Aún la lumbre

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© de los poemas: María José Collado © Maquetación y diseño: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) © de la ilustración de la portada: Raquel Eidem Blázquez y Martín Lucía ISBN: 978-84-943077-1-3

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Poesía En Tránsito Colección de poesía Aún la lumbre Volumen 2



Aún la lumbre

María José Collado Ediciones En Huida





No hay un cielo, no hay un brillo, no hay un limbo ni un trueno en este poemario. Cuando hay atmósfera, lluvia o viento, rayos o sol ardiente, es para entrar a saco en el alma del poeta y dejarse entonces dominar, tamizar por la poesía y llevarlo a un estado de nirvana inesperado, quizá no pretendido por la autora, tal es la naturalidad de su discurso. Y es que todo el asunto del libro es profundamente intimista, incluso en el caso de la aparición ocasional de terceras personas, de grupos de individuos, los viandantes o los pasajeros de un autobús..., porque cuando esas personas irrumpen entre los versos lo hacen fugazmente, para disolver de inmediato su presencia individual en las miradas perdidas o en los pliegues de un abrigo, para difuminarse, para devolver su intimidad al protagonista del poema. En cuanto a la forma llama poderosamente nuestra atención la catarata inagotable de imágenes que llena el libro desde el primer verso hasta el último, pero, sobre todo, la habilidad de la autora para contener ese torrente, encauzarlo y someterlo al flujo melódico de los sonidos. Quizá es esa habilidad lo que da carácter a la obra de Collado, en este libro y en los anteriores. 9


El prologuista lucha ferozmente contra el deseo de comparar citas de clásicos y modernos con ráfagas de la obra comentada. Prefiere quedarse en ella y señalar algún descubrimiento personal. Por ejemplo, el poema titulado ‘Música’, de apenas ocho palabras, en que el lector enmudece porque, para su desgracia, no tiene más que añadir. Por ejemplo, el poema titulado ‘Autobús’, que puede leerse, también, cuatro y cuarenta veces, porque hunde en las raíces mismas de la poesía una de las experiencias más vulgares, por cotidianas, y, por cotidianas, más desapercibidas que vive el hombre de hoy. Y qué poesía, qué poesía. También poesía brota de cada palabra, de cada pausa, de cada verso del poema titulado ‘Costumbres’ o del poema ‘Aún la lumbre’ que abre el libro y le da título. El prologuista, cansado de sus años y sublevado ante la sugerencia de prologar un libro de poemas, se salta esa norma de la vida que decía, en palabras de Supervielle, «Debout sur


le plus bas degré des nuits sans lune / je veux voir affleurer ma sereine saison» y se rinde a la evidencia de la poesía. La de María José Collado en este caso. Si en un juego de palabras se pidieran a una persona o un grupo de personas combinaciones posibles, realistas o poéticas, de los términos ‘debajo’, ‘abrigo’ y ‘anónimo’, por ejemplo, los jugadores podrían pasar horas proponiendo respuestas. La autora de nuestro libro lo resuelve con toda naturalidad en el último verso del poema ‘Autobús’ cuando se refiere a los pasajeros que, llegados a su destino, se dispersan por la ciudad «anónimos debajo del abrigo». Ese descubrimiento se hace patente y sorprendente a lo largo de todo el libro. Collado ofrece en sus poemas una secuencia incesante del hallazgo metafórico, un completo dominio del sentido y el subsentido de las palabras que multiplica espectacularmente la combinatoria semiótica y enriquece, por tanto, la variedad de la gama de sensaciones que el lector percibe. eeh

prólogo

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Un lector puede descansar apaciblemente sobre estos versos, puede dormitar y soñar con ellos, que el despertar será igualmente dulce, envuelto en el desayuno estimulante de imágenes tan bellas como el propio despertar. José María Laguna


AĂşn la lumbre



Aún lA lumbre Trayendo de muy lejos hasta su centro mismo alguna lumbre en la mirada Tomás segoviA

Pinta el otoño musgo, neblina, verde clamor bajo soles abstemios. Ha dejado a mi puerta un cesto y un blanco ovillo de paciencia, un cuenco para las reflexiones, luz, alguna arruga donde leer la vida, un astrolabio para nombrar estrellas. Giran en nebulosa cotidiana, la manzana tentadora, el rubor, el asombro, la aventura, los sueños, travesuras de niña en los ojos. El pan de la palabra me sustenta, aún la lumbre perdura, acompaña.

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María José Collado

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AulA de sombrAs A Antonio Machado en Baeza Depósito A Legal:

Queda el ancla del tiempo sobre el entarimado, en la pulcra superficie mineral de la pizarra. Un puñado de frías cenizas, voz, rostro, de un maestro. La imagen congelada de alumnos y cuadernos, la caligrafía brumosa de nombres, notas y fechas, asoma en las vitrinas, cruje bajo la madera.

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Autobús

Con la cinta adhesiva del sueño a medio despegar, la neblina precipitándose desde la torre, resbalando turbia por los asientos. El mundo reducido de un trayecto, obreros, escolares y bostezos, los rostros en secuencias repetidas de todas las mañanas, un contagio de auriculares dibuja islas, la excepción un libro susurrante. La línea divisoria es un tupido bosque de troncos, cabezas y mochilas, ventanillas, un ovillo de ojos. En cada parada rotos hechizos, el timbre es un francotirador. El final de trayecto depósito o crematorio donde dejar sueños, eeh

María José Collado

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echar a andar hacia el destino, al siguiente renglón del día sin nombre. La ciudad una colmena ruidosa, de gente solitaria en sus burbujas, por anodinas aceras los pasos siguen a las grises respiraciones. Detrás de cada anillo o reloj, soñadores, actores, anarquistas, suicidas, embaucadores, bufones. Todos en su telar devanan hilos, invisibles se cruzan por las calles, anónimos debajo del abrigo.


Blanco y negro Los pรกjaros regresan de otra latitud borrada con la cera de sus alas. Silencio en blanco y negro, fotogrรกfico, congelada huella de luz, recinto del instante. Envueltos en membranas retornamos, prendidas las ruinas calientes del recuerdo, a un mapa extendido en la mirada.

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