Revista delatripa no 12

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NĂşmero 12. Febrero 2014.

delatripa: narrativa y algo mĂĄs


Revista

Narrativa y algo más Número 12. Febrero 2014. Es un proyecto de la Catarsis Literaria El Drenaje, editada en Mérida, Yucatán. Revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría (romeolobos@yahoo.com.mx). Consejo Editorial: Angélica Santa Olaya, Alejandra Aké Sustersick, Joelia Dávila, Cristina Leirana, Roberto Cardozo, Jorge Manzanilla, Mario Pineda Quintal, Daniel Ferrera y Édgar Damián.

Contenido Deambulando por la obra cuentística

Columnas

de Amparo Dávila Francisco Javier González Quiñones ................. 3

El cálamo de los cronopios natos Susana Mota López .......................................... 83

Tuchtlán Susana Mota López .......................................... 11 La mujer de luces Jhonny Euán ..................................................... 16

¿Te atreves a seguirme al infierno? Jéssica Montaño de Juárez ............................... 85

Río de La Piedad Eduardo Simeón Trauwitz ................................ 23

Nos vemos en el slam Mario Pineda Quintal....................................... 89

Sin papeles Daniel Ferrera .................................................. 87

Del 82 Romina Cazón .................................................. 26 Apuesta por un Nuevo Periodismo Katia Rejón ...................................................... 28 El gato de Cheshire Roger Vilar ....................................................... 40 Ángel de la mañana Will Rodríguez .................................................. 41 El amor de mujeres maduras Nadia Contreras ............................................... 48 El octavo día Adán Echeverría ............................................... 49 Cuidado, Mi teniente Gonzalo Vilo ..................................................... 66 De la noche al amanecer Víctor Manuel Pazarín ..................................... 77

Imágenes portada e interiores de la Artista

Norma Ascencio delatripa: narrativa y algo más


Deambulando por la obra cuentística de Amparo Dávila Francisco Javier González Quiñones

L

a obra cuentística de Amparo Dávila (Pinos, Zacatecas, 21/02/1928), elogiada entre otros por el generoso Julio Cortázar, más allá de su ambigua clasificación que va de la fantástico a lo terrorífico, es una obra que se distingue por sus claroscuros literarios: Temas, personajes, ambientes, estructura y tratamiento. En su primer libro de cuentos Muerte en el bosque (FCE, 1985), Amparo Dávila mezcla con maestría, en el mismo crisol, ingredientes diametralmente opuestos y el resultado son cuentos únicos y singulares, no precisamente porque los ingredientes de su fórmula sean desconocidos, sino por el grado de alquimia que les imprime y con el que les da su toque distintivo. Así el sacrifico y gozo que experimenta al mismo tiempo el personaje de Fragmento de un diario, deriva en la obsesión y en la generación de pensamientos asesinos, sobre los cuales el lector queda intrigado en cuanto a su puesta en práctica. Otra dualidad muy similar, la mezcla del amor y celos, fragmenta la personalidad de Durán, el protagonista del Final de una lucha, trastocándolo en un personaje bidimensional y bipolar, cuya personalidad, dominada por su lado más oscuro y por su obsesión por Lilia, determina el final de su lucha interior. Con gran maestría, la autora impulsa a sus personajes a traspasar sus propias fronteras y los lleva de la certidumbre a la incertidumbre, de los sueños a las pesadillas y del hastío a la renuncia total (La señorita Julia, La celda, Muerte en el bosque). En la misma línea y en otro cuento, una inesperada visita, perturba la tranquila cotidianidad del despreocupado Marcos, en una creciente angustia que lo transforma en el señor

X, creándole una histeria que lo lleva a vislumbrar mil posibilidades negativas sobre su futuro. Tratando de evitar esas posibilidades, el señor X escapa a esa visita y renuncia a todo su presente pidiendo en la estación del tren; Un boleto de ida para cualquier parte. Inmerso en estos textos el lector queda atrapado y especula sobre los dominios de la realidad y la fantasía en las que se desenvuelven: nacen, viven, se diluyen y/o mueren, los personajes de la obra cuentística de Amparo Dávila. La cual discurre en atmosferas y/o ambientes de armonía y caos en los que los personajes llenos de vitalidad desfallecen y pierden su entusiasmo, sus anhelos, su inocencia o su voluntad (Muerte en el bosque, La señorita Julia, La celda, Alta cocina y La Quinta de las celosías). Atmosferas cargadas de desgastantes simbiosis familiares que generan conflictivas y enfermizas relaciones de amor y dependencia (Moisés y Gaspar, El huésped y El espejo). Atmósferas que propician planteamientos de realidades múltiples (Tiempo destrozado y El huésped). Considerando todos estos elementos, y tal vez algunos otros, en este artículo abordaremos con cierto detalle uno de sus cuentos: La Quinta de las celosías, que a mi juicio reúne/conjuga varios de estos elementos. En este artículo se pretende un acercamiento a la obra cuentística de Amparo Dávila, la cual se caracteriza por la ambigüedad de la simplificación y la complejidad con la que lectores y estudiosos clasifican su trabajo literario. Esa ambigüedad va de lo fantástico a lo terrorífico. La metodología empleada para este acercamiento se basa en el delatripa: narrativa y algo más

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análisis literario del cuento: La Quinta de las celosías, que a mi juicio integra varios elementos que dan pie para proponer la hipótesis que este cuento pertenece a la llamada literatura visionaria. La hipótesis que guía este trabajo parte de la presunción de que los autores en su mayoría escriben de manera consciente o inconsciente sobre sus vivencias -propias o adoptadas- y las desglosan literariamente en términos reflexivos o instintivos en el plano de la conciencia colectiva. El marco teórico que sustenta este trabajo se basa en algunos conceptos de C.G. Jung respecto a la relación entre la psicología y la poesía, expresados en La Filosofía de la ciencia literaria (E. Ermatinger, FCE, 1983), asimismo en las notas personales tomadas en el desarrollo del Curso de posgrado: ‘La exploración del límite en la novela breve y en el cuento latinoamericano del siglo XX’, impartido por Fernando Saucedo Lastra en el Centro de Investigación y Docencia Humanística del Estado de Morelos, CIDHEM, durante el primer semestre de 2011. En La Quinta de las celosías, un estudiante de medicina, Gabriel Valle, está prendado de Jana, una enigmática mujer que trabaja en el anfiteatro del hospital donde él realiza su internado para graduarse de médico. Aunque el sentimiento no es reciproco, Gabriel conserva la esperanza de conquistar a Jana y sueña con una vida futura al lado de ella. Después de un mes sin saber de su amada recibe una esquela donde Jana lo invita a su casa, esa misma noche. Al languidecer el día Gabriel sale de su recamara arreglado con cierto esmero. Este es un detalle que notan sus amigos de la casa de huéspedes donde vive. Él toma con calma las bromas que al respecto le hacen y se encamina a la parada del tranvía que lo debe llevar a La Quinta de las Celosías, la residencia de su amada. Durante el trayecto a su destino fluyen en su cabeza diversos pensamientos, que se van generando por las personas que se cruzan en su camino: unas niñas en bicicleta que por poco lo atropellan, una señora que lleva sobre su cabeza delatripa: narrativa y algo más 4

un canasto de pan, una joven flaca y pálida con una notoria amargura y una pareja de enamorados que acompañados de su felicidad viajan en el mismo tranvía. Al descender del tranvía atraviesa una calzada de cipreses que finalmente lo llevan a puerta de La Quinta. Ya dentro de la residencia ocurren cosas extrañas que van tejiendo el inesperado final con el que culmina esta historia. Si la intuición es una técnica o elemento clave/recomendable en el análisis literario, confieso que como acto reflejo de una primera y rápida lectura del libro Muerte en el bosque (1959), mis evocaciones me remitieron la película de Luis Buñuel, La ilusión viaja en tranvía (1953) y, en consecuencia, al surrealismo que impregna la obra de este gran cineasta. Una lectura posterior, más cuidadosa, me precisó que el tranvía como objeto es referido diez veces en dicho libro, específicamente en los cuentos La Quinta de las celosías (3 veces), Final de una lucha (6 veces) y Muerte en el bosque (una vez), sin embargo la atmosfera que alude a cierto grado de surrealismo está presente en varios de los cuentos restantes. Las imágenes que se desprenden de los mismos, al ritmo en que se leen, son un tanto grotescas, ilógicas y extraordinarias, en fin, pertenecen a los dominios del surrealismo. De hecho La Quinta de las celosías también me remitió a otra película de Luis Buñuel, (Ensayo de un crimen, 1955), inspirada en la novela homónima -escrita en 1944- del dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli (1905-1979). En este caso el tema común es el pensamiento asesino que engendra una imaginación desbordada que se dispara por un fetichismo. Otro punto común entre estas obras de la literatura y el cine es el eje del tiempo del ambiente urbano de los cuarentas y cincuentas que va moldeando a la ciudad de México, metrópoli que crece bajo los efectos de la política económica gubernamental expresada en el denominado ‘Milagro mexicano’. Milagro que propicia el éxodo campesino a las ciudades y con ello el surgimiento de grandes urbes y de la clase media. Justamente, el gran


porcentaje de los personajes de los cuentos de Amparo Dávila -y también de las historias de las películas de la época de oro del cine mexicanopertenecen a este estrato social, otro porcentaje de esos personajes son de familias venidas a menos que se esfuerzan por sostener sus hábitos y la formalidad que los identifica con las clases sociales más pudientes, aunque no necesariamente con la aristocracia o con la burguesía. Esta realidad mexicana también se plasma en las obras literarias de los autores de ese tiempo: Carlos Fuentes, Octavio Paz, Rosario Castellanos, Inés Arredondo, Juan Rulfo, Agustín Yáñez. La Quinta de las celosías dibuja y atrapa con la sutileza del tiempo fotográfico ambientes urbanos, entonces comunes y que ahora ya se han ido: la música de Rock and Roll que surge del tocadiscos, la tienda de abarrotes del barrio, la señora con el canasto de pan encima de su cabeza, casas amplias habitadas de desolación, quintas alejadas de las zonas marginales y llenas de misterios, casas de huéspedes y estudiantes que en su estrechez abrigan sueños y pesadillas. Pero La Quinta de las celosías y el resto de los cuentos de Amparo Dávila, no sólo transcurren en el tiempo lineal y hacia adelante, sino tras cada lectura muestran la dimensión y posibilidades del tiempo Heráclitano. Es entonces cuando, después de esas lecturas irrepetibles, se muestran los elementos que la definen como literatura visionaria que remite a los miedos y mitos primigenios que encierran los arquetipos. Los grandes autores, como Amparo Dávila, siempre son generosos con sus lectores y cuando es necesario abundan en sus textos, pero cuando los textos exigen brevedad, así los escriben. En ambos casos los buenos autores les dan a sus lectores lo suficiente para que la historia fluya sin nudos innecesarios. Todas las descripciones, adjetivos, nombres y símbolos que incluyen los textos no son gratuitos y obedecen a la intensidad, la tensión y el desen-lace. (Notas del curso, 2011).

A partir de esta premisa vayamos al análisis de La Quinta de las celosías (Dávila 1985:3145). La autora inicia el cuento poniendo de inmediato al lector en un ambiente que sugiere sombras: HABÍA anochecido y Gabriel Valle estaba listo para salir... Casi de inmediato, en el mismo párrafo, ofrece al lector una enigmática frase: Antes de salir leyó una vez más la esquela y se la guardó en el bolsillo del saco. Aún no se ha terminado el primer párrafo y ya se han enunciado dos sugerentes palabras: Gabriel y esquela, ambas remiten y anuncian la fatalidad, una por medio de un Arcángel y la otra a través de una nota que presagia tristeza. Pero las líneas siguientes no dejan seguir con ese pesimismo ya que hablan de la felicidad y el gozo por la vida: Gabriel Valle caminaba por las calles con pasos largos y seguros, se sentía ligero y contento. Quedaban aún restos de nubes coloreadas en el cielo. Para ir conociendo un poco más a Gabriel, Amparo Dávila recurre a la analepsis y nos dice: A él le había gustado siempre caminar por la ciudad al atardecer, o a la medianoche; caminaba hasta cansarse, después se metía en algún bar y se emborrachaba suavemente; entonces recordaba a Eliot... Pero la mención a Eliot no es al azar, ya que es él quien le proporciona los siguientes versos impregnados de una alucinante metáfora, versos que tampoco son gratuitos -según veremos después: vayamos pues, tú y yo, cuando la tarde se haya tendido contra el cielo como un paciente eterizado sobre una mesa. Gabriel sigue avanzando en la historia como un personaje impulsado y sacado de su monotonía por una esquela. Por eso resulta extraño su alegre comportamiento: Unas chicas que andaban en bicicleta por poco lo atropellaron, pero aquel incidente no le provocó el menor disgusto. Era tan feliz que no podía enojarse por la torpeza de unas muchachas. Se sentía generoso, comprensivo, comunicativo también.

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Mientras Gabriel espera el tranvía que debe acercarlo a la Quinta de las celosías, una analepsis rompe con sus instantes de felicidad para evocar un mal momento con su amada: ¡Qué mal se había sentido aquella vez que acompañó a Jana hasta su casa, después de insistirle mucho que se lo permitiera; ella siempre se negaba, aquella vez accedió con desgano. Lloviznaba cuando llegaron a la quinta, pensó que lo invitaría a entrar mientras la lluvia pasaba, será mejor que te vayas rápido, para que no te mojes, había dicho Jana mientras abría la reja y se alejaba hacia la casa sin volverse. Pensó tantas cosas en aquel momento. Nunca se había sentido tan humillado. Gabriel, justifica esa humillación concluyendo que: Jana no era capaz de ofender a nadie, mucho menos a él; tal vez le había parecido inconveniente invitarlo a pasar a esa hora, por vivir sola. Después de algunos minutos de esa espera: El tranvía llega y Gabriel Valle, avanzando a zancadas para no mojarse, lo aborda: Se acomodó al lado de una muchacha muy pálida y muy flaca, que apretaba nerviosamente entre las manos unos guantes sucios. Este encuentro con una muchacha muy pálida y muy flaca aparentemente derivado del azar puede interpretarse como el misterio de una fantasmagórica revelación. La cual se acentúa cuando ella: Lo miró entonces con una mirada fría, totalmente deshabitada; él sintió que se había asomado al vacío. La interpretación no carece de fundamento si consideramos que la autora delinea aún más a este personaje agregando sobre su apariencia que ella era: flaca y desgarbada; el pelo seco y mal acomodado, los ojos inexpresivos, los labios contraídos, la pintura corrida, y tan mal vestida, tan amarga... Esta imagen evoca a Guiletta Masina en el memorable y trágico personaje de Las noches de Cabiria. Este casual y surrealista encuentro da la pauta para que el protagonista, Gabriel Valle, recuerde a su amada Jana. Entonces, al comparar a Jana con la desdichada pasajera del tranvía, en el rostro de delatripa: narrativa y algo más 6

Gabriel se dibuja la satisfacción. Satisfecho empieza a divagar sobre su futuro: Le gustaría hacer un largo viaje, en tren, con Jana; ver pasar distintos paisajes, no tener que preocuparse por nada, conocer juntos muchas cosas, ciudades, gentes, tener dinero para gastar, y gastarlo sin pensar; sería bueno poder hacer el equipaje y partir, ahora mismo, mañana... Aunque es notorio el optimismo de Gabriel, en el cuento aún no se lee en que sustenta sus planes con Jana, lo único que se ha dicho sobre esta relación es que ella le ha causado cierta humillación. Miguel, el amigo de Gabriel -traído a escena con otra analepsis- nos ofrece un tajante comentario que nos acerca a la personalidad de Jana -es un comentario que no está cobijado por la protección del amante-, Miguel dice: Siempre me ha parecido una muchacha hosca, huraña y hasta agresiva; tal vez se siente muy superior a todos nosotros. A partir de ese comentario en el cuento se van leyendo otras líneas que describen la personalidad de Jana -pero, ojo, no descubren su identidad. Por supuesto, Gabriel da la cara por Jana respondiéndole a Miguel: Estás muy equivocado, lo que sucede es que Jana es muy tímida, pero yo la entiendo bien, además ha sufrido mucho, la forma como murieron sus padres fue terrible... A los poco agraciados adjetivos sobre Jana, Miguel, sin ninguna sutileza, agrega: Y siempre huele a formol y a balsoformo. El hiriente comentario obliga a Gabriel a reconocer que al principio a él también le resultaba muy desagradable aquel olor que despedía Jana, parecía que estaba impreg-nada totalmente de él. Pero Gabriel, como alivio ante esa innegable realidad, albergaba la esperanza de que: Cuando se casaran no le permitiría que siguiera en el anfiteatro. Esperanza vana ya que Jana tenía sus propios planes y estaba convencida de que llegaría a ser una magnífica embalsamadora; había estudiado los procedimientos de que se valían los egipcios para


conservar sus muertos; conocía muchos métodos diversos y tenía fórmulas propias que estaba perfeccionando y que pensaba poner en práctica muy pronto; además estaba escribiendo un libro. Este párrafo además de ofrecernos valiosa información sobre la personalidad de Jana, permite aventurar una conjetura sobre la autora del cuento, Amparo Dávila, en el sentido de que una parte de este texto está sustentando en vivencias infantiles en la que como una pequeña alquimista experimentaba con piedras y flores que encontraba en el terruño de su natal Pinos, para hacer perfumes y brebajes, (Bolívar, 2011). En la entrevista que le realizó María Dolores Bolívar, Amparo Dávila confiesa que en su infancia: Si no estaba yo enferma me dejaban que el mozo me llevara a la montaña. Iba con los perros. Creo que mi primera afición, realmente, fue la alquimia. Juntaba yo piedritas... las metía en frasquitos y les ponía papel de china y agua para que se hicieran de colores. Estaba segura que iba a salir oro de ahí. Cortaba también flores, porque había muchas en el cerro; las machacaba y las metía en frasquitos con agua. A los pocos días eso se echaba a perder y estallaba... con un olor pestilente, espantoso, en vez de los perfumes que iba a crear. Ese olor espantosísimo hacía que me regañaran y mandaran a tirar todo aquello. Pero cuando podía, volvía a ir a juntar piedrecitas y a soñar que iba a tener perfumes y oro.

Regresando a los afanes de Jana por ser ‘embalsamadora’, podemos rescatar varios elementos que son claves en la historia de este cuento. Empecemos con el olor a formol y balsoformo, ambos son elementos estrechamente relacionados con el éter, y esto nos remite casi al inicio de la historia cuando Gabriel recordando a Eliot entonaba lo siguiente... vayamos pues, tú y yo, cuando la tarde se haya tendido contra el cielo como un paciente eterizado sobre una mesa. Este verso es una metáfora que remite a un ambiente de hospital, a una sala de quirófano o tal vez a un anfiteatro, el lugar de trabajo de Jana. Por lo pronto baste decir

que está relación alimenta la intuición sobre un misterio que se aproxima. El misterio de acrecienta cuando los pensamientos de Gabriel traen a escena a un personaje aparentemente secundario, pero cuyo nombre incrementa el misterio que encierra La Quinta de las celosías: El Dr. Hoffman también protestaría; él la había llevado a trabajar al hospital y era su colaboradora. Especula Gabriel ante sus deseos de una vida futura con Jana. Inmerso en sus pensamientos Gabriel ya casi consume la distancia y el tiempo que lo separa de Jana. Había dejado de llover; olía a tierra húmeda y a hierba mojada. Estaba fresco pero no hacía frío. Resultaba agradable caminar por aquella larga avenida de cipreses que conducía a La Quinta. Miró el reloj, faltaban veinte minutos para las ocho. Llegaría a tiempo. La esquela decía que lo esperaba a las ocho. Hasta estas alturas del cuento -cuando se aclara que la referida esquela en realidad es uno de sus sinónimos, en este caso una nota que invita a una cita- el lector entiende el optimismo de Gabriel y el porqué la humillación evocada es cosa del pasado. Pero no hay que distraernos, el apellido Hoffman, en el plano literario, es hablar del doble. Amparo Dávila continua proporcionando veladas pistas aderezadas de una sutil ironía, cuando escribe las siguientes frases que meten al lector en las divagaciones de Gabriel: - Se debía de vivir muy tranquilo por allí; sin ningún ruido, con tanto aire puro, pero estaba muy retirado y muy solo. - Sus dedos palparon el sobre y sintió un gran alivio; con esto había terminado la angustia. - Tendría que hacer a un lado su orgullo y venirse a La Quinta. Por lo menos podría estudiar tranquilo, sin ruido de tranvías, sin gente molesta, solo él con Jana...

Enseguida, dándole un giro a las divagaciones y expectativas de Gabriel, la autora va tejiendo con naturalidad una atmosfera de claroscuros. delatripa: narrativa y algo más

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Cuando llegó, La Quinta se hallaba como de costumbre a oscuras; las celosías no permitían que la luz del interior se filtrara.… Allí estaba Jana, con un vestido de seda gris, casi blanco, pegado al cuerpo; el pelo rubio suelto cayendo suavemente sobre los hombros. Está imagen de Jana impregnada de erotismo también sugiere cierto misterio que se diluye entre los colores del vestido y el pelo. Gabriel queda fascinado ante esta imagen de Jana, pero un incidente evita que él quede atrapado en esa fascinación: El sonido de unos pasos en el corredor interrumpió a Jana, se volvió y miró hacia la entrada; también Gabriel pensó que alguien iba a aparecer. Pasan sólo unos minutos cuando: ...Otra vez los pasos llegaron hasta la puerta, Gabriel se quedó esperando... nadie entró. No obstante que Jana aparenta ser amable, tocando el piano y ofreciéndole un cigarrillo, Gabriel se siente muy incómodo en aquella elegante sala tan llena de cosas valiosas, tan cargada de recuerdos. Trayendo al presente sus recuerdos familiares Jana da vida con sus palabras a la siguiente escena: Aquí se sentaba siempre papá, a veces se quedaba dormido, ¡me enternecía tanto!, vivía cansado, trabajaba mucho, para que nada nos faltara a mamá y a mí, decía siempre cuando le reprochábamos, ¡pobre papá!... a veces jugaba ajedrez con el Dr. Hoffman, los domingos en la tarde; mamá servía el té y las pastas, después cogía su bordado, siempre bordaba flores y mariposas, flores de durazno y violetas; de cuando en cuando dejaba la costura y observaba a papá jugando con el Dr. Hoffman, lo miraba con gran ternura como si hubiera sido un niño, su niño.

Sin duda esos momentos de aparente tranquilidad, los trae Jana a su presente por alguna desconocida razón. También gracias a esas misteriosas sinapsis de la mente humana las palabras de Jana remiten a otro cuento de Amparo Dávila, 8

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‘Tiempo destrozado’, específicamente a la parte en que se lee lo siguiente: las mariposas muertas, las flores disecadas... todo se acaba y descompone, querida señora... (Dávila 1985, 38). Tal vez por esa certeza, aunada a la creciente incomodidad de escuchar una respiración acelerada de alguien que se oculta tras la puerta de la sala, Jana se calla y bruscamente -endureciendo su rostro- muestra a Gabriel una expresión tan dura, tan fría, tan distinta de la que él amaba, de la que él guardaba dentro de sí. La tensión crece conforme se sigue escuchando la respiración cerca de la puerta, tan fuerte, tan agitada como la de una fiera en celo. Es demasiado y Gabriel aumenta su malestar y su disgusto consigo mismo. Aquella atmósfera le resultaba asfixiante, aquellos pasos, aquella respiración, aquella mujer tan lejana, tan desconocida para él. No obstante ese sentimiento de lejanía hacia Jana que comenzaba a aflorar en él, Gabriel se levantó y fue a sentarse junto a ella, tomó su mano, estaba fría y húmeda. Con cada instante que pasaba su Jana se iba transfigurando. Entonces él vio de cerca sus ojos, por primera vez esa noche, estaban increíblemente brillantes, las pupilas dilatadas, inmensas y lagrimeantes... sintió que un escalofrío le corría por la espalda mientras la sangre le golpeaba las sienes... Con este desdoblamiento de Jana, el deseo de Gabriel de acercarse a ella se trastoca y se confunde con la esperanza de alejarse de la Jana que acababa de conocer. Conforme se avanza en esta situación de acorralamiento y peligro para Gabriel es posible especular que el nombre de su amigo Miguel, tampoco es una idea suelta, más bien es una necesidad del argumento para poner en el mismo al Arcángel Miguel, el protector y ángel de la guarda, en este caso de Gabriel. Probabilidad que queda fuera del alcance de Gabriel, ante su rechazo a los consejos previos del amigo. Ahora es tarde ya que Miguel no puede traspasar su protección hacia el círculo interior de La Quinta de las celosías.


Ante este desdoblamiento de la personalidad de Jana, acaso tenga sentido pensar que el personaje del Dr. Hoffman sea un guiño de la autora hacia la relación y reconocimiento de ese apellido con uno de los maestros del doble literario y del cuento de horror y suspenso. Este horror y suspenso son manejados con maestría por Amparo Dávila para que el lector sienta la impotencia de Gabriel, ante su incapacidad de salir de la trampa a la que lo ha llevado la ilusión del amor. Es una noche desquiciante y de aturdimiento en la que no se puede prescindir del tiempo como elemento literario. El reloj de la chimenea dio la media, la noche se había eternizado para Gabriel y el tiempo era una línea infinitamente alargada. Esta línea que se dibuja con la crueldad del tiempo, penetra y desgarra sin misericordia el ánimo de Gabriel cuando ve que Jana con la mirada perdida señala el retrato de una jovencita, diciendo: Así era yo entonces. La tímida y bella Jana se ha ido: No está conmigo, pensó dolorosamente Gabriel. Esto da la pauta para afianzar la hipótesis de que la obra de Amparo Dávila encaja en la literatura visionaria, sobre la que C.G. Jung expresa que sus manifestaciones son vislumbres angustiosos de tinieblas anímicas. (Jung, 1983, 340): Cuando estamos ante la materia del modo psicológico de creación artística, no necesitamos preguntarnos nunca en qué consiste o que es lo que significa. Pero aquí, ante la vivencia visionaria, surge inmediatamente esta pregunta. Hacen falta comentarios y explicaciones, siente uno asombro, admiración, desconcierto, desconfianza o, algo peor aún, asco. No se oye aquí resonar nada que le recuerde a uno la vida cotidiana del hombre, todo es sueños, pesadillas nocturnas y vislumbres angustiosos de tinieblas anímicas.

Esta transformación de los sueños de Gabriel en pesadillas nos acerca a los arquetipos del subconsciente colectivo en el que la más grotesca imaginación y la más espeluznante de las pesa-

dillas cobran realidad. También nos acerca a la literatura visionaria, (C.G. Jung, 1983, 339): Al llegar al modo visionario de la creación literaria, todo se invierte: la materia o la vivencia que sirve de contenido a la plasmación no es nada conocido, es una entidad extraña, de naturaleza recóndita, como surgida de los abismos de tiempos prehumanos o de mundos sobrehumanos de luz o de sombra, una protovivencia ante la que la naturaleza humana casi sucumbe por debilidad y perplejidad.

¿Acaso en esos momentos de angustia nocturna Gabriel se enfrenta a esa entidad extraña surgida de Jana, ó tal vez de sí mismo? Pues la Jana que al servirle el té le pregunta: ¿Con crema o solo?, es una mujer que cuando se le mira a sus ojos, sus pupilas enormemente dilatadas y lagrimosas le causan algo extraño casi parecido al miedo. Ese miedo casi ha paralizado la voluntad de Gabriel por eso sin ánimo acepta el azúcar que Jana pone en su té. Ignora que antes Jana también ha puesto una sustancia extraña en la bebida que al sorberla pronto actúa sobre el organismo de él. Ya es demasiado tarde, ha comenzado la cuenta regresiva que pronto lo impulsará a un destino incierto. La voz burlona de Jana retumba en sus sentidos: Tú querías conocer mi casa, mi vida... estás aquí... Ante esta contrastante manifestación de la otra Jana, es entiende entonces que el nombre de este personaje de Amparo Dávila es, al menos en este cuento, su propuesta del doble literario, ya que el mismo es la versión femenina de Jano, el cual en la mitología romana es un dios con dos caras, las cuales miran al mismo tiempo hacia adelante y hacia atrás, o si se prefiere hacia el futuro y hacia el pasado. También se conoce a Jano como el dios de las puertas, los comienzos y los finales. (wikipedia.org/wiki/Jano) Gabriel está indefenso y por lo tanto ya no tienen caso las apariencias, por eso Jana lo lleva, sin que él oponga resistencia, al salón que funge como el anfiteatro de las quinta de las celosías. Ahí impregnado de un aire dulzón y nauseabundo delatripa: narrativa y algo más

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lentamente va desfalleciendo, pero alcanza a distinguir a Jana quién lo mira desafiante, en medio de dos féretros de hierro... Entre golpes, gritos, carcajadas, olor a cadáver, a éter y formol, escucha a Jana decir: Sheeesss, no tanto ruido, que puedes despertarlo. Ante la cercanía y el inminente destino del protagonista, Gabriel Valle, los versos de Eliot: vayamos pues, tú y yo, cuando la tarde se haya tendido contra el cielo como un paciente eterizado sobre una mesa, cobran pleno sentido y le brindan su espacio a Jana para que siga practicando y mejorando su trabajo, hasta alcanzar su sueño de convertirse en una magnífica embalsamadora.

Palabras finales El análisis literario del cuento La Quinta de las celosías refleja en buena medida una cuentística que pertenece a lo que C.G. Jung identifica como ‘literatura visionaria’, la cual a diferencia del genero sicológico, no explica las razones ni fuentes de las enfermedades o expresiones extraordinarias de la mente. La literatura visionaria se nutre fundamentalmente de los arquetipos inmersos en el subconsciente colectivo, entre los cuales se pueden distinguir en este cuento los siguientes: la muerte, el miedo a lo desconocido, el deseo de una vida inmortal, la idealización de la amada, los arcángeles o entes protectores, el viejo sabio y las voces de fantasmas que retumban en las personas aterradas.

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BIBLIOGRAFIA Bolívar, María Dolores (2011). Los círculos helados de Amparo Dávila (Entrevista realizada a Amparo Dávila en el 2001 en la ciudad de Zacatecas), consultada en: http://mariadoloresbolivar.com/zacatecaspolvoyluz/ id10.html Dávila, Amparo (1985). Muerte en el Bosque, FCE Jung, C. G. (1983). Psicología y poesía, en Filosofía de la ciencia literaria. FCE Notas del Curso de posgrado: La exploración del límite en la novela breve y en el cuento latinoamericano del siglo XX, impartido por Fernando Saucedo Lastra en el Centro de Investigación y Docencia Humanística del Estado de Morelos, CIDHEM, durante el primer semestre de 2011 Wikipedia.org/wiki/E._T._A._Hoffmann wikipedia.org/wiki/Jano


Tuchtlán Susana Mota López

Los orígenes Mi tío, Rubén López Cárcamo, cronista de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, me envió unos textos que el mismo elaboró en dieciséis cuadernos engargolados y escritos con máquina de escribir -de las que ya no se producirán más. Sus escritos datan de 1990 en adelante y narran cronológicamente la historia del pasado autóctono de la formación del pueblo tuxtleco, sus costumbres y las fiestas del Barrio de Guadalupe de donde soy originaria. Las añoranzas de mi tío provienen desde el año 1930 y precisa con detalle lo que vivió de pequeño junto a su abuela y lo que investigó en años posteriores acerca de Tuxtla, cuna de la etnia zoque. El estado de Chiapas es muy rico por su gastronomía, flora y fauna y por la presencia ancestral de la cultura Maya, Olmeca, Azteca y las etnias zoque, mame, tzotzil, chontal, que habitaban este rincón del sureste mexicano. La etnia zoque se asentó mayormente en Tuxtla Gutiérrez y es cercana a las denominadas mixe y popolucas. Se nombran así mismos O'deput u O'de put cuyo significado es ‘gente de palabra, gente de idioma, hombre de palabra’. Los zoques fueron descendientes de los Olmecas y emparentados con los Mayas. Mi tío nació en Tuxtla Gutiérrez en 1917, cursó de la primaria hasta la Escuela Normal obteniendo el título de profesor en 1936. Dos años antes fue gerente del periódico estudiantil

"Brecha Nueva". Estudió contabilidad y legislación bancaria por correspondencia. En 1945, el año de mi nacimiento, se separó de la cátedra e ingresó al Banco Mercantil de Chiapas, S. A. donde desempeñó los cargos de cajero, contador y gerente de sucursales. Banco que se convirtió en Bancomer ya para entonces mi tío fue promovido como auditor de crédito y posteriormente jefe del Departamento de Auditorías de Crédito a empresas afiliadas. Ha colaborado en algunos diarios locales escribiendo la columna "Tuxtla de siempre". Intervino en varias colaboraciones cuando se elaboró el "Diccionario Enciclopédico de Chiapas". Ahora es miembro activo de la Fundación Fernando Castañón Gamboa Pro-Museo de la Ciudad de Tuxtla Gutiérrez, A. C. y pertenece a la Asociación de Cronistas del Estado de Chiapas, A. C. Ha publicado los libros Antier, cuando éramos menos…, El centro de Tuxtla Gutiérrez en 1925, y Las fiestas del Barrio de Guadalupe. La historia de esta ciudad empieza con el significado de su nombre azteca Tuchtlán. Este largo valle de unos diez kilómetros de oriente a poniente y cuatro de anchura es donde se asienta la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado. Los aztecas le llamaban Tuchtlán ya que se referían a la "abundancia de conejos": del vocablo náhuatl Tochtli: conejo y el sufijo tlán abundancia. En el dialecto zoque de los primitivos moradores fue nombrado Coyatoc del vocablo coyá, conejo y el sufijo tok, casa. Por eso a los tuxtlecos se les dice "conejos". delatripa: narrativa y algo más

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Cuenta la leyenda que los zoques arribaron a este extenso valle por el rumbo de Bonampak. Se cree que venían de este lugar por la similitud de las figuras pintadas sobre los murales con el tipo del habitante autóctono de Tuxtla: robustos, más bien ventrudos, de color moreno. Los zoques, como los aztecas, buscaban otro lugar donde vivir y en su caminata de búsqueda se acompañaban del son del tambor y pito. Al tomar un descanso bajo una frondosa arboleda, escucharon la armoniosa melodía del canto del cenzontle -pájaro de las cuatrocientas voces-, el arrullo de la humilde palomita cucú y la algarabía de las chachalacas, se maravillaron por todo un lugar poblado de abundantes árboles frutales principalmente mangos, chincuyas, pomarrosas, papáusas, jocotes, cupapé y diversas clases de zapotes. Descubrieron un río con abundante y límpida agua que bautizaron con el nombre de Quistimpak, de quistim, sabino y pak, arroyo por estar bordeado de majestuosos sabinos y frondosos amates; era el gran río Sabinal, albergue nocturno de los zopilotes (agentes ecológicos de sanidad). En las márgenes del río, los árboles de cuajinicuil con sus apetitosas vainas que guardan sus semillas envueltas en blanco, dulce y esponjoso vello para delicia de los zoques. Las matas de zazupú, cuyas frutitas redondas constituían el detergente natural para lavar su ropa. Los bejucos de Tzenún con su inflorescencia roja en forma de cepillos alegraban el ambiente que los rodeaba. A la vera del río se veía el pájaro martín pescador desprenderse de una rama de un sabino y en vuelo veloz, como saeta atravesando el aire con inusitada presteza, capturaba al pececillo que osó nadar a flor de agua. Igualmente, oyeron el toc toc del pájaro carpintero que horadaba el macizo tronco de un sabino para formar su nido, 12

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además de escuchar en aquellos tiempos el canto del ahuizote luis -mensajero del aire. Les encantaba hundir los pies en la arena huidiza de la orilla del río, no copioso en grandes peces, sino de caracoles, con los cuales cocinaban un caldo apetitoso y nutritivo al que llamaban shuti. Su caudal de aguas aumentaba con los arroyos que convergían a este río, en época de lluvias; por el norte, el Potinaspak; por el sur, el Pojpón, el San Roque, el Penipak y el Jamaipak. Tal vez los zoques llegaron en junio ¡qué hartazgos de nucú! Quizás vinieron en el otoño ¡qué campos tan floridos contemplaron! Helio bañaba pintando de amarillo huevo a las flores de árnica y a las de las enredaderas las hacía brillar en múltiples colores. En las faldas de los cerros, meramente del norte, los zoques admiraban las flores blancas como cofia de enfermera del punú- punú, el amarillo de las del candocs, el sospó y el suave perfume del espino que invade el ambiente nocturno, cuya flor se conoce como flor de niño. En este encantador lugar se quedaron nuestros antepasados y muchos de sus descendientes orgullosamente llevan el apellido autóctono de ascendencia zoque: Megchún, Toalá, Chandomí, Anzá, Cundapí, Popomeyá, Tondopó, Chandoquí, Pechá, Chatú, Jonapá, Chamé, Consospó. Mi tatarabuela materna fue de apellido Chandomí, con el tiempo predominó el López. Aún hoy se puede escuchar por las mañanas el gorjeo de unos cenzontles ¡qué regocijo para el espíritu!, el clarinero con sus agudos toques de clarín y el cucú de la tortolita. Ya no hay ese río Sabinal tan generoso, quedaron unos cuantos sabinos moribundos, sin amates, ya el pescador emigró a otros ríos


y el toc toc del carpintero ya no se escucha, ni se ven los conejos, ni las iguanas, ni tlacuaches y los mapaches ya se extinguieron. Qué no habrán visto y escuchado nuestros antepasados que dijeron: "¡Aquí nos quedamos!", y así lo hicieron . Hasta hace poco, Terán fue municipio libre y ahora forma parte del Municipio de Tuxtla. Era un pueblecito de campesinos situado al poniente de la capital, a una legua de distancia, asentado a las orillas del río Sabinal. Los recuerdos de mi tío, cuando era pequeño, están relacionados con los viajes que hacía a Terán acompañando a su abuelita Amada, mi bisabuela, a la que cariñosamente llamaba "Mamá Madita". Fue comerciante, iba con cierta frecuencia a Terán a comerciar, llevaba un gran canasto, de esos amplios, lleno de cebollas, rabanitos, lechugas, tomates, chiles, cilantro...; además llevaba dulces de panela como melcochas y caramelos y otras mercancías como agujas e hilos, y hasta cerillos que cambiaba por maíz y todavía recibía cacaos por monedas. Muy temprano salían de Tuxtla, mi bisabuela y mi tío, después de almorzar, para que el sol no les diera fatiga. El camino era carretero, con mucho polvo y piedras, pues el empedrado de la Calle Real terminaba en la actual calle Décima poniente. El primer tramo tenía como mojón, la Cruz Blanca, peana de unos dos metros de altura, por uno de ancho y dos de largo, algunas eran de ladrillo o piedras, repellada, pintada de blanco que servía de base a una cruz de unos tres metros de altura, ubicada en la actual confluencia de la avenida central y la primera avenida sur, donde hoy se encuentra la estatua del doctor Belisario Domínguez, frente a la casa del amigo de mi tío, el doctor Ricardo Culebro Falconi. En seguida, a partir de donde

está el Hotel Bonampak, al lado derecho, había una serie de ranchos con huertas de árboles de mango, zapote negro, chicozapotes y algunos cocoteros y palmas de coyol -este es un fruto en forma de cascabel y al que los nahuas denominaban coyoli y cuando la semilla se seca, y si se sacude, hace un ruido como de matraca o de víbora de cascabel. En dulce, hecho de panela, es riquísimo. Me imagino que ya entonces los habitantes "conejos" se deleitaban con este dulce, hasta hoy disfruto comer "dulce de coyol". A medio camino, a la derecha, el callejón de Zapatá conducía a los regadíos sembrados de flores y hortalizas de los comuneros del lugar, y llegaba hasta el río Sabinal. Algunos eran vecinos de mi tío. A la izquierda, a medio camino, había otro mojón llamado Pasatiempo, una estribación del monte Matumatzá, con un gran árbol de amate en la parte alta, rodeado de árboles de sospó y unas tumbas al pie del amate. Allí no se detenían a descansar mi bisabuela y mi tío porque según el dicho de ella, en ese lugar se aparecía "la tentación", la mala mujer, así que pasaban de largo a la ida como al regreso y proseguían su andar. Llegaban al fin a la casa de Toribio, un carretero del que mi tío no recuerda el apellido pero sí que era un hombre amable, atento, y siempre alegre, sonreía con frecuencia con sonrisa franca y espontánea, enseñando los dientes de oro. Tenía alrededor de treinta años, alto, fornido, calzaba huaraches, llevaba un sombrero de petate, y era de tez morena. En su casa principiaba la compra o trueque de maíz. Después de una caminata de una hora más o menos, al llegar a casa de Toribio mi bisabuela y mi tío pedían agua para mitigar la sed delatripa: narrativa y algo más

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y les daban una jícara de pozol. Su abuelita Amada era muy apreciada y mi tío notaba que la trataban bien. Allí mismo se improvisaba la plaza (el mercado) pues corría la voz de su llegada y ahí terminaban las otras vecinas su recorrido. Después de la venta, la mayoría de las veces era trocada por maíz, regresaban a Tuxtla como a las doce o una del día, no sin antes tomarse otra jícara de pozol. Amada cargaba el mismo canasto, ahora repleto de maíz, y mi tío llevaba a la espalda un mecapal; un costalito de maíz con cuatro o cinco cuartos -como diez o doce kilos. En algunas ocasiones traían frijol, patashete y ejotillo. Llegaban a su casa a la hora de comer bien cansados y sudorosos, pero satisfechos.

La fiesta de los muertos -Sí, ya viene Todos Santos, ya voy a llenar mis candelas-, así se expresaba mi bisabuela Amada dos meses antes de la fecha indicada. Minuciosamente preparaba todo. En el patio de la casa, allá al fondo, cerca del barranco, habían unas matas de algodón de las que cosechaba su producto; con paciencia retiraba las semillas y guardaba el algodón, las machacaba en la piedra de moler y el aceite que les salía lo revolvía con los restos de las semillas, y con masa de maíz preparaba el alimento de los guajolotes. Días después, sacaba su rueca e hilaba el algodón y con el hilo formaba una madeja. Cuando llegaba el tiempo de "llenar" las candelas, descolgaba de una pared del corredor un aro de un metro de diámetro, hecho de un bejuco de una pulgada de grosor alrededor del aro, y unos clavitos incrustados a una distancia de cinco centímetros uno de otro. Ya colgado el aro en posición horizontal de una viga de la casa, en el corredor, a una 14

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altura de un metro del piso, mi bisabuelita improvisaba un tenamazte con tres piedras de regular tamaño y hacía fuego con carbón para obtener brasas. Sobre el tenamazte colocaba una sartén vidriada para derretir la parafina, que compraba ya sea en la tienda de Julio Juan o en la del Juchi, don Florentino Ordóñez, ambos negocios situados frente a la Iglesia de El Calvario. Todo preparado, se sentaba en un butaque, cortaba el hilo de algodón en pedazos de unos sesenta centímetros de largo, los cuales colocaba por mitad en cada uno de los clavitos. La operación de "llenar" las candelas era por las tardes, tres o cuatro días; se hacía fuego con los carbones, se derretía la cera en la sartén y mi bisabuelita con una cuchara improvisada de hoja de lata, que le servía año con año, iba escurriendo la cera derretida en los hilos (pabilos) con mucha paciencia. Tarareaba alguna tonadita o musitaba alguna oración o plegaria. Las candelas iban creciendo en grosor poco a poco, dando vueltas y vueltas al aro. Mientras mi bisabuelita bañaba los hilos con cera derretida, mi tío ayudaba soplando las brasas con un carrizo agujereado para mantenerlas vivas, sin levantar ceniza o polvo para no ensuciar la cera. Una vez hechas las candelas, allí quedaban colgadas en el arco para amacizarse. Tiempo después, ella sacaba los candeleros del lugar donde estaban guardados, cercano al horno de hacer pan, eran bolas de lodo con su color natural, con un agujero en medio para colocar las candelas. Si había rotos o despostillados, se tenía que hacer otros, reponerlos, de tal manera que fueran en igual número que el de las candelas.


Era muy fácil la hechura de los candeleros; batir tierra negra bien fina y hacer las bolas del tamaño de un puño. Se aplanaban por la base y por la parte superior se les hacía un agujero con un olote del mismo grueso que el de las candelas, y el sol se encargaba de secarlos. Ya listos lo candeleros y candelas, mi bisabuelita esperaba la fecha para adornar el altar con flores de muzá y de punú punú; flor

silvestre que recogían ella y mi tío en las laderas del cerro que está al norte de la ciudad capital de Chiapas. Las otras flores, igual de sencillas, eran cultivadas en los regadíos, y la ofrenda consistía en tamales, frutas, dulces, caña, vasos de agua, pan y desde luego "trago", el bendito licor, y algunas otras comidas o golosinas que eran del gusto del difunto o de los difuntos.

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La mujer de luces Jhonny Euan

Crónica de un diálogo con la mente. Esta noche el viento hela. Me siento sucio y cansado. Tanta oscuridad nubla la vida, pero se que siempre existe luz. Alguien que lleva luces en su cuerpo y que no puedo sacar de mis pensamientos. Era el 23 de agosto de 2010. Yo estaba parado afuera, un tanto aburrido, impaciente e intrigado. Había poca gente y era, por mucho, temprano. Entonces llegó. Tenía el cabello libre, hermoso; un bolso negro, jeans de los modernos, tono azul, y unos ojos endiablamente inolvidables. Podría jurar que la conocía, la leí en libros. Se acercó como las olas del mar a la orilla de la playa; natural y cotidiana, como si lo que estaba a punto de hacer no fuera algo extraordinario. Y no lo era. Preguntó dónde estaba. Ese día llegó a mi vida. Apareció para despedazar las teorías que tenía sobre el amor. Conocí a la mujer con el cuerpo más espectacular y la sonrisa más bella que he visto. Creo que me enamoró con solo suspender el viento con sus pasos. Fue así como empecé a escribirle. A admirarla. A dibujar en mi mente su encanto. Siempre fue capaz de inventar razones para que yo la quisiera. También para que la odie, pero con amor. Decía "te quiero" como nadie más lo hacía, y me invitaba a traspasar el tiempo con sus labios de carmín. 16

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No tardé en aceptar que la adoro; amo sus lunares y me encanta saber que ella es la mujer de las luces multicolores, que siempre cautiva a mi alma con su belleza, con la suavidad de su piel y el paraíso que empieza en su pecho y termina en sus ojos. Con el paso del tiempo, empezó a llamarme odioso y manipulador. Entonces abrazarla se volvió un dulce privilegio. Me inculcó unos semi-sanos ojos de amor, que fácilmente le permitieron descubrir la delicada e intensa atracción que provocaba en mentes como la mía. El 25 de agosto de 2013 empezó nuestra relación. Dos días después de cumplir tres años de conocernos. Y a su lado todo es increíble. Nada tiene fin. Vive en mi cabeza, y duerme en mi corazón. Ella es la luz. La luz de la vida, más fuerte que el atardecer en el mar de su cuerpo; mágica como el color de su mirada, radiante como el amanecer. Natural entre lo artificial. Acariciarla, es tocar el cielo. Muchas veces he creído que ella me ama, pero se deja vencer por lo que parece nuestra imposibilidad. Ella es la calma de un día trágico, de la muerte que deseamos cuando las cosas no salen bien, y sobre todo, es quien dirige mi camino, justo ahora. Me guía en este preciso instante, a altas horas de una noche cerca del fin del mundo, cuando veo la solitaria calle y me alejo más y más de aquel lugar, el mismo en el que todo


comenzó, en donde se quedarán por siempre el recuerdo de nuestras pláticas, sonrisas, abrazos, discusiones, besos, coqueteos. Nuestra historia. Ya solo me queda seguir caminando hasta llegar a casa y tumbarme en mi cama, pero es imposible, mi cabeza no deja de vibrar con su nombre y necesito saber de ella. Terminé metiendo monedas en un teléfono público. El teléfono suena, avisa, llora, grita y ¡clic!, se metió. - ¿Dónde estás? - En el autobús. Un suspiro de tranquilidad se cuela por mis cabellos.

"Debo decirle que yo la quiero. Aunque a veces mi boca no pueda decirlo, aunque mi actitud parezca lo contrario, la quiero. Usted es mi momento perfecto para sonreír. La mejor compañía para mi soledad y el mejor de los libros. La he querido siempre, con sus dramas, tristezas, corajes, histerias, con su brillo incontrolable y el profundo amor de sus ojos. Usted es la mujer que sacude mi cabeza, la que me hace recordar quien soy. Siempre la quiero, cuando no me soporta, cuando me odia. La quiero".

Al leerlo, reconozco que siempre tuve la intención de confesarle mi amor, sin reservas, dedicándome a sentir sin pensar. Pero no se pudo. La mente es vigilada constantemente por la realidad, y ella… Aparte de brillar, vuela. Intensamente.

- Solo quería saber eso, que estabas bien… Termina con un -¡Gracias! La llamada terminó, puedo irme tranquilo. Al llegar acasa volví a dedicarle mi silencio, leyéndole el diálogo principal de mi cuaderno de apuntes que jamás le daré, porque soy un cobarde:

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Río de La Piedad Eduardo Simeón Trauwitz ue en la época en que bailaba con los concheros de la catedral de la ciudad de México, hace siete años, el hombre encargado de llevar dicho grupo me hablo así: "Hijo, lo que tienes que hacer es ir a un río a pedirle tu deseo; tienes que hablarle sinceramente y con respeto, vacíale una cerveza a cambio, a los ríos les gusta la cerveza". Esa fue la primera vez que escuché la anécdota de los ríos y los deseos.

F

Río viaducto de La Piedad, dice el letrerito que indica la dirección en donde vivo ahora. Es un río que fue entubado en 1942. Por encima de la obra por la que todavía corre el río, se construyó en 1952 como parte del Viaducto Miguel Alemán, dicha vialidad toma el nombre de Viaducto Río de La Piedad, desde Acapulco y hasta Calzada Ignacio Zaragoza. Hasta antes de 1942 se llamaba Río de La piedad, la historia es la siguiente: De la fundación del pueblo no se tiene una noticia concreta, incluso es difícil establecer si es anterior a la conquista de México, en todo caso para 1550 se le nombra como Ahuehuetla o Atlexuca, distinguiéndose como un pequeño poblado de pescadores que se encontraba en uno de los varios islotes que existían al sur de la ciudad de México. En 1595 el virrey le ofrece a los miembros de la orden dominica un terreno para asentar un convento de retiro, el cual con el paso del tiempo se convirtió en el Colegio Imperial de La Piedad y Porta Coeli, localizado en el pueblo de Ahuehuetla, a un poco más de un cuarto de legua de la ciudad de México.

La imagen mariana que daba nombre al templo y convento de La Piedad debe su fama a la forma como llegó a México; esta indica que construido el templo y el convento se comisionó a un fraile de nombre fray Cristóbal Ortega para ir a Roma para resolver algunos de los asuntos de la orden en México; como parte de su encargo, estaba el buscar un buen pintor que realizara el cuadro para el altar mayor, por alguna razón este la inició pero no logró terminarla en el tiempo por lo que se desconoce el autor; es así como el fraile regresa a la Nueva España con la obra envuelta y a medio hacer, de regreso por el mar Mediterráneo los envuelve una tormenta y ante la imposibilidad de hacer algo, el fraile y los marineros se dedican a solicitarle su intersección para evitar la muerte, lo cual logran y ambos terminan el viaje, el fraile ya en el convento narra su viaje tras lo cual abre el lienzo que venía guardado desde Roma, al hacerlo descubren que la obra está terminada y lo consideran un milagro, lo que da mucha más fama al templo.1 Cuándo llegué al Río de La Piedad, mi hermana y mi cuñado estaban emocionados por recibir a Maya; el nombre de Maya lo sugerí yo, les explique la connotación que tiene la palabra para las doctrinas o la filosofía hindú. Ilución es al significado con el que se le relaciona. Ilución: Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.2

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http://es.scribd.com/doc/56034492/Breve-Historia-de-la-Provincia-Dominica-de-Santiago-de-Mexico-Jose-Omar-Tinajero-L

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http://lema.rae.es/drae/?val=ilución delatripa: narrativa y algo más

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En la colonia de la Cruz, hay un Pitbull Americano casi por cada casa. Hay dos versiones totalmente opuestas sobre la conducta de estos perros. Dos aristas de una misma realidad. Hay personas que les temen exageradamente por su bravura y su musculo que tienen en el hocico capaz de quedarse trabado a forma de no soltar lo que muerden. Son los perros que desarrollan mayor tamaño en su musculo de la mandíbula, lo que les da un aspecto de ataque. La combinación de Bull y Terrier fue creada cuando los "Deportes sangrientos", asociados a apuestas y entretenimiento como el Bullbaiting (perros contra toros amarrados) y las peleas de perros, se comenzaron a popularizar. Estos mismos ejemplares protagonizaban peleas en una arena cerrada llamada "Pit", y de ahí vino el nombre pit fighter (peleador de pit) pit dog (perro de pit), lo que finalmente derivaría en Pit Bull. Afortunadamente en 1835 los deportes Pit se convirtieron en ilegales en Inglaterra.3 La primera vez que salí a la tienda con la Pitbull recién llegada las personas me miraron distintas: me saludaban, me preguntaban ¿cuánto tiempo tiene? ¿Es hembra, verdad? ¿Es de don Charly? Don Charly es casi un dios en la colonia. No es una persona grande, y sin embargo le dicen "don Charly", el hombre tendrá unos 38 años. Don Charly exporta perros Pitbull al extranjero. Sus perros cuestan alrededor de 12,000 pesos, a los de la colonia se los deja más baratos, Charly dice que no hay que ser pasados de verga con la pandilla. Charly también cobra por entrenar a tu perro para ataque. El dueño de la pensión de carros le ha 3

http://www.abc.net.au/pm/content/2005/s1359018.htm

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http://www.metro.df.gob.mx/operacion/afluencia12.html

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comprado uno y lo ha entrenado con don Charly. El perro tiene cara de Demonio. Curiosamente el perro de don Charly tiene la mirada cansada y tiene ojos color miel. Lo he visto jalar un automóvil en la calle donde vive Charly cómo parte de su entrenamiento. A unas cuadras se encuentra el metro Santa Anita, su símbolo representa la silueta de un vendedor en su canoa o a un gondolero. Recibe ese nombre debido a la colonia cercana a la estación. El uso de ese símbolo se debe a que antiguamente hasta ahí llegaba la zona de chinampas, y el Lago de Texcoco y los agricultores solían vender su cosecha en la zona, y también a que en las cercanías se encontraba el embarcadero de la Viga en donde los visitantes solían alquilar una canoa y recorrer los canales de forma similar a como actualmente se recorren los canales que hay en la delegación Xochimilco.4 Afuera del metro hay una explanada; en los postes de luz que la alumbran hay unas estructuras metálicas que emulan unos naipes, te puedes encontrar un As de trébol, o un As de diamante Todos en color negro. En la explanada se juntan los adolecentes que andan en patinetas, los vende discos del metro, los que hacen trucos en sus bicis y unas viejitas que reparten fanzines religiosos. La mayoría de éstos se monea, excepto las viejitas, a veces puedes escuchar reggae o reggaetón por las noches. Siempre huele a marihuana. Lo peculiar de la plaza es que ni los policías ni las viejecillas se molestan por el olor a marihuana o activo. Me ha llamado la atención que las viejecillas aparecen a eso de las doce del día cuando todos los que patinan dejan ver sus abdómenes al descubierto.


Otro punto de reunión es el camellón que está sobre el viaducto, aquí se juntan los dueños de los Pitbull. Una vez hablé con uno de ellos, el hombre no dejaba de hablar de cuando su mujer llegó con un Pitbull en su cumpleaños con un moño rojo sobre el cuello. El hombre antes de su cumpleaños salía con unos French Poodle. Tenía tres hijos, y apenas si le alcanzaba el dinero, pero a su Pitbull le compraba las croquetas que el veterinario le vendía, unas croquetas que costaban alrededor de 600 pesos, y le duraban 10 días. El Pitbull era de don Charly, había costado 3,500 pesos. La esposa me contó que tuvo que amarrarse la tripa un tiempo, que había entrado a una tanda para comprarle el Pitbull a su esposo. La colonia se llama La cruz. Cuando se refieren a la virgen de los dolores (una de las tantas advocaciones de la virgen de La Piedad) se refieren a los dolores sufridos por la virgen María al ver a Jesús muerto. En la famosa pintura de La Piedad, se ve a Jesús sin vida en los brazos de María, quien sostiene el cadáver; el semblante de Jesús se torna pálido, con los labios morados, tiene el brazo derecho sobre el cuello de María, está sobre sus rodillas y al fondo está la cruz. Los siguientes textos describen el momento: "Lo recibí sobre mis rodillas como un leproso, lívido y magullado, porque sus ojos estaban muertos y llenos de sangre, su boca fría como la nieve, su barba rígida como una cuerda" [Santa Brígida de Suecia, Profecías y Revelaciones, Libro 1, capítulos 27 y 10.] "Sus ojos, que brillaban como carbunclos, ahora están apagados. Sus labios, que parecían rosas rojas recién abiertas, están secos y su lengua pegada al paladar. Su cuerpo sangrante ha sido tan cruelmente estirado sobre la cruz que pueden contarse todos sus huesos" [Enrique de Berg, "Suso", Meditaciones, 301.] 5

En un tests de temperamento (el equivalente a cuántas veces un niño puede meterle el dedo en el ojo a un perro antes de que lo muerda), la raza más tolerante fue el Golden Retriever. El Pitbull fue la segunda. Lo anterior demuestra que no son naturalmente agresivos hacia los humanos (son la raza que a más temprana edad muestra preferencia por compañía humana).5 He visto en videos como un Pitbull mata a una persona, he visto el rostro demoníaco del perro de la pensión de carros de la colonia La Cruz, los he visto suspender su cuerpo agarrados de un trapo en lo alto, he tocado el músculo de sus mandíbulas que los convierte en asesinos potenciales. Y he visto a Maya sopor-tar que mi sobrino le pique los ojos con un lápiz, he visto que mi sobrino le muerde las orejas, como mete su mano en el hocico para quitarle un chocolate que la Maya le ha robado. Un día mi hermana escuchaba el estéreo a todo volumen, preparábamos un agua y la puerta del departamento que da a las escaleras estaba abierta. La perra entró agitada y se le encimó a mi hermana ladrándole directamente a la cara, Eva enseguida grito el nombre de su hijo, salió del departamento y vio a su hijo con la cabeza ensangrentada, Maya lamía su sangre y miraba a mi hermana exaltada. He visto en el barrio de la Cruz, la famosa pintura que le da nombre al río entubado que pasa por debajo de mi casa. Vi la cara de aquella María en Maya, pude imaginar cómo le pudo haber lamido las heridas a su hijo. Cuando terminé con mi ex pareja y fui a casa de mi hermana sólo deseaba morir. Fue en el río de La piedad cuando me descubrí en medio de un diagnóstico médico fatal. Mi madre aún no lo sabe.

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Del 82 Romina Cazón

oy de comida tengo un vaso de agua y dos tortillas. Los guardo desde hace una semana por temor a enflaquecer y aunque se encuentran en un estado que es preferible no mirar, sirven para una hambrienta como yo. Creo que es peor tener que irme a la cama sin ofrecerle nada a mi estómago, y peor aún es morder mi lengua.

H

atrevimiento, al contrario, tuve vergüenza de mi libido, de mis noches en extrema urgencia. Tampoco me arrepiento: mi actitud consiguió cambiarles la cara. Nadie dijo nada, ni ellos ni yo. Se nos vino encima el silencio; supongo que ellos también gustan de revistas pornográficas, con la única y gran diferencia de que no las sacan de un cesto de basura.

Ahora que lo pienso con serenidad, admito que la abuela tenía razón cuando decía: Panza llena, corazón contento, no cría mal pensamiento. Han pasado varias semanas sin alimentarme como debe ser, es decir, como una persona; ustedes dirán como una persona normal, pero no creo que haya normales o no, hay personas y listo. El punto es que a falta de comida, he pensado en exceso. Y no sólo fueron pensamientos, también algunas concreciones.

Me había acarreado tantos problemas en vano… La revista parecía de reciente edición; resulta que era muy vieja, de 1982. Empecé a confundirme con la emoción; tenía ganas de renegar, pero me contuve. Las razones de mi disgusto eran obvias, de qué iba a celebrar si esas páginas no contenían nada actual. Me refiero a las poses, a las formas. Una época intenta superar a la anterior, le guste o no le guste. Tal vez esa era mi rabia con la revista que tenía tres décadas de haber sido publicada, ¿para qué sirve eso, si nada es vigente? En fin, era una revista. Tuve que reírme. Claro que sí: la recogí y di la cara ante los señores. Lo importante es que pasé varios días entretenida, imaginando cosas de aquellos tiempos, muchas cosas. Y no sólo me entretuvo a mí, también a una amiga y a su novio.

Cuando ya no tenía dinero ni para comprar una manzana, me distraje escuchando decenas de veces los mejores temas de Ismael Serrano a un volumen elevado. Además, fumaba unos cigarros que me dieron en pago; en ocasiones encendía uno y con el penetraba la hoja hasta dejar un hueco en esos cuerpos desnudos de la revista pornográfica que hallé en un cesto del restaurante donde trabajaba. Me sentí muy incómoda al sacarla del basurero. Me observaron una mujer y un hombre de porte fino; hicieron cara de asco, como si olieran caca. Me acerqué y les dije: ¿Qué pasa, señores? Mentiría si digo que me sentí exitosa por el 26

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Cuando se aparecieron, yo estaba durmiendo, con la revista debajo de mi cuerpo; no a propósito, aclaro por las dudas, sino por olvido o por despistada. Esa mañana me levanté al escuchar el primer sonido del timbre. Cuando los hice pasar, les pedí perdón


por la ropa que llevaba puesta y les ofrecí agua fresca. Debí moverme hacía la cocina para traerla, cuando de repente sentí a Claudia muy cerca de mí: -¿De dónde la sacaste? Yo pensé: Tal vez me hallaron la cigarrera, y exclamé: -Ah, la compré en la Plaza de Satélite. -Pero allí no venden esto -exclamó ella con total seguridad. -Amor, mira, todo lo que nos falta probaragregó Gerardo, el novio, entre susurros. Inmediatamente me di cuenta de lo que habían encontrado y me avergoncé. -Amigos, pónganse cómodos, Me daré una ducha. Aquí están sus vasos. Ni siquiera me di tiempo para preparar la ropa; entré a bañarme. Nunca acostumbro quedarme mucho tiempo adentro, pero lo tuve que hacer, lamentablemente tuve que hacerlo. La pareja se había calentado tanto con mi revista que, para calmar sus ganas, no se les ocurrió otra idea que saciarse en mi propio departamento, y para mi gran dolor, en mi propia cama y en mis sábanas. Dentro de mí, una voz me repetía: ¿Para qué mierda los dejas entrar? ¿Quién carajo te manda a ser amiga de estos pendejos? Si fueran tan amigos, al menos se hubieran guardado las ganas hasta salir de mi propiedad o me hubieran pedido permiso, quizá se lo hubiera concedido, pero qué cambiaba: estaba encerrada, sin ropa, sin ganas de decir nada ni de pelear. Me quedé escuchando los gemidos de ambos. Los más fuertes eran los de Claudia: yo no era nadie a comparación. Bueno, de paso comparé, si no ¿qué iba a hacer mientras tanto? En cuanto a Gerardo, más bien

parecía un nene muy flojo. Sólo me quedaba salir y regañarlos, o quedarme y masturbarme al lado de la ducha que caía. Opté por lo segundo: viajar con mi mente a la par de las imágenes de la revista viejita y desdentada pero que aún nos servía. De todas formas no pude hacerlo; algo no estaba bien. Me dispuse a limpiar el baño. Eso me resultaba más fácil y más productivo. Cuando descubrí que habían terminado, salí muy lentamente y caminé hacía el pasillo en donde se encuentra el estéreo. Puse lo que se hallaba en la bandeja, a Silvio Rodríguez y a Luis Eduardo Aute. Comenzó la trova con "Al alba". Me serené lo suficiente para evitar inconvenientes. -¿Estás ahí? -Preguntó Claudia con una voz cansada y un tanto despreocupada. -Sí, aquí estoy -respondí tímidamente. -Ya nos vamos -dijeron a dúo, como si nada hubiera pasado. -Bueno, nos vemos -externé. Se pueden ir a la puta madre, interioricé mientras me dirigía a la sala. Allí estaba mi revista del 82. Al levantarla para ver si tenía salvación, el semen de Gerardo se esparció en mis dedos. -¡Hijos de puta! -Grité, y la revoleé por la ventana. ¿Alguien sabe a quién le cayó desde el cuarto piso?

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Apuesta por un Nuevo Periodismo Katia Rejón

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l término "Nuevo Periodismo" surge a principios de los años sesentas, con el aura hippie y la guerra de Vietnam, en Estados Unidos. Sin embargo, el nombre sólo es la designación a un tipo de escritura que se hacía desde la época de Herodoto, hace al menos 2,500 años. El Nuevo Periodismo está, por lo tanto, lejos de ser un neonato arrullado en la cuna de los mass media. "Abandona la prosa informativa despersonalizada y asume un punto de vista", Diego Rosemberg.

El surgimiento de esta nueva pluma surge de tres fuentes: de los escritores que buscaban algo más que un realismo literario, deseaban experimentar escribiendo obras de no ficción, en medio de un ambiente que prometía mejores historias con aspectos políticos, sociales y cambios inimaginables a principios de siglo; de los periodistas que creían insuficientes las técnicas tradicionales y deseaban expresar una mayor sensibilidad a los acontecimientos sociales y políticos de la época; y por último, activistas inmersos en las nuevas subculturas nacientes, como feministas, hippies, artistas, etcétera. Entre los pioneros de este nuevo género de No Ficción están: José Martí, Rubén Darío, Roberto Arlt, Alejo Carpentier, Rodolfo Wash, el padre del Nuevo Periodismo, Tom Wolfe, Thruman Capote, Elena Poniatowska y Gabriel García Márquez, quien creó la Fundación Nuevo Periodismo Ibernoamericana, encargada de formar profesionales en este género y también de premiar a lo más reconocido. Para comenzar a aceptar y valorar al Nuevo Periodismo, es necesario desnudar por completo al término "objetividad" tan presente como característica básica en los textos periodísticos. En sus 28

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inicios, el periodismo se desarrolló como un oficio, en ciudades, como en Mérida por ejemplo, la profesionalización de los reporteros no es común, ésta la reconocen por la experiencia y no por el título recibido. "Al revelar sus inclinaciones personales, el nuevo periodista lucha por una clase más alta de objetividad de algún modo superior a la del periodista que imagina una falsa imagen de sí mismo como un ser incontaminado, neutro, capaz de prescindir de toda carga ideológica". (John Hollowell, 2003, P.36)

Al profesionalizarse, el periodismo todavía tiene ciertos estigmas provenientes de los tiempos en los que se consideraba una ocupación técnica. Parece que el periodista, está imposibilitado de ejercer su derecho a la opinión, aún cuando se le exige estar informado y tener todo el marco teórico y analítico para desmenuzar una noticia. ¿Acaso existe una especie de pudor en la estimación? Un médico o un electricista no están privados de su derecho a dar juicios de valor o un diagnóstico que tenga que ver con aquello en lo que son expertos. ¿A qué se debe entonces la rigurosidad para la objetividad, además de que ésta es utópica? "Lo que amenaza la objetividad es la aplicación indiscriminada de la velocidad y el uso de hacer encajar a la fuerza en el molde del periodismo instantáneo a todos los asuntos públicos, sin importar si son complejos, oscuros o si están todavía en proceso de desarrollo". (McDonald, 2008)

Una de las grandes preocupaciones contemporáneas en el ámbito periodístico es la tendencia de los informantes y su línea editorial a la que están unidos por un cordón umbilical. Sin embargo, ésta es un camino erróneo hacia el periodismo subjetivo que incluye la opinión del periodista, ya que la ética profesional exige que


su punto de vista esté justificado por un conocimiento extraordinario del tema y no por intereses económicos. Existen impedimentos para desarrollar este tipo de periodismo como la institucionalidad que ha surgido a partir del periodismo taquigráfico. La nómina de muchos empleados del medio es gracias a la transcripción literal de las fuentes oficiales que además responden a una política empresarial y conciben a la notica como un producto. "Las organizaciones noticiosas demasiado dedicadas al status quo rehúsan admitir la evidencia de que el statu quo no funciona". (Ben Bagdikian, 2005)

Desde el momento en el que observamos un hecho, lo hacemos desde nuestra experiencia y marco teórico aprendido, tenemos una serie lógica que lleva a interpretar y sesgar ciertos aspectos de una noticia. Y se pretende, que toda una complejidad y fenómenos social se sintetice en cinco preguntas, que podrían ser respondidas o transcritas por cualquier persona del oficio sin que ésta deba tener precisamente profesión. “"pasaban las cosas", había que "tomar contacto con completos desconocidos, meterse en sus vidas de alguna manera, hacer preguntas a las que no tenías derecho natural a tener respuesta, pretender ver cosas que no se tenían por qué ver, etc." y ante la incapacidad de los novelistas para enfrentarse al cambio vertiginoso experimentado por la sociedad norteamericana "tuvieron, para ellos solos, los locos años sesenta, obscenos, tumultuosos, mau-mau, empapados en droga, rezumantes de concupiscencia"". (Reed, Southern, Tomalin, Barbara L.y Goldsmith, 2003).

El Nuevo Periodismo es una corriente holística que integra al periodismo de investigación, al periodismo tradicional y al interpretativo, rompiendo las divisiones de la misma literatura y sociología, de la no ficción y reconstrucción de la realidad. Se opone a esta concepción reduccionista y concentra su objetivo con dos herramientas principales: verdad y escritura.

Valiéndose de todas las posibilidades de acumulación de datos, interpretación, teoría y recursos lingüísticos sin tener que responder y golpearse con los límites de cada una de éstas. Por otro lado, la también llamada "Literatura de No Ficción" resuelve un problema contemporáneo al que se han enfrentado muchos reporteros del oficio: el periodismo ciudadano. El avance tecnológico ha permitido que la sociedad en general, los lectores, y televidentes, tengan no sólo la oportunidad de tomar fotografías de los hechos, sino de informar y difundir de manera masiva una noticia. ¿Cuántas noticias mundiales no han tenido como primera fuente a Twitter? Basta con tener un smartphone y una cámara de 8 megapixeles para tener una cintilla lista para ser transmitida en cadena nacional. Lo anterior, reafirma lo dicho en los primeros párrafos: cualquiera puede escribir una nota con las cinco preguntas básicas, es suficiente tener mínimos conocimientos de redacción para publicar en un periódico. Esto no quiere decir de ninguna manera que está desapareciendo el periodismo, sino que hace más evidente la insuficiente labor de los reporteros del diarismo. "Los rasgos principales que dominaban el modelo periodístico vigente consistían en una frustrante estandarización de las informaciones, originada en una uniforme concepción de la "noticia"; una aburridora falta de imaginación y audacia para enfrentar con procedimientos nuevos los fenómenos emergentes y, en general, un desprecio por la innovación y el cambio". (Santibañez, 2010).

El Nuevo Periodismo surge como respuesta ante cambios inminentes de la sociedad en la segunda mitad del siglo XX, que siguen en su proceso interminable y cada vez es más notoria la necesidad de un periodismo que involucre al reportero otorgándole posibilidades estilísticas, y el cumplimiento de su derecho profesional de escribir una opinión personal explícita debidamente fundamentada y tomando como base la realidad social. delatripa: narrativa y algo más

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El gato de Cheshire

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os idiotas y los mansos nunca logran ver al Gato de Cheshire. Dotado de una sensibilidad especial para medir la estupidez, permanece invisible en las academias, en los programas empresariales, en las clases de yoga, y, sobre todo, en los cursos de superación personal. Pero si el felino nota alguna chispa de inteligencia, es posible que el paseante logre verlo. Podría ser tan sólo su sombra, o su cuerpo saltando de rama en rama. A medida que el animal fabuloso de Cheshire detecta un aumento en la capacidad intelectual del observador se muestra más y más, se detiene, y unos pocos en la historia han podido conversar con él. Pero el verdadero premio es que el gato sonría a su interlocutor, pues sólo lo hace ante los seres geniales. Miguel de Cervantes y Saavedra vio ese relámpago de felicidad en el momento en que un moro gigantesco le cercenaba la mano a fuerza de cimitarra. El guardia que cuidaba la Gran Muralla China refiere en sus memorias que un extraño gato carcajeante seguía a Lao Tsé cuando, montado en un buey negro, abandonó el Celeste Imperio y se internó en las eternas arenas de Mongolia para huir de la creciente estupidez de la corte y sumarse a la inagotable arena que se desliza en la clepsidra del Tao. Según el códice Nuteris abdicó Quetzalcoatl a su imperio, a su trono y su cetro, porque cada noche veía la sonrisa del gato de Cheshire, pero esta se iba alejando, cual prodigio celeste que guía al chamán a un mundo incógnito. El gato, sin dar ninguna explicación, cada vez se aparece menos a los seres humanos. Lewis Carroll tuvo algunas noticias de él. Refiere el británico que se le apareció varias veces a Alicia. La niña había sido condenada a muerte por el rey y la reina, pero el gato, mostrando sólo su cabeza, desconcertó a los dictadores, que se sumieron en una larga discusión acerca de la posibilidad o imposibilidad de cortar la cabeza a alguien que no tiene cuerpo. Desesperados por

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Roger Vilar

tan larga ausencia, los empresarios de la televisión han hecho el más atrevido de los Reality Shows. "En busca de la verdadera sonrisa del gato de Cheshire". Diez millones de dólares es el premio. Sonámbulas cámaras graban día y noche a una horda de imbéciles que hurgan en alcantarillas y palacios, en mazmorras, en túneles abiertos por los narcotraficantes, en el tocador de una prostituta jubilada, debajo de la tribuna de un predicador famoso, y en las bacinicas de sus abuelitos, buscando la cotizada sonrisa. Ha sido tanta la inquisición que el más bobo, Pancho El Tigre, asegura ser el ganador del premio. Incluso ha mostrado un video en el que el animal va desapareciendo poco a poco, pero en lugar de sonrisa, lo que sale de su boca es una hemorragia de sangre con acordes agónicos. Exige sus dólares, pero nadie se los da, pues el requisito, le dicen, le repiten, es la sonrisa del gato. Por supuesto, sus competidores están animados y pretenden encontrar ese destello de alegría. Algunos hasta hacen sesiones espiritas para comunicarse con el alma de Alicia y preguntarle en qué escondrijo del universo está el felino. Pero hoy todos lloran. Un famoso diario publicó una investigación donde se demuestra que el gato se suicidó. Asegura el ensayista que el minino de Cheshire siempre desaparecía en una sonrisa, y que el vómito de sangre no es más que la prueba de que la náusea lo mató, por lo tanto, cualquier búsqueda es inútil, tanto ahora como en todos los milenios que nos restan por vivir.

(Cuento perteneciente al libro Minutario de un Viajero, próximo a publicarse en Editorial Jus).


Ángel de la mañana Just call me, angel of the morning, angel… Bonnie Tyler …porque tú eres el ángel que quiero yo Yuridia

Will Rodríguez

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espierto desnudo, con la boca seca y un cansancio criminal. Qué bueno que es domingo y no hay que abrir la tienda. Trato de recordar cómo llegué a casa. Me asomo por la cocina y respiro tranquilo al ver la moto en la cochera; no tendré que ir por ella al bar. Seguramente no estaba tan borracho como para no conducir… Saco del refri una lata de V8 y la preparo con sal y limón. Regreso a la cama y enciendo un cigarro que se consume en el cenicero. Trato de dormir y no lo logro. Busco en el directorio del celular a quién llamarle para que venga a coger… -¿Bueno?

*** Falta poco para que termine la jornada del horrible lunes, pero no quiero esperar; tomo el dinero de la registradora y le encargo a Rubén que cierre la tienda. Sigo muerto por el fin de semana. Tengo hueva hasta de ponerme el casco. Avanzo ligero entre el tráfico inmóvil. Llego a casa y al abrir veo una hoja de papel en el suelo. Es una carta escrita a mano: Hola, soy Ángel, no se si te acuerdes de mi. Nos conocimos el sábado en el bar y me invitastes a tu casa, estabas muy tomado pero venimos a tu casa y me gustó mucho pero te dormistes rápido. Ojala nos veamos otro dia, ves que no soy un ladron, no me lleve nada de tu casa. Aqui te dejo mi telefono mi correo-e y mi pagina de internet donde tengo unas fotos ojala que te gusten. Chao.

Siento un escalofrío. Qué hice, qué hicimos. ¿Me habré cuidado? Reviso el bote de basura junto a la cama y no logro descifrar si los condones usados son todos del domingo… En fin, ya qué… Me preparo un sándwich en la cocina y regreso a la recámara. Prendo la compu para ver la página de "Ángel"… Mmm, qué cosa. Son fotos de desnudo, sin mostrar la cara. En unas aparece sentado en un sofá; tiene puesta una gorra y mira hacia su verga parada; en otras aparece sólo su pene recién eyaculado o adornado con efectos gráficos del photoshop. Me gusta. Claro que le llamaré, pero no ahora, mejor el fin de semana...

*** Llega el domingo. Despierto desnudo, con la boca seca y un cansancio criminal, pero bien erecto. Le llamo a Ángel. Quiero estar con él, saber cómo es, sentir aquel cuerpo de las fotos. Le digo que soy yo, le pido que venga. Contesta que llegará lo más pronto posible, que vive por la Buenos Aires. Aprovecho para bañarme con calma. Debajo de la regadera abro la boca y dejo que el agua se rebose en ella. Siento que esto ya lo viví: la cruda, el agua fresca, esperar a un amante, secarme, peinarme y regresar desnudo a la cama hasta que toquen el timbre de la casa… Y así sucede. Lo hago pasar mientras pienso en lo feo que es y que no lo recuerdo. Sin embargo no está del todo mal; es moreno, alto, flaco y tiene una sonrisa que me da confianza. Sin decirle nada lo abrazo y le planto un beso en la boca. delatripa: narrativa y algo más

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Él se ríe y me dice que ha traído unos aceites para darme un masaje, una actividad que le gusta realizar en sus tiempos libres. Me tiro desnudo a la cama y él se quita la ropa pero se queda en trusa. Mientras me masajea la espalda le pregunto cuántos años tiene, a qué se dedica, con quién vive… En realidad no me interesan sus respuestas; sólo quiero sexo. Me cuenta que tiene 24 años, que saca fotocopias en una empresa y que vive con un amigo. Yo lo interrumpo volteándome y rodeándolo con mis piernas… Y es aquí donde empieza la historia. Veo a Ángel todos los domingos. Le llamo al despertar y él llega lo más rápido que puede; cogemos delicioso una y otra vez; es el mejor de los amantes. Lástima que esté tan feo. No me atrevo a salir con él y que digan "ahí va ese puto con su chacal". Además creo que se está enamorando: me pregunta cuándo vamos al cine o a pasear, que por qué no lo invito a mis fiestas; dice que me quiere conocer de otra manera, que no todo es coger, que solamente lo estoy utilizando. Yo le tapo la boca a besos, pero cada vez es más difícil evadirlo. Cómo decirle que sólo me gusta en la cama, que no tiene la educación ni los medios para estar a mi nivel. Quizás soy un idiota, pero mucho trabajo me ha costado llegar a serlo.

*** Otro domingo. Despierto desnudo, con la boca seca y un cansancio criminal, pero bien erecto. Le llamo a Ángel pero no contesta. Insisto durante todo el día y el buzón de mensajes es quien responde. Me conecto a internet y lo veo en línea. Le envío un mensaje instantáneo y me escribe como si nada que su celular está en casa de su mamá y que está muy cansado, que no piensa salir, que mejor nos veamos el próximo domingo. Pero pasa otra 42

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semana, y otra, y otra, y él no viene. La última vez que le hablé me dijo que si no formalizábamos la relación no nos volveríamos a ver. Le dije que a la fuerza nada y adiós, y no pienso insistir, aunque lo extrañe.

*** Pinche Ángel. Lo deseo tanto y es tan buen niño, pero no contesta mis llamadas ni mensajes. Han pasado muchos domingos. He recibido a mil hombres en la cama y ninguno es mejor…; sólo cierro los ojos e imagino que es él quien me penetra, que es a él a quien penetro. Hoy encontré debajo de unos libros las calcomanías que diseñó con mi nombre y que me regaló para mi cumpleaños, al cual no asistió porque no lo invité. Simplemente recordó la fecha de mi nacimiento y al siguiente domingo llegó con sus diseños y dibujos para mostrármelos; entonces me dio las calcomanías como el más especial de los obsequios. Pobrecito. Lo quiero. Recuerdo que aquella vez me dijo que por no tener dinero regresaría a vivir por un tiempo con su mamá, y me dejó el teléfono de esa casa… apuntado detrás de una de las calcomanías… Entonces llamo y me contesta una vieja de pocas y rudas palabras. Pregunto por él, cómo está; le digo que soy Marcelo, su amigo, y que hace tiempo que no tengo noticias suyas. Ella me dice que Ángel murió, que le salieron unos hongos en el cerebro y que antes de morir quiso hablar conmigo, pero nadie hizo nada por localizarme… Soy un idiota.

*** Llega otro domingo, horrible domingo. Despierto desnudo, con la boca seca y un cansancio criminal. Le llamo a Ángel pero no contesta.


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El amor de mujeres maduras Nadia Contreras

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l botón abierto de la blusa y los senos a punto de abandonar el sostén y la tela traslúcida. Siento el vértigo y mis manos buscan apoyo. El autobús arranca en la impertinencia de la velocidad. Me siento a unos cuantos metros de la mujer, pasa las manos bajo el cabello y lo acomoda sobre los hombros. Busco otro pensamiento, las páginas de una revista, la suciedad de las ventanas, el maquillaje en rostros adolescentes. La mujer me absorbe. La mujer madura pero perfecta para mis manos que desean sentir el temblor de sus pechos. Sus labios sonríen húmedos y yo siento en medio de mis piernas un fuego que jamás se apaga. Y si meto la mano en su entrepierna ¿asentirá o me dará una bofetada y se irá corriendo como una loca? Mi prima lo hizo, sí, luego de llevarme a la habitación de fondo. Quiero escuchar tu respiración, dijo, cuando tengas la mano metida en mí. Luego, corrió como yegua desbocada. Yo también escuché aquella respiración y los gemiditos me sacudieron la piel. La mujer, echa la cabeza hacia atrás y deja al descubierto la blancura del cuello, ¿me dirá qué hacer o me permitirá deambular por su cuerpo? He leído novelas que hablan de mujeres maduras, de su amor sin medida y la tibieza de la piel. La humedad ¿me convoca para acabar una vez más en la parte más profunda? La exploraría con delicadeza, con dulzura. La tarde se ha ido y las sombras caen, esta vez tan seguras, de sí mismas.

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El octavo día Adán Echeverría

...no hay más Talpa no hay más Talpa no hay más Talpa no hay más. Repite incesante con un tac tac tac metódico. Ahí en la silla de madera, la mirada hacia el agua que escurre sobre los vidrios. No más Talpa. Talpa no es. Ya no más Talpa, ya no hay voz. No más Talpa. Talpa No. No. No. Nada queda en las memorias de alguien que mira el agua mientras todo escurre alrededor; deshaciéndose en el lodo del pensamiento, sobrevolando el recuerdo con la vista plegada sobre la hoja blanca; aquel tiempo detenido todo lo circunda como rueda calendárica que no se quiere prever, ni pretende imitarse. La cabeza del tiempo abre la puerta, penetra la habitación. Junto a la ventana Ernesto, sentado ante la máquina de escribir. Pase usted, parece decir o quizá fue un No me molesten, malintencionado. El tiempo, como mayordomo, con sus puntiagudos dedos de vidrio escarchados permite la entrada de Mauricio. Ernesto se mantiene a salvo en el recuerdo. Sonríe un Ah, eres tú y sigue tecleando. Hay un dolor sincero que sube del corazón a las mejillas, llega a la orejas para bajar hasta las clavículas, y se da cuenta. Detiene por instantes el tecleo, los personajes descansan. Ernesto echa hacia atrás la cabeza, pone la mano izquierda bajo la nuca y desde esa postura puede ver el techo polvoso o alguna araña perseguida por un gecko; no disimula su fastidio, se truena los dedos de ambas manos uno a uno, despacito, mientras Mauricio jala una silla pretendiendo una conversación necesaria. Ernesto no tiene humor, sus ojos parecen mirarlo, pero Mauricio sabe que sólo mira

hacia dentro de sí. Ernesto regresa al eco del tac tac tac agonizante e impúdico, mientras la sombra de su amigo extiende la mano para detenerlo. Tienes que parar… Ernesto mira la máquina de escribir. El recuerdo permanece planeando sobre ambos como un cuervo. Una voz clama en su propio desierto, Ernesto lo sabe, Mauricio reconoce que por más que su amigo quiera, no puede escucharlo. No lo logra. Por eso lo toma del hombro derecho y lo hace voltear hacia él. Cara a cara. Los ojos de Ernesto ahí, no miran. Una visión interna permanece en el reflejo de sus pupilas. La nombra de nuevo: Ángela, ¿la has visto? En la parabólica distancia sólo es ella sin rostro. Ángela, con esos rostros que siempre se le representan agitados, a veces diosa, a veces personaje, a veces memoria. Sólo los soldados y los poetas tienen una memoria privilegiada, ¿sabías? Ha de ser la caricia mental de los orgasmos en que se refugia uno, piensa Ernesto. La furia de la masturbación o el desgano. Mauricio habla pero Ernesto no escucha. Monólogo intimista en voz alta, fruto de una polifonía recurrente que brinca ante sus ojos, sus oídos. Recorre aquellos días. Ángela, Martha, Gordio, todos juntos, todos, y el taller de Las buganvilias. Todos hablan mientras Ernesto escribe, se recuerdan, se retan, se acarician, se contienen. Los personajes continúan su marcha hacia todos lados y ninguno. Permanecen. Ah los poetas y su privilegiada memoria, tac tac tac. delatripa: narrativa y algo más

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Estoy dentro de la misma novela que tantas veces me persiguió los sueños, detenido, mientras se escribía aquel terrible Informe sobre ciegos que me ha desbaratado, escribo, escribo, escribo, ¿qué me impide mirar la luz y me mantiene sumido en este sótano, refugiado en este segundo piso, guardado en la azotea?: aléjate de las ventanas, era el grito. No hay que sentirse cohartado, al menos no se está en un sótano, como pudo estarlo Martha, caminando de abajo a arriba, de arriba a un costado, por las paredes mohosas, esperando a sus verdugos, Yo no me voy a ir, yo no voy a correr, Ah los poetas y su memoria privilegiada, era Martha bailando en las tabernas, en los cafés, era Martha bailando ante sus verdugos (Tuvo que sonreír al primer golpe, estoy seguro), Martha escapando, bailando, en el zigzagueo de un péndulo que continuamente te hace hundir el abdomen para que no te rasguen los filos de las navajas, o quizá ahora mismo, sobre las heridas de Ángela, qué digo Ángela, de Martha, que siempre tuvo una sonrisa ante mis infidelidades, Ay querida mía, nadie curará tus llagas. Nunca podré arrepentirme de lo que pasó. Quizá no tenga sentido cicatrizar, ni venderse por algunos billetitos que nos quiten la sed. Las barricadas siempre fueron muchas y ningún auxilio se vislumbraba en el ahumado vidrio de las bombas molotov, justas, anhelantes. Las calles se habían oscurecido cuando cortaron la electricidad. Sólo las llamas del fuego que los manifestantes avivaban cada tres esquinas. Martha me dejó aquella noche, en la carrera. Tienes que parar Ernesto, salgamos a la calle a caminar. Toda la noche he caminado, hemos caminado y la distancia entre Martha y nosotros se hizo eterna. Y Ángela ¿la has visto?

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Ernesto escribe sobre sí mismo y sobre todos, esas lagunas que en la mente ahogan y diluvian los sentidos: ¿dónde quedó la ropa que Adriano Meis dejó sobre del puente?, ¿Quién puede encarar al Matías Pascal de Pirandello que tantas veces huyó de su destino? Si Ernesto lo supiera, si hubiera puesto el punto final luego de aquel incendio, pero no lo hizo, Santa María ardió y nada pudimos. Ni tú ni yo seremos quienes frenen este volver siempre y a cada rato a las lecturas para buscar explicaciones. Escúchame… Tienes que parar… Eso buscamos, un exorcismo, una expiación. Lo que queríamos era que todos vivieran. Pero somos muerte y pergamino, lo sabes Mauricio. Iconoclasta pergamino de recordarlo todo. Así nos vamos mirando como Heathcliff preparándose la propia tumba, y Ángela como su propia Catherine de uñas amargas; presentirse lívida y ahogada. Encarándola en cada latido. Así ha quedado Ernesto en la ventana, detenido el tiempo sobre cada gota que cae, resbalando su pereza, tac tac tac... Mauricio sale del cuarto, regresa, sale de nuevo, trae un vaso de agua, una inyección, llamen al médico, todo podría ser peor ¿existes? Ernesto continúa esa manía de verse rodeado de espejismos. Mauricio se ha ido, de nada sirve el reclamo, de nada sirve la preocupación. Ernesto seguirá escribiendo y sólo se detendrá para la posesión del cuerpo de la señora Zaid, y luego, de nuevo a la escritura. No tiene caso, te lo dije, explica la señora Zaid a un Mauricio que se aleja cabizbajo de la casa. No importa, vendré todos los días si resulta necesario. Ernesto en la ventana, tac tac tac. No nos ve, su mirada solo vuela sobre los recuerdos.


La señora Zaid entra a la casa, recuesta la frente en la parte trasera de la puerta, suspira. Hemos huido también a nuestra propia vida, huido sin detenernos a mirar las espaldas de esos que caminan con lentitud fuera de mi cuerpo, fuera de la lente, fuera de foco, fuera de lugar. Los días pasan de puntitas y apenas se detienen a mirarnos, a nosotros, los mismos de siempre, parásitos, mitad depredador, mitad vegetarianos. ¿Qué fruta mía ha caído en esta selva en la que ya nadie quiere levantarse a vislumbrar la nueva luz de la mañana? Ayer salí a caminar bajo la lluvia en ruinas. Escribe y paladea. El miedo continuo a la sal que no deja de buscar nuestra quietud. ¿Por qué ha escurrido sobre el pensamiento esa sonrisa? Eres una estatua de sal, no mires ni retrocedas, sigue corriendo. Ahí vienen los de la preventiva. No esperes la anticipación del verso, todo tiene que pervivir y reclutarse incómodo. Hasta los espejismos. Éste es nuestro recuerdo que surge de los envases de cerveza. Nadie escucha. Es la sal. Huimos sin mirar atrás. Ella miró, ella es la estatua de sal. Que sirvan las copas, mientras sigan leyendo, no se detengan. Fue Martha la que secuestraron, no fue Ángela, nunca fue Ángela. Fue Ángela no Martha, o no fue ninguna o fueron todas las mujeres refugiadas en ese mismo rostro desencajado. Dos mujeres boca abajo en la cama de la camioneta, ahí quedaron las huellas de las botas sobre la espalda de sus blusas. Tac tac tac. Cualquier mujer en el desierto de la espera, ahí dentro, entre sus pliegues y el agua tibia en que solía tallarle la espalda. Martha continuará bailando, con esa su sonrisa de siempre, de dientes cánidos y labios lepidópteros. Martha fue la que secuestraron y todos huimos. La detuvieron no la secuestraron. El poeta y su privilegiada memoria, ríe Ernesto. Mauricio

le va dando a cucharadas un poco de sopa. Todos leímos en el taller de Las buganvillas a donde confluimos cada noche, cual fanáticos. Ángela con las manos sobre las paredes, las piernas abiertas ofreciendo el culo; hay que escupirse siempre, un poco de saliva y dejarse ir hacia adentro. Y es entonces, con esa presión sobre la carne del pene apretado, apretándole las tetas, mordiéndole la nuca, que voy hacia dentro de ti, explorando, qué hombre tan solo soy; la mejilla sobre los azulejos y dejar que escapen las mordidas a los dedos que te entrego para que tragues el dolor, como tu recto se traga mi semen completito, unido a ti. No debimos escondernos, no debimos huir. Ernesto le mira el rostro, se mira escribiendo la historia, y apreta el cigarro con los dientes. Muerde, muerde, muerde… No hay problema. Pudimos pervertirnos todo el tiempo, divertirnos de lo grande, regodearnos en nuestros orines; oríname la cara, te decía y tú te parabas, un pie a cada lado de mi cabeza, te inclinabas un poco y soltabas la orina cálida, de esa tibieza que tienes dentro, lluvia dorada que me impulsaba los sueños y me decía: acá está el amor, para tí he nacido, detendré el sol en el cenit para que nunca te apartes. Porque habríamos de bebernos día y noche, noche y día, desde ese justo momento en que te conocí. Bajaste del autobús, yo bajaba de la montaña, bebía café y platicaba con el que vendía pajaritos en los portales, y tú caminabas tus pasos de pantera blanca por un lado y otro de esta histórica roca que forma el edificio. Ahí estabas destilando tu inmundicia citadina, tus olores de hembra fanerógama, con eso de dientes que siempre supe que eras para darme mordiditas. Ángela y las presentaciones. Ángela y las cervezas. Ángela y tus ojos de caoba, mirando hacia el pozo profundísimo de mi alma. Fue tu terrible delatripa: narrativa y algo más

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ala sobre mi ceniza y no pude disculparme de ser el viejo que soy, el viejo que he sido para tanto cuento partido por la mitad. Te dije: me gustas, y me invitaste a descansar en tu lengua. Recuerdo el vacío de tus ojos y cómo me desgasté esa tarde para llenártelos. Y entre las cinco de la tarde y las cinco de la mañana te hice tantas promesas mientras grababa en tu carne el signo precioso de la histeria. Acá está mi corazón deshabitado. Esta es mi crin, cógela. Y dijiste que nos entenderíamos. Que la amalgama podría, tal vez, imposibilitar aquello de llamarnos amor, todas las tardes. Pero no habría problema, la ceiba siempre crecerá y el inframundo será nuestro constante lamentarnos la distancia. Todo es un revolverse en la distancia. Y tú que no me abortas, no me aplastas. No queda más que ese mismo rostro, de dientes podridos y surcos bien marcados hasta el hueso; eso soy, y no hay reflejo que venga a contemplarme. Dijiste que al terminar el día sabríamos que la sangre nos perteneció todas las lunas posibles. Pero cuando comienzan las secas, las flores ya no están más a tu alcance, entonces habría que inaugurar nuestras propias fuentes, nuestros propios pastizales. Ángela, Ángela, Ángela, que nunca Martha por las noches, que nunca Martha para los días anaranjados. Que nunca Martha para los secuestros. La carne de sus muslos había reventado. Martha, bien, en su casa leyendo. Tú, sólo reías sobre mis besos. Martha sólo es bruma después del arresto. No supimos más de ella hasta que la encontramos en el basurero. Desfigurado rostro, desdibujado anhelo. Éramos cinco los que emprendimos la carrera y nos desperdigamos. Quedamos sólo tres. Mauricio, Ángela y Ernesto. 52

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Lo sé, lo sé, estuve ahí. De qué sirve darle vueltas al recuerdo, cada día se presenta diferente. Ellas ya no están y hay que seguir. Acabaré por no saber cómo termina la historia. ¿Quién quiere que termine? Es necesario. Tienes que detenerte. Descansar. Ernesto respira profundo. Sonríe tercamente y en los ojos, el reflejo de una llama que no logra extinguirse. ¿Descansar? No queda más que sentarse en la plaza y mirar las manifestaciones. Dormíamos en cualquier espacio de tierra que nos diera calor por tanto frío. Yo me detuve junto a la cerca, en el jardín del hospital donde la dejé abandonada; tuve que abandonarla, y correr para escapar a las persecuciones, a los arrestos en que muchos fueron depredados. Si no lo hacía la hubiera perdido. Ángela hubiera muerto. No me dejes, suplicaba estirando los dedos de la mano; no hay lágrimas, no más, Talpa no hay, ni más milagrería de juguete, milagrería y disparo, ¿para qué habría de tenerlas?, tac tac tac, pero la enfermedad le hacía delirar, temblaba; no te mueras, me dijo luego, y la he creído muerta. No, No, No, nunca se muere cuando se ha dejado tanto escrito con el caminar de sus pies diminutos en mi vida. Y si estuviera muerta ¿sería distinto? Ella permanece. ¿La has visto? Ya no sigas. La noche pasó silenciosa como un pequeño ángel de la muerte, y una sonrisa plena, luminiscente, como una estrella fugaz, me señaló el camino. Ella ha muerto tuve que pensar mientras me escondía dentro de la varicosa piel de la señora Zaid. En un intento de olvidarla. La señora Zaid nunca me ha importunado con preguntas. Cuando me trajo a su casa me lavó el cuerpo entero. Primero con agua, luego con lágrimas y aceite, luego con su lengua me fue abriendo los ojos, las fosas nasales. La señora Zaid me ha devuelto


la sangre perdida. Le estoy agradecido. Todos le estamos. Sí, pero nunca ha venido a importunarme como tú. No quiero importunarte. Entonces lárgate y no vuelvas. Si estoy acá, es por que ella está asustada de tu estado. Anoche, mientras le hacía el amor ¡no se quejaba!, dijo Ernesto elevando la voz. Fuera del cuarto, sentada en sofá, la señora Zaid lee alguno de los mecanuscritos que le ha entregado Ernesto. La voz planea hasta sus oídos. Arruga los papeles con las manos, y echa la cabeza hacia atrás en el mueble. El polvoso techo necesita una limpieza. Voy como Gordio a engordarme de cerveza y a morirme de pie sobre los desperdicios del mercado, quién pudiera huir como tú huyes, escapar como él lo consiguiera. Y Gordio no pudo más que reconocer el olor desbaratado de Ángela en mi piel cuando, en la huída, nos encontramos a destiempo. Gordio y sus prosas cargadas de futuro, sus lemas de libélula inquietante. Siempre lo supo. Si la revuelta estallaba el saldría de cualquier forma, hasta sobornando. ¿Qué importaba que lo llamaran cobarde? La vida necesita héroes y cobardes que puedan escribir la historia. Gordio lo sabe, lo supo, tenía que salir de ahí, cueste lo que cueste. Me lo dijo tantas veces: no podemos sentir lástima por Ángela, hay que seguir. Quiero ser como Gordio, venir, dar talleres, conocer a los participantes de una revuelta fallida, escribir algunos ensayos, y descansar en alguna playa. Todo debía ser como una huída falsa, en desbandada, y Ángela ahí acostada tiritando con la fiebre o la pulmonía que tuvo por amarme, por seguirme en este recorrer las manifestaciones, por escondernos en el tinaco.

Antes que la abandonara, que la dejara en el jardín del hospital, antes que nos abandonáramos en aquel cerco de balas y altavoces. Las malditas barricadas con sus amenazas de bombas, con sus ademanes de guerrilleros víctimas, abandonados a su suerte. ¿Si no por ella, por quién sentiremos lástima? Tenía razón Gordio, no hubo opción. Que no me digan de intentos sobre la hoja blanca, y tampoco sobre el mar literario que ahora es insondable. No más Talpa, no más Talpa, continúa el tac tac tac incansable. La risa se le ha desencajado y ni con todos los besos de la lluvia en los párpados ni el peso eterno de la mierda social en que se ha envuelto el país puede atreverse a cerrarlo todo. ¿Dónde estabas tú cuándo dábamos vueltas y vueltas a la plaza grande peleando los derechos? ¿Dónde estabas tú escritorzuelo? ¿Escribano? ¿Afilaste los machetes antes de morder la fe con tu editorial? Ahora lo sabemos todos, uno no puede colgarse de luchas ajenas. No debimos escribir editoriales ni panfletos a favor de nadie. No tiene sentido mentar madres si no tienes dónde caer muerto. Todo es el simple y monótono tac tac tac de siempre y cada hora, de todos los segundos hirientes y paranoicos que llevas a cuestas. ¿Te arrepientes? Qué puedo decirte. ¿Dónde está ella? Preguntan. ¿Dónde estabas aquella noche? Para la noche la hoz y el martillo, contestas; y el golpe de pistola sacándote dos dientes. ¿Conoces a esta mujer? ¿Son esos mis pies ahí abajo? ¿Por qué no siento el piso bajo mi cuerpo? Levedad levedad levedad, soy libre al fin. Vuelo. Estoy volando. ¿Conoces a esta mujer? Mira que ha preguntado por ti. Hay una mujer, una mujer escondida en aquella isla. Volaré hacia ella. Dime maldito poetastro, dime si conoces a esta mujer. Ella ha hablado de ti, dice que te delatripa: narrativa y algo más

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conoce, que eres su pareja. Levedad levedad. Dinos su nombre ¿Son esos mis pies que no tocan el suelo? ¿Por qué me han colgado de las muñecas? ¿Son estas costras manchas de felicidad? Ha preguntado por ti, dice que estaba contigo. Te damos la oportunidad de que nos lo digas, ¿la conoces? ¿Dónde estabas aquella noche? Mira, huevón, si nos lo dices la soltamos a ella y a ti, solo necesitamos información. ¿Eres tú de los que hacían los panfletos? ¿Eres del mismo grupo de ella? ¿Conoces a los líderes del movimiento? Mira, amigo, de esta no van a librarse tan fácil. Creen que pueden ir diciendo por ahí: soy escritor, soy escritor, sin pagar las consecuencias. Contesta o te cargará la chingada. Para qué mentar madres si no tienes dónde caer muerto. He volado tantos días y aun no logro llegar a ella. Ahí queda atrás la serranía. Ahí están los ríos, tengo sed, tengo sed, tengo sed, la quinta palabra, siempre me dicen, me han dicho, me dijeron. ¿Es ella sentada en la punta de esa montaña esperándome? Es Ángela, es Martha, es la señora Zaid. Su cuerpo desnudo me da la espalda y me detengo junto a ella. Giro y giro buscándole el rostro, y ella gira y gira dándome la espalda. ¿O es que su rostro está perdido entre todos los rostros que alguna vez he buscado en cada sitio? tac tac tac, continúa la lluvia de palabras cayendo a la hoja blanca, tac tac tac, la lluvia sobre los vidrios de la ventana. Aléjate de ella. ¿De la ventana? De ella ¿La conoces? Ella te ha mencionado. Ha dicho tu nombre. ¿Y dónde están aquellos que los protegían? Mira si no son pendejos con sus poemitas y sus mariconeces. A esos burros revoltosos ustedes no les importan. Que cada quien entierre a sus muertos. ¿No crees? Ya te cargó la chingada. Ella pasó junto a mí. Lo supe al verle los pies llenos de costras sanguinolentas. Amor, 54

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amor, tuvo que gritar al olfatearme. Igual a mí me llevan con la cara tapada. Me tuve que contener. Me dolían los labios, la lengua, los pezones aun me ardían por la quemadura de los choques eléctricos. Las muñecas sangrantes, los hombros a punto de dislocarse. No encontré palabras. Amor amor, era su grito, y el silencio la respuesta. ¿No que muy machitos? ¿No que mucho 'somos escritores', 'deben respetarnos'? No conocen ni los códigos de ética. Las cosas se hacen siguiendo órdenes. Yo sigo órdenes. Doy y sigo órdenes. Acá está su libertad, escritorzuelos mediocres. A ver, dime, ¿por qué no vienen por ustedes? A ti y a tu amiguita ya los cargó la chingada. No que muy panfletario. Se que no debí escupirle. La mancha de sangre quedó sobre su uniforme, sus medallitas doradas se tiñeron de mi saliva roja. Los golpes me cerraron los ojos. Lo sé, lo sé. Tienes que olvidarte de lo que pasó, y seguir para adelante. Ahora estará muerta. Nosotros los de siempre, tan hermosos y revolucionarios (que es más que revoltosos y haciendo marchas sin sentido por toda la ciudad). No me repitas más en esta hoja blanca, con tu tac tac de la impaciencia y todas las neuralgias que no pueden desatarse. Eres mi Informe para ciegos. Hay que ser imbécil para no retratarse con los ojos cerrados, sí, como los muertos, o no morirse de la risa dentro de una novela de Henry Miller, lamiéndose las axilas, y esperando que la verga entre completita para las notas de siempre, de la muy querida Anaïs. La Nin se ha quedado en ese morbo. Leer sus infidelidades, como lo fuiste tú, querida Ángela, tú que te arrimabas desde la infancia a cualquier hombre que te sudara la camiseta, tú que recorrías uno a uno los filosos labios de parduzcos niños que apenas iban descubriéndose la hombría. ¿Y Martha? Bien, en casa, leyendo algún ensayo. Bien, en casa, bailando


como cada noche. Tú, Ángela, que corriste a mis brazos apenas bajaste del autobús. Eras como Anaïs, linda y regalada. Los chismes que puede uno entender de la vida de Miller, el decir de las piernas bien abiertas para recibirlo entero; crecer al monstruo, crecer la nostalgia de un mal terreno de hojas blancas y lápices sin puntas, donde todo son manchas y manchas de carbón. Tú eres mi propio monstruo y que nadie diga lo contrario. ¿La conoces? Ella pasó junto a mí. Nos reconocimos los pies. Así, con toda la idiosincrasia que nos queda, la federal preventiva cierra las salidas de la ciudad, los manifestantes se parapetan en el barrio, nosotros, que sesionábamos en el taller de Las buganvilias quedamos entre dos fuegos cruzados. Ángela, Gordio, Martha, todo fue refugiarse en el mismo sin sentido de la pólvora, los altavoces y los gritos. Mauricio y yo corriendo: ¿No que nos dejarían libres si dejábamos la universidad, no que todos nos daremos estrellitas y regalos? Tuviste que ser una puta Ángela, tuviste que disfrazarte de Martha para venir a mis parajes. Yo no puedo estar quieto. No como Gordio, no como Mauricio. Ellos en el taller de siempre, exponiendo sus poemas y expulsando su envidia. Gordio siempre lo dijo: si comienzan los disparos, yo me largo para la capital, cueste lo que cueste. Yo no puedo con tanto ultraje, si una hembra busca encuentra, dije, y encontré tu cuello, Ángela. En qué momento las letras se volvieron consignas. Los poetas y su memoria prodigiosa. Martha. A Marthita no tienes por qué nombrarla, ella no ha sido bailarina como tú, ella no se ha regalado como tú, ella no descendió del autobús con sus dones de niña rica para venir a presentarme sus pechitos y volverme loco, insanamente loco, para

perderme de un lado a otro de un lado a otro y hacia arriba. Ángela, diabla mía. Si te dejé en el jardín del hospital lo hice por tu bien. La nostalgia me tiene arrinconado pero no siento culpa. Tienes que parar. Olvidarla, olvidarlo todo. Ella pasó junto a mi, estoy seguro de haber reconocido sus pies descalzos. Tuve miedo, está bien… tac tac tac, la hoja rota espera junto a la basura. Tuve miedo pero borraré la página, como he intentado borrarme la memoria. Ángela está muerta. ¿Y Marthita? Yo no lo sé de cierto, pero supongo que todo es cuestión de historias; déjame ver que escurra el agua sobre los vidrios de la ventana, sobre los vidrios nos haremos viejos. Así como si nada, el tiempo siempre acaba borracho empinándose las cervezas, y pasan los años, y al rape debemos decidirnos si con la luna o con el sol, si vamos a ser centralistas o simplemente nos dedicaremos a la pornografía. Si le haremos caso a Marcuse, a Fujiyama, o nos lavaremos la huella de Jung y sus predecesores. Yo no le creo a ciegas al degenerado Boff. Ni un ápice que me cure la soledad. Ella siempre se reventaba las venas (¿Martha, Ángela, la señora Zaid, si me hacen el favor?) con esas jeringuitas y nada que ver, acá se está bien, en el bajón de siempre. Acá te espero, dije. Volveré por ti. Tenía que decir. Ella tenía fiebre. Tuve que entregarla. Tuve que negarla. Olvidarla, olvidar, olvidarla, tac tac tac. Tuve que llevarla al hospital porque la pulmonía la iba consumiendo. Gordio me dijo: hiciste bien. No todos tenemos suerte. Que no puede escribirse una historia de esa forma porque se agitan las conciencias y nos llaman retrógradas futuristas, sucios realistas, retrofuturistas tirados al caño en este cosmopolitismo incierto, donde todas las pastillas delatripa: narrativa y algo más

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tricolores vienen, una a una, a mi cafeína y me inundan el ambiente con su música estercolera de bandas y de dj's que ya no se disculpan con el narco. Al narco amar, con el narco navegar. Con el narco me levanto, con el narco me acuesto. Esa es la felicidad y ni la Preventiva podrá decir lo contrario.

liberales. No que Vamos a tirar el gobierno. Ya no más por favor, paren, pare por favor, ya no… Ustedes los poetas no sirven nada más que para los desfiles del día de la madre. Sólo son unos maricones extasiados. Que bueno que no la conoces. No te gustará saber todo lo que los muchachos le han hecho hasta ahora.

Porque las barricadas eran altas, pero las armas eran tan sólo tanques de gas domiciliar, machetes, algunas pistolas y rifles, paren de contar. En estas rocas edificaré mi patria, parecían decir, y nosotros, ahí, siempre juntitos, leyéndonos poemas. ¿Cómo debieron odiarnos los manifestantes? Nos encontramos entre dos frentes. Cantábamos mientras la ciudad ardía. La señora Zaid prestándonos su casa. La señora Zaid prestándonos su lana. La señora prestándonos su terrible coño.

Débiles al fin como las misas de difuntos, ahí nos vamos a tomar de nuevo las cervezas hasta el fondo, mientras dictamos sentencia en la hoja en blanco y que se le cargue todo al erario o a la junta de agua potable, o por qué no... a la señora Zaid que nos ha prestado dinero a todos, nosotros los escribidores y escribientes, escribanos hasta el fin de los tiempos. Salud.

Así está mejor, ¿nunca lo pensaste Ángela? ¿Nunca te atreviste a abrirme la cartera y no volver el rostro dentro de la sábana? Sabes que ahí siempre te esperaban mis piernas abiertas, abierta la distancia y mi cerebro abierto, palpitando. Ahora, después de inundarse la cantina con tanta lluvia, y cuando el alcohol parece terminarse, vienen las autoridades a servirnos de nuevo las copas y nosotros, los escritorzuelos, que nos propusimos no caminar nunca, atados a los estandartes, y no protestar nada más si llega otro McDonald a plantarse en suelo patrio, tuvimos que decir que sí, tuvimos que decir que somos cobardes, tuvimos que decir que No marcharemos más si no se riega bala, pero la bala vino y nos encontró durmiendo y se volvió a su propia guerra. ¿La conoces? No, no la conozco. ¿Es tu mujer? Dice que es tu mujer. ¿Es tu mujer? No, no es… ya no más por favor, mi mujer se llama Martha. Mi esposa se llama Martha. Ya no más por favor, ya no más… No que muy 56

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No Talpa, no Martha, ya no más Ángela, ¿cuándo vas a regresar?, ¿caerás del cielo en medio de las batallas de Gabriel y Saladín por conquistar el mundo? ¿La has visto? ¿Era Ángela al amanecer, o el canto de la alondra? Tienes que parar, me dices, pero uno es terco y seguiré caminando. Siempre y a través de los desiertos, caminando hasta perdernos en el mar; ¿o te irás a refugiar al calor caribeño entre las pastosas letras de Naipaul?; sangrante, sin que nadie te vea, entrarás en sus guerrillas porque las nuestras nunca funcionaron, ni al poner las bombas en los cajeros automáticos, y mucho menos cuando firmamos aquello de la Asociación de Guerrillas, sociedad anónima; estallaron los ductos de petróleo mientras pintábamos consignas en las bardas; habría que abrirnos la barriga con un machete, habría que desollar los cuerpos y quitarles su esencia, habría que nacer entre restos de pescado sin tener olor. ¡Arriba el pueblo, abajo el mal gobierno! Tuviste que decirle que sí. Que las mujeres boca abajo con las botas en la espalda. Que nunca más. Que a ti nunca te ha importado más revolución que


la de la carne. Si la entregué fue porque estaba enferma. Si la negué fue por protegerla. Tuve que decir que no, que no la conocía, tenía la boca sangrante y las manos, y el dolor en la espalda, y el dolor en la conciencia, y el dolor… ella pasó junto a mi, le vi los pies descalzos. Me mantuvieron colgado de las muñecas mientras me preguntaban si con la luna o con el sol. Nos cruzamos en el corredor. Era como otra niña de la sierra, con los pies descalzos, rotos pies huidizos. Nunca conocí a sus padres, para qué avisar. ¿A quién? La tuve, nos tuvimos, huimos, nos agarraron. Tú lo sabes mejor que yo, Mauricio. Sálvese el que pueda, jugamos cuando niños. Base para todos mis amigos, pero ya no se puede salvar nadie en esta guerra. No podrás volver. No podré esperarte. Ella pasó junto a mi. Yo iba, ella venía, los dos con la cabeza gacha, los dos con una bolsa de tela cubriéndonos el rostro, yo le vi los pies, ella tuvo que ver los míos. Amor amor había dicho, yo guardé silencio. Seguro volvería a negarte, más de tres veces, mucho más. ¿Cuál guerra? Tienes que parar. Detente. Tendré que llevarme la máquina o las hojas en blanco, para que puedas dormir. Tranquilo. Está bien, no me llevaré nada; pero aléjate de la ventana. Qué razón tuvo la señora Zaid, quien siempre me decía de sus novelas favoritas, haciéndose la snob para que el Estéfano no se la gigoleara tercamente. Y el Estéfano fumando de las bachitas de todos, escribiendo sus poemitas cursis, y leyendo a cada hora los mismos versos de Sabines. Siempre lo supe, alguien daría el aviso, alguien nos entregaría. Haz lo que debas hacer, le habíamos mirado. Tuvo que entregarnos. El rostro desencajado de Ángela tirada en los jardines del hospital, mientras me alejaba.

¿Qué puedes decir a eso Mauricio? Dirás que no tuve opción. Y mientes, como todos hemos mentido en esta furia de sálvese quien pueda. No tienes boca ni paredón encima en que gritarte: que mi sangre sea la última sangre derramada, no tienes más que la disculpa por habernos traicionado. ¿Dónde estabas tú? En el mismo techo. Te vi meterte con ella al tinaco. Y tuve que guarecerme en la azotea contigua, en mi propio escondite de agua. Los ví meterse juntos. La oí gemir. Los vi salir. Te vi entregarla. Nada pude hacer por acercarme a ustedes. Los policías estaban por todos lados. Me quedé esperando hasta que sacaron a Martha y se la llevaron, luego la sacaron a ella. Pasaron dos días para que la sacaran. Estaba en el edificio de enfrente. En la azotea. Escondido. Tac tac tac. Ernesto no lo escucha. Tac tac tac. Sigue escribiendo en la máquina. Ah, eres tú, no te oí llegar. ¿Y Martha, la has visto? A qué culpar a Estéfano, cada quien su lucha interna, sus propias acciones que rumiar. Pero hay de él si me lo encuentro, dijiste tantas veces. Gordio escapó. Logró burlar las barricadas, los retenes de la policía, encontró el justo salvoconducto para salir. Mauricio no tuvo la misma oportunidad, ¿Y tú, dónde te escondiste? Estéfano sigue pegado a la teta del gobierno. Sabe que no tuvo la culpa, son los genes, lo rojo viene en los genes, tantas veces me lo han dicho. Tú eres Estéfano. Todos somos Estéfano, ¡afuera los pasamontañas! Es el nombre con el que la Señora Zaid le gusta llamarte. ¿Y Martha?, ¿acaso Martha es Ángela que ha reencarnado? La risa de Ernesto es contagiosa. Fueron varias noches las que nos refugiamos dentro de los tinacos de los techos, Ángela pegada a mi como lamprea. Ahí fueron los abrazos, temblando por el miedo a los delatripa: narrativa y algo más

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disparos y el aporrear de botas en nuestra búsqueda. Yo te aporreaba el vientre sobre las nalgas. Fueron tantas noches seguidas y ellos no llegaban, pero bastó una noche, sólo una con su día colgado en el reloj, para que ella enfermara. Mortales los tinacos, mortal el agua. Tenía razón la señora Zaid, ella podía protegernos hasta donde sus influencias se lo permitieran, pero nada de escondernos dentro de la casa, que hagan como en Tlatelolco, escóndanse en los techos, dentro de los tinacos. Ahí estábamos reducidos a caricias. Ahí fuimos monos aulladores sobre el grito. Antes de ese instante, antes de ese día, todo fue planes y estrategia, las reuniones de todos nosotros, los escribidores, que luego del tallereo, siempre llegamos puntuales a casa de la señora Zaid, quien se fascinaba de actuar siempre cual Mecenas; la verdad era que le encantaba rodearse de chavitos; más cuando Estéfano se la estaba atendiendo con gusto, un trago de semen un sorbo de hierba, un trago de semen un sorbo de hierba, y siempre algún versito; es bueno el trato, mientras nos deje abierta su biblioteca, y nos ayude para las publicaciones, nosotros seguiremos adorándola. Así nos íbamos reuniendo para las críticas y los panfletos. Que marchara la raza, ya luego nosotros firmaríamos y publicaríamos las ideas centrales de esta revuelta; pero no creímos que se les hincharían los huevos a los malditos diputados para que nos tirarán a la federal preventiva. No creímos que el Estéfano rajara. Tuve miedo. Ustedes los poetas sólo sirven para los desfiles. No que muy libres. No que muy hambrientos de justicia. Apúrate, que ha venido una dama a preguntar por ti. Mírate nada más como te ves ahora. No que 58

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el gran poeta: ¡Abajo el mal gobierno! ¡Abajo el mal gobierno! Y mírate ahora. Hasta miedo de mi sombra tienes. Apúrate, que ha venido una dama a buscarte y no quiero hacerla esperar. Ahí dentro del agua del tinaco éramos dos cuerpos arrugándonos. Todo fue la misma fuerza de las caricias; dos o tres sabrosos palos, presas del terror del momento en que levantaran la tapa, o que rociaran metralla por pura diversión. Pero las incomodidades y el frío comenzaron a desquiciarnos; más de 24 horas sirven para atraparse una pulmonía. Seis días remojados tuvo que ser demasiado. La lluvia siempre está presente en esos momentos neurálgicos de una historia. No puede haber narración de penas y tristezas donde el sol se mantenga a plomo, en el cenit, y nos vayamos quemando los huesos, secando, diría en este momento, y la lluvia sigue cayendo, palmo a palmo. Han golpeado la puerta, pero Ernesto no tiene intención de levantarse a abrir. Su terrible ánimo de ahora se le ha enredado en la garganta, tac tac tac; piensa en el cuerpo tembloroso de su Ángela, la exterminadora, tac tac tac, todo sea por las lecturas arduas y noctámbulas de Sabato, pensándose presa de los estertores de una pulmonía, tac tac tac, sólo le quedan las tenues oscilaciones fonéticas de un "nnnoooo pppppuueeeddooo mmaaasss" y tirar la tapa del tinaco; los dos fueron un parto prematuro, el cuerpo de ella ardía a pesar del frío; esperar desentumirse; no podía gritar, todo era un castañetear de dientes, no podía arrimar las manos, no puedo más, tuvo que decir, no puedo más y su cuerpo ardía; una sobre otra al levantar las piernas, y luego de arrastrarse para salir, sacarla a ella, con la temblorina que le aporreaba el cuerpo, le hacía arquearse y la lluvia cayendo a plomo (debió


haber sido el sol, él más que nadie lo sabe, con el sol todo hubiera sido diferente). La he abandonado, se la llevaron los de la federal preventiva, luego supe que también capturaron a Martha, pero igual que tú, Mauricio, acá estamos en esta guarida esperando que las cosas puedan componerse; de nuevo en la azotea, de nuevo junto a la ventana, escondidos hasta recuperarnos. Come un poco Ernesto, no todo debe ser café y cervezas. No tengo intención de recuperarme de nada, no me interesa más que esta almendra maquinaria desquiciante que me mantiene alerta, los ojos con las venas estallando, rojo rojo para adentro, todo es una nube de sangre, en espera que la máquina de escribir deje por fin de sonar su tac tac tac que me tiene hasta la madre, tú igual me tienes hasta la madre Mauricio, tac tac tac, vete a la chingada y no vuelvas, y trata de no llenarme de nuevo de mocos la camisa. No me toques. A qué has venido. ¿Has visto a Ángela? No me hables de Marthita. Mauricio salió de la habitación dejándolo frente a la máquina de escribir, junto a la ventana. Todos los días es igual, para qué regresas, había dicho la señora Zaid con la frente recostada sobre la puerta, dejando escapar un suspiro. Tuve que abandonarla. Tuve que guardar silencio cuando ella me reconoció y gritaba, Amor, Amor, Amor, el silencio ha sido mi cómplice. Fueron sus pies descalzos los que nombraron mi cobardía. Me dolían los golpes. Me dolían los huesos, los dientes. No encontré fuerza para nombrarla. ¿Que iremos por ella?, son huesos ya, lo sabes, no habrá oportunidad de verla de nuevo mas que en esta historia donde quiero recrearme sus miradas y sus formas, como todas esas veces que nos metimos entre la piel, a dentelladas, siempre caminándonos las manos

sobre la pradera. Tienes que ver su tumba, el sitio donde está enterrada. Tienes que recordar. Detente ya. Si todo ha sido un desgastarse la forma, en este tiempo que no para, por nosotros, que viene siempre a contemplarnos el rostro marcado por los surcos de una edad pretérita en que ya no sé cuántas veces nos hemos reencarnado; si tal vez yo fui ese escribano del que tantas veces nos pusimos a hablar, del que tantas veces hemos ocultado las respuestas de un oráculo que ya no represento. Si era yo el Estéfano, si eras tú Gordio. Y cómo pudiste escapar. Y cómo pude negarte. Y cómo nos doblegamos. Todo era caos, Ernesto. Todo consistió en un sálvese quien pueda. Pasarán muchos días para poder comprender bien lo que a muchos les ha pasado. Tú lo has dicho sin lavarte las puercas manos. Hubieron disparos. Ellos dicen haber respondido las agresiones de los manifestantes. ¿Qué fácil, no? Pero eso dicen. Hay averiguaciones abiertas. Y los soldados que estuvieron esas noches con sus días ya no están acá, los han movido a otra parte del país. La verdad yo pienso que nada puede hacerse. Ahora acuéstate. Ven, te voy a cubrir con la sábana. Quédate tranquilo. ¿Y Martha? La señora Zaid subirá al rato a ver si necesitas algo. Tienes que descansar. Mauricio. Dime. ¿Hemos sido cobardes? Ni tú, momia mía, querido Mauricio y tu lagrimar constante. Qué tierno te veías escapando entre las balas, agachando la cabeza, las manos levantadas, brincando los charcos, como un simio; no dejé de verte, era una tarde especial, de olor a pólvora. No Mauricio, no puedes darte cuenta que ella y yo, cada noche nos hemos detenido para hablarnos de libros y novelas, dilucidar acerca de la Yourcenar o de la Nin, de la Wolf y hasta de la Peri Rossi; nos hemos acercado mas a la delatripa: narrativa y algo más

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caricia de figurarnos nuestras propias muertes, todos contemplando los incendios de Santa María, los golpes en el rostro a Fedra y el borracho de Onetti emulando a Faulkner; así es como ella se ha detenido en la hoja en blanco; así es como Ángela me llena la mano, con todas sus angustias. Es como Martha, se me figura. Tal vez nunca existieron, hazme creer que jamás las tuve cerca. Martha y sus constantes celos de Ángela. Eran amigas. Eran compañeras nuestras. Éramos un taller que sesionaba en plena revuelta. Mira Mauricio, ahora estoy con la señora Zaid, y no importa lo que pienses. Ya conoces el camino de agua de la Storni, la pólvora pasional de la Agustini, todo para no revolvernos en la misma esencia sino ser la poderosa voz de Pizarnik, que siempre se atribuyó los males de la vida; o los versos de sensualidad comunista en que se desborda la Gioconda Belli, esa hembra sandinista y fanerógama. Ángela será eso mismo, una fantasía recreada en la misma hoja en blanco de las heroínas. ¿Y Martha? Deja en paz a Martha, con esas desfiguraciones en su rostro tendrá que ser algo diferente a la heroína, algo tal vez igual de poderoso pero diferente. Supimos que la madrearon y la desaparecieron. Que esa misma noche la torturaron. Tienes que calmarte. Estoy seguro que ella bailaba mientras la torturaban. Martha siempre bailaba cuando estaba triste, cuando estaba molesta. Bailaba si quería que la amara, toda la noche. ¿Y Martha has dicho? Bien, en casa, leyendo algún ensayo. Si sigues escribiendo las historias cada vez serán más confusas. Mauricio quédate. Mauricio lárgate y ya no vuelvas. Y de nuevo el tac tac tac en la distancia. Hay que concebirlas tenuemente al principio, para que Gordio no vuelva afligido a 60

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decirnos que no sabemos cómo vamos a escribirlo a él. Seguro habrá escrito algún ensayo y estará tomando cervezas en alguna playa. Lo dijo claramente, yo me largo, cueste lo que cueste. Que no supimos cómo escapó. El pudo cruzar los retenes, salir de este infierno. Cómo lograremos escribirnos todos. La misma primigenia escritura que tanto anda buscando Nerval, o hasta Umberto Eco en sus calamidades ensayísticas, siempre en busca de la lengua perdida; no podemos perdernos más sobre la gota de lluvia que aporrea el vidrio, no podemos mas que violentarnos si queremos que la noche se nos cuadre descompuesta, porque hay tantos olores de Ángela que pueden recordarse, que no pudiera definir si la ambrosía o el amaranto le quedan para las axilas, y no se si ya se han inventado los signos necesarios para que en esta novela nos podamos arredrar el sentimiento y sólo narrarlo todo así, desde el principio, o desde el final, o cíclicamente como le encanta a las nuevas tendencias; sin principio pero con muchos finales, o por entregas múltiples, tal vez a ti o a Gordio les puedan tocar los capítulos terminales, o tal vez no tenga sentido que ya no se iluminen sus pestañas, que nunca se termine; ¿he dicho Gordio? Ya no se ni lo que digo. El muy marica logró escapar, el muy cobarde se fue, el desgraciado abandonó a nuestras mujeres, tac tac tac… Dile a la señora Zaid que suba. Que hoy si tengo un hambre. Que me comería dos platos, incluso, de lo que ella quiera. Eran las nueve apenas cuando Gordio nos alcanzó en Las bugamvilias, eran las nueve treinta cuando intentamos cruzar la barricada. A las diez era un hecho, venían por nosotros. Estéfano nos había delatado. Ernesto, cálmate. Y esa chusma a la que le entregábamos panfletos, ésos que siempre fueron los que marcha-


ban, no quisieron recibirnos. Lo escrito, escrito queda, decían, y son escritores los que andan buscando. Si los dejamos entrar, tendremos a la preventiva con pretexto de atraparnos, dijeron y nos abandonaron. Corran a esconderse en otro lado, y levantaron el puño. Al principio corríamos juntos: Ángela, Martha, Mauricio, Gordio y yo. Los cinco de siempre corrimos para despertar a la señora Zaid. Moría de pena. Moría de vergüenza. Se sentía enamorada y la traición era enorme. Soy intocable pero tampoco me dejaré comprometer. Estéfano pagará pero sabré esperar el momento. Corran hacia los techos. Que vuelva a comenzar siempre, como en esos infiernos en que los antiguos creían, esos infiernos que dejamos de temer tan rápido, no sólo asimilando el Dios ha muerto de Zaratustra, sino entre las letras que aparecieron en los muros: la democracia ha muerto; esas consignas que leímos cuando jóvenes, adentrándonos en los momentos de compartir lecturas, como aquel cálido Dios es puto que aparece en Jasón (no el de los argonautas); cuando nos juntábamos a diferenciar lo que era la escritura automática de Bretón, o a platicar sobre la caída de las torres gemelas. Mauricio, lárgate y no vuelvas.

y sentido y las luces corriendo en las paredes. Los reflectores buscándonos. Las botas, los gritos, las órdenes, y el agua cubriendo nuestros cuerpos. Te amo, estoy seguro que dijo Ángela, y seguro estoy que le dije que se callara, que haría que nos encontraran. Martha había desaparecido, luego supimos que la torturaron esa misma noche. Gordio logró brincar las barricadas. ¿Dónde estuviste Mauricio? Los tinacos, tuvieron que ser los tinacos. Son muchos los que se han desligado de nosotros, después que logramos agruparnos, todos querían que esto funcionara, más que como una asociación civil para ser escritores y ya, sino que nos pidieron darle vueltas a la retorcida política del país ¿de qué nos serviría? Que el ejército vuelva a sus cuarteles era la consigna, y mi voluntad está cansada. No que muy machitos. Levántate que ha venido una dama a preguntar por ti. Trae orden de que te dejemos libre. Qué suerte la tuya, mariconcito.

Déjalo ya, no puedes seguir viniendo a verlo. Él no parará, decía la señora Zaid, mientras tomábamos café. Eres joven aún, yo me haré cargo de él. Tú, rehaz tu vida. Eres joven y guapo. La señora Zaid le acariciaba a Mauricio la barbilla. La cafetera pitaba en la estufa. No que muy machitos, tac tac tac, suena la máquina desde la habitación.

Una vez que llegamos a Oaxaca, Ángela y yo te invitamos a venir, había dicho Mauricio. Lo reconozco, no todo fue como lo he dejado escrito. Ángela estaba contigo y la invité a mi vida, ¿qué quieres que te diga, Mauricio?, era tu mujer y yo lo sabía. Las cosas pasan por algo, y no se puede echar marcha atrás. Cuando llegué, ya la señora Zaid les había abierto las puertas de su biblioteca y una cosa de tallerismo se fue convirtiendo en guerrilla, de eso ha dejado constancia Naipaul en sus novelas, la lucha de siempre. ¿Acaso piensas culparme? Tac tac tac, suena la máquina, tac tac tac, la lluvia sobre la ventana.

Lo mismo daba hablar de política que de religión, del cambio de poderes que de la fuerza de las metáforas: imagen ritmo y sentido, imagen ritmo y sentido, imagen ritmo

Pero no quisimos ser carne de cañón; cuántas veces le reclamaron a Maiakovsky que no hablara de guerras si no estaba en el frente, y el poeta nunca hizo caso; así nos hemos delatripa: narrativa y algo más

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vestido, eso creo. Nunca pensé que las cosas fueran a pasarse por lluvia, de tanto inundarnos el sentido y perderlo, y que Ángela y Martha se fueran, se despellejaran en manos de los mortales. Tac tac tac, ve con tus cuentos a otra parte Mauricio, no me interesa que pienses en lo cobarde que he sido. Se han ido las mujeres, pero nunca los orgasmos, eso lo sabes. Tú, sobrevivirás, leerás, escribirás de nuevo. Y tendré que estar tranquilo. Ya nadie pregunta por mí, he recuperado mi dentadura. Han sido tú y Ángela quienes me invitaron al grupo. Pero mi historia es más aventurera, más clásica: cuando Ángela bajó del autobús, yo bajaba de la sierra, y ahí nos hemos encontrado. Dilo como quieras, pero éramos amigos y ahora no quieres volver a ser ni a estar a mi lado. Sal de este maldito cuarto. ¡Estás vivo! Haz que valga la pena. No haré más construcciones románticas. Ángela está muerta. Seguro estoy que reconoció mis pies cuando cruzó a mi costado. Amor amor, ella gritaba, yo solo guardé silencio… Ahí viene de nuevo, puedo escucharlo. Esa resaca cotidiana del tac tac tac que detiene el pensamiento, como un resetearse y comenzar de nuevo en este escupitajo de historias a medias en que suelo quedarme a recordarla. A medios signos, a medias palabras, para no decir amor sino aeroplano que desciende, para no gritar guerrilla sino fruta que ya no puede madurarse, para no gemir vida nueva sin tener que escupir desde un décimo piso en que ella habita todos los días del tiempo. Yo estaba colgado de las muñecas. Mi boca sangraba, mi cuerpo sangraba. Todo yo era sangre. No sé quien es Ángela. No sé quien es Martha.

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Los gallos están muy lejos para escuchar sus cantos. No que muy machitos. Maldito tiempo traidor siempre debajo de la ventana, ahí, mirándonos a través de todas las caricias a esta hora de la noche, siempre lo he visto: deshojaremos margaritas mientras el ahorcado cuelga. ¿Quién recordará los muertos durante la toma de Oaxaca? ¿Quién podrá recordar a Ángela? Mi luz es otra, tac tac tac, hacerla inmortal, a ella, a Martha, al fugaz Gordio con todo y su eterna fuga, al taller de Las buganvilias todo. Quedamos tú y yo, Mauricio, tienes que entenderlo. Martha y sus celos de Ángela, tú con tus celos de mí. Gordio que pudo escapar. ¿Te ha gustado? ¿Te ha gustado el maldito gusano que me habita los dientes? tac tac tac ¿A eso veniste? No tiene sentido continuar con la desesperanza, al final del día, no todo será cortado en pedacitos como las horas, no todo puede ser negado por la historia. Ni todos los disparos, ni los moretones, ni las calumniaditas y los pornoversos que nos escribimos noche a noche, tac tac tac; que si los alambres y las vitrinas y la luz mercurial que siempre nos embiste. Todo está a la venta en el aparador, mi voluntad está a la venta, mi ser todo se ha vendido y ha venido la paz, la señora Zaid compró mi voluntad, mi paz y mi semen. ¿Recuerdas cuándo se apagaron las luces y todo fueron aullidos de sirenas?, así nos fueron cazando, esa misma tarde Martha fue a dar a la tortura, y ni siquiera nos enteramos. Nosotros protegidos por la señora Zaid salimos ilesos. Y tú entregando a Ángela. Hijo de puta. La pulmonía era terrible. ¿Qué sabes tú de mis días fríos? ¿Qué sabes tú de mi terror a perderla? Yo la ví caminar junto a mí, por el pasillo, ella tuvo que reconocerme, ella gritaba: Amor, Amor, ayúdame, y yo guardé silencio… tac tac tac


Fue estar remojado en un orgasmo casi seis días o siete. Me vine dentro de ella quizá tres veces, quizá mil, aun puedo escuchar su armonioso espasmo, su risa contenida en el gemido. Era ella mi espacio completo, mi juego favorito. Mi presencia vital. La puedo escuchar decir, dentro del tinaco, dentro de ella: te amo, y me escucho decirle: shhh, cállate, ¿no puedes guardar silencio mientras te penetro? Nos encontrarán. Se dará cuenta Mauricio de que estás acá conmigo. Entre el agua y el escurrimiento de nuestros líquidos, todo chorreaba para quedarnos remojados en nuestro propio jugo sexual. Esa vida que tuvo que transformarse en pulmonía (si hubiera habido sol al amanecer). Todo era buscar las experiencias, y los gritos y los golpes; debiste vernos jalándonos el pelo tantas veces, insultándonos. Así de duro nos amamos. Acá tengo aún la marca de sus uñas, garras de arpía que siempre me clavaba, la muy perra, es por eso que tengo que mantenerla a punto, no se puede uno detener por una muerte, hay que hacerla cómplice. Serás mi monstruo, mi tumba, y al octavo día que la dejo desmayada en la puerta del hospital. Seguiré escribiéndola aunque cada día la nombre de forma diferente, en la creación de esta novela, donde formo parte yo mismo de todos los personajes, donde me he pretextado el cambio de rostro; quiero ser Ángela y mirar mis pies, reconocerme, y gritarme Amor amor sin escuchar respuesta. Quiero ser Martha torturada en silencio, cuerpo abandonado en el basurero, donde la encontramos. Seguro bailó toda la noche. Le habrá sostenido la mirada a sus verdugos. Ser Estéfano, que abre los ojos al escuchar: la señora Zaid te manda este regalo, y recibir las balas en el pecho.

Quiero ser Gordio, desaparecer, burlar las barricadas. Ser el amor mismo, el ritual de sexo durante la toma de Oaxaca, estar ahí, en esos camastros, en los techos, todas las tejas cayendo, cayendo, lentas; una mujer con su chal rojo, y su cabello arrancado, pedazo a pedazo, casi con los dientes; en esos rostros que siempre quiso mantener en la cercanía de su carne. Ser como tú, Mauricio, venir a verme todos los días, esperando que alguna vez… ¡Qué iluso! Ser un joven que prepara la bomba molotov. Si hubiera estado en Talpa. Talpa no hay tac tac tac, Talpa no es tac toc tac. Ángela era mi esposa, deja de nombrarla, deja de nombrarla, déjala tac tac tac. Y sacudirse el cuerpo entero. Todo continúa. Tienes que parar, detenerte, escuchar. La vida sigue, está ahí afuera y no sobre la hoja blanca, torturándote. Yo tuve que enterrarla no tú. Cae la lluvia. Todo es agua sobre agua, anegarse. Mauricio sale de la habitación. Regresará mañana. Ernesto permanece reclinado sobre la máquina de escribir. No se escucha más el eco del tac tac tac continuo, rutilante. La hoja blanca es arrancada de la máquina. El silencio se desborda. La lluvia se detiene y flota un instante pequeñísimo. La memoria espera que despunte el sol, mientras la señora Zaid, en la cocina, apura a la sirvienta que prepara la comida, para enseguida deslizarse por la casa, mirando de vez en vez el techo. El polvoso techo que es necesario limpiar.

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Cuidado, Mi Teniente Gonzalo Vilo

E

l camión del ejército se detuvo justo al pie de una pequeña loma, cerca de una extraña roca, donde había algunos huesos de animales alrededor. De inmediato, desde la parte de atrás, saltaron tres soldados, todos ellos muy jóvenes, y luego, desde adelante, abrió la puerta un cuarto, aunque este era más maduro que los anteriores. No se veía a nadie por ninguna parte y el silencio sólo era interrumpido de vez en cuando por el grito de alguna ave a la distancia. El que no era tan joven encendió un cigarrillo, y dejó que los soldados sacaran todas las herramientas y la madera del camión. Se quedó observándolos por algunos minutos (sus rostros adormilados le enojaban muchísimo) y luego, una vez que los soldados bajaron la carga, observó como el camión se ponía en marcha y se alejaba de ellos y del lugar.

Con tranquilidad miró hacia su derecha. Todo estaba rodeado por grandes lomas que convertían aquel terreno en una base inexpugnable. Eligió una, las más limpia, y ahí se quedó, con la vista clavada en ella. De pronto, sacó una libreta pequeña y anotó algunas palabras, y entonces se volvió a mirar a sus soldados. Con la mano que aun sostenía el lápiz, les indicó el lugar que había escogido. - Tomen las palas que están en el bolso grande -Ordenó de inmediato- Síganme, 66

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vamos a cavar de una vez ese cagadero de mierda. Los tres soldados se miraron y levantaron las cejas. Gotitas de sudor aparecieron por sus cuellos y frentes. - Rápido, rápido, rápido -Apuró- ¿Qué están esperando? esa "huea" no se va a hacer sola. Subieron al trote. Apenas llegaron a la loma, los muchachos comenzaron a cavar con gran empeño. El hombre de vez en cuando los molestaba para que se apresuraran, aunque casi todo el tiempo se mantuvo en silencio, sumido en sus importantes cavilaciones. Cuando al fin la excavación alcanzó la profundidad que él deseaba, los rostros sucios y sudorosos de los tres jóvenes se dirigieron a él. - Moreno, Martínez, Salas, salgan de allí Les gritó- Ahora hay que armar el famoso cagadero, vamos, rápido. Moreno, Martínez y Salas salieron de la excavación y bajaron hacia donde habían dejado la madera y las herramientas. Fueron en silencio y con el ceño fruncido. Entre ellos se escuchaba uno que otro resoplido. Salas incluso miró al cielo y negó con la cabeza. - Es para hoy eso sí -Protestó enérgico el hombre- Apúrense, Trio de "hueones".


Durante tres largas horas no se oyó en aquella loma más que el sonido de los serruchos y los martillazos. Fue un trabajo arduo, pero una vez que colocaron el armatoste encima de la excavación, el rostro de los tres muchachos cambio, notándose al fin algo de alivio y alegría en ellos. - Cuando bajemos -propuso el oficialQuiero que vayan a buscar leña, vamos a tener rancho antes de irnos a dormir. - Si mi teniente- respondieron los tres al unísono. El fuego lo hicieron rápido, y alrededor de aquella llamarada los cuatro se pusieron a comer. Cada uno tenía sobre sus tachos de metal algo de carne, y la devoraron con gran apetito mientras miraban arder la fogata. El hombre, quien ya había terminado con sus cálculos y preparativos, observaba con atención los rostros de aquellos jóvenes. - Oye "rucio" -se dirigió a Moreno¿"Habiai" tirado tanta pala antes? El muchacho bajo la vista y miró sus manos ahora callosas. Luego volvió a dirigir la vista hacia el oficial - No mi teniente, Primera vez. El hombre entonces se sonrió y siguió comiendo. De pronto, Martínez pidió permiso para levantarse. Con mucho cuidado se abrió paso entre las piernas de los otros soldados, cuidándose de no pisar la fogata, y se metió dentro de la tienda de campaña. Estuvo algunos segundos allí, hasta que finalmente volvió con un tacho lleno hasta el borde, y del cual bebió con clara avidez. El "rucio" lo miró, y Martínez le guiñó un ojo. - ¿Cuánto tiempo vamos a estar en campaña

mi teniente? -preguntó Salas- ¿Dos semanas o más? - Lo más probable es que no sean más de dos semanas chico -respondió el hombre, echándose un pedazo de carne a la bocaDeberíamos estar más tiempo, pero... - Oiga mi teniente -interrumpió de pronto Martínez- Pero… ¿Alguna vez ha ocurrido aquí algún…. accidente? Moreno y Salas lo miraron enseguida. Luego observaron al teniente. Moreno tosió y dejó su plato a un lado para meterse en la tienda de campaña. - ¿Cómo… un accidente? -preguntó el oficial, extrañado- No te entiendo. - Algún accidente con armas -aclaró Martínez- O algo parecido. - Ehhhh -trató de recordar el hombreCuando estuve en Calama, a un "pelao" como ustedes le explotó una granada en la mano y... El teniente, sin embargo, se distrajo al ver que Moreno regresaba a la fogata con otro tacho de agua en su mano. - Mhhhh… oye "rucio", trajiste agua exclamó- Que bueno, tengo una sed terrible. Con un movimiento ágil, el hombre se levantó y dio unos pasos en dirección a la tienda de campaña. Al verlo, los tres muchachos comenzaron a hacerse gestos y a moverse con inquietud. Salas incluso le dio un golpe con su puño al brazo de Martínez - Mi teniente -reaccionó este último- No se levante, yo se la traigo. - Muy bien -agradeció el otro- muy bien, gracias, soldado. Martínez se demoró un poco, pero luego llegó con un tacho lleno de agua y se lo dio al delatripa: narrativa y algo más

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teniente. Este, después de beber dos largos sorbos, miró a los tres jóvenes y sonrió, como si se hubiera acordado de un chiste.

- Jajajaa -rió Salas- culebras, sí… Nos arrastrábamos muy bien, jajajaj…. Si, "la raja".

- Espero que ustedes y el resto de la sección -advirtió- aprendan algo en estas semanas de instrucción; hasta el momento no han hecho más que dejarme mal con mi capitán Flores.

El hombre comenzó a observarlos con detención. Sus ojos ahora se veían medio desorbitados y ni un solo músculo de su rostro se movía. Apenas respiraba.

Salas y Martínez se miraron y subieron las cejas. Moreno se quedó con la vista fija en una cicatriz reciente que tenía en su brazo izquierdo y no levantó la cabeza.

Martínez entonces se dirigió a Moreno, quien hacia rodar una piedrecita entre sus dedos.

- Jajajaja -rió de pronto Martínez- Me acuerdo de la primera semana en el regimiento, muy bonita. - Si -apoyo Salas- Imposible olvidarla. El hombre se sonrió. - Eran muy "re-hueones" -agregó- ni siquiera sabían formarse. - Si, jajajaja… me acuerdo de eso reconoció Salas, que miraba a MartínezÉramos muy pájaros. - Pájaros, jajaj, si -contestó éste, guiñándole un ojo. - Pero al menos ahora ya nos estamos avivando; ¿O no cabros? El teniente iba a sonreír también, pero algo en ese instante pareció inquietarlo. Un dolor repentino, extraño, sacudió su pecho y luego su estómago, un pinchazo agudo. Su rostro cambio de inmediato, y se quedó con la vista fija en el tacho con agua. - Esa semana le tomamos el gusto a la tierra -prosiguió Martínez, sin preocuparse ya de su oficial- parecíamos gusanos, culebras arrastrándose por el desierto.

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- Rucio -le dijo pasándole su tacho- anda a traerte más… "agüita", jajaja. Moreno, sin embargo, se quedó inmóvil y apretó su tacho con todas sus fuerzas. Al final, Martínez tuvo que levantarse y volver con su tacho y una botella de pisco. El hombre, entretanto, sentía los ojos cada vez más pesados y el cuerpo lánguido. Tenía ganas de decir algo, de gritar, pero su lengua estaba adormecida y paralizada. - ¿Cómo estaba la agüita, mi teniente? preguntó Martínez mientras se servía un poco de pisco- ¿"Taba" rica? Salas y él rieron. - "Rucio" -exclamó, de pronto, Salas despierta y anda a traerte el bolso de las herramientas. - Si "poh" -apoyó Martínez- este "hueón" ya se está quedando dormido. Moreno fue a paso lento. Al volver, Salas y Martínez lo estaban esperando de pie y frotándose las manos. El muchacho entonces abrió el bolso y lo primero que sacaron sus compañeros fue un serrucho y un martillo. Los dos se quedaron allí, riéndose como niños.


Moreno los observó, pero no quiso sacar nada. Había lágrimas en sus ojos, las que se secó con el puño de la camisa. - Oye "hueon" -lo llamó Martínez- saca algo. - No… no sé -respondió Moreno- No quiero... - No seay "ahueonao" -lo increpó Salas"Voh" soy el que más derecho "teni" de los tres, dale "hueón". - No, mejor no. - Ahh, ándate a la "chucha" -gritó finalmente Salas- Hacé lo que "querai", me da lo mismo.

Salas entonces tomó las dos manos del teniente y miró a Martínez. - Ya "hueón" -le dijo- "Voh" lo "agarrai" de las patas y lo subimos, no creo que este tan "pesao" el "culiao". - Dale -respondió el otro, tomando uno de los pies del teniente- demás que lo subimos allá arriba. Sin mucha dificultad, cargaron ambos el cuerpo del teniente y se echaron sobre sus espaldas un saco con las herramientas. Salas comenzó a cantar el himno de la infantería y Martínez lo siguió con entusiasmo. Los dos ya se lo sabían de memoria.

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De la noche al amanecer Víctor Manuel Pazarín

E

stamos en la línea de la noche.

Su filo nos desgarra, nos abre en canal. Nos indica los caminos que debemos transitar: seguimos su paso y nos adentramos en la bruma. Es la Calzada donde las sombras cobran vida: aquí una mujer se nos ofrece. Más allá las cantinas abren sus puertas, nos dan la bienvenida y quedamos detenidos. Nos suspenden las luces artificiales, porque la noche es la reina. El placer es el condimento, el comercio de los cuerpos. Cruza ahora mismo un mar de gente y una marea enorme de autos. Nos alumbran -como si fuéramos su centro- las luces de los arbotantes. Nos embelesa esa luz hasta llevarnos al lugar preciso: son los altos de un edificio en Juárez y la Calzada. Aquí está la escalinata que asciende hasta el infinito. Sudamos. Se acaba el aire en los pulmones. Ascendemos. Nos detiene una mujer. Nos ofrece la precisión de una noticia. Es fresca. Nos cuenta la historia. Aquí, justo en los escalones que pisamos, mataron a una mujer. La sangre derramada ya no se nota, pero indica la glamorosa dama, que un hombre tenía a la mujer por amante. Ella ofrecía sus servicios en el salón, y una madrugada salieron a los pasillos y, luego, a las escaleras. Discutieron "sabrá Dios por qué", pero en dado momento se escuchó un grito. Ese grito llegó a los oídos y se enchinó la piel. Era un lamento: "Una puñalada, luego otra y después más".

guardó un profundo silencio y todos corrimos a donde habían surgido los gritos: "Lo que encontramos fue una carnicería". "La compañera estaba tirada allá abajo, en el descanso de las escaleras, porque su cuerpo rodó por completo." Son altas y ascendentes las gradillas que desembocan en la Tropicosa, ahora escuchamos la música viva, no el grito de la mujer. Es la obra de las manos de los músicos que hacen su labor. Seguimos el camino. La mujer nos ofrece su compañía: "Si están solos cuando regrese, espero que me elijan para estar en su mesa". David sonríe. Le damos las gracias y continuamos el camino que asciende, hasta hacernos llegar. David es escritor. Vive en Arizona. Está de visita en Guadalajara. Su trabajo lo realiza en la Universidad Católica de Phoenix. Un lugar lejano. Se me antoja lejano. Nació en la ciudad de México, pero desde muy joven David vive en los Estados Unidos. Vino a presentar un libro sobre la frontera, la vida de los chicanos. Escribe cuentos: narra pausadamente, sin aspavientos, le falta garra. Toma con una camarita desechable- fotografías de todo: de allí surgen sus cuentos. Sus relatos se parecen a su voz: habla como un sacerdote. Me pidió que le mostrara la noche de la ciudad. Ahora está ante sus ojos.

La sangre siguió las líneas de la escalinata y floreció en la Calzada. Gran movimiento. Enorme susto. La policía entró y nos detuvo. La Tropicosa delatripa: narrativa y algo más

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David suda. Se enjuga la frente con una servilleta. Elegimos la mejor mesa: desde aquí observamos a todos y nuestras espaldas quedan protegidas. En este lugar se debe andar con cuidado. La violencia puede aflorar en cualquier instante. Hay una multitud en las pistas de baile: cerca de nosotros está la gente más pacífica, pero más allá bailan los bravos, los caras de matones. Son violentos y vienen todas las noches a bailar y a buscar riña. Es su vida, la pueden perder en un instante. Para ir a los baños se cruza el largo salón. Hay un cerrado camino y uno tiene que palmear las espaldas y pedir permiso. Si uno es cordial, la vida está abrigada. Vengo de orinar y una dama me ofrece sus servicios. La llevo a la mesa y el mesero exige el consumo. Pedimos una cubeta de cervezas. Está en la mesa de inmediato. El servicio es eficaz. Veloz como la dama que nos acompaña. Bebe sin parar. Aduce "el calor me abruma". Es una verdad. Cientos de cuerpos se mueven sin parar. Es un tumulto. Son humores diversos. Y el sudor es una brisa caliente. Resulta una fortuna nuestra mesa, entra el suave viento de la noche. La mujer bebe sin parar. No habla. Se embelesa en consumir las cervezas. En poco tiempo la dotación se ha terminado. La dama habla, pero su voz es pastosa. Es el resultado de su apresuramiento. Nos exigen un nuevo consumo y el pago por la compañía. Es un fastidio la mujer. No baila. No habla. Bebe. El tiempo se cumple ordinariamente.

se mira la noche en la Calzada. Los ojos bajan hasta encontrar los autos. Se distinguen diminutos cuerpos que se ofrecen. Un hombre corre. Lo persiguen dos sombras. Tropieza el hombre con los autos y en seguida las sombras lo alcanzan. Lo tiran al piso y lo patean. Los golpes, desde esta altura, se miran en una cámara lenta que no alarma. Lo golpean. Lo arrastran. Vuelan los pies y se detienen afianzados en el cuerpo. Se estrellan en el rostro. La sangre, que es imaginaria desde aquí, brota y se derrama en la banqueta. Corre como un río invisible. Luego una sombra hace brillar la daga. La hunde en las carnes. Alumbran las luces de las patrullas. Las sombras huyen, se pierden de mi vista. Desaparecen.

Unos ojos me observan atentos, curiosos. Los enfrento. Voy hacia ellos. Los labios se abren en sonrisa. Los descubro carnosos. Los aprecio oscurecidos por el carmín. Le hablo a la mujer. -Dura golpiza -dice. -Duro el cuchillo y dura la vida sin ti -digo. Sus labios se abren en sonrisa y la invito a la mesa. Son cuerpos visibles e invisibles los que toco, pero ella es un cuerpo delicado. Se ofrece con finura. Cruzamos hasta encontrar a David que mira absorto. Su rostro oscurecido. Sus ojos de negro se abren hasta mirarnos. La dama que le hace compañía se ha embrutecido. La presencia de Istar la incomoda. Grita. Ofende. En un instante ya no está con nosotros.

Cruzo el salón. Son cuerpos compactos los que toco. Huelo su sudor. Bailan al centro del salón. Lo cruzo transversalmente. Desde los amplios ventanales 78

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No se llama Istar. Pero se llama Istar. Es Istar en este momento porque la describe. Es su nombre ficticio. David la detalla, enciclopédico: Es la diosa siria del amor (la fecundidad) y de la guerra (la esterilidad): fue asimilada a la Astoreth de la Biblia, a la Astarté de los fenicios y, más tarde, a Afrodita o Venus. Joséphin Péladan escribió una novela en torno a este nombre (1888), titulada La décadence latina y Vincent d'Indy se inspiró en la epopeya de Istar para unas variaciones sinfónicas (1897) e ilustró la liberación del "hijo de la vida, su joven amante" por el progresivo deshojamiento de Istar ante cada una de las siete puertas del infierno...

-Para ustedes soy Istar -dicen sus labios carnosos. Tiene veintitrés años y es dama de compañía de un hombre que viaja con frecuencia. Las noches que tiene de asueto las pasa en la Tropicosa. Tiene un hijo pequeño. "El gasto es grande." Tiene apenas un año de trabajar de cortesana. Pero su nombre es Istar y su rostro moreno es fino. Hermoso. Es educada y fue a la universidad. Es Istar y me besa los labios. Es Istar y besa a David al tiempo que dice su bello nombre de batalla. Se encaminan a bailar. Entonces el tiempo corre. La bebida es deliciosa. El baile alternado despierta la sensualidad. La cortesana baila. Su cuerpo es la perfección de la vida. Sus piernas se mueven con precisión. La toco y ella sonríe. Baila. David se entusiasma.

de hotel. Pero la cortesana sólo viene a bailar. Bebe y sus delicados labios apenas tocan el filo de la botella. Es alta porque apenas le toca mi cabeza los hombros. Ahora baila con David. Ella es la perfección de la madrugada, porque han llegado las brumas y el tiempo se ha ido como un suspiro. Su modo, su hablar es la mañana que llega. Bailamos y bebemos hasta que el nuevo día está alumbrando en los grandes ventanales. Luego Istar se despide y nos quedamos en la completa soledad. La desvelada multitud baja la escalinata para encontrarse con las calles. Vemos la figura de Istar perderse en la multitud.

Después estamos en el jardín del templo de Aránzazu. Allí la volvemos a ver. De lejos y de cerca su figura es una maravilla. David se apresura al encuentro. La aborda y ella sonríe como si fuera la primera vez. A sus labios ha vuelto el encendido carmín. La detiene David un instante. Ella, entera, se abre como la mañana. Algo le dice David y ella ríe. Los alcanzo y caminamos hacia el Lido, que abre las veinticuatro horas. En la mesa escucha la canción que David solicitó para Istar. Istar es otra, nueva. Luce como la mañana. Nos entrega un delicado beso en los labios. Nos ofrece su casa. Nos levantamos y seguimos sus pasos hasta que la vemos subir en el primer camión de la mañana. Nunca la volvemos a ver.

Antes, en la Calzada, David hubiera pagado una bicoca por acostarse con las damas nocturnas. Ahora daría todo porque Istar se fuera a su cuarto

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El cálamo de los cronopios natos por Susana Mota López

Estudio comparativo entre la comedia neoclásica de Gorostiza y la comedia romántica de Calderón. Literatura mexicana de los siglos XVIII y XIX Manuel Eduardo de Gorostiza, conocedor de la dramaturgia, dejó de considerar las unidades aristotélicas de acción, lugar y tiempo en su comedia original de cuatro actos: Contigo pan y cebolla, y en ella critica la vanidad romántica de los jóvenes. Siete personajes se desenvuelven dentro de una separación radical entre lo cómico y lo trágico: lo cómico por las situaciones de embrollos propias de las "comedias de enredo", encuadradas en los moldes neoclásicos para perseguir un objetivo final de moralidad como Leandro Fernández de Moratín; lo trágico es que los padres del siglo pasado tiranizaban a los jóvenes dentro de una educación recluida entre cuatro paredes por demás obsoleta. Armando de María y Campos, en el Prólogo comenta estos casos que se fomentaron por tanto aislamiento del mundo exterior: "Era, pues, preciso sacar a la plaza toda la ridiculez de aquellos jóvenes irreflexivos que todo lo abandonan por el amor, las más veces sin considerar si se hallan verdaderamente enamorados, o si sólo creen estarlo cuando exclaman: ¡Contigo pan y cebolla!".1 La obra de teatro está basada en la experiencia que como padre de familia tuvo con su hija, el autor dramático. La acción de la comedia es analizada, según la dramaturgia clásica, en los diálogos de los personajes, el tema, el asunto, el conflicto y sus argumentos. Don Pedro de Lara es el prototipo del padre cancerbero que tiene a su hija bien vigilada, por lo tanto, desea casarla con un noble, con derecho a primogenitura, bien educado, talentoso y sobre todo, 1

con moralidad. Y no podía ser mejor partido que el sobrino y heredero de su mejor amigo. Como todos los demás hombres de su época, sus actividades esenciales eran las visitas a palacio donde entablaba reuniones con hombres de negocios y también tenía largas conversaciones con los amigos y disfrutaba con ellos de una opípara comida, para después ir a su casa a dormir la siesta. No podían faltar los paseos a caballo por la Alameda para seguir las convenciones sociales. Las clases sociales del siglo XIX estaban muy etiquetadas por los diferentes tratamientos que recibían las personas, se decían "don" o "ministro". Estaban en pañales en cuanto a educación familiar porque eran estrictos, cuadrados, ambiciosos, interesados, siempre regidos por fórmulas, cómodos y organizados, y sus hijos sufrían las consecuencias. Es curioso observar que la madre está fuera de contexto para resolver problemas de esa índole, no obstante, el papel de la madre debía ser pieza fundamental en los asuntos del corazón de su hija. Se suponía que ella tenía que responder a su confianza. Pero era normal que sus ocupaciones eran más importantes y se las enseñaba a su hija: las visitas a la modista, a las tiendas a comprar, por principio, los productos que llegaban de Acapulco o Veracruz, a la iglesia donde llegaban bien emperifolladas para lucir sus joyas y sus trajes de moda. Todo era pompa y circunstancia.

Manuel E. de Gorostiza, Teatro selecto. Edición, prólogo y notas de Armando de María y Campos, México, Porrúa, 2000, XI. delatripa: narrativa y algo más

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Así pues. Gorostiza plantea las costumbres del siglo en una tendencia didáctica donde denuncia estas arbitrariedades entre clases ya que los indios y las castas eran siempre la mano de obra mientras que la clase privilegiada llevaba una vida sin producir. El lugar que escogió el dramaturgo para escenificar su comedia se divide en dos cambios y da cuenta del primero en la didascalia antes de abrir actos: "una sala bien amueblada, aunque algo a la antigua, de la casa que habita don Pedro,"2 el segundo aparece en el último acto en una sola habitación paupérrima con una cama solamente, algunas sillas de esterilla, un hornillo portátil hecho de metal, y sin mesa. Intriga el que en la escena siete del Acto III, los personajes Dña. Matilde y D. Eduardo discutan por el chocolate sin tener mesa donde colocar la chocolatera. ¿Falta de mobiliario teatral? O ¿Falta del escenógrafo? El tiempo, puede ser dos o tres días, en realidad la trama transcurre muy ágil y cómica por las intervenciones del celestino de Bruno, el criado de la joven Matilde.

II El contraste es Fernando de Calderón con una comedia de carácter con escenario y trama mexicanos en una casa del Distrito Federal en los dos únicos actos. A diferencia de Gorostiza esta comedia la escribió en verso, con sentido crítico contra los apátridas mexicanos que embobados por la novedad parisina pierden literalmente su nacionalidad. En lo único que están de acuerdo los dos dramaturgos es cuando denuncian la "mala educación hogareña".3 Calderón, como todo romántico, se opone al neoclasicismo al negar las unidades aristotélicas y preferir el verso, la polimetría al combinar versos de arte mayor con los de arte menor, y presentación 2 3 4 5

del drama en once escenas en el primer acto y diez escenas más una escena última en el segundo acto. Pero sin abandonar la crítica hacia lo que consideraba equívoco. El humor prevalece en toda la obra para destacar el tema costumbrista de la clase media mexicana. Las acotaciones van en cursivas en cada acto y en algunas escenas. En relación a los ocho personajes, se desenvuelven en la trama con un similar aspecto de Gorostiza al insistir en el tema del casamiento de las hijas por conveniencia arreglado por unos padres vulgares y sin cultura. Tres mujeres a cual más melancólica e imitadora de heroínas la una, como frívola la otra y la tercera, rata de biblioteca. Sus pares vienen a concertar el compromiso matrimonial pero se descubre sus verdaderos caracteres. Uno está obsesionado por todo lo extranjero que ya olvidó que nació en México y ataca al dramaturgo, el otro defiende a Calderón y a todo lo mexicano, y celebra a los bardos románticos; mientras que el tercero hace mutis sin perjuicio porque decide quedarse con "ninguna de la tres". En fin, Calderón tiene la genialidad de "burlarse de un romanticismo importado" 4 y manifiesta que "lo hace por criterio nacional",5 con agudeza, dice María Edmée Álvarez en el prólogo. En consecuencia, sus obras han recorrido el país con gran éxito hasta la fecha. Para concluir, los dos dramaturgos agradan por su estilo sencillo y su gran humorismo al escribir estas comedias. Diferentes en las corrientes, y en la forma, no obstante, en el contenido se parecen mucho.

Bibliografía Calderón, Fernando, A ninguna de las tres. El torneo. Ana Bolena. Hermán o la vuelta del cruzado, México, Porrúa, 2004. Gorostiza, Manuel E. de, Teatro selecto. México, Porrúa, 2000.

Ibid., p. 234. Fernando Calderón, A ninguna de las tres. El torneo. Ana Bolena. Hermán o la vuelta del cruzado. México, Porrúa, 2004, XVIII. Ibid., p. XX. Ídem.

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¿Te atreves a seguirme al infierno? por Jéssica Montaño de Juárez La tarde del árbol quemado Claro que es preocupante la situación actual del país. Obvio que a todos nos afecta de alguna forma. Pero la mera verdad ("la pura verdad", como dice ese comercial) es que no podemos hacer gran cosa al respecto. También es verdad que la situación del país siempre ha sido la misma: ni mala ni buena sino "a'i masomenos". Claro que a todos nos afecta que si los gasolinazos, que si el precio de la canasta básica, que si el RIDÍCULO AUMENTO AL SALARIO MÍNIMO… ¿Pero podemos hacer algo para cambiar todo eso? La respuesta es que… …sí. SÍ PODEMOS hacer algo para cambiar lo que no nos gusta. Lo que no podemos es hacerlo así como ciertos grupos nos dicen que debiéramos hacerlo. Ya ni me acuerdo si fue en diciembre cuando ocurrió la babosada del árbol de Navidad de CocaCola. Comenzaron las protestas en el DF por el aumento del costo del boleto del Metro (no creo que sigan peleando por una causa inútil, ¿cierto?). Algunos cuantos, que en realidad fueron muchos gracias a redes sociales, convocaron a su #PosMeSalto. El gobierno de Mancera, la admin del Metro u quien "haiga" sido dijo: Va. Sáltense, pues’n. (Como dice un sabio filósofo: "¡Hagan lo que quieran!".) Eso bastó para que la protesta perdiera fuerza y validez.

Siguieron las marchas, siguieron con equis, ye, zeta, hasta que no pasó nada y todo todo quedó igual que siempre. Así es el mundo… ¿Qué quieren que haga, si yo no lo inventé? Cuando vi las fotos del árbol y el humo hice un mega coraje. Nada más de pensar que fue quemado tan cerca de donde viven y trabajan personas que amo con el alma… y de pensar que estoy tan lejos, gracias a Dios y al destino, lejos del DF y sus interminables marchas, plantones, caos vial y blablablá. ¿Me sirvió de algo hacer corajitos? Pues no. ¿Al que quemó el arbolito "símbolo del imperialismo yanqui" (algo así me puso un tipo en Facebook al que borré de inmediato; de hecho debo depurar mi lista de contactos otra vez, nadie que no conozca en persona y punto) le sirvió de algo? Pues sí, le sirvió para que lo agarrara la Policía y después ya no sé ni me importa. Publiqué la foto en mi Facebook y, como cada que me encabrono, me puse a echar una o dos pestes a quien le cayeran, jaja. Un chico me escribió en privado que no, que no todos los que estaban protestando eran ignorantes, que por ahí estaba su primo que estudia un doctorado en la UNAM y le entró a las protestas porque realmente le va a afectar ese aumento de, creo que dos pesos. delatripa: narrativa y algo más

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Seguí con la conversación hasta que el chico, que quién sabe quién era, salió con su estúpido "eres demasiado bonita para tener ideas políticas" o una jalada por el estilo. Apliqué la de siempre: borrado, bloqueado y punto, por machista y sobre todo por perro (ñeee). Otro chico (¿o quién sabe si era el mismo? "Eso me pasa" por querer ser buena onda y aceptar en mis contactos a quien no conozco) contestó directo en la foto: que yo debiera dejar mi vida burguesa y preocuparme porque el pueblo y no sé qué y laaalalalá. Como no andaba de humor para ponerme a explicarle que estoy en contra de la violencia (tal vez porque yo misma he sido violenta durante casi toda mi vida) lo borré y bloqueé y ya. También cambié la URL de mi perfil, porque no faltan aferrados -como yo, jajaja- que andan stalkeando a alguien nomás por joder (acúsome, Padre) o pa' insistir con que ellos tienen razón y tú no. ¿Todo esto a qué venía??? Ah, sí: Michoacán. Las autodefensas en Michoacán, ahora en Guerrero y a ver dónde más surgen: ¿Ciudad Juárez?, ¿municipios del Estado de México, donde aún hay feminicidios a lo descarado? You name it. Podrían surgir "autodefensas" en cualquier parte del país. ¿Igual y ya hay una en mi propia colonia, en mi propia calle, y yo ni enterada??? No lo sé, y tampoco me importa. No recuerdo si fue Fernanda Siempre (la prima de Lulú Petite) quien me dijo que ella decidió escribir sobre equis o ye pero "desde su trinchera". Cada uno de nosotros estamos "desde nuestra trinchera". Algunos tendrán acceso a armas de fuego y/o punzocortantes, habrá quienes quieran lanzarse ahora mismo a Uruapan, Nueva Italia,

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Ocotlán, a donde sea con tal de ahora sí "levantar las armas contra los delincuentes y/o contra el gobierno", tal y como analistas políticos predijeron que ocurriría durante el Año del Bicentenario y del Centenario. Yo en general veo, siento, tengo la corazonada de que León, nuestro hogar, seguirá en relativa paz. Con sus incendios por negligencia, con pandilleros quemando niños… pero "en paz". Uno que otro ejecutado que nos vengan a tirar, muchos más que dejarán en municipios de Guanajuato (mientras Márquez Márquez Márquez sigue sonriendo pa' las fotos) de los que nos enteraremos, si es que acaso nos gusta o nos pagan por estar enterados. Ya veremos lo que sucede, porque soy tarotista pero no vidente, jeje. El caso es que lo mejor que podemos hacer como mexicanos, al grito de guerra, es simple y sencillamente seguir adelante, con la frente en alto y nuestras armas para pelear en la mano: una computadora, las llaves de la escuela donde damos clases, el uniforme de la oficina donde laboramos para ganar el pan nuestro diario. Recuerden que en esta "guerra" no hay buenos ni malos. Los gobernantes tienen el trabajo de sonreír para la foto y a veces mentir, los criminales tienen el trabajo de robar y asesinar, los periodistas tienen que procesar información generada por alguien más (y luego los amenazan, como si en serio en serio tooodos los periodistas decidieran qué se publica mañana y qué no). El único chiste es: seguir adelante. Pase lo que pase. Ayudar a quien podamos y ver por los nuestros. Porque es imposible cambiar el mundo de un jalón, pero sí podemos cambiar el mundo de la gente que más nos importa. Así que: ¡a darle duro!!!


Sin papeles

por Daniel Ferrera

Carlos Martín Briceño o breve repaso desde la Cantera Conocí a Carlos Martín Briceño, hace más de cuatro años, en una sala pequeña y reservada de la facultad de antropología. Por aquellas fechas, yo había decidido estudiar literatura y Carlos -supongoamablemente accedía a prestar sus servicios, impartiéndonos un taller de creación literaria. Lo primero que me llamó la atención fue su atuendo de maniquí y su acento ligeramente cubano. Traía unos pantalones caquis, acompañados de unos zapatos marrón, de puntas ovaladas, y una guayabera blanca que le confería un extraño dejo de altivez a su labio inferior caído. Tomó asiento y, con la frescura habitual que le otorgan los años de oficio, se obstinó a presentar sus credenciales: bueno, mi nombre es Carlos, ya me conocen (la mueca hacia abajo) soy escritor y les garantizo que… momentos después una acalorada discusión se iniciaba cuando se evidenciaron los perfiles académicos. Las diferencias habían comenzado cuando Martín expresó que nos olvidáramos de las enseñanzas universitarias; que si queríamos ser escritores debíamos, en primer lugar, escribir en abundancia, leer aún mucho más y abandonar la teoría literaria. Un compañero, que tomaba la clase conmigo, le recriminó el valor de sus observaciones y, presintiendo que no llegaría a buen término, cerró la puerta de vidrio vociferando a regañadientes que era un pendejo. Con todo, llegó la hora para presentar los trabajos y con ella mi turno para leer. La historia, minutos antes, había sido celebrada y vitoreada entre los miembros del salón; por ello cuando Carlos me comentó sus primeras impresiones, mi cara se desencajó: hay que tener cuidado con los títulos, recuerden que, yo quise, sí pero no está en el texto, en Rulfo hay pero Rulfo aunque recoge, Harold Bloom afirma, olvídate de eso, te faltan más lecturas. ¡Cómo! Yo que me afanaba de abandonar las clases por preferir estar en la biblioteca, este cabrón

debía de estar equivocado. Con impaciencia esperé la resolución de la clase y en el camino de regreso a casa, me convencí, al igual que mi compañero, que Carlos era un pendejo. No fue hasta hace unos meses que, revisando entre una carpeta de cuentos escogidos, me topé con un texto de Briceño. ¿Quién era este cabroncito que aparecía tanto en antologías y colecciones? ¡Su relato me deslumbró! Durante horas, no sé cuántos días, estuve recordando la imagen de aquel viejo del pene por fuera, arrugado y flácido, y la del hombre que, muy a su pesar, se excitaba con los fluidos y sopores de la anciana. La historia sencillamente me parecía abrumadora y fascinante. Entonces busqué más textos de Martín Briceño en Internet, y para mi sorpresa di con Al final de la vigilia, su página personal como escritor. El blog Al final de la vigilia, como otros tantos, está compuesto en su mayoría por cuentos, reseñas, artículos y entrevistas que dan cuenta de la trayectoria de Martín como escritor. El Blog reúne un total de treinta y cinco artículos y reseñas. Pero no son sus artículos y reseñas los que me interesan, sino sus cuentos los que me producen especial interés; en particular por dos razones: una, la construcción de la imagen femenina en su obra y dos, la música como manifestación del deseo. Si pudiera adelantarles algo, diría que los cuentos publicados en el blog Al final de la vigilia son de una factura inigualable. Escritos bajo un lenguaje sencillo, nutrido de tradición y recursos literarios, sus lecturas pueden ejercer una no sé qué de poderosa fuerza delatripa: narrativa y algo más

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seductora. No agregaría nada al afirmar que para muchos, sus argumentos son de un gusto ambicioso por las atmósferas opresivas, por el pavor ante el compromiso conyugal y hastío por lo rutinario. Pues bien, sin más contratiempos, pasemos a lo que les decía. Opinar siempre sobre la construcción de la imagen femenina, de unos años para acá, se ha vuelto todo un reto al integrar un campo más extenso de definiciones. Por ello, sabiendo que éste no es un ejercicio de representación que incluya teoría de género, me inclinaré por el sentido común y describiré lo femenino como el papel y atributos que tienen las mujeres en la obra de Carlos Martín Briceño. Gran parte de los relatos publicados en el blog de Al final de la vigilia están poblados por personajes femeninos que ocupan un papel secundario. A mi parecer, creo que bajo la evidente intención autoral de sacar a relucir lo más oscuro de las pasiones humanas, de no plegarse a las buenas costumbres, se filtra una visión sexista que se expresa a través de la voz de los narradores. Así, mujeres de piernas y pantorrillas bien formadas, libres de varices y rodillas firmes (Iracema en el Cielo Perdido, la Arquitecta en Se renta) de pechos grandes, jóvenes y anchas caderas (Helena, la Arquitecta) pero sobre todo de traseros firmes y redondos (Julia, Iracema, la Arquitecta) alojan estas historias como modelos de belleza y estereotipos prevalecientes en Occidente. Quizá lo más significativo no sean sus atributos físicos, ni su condición social de mujeres abnegadas -amas de casa y profesoras insatisfechas, secretarias infieles, embarazadas irritables- sino su caracterización bestial y hasta misógina como objetos sexuales. Para muestra un botón "a cambio de un poco de amor, había una hembra dispuesta a regalarle el monte de Venus…" (Abismos) / "Las mujeres son animales difíciles, te pasas de pendejo con Irene" / "Una mujer, bien la definiría Ricardo, en celo permanente" (Piso 17) / "las mujeres no son como los albatros, esas aves cuyas hembras caen rendidas ante el macho que ejecute la danza más elaborada, sino como los pájaros glorieta, que

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prefieren aparearse con el macho que les construya la galería de ramas más impresionante." (Memorial de la danza del vientre o breve repaso de lo bailado) En fin, creo que cada quien formará su criterio. Continuando por la misma línea, el de las pasiones desenfrenadas, la literatura erótica, un escenario importante es el de la música como manifestación del deseo. Ya en un artículo anterior, titulado El ruvalcabiano arte de musicalizar las palabras, Carlos Martín Briceño reflexionaba sobre el poder emancipador de la música: "El texto versaba sobre un menáge a trois entre una madre, su hija adolescente y una seductora pianista. Mazurcas de Chopin, rapsodias de Liszt y las gimnopedias de Satie envolvían su deseo." Y es que no sólo se trata de las referencias explícitas a los compositores clásicos, sino también de la potencialidad seductora del baile: "Entonces me fue revelada la capacidad seductora del baile. ¿Cómo olvidar esa escena en la que el buen John, al ritmo de You should be dancing, es vitoreado por las mujeres mientras se contonea como iguana sobre el piso iluminado de la discoteca? Era demasiado. Si Travolta, pensé, en virtud del ondulante movimiento de sus caderas es capaz de llevarse a la cama -o al asiento trasero del automóvil- a la que se le antoje, debía imitarlo." Comentario un tanto aparte recibiría Salón Bach, relato en el que se ficcionaliza la muerte de Guty Cárdenas y en el que el deseo no solamente es de corte sexual, sino también de violencia. Para finalizar, diría que a pesar de lo anterior -aunque pueda sonar contradictorio- la obra reunida en el blog Al final de la vigilia es de una calidad admirable. Escritos con un lenguaje exquisito, sus cuentos no sólo cumplen las expectativas, sino que además se circunscriben como un fehaciente modelo literario. Y es que un escritor -entre otras cosas- no es aquel que deja indiferente a sus lectores, sino aquel que tiene la capacidad de persuadirlos a través de sus personajes.


Nos vemos en el slam por Mario Pineda Quintal

Imprenta, luces, cámara… ¡acción!

Cuando las letras de una novela o un cuento son trasladadas a las imágenes del cine, es posible que exista un choque entre los fieles lectores y los fanáticos de la butaca, unos esperando que el director, la escenografía y los actores se remonten con precisión a ese universo que imaginamos en la cabeza entre los cambios de páginas, mientras que los otros esperando una satisfacción visual bien contada y editada, que por lo menos motive a leer. Actualmente, este cruce de narración literaria a la narración cinematográfica se ha convertido, más que un esfuerzo artístico, en una oportunidad de negocio si la primera logra tener un impacto de colas en librerías, lectores en todos los rincones y hasta páginas en Facebook con seguidores combinando sus nombres con los apellidos de los personajes. Tal parece que ya existe un acuerdo entre empresarios capitalistas y empresarios "intelectuales" para dar a un consumidor un paquete de letras e imágenes de la historia con lugares comunes que llena de emociones su vida y haga sentir a éste, un allegado a los dos tipos de artes mencionados, llamándose cinéfilo (sin haber visto una película de Federico Fellini) o literato (sin haber leído un poema de Jaime Sabines). Algunos dirán que es mejor que lean y vean las sagas de Harry Potter, Los juegos del Hambre, Las 50 Sombras de Grey, Crepúsculo, Narnia y otras cosas más, a que en su cultura general no

tengan la mínima idea de lo que es un libro o una película basada en libro. Pero yo les digo, que todo lo anterior nada más impulsa la creación de una generación de breve esfuerzo compresivo y de pasiones incompletas si no se les da las dos opciones. Lo bueno que no todo está perdido. En pocas ocasiones aparecen directores con las ganas de llevar a los sets de cine al menos un clásico de la literatura (me refiero a clásico por su valor de originalidad, sin importar la época o el autor) tratando de conservar la descripción de ambientes, comportamiento de los personas y líneas de tiempo que dictan los capítulos o lo que va después del punto y aparte. El director brasileño Walter Salles, bajo la producción ejecutiva de Francis Ford Coppola, dio a su trayectoria cinematográfica un toque de valentía y llevó a la pantalla una obra que consideraba biblia y culto literario para una generación de lectores y escritores, me refiero a la novela "En el Camino" de Jack Kerouac. Sin duda una obra, que mientras avanzan los kilómetros, más interés causan en los lectores el saber de cómo será el final de todos los caminos tomados por los protagonistas. Vamos a la reseña pero revelando algunas partes de la historia (lo siento a quienes no la han leído). La película es un resumen del libro (por lógica) con omisión de vivencias de los dos personas principales, uno que otro cambio de rol de delatripa: narrativa y algo más

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personaje secundarios y alteraciones en la línea de tiempo, aspecto que aunque suenan a cambios drásticos o los comúnmente visto en las adaptaciones, siento que no dañan la trascendencia de la historia original. El principio es un poco alterado, Sal Paradise conoce a Dean Moriarty después de la muerte de su padre y no después de la separación de su mujer, como marca el libro, pero este cambio queda sin importancia cuando ambos conocen al saxofonista negro (que en vez que sea en los minutos de en medio es en los primeros) y se muestra el potencial desmadre en que los dos se van a encaminar. Es decir, el director captó el momento cumbre del comportamiento rebelde de ambos para enganchar al espectador. Esta idea de reproducir tal cual un momento importante en la amistad de Dean y Sal, se vendrá repitiendo a lo largo de todo el filme, el guión nos dará esas partes esenciales de la historia, las partes que dan ganas a uno de vivirlas, de volverse un beat, tener su educación y moralidad desenfrenada y chocante con la sociedad, pero sin perder "lo buena onda". Partes como la convivencia sexual y romántica con Marylou, la breve vida en pareja de Sal con la muchacha mexicana, la circulación de cerveza a todo momento, la locura de Carlo, los

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días en la casa de Old Bull Lee, los robos, el desafío de Dean hacia los límites de velocidad y la búsqueda de su padre entre vagabundos, tiempo para drogarse y los turnos al volante. Creo que en este traslado seleccionado de letras a escenas visuales, lo mejor es la parte final, el viaje a México, todo se captura como debe ser, todo el desmadre que leemos está ahí, bien actuado, bien ambientado. La humilde familia mexicana que vende marihuana a los gringos, la fiesta de tetas y vergas en el burdel, el recorrido por calles mexicanas y ese lapso en que Sal cae enfermo y Dean lo abandona. Me parece que todas estas escenas se encuentran ambientadas según las descripciones que plantea el libro, ya que desde una perspectiva personal (leía antes el libro), siento que todo lo que imaginé en mi cabeza fue plasmado con exactitud escenográfica en la pantalla. Para cerrar, me queda decir que los actores (según yo, no tan conocidos) que dan vida a los personas principales, presentan sin aparentar un esfuerzo, las personalidades de éstos, provocando que uno diga "Por fin veo a Dean, Sal, Marylou, Carlo, Ed Dunkel y Old en persona"… claro, la mayoría de ellos eran alteregos de la banda fuerte de los escritores beat.


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