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NĂşmero 1 / Agosto 2010

RECORRIDOS de la mente


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JULIO CÉSAR Y EL CASTIGO DE LOS DIOSES

El personaje Al evocar personajes destacados que padecieron epilepsia, no se puede eludir la figura de Julio César. Dos razones poderosas lo convocan: por un lado sufría la enfermedad que en su época era considerada un castigo de los dioses. Por el otro, César es un personaje emblemático entre los más trascendentes de la historia. Fue general, estadista, escritor e insaciable amante y en todas estas actividades puso el máximo de su energía y capacidad. César cambió de manera decisiva e irreversible el curso de la historia de Roma, que es lo mismo que decir de toda Europa y parte de Medio Oriente. Aún después de veinte siglos, perduran en la memoria popular episodios de su vida, como su asesinato en el senado, llevado magistralmente al teatro por William Shakespeare. O ¿quién no recuerda la frase “vini, vidi, vinci” (fui, vi y vencí), con la que lacónicamente presentó uno de sus triunfos al senado? O ¿quién no repitió “la suerte está echada” al enfrentar una situación decisiva como la que le tocó a César cuando tuvo que aplastar una sublevación y cruzó el Rubicón, río que no se sabe si existió realmente?

Juventud Este hombre que nació en el año 100 a.C., pertenecía a la dinastía aristocrática de los Julios, por lo tanto era un patricio. En las anécdotas que siguen, se encuentran las primeras evidencias de la personalidad avasallante y la valoración que tenía de sí mismo aquel que iba a cambiar la historia. De joven decidió ir a Rodas a estudiar oratoria con el famoso maestro Molón. Su viaje por el Mediterráneo fue interrumpido a la altura del Mar Egeo, donde fue capturado por piratas que abordaron la nave. Los bandidos lo llevaron a su guarida

y dijeron que lo liberarían a cambio de 20 talentos de plata. César respondió que su rescate valía no menos de 50 talentos y antes de partir, después de que el dinero había llegado, les advirtió que volvería y los ajusticiaría. Entre burlas y risas los piratas lo liberaron. César cumplió su palabra: reunió una flota, regresó, tomó a los piratas por sorpresa y crucificó a todos. En otra ocasión, durante un viaje, se desató una terrible tempestad que amenazó hacer zozobrar la nave. El capitán aterrorizado se arrodilló e imploró a los dioses para que el viento amenguara, César le puso una mano sobre el hombro y le dijo: “Tranquilízate, la nave no se va a hundir, César está a bordo”.

El guerrero Un hombre de estas características estaba destinado a conquistar el mundo y para lograrlo, el ambicioso César necesitaba dominar la oligarquía del Senado romano. Con ese propósito, organizó legiones y se encaminó hacia el sur de Francia en busca de triunfos, botines y poder. La Galia, como

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“Rendición de Vercingetórix” Lionel-Noël Royer (1852-1926)

se llamaba la actual Provenza, que era el territorio que iba a conquistar, estaba poblada por los celtas, tribus guerreras y altivas, jinetes por excelencia que desconocían el miedo y que, periódicamente, arrasaban los pueblos llegando hasta las cercanías de Roma. Vercingetórix era el general que los lideraba, brillante guerrero de gran coraje cuyo ejército era diez veces más numeroso que las legiones romanas. Sin embargo, fue derrotado en todos los enfrentamientos por la estrategia de César y por la maquinaria de guerra romana. Ésta estaba constituida por ingenieros capaces de tender puentes sobre el anchísimo Ródano o de rodear la ciudad de Alesia donde Vercingetórix se había refugiado con una muralla inexpugnable de dieciocho kilómetros con plazas fuertes y trincheras. La campaña de las Galias puso de manifiesto que César no sólo era un general inigualable, sino también un maestro de la pluma. Escritos en lenguaje claro, los Comentarios de las guerras de las Galias constituyen una obra de valor tanto histórico como literario.

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Los Idus de marzo Sibila: “César, guárdate de los Idus de marzo” en Julio César, de William Shakespeare. Las exitosas campañas militares de César, unidas a su oratoria y destacada habilidad política, le permitieron ascender paulatinamente los escalones del poder hasta ser proclamado dictador. Con él murió la república, pero el sistema estaba agotado; ya no se podía gobernar un imperio de la extensión del romano con un senado corrupto cuyo principal objetivo era defender sus propios intereses. No había forma de eliminar a César de frente, por lo tanto los senadores, incitados por Catón, su gran enemigo, eligieron el camino de la traición y lo mataron en el senado, episodio que pasó a la historia como paradigma de la infamia. El 15 de marzo del año 44 a.C. que en el calendario romano corresponde a los Idus de marzo, un grupo de senadores fingió hacer una petición a César. Se aproximaron a él, lo rodearon y uno de ellos, abriéndose la toga, extrajo un puñal y se lo clavó al dictador. Los demás lo imitaron y asestaron a su


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“Muerte de César” Vincenzo Camuccini (1773-1844)

enemigo político veintitrés puñaladas. Bruto, amigo íntimo de la familia de César, también descargó su arma. “¿Tú también, Bruto?”, alcanzó a exclamar César antes de caer en un charco de sangre. Los conspiradores, con los cuchillos ensangrentados aún en la mano, marcharon hacia el Capitolio y convocaron al pueblo. Gritaron que la libertad había sido restaurada, pero la idealizada y antigua república no volvería jamás, ya que no servía para gobernar con éxito un vasto imperio. Eso únicamente se podía hacer con un solo gobernante y César lo sabía: nacía el tiempo de los emperadores.

La enfermedad César, el orgulloso, el altivo, el genio de la política y de la estrategia militar ante cuya mirada las cabezas se inclinaban con respeto y los enemigos derrotados se arrodillaban entregándole sus armas, sufría una dolencia que ocasionalmente lo transformaba en un ser digno de compasión. Uno de los nombres que los romanos daban a la epilepsia era el de morbus comitialis, por cuanto un episodio podía interrumpir o malograr un acto público o una reunión. Según los historiadores de su época: Suetonio, Plutarco, Plinio y Apiano, varias de las convulsiones de César ocurrieron justamente en tales circunstancias, incluso en el Senado cuando lo designaron dictator. Plutarco describe como, durante un discurso de Cicerón, César “comenzó a tener un comporta-

miento extraño, murmurando palabras incoherentes, su cuerpo empezó a temblar y sus agitadas manos soltaron unos papeles que cayeron al piso. Estaba totalmente descontrolado”. Siempre, según este autor, en la batalla de Thapsus, en la actual Túnez, César presintió la inminencia de la enfermedad por el “aura”, por el temblor de uno de sus pies, e inmediatamente pidió que lo trasladasen a su tienda para no exponer las convulsiones ante sus soldados. Cesarión, el hijo ilegítimo que tuvo con la reina Cleopatra, padeció convulsiones durante su infancia. Calígula y Británico, de la misma dinastía, también sufrieron de epilepsia, enfermedad que posee un componente hereditario. El hombre más perfecto de la historia, como lo describió el historiador Michael Grant, el gran Julio César también tenía su talón de Aquiles.

Bibliografía • Baker S. César, Roma: Auge y Caída de un Imperio, Editorial Ariel, España 2007. • Caesar. Encyclopaedia Britannica, vol 15. Encyclopaedia Britannica Inc, Chicago, 2007. • Cayo Julio César. Comentarios de la guerra de las Galias, Editorial Porrua, México 1986. • Grant M. Julio César. Editorial Bruguera. Barcelona, 1971. • Hughes JR. Dictator Perpetuus: Julius Caesar. Did he have seizures? If so, what was the etiology? Epilepsy & Behavior, 2004.

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LAS RAÍCES DEL DSM-IV Antes de Kraepelin Cuando la psiquiatría llegó a los umbrales del siglo XIX, había dejado atrás varias etapas de conceptos primitivos sobre las enfermedades mentales. Sorprendentemente, el modelo sobrenatural que consideraba al paciente psicótico poseído por demonios o espíritus dañinos, prevaleció hasta bien entrado el siglo XVIII. El exorcismo y el confinamiento en condiciones infrahumanas estaban a la orden del día. El modelo moral, que se instaló a fines del siglo XVIII consideraba que el comportamiento anormal era deliberadamente adoptado por el mismo individuo que lo padecía. El tratamiento no varió sustancialmente del que se aplicaba para el modelo sobrenatural. Una ráfaga de progreso introdujo a principios del siglo XIX el modelo médico que asumía que la psicopatología era producto de causas naturales que pueden ser identificadas por la ciencia empírica y se empezaron a introducir técnicas de rehabilitación. Sin embargo, la nosología de las enfermedades mentales era confusa, aspecto que impactaba negativamente sobre el enfoque terapéutico. Sería el psiquiatra alemán Emil Kraepelin, quién emprendió la titánica tarea de clasificar los numerosos trastornos mentales y por ello se lo considera el fundador de la psiquiatría moderna, de la psicofarmacología y de la psiquiatría genética. Kraepelin estudió en la Universidad de Leipzig y después de trece años de capacitación, fue designado profesor en la Universidad de Tartu, actualmente en Estonia. Trabajó en la clínica universitaria, que contaba con 80 camas de internación. Adoptó una metodología exhaustiva para las historias clínicas, lo que le permitió seguir el curso y la evolución de las enfermedades, que fue de gran utilidad para clasificarlas.

La hipótesis de la dicotomía Al cabo de diez años de experiencia clínica, Kraepelin publicó una clasificación de los trastornos mentales basada en síndromes y no en la simple similitud de síntomas comunes. La psicosis era por entonces un concepto unitario y Kraepelin la dividió en dos formas distintas: la depresión maníaca

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Emil Kraepelin (1856-1926).

(que actualmente abarca los trastornos del estado de ánimo como la depresión mayor recurrente y el trastorno bipolar) y la demencia precoz. Había nacido la hipótesis de la dicotomía que aún sigue vigente.

Primeros pasos hacia la clasificación del DSM-IV En la cuarta edición de su tratado de psiquiatría Lehrbuch der Psychiatrie de 1893, Kraepelin ubicó a la demencia precoz junto con los trastornos degenerativos, pero separada de la catatonía y la demencia paranoide. Luego, en la sexta edición de su obra en 1899, consideró a los tres tipos clínicos como diferentes expresiones de una misma enfermedad: la demencia precoz. Uno de los principios básicos de su método fue el reconocimiento de que cualquier síntoma podía estar presente


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en varios trastornos. Por lo tanto, lo que diferenciaba a un trastorno de otro no es el síntoma, aún siendo patognomónico, sino el patrón de comportamiento del conjunto de síntomas. Kraepelin también describió por primera vez el componente genético hereditario de algunos trastornos como la esquizofrenia y el estado maníaco-depresivo. Observando el curso de las enfermedades, describió el deterioro progresivo, aunque a veces errático, de las funciones cognitivas en la esquizofrenia. En cambio, detectó que los pacientes maníaco-depresivos tenían una evolución intermitente con intervalos relativamente libres de síntomas entre los episodios agudos. Kraepelin tenía el concepto unitario del trastorno maníaco-depresivo que con el tiempo fue fragmentado en subgrupos hoy englobados dentro del espectro de trastornos bipolares. Las teorías de Kraepelin sobre la etiología y el diagnóstico de los trastornos psiquiátricos forman la base del actual DSM-IV de la American Psychiatric Association y del sistema ICD de la OMS.

Emil Kraepelin y Alois Alzheimer Si bien Kraepelin y Alois Alzheimer trabajaron y detectaron juntos las lesiones histológicas de la demencia precoz, el primero sugirió generosamente que la enfermedad se denominara “de Alzheimer” y, en 1906, describieron ante sus pares la anatomía patológica de la enfermedad. Pasaron más de 100 años y esa descripción no sufrió ninguna modificación, sólo nuevos agregados aportados por la microscopía electrónica.

¿Kraepelin versus Freud? Kraepelin y Freud nacieron en 1856 y a escasa distancia geográfica, pero los separaron teorías psiquiátricas opuestas. Freud estableció el modelo metapsicológico con los fenómenos del consciente y el subconsciente. Para Kraepelin, sin embargo, los trastornos mentales tenían bases anatomopatológicas y químicas. Los académicos han querido enfrentarlos. Sin embargo, el aporte tan di-

Alois Alzheimer (1864-1915). ferente de estos dos genios se manifiesta complementario: Freud se introdujo en el mundo interior de la neurosis mientras que Kraepelin fue la mirada organizadora de la psiquiatría.

Bibliografía

Sigmund Freud (1856-1939).

• Angst J. Gamma A. Diagnosis and course of affective psychoses: was Kraepelin right? Eur Arch Psychiatry Clin Neurosci. 2008 Jun;258 • Fischer BA y Carpenter WT Jr. Will the Kraepelinian dichotomy survive DSM-V? Neuropsychopharmacology, 2009 • Scientology Today. Emil Kraepelin. Disponible en: <http:// www.spiritus-temporis.com/emil-kraepelin/ 2005> • Trede K. 150 years of Freud-Kraepelin dualism. Psychiatr Q. 2007 Sep;78 • Institute for the Study of Healthcare Organizations & Transactions. Psychiatric diagnosis. http://www.instituteshot.com/Psychiatric%20Diagnosis.htm

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LOS MISTERIOS DE HILDEGARDA DE BINGEN M il años después de haber sido escritas, las visiones de Hildegarda de Bingen mantienen intacta su fuerza mística y poética. Su valiosa prédica, su intensa vida y su obra fueron rescatadas y estudiadas en los últimos años. Sus visiones de inspiración divina han sido analizadas por místicos, devotos y teólogos. Sin embargo, algunos científicos han afirmado que estas visiones estarían relacionadas con las migrañas que la religiosa habría padecido desde su primera infancia.

Una mujer de avanzada Hildegarda fue una de las mujeres más interesantes e influyentes de la Edad Media. Décima hija de familia noble, nació en el año 1098 en Bermersheim, cerca de Maguncia, Alemania. Aún siendo niña, fue confinada a un monasterio, y a los dieciocho años se ordenó como religiosa, pero su vida de ningún modo se limitó a las paredes del convento. Curiosa y ávida de conocimientos, Hildegarda no sólo llegó a ser abadesa a los 38 años, sino que se destacó como mística, científica, compositora, pintora y escritora. Su extraordinaria música ha llegado hasta nosotros, junto con sus libros de teología y ciencia y la frondosa correspondencia que intercambió con los personajes más influyentes de la época, incluso papas, reyes y emperadores. “Yo vi como una gran montaña de color ferroso, y sentado sobre ella a un Ser tan resplandeciente, que Su resplandor reverberaba y me estorbaba la visión. A uno y otro de Sus lados se extendía una delicada sombra, como un ala, de anchura y largo asombrosos.” Hildegard von Bingen: Visión del señor sobre el monte santo (Scivias).

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los ojos, ni con el pensamiento, ni con la ayuda de los sentidos. La luz que veo no puede ser localizada y sin embargo es más brillante que el sol”, así define Hildegarda las visiones que describió en sus escritos con exquisitas y coloridas ilustraciones. Sus libros de carácter teológico son: Scivias Domini (Conoce los caminos del Señor), Liber Vitae Meritorum (Libro de los Méritos de la Vida) y Liber Divinorum Operum (Libro de las Obras Divinas). En ellos detalla sus visiones y elabora una compleja cosmovisión que da cuenta de la Creación, la Redención, la Salvación, el origen divino de la naturaleza, el bien y el mal. En la tercera visión de Scivias, por ejemplo, describe la Creación del Universo: “Luego vi un gran instrumento redondo y umbroso, semejante a un huevo, (…) En esa misma piel había un fuego tenebroso, tan terrible que ni siquiera podía mirarlo, y que fustigaba con su ímpetu la piel toda, lleno de estampidos, de tempestades y de afiladísimas piedras, grandes y pequeñas.”

Hildegard von Bingen: Visión del huevo cósmico (Scivias). Durante su larga vida –murió a los 82 años- Hildegarda viajó a distintos lugares de Europa en barco y a caballo. Fue la primera mujer que predicó en templos y plazas colmados de multitudes. Se atrevió a denunciar la corrupción eclesiástica, y predicó contra la herejía de los cátaros. En 1147 fundó un convento autónomo para mujeres en la localidad de Bingen, pese a la resistencia de la jerarquía eclesiástica, que hasta entonces consideraba que todo convento femenino debía depender de otro de varones. Basada en la Teoría de los Humores que regía la medicina de la época, Hildegarda escribió tratados de medicina donde estudiaba el cuerpo humano, indagaba en la sexualidad y detallaba las hierbas con las que podrían curarse distintas enfermedades, pero sin duda sus obras más destacadas son los tres libros de carácter místico en los que detalla sus visiones.

Las visiones “Desde mi infancia hasta el presente –tengo más de setenta años ahora-, siempre vi esta luz en mi espíritu, no con

Hildegard von Bingen: Visión del Hombre Universal (Liber Divinorum Operum).

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La teoría de Singer causó gran revuelo entre quienes sostenían la inspiración divina de estas revelaciones. La controversia continuó y otro científico, Oliver Sacks, dedicó un anexo especial de su libro Migraine (La Jaqueca) a la figura de Hildegarda. Este médico afirma que las experiencias de las que da cuenta en sus relatos -ceguera, parálisis, mareos, náuseas- y las imágenes que describe, se corresponden con las perturbaciones visuales que el paciente experimenta en el aura que antecede al dolor de cabeza. Sacks, sin embargo, no cuestiona el carácter divino que se atribuye a las visiones de Hildegarda: “Gracias a su espíritu y poder intelectual, pudo convertir una enfermedad debilitante en palabra de Dios y crear prodigios con ella”, afirma. Más allá del enigma de las visiones de Hildegarda, nadie ha dudado de la belleza y espiritualidad de sus palabras, y del extraordinario mundo que se abre detrás de ellas: “Así como el sol, la luna y las estrellas se reflejan en el agua, también los escritos, los dichos, las virtudes y las obras de los hombres brillan ante mí (…) Algunas veces, percibo en esta luz otra a la que llamo la luz que vive por sí misma. Y cuando la miro, toda aflicción o dolor se va de mi memoria, al punto de sentirme de nuevo una simple doncella, y no una anciana mujer”. Hildegard von Bingen: Árbol de la vida (Liber divinorum operum).

Un abordaje científico En 1928, el científico británico Charles Singer publicó su libro From Magic to Science (De la Magia a la Ciencia), en el que dedicaba un extenso ensayo a las visiones de Hildegarda y las atribuía al padecimiento de migrañas. “En todas las visiones el elemento predominante es un punto o un grupo de puntos luminosos que relucen y se mueven a la manera de las olas, y que son interpretados como estrellas u ojos flameantes”, afirma Singer para abonar su tesis, y agrega: “En algunas de estas visiones el médico o el paciente que padece migrañas podrá, creemos, reconocer fácilmente los síntomas del escotoma centelleante”. Para ilustrar esta afirmación, cita el siguiente párrafo de la obra de Hildegarda: “Vi una estrella, espléndida y bellísima, y junto a ella una enorme multitud de estrellas fugaces que la acompañaban hacia el sur… De pronto, todas se extinguieron, convirtiéndose en carbones negros, arrojadas al abismo de tal suerte que ya no pude verlas”.

Bibliografía • Singer C. The Visions of Hildegard of Bingen, Yale Journal of Biology and Medicine 78, 2005. Disponible en: http:// medicine.yale.edu/ • Sacks O. Migraine, understanding a common disorder, University of California Press, 1985. • Fraboschi AA. Hildegarda de Bingen. Disponible en: “http://www.hildegardadebingen.com.ar • Hildegardiana. Santa Hildegarda de Bingen. Disponible en: “http://www.hildegardiana.es/” • Tacconi JE. Cefaleas: algo de historia. Disponible en: “http://www.cefaleas.org.ar/hildegarda.pdf” • Fordham University. The Life and Works of Hildegard von Bingen (1098-1179). Disponible en: <http://www.fordham. edu/halsall/med/hildegarde.html Para escuchar algunas de las 77 composiciones musicales de Hildegarda de Bingen, se puede ingresar a las siguientes páginas entre muchas otras: http://www. youtube.com/watch?v=tbO8NXbgdbE&feature=related” “http://www.youtube.com/watch?v=jMnXjLD7J24”

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