Boletín cicuta # 6

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BOLETÍN

Cicuta# 6

(Centro Irapuatense de Cultura, TradiciÓn y Arte) MAYO DE 2014


NOTICIA Somos un grupo de artistas y promotores de cultura residentes en diversas ciudades del estado de Guanajuato (algunos con reconocidas trayectorias de más de treinta años). Nos preocupa el desarrollo de las disciplinas que profesamos, pero nos preocupa aún más compartir nuestros dones y reflexiones con la comunidad que nos cobija. Estamos convencidos de que el arte debe cumplir la misión de enlazar los mejores sentimientos humanos en el propósito de construir sociedades más justas, participativas, fraternales. Nuestra apuesta es sobre todo por los jóvenes, en la pretensión de sumar a nuestro proyecto comunitario de cultura la mayor cantidad posible de lectores y apreciadores de las artes. Demás está decir que cada joven ganado para el arte y la lectura es un reducto de resistencia a la oferta perniciosa. Estamos presentes a través de este boletín de título CICUTA (por las siglas que nos reúnen, no por lo que el término metafóricamente pudiera aludir). Además, compartimos con ustedes algunos textos de creación literaria. En esa ocasión BOLETÍN CICUTA presenta, a manera de homenaje, tres reseñas del escritor y académico leonés Alejandro García.

AVISO: A partir de este número y para asegurar un óptimo nivel de extensión y contenidos, esta publicación cambia su periodicidad de mensual a bimestral.

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EDGARD CARDOZA BRAVO TRES LIBROS DE ALEJANDRO GARCÍA Alejandro García, Doctor en Lingüística Hispánica por la UNAM, es autor –entre otras publicaciones- de los libros de cuentos A usted le estoy hablando (1980, INBA), Perdóneseme la ausencia (1983, UAZ) y Salsipuedes(2007, Tlacuilo), del libro de ensayos El aliento de Pantagruel (1998, UAS) y de las novelas La noche del Coecillo (1993, Gob. Edo. Gto. – 2008, Tlacuilo, reedición), La fiesta del atún(2000, U. de Gto./U. de G.) y Cris Cris, Cri Crí (2004, Lectorum), Premio Nacional de Novela José Rubén Romero 2002.

1. EL ALIENTO DE PANTAGRUEL (ensayo): PROVINCIA Y LITERATURA Atendiendo a la definición clásica, las expresiones “provincia” y “provinciano” son exactas cuando se trata de referirnos a la generalidad de un país exceptuando su capital. Pero más allá del concepto, existen entre provincia y capital distancias casi insalvables, amplísimas zonas movedizas: encontrados modos de apreciación de lo diverso, falta de interés de ambas partes para dilucidar y como consecuencia respetar las diferencias, y hasta celos y resentimientos ancestrales. La urbe capital, es, con visos de razón, ante los ojos provincianos, resquicio vivo de la 3


etapa colonial, esquina sombría de la vieja corona que aún espera vasallaje. En el más hondo sueño provinciano (pesadilla quizá), la capital aparece siempre como la inexcusable vigía del poder omnímodo; y tras cada despertar, la ciudaddinosaurio pervive allí con su mirada altiva abarcándolo todo... Desde la percepción capitalina, su gran ciudad es el sueño hecho materia, pero incomprendida por la provincia, envidiada en su demasía de atributos... En resumen tenemos: una capital vanidosa frente a una provincia hipersensible. Difícil el encuentro. Son realmente escasas las investigaciones sobre el tema, y aún más las referidas al terreno de la literatura. Aunque es probable que existan otras investigaciones importantes, en nuestra región conozco únicamente dos estudios confiables: el libro de Benjamín Valdivia, El camino del fuego (1991), avocado a destacar las líneas más señeras de la reciente poesía guanajuatense; y El aliento de Pantagruel (1998), de Alejandro García, que abre la visión hacia otros tres estados vecinos. En esta ocasión, por el aspecto regional que me interesa abordar, hablaré únicamente de El aliento de Pantagruel. El libro de García, trata –como ya se señaló- de esas dificultades de relación, en lo literario, entre la provincia y el Distrito Federal, y del heroico proceso de homologación a los criterios y niveles creativos del DF (en términos de escritura) de cuatro estados del centro del país: Aguascalientes, Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas, en la voz de sus autores más representativos, durante el lapso 1970 – 1988. Lo importante -señala García- es reconocer las diferencias, pero aún más descubrir los valores posibles de tales divergencias para buscar en ellos posiciones de acuerdo. He aquí la distancia -según 4


el autor- motivo del conflicto: una capital obcecada en lo propio y con poco conocimiento de su complemento exterior, frente a una provincia que rinde más culto a un arraigado sentimiento de exclusión que a sus propios alientos positivos. Para ayudarnos a cicatrizar las heridas resultantes del ancestral enfrentamiento, se nos aconseja en El aliento de Pantagruel, untarnos bloqueadores dérmicos contra el ardiente sol capitalino y hurgar más en los atributos de la provincia; y afloraremos de tal experiencia –se nos dice- seres más tolerantes, más seguros del lenguaje, la mesura y la sensibilidad que nos identifican. La gran tesis a demostrar en este estudio, es que a partir de los años setentas la literatura de provincia –focalizada en los cuatro estados aludidos- empieza a consolidarse como bloque articulado, propositivo, libre de caravanas inútiles hacia lo creado en la urbe capital. Como detonantes inmediatos de tal amanecer, se destacan aquí dos acontecimientos: Primero, el movimiento estudiantil del 68, que trajo consigo, por un lado, la revaloración de la identidad mexicana en todos los ámbitos, y por otro, una fundamental toma de conciencia del sector pensante con respecto a su papel de moderador y termómetro de la sociedad. Segundo, la efervescencia talleril, iniciada en 1974 por el ecuatoriano Miguel Donoso Pareja en la ciudad de San Luis Potosí, que dotó de herramientas y oficio crítico y autocrítico a toda una generación de nuevos escritores, en este caso, de la región central de México. Es a partir de esos dos hechos específicos -argumenta García- cuando comienzan a desterrarse definitivamente las viejas concepciones –ahora sí provincianas- de obra y artista inspirados, para instaurar la conciencia de trabajo como sustento de la creación artística. Esa 5


toma de conciencia del proceso creador, no dependiente ya de la mano de Dios o de los duendes, conduce a nuestros escritores -que han ido conformando una identidad literaria- a perder la timidez y el ánimo de culto desmedido a los productos y espacios provenientes de la ciudad de México, y por consecuencia empiezan a surgir más y mejores escritores orgullosos y atentos de su origen. La dinámica cambia. Si antes verdaderos santones de las letras mexicanas como los jaliscienses Azuela, Arreola y Rulfo, después de gestadas sus obras mayores sienten el inmediato jalón de DF, ya porque consideraran en aquel tránsito el complemento lógico y usual del proceso de consolidación de sus trabajos, o simplemente porque su ego les gritaba que la gloria literaria no estaría completa si no recibían directamente el unánime aplauso de los capitalinos; lo cierto es que a partir de los años setentas las nuevas promociones de escritores del interior del país comienzan a no depender tanto de la bendición defeña y como consecuencia directa empiezan a generarse espacios propios de gestión, publicación y promoción (que a su vez generan, en específico, encuentros de escritores, conferencias, talleres, revistas, esfuerzos editoriales independientes, lecturas públicas, entre otras actividades). En este viaje a contrauso se demuestra cada vez con más notorias señales que lo escrito en y desde la provincia es también de excelente calidad, que nuestra literatura es mucho más que tonos rosas, lenguaje meloso, simpleza, cursilería, los rasgos distintivos del rostro literario provinciano que había venido percibiéndose desde la ciudad de México... El eco destellante de esta evolución desde el retraimiento a una expresión segura, digna de sí, lo 6


constituyen los galardones alcanzados por algunos de los integrantes del grupo estudiado: José de Jesús Sampedro (Zacatecas), Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes 1975 (quizá el Premio Aguascalientes es la distinción más importante de México en materia de poesía, otorgada por concurso); David Ojeda (San Luis Potosí), Premio Casa de las Américas 1978; o cualquiera de los numerosos premios obtenidos por Herminio Martínez (Guanajuato) y Benjamín Valdivia (originario de Aguascalientes, pero guana juatense por adopción), posteriores todos a 1984. Aunque el objetivo primordial del libro de García es el reconocimiento del lapso mencionado (1970– 1988) a través de la obra de doce autores destacados de la región (en orden de mención: Agustín Cortés Gaviño, Victor Sandoval, José de Jesús Sampedro, Ignacio Betancourt, Alberto Huerta, David Ojeda, Félix Dauajare, Severino Salazar, Juan Gerardo Sampedro, Herminio Martínez, Benjamín Valdivia y Juan Manuel Ramírez Palomares), el análisis se apoya en una serie de escritores mexicanos y extranjeros de voz universal (Rulfo, Paz, Fuentes, Joyce, Pound, Kundera, entre otros) y en cuatro antecedentes colectivos: el grupo Taller, el grupo de la revista Los Contemporáneos, la denominada Literatura de la onda y los escritores del llamado Boom literario latinoamericano.

El aliento de Pantagruel, es pues, el camino de un sueño vuelto realidad a fuerzas de transitar contra la lógica y la costumbre: la historia de la configuración de una literatura regional autosuficiente y vigorosa, que no intenta competir prejuiciosamente con otras expresiones, sino conversar con ellas en un 7


tono de igualdad, ejercitar la tolerancia dando cuenta de nuestro rostro más auténtico. 1970 es el año inicial de tal encuentro. 2. LA FIESTA DEL ATÚN (novela): EL DELFÍN TRAS LAS REDES El indiscutible punto de referencia de todos los escritos de Alejandro García es León, Guanajuato, la tierra de sus orígenes. En anteriores libros (los de cuentos A usted le estoy hablando /198O/ y Perdóneseme la ausencia /1983/, y la novela La noche del Coecillo /1993/) la acción ocurre dentro de los límites de su amado barrio coecillense, en la novela LA FIESTA DEL ATÚN las fronteras se amplían y abarcan el espacio de la ciudad entera. La propuesta es atrevida: León es la novela, la novela es protagonista y antagonista de su propia historia narrada en tono de autoconfesión a través de las luchas existenciales que la hacen ser, y en la voz de algunos de sus personajes prototípicos: un escritor (que es merolico, guasón, petimetre y elemento tomado a contravoluntad por la novela que es la ciudad, decíamos- para contar su historia), dos sobrevivientes trasnochados de la lucha cristera (Zenón Carrillo y Jonathan Escoplo) y la conciencia misma de la ciudad (que se comporta como plaza, calle, callejón, prisión o anciana presa por narcotráfico, entre otros personajes). El basamento del libro es la llamada Guerra Cristera y las implicaciones que -según el narrador- aún 8


perviven en el comportamiento de sociedad leonesa.

la actual

Desde tal planteamiento de novela-ciudadpersonaje la técnica narrativa de Alejandro García transgrede también el uso común de la mayoría de sus hermanas de género en donde el movimiento de la tensión y la lógica de las acciones están supeditados a los personajes humanos; en LA FIESTA DEL ATÚN, la conciencia colectiva y sus más recónditas y encontradas voces son quienes detentan el gobierno de la aventura narrativa, tanto, que de pronto pareciera que se está ante un ejercicio libérrimo de lenguaje en el que personajes y situaciones actúan únicamente de confeti de la fiesta. Y es que en este libro, García no sólo intenta pagar viejas deudas de ombligo y omisión con la ciudad que no cesa de habitarle las entrañas, quiere hacerlo además -en uno más de sus desplantes de lealtad- con las mejores joyas atesoradas en su camino de formación literaria: los ecos de James Joyce, José Lezama Lima y Julio Cortázar... León es su Dublín ampuloso, su CiudadDictador sorbiéndole la sangre, su Perseguidor, su Casa Tomada que le acosa, su más odiado amor. La sociedad se mueve por las contradicciones que engendra en su seno, señala la conciencia del texto en uno de sus pasajes. Desde tal apreciación, los personajes de LA FIESTA DEL ATÚN sólo se confirman y encuentran su misión en el espejo de su opuesto, pero el hilvane, el punto de conexión con los demás, siempre se aleja al momento de 9


llegar: la soledad es un tren interminable que no encontrará nunca estación y va dejando al hombre cada vez más aterrado, cada vez más diminuto, siempre al margen del viaje. Es ese el atún de la abominable fiesta, el hombre cotidiano perdido e n la neurosis de la ciudad, solo en la multitud, fatigado por el deseo nunca cumplido de sacar la cabeza de la red y gritar: no soy vulgar atún, sino delfín de cepa. Desde los epígrafes iniciales ese mismo signo fatal conduce las acciones: somos sólo bufones de obras ilusorias, locos perdidos en el laberinto de nosotros mismos que al final terminaremos siendo devorados o hechos caca aunque hayamos sido hermosos. La vida se reduce a una huida-persecución, persecución-huida. La vida es sólo desperdicio de atributos: ideales, amor, conocimiento... Sin remedio, terminaremos enlatados. En una interpretación próxima a su creador, esta novela expresa, además, el pasmo de un escritor ante las traiciones de su oficio; el desagradable hallazgo, de que después de lecturas, viajes, experimentos verbales, delirios imaginativos, el buceo apasionado por la cotidianeidad del amado terruño, la única enseñanza obtenida es que no quedan ya islas por descubrir, que la búsqueda obsesiva del cauce que convierta el Río del Muerto en bautisterio para curar de encono para siempre al León de su querencia, lo han convertido en alguien más común que antes, protagonista del fracaso de sus propias historias, caminante que retorna del 10


viaje con dos metales opacos en el alma: la soledad y el miedo. La isla de salvación, termina siendo la ciudad, ya humanizada al final de la novela por el dolor de sus habitantes. Es el triunfo de un amor odioso y desencantado, como el del autor por su León odiado-amado de la vida real. –––––––

3. SALSIPUEDES (cuento): LA VUELTA AL LABERINTO La palabra sugiere inmediatamente laberinto, angustia que raya en la locura. Más que físico, el laberinto, es errar mental, multiplicación de senderos posibles y entre todos ninguno que haga pie en el hallazgo: ¿qué idea luminosa, “la idea” por antonomasia, será capaz de liberarte de la pesadumbre de ambular sin rumbo, a expensas del azar?. La peor sensación de laberinto ocurre cuando ya crees vislumbrar la salida, y te percatas que todo es ilusorio, que el pretendido resquicio salvador es un cuenco voraz que succiona los esfuerzos y planes de evasión. ¿Te habrás perdido para siempre? Pero aún existe una posibilidad: sumarte a ese juego interminable de abrir grutas y agregar atmósferas sombrías, en calidad de portador de algún agente extraño al laberinto: el humor, por ejemplo. Exactamente, intenta enajenar al laberinto con los ecos de tu risa: jala por las uñas enroscadas al intruso de pies en hervidero, hacia tu propia maraña, funda en su vaivén interminable 11


el contrajuego de los ecos de tu risa: que se pierda al entrar en tu boca iluminada. Pasos de “Salsipuedes”, libro de relatos del leonés Alejandro García. Laberinto de laberintos, juego de cajas chinas: sal si puedes. El concepto trashumado en los sentidos. Los sentidos recreando fantasmas de la infancia-adolescencia. Los fantasmas discurriendo en un original lenguaje de contraseñas a través del barrio amado (el Coecillo) que en funciones de personaje primordial le reclama su desamor, su olvido, a la ciudad. Los asideros –como en todas las historias de García- son rotundamente reales: la guerra cristera, la familia, los amigos, los puntos de referencia tradicionales hoy prácticamente engullidos por la entraña consumista (el Malecón del Río, el llamado Arco de la Calzada con su león de cantera, la Catedral, el Puente Barón, el Mercado República, la antigua ‘zona de tolerancia’, la Central de Autobuses, ciertas calles, ciertos personajes), algunas imágenes y ritmos cercanos a la llamada “Época de oro del Cine Mexicano”, las alusiones cultas que se agregan sin razón aparente al fluir del laberinto, la pandilla como factor de identidad del “barrio bravo”, la familia disfuncional que emerge prestidigitada en ejemplo por gracia de la fe, el taxista –ésta especie de Leopold Bloom región cinco, éste Ulises de pacotilla- que literalmente hace de la ciudad su laberinto, y el prostíbulo-baile de máscaras-fiesta popular-pelea callejera-asalto verbal adonde los personajes humanos del relato llegan a intentar embonar las piezas de su conturbación existencial. A Salsipuedes, casa/ciudad sin accesos evidentes, se entra por los traspatios; por veredas, baldíos y esquinas en donde las pandillas han sentado sus reales; por los mitos urbanos que 12


saltan mimetizándose de una época a otra; por el lenguaje más insolente posible; por los ancianos aferrados a la música de sus años mozos; y hasta por las habitaciones de sórdidos hoteles que guardan secretos inconfesables. No se pretende ofrecer significados, aprehensiones lógicas, sino el suceder de situaciones según van acudiendo a la memoria. Sólo se plantean escenarios. Pero este viaje sin atisbo de conclusión, seguramente agota también al laberinto. Si quieres que se eche a tus pies, dale bola, sorpréndelo con tus bifurcaciones, ríete de él a carcajada limpia, ya te dije, pues si algo no soporta el señor éste, según dicen, es el ingenio y la ausencia premeditada de silencio. Que en Salsipuedes haya fiesta, emborráchalo al cabrón con sus mismas cucharadas: y quizá distienda un poco su rebujo. ¿Pero a cuál intrincamiento te refieres? Son quizá demasiados Salsipuedes para lograr etiquetarlos, y cada uno tiene sus propios vericuetos. Un primer escenario sería la ciudad/ cancha/ de/ badmington –para ponerlo en términos deportivos- en donde cada habitante porta una raqueta hiperactiva, que ha ido saliéndose de tiempo, aumentando de revoluciones conforme ha ido creciendo la ciudad, pero el objetivo a percutir, la pelotita emplumada (a horcajadas de la generosidad y demás virtudes del alma provinciana) flota pacientemente, en vuelo más que retardado, sin lograr conectar con su pretendido emisor: la raqueta rebota únicamente vacíos de primer mundo. El León fundacional, el entrañado, ondea sólo como débil música de fondo de la expansión de la ciudad. Identidad y desarrollo aún no se encuentran: se nos dice. Y éste es talvez el más claro juicio de valor expresado en el libro. Lo demás es caminar con pasos tambaleantes por 13


pasillos de azogue, entre espejos fracturados, recompuestos y vueltos a romper: un laberinto más... Podemos también encontrarnos (o perdernos más bien) en los gélidos pasajes de la ciudad estadística, la de las cifras lucidoras en asuntos de dinero; o en la urbe más antigua: de marcadas divisiones sociales pero concordante en cuestiones de fe; o en la masa gremial constructora de pasos para el resto del mundo; o en la realidad abisal del barrio y la pandilla; o simplemente en el León reinventado por la literatura, éste, cuyo artificio desborda el libro mismo, y ya se encuentra delineando muros y calles ciegas en éste intento de reseña. Si hay alguna verdad flotando en la maraña, es que Creamos nuestros propios espejos, nuestros propios mitos y enemigos, aunque nadie se fije en nosotros: los mismos fantasmas a los que tanto tememos y odiamos palidecerían de pavor por nuestra capacidad de venganza y proyección si los dejáramos existir (pag. 17). Ya se anuncia desde la estructura misma del relato en las subidas, bajadas, idas, venidas y notas fuera de borda (Po-la d’ananta katanta paranta, como diría el poeta José Coronel Urtecho en lenguaje misquito). Desde los nombres jocosos de algunos personajes (Vitola, la Pequeña Lulú, Cangrejito Playero, Vara Pitayera) ya se revela: la risa, el desenfado, es la salida. –––––––

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ROBERTO HURTADO EN EL RÍO Ebrio de paisaje ante el viento que mueve acompasadamente las briznas del maíz. Piel de tierra llena de vida carrera de perros ladridos en lejanía sinfonía de aves en las ramas de los mezquites cenzontles dominicos amarillos rojos cardenales. Barco de papel que se hunde en el río metafórico. Todo se enriquece con la presencia de la mujer mujer tierra mujer lodo mujer aire mujer agua. Sol al ocaso: reflejo de nubes informes infaustas melancolías en espera de la luna que se moverá con la miel del ágave.

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PABLO MOYA ZAFRA EN DÍAS DE LUNA ¿Sabes? Siempre te observo cuando dormitas. Así es más fácil para mí ya que te escribo tanto, trato de parar ese duermevela con cada letra, con cada frase escrita de este texto llamado vida. Roncas el son al que quieres vivir, morir y porque no, reencarnar en ese cuerpo tan tuyo: no quiero despertar. Tu voz es una de mis drogas favoritas, cantas las melodías de una virgen rodeada de amantes devotos, húmedos, en celo, que torturas con promesas que no cumplirás. Hablas como estúpida de autores que no has leído, que nunca leerás. Danzas poseída por una legión de hormonas excitadas por la mano de un sueño, para después caer cansada, fatigada, casi muerta. Ven, abre los ojos pues te asiré por la mirada para caminar en tus días de luna. Ven, llénate de mí, ojona.

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JAVIER DURÁN MAGDALENO DICEN Dicen que los locos aúllan la vida, viven la luna, escupen el sol, que bajo su piel hay vacío y en su alma un hueco incestuoso; la luz de esencia ausente de mirada, y hacen latir leprosas agonías.

Dicen que los locos no van aprisa en el olvido, se detienen en la simpleza de la intolerancia. Su inocencia blasfema contra la maldad, contra todos, contra nunca.

Dicen de ellos lo que anhelamos y se caen de bruces cuando marcan sus pieles los gritos de la mojigatería intelectual que es cosa aburrida en sus manos, todos los días. 17


Dicen de los locos lo que sus conciencias callan, porque les estorban los sentidos para fundirse con la abstracción de una bebida de tiempo, de una vianda de sólo sencillez, coágulos mentales y mucha austeridad.

Van solos por las calles, el viento no les toca, ni aún el olvido, por lo que se extravían de ellos mismos.

Dicen que los locos son igual al sexo porque en el clímax no hay razón, pero ellos son la razón del momento único de la vida: cuando ésta eyacula, da principio la muerte.

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TONY MEZA FELICIA Otra vez no pude detenerme. Me ganó la angustia y mis intenciones se fueron al abismo. Ella “le echa ganas a nuestra relación”: no dice nada, se aguanta, trata de aparentar que comprende, pero por la manera en que me mira cuando cree que no la veo, sé que no acaba de aceptarme. La otra noche le pedí que no me acompañara si le daba pena, pero contestó que no, que el trato era que saldríamos juntos cada vez que tuviera necesidad de cambiar. Hace tres meses, cuando me abandonó, se llevó a las niñas. No quería que siguieran viviendo con un enfermo: Le di la razón. Cómo retenerlas, si ni yo sabía lo que me pasaba. Entonces decidí ir al médico. Rogué por semanas, quería verlas, pero se opuso. Hasta que un día, sin avisarles, me presenté en casa de sus padres. Creí que no me iban a recibir, pero el día se pasó rápido al lado de ellas. Después, cuando se las llevaron a dormir, pude estar a solas con mi mujer. Ella les había ocultado la verdad, tal vez por vergüenza, de cualquier forma se lo agradecí. Esa noche, ya no tuve ganas de ponerme algo vistoso. En una de esa visitas le supliqué fuera conmigo a ver al doctor Mendoza. Él le explicaría lo que me pasaba. Aceptó. En la consulta lloró, y cuando salimos decidió regresar a casa. La única condición era que las niñas no me 19


volvieran a descubrir. Por un tiempo la angustia no apareció, pero hace una semana me avisaron en la oficina que soy de los que van a recortar. Es claro que me indemnizarán, pero el dinero no creo que nos alcance para todos los gastos que tenemos, tal vez podamos sobrevivir dos meses, pues encontrar trabajo en estos momentos está difícil. Por eso lo hice, para calmarme. Porque la única forma que tengo de transformarme es ésta. Me hace sentir como si fuera otra persona. Cuando lo comenté con mi mujer, se me quedó mirando. Luego noté la fuerza con que sacaba la ropa, y pidió al cielo que ojalá y nadie nos viera. Así que esa noche salimos. Felicia iba con un vestido que no llamaba la atención. También me vestí con algo discreto, luego busque en el fondo del clóset, entre mis pelucas y collares, los zapatos que mandé hacer para caminar con seguridad y no ir dando tropezones. Dimos un paseo. Me gusta aspirar el olor de la noche, ver la luna, sentirme diferente. Ella iba sin levantar la cabeza. No pude platicar lo que estaba pasando en el trabajo, ella no quería hablar. Ahora no sé si volverá a ir. Ni siquiera el alcohol logra tranquilizarme. Además, sólo así puedo llorar y desahogarme, aunque se me corra el maquillaje.

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JIMMY ESPINOZA EL ESPACIO ALCANZA AL INFINITO No hace mucho tiempo, el atardecer me parecía cada vez más lento, demasiados ensueños asediaban mi vida, el cansancio era insoportable, y las ideas parecían dispersarse por completo de mi percepción. Cinco años habían pasado desde que la vi partir, un barco zarpó en los linderos de Cabo Santiago, era un perfecto día para despedirse y desaparecer. El amor parecía eclipsarse ante las últimas exhalaciones de nuestra adhesión llamada amor. Mi nombre es Ismael, igual que aquella novela de Herman Melville, un aventurero de la vida, un trotamundos de rincones insospechados, un errante que encuentra escondrijos que resultan nidales cálidos. Victoria sólo había exclamado un vacío adiós que congelaba el momento, sus manos eran ya distintas, sin amor, sin esperanza, su despedida parecía ser real, si el espacio es lo que alcanza el infinito, entonces su adiós fue un vacío que lo abarcaba todo.

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SAMUEL PÉREZ GARCÍA LOS CHAPULINES DE 1925 Ya era de tarde cuando pasó. En el cielo apareció una capa oscura y larga, tan larga que daba vueltas y zumbaba con el viento. A su paso, el sol desapareció y se tuvieron que prender las velas en las casas. Como ocurrió tan rápido, pronto se olvidó; pero a la hora de dormir nadie pudo hacerlo. Durante el sueño se vio esa larga cola, salida de quién sabe dónde, meneándose furiosamente y zumbando como un viento huracanado, que a muchos hizo despertar sobresaltados. Al otro día, cuando llegamos a las milperías, las encontramos deshojadas, en las purititas varas; hasta los cocuites y los naranjales se quedaron pelones. “Eran tantos los animales esa vez, que desgajaban con su peso las ramas de los árboles”, rememora Rosendo 22


Fortuna. “Eran unos animales verdosos, de ojos saltones; dos largos pelos adornaban sus cabezas, sus patas largas les permitían podar y saltar

varias

varas.

No

sabíamos

como

llamarles, pero muchos les dijeron ‘saltones’. Y así se les quedó”. Para combatirlos abrimos zanjas profundas que sirvieron para enterrar los huevecillos y las crías. Supimos hacer esto porque observamos como

los

animales,

después

de

comer,

clavaban su cola en el suelo, y luego volaban hacia otro lugar. Pero al poco tiempo de haber hecho el entierro, sobrevino una pestilencia que parecía salir del fondo de la tierra. Esos chapulines –como hoy se les nombranos atacaron varias veces, pero ninguna fue tan dura como la del año de 1925. Lo recuerdo muy bien, porque ese año falleció mi papá.

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URIEL MARTÍNEZ DEJÉ EL CIGARRO Dejé el cigarro sobre la colcha oscurecida donde tu reposaste tu cansancio de medio siglo. Derramé el vaso precioso del silencio en la almohada donde se levantaron caracoles de humo, sofocados y silenciosos. Corrí el zipper que unió los labios como voto obligado a tu ausencia. Donde el ombligo se vuelve precipicio sediento, coloqué brazas de hielo para no olvidarme. Donde el insomnio reclama tu cuerpo, arrojé baldes de tequila, agua, café y mezcal, pero ni así. 24


MIGUEL AYALA ESPINO UN APUNTE Marisa Borobia (pintora irapuatense), explora con su trabajo la dificultad de la sencillez, en pinturas que resultan simples únicamente en apariencia. Esta frase me remite a ese enorme artista plástico que fue Henry Matisse, cuando hablaba de pintar la pintura; y decía además, que el espectador no debía sospechar siquiera el mínimo grado de dificultad del proceso pictórico. Las obras del genial pintor francés son el más claro ejemplo de esa dificultad de la sencillez que busca Marisa Borobia en su exploración de las calidades de la luz y la materia.

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MIGUEL AGUILAR CARRILLO BRILLOS EN EL ESPEJO Con la noche aparecen multitud de miradas Informes acampan en las mesas Inician la construcción de las palabras: rechinidos murmullos letras sin alas suspiros que se anidan en un zumbar atento a la vigilia.

Ella repasa los segundos de la hora “Todo fue en vano Salpiqué las emociones con ristras de silencio y cáscaras absurdas para que el viento de su cuerpo dictara la aventura 26


Y en el punto intermedio donde la vida se vuelve una batalla desatendí

mis

armas

para

propiciar

el

desenlace permanecí horizontal y murmurante abolí las fronteras para las manos inquietas y el rumbo perdido sacudí las estructuras del espejo y en los hospicios de aguas mansas donde la sed se aniquilaba se diluyeron los reflejos”.

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EDGARD CARDOZA BRAVO VIÑETA ROSA Las seis de la mañana. Canta el gallo. El surco de la vida alza los brazos. Se están despabilando en este instante las garzas, tordos, chotacabras, en las brisadas ramas del mezquite. El limonero suelta su apacible dotación de gallinas de Guinea hacia la zanja de agua que pronto empezará a regar la siembra. Azul claro sobre verde canela, el horizonte. El camino levanta su polvo de viaje –maletín de tiempo que va directo al alma- y no piensa regresar sino es conmigo en la memoria de este amanecer. Cada claro de día es la huella fugaz del tiempo niño y mi cuerpo el sendero en dilución. El caporal del rancho entra al establo. Todos los signos se concentran en él porque trae en sus ojos el conjuro que hará que el engranaje empiece a andar. Van entrando los peones entumidos por el rocío de la noche apenas ida, por la mañana en vías de fulgor. Las vacas mujen ya pidiendo ordeña y estrenan sus miradas taciturnas en el hombre curtido por el polvo y los vientos del camino, que con pasos de goma se aproxima a palmearles las ubres, y fundará los ríos necesarios para que de un estero pantanoso aparezca la tierra prometida que mana leche y miel. La imagen de un lejano tractor atraviesa las ondas pastoriles y cruza el punto donde la línea azul-verdecanela se comió el horizonte... Se ven venir por la 28


ringlera de abedules –bordeando la ensenada de la noria- un par de jovencitas que sonríen al mar de la mañana y confirman el cuento de que hay –tambiénsirenas matutinas agitando mareas de terrón, que bajan de la noche a estas playas de oro firme a colgar las espigas en las cañas de trigo. Difícil es saber si es más plena la mañana, o el sol que va subiendo de los cerros, o la franca sonrisa de las niñas-sirenas. A esta hora, en ‘la casona grande’ se esconden los fantasmas de diez generaciones, calla la cantaleta de los setenta años de la tía soltera que de noche padece caminatas de insomnio; su jornada de sueño empieza ya: afirma que el jolgorio del día es su sedante, pues de noche el silencio no la deja dormir... Lo cierto, es que mientras todos abren la mirada para ofrendar al sol los frutos de la tierra, la tía Mari ejecuta el trabajo más arduo: cierra los ojos y su semilla virgen ahuyenta los gnomos que rondan la labor y con su sueño filtra los cuajos de impureza de toda la familia. En la orilla derecha del galpón (donde duermen las trocas y aperos de labranza) un perro labrador se despereza y va directo a husmear el calcañar del dueño, que surge de los muros de ‘la casona grande’. Desde su adusto semblante de trabajo, el hombre –de casi ochenta años que pasan por sesenta- contempla el campo verde y el chorro de la noria... Se llena los pulmones de aquella conjunción, aspira la mañana, y siente que eso es Dios. Hemos llegado ya a este lugar enorme que resguarda un portón desvencijado, al que los lugareños denominan ‘la troje’. Al husmear en su entraña asoma un verdadero mercado de alimentos capaz de sostener a diez familias 29


de aquí a la eternidad, jugando con las más variadas formas de la geometría: frente a mí este redondel de calabazas aguarda solazado las fechas de noviembre a la espera de sus brujas propicias; más allá un desigual rectángulo amarillo ofrece su nutrido acertijo para el rulé de los enemigos que yo pudiera tener: erectas zanahorias; a mi izquierda la enorme pirámide de frutos recién aterrizados de la milpa, portento de los dioses: el maíz... Tejocotes en celo. Castos chiles. Papayas adorables. Melones que adivinan un canto de palomas, pronto ya... Justo bajo la sombra del anciano laurel –vigía de los caminos de antes, fronda del peregrino de hoy- se observa el refectorio que apacigua el hambre de los peones: un óvalo de piedras de regular tamaño emergen de la tierra para rendir su culto a esta rústica hornilla de tabiques. El fuego está encendido. El eco del compartir amable de las viandas sencillas, las risas de esos hombres, su candor, es lo que hace lograda la cosecha. Ya se está diluyendo la mañana. En el lindero norte fluye agónico el río que alguna vez fue inundación. También aquí hay fantasmas que se velan al despuntar el sol. Estoy cruzando el puente que separa lo vano del milagro... Porque durante el día el fantasma soy yo.

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DIRECTORIO CICUTA EDGARD CARDOZA BRAVO Estudios de Ingeniería Civil. Poeta y narrador. Varios Diplomados en asuntos literarios (Crítica y Creación Literaria, Narrativa Contemporánea, Literatura Latinoamericana del Siglo XX, y otros). Becario en dos ocasiones del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Guanajuato (ciclos 1993/1994 y 1997/1998). Más de diez libros publicados.

PABLO MOYA ZAFRA Enólogo de profesión. Estudiante de Pedagogía. Dos libros publicados.

BENJAMÍN VALDIVIA Miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua. Tres doctorados (Filosofía, Educación, y Humanidades y Artes). Presidente de la red Cervantina Mundial. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Autor de más de treinta libros en diversos géneros. Traduce desde el inglés, francés, alemán, portugués, italiano, alemán y latín.

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JESÚS MONTES Pintor egresado de la Academia Nacional de San Carlos. Más de veinte exposiciones pictóricas a nivel nacional.

JUAN CARLOS GALVÁN Periodista de profesión. Asesor de comunicación de diversas campañas políticas. Autor de varios libros (cuento, poesía, novela).

MIGUEL AYALA ESPINO Estudios de Economía. Articulista de temas culturales en diversos medios locales. Sensible crítico del género cinematográfico.

JIMMY ESPINOZA Licenciado en Filosofía por la Universidad de Guanajuato. Músico y poeta.

CONTACTO: Email: edgardcardoza@yahoo.com.mx Teléfono:462 509 54 62 ILUSTRACIÓN DE PORTADA: RAÚL ZÁRATE

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