Fuego Negro 120 años Pablo de Rokha

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editorial Fuego Negro: 120 años de Pablo de Rokha. ¡Bienvenidos! Es un placer compartir con ustedes esta publicación para celebrar los 120 años del nacimiento del gran Pablo de Rokha. “Fuego Negro” es un libro que el poeta publicó en 1952 tras la muerte de su esposa, la poeta Winétt de Rokha. Este año la oficialidad del sistema (llámense gobiernos, universidades, centros culturales y otros) están festejando merecidamente los 100 años de Nicanor Parra, Octavio Paz y Julio Cortázar. Sin embargo, nosotros queremos aprovechar este año para reflexionar en torno a la vida y obra de Pablo de Rokha, para eso hemos invitado a escribir a distintos poetas e intelectuales chilenos que son lectores declarados de Pablo de Rokha. 2 | La fecha escogida para esta celebración es el día 25 de octubre, sin embargo, tal como escribe

Patricia Tagle –Directora de la Fundación de Rokha– el nacimiento del poeta es el día 23 de marzo de 1894 y no el 17 de octubre como aparece en todos lados. Pablo de Rokha para nosotros simboliza una total entrega a la Poesía y al pueblo chileno. Él representa como muy pocos el sentido del “ser chileno”. Amó y cantó a su país, viajó de Norte a Sur llevando sus libros al hombro, editando y difundiendo sus versos. Esperamos con esta publicación y la jornada cultural aportar en el rescate de este gigante de la poesía chilena.

créditos EDITORes: Rodrigo Hernández Piceros [Grupo Derrame y Dharma Comunicaciones] y Daniel Madrid [Libros del Pez Espiral] DISEÑO: Sebastián Riveros Herrera [Dharma Comunicaciones] en esta revista escriben: Naín Nómez, Rodrigo Verdugo Pizarro, Patricia Tagle de Rokha, Felipe Reyes, Ricardo Ferrada, Daniela Sol, Aldo Alcota, Alejandro Lavquen y Danielo Maestre. fotografías: Archivo de Memoria Chilena y Archivo Fundación de Rokha. ilustraciones: Máximo Campos, Miguel Ángel Huerta y Sebastián Riveros. Contacto: rodrigo@dharmacomunicaciones.cl Agradecemos a todos los que escriben y participan en la organización de este homenaje, a todos los poetas y académicos invitados, Emiliano de Rokha y Patricia Tagle de la Fundación de Rokha, Cristian Ortiz y la Agrupación Cultural Plaza Encuentro Lastarria-Mistral, Alejandro Riveros y Salvador Riveros de Integración Digital, Nicolás Matus y William Lee de GoodTimes, Leonardo Yáñez, Francisco Verdugo y Claudia Varas. Libros del Pez Espiral | Santiago de Chile, octubre 2014.


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También soy poeta: Me llamo Pablo de Rokha y cumplo 120 años Textos de Pablo de Rokha, transcripción de Naín Nómez profesor de filosofía y doctor en literatura. universidad de santiago

Aquí estoy, aquí estoy poetastros de Chile y abrómicos de Europa, multitud de escritorzuelos rufianes, no me mostréis el rabo; viví setenta y tres años sobre la tierra, pobremente, vi grandes a mis nietos menores y amé, amé, amé mi oficio con la honorabilidad del hombre decente, odié al capitalista imbécil y al peón canalla, vil y utilitario; viví setenta y tres años sobre la tierra, fallecí en el patíbulo POR REVOLUCIONARIO, pero sigo vivo, todavía sigo vivo porque también en las bodegas y las tonelerías de la muerte estalla la carcajada de la poesía

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Nací un 17 de octubre de 1894 con el fracaso total del mundo y aunque mi dolor chorrea de sangre la ciudad, aunque aúllo por los barrios mordido de canallas y haya sido el gran solitario de las letras chilenas, sigo escribiendo, sigo viviendo, cantando con este lenguaje extraño, trunco, espantoso, deforme, dinámico, flexible, que los alones, los silva castro, los omer emeth y los valente rechazaron; grafómano irredimible es verdad, pero ni matón ni perdonavidas como decía el tal basualto, el bacalao de isla negra, ni verdugo, espía, soplón ni plagiario ni menos falsario, hueco o politiquero como apostillaba el pije de cartagena Aquí estoy con mi voz grande, mi voz oscura, cantando alegre y nueva, alegre y nueva, cantando alegre y nueva por los caminos imaginarios de la antigua ciudad de talca, la ácida la árida talca, por las granjas de putú y licantén, por las provincias del mundo y los pueblos en que nacimos, vichuquén y hualañé, llico y lora; me acuerdo de mi padre don Ignacio y el rucio Caroca, de la perdida felicidad en los escombros cuando el amor nos agarró y nos estrujó como a limones desesperados; escribí y sigo escribiendo porque tengo la palabra agusanada y el corazón lleno de cipreses metafísicos, ciudades, polillas, lamentos y ruidos enormes; como el pelo me crecen, me duelen las ideas, dolorosa cabellera polvorosa, al contacto triste de lo exterior cruje, orgánica, vibra, tiembla y cargada de sangre, parece un manojo de acciones irremediables Aquí estoy: ayer me creía muerto, hoy no afirmo nada, nada, absolutamente nada, y con el plumero cosmopolita de la angustia sacudo las telarañas a mi esqueleto sonriéndome en gris de las calaveras, las paradojas, las apariencias y los pensamientos; cual una culebra de fuego la verdad, la verdad le muerde las costillas al lúgubre Pablo, por eso ni hoy ni mañana acabarán conmigo Arrastro la porquería maldita de la vida, como la pierna tronchada de un idiota y espero el veneno del envenenador, la solitaria puñalada literaria por la espalda en el minuto crucial de los crepúsculos, el balazo del hermano en la literatura, como quien aguarda que le llegue un cheque en blanco desde la otra vida; me da vergüenza ser un ser humano, como con asco de existir, duermo como un perro que bramara en el desierto encima de una gran piedra tremenda, hablo con espanto de cortarme la lengua con la cuchilla de la palabra; no deseo el sol sino llorando y la noche maldita con la tempestad en el vientre


Cuando los naranjos del siglo den la última flor de azahar, todos nos habremos muerto, nos habremos muerto con nuestros dolores y nuestros errores y espantos, nos habremos muerto con la época y todas las formas de la época; constituiremos el retrato del antepasado oficial, polvoso, telarañoso e idiota como batea de comercio y nuestros bigotes y nuestros garrotes de peleadores por la vida trágica serán como viejo lobo muerto en los acantilados del gran océano de la eternidad Pero aquí estoy de nuevo, aquí sigo respirando sin disfrazarme de nada herido muerto resucitado sin homenajes ni congresos ni fábulas de buen amor muriendo de pequeños insultos, fracasado en la vida y en la muerte oteando el nuevo siglo desde la vuelta de la esquina con los mismos vaticinios de siempre mirando con tristeza los despavoridos caballos del crepúsculo y la lenta muerte de este país como decía en ‘Infinito contra infinito’ porque sobre el hambre, el andrajo y el asesinato se construyó la historia y hoy los verdugos y las víctimas propiciatorias, los niños pasados a cuchilla o violados por degenerados, los ancianos y las antiguas y heroicas madres, todos yacen en la misma tumba helada Aquí estoy con mis poemas insobornables, enhiestos, justicieros, fracasado pero vivo, sentado a la sombra de un sepulcro pero vivo y viviendo del recuerdo, amamantándome del recuerdo, padre y abuelo padre de innumerables familias reales e imaginarias, porque lo hicimos todo, lo quisimos todo, lo pudimos todo y se nos quebraron las manos y los dientes; aquí estoy infinitamente cansado, desengañado, errado, aunque el dolor nacional es mío y el dolor popular me horada la palabra, desgarrándome, como si todos los niños hambrientos de Chile fueran mis parientes Aquí estoy todavía agarrado a la tabla de salvación de la poesía y las batallas ganadas son heridas marchitas, pétalos de una gran rosa sangrienta, porque sé que perderé la guerra eterna y parece que encienden lámparas en otro siglo del siglo, en otro mundo del mundo y presiento que el porvenir es un sable de sangre No fui dueño de fundo, ni marino, ni atorrante, ni contrabandista o arriero cordillerano, mi voluntad no tuvo caballos ni mujeres en la edad madura y a mi amor lo arrasó la muerte azotándolo con su aldabón tronchado, despedazado e inútil, pero aquí estoy como el tigre martiano espantado del fogonazo que vuelve de noche al lugar de su presa y que muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire aquí estoy ahora cantando con la desmesura de siempre ya sin diatribas ni gemidos o enemigos que griten que no fui poeta que no fui consecuente que no me jugué mi destino hace 46 años vociferando de nuevo en las entrañas de este país donde existió alguien más maldito que yo sabiendo siempre que la batalla de la vida va perdida de antemano pero lo heroico es ganarla

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Pablo de Rokha: Una gran piedra ruge desde entonces Biografía Rodrigo Verdugo Pizarro POETA, investigador, GRUPO SURrEALISTA DERrAME

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Se están cumpliendo los 120 años del nacimiento de uno de los más grandes poetas chilenos de todos los tiempos, un nombre clave en el desarrollo de nuestra tradición lírica, y un ejemplo a seguir por las nuevas generaciones de poetas. Pablo de Rokha es el seudónimo de Carlos Díaz Loyola, quien nace en Licantén un 17 de octubre de 18941. Es el mayor de una familia de 19 hermanos. Su infancia transcurre en medio de arrieros, bestias y montañas, lo que determinará su temperamento telúrico, una acentuación viril del paisaje, creando la figura del arriero en un arquetipo salvaje que modula todo el imaginario poético rokhiano. Sus primeras lecturas fueron, como es obvio, lecturas prohibidas. Lee a autores que estaban sujetos a la censura por parte del Seminario Conciliar de Talca donde el poeta fue expulsado, no sin antes grabarse en él su particular apodo de “El amigo piedra”. El poeta blasfemo, una vez instalado en la ciudad de Santiago, inicia estudios formales de derecho e ingeniería, estudios que no concluyeron, para dar paso a una serie de colaboraciones en distintas revistas como la “Razón”, “La mañana” y “Juventud” , ésta última órgano de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile.

Como consecuencia de su iracunda estadía en Santiago y un retorno esporádico a Talca publica en 1916 su primer libro “Versos de infancia”, obra que será el primer eslabón de una verdadera y catastrófica cadena de publicaciones, que en orden cronológico serían las siguientes: “El folletín del diablo”, 1916, “Sátira”, 1918, “Los gemidos”, 1922, “Cosmogonía”, 1922, “Heroísmo sin alegría”, 1926, “U”, 1927, “Satanás”, 1927, “Suramérica”, 1927, “Ecuación”, 1929, “Escritura de Raimundo Contreras”, 1929, “El canto de hoy”, 1930, “Jesucristo”, 1930, “Canto de trinchera”, 1933, “Los 13”, 1934, “Oda a la memoria de Máximo Gorky”, 1936, “Moisés”, 1937, “Gran temperatura”, 1937, “Imprecación a la bestia facista”, 1937, “Cinco cantos rojos”, 1938, “Morfología del espanto”, 1938, “Canto al ejército rojo”, 1944, “Los poemas continentales”, 1944, “Carta magna del continente”, 1949, “Arenga sobre el arte”, 1949, “Fusiles de sangre”, 1950, “Funeral por los héroes y mártires de Corea”, 1950, “Fuego negro”, 1953, “Arte grande o ejercicio del realismo”, 1953, “Antología”, 1953, “Neruda y yo”, 1956, “Idioma del mundo”, 1958, “Genio del pueblo”, 1960, “Acero de invierno”, 1961, “Canto de fuego a China popular”, 1963, “China roja”, 1964, “Estilo de masas”, 1965, “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”, 1965 y “Mundo a mundo”, 1966.


La mayoría de todas estos libros nacieron en ediciones rústicas y voluminosas bajo el sello de la editorial “Multitud”, y el mismo poeta iba por el sur de Chile vendiéndolas o intercambiándolas por legumbres u otras mercancías, como un modo legítimo de sobrevivencia material, en un medio que fue por lo general hostil, tanto para el poeta como para los suyos. Estos viajes los realizaba en trenes de tercera clase, llevando muchas veces junto a él a los poetas Mario Ferrero y Boris Calderón. Adicional a esta labor se encuentra su actividad como director, articulista y en gran medida polemista de la Revista “Multitud”, creada en 1939, como una suerte de reducto también para otros vociferantes poetas. Esta revista era vendida por sus propios hijos en distintos puntos de la ciudad de Santiago. Si bien la obra de Pablo de Rokha se dividió en poesía y ensayo, la que se impuso fue la escritura poética. Los versos de Pablo de Rokha están basalmente configurados por una incontrolable grandilocuencia verbal, un tremendismo bíblico, junto a una cosmogonía reinventada a partir de la correlación telúrico-rural que caracteriza al sur de Chile, y la diseminación de ideas estéticas y políticas (Pablo de Rokha era partidario del materialismo dialéctico) que justifican finalmente la vida y obra de este poeta.

Pablo de Rokha, marcado a fuego por una inclinación dionisíaca, encarnó no sólo la figura del arriero, sino también la del contrabandista, guerrero, profeta, pastor, cazador, y mensajero, en violenta síntesis, dando cuenta de un atavismo trágico, y de lo excesivamente bestial que es la condición humana, y a su vez como esta condición excesivamente bestial de algún modo extiende la concepción de la historia. Sin embargo, su escritura no fue ajena a la repercusión de ciertos ismos, particularmente el romanticismo y más adelante del futurismo, sus obras “U” y “Los Gemidos”, son ejemplo de esto. Como tampoco fue ajena a sus iniciales y recurrentes lecturas de Friedrich Nietzsche y Walt Whitman. En 1916 conoce a Luisa Anabalon Sanderson, (quien más tarde sería la poeta Winétt de Rokha) figura capital en la vida y obra de Pablo de Rokha con quien funda una familia fuertemente azotada por designios terribles, así nacen sus hijos: Pablo de Rokha, Carlos de Rokha, Luko de Rokha, y José de Rokha, solo por mencionar algunos, quienes se sumaron a la hazaña paterna, dedicándose también a la actividad artística, tiñendo aún más de negro el aura del “Clan de Rokha”. Durante 1922 y 1944 funda y dirige la Revista “Dínamo” y en 1926 dirige la Revista “Númen”.

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Un hecho determinante en su vida fue recibir por parte del gobierno de Juan Antonio Ríos, un nombramiento como embajador cultural de Chile, lo que le permitió a este colosal matrimonio de poetas recorrer algunos países y con esto ampliar la difusión de sus obras literarias. Como prueba del alcance de la obra poética de Pablo de Rokha en un contexto internacional se pueden constatar los juicios de León Felipe y más tarde Allen Ginsberg. En el ámbito nacional destacan, entre otros, los juicios de Carlos Droguett, Juan de Luigi, Mahfud Massis y Humberto Díaz Casanueva. Y en nuestros días la incansable labor de difusión, rescate y revaloración del legado rokhiano que ha emprendido Naín Nómez. El año 1951 marca un hito doloroso en su vida, la muerte de su esposa Winétt de Rokha, esto comienza a romper los eslabones de esta catastrófica cadena, luego el suicidio de sus hijos Carlos y Pablo, reavivan sin remedio el volcánico luto. El Premio Nacional de Literatura otorgado en 1965, llega demasiado tarde.

El mediodía del 10 de septiembre de 1968, Pablo de Rokha está inclinado sobre su escritorio de madera, en su casa también de madera de calle Valladolid, en la comuna de la Reina. El poeta da fin a su vida con un balazo en la boca, pabellones ensangrentados y aquella sombra inmortal del sepulcro, Pablo de Rokha, una gran piedra rugiendo y humeando desde entonces. 1 La Fundación de Rokha afirma que el nacimiento del poeta fue el dia 23 de marzo de 1894.


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Pablo de Rokha: Una obra heroica de compromiso social

Patricia Tagle de Rokha directora de la fundación de rokha y nieta del escritor

Hace 120 años, el 23 de marzo de 1894 nacía bajo una tormenta, un niño maravilloso.

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Carlos Ignacio Díaz Loyola, “Job”, llamado así por sus padres en su niñez, bautizado a golpes como “El amigo piedra” en el Seminario conciliar de san Pelayo en Talca; y Pablo de Rokha, el gran poeta, para el resto de su vida. El nombre y apellido de Pablo y de Winétt de Rokha fueron legalizados. El documento se encuentra en la Fundación de Rokha. Así, ellos dieron a su descendencia un nuevo apellido con el cual se iniciaría “la Familia de Rokha”. Celebramos con un relámpago espiritual, el renacimiento a 120 años, en el siglo XXI de una obra grande y comprometida, sentida y vivida por un héroe de la poesía. Un artista, que hoy más que nunca, está en la mente de su pueblo y sus descendientes, espaldado y protegido por la Fundación de Rokha, que se ocupa de honrarlo, difundiendo su legado, dando a conocer su genio a través de sus escritos y los recuerdos imborrables de su gran ternura y generosidad que dejó en nosotros. Desde el día aciago de su suicidio hemos asistido a un parcial oscurecimiento y desconocimiento injustificable del poeta que más fielmente representó a los humildes de su tiempo y de su tierra Chilena, dando a conocer y defendiendo con su afilada y certera pluma a su pueblo. “El peón, el más horrible de los humillados y los ofendidos del mundo” (“Clase media, servidumbre, burocracia” N° 16, R. Multitud. abril 1939) Decir que se ama al pueblo puede ser una figura literaria destinada a proteger intereses propios, pero hacer de su vida y obra una defensa irrestricta de su gente es una acción, una valiente determinación, que afectó toda su vida y la de su familia. No fue buscando el éxito que escribió y publicó su extensa obra, él sabía que era grande, pero necesitaba ser leído y reconocido, porque su poesía fue una denuncia bella y trágica. De mil arteras formas había que acallarlo. Muy joven, en sus versos de “Sátira” repudia todo lo sucio y mentiroso de la sociedad de su tiempo. Quizás ahí comienza el martirologio. En las Advertencias del inicio, dice: “Posiblemente amigos míos, este apóstrofe tenga para mí solo un valor: el valor de un purgante. He querido arrojar de mi cuerpo las secreciones biliosas y he escrito, he compuesto una sátira


espeluznante. Acaso también sea esta una obra de higiene social”. En otra de sus partes dice: “Soy profundamente patriota, y pienso que todo buen chileno está en la obligación de corregir, en la medida de sus fuerzas, las desviaciones enfermizas o absurdas de sus conciudadanos”. “Y voy a terminar copiando la frase de un ilustre filósofo nuestro que vistió, durante algún tiempo El uniforme de guardián del orden público <al que le venga el sayo que se lo ponga>” La verdad siempre ha estado encubierta en todos los ámbitos, paradojalmente, la gente le teme a la verdad, porque detrás de ella está la mentira que los seres humanos han sostenido por siglos. “Sátira” desató un ola de resentimientos, de ahí surgieron muchos enemigos que se pusieron el sayo. Comenzó a ser perseguido por todos aquellos que fueron educados en la mentira y como la mentira esconde tantas verdades sofocadas, hubo de lidiar con enemigos, escondidos en las sombras, donde se gesta la traición. “El caso Neruda” no quiso dejarlo a la formulación errónea de sus detractores del futuro y escribió su obra “Neruda y Yo”, desenmascarando a él y sus “secuaces”, que se confabularon en su contra, la de su familia y los intelectuales “débiles” cercanos a él, que cayeron en una red de embustes. Ese libro seguramente tuvo una incidencia decisiva en la conducta del partido comunista, contra de Rokha, aunque ya, hacía tiempo que le temían, por lo que cerraron filas con Neruda. Fiel a su militancia, creía en la verdad de su partido. Pablo de Rokha “El grande” los justificó, a pesar de todas las vacilaciones que en relación a él, expresaron. Esta obra veraz, justiciera y castigadora dejó el poeta al juicio de sus lectores de hoy. Como ustedes Rokhianos del siglo xxi saben, Neruda no era un poeta desvalido, él había escalado con talento y solicitud hacia las esferas donde se resolvían los asuntos del poder político económico y literario. Con su influencia y la de sus amigos editorialistas cerraron sus puertas a una obra creciente y grandiosa como era la de Pablo de Rokha. El poder de suprimir y silenciar, lo ostentaban las familias tradicionales, “los frailucos y los cuicos” y los ricos, que son los cuicos.

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De “Sátira”: Si por negar a Chile os grité: ¡miserables! Ahora os doy la razón; Chile no pare cuicos”… En el artículo “Grandezas y miserias de la literatura” de 1943, en la “Revista Multitud”, creada por él y Winétt, dice: “¿Qué le ha acontecido, siempre, en Chile, al escritor auténtico?, al escritor auténtico, no le ha acontecido nada, nada menos que ser un escritor auténtico de oficio y categoría, un escritor, al cual, por ser un escritor de oficio y categoría, lo acusan y lo reniegan y lo difaman, y lo calumnian precisamente, los simuladores y el mistificador de la literatura”. “Creamos con nuestro talento, líderes, que nos estafan y héroes que nos engañan, encaramándose al poder público, desde la tribuna popular que nosotros les montamos, y traicionando las doctrinas que juraron, después de enriquecerse a costillas nuestras, nos difaman o nos calumnian, en función de la ingenuidad trascendental que nos distingue”. (Grandezas y miserias…) “Sé que estoy tallando pasión en carne viva, removiendo los sedimentos y el rencor de los resentidos, lo sé, y, porque lo sé, lo efectúo, a fin de operar el tumor y evitar que la gangrena social, se transforme en herida vital, incurable”. (Grandezas y miserias…) “Porque soldado de los ejércitos dialécticos y capitán de la palabra humana, el escritor es oído, desde todas las plazas públicas del mundo, estando medio a medio de ellas, crucificado entre dos ladrones: el medio ambiente sacrificador y nefando y la tarea tremenda de crear lenguaje”. (Grandezas y miserias…N° 41, 7 agosto, 1949) “Por eso está sembrado de cruces, de sangre y de espanto, el camino del arte, y hay que superar la locura y la muerte, cuando se tiene, valiente, a la gloria como novia.” (“Dos muertos lanzados a la faz de la república”, N° 47, 18 septiembre, 1943) Cabe señalar que su inscripción de bautismo, ante el cura vicario del pueblo de Licantén Liborio Gómez Solís, se llevó a cabo un día 24 de Octubre de 1894. Dice en el documento: nacido 7 días antes, siete meses antes, en realidad.


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La pasión según de Rokha Felipe Reyes escritor

“Beso tu cabello y tus pies, tus manos, tu vientre y tus muslos, tus uñas, tus pechos frutales, erectos como arbolitos, y torno una y otra vez, allí donde la puerta florida del CIELO se entreabre, golpeando con lirios ardiendo…” Epitalamio, Pablo de Rokha.

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Es 1914. En Talca, el joven Carlos Díaz Loyola navega en lo profundo de sus primeras lecturas –Whitman, Baudelaire, Nietzsche, Poe–, cuando recibe el libro Lo que me dijo el silencio. Curioso de aquel título observa el retrato de su autora: Juana Inés de la Cruz (seudónimo que por aquel entonces utilizaba la joven Luisa Anabalón Sanderson). Absorto, el muchacho repasa detenidamente cada verso, sintiendo que alguien respira cerca de su rostro. “Yo leo, hojeo interesadamente. De repente me hago el dueño de mi alma”. El joven poeta queda maravillado y repasa una y otra vez los versos, y tras un breve intercambio de correspondencia –él le escribe: “La belleza de tus poemas/es la expresión de tu figura”– logran conocerse personalmente. Así, imbuido en un profundo pensamiento, toma una decisión que sorprende a su círculo más íntimo: “Voy a Santiago a casarme con ella”. De esta forma llega a la capital “la sombra terrosa del joven que tenía mirada de decisión, pupilas de familia de desesperados, ojos de oro y una gran voluntad rota que golpea como un garrote”. De Rokha describe así aquel primer encuentro: “Yo estoy ciego por la primera vez frente a mujer alguna, por un resplandor furioso”.

A los siete meses de cortejo y poesía se casan en octubre de 1916, el mismo año en que publica su primer conjunto de poemas, Versos de infancia, en la revista Selva Lírica. Cuenta la leyenda que un día antes de la ceremonia nupcial, De Rokha se cruza con Vicente Huidobro (“El señorito millonario, heredero de la viña Santa Rita (…) jugando a la literatura por lujo ocioso de rico”) y le comunica la noticia: “Mañana me caso con Juana Inés”. Huidobro le contesta: “Y yo mañana viajo a Europa”. “Entonces los dos partimos –exclama De Rokha con tono socarrón–, únicamente que yo voy mucho más lejos”. Pese a las quejas de su padre, que corta los pesos enviados desde el sur, y las amenazas del padre de Luisa –coronel de ejército– de correrlo a punta de balazos, la pasión hace oídos sordos y la decisión ya está tomada. “Ella y yo, nosotros, ya formamos un frente de combate que romperá toda la casa íntegra, porque conmigo entró el huracán, indiscutiblemente”. Luisa acababa de vender sus joyas para financiar la huida. Sus padres, ignorantes del acontecimiento, desaprueban que su hija criada entre algodones se case con ese sureño de medio pelo.


El pretendiente, por su parte, pone precio a su caballo y montura para recaudar algo más con que marcharse. Pero son delatados y el proyecto abortado. Aun así, la convicción sigue intacta. Finalmente, los dos son echados de sus hogares paternos. “A un racimo de uva nos parecemos, sentados, apretándonos, bajo el sauce del parque forestal”. Este hecho sirve de metáfora para una vida marcada por la exclusión. En su adolescencia, Pablo de Rokha había sido expulsado del Seminario Conciliar San Pelayo de Talca, y muchos años después lo será de las filas del Partido Comunista de Chile. Y en este largo camino de enfrentamientos, el poeta denunciará hasta el fin de sus días que su obra fue aplastada por una conspiración de silencio. Pero ya no estaba solo, y “Juntos para siempre” se transforma en su bandera de lucha. “Los dos estamos maravillados de querernos y la ausencia que abarca el espacio de la noche, la llenamos de cartas que leemos mientras corremos como recuerdos a la primera cita del día”. Así, fundarán su propio lugar, su familia, su historia, su mitología. Comerán, en muebles hechos por ellos mismos, los frutos de su propio huerto. Editarán y venderán ellos mismos sus libros y revistas.

Si la expulsión crea un vacío, los de Rokha lo llenan de poesía y de hijos –que suman nueve–, y de amigos y compañeros que se integran a un clan donde el único faro que guía tiene a Luisa y a Pablo iluminando la ruta. Lealtad a toda prueba, como requisito único y absoluto. Compadres que no destiñan al momento de disfrutar de una cabeza de chancho con longanizas, para luego bajar un chuico de vino, todo al ritmo de una cueca y a la sombra de un parrón. Pero Luisa ya no es la niña mimada del coronel Anabalón. Ahora es Winétt de Rokha, la poeta impregnada de aires vanguardistas, la que polemiza con Witold Gombrowicz sobre el papel del artista; la que en sus textos reivindica a Rosa Luxemburgo. Ella será el centro del hogar, el pie de apoyo en todas las aventuras y desventuras del patriarca. La compañera de ideas. “Nosotros nos tenemos a nosotros”, declara de Rokha, y marchan de pueblo en pueblo, por pensiones y hoteles de provincia, amándose siempre. Él no deja de maravillarse por esta mujer de “mirada grande y pies pequeños como besos”, con “pelo de sombra y talle vibrante”, de voz “cargada de pisadas de sueño”.

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Winétt no será solamente la musa inspiradora, ella dará sentido y fuerza a su existencia. A ella también estarán dedicados los casi cuarenta libros del poeta. En ellos, Winétt encarna el cosmos, la revolución social, la naturaleza, y todas las formas posibles de la belleza. Alrededor del astro mayor –Pablo y Winétt– giran los satélites del clan de Rokha, ese apodo infantil que el poeta asumió para toda la vida. Una marca que también quedó tatuada a fuego en cada uno de sus hijos. La historia del seudónimo se remonta a sus días en el Seminario, cuando un grupo de compañeros lo bautiza como “el amigo piedra” en alusión a su lugar de nacimiento, Licantén, que en lengua Mapuche quiere decir “tierra de hombres de piedra”. A bordo de su viejo Buick amarillo, Pablo de Rokha recorre los pueblos vendiendo libros, paltas o cuadros con su Smith & Wesson calibre 44 al cinto. Espera llegar pronto a su hogar y beber vino con frutillas observando el único cuadro colgado en las paredes de la sala: un retrato de Winétt y él pintado por su amigo Paschín Bustamante. Jorge Teillier en su poema Treinta años después (Muertes y maravillas, 1971), recuerda un casual encuentro con de Rokha en su recorrido de vendedor viajero: “En el verano

de 1958 lo acompañé a vender libros por la provincia de Cautín. Su padre, inspector de vialidad, invitó a comer perdices en escabeche. En Nueva Imperial cambió su libro “Acero de invierno” por un par de zapatos”. Junto a trabajar en su obra, el poeta se hace un tiempo para sus artículos en el diario La Opinión, y para editar su revista Multitud –“revista del pueblo y la alta cultura”, que contaba con avisos hasta del Cementerio General: “Una gran metrópolis necesita una gran necrópolis”, y que apareció con interrupciones desde 1939 hasta 1963–, sin dejar de lado la actividad política. Su corazón alcanzaba de sobra para encontrarse a solas con dos tipos en un oscuro callejón y, sin el menor temor, enfrentarlos. “Yo poseo la hombría de enfrentarme a hachazos o a balazos a cualquiera situación…”. Conocido es su combate a dos bandas con Huidobro y Neruda. Aunque el round de fondo era entre los dos Pablos. “Me imitó hasta el nombre”, declara de Rokha, quien consideraba a Neruda un plagiador como poeta y un farsante en el plano político. “Neruda es un Gran señor que mueve hujieres con dinero y con poder político (…), actor e histrión, persona de careta con angustia, parece que estuviese forjada con la goma lluviosa de las carroñas, y está, por eso, hinchado” (Neruda y yo, 1954).


Cuenta la leyenda que el origen del lío entre ambos sería de faldas. El autor de Crepusculario pretendía a Helena, una de las hermanas menores de Pablo de Rokha. Las intenciones del joven vate se vieron frustradas por don José Ignacio Díaz, padre severo que dirigió el destino sentimental de sus hijas, las que finalmente terminaron solteras. La pareja Pablo–Winétt estaba fuertemente fusionada. El poeta hablaba con tremendo orgullo de sus hijos, algunos dedicados como ellos al arte: Carlos el poeta, Pablo el cineasta, los pintores Lukó y José, y se refiere a ambos como el “padre líder y la madre prócer”. Para de Rokha, la pareja lo sitúa en el mundo. Para él no existe otra forma de vida. Ese faro que guía es plenitud y experiencia compartida, es caminar de a dos, y desde ahí observa el mundo. Así surgen poemas como “Obsesión del matrimonio provinciano” o “Soy el hombre casado” (de U, 1926). Ahora, la soledad es una marca del pasado, cuando él no se llamaba de Rokha ni ella Winétt, ni vivían en una casa levantada por ellos mismos en la calle Valladolid 106, en La Reina. Ese tiempo brumoso en que no había entrado a su vida la mujer descrita en sus poemas con mayúscula (la “idolatrada”, a la que quiere “esculpir a besos”, la mujer “clara y franca como el agua”) quedo atrás, y la familia es el

escudo que lo protege y alienta en su lucha permanente. Pero en ese andar de comunión perfecta surge una grieta difícil de restaurar. A mediados de los años treinta, en plena efervescencia de su actividad política, poética y periodística, el vate es cautivado por una veinteañera ecuatoriana, Magda Cazone, esposa de un importante dirigente comunista alemán por entonces de visita en Chile. El affaire es breve, no pasa de los veinte días. El poeta enamorado se maravilla por la juventud y belleza de la ecuatoriana. El hecho llega a oídos de Winétt por boca del mismo esposo traicionado. El duro golpe la sumerge en una pena profunda y pasa los días encerrada en su habitación. Los cuestionamientos por el infortunio amoroso se hacen sentir desde su esposa a su partido. Pero de Rokha no le debe explicaciones a nadie, salvo a Winétt, entonces escribe: “Su corazón está herido. Yo escarbo mi ser rugiente y comprendo que he errado, que me he equivocado por primera vez y la estoy pagando muy caro”. De Rokha arrastra su pena entre los perros, las gallinas, los patos y los gatos de la casa. El dolor de Winétt abre paso a un fantasma que quiere instalarse en el hogar de los de Rokha: el suicidio. Esa pesada sombra que azotara al clan en una zaga maldita. Después de la tormenta una lenta calma vuelva al hogar. La casa se vuelve a llenar de poemas, reuniones,

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y el patriarca, con o sin partido, sigue defendiendo sus ideas y colabora con el Frente Popular que gana las elecciones presidenciales de 1938. Las andanzas amorosas del poeta son apenas un ingrato recuerdo de la intensa vida en común. A mitad de los años cuarenta, el gobierno de Juan Antonio Ríos lo nombra embajador cultural, y junto a Winétt recorre América Latina. Asumido Gabriel González Videla y su posterior voltereta contra los comunistas –la llamada “Ley maldita”–, de Rokha renuncia a su cargo y decide quedarse algún tiempo en Córdoba, Argentina, y el clan se ramifica a ambos lados de los Andes. De vuelta en Santiago, en 1949, de Rokha publica Arenga sobre el arte, y se reivindica con su musa: “Tú, que viviste siempre conmigo en el corazón de la tragedia”. Pero Winétt ha regresado enferma y no da señales de reponerse. Un rebelde cáncer succiona con sus escuálidas energías. Así, el pilar del poeta fallece en 1951, y de Rokha se desmorona. Son años de fría soledad. El viudo inconsolable se encarga de grabar en la lapida de su amada: “Aquí duerme y crece para siempre la más hermosa flor de los jardines del mundo”. Y sigue la catástrofe: en 1962 se suicida Carlos, su hijo poeta –“el sello del genio de Winétt te persiguió, como una gran águila de fuego,

desde la cuna a la tumba, pero no te influyó, porque no te influyó nadie, encima del mundo. Perdóname el haberte dado la vida” (Carta perdida a Carlos de Rokha, 1965) –y el hombre impenetrable trata, con las pocas fuerzas que le quedan, sostenerse del recuerdo, dialogar en la penumbra con su compañera de lucha en las vacías habitaciones de la casa. “Y un pájaro de pólvora canta en mis manos tremendas y honorables”. El desconsuelo es total y nada lo atenúa. Ni siquiera el Premio Nacional de Literatura otorgado en 1965, cuando –según sus propias palabras– “ya es demasiado tarde para todo”. Lo que sigue es oscuridad y vacío. El corazón del poeta se contrae como un puño cerrado, con rabia y desesperación. “Winétt /voy a golpear la eternidad con la cacha de mi revólver”. La mañana del diez de septiembre de 1968, el “macho anciano” detiene el aluvión de pena y tragedia con el sonido seco y certero de su Smith & Wesson calibre 44; el mismo que cuatro meses atrás se había llevado a la boca su hijo Pablo. Silencio total, bienvenida la leyenda.


©Máximo Campos

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El proyecto teórico y crítico de Pablo de Rokha Ricardo Ferrada académico, doctor en estudios americanos universidad de santiago

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Es sabido que a comienzos del siglo XX, el ideario de nuevas estéticas y el sentido crítico hacia la modernidad europea tuvo como soporte no sólo la llamada obra de arte en sentido estricto, antes bien, encontró una forma textual propicia en el declarado “manifiesto”, donde se explicitaban los principios que sostendrían el colectivo que los generó. Aquí son claramente referenciales los diversos “ismos”, lo cual daría ocasión para hablar de la “época de los manifiestos”, que más allá de las ideas, instalaron las grandes transformaciones artísticas del siglo pasado, cuya proyección es inevitable observar incluso en épocas actuales. Hablamos del Futurismo, pasando por el Cubismo, el Dadá y su anclaje en el Surrealismo en sus múltiples variaciones. La historiografía literaria referida al primer tercio del siglo XX en Latinoamérica muestra un proceso similar, donde se evidencia que gran parte de los países del continente tuvieron movimientos que declararon sus principios, materializados en documentos que canalizaron, principalmente, mediante la publicación de revistas oficiales que identificaban a sus proponentes. En la perspectiva de un proceso modernizador de la región, este hecho se puede relacionar con el fenómeno de “apropiación” cultural, afín a los planteamientos de Roger Chartier (1999) y de Bernardo Subercaseaux (2004), por cuanto obedece a una intención de canalizar componentes de las vanguardias europeas con un sentido latinoamericanista, superando la idea de imitación propia del modernismo dariano, en orden a romper la hegemonía de una escuela para transformar así nuestro sistema literario. Este hecho, en definitiva, significó entrar al mundo cultural contemporáneo, vehiculado mediante la conexión con el mundo externo y la simultaneidad de los cambios formales propiciados por la estética vanguardista aunque, a decir verdad, más bien de modo asincrónico en los diversos países donde se produjo ese quiebre o ruptura de la tradición. Es imprescindible recordar que en el espacio cultural y literario latinoamericano, los textos con planteamientos teóricos de orden estético-literario constituyen una modalidad fundacional. En tal sentido, mediante ellos, los artistas e intelectuales propusieron líneas o directrices que orientarían las prácticas de escritura, asimismo, logran explicitar el fondo o perspectiva desde la cual se instala el discurso literario y el efecto que se quiere obtener.


Pablo de Rokha tuvo una presencia activa en ese proceso. De hecho, en su producción se advierte el diseño de una poética propia que actualiza en su proceso de escritura; no obstante, esa afirmación que a esta altura es inobjetable, hay textos suyos de carácter autónomo o intencionados, en orden a proponer e instalar una teoría estético–literaria, y que desarrolló en el marco de su actividad como artista e intelectual comprometido con la realidad, en que hace converger la tradición popular y la vanguardia. La marca de una opción artística, basada en una reflexión teórica propia, de Rokha la fue desarrollando en distintos momentos. Este es un aspecto que los estudios dedicados a su obra –salvo excepciones–, aluden ocasionalmente. En este sentido, la crítica sobre de Rokha, anterior a los actuales estudios literarios, realiza un análisis desde la naturaleza de su personalidad más que de la profundidad de sus escritos. Esto se debe a su carácter transgresor que se expresa en su producción poética, un rasgo que permite caracterizarla como vanguardista, o la imagen de un intelectual franco y directo en sus juicios, aspecto que generó rechazo o su marginación de los círculos críticos. Así, inicialmente, pueden mencionarse aquí su “Canto de la fórmula estética” (en Ecuación, 1929), además de “Estimativa y método”, que usó en la introducción a los poemas con los cuales colaboró en la polémica Antología de poesía chilena nueva (1935), publicada por Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim. Luego, sus textos reflexivos y críticos que publicara en Multitud desde 1939 en adelante, como su “Teoría de la diatriba” (Volumen 1). En esa serie, continúa su Morfología del Espanto (), donde incorpora su “Teoría del arte proletario”, con una clara referencia ideológico-política de inspiración marxista. No obstante la radicalidad de esos textos, alcanza una significación distinta su Arenga sobre el arte (1949), un libro gestado hacia 1947, y que no obstante haber fracasado en publicarlo ese año, con situaciones muy encontradas, finalmente apareció por Editorial Multitud, luego de su viaje por diversos países latinoamericanos.

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El libro incluye teoría estética, con su idea de crear una “épica social americana”; también incorporó poesía propia (Carta magna de América) y de Winétt de Rokha (El valle pierde su atmósfera). En la Arenga sobre el arte aparecen ensayos en los cuales es posible encontrar diversas temáticas, que van articulando el libro como un discurso sobre el hombre, la sociedad, la política, la historia, en la perspectiva de una interpretación artística de la realidad. Así, en la sección “La Gran Batalla por la Forma: Contenido y Continente”, señala: “La historia da la materia social y el artista da la forma”, en que subyace su declarada militancia marxista. Luego, en el epígrafe que reproduce sus propias palabras y que introduce su texto “Terror– Sueño–Dolor–Mito–Amo–Verso” 1944 expresa: “El artista idealista afirma la mentira de que él origina el contenido en función de la forma, y el artista materialista afirma la verdad marxista de que él origina la forma en función del contenido; el primero se evade de la realidad y la calumnia; el segundo la penetra, la transforma, la sublima humanizándola”. 22 |

La palabra mayor de su teoría se origina en su intento por superar la estética del “arte por el arte”, además de contraponerse a todos los movimientos e ideologías vigentes en su época. En ese contexto es que propone la imagen del gran poeta contemporáneo, impulsada desde el sentido del canto popular heroico, procurando la “conquista de lo clásico” en lo contemporáneo. Por eso expresa “hacemos una gran épica social americana como reflejo y sublimación de América, sin regresar a lo épico-académico”, estableciendo en ello la oposición entre el poeta tradicional (burgués en sus palabras) y la “intervención obrera del poeta”. Desde esa perspectiva, centrándonos en su proyecto, se manifiesta un constante predominio de lo nacional (local) e identitario, pues esta concepción reveladora sostiene la idea de una “acción poética” que expresa la esencia del ser latinoamericano, en tanto constituye un modo de ser, ver y hacer arte, dejando de lado los cánones establecidos de las grandes metrópolis culturales. La orgánica de ese dispositivo intelectual hace posible sostener entonces que la “épica social” constituye una instancia teórica y crítica, que vincula el mundo simbólico con la necesidad de los cambios sociales. Eso implica retomar la tradición del poeta inserto en la realidad, cuya palabra (a)coge las circunstancias del mundo empírico y el lenguaje que identifica el pueblo en su experiencia vital e histórica; por otra parte, de Rokha asume la visión totalizadora de todo proyecto al situarse en los problemas del espacio americano. Por esa misma razón, su propuesta se enmarca en el intento de producir teoría literaria en y desde Latinoamérica, de modo que forma parte de quienes iniciaron ese trayecto; hablamos de Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y José Antonio Portuondo. En razón de ello, sus ideas constituyen entonces un proyecto de acción poética, en el marco de una vanguardia de inspiración popular, la cual hace emerger la presencia de un sujeto activo que afirma la posibilidad de una transformación en la sociedad, considerando diversas variables discursivas e históricas que la tensionan. Es función del escritor entonces –si seguimos a de Rokha–, establecer una conciencia crítica en el lector, en orden a completar el proceso transformador que impulsa la palabra poética.


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El pionero (De Rokha y los movimientos de vanguardia) Daniela Sol Poeta y Magíster en Estudios Latinoamericanos Universidad Nacional Autónoma de México.

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Durante una entrevista en octubre de 1941, André Breton aseveró que los rasgos siguientes continúan siendo esenciales a la actividad surrealista: enajenación de la sensación, exploración profunda del azar objetivo (término usado por los surrealistas para describir las imprevistas y aparentemente ilógicas fuerzas que controlan la sucesión de acontecimientos) y la gran tradición moderna1. Son estas las características que permanecen en todos los manifiestos, exhibiciones, sesiones de espiritismo, etc. Pero las cualidades que han sobrevivido no son de propiedad exclusiva del surrealismo: ellas son la cristalización de un desarrollo histórico y artístico que, emergiendo a la superficie como una forma de “escapismo” poético, fue y se fue haciendo más y más exigente y evolucionando hacia un nuevo concepto de arte2. El surrealismo, entendido dentro del arte vanguardista, apunta directamente a una experiencia basada en la praxis de la manifestación, de la consigna, del documento, pero jamás de teorías. Asimismo, es necesario mencionar que esta variante estético intelectual marcó los discursos culturales y dio identidad a muchas expresiones propias del entorno americano.

La confluencia de los vanguardismos europeos con el medio cultural latinoamericano produce una literatura con caracteres diferenciados –no un simple reflejo de corrientes ajenas y trasplantadas– y debe estudiarse dentro de un proceso literario latinoamericano, estableciéndose, como dice Nelson Osorio, las particularidades que le dan un rostro propio y lo naturalizan culturalmente en Hispanoamérica, aquello que le da propiedad como hecho integrante de nuestra realidad y de su evolución3.

Particularmente en Chile, el movimiento surrealista por excelencia es La Mandrágora, constelación de poetas que fue capaz de crear un lenguaje donde predominan imágenes de gran plasticidad, ayudando a redescubrir la fantasía y la imaginación como territorios importantes del poetizar y como fuentes de las cuales nutrir el arte. El grupo La Mandrágora comienza sus actividades hacia el año 1933 y está integrado por los poetas Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, Jorge Cáceres y Teófilo Cid.


Lejos de ser un movimiento aislado, La Mandrágora es una tendencia estética dentro del surrealismo que llegó a tener vinculaciones con grandes poetas y escritores chilenos: Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Gonzalo Rojas, Enrique Lafourcade, Nicanor Parra, José Donoso, Volodia Teiltelboim y Ludwig Zeller, entre otros. Asimismo, lejos de ser un movimiento desconocido, es considerado e incluído por escritores como César Vallejo, Octavio Paz y César Moro, por nombrar a algunos. El movimiento de La Mandrágora aportó con la promoción y revalorización de poetas como Apollinaire, Mallarmé, Breton, muchos de los cuales ellos mismos tradujeron por primera vez en nuestro continente, acercándolos a nuestro ámbito cultural. Pablo de Rokha casi no se relacionó directamente con los movimientos de vanguardia, aunque, como ya lo mencionamos anteriormente, colaboró de varias maneras con Mandrágora y sus publicaciones. En palabras del académico Naín Nómez, Pablo de Rokha escribió una poesía híbrida, impura desde los comienzos y poco aceptada dentro de un canon convencional regido e inspirado en la estética modernista y romántica4. De esta manera, el Poeta se transforma en un rupturista y hacedor de letras nuevas, que irrumpen de manera novedosa, pero también discordante dentro del quehacer cultural chileno. Tan sólo esta característica ya nos permite entender a Pablo de Rokha como un poeta de vanguardia. Sin embargo, aunque no podemos “clasificar” el corpus textus de Pablo de Rokha como surrealista o vanguardista, sí podemos reconocer ciertos elementos presentes en su obra. En Los Gemidos (1922) encontramos de manera más general marcas de estos rechazos al mundo y al arte burgués propuestos por el surrealismo, “incluyendo la contradictoria formación discursiva de desear una escritura total en el montaje de una fragmentación infinita”. En esta obra es posible distinguir ciertos rasgos dadaístas:

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“Nenito, peladito, chucurrito,” así se les dice a las guaguas de meses… él contesta sonriendo, sonriendo: “agu..u..u..” y LOS DOS se conocen ha setenta mil años, por lo menos. En cuanto a imágenes surrealistas como tal, es posible encontrar aspectos como conjunciones de imágenes dispares (reales o irreales) tanto en el tiempo como en el espacio: “Un posible ritmo sobrenatural preside sus actos e imágenes, asombra lo equilibrado de su espíritu, lo equilibrado de su espíritu práctico y romántico, romántico y práctico, devotísimo, cantor de las pequeñas formas cotidianas y al que incendia los huesos el fatal ensueño fatal, la vieja ilusión, la vieja ilusión, la vieja ilusión que viene saliendo de los manicomios con la verdad en un trapito: ama lo lógico en las cosas. el inconmensurable absurdo local de las ideas; es prudente como las golondrinas”7. 26 |

Se trata de una obra de ruptura, tanto por su temática totalizadora como por la nueva visión del mundo que propone. Particularmente en Los Gemidos podemos observar el uso de formas verbales y sintácticas con una apariencia desordenada y caótica, y con imágenes que se reiteran o descontinúan tácitamente. “El texto literario establece relaciones de ruptura, haciendo de la propia escritura una interpretación personal de la vida como totalidad no fragmentada”8. Específicamente, en los siguientes versos, nos encontramos con rasgos como la espontaneidad, lo inmediato, lo aleatorio, la locura, el caos, lo imperfecto, etc.: Señoritas de Octubre, menudas, aromáticas, PALACIOS de AZAR construídos por guaguas geniales según croquis de origen DlVINO, señoritas de Octubre, universos de juguetes, monumentos de juguete, cánticos a la tierra escritos en perfume, miniaturas del cielo, jaulas en donde trinan los pájaros INSERVIBLES, locos de la belleza y el ruiseñor muerto de la nada, rosas, Os beso las pequeñas manos!... 9. La poesía de Pablo de Rokha tiene una complejidad caracterizada por esta especie de “impureza”: esta hibridez, este caos presente en sus poemas. Sin ser surrealista, el Poeta se adelanta a las vanguardias y añade primicias surrealistas centradas en el Yo poético romántico que experimenta sensaciones y reflexiones críticas sobre el mundo contemporáneo. 1 Cfr. Balakian, A., Orígenes Literarios del Surrealismo, Zig Zag, p. 18. 2 Ibíd. 3 Hugo Verani, Las Vanguardias Literarias en Hispanoamérica, FCE., p. 36. 4 Cfr. Nómez, N., Conferencia sobre Pablo de Rokha, Archivo Chile: www.archivochile.com 5 Nómez, N., Escrito en Rokha, Editorial Universidad de Talca, 2013, p. 25. 6 De Rokha, P., Retrato de Mujer en Los Gemidos en www.memoriachilena.cl 7 Ibíd. 8 Nómez, N., Escrito en Rokha, Editorial Universidad de Talca, 2013, p. 27. 9 De Rokha, P., Elogio de las rosas en Los Gemidos en www.memoriachilena.cl


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VISIÓN CONVULSIVA DE PABLO DE ROKHA La mancha trágica de tus cabellos, encarna un mar fascinante y entenebrecido. Winétt de Rokha.

Aldo Alcota poeta surrealista y artista visual

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La furia de la escritura, el seísmo de la sombra, la visión más allá de la visión. Todo eso es Pablo de Rokha. Pablo negro, el que desviste los enigmas y los cubre de un barro noctámbulo a la espera de sonámbulos hambrientos, ansiosos de escuchar su legendario canto. “Su escritura es como una herida siempre abierta, manchada, contaminada, cicatrizada y vuelta a abrir, desde la cual manan tanto las diatribas como los cantos de amor, los odios y los encantos, los rojos violentos de la sangre como los venenos de la oscuridad” escribe Naín Nómez, dedicado durante años al estudio de su obra. El estrépito. La calma. Otra vez el estrépito. De Rokha, montaña en movimiento, domador de una vanguardia pantagruélica, agitador moderno, cripta mineral con su mecanismo profético y automático que alumbra el libro U. Flota un estridentismo en la cazuela chilena; hierve la sangre mientras afuera llueve y “La araña telefónica empuja la esponja cloroformada de los acontecimientos"1. El cruce de imágenes es transportado por trenes, automóviles, aviones y barcos. Van de un lugar a otro como el inquieto Pablo. Él vende sus libros en muchas ciudades de Chile para subsistir. Así da a conocer Multitud, primero Revista del pueblo y la alta cultura y después editorial, importante vía de divulgación de la poética rokhiana. Una forma de andar por los márgenes del ambiente literario y convertir aquella propuesta en leyenda. Para Jorge Teillier todo eso es un milagro.


Una tarde de verano. 1940. En Europa la guerra. En Chile, la fiesta de la poesía. Y el desafío a duelo del coloso Pablo al grupo surrealista La Mandrágora. Gómez-Correa, Arenas, Cid y Cáceres enfadan al autor de Los Gemidos por una controversia sobre si la novela El tutú, firmada bajo el seudónimo de una tal Princesa Safo, es autoría de Remy de Gourmont o León Genonceaux. Los mandragóricos defienden al primero y De Rokha al segundo. La discusión ocurre en el patio de una casa rojo saturno, cerca de Melipilla. Ninguna de las partes llega a un acuerdo tras la acalorada dialéctica.

El sol rompía sus ráfagas de luz en el parrón del patio. Las uvas tenían el brillo de las estrellas. Pablo de Rokha: Bueno, veo que la defensa hacia el señor Gourmont es incondicional. ¡Me parece una sandez! Nuestros puntos de vista son muy distintos. ¡Las antípodas! Creo que lo mejor será solucionar esta polémica con un duelo. Como debe ser. Uno de ustedes representará al grupo en este reto. Usaremos revólveres para consumarlo. Y ahora les invito a quedarse y comer juntos. ¡Mañana será el duelo a mediodía, aquí mismo, y mañana será otro día! Además es buena hora para ejecutar este desafío en beneficio de la literatura. ¡A comer! ¡Nadie se va de aquí sin antes probar unos suculentos platos! (en ese instante pasa un objeto no identificado por el cielo). 3:31 hrs. Todos disfrutan de los pavos cebados, la codorniz asada, las empanadas picantes y las sopaipillas. Por supuesto, no faltó el buen vino, la chicha proveniente de tinaja y la limonada. La conversación entre De Rokha y los surrealistas decanta en describir los sueños que había tenido cada uno la noche anterior y en el posible viaje de Víctor Brauner a Sudamérica. Al final la idea de duelo se diluye con el transcurso del día. Los comensales brindan por la fraternidad, el misterio, la revuelta y por algo que los une más aún: la rivalidad con Neruda.

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Coro de mandragóricos: ¡Todo el poder de La Mandrágora! Pablo de Rokha: Gemido de animal feroz enamorado, este “cantar de cantares”, la eterna canción que nos enseñó alguien en los primeros tiempos y aún cantamos… 2

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Existe un Surrealismo volcánico en los ojos del ídolo de granito. Escritura monumental, desbordante, emparentando con Lezama Lima y su intenso flamboyant. Rojizo banquete y el paladar otorga una cadencia que incita un baile de enamoradas bestias, engendradas en bibliotecas.

efigies hispanoamericanas frente al vuelo del cometa de Alejandría.

MONTAÑAS. En Valencia, España, se realiza en 2011 un homenaje al poeta en Kafcafé y se proyecta el documental Pablo de Rokha. El amigo piedra. En Madrid se venden sus obras en la Librería Iberoamericana. Waldo Rojas me habla de las jornadas internacionales sobre De Rokha en Poitiers, mientras nos ampara una parisina terraza de café. En el Barrio Gótico de Barcelona he visto a una pareja de jóvenes sentados en un banco y leer U. Ella tiene un cierto aire a Patti Smith. Él tiene un rostro parecido a Allen Ginsberg. Imagino encontrarme con más lectores rokhianos en calles de Marsella, Roma o Stuttgart.

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* El poeta norteamericano Charles Bernstein apela que “la poesía es como un desmayo, con esta diferencia: te devuelve el sentido”. Eso pasa cuando se lee a De Rokha: uno cae ensimismado hacia una gran oquedad espacial y regresa repentinamente tras escuchar una fuerte borrasca de un rito iluminado, enraizado en perdurables palabras, sobrevivientes a épocas venideras. Convulsión.

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No cesa de llover en el Mediterráneo y se oyen más truenos.

Valencia, 30 de septiembre de 2014

1 De U, Editorial Nascimento, 1926, Santiago de Chile. Mientras escribo este pie de página, llueve en el Mediterráneo. No para de llover. Se escuchan truenos. Me acuerdo de unos versos de Canto del macho anciano: “Está lloviendo, está lloviendo, está lloviendo, / ojalá siempre esté lloviendo, esté lloviendo siempre y el vendaval desenfrenado / que soy íntegro se asocie, / a la personalidad popular del huracán!”. Me entero que Jorge Muzam, escritor de San Antonio, publicó hace un tiempo atrás un ensayo titulado Pablo de Rokha, El patriarca olvidado de la poesía americana. Este texto apareció en la Revista Independiente de Cultura Hispanoamericana Palabra Abierta y ahora se puede leer digitalizado en Issuu. Sigue lloviendo. La calle. El pavimento mojado. El agua. La memoria. El agua otra vez. Cristalina. Limpia todo olvido. Un trueno. 2 De Los Gemidos, LOM Ediciones, 1992, Santiago de Chile. Amor por Winétt. Amor por la poesía. El brindis con los oníricos argonautas que nacieron en Talca, La Serena, Cautín y Santiago. Años más tarde, Carlos de Rokha, hijo rokhiano, sería una de las víctimas de La Mandrágora y gran aliado del Surrealismo. El poeta órfico, como dice Leonardo Sanhueza, o “surrealista en estado de naturaleza”, según Enrique Lihn, se lanza desde la cima de un gigante árbol y grita ¡Hágase la tiniebla! Algunos dicen que fue un acto Pánico. Emiliano de Rokha, nieto rokhiano, pinta desde 2010 retratos patafísicos de su tío Carlos.


LO POPULAR EN PABLO DE ROKHA Breve acercamiento Alejandro Lavquén escritor

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Una de las características principales de la poesía de Pablo de Rokha es la fuerza con que resalta el mundo popular en sus aspectos más íntimos, en especial el mundo rural. La vida llevadera en las provincias. “Anhelo ya la antigua plaza de provincia/ y la discusión con los pájaros, el vagabundaje y/ la retreta apolillada en los extramuros”, son versos demostrativos de esta presencia permanente en su espíritu e imaginario poético. En sus libros más importantes este factor es notorio. Entre ellos, Los Gemidos, Escritura de Raimundo Contreras, Epopeyas de las comidas y las bebidas de Chile y Genio del pueblo, sobre todo en este último. Genio del pueblo es un libro que nunca ha sido reeditado ni antologado tras su publicación en 1960. El propio autor definía esta obra como una “epopeya nacional realista”. Se trata de un encuentro, una conversación, entre múltiples personajes de distintos estratos que se interpelan sobre la vida y sus avatares, acerca de la justicia e injusticia de la sociedad. El lenguaje que utiliza el poeta es coloquial y reproduce el habla popular con toda su carga anecdótica, llena de chilenismos y abundantes expresiones irónicas. Divertimento y temas serios se manifiestan desde distintas aristas. El diálogo se construye sobre la base de los más variados temas: política, literatura, amor, historia, la vida en el campo, relaciones humanas, sueños y frustraciones. Las reflexiones acerca de los asuntos tratados van desde intentos de alta filosofía hasta alusiones picarescas y cándidas suposiciones. Es decir, la naturalidad de lo popular en plena distensión. He acá un breve fragmento del poema para hacerse una idea de su desarrollo: El ‘Poruña’ Abdón Madrid: Lo primero es que no les engañen arreglándoles el cuento del divino botón del otro mundo, porque eso es lo mismo, igualmente lo mismo que hacer cazuela de piedras, como echar grasa al fuego para engañar el estómago con el olor a comida, como echar agua a la mar furiosa, como llenarse de humo los bolsillos y de vidrios de botella las carteras, no, hay que vivir directamente, aquí entre el guano de los establos o en su casa con cocina a leña de espino, y no llevarnos como los tontos, “pulsiando” la guitarra lloviendo a pata pelada y con hambre.


Don Salomón Mancilla: Pitando mi cigarro de madrugada, cuando la niebla mañosa echa la manea al día, y mi tocayo don Salomón Alzola remece el ambiente matinal de “La Cisterna” con la canción nacional de los yunques, ni espero ni envidio nunca, no ando contento ni triste, camino, y el crujido de las botas me da la comprensión de que soy hombre. La Rosa Loyola: Bonita es la palabra del compadre Mancilla, pero para eso hay que ser varón, porque nosotras las señoras mujeres, que estamos criando toda la vida, toda la vida miramos las estrellas entre pañales tristes y lágrimas, y sin embargo no renegamos de la vida humana, la abrazamos de parición en parición, y echamos hijos al mundo, que se parece a una gran contienda social de cunas y tumbas que batallan furiosamente entre un fuerte de túneles. Respecto a la estructura del poema, como se puede apreciar, está escrito en forma de diálogo, donde se van incorporando personajes en la medida que el texto avanza, llegando a contabilizarse alrededor de cien. Sobre la estructura del poema, vale la pena resaltar las palabras del propio De Rokha en ese sentido: “No únicamente se escribe poesía cuando se escribe en verso, se escribe poesía cuando se escribe en lenguaje de imágenes y de metáforas”. En este caso, se trata de imágenes y metáforas desde el lenguaje popular, reproduciendo incluso fonéticamente la pronunciación “informal” de las palabras. Muchos de los personajes asumen las posturas y querellas del autor, sus afanes ideológicos y también los de sus contendores. Siempre desde la perspectiva del pueblo, desde aquel entendimiento popular de los sucesos. La identificación de Pablo de Rokha con las costumbres e ideario popular de nuestro pueblo marca toda su obra, universalizando a través de su poesía la diversidad colectiva que surge como particularidad en cada provincia o región de Chile, dando cuenta de oficios, comidas, arquitectura y sentimientos. Sin duda que De Rokha logra interpretar muy bien el sentimiento del pueblo popular, porque no es un observador distante, sino que es parte de él y de su cotidianidad, vivió como tal y lo cantó al mundo.

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©Miguel Ángel Huerta

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©Sebastián Riveros

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Pablo de Rokha en “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”:

UN GRITO DESTEMPLADO DEL PROFUNDO CHILE POPULAR Danielo Maestre periodista y escritor

Este ajiaco de letras está dedicado a uno de los reconocidos portentos de la poesía chilena, quien como tal, presenta varias particularidades en lo referido al hombre de carne y hueso que está detrás de la manoseada guerrilla literaria o de su distintiva brutalidad social. 36 |

Con más de una treintena de libros publicados en vida y otro puñado de ediciones póstumas, se reconoce en el autor de “Los Gemidos” una pluma de sello distintiva de un autor de agudeza y mirada sangrante que no aprendió a callar. En “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”, publicada por primera vez el año 1965, momento en que también el autor recibe el Premio Nacional de Literatura, se encuentran sintetizados muchos de los temas que siempre preocuparon al autor, que en su juventud se hacía llamar el “Amigo Piedra” y que después se transformaría en Pablo de Rokha, protagonizando varias polémicas que con los años lo han ido borrando prácticamente del ideario de nuestra arbitraria poesía nacional. Para nuestros jovenes su nombre es ajeno y en los menores de 50 años reinan los vacíos misteriosos en su extraña biografía. Por ejemplo, poco se dice que él fue el mayor de 19 hermanos de una familia de campo venida a menos o de su militancia comunista o de sus años como Embajador Cultural de Chile en América. Ninguno de los habituales escritores sanguijuelas que viven a expensas de estos monstruos líricos ha fijado su mirada en De Rokha, quizás porque es un poeta que resulta incómodo para la Academia y para las élites sociales y culturales, lo que ha transformado a De Rokha en una postal o un adhesivo. No se ha tenido la voluntad, ni se ha querido hurgar en lo que puede leerse como una voluntad férrea de este autor por reescribir los mitos fundacionales de la chilenidad impuestos por los grupos dominantes, intentando trasladarlos a una épica popular. Ese tópico asoma como gran hilo conductor en “Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile”, donde Pablo de Rokha construye un corpus de identidad nacional a través de la mitificación de elementos cotidianos como son los platos y bebidas, así mismo como la exaltación de personajes, costumbres y lugares del campo chileno, de la cultura popular. Esta labor es desplegada a través de un lenguaje de ensalzamiento exagerado de cuanto es engullido en la cultura rural y popular. Así mismo exalta el universo de los campesinos, los


mineros, los pescadores y de la vida fuera de la ciudad en general, contraponiendo y denostando a las clases altas, que son soslayadas y hasta aludidas peyorativamente en partes del poema. Este punto de vista de la identidad del “bajo mundo chilensis” hace parecer que su obra precisamente tuvo como destinatario a un público socialmente marginado y desvinculado de las grandes ciudades y de su asociado canon literario. Subyace un grito contestatario cercano a la poesía proselitista tan propia del comunismo, pero embelezadas por la idiosincaracia propia de la raíz de un pueblo. Hay cierto desprecio de las clases dominantes que intentan obviar la cultura popular en su visión de la identidad nacional, reemplazándolas por una imagen acartonada más propia de los Huasos Quincheros, carente de alma y espíritu. El poeta reclama para la cultura popular, un rango creativo de la más genuina identidad nacional y reconoce en él la capacidad de vector para sobreponerse a la pobreza, la dominación y a las tendencias marginadoras de la élite y el sistema imperante. Para De Rokha en la cultura popular están presentes las expresiones culturales más relevantes de la chilenidad. Por esta misma razón, la cultura dominante es vista como vacía y junto a ella los estereotipos de la identidad nacional que ésta ha instalado a través de los años. Para esta construcción de universo poético el autor se sirve en este libro de un lenguaje épico que se traduce en una serie de figuras literarias –como son las comparaciones, metáforas, descripciones, hipérboles e hipérbatos– de las comidas y las bebidas populares típicas como la empanada, la cazuela, el chancho en piedra, el asado, la chicha, el vino, el aguardiente, la chupilca, o de la exaltación de personajes rurales anónimos y tipos humanos característicos del temple nacional como el roto y el huaso. Estos personajes se construyen como arquetipos humanos, además, son descritos como seres dionisíacos que constantemente buscan el goce sensual de los sentidos y que por su valentía y esfuerzo, representan al “ser chileno”. Otro tema fundamental en el libro es la descripción detallada de pueblos y lugares recónditos de nuestra geografía a los que se asocian estas comidas, bebidas y personajes con sus costumbres propias. Asoman Antilhue, Traiguén, Mulchén o Hualañé, entre otros. En estos cuadros pintados con chispa y gracia se describen expresiones culturales populares fundamentales de la chilenidad como el rodeo, la cueca, la ramada, la rayuela y la trilla a yeguas.

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“Y la empanadita fritita, picantoncita y la sopaipilla, que en tocino ardiente gimieron, se bendice entre trago y trago, al pie de los pellines del Bío-Bío, en los que se enrolla el trueno con anchos látigos, pero nunca la iguala a la paloma torcaz, sabroseada en los rastrojos de julio, en la humedad incondicional de tal época, entre fogatas y tortillas, tomando en la bota de cazador esos enormes vinos que huelen a pólvora y a amistad o al zorzal tamaño del viñedo, que es el puñal agrario del lamento, cazado entre los pámpanos santos, como un ladrón del vecindario campesino…”

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La carnavalización de la vida corriente, se evidencian en el poema cuando se evocan principalmente las costumbres, ceremonias y pasatiempos del mundo rural. Así vemos como una tradicional ceremonia de pesar y conmoción, como es un entierro, en la poesía rokhiana termina en fiesta y tomatera, aludiendo a la costumbre campesina y en donde el vino, como elemento simbólico de lo dionisíaco, es fundamental. Se toma en memoria del muerto, por la salud de la viuda y los niños, por los tiempos pasados y los recuerdos, por la comadre y por todos los muertos del lugar. “Cuando un “cristiano” de Rauco se muere, lo primero que debe hacerse es tomarse un taco bien largo de asoleado, y enviar a la familia una gran cabeza de chancho para el velorio, ir a visitar a los compadres del difunto e ir tomando y tomando por el finado, suspirar mirando las vigas penosas de la casa, tomando a la tuncana, por la salud de la viuda y los niños, por los tiempos pasados y los recuerdos más añejos que el añejo, por la comadre, tomando por todos los muertos del lugar, añorándolos, entre trago y trago.”

En este magnífico poemario prosaico, todo es parte de un entorno carnavalesco: “la chicha suspira y brama”, “la empanada se bendice entre trago y trago”, “los patos están borrachos”, “los erizos se saborean como a una chicuela de quince abriles”, “los cabritos se divierten alegremente”, “el año está borracho”, “los huasos remuelen”, “los empleados públicos se atoran con agua ardiente”, “la sandía estará abierta, como huasa sin calzones”. Todo se traduce en imágenes que evocan lo carnavalesco renacentista. El carnavalismo rokhiano y el renacentismo francés comparten la misma esencia –el desenfreno– y en algunos casos, las mismas prácticas carnales. Epopeya de las comidas y bebidas en Chile puede interpretarse casi como un libro de sociología antropológica de la chilenidad y del corpus constitutivo de personajes que la habitan. Esta es una invitación abierta a recorrernos como nación, a conocer nuestras particularidades de proveniencia popular y a dejar de reducir a este poeta extraordinario a una estúpida estampa donde prima la brutalidad del gesto o su enconada enemistad con Neruda y devolverle el sitial que merece en la poesía chilena con mayúscula como el justo reconocimiento que se le da con silencio a un chinchinero maldito que gimió y danzó un extraño ritual para intentar vencer a la inexorable desgracia de haber sobrevivido a casi toda su familia, particularmente a su amada esposa Winétt y su hijo Carlos, ambos también destacados y olvidados poetas, que con su muerte no hicieron más que cargar de pólvora el revólver que cegó el ruido tormentoso de su parpadear.


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