Dibujos y diagramación: Etel Carpi Tapa: Popurrí de cuadros infantiles de Rocío A. Sánchez Carpi. © Copyright 2004 Etel Carpi “Sonetos II” Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en Argentina – Printed in Argentina Carpi, Etel Sonetos II – 1ª ed. – Buenos Aires: Tres Lagunas, 2004. 116 páginas; 19 x 14 cm. ISBN 950-99914-4-9 Poesía Argentina I. Título CDD A861
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del titular del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción, almacenamiento o transmisión parcial o total de esta obra por cualquier medio mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia u otro procedimiento establecido o a establecerse, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Ediciones de las Tres Lagunas España 68 - CP 6000 - Junín - Pcia. de Buenos Aires - República Argentina Telefax 054-0236-4631017 E-mail: ediciones@delastreslagunas.com.ar www.delastreslagunas.com.ar Impresa en el mes de septiembre de 2012 en Bibliográfika Bucarelli 1160 - C1427CHR - Buenos Aires - Argentina TE 54.11.4523.3388
A mi hija Rocío Anahí. A mis queridos padres. A todos quienes aman la vida... aquí... en mi tierra.
“Momentos de serenidad: los poemas son unos cantos al amor, la esperanza, la alegría, la paz, la soledad, la belleza. Una poesía musical que cautiva nuestro espíritu y nos hace viajar imaginariamente hacia los lagos, ríos, mares, prados, montañas, valles y danzar con los crepúsculos, las auroras, las estrellas y la luna. “Momentos de ternura: fluye de su corazón y alma un inmenso afecto por las flores, árboles, manantiales... que los transfigura en palomas de luz. “Momentos de melancolía: angustiados por la pena, cuando sequen las lagunas, ríos, cuando fenezcan los bosques, montañas... las flores representarían a la Vida en todas sus formas. El glacial frío o el infernal calor simbolizarían la esperanza de una nueva Vida en otros mundos, galaxias, universos... “Momentos de recuerdos: cantos místicos donde sus sueños arriban al cielo y allí la luz que es Dios siembra en su alma la esperanza y la paz. “Momentos de exaltación: poemas amorosos, límpidos, denotan altruismo. Anhela enviar en el viento la luz, el amor, la paz, la esperanza para todos sus congéneres. “Canto a una guerra: el holocausto de un río de sangre palpita en los versos que le cantan a los héroes anónimos, que siembran con su sangre las semillas de la solidaridad en toda Latinoamérica y pueblos oprimidos por el imperialismo”. Wilson Silva Albitres (poeta) “La industria” (Trujillo – Perú) 5 de enero de 1985 Sección libros, autores, artes.
“La obra trasunta una inspiración profunda y meditada, que se refleja en los distintos diálogos imaginarios con ciertas exponencias del tiempo y la naturaleza y con la exaltación manifiesta originada en sus estados de ánimo cambiantes. “La autora ha logrado transmitir en su mensaje poético, un profundo sentir que la ubica en el éxtasis de lo subjetivo, sin por ello omitir la claridad de sus conceptos”. “El Municipio” (Los Toldos) 20 de abril 1984
“...personalidad especialmente dotada para la poesía, la pintura y la música. El arte forma parte de esta joven; a través de estas diferentes formas, ella expresa su maravillosa forma de manifestarlo. Su permanente dedicación no es muy común, en especial cuando se es tan joven...” “Semanario” (Junín) 29 de abril 1984
“Su estilo está consubstanciado con la naturaleza, que es quien nutre y da vida a sus poesías”. “Tribuna” (Los Toldos) 31 de diciembre 1984
Quisiera prolongar esta segunda edición de mi libro Sonetos dando algunas explicaciones sobre su contenido. ¿Por qué Sonetos II? Porque deseo diferenciarlo del primero en el sentido de que este libro duplica el número de poemas del anterior. Ello, motivo de una nueva selección para que se publique lo mejor (verán que faltan algunos) y además hay muchos nuevos escritos en los últimos años. Me permito culminar con las palabras que pronuncié con motivo de la presentación del libro Sonetos en la biblioteca de la Escuela Normal Nacional Superior de mi pueblo Los Toldos, el día 22 de mayo de1984, porque creo que son esclarecedoras para los lectores de Sonetos II: “Deseo analizar con ustedes el papel que cada arte encuentra en el libro y sus relaciones entre sí. La música no es algo que haya inventado el ser humano. Como todos sabemos, la música existió siempre desde que el mundo es mundo. Yo diría que es la esencia misma de la naturaleza, de lo más puro y sublime. Antes de que el hombre evolucionara sobre la tierra, las demás cosas vivas y latentes estaban dotadas de música; cada animal tiene y tuvo su música, cada vegetal... a través de los años y su evolución el hombre logró descubrir esos sonidos vivientes hasta que logró en definitiva ordenarlos, darle nombre y por último combinarlos según su sabiduría y deseos o sentimientos. Así nace la música que hoy conocemos como tal; no porque el hombre la haya inventado, sino porque fue el único ser viviente de nuestro planeta capaz de descubrirla, analizarla, interpretarla y combinarla; es decir, de acomodarla a su ser racional además de instintivo.
Este libro quiere reflejar el sentir de una persona que se siente parte activa de la misma naturaleza que le ha dado vida y que ha buscado hasta en el más inhóspito desierto: su música, que no es más que su verdadera voz y muchas veces también es silencio. Y esos sentimientos surgidos de los momentos de búsqueda de la naturaleza fueron volcados en la poesía, en la forma más musical de la poesía: el soneto. Acompañando cada uno de esos momentos con las imágenes que unen a la naturaleza, la música, esa música que vive y crece y que es inseparable de ella. Por eso en los dibujos aparecen elementos musicales unidos a seres y elementos de la naturaleza y el alma declara abiertamente su ser, su esencia puramente natural y salvaje”.
Etel Carpi
Decir poesía, es hablar el lenguaje con que la exaltación del ánimo se expresa en la profundidad intangible de los sentimientos. Decir música, es recrear en las místicas penumbras de lo sublime la esencia misma del espíritu. Etel Carpi, poetisa y música, busca refugio en la inspiración arrobadora de las exponencias místicas, proyectando en sus estados de ánimo la belleza sugestiva del verso que une al sentimiento humano con las distintas formas de la existencia toda, y sus mensajes brotan de la inexplicable posición que en cada trozo de tiempo experimenta el espíritu frente a las cambiantes formas de la naturaleza. Los sonetos que componen ésta, su obra, llevan en sus mensajes la cristalina pureza de una lágrima, el triste motivo de un recuerdo, el clamor invocativo de un deseo imposible... Todo está presente: la melancolía, la ternura, la serenidad, los recuerdos, y el éxtasis a veces morboso producido por un estado de desesperación ante lo imposible, reflejado en sus “momentos de exaltación”. Ella ha plasmado, en estas páginas, la respuesta que sus interrogantes espirituales le formulan, y vuelca en poesía lo que su inspiración apasionada le dicta. Sus sonetos llevan la calidez de la sinceridad, reflejada en la pequeña estructura poética de los catorce versos que los conforman, y encierra en ellos un canto lírico y expresivo que culmina en el final con una auténtica exaltación hacia la Patria, verdadera inspiración poética motivada por un hecho histórico reciente.
Etel Carpi, ha cumplido, en este libro, con su propósito de proyectar sus inquietudes artísticas en una obra que encierra, sin lugar a dudas, la virtud de expresarse con lealtad a sus verdaderos sentimientos. WILFREDO GERMÁN NICOLARI General Viamonte, enero, 1984
W. G. NICOLARI:
Maestro Normal Nacional Profesor de violín Profesor de Cultura Musical Autor de “Antología poética”, año 1982
NOTA DE LA AUTORA: Repetir el prólogo en esta edición es mi homenaje post mortem a un gran amigo.
... No sé por cuál sendero llegué aquel día, pero sé que aquel sendero tenía techos de fantasía, sé que abrí mis manos que estaban vacías y vinieron mil pájaros que las llenaron de vida...
Derrama diciembre su áureo aleteo, atrevido, el verano se desnuda... sin mayor timidez su ropa muda, y su dorada belleza alegre veo sobre el trigal al viento, ya maduro. ¡Oh la verdosa pradera encendida que se mece con la brisa perdida... oh, ser dueña de su corazón puro! Encantamiento del cielo. Celeste inmensidad despojada de frío donde el alma se libera y revive. Coronamiento de sol, sin que reste pureza ni frescor en el rocío que sobre la hierba amanecida vive.
Me abandono a la paz de la marina madrugada. Al aroma impregnado en el viento, al mar empurpurado... la levísima luz clara y divina. Me someto a la más temprana hora, y la unión de la noche con el día se hace ante mí, como poesía que a pocos ojos descubre la aurora. ¡Oh sí!, me abandono a la soledad compartida con las gaviotas grises junto a la mar recién amanecida. Me abandono... lejos de la ciudad, rodeada de criaturas felices, silvestres y simples... como mi vida.
Que silencio claro de Navidad se ha derramado sobre mi tierra, quisiera vagar por alguna sierra donde reine la pura soledad...! Y amar, amar la divina verdad que hoy baja hasta la oscura tierra, soñando llegaré. ¡Oh altas sierras!, mi alma llorará de felicidad. ¡Oh qué santísima iluminación ha descendido hasta mi alba vida -celestial estrella de poesíaen estos días de recordación. Que no se apague esta llama encendida que es en la casta pira de mis días!
Senderos impregnados por la lluvia que acaricia el estío tropical donde circula mi alma liberal bebiendo la selva mojada y rubia. Cuelgan gotas de plata de las flores, y los pequeños lagos -escondidos entre la umbría fronda- revividos de frescura renuevan sus colores. Resplandece el silencio blando y pleno, cuelgan sobre mí las enredaderas y el alma de montaña se estremece al ronco y simple canto de los truenos, reverdece en lo bajo la pradera... y la oscuridad ya se desvanece.
Soñaba yo en la encantada noche, exaltación divina de la cósmica belleza, soñaba, bajo los árboles de la casta selva y esa paz, fantasía trocose. Amé el canto de las cataratas que entre los imbricados recodos del ancho río dejaban caer la furia loca de su sonido tornándose la noche fantástica. Soñaba yo mojada en frescura sabiendo que la caricia de esa noche era pura y el silencio sonorísimo toda la ternura. No me abrumaba la soledad que reverdecía de la selva su libertad ocultándose en mi simple alma toda su verdad.
¡Oh purísima, inviolada mañana!, sed eterna, que tu silencio claro impregne las verdísimas montañas y cante sobre el lago iluminado. ¡Viva en mí tu luz, mañana sin tiempo!, la fresquísima lluvia, la humedad de los bosques orlados en misterio, y la nieve única del mundo Austral. Fresca, pura, candorosa mañana del estío meridional, el lago que tiñó de rojo aquella alborada dejó en mí su bella imagen grabada... ¡Que despierte en mí con un himno alado la paz infinita de esa mañana!
Se prende en el silencio de la tarde una tímida llamarada de oro y el cielo algodones rosados arde sobre un transparente fondo incoloro. Se encrespan engalanadas, las olas del mar verdoso, orlado de campanas repicantes al crepúsculo... solas entre el silencio que del aire emana. Se estremece la calma del azul sobre un manto de encristalado tul. ¡Oh nacido frescor que crece y crece! Verdor que aumenta al apagarse el cielo... y remontan las gaviotas el vuelo hacia el poniente que lento oscurece.
¡Oh la libertad salvaje de las sierras...! libertada de las horas el tiempo olvidé en la aurora, y corrí a beber las alas de la tierra. Me perdí en la pureza de tantas flores... aromada de frescura me pinté con la dulzura agreste. Y amé, mil verdosos colores. Andando y andando... recogí en la pradera todo el viento entre mis manos. Guardé el vegetal silencio en lo más hondo de mi alma. Fui mariposa en primavera, y el dulce encanto serrano saludó mi libre vuelo, desde el fondo.
En la broncínea soledad de esa tarde nublada con olor a hielo caminé la serranía de cielo con la boca aromada de cerezas, que guardan los bosques de ampos lengales, sintiendo en mi piel el frío sagrado que emana desde el glaciar azulado florecimiento de los pedregales. Me enredó en pasión la magia del prado, y el ronco sonido del hielo roto sobre las aguas celestes del lago. Las montañas de nieve inmaculada derramaron en mí un canto remoto que se perdió en la belleza serrana.
Fue un momento. Amarillaba enero doradas luces sobre la pradera silenciosa. Llegó a mi alma el misterio de casi medianoche con luz plena. Fue un momento. Hilaba el cielo nubes de oro sobre la mar encristalada adiviné la nieve de las cumbres tras las colinas puras, solitarias... En el extremo austral del continente bebí la tibia luz de tarde larga destrozándose en las aguas marinas. ¡Oh quisiera esa luz, y que despierte en el puro mundo de estrellas ampas que deja soñar la paz de mi vida!
Entre el ronco murmullo del viento la nieve cae, cae entre las plantas y en la pureza divina yo siento que esas montañas altísimas cantan. Brota en mis manos la nieve ampo y santa y sueño ser ninfa, alas del viento, ser el silencio, la luz que se encanta, la luz que crece, que crece muy lento. Vagar envuelta en el frío que sueña y acariciar desnudísimas peñas vestidas de fina nieve... y un sol que canta y juega en los copos de oro; ¡calla...! y escucha... escucha ese coro que sube y sube en busca del sol.
Estaba yo caminando entre las piedras musgosas, resbaladizas, cuando oí la voz del mar, la voz del viento... y corrí entonces hacia el bosque, como la hiedra trepa las laderas. Nacían frutillas encarnadas junto a la verdosa hierba, de lo oscuro salió saltando una sierva... y mi alma tornóse ante ello más sencilla. Bañada en fragancias silvestres, subí a través del sendero sembrado en flores y el mar se vio más azul desde la altura. La nívea brisa con ansias bebí y en la pradería cubierta de olores dejé que me penetrase la frescura.
Es la hora de la siesta. En el silencio es la tarde un gigante y el canto del chingolo es susurrante... en la hora de la siesta. Noviembre se despereza. La penumbra en mi cuarto se derrama y el viento tibio sacude las ramas en mensaje de pureza. El sol tiene su morada y es el silencio llamada a la meditaciĂłn y a la esperanza. Mi alma es un latido que crece y se hace sonido en mi sueĂąo de amor y de bonanza.
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Era la noche plácida y serena, un canto salvaje y dulce brotaba y un cielo limpísimo se elevaba queriendo besar a la luna llena. Mi alma campanita sola, vagaba sin sombras de dolor, limpia de penas y una calma tan pura como plena sobre ella, en el silencio, se derramaba. El agua del río mojó mis manos con la tibia frescura del verano que floreció vestido de ternura. Ante ello retornó a mí la dulzura que latente y vívida en mi alma pura soñó en posarse sobre ti: hermano.
Nochebuena. Tengo luna en mis ojos que desde el camino miran el mar, la luna redonda moja el rostro espejado sobre el mundo de sal. En mis manos tengo silencio y vida mi alma fresca se viste de paz y la frescura se hace poesía ante el egregio misterio de amar. Es sublime el momento que la noche regala a mi ser que sueña ser agua para acariciar la luna de plata. Y esas criaturas que surcan la noche dejan en mí un sublime mensaje que flota en la brisa... y en mi alma late.
Por la senda ignota y desdibujada un suave albor de pájaros me alumbra mientras camino casi en la penumbra de la noche que muere en la alborada. Un silencio triunfal brota en la nada y un canto celestial que me deslumbra surge en el filo de la luz que herrumbra de tibios cormoranes su mirada. Y las sombras se alejan... el sol mora al ritmo del viento que al mar implora un sueño dulce que en su voz oculta. Ya no importa el tiempo porque es aurora y en mi alma libre crece en cada hora esta poesía que de mí resulta.
No sé si era un poco invierno o un poco primavera, sólo sé que había un silencio de eternidades frente al Beagle azul, azul, azul de soledades donde tantas aves daban luz a mi quimera. Oh, embriagante aroma de mar... oh voz del viento que ternura la naranja flor del calafate, que candor ignoto, que paz allí donde late la vida total... sin nadie... si fue como un cuento. No sé si era mucho o poco el frío de la tarde, sólo sé que los verdes bosques resplandecían y en lo alto la nieve bajo el sol se derretía. Entonces pude decirme, al nacer la tarde: oh misterio estelar de vivir, estoy naciendo... frente al Beagle azul, oh milagro ¡estoy naciendo!
Era una noche de luna llena, enero se apagaba lentamente en el silencio tan dulce, latente en la altura de La Puna serena. Raudamente vagaba el frío viento y las estrellas eran más cercanas, un misterio sublime a la mañana esperó conmigo. Y algún lamento se escuchó en la noche, desde el fondo profundo de La Puna misteriosa y mi soñar de amor fue tan hondo que se posó en mi alma una mariposa y un rayo de luna se instaló orondo sobre mi piel que soñó... ser hermosa.
La suave penumbra se ahondó a mi paso mientras mis huellas dejaba en la arena mirando en el cielo la luna plena. Hacia occidente ardía aún el ocaso. Murmuraba el mar pléyades de espuma, y una brisa lábil en su secreto acunó mis ansias de duende inquieto caminando hacia ese horizonte en brumas, donde la noche en fúnebres mortajas fue desgranando en pequeñas migajas su luz, sobre mi pequeña figura. Un remanso de rocas me sorprende, y la luna, del mar su espuma enciende y su fulgor resalta en la negrura.
Necesité herirme de hojas y ramas, cansarme los pies sobre tierra dura, despertar obligada a la ternura para encontrar el sol que me reclama. Necesité sueños de Jabirú y en mis manos savia de Carandilla porque soy un recuerdo que semilla en voz, la voz del Aguará Guazú. Inmóvil, frente al agua de suave oro como emboscada, en la paz que adoro quedó mi campana de alas mojadas. Porque necesité de ese lamento del Guajó que sacude el triste viento; allá en Formosa, la tierra olvidada.
Estaba en silencio y sus banderas, el cielo abierto de las alturas y en la desierta costa, las criaturas que buscaba mi perfecta quimera. Sí, estaba el silencio y sus banderas y en las aguas quietas de esa laguna la poesía de la vida que en La Puna es un milagro que no se espera. Suavidad de montañas a lo lejos y en las aguas el sublime reflejo de los rosáceos seres alados. Entonces mi campanita perdida tuvo la luz de plumas prometida al encontrar aquello tan amado.
A ti. Flor anochecida en el misterio de la noche, pĂŠtalos de luna, y broche azul de lluvia renacida. A ti. Flor de terciopelo donde anida la alba ternura, donde vibra la frescura ampa, que es reflejo del cielo. A ti. Flor bordada de espinas, flor de sol, y flor de estrellas, alma vegetal dulce y bella. A ti. Flor anochecida en el silencio compartido por el amor renacido.
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¡Cuán grata eres, oh leve flor de tuna!, son tus pétalos aterciopelados, bajo el sol fuego de diciembre ¡alados... y tan trémulos al salir la luna! Con la primera luz amanecida corro a verte... el silencio nocturno se va apagando con los trinos diurnos, te observo tan pura... aún estás dormida. Pequeña y suave... flor sencilla y buena, tus pétalos son alas amarillas envolviendo mi cielo de esperanzas. ¡Oh flor!, tan bella como una azucena, siémbrese mi jardín con tus semillas... será tu imagen bienaventuranza.
Pequeña flor, mi solitaria estrella, resplandor oculto de aquel desierto que a mis ojos, pareció un mundo muerto... su aroma abrigaba la flor más bella. Yo amo aquella flor, resplandor del cielo que dialogaba con el sol ardiente, oh reina de un mundo inmenso, silente... donde todo parece tras de un velo. Imagen de la luna en esta tierra, el viento le canta con voz alada pero el silencio impone sus dominios. Lejos están de ti las verdes sierras ¡oh lejana flor siempre recordada que tienes la tersura del armiño!
¡Oh maravilloso árbol!, paisaje verde de las australes selvas. ¡Qué alba belleza! Alta imagen de los umbríos senderos que guardan silvestres flores de pureza. ¡Oh magníficos lengales!, delicados habitantes de la selva nemorosa, imponente marco para el mar grandioso, ¡qué verdura, qué ternura más hermosa! Cuando la nieve cubre todos los cerros brota de sus ampas copas terciopelo y los lagos se enternecen de misterio. Un silencio de iluminación, salpica los escarpados caminos donde vibra con todo esplendor divina poesía.
El escenario estaba rebosante de seres de elegante aspecto, puros, gritaban a coro, el sol parecía un gigante, vestido en oro subiendo desde el mar aromado de placeres. Y yo, pequeña, casta, viva, acurrucada entre las rocas oscuras, bebiendo la hora que dejaba un profundo perfume de aurora diluido en la brisa, dulcemente empapada. Frente a mí, paseaban su inocente belleza, pensarían: -¡qué ser tan puro, cuánta tibieza!miraban con la ternura de niños traviesos. Suspendida en el viento lograda sinfonía que se desgranó en notas sobre mis manos frías cuán corazones puros dispuestos a mis versos.
Amanecía. Y cayó el silencio entre mis manos trémulas y frías que esperaban la luz. Amanecía... y en el aire bogaba un secreto. Un secreto de vida que en el cielo auroral, sus alas de oro tenía para encender la luz de mi poesía y ante mí se deshojó su misterio. El mar vestido de violetas copas acariciaba el cuerpo de dos cisnes con la pureza alba de lo sublime. Y yo... acurrucada entre las rocas, soñando ser el sol recién nacido para entibiar aquel mundo divino.
Pronto bajará desde el azul el calor ardiente de otro enero y me quedaré con el silencio junto al fresco río sereno. Pronto llegará al corazón verdoso y puro del verano la luz primigenia y divina que recogeré entre mis manos. Pronto... despertaré del real sueño, llegará con la calma del estío la paz que brota desde el ensueño. Pronto... llegará el dorado río del sol estival, rey y dueño a dormir en luz mi pequeño frío.
El bosque de pinos ya era una masa informe en sombras, acunando nidos; mi alma ansiosa de descubrir sonidos se instaló silente en su nueva casa. Crujieron las hojas como una brasa al rozar mis pies el colchón herido, ni una ráfaga de viento perdido tornó a quedarse en mi arbórea casa. Corrí hasta el prado cubierto de pasto y la gran luna desde el cielo vasto besó mi rostro con su luz de ensueño. Y en ese silencio pude escuchar el triste y lejano canto del mar hasta que de a poco... me entregué al sueño.
Bandadas de pájaros de dulzura revolotean al sol de los sueños que envolvieron mi alma, cuando el ensueño de alba luz, me tendió su mano pura. Ventanas abiertas a la ternura de flores, bosques, montañas sin dueño que se entregan silentes, como un sueño al ser que ingresa al santuario de luna. Y florece la paz en nuestras ansias ante la libertad de las sustancias que emergen de la vida en ese edén. Porque entre cielo, ríos y vertientes el corazón rescata en lo que siente a las flores aromadas del bien.
Qué increíble, casi parece un sueño, navegábamos la ría celeste en ese día soleado y agreste resultado final de tanto empeño. En el agua mansa dulces toninas saltaban alegres y los pingüinos flotaban sobre las olas, divinos seres... ante ellos mi amor se inclina. Si parece un sueño, en las barrancas los cormoranes cuidaban sus nidos bajo la luz del sol, sublime y blanca. Fue en el sur, con el único sonido de las aves que amo como amo al mar, si es como un sueño que pude alcanzar.
Invierno, vuelve, lejano invierno, vuelve, en esas ramas desnudas de los fresnos... vuelve... con el frío glacial de tu lecho... y tú... bello verano naciente ¡duerme! Acállense del ardiente sol los ecos y el invierno se deshoje en primavera trocando la blanquísima nieve en estrellas... y reine su desnudez en trono fresco. Trae en tus ventanas al sol casi niño, la lira del viento, casi enloquecido y rodee tu silencio mi camino. ¡Oh verano caliente!, no abras tus puertas a mis muertas ilusiones y tristezas, cede tu lugar a la frescura inmensa.
¡Vete, horrible, horrible mañana!, no me despiertes de mi dulce sueño quiero quedarme envuelta en el ensueño... ¡oh vete! con tu burla cotidiana. Quiero olvidar que mi esencia es humana, tu luz despedaza mi vano empeño y el sol retorna para ser el dueño, vuélvete ¡oh fatídica mañana! No, no quiero oír tus primeros trinos porque anuncian tu espinosa llegada... alárguense de la noche sus sombras, y mi silencio tórnese divino, bórrese aquella hora señalada que la tristeza de mi alma nombra.
El campo huele a madurez de trigo, el maizal verdoso despierta al sol muy resplandeciente del casi estío. Y penetra en mi piel todo el sabor de la frescura dulce del silencio, pero de mi alma es triste la ternura y no sé por qué azulado misterio mi cántaro se ha llenado de lluvia. No será aquella pena misteriosa que recogí en la estrella de la noche cuando se acaba el tiempo de las horas? Vuelva a mí la placidez de las flores, que en mi sangre la savia agreste corra y canten en mí los sauces llorones.
Cuando el silencio de la vida se apague sobre las cosas vivas de ésta, mi tierra; llorará el aire triste, armonías muertas... cuando el silencio de la vida se apague. Cuando los trinos de los pájaros callen sobre las ardientes y desnudas sierras; llorarán las sombras a la luz sin fuerza... cuando los trinos de los pájaros callen. ¡Qué angustiosa soledad, cuánta tristeza arderá sobre el agobiante desierto sin una flor que alumbre tanto dolor...! ¡Cuánto desamparo invadirá la tierra, desde el cielo sólo vivirá el misterio sin una flor que alumbre tanto dolor...!
Un día, un día cualquiera se abrirán las alas de la tierra, y morirá lenta, muy lenta la dulce primavera, será triste la luz porque llorarán las estrellas. Un día, ¡oh Dios mío!, secarán las lagunas, caerán los altos árboles sin ropaje sobre la tierra cenicienta y moribunda, desaparecerán, ¡oh pobres animales! Un día, sí... un día, cesará el furor devastador de los hombres... pero con ellos, y ¡oh!... quedará tan sólo el triste silencio. Quedará el glacial frío o el infernal calor y las flores... ¿dónde renacerán las flores cuando la tierra expire en manos de los hombres?
Mientras la luz de la natural belleza alumbre tenuemente mi cristalino, mi sombreado y fresquísimo camino brotará en mis ojos la naturaleza. ¡Oh, sí!, mientras me bañe en esa pureza agreste y verdísima, este destino que alimenta mis días será divino y no morará en mi mundo la tristeza. Si esa luz la vida me quitara sentiría un inmenso vacío y mi corazón, nido de nieblas grises... sin esa voz que cantara... Las sombras matarían de frío mi triste alma, ya envuelta en tinieblas.
Todas las noches viene a mi sueño, con su rostro impreciso, tan desierto como la fría blancura de un muerto... todas las noches viene a mi sueño. Como luz que brota desde el ensueño y crece y perdura cuando despierto entra en mis noches de poros abiertos... como luz que brota desde el ensueño. Y me persigue su rostro invisible todo el silencio... dormir ya he olvidado. Son infinitas las horas del día, siento que el cielo se ha vuelto insensible, y en ese silencio desesperado se va muriendo, toda mi alegría.
Aquel resplandor azul que a mi frente con dulzura ampa y pura se imponía, estrellando un mundo de fantasía se obstinaba en caer en mi fuente áurea y limpia. ¿Dónde indiferente a la lumbre celestial de mis días el misterio ha escondido? Letanía, sonora letanía; ya silente a mi alma de negro ha estremecido. No estoy... estoy en la fría tristeza, cansada y gélida, ya sin ensueño. En la umbría selva sin un sentido que guíe mi alma desde la pobreza ignota y oscura hasta un nuevo sueño.
¡Qué hermoso es el amor cuando se alcanza! es esplendor, es beatitud, cielo inigualable de azul terciopelo corazón lleno en bienaventuranza. ¡Ay que triste vivir sin la esperanza de encontrar el amor, que desconsuelo, cuántas tinieblas y cuánto desvelo cuando el supremo amor ya no se alcanza! El alma muy sola se esconde en sombras y los sueños se agrietan con las horas que pasan... y el tiempo corre de prisa. No escuchar nunca una voz que nos nombra, ni compartir la quietud de una aurora ni bañarse juntos con la alba brisa...
Yo sé que en un misterioso recodo del camino que lleva ya mi vida me espera la luz de un alma encendida para plegarse a mi mundo en un todo. Yo sé, late en las sombras del camino y espera mi mano, anhelante y mío para derretir con su amor el frío que yo llevo a cuesta, en mi destino. Si acaso hay pájaros en mi ruta que me indiquen el jardín de tu espera me quebraría en ti como una fruta. Si acaso hay flores en mi pradera para llamar tu presencia en mi ruta liberaré mi alma, antes que muera.
Estaba triste mi prima cuando la fui a ver -treinta y cinco inviernos que me han dejado vacía y ni un hombre ha llegado a curar mi letaníame dijo, mientras temblaba de dolor su ser. Yo me quedé en silencio mirándola sin ver, muy adentro mío sentí que algo se moría cuando en medio de loca y febril sabiduría supe que en mis veintiséis inviernos ni un querer. ¡Oh prima!, que tienes en tus ojos los escombros de esa luz tan pura que no soportan tus hombros y agonizas maniatada en medio de un vergel. Yo tengo tu remedio, el que cura mi miseria de vivir sin amor; despertando en mis arterias la suprema poesía que invade la piel.
Sabes, prima mía, después de verte me entregué al silencio para pensar (la noche fría, llueve sin cesar) en tus días grises, en tu alma inerte... Vuelve la mirada al sol, si eres fuerte y ama, ama la vida hasta llorar de emoción, de cansancio por amar; aleja a las sombras de la muerte. Es cruel el letargo que te somete, vive con pasión, lucha, arremete y construye un mañana de fe y amor. Me apena que dejes pasar los días sin pena ni gloria, en gris letanía, eleva tu alma hacia un mundo mejor.
Me apena verte así, inundada de rincones oscuros, calavéricos... de inútil maraña; y ahí circula tu vida, envuelta en telarañas sin crepúsculos ni auroras, seca de pasiones. Me duele esa inercia que carcome tus entrañas, no seas fósil viviente, huye del letargo y asesina a las bestias absurdas de tan largo dolor que perfora tu carne y se hace montaña. ¿Qué es tu vida?, un negro paseo a la muerte, una inmensa catedral de grises majestuosos que cierra los caminos más fértiles y hermosos. Emigra de ese hastío de vivir con la suerte, ama el sol, los pájaros, escapa de la muerte... que natura entrará en tu alma y llenará de gozo.
Se conmueven los ángeles supremos que laten dulcemente en mi amargura por la magia inconclusa de ternura que anhela mi ser en grado extremo. Son los mismos duendes de tu universo que imagino en mi triste letanía y un suplicio de ausencias cada día apaga la luz total de estos versos. En el viento un llamado sin respuesta, es el mensaje de mi alma dispuesta a recibir la luz que puedas darle. Si embargo, el silencio desterrado es la ausencia total del ser amado y muere mi pasión al esperarle.
Mi fresquísimo domingo estival te observo desde mi balcón de sueños, eres distinto a otros, eres mi dueño, mi alma tiene la luz primaveral. ¡Oh cuán diferente son los sonidos en este día de iluminación...! ¿aún sueño?, tal vez... ¡oh que confusión!, en mi mundo el día a renacido, y siento que las nubes me pasean, y la lluvia me besa y el sol me mira y no sé si Dios está en esa estrella... Que en mí la suprema claridad sea como el color de la sagrada pira que en la oscuridad nocturna destella.
Aquel día
Se hizo la luz -¡oh Dios mío!- en mi alma que recibe entre nubes la alegría, ¡oh santísimo, histórico día, el ensueño divino mi alma calma! ¡Aleluya! que ha fructificado una esperanza, bienaventuranza regará mi frente ya sin mudanza aleluya, aleluya al bien soñado...! Un silencio celestial hoy florece sobre mis cántaros llenos de luna y supremas melodías me canta. ¡Oh la lejana pena que entristece... a volado, huido, ya ninguna marchitará las hojas de mi planta!
Ay, qué vivir de luz y de esperanza en este día luminoso y santo con el sabor divino de este canto, regalo azul de bienaventuranza! ¡Oh fuego ardiente, después de la andanza agreste y dulce, con luz y quebranto por los senderos que elegí, encanto impensado llegó a mí sin mudanza! ¡Qué paz, ahora habita mi vida, qué consuelo, qué febriles ensueños abrazando el surtidor de mi fuente! ¡Cuánto desvelo y ansiedad sin salida, cuánto cansancio, soñando los sueños que hoy riegan mi iluminada frente!
Cumpleaños. A la puerta divina de la paz, resplandor de cumpleaños vigésimo tercero... años y años se van hacia el cielo, tras la colina escarpada de la vida. Espinas de la mar encristalada, su paño verdoso mojará mi piel, en baño invisible que ya nada ilumina. Cumpleaños. A las puertas de enero sempiterno, con la ansiedad umbría que ciñe mi frente pálida y fiera. Regalo celestial. ¡Cuánto os quiero!, iluminad con luz plena ese día... cantarán los ángeles primaveras.
A las sierras cordobesas
¿Cómo era aquél paisaje, cómo era?, ¿era mustio, sombrío...? no, era divino, tal vez era gris como el polvoriento camino... ¡oh no...! era la luz de la primavera. ¿Cómo era... o quizás no era...? ¡Claro que era!, marcó mi destino como aleteo blanco de dulces trinos, él, aromó mi aventura primera. Era... ¡sí!, la brisa, la pureza, o quizás... la oscuridad, y la tristeza, pero era... ¡era, oh sí... era! Se consagró en mí la naturaleza y desde entonces no hubo en mi alma pobreza. Era... ¡como la luz de mi bandera!
Hoy cantará el silencio entre mis manos porque una estrella azul ha descendido al mundo dulce de sueños dormidos y ya nada será triste ni vano. Llorarán de la selva sus sonidos, resonarán en la noche estrellada porque has nacido, y enamorada instalaré en tu alma mi casto nido. Tenderé un puente infinito de estrellas para ingresar a tu etéreo cielo que sembraré con flores de las sierras, y se llenará tu mundo con ellas. ¡Oh, será mi vida de terciopelo con tu amor, el más grande de la tierra!
¡Esperar, esperar! mientras el ardiente sol resplandece sobre el campo aromado de cosecha, fruto del trigal dorado de espigas, que sumiso inclina su frente. ¡Esperar...! que llegue el soñado y ampo día -mientras la bella pureza de las flores ante tanto sol, destiñe sus coloresy brote en esa mañana mi alegría. Esperar... con la esperanza renacida, con la ansiedad prendida de un alto sueño alguna vez imposible y hoy posible. Esperar... ya desvelada, ya dormida que esa luz que nacía desde el ensueño torne a quedarse en mi corazón sensible.
¡Esperar!, ¡oh no!, ya no puedo esperar, se me deshoja vieja y mustia la vida por esperar, las ilusiones perdidas oscurecen mi luz... no puedo esperar. ¡No...! encanecen mis dulces esperanzas, el amor se me escapa entre las manos... ¡ya no puedo esperar!, todo será en vano, es demasiado doliente la tardanza. ¡Esperar...! el tiempo que todo envejece enterrará uno a uno todos mis sueños y llegará la muerte con su misterio. ¡Esperar...! y la vida siempre florece bordándome de paz, tejiéndome ensueños, pero esperar... ¡oh no...! es tanto el misterio.
Estás tan lejos... tu voz se perdió en el tiempo y me dejó en silencio. Estoy tan lejos... no puedes escuchar el sonido de mis versos. Olvidé mi amor en el recuerdo, el sol de mi selva se escondió en la penumbra azul. Y no puedo sentir... y no puedo amar tu paz, la ternura de tu estrella. Estás tan lejos... entrelazado en la magia de los sueños que me amaron... y se fueron...
En cabo Dos Bahías
Recuerdo aquella tarde tan dorada el mar era un murmullo de purezas, en los huecos rocosos la belleza de criaturas muy dulces y delgadas. La sana visión de una isla habitada por lobos que rugían con fiereza y de blancas gaviotas la tibieza endulzando mis manos desoladas. Recuerdo... el sur me abrió su secreto y mi corazón a su paz sujeto quisiera escapar de mi cuerpo humano para albergar aquel único cielo, y emprendiendo tan largo... largo vuelo posarse etéreo sobre sus manos.
¿Qué extraño sentimiento tus ojos me revelan? desconocido ausente que conocí un verano, el año ochenta y uno escapaba de nuestras manos; mi alma -no sé por qué- hasta tu morada vuela. Caprichos. Sentir de mujer que ama la pureza, que compone música, pinta, y escribe versos. Se me inundan las venas con tu mundo diverso y quisiera abarcarlo todo con mi tibieza. Con mi tibieza de mujer que en silencio ama y sin comprender ese misterio te reclama. Pero es la quietud tan sublime de aquel paisaje que mi alma dilata y en su recuerdo me prolongo aunque nada de mi esfuerzo para ello yo pongo, si duda, regó mi ser la paz de aquel paraje.
Al pintor desconocido Más allá de la luz de los colores vibra la armonía desconocida surgente de las aguas de la vida como de un desierto brotan las flores. Más acá del mar, la noche, el cielo... sueña el alma crecer en fantasía de formas y pintando la poesía elevarse en la esencia de su vuelo. Más allá del óleo y los pinceles hay un aroma que no es de claveles que llena el silencio y la soledad. Existe la paz de crear las horas y abrir los senderos de las auroras en mensaje simple de libertad.
¿Cómo era...? ya no lo recuerdo. Era una noche de estrellas, de verano naciente perfumando nuestras manos casi con fragancia de primavera. Estabas allí, parado en la acera. Tu mirada de niño buscó en vano mi rostro de niña. Era verano y el amor nacía por vez primera. ¿Cómo era esa noche ya tan lejana? la paz de despertar por la mañana sabiéndose amada. Sueño dorado aleteando alegre por la ventana para posarse en el amor amado, dulce y tiernamente, enamorado.
Tímida y temblorosa me acerqué hasta el umbral de tu casa sin flores llevaba el libro que te destiné de versos frescos, simples y cantores. Me latía el pecho de forma loca llevaba en mis manos el fruto tierno que me inspirara tu amor de roca para entregártelo en recuerdo eterno. Soñaba que sentirías orgullo por ser dueño de todos mis arrullos... miré tus ojos y esperé respuesta. Y no vi más que ruinas y miserias, es el tiempo -pensé- todo lo infesta y el mundo no es más que una inmensa feria.
Triste y vencida partí de tu casa dejándote el libro a pesar de todo; después lo supe, son cosas que pasan hoy, no entienden los hombres dulces modos. No existe el hombre que sueñe los versos suaves y tibios como el plumón de la mujer que recreó su universo con la magia azul de su corazón. Ellos prefieren mujeres carnales, fáciles, voluptuosas y sensuales ¡ni pensar en la mujeres que escriben! No quieren cerca cabezas activas que puedan quebrar la forma en que viven, ellos prefieren las que ellos cultivan.
Eso pensaba mientras me dormía sabiendo que acaso entre tus manos mi pequeño libro aún vivía mientras tú luchabas contra él en vano. Sentí una extraña sensación de paz ante la certeza de que tu enojo no era más que un protector antifaz ocultando la verdad de tus ojos. Es que con mi libro avivé la llama que en lo más profundo de ti reclama las bendiciones de mi agua de luna. Y tú que como yo siempre has sabido que para nuestro amor no existe cuna encuentras en mis versos al olvido.
Fue un día de mayo en Ischigualasto la nieve caía suave y sin prisa sobre la tierra agrietada y sumisa, sobre las piedras y matas de pasto. Adentro el sonar de leños prendidos y tu presencia de dulce candor despertó en mi alma un milagro de amor que en el silencio se quedó dormido. Fue un día de mayo en Ischigualasto, un día de nieve muy frío y casto, de aquellos días de vuelta al pasado. En un grupo alegre te divertías yo esperaba el sol del nuevo día, los dos soñando con sueños alados.
Los dos soñando con sueños alados, de rocas, de flores y de animales, amante de las cosas naturales no supimos partir enamorados. Tú volviste a la paz de tus montañas, yo volví a la quietud de mis llanuras y... otra vez rechacé las dulzuras del amor que a todos los seres baña. El valle de la luna fue testigo de aquel encuentro mi lejano amigo cuando la nieve cubrió los senderos. Adentro el fuego invitaba a soñar y a vivir ese misterio de amar pero faltó la magia de un “te quiero”.
A un pingüino
Estabas allí adorable criatura que mi alma soñó acariciar un día, y en un abril desolado se abría a mis cansados ojos tu ternura. Sobre la arena desierta y pura de una tarde silenciosa y tan fría, donde el mar en pedazos se rompía cayó en mis manos blancas tu dulzura. Un tinte violáceo pintó el cielo, tu piel guardaba suave terciopelo y sentí la tentación de correr contigo hacia el mar misterio, divino, y compartir ese mundo marino donde vives... y de él poder beber.
Yo soy un latido dulce y dormido que brota en la selva y nadie lo escucha, pero es mi silencio, eterna lucha que quiere en tu alma construir su nido. Yo soy la paz y ese amor herido que tiene esperanza, que tiene mucha pero el mundo es un mundo que no escucha ése, mi dulce y pequeño latido. Yo soy la nieve, la voz del desierto, el sol cuando ya la tarde ha muerto, el mar cansado de golpear la roca, andar y andar sin encontrar un puerto. Pero mi fe y mi esperanza no es poca y mi sed de amor es sublime y loca.
Telares de silencio me coronan y tu voz... eco lejano y perdido en la luz hecha sombra del olvido ...telares de silencio me coronan. En mi pecho anida la ausencia fría del amor que pueda besar sus flores, la dulce locura de sus sabores... grises penumbras de monomanía. Un misterio inasible me alimenta y en su ánfora vacía cae lenta toda la tristeza de ser amada, y en los sueños que las noches regalan me veo volar con mis blancas alas -¡oh desconocido!- hasta tu morada.
Si este silencio maravilloso de mis horas se vistiera con el aroma desconocido de tu ser invisible, cobraría sentido ese silencio que adorna todas mis auroras. Las alas aletargadas de mi triste vida volarían bajo ese cielo maravilloso de tu mundo que imagino puro, agreste y hermoso renaciendo en esa luz, la libertad perdida. Si las ramas verdes de tus bosques me abrazaran y fundiéndose en mis hojas su albor besaran florecerían mis árboles como un milagro. Pero no existe... no existe el bosque de mis sueños; el bosque que de mis selvas se convierta en dueño y es mi soñar de amor un esfuerzo dulce y magro.
Monomanía de luz desatada circula por mis venas vegetales y me envuelve en purezas virginales y quisiera volar... y ser amada. Y tú... viajero triste y solitario me miras y no comprendes la loca ternura que me anida y me sofoca... ¡oh... tan triste viajero solitario! Hay un ansia escondida entre mis ojos y de mí se apodera un antojo que tú viajero triste no conoces. Convertirme en luna y sigilosa llegar hasta tu lecho y vagarosa escapar luego sin que tú me roces.
Quisiera escuchar de tu boca el rezo de amor que despierte orando en mi boca como el mar violento sobre las rocas sedientas y puras... de su albor preso. Quisiera de tus ramas el aroma salvaje y agreste florecer en mí, que la roja savia que vive en ti recoja el agrio sabor de mis pomas. Y florecer en tu mirada como la luna florece entre las sombras para descubrir el secreto oculto. Y... en la tibieza de mis aromos escucharás una voz que te nombra “ven... a nuestro amor rendiremos culto”.
Quisiera decir... decir con las alas que vegetan en mi alma... y llegar hasta ese cielo que pide mis alas de poesía y aprender a volar. Pero el silencio es una nube oscura que cierra mis labios y ata mis manos, yo sé que una dulce y santa locura me anida y quisiera, dártela hermano. Para que vueles, con ella en el cielo, que la acaricies, como a terciopelo. Es mi locura, locura de amar... De amar sin razón, de amar lo nacido, el ser salvaje del mundo dormido... ¡suelta tus alas, y ven a volar!
A veces... muy secretísimamente siento una fuerza que nubla mis ojos, que no puedo reprimir a mi antojo y me envuelve en un infernal torrente. Cuando miro a la vida, a la gente, que vive cada hora, cada día sin buscar la razón de la agonía del misterio o enigma de lo latente. A veces... en mi soledad creadora tengo deseos de morir a veces por todo lo que mi dolor adora. Y de gritar ante la paz que mece cada día de la gente, cada hora... pero mi voz en mi alma languidece.
Dime, ¡oh criatura del universo! ¿ha llegado a ti la luz de mis versos?; porque siento que un algo me reclama y que mi ser infinitamente ama. Y no son las cosas de este gris mundo las que mueven mi átomo más profundo; es tu mensaje cósmico y lejano que silente y puro baja a mis manos. ¡Oh si estuvieras aquí entre mis brazos y abarcarnos ambos con un abrazo!, no importa como la creación te hiciera, yo sé que tu alma tiene que ser bella. Por eso criatura, ¿cuál es tu estrella?, pues temo que seas, una quimera.
Yo he sido en mi miseria aquella rama fuerte que quiere entregarse al cielo y que su verde esconde tras un velo de sombras inmunes que el sol no inflama. Esa rama alta que todos los vientos sacuden, todas las lluvias del mundo. pero nada corrompe su profundo ser donde savia pura es su sustento. El cielo es mi meta, desconocido espacio donde hallarĂŠ almas perfectas que curen mi ser de humanoide herido por todas las flechas envenenadas que surcan la tierra en curvas y rectas y me van matando cada alborada.
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Quiero la tempestad de un amor frondoso, animal, salvaje, que todo lo envuelva, como un tornado que brote de la selva y torne a llevarse mi ser tormentoso. Un amor que a viento y fuego me consuma hasta libertar mi alma del universo en su tortura de remontarse en versos por la senda umbrĂa de la vida en brumas. Quiero que llegue con su feroz respuesta y clave en mi pecho su dardo de sangre que mate de amor la cruz que llevo a cuestas. Quiero ese amor que con furor todo entierra y obre el milagro de convertir mi carne en nubes fecundas que besen la tierra.
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Poco a poco... las horas se fueron esfumando. La lluvia sigilosa... sigilosa y suave mojaba con su bendición el campo... y las aves, latentes pompones de vida dulce... cantando. Me acunó el silencio, la humedad del pasto verde espirituando manzanas, el árbol lejano de ramas sin hojas, esperando al verano y como en esos sueños en que el alma se pierde entre sanas fantasías, se perdió mi tiempo. Y me quedé con ellas; criaturas de lo agreste, entre la bruma... como quien viaja en lo silvestre. Y las nubes... como gruesos colchones inmensos entretejieron sutiles versos de ternura que se derramaron, poco a poco... en mi locura.
Estoy sola, en el silencio estival de la tarde que dorada se consume en la suave penumbra del cuarto de soltera donde el sol se vislumbra como un duende inquieto, que tras la persiana arde. Y a este silencio que me cobija yo me entrego, flotando en los sueños que me conducen a tu huella que lejana y sublime encontré en aquella estrella divina, donde ahora con mi recuerdo llego. El calor de la hora dilata el dolor de espera que sabe encontrará tu voz otra primavera cuando nuestros ojos, unidos en el paisaje del santuario agreste y marino, al fin se encuentren; y en el templo de natura nuestras almas entren a recibir el sacramento eterno y salvaje.
Pronto... la aurora estallará en sonidos y la plúmbea oscuridad brumosa absorbida en luz se irá sigilosa cuando el sol suba desde el mar herido. Pronto... la brisa irisará sus flecos, y para festejar al sol naciente una cantata cristalina y riente ensayarán las aves; y sus ecos resonarán en el viento auroral. Pronto... despertará el reino animal y la luz más sublime y adamascada estallando en lo ondulante y profundo del mar lapislázuli, será un mundo de perdón para mi locura alada.
No sé por cuál extraño desatino esta noche en mis sueños te soñé y en silencio supremo te besé... ¡oh amor que hoy colmas mi destino! No sé por cuál extraño desatino... pero en mis sueños tus ansias calmé, con toda la pasión yo te adoré... ¡oh pureza bañando mi camino! Fue atrevido mi sueño de locura pues ese amor, adorable criatura no brilla en tus ojos, y mi dolor de soñarte en aquella noche oscura me dejó el martirio de esa ternura de sentirme la dueña de tu amor.
La gran ciudad... la tarde destemplada... y yo, como otros días: desolada. Me acerqué sin pensarlo y esa mirada... llegando hasta mi alma desencantada. Y ante esos ojos sentí en un instante mi deseo en angustia desbordante y de esos ojos yo busqué incesante la luz que dice: “quiero ser tu amante”. ¡Oh! ¿qué tenían?, ojos de esa tarde que fría la ciudad me derramaba... en la plúmbea cementosa donde arde el vaho de lo inerte. Y esos ojos... despertando en mi ser, mal que me pese las ansias reprimidas a mi antojo.
Cansada de la tortura de días vacíos sin “un amor” que pueda curar mi desvarío de amar lo vegetal y lo animal, selva y pingüino me he detenido a pensar en medio del camino. Pensar en los hombres que han pasado por mi vida sin descubrir siquiera mi más profunda herida; es que los hombres sueñan con mujeres carnales que calmen con ardor sus deseos ancestrales. Y de aquellas mujeres que viven plegadas a fantasías espirituales y sagradas... buscan libar toda la miel de su pureza, para partir luego sin cargo de conciencia. Triste de la mujer que conserva su inocencia, los hombres huirán o intentarán probar la presa.
Desconocido: un trozo de carne sin alma que quiere poseer su ternura, su luz, su calma... no pidas a la vida aquello que no mereces y deja de creerte dueño de todas las mieses. Ella es suave, es frágil como la espiga de trigo y esa: su sana inocencia es tu peor castigo. Porque es mujer total que no se entrega al martirio de una pasión absurda que teje tu delirio. Desconocido, tienes la piel contaminada por la miseria brutal al sexo doblegada. Si eres hombre, y aún te queda algo racional podrás comprender que ella es vida, lo verdadero aquello que perdura más allá del sendero que hoy transitas en locura salvaje, animal.
Es un martirio en sombras opresoras que me conduce al reino del dolor, no puedo liberarme del amor que me nace como luz en la aurora. Es un suplicio en locuras perfectas que danzan en el compás de la muerte mientras, lucho por escapar, sin suerte de esa maraña en locuras perfectas. ¡Oh regresa hasta mí, naturaleza!, no me dejes morir en la tristeza que me está contagiando el ser humano. Me ahogo en la podredumbre del mundo, robaron mi alma verde, y me hundo... ¡Oh naturaleza, dadme tu mano!
Miro alegre tras la ventana abierta como la lluvia fresca y pura, moja la tarde que termina y se deshoja en sombras que vienen a abrir las puertas. Es dulce el momento, es casi un embrujo que se adueña de mi alma este verano y me siento leve, sana, mis manos son dos alas despojadas de lujo. Me siento libre, fragante de aromas que descarga el viento como palomas y yo me recuerdo vagamente casta. Cruzando ríos, trepando montañas, saltando rocas, abriendo maraña y gritándole al mundo: ¡basta, basta...!
Como quisiera en esta tarde de calma lluvia caer sobre el verde y aromado trigal, quedarme suspensa, cara a las nubes oscuras esperando a la muerte que me pase a buscar. Estoy cansada de presenciar mi propia muerte, quebrada de angustia, mutilada de dolor. Es que me ahogan las sombras de mi selva verde y esclava de los sueños ha muerto la ilusión. ¿Dónde están las flores que perfumaban mi vida, el sol que bañaba la rivera de mis días? Nada es el misterio de la triste soledad. Oh, muerte querida; tómame que así en tus brazos, sobre la silenciosa inmensidad de este campo, liberta mi alma, en otro mundo renacerá.
Cansada de buscarte mi amor que nunca llegas, he cerrado mis ojos para partir del mundo y crearte en un largo sueño, dulce y profundo donde a mis besos amantes tu boca se entrega. Oh amor, me ahoga el silencio de tu ausencia, me consumo en el fuego que quema mis entrañas. Oh, ven amor y sálvame, limpia la maraña que me asfixia y dame la vida con tu presencia. Ven pronto amor que siento se me escapa la vida y no puedo partir con la dolorosa herida que sangra en mi alma y paraliza mi corazón. Ven amor, apodérate de todos mis sueños, ámame a tu gusto, soy tuya, eres mi dueño, y libérame del suplicio de esta pasión.
A nuestras islas australes
Cuando el silencio de la paz te acoja vibrará la voz de la Patria entera y el flamear sublime de su bandera será luz celestial para tus hojas. El mar dejará oír su dulce canto de libertad, sobre las mudas rocas y el viento en furia salvaje y loca besará tu frente con suave encanto. Cuando ancle el silencio entre tus alas quedarás sola, pero envolverá tu cuerpo, la bandera por ti amada. Se esfumará el sonido de las balas y las cadenas rotas sonarán en melodía de tierra liberada.
Por nuestras Malvinas Manto de Patria sublime y callada en la lucha contra el enemigo no estás sola, América está contigo ¡oh dulce, oh dulce mi patria amada! Tus hijos luchan bajo ese amparo inmaculado de nuestra bandera y nuestras almas orando esperan en un horizonte sublime y claro. ¡Gloria!, sean eternos nuestros soldados para bendición de nuestra bandera y la dignidad de la Patria entera. ¡Honor!, a los héroes inmolados. ¡Salud y gloria a mi tierra Argentina que dio su sangre por nuestras Malvinas!
Los cantos de una alondra / 9 A manera de prólogo / 11 Prólogo / 13 Momentos de serenidad / 17 Verano / 19 Abandono / 20 Plegaria / 21 Momento de paz / 22 En paz / 23 Mañana / 24 Agonía para mi vida / 25 En libertad / 26 Momento fugaz / 27 Sueño / 28 Soneto / 29 Momento / 30 La paz / 31 La gracia / 32 Nochebuena de luna llena / 33 Alba / 34 Estoy naciendo / 35 Sin título / 36 La suave penumbra / 37 La tierra olvidada / 36 Estaba en silencio / 37 Momentos de ternura / 41 Flor de cactus / 43 La flor de tuna / 44 Resplandor del desierto / 45 Árboles / 46 Pingüinos / 47 Sueño / 48 Pronto / 49 El bosque de pinos / 50 Flores del bien / 51 Como un sueño / 52 Momentos de melancolía / 53 Verano - invierno / 55 Alucinación / 56 Verano / 57 Agonía / 58 Luto / 59 Luz y luto / 60 Desvelo / 61 Muerte / 62 Ideal de amor / 63 Liberación / 64 Soneto para mi prima / 65
Una reflexión / 66 Para una mujer / 67 Anhelo / 68 Momentos de recuerdos / 69 Domingo distinto / 71 Día de iluminación / 72 Bendición / 73 Aniversario / 74 Paisaje primero / 75 Nacimiento / 76 Espera / 77 Esperar / 78 Lejos / 79 Recuerdo / 80 Desconocido / 81 Soneto / 82 Así era / 83 El libro / 84 El libro II / 85 El libro III / 86 Sueños alados / 87 Sueños alados II / 88 Momentos de exaltación / 89 Tentación / 91 Un latido / 92 Alucinación / 93 Soñar de amor / 94 Sueño / 95 Culto de amor / 96 ¡Ven a volar! / 97 Lo extraño / 98 Palabras a alguien / 99 Cárcel / 100 Feroz respuesta / 101 Demencial / 102 Deseo / 103 El perdón / 104 El desatino / 105 Los ojos / 106 Reflexión / 107 A un hombre / 108 Alma verde / 109 Embrujo / 110 Momento / 111 Suplicio / 112 Soneto a la reconquista / 113 Epílogo/Canto a una guerra / 114