テ]gel incierto Miguel Floriテ。n
Ediciones En Huida
© de los poemas: Miguel Florián © de la ilustración de la portada: Raquel Eidem Coordinador editorial: Ediciones En Huida Maquetación: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) ISBN: 978-84-942260-5-2 Depósito Legal: SE 547-2014 Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es
EXILIO Días quietos, vacíos de destino Tú debiste existir en otra edad Oscuridad de dios, la permanencia Animales que ascienden Observa los instantes acercarse a su vórtice No es el viento quien dicta estas palabras La oscura forma de la dicha Eleva, ángel, tu canto a la memoria Entonces desconocías sus nombres Hubo un tiempo de yedras, lo recuerdo Hemos de confirmar la inercia de los astros Han girado los astros acumulando edades En la edad solar de las abejas Cómo alcanzaremos a desandar la muerte
19 20 22 23 24 25 26 28 29 30 31 32 33 34
LA LUZ INVERTIDA Me pierdo en el instante frío de la mañana Es esta una mañana de mares luminosos Huye la luz, los cuerpos La ventana me asoma a un paisaje sin límite Desde el agua me llegan vidas turbias Volved de nuevo a mí
39 40 41 42 43 44
índice
Desde no sé qué mar Este gusto de mar inabarcable He visto al mar nacer, los buques Hay una hoguera que abrasa si te adentras Mueve el viento el maizal Los muros me estaban aguardando Caes buscando el envés de la muerte Persigo la tibieza de la carne Fui sueño, ahora soy tierra yerma Hoy busco en la ceniza
45 46 47 48 49 50 51 52 53 54
ÁNGEL INCIERTO Eres fruto de un tiempo Un río de cristal, tu boca Me gusta que la tarde En el umbral del día Llegaba de improviso, me ofrecía Tu rostro. Tu rostro detenido Conocí las noches desabridas En cada primavera aquella misma dicha La aralia reverdece, se abre inmensa La mujer que ahora pasa Camino por las sendas del alba Qué blanco es ahora el mar
59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70
Pasa un cuerpo, y nos deja Te persigo desnuda, mineral El árbol bajo el estruendo de la luz Eres el agua, agua ancestral y nueva Ahora, que empieza a anochecer, dime No era lujuria, era un deseo informe Aún conservo tus manos en mi frente He cortado la flor Es mediodía, las abejas trazan
71 72 73 74 75 76 77 78 79
ESPEJOS Espejos
85
índice
テ]gel incierto Miguel Floriテ。n
Y la sombra y la luz estaban entonces cerca de ser una misma cosa.
Saint-John Perse
Hay en mĂ tinieblas profundas. Durante toda mi vida he luchado desesperadamente por transformar esas tinieblas en luz. Nikos Kazantzakis
A JesĂşs Aguado de los Reyes
Exilio
QuĂŠ triste no saber florecer (Que triste nĂŁo saber florir) Alberto Caeiro
Días quietos, vacíos de destino, cuando sólo nos llega un sopor apagado de fatiga, el informe murmullo de la tierra, o el lamento del mar. Tal vez cuanto ahora miro no sea sino arena, edad cristalizada, tiempo denso y quebrado. En el ribazo alguna flor se esconde, y cae mansa al sol que la fecunda.
18 -19
La chumbera y la pita se iluminan, seres que se demoran, como yo, en el umbral del alba, y se adentran en un espejo roto, en una edad confusa de mineral y llanto.
florián florián
Tú debiste existir en otra edad,
en el tiempo más alto de las aves, sobre las crestas luminosas. Miras enmudecido el horizonte inmóvil, sin lograr cumplir otro destino. Lo mismo que las lunas fugitivas, tus pupilas reflejan el vaivén de las horas, las ondas de otro mar. (Iba y volvía el mar, y tú con él, callado). Como un dios muy pequeño, un dios que desconoce la dicha de los hombres, su desdicha. Te fui existiendo ocultamente: Si puedes trama otra existencia, déjame, no me toques, qué fría es este alba si el metal de la noche nos convoca. Rodaste hacia el lado del sueño, hacia sus aguas pálidas, hacia las piedras confundidas. Cómo poder amarte si ahora duermes, si tus labios pronuncian las palabras oscuras.
Nos dejó la mañana uno al lado del otro, con los torsos de musgo ceniciento, centauros quebrados que regresan a las madres inmóviles. (El acero secreto de la muerte mostró su rutilante frío). Lo mismo que nosotros, caen los hombres hasta dar en las algas. (¿No conoces sus anillos aciagos?) Y si abres la mano nada encuentras, el eco acaso, el pétalo vacío, la tibieza del ave… Se estremece la carne al golpear el polvo. No hay belleza en la muerte, sólo un rumor disperso. Acércate a mis labios, a la confusión de su lamento, a su edad amarilla. No hallarás una línea quebrada, ni el surco de una duda. Duerme, hay una luna rota en las pupilas.
20 -21
Oscuridad de dios, la permanencia. La agitaciรณn del viento, las esporas, la irisaciรณn del llanto, la brevedad del seno envuelto por la llama. Carne que se cierra en el silencio. La inmรณvil confusiรณn de la ceniza.
ร ngel incierto
Animales que ascienden
desde el tumulto a mí, que soy raíz (víscera, opacidad). Animales que ordenan la confusión del tiempo, que se aferran voraces a mi carne.
22 -23
florián florián
Observa los instantes acercarse a su vórtice, caer endurecidos hasta formar la inerte contundencia del tiempo, musgo en donde alcanzaras ocultarte, detener la ventura aciaga de la tierra
(gérmenes, larvas, animales inmensos que hunden sus colmillos en el correr de un río inapresable). Una brisa de mineral intacto, la silenciosa turba a punto de inflamarse. Los dioses desvalidos, edades de bosques, de océanos herrumbrosos.
Ángel incierto
No es el viento quien dicta estas palabras aunque el viento las mueva a su misterio, porque no es el olvido ni el animal oculto en la memoria.
Los relojes se abren, vierten su azogue blanco en las manos del tiempo, en la arena desnuda del insomnio. Aunque el viento nos ciegue las pupilas, no es el viento quien trae a la ventana el mirlo. Los barcos son mรกs tristes cuando son pronunciados.
24 -25
La oscura forma de la dicha,
la dejación inmóvil de la sangre cuando se puebla de gérmenes confusos, y cae al seno hondo de su prisma multiplicada por la excesiva luz, que estalla y que regresa, algarabía de insectos que coronan la frente, lenguas de un fuego que se extiende, el regocijo turbio del ángel que, suspenso, está mirando el mar desde la playa. Todo se vuelve mar, es todo alma afilada que penetra en la piel y regresa en el aire añil de la memoria. La luz brota del pozo profundo de la muerte, allá donde la carne es sombra que alimenta el fuego. Y se alza de la raíz al alba, desde la sed al labio, y el deseo terrible de esas células que cubren las pupilas, y las llenan de astros. Hambre y sed, amalgama de lenguas, avariciosas bocas, torrentes que se abisman, oquedades que no pueden colmarse, inevitable vientre, informes cordilleras, cuerpo Ángel incierto
o conciencia, carne y alma, vacío que se colma. Cuerpos leves nos rozan, desconocidos, sentimos su calor, esa tibieza suya de agua rotunda y fértil, de frutas y raíces, oleadas de insectos, superficies que escapan cuando la luz se posa para tramar su piel, sus confines: senos, muslos, mejillas... Y su terrible sexo nos reclama (el rumor de las vísceras, su apetito vacío y sin conciencia). Hablamos para no quedar a solas con el cuerpo, y soportar su golpe de océano incesante que comunica no sé si con un dios, con el olvido siempre.
26 -27
florián florián
Eleva, ángel, tu canto a la memoria,
que tu voz nos devuelva los días ya vividos, los instantes enormes, la nostalgia que cubre la palabra, y la carne imposible entre los labios. Ángel del atardecer, hacedor de crepúsculos y azogues abisales, de simas que contienen los confines del alma.
Ángel incierto
Entonces desconocías sus nombres, después
fuiste indagando en el alma la voz que pudiera volverte a aquella edad de seres encendidos (los frutos de los árboles, el calor de los nidos, la roca seca y áspera, el liquen ceniciento). Más tarde las palabras te dieron su cobijo, fuiste recuperando la sombra (o luz) de aquel edén perdido.
28 -29
Ya a la venta en ventas@edicionesenhuida.es PVP: 12 â‚Ź Gastos de envĂo gratuitos