Tierras extra単as
Antonio Sancho Villar
Ilustraciones de Celia Hidalgo Calvo
Ediciones En Huida
© De los poemas: Antonio Sancho Villar © De la ilustración de la portada: Celia Hidalgo Calvo Maquetación: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: 978-84-942260-4-5 Depósito Legal: SE 548-2014 Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es
Índice de poemas
11
Leyenda de la génesis
13
Despedida de la ciudad
15
Ensueño primero
17
Ensueño segundo
19
Recuerdo
21
El eje de la rueda
23
El templo
27
Gota
29
Cesarea marítima
33
Una brizna de mi jardín
35
Noche y día
39
Queja del vagabundo
41
El día que morí
43
Alto en el camino
45
El despertar de la araña
49
Gritos en las calles
53
La ciudad y tú
55
Quien lo prob贸, lo sabe
57
A walking dead
59
Yo soy constructor
63
El rey campesino
65
Yo soy la brisa
67
Leda entre rosas
69
El universo en un tapiz
71
El mensajero
73
Encuentro en tu puerta
79
Regreso a la ciudad
81
Ep铆logo
Tierras extra単as
Antonio Sancho Villar
Para mi musa morena, como negra espina, viviendo clavada en el coraz贸n de Sevilla
Antonio Sancho Villar
Leyenda de la génesis
Con mi muerte nos doy vida,
de mi cuerpo nacerán montañas, de mi sangre ríos, de mis palabras postreras los dioses del cielo, de mi odio sus demonios, que roen las raíces del mundo. Con mis ojos soplaré un orbe de vidrio, de sus iris brotarán los colores de la Primavera, y con mis huesos moldearé la armazón del tiempo. Yo soy Purusha nacido del huevo de oro, yo soy Ymir de la raza del hielo, y Tú eres el corazón que late en el pecho de mi creación, el vacío que rebosa en el aliento de la vida, la libertad que bulle en cada criatura que surge de mis [estragos,
11
el pensamiento que reposa tras la roca tallada, la voluntad que mueve las ruedas del firmamento, el ĂĄrbol que crece en el centro de la laguna donde uno es todo y todos son TĂş mismo. Entre mis escombros, cuando me haya desvanecido, y todo lo que he sido sea de nuevo, permanecerĂĄ la rosa de la vida, cuya savia es tu fuerza, y su color tu juicio.
Tierras extrañas
Despedida de la ciudad
Fríos dicen adiós unos ojos,
en la ventana sin nubes, ya se hunde la ciudad en el horizonte. Nuevos caminos te esperan, flores nuevas, para tu jardín semillas nunca vistas, la vieja Luna te despide, es tu última noche en la ciudad, se hunde en el horizonte. Y sonarán campanas tristes a tu regreso, clamando en susurros: esto fue lo que perdiste, la ciudad, se hunde en el horizonte.
13
Antonio Sancho Villar
Ensueño primero
Muchos hablaron de ti mejor que yo,
antes de mi ya te pintaron con palabras, e imaginaron el cuello blanco de sal, tu cuerpo tallado en mármol heleno. Pero yo no puedo hablar como ellos de tu belleza, porque nunca la he tocado. No diré que el Sol de oro, alto en occidente, vive entre [tu pelo, yo lo imagino hecho del ámbar de oriente; ni que tus ojos rebosan el agua del Egeo, yo los sueño tallados en el color del cedro. Pero nunca lo sabré, solo puedo imaginarlo, porque Helena, tú solo eres el sueño por el que naufragaron mil naves.
15
Tierras extrañas
Ensueño segundo
Ríe entre especias e hilos de tinta oscura
que fluyen desde su pelo hasta el suelo, formando riachuelos en la tierra, por entre el almez, la alheña, el zumaque y la mandrágora. Libre y fresca, regada por el Gran Río la flor de primavera bordada en oro y seda, reflejo en una fuente iluminada por el Sol orgulloso, que brilla sin trabas en la tierra al sur de todo. Sueño hecho realidad, emoción hecha palabras, en Qurtuba vivió Wallada.
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Antonio Sancho Villar
Recuerdo
— ¿Y cuándo fue? Ya hace mil años, puede que más. Sus ojos eran dos estanques de agua oscura, su cuello la luz de una vela. Tenía rizos negros, la piel clara. Sus pies pisaban rosas, sus manos sujetaban jazmines, y goteaba por entre sus dedos el dulce jugo de los estambres. — ¿Y dónde está ahora? En el mismo lugar donde la vi por última vez. En mi memoria su mirada no ha envejecido ni un siglo, y han pasado muchos desde que abandoné la ciudad triste. Ella ríe en su azotea, desde allí ve todos los tejados, las cúpulas y los campanarios que intentan, casi consiguen, rozar el vuelo de su falda. Desde allí la ve la luna, y ríen con ella las estrellas, que en mi memoria siguen encendidas. Y en el patio aún borbotea la fuente, salpicando de humedad las hojas del naranjo, y nuestros corazones nos golpean la piel al hablar. 19
— ¿Y has ido a verla, desde entonces? ¿Para qué, para conocer a sus hijos, ver que la luna se rompió en mil cristales, que murieron las rosas y el naranjo? Por qué querría ver la ciudad arruinada, los tejados y las torres despojados de su magia ancestral; sus ojos, vacíos de felicidad y del reflejo del cielo. Por qué querría ver su sombra, regalar flores a una lápida, si ella brilla cada noche con luz propia en mi recuerdo.
Tierras extrañas
El eje de la rueda
Algún día moriré.
También viviré algún día, viajaré entre la niebla que separa vida y muerte, tenue frontera, hasta que se confundan en un mismo instante de gozo y [desdicha. Algún día moriré. Cuando llegue a casa les diré a todos que te amé, que pasé mi vida adornando tus manos de vivos colores, que prendí en tu pelo flores de naranjo, y sacrifiqué en tu corazón mis anhelos. Algún día viviré, y todos me preguntarán “¿Qué guardas en ese cofre de luz y suspiros?” “Cargo su recuerdo, el vuelo de su alma, la vida de sus besos”.
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El templo
Tierras extrañas
¿No vienes con nosotros al templo?
Suenan las campanas, ya llaman a la oración “Por qué encerrarme con vuestro Dios de oscuridad que vive oculto entre el dogma y la penitencia, enterrado en piedra fría. Prefiero mi templo, prefiero a mi Dios. La tórtola y el mirlo llaman a su oración, los crecidos magnolios son sus columnas y pórticos, la fuente helada en la mañana de Verano, su altar; el beso tierno y sincero, su comunión, la noche su cúpula inabarcable, y las estrellas mil cirios en su honor”.
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