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Aprender de lo vivido

APRENDER DE LO VIVIDO

María del Carmen Castillo Mena, nacida en Almería en 1967, es licenciada en Derecho por la Universidad de Granada. Es funcionaria de carrera del Cuerpo de Inspectores de Educación de la Junta de Andalucía desde 2008 y del Cuerpo de Profesorado de Educación Secundaria en la especialidad de Administración de Empresas (1997). Ha desempeñado el cargo de delegada territorial de Educación, Deporte, Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación en Almería.

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Anteriormente, desarrolló su labor en la Secretaría General de la Delegación de Educación, Deporte, Igualdad, Política Social y Conciliación en Almería. También ha sido coordinadora de zona del Servicio de Inspección Educativa de la Delegación Territorial de Educación en Almería hasta 2011. En la actualidad es la Viceconsejera de Educación y Deporte.

El viernes 13 de marzo de 2020, sin apenas darnos cuenta, se suspendieron las clases, y los centros educativos cerraron sus puertas, sin tiempo de reflexionar, de planificar, de adoptar unas mínimas medidas que pudieran garantizar la continuidad de los procesos de enseñanza –aprendizaje. Aunque ya algunas enseñanzas (las de educación permanente, algunos ciclos formativos, el bachillerato) habían consolidado modelos semipresenciales o a distancia, su incidencia, sobre todo esta última, era residual. Ni los sistemas informáticos, ni el material o los recursos didácticos que estábamos utilizando eran adecuados para el momento en que afrontábamos ese cambio en el sistema, especialmente en lo que se refería a la metodología. Contamos con un profesorado dinámico, entregado, dispuesto, que puso al mal tiempo buena cara, y que implementó estrategias para atender a su alumnado, a veces sin disponer de los recursos tecnológicos y del conocimiento previo necesario para ello. También descubrimos familias implicadas en la educación de sus hijos, y que tuvieron que ponerse al día en esta nueva forma de enseñanza, con la dificultad añadida de hacerlo con ellos en casa durante todo el día, tratando de compatibilizarlo con su propio teletrabajo, o su preocupación por la falta del mismo, y en muchos casos, sin disponer de la preparación y los medios precisos para apoyarlos.

De repente, constatamosla existencia de una brecha digital, que siempre había estado ahí, pero que nos mostró a ese porcentaje de alumnado que no estaba recibiendo la educación que le correspondería. Y que no teníamos los medios, los recursos, la infraestructura necesaria para, en un instante, conectarnos todos en la red del conocimiento que ahora sí estamos implementando. En este marco, le dimos la bienvenida a las iniciativas, las ideas, los apoyos, las plataformas (las inventadas y las que estaban por desarrollarse), los esfuerzos para coordinarnos, para consolarnos, para acompañarnos en esta aventura.

El lunes 16 de marzo, nuestro profesorado, bajo el mando de las direcciones escolares, y con el apoyo de instrucciones elaboradas por la Consejería de Educación y Deporte, inició un camino desconocido, dado que nuestro sistema educativo, hasta ese día, había sido fundamentalmente presencial.

La planificación del curso 2020/2021 trató de recoger todas las experiencias, todas las vivencias, todas las emociones de los meses anteriores, y su puesta en marcha y desarrollo se debe, en una parte muy importante, a la implicación profesional y humana de los directores y directoras de los centros educativos. Nunca como ahora había sido tan determinante la autonomía de los centros, entendida como la necesidad y la posibilidad de adaptar el aprendizaje al contexto, poniendo siempre el foco en lo que es mejor para el alumnado. Sin el excelente comportamiento de nuestro alumnado, la coordinación con los referentes sanitarios, la implementación de los protocolos, la adaptación del currículo, la llegada de recursos humanos y materiales, los acuerdos con las plataformas educativas, la implicación del profesorado, o la formación en competencia digital, no hubiera sido posible afrontar el curso más difícil de la historia. En este momento, es bueno pararnos a pensar en lo queteníamos y hacíamos, en lo que echábamos en falta, en lo que nos parecía necesario y que hoy consideramos superfluo, en qué hubiéramos hecho si nos hubieran puesto una fecha para llevarlo a cabo, o si lo hubiéramos sabido.

Pero también para valorar que el sistema, tal y como está concebido, nos da margen de esperanza. Nuestro aprendizaje es continuo, en el sentido de ir superponiendo capas de conocimiento más profundo sobre las bases que se inician en la escolarización temprana. Un alumno de cuatro años descubre nuestro sistema solar, y dibuja los planetas identificando colores distintos para cada uno de ellos. Uno de segundo de bachillerato es capaz de calcular la distancia en años luz entre esos mismos planetas. El currículo se va replanteando curso a curso, en cualquiera de las áreas o materias, de manera que se consolida el saber, y fundamentalmente, el saber hacer. Es un momento también para reflexionar sobre los aprendizajes, sobre la importancia de las competencias clave que permitan a nuestros alumnos ser los ciudadanos del mañana, que sigue estando ahí. Por eso, cada curso escolar, a finales de junio, despedimos a nuestro alumnado con el resultado de sus esfuerzos, informando a las familias sobre lo aprendido a lo largo del año académico. Y nuestros niños disfrutan su verano, como eran los veranos de cada una de nuestras infancias, despreocupados. Y este año esperamos también despreocuparnos todos, porque para el próximo mes de septiembre seguro que habremos aprendido de lo vivido. No cabe duda que tendremos que afrontar las consecuencias de la crisis del coronavirus. Pero no debemos caer en pesimismos en lo que se refiere a nuestro tiempo escolar, porque lo que tenemos por delante es, precisamente, tiempo para aprender todo lo que nos es preciso en la vida, que es lo que se nos enseña en el colegio.

El curso 2020/2021 ha puesto de manifiesto la capacidad que la sociedad andaluza tiene para afrontar la adversidad, para transformar el desafío en una oportunidad de mejora.

Nuestras escuelas, que han sido seguras a lo largo del mismo, nos han dado el mejor de los ejemplos, y podemos decir con orgullo que, entre todos, estamos llevando nuestra educación al siglo XXI.

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