El eje imaginario

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Rosario Troncoso & El eje imaginario

Principio POESÍA -:- El eje imaginario - Rosario Troncoso -:- Ediciones En Huida

Quiero estar en tu casa.

Dejemos en la playa a los amigos. Que nadie va a notar que ya no estamos. El sol, fuera, tumbado sobre el faro. Tu cuerpo, dentro. Mi boca, profunda. Y me sube la marea a la cintura. Vayamos a tu casa. Dejemos en el mundo el equilibrio. Que no hay nada más hermoso que caer, ya deshechos como arena de duna el uno sobre el otro, sin orillas.

«A tu casa» , El eje imaginario, Rosario Troncoso

Porque a veces la tierra no soporta nuestro peso

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Poeta de luz, Rosario Troncoso (Cádiz, 1978), licenciada en Humanidades (Universidad de Cádiz) y Máster en Periodismo (Universidad de Sevilla), ejerce como Profesora de Enseñanza Secundaria y Bachillerato de Lengua Castellana y Literatura. Cuenta con los libros de poemas Huir de los Domingos (Sevilla, 2006), Delirios y Mareas (Publicaciones del Sur, 2008) y Juguetes de Dios (CVA Ediciones, 2009). Ha obtenido recientemente el Accésit en el XV Premio de Poesía del Ateneo de Sanlúcar de Barrameda. Es, también, autora de numerosos artículos literarios y periodísticos en publicaciones especializadas, así como de la adaptación didáctica de La Celestina (Editorial AE, 2009).

Ráfag as de luz

Fin

El eje imaginario Rosario Troncoso Ediciones En Huida

2ª edición

Con El eje imaginario (Ediciones En Huida, 2012) presenta un poemario que es fiel reflejo de la vida en sí misma, como cúmulo de vivencias y experiencias alrededor de las cuales giran los días de la poeta. Una obra llena de confesiones y asunciones, de lírica y oficio.




© de los textos: Rosario Troncoso © del icono de la portada: Martín Lucía Maquetación: Martín Lucía(mediomartin@yahoo.es) Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: 978-84-939539-6-6 Depósito Legal: Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es


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Prólogo

Fin 15 16 18 20 21 22 23 24 25 26 27 28 30 31 32 33 34

La lluvia roja Queja Llegaron de lejos Carnaval Inocencia Apocalipsis Babel Variación de la muerte Fragilidad Desvalimiento Pupitres violentos La costumbre Metástasis Demente Lluvia Cansancio Tiempo muerto

Ráfagas de luz 37 38 39 40

El árbol de la infancia Cien musas diminutas Gato Poeta

Índice de poemas


41 42 43 44 46

Oficio P谩jaros de humo Sigue la funci贸n Mujer-谩rbol Ilusi贸n

Principio 49 50 51 52 53 54 55 56 57

Tuya A tu casa Al filo de tu vientre La liturgia de amarnos Abierta Milagro El nido Dulce torbellino bajo la piel Post It


Prólogo

La poesía germinada Vislumbrar, discernir, un eje imaginario –pero real- sobre la vida y sus aconteceres, obligados o casuales, ante los ojos del ser humano sea, quizás, la tarea inconclusa y necesaria del poeta desde los tiempos inmemoriables de la literatura. Porque el agua nace y, desde su temprana eclosión a la vida, dibuja su propio y caprichoso camino sobre un cauce que, deliberado por el destino, terminará perdiéndose en el ancho de otras aguas que aprendieron igualmente del inconformismo y que, inevitables, serán rotas como el quejido por las quillas de los barcos de aquellos humanos que hambrientos necesitarán de los peces que a su vez se alimentaron de estas aguas primigenias. Quizás sea este el destino de la poesía de Rosario Troncoso, amamantar la vida de quienes nacen aún con el antifaz de la inocencia. No en vano, después de Huir de los domingos, luego de Delirios y mareas, siguiendo las articulaciones de Juguetes de Dios, Rosario Troncoso se convierte en la poeta de roca frente a las adversidades y frágil ante la existencia, un guiño -señores- que sólo aquellas diosas capaces de ser simiente conocieron ya en la mitología, porque a veces la tierra/ no soporta nuestro peso./ Se sacude. Y en la poesía, como en la vida, no hay vuelta atrás, máscaras de colores corrosivos/ borran todas las huellas y señales/ que marcan el camino de regreso. 7


El eje imaginario de Rosario parte del dolor, no del padecimiento del sufrimiento ante la imposibilidad de lo necesitado, sino del dolor de lo que brota para llegar incluso a transformar la tormenta en un designio propio de la providencia capaz de lavar con delicadeza el pecado innato del alma humana, como la semilla rasgada de Gibran que nos obsequió con la más temprana alegría. De esta manera no es de extrañar que aves de metal llegaron de lejos/, o que un día, cualquier día,/ a la hora en que se llenan las colmenas,/ sangraron edificios/. Porque detrás de estos designios abisales, la inocencia perdura, aunque el hombre, en su sentida y cegada obscenidad, sea capaz de mantener […] Trozos de un poema/ entre crispados dedos./ […] Y una cicatriz de beso arrancado/ de las mismas raíces/ a pesar del empeño, de quienes por despecho, se obsesionan en hablar en lenguas diferentes tan parecidas como reflejos ante un espejo. Al final, de nada nos vale la existencia sin los demás y el camino, aunque azaroso, nos brinda la oportunidad de dejar nuestro aliento sobre las rosas. Pero el dolor no es el eje, es sólo su cimiento imaginario, y por ello Rosario Troncoso es el Ave Fénix decidida a mostrar la luz donde la noche se empeña en dibujar espesas tinieblas y caminos cenagosos. Es capaz, pese a haber llegado hasta el maremagno de aguas inconclusas de otras aguas, de no perder los lazos a la infancia encadenándose


Prólogo

al árbol de la familia y persistiendo en el sabor de los que olvidaron un tesoro tan necesario como una tarta de galletas, recordando a las bellas hadas púberes, invitadas/ a la hora del café,/ ensayaban bailes en servilletas/. Y al fin la poesía pese a ser nombrada con la boca completamente a oscuras/ y aun pareciendo un decorado barato/ la mayoría de las veces/ finalmente hoy, Ella vendrá a besarte los labios/. Y el silencio del Ave será el renacer de los vuelos. ¿Y al final? ¿Qué nos queda? Sin duda el principio. No hay nada más bello a este respecto. Recorrer el cordón umbilical para desanudar el ombligo y partir de nuevo dibujando el camino a una reciente vida. Una Rosario capaz de permanecer como el tiempo, donde nuestros dedos dejaron sus huellas para nadar en la liturgia del amor. Amor que todo lo inunda, pues si el poeta no es capaz de dirigir los surcos del vientre entre los jadeos de la existencia, de nada sirven los dinteles del paraíso, su voz será el eco de lo que fuimos/ mucho antes del silencio/. Y si, a pesar de todo, al finalizar las páginas de este libro, no son capaces de contemplar el eje imaginario de Rosario Troncoso, quédense con este pensamiento: dentro de este poemario están las llaves de SU vida, la de Rosario, la de Charo. Las nuestras. Víctor Alija Castro En Granada, durante el frío invierno de 2012.

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Tierra, tierra y deseo. Una forma perdida. Luis Cernuda



Fin

“Sólo aguas en tregua nacidas para ser ceniza múltiple del viento.” Amalia Iglesias



El eje imaginario

La lluvia roja A Zana Briski y los niños de la Luz Roja. Kerala, 2001

Niños descalzos y vacas sagradas

vieron caer en el mar un aluvión de nubes como rocas y el resplandor de todo el universo. Emergió de las aguas un dios herido. Ni escribas ni evangelios adornaron con palmas su llegada.

De sus ojos llovieron las simientes. Pero había en los surcos sólo barro, cáscaras, alacranes… Y nada germinó. Con llagas abiertas y ungüento seco cubriendo sus empeines, deshizo cada paso. No volverá. Eso dicen. Porque ya dejó pruebas suficientes. 15


Rosario Troncoso

Queja

Porque a veces la tierra

no soporta nuestro peso. Se sacude. Se arranca de raĂ­z los ejes. Alinea los cauces. Reordena las orillas. Silencia el ruido de los aĂąos ciegos. Desabrocha el ecuador, se derrama. Provoca un temblor de sangre y de huesos. El ansia de silencio cauteriza surcos y huellas, disuelve, como el lodo en el agua, los vestigios de los pasos, las sombras vivas, sobre las ruinas. La existencia toda, ante el precipicio. Y sin hacer inventario de vidas, descose cada lĂ­nea divisoria, 16


El eje imaginario

Cayendo entre sus grietas nuestros juicios pendientes. La tierra, dolorida regresa a los abismos primigenios. Se retuerce; sobreviene el alud definitivo, sepultando tiempo, palabras y ciudades.

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Rosario Troncoso

Llegaron de lejos Y en los ojos había resplandor del primer día: pero sobre todo descollaban las alas portadoras... Raine Maria Rilke

En el primer año de un siglo nuevo aves de metal llegaron de lejos a anidar en las esquinas del mundo.

En vuelo rasante, arrojaban sombras, dudas, sobre un reino de iluminados de altas atalayas incapaces. Intuidas por los perros en las calles, graznaron en idiomas ancestrales camuflaron sus alas en el gentío, el ruido y la ceguera: la omisión prepotente trajo alimento necesario y criaron en los huecos que dejan los errores. 18


El eje imaginario

Un día, cualquier día, a la hora en que se llenan las colmenas, sangraron edificios. El temblor atravesó los océanos, y paró, de golpe, el tren de la historia arrancando de cuajo los vagones de todo entendimiento. Y desde entonces inspiran terror las siluetas extrañas de los pájaros.

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Rosario Troncoso

Carnaval

Momo afila sus burlas mientras desfila el ridículo baile de marionetas de carne, cadáveres ebrios en fanática cabalgata rebasando los bordes de la noche. Máscaras de colores corrosivos borran todas las huellas y señales que marcan el camino de regreso. Solo queda la vida apuntalada, vanos escombros en escaparates, restos de silencio, que ya no sirven, fosas antiguas que albergan huesos de olvido, sin nombre ni serpentinas…

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A la venta en ventas@edicionesenhuida.es PVP:10â‚Ź


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