Los mamuts de Matilda

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UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA – UNAD ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES, ARTES Y HUMANIDADES PROGRAMA DE PSICOLOGÍA

PARADIGMAS DE INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA.

Diana Marcela Peña de Bolívar. Número de grupo Grupo: 403023_148

CEAD: José Acevedo y Gómez.

Bogotá, D. C. Mayo 27 de 2017


“Tienes razón hijo, el odio todo ha cambiado. Los piones se fueron lejos, el surco está abandonado. A mí ya me faltan fuerzas, me pesa tanto el arado Y tú eres tan solo un niño pa´ sacar arriba el rancho.” A quién engañas abuelo. Arnulfo Briceño.

Los mamuts de Matilda.

Matilda, una niña con bastante imaginación y muy inquieta por conocer el mundo que la rodea, vivía en una vereda muy lejana, con casas muy distantes unas de otras, en un lugar en el que se podía disfrutar de un paisaje maravilloso. Aquella niña tenía un particular gusto por la naturaleza, en especial por las flores, razón por la cual su casa tenía un jardín enorme y muy florido. Una tarde, mientras se encontraba regando las plantas en compañía de su madre, Matilda pregunta: —Mamá ¿Las plantas sienten? —Mamá ¿Cómo se extinguieron los mamuts, esos animales de la película La Era de Hielo?— La madre mira con sorpresa a su hija e incapaz de contestar, vienen a su memoria las innumerables ocasiones en que los interrogantes de la niña la han dejado sin palabras. En ese instante recuerda que los niños de la vereda sólo pueden cursar hasta noveno grado, porque la escuelita del pueblo cuenta con pocos profesores. Luego de días de reflexión, la mamá de Matilda, consciente del interés de la niña por avanzar en sus estudios, decide que una vez finalizado su noveno grado, enviará a su hija a estudiar a la capital, aun cuando

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esto represente separarla de sus amigas y familiares, así como de un gran sacrificio económico. Sabedora de la decisión, Matilda se siente indecisa, ya que por una parte reconoce que su vida junto a sus compañeritas es sencilla y feliz, pero entiende que si desea aprender debe ir a otro lugar. —Tengo miedo, ¿Cómo será mi vida lejos de casa? — pregunta. —Hija mía, es una gran oportunidad para incrementar tus conocimientos, para que a tu regreso le puedas servir a tu comunidad— respondió la madre. Una vez finalizado el año lectivo, la madre de Matilda organiza un almuerzo de despedida e invita algunos de sus compañeritos de la escuela, entre ellos a sus dos mejores amigas Rosalba y Victoria. La primera se ve triste por el viaje de su amiga. — ¿Qué te pasa?— le pregunta Victoria —Siento mariposas en el estómago—respondió Rosalba—. Pero tú te ves muy tranquila. —Sí, estoy feliz por el viaje de mi amiguita. Ella podrá conocer otros lugares y vendrá para contarnos sus experiencias. ¿No te parece muy chévere? Cuando Matilda escucho el dialogo entre sus amigas, se dio cuenta que ante una misma situación, las personas reaccionan de manera diferente: una con nerviosismo, otra con felicidad y ella con ansiedad. Esto le hizo comprender que, en la medida en que se hacía mayor, sus inquietudes acerca de su propia existencia y de la estructura de todos los seres vivos que la rodeaban, crecían. Por este motivo, Matilda se comprometió a estar en 2


contacto con sus amigas, a mantenerlas al tanto de los nuevos conocimientos adquiridos en la capital. — ¡Qué bueno!—gritaron al unísono Rosalba y Victoria. Al culminar sus estudios secundarios, Matilda se sentía atraída por la Biología, en particular por el funcionamiento del cerebro, pues había leído que era la máquina más sofistica que existía en la tierra. Le intrigaba también la relación que existía entre las emociones y el cuerpo, sobre todo cuando recordaba el día de la despedida con sus amigas, el nerviosismo de Rosalba y la felicidad de Victoria. Decidió entonces, que no se arredraría por las complejidades de la mente humana, y que lucharía contra viento y marea por estudiar Psicología, ese sería su objetivo por los próximos años. Entre tanto en el pueblo, Rosalba y Victoria continuaban cuestionando todo, incluso su propia existencia. Cuando Matilda ya se encontraba cursando su carrera, fue a pasar una temporada con su familia y amigos; todos estaban felices de tenerla de nuevo en casa. En las tardes se reunían en la quebrada, en donde Matilda y sus estudios superiores eran el centro de atención. —Háblanos un poco sobre lo qué estudias, ¿Está bien?—pregunto Victoria. —Está bien, pero empecemos por el principio— respondió entusiasmada Matilda, —la Psicología es la Ciencia que estudia la conducta humana. — ¡Despacio, despacio, que es eso de Ciencia!— Interrumpió Rosalba—. Esa palabreja la he escuchado muchas veces, pero nadie me ha explicado que significa; la maestra nos

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enseñó que gracias a la ciencia, podemos gozar de medicamentos, televisión, Internet y muchos más inventos, ¡Pero cuéntanos acerca de esa dichosa «ciencia»! —Bien Rosalba, la ciencia, o más bien el método científico, utiliza la observación rigurosa y una cuidadosa recolección de datos, para responder a importantes preguntas acerca del mundo que nos rodea. Es un trabajo que requiere de mucha dedicación, pero que produce unos resultados en los que el ser humano puede confiar. — ¿Pero debe existir una forma más fácil? ¿Para qué tanto esfuerzo? — acoto Victoria. —Cierto querida amiga, la ciencia nos es el único método para extraer conclusiones acerca de la conducta humana, también existen: la lógica, la observación informal, las creencias y el sentido común; sin embargo, estos procedimientos hacen pocos esfuerzos por verificar sus ideas y detectar errores. — ¿Entonces la ciencia es infalible? ¿Es cómo la palabra de Dios?— musitó algo sorprendida Victoria. — No, ni mucho menos— se apresuró a comentar Matilda. — Esto no significa que la ciencia tenga la exclusividad de la verdad. — y añadió— Lo que se puede afirmar es que el método científico produce información más confiable y veraz que los análisis informales o la mera especulación. Ante el silencio general, Matilde meditó largamente, « ¿Qué ejemplo les puedo ofrecer?». Luego de unos minutos, retomo su explicación.

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—Bien, han leído o escuchado acerca de Galileo Galilei —pregunto Matilda. Todos afirmaron con un movimiento de cabeza. —Resulta que hasta la aparición de este señor, en siglo XVII, —prosiguió Matilda— se aceptaba que los planetas y el sol giraban alrededor de la tierra en órbitas circulares. Galileo, luego de años de largas observaciones y de estudiar ingentes cantidades de datos, postuló que eran la tierra y los planetas los que giraban alrededor del sol describiendo órbitas elípticas. — ¡Y ahí fue Troya! — comentó risueño uno de los oyentes. — Si es verdad. — corroboró Matilda. — Esto fue literalmente una revolución, pero una revolución pacífica. — Y continuó, colocando una cara seria y un tono de voz fuerte—. Cuando durante un periodo hay un consenso entre la comunidad acerca de cómo enfrentar los problemas existentes, a este acuerdo en la forma de pensar se le denomina PARADIGMA. El auditorio se quedó sin palabras, ya que nunca había escuchado esta palabra. — Un paradigma —continuo Matilda, muy circunspecta—,

puede

definirse

como

el

conjunto de creencias y formas de ver la realidad, que determinan la manera de pensar de una sociedad en un momento determinado de su historia.

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— Acláranos un poco más, por favor, Matilda —imploró Victoria. — Retomemos a Galileo, —dijo Matilda, tratando de disminuir el desconcierto de sus amigos—. Hasta el siglo XVII imperó el paradigma geocéntrico, según el cual el sol y los planetas giraban en órbitas circulares alrededor de la tierra; este paradigma fue incapaz de explicar algunos fenómenos naturales y fue reemplazado por el paradigma heliocéntrico, en el cual la tierra y los demás planetas giran alrededor del sol, describiendo orbitas elípticas. —Y luego de una corta pausa, añadió Matilda, — cuando un paradigma es incapaz de resolver nuevos problemas, entra en crisis y se presenta una revolución científica, en la que el antiguo paradigma es sustituido, total o parcialmente, por uno nuevo incompatible con el anterior. — ¿Y esto mismo ha sucedido en la Psicología?— preguntó Rosalba. — Por supuesto amiga, al ser una ciencia, en la investigación en psicología también han existido cambios de paradigmas, aunque de una forma no tan estrepitosa como en el caso de la astronomía —contestó Matilda. —Toda esa historia es muy ineteresante, Matilda, pero ¿Cómo nos afecta este asunto de la ciencia y de los cambios de paradigma, a quienes no somos científicos, si no humildes campesinos? — interpeló Juan, un avispado muchacho que escuchaba la charla con mucha atención. —Es muy oportuna tu observación Juanito —respondió con agrado Matilda—. La función más importante de la ciencia es buscar la mejora en la calidad de vida de la humanidad y la

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psicología, como una representante de las ciencias sociales, no puede alejarse de este objetivo. —Y añadió, levantando la mano a la manera de un experimentado político—. La complejidad del mundo moderno, de los comportamientos del ciudadano del siglo XXI, obligan a los científicos a buscar formas de enfrentar estos nuevos desafíos, utilizando paradigmas inéditos, que les respondan de una manera apropiada a los interrogantes planteados en la actualidad. —Matilda —preguntó muy seria Rosalba— ¿Será que algún día todos esos avances de la psicología y de sus paradigmas llegaran a nuestro pueblo? Matilda se mantuvo un rato pensativa. Sabía que esta era una pregunta difícil. «No puedo responder con el deseo, debo tratar de ser lo más objetiva posible», se dijo para sus adentros. —Rosalba, —inició Matilda— el campo cada día sufre más abandono; a pesar que acá se encuentran las bases de la vida: el agua, el aire y la alimentación, la inversión y la atención de los gobiernos se centra en las ciudades. Cada día hay más pobreza y menos población rural. Las dificultades sociales y económicas del campesinado son abrumadoras. Pienso, como psicóloga en ciernes, que la psicología debe prestar una mayor atención al estudio de los fenómenos sociales más importantes del sector agrario, utilizando paradigmas que permitan fomentar una psicología rural, para estudiar una buena parte de esa Colombia olvidada. — ¿Qué sucede si todos nos vamos para la ciudad y no queda nadie en el campo? ¿No sería una buena solución? Tendríamos las comodidades de las ciudades y todos tan contentos — se atrevió a decir Victoria. 7


— ¿Recuerdan del mamut peludo y un poco malgeniado que veíamos en la Era de Hielo?— pregunto Matilda—. —Claro que me acuerdo —respondió Juan —se llamaba Manny y era quien guiaba a la manada. —De acuerdo a recientes investigaciones, una de las últimas poblaciones de mamuts se extinguió por falta de agua potable. ¿Quieren escuchar la historia? —preguntó. — ¡Somos todo oídos! — gritó alborozada Rosalba. Luego de un leve carraspeo, continuó Matilda. — La desaparición de estos animales primitivos coincidió con un descenso en las fuentes de agua potable debido al aumento del nivel del mar y a un clima cada vez más seco. El incremento en el nivel del mar trajo consigo una drástica reducción del tamaño de la isla. De esta forma, los mamuts se agruparon entorno a los pequeños suministros de agua, se bañaron, defecaron y orinaron cerca de los únicos pozos que quedaban y al pisotear la vegetación, estos gigantes de la Edad de Hielo, aceleraron la erosión que más tarde acabó con el suministro de agua. La falta de agua potable fue probablemente la causa de la extinción de esta población de mamuts que habitaban en una isla del Ártico. — ¡Esto mismo le puede suceder a la humanidad si permite que las condiciones en las zonas rurales se deterioren más! La calidad de vida de las grandes urbes depende del bienestar del campo y de sus habitantes— fue el comentario final de Victoria.

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