Luna: la enviada.

Page 1

Luna, la enviada // 1


2 // Etel Carpi


Luna la enviada

Etel Carpi

Luna, la enviada // 3


© Copyright 2019 Etel Carpi “Luna, la enviada” Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en Argentina – Printed in Argentina ISBN: 978–987–656–412–0 Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del titular del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción, almacenamiento o transmisión parcial o total de esta obra por cualquier medio mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia u otro procedimiento establecido o a establecerse, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Carpi, Etel Luna : la enviada / Etel Carpi. - 1a ed. - Junín : De Las Tres Lagunas, 2019. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-656-412-0 1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título. CDD A863

Correcciones de textos a cargo de la autora Fotografías: Pilar Sastre E-mail: carpietel@gmail.com Ediciones de las Tres Lagunas España 68 – Telefax 54 236 – 4631017 // 154 648213 Junín (6000) – Pcia. de Buenos Aires – Argentina E–mail: ediciones@delastreslagunas.com.ar

4 // Etel Carpi


A Roo, que me impulsรณ a escribir esta historia. A Pilar Sastre por las bellas fotos. A esos seres maravillosos que nos ayudan a vivir mejor, nos completan y nos hacen mejores personas.

Luna, la enviada // 5


6 // Etel Carpi


Prólogo Un nuevo libro dedicado a los amantes de las mascotas, sean niños o adultos. Una historia real, que le sigue a la del primer libro, BRISA: UNA HISTORIA DE AMOR; creado por la necesidad de expresar el intenso sentimiento que Etel siente por su mascota en especial y por todos los animales. Ella nunca pensó que habría otro libro posterior y que se dedicaría a una nueva historia: la de LUNA. Fue tanto el interés por aquel libro, y tan fuerte el sentimiento que la une a sus mascotas, que hoy presenta esta nueva propuesta para todos sus lectores “mascoteros”. Expertos explicaron que el cerebro canino, al igual que el humano “no solo separa lo que decimos de cómo lo decimos, sino también Luna, la enviada // 7


que pueden combinar los dos para una correcta interpretación de lo que esas palabras significan realmente”. Attila Andics. Convencida de esto, la autora ha diagramado esta nueva historia para presentar a la nueva integrante de su familia: la dulce y sumisa LUNA. Este es un libro que también ayuda a los que deseen conocer un poco mejor a sus mascotas. Celebremos la vida junto a ellos, seres tan inteligentes y cariñosos que nos enseñan día a día un amor diferente y pleno. Los editores

8 // Etel Carpi


1 Aquella tórrida noche de un seco verano, se “sentía” distinta. No había ni una nube en el cielo estrellado, ni un soplo de viento que moviese las hojas de los tristes sauces. La cachorra Blanquita estaba inquieta, su hermano Negri caminaba por los alrededores resecos con la lengua afuera, como buscando algo. Mamá “Perro” descansaba tranquila en el corredor de la casa. Olía a jazmines por el oeste y a bosta de chiquero por el Sur. Mamá y Papá humanos, después de la cena, desaparecieron en el interior de la casa. Desde donde los hermanos se encontraban, podían ver cómo se apagaba la luz de su cuarto. Blanquita se acercó al cacharro para beber. Negri la imitó y luego la invitó a caminar hacia el campo donde crecía el maizal, muy castigado por la sequía persistente de ese verano. Un coro de grillos los acompañó. A esa hora de la noche, el campo se extendía voraz ante ellos, salpicado de grupos negros desfigurados por la distancia, allí, donde algún montecito cortaba la monotonía del paisaje

Luna, la enviada // 9


campestre. Blanquita y Negri se acercaron a la laguna que se veía muy poco atractiva con tan poca agua, y se echaron entre los yuyos mustios de la orilla; croaban las ranas y el zumbido de los insectos nocturnos invadían el silencio que los rodeaba. –Negri, quisiera irme de casa. –dijo Blanquita, de repente, sobresaltando a su hermano que la miró asombrado parando sus orejitas. –Sí… no te asombres, quisiera decidir yo misma sobre mi destino, elegir los humanos con quien deseo pasar mi vida. No quisiera seguir el camino de nuestros hermanos que un día partieron cuando los vinieron a buscar y no pudieron decir nada. Seguramente, pronto, vendrán también por nosotros. Negri quedó un rato pensativo, la mirada perdida en la clara noche. Su hermanita tenía algo de razón, pero… dejar el hogar que los vio nacer para recorrer ese agreste y desconocido mundo que los rodeaba, pasar todo tipo de penurias, hasta dar con los humanos adecuados. ¿Cómo iban a darse cuenta dónde encontrarlos? –No me parece una buena idea Blanquita, tal vez podamos quedarnos acá con Mamá y los dueños 10 // Etel Carpi


de casa. –Seguro que uno de los dos será entregado, y no quiero ser yo –protestó Blanquita–. Mejor me voy. Si quieres puedes venir conmigo, o me iré sola. –Está bien, te acompaño, pero una vez que te vea segura en algún lugar, me vuelvo a casa. –Hecho –le dijo y le dio un lambetazo. Se sintió tan feliz, que se quedó dormida a la vera de la laguna, alumbrada por la gran luna, que sonriente, veló sus sueños.

Luna, la enviada // 11


12 // Etel Carpi


2 “Blanquita”… Sintió una voz que la llamaba. Confundida, sedienta, trató de responder, pero no pudo. “Blanquita”… otra vez la voz suave y ahora más fuerte retumbó en sus oídos. “Soy tu ángel protector, me llamo Brisa”. “Es un sueño” –pensó Blanquita. Unos maravillosos ojos azules, grandes y poderosos, la envolvieron con una penetrante mirada. “No te asustes, soy tu ángel canino y quien guía tu camino… tienes que quedarte aquí, hay una familia de humanos que te necesita, son las personas con las que compartí mi vida y quedaron muy tristes desde que partí… Blanquita, yo te elegí, eres la enviada, la elegida, tendrás el premio de la felicidad eterna”. Blanquita abrió sus hermosos ojos color madera y la cegó la luz invasora del mediodía. “Que sueño raro” –pensó– “parecía tan real, y que hermosa se veía la tal Brisa”. A su lado, Negri dormía despreocupado bajo la sombra de los altos eucaliptus que albergaban nidos de bullangueras cotorras.

Luna, la enviada // 13


“He de estar alucinando” –pensó– “por el calor y la sed que tengo”. Recuerda que llevaban mucho tiempo andando por un camino polvoriento bastante transitado, hasta que el cansancio los venció y se metieron en unos yuyales secos al costado de una doble tranquera bordeada de altos árboles, agobiados por el calor y la sed. Sin embargo, ella estaba segura: había recibido un mensaje, tenía que quedarse allí, se lo diría a Negri. Él podía quedarse o volverse. Blanquita sintió que su destino estaba marcado, como si “Brisa” se lo tuviese reservado tan solo a ella, y nada más que a ella. Eso sentía. Negri despertó y la notó algo inquieta. –¿Qué te pasa hermana? Te conozco, algo te molesta. –Me molesta tanto calor. Pero debo decirte algo: recibí un mensaje mientras dormía. –¿Qué mensaje? –Se me presentó la imagen de una hermosa perra Siberiana que dijo llamarse Brisa y me comunicó que tengo que quedarme aquí. Que unos humanos me necesitan. Según entendí, los que ella dejó cuando partió. –¿Cuándo partió, adónde? 14 // Etel Carpi


–Supongo que al cielo… es mi ángel guardián. –Estás delirando, la falta de agua te hace daño. Necesitamos buscar agua y comida antes de que terminemos mal. Supongo que no creerás esa historia. Fue un sueño, nada más. –No Negri; fue real y yo siento que debo aceptar el mensaje. Sigue solo si quieres, yo me quedo aquí. –Está bien, sería inútil convencerte de lo contrario, eres una perra terca. Voy a andar un poco más, buscaré agua y volveré para ver si necesitas algo. Te recomiendo que busques agua también. Ambos se saludaron con lambetazos. Y Negri partió. Cuando se perdió del alcance de su vista, Blanquita se sintió por primera vez sola y asustada. Se acurrucó entre los yuyos amarillos y esperó… no sabía qué, la panza le sonaba de hambre y sed. Entre el pasto apenas si se destacaba, su pelaje blancuzco la mimetizaba con el entorno descolorido. Pero al menos, la sombra la protegía y acunada por el sonido del viento entre las hojas de los altos árboles, nuevamente, Blanquita se quedó dormida.

Luna, la enviada // 15


16 // Etel Carpi


3 Sobresaltada, despertó con el ruido de un motor. Una camioneta gris estacionó frente a la tranquera. De ella bajó un señor con gorra y abrió la tranquera para acceder al establecimiento. Blanquita, escondida, no supo cómo actuar. “¿Me presento ante él?, o… sigo oculta?” Su dilema se resolvió cuando escuchó los sonidos de su estómago clamando por comida, además de que la sed la estaba mareando, necesitaba comer y beber. Irguió un poco su cabeza y se dejó ver. El hombre la miró y se acercó mientras le hablaba. Ella no entendió, igual movió frenéticamente la cola para saludarlo sumisa. –¿De dónde habrás venido, estás perdida?, no puedes ser de la calle, seguro que tienes dueño, se te ve bien, aunque algo cansada. Vamos, sube a la camioneta que no puedes quedarte aquí. Blanquita entendió muy bien el gesto del hombre cuando la invitó a subir al auto. Saltó rauda, sin dejar de mover su peluda cola. Hicieron un largo trecho por un camino recto y cuando el coche paró él, le abrió la puerta y la invitó a salir.

Luna, la enviada // 17


Blanquita brincó alegre y comenzó a inspeccionar el lugar que se veía lleno de árboles y muchas cosas raras, como herramientas oxidadas, una casilla vieja, una casa solitaria y media destruida, y a lo lejos, unos puntos negros que se movían. Era algo que veía por primera vez, en la casa donde había nacido no había ese tipo de animales. Eran muy grandes, enseguida decidió que no le agradaban y que no se acercaría a ellos… por las dudas. Cuando el señor abrió la casilla, Blanquita se sentó ansiosa, haciendo de buena perra para recibir algo de comida. –Toma –le dijo– no tengo otra comida más que estas galletitas para acompañar el mate. Blanquita se atragantó, estaban tan ricas… saltó sobre el hombre para darle lambetazos de agradecimiento. –Bueno, bueno, quieta –dijo él– pareces una perra muy dócil y cariñosa. Seguro tienes dueño, ¿te habrás perdido? ¿te habrán abandonado?, pareces chica todavía, veamos los dientes… sí, eres cachorra. Tendré que averiguar, alguien podría buscarte, mientras tanto te quedas aquí, mañana te traeré comida. 18 // Etel Carpi


Blanquita solo entendió la palabra “comida” y empezó a mover la cola otra vez. Por suerte, el hombre caminó hasta un patio donde había una bomba y llenó un cacharro con agua fresca. Sentía mucha sed, se la bebió toda, estaba deliciosa, y bien fría, como nunca había tomado antes. Una vez más le agradeció saltándole encima y esperó las caricias que enseguida el hombre le prodigó. Blanquita se sintió aliviada y feliz. –Eres muy bonita, que raro que te hayan abandonado… bueno, si es así, tendrás que quedarte acá, no puedo llevarte al pueblo, ya somos grandes con mi mujer y no queremos más perros en nuestra casa. Blanquita lo escuchaba atentamente mientras movía la cola, él seguía hablando. –Cachila, te llamaré Cachila. Blanquita no entendió, sí se dio cuenta que repetía Cachila y le hacía gestos de llamada para que lo siguiera. Por lo tanto, comenzó a responder a ese nombre y lo siguió a un sector del campo con altos pastos verdes. Blanquita tenía mucha hambre así que comenzó a pastorear, y como el pasto le pareció delicioso, se atragantó. “¿Cómo se llamará mi nuevo dueño?” –se preguntó mientras comía un poco de pasto. Luna, la enviada // 19


Al rato, cuando estaban descansando debajo de inmensos y frondosos sauces, el hombre le habló otro rato y entre otras cosas le dijo que le decían Tito y que estaba encargado del campo. El que pertenecía a una mujer que vivía sola con su hija. Y como sabemos ahora, los perros pueden encontrar el significado de las palabras, y descifrar el mensaje, entonces… Blanquita recordó el mensaje de Brisa: “hay una familia de humanos que te necesita”. “Son ellas” –pensó– “espero que Tito, me lleve, un día, a conocerlas”.

20 // Etel Carpi


4 Los días pasaron en medio de una caliente monotonía. No llovía, el pasto se veía mustio y la luz ofuscante del mediodía, obligaba a la ahora bautizada “Cachila” a buscar refugio bajo la casilla o a la sombra magnífica de los sauces llorones que cubrían de paz el lugar. Se sentía muy sola, pero Tito, llegaba todas las tardes con comida. No le faltaba algún delicioso hueso para entretenerse cuando quedaba sola durante largas y tediosas horas y le venían ataques de aburrimiento. A veces, el hombre llegaba con otra persona, y algunas tardes arribaba más gente al campo, entonces se llenaba de febril actividad. Todos la acariciaban y mimaban. Eso le daba gusto y respondía moviendo su cola frenéticamente. –Que linda eres Cachila –le decían y la invitaban a jugar. Ella corría en círculos de tanta alegría y los saltaba, pedía mimos sin dejar de mover su cola peluda. Todo muy lindo, sin embargo, Tito, no la volvió a subir a la camioneta para ir a pasear y conocer a las dos mujeres dueñas del campo que vivían en el pueblo.

Luna, la enviada // 21


Una mañana fresquita y llena de rocío, después de una lluvia que bendijo la tierra, se encontraba echada entre los yuyos altos que enmarcaban la zona hacia la bebida de los animales, cuando llegó un auto que la sorprendió. Cachila paró las orejas, salió de su escondite, se veía fea con los pelos mojados y las patas embarradas. No sabía bien qué hacer, era gente nueva. Una mujer bajó del auto y desenganchó los hilos que hacían de tranquera, la miró y siguió hasta ubicarse bajo los sauces, indiferente. –Cachila se sintió intimidada. “¿Será la dueña?” –pensó algo intrigada. Esperó un momento y luego se decidió a ir tras ella, moviendo la cola como era su costumbre. La señora se dirigió al patio y no reparó en ella. Al cabo de un rato, la miró y le habló. –Hola, ¿qué haces aquí?, seguro que Tito te trajo de algún lado. Cachila solo entendió TITO; se limitó a mover su cola. Ella le puso agua fresca y salió hacia el campo a caminar. Anduvo por la zona del molino y luego pasó unos hilos que llamaban “boyero” y entró en un lote sembrado con maíz. –Ven –le dijo– invitándola a acompañarla. 22 // Etel Carpi


“Ni loca” –pensó Cachila. “No volveré a pasar la fea experiencia del día que toqué sin querer uno de esos hilos y sentí un sacudón horrible que me atravesó el cuerpo y me hizo gritar y correr bien lejos de ese lugar”. Desde ese día, Cachila no se alejaba nunca del perímetro de la casa y no se adentraba en el interior del campo; tampoco le gustaba ir donde pastaban las vacas, tenía respeto por ellas, les parecían grandes y peligrosas. La asustaban. Al final, la mujer desapareció entre el maizal y ella, cansada de esperarla, se volvió a su refugio bajo la casilla, donde la tierra estaba fresca y suave para dormir y descansar. Al rato, la mujer regresó y se sentó en el banquito que había cerca, al rato le habló. –Hola linda –le dijo haciéndole gestos para que se acercara. “Un buen baño te vendría bien”– pensó. Cachila no dudó mucho y moviendo la cola se acercó y apoyó su cabecita en la falda de ella que dejó que le diera besitos en las manos. –Sos muy cariñosa, ¿de dónde habrás venido? Suavecita y dulce. Si te viera mi hija le gustarías mucho, pero ella no viene al campo… cuando vea a Luna, la enviada // 23


Tito le preguntaré cómo llegaste aquí. Ahora me voy, pero volveré y te traeré comida siempre que pueda. Cachila la escuchaba embelesada, no entendía sus palabras, pero le gustó escucharla y que le acariciara el lomo, la cabeza y sus peludas orejas. Cuando ella caminó hacia el auto no la siguió, sabía que tendría que quedarse allí. Había aprendido, ese era ahora su hogar. La vio alejarse y luego, caminó cabizbaja hasta la casilla, otra vez se quedaba sola. Se enroscó toda y resignada, se dispuso a dormir; necesitaba soñar con su ángel guardián Brisa, tenía muchas preguntas que hacerle, por momentos se sentía muy sola y muy triste. Su hermano no había vuelto. ¿Qué sería de él?

24 // Etel Carpi


5 No recibía muchas visitas allí, su compañía eran las vacas, los terneritos juguetones que ella observaba desde lejos, sin acercarse demasiado, los pájaros cantores y algún zorro que deambulaba por el patio donde pululaban, haciendo profundas cuevas, los peludos. La primera vez que lo vio le ladró para espantarlo, acostumbrada a que en la granja donde había nacido, no lo querían ver cerca ya que si se descuidaban mataba algún pollito cuya madre se había descuidado. Así que sus dueños, lo espantaban a escopetazos. Su mamá no paraba de ladrar para dar aviso cuando aparecía, ella y sus hermanos trataban de imitarla con sus agudos ladridos de cachorros, donde todo era juego. Ahora, ella tenía que espantarlo sola, aunque pensándolo bien: allí no había gallinas con pollitos, el zorro no tenía nada para robar y podría convertirse en una buena compañía. En el futuro, lo dejó tranquilo, podía acercarse sin problemas. Su hermano Negri, después de la primera vez que llegó de visita, volvía siempre para verla desde el campo vecino donde se había quedado a vivir. Cuando tuvo que buscarla la primera vez su Luna, la enviada // 25


olfato lo condujo hacia ella. Esa vez se saludaron con saltos, abrazos caninos y correrías. Cuando se cansaron de los saludos, comenzó el diálogo: –Negri… volviste. ¿Dónde estabas todo este tiempo? ¿Volviste a nuestro hogar? Yo estoy bien aquí, puedes irte tranquilo si lo deseas. –No Blanquita, ya no vuelvo… me quedo en el campo vecino donde me invitaron varios perros con los que me encontré el otro día, después de dejarte a vos sola en la tranquera de este lugar. –¿Ah... sí? ¿y los dueños no se enojaron al verte llegar con ellos? –No… me permitieron quedarme, y ahora soy parte de la manada. Deberías venir conmigo, ahí no te sentirías tan sola. –¿Y quién te dijo que me siento sola? –se hizo la valiente al responder– aquí estoy bien, el hombre que viene todas las tardes, llamado Tito, me trae comida y yo sé que es mi lugar ahora. –Seguro que me vas a decir que tu ángel Brisa te habló… –No… no la he vuelto a soñar. Pero siento que debo quedarme. –Bueno, está bien, yo vendré todos los días, y si quieres verme puedes acercarte, atravesando el

26 // Etel Carpi


campo estarás enseguida. ¿Sientes los ladridos nuestros? Yo he sentido el tuyo una noche. –Sí, los siento. Aquella noche le ladré a un zorro. Pero luego pensé que acá no hay pollitos y lo dejé tranquilo para que venga de visita. –Bueno, por lo menos te hace compañía. Desde aquel día, Negri la visitaba siempre y la ponía al tanto de las novedades del lugar. Aquella mañana llegó bastante alterado. –¿Qué te pasa hermano? –preguntó. –Nada importante, o sí… bah, te contaré. Blanquita paró sus orejitas y se sentó dispuesta a escucharlo. –El otro día apareció nuestro dueño que andaba buscándonos. –¡¿Quéeeeee?! ¿no le habrás dicho dónde estoy, ¿no? –No, no… por supuesto que no le dije. Me quiso llevar a casa, estuvo hablando con mi nuevo dueño y parece que dejaron que yo decida. –¿Y qué hiciste? –Me escondí para que no me llevara. Pero me encontraron y me empaqué. Mi decisión fue quedarme cerca de ti para cuidarte. –¡Oh Negri!, que buen hermano eres… ¿Para

Luna, la enviada // 27


qué querría buscarnos nuestro antiguo dueño? –Yo creo que, porque ya nos tenían vendidos y cuando nos marchamos, perdieron el negocio. –¿Cómo sabes? –Algo de eso entendí cuando el viejo dueño hablaba con mi nuevo dueño. Menos mal que éste no me obligó a ir con él. Tal vez, llegaron a algún arreglo, los humanos todo lo solucionan con dinero. –Es cierto, puede ser… y menos mal que no le indicó donde estaba yo. –Él no lo sabe. –Hummmmm, lo dudo, yo creo que hablan con Tito. Acá ha venido gente, por lo tanto, se sabe de mi existencia. –Puede que lo sepa, pero no habrá querido que te llevara, al igual que a mí, son gente buena. Después de esa larga conversación, Negri se fue y Blanquita se quedó pensativa y preocupada. Le pidió a su ángel Brisa que no permitiese nunca que se la llevaran de ahí. Se había acostumbrado a ese lugar, a pesar de la soledad que por las noches la amenazaba, y lo cuidaría, como una buena perra. Sabía que la recompensa llegaría pronto.

28 // Etel Carpi


6 La madre de Blanquita, cruzó el patio y corrió hasta la entrada cuando sintió el ruido del motor de la camioneta; su dueño llegaba, mientras que por el oeste un disco anaranjado desaparecía tras la línea del horizonte. Su mujer salió del interior de la vivienda para recibirlo. –¿Qué novedades tienes hoy de los cachorros? –Encontré a Negri, instalado en un campo. El encargado me aseguró que lo encontró en el camino y lo siguió. –¿No lo trajiste? Hay gente que espera por él –protestó la señora airadamente. –No pude. Ahora tiene un nuevo dueño… dejamos que él decidiera… pero se escondió para no venir conmigo. –¿No me digas? ¡Dejaron decidir al perro! Es el colmo. Alterada agregó: –Por tu culpa perdimos el negocio. –No te pongas así –trató de calmarla su esposo–, llegué a un arreglo con el dueño, quien me Luna, la enviada // 29


pagó por él. Le enseñé la foto que llevaba para demostrarle que era nuestro perro. –¿Cuánto te dio? –quiso saber, todavía enojada. –Acepté lo que me ofreció y se termina acá la búsqueda. –Ah no… ¿y Blanquita? ¿No averiguaste por ella? –Claro que pregunté, pero no la vieron, el negro andaba solo, así me dijo. Olvídate mujer, tal vez se perdió, o la mató algún auto. Ya no perderé más mi tiempo en buscarla. La mamá de los cachorros que estaba cerca, despreocupada, vio a su dueña hacer un gesto de fastidio y entrar a la casa dando un portazo. Su esposo suspiró y se acercó a ella que lo miraba fijamente. –Nada podemos hacer mi amiga, ya se le pasará el enojo. Yo espero que todos tus hijitos estén bien, incluida Blanquita, esté donde esté. Le acarició la cabecita y luego entró en la casa. La noche de verano, bajo la calma del cielo plateado, emanaba vahos de bochorno, certeza de otro día más de seca implacable.

30 // Etel Carpi


7 El verano se iba diluyendo lentamente y se notaba en los colores y olores que vestían el entorno campestre donde vivía Blanquita o Cachila. Quien estaba, al igual que su hermano Negri, bien adaptada a su nuevo hogar. A pesar de tenerlo cerca, Cachila se sentía sola; descartando algunas horas de la tarde cuando llegaba Tito que le hacía algo de compañía, ella, vivía sola… con el ganado vacuno que veía desde lejos. Las noches se le hacían cada vez más largas y las mañanas la encontraban deambulando por los alrededores de la casa, pues no se atrevía a ir más allá de los límites que imponía el boyero; cuando llegaba la señora en su auto y salía a caminar, esperaba que la invitara a ir con ella. Le ensañó a cruzar el hilo sin tocarlo y entonces Cachila, desplegaba toda su energía corriendo en campo abierto, sintiendo esa sensación maravillosa de la libertad. Pero ella caminaba lento y Cachila se adelantaba para investigar y olisquear todo. Eso sí, no la perdía de vista, atenta a que emprendiera el camino de regreso a la casa. Cuando eso ocurría,

Luna, la enviada // 31


corría desaforada y le daba alcance. Luego la esperaba más adelante, con la lengua afuera, bajo la sombra de los sauces cercanos al bebedero de los animales. Junto a la bomba, el agua fresca que bebía con avidez, saciaba su sed. Cachila introducía una de sus patitas en el cacharro: era su forma de refrescarse e indicar que se sentía muy feliz. –Cachila, estás cansada, ¿no? –le decía– dame tu patita. Al principio Cachila la miraba inmutable. –La patita –repetía la amable señora, y se la tomaba para que ella comprendiese lo que quería. –Y así, poco a poco, Cachila empezó a dar la patita y a recostar su cabeza en el regazo de ella. También lo hacía con Tito y saludaba alegre y efusivamente a todo visitante que llegara. De vez en cuando aparecía el zorro amigo y ella lo seguía con la mirada, ya no lo perseguía ni le ladraba. Y tenía otros amigos: los pájaros que la despertaban cada mañana, los grillos y los mosquitos molestos, los peludos, las cotorras y las liebres. Además, su hermano iba casi todos los días a verla. Se podría pensar que Cachila era una cachorra

32 // Etel Carpi


bastante feliz, pero algo le faltaba… en realidad, algo esperaba, sabía perfectamente que su misión de vida la tenía asignada y no era esa, de estar allí, dejando pasar los días. Así se lo confirmaba su ángel Brisa, cuando le hablaba en sus sueños para levantarle el ánimo cuando ella se sentía abatida. –Cachila, debes tener paciencia. Pronto no estarás sola y tendrás una vida hermosa, como la que tuve yo. –¿Cómo puedes asegurarlo? A veces creo que no existes, cuando la luz del sol me ciega en los días bochornosos que agobian la paz del campo, porque se levanta humedad, la pereza me gana. –Es que yo te envié a vivir una vida de amor junto a las personas con las que compartí 13 magníficos años. Ellas quedaron muy tristes cuando partí, por eso decidí buscar un sustituto, y tú eres el ser ideal, no hay dudas de ello. Eres la elegida. Solo tienes que esperar, el momento llegará, estás muy cerca de lograrlo. –¿Aquí, sola? Ellos nunca me llevan cuando parten, quien sabe adónde. –Pero regresan, siempre regresan y te alimentan y dan amor. –Sí… me siento como en mi casa. Sé que debo

Luna, la enviada // 33


cuidar este lugar, sin embargo, tengo la sensación que no es el definitivo. Necesito saber cuál es, y pronto. –No te angusties, falta poco para que lo encuentres. Tú espera, yo te cuido, y sé feliz mientras tanto. La imagen y el sonido de la voz de Brisa se diluían en su mente, y el sueño de Cachila (ex Blanquita), pasó a ser más placentero y calmo. Cuando despertó, se sentía bien, reconfortada, con energía y deseos de correr, tenderse al sol y revolcarse en la tierra que la contenía y la abrigaba.

34 // Etel Carpi


8 Se acercaba el fin de ese verano. Negri lo olía en el aire cargado de humedad. Como casi todas las mañanas atravesó campo para visitar a su hermana que seguía empecinada en vivir sola en aquel lugar porque –según ella– su ángel Brisa así se lo había indicado. “Mi hermana se volvió loca” –pensó Negri, mientras caminaba alegre entre el maizal, que crujía con el viento en esa mañana luminosa de otoño. Con ladridos suaves anunció su llegada. Pero le extrañó que su hermana no saliera a recibirlo como otras veces. Ladró más fuerte, varias veces y la buscó por todos los rincones. No la encontró, su olor aún lo distinguía en los lugares donde solía descansar. Pero ella ya no estaba. Se desesperó, sabía que jamás se iría por sus propios medios, al pensarlo se le erizó el pelaje del lomo. “Se la han llevado” –pensó– “han venido a buscarla, alguien la delató”. “No puedo abandonarla, ella tenía una misión que cumplir, tal vez llegue a tiempo a la casa de mamá antes de que la entreguen a otro dueño”.

Luna, la enviada // 35


Negri decidió iniciar de inmediato el trayecto de regreso a su casa natal para impedir que la vendiesen. Sin embargo, sería un viaje inútil, porque su hermana Blanquita no estaba tan lejos, solo que él, no podía saberlo.

36 // Etel Carpi


9 Aquella tarde, Cachila olisqueaba por los alrededores de la casa, como siempre que llegaba Tito y le daba de comer. No sabía bien que le pasaba, pero tenía ganas de aventurarse más lejos, tal vez hasta donde vivía su hermano. Algo extraño la impulsaba a salir en busca de aventuras, para interactuar con otros perros parecidos a ella. –¿Qué te pasa Cachila que estás algo rara? – comentaba Tito. –A ver… vení… Ella se acercó moviendo su peluda cola, como siempre, pidiendo caricias y dando besos con su lengua. –Ajá, ajá, parece que has entrado en celo – dijo Tito– no podrás quedarte aquí, tendrás que venir conmigo al pueblo. Cachila no entendió ni una palabra, ella siguió dando lengüetazos a su amigo. Transcurrió el tiempo y Tito se dispuso a partir, ordenando primero sus cosas, cerrando la casilla y conectando el boyero para impedir que los animales se pasen donde él no lo permite. Lo miró,

Luna, la enviada // 37


como tantas otras veces, dirigirse hacia la camioneta, abrir la puerta del acompañante… “oh, esto es nuevo” –pensó Cachila. Tito le hizo un gesto invitándola a entrar. –¿Me está invitando a ir con él? –se asombró y ladró. Y como tenía incorporado que debía permanecer allí, no se movió, mientras agitaba la cola con cierta timidez. –Vamos, ven… –le insistió Tito. Entonces Cachila corrió hasta el vehículo y de un salto trepó al asiento y allí esperó que él diera la vuelta y pusiera el motor en marcha. No paraba de moverse inquieta, estaba muy emocionada. Ni le importó que su dueño la retara varias veces para que se quedase quieta. Cuando se cerró la tranquera y la camioneta comenzó a transitar por el polvoriento camino, Cachila se relajó; tal vez, había llegado el momento de comenzar a cumplir su misión, ya que ella era: LA ENVIADA.

38 // Etel Carpi


Luna, la enviada // 39


40 // Etel Carpi


Luna en el campo

Luna, la enviada // 41


Luna con su amigo Bongo

42 // Etel Carpi


10 Después de un rato de trayecto, Cachila observó que el paisaje iba cambiando hasta convertirse en un espacio lleno de casas, por donde circulaban autos, bicicletas, motos… y gente. Habían abandonado el campo. Cuando descubría algún perro que cruzaba emitía soniditos finos que no llegaban a convertirse en ladridos, ya que la emoción le impedía ladrar como solía hacerlo en el campo cuando quedaba sola y nadie la escuchaba. –Llegamos al pueblo Cachila. Estarás en casa hasta que pase el celo. Y quiero que te comportes – le dijo Tito, mientras acariciaba su pelaje. Cachila prestó atención a la palabra PUEBLO, ya la había escuchado antes; y la escucharía muchas veces más, por eso comprendió que era lo opuesto a CAMPO y le gustó bastante. Se detuvieron frente a una casita, Tito la invitó a bajar y luego a entrar en ese lugar. Ella no paró de oler por todos los rincones antes de hacerlo. Una señora, a la que Tito llamó Elisa, salió a recibirlos. Cachila decidió saludarla con el movimiento frenético de su cola. Luna, la enviada // 43


–Hola Cachila, bienvenida a casa –le dijo, mientras le tomaba la patita en señal de saludo. –La traje –habló Tito– porque entró en celo, no puede quedarse allí, hay que tenerla encerrada. Le dieron agua y algo de comida humana que sabía deliciosa, y la dejaron en un gran patio lleno de plantas, flores y aromas diferentes que mantuvo a Cachila entretenida por un buen rato investigando el lugar. Ellos desaparecieron en el interior de la vivienda. Después que se cansó de oler y conocer cada rincón, se dio cuenta que era de noche y ella estaba otra vez sola. Extrañaba el campo, tenía ganas de aullar y lloriquear, pero no lo haría, ella era una perra fuerte, y seguramente todo aquello tenía un propósito. Se durmió con la imagen de Brisa en su mente canina y deseó con fuerzas soñar con ella para sentir su tranquilizadora presencia. Necesitaba saber… ¿Cómo seguiría su vida a partir de ahora?

44 // Etel Carpi


11 Negri llegó a su casa natal con la lengua afuera, muerto de sed y hambre. Mamá Perro salió a recibirlo y saludarlo con mucho afecto. Después de los saludos, Negri tomó mucha agua y buscó a Blanquita. “He llegado tarde” –pensó–, “ya no está”. Madre ladraba y sus ladridos alertaron a los dueños que salieron al patio y llenos de asombro vieron al cachorro que ya deban por perdido. Negri comenzó a ladrar, necesitaba saber de su hermana, pero ellos no entendían y se limitaron a darle de comer. Comida que no rechazó porque estaba hambriento. Luego se echó a descansar junto a su mamá y casi al instante, se quedó dormido. Despertó de madrugada con los sonidos típicos de ese lugar que lo vio nacer: cerdos, patos, gallinas con pollitos, gansos… los pájaros cantores y los típicos ladridos de su madre al despertar. La tristeza lo invadió, allí no estaba Blanquita y él se sintió el perro más triste del mundo. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Quedarse junto a su madre o partir hacia el hogar que había

Luna, la enviada // 45


elegido el último tiempo, para estar cerca de su hermana? Sabía que eso no sería lo mismo sin ella, y si se quedaba, los dueños tratarían de venderlo. Si existe la depresión en los perros, Negri estaba muy cerca de ella, se sentía mal: “tengo que recuperar fuerzas, luego partiré”, una nueva esperanza tomó forma entibiando su alma. “Blanquita podría haber vuelto al campo, y todo esto solo será un mal sueño” –ese pensamiento le dio ánimos y lo reconfortó.

46 // Etel Carpi


12 Aquella tarde la señora del auto llegó entusiasmada al campo, esperaba encontrar a Cachila feliz de verla, le llevaba un sabroso hueso para que se entretuviera un rato. Ya le había tomado cariño y le agradaba mucho llegar y ser recibida por ella con sus efusivas expresiones de pura felicidad. Estacionó a la sombra y le llamó la atención que no saliese de su escondite para recibirla. Caminó hasta el patio llamándola, pero todo estaba demasiado silencioso para su gusto. Enseguida se dio cuenta que no se encontraba el comedero en ninguna parte y que el agua fresca de la perra se encontraba oscura y en mal estado. Ni rastros de ella. La señora sintió entonces un vacío inmenso que no pudo explicar. Una tristeza que nunca antes había sentido. “Se ha ido –pensó– o tal vez la robaron”. Se sentó en la banqueta negra y la ausencia de Cachila la abrumó, allí solían estar juntas, prodigándose mimos. Ahora, solo sentía una soledad que la agobiaba y que llenó sus ojos de lágrimas. Fue en

Luna, la enviada // 47


ese momento cuando comprendió cuánto la quería y qué distinto se veía aquel espacio sin su presencia tan alegre y dinámica. En esos pensamientos la encontró Tito cuando llegó. Casi ni esperó que bajase de la camioneta que le preguntó: –¿Qué pasó con Cachila?, ha desaparecido. ¿Usted sabe algo? Tito sonrió: –Nooooo… está en el pueblo, en casa. –¡Qué alivio! –suspiró–, parece que decidió llevársela al fin. –Y no pudo ocultar la decepción que sentía por no haber decidido llevarla ella antes. Tito le explicó enseguida. –Tuve que llevarla, porque entró en celo, no podía quedarse aquí, se hubiese ido tras los perros, y se podía perder. La señora sintió un gran alivio al escuchar que Cachila estaba con él. –Cuando pase el celo, la vuelvo a traer –le aclaró. –¿Y cómo se porta? –quiso saber. –Bien, es muy buena, obediente y cariñosa. Aunque tengo algo de miedo que mis nietos dejen la puerta abierta cuando entran y ella se escape, 48 // Etel Carpi


pero bueno… por ahora está bien. –Entonces, ya que está en el pueblo, voy a aprovechar para llevarla a la veterinaria que le aplique las vacunas, antes de que vuelva al campo. El otro día le puse la pipeta y le di la pastilla para los parásitos, así que faltarían las vacunas. ¿Cuántos días hace que la llevó? –Ayer la llevé, cuando noté que estaba en celo. Al otro día, la señora apareció en la casa de Tito para buscar a Cachila y llevarla a la veterinaria Carla, luego pasaría por su casa porque su hija Roo deseaba conocerla. Cuando Cachila la vio se le abalanzó para llenarla de agasajos. Se veía muy bien, con el pelaje sedoso y blanco. –La bañamos –le dijo Elisa, esposa de Tito. La verdad que parecía otra perra, se la veía hermosa. Cuando le puso el collar y ató en él una correa, Cachila no dejaba de moverse, adivinando que saldría a pasear. –Está bien Cachila, vamos a pasear y luego a casa para conocer a mi hija Roo. Cachila entendió “casa” y pensó: “tal vez se Luna, la enviada // 49


refiera al campo, ¿volveré allí?” No estaba tan segura de querer volver, ya le gustaba su nuevo hogar en el “pueblo”. Elisa y Tito eran muy amables y los chicos que venían a visitarla también, le divertía jugar con ellos. Sin embargo, pensaba mucho en su hermano, lamentaba no poder volver a verlo y mucho más, lamentaba que él no supiese que estaba viva y que tal vez había salido a buscarla. A poco de andar, el auto se detuvo y la señora invitó a Cachila a bajar. Ella se entretuvo oliendo, había muchos olores diferentes y nuevos, no le gustaban y se rehusó a entrar a la veterinaria. La señora tuvo que tironear bastante de la correa hasta que al fin entró. –Hola –saludó. –Hola –dijo Carla– supongo que es la perra de la que me habló el otro día. –Sí, se llama Cachila. –Es bonita, tiene mucho de un Golden. Aunque es mestiza. Cachila escuchaba, se dio cuenta que ya habían hablado de ella antes y se acercó a oler a Carla. No le gustaba ese olor fuerte a medicina que dominaba el lugar. 50 // Etel Carpi


Decidí traerla para que le pongas la vacuna, aprovechando que se queda en el pueblo porque entró en celo. –Ah, está en celo… entonces no conviene vacunar ahora, porque podría no hacerle efecto, tráigala cuando pase. –¿Cuántos días serán? –¿Cuántos lleva? –Unos cinco días. –Depende del perro, podría ser unos 20 o 30 días en total. ¿Volverá al campo después? –Esa es la idea, tendré que castrarla también para no tener problemas. ¿Qué edad tiene? Carla le tomó la cabecita y le abrió la boca para mirarle los dientes. Pensó mientras Cachila tironeaba hacia la puerta para salir a la calle. –Entre 6 y 8 meses, es cachorra. La señora tuvo que arrastrarla un poco porque se quería ir. –Bueno, volveré entonces cuando pase el celo –dijo al fin, saludó y salió. Antes de subir al auto, Cachila descargó su vejiga marcando territorio con su olor. Ya varios perros se venían en banda desde todos lados. –Vamos a visitar a Roo. Quiere conocerte –le Luna, la enviada // 51


dijo, y partieron. “¿Quién será Roo?” –pensó Cachila, ya había escuchado varias veces ese nombre. Olvidó lo que pasó en la veterinaria y se concentró en el paseo en coche. Estaba encantada con las cosas que veía a través de los vidrios de la ventanilla. No quería perder detalle. Todo aquello, le resultó fascinante.

52 // Etel Carpi


13 Negri soñó que Blanquita era atropellada por un camión cargado de cereales y era despedida por los aires. Entonces despertó sobresaltado, con el corazón a mil. A su lado, mamá Perro dormía al sol. Era una fresca mañana de marzo. Negri seguía asustado y temblaba, transcurrió un buen tiempo antes que volviera a dormirse. Esa vez soñó con una luz potente que lo obligó a abrir los ojos. Era el sol, ya alto en el horizonte, que lo estaba calentando demasiado. Lentamente, sintiéndose muy cansado, se desperezó, unas pulgas inquietas lo empezaron a molestar, pero mucho más le molestaba la incertidumbre que sentía por su hermana. No pudo más de la ansiedad, la angustia, el dolor que lo oprimía. Entonces decidió que regresaría al campo que fue su hogar los últimos meses, necesitaba saber de ella, seguro estaría allí, y lo recibiría dando brincos y emitiendo ladridos alegres. Extrañaba mucho jugar a los mordiscos con ella. Correr carreras y revolcarse en la tierra o el pasto. Sin demora alguna, caminó hasta el camino y se perdió en la lejanía. Mamá lo miró un rato,

Luna, la enviada // 53


bostezó, dio media vuelta y entró en la vivienda. Él era un punto negro en la inmensidad. Cuando llegó al campo, tenía muy pocas fuerzas, había caminado el día y la noche sin descanso. Sus perros compañeros salieron a recibirlo con una gran agitación; sin embargo, Negri, solo quería ir hasta el campo vecino para ver a su hermana. Cuando pasó por el frente de la tranquera donde alguna vez la dejó, estuvo tentado de entrar, pero no se sentía muy bien. Tomó bastante agua y volvió a partir, tenía la esperanza que ella estuviese allí, como siempre, que solo se había ausentado unos días, vaya a saber para vivir qué aventuras. Cuando llegó, nadie salió a recibirlo. Entones, se sintió el perro más triste de la tierra. Estaba el dueño, atareado con unos arreglos que ni lo miró. Negri comenzó a ladrar, cuando Tito se dio vuelta, movió su cola. Se reconocieron, ya se habían visto otras veces cuando él fue de visita. –¿Qué haces Negro? –le dijo. Él siguió ladrando, tenía que preguntar, ese señor tenía que saber algo de Blanquita. Ojalá lo entendiera… –Seguro buscas a la Cachila, tu amiguita… 54 // Etel Carpi


Negri entendió que nombraba a Blanquita, pues sabía que allí la llamaban Cachila. “Ese afán de cambiar los nombres” –pensó y siguió ladrando. Tito volvió a hablar: –Está en casa, en el pueblo, pronto volverá al campo y podrás jugar con ella. Negri se esforzó, pero no logró entender demasiado. La palabra “casa” le sonó a hogar. Tal vez, su hermana había conseguido un nuevo hogar. Eso lo tranquilizó, al menos su hermana estaba bien, a Tito se lo veía feliz, no mostraba tristeza por su ausencia, así que supuso que todo estaba bien. Quizás, su hermana estaba ya en ese lugar al que su ángel Brisa la envió para cumplir una misión. Él no creía en esas cosas… pero Blanquita, estaba muy convencida de ello, razón que la impulsó a quedarse allí. Se relajó después de varios días de nervios y se echó cerca de Tito para observarlo trabajar. Ese hombre era bueno, ojalá tuviese algo para comer, después sí, se iría a “su” casa y descansaría al fin. Estaba seguro, Blanquita se encontraba bien allí donde sea que estuviese.

Luna, la enviada // 55


56 // Etel Carpi


14 El paseo resultó muy corto para su gusto. El auto paró frente a una casa grande. La señora la invitó a bajar y entraron. Cachila se encontró en un bonito jardín con muchas plantas y piedritas de colores. Nadie salió a recibirlas. Ella aprovechó para descubrir nuevos olores. Al cabo de un rato, la señora la invitó a ingresar a la casa: “¡qué bonito lugar!” –pensó Cachila entusiasmada, pero no tuvo mucho tiempo de investigar porque “Señora” abrió una puerta y… ¡oh sorpresa!, otro patio más grande se abrió a sus ojos grandes y dulces. Allí sintió muchos olores interesantes, había más plantas y algo de yuyo que empezó a comer con deleite. Desde que estaba en “el pueblo” no tenía yuyos a disposición como en el campo, y eso era algo que extrañaba bastante. En esa tarea se encontraba cuando sintió voces juveniles que se acercaban. “Señora” apareció en la puerta y la llamó. –Ven Cachila, mira quien viene a saludarte: mi hija Roo con sus amigas. Tres jóvenes se presentaron ante sus ojos, ella

Luna, la enviada // 57


empezó su movimiento de cola para saludar. –¡Hola bebeeee! –gritó Roo y todas se le acercaron para colmarla de caricias y halagos. Cachila estaba algo sorprendida, y su cola no pudo quedarse quieta mientras no daba abasto de dar besos de lengüetazos, saludando a todas. –Qué linda es –exclamaban a coro. –Bueno, bueno… no la alteren demasiado, es muy cariñosa y sumisa. –les decía “señora”. Y sí, Cachila se dejaba hacer de todo sin emitir sonido alguno, en ese momento, era una perra feliz. El tiempo pasó volando para ella mientras jugaba y conocía la casa. –No me gusta Cachila –dijo de repente Roo–, la llamaremos Luna. Cachila no entendió al principio, pero como era muy inteligente y después de un rato de escuchar Luna, Luna, Luna… comprendió que ahora debía responder a ese nombre. “Qué raros son los humanos… Blanquita, Cachila, Luna… ¿Tendré que aprender algún otro nombre de llamada todavía?” Se hizo la noche y cansada, decidió arrollarse frente a la entrada de la cocina para dormir un rato. No pasó mucho tiempo, “Señora” (que Roo llamaba 58 // Etel Carpi


“mamá”), se acercó con la correa y le pidió a su hija que la saludara porque era hora de regresarla a casa de Tito. Roo le dio besitos en la cabecita y ella le lamió la cara. Luego, salieron y nuevamente se encontró en el auto viajando por las calles del pueblo, las que ahora se veían distintas, con tantas luces de colores y ese extraño aroma en el aire. Un aroma que alguna vez escuchó a Tito decir que era “olor a cloaca”. Fue un corto paseo, enseguida comprendió que el auto se había detenido frente a la “casa Tito”, según escuchó a “mamá de Roo” decir mientras andaban, aunque ella no prestaba mucha atención a sus palabras, porque estaba entusiasmada mirando por la ventanilla tantas imágenes novedosas e interesantes. –Vamos a la casa de Tito, por ahora, te quedarás ahí. Ya habrá tiempo de que vuelvas a casa. ¿“Volver a casa será regresar al campo o a “casa Roo”? –pensó Cachila y algo confundida, bajó del auto y se sintió feliz cuando Tito y Elisa la recibieron con caricias. “Sí, soy muy feliz” – y se revolcó un poco en el suelo para invitarlos a jugar. Luna, la enviada // 59


Cuando se durmiera esa noche, soñaría con Brisa y le contaría las aventuras de ese día. Su misión estaba en marcha. Su misión de dar amor.

60 // Etel Carpi


15 Cuando los dueños de Negri vieron que había regresado, tomaron una decisión importante: llevarlo al pueblo para que viviese en la ferretería que tenían en una esquina muy concurrida de la ciudad donde pasaba un montón de gente. Allí estaría bien y contaban con que no volvería a escaparse. A Negri le gustó enseguida el lugar, lo dejaban estar en la vereda, pero si se alejaba era reprendido duramente. Por eso aprendió que no debía alejarse. Además, allí había siempre un ramillete de aromas tentadores porque vendían comida para mascotas y otros animales de granja. Negri desfrutaba de esos aromas, y también de los sabores, ya que tenía comida a discreción. Además de las caricias y palabras amables de todos los clientes. Imaginó que su hermana Blanquita, no estaría muy lejos de allí. Porque varias veces vio a Tito llegar en su camioneta para comprar. Lo conoció enseguida y Negri le movió la cola y emitió un ladrido de interrogación que afortunadamente el hombre comprendió.

Luna, la enviada // 61


–Negro… te han traído al pueblo. Cachila está en casa, tal vez la regrese al campo, pero podría ser que se quede en la casa de la dueña del campo, acá en el pueblo. Negri entendió Cachila, casa, campo, pueblo. Todo eso significó para él que Blanquita estaba bien, acá o en el campo. Que ya tenía un hogar. Sintió un gran alivio y se desperezó. “Quien sabe, algún día, tal vez, la vuelva a ver”.

62 // Etel Carpi


16 El otoño se olía por todas partes. Por las cenizas que se desprendían de alguna quema de ramas y hojas, las que se arremolinaban en las veredas y las calles dejando un colchón de magníficos tonos dorados. Cachila pasaba el tiempo en el patio de atrás en la casa de Tito. Ya llevaba un mes recluida y se estaba aburriendo. No había vuelto a ver a “señora” y mucho menos, vuelto a visitar la casa aquella donde vivía la joven que había conocido como Roo. A ella le hubiese gustado regresar, sin embargo, no pasó. Un atardecer llegó “señora” con la correa. Cachila se entusiasmó y la recibió con un sinfín de muestras de cariño. –La llevaré a la veterinaria –le dijo a Tito– así le pone la vacuna, ahora que pasó el celo. Luego la llevo a casa y mañana, cuando pase para ir al campo la lleva de regreso para que se quede allí, mientras pediré turno para castrarla. –Bueno, mañana paso entonces. –dijo Tito. Cachila se dejó poner el collar y salió con

Luna, la enviada // 63


“Señora” hasta el auto, trepó feliz al asiento de atrás pero no ladró, Cachila casi no ladraba en presencia de gente, no conocían su ladrido. –Hola Carla –le dijo a la veterinaria– aquí te traigo a Cachila para la vacuna. Ya pasó el celo. –¡Holaaaaaa!, qué linda estás –le decía Carla mientras trataba de acariciarla y que se quedase quieta. A ella no le gustaba ese lugar, había olor a remedio, algo perturbador. Y esa aguja con la que Carla la pinchó, le gustó mucho menos. Quería irse de allí, ¿por qué “señora” la sometía a ese tormento?, ella quería ir a su casa a visitar a Roo. Tiró fuerte para soltarse y salir a la calle. Pero el collar de ahorque la asfixió y dejó de luchar. “Señora” o la futura mamá, se quedó charlando un rato con Carla, pero ella estaba triste, quería irse. Al fin partieron, al poco de andar se dio cuenta que estaban llegando a la casa donde vivía Roo. Tan feliz estaba que comenzó a emitir grititos que no llegaban a ser ladridos definidos. La joven salió a recibirla efusivamente y ella le correspondió llena de gozo. Su cola se agitaba frenéticamente, como un plumero en proceso de 64 // Etel Carpi


limpieza. –¡Hola Luna!, –gritó Roo. ¿Cómo estás?, te ves más bonita y gorda. “Luna” –pensó Cachila– “cierto, ella me llama así, creo que aquí soy Luna”. Luna estiró sus patas y le dio un abrazo de perro, (que ellas, después de un tiempo, llamarían de oso), ese fue el primero de todos los abrazos que Luna daría después, una de las cosas más sorprendentes que aprendió sola; lo hizo por iniciativa propia y se veía maravillosa. Cuando llegó la noche, Luna comprendió que se quedaría allí; le dieron agua y comida y luego la dejaron buscar un lugar para dormir. Ella eligió una alfombra, frente a un gran espejo que reflejaba su imagen. Al principio pensó que era otro perro, pero luego se dio cuenta que era ella y le gustó mucho esa imagen, se había vuelto una perra coqueta. Al otro día seguía allí. Había un viento fuerte y el cielo negro anunciaba tormenta. Acompañó a mamá y Roo en el almuerzo y después de un corto tiempo sintió el sonido del motor de la camioneta de Tito, podía escucharlo mucho antes que estacionara frente a la casa. Y comenzó a dar vueltas y más vueltas emitiendo suaves lloriqueos. Luna, la enviada // 65


–¿Qué pasa Luna?, parece que llegó Tito para llevarte de vuelta al campo, tu hogar. Te extrañaremos, pero luego yo iré a visitarte –dijo “señora”. Luego habló con Tito desde la ventana de su cuarto. –No la voy a llevar hoy –le decía Tito– hay mucha tormenta y yo no me quedaré mucho. Mañana la llevo. –Bueno, sí, mejor que se quede aquí, allá la puede pasar mal si llueve mucho. Justo que la vacuné ayer. Después Tito se fue y Luna entendió que solo había pasado para hablar con “señora”, por el momento, esa casa, parecía ser su nuevo hogar. Y tendría a una hermana nueva: Roo, y la “señora”, mamá de Roo, sería desde ese momento su “mamá”. Se fue hasta la alfombra, y muy relajada, se durmió.

66 // Etel Carpi


17 Transcurrieron varios días de lluvia, desapacibles y grises. Para permanecer dentro y buscar actividades diferentes. Tito no regresó por Luna y ella, poco a poco fue adueñándose de toda la casa. Cuando la lluvia amainaba, “mamá” la sacaba a la vereda y caminaban unas cuadras, siempre con la correa y el collar de ahorque. Luna se detenía cada metro a olfatear, pero mamá le daba un tirón indicándole que había que seguir caminando. Eso no le gustaba mucho, sin embargo, sabía que en ese lugar no era libre como en el campo y que tendría que obedecer a su jefa de manada. Luna se aburría, solía hacerle compañía a mamá cuando ella pintaba o dibujaba en el taller, muy concentrada. Eran las ilustraciones para el libro que le estaba escribiendo a “Brisa”, así le dijo, cuando Luna le clavaba la mirada interrogante con esos ojazos color madera y le movía la cola frenéticamente. Entendió que hablaba de su ángel Brisa y prestó más atención a sus dichos. –Ves Luna, es Brisa, ella vivió 13 años con nosotras y hace poco se marchó al cielo de los perros.

Luna, la enviada // 67


Luna suspiraba y cuando se aburría allí, partía al otro sector de la casa donde encontraba a Roo, quien también se aburría en su cuarto. Entonces recibía sus mimos y caricias. –Lunitaaa, mi bebé oso de felpa, ya no te vas más al campo. Le voy a decir a mamá que hable con Tito para que te quedes, sos muy linda y tierna, no te dejaré ir. Mi hermanita peluda, mi oso de felpa hermoso –repetía mientras hacía contacto visual con ella. Y Luna se sentía tan feliz, no podía entender sus palabras, pero sí podía percibir su magnífica energía positiva. Cuando cesó la lluvia y los días comenzaban a pasar, Luna comprendió que ya había encontrado un nuevo y definitivo hogar. Se lo había ganado por ser una buena perra. Le compraron una cama y los paseos por los alrededores se realizaban todos los días después del almuerzo, pero con correa. Mamá la subía al auto –algunas veces– y luego caminaban por el parque, y regresaban a la casa. Poco a poco comenzó a salir sola a la vereda con el permiso y el cuidado de Roo, quien la vigilaba e impedía que se alejase más allá de los perímetros de la casa. Esos momentos eran de gran alegría para

68 // Etel Carpi


Luna, especialmente cuando llegaban las amigas y amigos de Roo. Poco a poco los fue conociendo a todos y se sintió muy querida por ellos que no paraban de prodigarle muestras de afecto. También aparecía Tito, enseguida reconocía el sonido de la camioneta y estaba alerta en la puerta antes de que él tocara el timbre. Luego se le iba encima para saludarlo. –Hola Cachila –Tito usaba su antiguo nombre– te has vuelto de pueblo. Y se reía alegre mientras ella trataba de lamberle las manos. Pero su mayor felicidad era cuando volvía al campo, solo de paseo. Entonces se mostraba inquieta y ansiosa, moviéndose en el auto sin cesar. Mamá tenía que retarla, pero ella no podía parar. Allá daba rienda suelta a su temperamento y corría sin parar un rato. Luego descansaba y cuando mamá salía a caminar por los sembrados, iba delante y luego se perdía en la inmensidad interminable del campo, para volver cuando veía que mamá pegaba la vuelta. ¡Oh!, allí se sentía libre y feliz. Podía revolcarse en los yuyos, ¡y también en la bosta!, aunque luego se comía un buen reto de mamá. Al regreso, cansada después de haber descargado su energía, dormía como un bebé.

Luna, la enviada // 69


Y Luna, la enviada, volvía a soñar con Brisa, su ángel, quien en sueños le hablaba y le decía que era el momento de soltarla, de partir definitivamente, de seguir su camino en el cielo de los perros, su familia humana tenía una nueva mascota con quien compartir el paso fugaz por la vida. –Luna, eres una privilegiada, tendrás una vida hermosa. –¿No hablaremos más? –Creo que no hará falta, ya cumplí con lo que me llevó a volver, estoy en paz. Ya has ganado tu lugar. Luna despertó inquieta. Cuando comprendió el mensaje se tranquilizó y recordó que había imágenes de Brisa por toda la casa. –Algún día, yo también estaré por todos lados… La voz clara de su hermana humana la sacó de sus pensamientos. –¿Luna?, ¡Luni!, ¿Dónde estás?, te tengo que bañar. “Bañar” –pensó– “eso sí que no me gusta nada”. Y se escondió.

70 // Etel Carpi


18 Negri no lo podía creer. Su hermana Blanquita estaba arriba de aquel auto del que se bajó una señora y entró a la ferretería. Ladró con fuerza acercándose al auto, lleno de felicidad. Blanquita sacó la cabeza por la ventanilla algo abierta y sorprendida de verlo allí, lo saludó con un medio ladrido; todavía le costaba largar el sonido, era muy silenciosa, tenía que aprender a ladrar. –¡Hermana!, creí que no te vería más, te busqué por todos lados. ¿Estás bien? –Hola Negri!, hermanito; qué bueno verte, cuando dejé el campo sufrí pensando que perdería contacto contigo. ¿Vives aquí? –Sí. Me trajeron al pueblo hace unos días. Veo que a ti también. –Sí, ya formo parte de una nueva familia, vivo con Roo y “mamá” humana, en una casa muy grande y linda. Además, tengo una cama muy confortable para mí sola. Ahora me llamo “Luna” y tengo que cumplir la misión de cuidar a mis dos humanas de la manada, porque soy “la enviada” por Brisa, ella se despidió porque ya no la necesito, estoy donde Luna, la enviada // 71


debo estar, y aquí me quedaré a vivir esta vida que me toca llenar de cosas hermosas para hacer que otras vidas sean también maravillosas. Soy feliz hermanito, ¿y tú? –También soy feliz. Porque me alegro por ti que encontraste al fin el lugar que buscabas. Yo volví a casa para buscarte, visité a nuestra mamá, pero solo estuve unos días y luego regresé al campo. Al poco tiempo, me trajeron al pueblo. Paso todo el tiempo aquí, me gusta ver entrar y salir a la gente. Luna miró que mamá se acercaba y entonces emitió un ladrido más formal y logrado, de despedida, quizás no vería más a su hermano en el futuro, pero le alegraba que estuviese bien y alegre con su nueva vida. Negri movió su cola y ladró también. La señora lo miró y él se sintió satisfecho de que su Blanquita estuviese en ese auto, con esa mujer, se la veía tan bien… El auto arrancó y la imagen de su hermana querida se diluyó en la distancia. Negri suspiró. Luego se acostó a la entrada del negocio. Ambos habían encontrado “su” lugar en el mundo. Ahora podían comenzar a ser felices.

72 // Etel Carpi


Epílogo MONÓLOGO DE LUNA (para Negri) Llevo dos años en esta manada y soy una perra feliz. Lo sé, porque el otro día se lo escuché decir a mamá cuando Roo se lo preguntó. “Pronto cumplirá 3 años” –le dijo–, “acordate que tenía 8 meses más o menos, cuando llegó al campo”. Yo paré las orejas al escuchar Luna, y como siempre que escucho mi nombre, me acerco a ellas, por curiosa nomás. También si escucho la palabra “perra” o “Luni”, como a veces les agrada llamarme; me he dado cuenta que lo dicen cuando quieren darme cariño o algo en especial. Los humanos son raros, usan mucho los apodos, pero te acostumbras, es fácil. Ah…. también Roo se refiere a mí cuando repite una y otra vez “oso de felpa”, por el tono que usa, yo sé que es con extremo cariño, y entonces busco refugio en la tibieza de su regazo y le doy empujoncitos con el hocico en su mano, para pedir caricias. ¡Sí!, adivinaste, soy una perra muy pedigüeña

Luna, la enviada // 73


de amor y dedicación, me encanta que me lo prodiguen y también darlo con mis besos de lengüetazos. No tengo mucho que hacer, mi misión es hacer feliz a Roo y eso lo cumplo a la perfección cada instante de mi vida. A cambio, recibo comida, abrigo, un hogar calentito y algún que otro paseo en auto. ¿Qué soy? ¿Una perra privilegiada? Puede ser, sin embargo, siento que es mi destino, soy LA ENVIADA… claro, enviada por un ángel llamado Brisa, que desde aquel lejano día que se despidió, no ha vuelto a visitarme en mis sueños. En esta casa grande y bonita he aprendido muchas cosas, voy creciendo y dejando de lado los juegos de cachorra. Trato de ser una perra buena y obediente, de esa manera no enojo a mamá, porque Roo casi nunca se enoja; me llevo de maravillas con mi hermana humana, estoy atenta a ella siempre y no la dejo sola nunca, la persigo por todos lados, y me encanta cuando me abre la puerta para salir a la vereda, y mientras ella espera en la puerta, yo hago mis necesidades; o la acompaño cuando matea con sus amigas. Es mi angelito en la Tierra, ni te imaginas el amor que siento por esta humana, porque 74 // Etel Carpi


percibo el amor que ella siente por mí. También mamá me ama, aunque se muestra más distante, más fría… sin embargo, está atenta a todo para que no me falte nada. Antes jugaba conmigo, ahora ya no, tiene miedo, porque un día la hice caer y con Roo nos llevamos un gran susto. Se le quebró un diente, y hasta el día de hoy que está luchando con él, según le escuché decir, porque no le dura mucho el arreglo. Y todo por mi culpa. No me gusta que llore, pero ella lloraba mucho durante un tiempo, posterior a ese golpazo. Luego pasó, y la volví a ver sonreír. Pobre mamá, tan buena, me porté mal cuando la hice caer, pero no fue por perra mala, me resbalé en el piso y no podía parar, hasta que di con ella, que terminó en el suelo. Yo no sabía qué hacer y me escondí, tiempo después también me tuve que esconder cuando me porté como perra mala. Mamá había dejado una torta arriba de la mesa y salió. Yo no pude vencer la tentación y trepé para comerla, dejé muy poco. Cuando me di cuenta que estaba muy mal lo que había hecho, busqué un rincón para ocultarme. Cuando mamá llegó y vio el desastre, me llamó enojada, yo en silencio para que no me encontrara, estaba muy avergonzada. Pero ella me encontró y Luna, la enviada // 75


me retó fuerte. Tenía razón, pero yo tuve mi castigo, anduve descompuesta toda la noche, sin poder dormir. ¡Cómo me dolía la panza! Merecido tenía lo que me estaba pasando, así aprendí la lección. He aprendido a ladrar para defender esta casa. Si algún perro vago se quiere acercar, aquí estoy para impedirlo. Aunque desde adentro, mis ladridos son poderosos. También si algún humano se acerca a la casa y olfateo que trae raras intenciones, comienzo a ladrar con carácter y fuerza para que crea que soy mala, aunque no lo soy para nada. Pero tengo que parecerlo, si estoy aquí, algún trabajo tengo que hacer, ¿no crees hermano? Odio los gatos, suelen pasar por los techos y yo escucho el ruido que hacen. Ahí sí que salgo al patio ladrando y saltando enfurecida. Si los agarro, no los suelto. Roo, a veces, me hace jugar al “cáchelo”; yo salgo toda alterada y cuando me doy cuenta no veo nada, pero no importa, yo “Cacho” igual con fuertes ladridos de perra mala y dejo conforme a Roo. Con el tiempo aprendí que es como un juego y me gusta jugarlo. Mi único amigo canino es Bongo, suele venir con una amiga de Roo llamada Luji; al principio no 76 // Etel Carpi


quería verlo en mi territorio, con “mis” humanas, sin embargo, él hacía feliz a Luji que también me mima mucho a mí, así que después de tantos juegos nos hicimos amigos. Ahora que pienso… hace días que no viene Bongo, y bueno, se puso muy grandote y ya no me gusta tanto jugar con él. Quiere olisquearme las partes traseras, pero yo no me dejo. ¡Qué piensa que soy! Negri, te extraño, hace mucho que no te veo. Es que mamá no me lleva cuando sale en el auto para el lugar donde vos estás. A Tito lo veo bastante, a él también lo quiero mucho y no paro de demostrárselo con mis saltos y lengüetazos. Pobre, a veces lo araño sin querer con mis uñas largas y él me reta. También me he quedado dos veces en su casa, cuando Roo y mamá me llevan, aunque no sé por qué razón. Ellas desaparecen un tiempo y yo me quedo a hacerle compañía a Tito y Elisa. Después de un tiempo, aparecen a buscarme. Cuando estoy con ellos, trato de portarme bien y acompaño a Tito mientras mira televisión a la noche. A veces, nos dormimos los dos y Elisa nos saca fotos muy graciosas. Al principio sufría cuando me dejaban, no Luna, la enviada // 77


entendía qué cosa había hecho mal para que me castigaran alejándome de ellas. Después imaginé que alguna razón ajena a mí, tendrían para dejarme, porque siempre regresaban a buscarme, llenas de felicidad. Y cuando volvía a casa, Roo me recibía con increíbles muestras de amor, feliz de verme nuevamente. Entonces, yo daba volteretas en el piso, de pura felicidad. ¡Cómo me gusta volver al campo! Allí soy tan libre, me puedo revolcar y correr. Pena que cada vez voy menos, tal vez porque se enojaron mucho un día que me revolqué en bosta de vaca. Lo cierto es que Roo me bañó en cuanto llegamos al pueblo, luego, si no me llevan a un lugar donde me mojan toda, lo hace Roo en el patio. Cuando la veo preparar las cosas, sé que está por bañarme, no me gusta nada y me escapo. Claro que no puedo ir muy lejos, enseguida me encuentra y me lleva a la rastra para la tortura. ¡Qué ritual tan extraño! Pero como luego la veo tan feliz y me prodiga tantas caricias y mimos, aprendí a soportar los baños con hidalguía, porque sé que luego vendrá la recompensa. Al principio, cuando me llevaban al campo, temía me dejasen. Al cabo comprendí que nunca lo 78 // Etel Carpi


harán y entonces puedo relajarme. Aunque después de un rato, ya me canso y me acerco al auto, por las dudas, nomás… no se vayan a olvidar de mí. Los amigos de Roo son muy buenos, todos me quieren y a todos prodigo amor. Nada me gusta más que vengan a visitarnos, y yo recibirlos como perra buena, con saltos y besos. Con ellos cerca, nunca falta algo rico para comer; me quedo cerca, hago “sentada” y me dan exquisitos premios. La comida humana es mucho más rica, ¿tú que piensas Negri? Yo muero por un bocado. Según Roo, duermo como una “morsa”, así la escuché decirle a mamá. También que me parezco a una “foca”, y que mis abrazos son de “oso”. O sea, soy el zoológico entero en mi cuerpo de perro. Yo sé que lo dice con cariño, por eso no me enojo. ¡Oh cómo me gusta dormir junto al calefactor en invierno!, Roo dice que me parezco a ella, las dos ahí metidas, y mamá se enoja un poco, pero le hace gracia la escena que presentamos las dos. Por todo eso y por mucho más que ahora no te contaré, te digo Negri, que soy una perra feliz. Y espero seguir así por todo el tiempo que me toque vivir.

Luna, la enviada // 79


Negri, hermanito… todo esto trataré de contarte cuando tenga la oportunidad y la dicha de volverte a ver. Tu hermana Blanquita… o Luna, la enviada

Lector: EL FINAL ES TUYO La autora 80 // Etel Carpi


Índice Prólogo ........................................................ 7 1................................................................... 9 2................................................................. 13 3................................................................. 17 4................................................................. 21 5................................................................. 25 6................................................................. 29 7................................................................. 31 8................................................................. 35 9................................................................. 37 10............................................................... 43 11............................................................... 45 12............................................................... 47 13............................................................... 53 14............................................................... 57 15............................................................... 61 16............................................................... 63 17............................................................... 67 18............................................................... 71 Epílogo....................................................... 73

Luna, la enviada // 81


Hacemos realidad el sueño de todo escritor. Publicar su libro.

Ediciones de las Tres Lagunas España 68 – Tel 54 – 236 – 4631017 // 154 648213 Junín (6000) – Buenos Aires – Argentina E–mail: ediciones@delastreslagunas.com.ar

82 // Etel Carpi


Luna, la enviada // 83


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.