EL VIENTRE DEL ARQUITECTO. QUÉDATE EN CASA Quédate en casa significa cosas muy diferentes según la casa. Sin dejar Colombia, me envían mis amigos un estudio en el que se habla de la gran proporción de colombianos que están confinados en viviendas deficientes (la Web La silla vacía cifra en 15.5 M los hogares deficientes, muchos de ellos de autoconstrucción, tanto en medio rural, como en la ciudad. Y, quien dice Colombia, dice también tantas ciudades latinoamericanas (y también europeas). Ciertamente, no es lo mismo, estar confinados en una casa con jardín y vistas al mar, en un piso del Ensanche de Barcelona de davants i darreres (en los que todos los miembros disponen de su propia habitación o pueden apropiarse de un espacio) o el cómo muchas familias numerosas deban pasarlo, en pisos de apenas 50-60 m2 en los que el salón, de noche, se convierte, no en dormitorio ocasional de un invitado, sino en el permanente de algún o algunos de los miembros de la familia. Es evidente que, como arquitectos, tenemos una enorme responsabilidad en la definición del espacio público (el espacio de todos), del espacio doméstico... y de la relación de lo público y lo privado, de los intersticios… Porque estamos todos confinados, pero como decía Coderch, “todos somos iguales, pero unos más iguales que otros”. Porque para confinamiento, el de otros… Y pienso en los diarios de Robert Scott, en su carrera con Amundsen, sin poder salir de su igloo, viviendo los varios meses de oscuridad de los Polos, como le ocurre a la protagonista de la película Nadie quiere la noche; pienso en la Villa Diodati de Ginebra aquel verano en el que el cielo se oscureció por la erupción de un lejano volcán y en la que, en sola una
Ramon Casas — Interior al aire libre, 1892 (Coleccion Carmen Thyssen-Bornemiza)
46