Susana Torralbo Yalia Zafra Yolanda Giner Manso Vanessa Amo Aparicio
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Ediciones En Huida
María López Gozalo Mar Pérez Rodríguez-Tenorio Pablo Fernández Barba Pilar Martínez De Tejada Ricardo Plastiko Sergio López Vidal
Ediciones En Huida
PROSA -:-Cuentos Mínimos -Coordinación de Pablo Fernández Barba - 5
Autores mínimos Ácido Zítrico Adriana Flores Rodríguez Agueda Igarniet Ángeles Dávila Artenativa Rueda Ke Rueda Carmen Fernández Romero Cédric Rainfroy Curro Lobillo Davidio Il Intermittentte David Mey Trinidad Delinger Elena Soler Eva Basalo Cibeiras Ezequiel Ardila Vázquez Federico Traeger Fernando Bustillo Jara Gloria Durán Gonzalo Alonso Héctor Cobacho Irene Orozco Iván Chorot Pérez Jaime Romero Ruiz De Castro Javier Vega Jose Ignacio Montoto Juanma Vázquez Laura Fernández Romero Macarena Portillo Gutiérrez Maka Makarrita Manuel Valderrama María José De La Flor
Cuentos Mínimos
Cuentos Mínimos Coordinación de
Pablo Fernández Barba Ediciones En Huida
Cuentos Mínimos supone la continuación natural de Relatos Mínimos, una antología de relatos breves agrupados a través de una muy conocida red social. Una experiencia abierta y que congrega a casi cuatrocientos miembros en torno a una charla literaria virtual, que responde a la necesidad de relatar y de ser relatados, de contar y de que nos cuenten. Este libro cuenta con noventa y nueve cuentos de treinta y nueve autores diferentes, fragmentos de vida tan variados que van desde el relato poético hasta la comedia negra, pasando por la crítica social o el relato fantástico. Cuentos mínimos en extensión y máximos en capacidad de evocación, ilustrados por la imaginación única de Rosa de Gabriel.
Cuentos Mínimos Coordinación de
Pablo Fernández Barba Ediciones En Huida
© de los textos: los autores © Maquetación y diseño: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) © de las ilustraciones: Rosa de Gabriel ISBN: 978-84-942074-5-7 Depósito legal: SE 6-2014 Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de la editorial. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es
Nota del coordinador: Mínimos máximos •-• Por Pablo Fernández Barba
Fue hace algo más de un año cuando Ediciones en Huida apostó por editar Relatos Mínimos, un muestrario de relatos breves coleccionados mediante una red social que funcionó –y funciona- a modo de tertulia literaria cibernética. Esa experiencia sentó en torno a una mesa imaginaria y virtual a autores de diferentes lugares del mundo para contar y ser contados, para leer y ser leídos. No existía ninguna regla literaria, temática o estilística, simplemente atenerse al criterio de brevedad que desde el propio título se pedía. Aquel grupo, que comenzó siendo de los amigos más cercanos, fue creciendo poco a poco hasta llegar a contar con casi cuatrocientos autores en sus filas. Tras el buen sabor de boca que dejó Relatos Mínimos, había más ganas de menos. O sea, más ganas de mínimos. En esta ocasión se trata de noventa y nueve relatos de treinta y nueve autores diferentes que componen un univer3
so que hemos dado en titular Cuentos Mínimos. Un universo ilustrado gracias a la enorme imaginación y generosidad de Rosa de Gabriel, que con sus dibujos potencia el carácter de cuento que tienen los relatos que vienen a continuación. Invitamos a los lectores a disfrutar de este bosque de cuentos mínimos… máximos. Pablo Fernández Barba Coordinador de Cuentos mínimos
Índice •-•
Puentes El cuento de hadas Luna magullada Candados de bronce Océano sangre Corazón mudo Cortina dulce Demiurgos Ophelia Leah El relato feliz Nuestro camino La batalla Mi lugar Piedras y pecados Pasional Perspectivas Lucy in the bus with strawberries Epitafio Seguir creciendo Un instante de lucidez Uno de ellos Amor La botella Supercuerdas Solo quedóse Oficios Rebotando
13 13 14 16 17 17 18 19 20 22 23 23 24 25 25 26 29 30 32 32 33 34 35 35 36 39 40 41
Puntos de luz Un globo de feria Beso equivocado Te quiero sin querer Mariposas Amante desmedido Locura 79 días Una mirada diferente Hablando sola Mañanas Texto sentido Solo La pared El dinosaurio Regimiento Primaveras Poco a poco Oscura poesía Realidad alterada El televisor Lo contó todo Viernes Érase una vez… Introvertido Se acostó pensando En contraplano El olvido Paradoja con lluvia afuera Telecomunicaciones
41 41 42 42 43 43 43 44 44 45 46 47 47 48 51 51 52 53 53 54 54 55 55 56 57 57 58 59 59 60
213 La luna de piel Salir Corriendo Fondo de pantalla Querernos Al borde del barranco Facebook El tesoro La fรกbula de Pinocchio Dolor d corazรณn Devoluciรณn La bestia Mi bando Hermosa Apaga la sirena Noche cerrada A tiro de piedra Por fin lloro Sos mi hombre Privatizaciones Hecha trizas Sobre los รกngeles No me sigas Maduritos Puede que pronto ya sea tarde Palestina Tu mirada Abriรณ el alba Su visita El cielo
63 63 64 64 65 65 66 66 67 68 68 69 69 69 70 70 71 71 72 75 75 76 76 77 77 78 79 79 80 83
Piropos de un científico Antología El mismo mar Amor fatal La tarde estaba limpia Vayámonos juntos Hablemos con propiedad Nunca vi Envejecer La Historia Un buen investigador
83 84 85 85 86 89 90 91 92 95 95
Cuentos MĂnimos
Ella tendía puentes por donde corrían sus pen-
samientos. Mientras, su isla menguaba y se habían perdido sus playas. Ella tendía puentes que desde el otro lado ataban y, por ellos, corrían las palabras. Cruzaba hasta la mitad, allí donde se encontraba con los labios amigos de la esperanza y el deseo de la verdad hallada. Ella tendía puentes desde su isla asfixiada, seguirá a tierra firme y correrá aliviada hasta perder de vista sus palmeras quemadas. Pilar Martínez de Tejada
El cuento de hadas Imagina un campo abierto. Un sistema binario de sentidos hacia dentro, hacia fuera. Dos atardeceres diarios. Imagina que existiese un charco de agua del que brotasen ranas a la velocidad de doce mil ranas por segundo. ¿Ya? ¿Ahora entiendes porqué no soy príncipe ni tú princesa? José Ignacio Montoto 13
Luna magullada
Hay casas que habitan a sus dueños. Hay nómadas
entre lo que dices y lo que callo. Hay caracoles recorriendo el silencio. Hay canciones clandestinas y guitarras que se empolvan. Hay llaves disponibles y amorosos indispuestos. Hay gatos en la forma en que me estiro al despertar. Hay un tintero esperando que unos labios lo hagan río. Hay formas y fondos en lo vano y en lo hondo. Hay camadas sin tetas. Hay colmillos con sangre. Hay firmas sin documento y abrazos sin espaldas. Hay comas emergentes y puntos de emergencia. Hay colegios donde se aprende a olvidar. Hay palabras sin paracaídas. Hay cielos por estrenar. Hay uñas entre los dientes. Hay fantasmas de repuesto. Hay calma en la ansiedad. Hay semáforos ante el orgasmo. Hay panteones llenos de vida.
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Hay lupas para verle las nalgas a la muerte. Hay ranas que saltan hacia el futuro. Hay certezas por destapar. Hay compromisos al acecho de distraídos. Hay cola de insomnes al clarear. Hay labios inyectados de calumnias. Hay niñez en cada instante. Hay parámetros jurídicos y musas insensatas. Hay curvas ante el beso. Hay rumores vírgenes. Hay elevadores sin edificio. Hay carcajadas de repuesto. Hay subastas para los suicidas. Hay una religión por pecado. Hay damas y caballeros por si las dudas. Hay repercusiones a la alza. Hay crímenes de azúcar y gravámenes de sal. Hay pezones en las paredes. Hay trofeos en el clóset del antihéroe. Hay pasillos entre canciones. Hay letras sin alfabeto y cremalleras sin pantalón. Hay aplausos en la miseria y discursos que remendar. Hay sábanas en plenilunio. Hay piedras en la piedad. Hay un reloj entre mis branquias. Hay una crisis de realidad. Federico Traeger
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Cruza con luna el puente donde las llaves se aho-
gan y los candados son retirados por funcionarios municipales. De puente a puente y jura otro amor eterno, promesas de corto recorrido que se lleva la corriente. Dados tramposos para su juego de la Oca. Cisnes introducidos que sólo dan vueltas en círculo porque la belleza artificial es siempre un espejismo. Hierve en la orilla espuma de agua estancada, el día se escapa repartiendo un mohoso pan. Su rastro siempre se pierde en la fuente de los deseos, donde ya sólo queda el robín de las monedas. La vieja estatua de Eros languidece mordisqueada por el paso del tiempo. Y es que sólo los dioses pueden fabricar candados de bronce. Sergio López Vidal
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Océano sangre
Unos metros más abajo de mis pies, el suelo cu-
bierto de agua que me llega hasta el cuello. Noche. Luna. Unos kilómetros más allá, el coche aparcado con el maletero lleno de las cosas que me dijiste. Alga. Sal.
Cerca de mis manos y pies que se agitan para flotar, el corazón batiente que chapotea en la mar. Sangre. Agua.... Chapotea, chapotea. Aún te quedan unos latidos y nos deslizaremos hasta el fondo, sin más. Es hora de que volvamos a casa, mi hogar.
Irene Orozco
A menudo sus ojos hablaban sin permiso.Le amó
con tanto silencio que hasta su corazón se quedó mudo…
María José de la Flor
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Cortina dulce
Descubrí una botella de vino dulce, comprada
hace una década, allá cuando se me salía el futuro por las comisuras, y hoy me fui de día de campo a mi sonrisa. Bebo involucrado en una intensa, egoísta, posesiva y envidiable relación con mi soledad. Aquí estamos, querido yo, brindando por los días, los meses, los años, o las horas que nos queden… en esta dimensión...en la que nadie tiene idea para qué estamos aquí. Levanto mi copa por dios, para liberarlo de toda responsabilidad y asombro y que se manifieste y confiese que él tampoco tiene idea por qué está aquí. Brindo por las almas sin cuerpo. La fe sin religiones. Las fantasías sin miedo. Los caudales sin río. Las razones sin palabras. Los lenguajes sin códigos. Brindo por la mirada de un gato. La espuma de una ola. La inocencia de los enamorados. Y brindo, ¡salud!, por la manera en la que el tiempo se acaba precisamente en cuanto empieza. Federico Traeger
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Demiurgos
Y dije yo: “Háganse los personajes”. Y los persona-
jes comenzaron a transitar las páginas invisibles del libro de atrás hacia adelante. Unos, los que confiaban ciegamente en que yo tuviera un plan previsto para ellos, ajustaban su comportamiento a lo que creían era mi voluntad. Otros, aquellos que negaban mi existencia, actuaban convencidos de su absoluta libertad, sin sospechar siquiera que me guardé la potestad de viajar en el tiempo de papel a su pasado y desandar sus caminos a mi antojo. Lo único seguro es que ni unos ni otros, ni los creyentes, ni los descreídos, ni los crédulos ni los ateos, eran capaces de atisbar la verdad. Manuel Valderrama Donaire
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Ophelia tenía una rara enfermedad llamada “sín-
drome del estornuhipo”. La pobre, cuando se ponía nerviosa, sufría largos ataques de estornudos intercalados de un terrible hipo que le impedían hablar. Por ello Ophelia a los 30 años nunca había conseguido tener pareja, todos pensaban que era rara, pues, en su primera cita era incapaz de soltar palabra alguna. Un buen día, en la terraza de un bar, conoció a un apuesto joven llamado Pier; él la invitó a beber algo, ella asintió con la cabeza. El corazón palpitaba cada vez con más fuerza, los nervios aumentaban en presentimiento de lo que, a continuación, solía ocurrir: ¡Pom, pom! ¡Pom, pom! ¡Pom, pom! ¡Hip! ¡Hip! ¡Hip! ¡Hip! El corazón y el hipo: uno se le salía del pecho, el otro le tapaba la boca.
¡Cállate sucia
puerca !
a! ¡Mierd ¡Culo !
Ophelia se llevó un susto de muerte. “Estoy avergonzado señorita, lo siento, sufro el síndrome de Tourette y no lo puedo evitar”. Del susto que se llevó el hipo desapareció y anonadada le contó su enfermedad, pero los estornudos seguían ahí. Pier le susurro al oído “yo tengo el antídoto” y la besó largo y tendido... Se miraron a los ojos y se dieron cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Laura Fernández Romero
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Leah
- Eres una puta. Ayer me decías que me querías y esta mañana te veo besándote con Tommy- le dijo Charlie, dándole un empujón con desprecio.
-Eres una convenida. El día que no viene Jade, pretendes juntarte con nosotras- le dijo Chelsea, mirándola con cara de asco. -Tú eres el problema. No puedes ir por ahí provocando a los niños- le dijo su madre con cara de hastío. Encontré a Leah sentada en la escalera de la escuela, tapándose la cabeza con los brazos para que nadie viese cómo lloraba. Me senté a su lado en silencio y me miró con unos ojos de un azul infinito. -¿Qué puedo hacer?- me preguntó- ¿Qué puedo hacer yo si mi corazón es muy grande y tiene sitio para todos? Juanma Vázquez
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Terminé de leer relato y empecé con los comen-
tarios:
- Muy bueno- decía el primero- me gusta el surrealismoEn el segundo se leía: -Sí, ciertamente, es sorprendente. No pude seguir, allí me quedé, triste, pensando en aquel relato con final feliz. Carmen Fernández Romero
Cuántos pasos de gigante dimos en silencio,
mientras la bruma de la duda jugaba a tapar nuestro sol, ahora solo queda el rastro débil de nuestros pies sobre la arena y la seguridad de que la marea se llevará toda prueba de nuestro camino. David Mey Trinidad Delinger
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La batalla había sido cruel y el mar se había tra-
gado a toda la tripulación o al menos eso creían al verse ambos contrincantes solos en la inmensidad del océano y amarrados al mismo tablón que en ese momento sostenía sus vidas. Miradas tensas sobre volaban de un extremo al otro sin pronunciar ni una sola palabra.
Transcurrido menos tiempo del que esperaban, divisaron tierra y en un último esfuerzo por salvar sus vidas, impulsaron la tabla hasta llegar a la orilla. Cuando lograron recuperar resuello, uno de ellos se puso en guardia esperando acabar lo que se había empezado días atrás. El otro no se inmutó, simplemente lo miró con cierta lástima y dijo: “mi batalla contigo terminó en el momento que caímos al agua, tu decides si quieres pasar sólo el resto de tu vida en medio de esta isla”.
Javier Vega
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El tiempo pone a todo el mundo en su lugar... y
mi lugar está aquí. En este preciso momento junto a ti.
Laura Fernández Romero
¡¡Quien esté libre de piedras que tire el primer pecado!! -espetó, desafiante. Fernando Bustillo Jara
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