ENONOMÍA
LOS ALTOS COSTOS DE LOS DÉFICITS
fiscales
En un juego de equilibrios, estas prioridades y visiones deben ajustarse a los recursos disponibles, que son limitados. En este punto, es posible que haya margen para realizar ciertos movimientos y lograr que ese presupuesto se financie con recursos propios. En El Salvador, cuando eso pasa, se puede aprobar el presupuesto con mayoría simple, con la mitad más uno de los votos en la Asamblea Legislativa.
Mariana Belloso EDITORA DE DYN
L
os Estados requieren planificar sus ingresos y sus gastos, determinar las necesidades que tendrán durante un cierto periodo de tiempo —generalmente un año—, calcular los ingresos que recibirán en ese mismo periodo, y entonces planificar cómo se repartirán dichos recursos. El presupuesto general del Estado es el instrumento de política fiscal por excelencia. Los gobiernos reflejan en este sus prioridades, por ejemplo, al dar mayores recursos a salud y a educación que al ejército, y también sus planes de desarrollo. El presupuesto debe recoger todos los gastos proyectados para el periodo determinado, el destino de dichos recursos, y qué ramo de la administración pública los ejecutará. Tome usted el presupuesto del país de diferentes países, y podrá ver las diferencias en los enfoques identificando a qué áreas canalizan el dinero. DERECHO Y NEGOCIOS / 32
Pero cuando las necesidades superan a los ingresos proyectados, es necesario aprobar, junto al presupuesto, el financiamiento para poder cerrar esa brecha. Para ello se requiere del apoyo de una mayoría calificada en el Legislativo. Durante años, el presupuesto de El Salvador fue objeto de acaloradas discusiones entre el Ejecutivo, que lo propone, y los diputados, que deben aprobarlo. Durante los gobiernos de ARENA, fue el FMLN el principal crítico del plan de gastos que llegaba al conocimiento de los legisladores, y lo mismo ocurrió en los gobiernos del FMLN, que enfrentaron férreos bloqueos de parte de ARENA. El resultado fue una práctica que se extendió por varias administraciones: se sobreestimaba los ingresos previstos para el ejercicio fiscal, y se subestimaban u omitían gastos. ¿El resultado? Se presentaban presupuestos “financiados” en apariencia, que podían ser aprobados