda y gorda. Me dieron ganas tremendas de irme a gatas y meterle la lengua, así por atrás. Y

después ensartarla como la marrana caliente y puta que era. Pero me quedé quieto y la vi alejarse con la cabellera roja, mojada, sobre la espalda y cargando la ropa sucia envuelta en la toalla. Como no se me había bajado el coraje, no la seguí. Me quedé allí tirado, mirando el cielo entre los árboles. Al rato escuché el tropel de las reses y de los caballos; los gritos y silbidos de los vaqueros que llevaban unas reses a pastar a la sierra. Los vi perderse en la polvareda que dejaban a su paso. Sus gritos y silbidos tardaron en esfumarse. El rancho estaba de nuevo sin hombres y con el coraje desaparecido por encanto, me dirigí a la casa para entregarle las yerbas a doña Polita. La encontré limpiando frijoles sobre la mesa. Esa mujer jamás estaba desocupada, pese a los tantísimos años que decía la gente tenía, que para mí eran puras mentiras; la vieja estaba demasiado fuerte y entera para que fuera verdad que se acordaba de cuando quemaron la misión de Santa Catarina. Creo que contaba esto para que la gente creyera que sabía cómo no hacerse vieja y lograba que nos sintiéramos un poco temerosos. —Qué bueno que regresaste, muchacho; casi es mediodía y has de tener hambre. Te voy a dar un taquito para que aguantes que llegue la hora de comer. Ayúdame a limpiar frijoles. —Deme todo el frijol que tenga y lo limpiaré al estilo gambusino. Sólo présteme una bandeja honda y agua. Puse los frijoles en la bandeja y los cubrí de agua limpia y empecé a girar la bandeja para que las piedras se asentaran en el fondo y la tierra se lavara con el agua; y así girando y girando la bandeja, iba sacando los frijoles de arriba que estaban ya limpios porque las piedras estaban asentadas en el fondo. Así, se iba agregando agua limpia y girando la bandeja y delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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sacando los frijoles de encima, hasta que al final sólo quedaba una hilera de piedras en el fondo. —¡Mira cómo me ahorraste trabajo! —Hay que ponerlo a secar para que lo guarde limpio y no se gaste los ojos. —Gracias, ahora ya tendré más tiempo libre para ir al monte por yerbas. Habías de enseñar a la Chagua a limpiar los frijoles así. —Es cosa de que ella quiera, doña Polita. —¡Ay, pero esa es una cabrona que nomás hace lo que quiere! No sé a quién sacaría, no tengo la menor idea. ¡Ay, Dios con esta gente que hace lo que le da la gana! Y tú, vale más que te andes con cuidado con ella, no vaya el diablo a meter su cola, porque ahora sí que la fregamos. Me comía un taquito de frijoles cuando la Chagua entró a la cocina. Traía puesto un vestido muy fresco, de color muy claro, llenito de flores azules chiquititas. Por enfrente tenía una botonadura que le llegaba hasta el borde de la falda, abierto hasta donde se le veía el comienzo de los pechos. El cabello lo traía suelto y esponjado. La cocina se inundó por un olor a jabón de castilla y agua fresca de arroyo. Su cara limpia brillaba, y por donde pasaba, se llenaba de aquel olor a mujer recién bañada que no puede esconder del todo el perfume a hembra sudorosa, con la raja caliente. Se me puso duro el pito. Ella me ignoraba con esa sangre de cochi que sacaba cuando le daba la gana. Me salí de la cocina y fui a sentarme al porche a mirar pal monte, tratando de no pensar. Pero no tuve que esperar tanto. —¿Por qué no me hablaste en el arroyo? — preguntó a mis espaldas— ¿Andas encabronado? —Te esperé anoche. 14

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—Me quedé dormida, estaba muy cansada. —Qué casualidad; también Miguel Tejeda se quedó dormido por aquí. Lo vi salir del rancho antes del amanecer. —¡Ah, estás celoso! Es lo que pasa contigo, piensas que te cambié por Miguel; pero se te olvida que tú y yo tenemos un trato. Me has prometido cosas, no vayas a resultar embustero como todos. Cómo te figuras que voy a cambiarte por Miguel, si ése está más pobre que una rata de excusado viejo. ¿Tú crees que yo pasaría la vida junto a un vaquero muerto de hambre, que ni tan siquiera es dueño de un becerro, de un caballo o de menos de un burro? Miguel Tejeda no tiene nada; apenas es dueño de la ropa que trae puesta y de la silla de montar. Yo no quiero vivir la vida que Miguel Tejeda me ofrece; para qué te echo mentiras, me ha pedido que me vaya con él, pero no quiero. Deseo tener un rancho, ser una señora. Ya tuve la experiencia de Fermín, no salí de perico perro aquí en el rancho, trabajando en la cocina, lavando ropa, sola por las noches cuando se iba a las campeadas. Quiero un hombre que me tenga como reina y que duerma conmigo todas las noches; y tú tienes oro y se puede conseguir todo —al decirlo se acercó, me abrazó por la espalda metiendo sus manos en mis pantalones y empezó a besarme el cuello y a lamerme las orejas—; con tu oro seríamos ricos, pasearíamos y tendríamos carros bonitos, como la gente que vive en el pueblo; y además, otros serían los que trabajen para nosotros. ¿Cómo se te ocurre pensar que voy a preferir a Miguel Tejeda que a ti —lo decía entre besos y lamidas a mi cuello, las manos acariciándome. —Te quiero bañadito, bien bañadito en la noche, amor; te espero en mi cuarto nomás que mi nana se vaya a dormir; ponte abusado para que te vayas luego, luego. ¿Entendiste?


—Sí, pero ya que empezaste, acábale. —No, te quiero muy ganoso, porque quiero jugar mucho con esa verga grande, gorda y jugosa que tienes— y se fue corriendo rumbo a la cocina. Me quedé con el pito a medias y muy encabronado: Pinchi puta, hija de toda la chingada, ¿Qué vergas irá a hacerme que me quiere bañado y bien bañado? El día pasó lento y yo pensando en las promesas de la Chagua que me aseguraron que era el preferido, que me quería a mí porque podría darle lo que ella deseaba. Me iría a buscar la misión perdida. Deseaba darle carretadas de oro. La noche se acercaba por los cerros. En el cielo volaban los tapacaminos y el aire se llenó con un alboroto de chacuacas y cantos de paloma. Los murciélagos salieron de sus escondites. Todo quedó en calma. El poniente se llenó de llamaradas y la primera estrella apareció en el cielo. Se acercaba la hora. Chuy Castro iba y venía por el rancho con sus piernas largas. Al verme en el porche me gritó: —¡Qué a gusto te la pasas, güevón! ¡Ven a ayudarme a encerrar los becerros! —¡Que trabajen los pobres, yo tengo mucho dinero! —De seguro traes la talega llena, pero de piojos, gambusino lamido y muerto de hambre. Me reí porque casi era un hombre rico; era cosa de días, estaba seguro. Obligaría a Malaquías a que me dijera en cuál cañada de la sierra estaba Santa Inés. El viejo sabía cuál exactamente. Ese oro iba a ser mío. Llegó la oscuridad. Escuché los pasos de doña Polita arrastrarse dentro de la casa, y salir a tocar la campana para indicar que la cena estaba lista y que era hora de presentarse a la mesa. Me levante, me fajé bien los pantalones y metí la

camisa dentro. Me acerqué a la cocina. Doña Polita, la Chagua y el Chuy Castro me esperaban. —Pásale, muchacho. Comimos en silencio, de repente encontraba con los ojos de la Chagua que me miraban fijos y con un mundo de cosas dentro. Se reía y absorbía los tallarines como si fuera mi pito, me miraba y se reía. Apenas probé bocado. El Chuy comió por mí y por él. Doña Polita se miraba cansada, también comió poco. La Chagua convertía cada bocado en una provocación. La cena se me hizo larguísima. Me serví café, bebí rápido, di las gracias y salí de la cocina. Me fui directo al arroyo a bañarme con agua fría. Sobre todo el liacho y el fundillo, no fuera que a la puta marrana, se le ocurriera meter sus narices por allí, estaba tan loca, que cualquier cochinada era posible que saliera de su cabeza. Me dirigí a la casa, ya a oscuras. Encontré unas mantas sobre el catre. "Pobre doña Polita, pensé, está atenta en todo y a todos". Di vuelta a la casa, sabía bien en dónde estaba el cuarto de la Chagua. Toqué la ventana y escuché que me dijo: —Pásale. Una lámpara de petróleo estaba encendida sobre el buró. Ella estaba desnuda sobre la cama. Me dejó verla masturbarse con una vela, para luego invitarme a su lecho. Me desvistió con pausa y algo de ternura que tenía escondida entre sus mañas. Me decía palabras dulces en el oído y me metía la lengua. Estaba abandonado a sus caprichos. La dejaba hacer lo que ella quisiera. Me sentía flotando en el cielo sobre una nube. Mi verga dentro de su boca, la apretaba con sus labios y me la repasaba de arriba abajo, cubríéndola de besos. Cuando estaba a punto de vaciarme, rápida como gata montés, se me montó encima y delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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moviéndose como si bailara sobre mí, empezó a buscar su propio gusto.

imaginación. ¿No quieres ver algo de la mía? Para que te den ganas de ir a buscar ese oro.

Pasado un rato se acostó a mi lado y abrazada a mí, con sus piernas enroscadas en las mías y acariciando mi cabello, empezó a hablar:

Se regresó a la cama y empezó a besarme la boca subida en mí a horcajadas. Con ella encima era difícil hacer algo, sólo dejarse y obedecerla. Siguió besándome por el pecho, panza, ombligo, y se metió mi verga a su boca de sopetón y me la mamó como becerro hambreado. Abrió mis nalgas y empezó a besarme el culo, me metió la lengua y después los dedos. Algo me hizo que vi a Dios en el cielo y al diablo en el infierno y me vacié en su boca.

—Cuéntame del oro. —Traje un poco, Chagua, ¿quieres verlo?, lo traigo adentro de la chamarra. No había acabado de decir esto y la Chagua ya estaba hurgando entre mi ropa. No le costó dar con la talega. Se acercó a la luz y dejó caer las chispas sobre su mano. —¿Te gusta, Chagua? —Noes suficiente. Necesitamos más para ser dueños de mucho —me miraba con una mirada fría, llena de dudas y cierto desencanto—. Dijiste que sabías en dónde había muchísimo oro. Necesitamos mucho, para poder irnos de aquí. Me lo prometiste. —Con eso nos alcanza para empezar un ranchito, con un pie de ganado. Podríamos irnos y empezar juntos una nueva vida; los dos somos libres, no hay nadie que nos lo impida. Eres viuda y yo soltero, ¿qué dices de esto? —Que no te pase por la cabeza que soy una mujer conforme. Lo fui mientras estuve casada con Fermín Osuna, y no me quedaron ganas de volver a lo mismo. Métetelo bien en esa cabeza que tienes: quiero las cosas en grande o ¿no lo valgo? ¿Sabes lo que vas a gozar si me traes ese oro que dices? —Pero para traerte ese oro tengo que sacarle el secreto a Malaquías Verduzco, compartirlo con él y con don Pifas. —Una multitud; pero se encuentran modos de quedarse con un buen pedazo. Al que reparte y comparte, se queda con la mayor parte. ¡Ah, qué tú! ¡No me salgas ahora con que no tienes 16

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—Ahora cógeme con la vela como si fuera tu pito. Lo hice, pero ella se puso tan loca y tan caliente que terminaba y volvía a terminar como si fuera una cascada hasta que por último se contorsionó en un espasmo y se vació en mis manos como si hubiera orinado. Nos quedamos dormidos. Desperté hasta que vi al lucero de la mañana brillando entre las cortinas. Me levanté y fui a mear afuera de la casa. Me sentía confuso, pero decidido a irme ese mismo día a buscar de una buena vez por todas, la misión perdida porque deseaba más de aquello, quería a esa chingada puta, y le traería el oro en carretadas.

11 Llegué al Real de las Güilotas antes de medio día, cansado, porque había dormido poco la noche pasada. Con la Chagua las cosas eran así. Se dormía a ratos. Me tiré bajo la sombra del techo, allí sobre la tierra pelona y arenosa, después de haber bebido y comido algo. No había sido día de suerte, Flor de Loto no estaba en el interior de la tienda. Sólo alcancé un pedacito del aroma que se


desparramaba alrededor de ella y se quedaba flotando en el lugar. Sentí el piquete de la desilusión en medio del pecho, aunque la Chagua era la razón por la que deseaba tener mucho oro, la Flor de Loto era inalcanzable, tan alta como las nubes, como el vuelo de un aguililla o de un gavilán, como un rayo de luna o de sol, los dos muy lejos de mí. Dormí un tiempo breve, una pestañeada que compusiera mi cuerpo y me despejara para seguir mi camino. Al despertar pregunté a los borrachos que dormitaban junto a mí por Malaquías, por don Pifas y por el Cuervo. Nadie sabía nada. Entré al tendejón a beberme un trago y comprar algunas provisiones para el camino, unas latas de sardinas, de Spam o de carne de cabeza, galletas saladas y chiles en vinagre. Las ganas de café me las aguantaría, al fin con algo de poleo o salvia por las mañanas sería suficiente. Los ojillos del Chino Siu me miraron dudosos: —¿Así que te dijo Malaquías que sacalas todo esto en su cuenta? —Sí —mentí— él va a pagarlo cuando regrese del desierto; por allá anda todavía y ya se les ha de haber acabado el lonche. —Más te vale que no digas mentilas —me dijo al tiempo de que abría su libreta negra y me llegaba un olor de amapolas del campo— polque si Malaquías no paga, te voy a mochal los huevos, cablón embustelo. —No seas desconfiado, Chino, Malaquías va a pagarte todo. —Más te vale. Con Chino Siu no se juega, tengo el colazón dulo y neglo. Del interior me llegaban las risitas de la Querendona y la Nomeolvides que atendían a unos clientes en aquel momento. Pensé en lo que se sentiría perderse en la carne abundante

de la Nomeolvides. "Colchón y almohada", me dije, o sentir las mordidas de los perritos de la Querendona. "Par de putas cochis, igual que la Chagua, que no haría malos quesos en la cantina-tienda de Héctor Siu", pensé antes de salir: —Ahí nos vemos a la vuelta, Chino, si Dios lo permite— pero me valía un pito lo que Dios me permitiera. Estaba decidido a conseguir lo que quería, así tuviera que pedirle ayuda al mismo chamuco. Cabalgaba sobre las planicies del desierto. Hacía calor, sobre mi cabeza volaba un cuervo y graznaba. "No vaya siendo que me tope con alguien", me dije, "nomás que sean don Pifas y Malaquías, todo está bien, pero si se trata de otro, ya chingué, no traigo ganas de encontrarme con desconocidos". Mis pensamientos andaban por caminos que me llevaban a dónde yo quería llegar: a la riqueza, comodidad, a la compañía de la Chagua y sus cochinadas en mi cama o ¿de la Flor de Loto? "Por qué no las dos", me dije con fuerza, con una voz como si ya fuera el patrón de muchos, el dueño de voluntades y de la tierra. Empecé a sentirme poderoso, patrón, jefe, dueño de tener siempre la razón y de que me besaran el culo por interés. "Besar el culo", pensé. "Me hizo ver a Dios y al diablo", me dije, "¿qué otras cochinadas sabrá?", me pregunté, y el deseo de tener por fin ese oro en mis manos, me hizo picarle las costillas a la mula, que aligeró el trote. De nuevo el cuervo grazno encima de mi cabeza. Frente a mí se extendía el plano amarillento del desierto, salpicado de ocotillos y mezcales. Un punto negro apareció al horizonte, danzaba con la bruma que brotaba de la tierra. Se fue haciendo más grande hasta que se convirtió en la figura oscura de un hombre que caminaba directo a mí. Aquello me resultó familiar: ya había pasado antes. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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"¿Cuántas veces?", me pregunté, "¿Cuántas veces he vivido esto? ¿Miles?" Las ideas revolotearon como vuelo de pájaros en mi cabeza. El hombre se acercaba, como se había acercado miles de veces. Mi mente empezaba a recordar aquello: Era Nicanor Arce, el Cuervo, que venía derechito a donde estaba. Me detuve frente a él. —¿A dónde vas, Nicanor Arce? —A donde siempre, a dónde más. A la casa de los cuervos, mi casa. —¿Y dónde queda eso? —En la punta de mi verga gorda y rozada de tanto cogerme a la Querendona— contestó sin dejar de mirarme y sin borrar de sus ojos el pleito que estaba empezando. —Pinchi puto de mierda -contesté encorajinado por la desvergüenza del Cuervo—; seguro traes tu casa y a todos los cuervos de la Baja California dentro de tus calzones, empicados con la leche seca que se te sale de repente. Han de estar muertos de hambre los pobres. —No se te quita lo pendejo. Tú no entiendes nada. La casa de los Cuervos está en un lugar que no te importa. Jamás podrías llegar. Nunca. —Es lo que crees, borracho de mierda — contesté rápido y directo a su cuerpo como mordida de víbora de cascabel—, cuando estabas durmiendo la borrachera, te vi el tatuaje que traes en la panza. La casa de los cuervos es la misma que la misión perdida de Santa Inés. A mí no me engañas, andas detrás de lo mismo que el Malaquías y don Pifas. —¡Ah, qué tú, estás más pendejo que la otra vez que te vi! —me contestó moviendo la cabeza, con una media sonrisa que transformó su cara en algo muy triste— La verdad es que me das lástima, mucha lástima. 18

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—Pues vale más que en lugar de lástima, sientas coraje; porque me voy a bajar de la mula y te voy a agarrar a golpes hasta que me digas en dónde está esa maldita misión de una buena vez por todas. Al decir esto, me apeé de la mula, dispuesto a matarlo si era necesario, pero no se iba a ir vivo sin decirme lo que yo quería saber. —Pobre muchacho, estás mal de la cabeza. No había terminado de decir esto cuando le solté un golpe directo a la panza, pero mi puño se fue de paso y fui a dar al suelo. Me incorporé, y alrededor mío flotaban un montón de plumas negras que desperdigó el viento, y de Nicanor Arce, no había la menor seña. "Debo tener el cerebro cocido, tatemado por el sol", me dije preocupado. Me estuve allí por unos momentos, sin saber qué hacer ni qué pensar. La mula, pacífica, comía yerba, movía la cola muy quitada de la pena, como si no hubiera pasado nada. Me subí a la mula y eché a andar a trote ligero, para alejarme de allí cuanto antes, no fuera el chamuco a pegarme otro susto. Al rato pasaron unos cuervos y graznaron encima de mí. "Malditos cuervos engañadores", me dije y me sumí de nuevo en el hervidero de cosas que traía en la cabeza. Hice rumbo para el suroeste, hacia donde estaba situada el Agua Caliente, donde había dejado el campo de Malaquías. Llegué a la caída de la tarde, aquello estaba más solo que las ruinas de San Fernando de Velicatá. Se escuchaba al viento zumbar entre las ramas y chocar contra los pedregales. El gorgoteo de las aguas termales y el viento traía su olor azufrado y el canto de las palomas que tristes se estaban entre las ramas. Ni siquiera se escuchaba el alboroto de las chacuacas ni se veía volar a los tapacaminos cuando tomaban agua del represo. Caería la noche y decidí


quedarme a dormir en aquel sitio. Herví agua y cocí un poco de poleo para animar la panza y abrí una lata de Spam; calenté la carne sobre las brasas. Comí con galletas saladas y dejé algo para desayunar al levantarme. Tendí el saco de dormir sobre los sudaderos de la montura y puse la silla de montar como almohada y me eché a dormir con un cielo estrellado que parecía iba a caerme en la cabeza. Las estrellas brillaban de todos colores, parecían diamantes vivos. Me sentí abrumado por aquella inmensidad que parecía al alcance de mi mano y sentí un miedo desconocido; me sentí tan pequeño como pulga de rata, como gorupo de gallina, así de miserable e insignificante. Empecé a temblar como si hiciera mucho frío. La noche se llenó de ruidos, de sombras de las sombras. A lo lejos los tecolotes cantaban. "Cuando el búho canta, el indio muere, no será cierto, pero sucede", pensaba temeroso. Mi deseo de ser rico, muy rico no me había dejado contemplar la idea de la muerte que me podía suceder en aquel preciso momento. Alguna estrella errante podía caer justo encima de mi cabeza y hacérmela mierda y adiós sueños. Pensé en todas las posibilidades de morir en aquella noche solitaria. Me sentí lleno de escorpiones, miles de viudas negras se metían entre mi ropa y cientos de víboras de cascabel me asechaban fuera del tendido. Me hice bolita, como niño dentro de su madre. Empecé a sudar frío, dominado por un tropel de pensamientos negros que me mataban de mil formas. Recordé que traía un churro de yerba en la bolsa de la camisa. Siempre me prevenía con uno antes de dormir, no fuera el diablo y me llenara de miedo. Prendí el carrujo y me lo fumé como si se me fuera en aquello la vida. Al rato estaba más alegre que si estuviera en un baile de San Telmo para el 16 de Septiembre y no me acordaba del

miedo. Los búhos seguían cantando en la oscuridad. "Canten, tecolotes hijos de la chingada, que por hoy no se les hizo, cabrones. Se van a pelar la verga conmigo", grité a todo pulmón. No supe a qué horas me quedé dormido. Soñé a la Chagua toda la noche. La veía enseñándome el oro y riéndose mucho. Detrás de ella, Miguel Tejeda también reía, pero a carcajadas. Se repitió toda la noche sin parar. Parecía que iba a romperme la cabeza en pedacitos, pero no podía, no podía, no podía. Desperté con la cara caliente por el sol encima de mí. Me dolía la cabeza y sentía el cerebro lleno de niebla espesa y oscura. Cocí un poco de poleo y comí el resto del Spam porque me sentía con un hambre de la chingada. Ensillé y me largué de allí enseguida, no sabía por dónde andarían el par de viejos cochinos. Mis malos pensamientos me llevaron a suponer que andaban por los cañones de la sierra buscando la misión perdida e hice rumbo hacia el poniente hasta donde se alzaba la Sierra de San Pedro escabrosa y difícil. Me aventuré por una brecha angosta que hacían los animales en su búsqueda de zacate. Era arriesgado, lo sabía, pero aún traía el envalentonamiento de la yerba que había fumado y me animé a subir la sierra por ese lado. No sé, si fue la suerte o los cuervos que a cada rato graznaban encima de mi cabeza como si me indicaran el camino. En unas horas me encontré cabalgando sobre la cumbre de la sierra. Durante la travesía vi a los borregos cimarrones saltar entre los cantiles. Hubo momentos en que tuve que apearme de la mula y caminar por aquellas vereditas angostas y empinadas, que por fin me condujeron hasta los pinares. Unos venados descansaban bajo los pinos, los pájaros volaban entre las ramas y el cuervo seguía graznando sobre mi cabeza. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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Pronto descubrí que me conducía hacía algún lado. Decidí hacerle caso, si alguien en el mundo sabría en donde estaban Malaquías y don Pifas, era ese cuervo o cualquier otro. Dejé los pinos atrás, el cuervo me guiaba por veredas intrincadas, muy difíciles. En algunos sitios apenas cabíamos la mula y yo. En otras caminaba y cabestreaba a mi montura. El cuervo volaba al frente. Volaba y graznaba, yo lo seguía sin detenerme, aquello parecía una carrera loca. Era casi el oscurecer de aquel día en el que no me había detenido ni a mear. El cuervo se posó sobre una piedra muy alta y graznó. No supe a qué horas desapareció. Prendí una lumbrada, de nuevo, cocí algo de poleo y de salvia que encontré por ahí y calenté una lata de carne de cabeza. Estaba hambriento, me gruñían las tripas. Tomé agua hasta que me sonaba dentro del estómago cuando me movía. Tendí sobre los sudaderos, la silla de montar como almohada y me tiré allí luego de quitarme zapatos y sombrero. El sueño me llegó al momento y nada soñé. Desperté con la primera claridad porque no aguantaba las ganas de mear. Oriné sobre las piedras, vi el vapor de mis meados brotar como humo de la tierra fría. Desayuné, bebí poleo, me lavé la cara en el arroyo y me fui por la mula que comía zacate y ramas por allí cerca. Le di un poco de grano que traía en las alforjas. La ensillé y me dispuse a irme. Apareció el cuervo posado sobre las piedras y echó a volar en frente de mí en cuanto le di a la mula. "Cuervo loco", pensé dispuesto a seguirlo hasta tener en frente a los gambusinos. Seguimos bajando por aquellas veredas casi intransitables y desconocidas. No reconocía ninguno de los lugares por los que pasábamos, parecía que caminaba por sitios desconocidos y desérticos. La tierra se volvió plana y amarilla, sin una sola planta o nacimiento de agua. El sol me pegaba de lleno en la coronilla, me sentía mareado, acalorado, 20

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hambriento y con sed, pero no podía detenerme y la mula también parecía entender el mandato del cuervo. Al poco rato aparecieron las dunas que bordeaban al mar. Blancas, salpicadas de matas rastreras de color verde oscuro. Las patas de la mula se hundían en la arena y su andar se volvió dificultoso. Tres hileras de dunas de arena blanquecina y caliente y al finalizar la última, apareció el mar que se extendía en línea larga de norte a sur, de sur a norte. Larga fila de olas con penachos blancos que iban y venían. Zumbaba cuando se alejaba de la arena. El sol resplandecía sobre las olas como si fuera un espejo. Los delfines saltaban oscuros sobre el agua. Las gaviotas volaban sobre mí. Otra vez el cuervo había desaparecido. Grupos de aves de pico rojo descansaban en la orilla, los pelícanos pescaban mar adentro. Un peñón rocoso sobresalía a cierta distancia, y hasta mí llegaban los ladridos de los lobos marinos. Podía verlos desde la playa, alzando los hocicos al cielo. No había la menor seña de los gambusinos. Por qué el cuervo me había conducido hasta allí. Me llevaba por la ruta que habían seguido los viejos roñosos, pero por lo pronto, no estaban allí. Me causó extrañeza no sentir coraje ni desilusión. Caminaba por veredas que no me llevaban a ninguna parte, o, pensé, yo no sabía "mirar" como lo hacían los gambusinos viejos y, como me habían dicho muchas veces, no podía ver más allá de mis narices, y me era imposible encontrar sus rastros. No había la menor huella de que hubiera oro por ahí. Era una playa lisa, larga, bordeada por hileras de dunas que corrían junto con el listón de espuma de las olas. ¿Quién me manda seguir a un cuervo, como si un ave pudiera ser guía de una persona? Atardecía, sentí hambre al tiempo que me gruñeron las tripas y eructé con sabor a vacío.


Me quité los zapatos y me fui a buscar almejas pismo. Hundía los pies en la arena hasta que sentía en mis plantas un bulto gordo y ayudado por un cuchillo, saqué varias almejas grandes, de concha blanca. Las abrí y lavé la carne rosada en la playa. Me las comí crudas. Me quedé dormido. Desperté muy entrada la noche. El mar zumbaba con ese compás que tiene de ir y venir. Abrí los ojos y lo vi: Brillaba con una luz muy extraña, las olas, la espuma, la arena, todo estaba brillante como si tuviera luz propia. Me metí al agua y mis pies brillaron. Sentí el deseo de bañarme en aquel mar de luz. Me desnudé y regresé al agua. Yo también era de luz. Escuché un canto hermoso, más bonito que el canto de los cenzontles y que los pájaros de la sierra o el canto triste de las palomas, era algo que a mí se me figuraba más del cielo que de la tierra. Pensé que así cantarían los ángeles en la gloria. Me adentré en las olas y de pronto apareció ella. Flotaba con una cabellera que parecía de plata y una piel húmeda que semejaba estar hecha de lo mismo que fabrican las tazas y platos de china. Vi sus pechos enormes y blancos. Lo más extraño era que de la cintura para abajo tenía el cuerpo de pez, llenito de escamas tornasoles. Nadó alrededor mío sin dejar de cantar en una lengua que se metía hasta el fondo de mi cabeza diciéndome cosas. Se puso boca arriba para enseñarme su sexo que era como una flor de pétalos carnosos que palpitaban alrededor de una abertura cerrada. Entendí que deseaba que la gozara. No podía dejar de mirarla, tenía los pezones hinchados y el sexo muy excitado. Me calenté al verla y no tenía otra cosa en la cabeza que meterle la verga en aquella flor que se me figuraba sería mejor que cualquier cochinada que inventara la Chagua. Dominado por el deseo, estiré mis manos para tentar aquel increíble sexo carnoso, pero en cuanto mis

dedos tocaron los pétalos, ella gritó como si le hubiera enterrado un puñal afilado y la flor se escondió entre las escamas. Se alejó nadando y con ella se fue la luz. El mar se volvió negro y furioso. Una ola enorme me lanzó a la orilla y no supe más de mí hasta el otro día. El cuervo me esperaba más allá de las dunas, echó a volar cuando me acerqué a él. Frente a mí se extendía un terreno plano de color amarillento. Nada crecía allí, parecía que estaba sembrado de piedras, las cachoras corrían a esconderse debajo de los pedruscos o en los agujeros donde vivían. Aquella planicie parecía que no iba a terminarse nunca. A medio día, el sol caía sobre mi cabeza, me chorreaba el sudor por debajo del sombrero. Había dejado de pensar, y apareció en mi cabeza la imagen de ella, la mujer marina que se había acercado para estar conmigo, que huyó en cuánto la toqué. "¿Por qué?", me pregunté muchísimas veces, "¿Por qué se fue y con ella la luz extraña?" No encontré ninguna respuesta que me hiciera sentir bien. Ninguna, pero una idea empezó abrir brecha en mis sesos: empezaba a estar igual de loco que los viejos sarnosos, igual de destrampado que ellos que veían cosas y se entendían con las piedras. "Voy detrás de un cuervo", pensé, "solamente a un gambusino loco se le ocurre tal cosa. Vale más que los encuentre lo más pronto que se pueda para retirarme de esta vida que al final me llevara a la loquera total" Caminé todo el día por aquel desierto, que la verdad, me era desconocido. Malaquías Verduzco que se decía conocer a la Baja California como a sus manos, jamás me había llevado por ese lugar. Por momentos sentí que soñaba, que estaba dentro de un mal sueño y que de un momento a otro iba a despertar. La noche me encontró encima de la mula, no tenía ni hambre ni sed ni sueño ni cansancio. Lo delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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único que deseaba era seguir para encontrar a Malaquías; así pasó la noche entera y media mañana calentada por un sol como de infierno, hasta que por fin apareció a lo lejos una mancha oscura, borrosa. El cuervo aparecía de vez en cuando y graznaba sobre mi cabeza. La mancha se agrandó y al poco tiempo vi que se trataba de una casa en medio de aquella soledad. Me gruñeron las tripas y sentí la boca reseca por la sed y hasta entonces reparé que la mula apenas daba paso. Era una casa de adobe de un solo cuarto, por las ventanas entraba el desierto y a medio patio estaba una noria, con una polea para sacar agua en un balde. Me acerqué y le di de beber a la mula, y yo también calmé aquella sed que me abrasaba el cuerpo. Más allá había un corral vacío, por el estiércol supuse que era para encerrar chivos, que los lugareños deberían andar pastoreando en esos momentos. Me acerqué a la casa para tocar la puerta, pero no había puerta. Saludé y me contestó una voz que me dijo que pasara. Era una mujer muy anciana, que de tan jorobada parecía un ovillo de hilo. Tenía el pelo como si fuera de nubes y la piel cuarteada como el desierto; no tenía dientes, pero en medio de aquella insoportable vejez, brillaban unos ojitos como de cielo.

mula, ella sabrá cómo encontrar comida, los animales siempre lo saben. Me tiré en el suelo y me quedé dormido. Soñé sueños blancos, vacíos. Desperté cuando escuché los cencerros de los chivos. La anciana dijo: —¡Hasta que despiertas! Llevas más de una semana durmiendo. Me quedé sorprendido, me sentía como si hubiera dormido sólo unas horas. Entró la hija, casi tan vieja como la madre, sólo un poco menos encorvada y más ágil. También tenía el cabello de nubes y los ojos azules y brillantes. —Bueno —dije— cómo es que viven aquí tan solas dos mujeres sin nadie que les ayude. Cómo llegaron aquí. —Estamos aquí por causa de un hombre — dijo la más joven—, al que amamos las dos, y cuando vio que nos peleábamos por él, huyó. Cada una salió a buscarlo por su lado, pero no lo encontramos nunca. —Hasta que nuestros caminos se cruzaron —completó la más anciana con un sentimiento que parecía que lo que hablaba había pasado un día antes— y nos quedamos a esperar a que él nos encuentre aquí a las dos.

—Has de venir cansado —dijo con acento de gringa— llegar aquí a veces dura toda la vida. Es bueno que comas algo, debes estar debilitado de tanto andar porque es muy largo el camino para llegar aquí.

—Mientras cuidamos a las chivitas; así nos ayudamos a que el tiempo no pase tan lento.

Me acercó un pedazo de pan duro y otro de queso de chiva oreado. Me lo comí y sentí un sueño que casi me cerraba los ojos.

—Y el hombre que esperan se llama Malaquías Verduzco si no me equivoco —dije al tiempo que me levantaba y salía a buscar a la mula para largarme de allí cuanto antes. Pensar en Malaquías me revolvía el estómago.

—Échate por ahí en un rincón y duerme; aquí no hay camas, mi hija y yo dormimos en el suelo, es mejor, la tierra es tibia y suave y nos acoge en sus brazos. No te preocupes por tu 22

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—¿Y cómo se llaman, si puede saberse? —Kathy y Brunilda Nilson.

Me fui echo la mocha, no tuve que despedirme ni agradecerles su hospitalidad porque estaban muertas, hechas polvo que el viento


desparramaba por el desierto. No quise recordar aquello jamás. Mis pensamientos se centraron en encontrar a ese par de desgraciados. No sé de donde se me metió en la cabeza que debía buscarlos en Valladares y para allá mismo hice rumbo. Me costó mucho encontrar el camino a Valladares, había tantas veredas desconocidas; por fin di con una que me resultó familiar y me fui por ella. Pronto me encontré con las piedras, árboles y matorrales conocidos, por fin andaba en mis terrenos. Empecé a subir por la vereda, la cuesta de Valladares estaba cerca; el cuervo regresó a volar y graznar encima de mi cabeza. "Espero que ahora sí anuncies a ese par de cabrones, cuervo del demonio", le grité con todas mis fuerzas. Por fin llegué a la parte más alta de la cuesta, desmonté para estirar las piernas y tirar algunas piedras al voladero. En esas estaba cuando escuché una voz a mis espaldas: —¿Te diviertes, vale? Malaquías Verduzco estaba detrás de mí. Por fin iba a vérmelas con el maldito desgraciado. Venía solo, don Pifas no lo acompañaba. —¿Adónde dejaste a hediondillas? —Epifanio Dueñas ya no camina por estas veredas, ya no está aquí. —Pues me das buenas noticias, así seremos menos. —¿Menos? ¿para qué, puede saberse? —No te hagas el inocente, Malaquías, que no te va. —¿Inocente? ¿De qué o por qué, vale? —De que seremos menos a la hora de la repartición del oro de la misión. —¿Todavía andas con eso, vale? —preguntó

asombrado— ¿No fue suficiente el oro que te dejé en el Agua Caliente? Seguro no le alcanzó a tu puta. —No le digas puta. Esa vieja es mía, para ella quiero el oro, para convertirla en reina. —Y tú en el rey de segurito, ¿no, vale? ¡Ah, qué tú, no cambias para nada, sigues igual de pendejo! ¿Qué pasaría si supieras que te he mentido todo el tiempo, que no hay tal misión perdida, que sólo son cuentos de gambusino? —No, Malaquías, esto sí que no voy a permitírtelo. Ahora me cumples porque me cumples— lo agarré del cuello y lo zarandee. —Son mentiras, viles mentiras mías. Te las dije para mantenerte interesado y anduvieras conmigo por los caminos. Nada de lo que te decíamos era cierto. Solo una artimaña que usamos los gambusinos para no andar solos. —¡Mientes, Malaquías Verduzco, mientes con tu lengua sarrosa!— y empecé a apretarle el pescuezo. —No miento, vale, la misión no existe, son historias de gambusinos locos como yo. Nadie la ha encontrado nunca, nadie sabe dónde está; sólo es una historia que se cuenta de gambusino a gambusino para alejar la soledad del monte, de las veredas. —Nicanor Arce trae un mapa tatuado en la panza. Yo lo vi con estos ojos que se han de comer los gusanos. La misión perdida de Santa Inés de la Sierra, si existe: ¡Vi ese puto mapa, yo lo vi!— le grité totalmente negado a aceptar las verdades que salían de la boca de Malaquías. —Ese pobre es el más chiflado de todos. Vale más que te olvides de la misión y vámonos a buscar chispas como siempre lo hemos hecho. Así somos felices y libres. Creer en esa misión es una esclavitud, no te deja ser libre, vale, no te deja y lo único que vale la pena de delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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esta vida es la libertad, y en esto jamás te mentí. Mira, Epifanio Dueñas se desbarrancó en un loco afán por encontrar la misión perdida. En esto terminó el pobre viejo loco, desquebrajado y muerto en un barranco hondo y oscuro que está en La Corona, en San Pedro. Vente conmigo, valecito, ahora sí te prometo decirte en donde abundan las chispas de oro para que te consigas una vieja que te haga feliz. Creer en la misión perdida de Santa Inés de la Sierra no es bueno para una cabeza débil como la tuya. —¡Qué cabeza débil ni qué la puta chingada! —grité mientras apretaba— ¡Ahora me vas a decir en dónde está, porque si no lo haces, Malaquías Verduzco, hasta aquí llegaste! Empezó a ponerse morado y me hizo señas como si fuera a decirme por fin aquel secreto que me había emponzoñado por dentro: —¿Para qué chingados quieres ese oro, vale? La Chagua ya se fue con Miguel Tejeda para el rumbo de Tecate. Compró un rancho y se largó con el Miguel para allá. Para eso le sirvió el oro que le diste, vale; para largarse con otro y a ti te mandó por más, para que te fueras y poder irse con Miguel Tejeda. Vámonos a nuestra vida de antes, vale, volverás a ser feliz y libre; te conseguirás otra vieja, una indiona carnuda y caliente o una vieja decente del pueblo. La Chagua sólo quería tu oro para largarse con Miguel Tejeda, su mero macizo. Cuando escuché estas palabras, mis ojos vieron todo rojo y le apreté el cuello a Malaquías hasta que se puso morado, y no contento con eso, agarré una de las piedras que iba a tirar al voladero y se la estrellé en la cara. —¡Cabrón embustero! La misión perdida de Santa Inés, sí existe y voy a encontrarla! Por primera vez en todo el tiempo que pasé con Malaquías Verduzco, no me contestó nada. Las piedras de los cerros empezaron a llenarse 24

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de cuervos, graznaban lastimeros. La tarde se volvió gris y espesa, y aventé el cuerpo del viejo por el voladero, rodó hasta el fondo con gran estrépito. Me dediqué a tirar piedras por el precipicio. No podía olvidar que la última vez que vi la cara de Malaquías, era la mía. Hice rumbo para buscar la misión perdida de Santa Inés. Si la Chagua se había ido a Tecate con Miguel Tejeda, yo iría a comprarla con costales llenos de oro, o en el mejor de los casos, a lo mejor podría llegarle al precio a la Flor de Loto. Sí, de algo habría de servirme tantísimo oro.

12 A veces pienso en todo lo que hablaba Malaquías, sus cuentos, sus andanzas, aquellas ideas locas que tenía sobre las piedras, sobre la libertad y aquella búsqueda que jamás pude entender. Hasta la fecha no he podido comprender que significaba todo el embrollo de cosas que contaban él y los otros: el camino hecho de piedras, las piedras hablando lenguas secretas, de algo que estaba más allá de hacerse ricos con oro. Locuras, locuras, viles locuras y embustes para enredarle a uno los sesos. Pero yo fui más listo que ellos: ¡Jamás les creí una sola de esas fantasías! Me concentré en lo verdadero: el oro que Fray Bruno de Montejano escondió en la misión de Santa Inés de la Sierra. Decían que terminó encantado dentro de la misión por una maldición que le echó el otro frailecito. Verdad o mentira, quién puede saberlo, de lo único que estoy seguro es que la tal misión perdida es cierto, es verdad. Hice bien en apartarme de esos gambusinos locos, deschavetados, embusteros, buenos tan sólo para vagar por el monte, para vivir como cachoras asoleadas sobre las piedras. Las piedras, ¡bah!, yo no me conformo con el aire


seco que tienen dentro, que se te mete a los pulmones y te deja vacío. Yo quiero oro y mucho. Quedé harto con tanto cuento, de tanta promesa y tanto secreto. Ahora sigo mi propia ruta, sin piedras, sin historias ni mentiras. Mi camino estará cubierto de barras de oro y de chispas tan grandes como huevos de pájaro. Una ruta que me llevará derechito a los muslos de la Chagua o los brazos de la Flor de Loto. Es mi deseo y sé que en cualquier rato le pego al clavo y me hago rico. Entonces el mundo será mío. No sé cuántos días llevo caminando. Los cuervos me siguen, ignoro si me guían o esperan a que muera para comer mi cadáver. Son cientos, oscurecen el cielo hasta parece que anochece. Me esperan parados sobre las piedras altas o encima de los árboles. Allí me aguardan a que amanezca, luego empiezan a perseguirme como perros hambreados y me graznan encima de la cabeza. Terminé por no hacerles caso, los imaginé como una sombra que vuela encima de mí. Parece como si caminara en círculos y no saliera del mismo lugar. Las cañadas de la sierra se parecen, como si fueran una sola y no doy con la misión. Malaquías quiso hacerme creer que todo eran puros cuentos suyos y de otros más locos que él, pero qué equivocado estaba, la misión de santa Inés de la Sierra, existe, es suficiente. La mula cada día que pasa está más flaca por las malpasadas, es puro cuero y pellejos, igual que yo que nado dentro de la ropa; me he encogido de tanta hambreada, sed y tanto mal dormir, pero "el que quiere azul celeste que le cueste", decía mi madre; espero se acuerde de su hijo allá en dónde se encuentre. Los sueños me han abandonado, se han vuelto blancos, vacíos. Las piedras hablan, hablan mucho, una

guasanga, algarabía de palabras, pero yo no entendía ninguna, a veces creía que se burlaban, muchas veces creí escuchar que me decían tonto, pendejo, inservible, bueno para nada. Palabras, palabras, palabras. Allí esta Malaquías burlándose. No se me quita el gusto de que estuviera pudriéndose en el barranco, para él no hubo cielo, esta asándose en las lumbradas del infierno, picoteado por los trinches de los chamucos. Un embustero como él no merecía otra cosa. Viejo mal parido, sigue preso en las piedras, burlándose, diciéndome, tonto, pendejo, nunca la vas a encontrar porque no existe, cuento der gambusinos. ¡Mírate, un gambusino loco por los caminos de la Baja California, Mírate, pendejo! Un gambusino loco más. Yo no era eso, nomás que encuentre el oro me iré por la Chagua, se la quitaré al Miguel Tejeda con costales llenos de oro. La chingada puta no va a decirme que no; la conozco, le encanta mi verga. Le encantaba que se la sambutiera hasta el cerebro, cabrona cochi y puta. Oro y verga para ella. Si me da la gana me compro a la Flor de Loto, estoy seguro de que el Chino Siu me la dará por algunos costales de oro. En este mundo no hay nada que no pueda comprarse. Libertad y felicidad, tonterías de Malaquías Verduzco. De qué le sirvió tanta libertad. Debajo de todo el pedregal que le eché encima, no fuera a salirse el cabrón mentiroso. Dicen que "quien ríe al último, ríe mejor" y espero que en donde se encuentre esté oyendo mis carcajadas. ¡Pobre cabrón! Por momentos sentí lástima, sí que me la dio el desgraciado, pero era más fuerte la rabia, viejos argüenderos; deben ir a quemarse con el chamuco, a que les ensarte el trinche por el culo. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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No sé qué pasa con la gente de hoy en día. Estos caminos son solos, callados, a veces interrumpidos por el palabrerío de las piedras que nada dicen o por los encuentros con vaqueros que suben a la sierra con su ganado, con los borregueros vascos y sus rebaños que también suben a los valles de la sierra a pastorearlos. Me saludan; a veces me dan un cigarro o algún trago de pisto, luego se van y me quedo solo en este caminar de días y días; no sé cuántos llevo en busca de la misión, pero el otro día me encontré con unos chamacos malmodientos, groseros, no sé de dónde sacan tanta cosa, mira que decirme ‘El viejito de los Cuervos’. ¿De dónde habrán sacado tal cosa? ¡Viejito, bah! Está bueno que esté enflaquecido por las malpasadas y por no apearme de la mula, pero ¿viejito? ¿de dónde sacarán tanta chingadera? Gritaban: —¿A dónde vas Viejito de los Cuervos? Cabrones cuervos, la fama que me hacen, ya ni chingan. Si trajera un rifle los habría matado a tiro limpio; pero no la pensé bien y eché la mula, los burros y la carga para el barranco. No quería dejar rastros de Malaquías. ¡Nomás rebuznaban de agonía! Qué otra cosa podía haber hecho. Se me fueron las patas y no me

FIN

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quedé con el rifle, ni modo. "Para pendejo no se estudia" es la mera verdad. Me escucho hablar igualito que los viejos. ¿Será cierto que soy el Viejito de los Cuervos? ¡Estoy desvariando por tanto sol y tanta hambreada! Desde hace días oigo una campana, la oigo, el sonido viene enredado en el aire, sale de entre los pinos y las piedras, o lo traen los cuervos en sus graznidos. Tiene días que oigo los tañidos, llaman a misa, a muerto. Cuando murió Filemón Castillo allá en Loreto, las campanas lloraban tristes, nunca las había oído así, el sol le pegaba al campanario, la gente estaba de luto. Las campanadas van y vienen con el viento, no sé de dónde salen. El otro día vi una veredita que no había visto antes. Corría para abajo junto al arroyito de La Berrenda. Nunca he ido pero tengo la corazonada que allí mero es. Muero por encontrar la misión, ya no aguanto tanto cuervo, tanta mugre, tanto piojo. Tengo baleros de mierda seca en el fundillo como los borregos viejos. La ropa se me cae a pedazos. No sé cuántos días tengo en este camino. "Otra vez la burra al trigo", no sé qué me pasa, no lo sé y esa campana que no deja de sonar.


Sobre Juan Ruiz de Alarcón. Andrés Galindo.

J

uan Ruiz de Alarcón y Mendoza nace en la ciudad de México hacia 1580. Descendiente de nobles españoles, tanto por vía paterna como materna. Para entender la identidad de Juan Ruiz de Alarcón resulta más importante el apellido materno, Mendoza, ya que éste posee renombre tanto en el ámbito político como en el de las letras. Alarcón se dirige a España para radicar en Salamanca y en Sevilla en 1600, ciudades en las que permanece hasta 1608, fecha en que regresa a México. Pedro Henríquez Ureña entiende que no es si no hasta 1615 que Alarcón está de regreso en España, con la intención de hacer vida dentro de la corte. Alarcón, mexicano de nacimiento, no inicia carrera literaria hasta llegar a España. Es en este país en donde inicia su actividad de comediógrafo. Se entiende que en aquella época el modelo dominante es el de Lope de Vega; y es este mismo modelo el que al principio seguirá Alarcón. Con el paso del tiempo, el poeta mexicano logra imprimir un sello particular en su producción.

A Alarcón se le reconocen tan sólo treinta y seis obras, de las cuales veinte se encuentran repartidas en dos tomos que él mismo publicó, tres más en ediciones sueltas y el resto sería de atribución dudosa. Como se puede observar, Alarcón escribió poco, sobre todo si se toma en cuenta la cantidad de piezas que produjeron sus contemporáneos; a Lope se le han llegado a reconocer más de mil comedias. Entre todo ese despilfarro, opulencia y abundancia abanderada por Lope, se destaca Alarcón precisamente por asumir un tono más mesurado, discreto y lleno de sobriedad; características que, desde luego, no estaban presentes en muchos poetas españoles de la época. Aunque Alarcón no destaque por sus virtudes poéticas, como lo harían la mayoría

de los escritores de renombre en España, sí se esfuerza por dejar bien en claro ese tono mesurado que al mismo tiempo le servirá para enaltecer cierta elegancia y decoro en su escritura. Este estilo propio no asume un papel altivo; por el contrario, algunas de las virtudes que destacan en Alarcón son precisamente la gratitud, la prudencia (a fin de lograr un equilibrio), pero sobre todo la discreción, muy propia del ser mexicano. Incluso esta elegancia y discreción que caracteriza a la obra del poeta, le servirá para responder (dentro y fuera de su obra dramática) a sus enemigos. Esos enemigos declarados no tenían ninguna reserva de hacer uso de su ingenio poético con la finalidad de ofender e insultar a Alarcón, aludiendo siempre a sus deficiencias físicas. Aún más, el estilo de Alarcón ha destacado tanto y tan bien que sirvió de influencia al teatro francés. Dicha influencia es inmediatamente reconocida en escritores de la talla de Cornielle y Moliere, mismos nombres que marcarán la pauta del teatro europeo en años posteriores.

* Se sabe que Alarcón no inicia su carrera literaria si no hasta llegar a radicar definitivamente en España. Las maneras, en tanto que forma, que Alarcón tomará como modelo son netamente lopescas, como ya se ha dicho. Con el paso del tiempo Alarcón declina en modos que ya son exclusivos de su literatura. Son estas formas propias las que llagarán a evolucionar hasta convertirse en lo que se ha dado en llamar "teatro de carácter". Ahora bien, críticos de distintos lugares y épocas discuten sobre qué es eso que precisamente marca la diferencia entre Alarcón y sus contemporáneos. Aquí surge el problema más grande. La mayoría ha delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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optado por tomar como punto de partida la nacionalidad del escritor y, de paso, la influencia que tiene ésta en la obra escrita. Dadas las cosas, ¿Alarcón es un nombre de las letras españolas o de las letras mexicanas? Es cierto que dentro de la producción literaria de este hombre, las reminiscencias a la cultura novohispana son bastante escasas y que el recuerdo de la cultura indigenista es prácticamente nulo. El lenguaje del que se vale Alarcón es más o menos el mismo del que se vale la comedia española del siglo XVII. Por tanto, cualquier intento por encontrar alguna referencia al náhuatl, lengua nativa y, después de los primeros años de la conquista, participe del vocabulario de la Nueva España, es prácticamente nulo. Entonces se sabe que Alarcón siguió pautas y lenguaje de la comedia española de los siglos de oro. Sin embargo, no se puede afirmar categóricamente que Alarcón pertenece a las letras españolas. Es de todos conocido que Alarcón se veía constantemente sometido a las incluso enconadas burlas de sus contemporáneos, razón de peso para que los mismos no le consideraran parte de su grupo, pero cabe la duda si se toman en cuenta las obras que escribió en colaboración con algunos poetas de la época. Se ha dicho también, en favor de la tesis de que Alarcón se encuentra más cerca de España, que el poeta surge en un México literariamente inexistente. De ningún modo se puede decir que en aquellos días la Nueva España posea una madurez y mucho menos una independencia en el orden de las letras. Aun con todo esto, se sabe que sí existía un ejercicio dramático promovido por los evangelizadores. Alarcón nació y vivió aproximadamente veinte años en Nueva España y es muy probable que asistiera con regularidad a este tipo de representaciones. Se aventura la tesis de que el carácter mesurado, sobrio y taciturno de Alarcón proviene precisamente de este tipo de teatro evangelizador. Aun así, es difícil sentar las raíces alarconianas en un arte novohispano, precisamente por precario, pero sobre todo por su carácter efímero. 28

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Lejos de intentar una focalización de Alarcón basándonos en las nacionalidades artísticas, resulta más productivo seguir la pista del hombre como un sujeto histórico que nace y se desarrolla en un determinado o determinados lugares y tiempo, y que gracias a ello posee, de manera indeleble, una serie de improntas que se verán reflejadas en su obra. Con segura obviedad se tomaran en cuenta las características sociales, económicas y culturales tanto de Alarcón en particular como de su lugar de origen en general (esto implicaría hacer una especie de psicología social histórica). Aquí no deberá concluir el estudio, hay que tomar en cuenta también, lo que se puede considerar como la migración del poeta y las intenciones por parte del mismo de hacer vida en la corte española, además de las enseñanzas que estos mismos cambios de residencia pueden infundir tanto en la persona como en la obra de Alarcón. Como eventual conclusión se puede decir que si bien la forma del teatro alarconiano tienen mucho del español de los siglos de oro, en el fondo podemos encontrar las características que son del todo propias del poeta nacido en Nueva España.

Bibliografía Manrique, Jorge Alberto. "Del barroco a la ilustración", en Daniel Cosío Villegas (coordinador). Historia General de México, tomo 1, Colegio de México, México D.F., tercera edición: 1981, pp. 647-734. Paz, Octavio. "El reino de la Nueva España", en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Edición de obras completas: Círculo de Lectores, Barcelona (1991) - FCE, México (1994), pp. 31-86. Alborg, Juan Luis. "Juan Ruiz de Alarcón", en Historia de la literatura española, Gredos, Madrid, segunda edición: 1970, Vol. II: Época barroca, pp. 351-371. Ruiz de Alarcón, Juan. Teatro, edición y notas de Alfonso Reyes, ediciones de "La lectura", colección clásicos castellanos, Madrid 1918. Henríquez Ureña, Pedro. "El teatro de la América española en la época colonial", en Obra Crítica, FCE, México Buenos Aires. Pp. 699-718.


Henríquez Ureña, Pedro. "Don Juan Ruiz de Alarcón", en Obra Crítica, FCE, México - Buenos Aires. Pp. 272-282. Alatorre, Antonio. "Para la historia de un problema: La mexicanidad de Ruiz de Alarcón", en Anuario de letras, revista de la facultad de filosofía y letras, UNAM, México. Pp. 161-202.

Casalduero, Joaquín. "Alarcón: Nacionalidad del escritor", en Estudios sobre el teatro español, Gredos, Madrid, 1972, pp. 150-162. Concha, Jaime. "Juan Ruiz de Alarcón", en Luis Iñigo Madrigal (coordinador). Historia de la literatura hispanoamericana, Tomo I: Época colonial, Cátedra, Madrid, 1982.

Mutatis mutandis Javier Paredes Chí. Yosef Gurión quería soñar un fuego que lo envolviera sin quemarse, como aquella zarza que vio su antepasado Moisés. Estaba seguro de que concluiría su proyecto, así como el hombre de las cavernas, motivado por la curiosidad y el asombro, se esforzó hasta reproducir la llama, que la caída de un rayo había producido. Aquella noche este anhelo de experiencia mística, enraizado en su memoria muy antes de que supiera que viajaría, desde medio Oriente, al Norte de Europa, engendró una chispa, la cual hizo arder la hierba seca del séptimo verso que estaba soñando. El incendio se prolongó fuera de su mente, hasta calcinarlo junto con el resto de los pasajeros y el avión, donde se quedó dormido, mientras pensaba en cómo expresaría durante su discurso, que la inspiración es un éxtasis y al mismo tiempo un orden que se alcanza a base de la disciplina artística. El poeta se unió al sueño de sus antepasados, sin estar seguro de que su dios, en otra vida le permitiría ser el mismo hombre, y esta vez sí llegara a Estocolmo, para recibir su premio Nobel de literatura.

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Misoginia internalizada. Violeta Carolina Azcona Mazun. El machismo nos asesina, pero otras mujeres nos destruyen.

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reo firmemente que las mujeres hemos mamado del patriarcado la manera de relacionarnos con hombres, atrayendo siempre su atención; pero sobre todo hemos aprendido que la mejor manera de tener la atención, es destruyendo cualquier distracción, y es así como ejercemos la manera infalible de destruir a otras mujeres. A esto se le conoce como misoginia internalizada; para ejemplificar expongo a continuación un caso hipotético de una abogada nueva en un buffete:

bella puede ser inteligente; nos lo dicen todo el tiempo en todos lados (las películas, las novelas, las canciones, en fin, la cultura pop); porque una mujer que llega a un puesto es cuestionable siempre: "seguro abrió las piernas"; pero que un hombre ocupe un puesto jamás se cuestiona; no nos preguntamos si se tuvo que acostar con alguien.

Joven, alta, bonita y delgada. Entra a trabajar en una oficina de abogados, las mujeres la ven desde lejos; se fijan en sus piernas, en su pelo, le han visto una espinilla, la camisa arrugada, dicen que la dejó el novio, que llegó al puesto porque su papá se lleva con el dueño. La han visto almorzando con los abogados, no es más que una zorrita.

La otredad femenina es identificada como competencia, hemos de actuar como en un really show, compitiendo por la atención masculina. No puede haber algo más absurdo que una mujer atacando a otra mujer; es como escupir para arriba y esperar a que no te caiga en la cara.

Con el tiempo la chica nueva ha demostrado con su esfuerzo que no es sólo bonita, sino inteligente y talentosa; entrega informes de casos completos con una impecable redacción, sus clientes le agradecen y felicitan, incluso alguno le ha hecho regalos. Para colmo, se ha comprobado que no fue dejada por nadie y que su padre ni siquiera conoce al dueño. Las mujeres del buffet están ardiendo en odio, han comenzado a ser groseras y hostiles con la chica nueva, quieren hacerla sentir mal para que renuncie; se burlan de ella, la culpan de faltas que no comete, no la invitan a las reuniones ni a almorzar, no quieren colaborar en casos con ella; quieren destruirla, eso lo saben bien, pero ninguna sabe porqué la odian tanto. La chica nueva viene a romper el equilibrio, la identifican como peligrosa, y las compañeras de trabajo lo que quieren es destruirla, ¿por qué? Porque es bonita, según ellas, porque ninguna mujer 30

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Nos han enseñado desde muy pequeñas a ser rivales, desde las compañeras de primaria hasta la licenciatura.

El machismo nos mata todos los días ¿por qué hemos de destruirnos también entre nosotras? Amemos a todas las mujeres, incluso a las que no.


Coreografía: Diego Vázques. Intérpretes: Ana Elisa Mena, Elisa Ramos, Alicia Hauffray, Argenis Montalvo, Roberto Rodríguez. Producción: Laleget Danza & Compañía Nacional de Danza. Palacio de Bellas Artes / CDMX. Agosto 2016 delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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La musa prófuga. José Chairez.

Sábado Ese día, como todos los otros, esperaba la respuesta a ese mensaje que enviaba diariamente, y como cada mañana, no había respuesta; esperar una, dos, tres horas, era ritual; sentado sobre la mesa con un café y una rebanada de pan tostado, después de haber dormido solo dos horas. Dos horas diarias los últimos treinta días. Si alguna vez me suicido, será en domingo; es el día más desalentador, el más insulso. Le revoloteaba esa frase, gracias a La Tregua, de Mario Benedetti. La había leído y releído varias veces. Sonó el tono de mensaje del teléfono, pero no era el que esperaba, sólo otro chiste enviado por los amigos del grupo de trabajo; una sonrisa que nunca llegó a carcajada se dibujó en sus labios. Borró el mensaje y esperó otro rato; cogió a Sabines de la mano, y volvió a leer: “Me dueles, mansamente, insoportablemente me dueles”. Y así transcurrió una, dos, tres y cuatro cuartillas más, volvió a escucharse el timbre conocido; pero no, no era el mensaje que esperaba. Transcurrían los días, uno a uno, y no había noticias; a veces solamente un Hola, como gota de rocío sobre las hojas de un jardín. Domingo Se levantó, preparó té negro sin azúcar, y tostó una rebanada de pan, hasta el punto de carbonizarla casi en su totalidad; envió el mensaje, pero no esperó la respuesta; checó el nudo corredizo de la soga que instaló sobre la viga del patio, y se dispuso a trepar a la silla; ring, gritaba el teléfono. La llamada era de la persona esperada; la respuesta que había esperado largo tiempo. La habitación quedó en silencio. Ese domingo de septiembre, no reunía las características que dictaba Benedetti; garabateó en un papel: “Quiero desvelarme en el lago de tu ombligo, bebiendo del manantial húmedo que habita entre la cadera de tus lunas; musita, musa prófuga e inasible de mi tinta.” La puerta de la habitación rugió estrepitosamente al estrellarse contra el marco, después, solo se escucharon pasos apresurados bajando las escaleras rumbo a la calle.

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Por culpa de una camisa. María Nieto.

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oy me re encontré con Joan, hacía meses que no la veía. La encontré distinta y cansada. Ver el deterioro que el tiempo produjo en su cuerpo me provocó congestión emotiva. La noche anterior había cuestionado, en amplia y rica conversación, la importancia y la función del arte en la sociedad, particularmente la danza. ¿Desde qué postura asumirla ahora? Me preguntaba si es un arte inútil y obsoleto. ¿Cómo rescatarla? Creo que estaba perdiendo un poco la fe. Durante la sesión permanecí como observadora. Mientras Joan dictaba la clase me di cuenta de que a pesar de los cuestionamientos anteriores, sigue ahí enraizada la pasión de forma natural, involuntaria. Sentí el impulso y la necesidad de seguir haciendo las cosas, repetirlas, repasarlas, corregirlas, intentarlas, recrearlas. Recordé la sensación de logro y el gran trabajo que hay que hacer con las limitaciones, porque sobre ese conocimiento es que se construye un cuerpo que baila. La forma de los cuerpos no es la danza, la danza transforma los cuerpos desde adentro. La danza no es forma, es esencia. Observando, reconocí aquellas cosas que se olvidan y se pierden, como las secuencias y la condición del cuerpo. Pero reconocí también las cosas que no, como el origen de un impulso que nos lleva a tal o cual movimiento; como la sensación del acento, la fuerza de ataque, la manera de anticipar un sincopado; lo preciso, lo continuo, el peso y la cadencia; la importancia de la resistencia, el alargamiento; la fluidez de la energía en el espacio, la emoción y el instante.

Sentada y limitada por la lesión, me di cuenta de que la falta de fortaleza y estabilidad de mi rodilla, pesa más de lo que yo misma me confieso. Sentí una fuerte urgencia de reinventarme de alguna forma y orientar mi energía en una dirección. Esa imagen de mujer cansada, presente y dispuesta, me prohibió rendirme. Luego pensé en ti y me sentí orgullosa, porque sopesé lo que implica no claudicar, la convicción y tenacidad que se requiere. Lo anterior me llevó a otra reflexión: ¿Por qué puede uno sentirse orgulloso de alguien más? ¿Será que me gustaría parecerme? ¿Será que me hace sentir un poco tú? ¿O es que simplemente me siento parte de ti? O por el contrario, sucede que justamente puedo diferenciarme y de esa forma soy capaz de verte y reconocerme; yo en la emotividad que fluye, tú actuando desde la razón, yo en la danza efímera, y tú como símbolo del pensamiento. Esa es tal vez la fantasía; tú tienes lo que lo que yo aspiro y anhelo de mí misma. Al terminar la sesión, mi estómago me recordó que eran las tres de la tarde y habíamos llegado a las ocho de la mañana. Conmovida y hambrienta cerré la sesión y me despedí de mi maestra. Ya en la calle me encontré de frente a una mujer joven, fresca, de ojos vivos e intensos que me recordó cuando yo tenía sus años y usaba el pelo a media espalda. Ver a mi maestra cansada, cuestionar mi profesión, dimensionar mi lesión y ver a esa chica, me llevó a la conclusión de que el tiempo es como una nube, una gran y hermosa nube que podemos atravesar, pero que nunca podremos apresar entre las manos. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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Me detuve en un café para aplacar mi hambre. Al entrar un hombre me hizo recordarte, no se te parecía, pero su camisa naranja de cuadritos, era igual a la que llevabas el día que te conocí. Pedí un café y me senté frente a ese hombre; no levanté la mirada en ningún momento. Se me ocurrió imaginar que éramos tú y yo, sentados ahí. Y me dispuse a platicar deliciosamente, como mi café. Saqué mi libreta roja que ya conoces, y comencé a narrarte lo que ahora estás leyendo. Luego, te pedí que me contaras todo de ti, de tus actividades y de tu agenda tan ocupada, pero no tuviste oportunidad de contestar, se había acabado mi café.

estación. Entramos y caminamos en el andén casi hombro con hombro. Me puse nerviosa. Finalmente tomó el metro bus en un sentido, y yo lo tomé en el otro. Todo acabó ahí. Me reí pensando que estoy un poco loca. Más tarde, seria y cuerda, pensé que de alguna forma esa situación con el hombre de la camisa naranja, tiene mucho parecido a mi relación contigo; grandes dosis de fantasía. Así pues, una camisa, ha sido la razón de escribirte hoy. Hacerlo, es dotar nuestra relación un poquito de realidad.

Me levanté y detrás mío se levantó aquel hombre. Caminé y caminó junto a mí hasta la

Danza a la tristeza. Judith Almonte Reyes. Después de un fugaz encuentro que duró algunos meses, me encuentro en esta agonía de la inmensa tristeza; mi alma se empeña en recordar a cada instante caminos de esperanza, ilusión, de ese amor que era para siempre; mis tardes contemplando ese lago hermoso que refleja la nostalgia que vivirá para siempre en el lugar donde fui tan feliz. Todavía escucho cantar a los grillos todas las tardes, cuando emprendía largas caminatas a través del espeso bosque, donde mi única fiel compañía era mi ‘oso’, aquel perro que será mi adoración aun cuando no lo vuelva a ver. Recuerdos laten con fuerza, mi corazón lastimado necesita aprender a vivir lejos de ese lugar encantador. Noches frías, espectáculo único, al observar la danza de las estrellas, y pronosticar, adivinar la dirección y color de las nubes; suena a locura, a fabricar un sueño para darle cauce a mi tristeza. Todo se lo lleva el tiempo. Nada es para siempre, es el consuelo que mi alma busca día a día en esta angustia por hundirme en el dolor de haberme equivocado. Silencios en mi existir, destino desafiante, donde el oasis prometido a mi verdadera paz, es una fortaleza para la adversidad llena de miedos. Tristeza que alberga todo mi ser como recordatorio de lo que nunca fue verdadero. Permaneceré fiel a mis ideales. 38

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Las batallas en el colegio. Jéssica de la Portilla Montaño

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inalizaba el primer curso de bachillerato del Colegio Simón Bolívar, plantel Mixcoac, que durante medio siglo fue exclusivo para niñas, y que se hizo famoso por una escena de la película María Isabel.

retos eran tan infantiles como marcarle por teléfono a un "guapo del salón" (con ocho niños por grupo, hasta el más feo era considerado galán), para ponerle el "Short Dick Man".

Aún teníamos quince años o acabábamos de cumplir dieciséis. Era esa época lejana en que con gusto cuentas los meses para entrar a la uni, pero ignoras que eventualmente te enfrentarás a ciertos monstruos llamados jefes. Ahora que te acercas a la cuarentena el impacto es menor, pero cuando ya andas en los veintitantos te horroriza llegar a los treinta.

—Muérdele la oreja— me castigó alguna de las maldosas presentes.

Era verano de exámenes finales. La mayoría de nuestro grupito de amigos se presentaba a la escuela sólo para escribir un "Exento" y firmar en la lista de asistencia; de ahí nos íbamos al parque de atrás a fumar —aprendimos con Benson & Hedges mentolados, y con los novedosos Boots— y a esquivar a las monjas que intentaban aprehendernos in fraganti; al Sanborns de Galerías Insurgentes a beber café "de agua de calcetín" (tres tazas por sólo quince nuevos pesos, a pesar del reciente Error de Diciembre); a vagar por el Parque Hundido para fotografiarnos con cámaras analógicas de rollos de veinticuatro exposiciones: Norma tirada en el piso por un supuesto desmayo; Fabiola con la mochila bajo el uniforme para aparentar un embarazo; Diana con su infaltable cigarrillo; una pirámide humana con Emilio, David y Gladys en la base, y encima el resto de participantes a instantes de caer al pasto. Habíamos ido al departamento de la abuela de Sharon, la líder del grupo: alegre, estudiosa, amiguera, la que organizaba. Supongo que estaríamos jugando botella, aunque nuestros

Alguien giró la botella.

Tal vez la penitencia no era para mí sino para él; ése de quien siempre termino escribiendo porque su nombre resume más de década y media de mi entonces patético existir: desde niña fui una melancólica Igor, rodeada de Tiggers y de Christopher Robins que intentaron sacarme de mi neblina gris, hasta que se daban por vencidos antes de desaparecer de mi vida. Él a sus ya dieciocho años destilaba una inocencia rayana en lo insano: moría por los Caballeros del Zodíaco, se burlaba de Jurassic Park, y de mi Candy Candy; y soñaba con ingresar a la NBA sólo por medir casi un metro noventa. Una post quinceañera eternamente despeinada, sin gota de maquillaje, con falda tableada, calcetas hasta la rodilla, y la autoestima por los suelos era totalmente la antítesis de alguien sensual. Pero esa tal vez sería mi única oportunidad de "aprovecharme" de él, a plena luz del día, con público y por petición popular. Pusieron un casete en la grabadora. ¿Qué hacer? Lo lógico era bailar, bailar para él —y enfrente de todos— como pudiera, aunque era una actividad que detestaba: por apatía o por pena; en las fiestas familiares me quedaba en un sillón mientras tías y primas se turnaban para dar vueltas con mi tío Miguel. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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Él estaba sentado en una de las sillas del salón de billar. Yo jamás había visto un "baile sexy", ni siquiera en películas o en la tele; creo que en México aún no existía el llamado table dance. Pero fue casi instintivo. Me acerqué al ritmo de la música, me agachaba sólo un poco para tener sus rodillas a centímetros de mis muslos… Apenas uno o dos minutos, y sin más preámbulo me senté de lado sobre las piernas de basquetbolista y acerqué los labios a la oreja masculina. —¡Ay!— se quejó con su acostumbrado rostro de enfado; como si en serio lo hubiera mordido fuerte. —¡Se atrevió!— gritaba Sharon. Las mujeres aplaudían. Los hombres quedaron pasmados.

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Él estaba rojo, supuestamente del coraje. —¡No manches, Jéssica! ¡Me dolió! Me levanté de sus piernas, triunfal. Agarré un cigarro encendido con ganas de echarle el humo al rostro para hacerlo toser. Más o menos así sucedió. O así quiero recordarlo hoy. La versión exacta de esa, y de millones de anécdotas de antaño están en mis cuarenta y tantos queridos diarios; esos que algún día publicaré sin censura, para quienes gusten pagar una módica suscripción a mi blog. Lo que sí es seguro es que esa tarde llegué a casa y recibí la consabida llamada telefónica que invariablemente comenzaba con un clásico "¿Qué onda?".


El final. Mayra Juárez Herrera.

L

os zombis caminaban por las calles de los pueblos y las ciudades. Muchas personas corrían tratando de no ser mordidos; se ocultaban, no hacían ruido, usaban palos, flechas, todas sus armas para defenderse de su cruel y letal ataque. El miedo sacudía a todo el mundo; las madres escondían a sus hijos. El final se acercaba. —No salgas; te contagiarán. No oí las palabras de mi madre y escapé esa noche. Había muchos pensamientos en mi cabeza, números, la letra J, sí, con mayúscula, la palabra: "Enciende", "enciende", no pretendía entender lo que significaba.

Me acerqué a una pequeña casita; era muy similar a la del cuento de Blanca Nieves. La curiosidad me invadió, y decidí entrar, además debía ocultarme de los zombis. Toqué tres veces y nadie abrió; empujé la puerta y no pude ver a ningún ser humano. Me senté en una pequeña silla de madera, y al hacerlo me lanzó al suelo; se escuchó una respiración agitada y una voz con tono grave me dijo: ¿Quién eres tú muchacho, y por qué me despiertas? —¿Quién? ¿Qué? ¡La silla habla!— exclamé espantado— ¡No era mi intención! Permítame presentarme, soy Jacinto y vengo huyendo de los zombis. —¿Zombis? eso no existe, muchacho, solo en las películas, y yo nunca he visto una; la realidad es otra, tranquilo, puedes pasar la noche aquí, ¿tienes hambre? —¡Me encantaría poder comer algo! —Bueno, dale un beso a la mesa y pídele por favor, comida.

—¡Eh!, sí claro; ¿señora mesa sería tan amable de regalarme un poco de comida? Y la mesa se llenó de manjares deliciosos; bueno, de aquellos que yo tenía ganas de comer. Naranjas, pescado asado, aceitunas, queso duro y pan recién horneado. Me fui a dormir a un lado del Sr. Silla. A la mañana siguiente, agradecí por las atenciones, y me fui con rumbo a no sé dónde, y sin saber qué iba a pasar. Caminé junto a un río y me detuve a descansar al lado de una enorme piedra; y pude ver atrás de la piedra, unas zapatillas muy bonitas de un rojo intenso. Mis zapatos están muy desgastados, me dije como pidiéndome permiso; pero lástima, son de niña. Tenían enorme parecido con los zapatos rojos del cuento de Andersen, Las zapatillas rojas. No había nadie a quién pudieran pertenecer y pensé: Me las llevaré. Pero pude oír a lo lejos una bella voz que cantaba. Me acerqué despacio y me oculté cerca de un árbol. ¡Era un pez enorme y salía del río! Tenía cabellos largos y piernas de mujer; buscaba desesperadamente algo. Mis ojos no cabían de la impresión, los tallé una y dos veces, pero nada cambiaba lo que veía. —¡Oh! mis zapatillas rojas —exclamó angustiada— ¡Se las han llevado! ¡No puedo ver ni oír sin mis zapatillas rojas! —y se puso a llorar amargamente. Me acerqué y las puse en sus manos. —Perdón, las encontré tiradas. Se las colocó en sus pies, pudo verme y oírme. —Gracias, joven. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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No cabía de asombro; me alejé con un intenso palpitar y temblando de emoción y miedo. Zombis, una silla que habla, y una mujer con cara de pez que usa zapatillas rojas para poder ver y oír, ¿qué es esto? ¿No es suficiente con todo lo que pasa en el mundo para saber que hay mucho más? —¿Ahora qué?— Venía a mi mente la letra J, y la palabra "enciende", "enciende". —¿Enciende qué? "Enciende", "enciende". ¡Voy a volverme loco! Corrí y corrí a casa con mi madre. —¡Has regresado! ¿No te contagiaron? Entra. Te traeré comida y agua. Enciende el televisor Jacinto,vamos a ponernos al tanto de la realidad. Lo hice y para mi sorpresa se transmitía el noticiero de la noche. En primera nota se comentaba que se habían encontrado seres ajenos a éste lugar y planeta, que estaban alterando a la sociedad. Concluían diciendo: "el final está cerca, han invadido nuestra realidad; alteran la imaginación de los niños, jóvenes y aquellos que siempre desobedecen. Ellos, por ser los más susceptibles podrían creer que sí existían y los hacía desempolvar esos libros viejos y encontrar en ellos otras realidades. Pero todo está bajo control y no hay nada de qué preocuparse. La silla que habla, la mesa que propor-cionaba comida y la mujer con cara de pez que usaba zapatillas rojas han muerto. Los zombis se encuentran vivos, pero los tenemos bajo control no hay de que preocuparse”. Mi nombre es Jacinto, tengo 28 años, y debía encender el televisor. Estar al tanto de las noticias, ver mi telenovela favorita, tomar café e ir a trabajar. Concentrarme en mi realidad, lo verdaderamente importante.

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A la mañana siguiente me puse mi traje, y guaré con llave los libros de historias fantásticas, los cuentos en un baúl lleno de polvo. —Es hora de ir a trabajar. Encerraron a las sillas parlantes, y a las mujeres con cara de pez y zapatillas rojas— decía mi madre mientras se mecía en su sillón, y veía sin parpadear esa enorme Caja, llena de arcoíris en blanco y negro, y personas sin color en sus mejillas, ni alas en su espalda. —Sí madre, es hora de morir. Me quité la corbata desesperado por vivir y salí a buscar la verdad; los zombis siguen por las calles, y las personas en las casas están contagiadas, se alimentan día a día de la gran Caja. Desesperado salí tras las sillas parlantes y hacia las mujeres con cara de pez que usan zapatillas rojas. Necesitaba poder ver y oír realmente —¡no quiero convertirme en zombi!— ¡grité!, el contagio seguía aumentando rápidamente. Tropecé con una piedra y escuché a alguien llorar. En un pequeño jardín vecino, un girasol lloraba, porque los niños ya no jugaban en el jardín, y no le contaban historias, solo permanecían en casa, frente a la gran Caja. Es una historia real, acabada de contar, lo vi y mi imaginación no miente. —¡Corran, corran, huyan de los zombis! La enormes Cajas seguían hablando: —Todo se encuentra bajo control; sienten a sus hijos frente a nosotros, les explicaremos, les explicaremos, la verdad; el final no está cerca, es el comienzo: V-E-R-D-A-D, C-O-NT-R-O-L, C-O-M-I-E-N-Z.O.


Identidad. Mario Morales. "La identidad de una persona consiste en la coherencia entre lo que es y lo que piensa" Charles Sanders Peirce

A

l comienzo de nuestra vida cuando logramos tener conciencia de nuestro entorno, muchas veces nos sentimos arraigados a seguir un ideal efímero de lo que nos rodea, y en la búsqueda de responder las preguntas ¿Quién soy? o ¿Quién debo ser realmente?, caemos lentamente dentro de un laberinto de cristales, en donde solo buscamos nuestro eterno e inalcanzable reflejo. Pero dentro de esa búsqueda que nos define e identifica realmente, como personas únicas en comparación con los demás. Según la Real Academia de la lengua el termino ‘identidad’ surge a razón de la palabra de origen latino "identitas" cuyo significado es "lo mismo o parecido a algo más", y es utilizado para nombrar al conjunto de rasgos o características propias de un sujeto o de una comunidad, logrando diferenciarlos los unos de los otros.

Fijamos la forma de nuestra convivencia en la modernidad usando un conjunto de máscaras que reinterpretan nuestras acciones ante diversas situaciones que suceden en nuestra vida; pero al final quiénes somos realmente; al parecer solo nos encontramos en el escenario de una obra teatral cuyo tiempo es indeterminable ante un telón que jamás piensa descender.

Surge la controversia por generalizar este concepto enfocándose únicamente en las características de un conjunto de personas a las de un solo individuo. Zygmunt Bauman en su libro "Identidad" manifiesta su pensamiento sobre la modernidad líquida; a través de un largo estudio sobre los distintos cambios del comportamiento humano en la historia, logró demostrar la relación que existe del individuo en la sociedad, y el proceso por el cual debe seguir para integrarse cada vez más a una entidad global y dejar de poseer una identidad fija e individual, creando una entidad más moldeable y voluble, ante la imposición social. "Las identidades son semejantes a una costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma" (Zigmunt Bauman, 2005); lo que plantea es que estas capas suelen ser estables a simple vista desde su exterior, pero al ser miradas dentro de ellas se ve la fragilidad y el desgarre constante entre sus capas.

Apoyándose en una investigación de Philip P. Robert., afirmó que la mayoría de personas que vivían en el siglo XVIII se reducía a un diminuto grupo en donde el conjunto de individuos estaba más relacionado a un grupo familiar, y en ella transcurría la vida entera de todas las personas; gracias a ello y en consecuencia el lugar que cada persona ocupaba dentro del grupo y cada acción que tomara era demasiado evidente, consecutivo y habitual; por lo que no era necesario realmente reflexionar sobre la independencia individual dentro de dichos grupos sociales; con el tiempo las ambiciones de poder y el control de los territorios y materia prima, ha logrado esa lenta desintegración de las entidades globales, provocado conflictos sobre todo por la difamación, por la forma de pensar que existe entre diferentes países por los distintos tipos de identidades sociales.

Hemos buscado siempre el sentido de la pertenencia e integración a un grupo colectivo, llámese comunidad o llámese nación, pero nace la problemática donde se crea un monopolio de las identidades siendo esto un precursor de muchas de las guerras y problemas en la sociedad; según las investigaciones hechas por Zigmunt Bauman, hubo un tiempo en donde no existía ni la noción de identidad ni la identidad como un problema.

Dos de las frases que más han hecho resonar en este nuevo siglo XXI son: primero la de Blaise delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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Pascal, escritor francés del siglo XVII, que dice "Si no actúas como piensas vas a terminar pensando como actúas", y la segunda propuesta por Noam Chomsky, filósofo y lingüista estadounidense del siglo XXI, "Los medios de masas de verdad intentan básicamente distraer a la gente"; estas dos frases tienden a entrelazarse y converger entre ellas porque, por una parte buscamos esta aceptación social por pertenecer a un grupo, y nos olvidamos de nosotros mismos; y al final olvidamos quiénes somos realmente, ya que nos asemejamos al mismo grupo colectivo al cual nos estamos integrando; los individuos siempre

buscan desesperadamente un nosotros en esta vida, esto tiende a ser una condición precaria e incompleta de lo que nos identifica y diferencía de otras personas, desvaneciéndonos en el olvido de lo que alguna vez fuimos. Dilucidar en nuestros pensamientos y preguntarnos a nosotros mismos quiénes somos en esta vida, solo cobrara sentido cuando se cree que se puede ser alguien diferente a lo que se es; pero al final qué se tiene que hacer para lograr identificar si alguien es real o solo un reflejo de otro.

Coreografía: Oscar Ruvalcaba Pérez. Intérpretes: Gerardo Guerrero, Marcos Sánchez, Saúl Gurrola y YazminRodriguez. Producción: Oscar Ruvalcaba Cía. Centro Cultural "Los Talleres" AC / CDMX. Junio 2016

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Petipa. Gema Cerón Bracamonte.

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o sabía quién era ella, lo supe desde el primer momento. No se trataba de su cabello castaño con rizos alborotados, su piel blanca llena de pecas o sus ojos color miel de largas pestañas, que parecían penetrarte cada vez que te miraban; no. Había algo especial en Marion. Era como si un halo de luz la rodeara en cada baile, girando sobre las puntas, en cada fouetté. Siempre primera en la clase, con el cabello bien recogido y las mallas color rosa petipa que debíamos usar todas, obligatoriamente. Nos conocíamos desde los ocho años, durante la audición para ser admitidas en el Centro Estatal de Bellas Artes en Mérida, Yucatán. Tenía un carisma peculiar, a todo mundo le agradaba y ella se sentía complacida con las muestras de afecto. Yo era lo contrario, odiaba socializar. "Nadie puede ser tan gentil", pensaba. Sin embargo, por alguna extraña razón, éramos amigas. Supongo que era una especie de admiración mutua y envidia al mismo tiempo. Me gustaba molestarla diciendo que al principio, la detestaba, y era cierto. Ella respondía: "Las chicas suelen ser un poco crueles en este medio ¿no crees?", aludiendo a las demás y su manera de tratarme. Yo era la segunda de la clase, siempre fue así. Salvo en contadas ocasiones, cuando ella debía ausentarse. Entonces, ocupaba su lugar. Recuerdo que me esforzaba mucho. Lo hacía por amor al ballet, el cual practicaba desde los cuatro años. Un día me contó de Iván, el estudiante de teatro que la pretendía. No pude ocultar mi molestia, ella se había quedado con el papel de Gisselle, sin presentarse a la audición. Sonaban fuerte los rumores de su parentesco con algún funcionario importante de Bellas Artes. Me preguntó si estaba celosa o enfadada, le res-

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pondí que no; pero era mentira. Me dijo que en realidad no deseaba hablar de Iván, sino de nosotras. La ignoré, argumentando que debía retirarme pronto. Me siguió hasta la entrada, cuestionándome sobre mis preferencias. Si acaso era cierto lo que las demás murmuraban sobre mí. Le dije que eso me tenía sin cuidado y respondió: "pues a mí no". Me jaló del brazo y me estampó un beso. "¿Ahora entiendes por qué somos amigas?", preguntó. Nunca le conté a nadie. Al parecer, ella tampoco. A partir de entonces, teníamos un secreto en común. Los ensayos prolongados, las rutinas extenuantes, las exigencias de las profesoras sobre el peso corporal y la alimentación, nos sofocaban. Ella debía fajarse los pechos, su genética le había concedido senos grandes y era un grave problema, a diferencia mía. Cuando comenzó a quejarse de dolor, la maestra la bajó de nivel y yo ascendí entonces. ¡Era maravilloso!, ¡por fin me hacían justicia! Marion comenzó a perder peso precipitadamente. Pensaba que eso le ayudaría a reducir de tamaño los senos. Deseaba recuperar su lugar como prima ballerina. Fingí interés, pero no me agradó la idea en absoluto. El día de su cumpleaños, hicimos una pijamada. Marion retiró a todas temprano, argumentando que su madre estaba indispuesta y no deseaba visitas toda la noche. Fui la única que se quedó. Marion me pidió ayuda para limpiar su habitación. Sus padres habían salido y no regresarían hasta el día siguiente. Ella se disculpó por tener que competir constantemente por nuestro lugar en la clase. Llevaba el cabello suelto y un camisón transparente mostrando su cuerpo de Venus. Dijo que jamás había estado con otra persona. Que sería capaz


de morir por mí, si se lo pidiera, pues me amaba demasiado. Entre besos y caricias, nos despojamos de cualquier pudor. Le hice prometer que jamás volveríamos a competir y ella accedió. Convertimos la noche en nuestra cómplice, y yo me sentía flotando en ese ambiente mezcla de olor a coco, fresas y perfume de diseñador. Una semana después, recibí la noticia. Marion logró su objetivo. No sólo recuperó su lugar como bailarina principal de la clase; también me quitó el papel protagónico en Romeo y Julieta. Yo, en cambio, fui suspendida sin saber exactamente la razón. La profesora argumentó: "Por conducta inapropiada en prejuicio de una compañera y acoso". Alguien vio salir a Marion muy afectada de la dirección y hablando en confidencia con la directora del Centro Estatal. Fui a buscar a Marion durante el receso, necesitaba una explicación. La encontré detrás de los salones. Iván se la comía a besos y sus

manos recorrían su cuerpo frenéticamente. Ella entornaba los ojos, como en aquella noche de la entrega. Era una gran actriz, ¡por supuesto!, ¿quién podría negarlo?, ahora lo tenía claro. Le grité y ella me miró sorprendida. Un calor repentino invadió mi rostro y salí de ahí rápidamente. Marion me siguió hasta la parada de autobús. Sólo quería irme, estaba asqueada. Sus palabras se perdían entre ruidos citadinos. Una furia incontenible se apoderó de mí. Quería alejarla, deseaba desaparecer y que a ella se la llevara el infierno. La empujé, justo cuando los autos corrían a mayor velocidad. Vi cómo la arrollaron; desde el primer golpe y los siguientes que proyectaron su cuerpo hasta cien metros. Me apresuré a tomar el autobús. No podía olvidar sus besos, sus ojos de muñeca y aquella última escena, parecida a un fouetté sobre el pavimento. Yo sabía quién era ella, lo supe desde el primer momento.

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Descendiendo la montaña mágica. Fabiola Morales Gasca.

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a vida es la serie de eventos que ocurren en esa medida que llamamos tiempo, o puede verse de una manera más original y extraña. Se puede recrear la existencia como eso que flota en la medida que adaptamos de acuerdo a las circunstancias, por ejemplo como aquello que ocurre entre lecturas de libros, eso añade diversión al acto de existir. Había terminado de leer La montaña mágica y la mente extenuada de más de un mes intenso de lectura, necesitaba algo más ligero. Un tipo de lectura más relajante, lejos de la filosofía alemana y el frío clima de las altas montañas sería un excelente compañero. Se dio la coincidencia que tomando un nuevo libro, regalo anticipado de mi cumpleaños, me hallaba a unas horas de ser operada del brazo. Así que desde la cama pre-operatoria no solté ese libro, me aferré a él como un naufrago a la úl.tima tabla del barco acabado de hundirse. Y es que "A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior".

Si el encanto de los libros es tan profundo como el de un pungi hipnotizando a una venenosa cobra ¿por qué no diluir el miedo al bisturí con una buena historia? Un buen libro es un delicioso sedante. Dos doctores generales, una anestesióloga, un especialista de enormes ojos verdes, dos enfermeras y una trabajadora social con palabras dulces se acercaron durante más de tres largas horas para dar 52

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detalles de cómo la operación se iba a efectuar mientras las historias de los personajes empezaban a despertar interés. Cuando dijeron que tenía que soltar el libro porque el quirófano ya estaba listo, dejé con gran pena el trama en la página ochenta y cinco. Es curioso observar cómo la mente reacciona en momentos críticos, antes de entrar a la sala de operación, como un susurro se me vino a la mente más líneas sobre una tempestad de arena: "Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta."

Pero si de grandes tormentas hablamos, sin duda me imaginé a un lado de Hans Castop en medio de la tormenta de nieve que lo atrapó en la alta montaña, ahí recargado a un lado de las tablas de la cabaña que lo resguardaba, con sus esquíes e intercambiado las piernas. Al igual que Hans, en breves instantes que parecieron eternidades; del olor de la patria, perfume y plenitud de la llanura doy un salto abominable al mundo de los muertos. Tenía ante mí una invitación a dar un paseo por el Hades, un descenso al origen, una imitación de Thomas Mann tras Schopenhauer hacía la primacía de la voluntad, donde ésta y la naturaleza son las bases de la imaginación y el intelecto. La camilla avanzaba lento en el largo pasillo color verde agua, con el rabillo del ojo alcancé a ver las puertas con el letrero de número de quirófano correspondiente, en algunas puertas abiertas veo a doctores con cubrebocas y guantes blancos. Es como si junto a Hans Castorp mirara el interior del templo donde las dos mujeres despeinadas, semidesnudas,


con los pechos colgantes de brujas y pezones largos, despedazan y comen a un niño cocinado sobre el fuego; pero Hans se despierta, yo apenas voy a dormir. Entramos al quirófano cinco. La anestesióloga y dos doctoras están ya listas, me pasan de la camilla a la otra que está dispuesta bajo el enorme reflector. Se escucha de fondo Welcome to the jungle y luego Sweet child o´mine o al menos eso creo. No puedo evitar una sonrisa de autocom-placencia, uno nunca se imagina ser operado bajo cuerdas metálicas de un buen grupo de rock. Vibran al mismo tiempo mis temores ¿y si no despierto más? Tal vez se nota en mi rostro desconcierto, pues me preguntan si quiero que cambien la música, —Claro que no, Guns and Roses es genial— digo con una ligera sonrisa. Un enorme reloj negro con manecillas blancas marca las cuatro cincuenta y cinco; me colocan el brazo derecho y lo sujetan, limpian con un algodón la vena. Es curioso como los libros y sus indelebles marcas reclaman su espacio propio, como las miles de líneas que uno lee tras años se manifiestan en el momento justo tratando de revelarnos algo de subconsciente. Pienso en el cuerpo del niño devorado por las brujas, en el esfuerzo de Thomas Mann por trasmitir el terror de Hans Castorp ante esa escena. Pienso en mis huesos molidos, en el espíritu, en mi dignidad y la creatividad con cuerpo de niño cocido bajo el fuego de la decepción y de la vida. Pienso en todo y en nada, pienso en los libros leídos; absorbidos con rapidez por cansada vista pero en latente permanencia en la mente y el espíritu. Espero una aguja entrando en mi hombro izquierdo. Imagino la mordida fina de un vampiro en una noche de cuarto creciente sobre alguna secreta calle de Praga. Imagino decenas de historias de seres nocturnos, pero como la espera es larga cambio de escenario. Visualizo un callejón de Marrakech con hermosas telas y olores de raras especias seduciéndome, mientras contemplo alfombras de exóticos diseños presiento la mordida de una serpiente. Pero ni el reptil ni el vampiro llegan. La espera ha sido

larga y el reloj sólo se ha movido cinco minutos. Guns and Roses sigue de fondo, y verme rodeada solo de mujeres me reconforta. No sé por qué recuerdo algunas líneas de Mujeres de ojos grandes de Mastretta. Como una ráfaga más en la tormenta se viene a la mente que tal vez Don´t cry sea más acorde al momento. Despierto, despierto con la terrible angustia que tal vez sintió Hans Castorp en la cima de la montaña, tras la tormenta. Hans era simple, pero a su vuelta del Hades y su duermevela, consigue suficientes conocimientos profundos. El tiempo deja de ser una obsesión para dar paso a cosas más trascendentales; entiende que Vida y Muerte deben contemplarse conjuntamente. Quien reconoce el cuerpo y la vida, reconoce la muerte; viceversa, todo interés por la muerte y la enfermedad es una señal de interés por la vida. Al final del sueño, Hans Castorp se da la orden de no dar más poder sobre sus pensamientos a la muerte, termina de soñar y la tormenta ha amainado. Yo despierto con la boca muy seca. Esa sensación me tarda, siento como me llevan a una cama de piso. El quirófano ha quedado atrás, mis huesos ofrecen la sutil promesa de la recuperación. Tras los efectos de la anestesia, el dolor se percibe leve. Como Hans decido no dar más poder a la muerte, creo que he pasado un umbral. Hans Castorp vive atado siete años a una montaña, prendido a una enfermedad que todos tememos: Enfrentar la vida. Quien diga que no teme, miente. El antídoto a esta enfermedad es la muerte. Cada uno encuentra a su Naphta y Settembrini elige a quien alimentar. Esta, a mi parecer es la enseñanza de más valor en la Montaña mágica. En todo ese tiempo tuve la radiante certeza de que muchos de mis libros y sus lecturas hablaban con la franqueza necesaria. Las letras siempre están aprendiendo a bordar con delicadeza ese precipicio necesario entre la realidad y la fantasía que cada uno necesita. Tras la tormenta, tengo la certeza de que no me he equivocado de vida ni de profesión; me he rodeado de las personas y circunstancias precisas para crecer y fortalecer; aún en lo que parece delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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despreciable. Errar es un privilegio, temer vivir es también una concesión que la vida nos ofrece. Abrí los ojos y la sonrisa de mi familia cercana me dio tranquilidad; la cama 307 era cómoda. Hans Castorp me ha enseñado a descender con dignidad. A un lado

estaba otro libro esperando, por primera vez no me precipite a tomar algo para leer, sabía que había más tiempo. Cerré los ojos cuando vi un tenue rayo de luna entrar por la persiana. Hay una eternidad para subir y descender montañas.

Coreografía: Jean Corall y Jules Perrot. Intérpretes: Elisa Ramos, SebastianVinet, etc. Producción: Compañía Nacional de Danza. Palacio de Bellas Artes / CDMX. Agosto 2016

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Pequeña historia de la danza en Yucatán. Contada por algunos de sus personajes. Adán Echeverría En 2011, apenas un año después que México celebrara los 200 años del inicio de su lucha de independencia (que habríamos de añadir, continúa), la Catarsis Literaria El Drenaje, que me honro en dirigir desde el año 2005, propuso al Programa de Apoyo a las Culturas Populares y Comunitarias (PACMYC) el proyecto denominado "Inamovibles sueños: cuando los creadores jóvenes se expresan, viven", el cual fue aprobado en el presupuesto del programa 2010, de la Dirección General de Culturas Populares, delegación Yucatán. El proyecto presentaba tres objetivos: 1. Reconocer a los creadores jóvenes de Mérida y presentarlos a la sociedad como ciudadanos más allá del talento y el arte que desarrollan; 2. Establecer un diálogo, que más allá de las entrevistas, permitan al lector de las mismas, situar a los creadores jóvenes de arte, como personas trabajadoras en esta sociedad en que se desenvuelven; 3. Demostrar a la ciudadanía en general que los creadores jóvenes de arte no son solo vagos sin oficio ni beneficio que se creen artistas. Como parte de la metodología para conseguir los objetivos se decidió realizar entrevistas a los artistas de las siguientes disciplinas: Danza, Literatura, Música, Teatro, Artes visuales, Promoción cultural y Activismo, así como realizar investigación de gabinete sobre las mismas disciplinas. El documento que ahora presentamos es el resultado, análisis, y comentarios propios que obtuvimos respecto a algunos de los artistas involucrados en la danza clásica y contemporánea.

Nota: Las entrevistas que han sido transcritas y analizadas en este documento, fueron realizadas en el 2011 por la escritora Ileana de Jesús Garma Estrella, y forman parte del material compilatorio del proyecto "Inamovibles sueños: cuando los creadores jóvenes se expresan, viven", a cargo de la Catarsis Literaria El Drenaje.

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Introducción Los verdaderos artistas tienen sueños inamovibles. Pueden existir muchos inconvenientes que parezcan enormes; impedimentos de toda índole, siempre apareciendo frente a uno, moviendo los hilos para alejarnos de nuestro destino, pero para alcanzar la meta, aquel que nació y se decidió por dedicarse al arte lo conseguirá. Esta es una pequeña narración cuya única pretensión es contar un poco de la historia de la danza en Yucatán, y para poder abordarla es necesario reconocer lo que en el 2007, la investigadora, Dra. Margarita Tortajada Quiroz, señalara: "Una de las labores pendientes dentro de la historia de la danza escénica mexicana es el análisis de los movimientos que se han sucedido en el país durante el siglo XX" (Tortejada Quiroz, 2007). Yucatán no escapa a esta necesidad de conocer y apuntar algunos aspectos historiográficos de dicho movimiento, y para ello, recurriendo al archivo del proyecto arriba mencionado, presento un poco de esta historia desde la voz autorizada de cuatro personajes: Víctor Salas González, Adán Argáez, Fanny Ortiz, Rosalía Loeza y Tatiana Arcila, todos ellos nacidos y radicados en Yucatán.

Un poco de historia nacional La danza ha tenido diferentes funciones en la historia de las culturas, ya que se danza para gozar, seducir, cortejar, ganar dinero, para exhibir habilidades, para establecer rivalidades, para reafirmar una identidad y hasta para quemar calorías (Vázquez Ramos, s/f). Como breve repaso del ballet y la danza contemporánea diremos que en 1526 se fundó la primera escuela de baile de la Nueva España:


"(…) entre los 300 hombres que acompañaron a Cortés en su viaje a Cuba en 1519 iban seis excelentes músicos. Entre ellos, un tal Ortiz que hacia 1521 ya era maestro de danza y viola en la ciudad de México, y el valenciano Maese Pedro 'el del arpa' quien, junto con otro soldado-músico, Benito de Bejel, instaló en 1526 una de las primeras escuelas de danza en la ciudad." (Robles-Cahero, s/f). En 1673, fue inaugurado en la ciudad de México el Teatro Principal, el cual sería el más importante hasta el siglo XIX, que contó desde 1725 con un reglamento que debía ser seguido por bailarines, coreógrafos, maestros, empresarios y público. Después de doscientos años de fundamentar una tradición dancística con escuelas de baile, entre 1778-1785, el ballet hizo su aparición por primera vez en la Nueva España, con el matrimonio de bailarines italianos Peregrino Turchi y María Rodríguez Turchi y, Giuseppe Sabella Morali, ellos enseñaron y crearon la primera generación de bailarines de la nación, en la Escoleta de baile y canto, la cual se encontraba en el Teatro Coliseo. El virrey Bernardo Gálvez creó la primera Compañía de Ballet del Real Coliseo de México, quien a su vez es el autor del primer reglamento de censura y comportamiento de artistas y público de la Nueva España. Durante el siglo XIX a partir de 1830, a pesar de que la ciudad de México y Puebla se encontraban los mejores lugares para presentarse, la llegada a ellas de compañías tanto de ballet como de ópera y teatro era complicada, tanto por lo largo del trayecto como por los asaltos, especialmente en el camino de Veracruz a Puebla, en conjunto con los riesgos que una guerra conlleva. Por ello las ciudades más visitadas de esta época fueron Mérida y Veracruz. Las compañías extranjeras venían con su propio cuerpo de baile pero además, en el lugar donde se iban a presentar los agentes enviados con anticipación a veces contrataban solistas y cuerpo de baile locales, lo cual era importante para el desarrollo del ballet. Fue hasta 1919 que la rusa Ana Pavlova presentara en la ciudad de México su repertorio

clásico al cual incorpora una representación estilizada del Jarabe Tapatío, mismo que se volvió prototipo para las siguientes generaciones, lo que colaboró a despertar nuevamente el interés por la danza clásica (Tortajada Quiroz, 2007; Gutiérrez Villa, 2010).

Los involucrados en la danza en Yucatán. Para poder entrar en el contexto del ballet clásico y la danza contemporánea en Yucatán, presentamos las palabras del maestro Víctor Salas González, quien naciera en 1950 en la ciudad de Mérida, Yucatán, y fungiera como director de las compañías de danza clásica y contemporánea, que tuvo a bien ofrecernos durante una entrevista. El maestro Salas comienza su comentario hablándonos de la existencia de los medios de comunicación en la Mérida de la mitad del siglo XX, cerca de 1961. Y hay que recordar que en 1963 inicia labores Canal 3 de Mérida, Yucatán, primera emisora de televisión en el sureste de México, financiada por capital local (Sánchez Ruiz, 1991); y que luego inicia labores el Canal 13, que en Yucatán se inaugura el 27 de febrero de 1970, aun cuando a manera de prueba se transmitieron los juegos olímpicos de 1968 (Rodríguez Santa Ana, 2001). "Hace 50 años, en la ciudad de Mérida, solo existían como medios de comunicación la radio y los periódicos. Era una sociedad, la meridana, no conservadora sino bastante limitada en términos del desarrollo cultural y educativo. Todo era muy cuadrado. Se aprendía de manera muy rígida. Ese es el entorno educativo en el que me desarrollo. Fuimos diez hermanos a los que abandona su papá, dejando a mi mamá embarazada, por eso mi hermanito menor nunca conoció a su padre. Desde muy joven siento la necesidad de ser artista. Lo tuve muy claro desde los cinco años. Para ello estudié con Leticia Rosso, Eduardo Vidiella y, para ser músico, me metí a estudiar con Charito Morcillo. Cuando le dije a mi madre que quería ser pianista, delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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ella respondió que esa era una carrera para mujeres, y añadió: 'El piano es caro y no tenemos dinero'. Luego quise ser cantante, había un programa de radio para aficionados, y yo cada semana iba a cantar en él, con una terquedad inmensa porque era desafinado. Pero me lo permitían, hasta que me convencí de que mi camino no era el canto. Cursaba el primer año de la secundaria cuando unas vecinas y amigas: Mayra Acevedo, Lizbeth Acevedo, Leydi Acevedo, me invitan a formar parte de un grupo folklórico, comenzamos a ensayar. En eso se abre, en el teatro Fantasio, una temporada de teatro regional, y nos invitan a integrarnos al espectáculo. Cuando entro al teatro Fantasio siento algo tan luminoso, tan brillante, tan capturador de mi persona, me ocurre cuando atravieso la puerta de entrada, las puertas que se deslizaban, el olor a creolina, a cigarro, a encierro y humedad; ése mundo de olores se me graba, me impresiona de tal manera que me di cuenta que ese era mi mundo y a él quería pertenecer. Ahí conocí a Petrona, la gran Petrona (cuyo nombre es Ofelia Zapata Carrillo)". "Lo importante de esto es que lo hago sin el conocimiento ni permiso de mi madre. Le decía que iba a la escuela pero yo estaba en el teatro, en los ensayos, o en las funciones. Hasta que una tía, a la que le gustaba el teatro regional llevó a mi mamá a una función, y cuando salimos a hacer el primer número de Opening, en el que cantábamos, y nos bajábamos y paseábamos entre el público; ahí yo con mi pantaloncito, con sombrero, vestidos como brasileños, mi tía le dijo a mi madre que aquel era yo; y mi madre lo negó, porque yo debía estar en la escuela; ella creía que yo no podía engañarla, y no dudada de mí. Pero cuando comencé a quedarme dormido en la escuela, tuve que aceptar que yo estaba trabajando por las tardes y noches, porque el director preguntó por mi comportamiento enfrente a mi madre. Y tuve que aceptarlo. Mi madre me dijo: 'En esta casa tienes comida porque estudias, pero si no estudias no comes'. Y yo le dije: 'Y qué pasa si yo te doy el dinero de mi comida'; ya que yo ganaba 30 pesos de aquel entonces; era un mundo de dinero si 60 delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

consideramos que las cosas costaban centavos. Aún así me recomendó: 'Estudia una carrera corta, para que tengas un titulo'. Yo le daba la mitad de mi sueldo; eso la tranquilizaba, pero me siguió pidiendo que yo estudiara, cosa en que no pude complacerla porque yo tenía pasión por el teatro y no para el estudio." "Luego Alfredo Cortés me invitó a formar parte de una función de danza en Bellas Artes, y ahí me comienza a dar clases. Luego me dijo que nos íbamos a la Ciudad de México a un curso de folklor, pero en realidad nos fuimos a un curso de ballet. De nuevo tengo que decirle a mi mamá que me gusta el ballet, y que me iba a ir a vivir a la Ciudad de México para estudiarlo. Mi madre se enojó y dijo que si eso quería entonces que me quitara el apellido: 'Si vas a ser bailarín, te quitas el apellido y te olvidas de nosotros'. Fue algo muy duro, porque ella era todo para mí, para nosotros, porque no teníamos padre. Y a los 16 años me salgo de la casa, yendo hacia mis sueños. Me quedé en el Distrito Federal diez años, trabajando, y nunca tuve un problema económico, nunca me faltó comida; llegué a tener 200 mil pesos ahorrados, mi primera tarjeta de banco la conservo todavía. Luego mi madre se fue a Los Ángeles, y yo me quedé en México. Sus enseñanzas me saltaron encima, porque a veces me encuentro repitiendo las cosas que ella me enseñó. Ella construyo el edificio que soy. Ella, quien solo llegó hasta sexto año de primaria, es mi gran amor. Aunque le costara mucho trabajo decirles a sus amigas que yo era bailarín, porque ser bailarín para un hombre es ser maricón; pero yo no era maricón, jamás lo he sido. Esa fue la parte más oscura en el inicio de mi carrera, que mi madre lo entendiera; creo que no me afectó, sino que me hizo fuerte, resistente. La disciplina que impongo es gracias a esa forma fuerte en que me educaron. Tuve maestras que me golpearon, me gritaron, me mentaron la madre, y eso no me afectó nunca, son palabras que no me hacen daño. Agradezco ese mal trato, y que bueno que me pegaron, que bueno que me agredieron, nunca me afectó sicológicamente, los insultos nunca me hicieron


ni me hacen daño. Pero eso sí, no me digas mentiroso, porque eso es el peor insulto que puedas hacerme. La disciplina y el orden que tengo son gracias a esa educación. Me construyeron como una gran fortaleza, para saber recibir los golpes de la vida con naturalidad; pero también se devolver los golpes. En esta ciudad de Mérida me han dado muchos golpes. Todo lo que me han impedido la gente que administra la cultura, porque si algo he tenido en Mérida son impedimentos. Fue con Renán Guillermo que me dieron la oportunidad verdadera de tener la Compañía". "Nuestro Yucatán, desde aquel jueves 6 de enero de 1542, durante el siglo XVII y hasta el 2011 (año en que se hizo esta entrevista) ha tenido grandes tradiciones en literatura, teatro, música, danza, y aún no tenemos un boom en todas las artes como debiéramos; éstas disciplinas no se han desarrollado como deberían. La danza, como todas las demás artes, siempre tiene periodos de apoyo y periodos en que se le quita. Tuvimos un buen momento de arranque con Nina Shestakova en 1936; una maestra que viene de la escuela rusa, la escuela imperial. A Nina es a la primera a la que le sucede una traición por parte de los encargados de la cultura del estado de Yucatán. Comienza a dar clases en Mérida y cuando en 1942 se plantea la fundación de la Escuela de Ballet de Bellas Artes, al abrirse el área de danza clásica, ella le propone a Alfredo Tamayo Marín, quien fuera director de Bellas Artes, que no era conveniente abrir la escuela de ballet porque no había la madurez todavía en las alumnas; Nina pensaba que tenía que esperarse un poco más. Pero no le hicieron caso y le dieron la escuela a la hija de un personaje de Yucatán. Cuando Nina Shestakova se dio cuenta de esto, se fue de Yucatán regresando al D.F. (hoy Ciudad de México). Y es entendible porque si uno no tiene la suficiente madurez, el arte, la técnica, si no tiene el reposo que requiere; la técnica que es un universo de secretos, no se desarrolla; y si la agarras con seis años apenas de conocimientos (de 1936 a 1942), a dónde vas a ir con ese pobre conocimiento. Entonces

la escuela de danza clásica de Bellas Artes empieza con bailecitos, funcioncitas y no pasa nada más." "En 1959, cuando Socorro Cerón agarra la escuela de ballet hay otro boom dancístico; Juan Duch Collel es director de Bellas Artes; venía de ser embajador de México en Rusia, y le pide a Socorro hacer todo al estilo de la escuela rusa, obras grandes con bailes completos, orquesta integrada, con todos los alumnos de bellas artes. Pero Socorro sufre otra traición, la corren de Bellas Artes en 1962, y hay otra caída de la danza clásica en Yucatán. Socorro tenía como alumno a Alfredo Cortés, un hombre con una figura muy hermosa, que estudia en México, y trabaja con el ballet clásico de México; Alfredo cuenta con una visión muy hermosa y diferente de la danza, y regresa a Mérida a trabajar en Bellas Artes, esto le da otro momento álgido a la danza clásica de Yucatán. Yo entro a trabajar con él pero entonces nos toca la mala suerte, llega el gobierno de Luis Echeverría cuando María Esther Zuno (aquella que nunca quiso ser llamada primera dama sino compañera del presidente), comenzaba a hacer los grupos folklóricos de la república mexicana, y entonces responsabilizan del ballet folklórico de Yucatán a Alfredo Cortés, y el ballet clásico pierde a un exquisito elemento. Ponen a Cortés en folklor y el ballet tiene otra caída. Hay que ser honestos, en aquella época la gente que no había salido de Mérida no tenía capacidad de enseñar el verdadero ballet. La gente de acá (de Mérida) es muy cerrada para el arte, para la danza, para el ballet; ni sale de Mérida para tomar un curso, ni sale de Mérida para ver un ballet o para ir a la ópera, hay que traerles todo; pero traerlo no es lo mismo que ir a verlo en otro estado, en otro lugar. El arte es una experiencia viva, un asunto de encuentros. Para que tengas un criterio estético, para que tengas una idea de cómo vive un bailarín, y cuál es su realidad. Ni en el pasado ni en el presente, no han salido ni salen, ni aun ahora, en este año 2011, menos en aquellos años que comento. Lo que saben es porque han venido maestros a dar explicaciones, actualizaciones, superación. Palabras delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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que me indignan. Yo no permito que alguien venga y me actualice, ni que me enseñe nada porque me están dando a conocer mi nivel de ignorancia, la cantidad de ignorancia me ofende como profesional."

los primeros intentos de la trova, y ahora en el siglo XXI, estamos retomando orquestas de cámara, sinfónica; no es un boom sino un reinicio y los altibajos impiden el desarrollo real."

"Cuando Alfredo se hace cargo del ballet folklórico yo estoy viviendo en México. Al regresar a Mérida vengo a trabajar en Bellas Artes; Alfredo me propone trabajar con él, formar el ballet clásico de Mérida, pero al ver que era difícil hacerlo en Bellas Artes la idea no toma fuerza, y decido hacerlo en la Universidad (Autónoma de Yucatán), por lo que junto con Carmita Cerón hablamos con Albero Rosado G Cantón rector de la Universidad en esa época, y le preponemos hacer el Ballet de Cámara de la Universidad; y Alberto nos comenta honestamente y con sinceridad de sus presupuestos limitados, y que no hay dinero para apoyarnos. Pero decide apoyarnos institucional y moralmente. Nos ofrece contar con el nombre de la universidad, y el apoyo del Departamento de Extensión Cultural que en ese entonces estaba a cargo de Renán Irigoyen y Fernando Marrufo; nos ofrece el teatro, boletos, programas de mano, el nombre del ballet, pero esto coincide con la muerte de 'El Charras' (Efraín Calderón Lara, líder estudiantil de Yucatán), en 1974. El 14 de febrero matan al Charras, y el ballet se había estrenado en enero, como parte de un proyecto que planeaba hacer temporadas permanentes a partir del mes de febrero; el asesinato de aquel líder, limita los presupuestos de la Universidad, por lo cual se desintegra el proyecto de la compañía, y yo me regreso a México a trabajar. Estos han sido los altibajos en la danza que puedo comentar. Todo lo anterior ha impedido un desarrollo real de las artes en general. Ocurren cosas similares con la música sinfónica, la cual empieza un movimiento en el siglo XVIII con Jacinto Cuevas, se interrumpe, se vuelve a empezar con Daniel Ayala, se interrumpe, lo retoman ahora, y esperemos que se continúe. Por ello creo que estamos regresando a vivir el siglo XVIII de las artes en Yucatán; ese siglo hubo teatro costumbrista, teatro formal, poética, música, se hacen

"Todo porque los yucatecos no sabemos valorar a nuestros artistas; por ejemplo en literatura Carlos Martín Briceño me parece un gran escritor yucateco. Pero los yucatecos no tenemos los huevos suficientes para decirle a la gente, qué chingón eres. Me choca la idea de seguir hablando tradicionalmente del arte, porque viene la equivocación de las autoridades culturales, y lo que somos en realidad no nos lo reconocen. Nos pesa decir que alguien es bueno. Y sin embargo decir que alguien es bueno en lo que hace, en su disciplina, es una forma de retroalimentarnos. Para poder crecer uno tiene que reconocer a los demás. Así como los escritores no se leen sino que se deben vigilar, los escritores y todos los artistas. Pasa lo mismo con los artistas dedicados a la danza. Es necesario asistir a todos los espectáculos de danza, a todos o a los que puedan. Pensar como Octavio Paz que lo aglutina todo, trata todos los temas. Paz habló hasta de la danza en México y el mundo, con esa visión con que uno puede mirar dentro de las artes. Si te dedicas al arte, debes de saber de pintores, de escritores, de nuestro México como del mundo. Tener conciencia que las becas que ahora ofrece Conaculta surgen por iniciativa de Víctor Flores Olea y Octavio Paz, y esa actitud es la que nos hace falta en Yucatán."

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"El artista no tiene un lugar en la sociedad, ni dentro de la cultura, ni dentro del arte, ni dentro de las instituciones. El problema es fundamentalmente político. Soy enemigo de emplear cultura por arte; mi discurso va en términos del arte, me choca hablar de cultura porque la cultura es lo cotidiano y el arte es excepcional. Políticamente ni los encargados de cultura que fueron artistas han tenido la visión suficiente para darle el rango al artista dentro de la sociedad. Los propios directores de cultura han hecho uso de los artistas como si fuéramos campesinos. Antes al campesino le daban atole con


el dedo, ahora a los artistas les dan ese atole. Vas a pedir cualquier cosa a los administradores de cultura, y nos tratan como campesinos; nos dan migajas, no hay proyectos artísticos que ellos valoren. Se ha creído que hacer el desarrollo artístico es tener membrecías. Por eso no nos desarrollamos. Si tú no estás enfrente de la sociedad, si la sociedad no ve tu trabajo ¿existes?, ¿te pueden reconocer? Mis propios bailarines (de la Compañía), quieren su basificación dentro del Instituto de Cultura (ahora Sedeculta), como profesionales de la cultura; pero si ni el propio director del Instituto los conoce. El artista existe cuando le es útil a la sociedad, cuando te usan. Roldán Peniche Barrera tiene una presencia porque es útil al grupo que representa, por todas las cosas bonitas que dice de la literatura o de sus amigos del café, lo que comenta de la orquesta sinfónica; porque es útil, porque les es útil lo reconocen, si no tuviera ese servicio no se le reconocería en la sociedad." "Nos negamos a aceptar realidades. Si no vamos con la revolución no vamos a ningún lado; las revoluciones son de izquierda mientras que las lentas evoluciones van con la derecha. El arte tiene que ser gratuito, no puede pensarse en cobrar por los espectáculos de arte. No podemos pensar que el gobierno nos brinda su dinero cuando el dinero que manejan no es de ellos sino de todos nosotros, tuyo y mío; es el gobierno el que debe pagar por mi trabajo. Pero no somos revolucionarios, no sabemos ser exigentes. Demanda por justicia a ver si un amigo te acompaña. Tienen miedo de perder al amigo, la beca; nadie tiene los huevos para decir 'Me vale madre que no coma mañana, esto o aquello no lo voy a permitir'. El ejemplo más concreto es Cuba, Fidel Castro acude al domicilio particular de Alicia Alonso y Fernando Alonso; toca la puerta y pregunta si lo pueden recibir, cuando ellos ven que es Fidel, abren y a la orilla de la cama reciben a Fidel. Castro le pregunta a Alicia ¿cuánto se necesita para hacer una compañía de danza?, y luego le da hasta el doble de lo que le pidieron. Sólo el hombre revolucionario sabe la virtud social del arte, el beneficio social que trae

consigo. Si sabes los 'porqués', entonces te sientes satisfecho como artista, pero tienes que desear eso para la sociedad porque así la sociedad no estaría ociosa, no estaría con esa visión trágica de la vida, no tendría miedo del futuro, aprendería a resolverlo, a gozar las cosas hasta el último detalle, y eso es vivir. Yo fui muy terco cuando regresé a Yucatán, quiero recorrer los 106 municipios con la compañía de danza, pero hasta este 2011 apenas llevaba 42 municipios; sin embargo ese es mi proyecto, llevarles el ballet clásico, la danza clásica, la danza contemporánea. Porque la gente del campo goza los espectáculos de una manera diferente que la gente de la ciudad, con una entrega devota, fervorosa, pero hay que llevarles cosas buenas, llevarles el mejor elenco." "No ha habido autoridad que haga el movimiento de masas para el arte, y el movimiento de masas solo se hace con espectáculos gratuitos. Si yo fuera director del Instituto de Cultura de Yucatán, todo mundo tendría sueldos profesionales, nadie a menos de 14 mil pesos mensuales, el sueldo con el que se alcanza a vivir con cierta tranquilidad, un sueldo que todos merecemos. Contaríamos con grupos numerosos, capacitados y profesionales. Un individuo en política cuesta el doble o cuatro veces más. A las autoridades no les gusta molestar a los políticos. El artista que es la razón única de que existan los Institutos de Cultura no tienen basificación, ni prestaciones, ni nada; pero la secretaria, el chofer, el asistente de director tiene vivienda asegurada, seguro medico, prestaciones y el artista no; y sin embargo somos la razón de ser de los institutos. Y como la sociedad no reconoce a los artistas, no hay público, ni oportunidades, ni respeto. Si a mí me beneficia el arte tengo que impulsarlo, recomendarlo. Querer que los demás tengan lo que yo tuve o algo mejor. Cualquiera puede ser bailarín, pero el personaje supremo es el artista, de cada disciplina. Un artista tiene que ser un fenómeno de conmoción. El arte tiene que deslumbrar. Para mí no importa si un director sabe dirigir a la orquesta sinfónica (como delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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Lomónaco) si no conmueve. Estamos acostumbrados a regalar los calificativos con nuestra crítica, porque no apreciamos, y porque no queremos quedar mal. Yo creo que alguien tiene que poner en orden las cosas. El arte tendrá un correctivo con una persona revolucionaria, alguien que sea capaz de salir adelante. Si tu quieres ser artista no lo pienses, hazlo, selo. Pero toma la postura del artista, la postura excepcional; tienes que ser presumido, egótico, sentirte mucho, saber que naciste para no ser un 'todomundo'. Lo diré como me lo decía mi madre: 'Ni el más importante ni el primero, se siempre el único'." Hemos visto en las líneas arriba no sólo un breve relato de la historia de la danza en Yucatán, sino el esfuerzo personal del maestro Víctor Salas González para alcanzar el ideal de convertirse en un artista, su visión del arte, de la disciplina y de la dedicación. En las siguientes líneas podremos observar la visión de otros artistas de la danza en Yucatán que platican también cómo lograron acercarse a la danza y cómo ha sido su desarrollo en esta disciplina: Adán Argáez González. Nacido en Izamal, Yucatán en 1976; pertenece a la Compañía de Danza Contemporánea de Yucatán. Igual se desarrolla en Folklor. "Con la danza puedes expresar todo lo que sientes con movimientos. Mi formación fue folklórica principalmente. 17 años de folklor. Carlos Acereto, Lupita Pérez Monje (Ballet Folklórico de Yucatán). En contemporánea con Nicolás Flores, Tatiana Zugazagoitia Héctor Fernández, Víctor Torres. Llevo en danza contemporánea 7 años. Llevo bailando más de la mitad de mi vida, casi toda. He viajado a EEUU, Houston, Carolina del Norte, Asheville, y por la república mexicana. El único obstáculo he sido yo para conseguir mis metas; tengo muchos logros, y estoy satisfecho con lo que he logrado hasta ahora. Al principio mi papá no estaba de acuerdo, fue el primero en saltar, hasta que vio mi formación; ellos saben a qué me dedico y vienen a verme. Mis padres viven en Izamal. El artista es una parte muy importante dentro de la sociedad. Es un trabajo y a 64

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esto nos dedicamos. Es una manera de vivir y de mostrar por lo que estamos pasando o lo que estamos sintiendo. La situación compleja de nuestra vida o nuestros sueños, nuestros pensamientos todos, ahí salen, se muestran en los movimientos, es liberador. Contrario a la danza folklórica, en la danza contemporánea es fácil hablar de cómo te va en el día a día, para decir lo que estás pasando, y con ese objetivo de decir aquí estamos, vivos. En los años que estoy en la compañía estamos enfocados en lo que está pasando para decirlo con movimiento, flotando con música con la interpretación, fundiéndonos. En Yucatán es una gran pena que la danza contemporánea no sea del todo apreciada como debería serlo, como lo es en otros lugares. Nuestra compañía tiene 25 años de formación y no ha habido suficiente apoyo, suficiente interés en aceptar esta disciplina; por el tipo de movimiento, por el tipo de música, por el tipo de temas que manejamos, es muy lento el proceso de aceptación. Creo que al tipo de difusión hace falta; eso puede ser, aunque nos hacen promoción; hace falta más, y además hace muchísima falta que haya intermediarios entre el artista y el público. Esas personas que sirvan como enlaces entre el artista y la sociedad, entre el artista y las instituciones. Yo quisiera invitarlos a que se avienten y se atrevan a una disciplina nueva, a probar nuevas cosas siempre, a bailar, danzar y participar de ello si les gusta, y de ahí partir, si les gusta continuar con su carrera". Adán Argáez, contrajo matrimonio con Francisco Cárdenas y se convirtieron en la cuarta pareja del mismo sexo en contraer matrimonio en Yucatán. Fany Ortiz Estrella, nacida en 1969. Bailarina contemporánea. "La danza me escogió, estaba en busca de un camino que en mi adolescencia no encontraba, la danza me atrajo. He tenido la suerte de tener una de las cosas más hermosas de mi vida, porque me gusta la danza contemporánea; y ahora pienso en retrospectiva que no me equivoqué. Es exactamente lo que quería. Con lo que hago, que es bailar, sentir la música, interpretarla me identifico, por


mi carácter y mi forma de ser, mi propia búsqueda. Cuando bailo lo encuentro, se que encontré mi verdadero camino. He tenido maestros maravillosos, crecí en la compañía de danza del Instituto de Cultura de Yucatán desde 1992; porque me hice en la escuela de Bellas Artes, y es que la maestra Graciela Torres nos traía a los mejores maestros que eran muy bondadosos y entregados para enseñar. Nos hemos formado en clásico, con teóricos, con prácticos, porque el ballet contemporáneo está abierto a todo. Me considero capaz de alcanzar retos personales, y estoy en constante cambio, eso lo sé. Porque esto (mi carrera, el baile) no termina hasta que termina. He bailado en todos los teatros de Yucatán en los 106 municipios. Me he presentado en Costa Rica, Belice, y en los EEUU en Carolina del Norte, Asheville. He trabajado con grupos independientes, pero siempre poniendo en nombre al estado de Yucatán. Considero que los obstáculos se los pone uno. Si no hubiera obstáculos no habría metas. Los obstáculos son necesarios, nos impulsan para salir adelante. He tenido igual becas personales para irme a estudiar a Cuba y a Nueva York. Mi familia ha crecido conmigo en esta carrera de danza contemporánea, que en Yucatán es más joven que la danza clásica; porque Bellas Artes ya tiene 100 años de fundada en el estado; pero la danza contemporánea ha ido creciendo a pasos agigantados. Mi familia ha sido un detonador importante en mi formación y en mi carrera. Al irles educando en lo que a mí me gusta, de cierta manera ellos han participado de mi carrera. porque educas sólo a tu entorno social; para ellos al principio sería algo parecido a un hobby, pero fueron entendiendo y creyendo, conmigo que esto era una cerrara, es mi carrera. Se fueron educando en la danza contemporánea, al mirar mis logros y mi empeño. Mis metas como artista que lo que sigue; seguir bailando de una manera más antropológica, consciente de las esencias que me inspiran para alcanzar las metas de cada proyecto; uno se va trazando los objetivos uno a uno. Soy maestra

además, estudié la licenciatura en pedagogía, y forjándome como maestra he podido seguir bailando de una manera inteligente, incluso didáctica. Lucho por ser mejor maestra en el Centro Estatal de Bellas Artes. Creo que dentro de la sociedad el papel del artista ha ido cambiando; hay mas apertura, hay mas disponibilidad de parte del público; los padres apoyan a sus hijos, y se preocupan porque estudien algo de arte a la par de lo académico; algunos con los deportes, otros con las disciplinas artísticas. La Secretaría de Educación Pública está haciendo que se note y perciba esa apertura; se han dado cuenta de que el arte humaniza, crea mejores personas, sensibiliza; que el arte es necesario y fundamental, y es nuestro deber como artista hacer esa labor para que la sociedad lo reconozca; por nosotros mismos, por las futraras generaciones, evitar la violencia. No hay mejor forma de hacer la paz que haciendo arte. Los artistas a veces participamos en marchas por la paz porque no estamos exentos de que algo nos pueda ocurrir; a cualquiera nos puede pasar algo y tenemos la obligación de incidir en los que nos rodean, de poner lo propio. Los artistas propiciamos la paz (o deberíamos), cuando invitas a que vayan a los teatros, para que vengan a apreciar el arte, cuando difundes tu propio arte, e intentas convencer a los alumnos, al hablar con ellos, porque la paz es parte de la salud. Se ha hecho labor para que los yucatecos aprecien la danza. Socorro Cerón, Graciela Torres, lo hicieron y lo hacen a través de festivales, ellas abrieron camino para las futuras generaciones, y cada vez hay más festivales en nuestro estado. En Yucatán hay mucho talento, cada vez veo mejores generaciones, chavos con mucha creatividad. A nosotros nos toco otra época, ahora hay más difusión (aunque seguramente hace falta más, siempre hace falta más); pero antes volanteábamos de persona a persona, ahora hay internet y redes sociales. Es importante ser Gestores o Promotores culturales y que no solo se trate de ser bailarín; es necesario que se generen enlaces entre artistas y la sociedad. El artista es un ser social y participativo. Porque no te delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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puedes quedar en una sola tarea. Cada vez debe haber más bailarines, más promotores culturales, para hacer una mejor sociedad, y todos tener un bien común. Ojala que los jóvenes se acerquen al arte, que no pierdan el tiempo; el tiempo es un factor determinante, A mi el arte me sigue transformando, es esencial para mi vida. No está en la persona de al lado el cambio que necesitamos, lo esencial esta dentro de uno mismo El arte te hace encontrarte y saber quién eres." Ana Rosalía Loeza Lara. Nacida en 1974. "Llegué a la danza contemporánea por suerte. Mi hermano me vino a inscribir, y cuando fuimos era lo único que había; no sabía qué era ni de qué se trataba, pero me quedé ahí porque me gustó o porque era lo único que podía tomar, y es que no podía entrar a danza clásica porque ya estaba grande. Sabía que la danza contemporánea no era lo que más me gustaba, pero las otras disciplinas no me gustaban. A los doce años entré, se estaba abriendo apenas, tenía un año de fundarse; yo entré en el 1988, soy de la primera generación de danza contemporánea. Mi vida se ha hecho a partir de la danza contemporánea. Me fui quedando y de una cuestión de suerte, me convertí en maestra, coreógrafa, bailarina, en responsable de dirección de escena. Mis primeros maestros fueron Rossana Filomarino, Javier Romero; y como estaba empezando le metieron mucho apoyo. He tomado clases con los mejores maestros del país y muchos, y esto lo recalco, tengo la suerte de tener muchos maestros, muy buenos, a los que les aprendí muchas cosas. Estamos ahora en calma. El país está detenido en cuestión de la danza contemporánea. La danza contemporánea es un rompimiento en el tiempo constante, es la vida cotidiana llevada a escena, así podemos definirlo; cosas que le pasan a las personas, las cosas que ves y quieres proyectar. Nunca es una historia definida, no se trata de un cuento ya establecido en la tradición como lo es el ballet, la ópera, por ejemplo. La danza contemporánea es diferente, se puede sacar una coreografía de cualquier cosa". 66

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"He estado bailando y dirigiendo en muchísimos lados. De México solo me falta conocer pocos estados: Sonora, Sinaloa, de todo el país. Los viajes para las representaciones de danza te enriquecen mucho; por conocer esos lugares, a ese público, a sus instituciones, te hacen crecer como persona y como bailarina. Hemos estado en Costa Rica, San Diego, California, también en un curso en Nueva York. Los principales lugares y festivales de la danza contemporánea a nivel nacional: San Luis Potosí, Monterrey, en Tabasco. En la sala Miguel Covarrubias de la Ciudad de México. Nada me emociona de más, sino el justo medio. Todo ha sido tranquilo. Como artista tengo como diez coreografías; he hecho piezas con la compañía. Y en la escuela cada fin de año pongo una coreografía; tengo un repertorio de como 15 coreografías montadas. He estado encontrándome al realizarlas, al montarlas, al crear cada una de ellas. Cada coreógrafo tiene un estilo muy marcado que le es muy difícil romper. Yo casi siempre me voy hacia lo mismo, me gusta mucho lo misterioso, lo que hay detrás de cada persona, los fantasmas, lo oscuro; pero no lo plasmo en las escenas, me lo imagino, busco esas sensaciones al bailar; yo lo siento y se lo digo a los alumnos, y entonces queda una pieza de libre interpretación para el espectador". "A nivel personal, la danza es muy difícil desde el punto de vista físico; a veces ya no quieres moverte. Trabajo cinco horas diarias en la compañía, y cinco horas en la tarde dando clase. Además investigas, escribes, practicas en casa. Tengo tres hijos, y ellos pueden ser un obstáculo para cualquier persona, menos para mí; y es que aunque me tengo que dividir como mamá, siempre busco tiempo para organizarme; la falta de tiempo me desmotiva un poco; esa falta de tiempo (es cuando valoras cada segundo del día, cada segundo que tienes para lo tuyo), y porque me cuesta mucho trabajo lo disfruto más. Hemos hecho de la danza un arte de nuestra vida, no es que no sepa hacer otra cosa, es que no quiero hacer otra cosa. Mis padres percibieron que no iba a querer hacer otra cosa más que bailar, así


que no me insistieron mucho en que la deje, sino todo lo contrario. Ahora que ya estoy grande, creo que pude haber estudiado otra carrera. Tengo 22 años bailando, porque es amplia y generosa la vida como bailarina. Me he divertido muchísimo. No me imagino en una oficina sentada. Me acuesto y mi cuerpo sube y baja haciendo figuritas, así que se que no podría quedarme sentada. Me hubiera gustado que mis padres me machacaran un poco para estudiar otra cosa, pero percibieron que no quería hacer otra cosa y me dejaron ser, siempre habré de agradecérselos. Solo tengo la preparatoria concluida, y cuando la Compañía pasó sus ensayos a la mañana, y me dijeron que si quería continuar tendría que dejar de estudiar, porque nos íbamos a ir de giras, y entonces lo decidí. Esta es mi casa, la compañía es mi casa, acá vivo acá me paso todos los días". "La danza contemporánea es un rompimiento constante. Cuando uno siente que su cuerpo se está mecanizando, buscas una nueva forma de conectarlo. Encontrar esa nueva forma de cómo puedes moverte, para que tu cuerpo no pierda las sensaciones. Es difícil mantener eso como bailarín, La técnica hace que tu cuerpo se haga mecánico. Y por eso se intenta que el cuerpo mantenga su originalidad, buscando como romper siempre lo mecanizado. O eres técnico o eres orgánico. Y no debes perder la organicidad ni la naturalidad del cuerpo". "Como creadora pienso que los artistas somos muy importantes en la sociedad, porque mantenemos al ser humano (al espectador, al público, al alumnado) conectado con su propio yo. Pienso que somos importantes como maestros creativos, porque tocamos a la juventud; los chavos están absorbiendo de nosotros. Por eso es que el ideal de 'Conéctate con tu cuerpo y Mantente en contacto con la Naturaleza', es algo que buscamos recordar y enseñar, para que no pierdas de vista nada de lo que está sucediendo a tu alrededor, porque todo te puede servir, cada emoción; todo lo vas a meter a tu cuerpo y te va a enseñar cosas que tienes adentro, tu cuerpo va a enseñarte por medio de su movimiento".

"Como ciudadano da mucha tristeza que sepamos que somos casi, casi, la última parte de la cadena alimenticia, y hay que reconocer que los bailarines estamos muy abandonados. Tenemos un sueldo de dos mil pesos quincenales. Nos mantenemos con nuestras ilusiones, que nos queda. ¡Quién se mantiene con dos mil pesos quincenales! Y sin embargo te sientes a gusto porque no pierdes al ser humano que llevas adentro, y lo que soy es lo importante para mí, mi vida y los míos. Pero aún así te sientes mal porque no tienes poder adquisitivo, y entonces tienes que hacer muchas cosas, además de bailar y enseñar, para vivir mejor. Lo que te mantiene a flote es la parte artística. Estar dale y dale, siempre y a cada rato, todos los días, porque no tenemos unas zapatillas que necesitamos. O porque no hay apoyos para que vengan más maestros a darnos cursos. Los espacios donde termina una puesta, y empieza la otra son vitales para luchar por conseguir lo que necesitamos. Esos momentos de calma, no hay apoyo, lo sabemos, y tenemos que prepararnos para ello. Nuestro cuerpo no detiene su crecimiento, nos hacemos grandes, y bailaremos hasta que podamos". La danza contemporánea en Mérida ha evolucionado, antes sólo era la Compañía Estatal, pero ahora hay más espacios donde poder ampliar tus metas; hay varias compañías como la de Vania Durán, o la de Lourdes Luna, Betsabé Castillo, Lourdes Magallanes, Lupe Sales, cada quien con su nivel y características Hay movimiento danzario en Mérida, eso se agradece. La cuestión del público siempre ha sido muy difícil. En los 22 años que tengo como bailarina hay un fenómeno que hace que vaya mucha gente al teatro, y luego apenas dos o tres personas al teatro. Si se pone danza clásica el teatro revienta, si pones danza contemporánea van 200 o 300 personas. Pero no hemos encontrado la forma de transmitirle a la gente, al público general, lo que sucede con la danza contemporánea, esa conexión con el ser humano. No hemos podido enseñarle a la gente para qué te sirve la danza contemporánea; no delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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hemos buscado la fórmula para contar una historia a la gente, para que sientan esa emoción, para que se emocionen con ella. Falta una educación para gozar y apreciar el cuerpo humano danzando. Y sin embargo hay que reconocer que ha mejorado muchísimo, tanto en cuestión de bailarines como en público. Respecto a la violencia social que permea nuestro México, puedo contarte que hemos tratado durante tres años consecutivos el tema de la guerra contra el narco, y cómo recuperar la no violencia, pero no todos trabajamos desde ese enfoque. Yo no quiero trabajar sobre esos temas. Creo que la gente no quiere ver lo mismo que ve en la tele en el teatro; yo quiero que se relajen, quiero que sueñen, quiero otra cosa. Mi meta es encontrar cómo voy a devolver todo lo que he aprendido en la danza, cómo lo voy a compartir, a quién o quiénes se los voy a dejar. Siento que tengo la obligación, o más buen la necesidad de devolver lo que me han dado. Cuando logro enseñar algo, me encanta, me alegra. Quiero ser buen maestro. Ya cubrí todas mis metas, mi meta es encontrar una meta nueva; eso es lo que estoy trabajando. Ya tengo que salir de la compañía y ubicarme en un área que me sirva y que les sirva a los demás". Tatiana Arcila. Nacida en 1982. Danza clásica (ballet). "Desde los cuatro años comencé. Mi mamá bailó ballet y siempre quiso que yo fuera bailarina. El ballet en sus inicios se toma como un hobby; a mí no me gustaba, pero me llevaban. Como al segundo año me comenzó a gustar, y sin embargo siguió siendo un hobby, nunca me vi del tipo de chica que quisiera hacer una carrera de ello, una carrera de bailarina de ballet. A esa edad te entretienes, ves qué se puede jugar con lo que aprendes, pero empiezas a notar que puedes experimentar cosas con tu cuerpo; y el cómo tu cuerpo se hace uno con la música. Yo empecé en la academia de la Miriam Casola, luego en la academia Bertha de la Peña, y mis maestras eran Maripaz Duarte y Mariela Romero. Tenía quince años y quería un titulo, y por eso nos cambiamos de academia para estudiar en una donde me pudieran graduar; y así fue como llegué con el maestro Víctor Salas (he estado con él en la academia, la escuela, y 68 delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

la compañía); él tenía la Compañía Provincial de Ballet, y me di cuenta que era otro mundo completamente diferente a lo que yo conocía; un mundo donde había una disciplina muy fuerte, muy rígida. A muchas personas no les parecían sus métodos (aún hoy no les parecerían); te ponía encendedores debajo de las piernas para que no las bajes. Al ser una Compañía, bailabas cada mes y para bailar cada mes, había que ensayar muchas horas diarias. La persona que más me ha dejado en la vida, emocionalmente, y en la danza, es el maestro Víctor Salas. Todo lo que he aprendido lo he aprendido con él. Yo entro a la escuela, y al ver a las demás, me di cuenta que yo era malísima; no pensaba que fuera a lograrlo nunca, todas me parecían mejores que yo; pero ahí estaba y decidí que tenía que lograrlo. A los dos meses, Víctor me preguntó si podía entrar a la Compañía para bailar 'El Cascanueces', porque necesitaba gente. Muchos me dijeron que no aceptara, que él era muy malo, que me iría mal, muy mal, intentaban no solo disuadirme, querían asustarme; pero me valió todo lo que me advirtieron, porque entrar a la Compañía y bailar era lo que quería, y acepté. Mis primeras funciones era como Cuerpo de Baile, yo era la de atrás de las de atrás. Pero estaba yo en un escenario con la Compañía y fue para mí lo máximo, un sueño en aquel momento; era yo ya una profesional, y se necesitaba compromiso, y lo tuve. Empecé a conocer los ballets clásicos, y no las adaptaciones de las academias; mi formación era muy amplia, era realmente el mundo del ballet, que es igual acá y en China. Yo quise saber más de ello. Empecé a bailar en todos los ballets que podía, y siempre de cuerpo de baile, claro". "Hasta un día, estaba yo sentada mirando el ensayo, porque me gustaba ver lo que todos los demás hacían con tal de aprender más; una chica, que no era solista porque eran cuatro personas principales, y cuando una de ellas se lastimó, tuve una oportunidad. El maestro Salas preguntó si alguna de nosotras, las de Cuerpo de Baile, sabía la parte de la chica que se lastimó, y yo levanté la mano. Víctor Salas entonces me dio la oportunidad. No


salió perfecto, pero fue mejor de lo que los demás esperaban, y el maestro me aplaudió, y que Víctor me aplaudiera, frente a las demás, fue algo que jamás olvidaré, y me dijo que yo lo iba a hacer, tenía el papel. Fui la mujer más feliz del mundo. Después de eso me empezó a tomar en cuenta para todo. Y de ahí comencé a subir; ya tenía yo una motivación más. Una amiga de la compañía, llamada Cristina Novelo, me ayudo mucho; ella llevaba más tiempo con Víctor, y yo quería ser como ella, la admiraba mucho. Me puse metas, primero llegar a ser como Cristina Novelo, luego como las de más adelante, y así avanzar. Cristina se quedaba conmigo a aprender más y más. El maestro nos metía a cursos, o nos traía maestros. Una vez trajo a unos rusos, que nos enseñaron mucho; igual trajo a unos maestros de flamenco". "Llevo catorce años con Víctor Salas y he podido tomar muchos cursos. Hasta que llegó el momento cuando me ofrecieron un solo en 'El Cascanueces'; en eso todavía vivía Cinthya Ricalde Zurita, la única primera bailarina de Yucatán, de la Compañía Provincial, la más importante; verla era algo hermoso, te emocionabas. Ella me dio muchos consejos, era muy guapa, falleció en un accidente, cuando entraron a robar a su casa, cuando se iba a casar. Se le hicieron mil homenajes. La tomo como mi modelo a seguir. Yo tenía apenas dos años en la Compañía y Víctor me dio la oportunidad de hacer un papel: Muñeca Arlequina, y yo me quedé con ese papel. Cuando muere Cinthya Ricalde Zurita, no volvió a haber una primera bailarina; había dos que turnaban, eran esta o la otra, siempre, eran inamovibles. Era un rol muy pesado. Una vez hicimos El Cascanueces durante 16 funciones seguidas. Un papel principal es una responsabilidad muy grande, a ella es a la que el público ve, a la principal es a la bailarina que critican, la principal es la que más luce. Después de Cinthya Ricalde Zurita, subieron a dos personas más que se turnaban los papeles; y de repente me ofrecen que me iban a pagar: que cosa es mejor que hacer lo que te gusta y que además te paguen. No era mucho, porque yo era aún menor de

edad, pero era una gran motivación. Hasta que mi amiga Cristina Novelo se fue a estudiar a Londres, y luego la aceptaron en la Compañía Nacional, y fue que yo subo, y llego a ser una de las posibles a tomar en cuenta para los papeles principales". Mi primer principal fue también 'El Cascanueces'. En Mérida la gente que va es gente que está metida en el ámbito de ballet, que tiene a sus hijas en el ballet, en academias. Por eso Víctor Salas decidió llevar el ballet a los municipios, a gente que ni cuándo va a Mérida se acerca al teatro a ver ballet. Los niños y las niñas empezaron a imitarnos; el darnos cuenta que les habíamos transmitido algo nuevo fue emocionante. Y es que la responsabilidad es muy grande, yo entreno de lunes a sábado; entrenas y ensayas, cinco y seis horas diarias. Yo soy arquitecta por la Universidad Marista. Fue súper difícil, y no sé cómo pude llevar las dos cosas al mismo tiempo, pero así ocurrió; me desvelé muchas veces, pero lo logré. Surge la Compañía de Danza del Estado (en 2008), yo había dejado la Compañía Provincia porque ya tenía una carrera de arquitecta, y creí que tenía que hacer otra cosa y no solo bailar. Quise estudiar Licenciatura en Danza, ser una bailarina profesional, pero mis padres hablaron conmigo sobre la vida del bailarín que es muy corta; si te rompes la pierna o una rodilla, se acabó. Me dijeron: 'Estudia una carrera, y si terminas y quieres seguir en la danza, continua, pero ya tienes otra cosa que te respalda'. Trabajé en un despacho de arquitectos cuando termine con la Compañía Provincial; igual puse mi academia, y fue cuando me llamaron por teléfono para ofrecerme volver al ballet; ya se tenía aprobado y era algo oficial. Me dijeron que querían que fuera una de las dos primeras bailarinas del gobierno del estado, y el sueldo era el doble de lo que yo ganaba, entonces en aquel despacho. Y si es lo que quiero vivir, me decidí a volver". "Sí se puede vivir de ser bailarín, de seguir en el arte; aunque no es muy bien pagado el trabajo, en otros estados en otros países están mucho mejor; delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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pero nosotros estamos empezando. Yo creí que no, por eso empecé en el despacho de arquitectos, pero ahora creo que sí, creo que es necesario que más personas se acerquen; crear público para que los bailarines, los artistas, puedan explayarse, y vivir de hacer el arte. Es necesario que los bailarines, las funciones, las puestas en escena lleguen a todos los rincones de las ciudades, de los estados, de la república. Hacer difusión, para que la gente se acerque a la danza. Todo lo que uno aprende debes transmitirlo, de pronto te vuelves una figura de respeto para los que te ven, te admiran, y hay que darles lo mejor que puedas dar para que sean buenos bailarines". "El artista debe ser visto con respeto, nosotros vimos a nuestros maestros con respeto. El artista es respetable, debería valorarse eso. Siento que a los bailarines de danza clásica, en especial a los hombres se los ve muy mal; siempre se les dice que son gays; por ejemplo en las academias no hay niños, las personas no llevan a sus niños a las academias de ballet; los maestros de otras disciplinas incluso les dicen que como castigo si no lo hacen bien, los van a mandar a ballet. La gente está cerrada en eso, que si eres bailarín eres gay; pero un ballet sin hombres es un problema. Por eso no crecemos en Mérida, porque son muy pocos los hombres en el ballet. Y algunos piensan que por ser gays entonces tienen que ser bailarines. Muchos maestros les dicen lo contrario, en el escenario tienes que ser un hombre, aunque afuera del teatro tus preferencias sean otras". "En el ballet no hemos hecho protesta mediante nuestro arte. Pero sé que por fuera sí, es decir, hay quienes han hecho paros, huelgas, por cuestiones legales, o luchas sociales para obtener o lograr mejoras a su cuerpo de ballet, a sus compañías de danza. Nosotros en Mérida no tenemos oportunidad de lograr ningún impacto. Creo que en Yucatán hay mucho teatro. Los que se encargan de la cultura en Yucatán están trabajando, se nota, la información llega a las personas, llega a los padres de mis alumnas, porque nosotros igual pasamos la información. Quizá 70

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falta algo, pero se están difundiendo los eventos. La vida de bailarín en algunas compañías es muy corta, porque hay todo un escalafón, si te audicionan y aceptan a los dieciocho, a personas como yo de 29 años nos es más difícil. Las generaciones más nuevas quizá tengan más oportunidad. A mí me gustaría poder bailar en alguna Compañía grande de otro estado, como la de Nuevo León, o la Ciudad de México; bailar dentro de la Compañía Nacional, o en alguna del extranjero. Ahora mi ilusión está en mi academia, en la enseñanza a mis alumnas, hacerlas las mejores, y eso me emociona demasiado. Los agentes culturales son necesarios en la danza; y es que no los hay. Las compañías de danza salimos de gira y no hay mucha gente que haga los contactos, que nos consiga contratos. En la compañía que depende del Instituto de Cultura, y nada más. Los bailarines ni siquiera sabemos quiénes ven eso, quienes hacen los arreglos. Pero hace falta profesionales que se hagan cargo de los contratos entre los diferentes públicos y los artistas, no solo de la danza, sino de todas las demás disciplinas. Gestores y agentes culturales, diferentes al propio director de la compañía". A todos los y las interesadas en bailar solo pudiera decirles que si ya se dieron cuenta que la danza es una pasión; es decir que si en verdad se dieron cuenta de que para bailar se necesita dejar todo; hay que dejarlo todo y darlo todo de ti mismo. Si ya te diste cuenta que tu cuerpo será tu arma de trabajo, cuídalo, porque la danza es hacer música con tu cuerpo, la música se puede ver con todo tu cuerpo; si ya te diste cuenta de ello, tienes que aprender a cuidarte para no lastimarte. Mejorar para seguir en este camino porque es lo que vas a querer hacer toda tu vida. Y no tener miedo de pensar que si no hay suficiente incentivo económico, no debo hacerlo; si es lo que te gusta continuar tras ello, porque eso es lo tuyo". Estas fueron las voces que en el año 2011 nos contaron sobre la danza en y desde Yucatán. La música suena, las luces se apagan, y solo nos queda


maravillarnos de sus movimientos, conmovernos con sus representaciones con sus interpretaciones.

Referencias. Gutiérrez Villa, H. 2010. Más que historia e historiografía del ballet, arte, Tchaikovski y su Lago de los Cisnes. Tesis de Licenciatura en Historia del Arte. Centro de Cultura Casa Lamm. México. 164 pp. Robles Cahero, s/f. Un paseo por la música y el baile populares de la Nueva España. Consultado en http:// www.hemisphericinstitute.org/cuaderno/censura/html/ danza/danza.htm el 21 de noviembre de 2016, a las 12.06 pm.

Rodríguez Santa Ana, A. 2001. El canal 13 de televisión, de Yucatán, México, como proyecto gubernamental. Revista Latina de Comunicación Social. vol. 4, núm. 39, Sánchez Ruiz, E. 1991. Hacia una cronología de la televisión mexicana. Comunicación y sociedad, núms. 10-11. pp. 263-266. Tortejada Quiroz, M. 2007. La danza contemporánea independiente mexicana. Bailan los irreverentes y audaces. Casa del tiempo. No. 95-96. Dic-Ene. Casa del tiempo. pp. 73-80.

Coreografía: Gregorio Trejo. Intérpretes: Emmanuel Torres y Elliot Islas Carreiro. Producción: Último Tren Danza Escénica. Centro Cultural "Los Talleres" AC / CDMX. Junio 2016 delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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En vivo. Ángel Fuentes Balam. "Era tan hermosa que quise vivir de nuevo, pero de un modo distinto. Era tan hermosa que en el fondo de mi delirante amor me esperaba todavía íntegra toda la locura..." Vladimír Holan.

Oscuro. Aplausos. El ayuntamiento de la ciudad me agradece la asistencia. Enumeran los eventos que faltan por presentarse en ese teatro y los más relevantes del festival. Me siento incómodo en la silla. Arrugo sin querer el programa de mano. Miro hacia el escenario como quien ensueña. El telón se abre lentamente. “Que los hijos de puta apaguen sus teléfonos celulares”.

Siento un ardor estomacal. Las manos se vuelven hielo. Cenital. En el centro del espacio aparece ella. Como queriendo evitarme la catástrofe de su presencia, leo el programa rápidamente: Danza contemporánea. Obra basada en el personaje de Desdémona del Otelo de Shakespeare. Desdémona - Talina Jiménez. Otelo - Frank Fierro. Sombras - Jacqueline Villanueva. Estela Mai. Rita Ortega. Samantha Castillo. Amor - Rubí Miranda Celos - Eduardo Castañeda. Coreografía - Liliana Platas.

Hermanos míos, al fin he descubierto la vacuna contra el virus Talina Rx. Les será proveído por la guardia nacional; estén alertas y no armen tumultos, ni confabulen en contra de los servicios médicos. Habrá una dosis para todos los que están en la primera fase de la enfermedad. A su derecha, los que estén en fase terminal, verán un cuarto por el que los harán acceder por la puerta de atrás. Es una cámara de gas al más puro estilo de Heinrich Himmler. Es por el frío. En tierras soviéticas no podían estar matando uno por a uno a los judíos, la nieve hacía estragos en las divisiones Alemanas. Se debe hacer rápido y efectivo. Pasen por favor, sepan que no tienen manera de salvarse.

Han salido las sombras que rodean a Desdémona, ella no entiende por qué y corre desesperada en medio de ese sueño terrible del cual no escapará.

—¿Sueña mucho con ella? —¿Con Talina? —¿Con quién más señor Alatriste? La señorita Jiménez es la razón de nuestras sesiones. —Depende de la naturaleza del sueño.

Detesto la danza. La música no es mala. Vangelis creo. Ella comienza a moverse. La observo. La estudio como bajo un microscopio, como si fuese un virus extremadamente peligroso y mortal. Yo Fernando Alatriste les digo:

—¿Eso cómo es? —Si la naturaleza del sueño se presenta con vigorosas fuerzas malévolas, seguramente estoy soñando con ella aunque su imagen no aparezca; crípticamente en las alegorías extremadas de mi subconsciente se encuentra ella delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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en plenitud. Si por el contrario sueño con ella, pero la realidad se aparece beneficiaria de mi salud mental y no me causa ninguna consecuencia al despertar, entonces puedo decir que no he tenido ensoñación de ninguna forma con Talina Jiménez. —¿Qué me dice usted de las innumerables sesiones de autoerotización en las que piensa en increíbles formas de penetrar y profanar su cuerpo? —Eso… —Usted la está viendo en el teatro ahora mismo. Piensa mientras la mira moverse en cuánto desea pasear su órgano sexual en cada una de las partes de ese cuerpo joven y flexible. ¿No es así? —… —Imagina, impulsado por el patrón rítmico de la danza, cómo la orina en la boca, como le lame la sección anal, como la llena de saliva en los senos ¿O me equivoco? —… -¿Piensa que ella está dispuesta a conocer a alguien como usted? —Es la razón principal por la que estoy aquí. —Señor Alatriste. Yo no puedo darle seguridad. La terapia es un proceso largo y constante. Usted ha faltado a las reglas y ha ido a verla. La mira ahora mismo bailar, doblar sus piernas y en cada paso, afianzar la indiscutible pasión que siente por ella. —… —Mírela ahora. Se recuesta en una cama. La sala se ilumina de rojo. Comienza una secuencia de movimientos en las que arranca fragmentos del vestido blanco que porta.

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Aún no concibo la existencia humana. Nos enamoramos. Nos reproducimos. Una vez leí que todo comienza con el olor, con las feromonas liberadas por un ente X (este será más o menos compatible con nosotros) para poder crear un ser genéticamente superior; desde hace milenios que sucede… superioridad no encontrada. La raza humana es humana por su capacidad de usar herramientas, su capacidad de cagar en una taza de porcelana; pero sobre todo, por su capacidad de amar y atribuirle a una persona rasgos que en la profundidad de su inconsciencia se desean para uno mismo: hacer perfecto el objeto amado. En la medida que lo poseo, poseo mi perfección.

Termina con levedad. Parece flotar en un océano de muertos. Entra Otelo. La luz lateral lo anuncia. Parece triste, apesumbrado. Mientras Desdémona se ha dormido. Música de violines. Era obvio. Otelo comienza un solo. Aburrido reviso la hora de mi celular: la hora, pues nadie me enviará (ni por error) un mensaje. ¿Por qué ser yo? ¿Por qué no ser como ése que baila? Él está tan cerca de ella. Él debe recibir seguramente, al menos, 18 mensajes al día por su móvil. Yo ninguno. Soy un error. Una concepción no planeada que vino a habitar en este vasto mundo de bailarines que reciben mensajes todo el día. ¿Por qué la gente siempre tose en los teatros? Desearía tener un chingo de dinero. Tal vez la pueda llevar a ese restorán… ¿Cómo se llamaba?

Otelo termina su aburrido episodio. Nada que ver con el magnífico monólogo de la obra. Se acerca a Desdémona. Llega la hora de matarla. Los semáforos están matemáticamente diseñados para cumplir su función día tras día. También los obreros. Todos los seres humanos, a decir verdad. Detesto la danza. La detesto. Sólo se dedican a ella personas que parecen irreales, gente que parece feliz. No me imagino allá, con esas miradas, abogando por la amplitud y las posibilidades cinestésicas de que fui hecho.


Los familiares de la gente que hace danza también se ven fuera de esta realidad. Se ven alegres. Felicitan a sus parientes con efusividad. Quisiera que alguien me felicite por algo, cualquier cosa.

Talina sale. Un círculo de personas la aborda. No puedo acercarme. Me hundo. Colapso como un cristal lleno de agua. Aguas negras. La mierda, sólo la mierda me pertenece.

Admiro afuera el cartel de la obra. Una foto grandiosa de Talina/Desdémona haciendo una de esas posiciones extrañas que tanto gustan a los aficionados.

La felicitan. Ella sonríe arrastrando una maleta. Su ropa. Ser el microbio, la mancha de orina en su ropa interior.

—La presentación fue magnífica… —Talina estuvo fenomenal… —La coreo de las sombras me resultó un tanto… —Si, se veía preciosa… —Hey, Patricia… Las voces nos representan. La voz de Talina es su cuerpo. Con eso le habla a la inmensa multitud que la observa. Grita con cada giro, con cada paso, con cada flexión: la voz humana para ella no existe, sólo la dimensión de lo tangible donde habita, asegurada de toda mano miserable. Es una elegida. El suspiro de Dios llegó hasta sus vértebras y bailando generó el mundo. Comienzan a salir los artistas. Todos rondan por mi edad. Arrinconado junto a una columna, espero. Abrazos. Risas. Un murmullo asqueante que penetra mis tímpanos. La última mujer que me besó, se llevó en sus labios parte esencial de mi espíritu. Creo ser un cascarón hueco, adormilado en este mundo de mierda, donde todos son cascarones esperando succionar el alma de otro. —Detesto la danza. Pero detesto a todos. A mí, de pie frente a esta columna; a los paseantes que se detienen un momento a mirar el teatro; a la mujer que me dejó sobre todas las cosas y a ella… ella…

Me doy cuenta que soy el único que no saluda a alguien. Me siento estúpido. —Es natural señor Alatriste. Usted está inmerso en un universo propio, reflejado por su sistemático nihilismo y su aversión hacia el mundo que lo rodea, por lo tanto, permanece aislado. Es como un escenario cuyo telón siempre está cerrado. —Sistemático nihilismo es una construcción estúpida. —Aquí nadie me examina. Lo único que usted pretende es desviar el tema hablando de mis errores léxico-filosófico-gramaticales. ¡Ser una mancha de orina! ¿Se da cuenta de lo ridículo que es? —Así me siento. —Recuerde la terapia. Es un… —Proceso largo y constante. —Exacto. Usted se siente… —Estúpido. Invisible. Una mierda. Un jodido ano leproso, una nota desafinada, un puerco miserable, una nada absoluta, un olvido, el olvido atroz de alguien. —De donde venga ese sentimiento… Examínelo. —Viene de ella. No medí el tiempo para acercarme. Después de nueve pasos, estaba frente a Talina. —Hola. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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—(…) Qué… ¡Ah! Hola… Em… ¿Fernando, cierto? —Sí. —¡Claro! ¡No sabía que te gustaba la danza! —Me gusta mucho. —¿Y qué te pareció? —Señor Alatriste, usted no puede negar que ha nacido para ser alguien especial. Sienta el mango del cuchillo que tiene en su bolsillo. Siento el mango del cuchillo que tengo en mi bolsillo.

—Estudie los ojos de su víctima: La señorita Talina Jiménez, joven promesa de la danza contemporánea nacional. Estudio los ojos de Talina Jiménez, joven promesa de la danza contemporánea nacional.

—Em… ¿No te gustó? —Deslice suavemente el arma. Déjela respirar en su nuevo hábitat.

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Deslizo suavemente el arma. La dejo respirar en su nuevo hábitat.

—Ahora, analice todas las situaciones de su vida que lo llevaron a amar a la mujer que tiene al frente y por consecuencia a destruirla. —Eso es imposible. —Entonces, simplemente empuñe el arma y entiérrela entre los pechos de Talina. El clamor de la sangre lo ensordecerá, pero será solamente por dos segundos. Luego, clávelo otra vez y córtese el cuello por favor, así terminará nuestra primera sesión. —Claro que me gustó —digo, sujetando el filo y poniendo mi mano sobre su hombro derecho. La observo—. A decir verdad, te amé en el escenario como nunca serás amada por otro espectador. Quiero verte bailar de nuevo. Moverte sin moverte, con el telón cerrado.


Cuna de Zempaxóchitl. Paty Rubio. Catrina Bermejo nació un dos de noviembre de 1980. Su madre estaba disponiendo la ofrenda del día de muertos, y no sintió los dolores que anuncian la labor de parto. Parió a su hija mientras terminaba de poner el altar para conmemorar al abuelo Jacinto y la abuela Micaela; quienes cerraron los ojos con sólo un mes de diferencia. La familia contaba que cuando le llegó la muerte a Chinto, Mica agarró tiricia, y se fue con él, a los treinta días.

Al abrir la puerta, la vio sobre la camita: las muñecas sentadas al rededor, con Catrina al centro, inmóvil, con los ojos cerrados y manos en cruz sobre el pecho, ¡Podría jurar que no respiraba! Sintió un profundo escalofrío.

Catrina nació entre flores de zempaxóchitl. No lloró pero tenía los ojos abiertos y una mirada que recorría el lugar. Era blanca como las azucenas. Tenía el cabello rojo como el fuego. Cuando fue creciendo, al correr su cabecita parecía estar ardiendo en llamas; resultaba hipnótico observarla.

Siempre fue una niña precoz. Al hablar se expresaba de una forma muy adulta. A pesar de ser tan dulce, la imagen inocente y frágil que tenía, no iba a la par de su comportamiento tan maduro.

A los tres añitos, gozaba y participaba con su madre para colocar el altar. Se alegraba por partida doble: la conmemoración de los difuntos y su cumpleaños. Cuando su madre por primera vez le contó la historia de "La bella durmiente", Catrina abrió sus ojitos aún más, demostrando interés especial, señalando la imagen en el libro. —¡Está muerta! —No Catrina, está dormida y sólo despertará con un beso de amor. —¡No, no, está muerta! Una de tantas tardes, mientras la señora Bermejo descansaba, al darse cuenta del profundo silencio, y al suponer que Catrina estaría jugando con sus muñecas, preocupada, dejó de lado el libro que tenía en las manos, y se levantó del sillón. Fue a la recamara de su hija.

—¡¿Catrina, qué haces?! —Juego a los muertos —respondió sin entender la cara de susto de su madre, y añadió— como la bella durmiente.

En ocasiones, si estaba descuidada, y Catrina sin hacer ruido al caminar, pasaba por detrás, percibía un tremendo frío que recorría la columna y erizaba la piel. El día que la niña estaba cumpliendo seis años, la Señora Bermejo la llevó consigo al cementerio para dejar flores a sus abuelos. Días antes le había platicado a su hija, sobre cuánto llegó a quererlos. La habían criado no como abuelos, sino como a una hija. Le habló sobre lo contentos que se pusieron cuando les dio la noticia de que tendrían a su primer bisnieta. —Es una pena que se hayan muerto cuando tú naciste. Los habrías hecho felices, tanto, como ellos a ti; eran muy amorosos. —Ya los voy a conocer. En el panteón San Fernando, donde estaban enterrados, había mucha gente visitando a sus difuntos; arreglaban las tumbas y les acomodaban flores frescas, sustituyendo las resecas.

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—¡Parece una gran fiesta! —Catrina sonreía.— ¡Están poniendo comida sobre papel de colores!, como los que pones en el altar de la casa. —Las personas acostumbran, éste día, traer ofrendas, y conmemorar a sus muertitos en las tumbas donde descansan. —Hoy veré a mis bisabuelos má.

—Quiero saber qué se siente. —Levántate, y no te alejes. La señora Bermejo no alcanzó a escuchar lo que Catrina susurraba mientras se alejaba. Continuó arreglando las flores. —Voy a ver a mis Bisabuelos— decía la niña en un suspiro.

—No te vayas lejos, sólo hasta donde yo te alcance a ver.

La madre levantó la cara cuidando a su hija con la mirada, y alcanzó a verla desaparecer al atravesar la puerta de un mausoleo, rodeado de relieves con querubines. Al frente sobresalía un enorme y bello Arcángel Miguel que custodiaba una puerta que encima tenía una placa de mármol rosado con una inscripción en letras doradas.

La chiquita caminó un poco. Llegó a una lápida solitaria, y se tendió sobre ella con las manos en el pecho. Su madre al verla, dejó las flores y fue a donde estaba la niña:

Sin poder moverse, por la impresión de mirar a su hija desvanecerse, leyó lo que decía arriba de la puerta... antes de caer desmayada: "Catrina Bermejo, 2 de noviembre de 1980".

—Sus tumbas hija, sólo sus tumbas. Y mientras la Señora Bermejo limpiaba las lápidas, que se encontraban una junto a la otra, Catrina pidió permiso para que la dejara caminar entre las otras tumbas.

—¿Qué estás haciendo? ¡Párate de ahí!

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Peripecias de un turista. Yulseltzin Guadalupe Zamudio Mejía.

LLEGAR A UN PAÍS Y NO COMPRENDER SU IDIOMA es como encontrarse en medio de un desierto, anhelando encontrar un oasis de salvación. —Señiora, usted decirme dónde estar el museo de antropología? —Pues mire asté —decía la señora bajando su morral para estirarse la espalda mientras le señalaba una calle llena de transeúntes— se va aquí

todo derecho hasta allá y da la vuelta… —¿Derecho y a la izquierda?— preguntó para asegurarse. —Sí… ¿O era a la derecha? —parecía que a la señora le acababan de subir hormigas a la cabeza porque no dejaba de revolverse el pelo— Mira

güero, mejor pérate y le hablo a mi niño que venga que te diga por dónde. ¡Tenme aquí tantito! La mujer no dio tiempo para respuesta; salió corriendo hasta perderse en una multitud que salía y entraba de la estación del metro. —¡Espere! ¡Señiora!— y con el morral en una mano y un mochilón

aplastándole la espalda intentó seguirla, luchando contracorriente de quienes salían como ganado de la estación. Sintió un suave jalón y al volverse miró a un hombre con la cara pintada de blanco y con un curioso sombrero. Se alegró de que alguien al fin quisiera saber si estaba perdido o que iba en sentido contrario de dónde se había ido aquella mujer. Pero no comprendió lo que estuvo haciendo todo este tiempo hasta que la gente reunida, alrededor, comenzó a aplaudir contenta por el número que había montado aquel turista con el mimo de la estación. Éste le agradeció con una reverencia exagerada dejando al amigo en las mismas. Y cuando menos lo pensó, cayó la noche. Sentado en una de las bancas de un parque puso su mochila de almohada. Suspiró, al día siguiente pensaría en encontrar a la señora de la bolsa. Miro su reloj: 07:01 pm. —¡Oye! —le dijo alguien— Eso es de mi mamá, si querías ir al museo

sólo toma el metro. Parpadeo incrédulo. ¡Lo había dicho en su idioma! Sacó rápidamente un folleto sobre el museo, el cual decía que cerraban hasta las nueve. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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Dos textos. Uriel Martínez.

La cárcel de Cananea. Desde chico me llevaban al cementerio en grupo, como quien va a un día de campo. Llevábamos comida, aguas de fruta, tabaco, anforitas de mezcal y tequila, una grabadora de pilas y algunas piezas de música. Yo no le daba importancia a esas visitas, simplemente me subían a la troca y ahí vamos todos juntos. Siempre nos deteníamos a la entrada del camposanto, donde se apostaban desde temprano los vendedores de flores, de dulces de leche, calabaza y biznaga. No faltaba quien de la casa llenaba una canasta cubierta con papel de china de ates, alfajores y calabaza en tacha. Hasta que me di cuenta que eran ofrendas para los que ya habían muerto de mi familia.

2. En ese entonces no se acostumbraban las fotos en el panteón, sólo en las bodas, los velorios y en las fiestas de cumpleaños. Claro, siempre y cuando se contratara con tiempo al fotógrafo del lugar. Y si no llegaba el retratista, entonces iban los novios al estudio; o se llevaba al niño recién bautizado o al que cumplía años o había hecho la primera comunión. Pero al difunto no se le trasladaba más que a la iglesia antes de llevarlo a la cripta familiar, en su caso, o a donde le correspondiera. Según.

3. Alguien de la casa consiguió un libro para guardar fotos, en vez de hojas tenía micas flexibles y entre una y otra se metían que las imágenes de fiestas, piñatas o cualquier pretexto que se inventan las familias para estar 84

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reunidas en mesas llenas de comida, botellas y garrafones de bebidas mezcladas con alcohol. Cuando se llenó el primer libro, no faltó quien trajera uno con argollas metálicas y tapas duras donde se guardarían las fotos de los muertos: que los cuatro abuelos, los tíos y tías y decenas de parientes colaterales. Pero llegó el día en que desaparecieron los fotógrafos de estudio, los rollos de fotografías porque ya habían aparecido los celulares para fotos y videos.

4. Yo apenas alcancé a caber entre las últimas hojas de un álbum, donde colocaron a los solterones y a las mujeres quedadas, o sea, las vírgenes viejas. Aunque me dio sentimiento que nos clasificaran por separado, no dije nada. Al fin y al cabo en todas las familias hay aquellos que se quedan, como se decía, a vestir santos. Pero lo mismo hicieron en el camposanto con nosotros. Aunque quedamos cerca de las cabezas de familias, como que nos hicieron a un lado, anexos a las madres solteras, a los parientes pendencieros, los borrachos, los vagos y los que conocieron la cárcel por homicidio, robo, abigeato y no sé qué delitos varios. Todos condenados por la iglesia.

5. Desde que tengo memoria me recuerdo camino al cementerio, ya para fin de año, los días uno y dos de noviembre. Aunque no tuve cabal conciencia de lo que se trataba esa incursión de casi todo el día; yo iba porque me llevaban, por no quedarme solo en la casa; y es que todo el barrio se vaciaba en esas fechas señaladas. Los más pudientes se acompañaban


con música en vivo, unos con trío, otros con mariachi, otros con sonajas y guitarra, arpa y tambora. Según. En el trayecto entonaban lo que se les daba a entender, piezas que alegraban o entristecían al difunto, corridos, romances, boleros, lo que fuera. De chico yo no me sabía ninguna canción, como tampoco diferenciaba entre una y otra, hasta que escuché varias veces "La cárcel de Cananea".

membrillo y el café de olla. A veces me acercan una cajetilla nueva de cigarros "Carmencita", una botella mediana de tequila "Tradicional" y me ponen un disco con corridos de José Alfredo Jiménez. Si toca que sea un día soleado, mi gente me hace compañía hasta las seis de la tarde, antes de que se suelten los vientos de otoño. O sea, me quedo contento porque me recuerdan.

6. Yo no sé cómo lo supieron, a veces me traen dos o tres postres que siempre me gustaron como el arroz con leche y pasas, el ate de

Octubre amargo. Lunes 3 de octubre. Querido muro/diario, la tarde de ayer me encontré a Aurorita, con rosario, misal y crucifijo. Había yo ido al pueblo de enfrente a entregar un ejemplar de "Los Buddenbrook" cuando la vi que, con dificultad, trepaba al guajolotero que me traería de vuelta a Dogville. Cuando me saludó de beso en el aire —cerca de la mejilla—, me percaté de su aroma a Myrurgia y a Ballantine's, de sus patas de gallo cada vez más acentuadas.

3. El mico culto quiso pasar piedras por el gaznate pero no pudo. Recordó que toda la tarde —mientras esperaba al cliente en el café "La Melancolía"—, sintonizó en la tablet Radio Alegría, que las tardes dominicales programa una hora con Juanga e invitados: Natalia Lafourcade, Café Tacuba, José José, Ana Gabriel, entre otros. El domingo se había oscurecido de repente por la inexplicable, para él, el mico culto, muerte violenta del autor de "El vino de los bravos".

2. Se sentó a mi lado, en la butaca 2, asientos reservados a seres de edad avanzada. Abrió el bolso negro y sacó su iPod. "¿Ya lo sabes? — me dijo—, hoy murió Luis González de Alba, el que desenmascaró a Monsi y a la Poni." Fue el primer cubetazo de agua helada del domingo. Lívido, el mico culto, exclamó otra pregunta, "Cómo", interrogativo indirecto. Luego sintonizó un tweeter: "Murió como los valientes mueren. Por propia voluntad." Segundo baño frío.

4. Luego Aurorita, pasada la mala nueva, le preguntó al primate intelectual por los suyos, las ventas en La Azotea, por Remedios el Vello, Inés, Trinidad, Ireneo, etcétera. El mico culto sacó del morral una bolsa de cacahuates que ella declinó; en correspondencia, la ñora extrajo la anforita de whisky escocés Ballantine's y en la tapa del envase vació una brizna: "Bebe, para el susto", le dijo con ojos vidriosos. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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Textos eróticos. Rosario Lizama.

1. Deseos. La ginecóloga se sorprendió a sí misma mirando con deseo los senos de la mujer que estaba atentiendo; se sintió hipnotizada y culpable; con dificultad y apelando a su profesionalismo logró desviar su mirada hacia el ventanal. Suspiró, se ajustó el estetoscopio y trató de ser lo más profesional que pudo al continuar la revisión. Despidió a su paciente con un apretón de manos y le pidió que no faltara a la siguiente cita. Y cuando la mujer se dio la vuelta admiró las redondas formas de su trasero, e hizo un ademán en el aire, como si con ello pudiera alejar los pensamientos que cruzaban por su mente. Estaba segura de su sexualidad pero se preguntaba por qué sentía ese extraño placer de mirar y tocar los sinuosos cuerpos de algunas de sus pacientes. Como ginecóloga le sobraban oportunidades. A veces el jugueteo de sus manos en los sexos creaban una involuntaria procesión de imágenes eróticas y se perdía en voluptuosos amoríos con mujeres de su ambiente laboral. Se imaginaba cumpliendo húmedas fantasías dentro del universo multifacético de la Clínica de Especialidades Médicas donde trabajaba; y aunque pensaba que nada tenía de malo centrar su atención entre asistentes sociales, nutriólogas, enfermeras y doctoras, con las que tenía contacto diario, trataba de convencerse de que las fantasías eran motivadas porque su mundo estaba lleno de mujeres; se recriminaba con dureza y se sumergía en su trabajo tratando de exorcizar las ideas. En uno de esos pensamientos descubrió a Martha, la nueva nutrióloga, o tal vez Martha, fue quien la descubrió a ella. Sus consultorios quedaban justo enfrente uno del otro. 86

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Cuando miraba a la nutrióloga, ésta se movía en su asiento con coquetería y cruzaba y descruzaba las piernas obsequiándole una vista maravillosa que le hacía palpitar el pecho. Algunas veces la sorprendió humedeciéndose los labios o acariciándose voluptuosa el muslo mientras sonreía, eso la ponía nerviosa. Pareciera que Martha se daba cuenta de su turbación y que se complacía en jugar con ella de ese modo. Cierta tarde el edificio estaba solitario, la nutrióloga atravesó el pasillo, entró a su consultorio y apenas atravesar la puerta la cerró poniendo el seguro. Platicó cosas triviales y pretextando necesitar unos antibióticos, comenzó a hurgar en el escritorio el escritorio de la ginecóloga para elegir los medicamentos. Quedaron muy cerca. El pecho izquierdo de Martha se apretó contra el costado de Fabiola quien sintió la dureza del pezón describiendo lentas trayectorias. Quiso levantarse pero el cuerpo de Martha la tenía casi inmovilizada. Su cerebro se inundó de un torrente de sensaciones placenteras, y su cuerpo reaccionó a los estímulos que Martha intencionalmente le provocaba, y haciendo a un lado la cordura decidió participar. Puso una mano en la espalda de la intrusa e inició un suave masaje; sin decir palabra le besó el cuello y le apretó con suavidad los pechos, Martha lanzó un gemido, desabrochó el sostén y se plantó de frente a Fabiola quien aceptó la ofrenda y lamió con gula; su saliva hacía brillar los rosados pezones de su compañera que arqueó la espalda entre gemidos para abandonarse a la lengua. Se separaron con suavidad, pero mirándose con lujuria, Martha se deshizo de su falda, se


recostó en el escritorio para que los besos de la ginecóloga se desbordaran en su ombligo. La boca de Fabiola sintió la tanga, la apresó con los dientes, la bajó despacito hasta que la prenda mojada cayó al piso. Olió el sexo, sintió crecer las aguas hasta desbordarse y temblando como un ciervo, bebió de ellas con avidez. El consultorio se llenó de gemidos y voces roncas. Fabiola cumplió sus fantasías. Pasaron la tarde haciendo el amor de cuantas maneras les fue posible hasta que se hizo de noche. Al separarse Martha dijo que había sido una hermosa experiencia, Fabiola suspiró, y con las mejillas aún encendidas añadió que deseaba repetirla.

2. Claudia Tiene 23 años, es hija única de mi ex pareja; ya es una mujer que despierta fuertes deseos sexuales, incluso a mí; alguna vez me masturbé pensando en ella e imaginando cosas que nunca pasarían. Ella tenía diez años cuando su madre y yo decidimos hacer una vida juntos, y los tres formamos una familia muy unida. Al cumplir 21 se fue a vivir con el novio; poco tiempo después su madre falleció; eso propició que Claudia me visitara con más frecuencia; buscaba el álbum de recuerdos y se recostaba en mi pecho para comentar las fotografías. Su cercanía me excitaba, era un deleite tenerla cerca, oler su piel, pasar mis dedos entre su cabello, quería que esos momentos se eternizaran. Un domingo llegó con su novio para preparar carnes asadas, hacía un mes que no venía a casa y la vi más hermosa que nunca, yo seguía deseándola. El novio propuso hacerse cargo de encender la fogata para que nosotros termináramos de preparar las ensaladas; así lo hicimos, ella se movía como dueña y señora de la cocina, vestía con un pequeño short y una

blusa ajustada. Mis nervios hacían moverme con torpeza, tiré los tomates, ella se inclinó a recogerlos al mismo tiempo que yo, sentí una descarga eléctrica cuando al recogerlos se enredaron nuestras manos, me excité, se me aceleraron las pulsaciones y empecé a temblar, ella lo notó. Sin decir nada siguió preparando la ensalada y me sonreía de vez en vez. Traté de calmarme, destapé una cerveza y me la tomé de un jalón, cogí otra cerveza y me dirigí hasta el patio trasero para ofrecérsela al novio, él seguía muy entretenido tratando de encender el carbón, me pidió que se la dejara a un lado, así lo hice y dándole una palmadita en la espalda regresé a la cocina. Claudia estaba tomando una cerveza, relamiéndose los labios me ofreció un trago de su misma botella, lo tomé con rapidez y le devolví la cerveza mirándola a los ojos, ella me miró de tal manera que no pude evitar una erección. Al pasar junto a mí se detuvo un instante para sentir mi pene entre sus nalgas. No tenía duda de que me estaba dando entrada, así que abrazándola por detrás de la cintura, llevé mi mano a su sexo y lo apreté. Ella gimió, se dio la vuelta y sentí sus pechos en el mío, nos besamos entre jadeos, me estaba volviendo loco; me chupó el cuello y con su mano derecha me bajó el cierre de la cremallera, cuando tuvo mi hinchado pene en sus manos se puso de rodillas y lo empezó a mamar casi con desesperación; le dije que parara que su novio nos mataría si nos encontraba así pero para mi sorpresa me respondió que él tenía la fantasía de mirarla con otro hombre. Mi sorpresa fue mayor cuando escuché la voz del novio a espaldas mías diciéndome que no había ningún problema, que subiéramos a la recámara y que él nos seguiría. Así que armado de valor por la excitación y el deseo llevé a Claudia al dormitorio, la tiré en la cama, la desnudé, la puse boca arriba y delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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abrí sus piernas para lamerla. La lamí como nunca lo hice con mi esposa, sus jugos chorreaban y mojaban su escaso vello púbico, ella arqueaba la espalda y empujaba su cuerpo hacia adelante para que mi lengua la penetrara más, sus gemidos se volvieron gritos. El novio entró y se sentó a mirarnos. Claudia estaba tan excitada como yo, me dijo que ella también quería chuparme así que nos pusimos en 69; me chupaba el miembro de una manera prodigiosa, mordisqueaba la cabeza y luego se la metía toda, hasta que sus labios chocaban con mis huevos; el novio comenzó a masturbarse, el sonido de nuestros cuerpos y los gemidos de los tres me calentaban muchísimo. Quería acabar en la boca de Claudia pero también quería cogerla por detrás, así que alargando el placer la puse en cuatro patas y le ensalivé el culo, ella se agarró del respaldo de la cama, con la palma de su otra mano se comenzó a frotar la vagina mientras yo la atravesaba una y otra vez disfrutando sus quejidos.

llegar la dejé pasar, le pregunté a qué piso iba, se dirigía dos pisos anterior al mío.

Yo ya no aguantaba, quería acabar, empecé a bombearla sin misericordia, entonces el novio se acercó, le metió el dedo índice en la vagina y se siguió masturbando con la otra mano. Ella agarrada del respaldo de la cama deliraba en una mezcla de llanto y gemidos, sin dejar de mirar a su novio, explotamos los tres juntos, la venida fue alucinante.

La desnudaba con los ojos, no podía dejar de mirar sus pechos, deseaba acariciarlos. Giró su cara hacia mí, su boca era una tentación para mis labios y sin poder contenerme la besé. Creí que me rechazaría pero su lengua entró en mi boca sorprendiéndome gratamente. Mi excitación fue creciendo. Su mano bajó por mi muslo hasta tocar mi erección y empezó a acariciarme mientras las lenguas batallaban.

Después me invadió un sentimiento de culpa que intenté disimular..

3. El ascensor La tarde era fría y lluviosa, había una tremenda tormenta eléctrica. Una chica de mediana edad vestida con blusa escotada, falda corta y altos tacones esperaba el ascensor, era muy guapa. Nos saludamos educadamente. Al 88

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Hablábamos de la lluvia cuando escuchamos un terrible trueno, ella pegó un brinquito; un segundo trueno de mayor intensidad provocó un apagón e hizo que el ascensor se parara bruscamente, la cara de la chica reflejó temor, se escuchó un trueno más y la chica brincó de nuevo y se pegó instintivamente a mí. Me confesó que le tenía terror a los truenos, le sugerí que nos sentáramos a esperar que regresara la electricidad, así lo hicimos, uno frente al otro, ella con las piernas encogidas. La luz tintineante de los botones del ascensor me permitían mirar su tanga blanca debajo de su arremangada faldita; el siguiente trueno hizo que la chica prácticamente se tirara sobre mí colgándose de mi cuello; le rodeé la cintura con mi brazo, mi nariz se llenó de su rico perfume, sentí la sedosidad de su cabello, mis ojos se derramaron en esos pechos atrapados en el sostén, tuve una erección.

Sin dejar de besarme se sentó sobre mis piernas, puse mis manos en sus caderas y la apreté hacia mí para besarle el cuello, sentí sus latidos, el correr de su sangre. Gimió con fuerza. Se quitó la blusa, sus senos saltaron al aire cuando le arranqué el sostén para comérmelos, sus pezones endurecidos se rindieron a mi boca, los succioné como si fuera un infante, giré con


ella aún montada en mí, la recosté, puse sus piernas en mis hombros para besarlas con lentitud, ella se quitó la tanga y mis labios sintieron su sexo suave, mojado, sin un solo vello. Metí la punta de mi lengua en su vagina, sacándola y metiéndola con rapidez, ella gimió de nuevo, agarró con fuerza mi cabeza para empujarme más hacia ella, sujeté su clítoris con mis labios, lo succioné con pequeños tironcitos, saboreé sus dulces fluidos, su cuerpo convulsionaba, sentí sus piernas moverse sin control, sus gemidos me indicaban que estaba a punto del orgasmo y eso me hacía hervir más la sangre. Aceleré el ritmo de mi lengua en su vagina, quería que se viniera en mi boca. Un trueno se mezcló con el grito que anunció sus líquidos calientes desbordándose en mi boca, seguí acariciándola, disminuyendo el ritmo poco a poco. Sus manos buscaron mi bragueta, mi pene estaba hinchado, a punto de reventar, me bajó la cremallera. En ese momento, la electricidad se reanudó, y la luz del ascensor se volvió a encender. Rápidamente nos pusimos de pie, arreglamos nuestras ropas, pulsó el botón, el ascensor se puso en marcha, se bajó en el octavo piso dejándome excitado y con la huevos adoloridos.

4. Sonia y Leticia. Sonia y Leticia abordaron el metro. Su viaje duraría algo así como cuarenta minutos. Eran las ocho de la noche el transporte estaba atiborrado y ambas viajaban de pie. Sonia vestía una falda amplia y una blusa ajustada, Lety de similar manera, pero no acostumbraba usar ropa interior. La gente las empuja una contra otra y sus pechos rozaban una y otra vez, lo que excitó a Leticia quien miró con fijeza a su amiga. Tuvo ganas de comérsela y no se contuvo. Bajó su mano y comenzó a tocarla bajo la falda, su

amiga le sonrió en muestra de agrado, entonces Lety fue más lejos, metió la mano bajo su panty y se dio cuenta de su humedad; Sonia sintió la placentera fricción aguantando las ganas de gritar. Alguien desocupó un asiento, Sonia se sentó en él, Lety en sus piernas poniendo su chamarra de tal manera que ocultó las manos de Sonia que comenzó a acariciarle la rodilla. Poco a poco fue subiendo la mano por los muslos hasta llegar a la entrepierna para comprobar que su amiga no traía ropa interior; sonrió, introdujo dos dedos dentro la mojada cavidad y los movió lentamente en círculos produciendo con ello silenciosa lluvia. Faltaban alrededor de diez minutos para llegar a su destino cuando el vagón quedó solitario. Lety se bajó de las piernas de Sonia para quitarle la panty, quería chuparle la húmeda oquedad y llevarla al orgasmo, tal como lo habían hecho con ella. Le abrió los labios vaginales, tocó su clítoris y le metió un dedo para moverlo con rapidez, Sonia no pudo reprimir un gemidito, y se mordió los labios para no soltarse a gritar como loca, la mano de Lety se bañó del abundante orgasmo que mojó el asiento. Ahora Sonia quería poseerla. Le abrió las piernas, sacó de su bolsa un vibrador; era largo, entró con rapidez porque Leticia estaba súper mojada, lo metió y sacó al mismo tiempo que le chupaba los pezones; Lety sintió morirse del placer que le proporcionaba su amiga, los ruidos del tren y de la noche se mezclaban con sus gemidos. Cuando el tren se detuvo salieron de ahí tomadas de la mano caminando sin prisa, sintiendo el aire del anochecer. El tren se fue con el último vagón oliendo a sexo. La panty olvidada de Sonia cantaba su humedad. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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" Coreografía: Diego Vázques. Intérpretes: MayukoNihei. Producción: Laleget Danza & Compañía Nacional de Danza. Palacio de Bellas Artes / CDMX.

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Traer a la memoria. Jesús fuentes.

S

algo del aeropuerto. El taxi me lleva al hotel. El día en Culiacán caliente y húmedo. Por segunda ocasión la empresa de invernaderos donde trabajo me ha enviado como su representante a la Expo Agro Sinaloa.

Después de acomodar algo de ropa en el clóset de la habitación, me dejo caer de espaldas sobre la amplia cama. Observo girar el abanico de techo, el viento que provoca desordena mi cabello. Un remolino de recuerdos invade mi cabeza como un oleaje de mar que redescubre una playa ya tocada. Una lágrima empaña mi mirada, resbala por la mejilla. Febrero, un año atrás: atiendo el stand de la empresa. Ella se acerca, solicita información por equipos para riego por goteo; con una voz que me parece un suspiro al oído. La veo con sorpresa, con atrevimiento; qué bien le ajusta el pantalón crema, tipo pescador, que realza la redondez y firmeza de sus caderas anchas; y esos senos pequeños pero robustos que asoman sin miedo, por curiosidad, pidiendo —imagino— ser tocados por entre la blusa de tela vaporosa, blanca, transparente. Me atrajo y empecé, justo ahí, a quererla, o tal vez a desear. Recordé lo que me habían dicho de la mujer sinaloense: "mucha nalga, poca chichi, de culichi". Le brindo toda la información y hasta demás de lo que solicita. Sonríe encantada. Al igual que yo, es Ingeniero Agrónomo. Se despide con agrado —inflexible aprisiono su mano—, no sin antes aceptar ella que nos veremos más tarde —a insistencia mía— en el centro, cerca del hotel donde me hospedo. 92

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Te daré un recorrido por la Ciudad de noche, la conozco, aquí nací, vivo aquí, y aquí moriré. Que lejos estaba yo en ese momento de imaginar lo que sus palabras encerraban. Esa noche nos entregamos, nuestros cuerpos sin recato se amaron. Al día siguiente, regresé a Ensenada, a los campos e invernaderos, a los ranchos — algunos aún con tiendas de ralla y explotación de jornaleros mixtecos— de San Quintín, la zona agrícola de Baja California. Nuestra comunicación a distancia, amándonos por el Facebook, virtualmente; el tiempo transcurrió. Seis o siete meses más tarde — no recuerdo bien—, escribo, envío..., no hay respuesta. Llamo a su celular, me dicen que ese número no existe. Pasan los días. Una mañana aparece en mi móvil un mensaje como traído por la brisa que invade los invernaderos, número desconocido. Con ansia lo descubro: dice ser una amiga que enterada de lo nuestro, me notifica su asesinato: "fue un ajuste de cuentas", escribió. La nostalgia presente. Mis ojos anegados, limpio las lagrimas con la palma de mi mano derecha. Iré al lugar donde murió. Me incorporo, mi tristeza en el espejo me mira, salgo de la habitación. Pido al recepcionista solicite un taxi. Conoceré el cenotafio levantado en su memoria. Ya en el auto, continuo la evocación: está ahí, come esquites en el negocio de "la güera" en la calle Hidalgo; a la entrada del mercado Garmendia, justo donde nos citamos. Al verme


me sonríe. Nuestro saludo con gozo, un beso en la mejilla como viejos amigos... —Pide un tamal de elote —me dice— son los mejores de todo Culiacán. —¿Seguro? Por respuesta, vuelve a sonreír. Cenamos tamales de carne de puerco con verdura —papa, zanahoria, calabaza, aceituna y rajas de chile jalapeño—, sin faltar los tradicionales de elote. —Vamos a Catedral. Veo las torres iluminadas, una de ellas remata la cruz azul mirando al cielo; pareciera, implora perdón por tanta violencia. Tomándole la mano cruzamos la Avenida Obregón. Dentro de la Iglesia, admiro los retablos. Me impresiona la escultura de San Miguel Arcángel, la belleza de la imagen de Nuestra Señora del Rosario, a la cual está consagrado el Templo.

Carmelitas, creo— venden pan de elote (nosotras lo hacemos, comentan); nos miran con misericordia. Tomados de la cintura, sonriendo, caminamos sin rumbo fijo por el Centro de la Ciudad. La tarde se va como un último suspiro cálido que deja el día y lo acoge la oscuridad. La luz de neón del hotel asalta la habitación; aclara el silencio de la noche; luz que resbala suave sobre su piel, desnudándola. Sus pequeños senos duros. Tendida en la cama, las piernas entreabiertas, sus manos sobre su sexo. Dispuesta. La toco así, por primera vez. Nuestros cuerpos descubiertos, indecentes, recorren en tormenta sus propios laberintos hasta lo más íntimo de sus humedades, desbordándose. Ella duerme ceñida a mi vientre. Su pelo largo, rubio, en desorden. La voz áspera del taxista, aleja mi memoria. —Señorita, ¡aquí es!

Salimos. En el atrio, nuestros labios se encuentran con suavidad. Unas monjas —

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Algunos apuntes sobre "Compañeros Todos". Benjamín Pacheco López.

A

l libro "Compañeros Todos", del escritor y poeta Adán Echeverría deberían ponerle un letrero en la portada. Algo sencillo pero sutil: "Te removerá las entrañas". El comentario no es para menos, pues el conjunto de cuentos editado por Ficticia (julio del 2015) exige lectores dispuestos a introducirse en un mundo duro, habitado por personajes inmersos en situaciones complejas, sórdidas en ocasiones, pero que a la vez reflejan el territorio oscuro que también forma parte de la condición humana. No es gente que a uno le gustaría tener por amistades, necesariamente, pero una cosa es cierta: sus desventuras no dejarán indiferente al lector, quien se paseará, a veces admirado, a veces horrorizado, en esta galería de renglones torcidos de Dios, con el perdón del maestro Torcuato Luca de Tena.

"Compañeros Todos" está compuesto por dos secciones: "Feménite" y "Ciudadanizarse". En sus 157 páginas es un libro engañoso, parece que lo recorrerémos con facilidad, pero no. Nada más alejado de la verdad: nos detendremos en varias ocasiones, volveremos los párrafos y quizás diremos "¿Si leí lo que leí?", en el sentido de que el estilo de Echeverría tiene la cualidad de hacernos chocar con un muro de imágenes que pueden ser muy desoladoras. Ahí radica parte del encanto de "Compañeros Todos": un viaje, sin advertencias, por sendas llenas de espinas. La primera parte del libro refiere personajes principalmente femeninos, presentados en narraciones cortas en las que la voz principal recae en ellas. En el caso de la segunda, refleja más la relación de parejas o grupos, con atmósferas de activismo y represión gubernamental. Aquí están las lecturas de 94

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largo aliento, que incluyen escaladas de eventos bastante desafortunados. En ambas secciones hay sexo, bastante sexo, y —como han señalado otros reseñistas— bastante inconformidad (Revista de lo breve). Como lector, tiendo a fijarme mucho en el manejo de los diferentes tipos de narradores. Llama la atención la forma en que Adán Echeverría intercala lo que dicen, piensan y hacen sus personajes, pues obligan a estar atento, a diferenciar recuerdos y acciones que se mezclan constantemente. En ocasiones recuerda el paso agitado de la corriente de un río, en otras una voz dominante que dirige el transcurso de los acontecimientos. Ahora ¿en qué coinciden todos estos personajes? En situaciones límite que pueden llevar al lector a reflexionar sobre las fronteras de la ideología, el placer, la cordura mental, la masculinidad, la suerte -si es que existe algo así-, la fidelidad, el amor tóxico y el desamor desgastante, además de la resistencia del cuerpo. Aquí no hay escenarios esperanzadores ni redentores: sólo hombres y mujeres enfrentándose, enfrentando a los otros, lo mismo el mazo de la autoridad que al mazo con el que gustan de darse caricias. Destaca que no sabemos cuál será el desenlace de los personajes, pues pareciera que sólo nos asomamos —a manera de cámara cinematográfica— a los momentos cumbres, más bien momentos abismales, porque recorremos con ellos el margen al que han llevado sus vidas. El recurso de final abierto tiene el efecto de que volvemos al inicio del cuento, a tratar de entender como es que llegamos a esos embrollos, atar cabos, reconocer alianzas, dar con las malas decisiones, recorrer nuevamente las frases hirientes,


apreciar las decisiones largamente planeadas y las otras tomadas al vuelo. De esta manera tenemos a la esposa golpeada y adúltera ¿sobrevivirá a un último encuentro con su marido? No lo sabemos. La embarazada envuelta en drogas, cuyo resultado es una niña con malformación. ¿Terminará de renunciar a aquella vida por la que desafió a su madre? Lo dudamos. Le siguen otra madre y la terrible relación con su hija, a quien vende desde niña. Lo anterior son tan sólo algunos ejemplos que se van presentando al lector. Sin embargo, hay que destacar que la narrativa no es seca porque —poeta al fin— Echeverría nos comparte frases bellas y reflexivas entre tanta situación terrible, que nos hace más llevadero este viaje de exploración por la naturaleza humana. Aquí algunos ejemplos: "Sólo los soldados y los poetas tienen una memoria privilegiada" "El inframundo será nuestro constante lamentarnos la distancia" "La noche pasó silenciosa como un pequeño ángel de muerte" "La vida necesita héroes y cobardes que puedan escribir la historia" "No tiene sentido mentar madres si no tienes dónde caer muerto" "Creen que pueden ir diciendo por ahí: soy escritor, soy escritor, sin pagar las consecuencias" "Nosotros los de siempre, tan hermosos y revolucionarios" Éstas pertenecen al último cuento, "El Octavo Día", en el que me detendré un poco porque es una historia en la que aparece los elementos anteriormente citados: Llegamos a Talpa, ciudad en la que Ernesto escribe su "Informe para ciegos", texto personal que aborda de manera obsesiva, sin casi hacerle caso a quien se le acerque. Está "ido" diríamos y sólo vive para el tecleo: tlac, tlac, tlac. Escribe sobre él, Ángela,

Martha, Gordio, Mauricio, el taller literario Las Bugamvilias, la señora Zaid y un posible traidor llamado Estéfano. La cima del relato ocurre cuando la policía federal preventiva cierra las salidas de la ciudad para enfrentarse con manifestantes, mismos que se parapetan en el barrio, mientras el taller literario queda entre fuegos cruzados. Así comienza el periplo de los personajes, quienes llegan a resguardarse a la casa de la señora Zaid. Ella pone como única condición que —en caso de un cateo— se escondan en el techo pues no quiere a nadie dentro de la casa. La atmósfera se vuelve opresiva y tensa. Ocurre lo inevitable: Ernesto y Ángela se resguardan durante días en un tinaco. Ella enferma y él la abandona en un hospital. Se volverán a encontrar, pero lejos de la libertad, en un pasillo, torturados. Prisioneros. Aquí unos extractos: "Fueron varias las noches las que nos refugiamos dentro de los tinacos de los techos, Ángela pegada a mí como lamprea. Ahí fueron los abrazos, temblando por el miedo de a los disparos y el aporrear de botas de nuestra búsqueda. Yo te aporreaba el vientre sobre las nalgas. Fueron tantas noches seguidas y ellos no llegaban, pero bastó una noche, sólo una con su día colgado en el reloj para que ella enfermara. Mortales los tinacos, mortal el agua.". (p.146) "Ahí dentro del agua del tinaco éramos dos cuerpos arrugándonos. Todo fue la misma fuerza de las caricias; dos o tres sabrosos palos, presas del terror del momento en que levantaran la tapa o que rociaran metralla por pura diversión. Pero las incomodidades y el frío comenzaron a desquiciarnos; más de veinticuatro horas sirven para atraparse una pulmonía. Seis días remojados tuvo que ser demasiado. La lluvia siempre está presente en esos momentos neurálgicos de una historia. No puede haber narración de penas y tristezas donde el sol se mantenga a plomo, en el cenit, y nos vayamos quemando los huesos, secando, diría en este momento, y la lluvia sigue cayendo, palmo a palmo.". (p.147). delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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"Tuve que decir que no, que no la conocía, tenía la boca sangrante y las manos, y el dolor en la espalda, y el dolor en la conciencia, y el dolor… ella pasó junto a mí, le vi los pies descalzos. Me mantuvieron colgado de las muñecas mientras me preguntaban si con la luna o con el sol. Nos cruzamos en el corredor. Era como otra niña de la sierra, con los pies descalzos, rotos pies huidizos. Nunca conocí a sus padres, para qué avisar. ¿A quién? La tuve, nos tuvimos, huimos, nos agarraron. Tú lo sabes mejor que yo, Mauricio. Sálvese el que pueda, jugamos cuando niños. Base para todos mis amigos, pero ya no se puede salvar nadie en esta guerra. No podrás volver. No podré esperarte. Ella pasó junto a mí. Yo iba, ella venía, los dos con la cabeza gacha, los dos con una

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bolsa de tela cubriéndonos el rostro, yo le vi los pies, ella tuvo que ver los míos. Amor, amor había dicho, yo guardé silencio. Seguro volvería a negarte, más de tres veces, mucho más. ¿Cuál guerra? Tienes que parar. Detente. Tendré que llevarme la máquina o las hojas en blanco, para que puedas dormir. Tranquilo. Está bien, no me llevaré nada; pero aléjate de la ventana". (p. 144).

Escrito lo anterior, ahora la invitación es para que el lector haga su propio viaje, a que remueva sus entrañas, mientras camina por algunos de los senderos oscuros que suelen poblar otras vidas. Con suerte se quedará extrañado y, mientras se mira al espejo, susurrará: Aquí, somos Compañeros Todos.


Demersales en A mayor. por Sofía Garduño Buentello

Digo movimiento Nuestra historia, como la de cualquier otro pueblo, posee un sentido y una dirección. Octavio Paz.

EL PRESENTE NO ES MÁS que la suma de todas sus posibilidades. Podría imaginarse gráficamente como una explosión en la que cada suceso se lanzara al exterior aplicando fuerza en otros cuerpos con un sentido y una dirección. El presente es profundo y extenso, en él cabe el porvenir, el estar, el haber sido y todos sus planos se despliegan en un prisma inacabable. En él cabe el movimiento infinito de las partículas del humo, el flujo de los ires y venires de la materia. Sin embargo, si pensamos en el movimiento, no podemos decir que tenga un único presente, puesto que para ser movimiento es necesario que exista una suma de presentes pasados o presentes posibles: los objetos yéndose interminablemente. En los presentes no existe la calma. Así como el silencio es la ausencia de sonido y el frío, ausencia de calor, la quietud no es más que la ausencia de movimiento: nada. En el instante en que sucede que el movimiento cesa y se detiene en algún segmento del tiempo, llega la quietud. Pero esta quietud también transcurre en el tiempo y es probable que se detenga y llegue el movimiento nuevamente, el presente futuro. La quietud es tan solo energía potencial, energía que puede ser, el presente que está por ser.

El movimiento se vale del tiempo y de la alteración de los cuerpos que habitan el espacio al igual que como lo hace el sonido. El sonido en sí, carece de materia así que debe recurrir a las partículas del medio físico para moverse y existir a través de ellos como vibraciones en los cuerpos. De esta manera, el sonido, la voz y la palabra son movimiento. Pero no veamos el movimiento como un río lineal en el que el agua que corre se escapa para siempre y sin remedio. Sería mejor contemplarlo como la suma de sus presentes, la fuerza que aplica sobre su cauce y la forma en la que fricciona el aire que lo toca en la superficie. Es un vector que erosiona todo lo que habita la vida, una magnitud que ejerce fuerza en el éter flexible del tiempo. Si lo vemos de este modo, el movimiento seria al sonido, lo que el tiempo a la materia que vibra. El movimiento es la fuerza que esculpe la Piedra Rosetta y erige ciudades sobre ciudades, es la huella de los distintos presentes de la historia, es la quietud a punto de volverse marea que sube con el paso de la luna llena. La historia, es un movimiento de movimientos, el oscilar de todo lo que construye la realidad que conocemos. La historia es movidelatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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miento y el movimiento se vuelve historia. Esta se expande y se contrae como la pupila del ojo que la ve transitar. Hace falta comprender este latido, el ir y venir de la sangre colectiva para entender los presentes y sus sonidos en el cantar de las caracolas. Imaginemos: la Historia arriba a una costa remota como un barco que naufraga, otra sociedad observa el barco, lo estudia, lo imita con sus recursos y de acuerdo a sus medios materiales. La madera no es la misma pero es madera, y las velas ya no son de tela sino de palma. Así el lenguaje también se mueve, imita este proceso. Un imperio se expande y deposita su cultura en otras culturas, se intercambian movimientos, después se contraen en un idiolecto, en un geolecto, en un dialecto y se expanden nuevamente, zarpan hacia otras islas en busca de otros oyentes. El movimiento también existe en la cúpula celeste, cada estrella brilla su propia luz y la disemina sobre las demás. Ellas la absorben, la hacen propia y la externan nuevamente como si fuera el mismo mensaje pero con una voz distinta. El cielo se habla en la noche que observa a los hombres y nosotros nos hablamos mientras las contemplamos a ellas. Son las voces del universo, el movimiento es el sonido que ocasionamos en otros cuerpos, el movi-

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miento es el dialogo de todos los presentes que habitan la historia y sus ecos que nos acarician. Así, la fuerza que mantiene en marcha a la maquinaria del universo, es el dialogo fértil y creador que ocurre entre todos los seres. Digo movimiento, cuando digo mi nombre o el tuyo, digo movimiento en la ausencia también y deposito una flor probable en la oreja de alguna otra mujer. Digamos entonces, que la palabra viaja. Digamos movimiento para que las luces celestes nos visiten esta noche y tengamos algo que contarles, una canción de cuna, una promesa, la idea que se nos quedó plantada en la sien a las tres de la mañana. Digamos movimiento si es que queremos brindar por nuestra poca soledad cuando nos hemos percatado de que somos y creamos sonido en otros cuerpos. Somos vibraciones en fuga, yéndose en todas direcciones. Somos parte esencial de la orquesta sinfónica del existir, somos la fuga de Beethoven, la visceralidad de sus cuerdas, la belleza de la prórroga, del error, la armonía de las fuerzas que se encuentran y estallan y se repelen o se aman. Los presentes, son decires, son mareas, ecos, luces, balsas, lenguaje, quietud;son diálogo y yo, digo movimiento.


La memoria del pájaro por Ángel Augusto Uicab La poética del movimiento: Relación Danza-Poesía. "Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento. Y de la danza me ha venido seguramente el ritmo de las olas" Isadora Duncan (iniciadora de la danza moderna)

Si entendemos la poesía como la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra… (RAE, 23a Ed.); entonces, la danza es la manifestación de la belleza por medio del movimiento. Danza y poesía han estado íntimamente entrelazadas desde tiempos remotos; en las primeras expresiones dancísticas, el frenesí que causaban los cuerpos en agitación dejaba escapar un balbuceo, casi un grito, una voz temblorosa desde lo más profundo de las cavidades corporales; me refiero a los primeras aproximaciones a la poesía; es claro que antes de la danza primero estuvo la música, presente en la naturaleza: en el canto de los pájaros, en el sonido del agua, en el silbido del viento... Esa era la poesía primigenia que apenas despertaba del prolongado letargo, y que con torpeza sacudía sus alas como un pajarillo salvaje, sin memoria y misterioso. La danza, como se ha dicho antes, utiliza el movimiento como medio de expresión. El cuerpo humano es una especie de esponja que absorbe el universo que le rodea y tiene la necesidad de comunicarlo. El cuerpo tiene su propio lenguaje, un trazo equivale a una palabra;

de esta forma, al deslizar un pie, mover la cadera, levantar una mano o sonreír, se ejerce la escritura. Cuerpo, alma y técnica deben permanecer en equilibrio para, digámoslo así, crear el poema. Es por eso que Rudolf von Laban —maestro húngaro de danza moderna— apuntó que "La danza puede ser considerada como la poesía de las acciones corporales en el espacio". También Rubén Darío escribió sobre la relación Danza-poesía. En su crónica Miss Isadora Duncan, tras el estreno del performance de Isadora Duncan en París, señala "Pues en realidad digna de mucho entusiasmo esa rítmica yanqui que hace poesía y arte con la gracia de su cuerpo". El poeta encuentra en el baile y el cuerpo de la bailarina estadounidense la encarnación de la poesía y lo nombra "el poema de la forma". Para Darío, el cuerpo danzando de la bailarina era la visión de todo el arte; ella, una creadora de belleza, y apunta "La danza para Miss Isadora Duncan no debe tener ningún artificio y debe ser nada más que una trasposición o concentración del ritmo universal en el ritmo humano". Para él, más que la delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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representación de la danza, el de "la bailarina de los pies descalzos" eran actos mimados, poemas de actitudes y de gestos. El acto de escribir — poesía en este caso— de puño y pluma, es similar a una danza. También escribir se vale del movimiento: la

mano traza la letra, da giros y curvas para lograr la palabra; salta de palabra a palabra, se desliza en línea recta para conseguir el verso, se extiende por toda la hoja como el bailarín por el escenario y crea el poema.

El estudio de la poesía debe ir acompañado del disfrute de la misma, si tienes un libro de poemas del que quieras conversar, escríbeme

augustoangel.uc@gmail.com

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Mi punto de risa por Roberto Cardozo

La danza, ese puente para comunicarse con los dioses. Cada ocasión que recibo noticias alegres o vivo situaciones que me hacen muy feliz, me da por bailar. No soy Fred Astaire, lo tengo que reconocer, pero simplemente bailo, es algo que me nace así sin más. La danza es una de las expresiones artísticas más antiguas de la humanidad y una de las más bellas, sobre todo porque el nacimiento de la danza se debe a que el hombre buscaba mejores maneras de comunicarse con sus dioses. Y es cierto, ¿quién no se ha sentido transportado a estados de éxtasis espiritual mientras baila? Aquél que no haya sentido algo especial al momento de bailar, seguramente lo hizo por compromiso o por ligar. Bailar así sin más, como si no hubiera mañana, como si nadie nos estuviera mirando, como si nuestra vida dependiera de ello. Cada vez que veo a alguien bailando de esta manera, imagino su comunión con algún ser sobrenatural que se encarna en su cuerpo. Claro, a muchos les da risa, pero es de admirar el rostro en éxtasis de las personas cuando bailan y se olvidan del mundo. La danza ha tenido una gran evolución en toda su historia, y tengo que declarar que no soy muy afecto a ciertas danzas modernas como el ballet, que se ocupa un poco más de la cuestión estética y plástica; prefiero esas danzas que sirven de puente entre los seres humanos, y esas fuerzas inexplicables que algunos llaman dioses. No digo que el ballet

no lo sea, pero por lo general quedamos como espectadores cuando podemos ser los protagonistas de estos puentes mágicos que proporciona bailar como poseídos en medio de un antro o de un baile de la colonia. La danza, el baile, como todas las artes, es capaz de permitirnos expresar nuestros sentimientos y nuestra concepción del mundo. Estas formas de expresión son las que nos hacen entender mejor todo nuestro entorno, son una manera de puente de comunicación también entre los seres humanos y sus sentimientos. No concibo la vida sin el arte en general, sin música y baile mucho menos. Esta intención del arte, de la danza, se ha venido olvidando para hacerla meramente de entretenimiento sin contenido, dando como resultado que el arte deje de tener esa función de sublimación espiritual. A pesar de que se ha olvidado un poco el origen ritual de la danza, de que ahora vemos a la danza como algo lúdico, recreativo y como mencioné al principio, algunos bailan con fines de galanteo; no dejamos de sentir esa energía mágica cuando de verdad bailamos. Bueno, por el momento me despido porque en un rato voy a mis clases de salsa en pareja. Disfrutar el baile no está peleado con las ganas que le traigo siempre a mi novia, yo también bailo para agarrarla de "cartoncito de cervezas". delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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La Niña TodoMePasa dice: por Jéssica de la Portilla Montaño

¿Vamos a bailar? Aventuras en Rancho-Pueblo, capítulo mil8mil: Llevaba meses diciéndole a mi esposo que quería ir a bailar (buah, yo que comencé escribiendo reseñas de fiestas y raves). Esa noche me arreglé super guaaau y que a dónde me vas a llevar, dimeee, ¿a dónde, a dónde???, pero no me quiso decir porque era sorpresa. Llegamos de volada y a estacionar el carro; el viene-viene nos dijo que el antro "Jardines de no sé qué" estaba a unos pasos y que 50 pesitos de cover, pues va.

"Gardens de no sé qué, MEN'S CLUB"…

Ya adentro y todo el show, la pasamos risa y risa toda la noche porque el DJ andaba medio pacheco: comenzó con música disco y de pronto le dio el cambiazo a… ¿Chayanne??? (fiestaaa en Américaaa caaa caaa), total que hasta la de "Vamos a jugar" de Lorenzo Antonio bailamos, y del "Ahora te puedes marchar" de Luis Miguel, se brincó a "Sexy and I know it" de LMFAO. ¿Qué onda con su playlist???

—Oyeee! —le reclamé a mi querido esposo—. Está bien que te dije que quería bailar, ¡pero por qué me traes a un table-dance!!! (oígame, nooo)

Al día siguiente desperté ni digo a qué hora, y me encontré con que mi esposo me había preparado unos ricos chilaquiles rojos con carne asada…

Regresamos al carro muertos de risa y bromeando que si la entrada de 50 pesitos incluía seis botellas y dos privados. En eso vimos a una parejita y así de mhhh, no creo que lleve a su novia a un table, ¿verdad? Les preguntamos por el antro, y resulta que los "Jardines de no sé qué" estaban pasando el Men's Club.

¿…qué hice para merecer esto, Dios míooo?

Caminamos, y en eso veo el cartel:

Mi esposo tenía nueve años sin ir al lugar y por eso apenas si se acordaba de la ubicación, pero ya me imagino el oso, si por irnos con la finta hubiéramos entrado al antro que no era.

Ay, pero qué bonito es estar casada.

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Incipit

por Blanca Vázquez

Que viva la Quinceañera Hoy despiertas a la vida hoy dejas de ser una niña eres como una mariposa que sale de su capullo como una rosa que abre sus pétalos al aire a partir de hoy con la ayuda de tu papi y de tu mami te empiezas a forjar como mujer hoy, ya no eres una niña… La Quinceañera1.

Una cancha de basquetbol en el pueblo, una cerrada en el barrio, un salón de fiestas o un patio de casa, son lugares adecuados para llevar a cabo una danza de siglos atrás y que se popularizó en México en la época porfiriana. El vals de origen europeo llegó para quedarse y ser parte de la idiosincrasia mexicana, sobre todo cuando una niña cumple XV años, la familia se propone hacerle su gran fiesta, ese día que según ellos jamás olvidará porque es el comienzo de una nueva etapa. El vals tiene como particularidad que una pareja gire al ritmo de la música, la joven tomando la punta de su vestido y un pañuelo de tela y el joven al ir girando va buscando ver el rostro de aquella que le ha permitido la pieza musical. Entre la nobleza europea era muy cotidiano que se asistiera a los grandes salones con el ánimo de ir promocionando o mmm por decirlo de otra manera sugiriendo a las mujeres jóvenes a tomar esposo o bien, que éstos decidieran cuál era de su preferencia. Sí, como objetos en un bazar. 2

Pero veamos, Le Boulch considera a la danza una manifestación de lo vivido, el gran Barysknikov3

opinó acerca de ella que era un multilenguaje que podía adecuarse a toda cultura o a toda civilización, la coreógrafa Carmen Bojórquez considera que permite entender la relación entre la espacialidad y la corporalidad. Es decir la danza —cualquier manifestación de ella— es un arte importante. Si es entonces la danza un arte que nos permite conocer una cultura en especial, ayuda a la sociabilidad entre los individuos, provoca valores estéticos o bien, simplemente permite el desahogo o recreación de la energía del cuerpo, cómo es que en la fiesta de quince años ya no se baila vals (las jóvenes ni lo conocen) sino una melodía extranjera un tanto ad hoc con el ritmo que pretende el coreógrafo (que hoy abundan para esos menesteres y se alquilan con todo y chambelanes) que sin haber acudido a la Escuela Nacional de Danza, se dice experto en bailes de quinceañeras. ¿Dónde entonces queda el arte del vals quinceañero? hoy, ya no eres una niña a partir de hoy... !!!!YA ERES CANCHA OFICIAL!!!!

1. Letra de la canción La Quinceañera del grupo Los Lagartos. 2. Jean Le Boulch. (1992). Hacia una ciencia del movimiento humano. España: Paidós. 3. Mijaíl Nikoláyevich Barýshnikov, apodado Misha, bailarín, coreógrafo y actor ruso. Se le ha considerado el más perfecto. Recuerdo las tarde en que TV UNAM transmitían un programa de ballet y fascinada veía el Lago de los cisnes o cualquier otra puesta en escena. delatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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hoy es una fiesta con un pastel de fresa quince velas en la punta y los gorrones en la puerta

Considero que en la manifestación propia de la fiesta de XV años, primero la indumentaria: vestido ampón, de cintura estrecha, de peinado alto, strapless y con resultados de una dieta rigurosa para que ese día se vean los huesitos o las lonjitas, maquillaje ultra que incluye pestaña postiza y alaciado de ceja, brillitos en los hombros y zapatillas a tono. Luego los acompañantes: chambelanes que ya sean rentados o no, nunca bailan bien, tienen una mirada de palo y casi siempre uno es el novio de la novia, digo, de la quinceañera. No podemos dejar de lado la larga lista de padrinos, brindis, cojín, misa, arreglos, centros de mesa, bebida, último regalo, último juguete, coronación y otros más para que abonen a la fiesta porque el guardadito no alcanza. Uno de los personajes principales es la persona que presentará a la sociedad ahí presente, a la joven quinceañera y recordando los XV años de Espergencia4 los alipuses no podían faltar, y entonces sí: Que hoy nació una flor, que entonces sí es el orgullo de sus papás, que ahora bien ya es toda una mujer, que bien por todos no les vaya a defraudar; alzan copas (aunque sean vasos desechables) y brindan y brindan con tal de que llegue la comilona, y el bailongo o el "dancing mexicano5" como le llama Alberto Dallal, el vals ha quedado en el olvido Dios nunca muere, Sobre las olas, Alejandra o el Danubio azul es sólo un imaginario o una representación con algo de Coldplay, Gwen Stefany o Maroon Five. El DJ, pondrá un ponchis ponchis o si bien va una Salsa para sacar brillo al piso y lucir el vestidazo o el traje alquilado.

La quinceañera ya transformó su vestido en un mini vestido y al ritmo de No rompas más todos al unísono se moverán como verdaderos conocedores del Country, y hasta doble vuelta darán para poner más feeling. Sí, la fiesta de XV años es un espacio donde la danza cumple sus funciones principales, se bailan diferentes ritmos (aunque se desconozcan) y permite eso sí, que la joven ya pueda sentirse parte de —me pregunto si antes no lo era o no lo sentía así— una sociedad que todo imita, incluyendo los ritmos dancísticos. el del vals se equivocó la quinceañera se cayó tu papá se escabulló con la comadre se perdió Esta es tu noche con tu novio en el coche las ventanas se empañaron y los dos se besuquearon

La danza del vals en México fue censurada por aquellas mentes limpias y no pecaminosas que veían que el acercarse al otro sólo degeneraría en el deseo y el placer, y quizá sí o quizá no; éste sobrevivió a las buenas o malas costumbres y se sigue dizque bailando en ese acto tan especial de ofrezco a mi hija y sino usted pregunte. Lo que sí es cierto es que la danza en cualquiera de sus formas nos habla e incita los sentidos, es la razón de una corporalidad que disfruta el ambiente y mueve la huaracha al mejor son que le toquen, perdón, digo vals. quinceañera mi quinceañera sólo quiero que seas feliz conserva mi quinceañera tu inocencia hasta morir. Si tienes comentarios, escríbeme: itasavi@hotmail.com

4. Chava Flores autor de la canción popular Los XV años de Espergencia. 5. Alberto Dallal. (1982). El "Dancing mexicano". México: Oasis.

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Desvaríos de la freaky neurosis por Gema E. Cerón Bracamonte

La vida es una danza. "A nadie le importa si no puedes bailar bien. Levántate y baila. Los grandes bailarines son muy buenos por su pasión". Martha Graham

Un buen día, escuché a una bailarina decir: "La vida es una danza, a veces fluye y a veces te pisan los pies". A partir de ese momento, comencé a pensar que tenía razón, la vida es un baile. Un baile al cual fuimos enviados sin pedirnos opinión alguna. Un baile del cual no escogemos la música, pero debemos aprender a ejecutar de la mejor manera. A veces bailamos solos y a veces en pareja; pero lo cierto es, que aunque no escogimos venir, siempre terminamos buscando algo. Imagino un baile de máscaras, la vida también es así. En ocasiones, usamos caretas para aparentar algo que no somos o sentimos. Para demostrar fortaleza o alegría, cuando carecemos de ella. Porque los danzantes odian ver nuestro verdadero rostro. Porque todos se marchan ante el primer disturbio, a nadie le gusta cargar con tristezas ajenas. Y seguimos bailando solos, cuando de pronto, nuestros pasos nos conducen a una pareja a quien le pedimos acompañarnos; porque nos acoplamos a su manera particular de bailar. En ese momento, nos sentimos dueños de la pista y del mundo entero. Mientras los demás murmuran al respecto; pues algunos lo aprueban y otros no; pero eso no importa, igual seguirás bailando. De pronto, existe un cambio de ritmo. Entonces, te das cuenta que los murmurantes tenían razón, esa pareja no te convenía. Si tienes suerte, consigues la manera de seguir bailando con tu pareja, a pesar de los cambios externos.

También encontramos personas en la búsqueda eterna de la pareja ideal. Siempre inconformes con los defectos ajenos, porque en el fondo, no pueden reconocer el verdadero problema en ellos mismos. Son demasiado perfeccionistas y quieren que todos se amolden a su ritmo; pero son incapaces de ceder un espacio en sus vidas, para aprender nuevos bailes. Encontrarás danzantes que te harán tropezar, o incluso aquellos que deseen sacarte del número musical. Pero si alguna vez caes, deberás evitar los pisotones. A veces, tienes que levantarte con dignidad, ir al vestidor y cambiar de traje o de careta, según la ocasión lo amerite. Y aunque te encuentres rodeado de miles de personas, siempre terminarás bailando solo; porque la vida es una búsqueda constante. Búsqueda de pareja, melodías e incluso de mejores escenarios. Si encuentras una pareja confiable, podrás quitarte la máscara y serás afortunado por ello. Jamás volverás a sentir la necesidad de cubrir las apariencias, pues esa persona te aceptará con todos tus errores.

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En la vida, como en la danza, debes aprender a bailar todo tipo de ritmos; aunque a veces, te toque bailar con la más fea. La vida es un baile y ya sea que lo disfrutes o no, has llegado al escenario por una razón. Tampoco sabes cuánto tiempo durará cada acto o cada pausa entre canción y canción. Pero debes aprender a moldear tus zapatillas de baile. Si es necesario, utiliza

esparadrapo entre los dedos, por si alguna vez te toca bailar de puntillas y ejecutar un fouetté. Pase lo que pase, no importa, continúa bailando a tu ritmo. Recuerda que el baile no será eterno y algún día deberás abandonarlo. Mientras tanto, intenta disfrutar cada coreografía. Si tienes comentarios, escríbeme: evieangelist@hotmail.com

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Nos vemos en el slam por Mario Pineda Quintal

Entre recuerdos y nuevas generaciones. El sábado 19 de noviembre fue uno de esos días que deben repetirse cada semana o mes en la ciudad de Mérida o de plano en algún punto de todo el territorio estatal. A unas horas de conmemorar otro año más del inicio de la Revolución Mexicana, la segunda edición del MidFest otra vez desplegó un ambiente musical y visual en el local del Sindicato Único de Filarmónicos, Sufy abreviado entre paréntesis. Después del mediodía la fiesta inició con la presentación de un cartel integrado por colectivos culturales, bandas musicales y artistas visuales que demostraron que la calidad del arte yucateco no depende de un encierro en galerías, museos, teatros o estadios. De lo que puedo destacar en este número de la parte musical del evento, según mis gustos, fue la presentación de nuevas rolas de In Vitro MusicLab, banda ya consolidada en la historia del rock yucateco, además Roots and Flowers Collective, aunque no tocó las canciones, con sus sonidos y letras hizo recordar algunos miembros integrantes del público el reggae inolvidable de la desaparecida agrupación Polok Tolok. Mismo sentimiento de nostalgia que compartí cuando desde la barra que ofrecía cerveza a un precio accesible miembros de la también extinta Mama Ruda y los Skatastróficos Hijos del Henequén se presentaron bajo el nombre de Santiaguito Brass echándose unas melodías para calentar el slam que explotó en toda su intención cuando al escenario sonaron los ritmos de la KolektaSka, música que añadió a la fiesta el baile de codazos y

patadas. Previamente sonaron los covers cumbieros de las Mihadas Madrinas y el Jazz de Swinga Tu Madre. Para cerrar el escenario principal, minutos después de la medianoche, Emiliano Buenfil y su Chancil Tropical trasmitieron un ritmo guapachoso que hicieron zapatear a un buen número de los asistentes de los cuales, quienes llegaron un poco antes, observaron las proyecciones de las imágenes de Foto Buzón, proyecto que desde años atrás reúne en una amplia colección de trabajos realizados a través de la cámara de fotógrafos locales. Asimismo vimos la emprendedora labor cinematográfica del joven director Mario Galván que mientras un cambio de banda presentó tráileres de sus trabajos y el cortometraje "Sinfonía Adolescente". La obra visual también contó con la elaboración de grafitis en las paredes del sindicato relacionados a la pasión musical. ¿Por qué días como éste deben repetirse más de una vez al año? El mismo evento responde a esta pregunta, demostrando que en el estado existe una capacidad de organización y creatividad que da vida al arte y la cultura alternativa, y que este movimiento sigue reuniendo a generaciones, sin importar las edades, lo que motiva a seguir creyendo que Yucatán es una tierra destinada a una amplia diversidad de arte en cualquiera de sus estilos o manifestaciones. Hace más de diez años, entre el tercero de prepa y los primeros semestres de la univerdelatripa: narrativa y algo más, No. 31, Noviembre 2016.

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sidad, conocí que había algo más en el arte yucateco donde el sueño es inamovible, me gusto, me fascinó. Por decisión propia sigo en él escribiendo esta columna o asistiendo a eventos. Mucho ha cambiado, foros cierran sus puertas y otros abren, bandas tocan su última rola y escuchamos las primeras de las nuevas. Cambios que pasan en todas las manifestaciones y que no deben afectar los intereses gustosos de seguir en este ambiente y las ganas de motivar a nuevas generaciones a ser parte del público o los creadores.

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En esta segunda edición del MidFest pude ver caras conocidas de músicos o artistas visuales, amigos con lo que muchas veces compartí las chevas en la desaparecida Quilla o la Periferia y conocidos solamente de vista, algunos de ellos ya con sus hijos, compartiendo los bailes, escuchando la música o viendo los trabajos visuales; este es un acierto del festival, ser una vía para que los niños puedan conocer esta opción de diversión o estilo de vida y aunque suene a cliché, en un futuro, hereden la fiesta con la pasión que hoy la disfrutamos y apoyamos para que siga a buen ritmo el slam local.


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