Revista delatripa no 10

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NĂşmero 10. Diciembre 2013.

delatripa: narrativa y algo mĂĄs


Revista

Narrativa y algo más Número 10. Diciembre 2013. Es un proyecto de la Catarsis Literaria El Drenaje, editada en Mérida, Yucatán. Revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría (romeolobos@yahoo.com.mx). Consejo Editorial: Angélica Santa Olaya, Alejandra Aké Sustersick, Joelia Dávila, Cristina Leirana, Roberto Cardozo, Jorge Manzanilla, Mario Pineda Quintal, Daniel Ferrera y Édgar Damián.

Contenido Cuento fantástico mexicano Miguel Lupián .................................................... 3 Dioses y hombres Miguel II Hernández Madero ............................. 6 La ensayística de Nancy Morejón Juan Manuel Zuluoaga Robledo ...................... 12 El amor y la muerte están en Chino Juan Machín ..................................................... 19 ¡Bingo! Jesús M. Koyoc Kú ........................................... 21 Sueños Ángel Édgar Damián Peñaloza ....................... 23 Estridentología crónica Ángel Fuentes Balam ........................................ 25 Brackets José Sifrogante ................................................. 33 Habrá luz dentro de los ojos Nadia Contreras ............................................... 41 Una de las historias de Malú Víctor Manuel Pazarín ..................................... 46 Revistas Esaú Cituk Andueza .......................................... 48 Minificciones Andrea Campos ................................................ 54 Dos textos Andi Escalante .................................................. 55 Nuestras Curas Ibrahim Pech .................................................... 59 Nos veremos en el infierno Jhonny Euán ..................................................... 60 Carlos Emmanuell Candila .......................................... 66 tres cuentos porque los pares me irritan joelia dávila ...................................................... 77

Columnas El cálamo de los cronopios natos Susana Mota López .......................................... 82 Sin papeles Daniel Ferrera .................................................. 87 Nos vemos en el slam Mario Pineda Quintal....................................... 89

Imágenes portada e interiores de la Artista

Lizette Abraham delatripa: narrativa y algo más


Cuento fantástico mexicano Miguel Lupián Esta lectura que recomiendo debe verse acompañada de una actitud más activa hacia el texto: no es necesario para ello escribir ni pintar: basta tener una actitud creativa ante el mundo. Emiliano González*

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uento fantástico mexicano, si dices en voz alta o publicas en las redes sociales estas tres palabras juntas, te ganarás el repudio de los escritores "serios". Es una maldición. Una piedra enorme que tenemos que empujar cuesta arriba todos aquellos que nos aferramos al género fantástico (sí, género, no subgénero). ¿Será por "mexicano"? Tibio, tibio. Me parece que hablar de malinchismo en estos tiempos es obsoleto, sin embargo no se puede descartar. ¿Será por "cuento"? Caliente, caliente. Para algunos el cuento no es más que un ejercicio, un escalón para llegar a la novela. ¿Cuántas veces no hemos escuchado decir a amigos y familiares (cuando alguno de nuestros cuentos fue de su agrado, claro): "Ya estás listo para una novela"? Sí, hemos sido víctimas de la "novelización", donde las grandes editoriales (y los propios autores) nos han inculcado que entre mayor número de páginas tenga un libro, mayor será la calidad y el rendimiento de nuestro dinero. Pero no culpemos únicamente a las editoriales. El verdadero problema es nuestra falta de memoria (no sólo en lo literario). ¿Qué pasó con esa rica y vasta tradición de leyendas, precursoras del cuento: La calle de don Juan Manuel de José Gómez de la Cortina o La mulata de Córdoba y la historia de un peso de José Bernardo Couto han quedado en el olvido? No vayamos tan lejos: ¿Por qué ya no mencionamos a Arreola, Torri o Valadés (con su hermoso proyecto El cuento)? Por supuesto que esto lo podemos remediar visitando librerías de viejo o tomando Sukrol.

¿Será por "fantástico"? Hirviendo, hirviendo. He aquí el meollo del asunto, el verdadero culpable. Muchos han tratado de definir lo fantástico (Caillois, Castex, Vax, Todorov, entre otros), pero me quedo con la definición de Flora Botton Burlá: La literatura fantástica es un género que ejerce una fascinación especial. Inquieta, intriga, y se resiste a las clasificaciones y codificaciones. El escritor fantástico, en ejercicio de su libertad suprema, propone otros mundos, diferentes tipos de respuestas frente a la realidad, y el lector, también en ejercicio de su libertad, puede aceptarlos o rechazarlos, pero se ve forzado a tomarlos en cuenta, siquiera por un momento. De esta manera ejercita su imaginación y satisface, aunque sólo sea parcialmente, cierta sed de aventuras que existe, creo, en todos los seres humanos. La lectura de obras fantásticas pide un espíritu abierto, dispuesto a aceptar la posibilidad de diferentes alternativas, pero pide, sobre todo, una voluntad de juego. Quien no está dispuesto a jugar (y a permitir que se juegue con él), quien no quiere arriesgarse, por poco que sea, no se adentra con gusto en la literatura fantástica.**

O sea, como bien apuntó Emiliano González, la literatura fantástica necesita de lectores creativos. Grave problema en un país donde todo y todos conspiran para que suceda lo contrario. Hace algunas semanas, en una plática de ciencia ficción en la FIL del Zócalo, dos autores españoles (disculpen si no apunto sus nombres: se terminó mi suministro de Sukrol) mencionaron delatripa: narrativa y algo más

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que el menosprecio por lo fantástico se debía a Tolkien, pues muchos creyeron que lo fantástico tenía que ser como El señor de los anillos (que es una rama de lo fantástico, llamada fantasía), incitando a que una horda de escritores se pusiera a escribir este tipo de historias. ¿En realidad fue culpa de Tolkien o de los propios escritores que copiaron su fórmula? También mencionaron que las editoriales habían puesto su granito de arena etiquetando las obras. Recordemos que esto es un negocio. Las editoriales tienen que vender libros, independientemente de su género y calidad, y las etiquetas sirven para facilitarle la compra al lector. ¿Por qué no aceptar la etiqueta y preocuparnos realmente por escribir obras significativas, como bien lo hicieron Amparo Dávila, Inés Arredondo, Guadalupe Dueñas, Francisco Tario, Emiliano González...? Afortunadamente no todo está perdido. Editoriales como Ficticia, que siempre le ha apostado al cuento, cada vez se posiciona mejor en librerías. Lo mismo sucede con Resistencia, una bocanada de aire fresco. Y qué decir de Almadía, que está publicando una tras otra antologías de cuento fantástico.

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Sin embargo, la verdadera luz al final de túnel proviene de los proyectos electrónicos, pues además de exponer a una enorme cantidad de autores promueven la creación literaria a través de sus convocatorias. Y su distribución es infinitamente superior al tiraje normal de un libro. Por ejemplo, en Penumbria, revista fantástica para leer en el ocaso, un proyecto pequeño de apenas año y medio de vida dedicado exclusivamente al cuento fantástico, promediamos 15,000 lecturas por número. Así que olvidémonos de las insulsas rencillas de realistas vs fantásticos, de novelistas vs cuentistas. Hay lectores para todos. A final de cuentas, sólo hay dos tipos de literatura: la buena y la mala. * Emiliano González: Historia mágica de la literatura I; Azteca, 2007. ** Flora Botton Burlá: Los juegos fantásticos; UNAM; 3era ed, 2010.


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Dioses y hombres Miguel II Hernández Madero

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ra el amanecer del primer día, del inicio de los tiempos. Había terminado la noche de la creación y el fuego purificador resplandecía desde el oriente. Entonces la piedra calcárea se levantó del mar separándose de sus dominios por única ocasión. Señalan los antiguos que el proceso que determinó su creación fue en los instantes, tal vez eternos, del primer amanecer, en el inicio de la Cuenta Larga, aquella que fue marcada en el firmamento con el doble destello de la estrella mayor. El Cargador del Tiempo iniciaba así su denso viaje hacia nosotros. La caliza cobró vida con la primera luz del sol, se movió convertida en figuras humanas, con una originalidad absoluta y contradictoria. De aquella dura osamenta de materia inerte se fecundó una generación de seres determinantes. El Creador los dejó, no les tomó atención. Vinieron del mar. Formados de conchuela emergieron del eterno vaivén de las olas. Llegaron buscando su destino con la nostalgia de un pasado inexistente, quizá buscando trazar un destino, desafiando a los mismos dioses, ¿quién lo sabe? Sus huellas pronto quedaron en la tierra inesperada que había emergido del mar después de todas. Sus pulmones se llenaron con el aire de la planicie, sus ojos recorrieron la llanura blanca e hicieron propia la Península que mira hacia el norte. Lago invertido, osario aplanado, tierra inesperada que emerge del 6

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mar, punto de partida de todos los seres vivos. Antes que existiesen los hombres de barro y los hombres de madera, emergieron los hombres de caliza.

I El rumor de las olas producía ecos en la pequeña cueva horadada en la caliza. Dentro un joven pescador veía fijamente la luna reflejada en el mar. Estaba sumido en un trance que le llevaba más allá de ese sitio y de ese tiempo. Entre el monte cercano su hermano se desplazaba sigilosamente, tanto para evitar ser sorprendido por las criaturas de la noche como para descubrir alguna presa. De repente escuchó un ruido entre la hojarasca y se detuvo. Sus músculos se tensaron. A lo lejos vio la luna reflejada en un par de ojos. No necesitó de más para identificar al armadillo que se desplazaba en busca de su madriguera. El animalillo se sintió levantado de la cola y luchó con todas sus fuerzas, ofendido por ese ultraje al ser alzado hasta la altura de la cara del joven, quien le miraba divertido. Tras unos instantes el cazador depositó en el suelo a su presa y con un leve golpe en su caparazón le hizo avanzar. -Aún no -le dijo -será en otra ocasión.


Satisfecho, el hombre se encaminó hacia su vivienda y antes de llegar sintió nauseas. La sensación no le era desconocida. El monte pareció ser cubierto por la niebla y tuvo una visión. Entre los árboles surgieron edificios majestuosos desafiantes del tiempo, en honor a dioses aún no nombrados. Dentro de la cueva, su hermano avivó el fuego donde vislumbraba el paso de las Eras y recordó la visita de los Ancianos, noches antes, quienes le hablaron del futuro. Al poco rato ambos hombres estaban frente a frente. Sabían de las visiones que había tenido. Así fueron conscientes de las duras jornadas que les esperaban. Al amanecer nuevamente recibieron la visita de los Ancianos, los padres/abuelos, les recomendaron prepararse para el duro camino que tendrían que cruzar. Ese mismo día ambos prepararon unos bastones con ramas de mangle. El secado y curado de la madera con agua de mar les llevó hasta la siguiente luna llena. Cuando los bastones estaban listos regresaron los Ancianos. -Se acerca el tiempo para que abandonen estas playas -ordenó el mayor de ellos, con palabras suaves como el rocío de la mañana. Los hermanos asintieron y día a día, incluso a la luz de la luna, recordando la noche del caos y de la creación, recorrían los montes cercanos, preparándose para la jornada que los llevaría lejos del primer hogar. En otra visita, los ancestros les ordenaron preparar madera de zapote. Con ella construyeron un chilul, artefacto alargado con filos de obsidiana en dos lados, así como una lanza de punta larga y plana. Nacieron así las primeras armas.

Cuando se acercaba el tiempo de la siguiente luna llena ambos supieron que estaban por partir. Los ruidos del bosque parecían sollozos emitidos como despedida hacia aquellos que no regresarían. Antes del regreso de los ancianos los hermanos vieron surgir de las sombras de la noche a dos de los bolontikús (nueve dioses del inframundo). Llegaron destrozando árboles y reviviendo el caos, pero ésta vez no era el generador de la creación. Llevaban en su furia el fin de la vida. Pese a la destrucción inminente los rostros de los hermanos se mostraron impávidos a la luz de la luna. La furia de los bolontikús pareció vacilar ante el grito de desafío del cazador, el primero que habría de escucharse en esas tierras. Con el chilul en la mano embistió al ente maligno. A pocos metros de ahí, su hermano, el pescador, empuñó su lanza. Con rostro inexpresivo se enfrentaron a las deidades innombrables. Entonces los dos hombres quedaron fundidos en una sola conciencia, en un solo sentir. La noche se llenó de gritos y alaridos que hicieron que las criaturas nocturnas se aproximaran, pero se alejaron al ver la furia de los entes del Xibalbá (Inframundo). Al amanecer los cuerpos de los bolontikús fueron iluminados por el Sol y las heridas de los hombres testificaban de lo duro de la contienda. Los dioses del inframundo huyeron, no podían morir, pero habían conocido del dolor causado por la mano de los hijos de esta tierra. En el lugar de la lucha sólo quedaban astillas pétreas y sangre, como testigos de la lucha entre dioses y hombres. Dos rostros inexpresivos contemplaron todo y a sus espaldas surgieron los ancianos/padres, quienes habían delatripa: narrativa y algo más

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caminado toda la noche temiendo por el resultado de esa lucha. -Los bolontikús vinieron para evitar que ustedes partan -dijo un anciano. -Ellos sembrarán el pánico entre los hombres, pero ahora saben lo que es sentir dolor sentenció el cazador. Los hombres se miraron sin decir palabra, cada uno consciente de sus heridas. ¿Habían sentido temor? No. Solamente dejaron que las cosas ocurrieran y nunca pensaron que podrían haber llegado al final de su camino. Sabían que aún les quedaban cosas grandes por hacer, en torno a ese mar del cuál había surgido la vida. Los ancianos hablaron todo el día. Les contaron de tiempos gloriosos aún por llegar, de calamidades e infortunios, así como de un resurgimiento, pero todo ello podría no realizarse si acaso el mundo era destruido en los días oscuros. Supieron por boca de ellos de un eclipse de Sol que marcaría el inicio de unos días aciagos, llenos de pesar y en cuyas sombras viajaría el espíritu eterno de la destrucción. -Ambos deben estar listos, no sólo para esta tarea, también deberán aprender para enseñar en el mundo que están por defender -advirtieron los ancianos al anochecer. Los muchachos se vieron a la cara y luego se sentaron en el suelo a una señal de los abuelos/padres quienes entonaron cánticos desconocidos. Una suave brisa marina envolvió la escena y luego la noche pareció poblarse de palabras no pronunciadas. De la oscuridad surgieron las luciérnagas. Su luz titilante coronó a los jóvenes quienes observaban a los mayores en silencio. 8

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Las voces de los padres/abuelos llevaban un ritmo que acabó por adormecer a los jóvenes. En sueños se vieron tomando caminos diferentes. Uno sintió la llegada del saber invaluable, del don para sanar cuerpos y almas. El otro se vio en medio de grandes bloques de roca caliza, piedras que se extendieron hasta formar grandes ciudades y luego cayeron absorbidas por la vegetación. El amanecer sorprendió al extraño grupo. La mirada de los ancianos indicaba que ya nada era igual. Los hermanos habían cambiado en su interior. Días después, tras ser bendecidos por los rayos del Sol, los hermanos emprendieron el camino que los llevó a la entrada del Inframundo. Detrás de ellos quedaron los ancianos quienes lentamente dieron la vuelta y caminaron hacia el mar, sus huellas en la arena fueron borradas por el viento y las olas parecieron abrazarlos conforme avanzaban dentro de las aguas, con la espuma semejando un etéreo sudario. Los abuelos/padres habían cumplido y los hermanos partieron de la costa donde habían pasado la primera etapa de sus existencias. El monte parecía separarse frente a ellos dejando a la vista caminos de blanca piedra que los condujeron hacia la entrada del Inframundo. Frente a la caverna suspiraron, no necesitaban palabras para entenderse, con una mirada se comunicaron y tras aspirar el aire de la planicie, quizá por última vez, penetraron en las sombras y vieron el sitio donde iniciaban las escaleras que conducían hacía un río de corrientes furiosas. Estaban dispuestos a vencer la nada, para emerger nuevamente como conquistadores de la vida y la muerte. Ese era su destino. Sabían que estaba ligado a la planicie y a ellos los tocaba salvarla.


El cazador miró hacia atrás, para despedirse de la luz del día y encerrar en su mente esa claridad que hasta entonces nunca había dudado que seguiría saliendo. Su rebelión contra el Xibalbá apareció en sus espíritus como la reivindicación de la claridad y la unidad. Ellos sabían que juntos podían vencer. Estaban convencidos que era necesario alzarse en defensa de un mundo que iba a ser destrozado. Era en suma una protesta en forma primitiva, al enfrentar la primera contradicción entre el principio de justicia y la injusticia. Sabían que más allá del primer río que surgía entre dos árboles de jícara, corrían otros tres, uno de pobredumbre, el otro de sangre y el último de agua. El primero les conduciría al Xibalbá y a la sala de los doce dioses. Los hermanos no lo sabían pero el viento que se levantaba en las salas de tormento del inframundo repetía sus nombres, como presagio de su llegada. Los bolontikús sabían que no se trataba de hombres comunes. Quienes se aproximaban no habían sido creados, no habían nacido y los seres de las sombras ignoraban si acaso tendrían un final. El Inframundo rugió con la llegada de los hermanos quienes no necesitaron internarse en él. Los bolontikús lanzaron contra ellos a sus emisarios, pero estos probaron el filo del chilul y sus entrañas vacías fueron penetradas por la lanza de hoja de piedra. Las entidades sin nombre no pudieron salir, desde la entrada los hermanos, primeros holkans (guerreros) de la planicie, les impidieron que destruyeran el mundo recién creado. Así el orden fue restablecido tras los cinco días aciagos y ambos suspiraron, aliviados quizá, por no haber tenido que internarse en el reino de la muerte. Al terminar la lucha, el cazador y el pescador retrocedieron sus pasos para ver nueva-

mente la luz del Sol. Sus rostros habían cambiado, ahora eran más impenetrables, lo que habían visto y pasado en la entrada del Inframundo ningún hombre habría de verlo. En sus mentes quedaron grabadas tantas cosas que serían necesarias muchas vidas para intentar el olvido de la más pequeña de ellas. El Sol les dio la bienvenida. Después de andar en el Inframundo la piedra de la planicie les parecía más blanca, resplandeciente al día, interrumpida en tramos por la verde vegetación. Tras unos instantes abandonaron la puerta de la cueva y dirigieron sus pasos con la vista puesta en el horizonte, ya no hacia la costa de donde habían llegado, sino tierra adentro, donde habrían de surgir los hombres que levantarían las ciudades que llenaban sus visiones. Las hierbas amortiguaban sus pasos y las ramas de los árboles se cerraban sobre sus cabezas para mitigarles de los rayos del Sol. Sus bastones les ayudaban a apartar la vegetación en su andar. Los senderos poco a poco se fueron separando. Y los hombres de caliza se adentraron en la planicie para iniciar la cuenta de los días.

II Muchos años después de la lucha a las puertas del inframundo. Siyan Ka´an y Konkey recorrieron en ese lapso toda la planicie y vieron surgir a los hombres de madera, creados por los dioses, pero también los vieron morir. Además sabían de la existencia de diversas criaturas semidivinas, dejadas por el Formador del mundo. Así conocieron a los guardianes del monte, los Aluxes, y oyeron hablar de una mujer de extraordinaria belleza que vivía en los montes perdiendo a los hombres. delatripa: narrativa y algo más

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-Es la Xtabay, su placer radica en dañar a los hombres, castigando así su ambición, su lujuria y sus vicios -les dijo el viejo Moan, curandero de los montes y uno de los últimos hombres de madera que se había salvado de la destrucción debido a sus conocimientos. Los dioses a veces actuaban de manera incomprensible, o tal vez les había caído en gracia el anciano sanador. Para entonces los hombres de maíz se estaban extendiendo en la planicie y formaban pequeños grupos y aldeas, pero ya iniciaban el trabajo en piedra, circunstancia que le resultaba atractiva a Konkey. Así, cada vez eran más prolongadas las ausencias del Cantor de las Piedras, quien gustaba de visitar las aldeas y mostrar sus habilidades para trabajar las rocas. Siyan Ka´an por su parte se la pasaba charlando con el viejo, quien le recordaba a sus padres/abuelos. -Una vez vi a la Xtabay, en ese entonces yo estaba joven y prometí que antes de morir la volvería a ver -señaló una noche el viejo, mientras apuraba un licor elaborado con unas florecillas blancas. -Pero has dicho que ella busca la perdición de los hombres. -Ya he vivido mucho tiempo y qué mejor forma de morir que frente a una bella mujer; no te extrañe que una noche yo desaparezca, porque habré ido en su busca. El Sanador miró al hombre de madera. Su rostro arrugado por la edad le recordaba el tronco de un añejo árbol. Tal vez tuviese razón y ya fuera tiempo de reunirse con los suyos. Al poco rato Moan ya canturreaba, ebrio por el licor ingerido. El curandero lo acomodó en su estera y se alejó un poco para meditar. 10

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Siempre le habían atraído las luciérnagas y cocuyos recortados en la noche. Le parecía como si las estrellas del cielo se desplazaran a ras del suelo. Absorto en sus pensamientos no se fijó cuando el anciano hombre, último de la raza desaparecida, abandonó la choza y se perdió en el monte, en busca de la Xtabay. Cuando se dio cuenta de la pérdida de su amigo, Siyan Ka´an sintió una gran pena. Le imaginó caminando detrás de esa mujer hasta morir entre la exuberante vegetación del monte alto. Una mortaja esmeralda para el último de los hombres de madera. Al caer la noche, el Sanador salió a caminar entre el monte. Su bastón de madera de mangle le abría paso y el suelo parecía brillar frente a él. A lo lejos le pareció ver cruzar a una mujer. De inmediato supo quién era. Sus pasos le llevaron hasta donde ella estaba, al pie de una ceiba. Ella le miró coqueta, en sus ojos había mil promesas. Siyan Ka´an fue inmerso en el hechizo de Xtabay pero ella también quedó atrapada por el embeleso. Por primera vez había visto a un hombre no creado. A quien podía rivalizar con los dioses en la eternidad y eso le atrajo. -Soy la esposa de Kizín, el dios de la muerte, Señor de las sombras -dijo ella con voz semejante al arrullo de los pájaros de la mañana. -Yo sólo soy un hombre bajo las estrellas. -Mientes, eres más que eso -dijo la mujer rozando con los dedos de la mano derecha los labios del curandero. -Eres Ah Kunal (hechicero o mago) y desafías a mi esposo arrancando de sus manos a quienes ya deben emprender el viaje al Xibalbá -agregó ella.


-No, no soy un Ah kunal, sólo soy un sanador. -Has vuelto a mentir. ¿Qué debo hacer contigo? He de llevarte para que en el monte pierdas vida y razón, pero mi deseo es otro. Además, tú no puedes morir. Esta vez fue el hombre quien le hizo guardar silencio. La tomó de los hombros delicadamente y luego de observarla la estrechó contra sí. Ambos se fundieron esa noche, sólo fueron un hombre y una mujer cobijados por el manto de estrellas al ras del suelo brillante, mágico, cuyos destellos desafiaban a las entidades de reino de las sombras. Una y otra vez navegaron en los límites del éxtasis y la muerte, entre susurros y gemidos, voces apagadas y miradas que reflejaban el brillo de las estrellas. La pasión del sanador superó todo lo imaginado por la mujer de la oscuridad. Los dedos y labios recorrieron la piel que se ofrecía, incansables, sin prisa. Casi al amanecer, Siyan Ka´an descansaba en tanto la diosa-mujer le miraba con dolor. Sabía que su deber era exterminarlo, pero no podía. Decidió irse sin decirle adiós y tratar de olvidar lo ocurrido. Su cuerpo desnudo brillaba y lentamente se fue cubriendo con un manto elaborado de algodón de yaxché (ceiba). Antes de alejarse, se detuvo a mirar al joven y se arrodilló a su lado. Extendió la mano para acariciarle la mejilla por última vez. Un ruido a su lado le hizo volver la mirada. Se topó con un rostro similar al que yacía a

sus pies. La ira reflejada en esos ojos masculinos le hizo levantarse para huir pero antes que hubiese avanzado sintió como su espalda era golpeada y sus carnes abiertas. Con un dolor desconocido hasta entonces la mujer se dio la vuelta y vio en las manos del recién llegado un chilul ensangrentado. Una masa de guerra de afilados bordes, seguramente la misma que había herido a los bolontikús en los primeros días aciagos. Konkey blandió su arma listo para descargarla en la cabeza de la Xtabay, pero su brazo fue sujetado. -No, a ella no la lastimes. -¿Has perdido la razón?, ella estaba a punto de atacarte. De no ser por mí habrías muerto gritó el cazador mientras forcejeaba con su hermano. -¿Olvidas que no podemos morir? -Ella es una diosa, no nos hicieron daño los demonios del Xibalbá, pero ella es una mujer, protegida por la diosa madre. -No Konkey, ella no me habría hecho daño -dijo con dolor Siyan Ka´an y soltó el brazo de su hermano quien bajó el arma. Ambos se volvieron hacia donde se había arrodillado la mujer adolorida. Nada encontraron. Había huido al monte, pero desde entonces los hombres mencionan que la Xtabay tiene una hendidura en la espalda, donde atrapa a quienes se cruzan en su camino, para luego convertirse en ceiba.

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La ensayística de Nancy Morejón: mitos, transculturación e identidad en la construcción de la nación cubana. Juan Manuel Zuluaga Robledo

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n el entramado ensayístico confeccionado a lo largo de más de cuatro décadas por Nancy Morejón, uno de los aspectos más determinantes para tejer la identidad y nación cubana es el mito, circunscrito en primer lugar en el ámbito caribeño del que Cuba hace parte. Diríamos más bien los mitos en plural, que el "mito" en singular. También, es pertinente en este proceso el vocablo "transculturación" acuñado por el etnólogo cubano Fernando Ortiz Fernández, que Morejón amplía y desarrolla en buena parte de sus ensayos. En "Fundación de la imagen" en una primera instancia, parte de lo caribeño como visión global, para luego entrar de lleno en lo local (la cubanidad). En su opinión, todas las culturas que se han gestado en la faz de la tierra, tienen un principio fundacional netamente mítico que las hace únicas e irrepetibles, así como la autora detalla lo sui generis de la cultura cubano-caribeña. Nos proponemos analizar algunos ensayos aparecidos en "Fundación de la imagen" (1988) y también otros que fueron recopilados por Trinidad Pérez Valdés en 2005 con el título de "Ensayos". Pérez Valdés argumenta que algunos de los asuntos abordados en la ensayística de Morejón, radican en la comprensión de "una temática referida siempre a la problemática de la identidad cubana y caribeña, la cuestión racial, la discriminación, la marginación, el imaginario popular; las fuentes orales….y los procesos que se desprenden del concepto de transculturación y mestizaje" (Pérez Valdés, VII, Prólogo, Ensayos, Nancy Morejón). 12

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Claudette Williams argumenta que Nancy Morejón, se puede circunscribir en el interés revisionista propio de la nación luego del estallido de la Revolución Cubana, que intenta deconstruir la historia oficial (Williams, Revista Iberoamericana, 425) que se había tejido antes de la llegada de Fidel Castro al poder. Sobre este particular, Williams sostiene la siguiente afirmación: "Al igual que la mayoría de los escritores e historiadores poscoloniales, Morejón ha asumido la tarea de desmantelar las versiones dominantes de la historia colonial" (425). De esa manera, la escritora de "Mujer negra", intenta despojar de su discurso y retórica ensayística, el mito construido a base de metarelatos o ideas de índole religiosa. Considera que esta clase de mitos religiosos que subyacen íntegros y totalizadores en otros pueblos milenarios (al tener en cuenta culturas como la hindú, europea, del Oriente Medio, entre otras), no se presenta como tal en Cuba y el Caribe, al considerar que en la nación cubana, en medio de su heterogénea identidad, se manifiesta patente un crisol variado de culturas, -sujetas a un proceso de transculturación- que tuvo lugar por medio de fenómenos como la esclavitud, la trata negrera, la Conquista, y la conjunción de códigos culturales de los opresores y oprimidos. Hay manifestaciones mágico-religiosas, pero no son las únicas que integran ese proceso. Ambos, vencedores y vencidos, implantaron sus propios mitos en la isla generándose un proceso en el que diversas manifestaciones míticas se encuentran imbricadas. (Morejón, Fundación de la imagen, 176).


Acto seguido, Morejón cuestiona lo qué es en si mismo un mito y cómo este puede generar identidad en el Caribe, en contraposición de lo que se ha venido configurando en el espectro estadounidense y europeo. En el caso que nos compete estudiar, asevera lo siguiente: "vivo absolutamente convencida de que nuestro mundo caribe -insular, costeño, marítimo y telúrico- posee una esencia que lo caracteriza y lo define" (177). Un mundo rico y variado, sujeto a la unión de cuerpos mitológicos provenientes de África, Asia y Europa, pero también desdeñando la cultura indígena, al considerar que fue arrasada a través de un etnocidio -un genocidio a gran escala que exterminó en su totalidad a los grupos indígenas en la isla-, situación por la cual, dicha cultura no fue determinante para confeccionar la cubanidad contemporánea, debido a su arrasamiento: "los despojos de las culturas precolombinas arrasadas por la Conquista y la colonización europeas en uno de los más patéticos etnocidios registrados por la historia de la humanidad", arguye Morejón (177). Es decir, el fenómeno de transculturación, tuvo lugar en geografías que Morejón no duda en nombrar como las "indias", lugar en donde se dio comienzo a las primeras exploraciones ultramarinas emprendidas por Cristóbal Colón cuando arriba al Nuevo Mundo en 1492. En sintonía con lo anterior, la autora de "Amo mi amo" sostiene en "Afroamérica, ¿la invisible?", que el trágico exterminio de lo amerindio dio entrada automática a Afroamérica. Millones de negros transportados -secuestradoshacia las Antillas en medio de los auges de un incipiente orden capitalista. Vista como un factor determinante de la nación e identidad, extinguido lo amerindio, lo africano persistirá hasta nuestros días (Morejón, Ensayos. 100). Sumado a lo mitológico de todo el asunto, la palabra clave para entender el fenómeno de la identidad nacional, es la transculturación propuesta en su momento por Fernando Ortiz Fernán-

dez en su célebre "Contrapunteo del tabaco y el azúcar" (1940) y citada continuamente por Nancy Morejón en su obra ensayística. De esa manera, la transculturación para la poetisa cubana, es un proceso inacabado, ininterrumpido, que no se agota, que aún no llega a una fase monolítica; es un movimiento multiétnico en plena construcción. Se hace imperativo hablar de los mitos (en plural) que de un único mito (Morejón, Fundación de la imagen, 178). Por consiguiente, en su ensayo "Mito y realidades en Cecilia Valdés", la poetisa ahonda aún mucho más en el concepto al considerar que es un proceso evidenciado en todas las civilizaciones humanas y sus consabidos choques (como no recordar las ideas de Samuel Huntington), cuestión subyacente, inevitable e "irreversible" de la identidad cubana (Morejón, Ensayos, 7). Sobre su propia creación, la transculturación, Fernando Ortiz la propone como una suerte de neologismo en el léxico sociológico. Su objetivo radicará en reemplazar el término aculturación en los análisis para comprender el choque de culturas que se dieron en Cuba. En opinión del investigador cubano, la aculturación es un concepto que se queda incompleto para explicar ese fenómeno, pues solo da cuenta de un tránsito de una cultura a otra, desconociendo los códigos de la cultura sometida que pueden mantenerse activos, a la par de la cultura del opresor. Ortiz asevera que la transculturación como concepto sirve "para expresar los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las complejísimas transmutaciones de culturas que aquí se verifican, sin conocer las cuales es imposible entender la evolución del pueblo cubano" (Ortiz, Contrapunteo del tabaco y del azúcar, 254). En otra instancia, en materia mítica, privilegiar lo singular de lo plural, será una de las labores intelectuales de Morejón para desentrañar la identidad cubana, pieza también de la heterogénea cultura caribeña, pero disímil de otras delatripa: narrativa y algo más

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naciones antillanas como Haití (de naturaleza francófona) o Jamaica (de extracción anglófona), diferenciándose de ellas en cuanto a su presencia hispánica. En dicha pluralidad y transculturación, Morejón comenta que los mitos que se yuxtapusieron en el contexto cubano, provinieron de las "culturas madres", propias del hemisferio occidental -netamente europeo-, que impusieron por la fuerza su cosmovisión del mundo (Morejón, Fundación de la imagen, 178). Debido al etnocidio perpetrado en el Caribe, son trasplantadas en una suerte de destierro las diversas culturas africanas y asiáticas, para trabajar en los vastos ingenios de azúcar, conservando sus mitos y cosmovisiones por medio de la tradición oral, pese a las imposiciones e intentos de aculturación -desmitificados por la llamada transculturaciónemprendidos por los grupos dominantes en un escenario común para toda la región antillana en el que ocurre dicho fenómeno como lo es el mar Caribe. Por acción de sus aguas, también se engendra el mestizaje que también incluye a los mitos en cuestión, conservando a la par los rasgos míticos de las culturas madres occidentales y europeas (179). Sobre las argumentaciones anteriores, Paula Sanmartín arguye que en "Fundación de la imagen", el mito es determinante para la construcción de la historia caribeña. Teniendo en cuenta que en su ensayística Morejón no deja de ser poeta -en sus ensayos recurre a las construcciones poéticas-concluye que en su ámbito literario y poético, se hace presente el mito como fuerza creadora de una poesía sujeta a la historia de la nación cubana (Sanmartín, Revista Iberoamericana, 445). Por eso, es atinado considerar el pensamiento de Sanmartín cuando concluye que "Morejón recurre a la utilización de mitos, participando así en el proceso de mitopoesis, donde se encuentran mitos antiguos a través de textos literarios" (445).

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Haciendo hincapié en lo anterior, en la identidad cubana transculturada, se hacen patentes los mitos yorubas, los vestigios musicales y milenarios de las melodías y danzas que viajaron y se mantuvieron puros desde las costas africanas de Guinea (Morejón, Ensayos, 116). El mito más relevante es el de origen africano, invocado en esta instancia por Morejón como un hecho y una experiencia histórica, plural porque involucró a muchos actores; una vivencia profunda porque subyace en los tuétanos de la sociedad cubana (116). Ahora bien, el mar es en la ensayística de Morejón, un verdadero mito de la nación cubana y elemento fundamental para la construcción de la identidad nacional. Es un mito geográfico, doloroso, traumático; es principio fundacional: por medio de sus aguas se inició el transporte de los esclavos transportados desde África occidental hasta llegar a Cuba. Morejón entonces procede a anteponer tesis y antitesis, entorno a este vasto cuerpo de agua salobre que es el mar, ya que constituye castigo, traslado y destierro para los esclavos, en contraposición del monte, lugar escogido por el negro cimarrón para esconderse y rebelarse contra el yugo opresor del amo blanco. En ese orden de ideas, la tradición oral es el vehículo que permite que dichos mitos y explicaciones mágicas y fundacionales de la cosmovisión del negro africano, perduren en el tiempo y en el espacio y sean factores determinantes en la construcción de la nación, en conjunción con los elementos occidentales que hacen que Cuba haga parte de lo que se conoce como Mundo Occidental. Cuestión que Morejón siempre reivindica, pues algunos observadores erróneamente ven a Cuba como un territorio que se ha venido alejando paulatinamente de dicho hemisferio (Morejón, Fundación de la Imagen, 198). La tradición oral fue transmitida entonces de generación a generación, entre los estamentos más humildes de la sociedad cubana; primero en-


tre los esclavos africanos (a través de los palenques cimarrones que conservaron algunas expresiones linguísticas en su máxima pureza; también rituales y mitos), y luego entre sus descendientes, constituyendo uno de los pueblos más singulares que se hayan gestado en Occidente. No obstante, inserta Cuba en el Caribe, zona de influencia de lo occidental, la escritora cubana reconoce que en medio de ese proceso sin término, pesa ahora más lo africano que lo eminentemente europeo; el pasado de servidumbre africana, relegado, no integrado a la nacionalidad, debido a la discriminación y explotación de los amos hacia las comunidades negras transplantadas como mano de obra esclava, se ha venido revirtiendo, siendo el Caribe y Cuba, más africanos que europeos y al mismo tiempo, aduciendo que la "África transculturada" se reconoce como un rasgo típico de las Antillas, incluida la Antilla mayor de Cuba. (180). Por último, en la ensayística de Nancy Morejón, es posible encontrar otro factor determinante que ayuda a confeccionar la identidad nacional cubana. Se trata de un mito literario que explicó en buena medida la naturaleza transcultural de la isla, forjado gracias al genio creativo de Cirilo Valverde con su obra cumbre "Cecilia Valdés". La protagonista Cecilia, es la típica mulata cubana, producto de la mezcla entre dos culturas: la africana y la europea. Esta mujer como personaje, es un símbolo elocuente de dicha amalgama entre ambas culturas. Es así mismo, un mito de la identidad cubana que persiste aún hoy en el presente histórico (Morejón, Ensayos, 4). No es descabellado, en aras de analizar el fenómeno de la mulatez, que la autora haga la siguiente reflexión entorno a esta obra decimonónica de las letras cubanas: "más allá de los propósitos inmediatos y los aciertos de Cirilo Villaverde, la protagonista de la novela sobrevive y palpita en el tiempo" (Morejón, Ensayos, 4). Es ella misma como personaje, una metáfora o

alegoría de un proyecto de nación cubana, fallido, inconcluso debido a que Cuba en ese entonces no se había liberado de España y la esclavitud de negros y asiáticos impedía dicho proceso emancipador. Su muerte trágica da cuenta de ello. "Cecilia Valdés" como obra novelística es también un icono de los traumatismos perennes de la transculturación. En ella es posible encontrar un estudio detallado de las relaciones verticales entre amos y esclavos, sumado a una condición que torna a Cecilia aún mucho más vulnerable en la pirámide social de ese entonces: el hecho de ser mujer y por ende mulata, "blanqueada", no blanca del todo, impura para los sectores más recatados de la isla, ya que aun contiene rasgos negros. Cecilia Valdés como ser transcultural, es un híbrido de lo hispánico y africano; es un elemento nuevo que ya no es ni lo primero, ni lo segundo. Es un nuevo producto cultural -mulato, mestizo, contradictorio-, cargado de oxímorones, de culturas que se insertan en la isla, gracias a elementos antepuestos que llegaron separados en el tiempo y en el espacio a la isla. En suma, es el Caribe, es Cuba para Nancy Morejón, los corazones mismos de Afroamérica, condición particular que también puede contribuir al esclarecimiento de mitos creados a partir de la diáspora afrocaribeña y que han forjado la nacionalidad cubana con el elemento negro, como factor determinante de la transculturación (Morejón, Ensayos, 102). Así mismo, tal como argumenta Nancy Morejón en "Para una poética de los altares", los mitos africanos no solo se conservan por la vía de la tradición oral, también se mantienen vigentes a través de los altares construidos para honrar y alabar a las diferentes deidades africanas. De ahí nace lo que se conoce como la santería cubana. En su obra ensayística, dichos espacios se caracterizan por la sacralizad mágica, hecho que también permea la identidad de la isla caribeña. Dichos espacios sacromágicos, no son producto de una sola cultura. En delatripa: narrativa y algo más

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ellos se hacen presenten diversas manifestaciones culturales y mitológicas, sostenidas bajo un amplio proceso de transculturación, reflejadas en panteones, mitologías cargadas de sincretismos religiosos, compuestos por lo católico y lo africano (123). En conclusión, estos altares son un intento por rescatar del ostracismo y el olvido, una identidad negra que fue aporreada y desintegrada por la cultura de opresión del negrero; son a su vez una tarea colectiva para comprender simbólicamente elementos míticos y milenarios que dan cuenta de los principios que rigen la naturaleza por medio del aire, el fuego, el agua y la tierra, principios que regían el mundo circundante de las culturas negras, en el pasado previo a la puesta en marcha de la trata de esclavos europea (Morejón, Ensayos, 123). Sobre la transculturación, Ortiz comenta al final del segundo capitulo de "Contrapunteo del tabaco y el azúcar", que dicho concepto es "cardinal y elementalmente indispensable para comprender la historia de Cuba y, por análogas razones, la de toda América en general". Cabe destacar que en los ensayos de Nancy Morejón, otro mito que ayudó a forjar la identidad de la nación cubana, es aquel gestado por el triunfo de las fuerzas rebeldes desde la Sierra Maestra por Fidel Castro. En opinión de Morejón, la gesta revolucionaria que derrocó al gobierno de Fulgencio Batista, a parte de lo mítico que se tejió entorno de ella, vista como un proyecto de nación, también contribuyó a la consolidación de una verdadera revolución artística en la que afloraron talentosos artistas de todas las áreas, quienes erigieron obras decisivas para solventar la cubanidad contemporánea, tal como ella lo viene haciendo con sus poemas y ensayos, que la han catapultado como la escritora negra de habla castellana más reconocida en todo el mundo.

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BIBLIOGRAFÍA Morejón, Nancy. "Ensayos". Instituto Cubano del Libro. Editorial Letras Cubanas. La Habana, Cuba. 2005. Print. Morejón, Nancy. "Fundación de la imagen". Instituto Cubano del Libro. Editorial Letras Cubanas. La Habana, Cuba. 1988. Print. Ortiz, Fernando. "Contrapunteo del tabaco y el azúcar". Catedra: Letras Hispánicas. Fuenlabrada, Madrid. 2002. Print. Sanmartín, Paula. "Una poesía trascendida en historia: las poéticas de la (Re) Escritura de la historia en la obra de Nancy Morejón. Revista Iberoamericana, Vol.LXXVII, Num 235, abril-Junio 2011, 441-459. Pittsburg. 2011. Print. Williams, Claudette. "Nancy Morejón y la historia de la mujer cubana: la otra cara de la moneda". Revista Iberoamericana, Vol.LXXVII, Num 235, abril-Junio 2011, 425-439. Pittsburg. 2011. Print.


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El amor y la muerte están en Chino Juan Machín El hombre y la mujer cuando su unen pueden ser llamados el Cielo y La Tierra en justa comparación Tung-hsüan

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amanujan Chírez, a sus cuarenta y cinco años, había dedicado los últimos 15 a escribir un exhaustivo y detallado análisis del contexto socio-histórico en que se desarrollaron los números negativos en la matemática china, por lo que se puede decir, era uno de los cuatro o cinco expertos mundiales sobre el tema y el único no chino. Cristina Hug'en-Ning era una acupunturista reconocida internacionalmente, hija única del peculiar matrimonio entre un médico chino y una socióloga mexicana; había nacido y crecido en México, pero totalmente inmersa en la cultura china. El destino hizo que Cristina y Ramanujan se conocieran en un Simposio sobre cultura china coorganizado por la Universidad de Barcelona, el Instituto España-China y la embajada china en España. El objetivo del Simposio era presentar "Las mil facetas de China" por lo que había conferencias y paneles de los más diversos temas: cocina, feng-shui, medicina, astronomía, matemáticas, religión, etc. Quiso el azar que ambos fueran los únicos invitados mexicanos y que sus conferencias estuvieran programadas para el mismo día y en el mismo auditorio, incluso una después de la otra, por lo que se encontraron en más de una ocasión: en el aeropuerto, en el avión, en los pasillos; en fin, una y otra vez sus pasos y sus caminos se cruzaron en una intrincada danza, hasta que, final e inevitablemente, sus miradas se encontraron durante la conferencia

magistral de Ramanujan. No sólo ambos eran expertos sinólogos y mexicanos, sino que pronto descubrieron que compartían aficiones más elaboradas, todas ligadas al arte chino. Pronto se volvieron inseparables como el Yin y el Yang, se enamoraron y decidieron casarse. Juntos experimentaron todas las formas conocidas del erotismo chino en especial el Mei-hua-wan-hsüeh-ming-ts'ung-K'an. Cada noche, Cristina y Ramanujan leían algún fragmento de los innúmeros manuales del arte secreto chino del amor (El Jung ch'eng-yintao, el Yao-shun-yin-tao, el T'ang-pan-Kenngyin-tao, el San-chia-nei-fang-yu-tsû-fang, etc.) y lo ponían en práctica sin dilación y con fruición creciente. Un día que Cristina estudiaba el rollo quince de los manuscritos del Yang-shengyao-Chi (Principios para la alimentación de la vida), leyó cómo P'eng-tsu, el venerable maestro que vivió más de ochocientos años, afirmaba que "La Joven Elegida le explicó a la Joven Sencilla, en la dulce alcoba, que el Camino secreto por el que se hizo inmortal el Emperador Amarillo fue el de tener relaciones sexuales con mil doscientas mujeres". Cristina sabía que gran parte del saber chino sobre el acto sexual tenía el objetivo de prolongar la juventud. Por ejemplo, del maestro Jung ch'eng se afirmaba que vivió más de ciento cincuenta años practicando la Batalla florida (denominación metafórica del Coitus interruptus). Sin embargo, el verdadero secreto de delatripa: narrativa y algo más

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la inmortalidad, según descubrió en el texto del Yang-sheng-yao-Chi, fue el Coitus reservatus, al decir de P'eng-tsu: "Si la tierra recibe la lluvia, germina la vida en la tierra pero la nube se seca. Igual sucede con el hombre que deja fluir su fuerza vital (eyacula). Cada vez que derrama su semen pierde su esencia Yang. Pero si el Hombre se une con la Mujer sin derramar su semen, éste fluirá hacia lo alto y alimentará y fortalecerá todo su ser y curará los Cien Males. Su Tallo de Jade absorberá la esencia del Yin de la Mujer". Cristina compartió su descubrimiento con Ramanujan. En ningún texto encontraron una receta similar para la inmortalidad femenina, sin embrago, a pesar de la aparente contradicción con la premisa del texto de P'eng-tsu, ambos llegaron a la conclusión, sin sombra de duda, de que lo recíproco debía ser válido: una mujer que tuviera relaciones con mil doscientos hombres diferentes, sin recibir su esperma, su Hendidura de Cinabrio absorberá la esencia Yang y, al fortalecer su esencia Yin, no padecerá los Cien Males ni, por lo tanto, la muerte. Era tal el amor que se profesaban que, convencidos de que podía trascender a la misma muerte, decidieron probar la receta del Emperador Amarillo y comenzaron a tener relaciones sexuales al ritmo de una pareja

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diferente diaria. Al principio era sencillo conseguir parejas, pues ambos eran muy atractivos, pero conforme pasaron los meses se volvía más complicado encontrar nuevas parejas y fue disminuyendo el ritmo a una relación cada dos, tres, cuatro días, por lo que tuvieron que dedicarle progresivamente más y más tiempo y recursos para alcanzar su meta. Finalmente, al cabo de 5 años, cuando llevaban mil ciento noventa y nueve relaciones, Ramanujan y Cristina, decidieron ser la pareja mil doscientos. Sin embargo, al volver a unirse Ramanujan y Cristina no pudieron detenerse e hicieron el amor sin descanso tres semanas y cuatro días, probando cada una de las 256 posiciones del Fang-Pi-Shu: "La mariposa que revolotea y se posa suavemente sobre una flor", "el mono que brama y sube a un árbol", "el fénix que vuela al revés", "la lucha sagrada del unicornio", "el dragón que se enrosca", la unión de la lamprea", "el pájaro Rukh que voltea sobre el mar", etcétera. Por si fuera poco, Ramanujan no pudo contener su eyaculación en ninguno de los encuentros. Como todos sabemos, Ramanujan y Cristina no alcanzaron la inmortalidad, pero murieron muy contentos.


¡Bingo! Jesús M. Koyoc Kú

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y 25 van al casino. Es la primera vez que 18 va a un lugar como ése y tiene la impresión de que ahí el tiempo transcurre a una velocidad distinta. Más lento, afirma para sí. Caminan hasta el área de fumadores. 25 escoge una máquina de bingo y compra quinientos créditos. 18 se sienta junto a él. Solo tengo para tres mil, dice 25. 18 saca una cajetilla de cigarros y enciende uno mientras 25 presiona los botones de la máquina. ¿Quieres algo? Pregunta 25 sin desviar los ojos de la pantalla al tiempo que un sujeto se sienta junto a él y recarga la máquina para jugar. Agua, contesta 18. Llaman al mesero. Dos aguas, por favor. El mesero toma la orden. Está a punto de irse cuando el hombre junto a 25 lo llama. 18 escucha el pedido desde lejos. Una Coca-Cola por favor. El mesero se va. 25 pide un cigarro. 18 se lo da. Junto a él juega una mujer de edad avanzada. No le interesa otra cosa que no sea la pantalla que de vez en cuando golpea y le maldice frustraciones. 18 pregunta cómo se juega. 25 explica. 18 no entiende. Enciende otro cigarro con la colilla que apaga. El mesero regresa y sirve los dos vasos de agua. Gracias. Antes de irse les deja un cenicero sobre la máquina que ocupa 18. Luego va con el hombre junto a 25. Le sirve la Coca Cola pero el sujeto lo mira conteniendo el enojo. Te pedí café, dice. El mesero deja de servir el refresco y contesta no señor. Usted me pidió una Coca Cola. 18 escucha todo, presionando cualquier botón de la máquina apagada frente a él. ¿Me estás diciendo tonto? reclama el sujeto. 25 no deja

de mirar la pantalla. El mesero saca su libreta de comandas y confirma que lo que le ha pedido el señor es un refresco. 18 aplasta su cigarro a medio fumar contra el cenicero y bebe de su vaso con agua. Quiero hablar con tu jefe, dice el hombre mientras 25 llama al tipo de las recargas para comprar 500 créditos más. El mesero va por el gerente. Buena suerte, le dice el tipo de las recargas a 25. 18 sigue presionando los botones y mirando a todas partes sin saber qué hacer. El reflejo de las pantallas en el cenicero parece un incendio de juguete. 25 golpea un número en el monitor y casi tira su vaso con agua pero lo sostiene a tiempo. El gerente llega. Disculpe señor el mesero fue ya por su café y ¿no le vas a hacer nada, porque me llamó mentiroso? La lata a medio servir está sobre la máquina. El hombre se pone de pie y encara al gerente. Le ofrezco disculpas y le regalo. Aparece el mesero con el café. ¿Azúcar, crema, señor? No gracias, dice el hombre, no quiero ni el café. Ya se terminaron mis créditos. Se da la vuelta y avienta la lata medio llena en dirección a la máquina de 25 que lo mira de reojo y se limpia las gotas sobre el brazo a tiempo que el hombre mira de nuevo al gerente y toma el café y lo derrama sobre el uniforme del mesero que grita y avienta la charola para defenderse. 18 se pone de pie. Vámonos, le dice a 25. Vámonos la chingada, le contesta 25 que se levanta y saca las llaves de su bolsa mientras avanza hacia el hombre que no se da cuenta de nada y recoge sus cosas para irse. 18 camina a la salida. Escucha el grito del hombre. Gira delatripa: narrativa y algo más

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la cabeza. 25 le ha clavado una llave en el brazo. Le grita muy fuerte, también. El gerente los separa. 18 sabe que 25 no hará nada más. El hombre se sujeta la herida sangrante. El mesero se limpia el café como puede. El gerente pide calma y 25 la concede volviéndose a sentar en su lugar frente a la máquina de bingo mientras limpia la sangre de la llave y la devuelve a su bolsa. Está a punto de llenar

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una tarjeta. 18 escucha como el gerente llama a los hombres de seguridad por radio y está a punto de salir cuando los ve correr en dirección contraria a él. 18 sale del casino. El tiempo corre con normalidad. Enciende otro cigarro. Total, susurra, ni quería estar aquí. Camina al estacionamiento. Encuentra su coche. Se pregunta cuándo volverá a ver a 25. Luego entra al auto y se va.


Sueños Angel Edgar Damian Peñaloza

egún un diccionario -sueño: m, (lat. Somnus) , acto de dormir (SINÒN, Dormida, siesta) // Representación en la fantasía de diversos sucesos…

S

(puag!!) Enseñanzas como esa son las causantes de que tengamos vidas tan aburridas, tan llenas de prejuicios que nos hacen por lo menos ser infelices, culpables, imbéciles sociales que tienen por derecho único "obedecer". Si investigamos más, encontraremos que para algunos un sueño es un viaje al espacio onírico, donde se tuercen los tiempos, se compacta el universo, somos lo que queremos creer; para otros, es un sistema de recalibración del cuerpo, momento en que se desconectan órganos de la consciencia para permitir el relajamiento y ayudar a un buen despertar; y no debemos olvidar a quienes lo ven simplemente como una corriente de químicos que interactúan con las corrientes eléctricas que fluyen en el cerebro, haciendo que este envíe mensajes (muchas veces) confusos que somos capaces de identificar en el momento REM. En un contexto INFRARREAL, qué sería un sueño? Un sueño es la memoria de arranque del sistema operativo, ése que algunos llaman alma (Psi), otros consciencia; sería la capacidad de desfragmentar archivos en la computadora central del universo interno, un aliciente a corregir el estilo de lo ya escrito, lo mostrado en la pantalla vista al través de las ventanas del alma, de las ventanas de los

voyeristas con los que convivimos a diario, a cada momento. Un sueño es el aliciente necesario para después de abrir los ojos tener la necesidad latiente de incorporarnos e ir hacia adelante, de evolucionar en cada nueva jornada, de buscar ser los mismos pero en una versión mejorada cuando arrancamos la nueva sesión. Dicen que quien no recuerda sus sueños, tiende a desarrollar problemas mentales… ¿Quién es capaz de realmente entender lo que sucede, lo que se desprende de la relación intima entre ciencia y mística, de lo que se pare después de que cerebro y alma hacen el amor? Un sueño es tú, es yo, él (o ella), nosotros, ustedes, ellos y ellas; es la obligación que tenemos de saber que sin alas podemos volar, que (como dicen en el barrio) no necesitamos agallas para nadar. Un sueño es la razón para vivir; pues un sueño sano es el que da a luz a otro que como hijo de chinche, será capaz de aliviarse, dejando en potencia miles más. Soñar es la infraestructura de la realidad, que nadie diga lo contrario, a menos que esté aferrado a ser el imbécil social que se sabe con todo el derecho de obedecer, y la obligación de bajar la mirada.

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Estridentología crónica: 100 relatos para este mundo fragmentado Fragmentos del 1 al 10 Ángel Fuentes Balam

1.- Loquera. Ella se aferró a su pecho, como camisa de fuerza; él jamás enloqueció.

2.- Fast food. Lizandra se probó treinta y cuatro vestidos, cada uno de ellos le quedó espectacular. La vendedora que la atendió se llamaba Mary y era un tanto rolliza. Lizandra odiaba a la gente gorda. Trataba de que Mary no rozara su piel y evitaba verla. Pagó con tarjeta y salió del lugar. Todo esto lo observó Manfredo, con ojos de marrano triste. La vio abordar su Audi R8 Spyder y arrancarlo. Él mordía su hamburguesa rabiosamente, sintiendo un nudo gordo en la garganta. Imaginaba que engullía a Lizandra, que molía su carne perfecta, que la tragaba, que vivía en él volviéndose grasa y proteína y que podía echarla en el inodoro de una vez por todas, para olvidar todos los espejos que lo amenazaban.

3.- Albañilito. A Manuelito, el albañil, lo dejó su esposa. Se fue con los chamacos y con algo de dinero. Ya se veía venir. Estuvo dos días tirado en su hamaca, siendo alimento para los moscos y los piojos. Después se fue a chambear, a pegar losas en la casa de un diputado que parecía una morsa y que tenía por hija a una suculenta sirenita.

Manuelito chambeaba para olvidar. A las doce, del tercer día, compró una caguama. Luego otra. Y otra. Y otra más. -Cálmese maistro- le decían los secres. Pero él los ignoraba. A las seis de la tarde llegó la hija de la morsa. Manuelito la miró desde que cruzó la terraza. Se desentendió de la chamba y se percató de que nadie hubiese cerca. Y nadie había en esa gigantesca casa; lo que menos había era, precisamente, vida humana. Manuelito siguió a la niña. Vio que se meta en su cuarto, sin cerrar la puerta. Se infiltró en la habitación como un mosco o un piojo y se alimentó de ella. En esa casa enorme, no se oyen los gritos. A Manuelito lo que menos le importa es la edad, él sólo quiere desaparecer, ser parte de algo que ya no lo deje.

4.- Obediencia. Que conste que yo no quería. Pero de repente tú me mostraste el culito, en tus leggins rojos. Me diste un santo putazo en la cara y yo con cara de "qué pedo, si sólo te magulle una nalga". A los tres días me invitaste a salir. Y yo con cara de "esta putita se calentó con la pellizcada", me cae. Pues me caíste a toda madre. No eras una vieja tan pendeja como muchas y estabas bien sabrosa, para enterrarte el fierro varias veces. A las dos semanas, ya te fajé bien chingón y mi cara era de "no mames, que pinche culote tan carnoso", netona. A las tres semanas y media, ya eras delatripa: narrativa y algo más

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mi vieja. Al mes, te cogí como nunca he cogido a otra. Mi cara era de "puta, soy el más chingón del mundo". Y es que la neta, tus pinches nalgotas me volvían loco. Es más, hasta te pedí que te pusieras otra vez los leggins esos, para caerte a nalgadas. A los cinco meses, mi cara fue de "no mames, pues ya tardamos; pero que más, me la entierro a diario". Al año juntos, fue de "pues si es mucho, pero pues ta' bien". Y bueno… Al cabo de que pasaron nueve meses más y ya que vi al chamaco, lo recordé: recordé mi cara de "que conste que yo no quería". La vida te llega de putazo, netona; ¡y todo por pellizcar una nalga!

5.- El profesional. Mi padre quería que siguiera sus pasos y los seguí. Mi madre quería que tuviera una familia y la tuve. Una buena esposa y dos hijos. Una niña y un varón. Exactamente como rezaba el vaticinio. Mi jefe quería que yo fuera un elemento productivo y llevé a la empresa por buen camino. Mi esposa quería que yo fuera un padre presente y lo hice, sacaba tiempo para estar con mis hijos: obras de teatro, partidos de futbol, entrega de boletas. Mi amante quería que le dedicara un viaje a Centroamérica y viajé con ella. Toda mi vida he hecho lo que otros quieren y por eso tengo éxito. Mucho éxito. Una casa hermosa, un auto de lujo y hasta cuatro perros de raza. Cuando camino de la mano de mi amante o de mi esposa, o voy conduciendo hasta restaurantes caros, muchos se me quedan viendo; desean mi vida, desean lo que yo puedo tener. ¿Eso incluye el cañón de esta Beretta, en la boca? ¿Eso incluye el vacío de no saber qué más hay para mí? ¿La vida consiste nada más en esto? Nunca hallé mi voz propia y ahora pago 26

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el precio. ¿Qué pueden envidiar los otros de mí? ¿Envidiarán acaso mi poca fortaleza para halar el gatillo?

6.- Hipster piramidal. Quetzaly era una de esas chicas de ahora, que se tiñen el pelo en lugares estratégicos para llamar la atención; que tienen un percing raro en forma de pico, bola o simplemente de algún material sin chiste y también en un lugar poco común. Era de las que se visten con pantalones sencillos con motivos psicodélicos y usan blusas de a) comics, b) pintores o escritores chic del XX, o c) colores que deberían ser catalogados un crimen contra la retina. Yo era empleado del café de onda en la zona. Me vestía medio raro, pero no del tipo raro que se ve bien, sino del raro porque soy pobre. Y es que si un tipo guapo se pone chanclas, se deja la barba y se pone atuendos ridículos, no hay problema. Si yo uso todo eso, probablemente alguien llame a la patrulla. De cualquier modo, me visto por comodidad y no por exhibicionismo (consuelo de los feos, ya sé). Quetzaly era especial. Especial como todas las demás. La saludaba siempre y ella me saludaba animadamente, hablándome en el dialecto de los hipsters de hoy. Y yo creía que podía entablar algo, algo bueno, algo consistente. "Yo sólo veo el interior de la banda, hueva con lo superficial", decía, y yo asentía como un imbécil mono de organillero. "Yo no me ando comparando, yo soy", sí, tú eres la indicada. "A mí no me importa lo que digan, yo le viajo", ¡Oh por dios, la mujer perfecta! "A mí si un wey me late, es por su rollo, por su trip, por su verbo; ya sabes, que tenga algo", claro, claro; yo puedo tener algo, creo que lo tengo.


La iba a invitar a Teotihuacán, a subir la pirámide del sol y deambular chidamente; tal vez podía comprarle una ocarina, tal vez leyéramos algo en el camino. Nos imaginaba aceptándonos mutuamente, tal cual éramos, ella perfecta y yo… yo pues, un wey honesto, lector, tranquilo. "No puedo, voy a ir con Tonatiuh y con sus cuates". A veces te dan unas respuestas que te rompen la madre, no tanto por las mismas, sino por el contexto en que se cuadran. El tal Tonatiuh era… como decirlo… sí, guapo, rico, usaba atuendos raros, tatoos con motivos "prehispánicos" y hablaba siempre con un desliz de vocales insoportable. ¿Por qué los raros no podemos ser genuinamente raros? ¿Por qué nos han quitado nuestra personalidad y la han convertido en otro producto para vender? Lo terrible de la subcultura es que se convirtió en una moda más. Ya ni modo, como siempre voy a sentarme en la banqueta a ver pasar los cascarones y a lamentar haber nacido pollo. Tal vez suba solo la pirámide y me quede ahí hasta que termine esta hipocresía.

7.- La teoría del cisne rojo. Agnès dio las últimas pinceladas. Se secó una gota de sudor que le brincoteaba en el párpado derecho y se tocó el estómago que hacía un instante acababa de rugir. Tenía mucha hambre. Suspiró. Eso no importaba. Miró el cuadro. Definitivamente no tenía talento. Ni un poco de mierda de talento. En un concurso de pintores sin talento, hubiese perdido por no tener talento. Eso pensaba mientras se cambiaba de ropa, frente a la imagen de un hombre con un libro en la mano: "Precis de Manuel Operatoire", de Louis Hubert Farabeuf. En la pintura impresionista (realmente no se podía llamar ni pintura ni

impresionismo a algo tan malo), él estaba sentado en una piedra cuadrangular, mirando hacia un puente maltrecho, en una calle sin importancia. No sabía por qué, pero esa figura se le había aparecido una veintena de veces. No era un sueño. Era una ensoñación en la vigilia que llegaba indirectamente, como una cucaracha que de pronto aterriza cerca de los pies; no importaba qué hiciera o dónde se hallara, esa imagen (hombre, libro, puente, piedra) llegaba a su cabeza de forma tan vívida que parecía deformar la realidad e instalarse como único ambiente posible. Luego la imagen se esfumaba, se calmaba como si hubiese sido un dolor muscular. Decidió pintarla. Había tratado de hacerlo cincuenta y cuatro veces y aquella, la cincuenta y cinco, resultó ser la mejor. Era una mierda. Dejó de pensar y salió. Se encaminó hacia el departamento de Barthélemy, su compañero de cama. Hacía un día caluroso pero grato y se le había antojado revolcarse con él un poco y quizás comer algo. Un poco. Esa era la palabra correcta para describir a Barthélemy: un poco. Nada de revolcarse. El muchacho no estaba en casa. Agnès se encontró con una puerta de madera rotundamente cerrada, como sus piernas. Retornó los pasos. Quizá podía pasar a la galería, a ver las obras de esos artistas noveles a los que tanto envidiaba. Quizá no. Ver otras pinturas le recordaba su miseria. Mejor iría a comer. Caminó cuatro calles. A la quinta, se encontró de golpe con una imagen familiar, una imagen que le llegó al cerebro como hielo: un hombre mirando hacia un puente maltrecho, sentado en una piedra cuadrangular; en sus manos tenía un libro cuyo autor era un tal doctor Farabeuf. Tardó en reaccionar. Creyó delatripa: narrativa y algo más

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que se trataba otra vez de esa maldita ensoñación. Miró bien la escena. Una fina espada se le clavó en la espina dorsal y el mundo cesó su órbita. Se frotó los ojos y los abrió casi al punto de sacárselos por la fuerza. Sin poder evitarlo, vomitó. La violenta arcada le hizo flexionar al límite su cuerpo. Miró el pavimento. Al alzar la vista, la imagen dejaría de estar allí. Suspiró y alzó el rostro hacia el hombre. Para su sorpresa, ya no estaba sentado en la piedra: estaba enfrente. El hombre la vio, ecuánime. Se acomodó los lentes y habló: -¿Qué probabilidad había? Su voz sonaba como un río corriendo apaciblemente. Ella no resistió el impulso y le tocó la cara. -Yo sé que te llamas Salvador -dijo trémula. Regresaron al departamento de ella y tuvieron el sexo más grosero que les fue posible. ¿Qué probabilidad había? Agnès decidió no preguntarse más y dejarse llevar por la sudoración, el temblor magnificado de la carne, las vocales extendidas, los sonidos indeseados, los fluidos ascendentes y derramados. La vida era un pasar de flujos, una pincelada sencilla y veloz. Después de dos orgasmos, se quedó dormida. Elizondo terminó el cuento. Era una mierda proverbial. ¿Qué había sido de aquella muchacha llamada Agnès, que conoció en París? Ah, sí: fue asesinada por un tal Barthélemy. Encerrada en su casa, violada y olvidada hasta morir de hambre. El tipo la obligó a pintar la misma figura una y otra vez. Lástima que no se trató de una tortura china. Los occidentales solamente torturamos como niños que aplastan mariposas. Nos falta poesía en la maldad. No extrañaba a Agnès, solamente le parecía que en la vida hay puros sucesos inesperados y que la existencia era la sumatoria de fatali28

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dades improbables, pero perfectamente posibles. Nada que repensar. Agnès miró el cuadro. El hombre, la piedra, el puente y el libro. No sabía desde dónde miraba, sólo podía sentir que ya no había frustración, encierro, hambre, ni calor. Ahí estaba simplemente Elizondo, escribiéndola para siempre, volviéndola parte de una historia que el tiempo no podría borrar. Elizondo se fue a una galería; estaba cansado de escribir y además estaba hambriento. Se limpió una gota de sudor en el párpado y se tocó la panza. Suspiró. Es una mierda de cuento. Mejor sería escribir sobre el instante o las cirugías. Al mundo tanto más le da. Quizá mañana descubramos que la realidad es un mural, una novela inconclusa o una fotografía borrosa. Para todo hay posibilidad.

8.- Nefelibato. Había un monstruo (yo era el monstruo): su piel era color vómito de niño enfermo, pero su alma no tenía color. Unos pelambres oscuros de brea le salían de la redonda cabeza hinchada y roja; su cuerpo era gordo como el de un feroz manatí y del tamaño de un campo de exterminio. Sus manos tenían los dedos torcidos, recordaban tubérculos agusanados. Su rostro no tenía carne, sus colmillos eran como un ciempiés temeroso, su nariz se reducía a dos fosas negras y desiguales y sus ojos no tenían estrellas, por supuesto. Había también una muñeca (que más bien eras tú) que sí tenía estrellas en los ojos. El monstruo ahuyentaba a todos, porque si no, pues no hubiera sido lo bastante bueno en su oficio. De los gritos del monstruo no salían (no podían salir), himnos, ofrendas o palabras


bellas. La muñeca (tú eres la muñeca, ya lo dije), vino de muy lejos; nadie sabe cómo, por qué, ni cuándo, pero vino. De su lejana montaña bajó para abrazar en punto de cruz a la bestia fofa e insulsa. El engendro odiaba a todos. Lo corroían las más pusilánimes pasiones y sentires que pueblan el corazón de los vivos. Escupía víboras al hablar, sudaba lágrimas de cocodrilo y su olor era como el de mil tumbas abiertas. Nadie se acercaba.

-Este personaje es tuyo. Se llama Quereas y mata cucarachas. Es todo lo que el hombre absurdo no debería ser. Te va a quedar bien. Amas la rutina; la ruina en espiral.

La muñeca no hizo nada (tú no hiciste nada), solamente se sentó a observar el largo hocico del cerdón. Le miró luego a los discos de los ojos, unas obleas amarillentas y sangrantes. La muñeca tenía unos botones fulgurosos por pupilas. Se miraron un largo rato mientras las nubes hacían su éxodo infinito. Qué se dijeron, nadie lo sabe. Lo cierto es que ahora, el monstruo tiene sumo cuidado para no aplastar con su cuerpo o sus gruñidos a la viajera diminuta. "Soy tan enorme que nadie me ha mirado" quizás le dijo a ella y pudo acurrucarse en sus bracitos de tela, como si fuera un huevo prehistórico que no quiere nacer.

Bajé del metro. Caminé, llegué al teatro. Una cucaracha revoloteaba en mis entrañas.

9.- La cucaracha de Quereas. Conocí a Albert en el metro, yendo a la casa-teatro pobre donde ensayaba. Él escribía, absorto en un cuaderno amarillento, lo que parecía ser una obra dramática. Me llamó la atención su rostro largo, sus ojos demasiado pequeños para el llanto y su frente amplia. "Este cabrón parece actor" pensé molesto, y dirigí luego la mirada hacia el mundo de afuera, que desfilaba reiterativo y putrefacto. -Me llamo Albert -dijo. Con un ojeo escueto, asentí. Señaló sus apuntes.

-Yo puedo ser Calígula -respondí furioso. Se sentó junto a mí y sentenció: -Nadie puede ser Calígula -diciendo esto, se convirtió en cucaracha y se metió en mi boca.

Entonces fui Calígula, absolutamente libre, durante dos horas de función.

10.- El sarcófago. A Creyó no haberse arrepentido de haberla matado; cuando la miró sentada en el café, hablando con aquel extraño hombre. Su cuerpo se convertía en un sarcófago de donde se escapaba el cadáver momificado del hombre que quiso ser, arrancándole los órganos. Esa noche la siguió hasta una casa más bien modesta. Esperó a que el desconocido se fuese en un automóvil gris y entonces, como gota de lluvia que resbala por el peso de un vidrio roto, se abalanzó hacia ella. -¿Quién eres? -alcanzó a decir la mujer horrorizada. Después creyó no haberse arrepentido de haberla matado.

B Al día siguiente la volvió a mirar, sentada, hablando con un hombre extraño en el café. delatripa: narrativa y algo más

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Observó sus movimientos, aspiró mudamente sus palabras, las palabras que alcanzaba a leer y que no eran para él. No podía comprender cómo es que seguía viva, pero tampoco podía recuperar en la memoria los sucesos de la noche pasada. Volvió a seguirla hasta una casa, esta vez, más ostentosa. El hombre de esta ocasión, tenía un auto negro. Al retirarse aquel, se deslizó por las sombras como si fuesen ramas firmes, sin espinas. -¿Quién eres? -gritó desesperada. Él no se iba a arrepentir.

C En la tarde, sentado en la incómoda banca del café, la miró fijamente a los ojos. Ahora la tenía de frente y hablando con él. Por más que acercaba su rostro, no podía oír sus palabras. Solamente le miraba los labios de carne roja, perfumados y palpitantes. Miró hacia una mesa de la izquierda y vio que un hombre los observaba. El hombre parecía un

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sarcófago que se abría y del que brotaban espantosas memorias momificadas. La llevó a un hogar más bien humilde, en su automóvil azul. Al despedirse de ella, le besó la boca y no le supo a nada. Se retiró en silencio, dando marcha al carro. No la miró entrar a la casa. A unos metros, por el espejo retrovisor, miró que un hombre se acercaba a ella velozmente.

D El hombre con el que platico en este momento es terriblemente aburrido. No atiende a mis palabras cabalmente y se limita a asentir con la cabeza. Parece un sarcófago del que nada puede salir vivo. Quiero irme de aquí. Estoy en su automóvil rojo. Llegamos a mi casa, mi normal y sobria casa. Nos besamos insípidamente. No lo invito a pasar. Un hombre se me acerca. Es el mismo hombre que acaba de marcharse en el automóvil rojo. Abre su cuerpo como sarcófago y me encierra en él. No se arrepentirá de haberme matado.


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Brackets. José Sifrogante Para Helena Victoria, como todos mis arrebatos.

E

l verano en el que un chico cumple dieciséis años resulta determinante para el resto de su vida. Lo que sucede en ese verano le va a afectar directamente en todos los aspectos de su existencia e incluso se podría saber de qué se va a morir. Uno puede -desde ese momento-, entender de qué está hecho, cómo va a vivir y qué es precisamente aquello que algún día lo va a matar.

Todos nos hemos preguntado -desde el inicio de los tiempos-, el motivo por el que estamos aquí, por qué y para qué estamos viviendo, el propósito nuestra existencia, a dónde vamos al morir y lo único cierto es que nos pasamos la vida follando como quizá la única respuesta coherente, la única respuesta que nos deja plenamente satisfechos. Joder es una pregunta que se nos puede hacer mil veces y nunca nos cansaríamos de responder. Y lo mejor es que jodiendo, uno tiene siempre los mejores argumentos. Uno viene al mundo a joder, si viene a otra cosa entonces se encuentra en el lugar equivocado. Uno se prepara desde pequeño para obtener los conocimientos, los medios y el poder sobre otras personas y así jodérselas a su antojo. Uno conserva la calidad de "ser humano" siempre y cuando tenga la capacidad de joder a quien o a lo que sea que se le ponga de frente. Joder o estar jodido. Así, sin medias tintas.

Oleguer Coll lo sabía y a sus dieciséis años estaba plenamente consciente de ello. Experimentaba sensaciones muy agudas por la presa que había elegido para saciar sus más infames impulsos, Juliska Szalai. "Julie", la gitanilla húngara del instituto no era precisamente la mina más linda, sin embargo, su carisma era tal que tenía a muchos no solo desinflados de tantos suspiros sino también deshidratados por tantas pajas. No había un solo chabón -o profesor- en todo el instituto que no se haya confeccionado por lo menos una centena de pajas por semestre en honor a la mina de frenillos de color verde. En los descansos, Julie comía tostados con el mismo apetito que cualquier chico y enormes trozos de pan y fiambres se le atoraban en los brackets, pequeñas porciones de harina y carne que se quedaban pegadas entre los dientes y el aparato metálico. La niña de la sonrisa carnívora. Cuando se le acercaba a Ole para decirle cualquier pavada, el pibe no podía evitar fijar la vista en esas migajas entre sus dientes, la suciedad oral que Julie le presentaba -obviamente de manera involuntaria- era toda una fantasía erótica para él, y así como no podía situar su mirada en otra parte de su anatomía, tampoco podía evitar que la polla se le endureciera tanto que si hubiera habido silencio se habría escuchado como la tela de delatripa: narrativa y algo más

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sus pantaloncillos se estiraba a punto de romperse. Era muy común ver a Ole jorobado, sudando y con la mochila sobre sus bolas para ocultar el enorme placer cuando tenía de frente a la pequeña húngara de boca sucia. Julie era una pendejita de la que todos estaban enamorados pero que nadie lo admitía ya que no era precisamente "delicada" en ninguna de sus formas. Era muy tosca en sus maneras, usaba brackets de los que ya hemos hablado en demasía. En los días de verano transpiraba mucho, el olor de su sudor era diferente, no dejaba de ser agrio, cuando usaba desodorante -que no era siempre-, las axilas le olían a pepino, té verde, flores y ranciedad. Un cóctel fatal de feromonas que confundía a todos los pibes y los hacía actuar de modos extraños, entorpeciéndolos, excitándolos entre el asco y la repugnancia. Contrario a la mayoría de las minas, Julie no acostumbraba a afeitar el vello de sus piernas que para ser justos, era más bien escaso e imperceptible, no así al tacto. Ole miraba fijamente los vellos de las piernas de Julie, imaginaba que los recorría con los dedos y subía hasta los muslos donde quizá era más abundante y espeso. Para ser húngara es perfectamente entendible, algo de gitana debía tener, en fin, seguía imaginando que reconocía con las manos la carnosidad de los muslos y si estaba lo suficientemente ensimismado podía visualizar a la perfección como el índice y el cordial de la mano izquierda irrumpían violentamente en el coño húmedo de Julie. Ni bien habían dado las diez de la mañana y Ole ya se la había follado no menos de tres veces y de maneras diferentes pero ninguna fuera de su imaginación. Esto se tiene que terminar cuanto antes -se decía-, si nadie va a efectuar ningún movimiento, entonces lo haré yo y qué mejor que 34

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sin contrincantes. Por mis cojones que a esta putita la hago mía. Ya no estaba dispuesto a seguir jodiendo oníricamente. Para ello, estaba dispuesto a tenerla de la forma que fuera, ya mediante engaños, mediante trampas e incluso recurriría al chantaje emocional de ser necesario. La lástima también es un recurso -y muy efectivopara cerrar tratos de índole sexual. Mucha gente se inventa algún tipo de cáncer con tal de coger. Otros, padeciéndolo, no dudan en utilizarlo para conseguirse favores sexuales de cualquier tipo. Cuando una mujer dice que detesta que recurran a la lástima para follársela es porque funciona de puta madre. La lástima es el afrodisíaco de los desesperados. A veces, por no decir siempre, la Madre Naturaleza necesita un pequeño empujón: el Amor o la Trampa, para no extinguirse. No siempre basta con comer chocolates, trufas o algunos quesos. Lyveex es la respuesta de la química a un sistema límbico perezoso que por alguna razón no libera la oxitocina necesaria para fundirse en los estrógenos y por consiguiente tenemos a una mujer cuya determinación sexual no es muy diferente a la de un mineral. El padre de Ole trabajaba como agente de ventas de medicinas de un laboratorio sueco y lo había escuchado hablar en más de una ocasión acerca de las bondades del Lyveex. Una píldora en forma de frutilla que podía hacer del congelado sexo de una nórdica un auténtico hervidero. Hay quienes románticamente afirman que cada uno de nosotros buscamos a la pareja que creemos merecer, el amor que creemos merecer. Esto, desde luego, tiene una explicación científica. Cuando estamos enamorados de alguien es porque precisamente esa persona que nos hace tartamudear o actuar como


si padeciéramos algún tipo de retraso mental -lejos de ser nuestra alma gemela- es bioquímicamente hablando, nuestra media naranja. Y eso es lo que Julie era para Ole. Creía merecer a Julie e iba a ir a por ella valiéndose de cualquier cosa. Los exámenes finales estaban cerca. Pretextando que ciertas materias como biología, química o física, podrían presentarle algunos problemas a Julie, Ole le ofreció amablemente asesorías. -Quizá necesites algo más que repasar… tu promedio no es tan bueno. - ¿Tú crees? -Jajajá, sí. Tendrías que hacer un examen casi perfecto para no suspender química. -Oye, no te rías, no es gracioso. -No me río, me das lástima en realidad… -Hey, eso fue muy duro, eh… -Jajajá, no, vale… Vente a mi casa en la tarde, así estudiamos juntos, ¿te parece? - ¿Me vas a drogar y a violar después? -Claro que sí, será lo que tú digas. -Ja-ja-já, qué gracioso. -Te espero a las cuatro. -A las cuatro entonces. El padre de Ole estaba de viaje de negocios, su madre no regresaría sino hasta después de las once de la noche, luego de haber aprovechado la ausencia del marido para verse con su jefe. Ole tendría la casa totalmente disponible para él y para Juliska Szalai, bioquímicamente, su media naranja. Para cerciorarse de que todo saliera bien, Ole había sustraído de la maleta de su padre, algunas muestras médicas del Lyveex ese del

que no dejaba de hablar maravillas. Dentro de su exageración se compró una caja con nueve condones extralubricados de los cuales ya había utilizado tres para hacerse unas puñetas a modo de simulacro. No vaya a ser que a la hora le ganen los nervios y no pueda colocárselo correctamente. Compró toda clase de inciensos y cuanto artículo atmosféricosexual trillado pudo encontrar. Velas, aceites para quemar, trufas belgas. Más que un estudiante, parecía un auténtico cazador. Un depredador envuelto con la piel de un niño. Julie era su primera víctima, su primera vez. En el instituto nunca pasó de habladurías con los otros chicos, en su mente trazaba los planes y en el living de sus padres iba a dejar de ser un niño y se convertiría en un monstruo. La erección constante era un recordatorio de su condición, de quién tenía el poder y quién lo iba a ejercer. La mente de una chica es muy complicada, el entendimiento de la misma pasa por muchos niveles, muchos incompresibles, no así la de un chabón. Despiertan con el carajo endurecido y no hay otro objetivo en la vida que el de enterrárselo a alguien y esa es la verdad. No hay cabida para los sentimientos cuando tienes dieciséis años. -Mira, Sergi… - ¡Joder! Es lo que yo creo que… -Ni más, ni menos… -¡Hostia puta! ¿Se las has cogido a tu viejo? -No, las compré en Walmart… ¡pues claro que sí, pendejo! -Y ¿qué vas a hacer con ellas? -Las voy a pulverizar y se las voy a poner en el café a la profesora de matemática. -Jajajá, buenísimo. Ya quiero ver qué cara pone la vieja cuand… delatripa: narrativa y algo más

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-Bueno pero qué… ¿En verdad eres tan idiota? -Yo qué sé… Tú que estás dicien… -Sí sí sí, mira cierra el culo. No digas más. Voy a cogerme a Julie… -La húngara de…

-Bueno, sí… de eso se trata… -¡Vas a ser un puto dios si tu primera vez es con Julie! -Lo sé… -Cuando se enteren los dem…

-De nada, es la única húngara del instituto, pendejo…

-¡Cállate! Esto no lo puede saber nadie, no quiero meterme en líos… si ella lo cuenta es diferente.

-Bueno sí, pero tienes que estar muy desesperado como para…

-Tienes que grabarlo, por lo menos un "Point of view".

-No me jodas, no me vas a decir que nunca te la has cascado pensando en ella, hasta tu viejo seguro lo hace, el otro día vi cómo se le acercó por detrás para corregirle no sé qué mierda, no porque sea profesor no se le va antojar, no le quitaba la mirada a sus tetas.

-Jajajá, estás enfermo, voy a coger, no a filmar una película porno para subirla a la Internet…

-No digas pendejadas, Oleguer… él no haría eso… él le pediría que se quede después de clase para hablar de sus notas y luego la chantajearía para que se la chupe…

-Chicos, ¿cómo van? Ole, a las cuatro no voy a poder, tendría que ser saliendo de acá, si llego a mi casa mi vieja ya no me va a dejar salir más… ¿Sergi viene con nosotros?

-Jajajá, sí y si no lo ha hecho es porque estás en la única clase que tiene con Julie… jajajá.

-No, no… hoy tengo partido, no lo creo…

-Bueno y qué, ¿ya pensaste lo que vas a hacer? Digo, cómo le vas a hacer o qué. -No hay ningún plan sofisticado ni nada por el estilo, mi viejo está fuera y mi mamá dice que tiene inventario... Inventario… no se pudo inventar algo mejor… En fin, tendré la casa toda la tarde y si Julie va… me la voy a coger. Así de simple. -¿Vas a darle las pastillas? -No lo sé, no quisiera, digo… si veo que no está muy accesible entonces sí, pero si se muestra un poco complaciente entonces no será necesario. -Cabrón, te vas a joder a Julie… 36

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Por un rato más, Ole y Sergi se quedaron platicando hasta que fueron interrumpidos bruscamente por Julie.

El olor de Julie había afectado severamente a Sergi, era eso y los planes de Ole que ahora conocía, en su mente había una sola escena, Julie desnuda y servida en una mesa, lista para ser devorada. Sergi la deseaba y se iba a tener que conformar con una anécdota y nada más. -Mira, si esto funciona, te regalo una para "ayudarte" con Cristina… -Y ¿por qué no me la das de una vez? -Bueno, aún no sabemos cómo va a funcionar, déjame probar y ya luego vemos… Terminaron las clases, Ole y Julie se fueron juntos caminando. Todo estaba listo, durante la noche anterior realizó los preparativos. La sala lucía espectacular y no menos especta-


-¿Supuesto holocausto? ¡Tonto del culo! Más de siete millones fueron exterminados.

En verdad le gustaba, incluso desde el primer día que lo vio. Todo el año escolar se la pasó esperando a que le hablara y cuando se acercaba el fin de curso por fin sucedió. A pesar de los kilómetros recorridos en los caminos del amor, Julie se sentía nerviosa porque también sería su primera vez. Si bien ya no era virgen, era la primera vez que lo haría con un chico de su edad. La primera vez que se la chuparía a alguien por no pagar deudas de póquer. Ole no se lo esperaba. Él contaba con la reticencia de Julie. Cuando Ole le preguntó si ya había follado antes, Julie se excitó aún más. Nunca le habían preguntado, siempre habían dispuesto de ella.

-Vaya, no sabía que eras tú la que iba a darme asesorías…

-La verdad es que no pero prefiero no hablar de ello. ¿Tú ya lo has hecho verdad?

cular, su habitación. Al llegar a la casa le pidió a Julie que se pusiera cómoda, que en breve llegaría su vieja y les prepararía algo de comer mientras estudiaban. Mentira. -Bueno y ¿con qué empezamos? -¿Qué tal con unos besos? ¿Qué? ¿Me vas a decir que en verdad me trajiste a estudiar? -Yo, no… Digo, yo pensé… -Jajajá, quiero repasar un poco de historia… -Claro, podemos empezar con el supuesto holocausto judío…

-Pues pareces necesitarlas…

-Bueno, yo… no exactamente…

-Pues tú pareces un poco excitada…

-¿Quieres hacerlo?

Julie saltó sobre Ole y lo besó. Lo hizo como si fuera una experta y vaya que lo era, a sus once años ya contaba con más experiencias que cualquier universitaria y eso se da bastante bien cuando tienes en tu familia tíos y primos muy inquietos y claro, cuando tu padrastro tenía horribles cartas en el póquer y crédito insuficiente para seguir pagando con moneda de cuño y curso legal, entonces recurría a Juliska. Años de abusos hasta que su madre se hartó, se armó de valor porque no se podía armar de otra cosa y huyó hacia España donde al poco tiempo encontró acomodo en un lugar bastante agradable y como para quedarse con su hija y un empleo que si bien no era muy bien pagado, por lo menos alcanzaba para la renta y servicios básicos. Así es como la pequeña húngara se había hecho de experiencia. Las insinuaciones torpes de los chicos las hallaba incluso, tiernas. Por eso no dudó en saltar sobre Ole. Se sentía atraída por él.

-Claro que quiero, es solo que no pensé que tú… -Ya, pero ¿eso te importa mucho? -No realmente, no… Julie se acercó a Ole para besarlo de nuevo, esta vez el beso estuvo acompañado de caricias. No dudó en llevar su mano derecha hasta la polla, se la sacó de la cremallera y le hizo una paja como si percibiera altísimos honorarios por ello y no conforme, Ole no pasó por alto el detalle de los brackets y mientras besaba a Julie, pasó su lengua por el aparato metálico tratando de desprender los restos de comida atorados y en la medida que lo conseguía se le ponía más dura. Ole se retorcía de placer, era la primera vez que tenía su miembro expuesto a la vista de una chica. Mil sensaciones extrañas le embargaban el juicio. Cuando se la empezó a chupar sintió que el aire comenzaba a escasear, estaba perdiendo delatripa: narrativa y algo más

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el control de sus movimientos, de sí mismo, se dejó llevar por el momento, estaba a punto de correrse. Iba a eyacular ferozmente sobre la cara de Julie y si no lo hizo fue porque Julie se detuvo. Al parecer la cardiopatía congénita que padecía quiso disponer de ella antes que Ole. Ocurrió en un instante. Diez segundos atrás tenía una polla en la boca y ahora yacía en el piso. Lo más curioso es que lejos de detenerse, Ole estaba dispuesto a terminar. El miedo es el afrodisíaco de los novatos. Como pudo trató de hacer reaccionar a Julie, le echó un vaso de agua en la cara, la abofeteó. Nada. No respiraba. No podía sentir los latidos de su corazón. La dejó recostada en el sofá. El miedo lo apresaba cada vez más, pero por otro lado seguía inusualmente excitado. Concluyó que una ambulancia tardaría no menos de diez minutos en llegar y para eso ya estaría definitivamente muerta y él seguiría empalmado. Nadie hubiera ganado en ese escenario, así que hizo lo que cualquiera en su situación no hubiera hecho jamás. La desnudó rápidamente para comprobar si su coño era como se lo había estado imaginando hace un año y resultó que no. Era mucho más hermoso. El vello púbico era espeso y abundante y hasta ese momento, mucho más húmedo de lo que pensaba. Las tetas, las tetas… Cualquier delito en pos de ellas hubiera sido plenamente justificado, no tuvo mucho tiempo para contemplarlas y rápidamente se las llevó a la boca y comenzó a succionar los pezones con desesperación al tiempo que se hacía una paja y de pronto se detuvo. Se quedó parado viendo a Julie, en su mente pudieron haber pasado horas, realmente fue un par de segundos. Se le vino a la mente una anécdota de su viejo. Una vez contó en una reunión que un médico indio en Bombay había curado a un 38

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bebé asmático con puro Viagra que al fin y al cabo es un vasodilatador. Ole no tenía ni puta idea de lo que había sucedido con Julie y tampoco sabía por qué iba a hacer lo que estaba a punto de hacer, después de todo no hubiera sido más extraño que lo que ya había hecho. En menos de un minuto pulverizó cuatro pastillas de Lyveex y las diluyó en un vaso con agua, como pudo echó todo el líquido por la boca de Julie. No pasó mucho tiempo, quizá cinco minutos o menos cuando ella abrió los ojos. Ole, sin saberlo, con tal de satisfacerse como sea, masturbó a una Julie inconsciente, o muerta, no importaba. Le chupó y succionó con fuerza los pezones a una chica inconsciente, o muerta, no importaba. Ole sometió a Julie a una estimulación sexual que pensó que era "post mortem", en realidad solo había quedado inconsciente debido a su condición cardíaca y a una hipoglucemia y entre la estimulación y la ingesta de Lyveex, se liberó una notable cantidad de oxitocina, sacando a Julie del letargo. Digamos que fue como en el cuento de "La Bella Durmiente", Julie despertó con un beso de amor verdadero, estimulación sexual y drogas. Uno nunca sabe de lo que está hecho hasta que se le pone una prueba como esta. No es raro, ni sería la primera ni la única vez en que nuestras más bajas pasiones, que la mayoría llamaría perversiones, nos salven la vida. Lo que para unos pudo ser un depravado caso de violación macabra, para Julie fue un regalo de amor y vida. A veces la naturaleza necesita un empujón: el amor o la trampa, para no extinguirse. El Lyveex era la respuesta química a un sistema límbico perezoso. La determinación de Ole por follar, el medio. Esa misma noche, cuando Julie descansaba en el hospital, Sergi llamó a Ole: -Bueno qué, ¿me vas a contar? ¿Funcionó el Lyveex?


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Habrá luz dentro de los ojos Nadia Contreras

Durante mucho rato un tiempo En medio de la calle, sus ojos ven sombras. Sombras alargadas y profundas sobre el color y la forma de las cosas. Que el hecho lo vuelve al padre, sí. En punto de las doce del día el padre vio la noche y los testigos fueron suficientes para contar la historia. En la confusión -la luz dentro del ojo es relámpago-, vuelven los autos en carrera contra el tiempo, vuelven los rostros desconocidos. Joaquín cuenta los dedos de la mano y distingue el verde de la camisa, el beige del pantalón. Si hubiera venido antes, la noche indescifrable del glaucoma sería apenas un desvanecimiento. Raquel quiere comprender, no puede. Nada detiene las lágrimas.

El niño mira, su padre dibuja en la tierra un surco hacia el origen. No hablan. Bastan los pensamientos, palpitan alegres o furiosos. Allá abajo, las calles empedradas del pueblo, el ingenio azucarero como un barco en medio del océano. La tierra florecerá en cañas o milpas, en amaneceres de días largos o cortos en la atención de los cultivos. El padre y el niño responden a la caricia del viento, a la noche que se asoma. El niño vuelve la mirada, la tierra removida y húmeda de la parcela y más allá, el volcán, sus laderas tiznadas. Frente a sus ojos, la plaza de toros, las primeras casas, las primeras calles.

Joaquín piensa que Mario Eduardo, amigo cercano de Raquel, habla de la soledad cuando se refiere a los ojos. El glaucoma consiste, en su punto avanzado, en la pérdida progresiva de la visión. Joaquín y el padre, presenciaron primero el abismo. Dos, tres, cuatro, cinco segundos. Después, la luz, su relámpago los obligó: al primero, dar vueltas y caer de bruces al suelo; al segundo, quedarse en mitad de la calle, sostenido apenas. Joaquín no escucha. Piensa en sus últimos días en la casa paterna. Hace veintitrés años, siete meses, dieciséis días. Nueve años después toma su primer vaso de alcohol mezclado con chocolate y leche de vaca. De un momento a otro, se le vuela la mente. Desde entonces los sueños turbios: el fuego se desborda por los campos y arrasa el pueblo entero. Hay vidas que no pueden huir.

Hay motivos para volver. Levanta la bocina del teléfono, no hay número. El número no está donde debe estar, no estará. Joaquín quiso olvidar y lo logró. Colocó sobre la memoria un bloque de hielo. Lo que sí recuerda: cada vez se emborrachaba más. ¿Por qué? Sin razón alguna, porque debía suceder. El sismo se introdujo en el cuerpo de la tierra. El sismo horizontal, vertical, ambos. Las paredes crujían mientras las rodillas de la madre se clavaban en la banqueta y sus brazos delatripa: narrativa y algo más

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se alzaban al cielo. Las verdaderas grietas del sismo se anunciarían después. Joaquín se encuentra adormilado en el salón de clase, tendido sobre la banca, sobre la ausencia. La banca es un lugar vacío. Y ese mismo vacío ocupa la mesa, la habitación, la casa. En el corazón de Teresa, en el corazón de Gabriel, la sonoridad estática del vacío. Malena, en el umbral de la puerta, su vientre poco a poco inflamándose. La mujer busca el número telefónico. Cada espacio de la casa es removido. Cada objeto, cada cajón, cada página de los cuadernos. Joaquín, el glaucoma como una mancha oscura, sueña: que para llegar a la cabaña ascendieron la montaña hasta la parte más alta; que no había luz eléctrica y la camioneta tuvo que pasar por un sendero de lodo y de vacas; que el agua del río -se concentraba en una especie de lago para descender por la ladera, era insoportablemente helada; que viviría ahí las tres semanas siguientes. Imágenes acoplan y desacoplan los recuerdos.

Fabricar una figura dentro de la mente Los reclamos en los últimos meses se mantienen en boca cerrada. Malena con su hijo dentro se queda vencida. Joaquín sale a la calle, mira hacia un lado y hacia el otro. La carretera efectivamente, está allá, al final del pueblo. Se echa a andar. Las casas lentamente quedan atrás, se desdibujan, desaparecen. Imagina una ciudad tranquila oculta entre los edificios. La ciudad es otra cosa. Calles atestadas de gente y días bajo un calor 42

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enrarecido. Dobla una esquina y aunque su huída puede ser un espejismo, un no sé qué le impide moverse con soltura. Sigue caminando. Llega a cantinas donde el sonido de las botellas de cerveza y el chorro de tequila colma pequeños vasos. No sabe de él, no sabe de nadie. Cuando despierta, no es el único. La banqueta es escaparate de la indigencia.

Joaquín levanta una mano, insiste. No tarda en descubrir: las ciudades y las carreteras tienen mucho en común. Son de alguna manera el abismo. Pueblos y ciudades no lo detienen, ni la falta de dinero, ni las provisiones exiguas adquiridas con engaños. Pronto tiene compañía. Julieta tiene el cabello corto y trae en las manos las cicatrices de la tortura. Cada herida es un intento de violación. Yo tenía el pelo largo, apunta, por mi padrastro lo corté al ras. Julieta se deja tocar la cabeza, el cuello, los senos, toda ella. La vida, con el paso de los días, las semanas, los meses, se altera. La sobriedad como el río se desmorona desde la parte más alta de la montaña y nadie, absolutamente nadie, escucha el grito. En la cabina del tráiler, se empeña en demostrar la vida acallada por la atrocidad. El hombre al volante escucha. Sus años se petrificaban, dice, al lado de padres viejos, sus cabezas pegadas a las almohadas. Era como andar siempre solo, muy solo. El tráiler se mueve lentamente guiado por el deseo de llegar a la frontera. El hombre al volante dice: siempre andamos en par, una manera de cuidarnos, terminar a la misma hora


el camino. Perdió el control y el barranco -se le quiebra la voz-, demasiado profundo. Debimos parar. El cansancio, el sueño. Chocó contra el cerro y el cerro lo aventó. Tal vez murió para protegerme. Tenemos a Dios muy cerca. El camino al frente. Está solo y sus piernas se suman a lo desconocido. El paisaje, es planicie seca. Hay una especie de sendero, se aparta de lo que parece no tener fin. Los campos de caña y milpa son tragados por la nada. Matorrales, cactus, piedras, rinden cuenta de la sed y del cansancio. El sendero se alarga, se alarga. A lo lejos, casas y calles maltrechas. Viviendas de puertas cerradas, una pequeña plaza, y el cementerio. Descansa, dijo la voz, nadie viene hoy a llorar. Joaquín duerme, duerme. Despierta a la mañana siguiente. Te caería bien un baño y un cambio de ropa, recortar el pelo y la barba, dice la voz, y Joaquín obedece. Mientras el minúsculo chorro de agua cae sobre su cabeza piensa en la vida hecha polvo, e incluso, imagina un cerro de polvo sobre el cuerpo de su madre; otro, sobre el cuerpo de su padre. Padres-polvo, cañas-polvo, milpas-polvo. No se queda. No tarda en descubrir otro sendero. Los hombres ríen. Bajan de la cabina del tráiler y se internan en uno de los tantos tugurios. Bebamos algo, dice el hombre, la frontera está a un par de horas. Los hombres entran. Algunas mujeres bailan en improvisada pista. Carcajadas, chiflidos, luces rojas y azules sobre rostros de camioneros sucios, desvelados.

Joaquín y la mujer están apretujados entre los camiones. Joaquín desliza los calzones de Sasha, entra en ella y muerde su cuello en el último instante. Que pensó en Malena, en su boca, en su sexo virgen, en el estremecimiento. Piensa en Malena cuando se desprende de la mujer, cuando se aleja.

Una ciudad alargada en sus cuatro puntos, de edificios pequeños y rostros difusos. Una ciudad muy al norte del país. Joaquín derrumbado en una de sus calles, junto a otra media docena de hombres, mujeres, niños. Es así la vida en la frontera, la vida en el país. Es un mendigo como otros tantos, un alcohólico entre perros famélicos. Se levanta, se despereza. En la hoja de un periódico alguien renta una casa, un departamento. Joaquín es dueño de nada. Vive en las banquetas o bajo los puentes. Es ahí, en ese lugar donde el silencio de la madrugada es más profundo y la comida más escaza. No hablan entre sí. Es el silencio y el filo del cuchillo. Despedaza su estómago. Nadie se da cuenta. Fingen.

Hasta escribir la última palabra Carajo, Raquel, si supieras lo difícil que es escribir esto. Todo tiene qué ver con el alcohol en el fondo del vaso. Lo digo porque así es: una obligación recordar lo que soy. Después de todo este tiempo exploro la cueva del pasado. En el grupo no hablo, se me paralizan los pensamientos, la boca, las manos, el rostro entero. Nunca seré libre de este temor y tú lo sabes. A tus cosas favoritas: los gatos, los libros de poemas, los libros donde miras vientres con bebés, huesos, corazones y cerebros como la delatripa: narrativa y algo más

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ciudad, sus barrios, sus plazas, sus hospitales, agrego este diario. El abuelo escribía poemas de amor para las novias de sus amigos. Eso decía mi padre. Hay algo del abuelo en mí, lo sé ahora. Tomo la pluma y como él me dejo llevar. Tienes razón, hacer de simples tablones de madera, una mesa, un estante, la casa de los gatos, tiene mucho qué ver con la escritura. Me conduces a ella como un nuevo transeúnte. Mientras tú salvas vidas yo me desmorono en la ceguera. Las sombras no me dejan avanzar y tampoco quiero depender de ti para sumarme a las calles. Sé, sin embargo, que jamás me dejarás regresar a ellas. Comenzaron los días largos en el hospital, los médicos jamás pidieron permiso para abrir y cerrar lo que estaba muerto por aquel filo. No habrá una siguiente oportunidad, sentenciaste. Te creí. Luego, tu nombre. Sus letras, el sonido de cada una entrando en mí como el mismo aire o el olor de la lluvia. Ahora es mi turno de hablar. No necesito esconderme. Raquel, el glaucoma avanza como la noche. Es el destino. No pienso en el destino sino en aquellas carreteras infinitas. Simplemente nos acercaron. ¿Por qué? ¿Para qué? El destino es una carretera y no lo sabía. Es también la nostalgia. Con profundo amor me alimentas del amor de tus padres, sus grandes esfuerzos, sus decisiones. Por eso amor, Raquel, vuelvo a ti, volveré a ellos.

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Todo lo que se encontraba lejos se acerca Atrás el aire enrarecido del norte. La central de autobuses está en otro lugar y la carretera que lo lleva al pueblo, no es del todo la misma. Joaquín ha olvidado los campos infinitos de la caña y la milpa. Desciende del autobús y son sus pasos hacia la casa paterna. Avanza, se detiene. Es la confusión de las imágenes, el sol, sus sombras. Resiste y una vez más retoma el camino entre rostros curiosos y gente que, bajo el ruido de la fábrica, alza la mano en señal de saludo. Desde la parte alta de la calle mira la casa. Tiene qué seguir cuesta abajo cinco cuadras más. Las calles empedradas ahora están cubiertas por asfalto, un asfalto quebrado por el tiempo y el uso de los camiones de caña, los autobuses, los coches de un pueblo que como la ciudad del norte, se desborda. Joaquín está frente a aquella puerta. Cree escuchar voces, la voz del padre, la voz de la madre. No sabe. Los años han sucedido y, quizá, también el olvido o la muerte. Palpa los ojos ensombrecidos, el vientre doblegado por la cicatriz. Abre la boca, emite un par de palabras. Espera.


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Una de las historias de Malú Víctor Manuel Pazarín

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n "Ese Hamlet" -y en todo El suicidio y otros cuentos- Malú Huacuja del Toro nos recuerda que su oficio es narrar, contar historias y no dar pie a equivocaciones. Malú es eso: una escritura, una contadora de buenas historias Para no embrutecerme, para no navegar en un río de excelentes historias, y ya que las seis reunidas en El suicidio y otros cuentos (Plaza y Valdés, 2013) de Malú Huacuja del Toro mantienen una misma temática -aunque debo aclarar que no son la misma ni iguales, y que cada una merecería un comentario aparte-, voy a dialogar únicamente con "Ese Hamlet", que abre el libro. Hace muchos años, por cierto, advirtió Edmundo Valadés que "cada cuento encuentra a su lector", y a mí me ha atrapado la primera narración de Malú debido a asuntos que intentaré explicar lo mejor que pueda. Pues, como digo, soy propenso a embrutecerme y agrego: a enredarme cuando abro un amplio espectro en mis comentarios; por esa razón, esta vez he decidido hablar solamente de "Ese Hamlet". La apertura de la historia ofrece la oportunidad de un extenso ensayo sobre el suicidio desde Shakespeare y hasta Albert Camus, y es tentador para cualquiera, luego de leer el cuento, volver a atravesar los caminos que el devenir de la historia literaria nos ofrece en el tema del suicido; sin embargo, Malú decide solamente tentarnos y llevar al posible lector a imaginar cuánto de lectura increíble está en ese espacio abierto, repito, como una tentación. Si del monólogo de Shakespeare, Hamlet, a El mito de Sísifo de Camus hay una distancia de

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tiempo enorme, ya se podrá imaginar cualquiera que hay pastizales de papel para comer y analizar casi por toda una vida, o quizás me equivoco y lo que hace Malú es plantear que para llegar a este cuento y, es claro, a esta reunión de historias, ha hecho una cantidad enorme de lecturas que la llevaron a reconocer, de nueva cuenta, que el suicidio es una temática de la propia literatura y un hecho que, lamentablemente, es parte de la propia historia humana. Mítico y filosófico, el tema también corresponde a la narrativa y a la literatura, y al arte en general. Pero Malú delimita. Hace un planteamiento. Se queda quieta y nos invita a la lectura de obras ya clásicas del mundo actual. Si a William Shakespeare y a Albert Camus les sedujo el tema como para llevarlo a la escena uno y otro a la reflexión, es sin duda porque es importante. Pero Malú nos cuenta. Malú nos pone en relación con el suicidio, no sin antes quizás haberlo estudiado en obras ajenas para luego asentarlo en sus reflexiones, pues la historia desde un plano humano va por las sinuosas veredas de la trayectoria del tópico en el tiempo y entrelaza un relato para adentrarse en éste, y continuar en seguida y a caballo una reflexión sin dejar de hacernos sentir que hay una vacilación en su escritura; es decir, "Ese Hamlet" es lo mismo un ensayo que un cuento. Es la historia desde la narrativa y desde el pensamiento. Es una forma de encuentro y, a la vez, un mítico ser de dos cabezas y un único cuerpo que no distrae al posible lector, pues la autora es de amplios recursos y de experiencia en la escritura. Entonces ¿"Ese Hamlet" es un ensayo o un cuento?


Desde mi punto de vista es ambos. Desde mi lectura hay una fusión muy bien lograda y quien lee "Ese Hamlet" camina por una historia muy cercana a la vida y, también, muy cercana al pensamiento. Al colocar estas vertientes en un mismo texto Malú nos describe, nos comparte sus registros narrativos, como ya dije, y nos seduce al grado de perdernos y después llevarnos a la salida de ese laberinto delicioso de su escritura y su imaginación y su alcance ensayístico. Me encantan, en lo personal, esas mixturas en la literatura. Un cuento no tiene que ser solamente un cuento sino varios géneros a la vez. Me interesa el tema del suicidio, pero también la historia del suicidio. Me toca el tema, pero no me interesa leer una nota periodística directa y sin gracia sobre alguien que ha tomado la decisión de suicidarse. Quizás por eso -y espero no salirme de la dirección de este camino- nos gusta la historia de la vida y muerte de los poetas y artistas que se han suicidado. ¿Nos gustan o me gustan? Debo decir que el suicidio del poeta Manuel Acuña o de Cesare Pavese va de lo doloroso a lo

melodramático. Debo recordar que la muerte por agua de Alfonsina Storni, por ejemplo, ya es un tema para un cuento o una novela, pero Malú tengo la impresión- no se dejó llevar por estos dramas clásicos y literarios del suicidio, sino que hizo una historia-reflexión y colocó a personajes cercanos a la realidad y la propia vida y no al mito, lo cual advierto que hubiera sido muy fácil para Malú. Entonces lo que ella nos entrega -y ahora sí incluyo las seis historias- son realidades parodiadas, a veces con pasajes llenos de humor (y sin moralejas), pero siempre impecables en su escritura. Porque El suicidio y otros cuentos bien podría haber sido un correlato de anécdotas; pero la habilidad narrativa, la intensa imaginación, la experiencia declarada de Malú Huacuja del Toro en la narrativa, le da la vuelta y nos lleva por senderos distintos en su punto de vista sobre -y costumbre de los seres humanos tan común y de algún modo patético y doloroso siempre- el acto de suicidarse.

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Revistas Esaú Cituk Andueza

N

o sé en qué estaba pensando cuando decidí cogerme a Íker. Pudimos haber ido al cine, o a tomar un frappé; en vez de eso nos quedamos en mi casa. Primero le acaricié el rostro, él se dejó hacer; nos besamos lentamente, pensé que se retiraría o no lo iba a permitir. Se dejó desnudar. Pude ver expuesto su cuerpo rollizo. No estaba gordo, más bien llenito, pero nunca me desagradó. Lo guié con mucho cuidado. Hay que tener cuidado de no asustar demasiado a alguien de catorce años. En la cama fue muy cariñoso, tierno, y me dejó terminar. Fue a los tres meses, tal vez más, de habernos conocido cuando lo invité a mi casa, el pretexto fueron las revistas. Él apareció una ocasión en mi turno de día en el Oxxo, yo estaba en caja. Sus ojos verde claro dieron una vuelta por la tienda al entrar. "Buenas tardes", dije, es parte del deber en el trabajo saludar a cada cliente que entre. No me respondió. Luego se dirigió a los estantes de revistas, sus ojos revolotearon de forma veloz, y fue hacia las neveras. Compró una coca. "Le cobro de este lado. ¿Algo más? Por cinco pesos puedes llevarte un paquete de chicles", todo era rutinario. "No, gracias". Se llevó su coca al estante de revistas y empezó a hojear algunas. Días después notaría que sólo agarraba el Nationalgeographic, el Muyinteresante o el Conozcamás. No le di mayor importancia en ese momento, "sólo está hojeando", pensé. Pero hizo poco más de media hora, terminó su coca y se fue. Lo vi aparecer el resto de la semana que estuve en ese turno. Llegaba, compraba una 48

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coca y se iba a hojear las revistas. Empezó a inquietarme que fuese diaria esa rutina. A mí no me importaba mucho, pero podría llamarme la atención el gerente. No debías permitir que hubiera gente nomás de gorrona del aire acondicionado o de fisgona por la tienda, aunque técnicamente Íker era cliente, siempre tomaba su coca. "No creo que sea muy saludable tomar todos los días una coca", le dije una vez. "Es que me mantiene despierto y me quita el dolor de cabeza", había dicho, me miró y fue a las revistas. Como en la tienda el turno rotaba, estuve de tarde hasta las ocho de la noche. En ese tiempo no vi a Íker, supuse que iba después del mediodía, y sólo por un rato. Pregunté a mis compañeros y lo confirmaron. Dijeron que un niño gordito iba diario a ver revistas y se quitaba. Luego estuve en horario nocturno. Se me fue olvidando con el trabajo, y como me hicieron repetir por la noche, el cansancio me hizo volver a mi rutina de autómata. Para despejarme y revivir mi ánimo me sirvió la semana de descanso. Pasado todo ese tiempo estuve de nuevo en el día. Íker volvió a aparecer, siempre después del mediodía. "Creí que te habían despedido", murmuró cuando se acercó a pagar su coca. Me extrañó que me hablara, "no, sólo cambié de turno", le dije. "Los otros me regañaron por ver las revistas", su voz fue una acusación. "Se supone que no debemos permitir que manoseen las revistas, y menos si no las compran", traté de no parecer castrante, "pero a mí no me molesta, siempre y cuando seas cliente y compres algo", terminé


diciendo. "Está bien", dijo, y fue a las revistas, coca en mano.

fingir sentirme irritado, pero no logré sentirlo. No sé por qué.

Antes de que cambiara de turno me atreví a recomendarle "¿por qué no compras las revistas?, así te evitarías venir, y no te regañarían". "No me alcanza el dinero, y me siento mejor aquí que en mi casa", soltó como respuesta. "Si no compraras todos los días una coca cola te alcanzaría para una revista al menos", sugerí. "Prefiero hacerlo así", y se sumió en la Nationalgeographic.

Cambié de turno a la tarde, luego siguió mi semana de descanso y cuando volví a estar en el día, noté que habían cambiado las revistas otra vez. En las bodegas recogí los números anteriores. Cuando llegó Íker, siempre después del mediodía, permaneció en el umbral de la puerta, paseó su mirada hacia la caja, donde yo me encontraba, y entró. Parecía desconfiado. Al pagar su coca me dijo "los otros volvieron a regañarme". Hizo más tiempo del que acostumbraba, y cuando ya se marchaba le pregunté "¿de verdad no te resulta mejor comprar las revistas?". "Ya te había dicho que no me alcanza el dinero, y a mi mamá no le gustan esas cosas". Al día siguiente, mientras le cobraba el refresco le dije "tal vez si le pides permiso a tu mamá te deje tener las revistas, y a lo mejor te da dinero para comprarlas". Me contestó "gracias, pero mi mamá no es así, y desde que nos mudamos trata de economizar todo lo posible". "¿Y cómo es que siempre vienes a esta hora", quise averiguar, además me había intrigado eso de economizar. "Porque a esta hora salgo de la escuela y es cuando ella no está en la casa". Lo dejé para que empezara con el nuevo número del Muyinteresante, y sospeché que no había terminado el anterior por la cara que puso cuando fue al estante.

A la semana siguiente me tocó repetir el turno de día. Como Íker notó que no me habían movido, empezó a permanecer más tiempo en el Oxxo. Por esos días llegaron nuevos números de las revistas. Cambié las anteriores por las recién llegadas, y pensé que Íker no había podido terminar de leer ninguna. Sustraje las que iba quitando y las llevé a mi casa; en la bodega encontré otros números anteriores y también me las llevé. Llegada la hora, el chico apareció en la tienda, compró su coca, y cuando fue al estante quedó perplejo; hizo ademán de esculcar entre las revistas, pero al no encontrar la que estaba leyendo tomó el nuevo número de Conozcamás. "Hoy llegaron los nuevos ejemplares", quise aclararle, "ya vi, gracias", contestó, quizá con un tono de disgusto en su voz. Volvió, como ya era costumbre, y quise averiguar "¿cómo es que de pronto, un día, te empezaron a interesar las revistas?", le dije. Él estaba mirando la Muyinteresante. "Siempre me han gustado", dijo sin levantar la vista. "Y por qué nunca te había visto, hace mucho que trabajo aquí y no habías venido", le dije, como queriendo descubrir el engaño. "Es que no vivía por aquí. Nos cambiamos a esta colonia hace poco", me contestó, y dirigió sus ojos hacia mí, como pidiendo silencio. Quise

Era mi último día antes de cambiar de turno a la tarde. Creo que él lo intuyó. "La próxima semana no vas a estar ¿verdad?", me preguntó. "No, me cambian el turno a la tarde", contesté. "Gracias por avisar, así me evito regaños de tus compañeros". Pero ni él ni yo acertamos. Me hicieron repetir el turno de día. Íker asomó al comienzo de la semana, y se notó la sorpresa en su rostro al encontrarme. "Creí que no estarías" dijo cuando pagaba su coca y añadió delatripa: narrativa y algo más

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"podré estar a gusto", me sonrió y fue a ver las revistas. Decidí llevarle al día siguiente algunas que había guardado. "Toma, si dices de verdad que no las puedes comprar, te doy éstas". Me miró desconfiado y soltó "¿quieres decir que ya no puedo seguir viniendo?". Me quedé confundido y dije rápido para que no mal pensara "no es eso. Creí que sería mejor que las tuvieras, así puedes terminar de leerlas con calma en tu casa". Entornó sus ojos y dijo "pero me gusta venir", y me miró. No buscando que decir terminé por agregar "así te ahorras llegar hasta aquí al salir de la escuela, y mejor te quedas en tu casa". "No vivo lejos, no me molesta caminar, pero ya que insistes, gracias. ¿Me las vas a cobrar?", preguntó. "No, te las estoy dando", le dije casi con sarcasmo. "Gracias", repitió, sonrió y se fue. A los dos días volvió. Se veía abatido. "Gracias por las revistas, ya las terminé de leer, pero no puedo quedármelas. Las vio mi mamá y me regañó. No debería estar mal gastando mi dinero, dijo; que no debería estar aceptando nada a los extraños, me gritó." Me entregó las revistas y le dije "no quería causarte problemas, de verdad. Y disculpa, pero tu mamá debería aceptar tus gustos". Me contestó que ya sabía, pero no buscaba qué hacer. Fue por su coca, y luego a las revistas. Sus ojos ensombrecieron un poco. Fue entonces cuando me animé a decirle "si quieres puedes ir a mi casa a verlas, tampoco vivo lejos de aquí". Me preguntó dónde vivía, le expliqué. La próxima semana seguramente me tocaba el turno de la tarde y por la mañana, cuando él saliera de la escuela, podría llegar a mi casa, como lo hacía siempre en el Oxxo. "Gracias, a ver si voy", fue todo lo que dijo sobre mi ofrecimiento. Esa semana siguió yendo a la tienda, continuó su rutina. Era como siempre, algunas veces me contaba lo que había leído en las revistas que le presté, pero 50

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en general permanecía silencioso. Yo quería saber si iría a mi casa, o si había olvidado mi propuesta tirándome de loco. No confirmó, no dijo nada, de hecho. Llegó mi cambio de turno, y seguí pensando si Íker vendría. El primer día pasó como si nada. En el Oxxo pregunté si había ido el niño gordito y me dijeron que sí, pero le habían llamado la atención porque sólo iba a manosear las revistas. Pensé que olvidó lo que le había ofrecido. Pero en el segundo día, como dos horas antes de las doce, apareció Íker llamando a la puerta. Me sorprendió porque no era la hora que acostumbraba. "Quise venir antes, para aprovechar el tiempo leyendo, así que me escapé de la escuela" me dijo cuando le pregunté. "Está bien", le dije. "¿Quieres algo de tomar?", le pregunté. La respuesta fue obvia. Le di una coca, y fui por las revistas. Empezó a hojearlas. Yo miraba cómo quedaba absorto en ellas. Dirigió sus ojos hacia mí y le acaricié el rostro. Él se dejó hacer. La semana que volví al turno de día no apareció. Pregunté a mis compañeros si habían visto al niño gordito y dijeron que no. Me costó disimular mi preocupación. "Qué bueno, así dejará de echar a perder las revistas", dijo uno. "Sí, verdad", contesté. No tenía cómo localizarlo; nunca supe dónde vivía, o dónde estudiaba ni por cuál rumbo de la colonia estaba su casa. Llegué a pensar que se había mudado. Seguí rotando turnos: por la tarde, la noche, mi semana de descanso. Quise retener su recuerdo en mi cabeza; su cuerpo totalmente desnudo sobre mi cama, apenas en desarrollo por la adolescencia. El trabajo me volvía autómata sin poder evitarlo y se fue sepultando el recuerdo en mi cabeza por el cansancio. Un día un compañero me dijo "a que no sabes quién ha


vuelto a manosear las revistas", "el niño gordito", dije y sentí una punzada en el estómago. Había vuelto, sí, pero iba sólo cuando yo estaba en otro turno distinto al día. A pesar de los regaños de mis compañeros, Íker estaba un rato hasta terminar su coca. Traté de no darle importancia. Si no quería verme no lo iba a obligar a hacerlo. Pero se me quedó la costumbre de guardar las revistas viejas. Cambié otras veces de turno, mis semanas de descanso me iban borrando los ojos de Íker de la mente. Hasta que empezaron las náuseas, vómitos y el malestar en todo el cuerpo. Empecé a sentirme débil. No queriendo arriesgar mi trabajo, fui al médico. Mandó a que me hiciera análisis de todo tipo. Llegaron los resultados y el diagnóstico: sida. Todo se volvió blanco, luego negro. Mi menté se vació de todo excepto de una sola cosa: Íker. Tenía que hablar con él, pero debía encontrar la forma de que nadie se enterara de lo sucedido, y ni de mi enfermedad. Lo único que se me ocurrió fue dejarle una nota en alguna revista; la metí en el Nationalgeographic y esperé que pronto la descubriera. Le decía en la nota que era urgente que habláramos; le avisaba que podía ir a mi casa en el horario de mañana, porque me habían cambiado el turno.

mo puede ser?", empezó a sollozar. Lo tranquilicé con una coca. "Lo primero es hacerte pruebas, para confirmar". Accedió. Me salió caro llevarlo a hacerse análisis particulares. Tuvo que escaparse de la escuela para que no lo descubriera su madre; tuvimos dificultades con el papeleo de solicitud: si era mi pariente, si era menor, si esto, si lo otro. Por fin llegaron los resultados: Íker era seropositivo. Decidí continuar en el Oxxo hasta que aguantara. Él puede continuar normal con su vida, sólo debe tener cuidado al relacionarse con alguien más. No sé cómo logró sacarle la verdad a su mamá. Ella también era seropositiva. De su papá no sabía nada; su mamá le dijo que murió de una enfermedad hace tiempo. No se lo había dicho porque intentaba protegerlo. Íker aún va al Oxxo por su coca. Yo, según avanza mi enfermedad, creo que en un par de meses dejaré el trabajo. Pero cuando no estoy en el turno de día, Íker sigue viniendo a mi casa por las revistas.

Esperé un día. No llegó. Pensé que aún no había visto la nota, pero cuando miré en la revista, ya no estaba. Al segundo día llamaron a mi puerta. Era él. Intentó decir algo, creo que disculpas, pero lo interrumpí, quería hablar primero. Le dije de mi enfermedad. Palideció. Le iba explicando que muy probablemente, él también estaba en la misma situación. Parecía no escucharme. Dirigió sus ojos hacia mí, y sentí que intentaba clavarme la culpa. "No importa lo que hicimos", le dije, "importa lo que vamos a hacer ahora". "¿Códelatripa: narrativa y algo más

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Minificciones Andrea Campos

Conversión Caminó entre la gente con los cristales incrustados en los pies hasta que fue consciente que el vestido que lucía había pasado de ser blanco a negro y que el anillo dorado se le escurría por los dedos víctima de una desolada fundición. Fue entonces cuando los orificios de sus ojos terminaron de vaciarse. Abandonó la inútil agonía y siguió su camino entre las brasas terrestres.

Búsqueda Le escribió en un papel que fuera feliz, al día siguiente se fue. Cuando ella lo leyó también abandono el lugar. Sólo fue capaz de regresar cuando tuvo el valor suficiente para comprar una cuerda de cuero.

Gajes del olvido Cuando regresó a su ciudad natal, ella ya había entregado las cavernas.

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Dos textos Andi Escalante

Edificio El Nacional Y de pronto llega este hombre peculiar frente a mí y dice: -Maldición, me han despedido, jefa. No le contesto porque sé perfectamente qué va después y no pretendo darle empleo a este viejo drogado de lentes oscuros. - Vamos mujer, eres muy rica. Dale trabajo a este ijueputa. Respondo rotundamente: no, ya me has robado. Camino sobre dos losas blancas bien sucias, la chica de la limpieza es una rotunda mierda. ¿Porqué sí contrata a ésa y a mí no? ¿Me he lavado los dientes esta mañana? Mierda, no recuerdo. ¿Qué más da si le robé a la jefa? No me interesa. Estaba en mitad de un jalón y a medio paso de olvidarte. Oh mi vida cuánto me haces falta, te dije que tu Dios no te salvaría, te lo repetí en tu lecho de muerte cientos de veces y tú seguías rezando. Oh vida mía, tus manos ya no me rozan, extraño pedirte hacer el amor y mirar tu cara de asco, tu repudio a mi cuerpo destrozado por las drogas. Oh mi amor, te dije que nunca sería un borracho y te lo cumplí, me metí todos los ácidos que encontré, volé y volé entre todas las drogas del sureste. Oh hermosura, extraño realmente hacerte el amor, sé que era horrible y sólo lo hacías por el viejo recuerdo de mi ser. Oh vida mía, yo no sé si me estés mirando con horror, no sé si puedas ver mi lengua ya verde por tanto químico en mi cuerpo.

Hermosa, dime: ¿estaba tu espíritu presente hace dos años cuando estaba solo en nuestra casa?, ¿recuerdas? Me masturbé pensando en ti, sabía que estabas muerta, me detuve, corrí de prisa a la cocina y coloqué todo. Una silla, tu banca donde cariñosamente cortabas las verduras para el almuerzo de tus hijos, esos bastardos de mierda. Coloqué la soga y la tiré sobre mis hombros, y pensé: Mírame que no rezo ahora, porque tu dios, supuesto mío también no me va a salvar. Te amo, tú también a mí. Brinqué con convicción, crujió un hueso o mi piel, yo que sé. La vista nublada, mi respiración entrecortada; ¡mierda!, en serio me estoy matando, que pendejo. Morí. Siento un jalón, no vuelo. Siento un golpe en el estómago, duele. Abro los ojos y no estoy muerto, ¿Eres tú mi amor? Pregunté. -Eres un asco Oramaz Una voz ronca, no es mi amor. -Eres un pendejo Oramaz Cada maldición, cada insulto venía con una patada en el cuerpo, un golpe en la cara, una convicción para matarme a golpes. -Maldición Oramaz, te hubieras muerto antes de que yo llegara, ahora tengo ganas de matarte por ser estúpido, tienes tres hijos. Otro golpe al estómago, la punta del pie duele más que los puños. -Mierda, Laura se murió de cáncer, y tú por pendejo. Sólo no termino de matarte por tus hijos, ¿qué le diría a tus hijos? delatripa: narrativa y algo más

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-Cabrones, acabo de matar a su padre- Toso sangre y parte de mis dientes; me desmayo. -Hey, Oramaz. ¿Qué esperas? Ya te dije que no. Lárgate- me lo dice la jefa, con mucho odio en la mirada.

Beatriz Me encontraba acostada en mi lugar favorito, no era hermoso, ni apacible, era un lugar frío y seco, un simple kiosko de madera roída; aun no sé si antes fue un parque, o una vieja hacienda con dueños locos por un kiosko. Lo único que sé, es que tenía que recorrer alrededor de un kilómetro para llegar a ese lugar que tanto me tranquilizaba; pasaba largos senderos llenos de mala hierba; me sentía en casa. Si tan sólo pudiera tener ese kiosko y minimizarlo para poder llevarlo conmigo donde quisiera... Mi nombre: Beatriz. Casi siempre lo asociaba en mi mente con palabras poderosas como Emperatriz y otras con terminación triz. En realidad no era tan inteligente como para pensar en otras, pero eso no importaba. No tenía metas, no tenía algo que capturar y guardar para siempre. Sólo tenía miedos y congojas. Me sentía seca, árida, desde pequeña me sentí así. Todos en el pueblo me saludaban, pero yo sabía que no les agradaba. Algo que siempre supe y siempre me perturbó fue que yo era distinta, no tenía ni motivación ni amor. Mis cabellos eran negros y largos, mis dientes parejos pero chiquitos, mi piel aceitunada y brillosa; no les cuidaba con tanto amor como mis compañeras de escuela, pero estaban dentro de los estándares de la sociedad. 56

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Para mi madre siempre fui invisible, pero por alguna razón una vez al mes y en mi cumpleaños me abrazaba y me decía cuánto me amaba, nunca le creí; tampoco se lo decía, sabía que la gente a veces necesita amor, aunque éste sea inventado. Noté que ya anochecía, me entró la desesperación de que mi madre estuviera preocupada por mi paradero; quizá mandaría a los hombres más fuertes y rudos del pueblo tras el rastro de su única hija. Di zancadas grandes y rápidas, intentando pisar mis propios talones, traté de cantar una canción pero me di cuenta que no me sabía ninguna; no me sentí mal, solo seguí mi trayecto en silencio. Al aproximarme noté la luz amarillenta y opaca de la farola de mi casa, era tan triste que ni siquiera los insectos la deseaban. Tratando de no perderme en mis pensamientos entré rápido a la casa. -Hola mamá, perdona la tardanza- le dije jadeante. -Hmm- contestó. Ella miraba la televisión y sus ojos no reflejaban ocio ni alegría, sus ojos apuntaban a esa dirección pero era claro que su mente hacía mucho tiempo que estaba ausente. Siempre tuve de pasatiempo mirarla mientras desarrollaba los quehaceres del día, era asombroso cómo su cuerpo estaba automatizado a responder al ambiente. Si existe el alma, ¿dónde se fue la de ella? ¿Y por qué siento que ella vive más que yo? Todos los


domingos me preguntaba qué deseaba comer y cocinaba un poco de pollo en cazuela, y mis deseos en el aire yacían. El siguiente domingo fue diferente, desperté y me sentí feliz, abrí las cortinas de la habitación; inclusive seguí a un pájaro con la mirada y me sentí dichosa de presenciar la belleza de la vida. Tanta cursilería me abrió el apetito, me estiré y estrujé cada músculo y

hueso de mi cuerpo para saber que seguían allí, en desuso. El hambre me empujó hasta la cocina y allí en el medio estaba ella, tan libre y majestuosa tendida como un calcetín recién lavado secándose al sol. Ella, era mi madre, haciendo uso de su libertad, en sus mejores ropas, colgada del techo y una nota delicada atada a su mano que decía: Es mejor así.

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Nuestras Curas Ibrahim Pech prefiero pensar que estás dormida, tiernamente dormida sobre un lugar fresco, que cerraste los ojos tan lentamente que no sabes que lo estás; así pienso en ti. Aunque sepas o no que estás dormida.

Y

Que tus deseos se hacen realidad sobre los míos, que escucharé tu voz entrar por una puerta o una ventana, y que él también duerme otorgándote una paz insoluble. Prefiero pensar que no estás pensando más que intentando no hacerlo y que si en algún lugar fresco estás, sea sobre esas losetas que tiñes de azul con la luz ultravioleta de tu mar que cristaliza y guarda tu espalda o refleja lo calmado de tus mejillas. Sabes lo mucho que me gustan. Al igual que tus manos que corren con las mías. Puede que ella también esté dormida y por eso te dejen dormir… Que en esta (o esa) calma la luz natural sea intrínseca y que se escuchen solo los ladridos de Rocky; más bien que solo tú escuches los ladridos de Rocky o el maullar de Misifús, aunque ambos sepamos que no están contigo ni conmigo. Ahora que lo pienso, también prefiero pensar que ellos y ellas también descansan, sobre hilos de colores, sobre sábanas blancas (hablando de sábanas blancas, recuerdo el último agosto que no fue hace mucho, tampoco dormimos si así lo hubiésemos querido, pero no quisimos) sobre sábanas de color.

Prefiero sentir que aquello que pienso es más por ti que por mí, o mejor aún, por nosotros ¿Te he dicho lo mucho que me gustan tus mejillas? También me pregunto si te he dicho lo mucho que me gusta el quedarme dormido junto a tí o mejor, contigo. Pero creo que eso ya lo sabrás. Que puedas abrazar la soledad de la noche en la soledad de la noche o buscar con tus brazos los míos que anhelan tu presencia en un súbito arrebato de realidades, que lejos de soñar, sabemos que no nos pertenecen. Prefiero pensar que al despertar, la casa sigue donde está (excepto, si es por estar volando), que todos permanecen donde han caído, y que tú, al igual que yo, no debemos preocuparnos por nada de nada. Que la primera mirada que emane de tus ojos, sea de frescura y energía, que al verme a lado tuyo, penetre por mis párpados hasta mi alma y con una sonrisa mutua nos conozcamos, pero sin saber aún siquiera, si seguimos ahí o aquí, despiertos, dormidos o soñando. Aunque en todo, nada importaría, nada más importaría porque sabrías que estoy bien y tranquilo y tú sin saber realmente, que en ese saber tuyo descansa mi bienestar y tranquilidad. Y yo sin saber aún, si has despertado.

Que en punto exacto, todo esté en silencio y en penumbra y que estando allí (o aquí) te sientas en otro lugar, tal vez lejos de todo y de todos, de mí, de ellos, o quizá conmigo ajenos a los demás. delatripa: narrativa y algo más

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Nos veremos en el infierno Jhonny Euán

H

ace varios años, antes de entrar a la universidad, sin estudiar ni hacer nada, literalmente, mi padre, quien es mi principal crítico, un día me dijo unas palabras que siempre recordaré: "¿Cuándo te vas a cortar ese maldito cabello? ¿Te gusta verte así? Con esas fachas nunca vas a encontrar un trabajo decente, ni vas a lograr nada". Se las comento por que han pasado los años y mi padre cada vez me critica menos al ver mis calificaciones, y eso que llevo cinco años sin ir a una peluquería. Le hablaré solo la juventud, ese lapso de tiempo que marca el rumbo de nuestra persona, y nos hace existir a nuestra manera. Pero, ¿Qué es existir? Existir, es el momento perfecto para darle significado a muchas cosas, entre ellas, la vida. Somos nosotros quienes decidimos cómo ser, qué hacer y qué pensar, y por eso destaco la juventud. En ella todo parece perfecto, sientes una absoluta libertad para actuar, salir, ver a los amigos, enamorar a una chica o solamente admirar la belleza del mundo sin preocuparse por trabajar. Te puede pasar de todo; conocer gente buena y mala, cometer errores, tomar el café con los amigos, sentir de cerca lo que es la muerte, pero lo importante es que todo se vale, todo es una experiencia que merece ser vivida. La adrenalina, los excesos y la efusividad forman parte de la adolescencia; puedes morir por drogas, pisar la cárcel, embarazar a tu 60

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novia, robar, o también puedes vivir de fiestas, embriagarte por primera vez, tener sexo casual o dejar la escuela. Por esos motivos, muchos adultos no quieren ver a sus hijos en la cárcel, muertos o como unos "Buenos para nada" pero yo me pregunto ¿No habrá algo más perfecto que la sabiduría que te otorgan experiencias tan frenéticas como sentir de cerca la perdición? ¿No resultará valioso el conocimiento que te da el saber que hiciste algo malo pero que aún vives para contarlo? ¿Saber que tuviste como doscientas novias pero que al final encontraste una que de verdad te hace volar? Considero que la sociedad no entiende del todo esas interrogantes, no piensa que sus individuos jóvenes son igual de libres que los adultos, y que ellos mismos deben forjar su camino en la vida. Porque en definitiva, creo firmemente que existen aquellos que saben a qué se exponen al hacer un "acto inmoral". Otros por el contrario, no lo saben y terminan mal. Pero no por ese número de jóvenes que acaban siendo un mal ejemplo se debe satanizar a los demás, a quienes son conscientes de sus vidas, son educados, quizás extrovertidos y problemáticos pero al final, pensantes. Que sin ser obligados eligen un comportamiento propio. Les gusta vivir al máximo, algunos con el cabello más largo que sus madres, visten mal, les gusta la música estridente, otros aman ir de antro cada quinto día, gastar el dinero en tonterías, pero que como personas, pueden


llegar a ser de los más cultos y sobretodo, personas con valores. La sociedad enloquece al criticar tan severamente a los jóvenes. No todos son malos, no todos son unos malvivientes o maleducados a pesar de que su aspecto o actitud diga lo contrario. Debe existir esa libertad entre los ciudadanos más "civilizados" de que los tiempos han cambiado, y si hay revueltas y movimientos estudiantiles con más frecuencia es porque ya tenemos jóvenes que quieres alzar la voz, que no sólo se atascan de libertinaje, sino que se interesan por su ciudad y en general por su país, y que no importa nunca el aspecto, uno es totalmente igual a otros desde cualquier estúpida regla moral que se le juzgue. La vida es muy corta, comentario trillado, pero cierto. La adolescencia es la mejor etapa que puedes vivir. Si posees la capacidad de reflexión y análisis sobre ti mismo, lo más seguro es que vivas plenamente y en tus últimos años de vida, siempre sonrías porque de joven hiciste miles de cosas que de seguro te hubieran llevado a perder la cabeza o

"acabar mal" como dicen muchos adultos, pero que sin duda te hicieron crecer como persona, y como ya dije, eso se vuelve experiencia, algo que podrás contar. No se queden sentados obedeciendo lo que su entorno quiere para ustedes, si no lo han hecho, atrévanse. Atrévanse a romper esa cadena que los une a lo que es moralmente aceptado, de vez en cuando también es bueno no seguir el orden, no seguir el guion clásico de la sociedad. Hoy pueden jugar con sus coches y muñecas, más tarde, alcoholizarse hasta morir, el fin de semana trabajar por su familia, y al final, estarán sentados mirando desde la ventana todos los recuerdos de tu existencia. Sería una pena que se ahoguen extrañando un recuerdo que nunca existió. Y por último quiero compartirles una frase de un músico de mi agrado, que no es una invitación a un comportamiento anárquico, sino más bien a comprender que la vida perfecta se forma siendo imperfectos: "La vida es una cárcel con las puertas abiertas". Andrés Calamaro.

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Carlos Emmanuelle Candila

Todos los niños son morbosos. Es la única de sus gracias que puede salvarlos. TRUMAN CAPOTE.

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odos los días Carlos caminaba sosteniendo entre sus delicadas manos, una pequeña caja de madera tallada a mano. Marcel, quien le había observado desde semanas atrás, se interrogaba mirando a través de su ventanilla, qué es lo que ese indefenso niño podría llevar ahí dentro. Un martes, en el que el sol no bastaba con incendiar la ciudad; Marcel descendió desde su habitación hasta su estudio, en donde por lo menos se la vivía entre catorce a dieciséis horas diarias desgastándose los dedos en su vieja máquina de escribir.

Quería consumar un éxito más en su vida. Su editorial, le exigía a toda costa una nueva publicación, cual fuese. Esta vez deseaba tanto experimentar con la poesía. Un poemario era el más arriesgado trabajo que tenía en mente. No quería escribir nuevamente narrativa, ni desgastarse hasta la medula entre puntos, comas, guiones y capítulos; como le había ocurrido con su primera publicación a los diecinueve: “La brutalidad de ser hombre y llamarse Gloria”; obra que causó altas ventas hasta convertirse en best seller, premio Pullitzer y cincuenta de los grandes fueron directo a su cuenta bancaria. Aunque todavía era un mozo, su nombre insigne se apilaba entre los grandes de la literatura moderna. Tres años más tarde, ¡bum! Otra bomba para su carrera literaria, su más 66

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reciente trabajo: “Monstruos” había vuelto locos a la jerarquía política de su época; tras describir cómo la avaricia de los hombres, puede transformarles en monstruos sin corazón. La cita hecha para el diario Bruguér, y extraído de la página 37 de la novela, fue un goce indiscutible para sus séquitos. En ella se declaraba: “Sólo los pobres y los necios creen en la política y más aún, en sus contribuyentes”. Pero ahí se encontraba Marcel, solo en aquella atestada habitación; con su máquina de escribir restregándose ufanamente ante su parpadeante mirada, y con el título pensado por varias semanas para ese poema. No tenía mente, todo había huido de él como un vil cobarde. Sabía con exactitud lo que deseaba escribir para ese título, pero sólo había creado una línea repugnante para aquel poema: No existe pluralidad entre tú y yo. Y después de eso, nada. No buscaba nada qué poner o cómo continuar. Apoyó el codo a la mesa y con la planta de su mano, soportó el peso de su barbilla. ¡Vamos, vamos, tienes que venir! Balbuceó en repetidas ocasiones hasta cansarse. Miró detalladamente la primera y única línea escrita, y la arrebató con violencia del rodillo. Arrugó el papel hasta volverlo menudo y gritó exacerbado: ¡A la mierda con la poesía! Se levantó de su asiento y se dirigió a la ventanilla. Observó a las afueras, y vio a un


ruiseñor volando de rama en rama. Era extraña esa tarde, hacía demasiado calor y ningún chico jugaba en las afueras. ¡Cómo si una peste rondara el barrio! Frunció el ceño extrañándose ante aquel silencio y pensó nuevamente en su primera frase: No existe pluralidad entre tú y yo. ¿Qué querría decir con eso? ¿Qué significado o validez podría tener? Sonaba más bien estúpido y ridículo. ¿Acaso a alguien podría convencer con esa línea? Observó nuevamente al ruiseñor y le vio volar hacia aquella bóveda que comenzaba a encapotarse. No pudo mirar más, pues el techo, se lo impidió. Bajó la mirada y pudo ver en la calle, a aquel niño quien sostenía entre sus manos esa pequeña caja de madera. ¡Hey! Chico. Gritó. El niño se detuvo, haciéndole creer a Marcel que le había escuchado. Pero no, él, sólo decidió estirar los dedos y prosiguió su camino. ¡Ah, qué hijoputa! Exclamó Marcel iracundo atravesando su yermo jardín ¡Chico, te vengo llamando a gritos! Perdone, señor, pero no le he escuchado. ¿A dónde te diriges? Busco a una persona. Me han dicho que cerca de este barrio vive, pero no logro encontrarle, hace semanas que ando en su búsqueda. ¡Me he agotado, sabe! El sol está insoportable, pero no se compara al quinto infierno. Sí. Desde hace varias semanas que te he observado rondar estos rumbos y llevando esa pequeña ca…ja. ¿Qué es lo que ocultas ahí? No puedo decirle, es un secreto.

Por alguna extraña razón, -exclamó Marcel mirando de soslayo la caja- los secretos y las promesas siempre se rompen. A esa extraña razón, repuso el chico; yo le denominaría sordidez. No existe acto más vulgo e imperdonable en este mundo, que romper una promesa y revelar un secreto. ¿No le parece a usted, señor? ¿Cuántos años tienes? Preguntó Marcel atónito ante aquella frívola respuesta. Los suficientes para saber lo hostil que puede llegar a ser el mundo; lo maravilloso, hipócrita, avaro y oscuro que puede llegar a ser el corazón del hombre; la belleza que se crea en el alba y el terror que nace cuando cae la noche. Tengo la edad suficiente para saber eso y más. ¿Cómo es posible que un crio como tú pueda hablar de esa manera, con tanta verbosidad? Deberías de estar jugando parchís o al turista mundial. Digamos, señor… que yo no soy un crio normal, aunque prefiero utilizar la palabra: Común Me he dado cuenta de ello, tienes un don; uno puede percibirlo cuando hablas. ¿Un don? Sí. Un don. Yo pienso, señor, que un “don” no es más que la inteligencia y astucia de nuestras mentes y por desgracia, todo don que se otorga al nacer, como dijo Capote: es un látigo y al final, sólo sirve para autoflagelarse Eres asombroso, nunca había conocido a un crio tan increíble como tú. Me ha dado un gusto conocerle, señor, pero tengo que marcharme. Retornaré al lugar de delatripa: narrativa y algo más

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donde he venido. ¡Es suficiente! No encuentro a esa persona. Pero, no puedes despacharme así por así. ¿Viajas solo? Sí. Soy un chaval demasiado desolado. ¡Bueno! al menos dime, ¿Cómo te llamas? Carlos. ¡Carlos!, déjame invitarte a mi casa, tengo chocolates y pastelillos; un teléfono, podrías llamar a tus padres para que vengan a recogerte. No podría aceptar tal invitación. Pero, ¿Por qué no? Porque ahora tengo que marcharme, además, es usted un extraño… Soy Marcel. Ya no soy un extraño, o no, ¡Carlitos! Se ha presentado ante mí, de una manera violenta, no será usted un pedófilo y con base en tretas desea llevarme hacia su morada para saciar su más demoniaca e impura pasión. No, no, para nada. Jamás actuaria de esa modo, y mucho menos con un crio tan inocente como tú, eso sería bajo, cruel y vulgar a la vez. La vulgaridad, señor, sólo puede existir en el arte. Pues, el arte, es bello o vulgar, nada más que eso. Y le he dicho que mi nombre es Carlos, no Carlitos. Por alguna extraña e incómoda razón, detesto los diminutivos, pues hace ver a uno como un tonto o un nene fastidioso. Perdona, Carlos, pero aún estoy asombrado ante la forma tan ufana de manifestarte, y quisiera saber, quién te ha enseñado a expresarte de ese modo.

¡Nadie! No creo que nadie. Uno siempre toma modelos a seguir. Imitar a alguien, admirarle quizás. Yo al menos desearía ser magnífico al momento de escribir, tanto como lo fue Oscar Wilde, o Mark Twain. Un modelo a seguir, es ridículo. Uno tiene que encontrar su propia identidad; su personalidad, ¡Su arte! Es vergonzoso y más aún desagradable, andar copiando rasgos símiles de otras personas. Es como hacer una mezcla, un puré; al final, quedaría uno todo hecho un revoltijo y un asco. Yo pienso que ser original y único sería mejor que “un modelo a seguir”. Sí, pero… Permítame, señor; no es modesto interrumpir a uno cuando no ha dado la última palabra. He leído al señor Wilde, pienso que es brillante, pero Dorian Gray me salió un fastidio, una cucaracha que se esforzaba demasiado para ser una delicada mariposa; Lord Henry Wotton era delicioso y el único que valía la pena, realmente. Y con respecto a Mark Twain, lo único que rescato de él, fue lo manifestado: “De todos los seres creados, el hombre es el más detestable. De toda la progenie, es el único individuo que posee malicia. Ese es el más bajo de todos los instintos, pasiones y vicios; el más odioso. Es la única criatura que causa sufrimiento por diversión, a sabiendas que va a producir dolor. Así mismo, es el único ser de toda la creación, que tiene inclinaciones mezquinas”. Ahora, dígame usted, ¿No es aquello cierto? Rotundamente, pero… llámame Marcel, no “usted”. Se me imposibilita hacerlo. ¿Por qué?

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Porque yo soy un niño y usted, un adulto. Me han enseñado a respetar a los adultos. Pero mire, ¡Qué tarde se me ha hecho! Me he demorado lo suficiente. Ha comenzado el crepúsculo y me aterra la idea de deambular entre penumbras y personas extrañas. Mi oferta sigue en pie, Carlos. Un chocolate caliente no te caería nada mal, llamaré a tus padres y te mandaré en taxi. He de tomarle la palabra, señor, aunque hace bastante calor como para beber un chocolate “caliente”. ¿Quieres que cargue la caja? Ha de estar muy pesada. No. gracias. Es verdad que es pesada, pero yo soy el único que puede hacerlo. ¿Cuántos años tienes, Carlos? Si me permites saber. Tengo siete. ¿Y usted? Veintiséis, cumpliré veintisiete el mes próximo. Mire. A la persona que busco también tiene veintiséis y el mes próximo, cumplirá veintisiete. Qué casualidad. ¿No? ¡No! ¿Por qué? Digo, ambos cumpliremos veintisiete el mes próximo. Es sencillo, señor: ni las coincidencias, ni las casualidades van de la mano; pues ambas, son como una torpe quimera. Además, siempre he pensado que las casualidades, no son más que la fuerza de nuestros deseos y la vehemencia de nuestras pasiones. Eres demasiado pequeño para pensar de una manera tan madura e increíble.

La madurez de una persona, no tiene nada que ver con la cantidad de arrugas que posea en la cara o la cantidad de canas que pueda tener en el cabello. Yo he conocido a hombres viejos y son más beocios que los mozos. Mira. Esta es mi casa. Luce un poco lóbrega, lo sé, pero es que no he tenido el tiempo suficiente para dedicarme a ella, arreglar el jardín, siquiera. Y por qué no. Siempre hay tiempo suficiente para todo. Soy escritor, sabes. No. No me lo ha dicho. ¡Bueno! Ahora lo sabes y como veras, el único tiempo que tengo es para escribir. ¿Y qué escribe? Prosa, pero ahora estoy arriesgándome con un poemario. Quiero ir en busca de nuevos horizontes. Exprimir la belleza que existe en un objeto y otro. Demostrarle al mundo lo hermoso que puede llegar a ser el simple pétalo de una rosa. El dolor inefable que existe en una lágrima. Sentir las texturas de las rocas u oler al viento. Porque el viento tiene olor, sabes. ¿Poesía? Sí, ¿Te gusta la poesía? Me gusta leerla y trato de comprenderla, también, pero en ocasiones, me es difícil. Siempre he pensado que para crear poesía, uno no puede tener una vida común como cualquier ser viviente. ¿Ah, no? Claro que no. ¿Y por qué lo piensas? Digamos, señor; que para escribir poesía, hay que vivir más de una vida. Conocer el delatripa: narrativa y algo más

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mundo. Abrir un corazón y habitar en él. Apreciar el arte, reconocerlo como bello y vulgar que puede ser; amar, soñar, reír, llorar. Volver a amar. Entregar el alma. Desnudarla también. Romper las reglas. Ir a la izquierda y perderse en la derecha. Ver nacer y morir al sol. Contemplar el vasto sistema que se encuentra por arriba de nosotros; y atrapar a cada una de las estrellas que habita ahí. Ofuscarse con una simple luz de luciérnaga. Beber un buen vino, saborear su calidad y reconocer su vejez. Amar otra vez, inclusive, odiar y perdonar. Irse de viaje. Encontrar el oro que se halla al final del arcoiris. Buscar y crear formas, figuras que no existen en las nubes. Escuchar una sonata, interpretarla y amarla por su belleza. Tener lápiz y papel y nunca verlo como objetos para crear arte. Le diría un sinfín de cosas, pero nunca acabaría. Realmente eres magnifico, Carlos. Su sala de estar, es un poco pequeña.

alma no tiene sexo, uno puede enamorarse igual de un hombre, que de una mujer. Además, a una persona no se le puede juzgar cuando sus apariencias siempre le delatan. ¡Eso no es válido! Verá, muy pocas son las personas que pueden apreciar el verdadero significado del amor. Pero dígame. Su estudio, dónde se encuentra, ¡Deseo impacientemente conocerlo! En aquellos instantes Marcel recordó una cita que se encontraba en la página 127 de su primera obra, en ella había escrito: "Si la palabra amor, tuviera una verdadera definición, el mundo no sería tan hostil" y pensó, en ese justo momento, que Carlos había leído su novela, adueñándose de esa cita, para moldearlo y declararlo a su gusto; bellamente como sólo él pudiese argumentarlo, a través de esos labios de color carmesí. ¡Señor!... expresó Carlos ante la sobria mirada de Marcel.

Vivo solo.

Ah, sí. ¡Donde suelo escribir!

¿No tiene mujer, ni hijos?

Sí.

No. Lo he dicho, vivo solo.

Mira, por aquí.

Es malo que el hombre viva solo, señor. Lo sé. Pero es que aún tengo el recuerdo de la única persona que he amado. ¡No he podido olvidarlo! He ahí lo malo. Aferrarse a un viejo recuerdo, a un viejo amor, es volverse tonto todo el tiempo. Un amor no correspondido, es una pérdida de tiempo. Pero me ha parecido haber escuchado “olvidarlo”, en vez de, “olvidarla”. Sí. Has escuchado bien. ¡Olvidarlo! Digamos que soy un hombre moderno. Si me permite decirlo, señor, yo siempre he pensado que uno nunca se enamora del sexo de una persona, sino de su alma; y como el 70

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Carlos caminó directo a una puerta de color bermellón. Sus manos lucían cansadas de tanto sostener aquella pesada caja. Marcel creyó que la soltaría en cualquier momento, pero nunca lo hizo; era como si aquella caja estuviese fijamente pegada a las blancas manos de Carlos. Adelante. Me fascina, es hermoso. Los colores. Sabe señor, siempre me han emocionado los colores luminosos. Carlos observó el techo de la habitación, era de color rojo; rojo sangre. Las paredes eran blancas, tan blancas como su piel, que aparentaba camuflajearse en ellas. La mesa donde


se encontraba la máquina de escribir, era de un color azul rey. Su silla de madera, estaba pintada de color naranja y sus persianas eran verdes. Su estantería, donde coleccionaba sus más apreciados libros literarios, era de un tono amarillo y todos los libros apilados ahí, variaban entre colores. La habitación en su mayoría, estaba atestada de cajas de cartón, también a colores diversos. ¿Qué hay en las cajas? Relatos, cuentos, poemas, novelas inconclusas; revistas, recortes. Todo lo que he hecho y nunca he terminado; o simplemente, no me gusta, pero tampoco me atrevo a desperdiciarlas. ¿Cuál es el motivo que le impide hacerlo? En cada letra, en cada palabra me encuentro yo, su autor, aunque no debería de ser así. Pero… sería como amputarme un pie o la lengua. Es como una madre que se aferra a su hijo impidiéndole crecer y salir del nido. Veo que hay un papel arrugado al piso. Sí. Es verdad. Intentaba escribir un poema, pero no tengo nada en mente. ¡Finito! Sólo parezco un trivial Boecio sin talento alguno. ¿Y qué ha escrito? Te leeré… Marcel levantó el papel que había lanzado furioso al piso, lo desdobló y encendió la bombilla de mesa; clavó su mira en la única línea escrita, hasta el momento, pero ésta ya se encontraba exánime al papel. El título, el cual pienso que llevaría, será: Onírico Hircismo y tan sólo he mecanografiado: No existe una pluralidad entre tú y yo. Punto. ¿Nada más?

Nada más, Carlos. Se ha marchado todo de mí. ¡Von voyage! Todo se ha vuelto como los franceses dicen, una ¡Merde! ¿Qué hora marca el reloj, señor? Pasan de las ocho. Ya es demasiado tarde. Nunca me he ido a la cama pasando las siete treinta. Pienso que la somnolencia comienza a apoderarse de mí. Espera, no te duermas aún, Carlos, quiero leerte algo; quiero que me des tu opinión, creo que no tendría mejor crítica que la tuya. Escucharé atento, señor. Pero… no sería una molestia dejar sobre de su escritorio la caja, se me han engarrotado los dedos, ¡Mire! Claro que no, Carlos. Déjame llevarla. ¡No! Le he dicho que sólo yo tengo la autorización de cargar con esta caja. Está bien. Perdona, no era mi intención hacerte exasperar. Carlos caminó hacia el escritorio. Asentó delicadamente la caja de madera, a un lado del cenicero atestado de colillas y cenizas. Sus palmas, finamente deliñadas, se encontraban marcadas con los bordes puntiagudos de la caja. Marcel le miró con el rabillo del ojo y la duda de qué era lo que tanto Carlos ocultaba en aquella caja, se hizo presente. Sé lo que piensa, señor. ¿Y qué, según tú? Piensa que eso de escribir poesía, quizás, en un futuro estaría bien, porque aún es bastante joven como para plasmar sus sentimientos más lacerados en ese simple papel; y mecanografiarlo en esa vieja máquina de escribir, sería una rotunda pérdida de tiempo. Una “nueva” narrativa, no le caería nada mal. Algo nuevo y delicioso. Algo que nunca delatripa: narrativa y algo más

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antes un escritor ha hecho, ni ha tenido la sola y fugaz idea de pensarlo. Pero usted, señor, lo ha hecho. Le ha surgido la idea. La tiene finamente delineada en su vasta cabeza. Cada detalle, cada movimiento. Cada palabra está ahí, todo. Un personaje. Un protagonista. Un párvulo delicado, bello y avieso a la vez. Alguien que la gente no pueda odiar, y sienta esa necesidad tan grande de amarle. De que sus corazones se vuelvan ambivalentes ante cada línea. Que deseen ser como él, imitarle, quizás. Pero usted ¿Podría logarlo? ¿Yo? Sí. Usted. Yo soy un eximio narrador. Un monstruo para crear historias. Poseo una despiadada imaginación y he cambiado los cánones de la literatura moderna. He despedazado viejos paradigmas. Creado nuevos géneros y cautivado a multitud de lectores. Soy Marcel Cozzi. ¡Qué no he logrado yo, siendo un ilustre escritor!, gané un premio con mi primera obra, nadie ha obtenido un Pullitzer a temprana edad. Por si no lo sabías, me denominan: “la prostituta de la literatura moderna”. Soy un monstruo y mi nombre, será inmortal para siempre. No lo dudo, señor. Es usted brillante, pero sigo pensando, si es usted capaz de hacerlo. ¿A qué te refieres, Carlos? A que si usted tomaría mi personalidad, para transformarlo en un personaje. Sería enigmático leer entre líneas todo lo que un niño de tan sólo siete años puede decir, pensar o hacer. Sería algo nuevo y deslumbrante. ¿No es verdad que lo ha pensado? Soy un gran espectador, señor Cozzi. Me he percatado de cada mirada, de cada anotación mental que le 72

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viene a la mente. Ha seguido e imitado mis movimientos, mis gestos. Mi dandismo inclusive. Pero sobre todo, mi inteligencia, mi madurez y mi originalidad. Dígame si no es verdad, que le ha cruzado por la mente, la historia de un crio con una despiadada madurez y una temible personalidad. Ya me imagino como comenzaría su historia, usted lo ha tenido todo este tiempo en la mente: “Carlos era un niño rubio coma no tanto como para llegar a ser un estúpido albino coma pero era rubio coma lo único que no iba acorde con él coma eran sus ojos de color negro punto y aparte Abajo Carlos no era un niño común… No, no... Mucho antes va: Carlos siempre cargaba una caja Y aquí viene la gran pregunta ¿Qué es lo que Carlos resguardaba ahí?...”

¡Calla! Es mentira. Jamás haría algo semejante. Eso es bajo, despiadado y mezquino. Veo que ha suplantado la palabra vulgaridad por mezquindad. ¿Qué es lo que quieres, niño? Nada. Ideas mías. Sabe, yo también quisiera ser escritor. Pero mi madre se rehúsa a que yo ejerza ese grandioso camino de las letras. Dice que moriría de hambre, pero no me importa. Sólo quiero escribir como usted. ¡Pero me ha dicho que quería leerme algo! Marcel le miró, atónito, y un escalofrió le corrió por el cuerpo entero. Qué clase de niño era éste. Demasiado inteligente, perverso y bello a la vez; como el mismo Carlos había argumentado. Su delicadeza, parecida a la de una orquídea, por un momento se había transformado en un horrendo y simple tallo espinado. Carlos se recostó al sofá y sus labios rosas, escrupulosamente exclamaron al escritor:


¡No escucho!... Marcel balbuceó. No quería leer nada. Pero bajo de la luz de la lámpara, su tierna carita le hizo cambiar de parecer. Era bello; era un niño demasiado bello y finamente cincelado. En ese instante, Marcel sintió una inmensa necesidad por arroparlo. Estar a su lado y leerle un verso al oído. Interpretarle un aria o contarle un cuento. Le observó nuevamente, pero esta vez, Carlos se había rendido a los brazos de la somnolencia en el sofá. Se puso de pie y se aproximó ante el cuerpo del niño. Le rozó la piel con sus ásperas manos, sintiéndola tersa y fría. Acudió hasta su habitación, en busca de una frazada y esbozó al pequeño. El poema que Marcel ansiaba leerle a Carlos y éste, le brindara su exquisito y temible punto de vista, se encontraba tirado al piso. Marcel lo levantó y lo puso sobre de su escritorio. Inoportunamente, miró la caja que Carlos había dejado ahí por un momento. Su curiosidad, pero más aún, su ociosidad, se apoderó de él y le vino a la mente todo lo que Carlos había dicho y todo lo que el propio Marcel había pensado: “¿Qué es lo que Carlos resguardaba ahí?”. Se volvió y miró al niño dormir sin ningún problema. Tomó la caja y la abrió cautelosamente. Un chirrido tosco, como inoportuno, se desprendió de ella; eso puso nervioso a Marcel, pues no deseaba que Carlos despertase y le cogiera con la caja entre las manos. Vio que el rubio niño no hizo ni un sólo movimiento y abrió la caja a su máxima extensión. Marcel se asombró, pues un ligero pliego rectangular, y de color purpúreo oscuro, se encontraba en el interior de la caja. Ni dinero, ni oro, nada valioso había dentro. Tan sólo un estúpido mensaje con un fúnebre color.

Tomó el sobre entre sus manos y sacó la nota que se encontraba en su interior, más bien, era una carta. La desdobló y clavó su mirada sigilosamente en la primera vocal. La carta decía: “Estimado señor: Alfred Smith, mejor conocido por todo el mundo bajo el pseudónimo de Marcel Cozzi. Es un honor para mí, el haberle seleccionado entre mis preferidos escritores, pues lo que usted ha hecho, es simplemente sensacional. No hay palabra más exquisita que pueda decir que no sea: sensacional. Pero su tiempo ha acabado. Quiero informarle, de la manera más cortés, que el día de hoy, martes 30 de septiembre de 1989, siendo las 21:22 horas de la noche, usted caerá al piso a consecuencia de un vértigo, el cual, le causará una embolia fulminante para su cerebro y como resultado de ello, su cuerpo se desplomará al piso. No habrá nadie cerca de usted, más que mi angelical hijo de nombre Prose, quien, no sé por qué razones, pero se ha obsesionado en que le llamen Carlos. Él, le será de única guía hacia el valle de los muertos, donde fiel y ansiosamente, mi caquéctico ser le estará esperando para presentarme oficialmente ante usted. Hubiese estado encantada de ir personalmente por usted, pero me ha salido un imprevisto y he tenido que irme de viaje. Prose se ofreció, pues es admirador suyo, sin discutirlo. Tiene sus dos obras y ansía su poemario, aunque no lo podrá tener, por la razones que he manifestado, líneas arriba. Me despido mandándole un cordial abrazo y quedo a sus órdenes para cualquier duda y/o aclaración.”

Firma: La muerte. La carta, más bien, la esquela, cayó al piso bamboleándose al aire. Marcel no pudo pronunciar ni una sola palabra. Miró a Carlos, y éste permanecía dormido. El inmenso reloj delatripa: narrativa y algo más

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de madera, se encontraba de pie, a un lado de la estantería. El segundero se escuchó más estridente que nunca. La manecilla pequeña, se encontraba en el número nueve y el minutero cambió drásticamente del veintiuno al veintidós.

era y dónde vivía, sólo me he hecho al tonto para nunca encontrarle, pues deseaba tanto ver publicado su poemario.

Marcel cayó muerto al piso y el eco que se provocó, hizo despertar a Carlos. Él dijo:

El viaje al valle es muy largo y fastidioso; por lo que dormitaré un rato más… y sí, tenía usted razón: No existe una pluralidad entre tú y yo.

“Usted me hizo la invitación hasta su casa. Yo le dije que no podía porque era un extraño, pero usted, insistió. Sabía perfectamente quién

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Me fascina su literatura, y deseaba tanto tener en mi estantería sus poemas, pienso que hubieran sido hermosos ¡Pero usted, insistió!


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tres cuentos porque los pares me irritan joelia dávila

la canicula abrasadora era tarde, las 6.19 para ser exactos. ella trataba de tejer palabras con los dedos un poco atolondrados y sin dejar de pensar. el día había sido tan caliente que se evaporaba, se evaporaban las horas, las banquetas, los árboles, los sueños y las ganas. ella se evaporaba. y no dejaba de pensar. cada palabra que lograba amarrar al tejido se volvía parteestambre de un enredijo de sentimientos que no podrían envolver un cuello, pero que le deshilaban el corazón. sentía el calor y trataba de mantenerse sólida con el poco aire refrigerado que entraba en la habitación y no disolverse en el aire. las noticias de la tarde anunciaron que la canícula había iniciado ese mismo medio día. durante seis semanas sufrirían los estragos, seis semanas perdidas, invisibles en la memoria. por eso ella tejía y tejía palabras, letras y sonidos inventados, recuerdos aprehendidos. por eso ella no dejaba de pensar. el tejido se hacía denso a minutos, cuando el sofoco era tan abrasador que le calcinaba las ideas, pues era cuando más necesitaba amarrar esas palabras, las que hablaban de la musa, una musa invisible que ahora era de hilos multicolores y dobles nudos. la pensaba para trenzarla, amarrarla y dejarla enmarañada entre sus dedos o, mejor dicho, para desenredarla de ellos y resolver su misterio, resolverla a ella. a la musa. a las 9.56 pe eme se pinchó una yema y los dedos, calientes de tanta furia, se quedaron inmóviles. ella respiró medio lastimada, medio cansada, y decidió anudar en el medio de una

palabra para asegurarse de continuar al siguiente día a las once con veinticuatro minutos, la hora en que comenzaría el idilio entre el sol y las pieles. se desvistió los dedos del estambre y de la musa. se desvistió el cuerpo del calor y el algodón. se dio un baño y se acostó frente al aire refrigerado para descansar sus manos y piernas, sus ideas y su vida. soñó con ella y siguió tejiéndola en la inconsciencia. esa noche y todas las siguientes, a pesar del calor, del vapor y del fuego cotidiano, su cuerpo desnudo y aperlado de sudor fue cubierto, centímetro a centímetro, en cada respiro, a cada sobresalto de sueño, por el cuerpo tejido de la musa, por su cabello entrometido y las palabras -tantas palabrasenredadas sobre su boca, dejándole por cada beso de estambre, un doble nudo sobre los labios.

capilla he decidido otorgar mi fúnebre capilla a la buenaventura del destino. no sirve para nada más que para llenarse de basura. es húmeda, fría, sucia, no da miedo, no asusta. da nostalgia. hace tiempo entraba por sus ventanales una luz colorida, manchada de vida, de día, de otoño o de verano, de primavera. los colores transparentes, cálidos, arropaban las paredes, el yeso blanco y liso era cubierto por colores largos e iluminados, a diario. la cúpula, perfecta entonces, rodeada por el cinturón de azulejos marrones, parecía un nicho celestial de donde descenderían ángeles. la pila delatripa: narrativa y algo más

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bautismal, una enorme concha de roca esculpida, una lisa piedra simulando el río de la verdad, rebosando un agua dulce y tan limpia que no necesitaba más bendición que la que surgía de la tierra misma, de donde era sustraída. sin más adornos que la luz transfigurada por los vitrales, los azulejos y la pila, esa capilla brindaba sosiego, era el reparo de mis desvaríos y de los de muchos. era la nube tranquila en donde descansar el alma. y sucedió que el pueblo fue arrasado por la lluvia. lloviendo sin parar durante muchos días y muchas noches, nosotros, pobladores de un vallecito pequeño y hundido, no pudimos más que huir hacia las montañas normalmente secas y ahora selváticas. nos resguardamos en cavernas, perdimos la cosecha, perdimos los hogares. perdimos algunas vidas. perdimos la esperanza. nuestra tierra fue inundada y debimos esperar muchos días más a que la tierra absorbiera el excedente del cielo. cielo caído en gotas. nunca se había mojado tanto la tierra. todo estaba húmedo, todo escurría. finalmente el sol ayudó a secar y buscamos entre los escombros algún rastro de nuestro pasado reciente. busqué en mi capilla. era mía porque yo la había construido, pero era de todos porque el hogar celestial no tiene un solo dueño, se comparte. apenas toqué el quicio y se derrumbó, madera hinchada. las placas de yeso caían solas, con el calor del sol se desprendían y se derrumbaban. la pila bautismal, antes pura y lisa, era ahora el resguardo de tierra, yeso, azulejos quebrados, cristales rotos, y una piedra de las paredes desprendidas le había quebrado una orilla. la cúpula, aquel hermoso nicho celestial, era ahora un espantoso cruce de luces amarillas, cegadoras, iluminando con ellas el desorden interior, el desgarre interior. caí de rodillas y lloré. mi capilla era lo único valioso en mi vida. no poseía en mi casa algo que no fuera 78

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indispensable, el catre, la estufa, algo de leña, una mesa hechiza. nada de eso valía para mí, mi hogar era la capilla, la que ahora no existía, la que se esforzaba por mantenerse en pie estando ya muerta. no sentía nada más que dolor dentro de lo que antes fuera el refugio de mis sueños y alegrías. los demás vinieron a ver y, afligidos, se persignaron en una despedida solemne, pues buscarían alojamiento en el pueblo vecino ahora que podían andar por los caminos. yo no pude salir. me llamaban, me abrazaban pidiéndome que los acompañara. pero yo no tenía nada qué hacer en otro pueblo. no había nada para mí allá, como no lo había aquí. decidí quedarme. todos se fueron. llegó la noche y el frío irrumpió en mis pensamientos. me albergué entre las capas de yeso, debajo de la pila. el día siguiente busqué alimento. algunos árboles y arbustos habían sobrevivido y me alimentaron por unos cuantos días. yo pretendía que nada pasaba y revivía los momentos vividos en la capilla, con los demás, en soledad, disfrutando de esa luz modesta, tímida y feliz. el frío siguió arreciando. ahora ya no puedo cubrirme con nada, se han perdido las mantas, el viento que llegó se ha llevado casi todo. quedamos yo y el cascarón accidentado. ya no es blanco, ya no es tranquilo, ya no sirve. mi pecho duele, suplica el dolor que lo termine. ya casi no puedo ver, ya no puedo moverme. respirar se ha vuelto un gran problema. no escucho ya el viento ni siquiera, tan sólo el gorgoreo de mis pulmones, de mi pecho atravesado. no tengo voz, tan sólo tengo frío. y nostalgia. ahora comprendo que la gracia de este espacio no estaba contenida en su interior, no era el yeso ni los azulejos ni los vitrales, ni siquiera la pila bautismal lo que brindaba esa paz, ese sosiego, esa celestial emoción de vida. no era la capilla en sí misma el paraíso. éramos todos, era yo en soledad,


eran los demás acompañados, eran las palabras que cruzábamos dentro de ella, eran los cantos que entonábamos alabando al cielo. era la gracia del amor compartido lo que llenaba esta capilla, lo que brillaba. pero fui tan ciego, entumiendo mi mente con la idea de que la capilla era su interior sin ver que tan sólo era un contenedor. todos están lejos. yo aquí estoy muriendo. por eso he decidido otorgar mi fúnebre capilla a la buenaventura del destino. ya no sirve para nada. será el reparo de mi cuerpo. el reparo de mi alma, en cambio, lo buscaré en otra parte. lejos. muy lejos.

arden y se abrasan mientras se abrazan sin tocarse. en un instante de miradas, las dos se pertenecen, se rasgan, se besan, se tocan, enfurecidamente se aman. un segundo después los compañeros de una alborotan el contexto, ella ríe, se levanta, se despide, se aleja, sin voltear hacia la otra, sin mirar a sus espaldas. treintaycinco minutos después se abre una puerta, se apaga una lámpara, caen ropas al suelo. la otra dice: "al fin he llegado, no terminaban las despedidas… quiero hacerte el amor como una loca". la una responde: "no soporto tus miradas. un día de éstos terminaré desnudándote sobre cualquier mesa y en cualquier lugar para materializar eso que hacemos con los ojos cuando nadie se da cuenta".

ellas se miran a destiempos, sin alcanzar a coincidir, pero saben que las dos lo hacen. una mira de reojo y la otra voltea cuando algún mesero pasa cerca, disimulando la vista y regresando los ojos rápidamente antes de ser descubierta. pero las dos ya lo han sido. una sabe que la otra la ha observado. otra sabe que la una sólo la mira a ella. se ha convertido en un juego posar las miradas y despegarlas antes de coincidir en un instante. hasta que una decide arriesgarse a perder y no separa su mirada en el momento preciso. la otra voltea. se miran. pretendiendo que el juego sigue, la otra sigue arrastrando la mirada hacia el mesero, pero la una permanece inmóvil. la otra la descubre y admite el cambio en el juego de miradas. regresa a esos ojos. se desnudan ante ellos. una le va quitando a la otra prenda por prenda, capa por capa, sueño por sueño. la otra va desprendiendo a la una de toda distancia, la va acercando sin moverla, sin moverse. en un instante de miradas, la una besa a la otra en fuegos, la otra muerde a la una en incendios. en un instante de miradas, las pieles delatripa: narrativa y algo más

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El cálamo de los cronopios natos

por Susana Mota López

La riolada soterrada Inés Amelia Camelo Arredondo nos atrapa en su vuelo imaginativo para permitirnos avizorar las emociones profundas que habitan en los corazones de cada uno de los personajes del entramado de historias que pululan en doce cuentos cortos en cada capítulo que nos lleva al meollo de los temas: la mirada. Sus Cuentos completos estructurados en cuatro impactantes capítulos, de los cuales Río subterráneo fue seleccionado para esclarecer la interpretación de esta recurrente perístasis acerca de la fuerza, la profundidad y el núcleo de la vida que se trasluce a través de un solo vistazo: Los ojos del alma despliegan una honda mirada. La pluma de Inés Arredondo se desliza con soltura para brindarnos que "Las palabras silenciosas", dedicado a José de la Colina, concentran el tema de la soledad y el silencio, el desengaño amoroso, la ingratitud filial, la autodiscriminación racial y los problemas de un idioma extranjero, y el concepto del nombre que designa o identifica a los seres animados e inanimados. "Sí, no era una casualidad que no hablara como los demás, que tuviera su forma especial de hacerlo. -Viejos fantasmas, más nuevas/Zozobra, llanto, nadie. /Envejecido, roto, /para mí sólo canto.'"1. La narradora presenta al personaje de nacionalidad china y describe el modo de vestir, vivir y actuar de este peculiar chino; que a pesar de tener muchos años en

México se siente completamente solo; su mujer y sus tres hijos lo abandonaron, su lenguaje y su articulación no lo ayudan a comunicarse, no se adapta a las circunstancias y al ambiente de un clima extremoso como es Sinaloa2, pero rico en esos terrenos cultivables que su padrino don Hernán le dio. Para no olvidar su tierra, también cultiva amapola, vende las flores y procesa opio para su único placer de recordar los orígenes. Sus hijos descubren la ilegalidad en sus terrenos y le quitan la parcela, esto al chino le causa más soledad y más silencio en su derrota que decide inmolarse en llamas. Las palabras silenciosas de la incomunicación acabaron con su vida: No bastaban las miradas para comunicarse, necesitaba del lenguaje. Nadie entendió que su vida de extranjero brillaba con luz débil en su mirada. En "2 de la tarde", dedicado a Inés Segovia, sorprende con el tema de la transcripción de los pensamientos groseros en la mirada lasciva de Silvio, un burócrata, que observa a una muchacha antes de subirse al camión a cierta hora bochornosa de la tarde. Cuando toca el muslo de la joven sonriendo con intención corrompida, ella contesta: "-Completo -dijo con una máscara de inocencia que a él mismo le pareció asquerosa",3 con una ironía como para decirle que su muslo en realidad

1

Inés Arredondo, Río subterráneo. México, FCE, 2011, p. 155.

2

En la biografía de Inés Arredondo se asienta que Eldorado es la hacienda de sus abuelos en Culiacán, Sinaloa, donde trabajaban chinos, durante el gobierno de Plutarco Elías Calles, y cultivaban legumbres.

3

Ibid., p. 160.

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es de carne y hueso, muy bien formado y "completo". Después la visualiza en un ambiente marino por el viento que la envuelve y su percepción se transforma, y ahora la mirada es de satisfacción hacia ella, porque "Ardía en una llama sensual y pura en mitad del tiempo detenido, de un espacio increíble y hermoso".4 Arredondo transmite la idea que la mirada es el espejo del alma, lo que somos realmente se devela. Un cuento de deslealtad, infidelidad y otra vez la mirada, pero de la ignominia. Mirada reflejante de la degradación, del abandono, la soledad, el silencio que embarga a una mujer desdeñada por su cínico esposo: "En la sombra", ella vive atormentada por los celos. Una mirada solidaria funge como punto de partida para "Año Nuevo", en que un desconocido observa con ternura y simpatía a una joven desconcertada que derrama sus lágrimas por un dolor guardado en el metro de París a las doce de la noche de San Silvestre, y ese gesto piadoso le seca las lágrimas. El cuento, "Las mariposas nocturnas", describe un nexo voyerista entre una joven de escasos recursos económicos y un hacendado, que, como Pigmalión, la educa para desenvolverse en las altas esferas de la sociedad, sin poseerla nunca, sólo por la mirada se embelesa con ella, y la pasea por todo el mundo. Las pasiones soterradas se desentierran. Arredondo reitera el término "mirada" como un punto de contacto con la realidad, en las escenas del conocimiento de la marginación sobre las preferencias sexuales de Don Hernán, y los que lo rodean. Vuelve el tema recurrente de la mirada que esconde el erotismo enfermizo y sus facetas. Arredondo acopia sucesos antiguos sobre un revolucionario mexicano "En Londres", y una mujer solitaria, apartada por sus hermanos y 4

Ibid., p. 161.

5

Ibid., p. 173

hermanas, almas que se encuentran y descubren el amor perdurable en una única y última radiante mirada. El sueño de la incomprensión, de la impiedad se revela en "Orfandad" al describir el caso de una mujer mutilada de brazos y piernas a quien sus parientes por parte materna y paterna la rechazan en el sueño y no comprenden su situación. El despertar es cruel: Arredondo entra al territorio más espeso y recóndito del subconsciente y hace que el lector proyecte en su mirada todo lo más sórdido, doloroso, incomprensible y vulnerable del ser humano que se abre a la realidad. Inés Arredondo nos adentra en los vericuetos de lo psicopatológico en la historia de una familia que hereda la insania. Nos transmite su mirada panorámica sobre las patologías de los personajes que, uno por uno, caen en las trampas de la locura. La autora describe puntualmente la casa con cuartos artesonados, y una gran escalinata que baja hasta el río, "Río subterráneo" y esconde a los que cargan el fardo del pasado y la herencia maldita. El silencio y el ruido de gritos y carcajadas es una constante, y demuestra el ambiente de la demencia. El tema en la prosa se desliza igual que la corriente del río donde sus aguas turbulentas como las mentes enturbiadas de esos seres; y como cuando los soldados arrasaban con todo a su paso en la Revolución, se entrelazan con la "crueldad y exquisitez de una vida de provincia"5 que describe el terruño bajo la mirada de la narradora. En el siguiente cuento, Arredondo vuelve al tema de las miradas pero ahora las miradas de los personajes son agudas, profundas y reveladoras. Paula se encuentra "Atrapada" entre el engaño, el desprecio a su torpeza, el desaliento por no ser tomada en cuenta en decisiones importantes como

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la compra de una casa en San Ángel, el dolor inusitado y agudo de un aborto que le consumió las entrañas, la convalecencia inacabable, la tortura de unos celos no confirmados, el destino que le impone esperar y sufrir al enemigo amado, su esposo, a pesar de la evasión infructuosa hacia otro amor que le brinda placer y tranquilidad, y que por el cual, sufría enajenada por su amor imposible y por lo tanto, cae en la infidelidad de una mujer realizada y feliz con complejo de culpa. En "Los inocentes" se cuenta la historia del sufrimiento de una madre que recibe las miradas conmiserativas de las aves de mal agüero que la hacen escuchar el fusilamiento de su hijo, como un preso político de dieciséis años y a su joven amigo Gabriel. Mas el enigma de la trama de estos inocentes, es por la confusión del nombre repetido en la familia que provoca la muerte del muchacho. Lázaro Echave, el hermano de la mujer, se llama igual que su padre y su hijo, y está implicado en los azares de la guerra. Los pensamientos perturbadores de un burócrata al conocer dos noticias en los periódicos: uno la muerte absurda y a destiempo del cuñado de Ángela, su secretaria, y el de una muerte natural "de un guerrillero alzado en armas contra el gobierno".6 "Las muertes" lo inducen a pensar en el estilo de esa barbarie demostrada en los periódicos y la televisión como instrumento amarillista para explotar el morbo de la gente y así, vender las imágenes obtusas de la muerte. Su mirada sobre esas dos muertes le da el pase a la realidad cruda de lo cotidiano de la vida en sociedad..

6

Ibid., p. 168.

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Lo gótico se apodera de Inés Arredondo y nos presenta esta breve historia de una joven ingenua e indefensa que se despierta ante la realidad de verse junto a su padre muerto y rodeado de ratas, sobretodo una, una grande. Sabe que su madre ha enloquecido por culpa de la amante de su padre y la considera muerta en vida. La imagen de la rata pudiera simbolizar la amante que hizo feliz a su padre, porque su mirada de complacencia y serenidad quedó congelada en la mirada de la niña. Y así, en este "Apunte gótico" aparece otra vez la mirada, ahora entre la muerte y la vida, que se convierte en lazo de unión entre el padre y la hija. Inés Arredondo nos cautiva con su segundo libro de cuentos Río subterráneo, por su excelente estilo pulido, para mantener vínculos estéticos, para clavarnos en el precipicio del pensamiento, para hurgar dentro de nosotros mismos, para revelar la introspección de nuestras experiencias sobre una misma mirada o de nuestra memoria. Son doce ficciones dedicadas a Carlos y para Carlos, su segundo marido, y cada una también brindada a su familia y amigos como si les dejara su herencia plasmada en prosa.

BIBLIOGRAFÍA Arredondo, Inés, Cuentos completos. "Río subterráneo". México, FCE, 2011.


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Sin papeles

por Daniel Ferrera

Presentación de la revista delatripa: narrativa y algo más "El papel es más paciente que los hombres" evocó un día Ana Frank sentada con la cabeza apoyada entre las manos, aburrida y desganada, sin duda consciente de que su diario, los libros y la escritura, eran una posible manera de afrontar la soledad que nos agobia para luego ir soltándola en pedacitos. Y es que acaso ¿No ha sido la literatura un vehículo para reconocernos, para intentar ser libres a través del lenguaje y sortear las fronteras de lo efímero? Presentar una revista de literatura, en un país en el que se lee un promedio de tres libros al año, para algunos podría parecer absurdo y mucho más en el tiempo de una generación habituada a los formatos visuales, la inmediatez de la información y el consumo fácil. Sin embargo, la revista delatripa no surge de la impaciencia de sus fundadores, sino que por el contrario, se construye como un espacio que dialoga con la tradición editorial que la antecede y desde la cual pretende incidir, al menos, en el panorama cultural del sureste. Publicaciones como Camaleón, Pimienta y Mostaza, Páginas, Soma, Alterarte; fueron en su momento -como ahora lo aspira delatripa- un punto de encuentro de múltiples registros en donde se ambicionaba dar cabida a otras aproximaciones a la realidad que tanto les concernía. Por ello, como en su presentación inicial lo describe, la revista no sólo busca renovar la manera de hacer crítica literaria, sino también de recuperar las tesis, ensayos y artículos que se almacenan en las academias. Posiblemente, el mayor obstáculo que enfrenta delatripa sea a la vez una de sus cualidades:

su edición electrónica ¿Cómo competir con la abrumadora cantidad de videos e imágenes que circulan por la red y que son de fácil lectura? Pienso que una de las probables alternativas es la insistencia, la entera convicción de que nuestros lectores encontrarán en la revista, textos que fijan su mirada en la dinámica de la realidad, así como en las problemáticas sociales. Trabajos como los de la regiomontana Ana Gómez Cavazos en los que nos describe la ola de violencia por la que atraviesa el país -y que es en las microficciones uno de los géneros donde encuentra cabal formao los textos de Daniel Zetina que revelan una crítica mordaz al medio literario, podrían ser una clara muestra de la pluralidad de voces y temáticas que confluyen en delatripa. No menos decisivo es el papel de los artistas visuales. Como cada mes, se le dedica un número a un artista para que con sus dibujos y fotografías muestren sus obras al mismo tiempo que brinden a la revista de una clara- aunque no exclusivaunidad temática. De este modo, trabajos como los de Manuel Bojórquez Acevedo que nos recuerdan que la cotidianeidad devienen en producto cultural, en nostalgia inducida, cuando es capturada en una foto; o los dibujos, por ejemplo, de Denisse Sánchez Erosa que siempre nos dejan la cruda y perdurable impresión de estar frente al suicidio, ese otro espejo inconsciente que nos asoma a la locura, máscara voluble y grotesca, cargada de erotismo. delatripa: narrativa y algo más

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En lo general, creo que la aparición de la revista es una brillante ocasión para obedecer nuestras búsquedas personales. Es asimismo, una excelente oportunidad para conocer a otros autores, pero también de apreciar el trabajo de nuestros contemporáneos que con sus obras han contribuido a la larga tradición literaria. Por último, quisiera celebrar la creación de este nuevo proyecto como lo es delatripa, en un escenario cultural en el que hacen falta más espacios y oportunidades que recojan las miradas e inquietudes de numerosas voces. Desde luego,

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también quisiera agradecer al Doctor Adán Echeverría y a los integrantes del consejo editorial por sus muestras de afecto y de confianza pero sobre todo a cada uno de los colaboradores y artistas visuales que con su empeño y dedicación hacen que este esfuerzo sea posible. No queda más que invitarles a que envíen sus trabajos, compartan y hagan suya la revista y que, como Ana Frank, la soledad únicamente sea un pretexto para ejercitarse en la escritura. Mérida, Yucatán 4 de Diciembre del 2013


Nos vemos en el slam por Mario Pineda Quintal

Gratis y cover

Quería terminar el año en esta columna compartiendo una crónica acerca de una tocada de ska y otros sonidos, pero por cuestiones laborales nocturnas en vez de ir a divertirme a este evento musical titulado "Paso a Paso", me fui a chambear a la ceremonia conmemorativa del 70 aniversario de la independencia de Líbano (soy reportero). No crean que me fui hasta el país árabe como enviado especial, la celebración de libertad fue en Mérida. En esta ciudad existen dos generaciones de inmigrantes libaneses (muy adinerados, exageradamente), entonces, para no sentirse lejos de casa ni de sus autoridades de raíz, hicieron su pachanga con comida tradicional de por ahí y la presencia del embajador de Líbano en México. Así que en vez de estar bailando en el slam, comiendo una marquesita o un esquite en el intervalo de cambio de banda, saludando a los amigos, conociendo nuevas bandas y seguir apoyando a las precursoras del movimiento músico-alternativo en el estado yucateco, anduve grabando discursos, viendo a mujeres con vestido de gala, hombres con traje, algunas formalidades de la clase alta y comiendo uno que otro kibi. Ante mi cambio de destino de sábado por la noche y para no perder el toque artístico en este espacio decembrino en delatripa, dejaremos el patriotismo de dichos árabes y haré dos exhortos que apuntan a dos temas importantes en el movimiento musical del ambiente alternativo, subterráneo, urbano, antiartístico o como gusten

llamarle a esa onda, yo lo manejaré con el termino alternativo (prometo que para el dos catorce usaré la columna para defender este posicionamiento). Exhorto uno, tema uno. Si eres seguidor del citado movimiento aprovecha asistir a las tocadas gratis y más si son en lugares públicos ("Paso a Paso" se realizó en un parque); sus ritmos, sus ruidos, sus letras de ska, rock, metal, reggae, funk, punk, rap, jazz (perdón si se me fue alguno) y todos los "sub" que se deriven de estos géneros no cuentan con los espacios de difusión y oídos de conocimientos (más si son locales) como el pop, la música grupera y la cumbia de doble sentido. No faltan sus acusaciones satanizadas y quien diga que esa música es para desubicados de los gustos de la sociedad yucateca. Por estas idiotas razones, si el trabajo u otra obligación no lo impide, debemos estar parados, sentados o slamneando frente a la bandas, que importa si son nuevas con 5 rolas en su repertorio o viejas con temas clásicos y uno que otro estreno. La gente que coincidió su visita en el espacio público con la realización del toquín verá que "esa otra música" tiene seguidores jóvenes y adultos. Entenderá que "esa otra música" no está hecha con instrumentos comprados en el infierno (igual y así se llama la tienda) y no son una erupción volcánica contra las costumbre musical. Aunque, cuando la sede sea el "espacio público", debemos hacer caso a un excelente señalamiento que he visto en varios flyers de estas delatripa: narrativa y algo más

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tocadas: Respetemos el espacio. La cheva, la mota y otras drogas pueden esperar al final, al después. Vivimos en una sociedad creyente de las leyes y las normas. Evitemos llamadas a la policía con el grito desesperado "esos ninis ya agarraron el parque de cantina", "esos maleantes creen que la plaza es picadero". Vamos a disfrutar la música y luego aftereamos en casa de quien fregado sea. Exhorto dos. Tema dos. No huyamos, ni nos quejemos del cover cuando la tocada tenga como sede un lugar cerrado. La intención no es actuar como grupies, es apoyar el movimiento con más que unos aplausos. Si en la economía del fin de semana hay unos pesos de más, pues vamos al desmadre. Esos diez, quince, veinte, treinta o hasta cincuenta varos que piden en la entrada es simplemente una cuota de recuperación. Recuperación de gastos que hacen los músicos al trasladarse con los instrumentos al evento (la gasolina sube y sube), de los pasajes de camión durante los días de ensayo, de las costos de las clases de música, del precio del instrumento y otros gastos más. Quizás la mayoría de las chavas y los chavos que se van turnando el escenario tienen el sueño o la oportunidad de vivir de la música. De una

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manera debemos recompensarles la creatividad musical que nos pone a bailar, a darnos de patadas y codazos en un slam, a tener un fin de semana más de fiesta y una compañía musical para beber las chevas (en espacio cerrado se vale y hasta la venden). El músico es un artista y hacer música es un oficio, vamos apoyarlos para que sientan el respaldo de los aplausos y el económico. No seamos cínicos. No seamos esos tipos que cuando llega una banda con trayectoria nacional e internacional están buscando dinero en todos los bolsillos y carteras para comprar un boleto (en ocasiones el más caro y adelante, para tomar fotos con el celular), pero cuando en Facebook o las paredes del centro histórico ven el cartel de una tocada con un cover de 25 pesitos, terminan diciendo "no mames, pinches careros". Vamos al slam con costo y sin costo. Espero que para las últimas tocadas de este año, la labor reporteril no me desvíe a eventos de corbata y peinados exclusivos y me dé chance de estar en la fiesta para compartirles una crónica a detalle en el número de enero. Feliz navidad (para los creyentes) y feliz año (para todos).


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