P E R S O N A L I DA D E S N OTA B L E S C O N T R A STO R N O S P S I Q U I ÁT R I C O S
DETRÁS del DIAGNÓSTICO
Número 3 / Año 3
Kurt Cobain
LA VOZ DE LA GENERACIÓN PERDIDA Erzsébet Báthory
LA VAMPIRA DE LOS CÁRPATOS QUE ASESINABA PARA CONSERVAR SU BELLEZA
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ste fascículo es parte de una serie, dedicada especialmente a los psiquiatras, sobre personajes que padecieron distintos tipos de insania y que, sin embargo, trascendieron por su genio y por sus obras. Para algunos de ellos, los momentos de mayor creatividad coincidieron con las manifestaciones más agudas de su enfermedad. Ante estas personalidades, surge el interrogante de cómo habría sido su actividad creativa de haber estado psíquicamente sanas. ¿Fue la enfermedad una fuerza esencial que los llevó a incursionar en terrenos donde nadie se animaría, o los impulsó a trabajar intensamente para escapar de sus delirios? Quizás el lector tenga la respuesta.
Kurt Cobain (1967 – 1994)
“Lithium” es el sugestivo nombre del tema de Nirvana al que pertenecen estos versos. Lithium es también el nombre del medicamento que se utiliza para tratar el trastorno bipolar. Sin embargo, Kurt Cobain –autor de la letra y líder de la banda Nirvana que identificó a la Generación X con su música– nunca tuvo un diagnóstico de enfermedad bipolar, y tampoco está probado que haya sido medicado con litio.
De todos modos, su trágica historia de padecimientos físicos y mentales sugiere mucho más que una coincidencia. La breve vida de Cobain estuvo marcada por la enfermedad, la heroína, la poesía y el sentimiento de culpa por el éxito de la banda, que había sido asimilada por el mismo sistema contra el que luchaba. En apenas tres años, Nirvana instaló sus canciones como emblemas de una generación perdida, descreída de los valores sociales de sus predecesores. El grunge, movimiento musical al que perteneció Nirvana, con su sonido áspero y sus letras inconformistas, daba cuenta de la decepción de los jóvenes de los noventa. Cobain se suicidó a los veintisiete años en la cúspide de su carrera. Un tiro en la cabeza apagó para siempre su grito desgarrado. El 5 de abril de 1994, el ángel errático –tal el nombre de un cómic que lo inmortaliza– se convirtió en leyenda. Su nombre se sumó al llamado Club de los 27, junto con voces como las de Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, que también se apagaron a la misma edad.
Cobain nació en Aberdeen, un pueblo maderero del Estado de Washington, en el noroeste de los Estados Unidos, a ciento sesenta kilómetros de Seattle. Un pueblo que esconde un escalofriante récord: se trata de una de las ciudades estadounidenses con más alta tasa de suicidios.
La familia de Kurt Cobain no fue la excepción. Dos de sus tíos abuelos por parte de su padre se suicidaron con armas de fuego. Éste no fue su único contacto con el suicidio: cuando estaba en octavo grado, descubrió el cadáver de un joven que se había colgado frente a su escuela. Más allá del sórdido entorno y de los antecedentes familiares, Kurt siempre afirmó que su infancia había sido feliz has-
Estoy tan contento porque hoy encontré a mis amigos están en mi cabeza […] Estoy tan solo pero está bien, afeité mi cabeza y no estoy triste.
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ta los ocho años, momento en el que sus padres decidieron divorciarse. Así lo mencionó en una entrevista, tomada del documental Las últimas 48 horas de Kurt Cobain: “Tuve una infancia feliz hasta que mis padres se divorciaron. Quería desesperadamente tener una familia tipo. Quería tener esa seguridad. De pronto todo mi mundo cambió y empecé a comprender que la realidad que me rodeaba no tenía mucho que ofrecer”.
La fama lo confundía y lo dejaba insatisfecho; se odiaba a sí mismo por sucumbir al sistema que criticaba. Poco antes del divorcio de sus padres, a los siete años, se le había diagnosticado trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y había sido medicado con metilfenidato para mejorar su rendimiento escolar. Años después, su viuda, Courtney Love, relacionaba la adicción de Cobain a la heroína con la medicación que había recibido a una edad tan temprana. A partir del divorcio de sus padres, la inseguridad y la búsqueda de afecto fueron una constante en la vida de Cobain. Se convirtió en un adolescente tímido y esquivo, que no se interesaba en los deportes y que dibujaba en sus cuadernos inquietantes figuras de vísceras y fetos. En otra entrevista grabada en el documental reconoció: “Era tan retraído y antisocial en esa época que llegaba casi al punto de la demencia. Me eligieron como el candidato con más posibilidad de matarlos a todos en un baile de secundaria. Llegó el punto en que esa idea se convirtió en una fantasía, pero primero hubiera optado por matarme yo”. Kurt encontró refugio en la música. A los quince años, uno de sus tíos le regaló la primera guitarra; poco después armó su primera banda. El adolescente solitario comenzó a componer canciones que canalizaron su inquietud y dolor.
A fines de los ochenta, el ambiente musical de Seattle mezclaba la rebelión del punk con la fuerza del rock. Toda una generación expresaba disconformidad a través del grunge, nuevo género que se caracterizaba por los sonidos guturales, guitarras distorsionadas y melodías repetitivas. Las letras reflejaban el desencanto, la apatía y la búsqueda de la libertad. El grunge defendía a las minorías, rechazaba el discurso machista de las letras tradicionales del rock y tenía una fuerte conciencia social.
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“Hacerse pasar por el enemigo para infiltrarse en los mecanismos del imperio y empezar a corromperlo lentamente desde adentro”, escribía Cobain en sus diarios. En 1989, grabó Bleach, su primer disco con Nirvana, grupo que integró junto a Krist Novoselic y Chad Channing. En 1991, la banda ganó una inesperada popularidad con su segundo disco, Nevermind. El tema “Smells like teen spirit” se convirtió en himno de la Generación X. El éxito del grupo y el interés de las grandes discográficas contradecían el espíritu contracultural de Cobain. La fama lo confundía y lo dejaba insatisfecho; se odiaba a sí mismo por sucumbir al sistema que criticaba. “Cuando escribí esas canciones, no sabía lo que intentaba decir. No tenía sentido que tratara de analizarlo o explicarlo”, se excusaba. La fama no resolvió los problemas de autoestima e inseguridad que Kurt arrastraba desde su infancia. A ello se sumó una enfermedad estomacal de origen desconocido que le producía atroces dolores.
Ícono d
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na.
“Decidí consumir heroína a diario debido a una dolencia estomacal que llevaba sufriendo desde hacía cinco años y que me había llevado literalmente a pensar en el suicidio. Todos los días de mi vida durante cinco años, cada vez que tragaba un bocado de comida sentía un dolor atroz que me daba náuseas y ardores en la boca del estómago”, cuenta en sus diarios. La heroína era su automedicación, lo que aliviaba ese profundo dolor que la vida de todos los días le infligía. Si para los demás el consumo de drogas era una enfermedad, para él era simplemente una cura, un refugio para mitigar su sufrimiento. Junto con su pareja, Courtney Love, compartían el círculo de adicciones y tratamientos de desintoxicación. En 1992, cuando tuvieron a su única hija, Frances Bean, Kurt intentó dejar las drogas y reencontrar el equilibrio. “En cuestión de un año desde que me casé y tuve a mi hija, mi estado físico y mental mejoraron en un cien por ciento”, afirmaba en una entrevista.
El equilibrio y la esperanza renacidos gracias al amor por su hija se eclipsaron: el viejo y pertinaz sufrimiento volvió a surgir de sus entrañas. A medida que sus discos se hacían más populares, aumentaba el descontento. Cobain intentó titular su último disco I hate myself, I want to die (Me odio, quiero morir), pero por presiones de la discográfica terminó llamándolo In Utero. “Me gusta la sinceridad. Carezco de sinceridad. Esto no son opiniones. Esto no son palabras sabias, esto es una exoneración por mi falta de educación, por mi pérdida de inspiración, por mi desconcertante búsqueda de afecto y por la vergüenza instintiva que siento hacia muchos que tienen más o menos mi edad. Ni siquiera es un poema. Solo es un montón de mierda. Como yo”, expresaba en sus diarios. El 8 de abril de 1994, un electricista descubrió el cuerpo de Cobain en su fría y gigantesca mansión de Seattle. Unos días antes, había huido de un tratamiento de rehabilitación en California y había desaparecido. Los días finales de Kurt Cobain y su muerte aún siguen siendo un misterio.
Los tres discos de Nirvana grabados en estudio: Bleach (1989), Nevermind (1991) e In Utero (1993).
mi fama de heroinómano perdido, alcohólico, autodestructivo, aunque abiertamente sensible y delicado, frágil, sosegado, narcoléptico, neurótico, un pobre diablo dispuesto en cualquier momento a meterse de sobredosis, tirarse de un techo, volarse la tapa de los sesos o las tres cosas a la vez. ¡Dios, no soporto el éxito! ¡Y me siento tan culpable!”.
Bipolaridad, depresión, adicción son algunas de las palabras con las que se han etiquetado los padecimientos de Kurt Cobain. Su última carta es un grito desesperado, un pedido de ayuda. “Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiéndola, ni siquiera haciendo rock’n’roll. Me siento increíblemente culpable. […]. A veces tengo la sensación de que tendría que fichar antes de subir al escenario. […]. Gracias a todos desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo por vuestras cartas y vuestro interés durante los últimos años. Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión, y recuerden que es mejor quemarse que apagarse lentamente”. Bipolaridad, depresión, adicción son algunas de las palabras con las que se han etiquetado los padecimientos de Kurt Cobain. Su compleja personalidad, sin embargo, resiste todas las etiquetas. Fue un observador crítico de la sociedad de su generación, un símbolo de autenticidad en una época vacía, una voz gutural y sensible. Como si hubiera previsto la avalancha de interpretaciones que vendrían después de su muerte, él mismo se ocupó de refutarlas con la misma lucidez con la que cuestionó el sistema que lo había llevado al éxito. “He leído tantas interpretaciones freudianas mediocres y patéticas basadas en entrevistas que hablan de mí, desde mi infancia hasta el estado actual de mi personalidad y de
Kurt Cobain en el MTV Unplugged, 1993.
PARA CONOCER MÁS SOBRE KURT COBAIN
Documental: Las últimas 48 horas de Kurt Cobain, dirigido, escrito y coproducido por John Dower para BBC, 2004. Film: Last days, dirigido por Gus Van Sant, 2005. Cómic: Barnaby Legg, Jim McCarthy, Flameboy. Kurt Cobain, el ángel errático. Barcelona. Malsinet Editor. 2005. Libro: COBAIN, Kurt. Diarios. Ed. Mondadori. Madrid. 2006. Libro: CROSS, Charles. Heavier than heaven. Kurt Cobain la biografía. Mondadori. Madrid. 2005.
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Erzsébet Báthory (1560 – 1614)
LA VAMPIRA DE LOS CÁRPATOS QUE ASESINABA PARA CONSERVAR SU BELLEZA Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego las entierran. Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión. Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa”. La sórdida descripción de las torturas a las que sometía a sus prisioneras la condesa Erzsébet Báthory pertenece a la poetisa argentina Alejandra Pizarnik, que se inspiró en la figura de esta aristócrata húngara para escribir su ensayo poético “La Condesa Sangrienta”. La truculenta historia de la condesa, el misterio y las leyendas que la rodean, han inspirado desde obras literarias, hasta películas y canciones de rock. Se le atribuyen horrendas torturas y más de seiscientas cincuenta muertes. Su leyenda sintetiza los aspectos más sórdidos y tenebrosos de la condición humana. La condesa Erzsébet pertenecía a una de las familias más poderosas de los Cárpatos. Era sobrina de Esteban Báthory, gran príncipe de Transilvania y rey de Polonia entre 1575 y 1586. Fue una mujer de extraordinaria belleza que, a diferencia de las mujeres de su tiempo, había recibido una buena educación; su cultura sobrepasaba a la de la mayoría de los hombres de entonces. A los quince años se casó con su primo, Ferenc Nádasdy, perteneciente también a una familia acomodada. Ferenc pasó largos años en los campos de batalla, donde se lo conoció como el Caballero Negro, por su despiadada costumbre de empalar a sus prisioneros. La pareja mantenía una prolífica correspondencia en la que intercambiaba métodos para torturar a los sirvientes. La muerte de su esposo en el campo de batalla, marcó un punto de inflexión en la vida de la condesa. Cuenta la leyenda que un día la sangre de una joven a la que estaba casti-
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gando le salpicó el rostro. La condesa creyó ver que su piel rejuvenecía y, a partir de entonces, comenzó a procurarse baños de sangre que obtenía de siervas y campesinas. Para ello, montó un siniestro laboratorio de magia negra en el que sometía a las mujeres a indecibles tormentos. “La mayor obsesión de Erzébet había sido siempre alejar a cualquier precio la vejez. Su total adhesión a la magia negra tenía que dar por resultado la intacta y perpetua conservación de su ‘divino tesoro’. Las hierbas mágicas, los ensalmos, los amuletos, y aun los baños de sangre, poseían, para la condesa, una función medicinal: inmovilizar su belleza”, relata Alejandra Pizarnik. Enamorada de su imagen, a semejanza de Narciso, intentó conservarla por siempre impoluta, libre de los oscuros estigmas de la decadencia senil. Así fue como ese amor se le tiñó de sangre, la quintaesencia de la vida misma, y la condujo por el sendero de la muerte. Cuando las siervas empezaron a escasear, cometió el error de raptar mujeres de la aristocracia para sus rituales. En una época de ambiciones y convulsión política, fue llevada a juicio por sus enemigos. No pudo ser condenada a muerte por su posición social, pero se la enclaustró en una habitación de su castillo, sin puertas ni ventanas, donde murió de hambre y de frío casi cuatro años más tarde. ¿Parafilia, psicosis delirante o criminalidad serial? La vida de esta siniestra mujer pone en tela de juicio enigmas que circulan por los rincones más oscuros de ese complejo laberinto que es la mente humana. PARA CONOCER MÁS SOBRE ERZSÉBET BÁTHORY Pizarnik, Alejandra. “La condesa sangrienta”, en Obras completas. Corregidor. Buenos Aires. 1993.
Producción científica y editorial de EC-t Ediciones Científico-técnicas SRL. © 2012 Derechos reservados. Leopoldo Marechal 1006, 1º piso (C1405BMF) Ciudad Autónoma de Buenos Aires. www.ect-ediciones.com. Autora: Silvina Quintans. Asesora en psiquiatría: Dra. Susana Ogly. Diseño y diagramación: Diego Schtutman.
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