Eco 46

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ECO LITERARIO 46

OCTUBRE 2/2017

Crónicas periodísticas de la SOCIEDAD DE ESCRITORES DE GENERAL VIAMONTE.

AÑO 4

Dirección: S.E.G.V. Redacción Y Diseño: Etel Carpi. DOMICILIO: Biblioteca Popular Mariano Moreno. Los Toldos. Buenos Aires. EMAIL: escritoresdeviamonte@gmail.com http// sociedaddeescritores en facebook y @de_escritores en Twitter. Blog: http//escritoresdeviamonte.blogspot.com.ar - Eco Literario digital en ISSUU.COM.

“Palabras que dicen, palabras que tocan, palabras felices, palabras que evocan. Profundas, triviales, simples o complejas; piadosas, fatales, de deleite o queja. Conmueven, alegran, otorgan sentido, señalan caminos, deshacen olvidos.” Marta Guzzo. Eso es ECO, son nuestras palabras, palabras cercanas, “que nacen del alma”. Palabras, palabras, palabras, palabras…………… CULMINARON LAS ACTIVIDADES DE LA IV FERIA DEL LIBRO Con la segunda presentación de libros de dos autores locales se llevó a cabo la última jornada de la Feria del Libro, actividades que se habían visto alteradas por razones ajenas a la S.E.G.V. pero que afectaban el lugar elegido: Asociación Italiana. Luis Garín presentó: TAL CUAL y Etel Carpi presentó BRISA: UNA HISTORIA DE AMOR.

La presidenta Catalina Cimino entrega el presente a RICARDO ARTIGAS y la coordinadora del concurso Gabriela Nicholson da inicio a la entrega de premios.

También se entregaron los premios del concurso ACERCANDO PALABRAS y se reconoció la labor del comunicador RICARDO ARTIGAS; además de nombrarse al tercer socio honorario: El periodista y escritor ROQUE PAGLIARO.

El Doctor Carlos Mac Donnell hace una reseña de ROQUE PAGLIARO. Mabel Romero.

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COMENZAMOS A DIFUNDIR LOS TRABAJOS GANADORES Primer premio Cuento, categoría 12 a 14 años UN POLICIA EN APUROS. Me convertí en policía porque mi objetivo era proteger esta ciudad. Parecía una noche como todas, una noche tranquila, sin ningún reporte de robo o crimen. Yo era el Detective de la ciudad y asignaba a cada policía su puesto. Recuerdo que asigné a 50 policías patrullar, 20 a controlar el tránsito, 15 guardias en la cárcel, 10 en el Destacamento y mandé 20 guardias a una conferencia de prensa del Alcalde Jacinto Raymondo. En esa conferencia iba a anunciar su lucha contra el terrorismo. Yo me quedé en el Destacamento con tres compañeros: Fernández, Perupulo y Dolina. Estábamos tranquilos hasta que recibimos un aviso del Comisario. Nos informó de una amenaza hacia la vida del Alcalde Jacinto Raymondo. Nos dijo que le habían disparado desde el techo, pero su vida no corría riesgo. No sabíamos quiénes habían disparado. Le pedí a los hackers que investigaran quiénes habían sido y a 30 policías que suspendan los viajes en tren, colectivo o avión, y que si veían algo sospechoso que nos avisen. Luego, los hackers avisaron que se habían infiltrado en las cámaras de seguridad de la sala de prensa y que habían sido miembros de "Los Fantasmas". Estos criminales eran unos monstruos, dirigidos por Damián Eschisola, el criminal más buscado de Latino América por sus crímenes terroristas. A estos los llaman fantasmas porque eran capaces de desaparecer cuando la policía intentaba atraparlos. Además, tenían cianuro en los dientes por si la policía los atrapaba y los querían interrogar, ellos se suicidaban. Más tarde, cuando casi terminaba mi turno, me avisaron que "Los Fantasmas" estaban atacando una fábrica de armas. Con 500 policías fuimos, pero ya se habían ido. Se habían robado casi diez mil pistolas. Luego me fui a mi casa. Me acosté y dormí muy mal: Soñé que Enchilosa y "Los Fantasmas" planeaban destruir la ciudad. Al otro día fui a trabajar muy preocupado, no pudimos descubrir nada. Luego dormí una siesta y fui a trabajar a la tarde. Como siempre, le asigne a cada policía su puesto. Como ayer yo me iba a quedar con Fernández, Perupulo y Dolina. Más tarde me avisaron que Eschisola estaba en la casa del alcalde Jacinto Raymondo. Fuimos allí y encontramos solo al Alcalde tirado con una bala en su cabeza. Perupulo me dijo que estaba muerto. Volvimos al destacamento y tratamos de calmar a la gente con una conferencia de prensa, pero no pudimos. Un rato después, recibí una llamada de un número anónimo. Era Eschisola. Me dijo que en dos horas iba a destruir la ciudad con cuatro bombas en diferentes lugares. Le pedí a los hackers del destacamento que rastrean la llamada, pero la señal estaba bloqueada. Mandé algunos policías a buscar las bombas y a otros a evacuar la ciudad. No encontraron las bombas, pero si a Eschisola. Estaba en una casa abandonada. Cuando llegamos entramos solo yo, Fernández, Perupulo y Dolina, por precaución. Allí estaba Eschisola solo. Perupulo, me dijo que de seguro había una trampa, pero no la había. Eschisola le disparo a Perupulo en la pierna y luego en la cadera. Le dije a Dolina que lo lleve afuera y llamé a la ambulancia. No sabía qué hacer. O mataba a Eschisola o él me mataba a mí y a Fernández. Tomé la peor decisión de mi vida: No apreté el gatillo y Eschisola le disparó a Fernández. Luego le disparé en el hombro a Eschisola. Allí quedó inconsciente. Llamé a la ambulancia para que lo lleven a él y a Fernández. Ordené que le saquen los dientes para que no se suicide. Luego me dijeron que habían encontrado tres bombas y que faltaba una, que podía estar cerca del Destacamento. Los hackers no podían encontrar la bomba. Les pedí a los policías que evacuen toda la ciudad. Solo faltaban cinco minutos y todos estábamos tratando rastrear la bomba nuclear. Los hackers me informaron que la habían encontrado, fuimos, pero no la podíamos desactivar. Faltaba medio minuto cuando no sabíamos si cortar el cable rojo, amarillo o azul. Rápidamente me dijeron que las otras bombas las había hackeado, pero necesitarían cinco minutos. En todas teníamos más tiempo. Decidimos cortar el rojo. Ya era la cuenta regresiva de diez segundos. Todos teníamos cerrados los ojos y tapados los oídos: Apreté la pinza y todo nos quedamos callados por dos segundos y cuando abrimos los ojos todo había pasado, las bombas habían sido desactivadas. Le avisamos a la población. Estábamos muy felices. Era un día de festejo. Al otro día, me llamo Perupulo: me dijo había quedado en sillas de ruedas y que Fernández había muerto… Que la ciudad buscaba un Alcalde y que yo sería el indicado para el puesto. Decidí postularme y gané. Tuve que renunciar a mí puesto de Detective, algo que lamentaba, pero seguí con mi objetivo: Proteger esta ciudad… MATÍAS LEZAETA. Escuela Normal. ECO L. 2

Primer premio Cuento, categoría 15 a 17 años ELLA Mi nombre es Raian, Raian Acuña. Caí en coma. Tengo una misión. ¿Cuál? Aún no la descubrí. Tampoco sé por qué estoy así. Cuando desperté, miré mi cuerpo recostado en una cama del hospital, mi madre sentada en una silla a mi lado. Fue horrible darme cuenta de que nadie se percataría de mi existencia, traté de volver a mi cuerpo de muchas maneras. Luego de mi desesperación por mi invisibilidad, me tranquilicé y salí por busca de pistas a mi misión. Crucé hasta un parque pequeño que estaba en frente del hospital. Me senté en un banco vacío, era otoño, había muchas hojas, así que no debería preocuparme por patearlas, ya que las demás personas pensarían que es el viento. No sabía qué hora era, no tenía nada, no me quedaba… Nada. Me quedé pensando, intentando recordar el porqué de estar en coma. Volví a la realidad gracias a una joven que pasó muy cerca de mí, tenía pelo negro y lo llevaba suelto, ojos verdes claros, una mochila azul en sus espaldas, camisa blanca, una campera negra arriba de ella, un jean azul desgastado a blanco y unas zapatillas celestes. Corría, calculé que llegaría tarde a algún lugar. Sentí algo fuerte, algo por dentro me pedía saber de ella, así que la seguí. Pasaron varias semanas, ella estudiaba en la secundaria. Último año. Entramos al salón, se localizaba al final del pasillo de la segunda planta del colegio. Como todos los días, me apoyaba en la pared al frente de su mesa, el primer día que la vi, descubrí su nombre, Harumi. Tenía 17 años, dos amigos, uno de ellos era muy frío y un poco descortés con ella. El otro era bueno, amable y muy protector, al menos, eso se observaba cuando estaban en el colegio, ya que el muchacho iba para el lado contrario al salir de clases. Muchas cosas estuvieron a punto de quitarle la vida, estuvieron a muy pocos centímetros de apuñalarla por la espalda sólo para intentar robarle su celular, pero me interpuse empujando fuertemente al ladrón, el susodicho, asustado salió corriendo, luego de lo sucedido. Desde ese día ella empezó a notar que alguien la seguía, se estaba percatando de mí, temía, temía a que yo le haga daño… Quizás. Traté de comunicarme con ella, a través de hojas y lápices, pero no me controlaba bien, la desesperación me ganaba y volaba todo. Gracias a mí, Harumi se encerraba en su cuarto horrorizada y me dejaba fuera de éste. Ella vivía con sus padres, jamás les contó sobre lo que le pasaba, era bastante cerrada en ese sentido. Solo le contaba todo a su amigo teñido de azul y a su diario íntimo. Su amigo creía que estaba loca y ella pensaba que el único que la entendía era su diario, pero no sabía de mí. Y luego de casi dos meses, hoy me decidí y me di una pequeña vuelta por el hospital, quería ver si mi madre estaba allí. Entré con cuidado, había varias personas y no quería chocarme con alguna de ella; la habitación dónde yo estaba internado era en el cuarto piso y último piso del hospital. Por buena suerte, encontré la puerta abierta. Entré, estaba mi hermano, Yago. Él era diez años menor que yo. Mi mamá ubicada a su lado, calmándolo del llanto. Se veían cansados, al parecer estaban día y noche esperando a que yo despierte. Me apoyé en el respaldo a los pies de mi cuerpo, al mirarme, se me vino una imagen: Yo de frente a una persona, no pude ver el rostro de ésta, y tampoco pude saber si era hombre o mujer, pero vi perfectamente que me apuntaba con un arma. Me alejé unos pasos y choqué contra una enfermera que pasaba por detrás de mí. Ésta miró hacía el costado asustada y se dirigió fuera de la habitación. Confundido, intentando nuevamente recordar que es lo que había pasado, salí del hospital, bajando lentamente cada escalera, a cada paso sentía como mi mundo se me derrumbaba encima. Me senté en el borde de la calle, dónde estacionaban motocicletas. Agarrándome la cabeza, tratando de tranquilizarme, grité, sabiendo que nadie me escucharía, cuando me calmé decidí volver con Harumi, sabía que, a esta hora, un lunes estaría en clase. Así que me dirigí hacía su colegio, ya que no quedaba lejos. La ciudad de Habacuc no era muy grande que digamos, era tranquila, no había ruidos molestos en la mayoría del tiempo. Llegué al colegio y subí las escaleras que estaban en el patio, la puerta del salón donde ella se ubicaba estaba cerrada, pero miré por el pequeño vidrio cuadrado que se ubicaba en la parte superior de la puerta. Y ahí estaba, esa bella muchacha, habían pasado meses, ella ya sabía que estaba yo, sabía que tenía su ángel guardián. Los ratos que tenía libre o estaba en la clase de arte se dedicaba a dibujar a un ángel y a ella. Terminó la clase, ya era hora de volver a casa. Me estiré y decidí seguir a la pequeña jovencita. Llegamos a casa. Entramos a su habitación y ella habló, sentándose en su cama: ─ Tu… ¿Tú eres mi ángel guardián verdad? Me sorprendí, por poco creí que podía verme, me acerqué y pasé mi mano por delante de sus ojos, pero ella quitó la vista y frunció el ceño. Abrió su mochila, sacó papel y lápiz, los apoyó en su cama. ─ Si no estoy loca ¿Puedes escribir tu nombre en este papel?


Ella dejó el lápiz sobre el papel y me acerqué lentamente. No estaba seguro de hacerlo, así que me limité a escribir la primera letra. Ella intentó adivinar, mientras yo le hacía gestos con el lápiz en respuesta negativa y se reía cada vez que yo lo hacía. Hasta que le acertó y escribí en el papel un grande ‘’Sí’’ Harumi se quedó mirando el papel, con una sonrisa hermosa. Al segundo le sonó su celular, era un mensaje, me arrimé a ver que decía. ‘’ ¡Internaron urgentemente a Leila, necesito que vengas YA al hospital San Cristóbal!’’ Rápidamente la joven se levantó y se cambió de ropa de la parte superior de su cuerpo, se puso una remera negra bien pegada al cuerpo, una camiseta blanca y transparente arriba de ella. Algo iba mal, y no por el mensaje, sino porque algo me lo decía, algo llamaba mi intención. Corrió rápidamente hacía la puerta, corría rápido, había bastante gente y ya ni me importaba tener que empujar a todos, total, nadie me vería. Pude ver como Harumi cruzaba por las líneas blancas, el semáforo en verde… Traté de alcanzarla, pero se me hacía pesado correr. Escuché un tremendo choque, había perdido de vista a Harumi. Cuando la volví a ver, la vi tendida en el piso, sangrando. Mis ojos se aguaron y lloré, como jamás lloré por alguien en mi vida. Era de noche, se había largado a llover. Me acerqué lentamente a su cuerpo, mi mente estaba en blanco. No me agaché, no podía verla ahí, así, justo a ella. Me tapé los ojos y grité, grité hasta quedarme sin voz, caí de rodillas a varios metros dónde se ubicaba su cuerpo. ─ ¿Raian? ─ Escuché la voz de Harumi, me di vuelta y allí estaba, transparente, casi invisible, al igual que yo. Me levanté y me acerqué lentamente a ella. Harumi se limitó a sonreír, ella estaba de mi lado, yo no había llegado a soportar el coma, había fracasado en el logro de mi misión, que ni sabía cuál era. Pero al fin, ella me podía ver. Micaela Benítez. Escuela Técnica.

necesito encontrarte escuchar tu voz para sentirme yo otra vez. Valentina Spina Citatti. Escuela San José. Primer premio Poesía, Categoría 15 a 17 años DOLOR DEL ALMA

No sé cómo explicarle a mi alma Sigue dolida por tu ausencia. Desde ese momento veo mi angustia llorando, Partiéndose en mil pedazos. El día menos pensado Caminando hacia el otro lado Me encontré con vos Me preguntaste como estaba Y qué puedo decirte… Te extraño más hoy que ayer. Brotaron gotas de tus ojos, Me diste un abrazo inundado de dolor,

Primer premio Poesía, Categoría 12 a 14 años PERPLEJIDAD

Entonces el sueño terminó. Desperté llorando y mi pecho

El color de tu voz es como el de las palabras precisas que necesito para estar bien. Y no sé, no sé qué me pasa soy un náufrago en este mundo no encajo no encuentro mi rumbo. ¿Qué más puedo hacer?

De melancolía se llenó. Enzo Flores. Escuela de Ed. Secundaria n° 2, 6° año MORSE. Mención de Honor Poesía, Categoría adultos

Me estoy ahogando, en un mar de personas en un mar de problemas. Me estoy ahogando en mis propios engaños ¡auxilio! Necesito ayuda. No sé quién soy necesito encontrarme

ECO L. 3


DESDE MI JAULA Desde mi jaula Veo los pájaros Pasar, quisiera ser Ave para poder volar. Desde mi jaula veo La gente pasar, quisiera Ser humano para poder escapar. Desde mi jaula veo los Días, los años pasar Y mi vida que se me va. Quisiera ser ave para Poder volar, como Los humanos libres Caminar. En mi jaula solo y triste Estoy, esperando la muerte llegar. Y al fin, como los pájaros Libres, poder volar. María Vanesa Perrone. Plan Fines 2. Sede Sum de Juan el Bueno. 3er. Año. Segundo premio Cuento, Categoría 12 a 14 años EL LOBO Claro que ataqué a la niña, soy un lobo, ¿Acaso querían que me comportara como un perro?, mi instinto me dicta cazar, atrapar a mi presa, clavarle los colmillos. Así nací y así crecí. Mi madre me llevaba pequeñas codornices cuando yo aún no abría los ojos, pero desde que pude salir de la madriguera, ella me enseñó a tener paciencia, a esperar hasta que la presa confiara y luego, dar un golpe rápido y certero. Yo no mato con odio, cómo voy a odiar al pollo que va a acabar con mi hambre, tampoco odiaba a la niña, de hecho, estaba agradecido, iba a regalarme un festín, además de la comida que llevaba en la canasta, estaba ella, tierna y jugosa. Llevo demasiados días sin comer, estoy flaco y cansado, si no, ni la vieja ni ella hubieran tenido la menor oportunidad. Soy un lobo solitario, tuve que huir de la manada cuando otra loba más joven me derrotó, no sé si hubiera preferido que me matara, pero el pelaje que me cubre el cuello es espeso y los colmillos no penetraron lo suficiente, aunque sí quedé sin autoridad. He vagado por el bosque hace tiempo, he sobrevivido comiendo conejos y comadrejas, pero me he vuelto lento. Por eso recurro a mi astucia. Así pude acercarme a la niña. Era más fácil atraparla dentro de la casa de su abuela, era como una trampa cerrada, allí ella no podía correr. Pero gritó, fue un grito tan agudo que aún me duelen los tímpanos, y llegó el leñador. Ahora estoy atado dentro de una jaula, inmóvil, los humanos me miran y me lanzan piedras, yo los amenazo con mis colmillos gastados y hambrientos, se asustan y vuelven a la carga, luego se ríen y me escupen. ¿Cuánto tiempo más me tendrán así antes de matarme? Tengo una herid en el vientre y otra en la cabeza, pero la muerte no llega. Soy un lobo y mi condición de lobo me obliga a cazar para comer, a ver si uno de estos tontos se acerca lo suficiente...

Segundo premio Cuento, Categoría 15 a 17 años LA HISTORIA DE LA VIDA Era un jueves a la madrugada como tantos otros en la ciudad de Buenos Aires. Bocinas, sirenas, murmullos y humedad. Mia, una joven de veintiséis años y Sol, su hermana de veinticinco, salen al balcón de su departamento a hablar de la vida y tomar café como acostumbraban a hacer desde chicas. Siempre se llevaron bien. Eran las hermanas “perfectas”, según sus amigos. Eran muy unidas. Amaban los días soleados en el campo de la abuela, andar en bicicleta, salir a caminar. Bailar improvisando, dibujar, leer y escribir al aire libre. Sol desde muy pequeña soñaba con ser escritora y tener su propia editorial. Vivía redactando cuentos cortos, poemas y algunas historias para pasar el rato. Pero su trabajo más serio y preciado era una novela bastante extensa que aún le faltaba titular. Pensaba publicarla en su blog personal cuando algo inesperado sucedió… esa misma noche discutió con su hermana por quién se quedaría con el auto. Como acostumbraba a hacerlo, Sol ganó y salió con su novio. Mia, muy enojada y cansada, fue hacia la habitación de su hermana en busca de una venganza que le hiciese ver a su querida alma gemela que no siempre se podía ganar en la vida, aunque sea en cuestiones de tal simpleza. Ya adentro, vio arriba de la cama la notebook de Sol, y estaba encendida. En ese momento, sin titubear ni remordimiento alguno, publicó la novela de su hermana bajo su propio nombre. Así se hizo efectiva la venganza. A la mañana siguiente, salieron a caminar. Algo extraño ocurría con Mia en las calles de Buenos Aires: todos la felicitaban por esa “gran obra” publicada la noche anterior. Sol comenzó entonces a dudar y a hacerse muchas preguntas: ¿cuándo fue que decidió hacer públicos sus escritos más personales? ¿por qué no le había contado nada? ¿ya no confiaba más en ella? Estos interrogantes, así como tantos otros le daban vueltas en la cabeza y ahí fue cuando decidió volver a su departamento fingiendo estar agotada. Al llegar, revisó las redes sociales y allí encontró lo mismo de siempre: fotos en el parque, videos graciosos y estados de amor, hasta que apareció un título que le resultó muy familiar, y comenzó a leer. Todas esas palabras resonaban en su mente. Eran sus propias palabras, de su propia historia. Su querida historia, la que le había llevado tantos días y noches escribir, con la firma de su ya no tan quería hermana. Con un inmenso dolor y decepción, decidió llamar a Mia. Ella subió las escaleras con temor y arrepentimiento, con ganas de volver el tiempo atrás. Escuchó en silencio las frases dolorosas pero justas, con la mirada fija en el suelo. El discurso de su hermana terminó con un “me voy a mudar”. Pasó mucho tiempo. El resentimiento les impidió volver a verse y unirse, pero la soledad de los años las volvió a cruzar en un parque, leyendo en silencio. Ambas con dos hermosas niñas, les recordaba el pasado. Sol había logrado cumplir su sueño de tener su propia editorial, aunque jamás pudo perdonar la traición de su propia sangre, ese lazo que nos identifica y nos alienta, pero también nos destruye y mata. Le dedicó, a lo largo de todos los años que pasaron, miles de líneas tristes que Mia recibió a la distancia y a través de un libro, con mucho amor.

Zoe Alegre. Escuela Técnica.

Luna Venturini. Colegio San José.

Mabel Romero.

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