Los textos que integran «El viejo bar» son el claro reflejo del amor que el autor siente por el barrio en el que nació; por su gente, sus costumbres; por las calles, las plazas y los viejos conventillos; por los sonidos, los idiomas y las historias de países lejanos. Todo visto desde las mesas y ventanas de un bar querido y extrañado, lejano en el tiempo. Así, el barrio de Barracas se nos aparece vivo, quienes lo habitaron nos hablan, y sus sueños son reales, duelen y nos alegran.
En estos relatos, cada personaje emociona, divierte, enoja, conmueve, enternece, exaspera; en fin, nos hace vibrar con su vida; simple, si; pero profunda y brillante.
Norberto Ramazotti sabe de qué habla. Describe ese mundo maravilloso que supieron —saben— ser los cafés de barrio; la garúa, el otoño, el cigarrillo, el tintineo del metal de la cuchara en el fondo de la taza al revolver el azucar, el sonido del lícor al caer en la copa, el llanto y la risa.
Daniel Frini