" " Pura pantalla Autorretrato de Jhampieer Rangel @jhxmpi
Fotoensayo
Edición
71
Abril 2021
Directo Bogotá Revista escrita por los estudiantes de la carrera de Comunicación Social
02
Editorial
Virtualidad 03
“Yo quería ser relevante y dar un mensaje”: Levy Rincón
Fundada en 2002
08
Literatura en red
13
La otra conexión
18
Las redes de la mentira
23
Tras la lente de una rebelde con causa
28
La reina de Colombia, travesti y virtual
34
Privados de la privacidad
Caricatura David Puerta @puertacaricatura
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Influenciadores para la buena cocina
Diseño y diagramación Angélica Ospina soyangelicaospina@gmail.com
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Director Julián Isaza Asistente editorial Laura Duarte Sandoval Reporteros en esta edición Alejandro Niño Hernández, Isabella Herrera Balaguera, Manuela Cano Pulido, Danna Vargas Gil, Ana María Betancourt, Nicolas Fajardo, María Paula Sánchez, Santiago Gómez Cubillos, Sophia Castro García, Laura Duarte Sandoval, Esteban Ramírez, Laura Tatiana Vargas, Natalia Ortega Rodríguez. Portada y contraportada Ilustración de María Paula Sánchez @sinrecortar_ilustradora Fotoensayo Autorretrato de Jhampieer Rangel @jhxmpi Foto de Isabella Vásquez isabella.vasquez@javeriana.edu.co
Corrección de estilo Gustavo Patiño correctordeestilo@gmail.com Decana de la Facultad Marisol Cano Busquets Director de la Carrera de Comunicación Social Carlos Eduardo Cortés Sánchez Directora del Departamento de Comunicación Andrea Cadelo Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Escríbanos a: directobogota@gmail.com Consulte nuestro archivo digital en la página: www.issuu.com/directobogota Visite nuestra plataforma digital: www.directobogota.com
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“Los que no hagamos la transición, vamos a desaparecer”: María Jimena Duzán Quince días sin redes sociales
Realidad virtual: una tecnología sin miedos
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El Señor Bronx
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Caricatura
EDITORIAL
CONEXIÓN Julián Isaza Director
Pasamos el primer año de la pandemia y vivimos un momento que a lo mejor concebíamos en nuestras pesadillas más oscuras, en las ficciones más delirantes, pero que no parecía posible en la realidad. Y nos tomó por sorpresa. Escuchamos el eco de una enfermedad que nacía en algún lugar de una lejanísima Asia y pensamos que estábamos a salvo, pero en pocas semanas el virus nos hizo entender a la fuerza que el prefijo de la palabra pandemia (pan) significa “todo”. Y por eso todos, en todas partes, tuvimos que afrontar la nueva realidad, la amenaza, el aislamiento y la pérdida. Este nuevo mundo, que se nos impuso en cuestión de días, trajo sus reglas y, en muchos sentidos, nos detuvo en seco y, en otros, aceleró ciertos cambios. “La pandemia acelerará la historia”, vaticinó el exdiplomático estadounidense Richard Haass, en un artículo para la revista Foreign Affairs, en abril del año pasado, cuando todo apenas comenzaba. Y casi al instante los hechos le dieron la razón, pues la revolución digital se aceleró y se terminó imponiendo con una fuerza inusitada en nuestras vidas. Y, aunque es evidente que esa revolución ya había comenzado desde hace muchos años y ya los medios digitales hacían parte del día a día, fue en estos meses en los que se convirtieron en la médula misma de la existencia de muchos de nosotros. Así, entonces, se aceleraron el teletrabajo, la virtualidad en la educación, la posibilidad de asistir a eventos sin moverse de casa. Las redes sociales, los servicios de streaming, las teleconferencias por Zoom y otras plataformas y los directos de YouTube e Instagram, entre muchos otros, aterrizaron en nuestra realidad cotidiana como protagonistas del aislamiento.
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Entonces nos conectamos a la realidad a través del cordón umbilical de la fibra óptica. Y así, conectados, vivimos un mundo que nos fue restringido. Así nos enteramos de lo que sucedía, de las cifras y noticias de una pandemia en avance, de las mentiras y las verdades que pululan en la red, de los hechos políticos, de la cruel realidad de aquellos que no podían darse el lujo de observarlo todo desde la pantalla, de la tragedia de un país que sufre la guerra y el saqueo. Y, como la vida misma es compleja y siempre tiene muchas caras, también la virtualidad nos sirvió para asombrarnos ante la fortaleza del espíritu humano y ante la capacidad de resistir, de encontrar caminos, de hacer arte, de contar historias. Por eso vimos y vivimos partecitas de otras vidas, nos colamos en las historias de gente célebre y anónima, aprendimos habilidades en línea y enseñamos las que conocíamos. Hubo un intercambio, hubo —en medio de todas las luces y sombras— solidaridad y hubo reflexión. Ahora que parece que el mundo va despertando poco a poco de ese momento —aunque la enfermedad continúe al acecho—, es claro que la ‘normalidad’ no retornará a su forma original, que lo que era ya no es, aunque se parezca. Que lo sucedido en estos meses nos dejará una herencia, unas nuevas formas de hacer y de consumir, que esa “aceleración de la historia” no tiene reversa, para bien o para mal y que continuaremos conectados. Y esperemos que esa conexión no solo sea a través de la virtualidad, sino también de los mismos lazos humanos, porque esa es la verdadera red que, ojalá, podamos tejer y fortalecer.
Virtualidad 3
“
“
YO QUERÍA SER
RELEVANTE
Y DAR UN MENSAJE
Levy Rincón es todo un personaje de las redes sociales por sus opiniones políticas. Semanalmente publica videocolumnas en YouTube bajo el nombre Notiparaco, en las que critica al gobierno y entrevista personajes de la vida nacional. Nos sentamos en un café del Park Way para hablar de su trabajo y de la realidad nacional y hasta para cuestionar la existencia. Texto y fotos: Alejandro Niño alejandronino@javeriana.edu.co
Levy Rincón tiene 32 años. Su barba es tupida y lleva uno que otro tatuaje, le gustan los anillos y viste de negro. Cualquiera que haya visto sus videos se sorprendería al escucharlo tan calmado, diciendo pocas groserías y hablando con propiedad sobre Philip Roth, Michel Houellebecq, John Fante y otros referentes de la literatura mundial. Levy tiene una mente inquieta: le gustan las mandalas, ver cine independiente y escuchar música, desde su adorado Charly García hasta Rubén Blades, John Coltrane o el punk más underground. Su “mamertismo resentido” —como él mismo lo llama— nació en las calles de Floralia, uno de tantos barrios populares al norte de Cali, cuando en el 2008 la empresa Carvajal despidió a su madre, según él, como consecuencia de una reforma laboral propuesta por Álvaro Uribe. Al no tener ingresos, su familia entregó el apartamento donde vivían en alquiler y tuvieron que empezar de cero. Después de dos años trabajando en un call center, decidió arriesgarse a hacer lo que quería: trasmitir un mensaje propio y convertirse en una voz relevante. En 2018, usando su celular como micrófono, salió a las calles de su natal Cali a escuchar y grabar las opiniones de los ciudadanos sobre
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Las redes son muy pequeñas para el panorama político del país •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••
En su imagen oficial se ve cómo sus gafas reflejan el logo del partido Centro Democrático. Dibujo: Nixon Betancourt.
sucesos coyunturales. Poco a poco se metió en los temas políticos, cubrió marchas, plantones y manifestaciones, y ahora recuerda que antes de salir, le daba play a la canción Highway to Hell de AC/DC para llenarse de una euforia especial que le permitía hablar sin pelos en la lengua. Debido a la pandemia, sus entrevistas en la calle, que empezaron como un homenaje a Santiago Moure y Martín de Francisco, también tuvieron que encerrarse. Ahí fue donde nació Notiparaco, que en su canal de YouTube ya cuenta con casi medio centenar de ediciones, todas arriba con más de 50.000 reproducciones, aunque su video más visto es la entrevista que le hizo a Daniel Mendoza, creador de la serie documental “Matarife”, que cuenta con más de un millón de vistas. Sin embargo, su trabajo y sus opiniones no han escapado de la polémica y, más aún, han incomodado a muchos, hasta el punto de que sus ácidos comentarios le han granjeado repetidas amenazas de muerte. Por eso, cuenta, decidió vivir en Bogotá, una ciudad que le encanta por un simple detalle: para él escuchar una moto aquí no es señal para velar por su vida o sus pertenencias.
Directo Bogotá [DB]: Me corregirá, ¿usted quiso ser comunicador social? Levy Rincón [LR]: Sí, yo tenía la radio muy arriba, creía que uno podía ir a decir lo que quisiera. Pero entonces llego [empezó a estudiar radio en el Instituto Nacional de Telecomunicaciones] y veo a profesores achacados por el sistema, viviendo en una realidad que no era la que yo quería afrontar. Entonces me salí. Hubo uno o dos profesores valiosos, pero pues no incidieron en nada de lo que yo después decidí hacer.
DB: En una entrevista con Beto Coral, usted dijo que solo mira cierto número de comentarios que le hacen a sus publicaciones en redes, ¿por qué? LR: Uno no puede estar todo el tiempo asumiendo solamente su existencia y acrecentando egos. Antes se me iba el día ahí, era muy triste porque llegaban las seis o siete de la noche y vos sentías el día desperdiciado entre mirar alcances y likes.
DB: ¿Cree que en Colombia se hace bulla en redes, pero no mucho en la realidad? LR: Son dos planos completamente diferentes, esa decepción me la llevé en las elecciones pasadas. Creí que iba a ganar Petro por toda la información que tenía, luego me di cuenta de que era una burbuja muy diminuta en la que yo me encontraba y que afuera pasaba otra cosa. Las redes son muy pequeñas para el panorama político del país. Después de doce horas trabajando, la gente no tiene la capacidad de nutrirse con buena información porque puede ser muy pesada.
DB: ¿Considera que la gente en Colombia es más pasional o racional respecto a la política? LR: Racionales no. Somos tan pasionales que la mayoría de la gente vota por quien le cae bien, por quien es carismático. Esa pasión viene desde ahí, desde la ignorancia. Las personas no tienen una forma educada o informada de analizar al político, más allá de verlo con el balón de fútbol, con la guitarra y entregando mercados. Nunca leen el plan de gobierno, no indagan más allá. Somos tan pasionales que se abusa.
4
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DB: Pero quien incita el comportamiento pasional es el líder… LR: La palabra líder es exagerada. Que yo vaya por Gustavo Petro, no lo convierte en mi líder, ¿líder de qué? No me dice a qué hora me tengo que levantar o bañar, lo que debo vestir, comer o escuchar. Puede ser el líder de un movimiento y uno se adhiere a él desde la ideología. Creo que la política no es de líderes, sino de referentes.
DB: ¿Siente que en el paro nacional de 2019 hubo alguna posibilidad de cambiar algo en el país? LR: Hasta un punto creí que se iba a lograr una manifestación importante impulsada por lo que estaba pasando en Chile. Cuando vi que se empezó a caricaturizar la situación, eso de besatón y yogatón, toda esa mierda inoperante, me desanimé mucho. Creo que fue un mensaje, como si se dijera: “Toc, toc, puede haber algo más grande que eso”. Pero se dio un mensaje, no el que me hubiera gustado, pero se dio.
DB: En su entrevista con Gonzalo Guillén, mencionó: “Si nosotros supiéramos quienes somos, tendríamos más argumentos para exigirle al Estado”. ¿A qué se refiere?
LR: Claro, hay una carencia de identidad que se refleja en las clases populares. El pobre no sabe quién es, está siempre acumulando cuando tiene plata. Cuando el pobre tiene [dinero] lo primero que hace es echarle otra plancha a la casa y comprarse el equipo de sonido para ocupar un vacío que hay ahí, pero usted le pregunta quién es y no sabe. Le va a responder con el nombre, pero, ¿quién es de verdad? Se va a salir por la tangente y nunca va a contestar eso. Como hay esa falta de identidad, no sabe para qué o por qué pelear. Hay gente que se muere contenta consiguiendo la moto o comprando el carro o la casa propia, pero nunca supo quién fue, y eso es grave. La misión del ser humano es venir aquí a fortalecer el ser. Si vos no entendés tu ser, entonces ¿pa’qué viniste? No tiene sentido existir sin saber qué es lo que sos. Para mí es así.
DB: En repetidas ocasiones ha dicho que no se le puede criticar todo a la gente, porque “el individuo no está terminado”, siempre está en un proceso de constante cambio. ¿En su proceso qué anda deconstruyendo? LR: El machismo. Creo que caigo todos los días en micromachismos; no te puedo hablar de
Las personas no tienen una forma educada u orientada de analizar al político más allá de verlo con el balón de fútbol, con la guitarra y entregando mercados •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••
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El saco, prenda fundamental del noticiero, es una donación del papá de su novia. Pintura: El Verdugo. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••
Ante las élites intelectuales estoy quedando como una bestia, como un bruto, porque no estoy utilizando sus formas ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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un machismo exagerado, porque no soy un golpeador de mujeres ni nada, pero a veces digo cosas o tengo actos que pueden caer ahí. Creo que van a pasar muchos años para que pueda entender a qué apunta el feminismo, no en las mujeres, sino en la sociedad, y puede ser muy tortuoso por cómo lo criaron a uno. Tengo una hija de 10 años y no quiero que ella vea en mí una figura retrógrada, un man enquistado en conductas de siglos pasados. Cambiar las formas también. Yo no me siento a gusto puteando todo el tiempo, pero tampoco he encontrado el camino para opinar y que siga generando el mismo interés.
DB: ¿Considera que es una persona capaz de aceptar las críticas a sus creencias?
LR: Sí claro, yo he creído en muchas cosas que terminan siendo una mentira para mí, como la radio, las relaciones, algunas personas, endiosamientos, la misma religión. Fui criado en una familia muy católica y ahora no creo en nada de eso, y me he chocado con una parte de mí que cree que hay un dios castigador, que en cualquier momento voy a pagar todo lo que estoy diciendo de otros o todo el mal que en algún momento he hecho.
DB: ¿Ha pensado en botar todo y salir a hacer otra actividad? LR: Todos los días quiero coger la moto y arrancar un viaje y no volver más, pero puede ser que allá no encuentre lo que ando buscan-
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do. Todos los días dejo morir un síntoma: yo soy ansioso y anteriormente creía que me iba a morir de un infarto o de un derrame, y todos los días estoy dejando morir algo que generaba esa ansiedad. No es dejar proyectos tirados, son cosas mínimas que van alimentando el ser. Hay que desarraigarse de agonías, dolores o alegrías que fueron pulverizantes en un momento y que ahora no lo son tanto. Con el tiempo, todo empieza a ser diminuto. Cuando vos vas y vienes, te das cuenta de que no fue tan grave, ni tan áspero, ni tan triste.
DB: Y en lo físico, ¿tiene miedo a que lo maten?, ¿a la amenazas? LR: No, porque en parte siento que me hacen un favor. Si me matan, es como una conclusión de la obra. Si me matan ahora mismo, sería perfecto, me voy feliz y logro mi propósito. Si en diez años no tengo nada que ver con Notiparaco y por eso me matan, sería un autogol.
DB: Usted no se considera activista, ¿por qué? LR: El activismo está en los territorios, en el líder social, en la persona que va a su pedazo de tierra y la defiende, que se enfrenta y conoce el panorama político y hace pedagogía en el plano real y físico. Yo lo que soy es un comunicador que tiene la capacidad de hacer más grande la información y hacerla llegar a más personas; esa es mi función, es lo que tengo claro. Si voy al campo del activismo no me sentiría capaz de hacerlo, no me interesa ejercer política bajo ningún contexto.
DB: Pensando en un futuro alejado de lo político, ¿sigue en pie la idea de hacer un libro? LR: Sí claro, ahora estoy escribiendo uno para mi hija, se llama 12 cartas para Martina y estoy escribiendo uno autobiográfico, más de realismo sucio. Con los años, más me voy entregando a eso. Escribir el libro es más un propósito, pero me ha costado: escribir no todas las veces me fluye.
DB: Me dijo que todos tenemos que venir al mundo a buscar la razón de nuestra existencia. Esto lo entiendo como un propósito de vida, ¿tiene luces de cuál es su propósito? LR: Yo quería ser relevante y dar un mensaje que a mí me gustara, pero mi propósito de vida
mañana puede cambiar. Por ahora, soy el man que se la está jugando toda por dar ese mensaje a la gente. Y sé que no les va a llegar de ninguna otra forma si no es descarnada y visceral.
DB: Deme un ejemplo LR: Te lo pongo así, si vos le pones este libro [señala un libro sobre la relación entre los Hemingway y Fitzgerald que está sobre la mesa] versus mi canal de YouTube, una persona pobre seguramente va ir a ver mis videos, no leerá a Hemingway, porque no lo conoce y el nombre lo va a asustar, pues no sabrá ni cómo pronunciarlo. Mi forma de comunicar —descarnada y visceral— tiene un precio, porque ante las élites intelectuales estoy quedando como una hijueputa bestia, como un bruto porque no estoy utilizando sus formas. Pero ¿para qué voy a quedar bien con una parte chiquita que no representa a Colombia, cuando puedo ir a lo grande, a lo inmenso y hacer que ellos se empoderen y que su furia sea tan grande que genere un cambio? Hago ese esfuerzo para que la comunicación sea directa, para que la gente se empodere. En algún momento de mi vida, si llego a ese punto de iluminación, pues me convierto en Hemingway, cuando sienta que hice mi trabajo, pero ahora no puedo y tampoco lo voy a hacer.
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LITERATURA EN RED Texto: Isabella Herrera Balaguera herreraisabella@javeriana.edu.co Fotos: Archivo particular
Wattpad es la plataforma de publicación de historias más popular y es un espacio de creación y de lectura. Quince años después de su lanzamiento, sigue llamando la atención y se convierte en un lugar donde autores y lectores jóvenes se reunen alrededor de la literatura.
Wattpad es una plataforma canadiense de lectura y escritura online que lleva más de quince años en la web, brindando un espacio donde lectores y escritores pueden interactuar, crear y reproducir todo tipo de contenido escrito. En estos años ha adquirido un valor cultural que desubicó a muchos eruditos de las artes, al mismo tiempo que marcó a toda una generación de jóvenes lectores, pues esta plataforma revolucionó la forma en la que los más jóvenes consumen la literatura, pues suelen ser ellos mismos los creadores y divulgadores de lo que allí se encuentra. Sin duda, Wattpad creció en el momento y en las circunstacias más adecuadas, pues, por un lado, la industria editorial estaba abonando un terreno fértil al apuntarle a un público joven que había sido atrapado por libros como Harry Potter, Crepúsculo y Los juegos del hambre; mientras que, por el otro, en la cultura pop, artistas como Justin Bieber y One Direction se encontraban construyendo una nueva forma de crear comunidad con sus fanáticos, gracias a la cercanía entre artista y fan que se vivió a partir del auge de las redes sociales. Eso, sin mencionar todo el surgimiento de los creadores de contenido en la plataforma de videos YouTube, quienes revolucionaron el concepto de fama y de entretenimiento para los jóvenes en aquel momento. Toda una novedosa dinámica alrededor de las redes que cautivó a más de uno y que terminó por marcar el éxito de la plataforma. Fue en ese instante de la historia cuando los números de Wattpad subieron por los cielos, pasando de tener alrededor de 5 millones de descargas en sus primeros años, a más de 65 millones de usuarios para el 2011. El crecimiento exponencial de la plataforma captó la atención de inversionistas y otros medios que potenciaron su despegue hasta convertirla en la empresa más popular de medios digitales de Canadá en ese mismo año, cuando el 85 % de los más de 65 millones de lectores tenían entre 13 y 30 años, y el 50 %, menos de 18 años.
Lo anterior es de suma importancia, más si se tiene en cuenta que los creadores y consumidores de los contenidos de Wattpad son, en su mayoría, mujeres —el 70 % de los usuarios— nacidas en este milenio y siendo ellas mismas parte de esas comunidades de fanáticos que se venían construyendo con los artistas ya mencionados. Wattpad les brindó la posibilidad a las fanaticadas de crear escenarios ilusorios sobre sus ídolos, donde ellas eran las protagonistas de las historias junto a sus artistas favoritos. En resumidas cuentas, la plataforma intensificó el fenómeno de la fanficción; es decir, historias creadas por fans, para fans. Por eso allí los usuarios dejan un sinnúmero de obras originales a disposición de todos y sin recibir remuneración, todo a cambio de la posibilidad de construir una historia que atraiga a un gran número de lectores.
Entre lectores y escritores “Wattpad es un espacio para crear comunidad”, afirma Néstor Polo, profesor de comunicación y lenguas de la Pontificia Universidad Javeriana e investigador especializado en las dinámicas de lectura de los jóvenes. En sus palabras, esta plataforma “es un nicho de mercado con posibilidades nuevas”, al cual la industria editorial ya se ha ido acercando.
diferentes a los que Wattpad nos tenía acostumbradas”. Es así como creó Mi hermanastro, su primera novela original, una historia de amor juvenil prohibido que escribió cuando era adolescente (hoy tiene 23 años). La novela fue muy bien recibida por los usuarios de la plataforma, y fueron los mismos fanáticos de One Direction y una comunidad inmensa de seguidores con los que ya contaba ella quienes empujaron y compartieron su novela hasta el punto de convertirla en la historia más leída de Wattpad Latinoamérica, la cual en su momento tuvo más de veinte millones de lectores. A finales del 2014, Daniela ya se encontraba en conversaciones con la editorial Planeta para publicar su novela en libro físico, que salió a la venta el año siguiente. “Yo no había terminado el colegio ni siquiera, pero ya estaba a punto de publicar mi primer libro; son cosas que uno no espera que sucedan”. Todo gracias al poder de congregación de las redes y la lealtad de los fanáticos. Y todo eso se debió a que allí, en el mundo de Wattpad, los usuarios pueden no solo crear y
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Cindy Roa en un panel de la Feria Internacional del Libro de Bogotá en el 2019. Foto: cortesía de Cindy Roa.
Daniela Cubides, una joven bogotana, fue la primera escritora en Colombia que salió de la plataforma hacia la editorial Planeta. Ella asegura haber entrado al mundo de Wattpad gracias al hecho de ser fanática de la agrupación One Direction y buscar sentirse más cercana no solo a sus ídolos de aquel momento, sino también a más personas que, como ella, querían ser parte de la historia de su banda favorita. Daniela pasó de leer fanficciones sobre One Direction y Harry Styles —uno de los miembros de esa banda de música pop—, a escribir sus propias historias sobre ellos. Historias en mundos paralelos, donde sus ídolos incluso la involucraban a ella. Sin embargo, con el tiempo Daniela quiso hacer algo distinto y decidió experimentar con una historia fuera de lo convencional. “Yo quería crear mis propios personajes, que vivieran experiencias diferentes, llevarlos a escenarios
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Wattpad cuenta con la facilidad de interacción de Facebook, el poder y la pasión de los discursos de las fanaticadas, y el entretenimiento de la lectura ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••
Daniela Cubides, autora de Mi hermanastro. Foto: cortesía de Daniela Cubides.
leer historias, sino que también pueden comentar y votar por los capítulos y párrafos de los textos que leen, como se hace en un video de YouTube. Así mismo, interactúan con otros usuarios a través de sus perfiles, como sucede en Facebook, y pueden enviarse mensajes con sus seguidores, como pasa con el direct de Instagram; también pueden postear lo que quieran y cuando quieran, como en Twitter. Por esto, todo consumidor y generador de contenido de esta plataforma, al preguntarle qué es lo más valioso de Wattpad, no duda ni un segundo en asegurar que es la posibilidad de crear comunidad. Pero, a diferencia de otras redes, los usuarios de esta plataforma parecen escapar de cualquier arquetipo de cibernauta preexistente en las demás redes sociales, pues allí la crítica suele ser amable y bien recibida entre todos. Por eso, Néstor Polo dice que es una red social sumamente cortés en comparación con los discursos agresivos que se pueden ver en redes como Twitter o Facebook, pues en Wattpad se ha creado un espacio de amabilidad y de apoyo en comunidad. Y esto puede suceder por dos razones: primero, no existen jerarquías de ningún tipo, pues el escritor también es lector de otras obras,
y viceversa, por lo que la manera de relacionarse entre usuarios tiende a ser bastante horizontal; segundo, gracias a que los autores puede ir subiendo su obra por fragmentos, se ha generado una reacción de los lectores: con los comentarios se crea toda una conversación alrededor de hacia dónde puede ir la historia, lo que crea expectativas entre los lectores y brinda todo un mundo de posibilidades al autor para nutrir su trama. “Lo bonito de Wattpad es mostrar una historia totalmente en bruto y que la gente se enamore de eso”, afirma Lina Rengifo, escritora caleña y profesional en artes visuales. Ella es autora de Marcello 1920, una novela —nacida también en el mundo de Wattpad— que narra la vida de Marcello, un artista homosexual de la Italia fascista. “Es como si mostraras los primeros guiones de una película, el storyboard, y que las personas se enamoraran por completo de la historia desde ese momento”. Es a lo que Daniela le llama un “proceso creativo en conjunto”, donde el autor inicia una historia, pero son los lectores quienes dan la dirección que va a llevar.
Crear comunidad Wattpad ha sido denominada “la comunidad naranja”, en alusión al color de la plataforma y los fuertes vínculos que se crean en esta. Y como es una comunidad de lectores, es también todo lo que la industria editorial siempre ha querido crear, pero no ha podido. Por esto, editoriales como Planeta, de talla mundial, o como Calixta, una editorial independiente bogotana, le han apostado a este tipo de contenidos. En ese sentido, Natalia Garzón Camacho, profesional en estudios literarios y editora senior de Calixta Editores, dice: “Wattpad poco a poco se ha convertido en una plataforma clave para formar nuevos lectores, y estos lectores empiezan a incursionar en el mundo de la escritura y terminan llegando a las editoriales. Conocer estas historias, más allá de si son publicadas o no, nos ha dado a las editoriales un panorama de lo que están leyendo los jóvenes, de qué historias están gustando más y de cuál puede ser el camino para llegar a ellos y entregarles una historia que los apasione tanto como las que encuentran en la plataforma”.
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Fue precisamente esta editorial la que creyó en la historia de Lina Rengifo, recibiéndola y publicándola en 2019. Por otro lado, Daniela Cubides menciona que entendió el valor de la plataforma cuando vio que su historia había tenido un gran éxito, a pesar de que era una niña de quince años que escribía para niñas de quince años y creaba un producto único para ellas. Mientras que Cindy Roa, también profesional en estudios literarios con énfasis en producción editorial y con una especialización en literatura infantil y juvenil, afirma que si no fuera por la conectividad, la capacidad de crear cercanía entre el autor y sus lectores, Wattpad no habría sido lo que es hoy en día: “Son jóvenes que se identifican con los personajes, las historias y con sus autores, creen en ellas así como creen en quienes las escriben, lo cual permite que, a su vez, esos lectores crean en sí mismos y tal vez un día también incursionen en el mundo de la escritura”. Es así como en esta plataforma no solo se produce y consume literatura, sino que se vive a través de la comunidad, funciona como una brújula, como una suerte de estudio de mercado en el que el número de lectores, los votos y los comentarios en cada una de las obras muestran las preferencias de los lectores en la plataforma. No obstante, la aparición y el posicionamiento de Wattpad no siempre fueron bien vistos y recibidos fuera de la plataforma. El mundo real no es tan cortés como la comunidad naranja, pues existen otros tipos de consumidores, puristas de las artes, intelectuales y lectores tradicionales, a los que los autores de Wattpad no se habían tenido que enfrentar. Y es allí donde aparecen voces disidentes; por eso, algunos críticos literarios ven con reservas este tipo de producción literaria e incluso llaman a ese ejercicio de escritura creativa “una degradación de la labor del escritor”. Igualmente, muchos editores se preocupan y se cuestionan por la dirección que están tomando los contenidos de las obras y sobre qué tipo de lectores se están construyendo. Cindy Roa es una de esas editoras preocupadas. Ella asegura que, si bien la plataforma es un espacio muy valioso para la cultura y la lectura, hay que prestarle atención a aquellas obras que
pasan de Wattpad al libro físico, pues, en términos generales, son autores principiantes que escriben por su cuenta —sin ayuda de ningún tipo de editor o corrector de estilo—, para un público que, más allá de la sintaxis y la cohesión de las obras, busca entretenerse y sentirse identificado. “Muchas veces a la audiencia no le importa el contenido de sus libros”, afirma Cindy, y agrega: “Desde la mirada editorial hay muchas falencias […]. Es una configuración de los autores desde la superficialidad”. Por esto, es primordial que aquellos autores que tengan la suerte de pasar a publicar en una editorial cuenten con un acompañamiento profesional, tanto de un editor, como de un evaluador y un corrector de estilo. En el caso de Daniela y Lina, cada una recibió dicho acompañamiento y, aunque cada texto es pensado para un público diferente, ambas obras tuvieron el cuidado respectivo. Esto es de una importancia crítica para la calidad de la obra, pues en Wattpad se pueden corregir los errores en cualquier momento, pero una vez el libro pasa
Natalia Garzón es la editora senior de Calixta Editores. Foto: cortesía de Natalia Garzón. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
Más de
95
millones de personas de todo el mundo usan plataforma en la actualidad 11
Lina Rengifo, autora de Marcello 1920, firmando su libro en el lanzamiento de este en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en el 2019. Foto: cortesía de Lina Rengifo.
Portada de Marcello
1920, de Lina Rengifo. Foto: cortesía de Lina Rengifo.
al papel, esas fallas no son subsanables y se convierten en errores imperdonables.
Un espacio crítico Este fenómeno de la lectoescritura ha traído consigo un sinfín de críticas negativas tanto hacia los consumidores como a los creadores. Daniela recuerda: “Los periodistas me criticaron muchísimo […] muchas cosas que a mis 17 años no quería afrontar”. Mientras que para Lina el proceso de asimilar que su obra había sido publicada le jugó en contra, pues la puso a dudar sobre si había hecho lo correcto al apostar por su libro físico o si debió haber esperado a pulirse más como escritora para lanzar algo “más profesional”. Aunque para estos autores la crítica tradicional es nueva e, incluso, puede ser inclemente, no es nuevo para ellos escuchar las opiones positivas o negativas de sus lectores. Natalia Garzón dice que al editar este tipo de textos se percató de este fenómeno: “En Calixta hemos evidenciado que el reto cambia un poco en el sentido en que estas historias han sido leídas y comentadas por muchos lectores, lo que ha ayudado a que los autores sean más abiertos a las críticas y estén dispuestos a hacer muchos más ajustes”. Las preguntas al final son: ¿qué tanto merece Wattpad todas las críticas que ha recibido?, ¿las obras encontradas allí son, como dicen algunos, de mala calidad?, ¿con cuáles estándares se juzgan estas obras y sus lectores?
Portadas de la saga
Mi hermanastro, de la escritora Daniela Cubides. Foto: cortesía de Daniela Cubides.
Néstor Polo analiza la situación alrededor de los lectores de esta plataforma y afirma que “no son lectores de García Márquez ni de Cortázar, pero podrían serlo”. Es decir, que por allí podrían comenzar para acceder a otro tipo de lecturas, lo que es un atributo en sí mismo. Además, Wattpad es una plataforma pensada para jóvenes, y muchos de ellos hasta ahora se están acercando a la escritura, lo que también puede consideararse como una de sus grandes virtudes. Al final, Wattpad abre un espacio nuevo, permite que todos puedan aspirar a convertirse en escritores y tener sus lectores, y que estos lectores también tengan posibilidad de aproximarse a historias que sientan cercanas. Abre un espacio para la escritura y la lectura, donde los más jóvenes se pueden empezar a enamorar de la literatura.
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LA OTRA CONEXIÓN Texto: Manuela Cano Pulido canomanuela@javeriana.edu.co
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La meditación, el yoga y la respiración siempre se han considerado fuentes de conexión consigo mismo. Pero ahora, a través de las redes sociales, se convierten en una forma de conexión global. En la búsqueda de miles de personas por encontrar algo de paz en el contexto actual, los centros destinados a hacer estas prácticas se dan a conocer desde el ámbito digital.
La voz que nos hablaba desde la lejanía, se silenció de repente. Quedamos solos. Ahora era nuestro turno. Como nos lo habían indicado, cerré los ojos y repetí al pie de la letra el ritmo de las respiraciones. “Inhala... dos, tres, cuatro. Retén... dos, tres, cuatro. Exhala... dos, tres, cuatro, cinco, seis. Retén..., dos. Repite”. Continué con el proceso y me dejé llevar. Al principio escuchaba unos pasos lejanos, el agua de la ducha del baño, a mi hermano por la casa con su radio, a mi mamá teniendo alguna conversación, los carros de la cercana autopista. Pero luego todo se fue diluyendo. Y fue silencio. Levedad. Oscuridad. ¿Paz? “Pueden comenzar a levantarse”, decía nuevamente la voz que salía de mi computador y a la que yo había olvidado por completo. Pasé, de pronto, de la paz a la extrañeza. ¿Cómo era posible que al abrir los ojos me encontrara bajo el mismo techo de mi cuarto, si hace unos minutos me había transportado a otro lugar… lejos de la pandemia? Nuevamente la radio y sus noticias deprimentes, mi mamá disgustada al teléfono, la autopista, los pitos y los conductores enojados. Una
Daniela meditando en el pasto. Foto: Julián Goetz.
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Una plataforma como Headspace, que ofrece estos servicios, ha llegado a tener hasta 31 millones de usuarios ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
Manuela, autora de esta crónica, meditando frente a su computador.
ambulancia y su sirena que se sentía en mi oído. ¡Qué suerte que no había pasado unos minutos antes! Seguro me habría sacado de esa apacible oscuridad. Claro que teniendo una clínica al lado había sido un milagro no que no pasara antes. Más en estos tiempos.
centró una ambulancia? O será que, como yo, se dejaron llevar aun con la distracción de los ruidos caseros. La única que no contestó fue la que se quedó dormida y a la que el volumen de su computador no parece incomodarla. En fin, cosas de la virtualidad.
Me paro. Somnolienta, me acerco a la pantalla del computador. ¡Qué raro se siente estar haciendo esta técnica de respiración en mi casa! Antes lo hacíamos en ese lugar en el que seguro no me tendría que aguantar los ladridos de Cuba, mi perra, que debió ver algún extraño. En todo caso, veo más de treinta caras a través de esa cuadrícula de Zoom. Todos se desperezan a su tiempo. Menos una. Pobre, se quedó dormida. Si fuera un curso presencial, seguro alguien la despertaría. Pero no hay nada que hacer.
Como yo, muchas personas han buscado alternativas para hacerles frente a los encierros, la pandemia, el miedo de lo desconocido, la incertidumbre. Parece que cada vez somos más los que decidimos tratar de reconciliarnos con nuestro interior por medio de estas técnicas “espirituales” al no poder salir.
Paso la mirada por la pantalla. Algunos se ven plácidos, más descansados que antes. Otros bostezan. Me pregunto si algo de lo que se alcanza a ver dentro en cada rectángulo da alguna pista de la razón por la cual decidieron destinar unos minuos más frente a una pantalla de su computador para meditar online. Imposible saberlo. De nuevo, la voz que ya no es solo voz, sino que es Alejandra, una de las instructoras del taller, nos pregunta cómo nos fue. Las respuestas son diversas. ¿Será que a alguno sí lo descon-
“Nos volcamos hacia adentro o nos chiflamos”, me dice Alejandro Lopera, que lleva casi un año haciendo respiración y meditación. Él no ha abandonado sus prácticas en la pandemia y ha participado en diferentes talleres virtuales de respiración. Al preguntarle si cree que esto lo ha ayudado a lidiar con la pandemia, convencido me dice que de no hacerlo “habría estado borracho y fumando todos los días”. La pandemia nos obligó a dejar de escapar de nosotros mismos y de nuestros miedos y preocupaciones. Pero, en especial, de esa mente que nos habla todo el tiempo y que a más de uno nos lleva al desespero. Encerrados, muchos tuvimos que reconocernos de nuevo y buscar formas de reconciliarnos. Eso mismo piensa Paula Cangrejo, quien se está formando para ser instructora de El Arte de Vivir, una ONG que ofrece cursos de meditación, yoga y respiración. “Yo creo que la pandemia fue un detonante para que las personas comenzaran a observarse un poco más. Solemos huir de nuestras emociones y de nuestros problemas al salir, cuando nos ocupamos”. Nos aislaron con los únicos a los que no nos podemos quitar de encima: nosotros mismos. Tal como me comenta Catalina Rodríguez, instructora de meditación y maestra de heal your life —una corriente de sanación y meditación fundada por la estadounidense Louise L. Hay—, la situación en la que nos encontramos es como ir en un largo viaje en carro, que tiene un ruido desesperante que no podemos disimular ni con la radio a todo volumen. “Cuando el carro tiene un ruido y subes las ventanas, pues no lo escu-
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chas, pero cuando apagamos el radio y bajamos las ventanas, inevitablemente tenemos que oír los ruidos. El equivalente que tenemos en la vida es todo lo que hacemos para distraernos y ocuparnos”, afirma la instructora. Al alejarnos de todo tipo de distracciones del exterior, nos enfrentamos a esos ruidos internos en forma de miedos, tristezas, heridas y preocupaciones. Tal como me dice Ivonne Vallejo, instructora de mindfullness y directora del centro de meditación Conciencia Plena, “la gente ha manifestado una necesidad de apoyo emocional, de aprender a calmar la mente. Este encierro ha dejado muchas secuelas. Se ha prestado para conflictos. También está la incapacidad de poder trabajar o ser económicamente próspero. El estrés y la presión del momento son muy complejos”. Por eso, al sentirnos a la deriva, la meditación, la respiración y el yoga se han presentado como salvavidas. Gran cantidad de personas han buscado un poco de calma en estas alternativas. Y en esa búsqueda, las redes sociales han tenido un papel decisivo. El periódico español La voz de Galicia afirma que solo con ver las aplicaciones de meditación nos podemos hacer una imagen de la expansión de estas alternativas. Las cifras son impresionantes. Según dicho periódico, Calm, una de esas aplicaciones que difunden sus beneficios por las redes sociales, está valorada por encima de los 1.000 millones de dólares. Lo mismo que Headspace, una plataforma del mismo corte que cuenta con 31 millones de usuarios y que vale 250 millones de dólares. Parece ser que la fórmula de la pandemia sumada a las redes sociales ha sido exitosa para el desarrollo acelerado de estas alternativas como un negocio provechoso y fértil. “Mucha gente comenzó a investigar sobre el tema. Así como mucha gente lo hizo para saber cómo mejorar el sistema inmunológico, también lo hicieron para intentar superar la ansiedad y el estrés”, me dice Lorena Arciniegas, quien desde hace ocho años hace parte de El Arte de Vivir y ha liderado la estrategia digital de su sede en Colombia. Los lugares dedicados a ofrecer estas técnicas han abierto sus redes o las han perfeccionado.
Se han preocupado por subir contenidos, por hacer dinámicas en streaming y por ofrecer cursos online. Para Manuela Chaves, que lleva haciendo yoga más de dos años en lugares como Happy Yoga, la escuela más grande de yoga en Colombia, esto es evidente. “Yo creo que sí se han usado mucho las redes. Sigo muchas páginas de lugares donde hacen yoga y clases de meditación a los que iba antes de la pandemia. Antes eran muy raras las veces que ponían cosas en Instagram o Facebook. Pero ahora es todo el tiempo. Hacen lives, tienen sus propias cuentas, ponen más contenido, hacen promociones, clases en vivo por Zoom. Han sacado mucho provecho en la cuarentena. He visto que han avanzado mucho”. Así pues, la meditación, el yoga y la respiración se han venido adaptando al lenguaje de las redes sociales. Catalina Rodríguez ha sido testigo de primera mano de este tránsito. Ella misma ha usado su cuenta personal de Instagram, y la herramienta live, para hacer meditaciones en vivo, todos los días por la mañana. Esto la ha llevado a conectarse con mucha gente y, también, a dar a conocer su propio trabajo. “Las redes sociales son el medio de comunicación del ahora. En todo. Permiten que el mensaje de una persona del común llegue a más personas que antes. La meditación no es la excepción, porque las personas que estamos en este tema podemos darlo a conocer y hacerlo más asequible para la gente. Intentamos desmentir la idea de que toca ir al Tíbet o a cualquier lugar para meditar”.
Daniela meditando, detalle de la mano. Foto: Julián Goetz. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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Alejandro meditando frente al computador. Foto: Manuela Cano. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
Las aplicaciones de meditación son un espacio exitoso. Calm, una de ellas, está valorada por encima de los 1.000 millones de dólares.
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Sin embargo, el paso de estas técnicas a las redes sociales, como dice Javier Cerezuela, coordinador para Centroamérica y el Caribe de El Arte de Vivir, “es un arma de doble filo: hay tantas cosas, que la gente no sabe qué escoger, pero, a la vez, hay mucha gente que está encontrando su camino”. Así, las razones para hallar algo de calma son muchas y diversas. Algunos, como Manuela Chaves, comienzan con el equilibrio del cuerpo y terminan en mayor paz mental. Otros, como Andrea González, descubren la meditación para ponerles fin a muchas de sus pesadillas. O, como Sara D’costa, quien con la técnica de respiración sudarshan kriya pudo acabar con su constante ansiedad y comprender la vida de otra forma. Todos estos caminos se han prolongado a través de las redes sociales y la virtualidad: Manuela ha seguido haciendo clases de yoga online, Andrea terminó meditando todas las noches con unos videos que encontró en YouTube y Sara profundizó en su técnica con varios talleres por medio de Zoom. Pero la gran pregunta que surge es si estas técnicas son igual de efectivas a través de la
virtualidad o si pierden algo de su esencia. “Yo no te puedo decir que [las sesiones virtuales] están mal, pero definitivamente no logras los mismos objetivos que en los procesos presenciales. Yo dejé de hacerlos hace ya bastante tiempo. No considero que sea justo con una persona ofrecer un programa con el que no va a tener el mismo resultado”, opina Ivonne Vallejo. El problema está en el foco, en la posibilidad de concentrarse de la misma manera que como se haría si fuera presencial. Además, en cierta forma, se pierde la intimidad con el instructor, que es crucial para estos procesos. Por su lado, María Andrea Forero, quien está haciendo un diplomado en Yoga y es instructora de meditación y respiración, me dice que también hay ciertas cosas que cambian, sobre todo el contacto físico y la cercanía. Sin embargo, agrega que los cursos que dirige tienden a ser igual de efectivos: “Creo que puede ser igual de poderoso si hay una intención en el proceso, aunque hay algo en lo sutil que cambia”. Además de lo sutil, lo pequeño e individual, el mundo virtual lleva a la meditación a espacios macro. No hay fronteras. Recuerdo con asombro haber participado en un taller de respi-
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ración junto a personas de diferentes lugares de América Latina. Esa vez aprendí que las “salas” de Zoom también se llenan: esa tenía un límite de mil personas, y el cupo se agotó. Me impresionaba pasar y pasar las páginas de la aplicación que parecían no acabar. Lo cierto, es que en esencia esas personas estaban allí para “aprender a respirar”. Quién diría que aun haciendo ese acto vital todos los días, miles de personas se conectarían para aprender a respirar de manera consciente. La meditación, el yoga y la respiración siempre han sido una manera de conectarse, pero estas alternativas online han logrado hacerlo con millones de personas dispersas por el mundo en un tiempo récord. Así lo cree Paula Cangrejo, quien asegura: “En lo virtual se gana que puedes estar donde sea. He hecho muchas amigas, chicas que nunca había visto”. De esta forma, se han creado dinámicas únicas y propias de la virtualidad: personas de diversos lugares se pueden conectar a meditar juntos, cuando antes debían trasladarse en muchos casos a ciudades capitales para aprender estas técnicas; hay uniones continentales gracias a la respiración y se comparten experiencias trasnacionales.
Esto es una ganancia. Sara D’Costa me cuenta que ella y sus papás pudieron conectarse con unos maestros costarricenses de La Montaña Azul, un centro de retiro y de formación para el despertar de la conciencia y el bienestar integral. Sentada en su patio pudo acercarse a conocimientos milenarios. “Éramos los tres en el jardín conectados a una pantalla, con gente de todos los países, con los maestros de Costa Rica. Mi mamá y yo estábamos maravilladas. Esto no lo he vivido nunca de esta manera”. Con las redes y la virtualidad, el mundo de la conexión interior está conectando cada vez más al exterior. Las cuentas dedicadas a difundir estas alternativas aumentan y los contenidos se multiplican al mismo tiempo que la ansiedad se expande como otra pandemia y la salud mental poco a poco pasa de ser tabú a hablarse en la agenda pública. Es un fenómeno que no parece detenerse. La meditación, la respiración y el yoga están creando su propia red social, una que conecta a personas por la necesidad de darse un respiro.
Alejandro Lopera lleva casi un año practicando la meditación. Foto: Manuela Cano. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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LAS REDES DE LA MENTIRA Texto: Danna Vargas Gil danna_vargas@javeriana.edu.co
Las noticias falsas, más conocidas como fake news, tergiversan la realidad de los hechos y conducen al engaño y a la manipulación de la opinión. Además, suelen responder a intereses particulares de quienes están en el poder, por lo que son un peligro para cualquier sociedad democrática.
Detector de mentiras de la Silla Vacía a las afirmaciones de Álvaro Uribe Vélez durante su discurso en la campaña por el no al plebiscito, en Bucaramanga y Barranquilla.
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Durante la campaña del plebiscito sobre el Acuerdo de Paz, en el 2016, se difundieron distintas noticias falsas en las redes sociales y por algunos medios de comunicación en Colombia, las cuales, sin lugar a duda, fueron decisivas en la derrota del “sí” en las urnas. En agosto de ese año, cuando el Centro Democrático inició la campaña por el “no”, el Detector de Mentiras, un servicio de La Silla Vacía, decidió verificar las principales afirmaciones del primer discurso de Álvaro Uribe durante esa campaña. En una de ellas, él afirmó: “Las FARC tendrán impunidad total para delitos atroces como reclutamiento, secuestro de menores y violación de niños”. Sin embargo, el Acuerdo establecía que no habría amnistía ni indultos para quienes hubieran cometido delitos de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra, sino que si decían la verdad y pedían perdón, recibirían una pena diferente; por esto, calificaron dicha afirmación del expresidente como falsa. También por entonces circularon cadenas de WhatsApp en las que se afirmaba que los pensionados perderían parte de sus mesadas o que en los acuerdos se promovía la llamada “ideología de género”, aunque ninguno de estos puntos era verdadero. Según Daniel Valencia, profesor del Departamento de Comunicación Social de la Universidad Javeriana, este fenómeno surge desde que el periodismo se politizó y se “juntó” con el poder para manejar la política, la guerra y los asuntos públicos. Por eso no es nuevo y se podría rastrear en diversos momentos de la historia; por ejemplo, en la Primera Guerra Mundial, cuando se comenzó a percibir que “las guerras dejan de ser militares y pasan a ser masivas. […] El actor más importante por involucrar es la población civil, que no va al combate, pero que va a pagar la guerra, por lo que quienes tienen el poder se dan cuenta de que los medios masivos de comunicación son el gran vehículo para mover las pasiones de la gente”, dice él. En el caso de Colombia, menciona Valencia, el fenómeno se hizo evidente después
de los intentos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las diferentes guerrillas colombianas. A pesar de que los procesos no lograron materializarse, se sabía que en algún momento las negociaciones volverían. Fue entonces cuando algunos dirigentes políticos se encargaron de crear una campaña de desprestigio que generara miedo y odio hacia los diferentes grupos al margen de la ley. De hecho, esta llegó a ser tan fuerte que asociaban a protectores de derechos humanos, defensores de presos políticos y militantes de izquierda con terroristas de las FARC y los pusieron en grave peligro. Un ejemplo de esto fue el asesinato de Jaime Pardo, en 1987, y de Bernardo Jaramillo, en 1990, miembros y candidatos presidenciales de la Unión Patriótica (UP). Hacia comienzos del siglo XX, Sigmund Freud expuso en su obra Psicología de las masas y análisis del yo (1921) que el miedo y el odio son las emociones más eficaces para unir las masas. Sania Salazar, periodista, especialista en creación literaria de la Universidad Central y quien hizo parte del portal ColombiaCheck durante cuatro años, explica que los ciudadanos pueden empezar a detectar una desinformación “si al verla, leerla o escucharla despierta grandes sentimientos de rabia e indignación y si se tiene la sensación de que eso lo tiene que
saber todo el mundo”. Sin embargo, también es clave tener en cuenta si las fuentes de información son confiables o no. ColombiaCheck, un medio de comunicación en el que participan más de 100 peridistas investigativos dedicados al chequeo de datos, también llamado fact-checking, sigue una serie de pasos para hacer una verificación: 1) seleccionar la frase o publicación que se va a verificar, ya sea de un discurso público o de redes sociales; 2) consultar con la fuente oficial de dónde sacó la información que dio; 3) buscar fuentes alternativas, es decir, fuentes expertas en el tema (libros, tesis doctorales, investigaciones, académicos, ONG); 4) Dar un contexto de por qué es importante el tema; 5). Otorgar una calificación, cada medio construye su propia tabla. Las calificaciones usadas por ColombiaCheck ante las distintas informaciones, desde noviembre de 2018, son: verdadera, verdadera pero cuestionable, falsa e inchequeable. Y en el océano de información y desinformación, hay todo tipo de noticias y afirmaciones dudosas que llegan a ColombiaCheck. Por ejemplo, en enero de 2020 se verificó una cadena de WhatsApp que aseguraba que el agua caliente de piña era el último avance efectivo para curar el cáncer, y se volvió viral. Colom-
Chequeo de cadena de WhatsApp que afirmaba que el agua de piña cura el cáncer. Foto: Cortesía de ColombiaCheck. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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Chequeo a la afirmación de Óscar Villamizar, representante del Centro Democrático a la Cámara por Santander, en la que manifestó que cerca del 70 % de jóvenes que cometen delitos son consumidores asiduos de marihuana. Foto: Cortesía de ColombiaCheck. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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biaCheck, al no encontrar la fuente principal de dicha publicación, acudió a dos expertos, Geison Modesti y Milena Lima de Moraes, con los que logró esclarecer que para esta enfermedad aún no existe una cura ciento por ciento garantizada y ningún medicamento es óptimo para todas las personas, dada la diversidad de organismos. Aunque se están realizando estudios sobre la efectividad de la bromelina —enzima contenida en la piña— y su reacción ante las células cancerosas, en ningún momento se ha afirmado que su consumo sea la solución para combatir el cáncer. Este tipo de noticias falsas podrían ocasionar un gran daño, ya que los pacientes pueden dejar de utilizar o inhibir el tratamiento que sí se debería llevar a cabo. Por lo tanto, la publicación se calificó como falsa. Para decidir si algo es chequeable o no, Ana María Saavedra, editora de ColombiaCheck, cuenta que en el medio hacen un consejo de redacción para debatir la relevancia que tiene la declaración o publicación, en cuanto a la democracia y el debate público o, incluso, en cuanto el daño que podría llegar a ocasionar. Además, se analiza su masificación según el número de veces que ha sido compartida; para esto se valen de herramientas como CrowdTangle, que hace un seguimiento de reposteos y determina qué tan
viral es. De igual forma, le dan mucha prioridad a los trending topics o tendencias. Sin embargo, hay otros casos en los que no se puede hacer un chequeo porque no se encuentran fuentes oficiales ni alternativas que permitan contrastar la información. Un ejemplo de ello se presentó con una afirmación hecha por Óscar Villamizar, representante a la Cámara por Santander, en medio de un debate sobre la regularización del uso recreativo de la marihuana. Durante la discusión el representante mencionó que “cerca del 70 % de los jóvenes que cometen delitos, los hacen siendo consumidores asiduos de marihuana”. A pesar de que ColombiaCheck también encontró este dato en un estudio de consumo de sustancias psicoactivas del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA), en este no se precisa que sean consumidores frecuentes o adictos, ni establece relaciones entre consumo y delito. De igual forma, Jorge Ronderos, sociólogo y doctor en antropología, señaló que no es común que el consumo de marihuana tenga efectos agresivos, pero al no encontrar fuentes que lograran afirmar o desmentir con exactitud la información dada por Villamizar, se calificó como inchequeable. Daniel Valencia considera que la creación y divulgación de noticias falsas beneficia,
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principalmente, al poder político; no obstante, resalta que no hay que olvidar que detrás de este también se encuentra el poder económico y que los medios pertenecen a un oligopolio, en el que unos pocos son los que ordenan, quitan y ponen información de acuerdo con sus intereses. En pocas palabras, beneficia a quienes tienen y quieren el poder. En el estudio The Spread of True and False News Online, elaborado en 2018 por el laboratorio de Medios del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT Media Lab), se encontró que las noticias falsas tienen un 70 % más de probabilidad de ser retuiteadas y llegan seis veces más rápido que las noticias verdaderas. Esto se da porque en ellas hay novedad y sorpresa, dos factores que captan la atención de las personas y fomentan el intercambio de información al crear la sensación de un estatus social “informado” o de acceso a información “privilegiada”. Así mismo, Sania Salazar afirma que la desinformación circula más veces y más rápido que la información verificada, y esto sucede por dos razones: primero, las personas creen en la desinformación en la medida en que esta confirma sus creencias y opiniones personales; segundo, la confianza hacia la información proviene de quien la envía directamente y “como es mi tío, mi hermano o mi vecino, y lo conozco, entonces le creo, aunque esa persona
no tenga experticia alguna en el tipo de desinformación que está mandando”. A pesar de lo anterior, Salazar sostiene que usar creativamente el mismo lenguaje de las noticias falsas es un arma importante para aumentar el alcance de las verificaciones frente a la difusión de noticias falsas. ColombiaCheck, por ejemplo, construye la verificación en los mismos términos de la desinformación, esto quiere decir que si la noticia falsa circula por una cadena o un audio en WhatsApp, la verificación se presenta en ese mismo formato e incluso se difunde por ese mismo canal. Por otro lado, Ana María Saavedra también señala que, de no encontrar la fuente inicial de desinformación compartida en redes sociales, se pueden hacer búsquedas inversas en herramientas de verificación de imágenes (Yandex, TinEye, Google Image, Baidu, Bing) y de video (InVid, YouTube Data Viewer) que ayudan con el trabajo de chequeo. El 24 de febrero de 2021, el presidente de la Federación de Ganaderos (Fedegan), José Félix Lafaurie, publicó en Twitter un video que mostraba a La Habana, Cuba, en deterioro, y agregaba: “A este nivel de progreso y desarrollo nos quieren llevar la izquierda, los progresistas, la guerrilla y el Santismo. ¡La revolución marcha bien!”. A pesar de que las imágenes no
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Chequeo al video de La Habana, Cuba, publicado en Twitter por José Félix Lafaurie, presidente de Fedegan. Foto: Cortesía de ColombiaCheck.
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la persona adecuada para hablar del tema que quiere indagar.
Sania Salazar, periodista y profesora, que hizo parte del portal ColombiaCheck. Foto: Cortesía Sania Salazar. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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eran producto de una mala gestión, la publicación contaba con más de 753 likes, 688 retweets y 505 comentarios, por lo que ColombiaCheck decidió hacer la verificación. Al realizar una búsqueda inversa (en Google Image) de las diez imágenes que aparecían en el video, se encontró que cuatro de ellas hacían parte de una devastación ocasionada por un tornado en La Habana, en enero de 2019. Otra de las fotos hacía referencia a la celebración del día de la Virgen de la Caridad del Cobre. Las otras dos eran de alrededor de diez años atrás y otra más hacía parte de un banco de imágenes de iStock. Finalmente, la publicación realizada por Lafaurie fue calificada como cuestionable, pues mezclaba fotos que, aunque sí eran de Cuba, hacían parte de contextos muy diferentes. Según Daniel Valencia, uno de los errores que comete el periodismo colombiano frente a este fenómeno es que se queda con declaraciones oficiales y comunicados de prensa. “No hay una búsqueda de fuentes, un trabajo de reportería profundo, serio, analítico, reflexivo. Uno se queda con una versión, y eso ya hace falsa una noticia, porque falso no significa necesariamente una mentira, sino algo que no se sostiene, e incluso eso puede ser aún más peligroso que la mentira misma”, asegura. Por otro lado, Sania Salazar menciona que la inmediatez que exige el mundo actual provoca una falta de evaluación al momento de difundir información, y en muchas ocasiones el periodista no analiza concienzudamente si la fuente experta que se está consultando es
Para todo lo anterior, Valencia manifiesta que se deben desarrollar medios independientes que, en lugar de seguir pasiones, militancias o fanatismos hacia algo o alguien, hagan un seguimiento profundo de la información mediante un trabajo juicioso y responsable. De igual manera, recuerda que los medios y los periodistas se deben a sus audiencias y que, aunque a veces cueste, hay que hacer un periodismo de calidad que será recompensado con la confianza y credibilidad del público. Solo así se podrá contrarrestar la desinformación y se hará un contrapeso a los conglomerados mediáticos que, en ocasiones, buscan manipular la información a su acomodo. “Como dice Kapuściński, un periodismo de calidad no es el que persigue las cucarachas, sino el que las alumbra para que la gente vea dónde se esconden. El periodismo no está para tumbar presidentes o ministros, sino para sacar a la luz todo y que la gente tome las decisiones. Un verdadero guardián de la democracia”, señala Daniel Valencia. De acuerdo con informe “¿Quién es más propenso a creer y compartir desinformación?” (2020), realizado por Chequeado (Argentina), Africa Check (Sudáfrica) y Full Fact (Inglaterra), los adultos mayores y quienes tienen bajos niveles de educación no logran diferenciar fácilmente los hechos de las opiniones; además, son menos propensos a reportar la desinformación. Por otra parte, a pesar de que a todos se nos dificulta recordar las fuentes de lo que consumimos en redes sociales, a las personas de mayor edad se les dificulta aún más porque pierden la memoria de los detalles, al igual que les es difícil recordar las correcciones o verificaciones de la información. Para combatir la bola de nieve de la desinformación que hoy circula se necesita una alfabetización digital que, primero, permita diferenciar qué fuentes de información son de calidad y cuáles no y, segundo, invite a hacer una verificación básica de quién dijo esto, por qué y para qué. Es aprender a consumir información, pensar un poco y no dejarnos llevar por la emocionalidad.
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TRAS LA LENTE DE UNA REBELDE CON CAUSA Texto y fotos: Ana María Betancourt Ovalle ana.betancourt@javeriana.edu.co
Alexa Rochi es una excombatiente de las FARC que encontró en la fotografía una forma de resistencia. A través de las imágenes, ella ha transformado su rebeldía en una manera de hacer crítica social y denunciar injusticias. Alexa Roxhi aprendió de fotografía en un curso de propaganda que tomó mientras perteneció a las FARC.
“¡Pum, pum, pum!”, Alexa escucha varios estruendos. Su reflejo natural es guardar la cámara: primero la vida que una fotografía. Cuando dirige su mano hacia la espalda, como buscando una araña que merodea entre sus omoplatos, recuerda que ya no está en la humedad de la selva del Caquetá. Ahora está en la jungla de cemento. El fusil ya no hace parte de su atuendo diario, ahora carga una cámara; ya no usa un camuflado, sino unas gafas con un filtro de color amarillo, una mochila arhuaca y aretes grandes. Esta vez solo tiene su cámara y el dolor ante la injusticia. Esta vez la violencia está en la calle, pues un miembro del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) disparó una munición e impactó en la cabeza de un joven de 18 años. El día es el 25 de noviembre. El año es 2019. Y la gente, sumergida en la rabia, la preocupación y la tristeza grita: “¡Una ambulancia! ¡Una ambulancia!”. “El día que pasó lo de Dilan Cruz hubo una cosa muy particular y fue que yo me puse a llorar. Cualquier persona que trabaje para una agencia, toma la ráfaga de fotos y se va. Pero yo no fui capaz de tomar ninguna foto, no por miedo, sino por dolor, así que solo me senté en una esquina a llorar”, recuerda Alexa Rochi con la mirada fija en cualquier punto, como tratando de revivir sus recuerdos mientras le da un sorbo a su bebida. En esa ocasión la vida y el respeto por Dilan le ganaron al hecho de tomar una buena fotografía. Sin saberlo, coincide en lo que alguna vez dijo el icónico fotógrafo Henri Cartier-Bresson: “No me interesa la fotografía, sino la vida”. Y es precisamente la vida la que Alexa ahora privilegia y la que ha puesto en riesgo. Cuando tenía 15 años se unió a las filas de la guerrilla huyendo del machismo y la violencia que aquejaba a su familia: uno de sus tíos fue perseguido por los paramilitares en Tuluá —su tierra natal—, su papá intentó abusar de ella y en la casa siempre se asumió que su rol como mujer debía estar en la cocina y atendiendo las necesidades de los siete hombres con los que vivía.
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El último día que Alexa ejerció la medicina fue cuando el cuerpo de Rocío —o, de manera cariñosa, Rochi—, su comandante y también una de sus mejores amigas, fue destrozado por un explosivo. Y Rocío fue precisamente fue quien la había enviado a un curso de propaganda en el Estado Mayor del Bloque Oriental (EMBO) y la acercó a la fotografía. Por esto, al otro día de su muerte, Alexa comenzó a sumergirse totalmente en la cámara y jamás volvió a ejercer la medicina.
Alexa Rochi poniéndose sus gafas. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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En la guerrilla, Alexa dice no se sintió víctima de la violencia de género, pues, según cuenta, hombres y mujeres recibían las mismas órdenes. Incluso sus dos comandantes, que eran mujeres, procuraban que las guerrilleras tuvieran capacidad de ascenso dentro de la organización en la misma medida que los hombres. “En la guerra, hombres y mujeres hacíamos lo mismo, si tocaba ir a trabajar o a darnos bala con los soldados, íbamos hombres y mujeres. Aunque nunca se habló de feminismo sino hasta el Acuerdo de Paz, que tuvo enfoque de género”, menciona ella. Una vez en la guerrilla, terminó afrontando otras pruebas duras y peligrosas que impone la guerra: aprendió un catálogo de saberes que iban desde la medicina, la estrategia militar y la política, hasta la fotografía, y encontró un grupo de personas que, como dice ella, amó como si fuera su propia familia. Ahora toma un sorbo de su michelada y levanta una ceja, mientras recuerda que durante sus primeros años en las FARC estuvo aprendiendo sobre marxismo y estrategia militar, pero cuando las condiciones lo requirieron comenzó a entrar en el mundo de la medicina. En la guerra aprendió sobre el cuerpo humano en carne propia, viéndolo abierto, doliente o desbaratado. También aprendió que si no se piensa rápido para atender a los heridos, estos terminan por dirigirse hacia la muerte, pues la medicina en la guerra es un ahora o nunca.
Alexa habla de una manera despreocupada, de su boca brotan ríos de palabras y suele contar su vida con la determinación de saberse dueña de todas sus decisiones. Sin embargo, cuando habla de este tema, no puede evitar que las lágrimas salgan de sus pequeños ojos marrones. Algo dentro de ella duele cada vez que piensa en Rocío. Su amor y admiración por su excomandante fueron tan grandes que por eso ahora se nombra a sí misma como Alexa Rochi y continúa el camino que su amiga le dejó: la fotografía. En el curso de propaganda, Alexa también conoció a Ivonne, una amiga que aún conserva y con la cual llegó a Bogotá en el 2017. Ivonne cuenta que Alexa “ya traía un poquito de idea sobre la fotografía porque su comandante era fotógrafa, entonces le había enseñado algunas cosas y la envió al curso porque quería que aprendiera más. Entonces, al salir de la guerrilla Alexa se inclinó por la fotografía, porque era algo de lo que ya tenía idea y le gustaba”. *** El campo trae la pertenencia del terruño, el sabor a caldo de gallina y el olor a plantas. Es un espacio donde nadie es desconocido, donde el Estado es casi inexistente y donde se esconden las violencias y desigualdades en el silencio sepulcral del desinterés centralista colombiano. Cuando Alexa Rochi llegó a Bogotá, acompañada de Ivonne, sintió que no comprendía las dinámicas de la ciudad, pues era un lugar agitado, donde todo pasa en cuestión de minutos, donde reinan la inseguridad y la desconfianza, donde las personas son distantes con quienes las rodean, mientras que “en el campo nos enseñan que a cualquier persona que te encuentres por el camino, así no la conozcas, le digas ‘buenos días’, ‘buenas tardes’, ‘hasta luego’.
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Nosotras llegamos acá, salíamos a desayunar y saludábamos a quien nos encontráramos, y la gente no nos devolvía el saludo. Nosotras decíamos: ‘Es que la gente es como rara aquí’. Nos costó entender que esas eran las dinámicas de la ciudad”, comenta Alexa. Sin embargo, Alexa cuenta que desde que llegó a Bogotá en el 2017 se sintió muy agradecida por las oportunidades que la ciudad le ha proporcionado. Ella no tenía planeado viajar a la capital, pero justo el día en el que dejó su fusil, Carlos Antonio Lozada —excomandante de las FARC— les pidió a ella y a Ivonne que fueran a Bogotá a tomar el registro de su llegada al Congreso. De manera que alistaron maleta esa misma noche y a la mañana siguiente partieron. Poco a poco ella fue acomodándose a la vida urbana, empezó a estudiar artes visuales en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) y encontró trabajo en la oficina de prensa del Senado. Con el tiempo entendió las dinámicas de la ciudad y afinó su olfato como fotógrafa, hasta el punto de que ahora dice que puede prever en el momento exacto cuándo va a ocurrir algo que es importante fotografiar. Uno de esos momentos llegó el 19 de octubre de 2020. Ese día estaba agachada con su rodilla derecha sobre el asfalto y con su cámara bien sostenida entre las manos. Usaba unas gafas oscuras, un pantalón verde militar y una mochila en la espalda. Justo en ese momento, la minga indígena empezaba a avanzar hacia el Palacio de Nariño, donde buscaban encontrarse con el presidente, Iván Duque. Alexa se ubicó en un punto estratégico, acercó su ojo derecho a la cámara y capturó ese momento. Ahora ella piensa que si este suceso no hubiera sido registrado por los fotógrafos, tal vez se habría borrado de la mente de los colombianos, pues la fotografía es memoria.
CAI incendiándose durante las manifestaciones del 9 de septiembre de 2020. Foto: Alexa Rochi.
Minga indígena en Bogotá. Foto: Alexa Rochi.
*** Cuando Alexa Rochi habla de cosas que la apasionan y que considera importantes —feminismo, luchas sociales, fotografía, política, paz y memoria—, levanta su ceja izquierda, aquella adornada por un piercing, y puede pasar de la melancolía a alegrarse contando una historia nueva. No oculta nada, y si le dan una cerveza
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Gorra de la Policía quemándose durante un plantón frente a Medicina Legal por el feminicidio de Lynda Michelle Amaya. Foto: Alexa Rochi. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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con mucho limón y sal o una cerveza Trocha y le ponen buena música, termina por narrar hasta los detalles más sensibles de su vida. Uno de esos detalles fue cuando a finales del 2020, su cuenta de Instagram —su espacio de difusión más importante, donde expone sus fotografías— fue censurado debido a que subió la foto de una gorra de la Policía Nacional incendiándose. Esto ocurrió durante un plantón que se hizo en Medicina Legal por el feminicidio de Lynda Michelle Amaya, una mujer de 15 años que había desaparecido en noviembre del año pasado en Bogotá. Alexa publicó la imagen para protestar por el silencio y la negligencia que tuvo la Policía para resolver el caso de esta joven, pero su cuenta fue reportada como incitadora a
la violencia y perdió los más de 2.000 seguidores que tenía en ese momento. Sin embargo, no se detuvo y buscó grandes agencias de fotografía, así como a algunos colegas para que publicaran la foto junto con la historia de su censura y un mensaje para que la volvieran a seguir en su nueva cuenta de Instagram (@alexarochi_), donde ahora tiene poco más de 3.500 seguidores, que se suman a los casi 8.500 que tiene en Twitter (@Alexa_Rochi). Para Alexa, sus fotografías son muy importantes porque están articuladas con la construcción de memoria histórica en el país. Desde que hacía parte de la guerrilla ha pensado la fotografía de esa manera, pero con su llegada a Bogotá se dio cuenta de que también son una forma de resistencia. Antes hacía videos del
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día a día guerrillero para narrar las acciones de las FARC, pero ahora pasó a ser un diario visual de las calles capitalinas. Para ella, en la ciudad se vislumbran muchas de las complejidades del país; por eso, con su lente ha retratado toda aquella violencia e inconformidad social que han estado tan latentes en las calles, especialmente después de haberse firmado el Acuerdo de La Habana. Pero también desde entonces ella comenzó a involucrarse en el feminismo, que ha sido uno de los ejes de sus fotografías. Y que escogiera este enfoque se debe a una realidad brutal de nuestro país, que se puede constatar en las cifras como las que aporta Sisma Mujer, que en el 2020 reportó que cada 34,5 minutos una mujer fue víctima de violencia sexual y cada 3,2 días hubo un feminicidio. Estas cifras son para Alexa un indicador de que hay que retratar la realidad social de las mujeres en Colombia.
Monjas viendo representaciones feministas. Foto: Alexa Rochi.
Su interés por el feminismo ha ido creciendo a medida que ha salido a fotografiar los plantones contra la violencia de género, los movimientos proaborto y las expresiones artísticas callejeras de muchas mujeres durante las marchas, especialmente las del 8M o Día de la Mujer Trabajadora. En su brazo izquierdo tiene un tatuaje con el mapa de América y un rostro con la pañoleta verde, símbolo de la lucha feminista, que en la parte inferior dice: “¡Aquí se respira lucha!”. Liseth, una fotógrafa amiga de Alexa —ambas se conocieron tomando fotos en Bogotá—, dice que “las fotos de Alexa son bastante rebeldes y contestatarias, porque ella va a lo directo. Claramente no le tiene miedo a meterse en el fuego si así lo quiere, pues ella estuvo muchos años literalmente en el fuego. Tiene la valentía de estar en esos momentos complejos en los que no todo el mundo está”. Alexa Rochi es una mujer que vive desde sus principios, que se comprometió con la construcción de paz y que respalda la lucha por los derechos de las mujeres. “Si estamos incomodando, estamos haciendo las cosas bien. Yo entregué mis armas, pero sigo siendo una rebelde con causa. Ya no tengo que desasegurar mi fusil y batir una ráfaga. Ahora configuro mi cámara, su velocidad, diafragma y chao”, termina.
Marchas del Día de la Mujer Trabajadora. Foto: Alexa Rochi.
Excombatiente de las FARC disparando en la selva. Foto: Alexa Rochi.
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LA REINA DE COLOMBIA, TRAVESTI Y VIRTUAL Texto: Nicolás Fajardo González fajardo-p@javeriana.edu.co
Foto: Juan Sebastián Benavides
Lesley Wolf, una de las representantes más notorias de la escena local del arte drag, rompe con su
performance los estigmas construidos sobre la masculinidad y la feminidad. La tarima, ahora virtual, la hizo llegar con su arte a rincones inimaginables repartidos en todo el planeta. Lo que le depara el futuro es seguir usando su arte para comunicar un mensaje de inclusión, respeto e igualdad.
Vestida y maquillada para impresionar, Lesley Wolf sale al escenario y no repara en talento ni pasión. Cada vez que interpreta su rol bajo la luz de los reflectores, su público queda hipnotizado. Allí, en la tarima, poco queda de Juan Tarquino, un hombre de 40 años, pelo y ojos negros, con algo de barba y cejas pobladas, que transforma su piel y se convierte en esa mujer de pelo rubio, ojos claros, maquillada, entaconada y vestida para actuar.
Juan es actor de teatro desde hace 23 años. Una de sus grandes pasiones, además de la actuación, es enseñar, razón por la cual se ha dedicado también a la pedagogía de las artes escénicas. Su primer trabajo fue como profesor de danza, aunque su mamá se haya opuesto a su carrera artística. Ahora cuenta: “Hoy, mi mamá es una mujer completamente empática que celebra mi arte. Llora con mis logros y se alegra con mi éxito en el drag”. “Montarse en drag”, como se le llama al acto de representar la feminidad para entretener, le es más fácil a Juan cuando sabe que su madre lo apoya. Hace relativamente poco —dos años y medio para ser exactos—, Juan decidió aprovechar sus talentos para adentrarse en el mundo del arte del transformismo, un performance de las expresiones de género, que parte del travestismo como acto teatral y conmueve desde la actuación, la música, el baile, el vestuario y el maquillaje. Desde que empezó, Juan se monta en drag al menos tres veces a la semana, y le ha invertido a este proyecto lo suficiente como para convertir a Lesley en una de las artistas más reconocidas de Colombia en este arte, con más de 15.000 seguidores en Instagram y 24.000 en Twitter. Y fue en ese puente entre el teatro y el drag el lugar donde nació Lesley Wolf, quien llegó a la vida de Juan como su rol más significativo. Él admite: “En todos mis años dedicados al teatro, ningún personaje me había enseñado tanto como Lesley Wolf. Ella me enseñó a perdonarme, como hombre, los juicios que yo mismo me hacía sobre mi feminidad. Hacer este papel es para mí un acto de liberación”. Antes, Juan no se habría permitido la libertad de pintarse las uñas en su vida cotidiana, y ahora se siente libre de hacerlo, sin prejuicios. El alcance de esta liberación se expandió mucho más cuando a Juan lo empezaron a llamar por su nombre artístico, incluso cuando estaba fuera del personaje: un día de noviembre de 2019 lo llamaron para interpretar el papel de una mujer trans en una obra de la Casa del Teatro Nacional, pero no preguntaron por él, sino por ella, por Lesley Wolf. Pero más que un personaje adyacente, como si se tratara de un mero disfraz o una máscara,
Lesley representa una extensión performativa de Juan. El artista y el personaje están delimitados por los momentos en los que se montan y se desmontan los vestidos, el maquillaje y las pelucas, transformaciones que toman normalmente de dos horas y media a tres horas. Y a pesar de que se trate de un acto performativo, Lesley Wolf y Juan Tarquino son dos en uno, la obra y el genio, el actor y su rol estelar. Él resume así la relación entre ambos seres: “Siento enojo cuando estoy vestido como Lesley, y me llaman Juan. Pero no siento ninguna molestia cuando estando fuera de personaje
Hace dos años y medio, Juan Tarquino se involucró en el arte del transformismo. Foto: Gabriel Carvajal. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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Lesley es una de las artistas drag más reconocidas de Colombia. Tiene más de 15.000 seguidores en Instagram y 24.000 en Twitter ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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me dicen Lesley”. Esto es porque Lesley, lejos de ser un alter ego o una personalidad extra, es el mismo Juan, pero con peluca, maquillaje y tacones. Ninguno de los dos desaparece cuando el otro toma la batuta: están compaginados como las caras de un taumátropo. La inspiración de su nombre brota de la cantante y activista estadounidense Lesley Gore, quien en 1963 interpretó la canción You Don’t Own Me. La letra de este himno de la liberación femenina es un llamado a la emancipación en una época en la que se les pedía a las mujeres sentarse y verse bonitas, sin opinar ni cuestionar. Ese espíritu de rebeldía ante la opresión de género es hoy un eco en los movimientos sociales que corresponden a las mujeres y a la comunidad LGBTIQ+. En ese sentido, Lesley dice: “Yo no te pertenezco y si me quieres tocar, antes tienes que pedirme permiso”. La segunda parte de su nombre, Wolf, corresponde a su animalidad, se trata de un lenguaje común en el travestismo: “Cuando empecé a hacer drag, todas querían ser las más ‘perras’. Con mi edad —40 años— se me ocurrió preguntarme qué hubo antes de las perras: las lobas. Y así quedó Lesley Wolf”. La puesta en escena de Lesley Wolf podría caber bajo la categoría fishy, que es el transformismo en su esencia pura, la imitación al pie de la letra de lo que se piensa que es el cuerpo femenino y de los cánones de belleza construidos por la sociedad: rasgos finos, caderas pronunciadas, cabello largo y maquillaje ligero. Hay quienes hacen una fuerte distinción entre el drag y el transformismo fishy, pues los consideran antónimos puesto que la clave del primero es la exageración, mientras que la del segundo es la imitación. Lesley no se ubica particularmente en el drag más tradicional, ella es una “princesita”, una chica grunge, y tal vez 20 mujeres más al mismo tiempo, pero su estilo es la mímesis y no la hipérbole. “Todos somos travestis, pues todos nos travestimos, por ejemplo, para ir al trabajo o para hacer una entrevista”, dice Lesley refiriéndose a que al vestirnos o escoger un estilo de cabello, expresamos con nuestros cuerpos lo que queremos ser, y para ella no hay realidad más fiel al transformismo o al drag que esta. Lesley
considera que ser llamada drag queen no es lo suficientemente preciso, ella es una travesti antes que una artista drag. El transformismo es su camino para expresar su arte, el drag es donde los demás la encasillamos, porque resulta más cómodo o porque no diferenciamos entre estos mundos. El arte de Juan y, por ende, también el de Lesley, es una mímesis de lo que usualmente se piensa de la feminidad, interpretada a través del teatro, un acto dinámico y entretenido, con un fuerte trasfondo político. Lesley afirma: “Hay un mensaje siempre. Me interesa generar una reflexión”. Hacer drag ya es un acto político con una posición clara, la de incomodar a través del arte performativo. Lesley, sin embargo, va un paso más allá, pues su propia teatralidad incluye un mensaje político que puede estar relacionado con la lucha contra el machismo, la homofobia o la transfobia. Su arte trata de entregar un mensaje tan preciso como el llamado a la juventud LGBTIQ+ de Colombia a luchar por la paz y la igualdad. En septiembre de 2019, Lesley actuó como muchas otras veces en la tarima principal de Theatron, el bar gay más grande de Colombia. Horas antes, ella tuiteó: “Estaría necesitando que lleven pañuelos blancos para cuando suene la cumbia en Hips Don’t Lie, por favor”. Este mensaje estuvo acompañado por una paloma blanca. Al sonar el tema de Shakira, Lesley se puso una pollera con la bandera de Colombia, hizo el lipsync y bailó. Cuando sonaron las trompetas, varios miembros del público agitaron unos pañuelos blancos y, sin saberlo, eran parte de algo más grande: un performance que fue un llamado al gobierno por el respeto a la diversidad, a la vida y a la paz. Los actos de Lesley Wolf usualmente tienen un tono político, aunque ser travesti y actuar en frente de un público ya es un acto controversial y contestatario. *** Este último año, con la crisis del teatro ocasionada por la pandemia, las artes performativas también se acomodaron a los escenarios virtuales. Lesley Wolf se mueve hoy en esos espacios, entre su cámara y nuestras pantallas, y con una presencia más amplia que nunca.
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Juan Tarquino transformándose en su personaje: Lesley Wolf. Foto: Sandra Suárez.
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Foto: Gabriel Carvajal.
Ella reflexiona: “Es mejor si nos preguntamos para qué nos pasan las cosas, antes que preguntar por qué nos pasan las cosas”. La pandemia, lamentablemente, trajo consigo una crisis en el teatro y en la enseñanza de las artes escénicas, que era lo que garantizaba un diario vivir para Juan. Pero eso no le impidió seguir buscando una labor para desempeñar y, por eso, el optimismo era el protagonista en
el mensaje que se transmitía por sus redes sociales. Durante dos meses, recién encerrados por la cuarentena, Lesley se dedicó a producir contenido tras contenido. Por eso Lesley Wolf, en compañía de su mejor amigo, Javier Benavides Piracún, montó el Drag Home Festival, un evento en vivo transmitido por YouTube, cuyo objetivo fue mostrar el talento drag desde casa. Los bailes y performances allí incluidos son invaluables unidades de talento de artistas locales del transformismo, una experiencia recomendada. Lesley cuenta: “Me encontré con un montón de historias increíbles, chicos, chicas y chiques que no podían hacer más drag, porque al estar tanto tiempo en casa, los papás les quemaban sus dos o tres pelucas y les botaban el maquillaje”. Por esta razón, varios jóvenes artistas participaron en el festival, aunque sin montarse con la misma vistosidad como lo habrían hecho en público. El espacio privado en cuarentena fue para ellos una inhibición, pero el festival les permitió expresarse aun en esa situación. El verdadero trabajo llegaría en agosto de 2020, cuando en plena pandemia se estrenó Love for the Arts, una competencia internacional de artistas drag que se transmitió durante diez semanas por la plataforma de Twitch. El premio era de cinco mil dólares, y la organizadora del evento fue Trinity ‘the Tuck’ Taylor, una de las drag queens más exitosas de los últimos años en el mundo. Lesley Wolf participó en este evento al cuál debía enviar sus actos en formato audiovisual. Llegó a la final invicta y, sin duda, fue una de las favoritas para llevarse el premio en representación de Bogotá y de Colombia. Al final, no consiguió quedarse con el premio, quedó de runner-up (subcampeona), pero, sin duda, ganó muchas otras recompensas en su paso por esta experiencia. ***
Oh my Drag es la plataforma más grande de la cultura drag en Colombia. Lesley trabaja regularmente allí y gracias a ello conoció a Trinity Taylor en 2019, en un almuerzo al estilo colombiano en el restaurante Andrés. Después de un intercambio de contactos y
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una conversación de admiración mutua, Trinity regresó a los Estados Unidos y, después de un año, anunció el concurso que sería Love for the Arts. Lesley Wolf tuvo que producir contenidos todas las semanas, principalmente bailando, actuando y haciendo lipsync. Juiciosamente los enviaba al concurso para que fueran transmitidos a miles de personas, todo mientras se reanudaban las clases de teatro, aunque la virtualidad parecía haber llegado para quedarse por un buen rato. “Yo planeaba los miércoles, grababa los jueves, editaba los viernes y enviaba los sábados antes de las ocho de la mañana. Eso me llevó a aprender un montón de herramientas digitales nuevas”, cuenta Lesley, y también dice que este concurso fue como una escuela, donde se le enseñó todo lo necesario para domar la fiera de la virtualidad. La experiencia fue, sin duda, enriquecedora, y Lesley cuenta: “Viajé con mi drag a todos los rincones del mundo, lugares a los que jamás imaginé llegar, pero lo hice gracias a la virtualidad”.
Foto: Juan Sebastián Benavides.
En Colombia, el arte drag es un producto importado, como lo cuenta Juan José Jiménez, director creativo de Oh my Drag: “La escena drag en Colombia no es como la de México o la de Chile, mucho menos como la de Estados Unidos, donde la diversidad es inmensa. Tenemos la suerte de contar con personas como Lesley que sirven de modelos para los jóvenes de la comunidad”. Lesley Wolf también recalca: “Hacer drag en un país como el nuestro definitivamente no es lo mismo que en otros. El artista travesti colombiano tiene un deber con las nuevas generaciones, y eso que yo empecé a mis 38 años a hacer drag”. Esa es la esencia del arte de Juan Tarquino, el legado que imprime en la comunidad que representa con su educación y su arte. Todos los escenarios son válidos para transmitir ese mensaje del arte de Lesley Wolff. Ya sea en Theatron, antes de la pandemia, bailando al ritmo de Shakira con La pollera colorá; en Danza en la Ciudad, donde fue la artista que más convocó público; en Cali, con todos usando tapabocas, o en Twitch, mostrando sus talentos a miles de fanáticos del drag alrededor de todo el mundo.
Foto: Gabriel Carvajal.
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PRIVADOS DE LA PRIVACIDAD Texto e ilustraciones: María Paula Sánchez ma-sanchez@javeriana.edu.co
Facebook, Instagram, Spotify y otras redes sociales conocen más de usted de lo que cree. Pueden saber si está teniendo una temporada triste, qué personas o temas despiertan con facilidad su interés, quiénes son sus amigos más cercanos, cuáles son sus miedos, quién le atrae o si ha terminado con su pareja y por qué. Se podría decir que les hemos permitido entrar en nuestra mente. ¿Podría ser esto peligroso? Según un informe del periódico español El Mundo, una persona pasa, en promedio, cincuenta días al año en redes sociales. Es decir, el equivalente a casi dos meses consecutivos sin ninguna pausa, pero, incluso, este tiempo puede llegar a ser mayor en algunas personas. Por eso el mundo digital que hace parte de su día a día puede conocerlo profundamente y tener una gran influencia sobre usted. La mayoría de las personas que acceden a una red social lo hacen con la idea de que podrán actuar autónomamente; es decir, piensan que la podrán abrir o cerrar cuando lo decidan, que seguirán a las personas o las páginas que gusten, que subirán lo que quieran y leerán lo que deseen. Que nada será obligado y que, por el contrario, el servicio gratuito les provee toda la libertad. Tal vez es la primera impresión que se tiene de Facebook, Instagram, Twitter, YouTube,
WhatsApp, Pinterest, TikTok y Spotify, entre otros, y puede ser parcialmente cierta, pero los ensamblajes algorítmicos, que son los que manejan el ritmo y los contenidos en estas redes sociales, no son tan neutrales como parecen. La expresión “ensamblajes algorítmicos” puede parecer confusa y solo usada por expertos en computación, pero convive con nosotros todo el tiempo. El algoritmo es el que selecciona el contenido que merece ser visto en cada red social; es decir, es el que decide por qué su publicación aparece en el feed (flujo de contenido) de cierto grupo de personas, cuánto tiempo permanecerá como relevante, qué publicaciones o contenido se le mostrará a usted, entre otros aspectos. Y hace posible que se recolecte su información. Carlos Barreneche, investigador de la cultura digital y profesor de esta área en la Pontificia Universidad Javeriana, explica: “El algoritmo no es un ente estático, sino que es una red que está siendo alimentada y modificada constantemente por un conjunto enorme de datos”. No es solo una máquina que observa, sino que es más un conjunto de ‘maquinitas’, donde cada una recolecta datos específicos y, a su vez, están conectadas con otras que recolectan otros datos. Este grupo interconectado se construye y aumenta su capacidad con base en su información.
Barreneche expone que los dos mayores propósitos del grupo algorítmico son “producir perfiles para el mercadeo dirigido y así categorizarnos para ver qué podríamos comprar o consumir —ya sean ideas o productos—, y generar el máximo engagement; es decir, que las personas pasen el mayor tiempo posible en la red social y no lo pasen en otro sitio”. La polémica y las críticas alrededor del uso de estos algoritmos para recolección y comercialización de los datos han ido creciendo, hasta tal punto que Mark Zuckerberg, creador y director ejecutivo de Facebook, ha tenido que ofrecer disculpas públicas a los usuarios de Facebook y de las redes sociales asociadas con esta en repetidas ocasiones, ya sea por el uso que ha dado a sus datos o por el que le han dado terceros, como sucedió en el 2018, cuando estalló el escándalo por la filtración de los datos de más de 50 millones de usuarios que la consultora Cambridge Analytica usó para influir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en el año 2016. Cuando escuchamos que se comercializa con nuestros datos, no solo hablamos de los que le damos voluntariamente a la red social —edad, día de cumpleaños, amigos, familia, nivel de educación, colegio o universidad, etc.—, sino también de un conjunto de datos que permiten categorizarnos y deducir nuestras acciones
Las ganancias por el almacenamiento de datos personales son parte del negocio de Facebook. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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Las redes sociales pueden cautivarte como cualquier vicio, por eso hay que tener autocontrol
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futuras, por ejemplo: cuánto demoramos viendo una publicación, nuestras emociones (mediante el reconocimiento facial o de voz), los lugares que más visitamos (por medio de la localización), las palabras clave que más escribimos, las reacciones que tenemos sobre algún tipo de información —cuáles cosas nos atraen y cuáles no, traducidas en likes o páginas que seguimos—, nuestro nivel socioeconómico, nuestros hábitos —si nos gusta mucho salir de viaje, si practicamos algún deporte, qué alimentos nos agradan, etc.—, si somos introvertidos o extrovertidos, nuestras afinidades políticas y creencias religiosas, entre muchas otras cosas. Los datos que los ensamblajes algorítmicos recolectan se pueden deducir con base en las patentes y permisos que tenga cada plataforma digital. Por ejemplo, Spotify tiene la patente para leer su discurso hablado; es decir, escuchar cómo se está hablando —entonación, ritmo— y a través de eso determina su estado de ánimo y otra serie de cosas. Instagram, con los permisos que se aceptan cuando se abre la aplicación —muchas veces sin que el usuario tenga una comprensión completa sobre lo que permite— puede usar la cámara y ver sus reacciones o emociones, acceder a sus fotos en la galería y deducir su personalidad o saber sobre las personas que son cercanas a usted. Por eso el bombillito verde o naranja de los iPhone —que avisa si la cámara o el micrófono están funcionando— se enciende intermitentemente cuando ingresa a esta aplicación. A todos estos datos se les suman algunos ya mencionados, como aquello a lo que le da “me gusta”, qué lugares visita frecuentemente y a cuáles personas o páginas sigue. En ese sentido, puede ser que las redes sociales terminen por conocerlo de una manera profunda, incluso mejor que usted mismo. Quizás usted piense que esta afirmación sea exagerada o que, aun si no lo fuera, no habría nada que temer, pues no tiene nada que ocultar ni información valiosa que les pueda interesar a las grandes compañías. Sin embargo, su información es valiosa, muy valiosa, porque, como afirma Álvaro Escobar, especialista en seguridad informática de la Universidad Piloto de Colombia, “el modelo de negocio de la ac-
tualidad es la economía digital”, y esta se mueve por medio de la vigilancia y de la recolección de información. En redes sociales la información no se mueve a través de mensajes, sino de afectos. Es decir, lo que amamos, lo que nos entristece, lo que nos enoja, lo que nos produce asco, lo que nos alegra… Por esto, la información que le brindamos a las plataformas digitales les permite categorizarnos, pues nuestros metadatos —que son los que exponen el dónde, el cuándo, el cómo y el con quién— muestran cuáles son nuestros intereses, qué es lo que nos mueve. Peter Eckersley, científico informático y jefe de Electronic Frontier Foundation, una organización de derechos digitales sin fines de lucro, afirma: “Facebook puede aprender casi cualquier cosa sobre usted mediante el uso de inteligencia artificial para analizar su comportamiento”. Esta información consolida el conjunto de las más completas bases de datos, que eran sencillamente imposibles hasta hace poco, pues hasta hace unas décadas a una compañía de publicidad le costaba años construir una base de datos sólida que expusiera cuáles eran los intereses de los consumidores. Hoy esta información, con la que pueden acceder a lo más íntimo, está al alcance de la mano. Pero los algoritmos no se limitan a la red social: para crear un perfil aún más acertado, se generan conexiones entre datos de páginas externas y datos de las redes. Así, por ejemplo, Zuckerberg admitió en el capitolio estadounidense que lo sitios que no eran de Facebook y usaban varios tipos de software de seguimiento de Facebook podrían superar los 100 millones. Por eso Escobar explica que el fin de los algoritmos “es triangular información para venderte bienes y servicios”, que pueden ir desde zapatos, membresías de revistas o una suscripción a una plataforma, hasta estilos de vida y posturas como el veganismo, las religiones o las ideas políticas. Pero esta red de conexiones no para allí, pues existen compañías llamadas data brokers (vendedores de datos), que se encargan de generar hiperconexiones entre los datos de la vida virtual y física. Por ejemplo, conectan los datos de su tarjeta de fidelidad de alguna
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tienda o supermercado, donde se puede obtener su correo, celular, cédula, objetos comprados o puntos, con los datos de sus redes y páginas enlazadas a estas. “Estos datos no solo los usan las redes sociales para fines propios, sino que se venden a empresas, incluso a organizaciones de noticias como
The New York Times, con fines de marketing”, así lo dijo Natasha Singer, periodista de ese mismo diario, en el 2018. Ella también afirmó que el almacenamiento de datos personales es el núcleo del negocio de Facebook, pues le ha permitido a esa red social ganar un promedio de 40.600 millones de dólares anuales.
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Todavía más grave es el hecho de que esta información se vende también a campañas políticas que manipulan los intereses y afectos. Esto fue lo que pasó con el ya nombrado escándalo de Cambridge Analytica, una empresa londinense encargada de analizar datos para desarrollar campañas de marcas y de políticos, que obtuvo los datos de 50 millones de usuarios de Facebook. Esta información, según declaraciones posteriores del personal de Cambridge Analytica, fue determinante en el resultado de la elección de Donald Trump, pues al tenerlos dedujeron un perfil psicológico de cada usuario, supieron cuáles eran sus afectos más fuertes y así desarrollaron un contenido hecho a la medida para cambiar la forma de pensar de los votantes. Precisamente por este acceso a nuestros datos las nuevas políticas de WhatsApp, Instagram y Facebook causaron revuelo. Pilar Sáenz, egresada de física de la Universidad Nacional de Colombia y líder de seguridad y privacidad en la Fundación Karisma, una organización que promueve la protección de los derechos humanos en el mundo digital, explica: “Dado que las ganancias de Facebook vienen de los servicios
que presta por publicidad, sus acciones no podían ser otras que recoger información personal de WhatsApp para fortalecer el modelo de negocio de la empresa: perfilar más y mejor a sus usuarios, para ofrecer los algoritmos que usan para la publicidad dirigida”. Además, como lo explican Sáenz y Barreneche, estas compañías están recurriendo a la práctica de “jardines amurallados” (walled gardens), con la cual se retiene al usuario dentro de una determinada plataforma para recopilar sus datos. Es decir, se tiene al usuario preso y sin opción de salir, pues ¿cómo salirse de WhatsApp si todos los contactos de trabajo o familia están ahí? Nos dejan entre la espada y la pared. Y como para la mayoría no es una opción salir, se termina por aceptar. Quizás la respuesta a estos problemas no será necesariamente dejar del todo las redes sociales, pero sí ser crítico. Carlos Barreneche, Álvaro Escobar y Pilar Sáenz coinciden en que el entorno digital está presente y se irá desarrollando y cambiando con el tiempo, y que esto es inevitable. Pero advierten que debemos ser críticos con nosotros mismos y con el contenido que consumimos y el que publicamos. Tenemos que ser conscientes de que hay manos tras las máquinas a las que les interesan nuestros afectos y nuestra información. Una forma para acercarnos a esto es regular el tiempo que pasamos en estas plataformas digitales. “Las redes sociales pueden cautivarte como cualquier vicio, por eso hay que tener autocontrol”, opina Álvaro Escobar. También es conveniente analizar a cuáles plataformas reservamos determinado tipo de información. Por ejemplo, como lo aconseja Pilar Saénz, “se pueden reservar las interacciones y comunicaciones más delicadas, como las de su trabajo o sobre temas sensibles, para otras aplicaciones más respetuosas de la privacidad y la confidencialidad, como Signal o Telegram [en lugar de WhatsApp]”. También se debe entender el truco detrás de cada red, pues muchas de las cosas que vemos en ellas pueden tener la finalidad de influenciarnos. Debemos permanecer alerta y, sobre todo, tener criterio a la hora de elegir y aceptar esos contenidos.
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INFLUENCIADORES
PARA LA BUENA COCINA Texto: Sophia Castro sophia_castro@javeriana.edu.co Santiago Gómez Cubillos santiago_gomez@javeriana.edu.co
A Santiago Restrepo lo conocen como 'El de las Trufas' y en su canal de cocina en YouTube tiene 461.000 suscriptores. Foto: cortesía de Santiago Restrepo.
En redes sociales también se puede enseñar a cocinar. Algunos se enfocan en recetas de gran complejidad y otros se dedican a instruir a su público en lo básico. Santiago Restrepo Klinge, Tulio Zuloaga y Ana Belén Charry son tres influenciadores gastronómicos que trasmiten su conocimiento a través de la pantalla. La esencia detrás de las trufas Leche condensada, cocoa en polvo y una refractaria es lo único que se necesita para hacer una trufa. Ese postre pequeño y redondo, con cobertura de chocolate y que no toma más de 30 minutos de preparación, le ha dado a Santiago Restrepo Klinge la marca sobre la cual ha construido su plataforma. Se hace llamar ‘El de las Trufas’ y actualmente su canal tiene 461.000 suscriptores en YouTube, donde enseña a cocinar “recetas rápidas, fáciles y deliciosas con ingredientes comunes”. El de las Trufas estudió gastronomía en la Academia Verde Oliva y después comenzó a estudiar lenguas modernas en la Pontificia Universidad Javeriana. En el campus empezó a vender las trufas que lo volvieron famoso y fue allí de donde salió su particular apodo. “Me di cuenta de que las personas son más ‘dulceras’ que ‘saleras’, y estos dulces pueden guardarse fácilmente en la nevera y duran hasta una semana. Además, son económicas, fáciles de portar y se conservan”, afirma.
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Foto: Santiago Restrepo.
Por las ganas de querer llegar a más gente, Santiago empezó a publicar memes en la página Clasificados Javeriana de Facebook, por lo que más personas lograron llegar a su producto. “Eso cogió mucha fuerza y las personas empezaron a conocerme como ‘El de las Trufas’, hasta el punto de que ya no tenía que moverme por la universidad, sino que les decía ‘vengan aquí y compren’ y ahí llegaban todos”. Sin embargo, quería hacer algo más con el conocimiento que tenía en gastronomía, por lo que decidió abrir un canal en su plataforma preferida: YouTube. “Básicamente quería hacer uso del conocimiento de cocina que tenía y aplicarlo de una manera distinta, que no fuera trabajar en un restaurante o un hotel. Además, hace bastante tiempo he querido trabajar en YouTube porque crear contenido se me hace superchévere, sobre todo si se ve desde el lado de la educación”. Comenzó con videos cortos y sencillos que pudieran ser útiles a muchas personas, en los que también enseñaba a hacer recetas sin incluir ciertos ingredientes o utensilios de cocina que resultan difíciles de adquirir. También hizo uso de otras redes sociales, como Twitter, Instagram y Facebook, para dar más visibilidad a su canal.
La falta de implementos en la cocina no es un impedimento para que alguien cocine una de sus recetas en casa. Por ejemplo, para hacer unos rollos de canela no se necesita un horno, pues con una sartén bastará para Santiago. Si no se consigue azúcar pulverizada, recomienda poner azúcar normal en la licuadora, y si no hay un rodillo disponible para estirar la masa, una botella vacía funciona perfectamente; incluso un poco de papel de aluminio puede ser un buen sustituto en caso de que la sartén que esté usando no tenga tapa. “La filosofía del canal es enseñar las recetas de una manera simple, sin la prepotencia que puede llegar a tener un chef que, sin cierto ingrediente o instrumento de cocina, no hace alguna receta. La idea es hacer una cocina accesible para todo el mundo con ingredientes sencillos”. Su canal fue creciendo lentamente hasta que pudo monetizarlo por la cantidad de visualizaciones en sus videos. Pero realmente fue la llegada de la pandemia lo que catapultó su número de suscriptores al número con el que cuenta hoy en día. “Antes ya tenía un poco de fuerza, eran alrededor de 50.000 seguidores, pero apenas empezó la pandemia en Colombia, los seguidores aumentaron debido a que la gente estaba cocinando más en la casa”. Cuando Santiago empezó su canal no pensaba vivir de eso; creía que al graduarse de la licenciatura iba a ser profesor o traductor o a especializarse en algún tema relacionado con la carrera. Hoy se dedica tiempo completo a crear contenido de cocina para YouTube, aunque dice que su crecimiento no se debe únicamente al trabajo que ha hecho, pues “son cuestiones del azar”, dice, suelta una sonrisa y explica: “Triunfar en YouTube no tiene una fórmula, sino que se trata de la constancia, el azar y las ganas”. Desde que empezó el canal quiso enseñar recetas para todo el mundo, tanto las más fáciles como las más complicadas. “Las más fáciles son los churros, porque es mezclar agua y harina, y casualmente es la más vista en el canal. La más difícil es la arepa de huevo”, afirma. Santiago ya se graduó y ya no vende trufas, pero en el futuro quiere emprender otra vez ese negocio y hacer su propia marca y empa-
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que. Por ahora, continuará grabando videos para YouTube que le demuestren a la gente que no deben tenerle miedo a la cocina.
Aprender con trucos: la técnica de Tulio Recomienda Frente a la pantalla solo se puede imaginar el aroma de la plaza de Bazurto, en Cartagena. Tulio Zuloaga camina por los pasillos, mientras graba las ollas profundas con cazuela de mariscos, bocachico frito, arroz de cangrejo, mojarra con patacón y miles de platos más que inundan la vista. Allá no usan tapas para las ollas, las mujeres de la plaza dicen que las bolsas plásticas conservan mejor el sabor de la comida. Tulio explora y, aunque su trabajo como influenciador gastronómico le ha permitido viajar por todo el mundo probando restaurantes de mantel blanco y meseros de corbatín, dice que esta es una de sus experiencias más memorables. Tulio se ha convertido en un referente gastronómico gracias a su trabajo en redes sociales. Antes de la pandemia era conocido por sus recomendaciones de restaurantes por toda Colombia y la organización de eventos como Burger Master. Ahora, promueve la cocina fácil y rápida desde su cuenta de Instagram, para todos aquellos que nunca se han atrevido a coger una sartén en su vida.
Tulio impulsó gran parte de su carrera con los eventos que promocionaba, entre ellos Burger Master, Sushi Master, Cocktail Challenge y Callejeros con Pedigree. Foto: Leonardo Machado.
Sin embargo, él no empezó su carrera en la cocina, sino en el escenario. Cuando el pelo todavía le rozaba los hombros, cantaba La cachucha bacana al son de un acordeón potente y pensaba que su futuro estaría en la música. En 1998 aceptó trabajar en Gastrosophía, su primer programa de televisión sobre cocina. “Ahí descubrí que podía entrar con mucha fuerza alrededor del tema gastronómico, así que me metí a estudiar en la Mariano Moreno y me hice especialista en gastronomía colombiana del SENA”, cuenta. Además, desde muy joven tomó cursos de comida asiática y vegetariana, por lo que su relación con la cocina siempre había sido bastante estrecha. Fue entonces cuando se formaron las bases de lo que hoy es una plataforma con más de un millón de seguidores en Instagram y 272.000 suscriptores en YouTube. “Todo el mundo sabía
El trabajo de Tulio, lo ha llevado a conocer la cocina de varias regiones del país. Foto: Alejandra Mejía.
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comenzar a enseñarla de una manera sencilla: “No tienen que comprar nada nuevo, no necesitan aparatos especiales y, como todos tienen una cocina, lo que nosotros vamos a hacer es tratar de diseñar recetas con los ingredientes más sencillos y simples, que incluso un niño de siete años podría hacer”. Tulio toma dos círculos de masa para hacer arepas, aprisiona un huevo frito entre las dos y pone todo en el aceite. No es un cocinero tradicional, siempre está buscando alternativas para hacer de la cocina algo más fácil. “En Gastrosophía descubrí que hacíamos muchas recetas que eran difíciles de preparar. Incluso a mí me pasaba que hacía una receta en el programa y después, cuando trataba de replicarla, no me quedaba igual. Entonces, empecé a modificar las recetas para que puedas entrar a la cocina y en cinco minutos demostrarte que eres un cocinero”.
Las recetas siempre han hecho parte de su canal, pero con la pandemia tuvo que pasar de hacer dos recetas semanales a hacer una diaria. Foto: Alejandra Mejía.
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que yo estaba muy metido con el tema de los restaurantes, entonces siempre me decían: ‘¿Tú adónde me recomiendas ir a comer?, ¿qué has descubierto nuevo?’ Fue así como, después de un proceso, nació Tulio Recomienda”. Uno de los grandes impulsos de su carrera fue en 2016, cuando organizó el primer Burger Master. “Lo que el Master hizo por mí fue mostrarme que realmente podíamos generar fenómenos muy grandes desde las redes sociales. Fenómenos que eran más grandes de lo que conocíamos hasta ese momento”, recuerda. El evento, que empezó a replicarse anualmente con diferentes tipos de comida, vendió en su última edición en 2019 casi dos millones de hamburguesas. Sin embargo, con la llegada de la pandemia tuvo que poner en pausa sus eventos y “me hizo pensar que lo que tenemos que hacer es acercar a la gente a un hobby que todos tenemos en casa: la cocina”. Y por eso se le ocurrió
“Fácil cocina para los que no cocinan” se volvió su eslogan, pero admite que es un esfuerzo muy grande mantener la audiencia que tiene. “Hay muchas personas que creen que trabajar en redes sociales es algo muy sabroso, que con postear una publicidad ya lo tienes todo hecho y no se imaginan el esfuerzo que requiere. De todos los trabajos que he hecho en mi vida, creo que este ha sido el más exigente”, afirma. “Si estás haciendo un crepe, vas a darle la vuelta y no sabes cómo hacerlo, solo le metes la palita y le das la vuelta en el aire”, dice mientras deja escapar una pequeña risa. “Si se torció o se partió, no importa. La próxima te irá mejor”. Con sus videos, Tulio impulsa cada vez a más gente a que desafíe la cocina y se atreva a probar cosas nuevas. Para terminar su reflexión dice: “Siempre hay que estar preguntándose y nunca en la vida someterse ni a la regla, ni a los pasos, ni a que te digan ‘Esto se puede, esto no se puede’, a menos que tú solito descubras por qué”.
Ana Belén Charry: la chef de TikTok Ana Belén pone tiras rojas y amarillas de pimentón sobre el aceite caliente y suena como si las gotas de una tormenta quisieran atravesar la ventana. Entonces agarra el mango de la sartén, la ladea para que todo se deslice y con
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un rápido movimiento de muñeca empieza a saltear los ingredientes. No habla de cantidades ni tiempos de cocción, dice que “la cocina es acerca de entender la intuición que tienes como cocinero”. Para Ana Belén Charry, chef y antropóloga de 25 años, el comienzo de la cuarentena fue la oportunidad perfecta para mostrar su talento culinario en redes sociales. En TikTok, donde ya tiene más de 760.000 seguidores, enseña preparaciones tan sencillas como una mantequilla de ajo y especias, y tan complejas como una paella. Mientras que en Instagram explota su conocimiento antropológico para contarle a sus 105.000 seguidores sobre los orígenes de sus recetas.
tos fueron la chúcula y la arrayana, que son preparaciones típicas de allá”, recuerda. Pero cuando estuvo en la Mariano Moreno se dio cuenta de que esos platos no se enseñaban a preparar. “Entonces, le dije a Álex: ‘A lo bien, ¿Colombia solo es tamales y empanadas?, ¿qué es esa mirada tan del centro?’. Y él dijo: ‘No, Ana, pero es lo que se ha estudiado y se ha documentado. Lo demás es trabajo para un antropólogo’”. Esa fue una de las cosas que la llevaron a la Universidad de los Andes a estudiar antropología y, ahora, a mostrar en sus redes lo que normalmente no se ve sobre la cocina colombiana.
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Ana Belén dice que su sueño es publicar un libro en el que reúna historias de mujeres de cada departamento de Colombia para contarlas a través de una receta. Foto: Sergio Zea Serrano.
Para ella, cocinar en redes sociales ha sido una apuesta por enseñarle a la gente lo que llama cocina colombiana “lograble”: “A mí no me interesa que me sigan los ‘pupis’ de la cocina, a mí me interesa que me siga la gente normal, la gente que no sabe hacer un arroz”. Pero su apuesta no es solo para acercar a las personas a la cocina, sino para reivindicar los saberes provenientes de la cocina regional. “Lo chévere de la cocina es que es un marcador de identidad, entonces hay que darle la relevancia a la historia, a los aprendizajes y a las experiencias que dieron lugar a esos aprendizajes. Yo amo a los cocineros de chaqueta blanca y me parece que han hecho mucho por la cocina de este país, pero sin nuestras abuelas no tendríamos nada en la cocina”, dice mientras echa a la sartén cebolla blanca y morada con pimentón. Su sueño es algún día publicar un libro de recetas de mujeres colombianas de cada departamento del país. A los 15 años, Ana Belén entró a estudiar a la Escuela de Gastronomía Mariano Moreno, a la que iba en las noches después del colegio. Fue allí donde se encontró a Álex Salgado, su profesor de cocina colombiana, que no solo la llevó a adentrarse aún más en lo que hoy es su especialidad, sino que también le dio la idea de estudiar antropología. Cuenta que cuando era muy joven, su madre la llevó a convivir con la comunidad indígena Kofán, en el Putumayo. “Mis primeros pla-
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Para Ana Belén la cocina es más que un trabajo, es una forma de expresar cariño. Foto: Sergio Zea Serrano.
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Desgrana un poco de maíz que luego mezcla con mantequilla, crema y cilantro. Un olor dulce sale de la olla y se expande por toda la cocina. “Si hay queso, pues le pondrían queso y toda la vuelta, pero hoy no hay, entonces tocó así”, explica antes de soltar una carcajada. “Mi planeación en la cocina es así, uno tiene unos ingredientes y dice ‘Bueno, pues hagamos esto hoy, a ver qué tal’”. Así es como hace sus tiktoks, en los que, lejos de mostrar una imagen perfecta sobre la cocina, Ana Belén busca despojarse de lo rígido y aventurarse a innovar en las recetas tradicionales desde sus redes sociales. “Yo no sabía realmente cómo crear contenido”, dice sobre sus inicios en las redes. Para ello se apoya en Claudia Ospina, su mánager y “mano derecha”, que se ha encargado de
convertirla en influencer gastronómica. “Yo le digo a Ana: ‘No importa si te equivocas haciendo el video porque eso le pasa a cualquier persona’. Entonces, en los primeros videos ella cortaba algo, salía mal y así lo publicábamos, porque queríamos que fuera lo menos producido posible”, afirma Claudia. En su cocina no hay trípodes ni aros de luz, solo un bloque de cuchillos y unos cuantos libros que le sirven para las tomas estables. Es así como se graba todos los días. Es extrovertida y afanada a la hora de cocinar, algo que le ha causado varias heridas en la mano (incluso una durante esta entrevista), pero ella responde con una sonrisa: “Amo cocinar y hablar carreta”, mientras se venda el dedo con una servilleta.
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LOS QUE NO HAGAMOS LA TRANSICIÓN, VAMOS A
DESAPARECER Texto: Laura Duarte laura_duarte@javeriana.edu.co Fotos: Cortesía María Jimena Duzán
María Jimena Duzán es un referente en el periodismo nacional: ha trabajado en los principales medios del país durante los últimos 40 años. Recientemente renunció a Semana, luego de que algunos cambios en la línea editorial y diferencias con los propietarios motivaran la salida de varios periodistas de la revista. Hoy hace su trabajo desde lo digital, usa YouTube como su principal medio de difusión y sigue haciendo lo que sabe: periodismo responsable, claro e investigativo.
Se crio en medio de la tinta del periódico. Ahora trabaja entre los likes, las tendencias y los comentarios en las redes sociales. María Jimena Duzán ha vivido casi todas las etapas del periodismo en Colombia, desde las publicaciones impresas hasta la televisión y lo digital. También pasó por los momentos más duros de censura y violencia. Desarrolló su habilidad periodística en los pasillos del El Espectador, junto a Guillermo Cano, en medio del terror del narcotráfico de los años ochenta y del conflicto entre guerrillas, paramilitares y Fuerza Pública. Por esto, ha dedicado su trabajo a denunciar las redes criminales y la corrupción en Colombia, a pesar de la intimidación y las amenazas. Recuerda que cuando estaba pequeña, su padre y también periodista, Lucio Duzán, la llevaba todos los sábados a ella y a su hermana Silvia a las instalaciones de El Espectador para entregar el editorial. Ese mundo las conquistó a ella y a su hermana, por lo que ambas dedicaron su vida al periodismo. En 1990, Silvia Duzán fue víctima de la violencia paramilitar en la tercera masacre de Cimitarra, Santander, mientras rodaba un documental sobre la población campesina de la región. María Jimena recuerda que a su casa siempre llegaban periodistas, ministros, exministros, presidentes y expresidentes que se reunían con su padre y llevaban debates de todos los colores políticos. Por todo esto, parece curioso que una mujer que dedicó casi toda su vida a los medios impresos —empezó desde los 16 años, cuando Guillermo Cano le publicó, para su sorpresa, una semblanza sobre su padre, que había fallecido recientemente, y se ganó un espacio en el periódico como columnista—, hoy sea una de las twitteras más seguidas en Colombia y tenga 248.000 subscriptores en su canal de YouTube: María Jimena Duzán En Vivo, con apenas unos meses de haberlo abierto. No obstante, ella estaba haciendo esta transición desde hace algún tiempo, incluso mientras estuvo en los medios tradicionales, con investigaciones como Mafialand,
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Foto de María Jimena para el primer video promocional sobre su canal. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••
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en la que cuestiona la relación entre el poder político, el narcotráfico y otros grupos criminales o con el programa Semana En Vivo, que pasó de la televisión, en Cablenoticias, al canal digital de Semana. En el 2021, luego de renunciar a la revista Semana y a su columna de opinión, abrió su canal con el objetivo de continuar con sus investigaciones y con las conversaciones sobre un mismo tema con distintos puntos de vista. El canal se estrenó con una investigación sobre las coimas a magistrados mientras Luis Gustavo Moreno fue fiscal anticorrupción; asimismo, en el espacio ya han intervenido varios políticos y académicos, como se hacía en el programa en Semana. Con todo esto, María Jimena quiere demostrar que es posible hacer buen periodismo desde lo digital, sin la necesidad de comprar clics y sin hacer de ella el personaje principal. No se considera youtuber, porque para ella estos hacen todo un show alrededor de sí mismos. Lo que María Jimena hace es periodismo y está convencida de que si este no transita a lo digital, va a desaparecer.
Directo Bogotá DB: ¿Cuál es su visión del periodismo hoy en día? María Jimena Duzán [MJD]: El periodismo se está acabando porque los medios han terminado en manos de los dueños del país; es decir, de los más ricos de Colombia, y los más ricos no tienen ninguna sensibilidad frente a lo que significa ser o hacer medios que escrutan el poder, porque el poder es de ellos. Los ricos de acá son muy mezquinos y piensan muy poco, solo piensan en sus beneficios, y eso es una tristeza. El problema no es que uno sea rico, sino que piense en mantener solo sus propios privilegios, y eso es lo que ha pasado con los dueños de los medios en Colombia. Eso va acompañado también de una crisis del modelo económico de los medios tradicionales, que ha hecho que dependan cada vez más de las pautas publicitarias de los gobiernos de turno. Entonces, los periodistas como yo nos volvimos insostenibles, problemáticos y complicados para los medios, porque obvia-
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mente el poder de turno condiciona la entrega de esos dineros a esos ricos que quieren tener más plata cada día. Entonces, en vez de que nosotros sigamos diciendo cosas, prefieren la censura y fomentar una autocensura.
DB: ¿Cuál es ese tipo de periodismo insostenible que usted practica? MJD: Uno de los peligros que está enfrentando la democracia colombiana es que se están agotando los espacios para hacer periodismo de manera independiente, que es como siempre se debe hacer. Me da risa que me toca hacer énfasis en que yo hago periodismo independiente, y no: yo hago periodismo. Es que el periodismo siempre es independiente de los poderes para poder escrutarlos, ese es el deber ser del periodista. No es justificar y hacer propaganda al gobierno, para eso están las agencias de publicidad. El periodismo debe investigar, no debe ser como es ahora, que se denuncia algo y no se sigue. El periodista sigue la historia, y para algunos eso significa que uno es obsesivo, que uno está loco y que solo escribe sobre una cosa. ¡No sean pendejos! Es que así es como se hace periodismo.
DB: Luego de salir de Semana, usted empezó su canal de YouTube con el lema “No nos callarán” ¿A qué se refiere con eso? MJD: Inicié en este proyecto con el lema “No nos callarán”, porque me parece que al periodismo lo están callando en los medios en Colombia por esa serie de variables que se juntaron. De hecho, los periodistas más importantes, que siempre han ejercido el periodismo en los medios tradicionales, ya no están ahí, empezando por Daniel Coronell. Es increíble que nadie haya recogido a Daniel Coronell en ningún otro medio ¿Por qué? Que porque es problemático, que porque es muy antiuribista, que porque causa problemas. Es increíble la percepción que hay. En el caso mío, renuncié porque ya era una situación insostenible, había una decisión de hacer otro proyecto periodístico en el cual yo no cabía y el problema no es solo Semana, son todos los medios. Hay un problema estructural de los medios de comunicación.
DB: ¿En qué momentos “no callar” le costó su integridad? MJD: Yo tuve unas discusiones muy fuertes en las investigaciones que hice sobre Odebrecht; también me he enfrentado a Luis Carlos Sarmiento y a Néstor Humberto Martínez, que ha intentado callarme por todas partes con recursos jurídicos, y esa es la nueva manera en la que callan los poderosos a los periodistas, porque es difícil meter plata en abogados. Es una manera de coartar y de asustar al medio en el que uno trabaja, por lo que terminan por presionarlo a uno para que no siga escribiendo sobre eso.
DB: Trabajó durante mucho tiempo en el papel y en los medios tradicionales, pero hizo un tránsito hacía lo digital en los últimos años… ¿Qué descubrió en este cambio? MJD: Yo venía haciendo un trabajo digital desde los medios tradicionales: me había especializado en hacer videos. Pero cuando salí de Semana, vi que el mundo de lo tradicional se acabó. Considero que estamos en una transición y que los que no hagamos la transición, vamos a desaparecer. El periodismo no puede desaparecer, pero tampoco puede ser como el youtuber, que hace de su propia imagen, su mercado. Uno puede trasladar ese know how del periodismo a YouTube. De hecho, eso es lo que estoy haciendo ahora, porque creo que es el único camino que nos puede llevar a que el periodismo no se muera. Por eso estoy en esto. La gente dice que estoy loca, que me estoy suicidando, que estoy acabada y que los medios no me quieren. Yo les digo: “Afortunadamente no me quieren, porque yo tampoco los quiero”. No quiero trabajar con ellos, ya no tengo nada que decir ahí. Quiero decir muchas cosas, pero creo que toca decirlas por fuera de los medios. Lo que pasa es que aquí hay una cultura cada vez más antidemocrática y muy intolerante, donde casi todos los periodistas como nosotros no tienen un espacio. En las redes, paradójicamente, no son así. La información en redes puede manipularse, puede comprarse, los clics se pueden comprar, pero uno también puede tener la idoneidad
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Tras unos pocos meses de abrir el canal de YouTube María Jimena Duzán en vivo, este ya llega a casi
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Entrevista con Claudia López sobre la pandemia. El video se puede encontrar en su canal con el nombre “Claudia López: ‘2021 no es el año en que la vacuna nos va a salvar del contagio’”.
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de hacer periodismo ético y utilizar las redes para informar bien. Eso estoy haciendo yo sin comprar clics.
DB: Menciona que cada día hay en Colombia una cultura más antidemocrática. ¿Cuáles elementos no permiten la democracia en el país? MJD: Primero, nuestra democracia no es una democracia; solamente lo es de manera formal. Dario Echandía la definió como “un orangután con sacoleva”. Nuestro régimen es una democracia maquillada, y eso siempre ha sido así: esa es la eterna discusión colombiana. Aparentemente, somos democráticos, pero por dentro somos realmente un monstruo. Por eso se necesita un periodismo independiente, porque los que hacemos periodismo vemos al orangután y los que hacen propaganda a favor del poder solo ven el sacoleva.
DB: ¿Cuál es el límite entre ser periodista y ser opinador o activista en redes? MJD: Yo soy opinadora desde siempre, pero lo que hice fue todo lo contrario (¡de pronto me estoy volviendo loca!): dejé de escribir mi columna porque estoy cansada de escribir la
columna siempre; creo que eso ya se agotó y que la gente se ‘mama’ de los youtubers que hablan solo de ellos y de ellos. Lo que he hecho en mi canal es hacer investigación, es precisamente hacer proyectos on demand, pero de investigación, y les ha ido divinamente. También manejo mi programa tradicional de varias visiones de un mismo tema, y también le ha ido divinamente. Lo he hecho sin Semana, que era un ‘músculo’ muy importante, y tengo casi que más gente. Hay cosas que se dicen y que son falsas, como que a la gente en redes no le gusta la investigación o el debate y que a todos les gusta solo opinar duro y decir groserías y pendejadas, volviéndose su propia marca. Yo creo que hay espacio para todo eso, y no hablo mal de los youtubers, pero yo hago un periodismo que no encaja dentro del tradicional youtuber. De pronto me estoy volviendo medio pendeja, pero la verdad no creo en eso, no lo sé hacer y no me interesa. Tampoco siento que esté equivocada y sé que se pueden hacer las cosas, que se puede hacer periodismo y que hay personas que lo agradecen.
Virtualidad
DB: Mafialand es una de sus investigaciones más importantes. ¿Qué le espera al proyecto ahora, fuera de Semana? MJD: Primero, estoy investigando, haciendo la historia y tratando de hacer nuevos episodios, pero para eso estoy buscando financiación, porque ahora estoy sola. Eso sí, va a haber Mafialand.
DB: Ha mencionado varias veces en sus videos que está ‘mamada’. ¿De qué está ‘mamada’ en Colombia? MJD: De que los corruptos lleguen a ser presidentes. Me tiene ‘mamada’ que los corruptos se salgan con la suya, porque controlan todo, desde las regiones hasta el resto del país. Controlan los poderes públicos, políticos y económicos y están poniendo alcaldes, contralores, y gobernadores. Una sociedad que elige a los que no son, es una sociedad que está condenada a su suerte.
DB: Usted ha vivido casi todas las etapas del periodismo en Colombia, y una constante en el trabajo periodístico siempre ha sido la violencia y la censura: ¿cómo se manifiesta ahora la censura? MJD: Antes nos mataba Pablo Escobar, hoy nos mandan abogados de la mafia a demandarnos y a denunciarnos; también nos mandan abogados de personas que están en el poder a tratar de acabar con lo único tenemos, que es la honra. Incluso aún nos matan, porque también hay amenazas. Lo que pasa es que antes era más directo, con balas, ahora se ha sofisticado la manera como nos tratan de intimidar. El Es-
tado nos chuza y los abogados de los señores funcionarios, cuestionados por las investigaciones, nos demandan penal y civilmente. De esa manera, terminamos enfrentados a las grandes mafias, en una pelea como la de David y Goliat, con un establecimiento que considera cada vez más incómodos a los periodistas que hacen ese tipo de trabajo.
DB: La FLIP publicó un estudio reciente en el que se evidencian las deficientes condiciones de la mujer para ejercer el periodismo. ¿Usted qué piensa de la situación de la mujer en la prensa? MJD: Creo que es hora de que las mujeres digamos lo que nos falta por decir, por proponer y por plantear. Estamos algo rezagadas, pero también creo que hay un problema muy serio, y es que a veces las mujeres somos las reproductoras de toda la estructura patriarcal, casi más que los hombres, y si uno quiere cambiar las cosas, tiene que cambiar primero en la mente y debe tener claro que hay que cambiar esas estructuras para no reproducirlas. Muchas mujeres en los medios de comunicación son más machistas que los mismos hombres.
DB: ¿Cuáles son los riesgos de ejercer el periodismo en lo digital? MJD: No veo ninguno. Al contrario, si se queda donde está, se acaba. Lo que pasa es que el periodismo tiene que mutar bien para que llegue a ser realmente periodismo. Es decir, independiente e investigativo y que no llegue a ser simplemente un ejercicio de youtuber.
Durante esta entrevista, María Jimena se dirigía a una reunión para discutir el proyecto Mafialand. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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QUINCE DÍAS
SIN REDES SOCIALES
Aunque las redes sociales se han hecho habituales en nuestras vidas, hay voces que señalan que pueden ser adictivas y recomiendan, incluso, abandonarlas por completo. ¿Qué sucede cuando un joven periodista las deja durante dos semanas para poner a prueba su dependencia? Texto: Óscar Esteban Ramírez oscarramirez@javeriana.edu.co Ilustraciones: Karilym Ramírez @baubo_dibuja
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Domingo, 8:00 p. m. Decidí empezar hoy, domingo, en la noche. Lo último que hice fue comentar en Twitter el concierto virtual de Bad Bunny. Cantó durante dos horas montado en un bus que recorrió varias calles de Nueva York. Un millón y medio de personas lo vieron en vivo y gratis por YouTube. Creo que fue el momento ideal para cerrar mis cuentas de redes sociales. Intenté hacerlo sin detenerme a pensar en nada. Primero Facebook, que antes de permitir que cerrara mi cuenta me preguntó por qué lo estaba haciendo. Según lo que respondiera, Zuckerberg me ofrecía alternativas a darme de baja, como cambiar los ajustes de privacidad de la cuenta. Twitter solamente me informó que tenía 30 días para volver a activar mi cuenta antes de que desapareciera para siempre. Instagram, mucho más comprensivo, me invitó a que, por ejemplo, borrara la aplicación durante unos días. Todos esos clics, todos esos “¿Estás seguro?”, esos “Sí, estoy seguro” en los que tardé quince minutos, impidieron que pudiera hacerlo como cuando se quita una curita: rápido y sin dolor. De todas formas, tampoco hubo dolor.
Lunes, 11:30 p. m. Primeras 24 horas sin redes. No me siento ni bien ni mal. Tampoco sentí que hubiera puesto a prueba mi fuerza de voluntad en algún momento del día. Sí pensé —y no entiendo muy bien por qué— que iba a dormir mejor. Me desperté con el estómago revuelto y lo primero que hice al abrir los ojos, instintivamente, fue coger el celular. Revisé WhatsApp y el correo. Me metí a las páginas de un par de periódicos para ver las noticias. Normalmente lo primero que hacía cuando me despertaba en las mañanas era abrir Twitter. No me hizo falta. Hubo, sin embargo, algo que me llamó la atención: me metí varias veces —más de 20, por lo menos— a revisar la página de seguimiento de un paquete que estoy esperando. Y eso lo hice cada vez que terminaba
lo que estuviera haciendo; es decir, en el momento en el que usualmente abría Instagram o Twitter. Era la necesidad de revisar algo, lo que fuera, con tal de saciar un deseo del que apenas hasta ahora estoy siendo consciente. Lo más difícil, creo, es saber que es muy fácil complacer lo que el cerebro me pide. Está a un par de clics de distancia. Por eso, a lo mejor, intenté hacerle trampa a mi cabeza revisando el envío del paquete. Como los chicles que compran los que quieren dejar de fumar para tener algo que masticar y combatir el síndrome de abstinencia.
Miércoles, 7:45 p. m. Hoy fue un día difícil. A las seis de la tarde, después de terminar todo lo que tenía que hacer, empecé a sentirme ansioso y, de alguna manera, desconectado, fuera de base. Definitivamente tengo más tiempo libre ahora que no uso redes sociales. Hay momentos en los que el tiempo vacío deja mis pensamientos a la deriva. Cuando eso pasa y me quedo sin nada que hacer, pienso en la manera como las redes sociales se me habían vuelto una especie de comodín para matar el tiempo muerto. Abría los ojos: redes. Salía de ducharme: redes. Terminaba de comer: redes. Estoy aprovechando algo de ese tiempo libre para leer. En De qué hablo cuando hablo de correr, el escritor japonés Haruki Murakami dice que cuando corre no piensa en nada, que vive un estado de contemplación en el que no se produce ningún pensamiento. A lo mejor podría empezar a correr. Así no pensaría tanto en el tiempo que antes consumía en las redes como si fueran llamaradas. Tampoco pensaría en ese tiempo vacío que tengo ahora y que contemplo como si me hubiera encartado.
Jueves, 10:20 p. m. “You are losing your free will”. Ese es el primer argumento de Jaron Lanier en su libro Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato. Free will significa “libre albedrío”, y la traducción completa sería: “Estás perdiendo tu libre albedrío”, pero para mí es más preciso hablar de “voluntad”. O, por qué no, de “libertad”. Lanier es un informático, pionero
de la realidad virtual y uno de los críticos más agudos de la industria de la tecnología. Su posición radical de romper para siempre con las redes sociales llama mucho más la atención viniendo de un tipo que está en Silicon Valley. La idea es tan sencilla como inquietante: las redes sociales se sostienen con un modelo de negocio basado en la publicidad. Las marcas son los clientes y los usuarios son el producto. Entonces, el objetivo es captar la mayor atención posible de los usuarios para poder vender mejor los anuncios que se les enseñan. Lanier dice que, por esa razón, no solo se trata de lo adictivas que son las redes, sino de cómo sus algoritmos han terminado consiguiendo manipular nuestros pensamientos y comportamientos. Yo mismo lo estoy sintiendo en apenas cuatro días de abstinencia. Claro, también soy cons-
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ciente de ese tono conspirativo: “Nos están lavando el cerebro”. Pero creo que es una motivación suficiente para, por lo menos, reflexionar sobre eso, pues no se trata simplemente de superar una adicción como el cigarrillo, el alcohol o alguna droga. Si Lanier tiene razón y las compañías tecnológicas están logrando manipular los comportamientos de sus usuarios, la cosa se pone mucho más grave y se convertiría en un terrible riesgo para toda la sociedad. Pero por ahora debo concentrarme en mí. Llegar a las dos semanas limpio, a pesar de que ya no solamente deba pelear contra mi propia cabeza, sino también contra los imperios tecnológicos que han hecho todo lo posible para que yo nunca abandone las redes sociales.
Sábado, 9:30 a. m. Recaída. Dos amigos comentan algo. No sé por qué lo termino viendo, pero les respondo. ¿Es un post de Facebook? Parece más bien un tuit. Tardo un par de segundos en darme cuenta: ¡mierda! ¡Ya qué! Cuando voy a empezar a mirar, resignado, todo lo que me he perdido en estos días, me despierto. Mi cabeza ya se dio cuenta de lo que está pasando. Y está intentando hacerme trampa. Durante un par de años trabajé en un medio digital escribiendo sobre fútbol. Allí hubo una temporada en la que todos los días se tomaba cerveza en la oficina. Puede que esté exagerando, pero por lo menos cuatro de los cinco días de la semana había pola en la neverita de esos veinte metros cuadrados de redacción. Varias veces nos preguntábamos, medio en broma y medio en serio, a partir de qué momento una persona podía considerarse alcohólica: ¿cuántas cervezas? Al final concluimos que más allá de un asunto cuantitativo, se trataba sobre qué tan necesario se volvía el trago en la vida. No es tomar todos los días, es qué tan afectado se siente el día en que no puede tomar. En ese momento también aprendí que se escribe mejor con un par de cervezas encima. Lastimosamente. Ahora me pregunto sobre la adicción a las redes. ¿A partir de qué momento se cruza la línea?, ¿cuántos minutos de pantalla?
El domingo pasado, cuando miré por última vez mis redes sociales, mi celular indicaba que yo pasaba, en promedio, cuatro horas y media por día frente a la pantalla. Hacen falta las horas frente al computador, pero ahora lo vuelvo a revisar y solamente marca una hora y media. Todo el tiempo navegando en internet, WhatsApp y correo electrónico. Ni un solo minuto en redes, pues de todas formas borré sus aplicaciones hace una semana.
Lunes, 9:15 p. m. Pocas veces estuve tan pegado al celular como hace un año largo, durante el paro nacional. Desde el 21 de noviembre del 2020, y durante prácticamente el mes que duraron las protestas, revisaba las noticias y, sobre todo, lo que aparecía en Twitter, con una recurrencia que rozaba lo obsesivo. Después de esos días me planteé por primera vez qué tanto me estaban consumiendo las redes sociales. Recuerdo que me quedaba despierto hasta las tres de la mañana, acostado en mi cama revisando los videos en lo que el ESMAD agredía a los manifestantes. En las últimas semanas también sentí que pasar tanto tiempo en Twitter me estaba haciendo mal. Llegué a sentir mucha rabia, no con los tuits de las personas que seguía, sino con los tuits a los que ellas les daban like. Me enojé con amigos, y ellos ni siquiera se enteraron. Absurdo.
Miércoles, 3:15 p. m. Hablé con Martín Lleras, psicólogo de la Universidad de los Andes. Aquí tres conclusiones: 1. Las redes tienen un fuerte componente adictivo. Los mismos desarrolladores han explicado que ciertas interacciones —el botón de me gusta, por ejemplo— funcionan porque envían pequeñas dosis de dopamina al cerebro. 2. Cada vez hay más estudios que evidencian el aumento de trastornos como la ansiedad relacionada con el uso de redes sociales. En los jóvenes es aún más clara la relación, pues son nativos digitales. Es decir, desde que nacieron están inmersos en ese mundo. 3. Eso que me pasó con el seguimiento del paquete que estaba esperando es parecido al FOMA: fear of missing out, “miedo a perderse
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de algo”. La necesidad de tener siempre algo que revisar en la red.
en redes. Cuando le conté que había desaparecido, me respondió con una carita triste.
El psicólogo no me pudo confirmar si yo mismo podía considerarme adicto a las redes sociales. Era una entrevista, no una consulta. Pero después de hablar con él, varios argumentos de Lanier tuvieron mucho más sentido. Recordé, por ejemplo, que menciona los experimentos conductistas de mitad del siglo XX, en los que se utilizaban distintos estímulos para modificar las conductas de perros y monos, entre otros animales. Lanier dice que eso mismo es lo que hacen las redes —las empresas detrás de ellas— con nosotros: juegan a modificar pequeñas cosas, un algoritmo o el diseño del feed (flujo de contenido) y examinan cómo cambia nuestro comportamiento. Todo con el objetivo de que el usuario pase más tiempo frente a la pantalla y vea más anuncios.
Hay personas con las que he interactuado mucho más a través de redes que en persona. Con mi decisión de renunciar a las redes también estoy renunciando a esas relaciones virtuales. No porque tenga miles de seguidores. De hecho, la mayoría son personas que conocí por primera vez en la vida real, pero con las que poco a poco he reducido las interacciones a lo que ocurre en el mundo virtual. Me entero de lo que sucede en sus vidas —lo dulce y lo amargo— por lo que tuitean o por las fotos que postean.
Sábado, 12:30 a. m. Esta noche me escribió una amiga. Me preguntó qué pasó con horrorfosforo, mi arroba o nombre
Leo, a propósito, un poema muy melancólico de Tomás González sobre la amistad:
En alguna parte habrán de estar, pues nadie me avisó que hubieran muerto; pero la tristeza me dice que desde hace una eternidad se los llevó el viento.
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4) Carlos Chica entrevistó a Manuel Marulanda y Jacobo Arenas en 1990 5) Colombia, Última entrevista al Mono Jojoy, comandante de las FARC, parte 1/2 6) Tanja Nijmeijer, una neerlandesa en las filas de las FARC 7) Café Picante, entrevista con Íngrid Betancourt 8) Íngrid Betancourt en Contribuciones a la Verdad Esa es una de las cosas que me fascinan de internet. El azar que rige cuando uno se entrega a la deriva de la navegación. Aunque por esa misma razón creo que se trató de una recaída, pues uno termina absorbido y pierde la noción del tiempo. Lo mismo que pasa en las redes, donde se pueden pasar horas y horas en el scroll (desplazamiento) infinito.
Sábado, 11:10 p. m.
Domingo, 8:00 p. m.
En la tarde de hoy tengo una recaída verdadera. Estaba aburrido y entré a YouTube para matar el tiempo. Cuando le conté a mi hermano me preguntó si YouTube contaba como red social. Le respondí que no, que técnicamente no es una red social, pero que lo que pasó sí fue una recaída. Más o menos.
¿Siento que hubo un cambio en mi vida después de cerrar todas mis redes sociales?
El algoritmo de recomendaciones funciona de acuerdo con los videos que uno suele mirar, para recomendarnos otros que seguramente también nos gustarán. Esa fórmula mágica que ofrece en bandeja de plata chocolatito tras chocolatito, para que uno no abandone la página. Suele tratarse de videos relacionados con el que uno está viendo, pero una vez se entra en la espiral, las temáticas cambian y se expanden por caminos insondables. Voy a compartir el abismo en el que caí hoy. Lo hago porque curiosamente se trató de una serie de videos de los que no estoy del todo avergonzado (he pasado madrugadas enteras pegado a vainas tan ridículas como unas olimpiadas de canicas): 1) Why Colombia is Losing the Cocaine War 2) Colombia’s Fragile Peace, Explained 3) Primera reunión entre el presidente Pastrana y Tirofijo (9 de julio de 1998)
Más que un cambio, fue un descubrimiento. Me di cuenta de que soy dependiente de las redes sociales. Y, como cualquier relación de dependencia, es algo que inminentemente se torna negativo. Creo que dejarlas, si bien no me trajo un cambio radical, ni una transformación emocional o espiritual, sí puede traer beneficios a mediano plazo para mi salud mental y mi tranquilidad. ¿Después de escribir este texto quiero volver a abrirlas? La verdad, no. Obviamente la ansiedad sigue presente y es muy grande la tentación de volver a ellas después de terminar este “experimento”. Pero en este momento pesa más el querer saber si soy capaz de abandonarlas del todo. Si en algún momento el síndrome de abstinencia desaparecerá, si puedo ganarles el duelo a los multimillonarios dueños de Instagram y Twitter. Supongo que al final la decisión es muy similar a la que toman, por ejemplo, los vegetarianos. Uno se termina convenciendo de que vive mejor así. Y una de las cosas que más detesto de los vegetarianos es que, en el fondo, sé que tienen razón.
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REALIDAD VIRTUAL:
UNA TECNOLOGÍA SIN MIEDOS La terapia de realidad virtual es uno de los tratamientos más innovadores y prometedores de la psicología moderna, ya que permite que los pacientes se enfrenten a situaciones que generan ansiedad o temor sin necesidad de una exposición física. En Colombia la incursión de esta tecnología ha sido lenta pero segura. Texto: Laura Tatiana Vargas Lizarazo valaura@javeriana.edu.co Fotos: Archivo particular
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La terapia de realidad virtual puede ayudar a superar distintas fobias.
Todo empezó con un vuelo a San Andrés. Daniela estaba en la sala de espera a punto de abordar el avión cuando comenzó a llorar sin control: no deseaba viajar, tenía taquicardia y manos sudorosas. Al iniciar el despegue todo empeoró: lloraba e hiperventilaba, no tenía control de su cuerpo, todo temblaba, sus manos, sus piernas… todo. En su mente el avión iba a explotar, se iba a caer o el motor dejaría de funcionar. Viajar ya significaba para ella algo muy angustiante, pero ese momento fue el detonante. Daniela tenía 20 años cuando experimentó su primer ataque de pánico producto de la aerofobia o miedo a volar que padecía. Durante mucho tiempo evitó el problema y dejó de viajar, hasta que a los 29 años decidió, por fin, enfrentar su fobia con ayuda de la realidad virtual. La realidad virtual es una representación de espacios y objetos, a través de la informática, capaz de generar en las personas la sensación de una experiencia real. Esta tecnología, que ya está muy desarrollada, sigue siendo para muchos tan solo un sueño de la ciencia ficción, pero hoy se encuentra en casi todos los aspectos de la vida: en el entretenimiento, en la educación y en la medicina… El entorno se contempla a través de un dispositivo (gafas o casco de realidad virtual) con el cual las personas pueden sumergirse en videojuegos como si fueran los propios personajes, visitar museos de todo el mundo desde casa o sentir la experiencia de un viaje en avión sin levantarse del suelo. Por esa razón, esta tecnología ha empezado a usarse con fines terapéuticos, pues ha permitido que cientos de personas con temores inhabilitantes puedan enfrentar sus miedos y así continuar con sus vidas sin
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La realidad virtual es una tecnología que proporciona una herramienta valiosa en el tratamiento de miedos y ansiedades. Foto: Jonas Tana. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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privarse de nada. Gracias a esto, Daniela tomó la decisión de visitar un consultorio en Bogotá que utiliza un sistema de realidad virtual para tratar fobias, ansiedad y ataques de pánico. En las primeras terapias había cierto escepticismo que se sumaba a las opiniones negativas que tenían sus parientes por el procedimiento, pero después de cuatro meses intensos, comenzó a notar cambios en las simulaciones: se sentía más serena, ya no lloraba, ni temblaba. Dos meses después tuvo, como ella misma dice, su prueba de fuego: un viaje de Bogotá a Panamá, y los resultados fueron satisfactorios. “Estuve muy tranquila camino al aeropuerto, me senté en la ventana y miraba las revistas. El avión se movió bastante, pero mi nivel de ansiedad era muy bajo, me sentía en calma. Llegamos a Panamá y mis papás me felicitaron y aplaudieron, estaban muy sorprendidos por mi comportamiento”, dice Daniela. María Claudia Pinzón es una de las pocas psicólogas en Colombia que trabajan con la
terapia de realidad virtual. Su consultorio se encuentra en Cali, y con la ayuda de un software avanzado trata diversos problemas como la ansiedad social, el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), el trastorno obsesivocompulsivo (TOC), la claustrofobia, la aerobia y la agorafobia. “En la terapia de realidad virtual exponemos de forma gradual y progresiva los estímulos amenazantes para el paciente. Todo es monitoreado y sistemático, pero repetido. Sabemos que la repetición genera habituación: el cerebro se acostumbra al estímulo, y es ahí cuando se acaban el miedo y la ansiedad. Nuestro objetivo es lograr que los pacientes, a través de diferentes enfoques novedosos, logren sus objetivos personales”, explica la psicóloga. Es allí donde la realidad virtual parece ofrecer una ventaja, pues en la terapia psicológica tradicional se depende de las imágenes que el paciente genere a través de su imaginación,
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mientras que la exposición real podría producir aversión e incluso provocar que las personas abandonen el tratamiento. Por eso, el camino intermedio es la terapia con realidad virtual, porque aunque el paciente sabe que es un escenario ficticio, sigue siendo muy cercano a la realidad. El primer sistema de realidad virtual aplicado en psicología clínica se usó en 1992 por investigadores de la Universidad de Atlanta. Desde entonces, se ha llevado a cabo un notable número de estudios sobre su efectividad, especialmente en tratamientos para trastornos de ansiedad. Los países pioneros en esta tecnología son Estados Unidos, Japón y China, y aunque en Latinoamérica su uso ha sido más limitado, en los últimos años se ha evidenciado un crecimiento importante. “El cerebro no identifica que es algo virtual: el paciente tiene los síntomas fisiológicos, como sudoración y taquicardia; es exactamente como si estuviera viviendo la experiencia que le genera miedo. Esto resulta mucho más económico, por ejemplo, cuando alguien tiene fobia a volar, que es muy común, pues no se le puede decir al paciente que viaje lo que más pueda, porque no lo hará. Esta tecnología nos permite generar un entorno idéntico y sin mayores gastos”, explica la psicóloga. Otra ventaja que tiene la terapia de realidad virtual es la adherencia rápida y fácil. La remisión de los síntomas sucede en un tiempo mucho más corto que cuando se hace con terapia tradicional. No suelen ser tratamientos prolongados, las personas empiezan a observar mejoría en poco tiempo —entre cuatro y cinco sesiones—, y esto hace que quieran continuar con el tratamiento. Carolina Guevara es una mujer de 36 años que por su trabajo constantemente tenía que hablar en público, y en esos momentos su corazón empezaba a latir rápidamente, temblaba y sentía escalofríos y náuseas. Según la psicóloga Pinzón, en Colombia es muy común sentir ansiedad social, ya que existe un temor generalizado por ser observado, por no saber comportarse de un modo adecuado, por manifestar síntomas de ansiedad que puedan ser vistos por los demás e incluso el temor a la crítica por parte de un grupo de personas.
En junio de 2019 Carolina empezó la terapia de realidad virtual con el deseo de controlar su miedo a hablar en público y tener un mejor rendimiento en sus actividades laborales. Ella se veía a sí misma a través de un avatar, estaba en un escenario y la experiencia era tan real que sentía un miedo parecido. “Te ves ahí a través del dispositivo. Ves tu cuerpo, tus manos… estás frente a un público. Al principio apareces en una sala de reuniones con pocas personas, luego estás en un auditorio completamente lleno, hablas y ves que la gente no está poniendo atención, revisan su celular, te ignoran, eso genera más ansiedad”, asegura. La ansiedad social, a diferencia de las fobias específicas, afecta directamente el comportamiento en situaciones que son decisivas en la vida, como una entrevista laboral o la sustentación de un trabajo. Por esto, el objetivo principal de estas terapias es aprovechar los avances tecnológicos para darles opciones inmersivas y efectivas a las personas que creen que nunca podrán superar ciertos temores. Así, la realidad virtual expone a la persona a diferentes situaciones al momento de hablar en público y se gradúan las condiciones, como el número de personas y las reacciones que debe adoptar la audiencia. “Tratamos de que sea muy real, exactamente lo que se ve en una situación normal; muchas veces el público no pone atención y eso no tiene nada que ver con la persona que está hablando, trabajamos para que el paciente comprenda eso”, explica la psicóloga. Los servicios de realidad virtual funcionan a través de plataformas especiales que se conectan al computador y que trabajan simultáneamente con las gafas Gear VR. El tratamiento también puede utilizar otros programas, como sensores de biorretroalimentación, capaces de medir la sudoración en las personas. Desde el computador, el terapeuta controla y monitorea las gráficas de las simulaciones de forma gradual y personalizada. Aunque esta tecnología empleada dentro de la terapia psicológica funciona desde hace muchos años, en Colombia sigue siendo un tema innovador que muy pocos conocen. “Todavía lo veo desconocido; sin embargo, a las personas que han estado en estas terapias
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Foto tomada por Daniela mientras viajaba luego de tomar la terapia.
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les ha gustado bastante. Es algo novedoso y efectivo que ha sido probado científicamente. Espero que en unos años más personas estén interesadas en este tipo de tratamiento que funciona gracias a la tecnología inmersiva”, dice la psicóloga Pinzón. La terapia apoyada en este tipo de tecnologías parece ofrecer un espectro de acción aún más amplio, pues, según un estudio conducido por la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados y la University College de Londres, podría ser un método para tratar otros padecimientos, como la depresión, pues en la investigación que desarrollaron con 15 personas con ese trastorno —entre los 23 y 61 años— hubo una mejoría en el 60 % de
los casos. Y aunque faltan más análisis para demostrar su efectividad, parece ser una alternativa prometedora. Por ahora, Daniela ha viajado a diferentes partes del mundo desde que terminó las terapias de realidad virtual para superar su aerofobia y ya no llora, no tiembla y tampoco tiene esa sensación de que en cualquier momento el avión va a explotar. Ahora cada vez que viaja duerme, lee y disfruta mirando a través de la ventana mientras siente que flota por encima de las nubes. Cree firmemente que la realidad virtual le cambió la vida, pues, como ella misma dice, “es una tecnología revolucionaria”.
CRÓNICA
EL SEÑOR BRONX Un hombre sale a las calles con alimentos, ropa y medicamentos. Se sumerge en algunos de los lugares más difíciles de la ciudad y recorre esquinas, se mete debajo de los puentes, busca a aquellos que necesitan su ayuda. Su misión es curar heridas y darles consuelo y apoyo a aquellos que han hecho del asfalto su hogar. Orlando Beltrán, el Señor del Bronx, desde hace años se comprometió con miles de personas que la sociedad suele olvidar. Texto: Natalia Ortega Rodríguez nortegar@javeriana.edu.co
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Las colillas de tres cigarrillos, una pipa de madera, un lápiz partido por la mitad, un resaltador que ya no destaca nada, dos aretes sin su par, unas monedas de 50 pesos, las llaves que alguna vez se le perdieron a su dueño, un encendedor que ya casi termina su ciclo de vida, dos cajas de fósforos y unas hojitas de marihuana sueltas y secas. Todos son objetos sucios, casi inútiles, que parecen basura, pero que para Orlando Beltrán no lo son. Sabe lo que significan para su dueño. Los va sacando uno a uno de los bolsillos de esos pantalones desgastados y malolientes. Cuando se asegura de que no queda ningún objeto, toma la bolsa que está puesta sobre la cama que ocupa casi todo el espacio en la habitación de aquel hotel de paso ubicado en la calle 4 con carrera 13 de Bogotá, y los guarda. “Todas sus pertenencias son su habitación, este es su clóset, es todo lo que él tiene. A diferencia de las personas que tienen mucho, esta es su vida”, dice Orlando. Luego le grita a Julio César, un habitante de calle que después de siete meses se está duchando en el baño de ese cuarto: —¡No le boté nada de lo que tenía en los pantalones! —¡Listo, mi profe! ¡Ya casi salgo! —Déjeme verlo, sin pena. —Orlando se levanta del piso y abre la puerta del baño—. Todavía le falta ahí atrás. Restriéguese bien, fresco. Orlando Beltrán o el Señor Bronx, como muchos le dicen, es un hombre moreno, con unas entradas profundas en su pelo negro que forman la parte superior de un corazón. Casi siempre va vestido con una chaqueta verde neón, jeans a los que parece que por su baja estatura siempre les sobrara algo de tela, lentes de marco negro y grueso, una mochila y un botiquín.
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las 5:30 de la mañana. Entonces, pidió que le pasaran la linterna del celular, pero fue inútil, porque Julio César no estaba. —Ese debe estar por aquí, porque esa es su casa. Seguro no se quiere bañar, yo me los conozco —dijo Orlando. —Fijo está enrumbado y no pasó la noche aquí —le contestó Juan David Duarte, voluntario de El Banquete del Bronx.
Orlando Beltrán recorre Bogotá para auxiliar a los habitantes de calle. Foto: Cody Weddle. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
60
Lleva 16 años sirviendo a los habitantes de calle en El Banquete del Bronx, su fundación. Los conoce como si fueran sus propios hijos. Sabe lo que necesitan, lo que quieren, cómo ayudarlos y dónde encontrarlos. Ellos se emocionan cuando lo ven, lo tratan como a un familiar y él se siente completo cuando recibe su agradecimiento. Por eso, decidió celebrar su cumpleaños número 41 junto al de un habitante de calle. “Mi regalo de cumpleaños es verte feliz a ti en el tuyo”, le dijo a Julio César después de que este le agradeciera por el plato de mojarra frita y la torta de chocolate que se acababa de devorar. “Él es muy servicial con uno. Es una bendición que me encontré en el camino hace como dos años. Casi nadie se sabe el nombre de uno, ni dónde vive. Él nos abraza sin el miedo que muchas veces le tiene la gente a uno por cómo nos vemos. El profe es... ¡Ush! Un bacán”, dice Julio César. *** Orlando y sus compañeros duraron tres horas buscando a Julio César para darle una sorpresa. Él no aparecía por ningún lado, pero el Señor Bronx insistía en que lo iba a encontrar. Se negaba a festejar su cumpleaños de otra manera. Bajó al caño de la calle 40 con habilidad, sin miedo, sin asco, de un brinco y en un hueco de desagüe se asomó y gritó una y otra vez: “¡Julio César, levántese!”. No lo vio. No solo por la oscuridad dentro de aquel agujero, sino porque el sol apenas se comenzaba a despertar. Eran
Un rato después, el payaso encargado de amenizar el cumpleaños ya tocaba el tambor con desánimo, casi que por inercia. Orlando se acercó y le dijo: “Póngase alguito ahí en el parlante. Vamos a ponerle energía a esto”. Una melodía empezó a sonar e inmediatamente el cuerpo de Orlando comenzó a moverse: dos pasos cortos hacia adelante y dos hacia atrás. Las manos empuñadas mientras los brazos se movían como los de un marchista olímpico, pero siempre al ritmo de los tambores que marcaban el compás de aquella canción. Marco González, o el payaso Requeñeques, que conoce a Orlando hace unos cuatro años, los mismos que lleva trabajando en El Banquete del Bronx, afirma: “Él es siempre buena energía, con la batería puesta las 24 horas. Siempre en estas acciones es el primero que llega y el último que se va. Siempre con la disposición, la calma y la escucha, que es lo importante”. Cuando la música dejó de sonar y solo quedaba el ruido de los carros que pasaban por la avenida Caracas, Orlando se fue a caminar por los alrededores del caño a buscar a Julio César. Lo hizo una, dos, tres y hasta cuatro veces; en algunas ocasiones solo, en otras con sus compañeros. En la última vuelta, a unas seis cuadras del lugar, pasó al lado de una panadería y dijo: “Me recuerda las panaderías tradicionales, como las que había cuando yo vivía por El Campín”. Entonces recuerda que fue en ese barrio donde vio por primera vez, y sin saberlo, lo que se convertiría en el centro de su vida. Estaba pequeño todavía, pero recuerda que su madre llevaba a los niños de la calle a su casa, los bañaba y les ponía la ropa de él y de sus hermanos. Eso le fastidiaba, le despertaba los celos y decía: “¡Uy, no, pero para qué
le da nuestra ropa a ese gamín!”. A Orlando no le gustaban aquellos niños. *** El apartamento del Señor Bronx queda en Chía. Es pequeño, iluminado, acogedor; perfecto para su vida de soltero. Tiene una cocina abierta, un comedor, una sala con televisor, dos baños y dos cuartos. Está lleno de detalles. Todo escogido por él. Le genera satisfacción tenerlo decorado y limpio, porque es su sitio de descanso después de sus largos viajes de voluntariado. Ese gusto por tener un lugar agradable empezó cuando tenía 17 años y se fue de su casa a vivir solo. —Quería independizarme. Estaba terminando el colegio y empecé a trabajar con mis hermanos en las casas de cambio de dólar; ya tenía mi propio sueldo y me fui a vivir a la 142 con autopista. Ahí pagaba un apartamento que me valía como 500.000 pesos. La típica, que uno hace con un colchón que compré en la esquina y unas cobijas. Ya, eso era todo. Pero luego empecé a comprar mis vainas: que el televisor, que la cama, que aquí caben unas copitas de vino, que el vino… Siempre me ha gustado tener armonía en mi casa. —¿Y después la universidad? —pregunto. —Tres semestres de economía en la Sabana y dejé el estudio por dinero. Uno se deja llevar —ríe—. Ya estaba ganando en la casa de cambio y me ocupaba mucho tiempo. Ese fue mi primer negocio, ya después la inmobiliaria que tengo y de la que he vivido casi siempre. Orlando se acomoda y endereza su cuerpo, que empezaba a escurrirse en el sofá. Debajo de su chaqueta se asoma el logo de la camiseta que lleva puesta: Emaús. —¿Hiciste el retiro de Emaús? —pregunto. —Sí, todavía me hablo por ahí con mis compañeros. Ven y te muestro. Se levanta y se dirige al mueble que queda justo al lado de la entrada de su apartamento. Hay una Biblia abierta en el centro de la repisa y, detrás de ella, una foto de cuando estuvo en el retiro espiritual.
—Aquí estoy con mis compañeros —señala. Pero luego la atención de Orlando se va hacia aquellas fotografías que se encuentran a los lados: un retrato de su mamá joven y dos más en las que él la acompaña. Una de esas es el último recuerdo congelado en el tiempo que tiene con ella, antes de que muriera. Toma ese portarretrato y pasa su dedo con delicadeza sobre el rostro de su madre, ya envejecido, como si la acariciara. Y en el vidrio que protege la fotografía queda dibujada su huella. —Fue difícil, muy duro. Pero también ella descansó. Y a mí hacer servicio en El Banquete del Bronx me hizo llevar más tranquilo el duelo, porque ella fue quien nos enseñó todo esto, entonces esto es seguir con su legado —dice Orlando mientras su mirada se queda fija en la nada. *** Las rastas de Julio César empiezan a caer en el piso. Él se mira en el espejo, pero no dice nada. Con el índice se toca el tabique, bastante desviado por un golpe que alguna vez le dieron en la calle, como si tratara de asegurarse de que sigue siendo el mismo. Parece que no se reconoce. Luego mira hacia el piso donde reposa casi la mitad de su pelo. Orlando cierra la puerta de la habitación. —¡Me lo deja bien gomelito! —le dice al peluquero. —¿Podemos ver? —pregunto.
A su fundación El Banquete del Bronx se han unido voluntarios que le ayudan en sus recorridos por las calles de la ciudad. Foto: Cody Weddle. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••
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62
—Lo que pasa es que este momento es muy íntimo para él. Le están quitando parte de su cuerpo. Se está desprendiendo de cuatro años de pelo, cuatro años de su vida. Él está como entre feliz y nostálgico por eso. Hay que dejar que lo procese. Orlando camina por el pasillo, se para al frente de la ventana y saca su cuerpo por ella. Habla con Juan David, que está cuidando el carro. Luego regresa y charla de cualquier cosa, cuenta anécdotas de las personas que lo ayudan, de los que ellos ayudan. La conversación gira y se vuelve un tanto más personal. Habla de su soledad, de que le gustaría encontrar a una mujer que lo acompañe en todo esto. Entonces sus labios, antes arqueados hacia arriba, se esconden dentro de su boca, y su nariz se expande un poco más de lo normal. Parece que quiere suspirar, pero el aire que toma no es suficiente. El Señor Bronx sabe que lleva un estilo de vida agitado. Viaja durante varios días a alguna ciudad de Colombia para ayudar a habitantes de calle y luego regresa a su casa, donde se queda algunas semanas mientras vuelve a viajar. Pero, claro, en ese tiempo de “descanso” tampoco se queda quieto. “Él es muy camelloso. Siempre cuando lo veo está de afán. Cuando yo lo voy a motilar siempre dice: ‘Hágale, hágale’, así apurado. Casi siempre lo motilo en la noche, a las nueve o diez. Él vive ocupado y apurado”, cuenta Alexánder José, el barbero de Orlando desde hace siete meses. Dos días antes, en su apartamento, Orlando me había contado que su casa es su santuario, porque cuando viaja duerme al lado de las ollas de cada ciudad y eso es desgastante, pero que desearía algunas veces llegar a casa y tener compañía, alguien con quien comer, con quien hablar, “tener un abrazo”. Luego agrega: “Algún día llegará”. Y su dentadura imperfecta, llena de grietas, se asoma; Orlando sonríe. *** En la parte de atrás del Renault gris del Señor Bronx siempre hay algo para entregar a los 17.000 habitantes de calle que hay en Bogotá. Esa es la cifra que Orlando señala, no los 9.538
que dicen los registros oficiales para el 2019. “Los del censo creen que me van a engañar a mí, que me la paso en las calles”. Lleva cepillos y pasta dental, jabones, comida, ropa, flores y lo necesario para curarles las heridas. “Yo salgo preparado. Quiero que tengan una vida más digna”. Porque de eso se trata la fundación El Banquete del Bronx, de rehabilitar a los habitantes de calle en condición extrema, alimentarlos, bañarlos, cuidarlos, “darles el amor que no tienen y que a algunas personas se les olvida que se merecen. Es recordarles que son seres humanos como todos nosotros y ayudarlos a salir de allí”, dice Orlando. —¿Y no te causa impresión ver las heridas? —No. Hay personas que tienen heridas con mucho pus por diabetes y se suben la ropa y nadie quiere lavarlas con suero ni nada, pero a mí no me da impresión. Me relajo, lavo la herida, llevo suficientes gasas, limpio muy bien y dejo crema con antibiótico. Y entonces no solo se cura, sino que el corazón de esa persona sabe que alguien lo valora, lo quiere, y que no le va a dar asco volverlo a hacer. Esto que Orlando hace estuvo determinado por una escena en su niñez, a la que su memoria recurre constantemente: murió un habitante de calle cerca de donde él vivía y nadie se quería acercar porque alrededor de su cuerpo había muchas heces. “Ni siquiera la Policía ni los de Criminalística, que eran unas gallinas también”, dice Orlando. Entonces, su mamá llevó unos baldes con agua y jabón y empezó a limpiar. Todos la miraban impresionados porque no demostraba ni un poco de asco. “Ella lo hizo como si nada y dijo: ‘Bueno ahora sí, atiendan al señor’. Entonces, cuando veo cosas que pueden impresionar a otros, yo me acuerdo de ese servicio que ella hizo por alguien que ni siquiera tenía vida y lo hago de una”. Juan David Duarte, amigo de Orlando desde hace 11 años, cuenta: “Él desde que se levanta piensa en sus habitantes de calle y normalmente se cuestiona por qué las personas con dinero, con poder, con empresas, no colaboran a la acción social en Colombia. Causa impotencia, causa tristeza que haya personas tan injustas, tan crueles.
Muchas veces las mismas familias de los habitantes son los que se encargan de hacer el papel de tiranos con ellos. Pero hay algo que le compensa a Orlando lo que hace: una sonrisa, una lágrima. Hay más de eso que deja que el corazón se llene de orgullo. Por eso él es así”. *** Un grupo de siete voluntarios camina detrás de Orlando. Todos jóvenes, inexpertos, siempre a la espera de sus indicaciones. Llevan avena, galletas y Frutiño para repartir a los habitantes de calle. Él camina con seguridad, como si fuera el dueño de las calles. En su mano derecha carga un botiquín porque “uno nunca sabe con qué se va a encontrar”. Llegan a donde un habitante que vive debajo de un puente y todos se quedan de pie, inmóviles, para contemplar la escena. Orlando es el único que se agacha para quedar a la altura del señor. No solo llegó a darle comida, sino a escucharlo. Durante el recorrido, Orlando les iba diciendo: “Aquí vive Óscar”, “Aquí duerme alguien”, “Nadie, ninguna persona merece vivir así”, “Esto es lo que nadie ve”. Es como si les estuviera dando una lección de cómo se mueve la vida en las calles de Bogotá y cómo tratar a sus habitantes. Todos escuchan, porque si alguien es experto en el tema, es Orlando. “Yo nunca había visto alguien que tratara a los habitantes con tanta dedicación y amor. Son su familia”, asegura Mateo Díaz, uno de los voluntarios, mientras su cuerpo, todavía rígido, trata de asimilar la dureza de la vida en las calles.
puesta sobre los hombros en la que buscaba algo de calor. —Voy a conseguirte una silla de ruedas —le prometió Orlando, y enseguida le preguntó—: ¿Y qué tal si en estos días te traigo el peluquero? —También —le respondió Fabián con una voz grave y áspera. —¡Ufff!, ahora sí me comprometí con Fabián —le dijo Orlando como si le hablara a un niño al que se le acaba de prometer un dulce si se porta bien—. Voy a traer al peluquero, la silla de ruedas y al médico. ¡Ah, y ropa ahorita! Orlando echó una crema sobre sus guantes, se agachó y se acercó a él. Le quitó la chaqueta que apenas lo arropaba y empezó a frotarla sobre su espalda y hombros. Luego, sacó una camiseta blanca de la Selección Colombia y se la puso, como la madre que viste a su bebé recién nacido con el mayor de los cuidados para no lastimarlo: primero metió su cabeza y después cada brazo, para enseguida ponerle un abrigo y, por último, una chaqueta de jean. Cuando Fabián ya estaba vestido, Orlando tomó un pañito húmedo y le limpió la nariz, pausado, con cautela, así como el resto de su cara. Así son los días del Señor Bronx. Esa es su vida porque si algo tiene claro es que “el amor es fundamental para que una persona salga de la calle”, dice. Y entonces su mano derecha traza una línea horizontal e invisible frente a él; parece que dijera: “No hay otra salida”.
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Orlando junto a Julio César, un habitante de calle, a quien le dio ropa y la posibilidad de asearse, como una manera de compartir un poco de felicidad.
Y es que con Orlando siempre es así. Quien lo ve por primera vez se impresiona. Unas horas antes había sacado su celular para mostrarles a los voluntarios un video, y a una de las voluntarias, que no había visto algo parecido antes, se le aguaron los ojos. La secuencia mostraba cómo hace dos años el Señor Bronx llegó al centro de Bogotá. Allí estaba Fabián, un habitante de calle al que le cayó ácido durante una protesta y le deformó la cara. Difícilmente se lograba diferenciar la expresión de su rostro hinchado, lleno de arrugas; ni siquiera se le veían los ojos. Estaba tirado en el piso con sus piernas recogidas, sin camisa. Tan solo con una chaqueta delgada
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CARICATURA
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Foto de Isabella Vásquez isabella.vasquez@javeriana.edu.co
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