EL PENSAMIENTO ATENTO. COMPENDIO PRÁCTICO DE ÉTICA Anthony Weston
EL PENSAMIENTO ATENTO. COMPENDIO PRÁCTICO DE ÉTICA Anthony Weston
COLECCIÓN SIGLO XXI: ÉTICA ACTUAL
PROTEUS
Dirección Editorial: Miquel Osset Hernández Diseño gráfico de la colección: CanalGràfic Diseño editorial: Ana Varela Fotografía de la portada: © Ana Varela
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Primera edición: septiembre 2009
© Anthony Weston «A Practical Companion to Ethics, Third Edition» © 2006, Oxford University Press, Inc. Esta traducción de «A Practical Companion to Ethics, Third Edition» es publicada con el consentimiento de Oxford University Press. © para esta edición: Editorial Proteus c/ Rossinyol, 4 08445 Cànoves i Samalús
www.editorialproteus.com Depósito legal: ISBN: 978-84-936999-7-0
ÍNDICE Introducción................................................................................................................................9 Empezando...............................................................................................................................13 ¿Quién necesita la ética? (p. 13) — Algunos términos clave (p. 15) — El dogmático y el racionalista (p. 16) — Ética y diversidad (p. 20) — Para practicar y pensar (p. 24) — Notas (p. 26) Ética y religión..........................................................................................................................29 Ponerse de acuerdo (p. 29) — Deje que las historias sean sólo historias (p. 32) — Pensar por sí mismo (p. 35) — Para practicar y pensar (p. 38) — Notas (p. 41) Resolución creativa de problemas en ética..............................................................................45 La necesidad de inventiva en ética (p. 45) — Cómo ampliar sus opciones (p. 48) — Cómo reformular los problemas (p. 53) — Una ojeada a algunas estrategias de resolución de problemas (p. 58) — Para practicar y pensar (p. 58) — Notas (p. 60) No polarice: conecte.................................................................................................................63 «Correcto frente a incorrecto» (p. 63) — Piezas del puzzle (p. 65) — Avanzando juntos (p. 67) — Para practicar y pensar (p. 74) El viaje en marcha.....................................................................................................................79 La ética como experiencia de aprendizaje (p. 79) — Mirando más allá (p. 81) — El círculo en expansión (p. 86) — Para practicar y pensar (p. 91) — Notas (p. 93)
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INTRODUCCIÓN
Este libro es una invitación a la ética. Se propone llenar el vacío existente entre los asuntos teóricos, propios de filósofos, y las dudas prácticas que experimentan quienes dudan y quienes se acercan por primera vez a ella. Una pregunta habitual suele ser: ¿quién necesita la ética?, ¿por qué plantearse el tema de los valores? y ¿cómo llegar a un acuerdo con la ética laica si ya dispones de una religión? Se trata de preguntas reales que necesitan ser contestadas antes de que el resto de la ética (sus teorías, sus métodos y su historia) puedan hablarnos. Este libro aspira también a establecer las conexiones entre ética y algunos métodos útiles, propios del pensamiento práctico. Existe, por ejemplo, amplia bibliografía acerca de la resolución creativa de problemas: sobre la multiplicación de opciones y la redefinición de problemas a fin de que un problema inicial sea transformado. Existe una bibliografía igualmente amplia acerca de la resolución de conflictos y acerca del compromiso: habilidades cruciales si queremos evitar la polarización de valores y de las personas que los defienden. Este libro saca a la luz todas estas cuestiones. Este libro, finalmente, te invita a considerar la ética como si ésta fuese un viaje. Parte de nuestra tarea, tanto práctica como personal, es mantenernos abiertos a las complejidades de las vidas reales y a las posibilidades ocultas que ofrece el mundo. Un poco de apertura de mente puede abrir un gran camino. Algunos de los desarrollos más interesantes de la ética contemporánea empiezan precisamente aquí. Pensemos, por
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ejemplo, en la emergente sensibilidad ética hacia los animales como uno de los modos en que la historia de la ética sigue avanzando en nuestra época. Este libro, entonces, es un compañero práctico para la ética. Tiene la intención de ser un suplemento esencial a la habitual introducción a la ética, y un libro de herramientas para la ética práctica. Invita, explica, mejora, amplía; coloca a la ética junto a un amplio espectro de posibilidades prácticas a fin de aclarar su papel y su potencial; aspira a desvelar posibilidades creativas allí donde nosotros sólo vemos dilemas y conflictos intratables; aspira a abrir nuestras mentes y nuestros corazones. Puede parecer extraño que un libro así sea necesario. ¿Por qué las grandes teorías sobre ética, los muchos manuales existentes o las recopilaciones de textos sobre ética no pueden explicar la ética por sí solas? La respuesta es compleja (y controvertida), y no es algo sobre lo que nos podamos extender aquí. Diré tan sólo lo siguiente: una invitación mejor a la ética es necesaria porque la mayoría de los trabajos importantes sobre ética suelen dar por supuesta la necesidad de la ética. Esto no es exactamente una objeción (la mayoría de trabajos sobre mecánica del automóvil o sobre teoría de la danza suelen dar por supuesta también la necesidad de la mecánica del automóvil o de la teoría de la danza) pero deja cuestiones por resolver. Un suplemento puede ayudar. De otro modo, la ética puede parecer algo demasiado académico o problemático. ¿Por qué pensar por uno mismo y arriesgarse a la desaprobación social o a la incertidumbre cuando puede simplemente aceptarse la palabra de las autoridades dominantes? ¿Por qué pensar si podemos actuar conforme a nuestros sentimientos? ¿Por qué, en realidad? Los libros habituales sobre ética raramente discuten el método de la ética: cómo enmarcar un problema para que pueda ser resuelto de la forma más eficaz; cómo lidiar eficazmente (interpersonalmente), o políticamente, con los desacuerdos éticos fundamentales; o por qué y cómo los sentimientos importan. Muchos filósofos prefieren centrarse exclusivamente
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en los desafíos intelectuales, únicos, de la ética, pero la mayoría de la gente acude a la ética para aprender a vivir. Esa es una cuestión mucho más amplia. Concentrándose exclusivamente en ciertos desafíos intelectuales, únicos, de la ética, nos arriesgamos a despreciar las habilidades prácticas (y creativas, e imaginativas) que son vitales para la ética, pero no exclusivas de ella. Así, parte del objetivo de este libro consiste en unir a la ética con las habilidades para la vida: en poner a la ética en su lugar correcto. Este libro, por tanto, no reitera historias sobre ética ya existentes. Apenas menciona las teorías habituales, sus ventajas, defectos y aplicaciones. Ya están disponibles en otros sitios. Por contra, nuestro interés aquí se centra en las habilidades prácticas que hacen funcionar a la ética día a día, y que puedan hacerla funcionar mejor. Quizá muchísimo mejor. ¡Y eso ya es mucho! Es posible que parte de lo aconsejado en este libro pueda parecer obvio. Si es así, recuerde que solemos ser mucho mejores a la hora de dar consejo a otros que a la hora de reconocer cuándo lo necesitamos nosotros mismos. De hecho, necesitamos también consejo, incluso el consejo más simple. Necesitamos los recordatorios. Además, incluso cuando un error es «obvio», cómo seguir adelante de la mejor manera posible, cómo evitar el error para una siguiente ocasión, puede no ser obvio en absoluto. Puede precisar algo de tiempo y cuidado desarrollar las habilidades necesarias. Deles el tiempo y cuidado que necesitan. Compensarán con creces el esfuerzo.
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¿QUIÉN NECESITA LA ÉTICA? ¿Por qué no es suficiente con seguir nuestros sentimientos, o dejarnos guiar por nuestros instintos a la hora de decidir qué hacer o cómo vivir? Los sentimientos son algo esencial, por supuesto. Una vida sin amor, emoción, o incluso dolor, no es vida en absoluto. No existe ética que pueda negarlo. Pero los sentimientos no son todo. Puede que sean el inicio, pero no son el final. Algo de pensamiento es también necesario. Consideremos, por ejemplo, los prejuicios. Prejuzgar implica tener un fuerte sentimiento negativo acerca de alguien que difiere en etnia, género, edad, o clase social de nosotros. Si la ética fuese un mero asunto de sentimientos, no habría nada que decir en contra de esos prejuicios. Sería perfectamente moral discriminar a la gente que no nos gusta. El instinto dice sí. La ética dice no. La ética puede cuestionar esos sentimientos íntimos. «Prejuicio» significa, literalmente, «juicio a priori»: es una forma de no prestar atención, pero el caso es que necesitamos prestar atención. Necesitamos preguntar por qué sentimos lo que sentimos, si nuestras creencias o sentimientos son ciertos u honestos, cómo nos sentiríamos en el lugar de la otra persona, etc. En suma, necesitamos preguntarnos si nuestros sentimientos están justificados, y, cuando no lo están, qué sentimientos alternativos deberían ocupar su lugar.
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Así, la ética nos pide pensar cuidadosamente incluso acerca de sentimientos que pueden llegar a ser muy intensos. La ética nos pide vivir atentamente: preocuparnos acerca de cómo actuamos y cómo sentimos. Consideremos algo diferente a la opción de «guiarnos por nuestros instintos». Los instintos y los sentimientos pueden simplificar en exceso situaciones complejas. Queremos sentir claramente incluso cuando ello no es posible, y queremos persuadirnos de que lo es. El pensamiento atento, por contra, es mucho más paciente. Allí donde las cosas no están claras, por ejemplo, el sentimiento quizá tenga que esperar. Una seguridad prematura es peor que la confusión. Es preferible tener que vivir con ciertas preguntas durante mucho tiempo antes de decidir qué deberíamos sentir en relación a ellas. Nuestros sentimientos, además, son fácilmente manipulables. Es fácil, por ejemplo, ser influido de algún modo mediante un «lenguaje tendencioso»: un lenguaje que actúa sobre nuestras reacciones emocionales. Defina el aborto como «asesinato de niños», y creará un sentimiento tan negativo que cierra la discusión en torno al aborto antes de que se inicie. Pero un «feto» no es un «niño». Por contra, si describe el aborto como «cirugía menor», da a entender que se trata de algo ligero e, incluso, saludable. No lo es. De un modo u otro somos teledirigidos hacia un compromiso emocional preestablecido sin ni siquiera darnos cuenta. El hábito y el conformismo se hacen cargo del resto. El pensamiento atento, por contra, es más complejo y ambiguo. Y es empleando este enfoque cómo la ética aborda los temas más controvertidos de la actualidad, como el aborto, la ética profesional o la condición natural de otros animales. Nos preocupamos por otros animales, por ejemplo, pero también los usamos para comida, zapatos, ensayos clínicos, o incluso como deporte. ¿Debería detenerse todo esto? ¿No? ¿Debería detenerse algo de todo esto? ¿Por qué? ¿Cómo decidirlo? Estas preguntas no pueden ser respondidas de modo adecuado consultando simplemente a nuestros sentimientos. Exis-
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ten demasiadas posibilidades, demasiados «usos» diferentes, demasiadas opiniones y prejuicios (por todas partes) que necesitan ser seleccionadas cuidadosamente. De nuevo, se necesita algo de tiempo y cuidado. Incluso, algo de compromiso. Cada tema moral discutido en este libro es otro ejemplo. Intentaré sugerir que es posible mucho más pensamiento inteligente y creativo sobre estos temas de lo que generalmente creemos. Pero la palabra clave es «pensamiento». La ética nos invita a intentarlo.
ALGUNOS TÉRMINOS CLAVE
¿Qué es la ética? Los filósofos y los diccionarios a menudo suelen decir algo como esto: la ética es el estudio de los valores morales; considera cómo pensar de la mejor manera posible acerca de los valores morales y cómo aclararlos, priorizarlos e integrarlos de la mejor manera posible. Esta definición, por su parte, nos lleva hasta otras más. ¿Qué es un valor?, por ejemplo. En este libro, por «valores» me referiré a aquellas cosas por las que nos preocupamos; aquellas cosas que nos importan; aquellos objetivos o ideales a que aspiramos y por los que nos medimos a nosotros mismos o a otros en nuestra sociedad. Cuando hablamos de valores «morales», nos referimos a un específico tipo de valores: aquellos valores que dan voz a las necesidades y expectativas legítimas de otros, así como de nosotros mismos. «Expectativas legítimas» puede haber de muchos tipos: esperamos con todo derecho ser tratados respetuosamente, por ejemplo, y con honestidad y cuidado. A menudo empleamos los términos «ético» y «moral» como si fuesen intercambiables. No obstante, a menudo es útil distinguir los valores morales que poseemos del proceso deliberado de reflexionarlos, criticarlos y revisarlos. El término «ética» posee un matiz más crítico y autoconsciente. Aquí, intentamos ir más allá de vivir nuestros valores, y reflexionarlos.
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EL DOGMÁTICO Y EL RACIONALISTA
Pensar es duro, y a veces desagradable. ¡A veces hemos de cambiar de opinión! En consecuencia, hemos desarrollado algunas formas bastante efectivas de evitarlo. Para iniciarnos en la ética necesitamos estar prevenidos contra algunas de ellas. Por qué escuchar Todos conocemos ejemplos de personas que se hallan tan comprometidas con sus creencias morales que no pueden ver otro enfoque posible, y que no pueden defender sus propias creencias de otro modo que no sea afirmándolas y reafirmándolas (en voz cada vez más alta, probablemente). Eso es dogmatismo. Puede parecer que escuchan (o no), pero no cambiarán de opinión. Nómbreles «su» tema (o quizá cualquier tema), y ya conocen la respuesta. Para ser claros: estar comprometido con un cierto conjunto de valores viviendo de acuerdo con ellos, o intentándolo, o adhiriéndose a ellos tanto como se puede, está muy bien. Y existen ciertos valores morales básicos que todos compartimos y con los que todos deberíamos estar firmemente comprometidos. El dogmatismo es un problema porque alguna gente va mucho más lejos. No hace distinción entre los hechos básicos de nuestra vida moral y las opiniones morales de cada día que no son en absoluto tan obvias. Cada uno de sus juicios de valor, para ellos, tiene la misma importancia que los Diez Mandamientos. Los dogmáticos tienden a estar en desacuerdo acerca de muchos asuntos, lo cual no deja de ser irónico. Los dogmáticos están de acuerdo, en cambio, en que el pensamiento cuidadoso y abierto acerca de los asuntos morales no es necesario. Después de todo, si ya conoces la respuesta, no hay necesidad de pensar en ello. Si necesitas discutir para defender tu
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posición, admites que necesita ser defendida, lo cual implica que la gente pueda, legítimamente, tener dudas. Pero eso puede no ser cierto: ya sabes que tu posición es la única correcta, así que cualquier argumento razonado en favor de tu posición es innecesario, y cualquier argumento razonado en contra de tu posición es, obviamente, absurdo. Así que, ¿por qué escuchar? La ética, una vez más, dibuja un paisaje diferente. A pesar de los estereotipos, la finalidad de la ética no es moralizar o dictar qué debe hacerse. La finalidad auténtica de la ética es ofrecer formas constructivas de pensar acerca de asuntos difíciles, reconociendo desde un principio (y ése es, de hecho, el auténtico argumento racional para la ética) que el mundo raramente es tan simple o evidente. La lucha y la incertidumbre son parte de la ética, pues son parte de la vida. Es conveniente ajustar nuestra forma de hablar. En lugar de afirmaciones categóricas u opiniones dogmáticas, al estilo de un parachoques («Comer Carne es un Asesinato», «Dios es Pro-Vida», etc...) necesitamos hablar de un modo que resulte menos categórico y definitivo. Hay muy pocas posiciones morales que puedan ser encorsetadas en afirmaciones tan categóricas o en un eslogan, por muy hábil que se sea. Esta forma de presentar los temas, además, polariza los puntos de vista y hace parecer a la otra parte como estúpida o engañada. No asigne nombres tampoco («Vosotros, fanáticos de lo derechos de los animales...», «Vosotros, Aporreadores de Biblias...»). Evite las etiquetas cómodas («extremista», «derechista»...). Al hablar de un modo más abierto puede ayudar a empezar a pensar también de un modo más abierto. Al menos, creará conversaciones de un tono muy diferente... Lo habitual es que una afirmación dogmática provoque una respuesta opuesta igualmente dogmática. Hable de modo diferente, y no sólo su mente sino sus conversaciones puede que se abran de modo diferente, y más constructivo.
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Autojustificación improvisada Ofrezco un punto de vista en una discusión moral. Alguien me contradice. Mi primera reacción, intuitiva, es defender lo que yo haya dicho incluso si el argumento en contra es correcto. Llámele a esto «autojustificación improvisada». Es una forma de generar excusas automáticamente y defenderse de lo que en ocasiones denominamos «racionalización». Puede que ni siquiera se llegue al punto de preguntarnos si el argumento en contra es correcto. Esa es la idea. Prefiero no hacerlo. La autodefensa es más importante. Intento ocultar mis incertidumbres (o inseguridades, o semi-conocimiento, o deseos) intentando aferrarme a cualquier excusa, y cualquier excusa es válida. «Está bien engañar a la compañía telefónica porque... porque, bueno, todo el mundo lo hace, porque la compañía telefónica también lo hace... porque...». Si se le solicita dar sus razones, debería darlas. No hay nada malo en intentar defender su punto de vista. El problema radica en la reacción automática o improvisada (o, más exactamente en la «falta de solidez») de la defensa. Una vez más, se convierte en una excusa para no pensar. Ejemplo: S.: Por supuesto que la pena de muerte disuade a los asesi-
nos. Es un hecho probado que las tasas de asesinato son menores en los estados con pena de muerte. A.: No estoy tan seguro de eso. Por lo que yo sé, en la mayoría de estados con pena de muerte las tasas de asesinato son más altas. S.: Bueno, puedes probar lo que quieras con números. S apela inicialmente a los «números» (tasas comparativas
de asesinato) para apoyar su posición. Una vez contradicha, no reconsidera su posición o explora otras posibilidades. Simplemente, desprecia otros estudios que estén en desacuerdo con lo que ella cree, y en este proceso decide despreciar los
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«números» que ella misma había citado. Pero no se da cuenta. Puede estar seguro de que en la próxima discusión volverá a citar el mismo «hecho probado». No hay formas a prueba de fuego para evitar racionalizar. Exige una mezcla de autoconfianza, honestidad y madurez que se desarrolla lentamente. Incluso entonces raramente evitamos la tentación. En ocasiones, es difícil reconocer una autojustificación improvisada cuando se halla frente a tus ojos. Existen, no obstante, algunas estrategias útiles para superar la tentación. Cuando elaboramos excusas para proteger comportamientos u opiniones que en realidad deberían ser cuestionados o cambiados, solemos acabar teniendo que defender nuestras excusas también. De este modo, nos cargamos con más y más opiniones estúpidas, nuevas e inventadas, improvisadas, para tapar los agujeros que nosotros mismos hemos generado, pero las nuevas opiniones es muy posible que también tengan sus agujeros. No es un juego ganador. Obsérvese a sí mismo. Avance un poco más lentamente la próxima vez que se encuentre intentando lanzar algún tipo de excusa, y deje reposar las preguntas. Pregúntese, por contra, y en primer lugar, si su argumento está bien razonado. Espere hasta que esa irritación o ese enfado revelador puedan ser puestos en entredicho. A menudo nos encontramos a nosotros mismos sintiéndonos irritados o enfadados cuando nuestras excusas más valiosas son persistente, eficazmente puestas en entredicho. Nos enfadamos, por supuesto, con la persona que nos cuestiona en lugar de considerar que quizá nosotros podemos estar en un error por ofrecer, de entrada, una excusa improvisada. Tome esa irritación como una señal de alerta. Evite el contraataque automático. Obsérvese de nuevo. A la hora de escuchar a alguien, ¿está realmente intentando comprender, o está simplemente esperando a que la persona se detenga para dar su respuesta? ¿Intenta «ganar» o aprender? Escuche el tono de su voz: ¿expresa una irritación ridícula? Concédase un respiro si lo necesita. Concédase algo de tiempo para pensar.
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ÉTICA Y DIVERSIDAD
Está cada día más claro que los valores morales varían. Yo creo que conducir a alta velocidad es moralmente correcto; tú no. Algunas sociedades toleran que su población de vagabundos sin techo pueda llegar a ser de millones de personas; otras sociedades consideran vergonzoso tolerar que una sóla persona tenga que vivir en la calle. Algunas culturas condenan el sexo entre personas jóvenes no casadas; otras lo estimulan. Reconocer diferencias como éstas puede conducirnos a una útil humildad. Ayuda a abrir un poco nuestras mentes, y puede darnos algo de espacio en ocasiones para intentar comprender las cosas por nosotros mismos. Lo que es correcto para ti puede no serlo siempre para mí. Es tentador, no obstante, ir más lejos. Partiendo de nuestras diferencias acerca de los valores morales alguna gente llega a la conclusión de que no es posible, ni necesario, pensar cuidadosa y críticamente acerca de los valores. «Todo es relativo», dicen. «Ocúpate de tus propios asuntos». Quizá cualquier opinión es tan buena como la siguiente. El «relativismo», en este sentido, es considerado a menudo como una amenaza o un desafío a la inconsciencia en ética. ¿Lo es? Diversidad y valores comunes Quizá no. A menudo, se exagera la importancia de la diversidad de valores. En ocasiones, los valores parecen variar simplemente porque tenemos convicciones diferentes acerca de los hechos que ocurren. Quizá, por ejemplo, no me preocupe conducir a gran velocidad porque creo que es totalmente seguro, mientras tú no crees que sea así, pero ambos valoramos la seguridad de igual modo: ese es el valor básico en cuestión que, en este caso, no varía. ¿Qué grado de diversidad tienen los valores básicos? Esa
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es una pregunta abierta. Algunos filósofos opinan que la ética, en sí misma, está enmarcada por una serie de acuerdos en torno a valores muy básicos: no causar daño a inocentes, por ejemplo, o no manipular a otros en tu propio beneficio. Toda sociedad ha de promover un cierto grado de respeto hacia las vidas de los demás, así como la honestidad en las relaciones sociales y económicas, si es que quiere sobrevivir como sociedad. Otros valores básicos puede que sean «relativos», como por ejemplo los valores asociados al género (son ejemplo de valores que parecen cambiar mucho de una cultura a otra). La relatividad de los valores en ese caso puede ser hasta cierto punto parcial, y a medida que los valores implicados son más básicos y esenciales, puede ser que converjan también. Además, solemos tratar con gente que comparte muchos de nuestros valores (y, por tanto, el hecho de pensar parte de un buen espacio natural desde donde empezar). Puede que usted y yo no podamos discutir, digamos, con caníbales acerca de la ética del canibalismo. Quizá. Pero, ¿discute usted muy a menudo con caníbales? Yo nunca he discutido con un caníbal, ni siquiera una vez, pero discuto constantemente con mis hijos, cuyos hábitos morales y alimentarios también son mejorables. Y puedo discutir con ellos: crecen dentro de nuestra cultura, y tienen algo que aprender. Aquí, donde se genera la mayoría de nuestros argumentos morales, es donde hay un amplio espacio para avanzar juntos. Diversidad y pensamiento crítico Analicemos cuidadosamente aquellos casos en que los valores realmente difieren hasta en su nivel más básico. Ello no implica automáticamente que no sea necesario pensar en esos casos. Puede que tengamos que pensar de un modo más crítico acerca de nuestros propios valores (lo cual ocupa la primera parte de este capítulo). En cualquier caso, hay mucho que aprender... Lo mismo es válido para nuestros argumentos o para nuestras discusiones con los demás. La gente suele estar en desa-
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cuerdo sobre cualquier tema (¿hay vida en Marte? ¿tiene la culpa el administrador?...), pero no suponemos que estos otros desacuerdos no puedan ser resueltos de un modo inteligente. De hecho, los desacuerdos generalmente provocan en nosotros más pensamiento crítico. ¿Por qué no, entonces, también en la ética? Que alguna gente sea racista no prueba que el racismo sea algo incorrecto «para nosotros». Prueba que hay gente que aún tiene mucho que aprender. Así, aunque el relativismo pueda parecer el modelo perfecto de apertura mental, tiene exactamente el efecto opuesto. Más bien puede cerrar nuestras mentes. Ejemplo: U.: Doy apoyo a la pena de muerte. Creo firmemente que
salva vidas porque obliga a los asesinos a pensárselo dos veces antes de matar a alguien. Además, la Biblia dice: «Ojo por ojo, y diente por diente». V.: No estoy de acuerdo U.: ¿Por qué? V.: Simplemente, no lo estoy. Es mi opinión, y es tan buena como la suya. Quizá sea un poco obvio, pero capte la idea. En este caso, el relativismo se desliza hacia la autojustificación improvisada. V la utiliza como una llave mágica para escapar a cualquier tipo de reflexión. No le interesa aportar otras razones, así que dejemos a U en paz. En realidad, todas las opiniones acerca de éste o de casi cualquier asunto moral precisan de reflexión. ¿Son buenos los argumentos de U? ¿Qué valores se hallan en el lado opuesto? ¿Cuáles son las razones de V en contra de la pena de muerte? ¿Es la pena de muerte realmente un elemento de disuasión? ¿No nos dice acaso la Biblia también «no matarás»? Tanto si los valores son «relativos» como si no lo son, no podemos prescindir de una buena reflexión.
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Diversidad como oportunidad para la ética En ocasiones, la amplia diversidad de valores genera la necesidad de la ética. Ciertas decisiones configuran nuestras vidas conjuntamente, y, por tanto, nos afectan a todos nosotros. El aire contaminado, por ejemplo, no afecta exclusivamente a quien contamina o a quien cree que la contaminación no supone problema moral alguno. Todos hemos de respirarlo. De igual modo, si nuestro país se adhiere a una declaración de guerra o prohíbe los alimentos modificados genéticamente o legaliza la eutanasia activa, todos nosotros estamos afectados hasta cierto punto. O, de nuevo: D.: Me opongo al aborto legal. E.: ¿Por qué no te metes en tus asuntos? O, mejor dicho: si
estás contra el aborto, ¡no tengas uno! Pero no es tan simple. Si algunos de nosotros practicamos el aborto y otros no, el resultado es una sociedad en la que se practica el aborto. El resto tiene que consentirlo, a menos que se nos deje al margen. En asuntos tales no podemos actuar como si cualquiera puede simplemente hacer lo que le apetezca sin que otros se vean afectados. La frase estándar del relativista, «métete en tus asuntos», es, por tanto, una respuesta antisocial. No sólo impide pensar al relativista: evita reconocer que en asuntos como éste, por mucho que difieran nuestras opiniones, hemos de encontrar formas inteligentes de seguir juntos. Asuntos como éste (ciertos asuntos morales básicos) no son sólo tus asuntos, sino el asunto de todos. Algunos filósofos afirman que, de hecho, ese es el punto clave de la ética: ayudarnos a conseguir ciertos consensos válidos para nuestras vidas cuando nos afectan los comportamientos de los demás. Desde este punto de vista, es precisamente para estos asuntos, aquellos en que el «métete en tus asuntos» no funciona como forma de abordar un problema, cuando
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hemos de entendernos, por mucho que difieran nuestras opiniones. Hemos de intentarlo, pensarlo y hablarlo. Eso no es nada más que la ética en funcionamiento.
PARA PRACTICAR Y PENSAR
Algunas preguntas Hemos citado algunas de las formas en que la gente cierra sus mentes, a menudo sin ni siquiera darse cuenta o admitir que es lo que ocurre. Ahora piense en sí mismo. ¿Cuándo actúa de forma dogmática? ¿Más en unos asuntos que en otros? ¿Cuáles? ¿Cuándo tiende a racionalizar? ¿Cuándo se pone a la defensiva? Dese algo de mérito también. ¿En qué temas es bueno escuchando? ¿En qué temas es usted sinceramente abierto? ¿Y por qué? Escuchar el «otro lado» Identifique una postura moral que le cueste especialmente tomarse en serio. Ahora póngase a prueba intentando describir o formular esa postura del modo más neutro posible. No necesita ser excesivamente efusivo y no intente ser excesivamente positivo; de hecho, es a menudo más fácil ser exageradamente positivo que plantear una cuestión de un modo cuidadoso. Intente simplemente plantear la cuestión de un modo razonable. Puede que tenga que buscar algo de información para ello. Si asiste a clase, pregúntele a un compañero quién defiende esa postura para ayudarle. Tenga en cuenta también las razones que se aducen habitualmente para defender esa postura. ¿Qué razones son esas? ¿Cuáles son las mejores razones que, según usted, le persuadirían hasta el punto de cambiar de opinión? Evite discutir acerca de la postura. Limítese a buscar la razón más fuerte que sea capaz de encontrar para defender esa pos-
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tura. Por otra parte, tampoco necesita estar de acuerdo con la postura (al fin y al cabo, la ha escogido no sólo porque está en desacuerdo con ella, sino porque le cuesta especialmente tomársela en serio). La cuestión radica en intentar comprenderla e intentar distanciarse un poco de sus propias reacciones. Un diálogo Dogmatismo, relativismo y varios tipos de autojustificación improvisada son, en parte, meros movimientos coloquiales o polémicos; es decir, tienen lugar en el transcurso de un diálogo, en el tira y afloja de una conversación o de una discusión. En ocasiones son sutiles... Examine cuidadosamente el siguiente diálogo, que tiene lugar durante una clase, y examine en qué punto (y por qué) el diálogo se tuerce. ¿Cómo sería un diálogo más abierto sobre el mismo tema? F.: Antes era más fácil que ahora luchar contra el racismo y
el sexismo. Cuesta imaginarse qué más puede hacerse. La discriminación positiva, por ejemplo, no es una respuesta tan clara... G.: Yo creo que sí es clara. Si Martin Luther King Jr. estuviese aún vivo, estaría en contra de la discriminación positiva. H.: ¿Por qué lo crees? Estuvo a favor de ella cuando estaba vivo, ¿no? G.: Siempre denunció todo aquello que era injusto. Yo creo que la discriminación positiva es injusta, así que... J.: No, tiene su sentido. Esta sociedad es aún racista y sexista, ya lo sabes. Y si sabes que alguien va a descartarte porque eres negro o mujer, un pequeño empujón reequilibra las cosas. M.: Bueno, tú debes ser la excepción que confirma la regla. ¡Todo el mundo que yo conozco está en contra de los cupos! L.: No creo que empleen cupos. Simplemente, comprueban
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a lo largo del tiempo modelos de contratación o de admisión en escuelas con ciertas predisposiciones. M.: Y entonces, ¿qué? Además, ¿cómo lo «compruebas»? ¡Tienes que emplear cupos! L.: Ordenadores o algo así. No lo sé. P.: En cualquier caso, es discriminación, tanto si se trata del racismo o sexismo de los que hablaba J, como si se trata de discriminación inversa para corregir discriminaciones pasadas. ¿Quién puede decir cuál es peor? J.: Para un momento. Las Universidades o Facultades ya dan hoy en día trato preferente a hijos de ex-alumnos, a atletas, e incluso a estudiantes procedentes de otras partes del país. ¿Qué hay de diferente en dar también preferencia basándose en la raza o el sexo? P.: ¡De acuerdo! Todo está dentro de tu cabeza: tú sólo estás discriminado si así es como te sientes.
NOTAS
Tenga cuidado con la tentación de interpretar cualquier tipo de escepticismo o de resistencia a argumentos de tipo moral como una forma de relativismo. Piense, por ejemplo, en la pregunta típica, «¿Quién es él para afirmarlo?», o «¿Quién puede decirnos que hemos de decir siempre la verdad?», o «¿Quién puede afirmar que el sexo fuera del matrimonio es algo incorrecto?» Este desafío puede resultar problemático, pues a menudo su función es la de poner punto final a una discusión que transcurría aportando alguna crítica útil. Muchos estudiantes y profesores suelen creer que se trata de una forma de relativismo, pero no está tan claro que «¿Quién es él para afirmarlo?» tenga esta interpretación en su uso habitual. La gente necesita un poco de margen para pensar por sí mismos, y cuestionar la autoridad moral de aquéllos que hacen afirmaciones dogmáticas o generalizaciones puede ser una forma de ganar ese margen.
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En otras ocasiones, lo que suele tomarse como relativismo puede tratarse simplemente de reconocimiento de la complejidad de los asuntos morales. Puede, después de todo, que no exista una única respuesta «correcta» para (muchas) cuestiones morales, pero no por razones relativistas. Puede simplemente suceder que muchas situaciones morales sean tan complejas que muchas respuestas diferentes pero igualmente buenas sean aceptables. De hecho, no se deduce de ello que cualquier respuesta es tan buena como la siguiente (hay muchas respuestas posibles incorrectas) o que el pensamiento crítico sea inútil en ética. Al contrario, una vez más: seguro que exige de una reflexión aún más sutil y flexible. Una página web útil para muchos asuntos relativos a la ética es «Ethical Updates», de Lawrence Hinman: http: //ethics.sandiego.edu. Cubre un amplio abanico de asuntos morales y ofrece conexiones con otras páginas web, así como un glosario útil de términos clave en ética. En concreto, para la cuestión del relativismo puede seleccionar la opción «relativismo moral» y acceder a artículos y a definiciones generales.