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I$aac Páez Ediciones En Huida
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© De los poemas: Isaac Páez Maquetación: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) Coordinador editorial: Ediciones En Huida ISBN: Depósito Legal: Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, al igual que su incorporación a un sistema informático, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, reprográfico, gramofónico u otro, sin el permiso previo y por escrito de los editores. Contacte y haga su pedido (sin gastos de envío): ventas@edicionesenhuida.es
Índice de poemas
13
Zombis
17
El lago
19
Born to run
21
Estigma de la noche
23
Extranjeros
27
El Corte Inglés
31
Caballo blanco
33
Promise land
37
Fráncfort. Casa-museo del poeta Goethe
41
Dinero
43
Feliz cumpleaños
45
Viaje a Ámsterdam
47
4:43 a.m.
49
Cicatrices
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I$aac Páez
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Para Alonso y LucĂa
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? Dámaso ALONSO
Hijos del euríbor
Zombis
Aún podemos huir de aquí.
Nada tenemos que pueda interesarles. Fíjate bien, amor mío, tú y yo entrando en una sucursal bancaria igual que dos zombis en pleno Disney World. Siempre seremos los eternos extranjeros, los amantes fuera de lugar. Y allí nos hablaron del euríbor, del techo y del suelo y de cuarenta años de condena. No entendimos nada. Nadie entiende nada. Somos zombis posmodernos alimentados a base de alcohol, Tranxilium y series de prime time. Frankesteins industriales que envidian la felicidad televisiva. Todavía hoy, desde el balcón de este piso alquilado, veo cómo continúan las obras
13
de un tren que no pasará nunca; las luces de la autopista como faros que conducen hacia un destino de óxido en el tiempo. Huyamos ahora que podemos, amor mío, huyamos. Tú sigues siendo aquella muchacha pálida que soñaba [con París, y yo el mismo niño tímido que quiso dejar su nombre escrito sobre el agua. Los poetas de este siglo no tienen tuberculosis: tienen hipotecas, deudas, cánceres y coches velocísimos con los que pueden hacerse eternos una noche cualquiera en pleno asfalto. No quiero nada de eso, créeme. Solo quiero estar en paz, tranquilo, bajo la sombra de un árbol sentir la brisa húmeda de marzo cubriéndonos la piel, acariciarte el pelo, mirarte a los ojos y saber que el futuro no existe ahora ni existirá nunca.
Isaac Páez
Ya no habrá más soledad de VPO, ni más renta anual que la que tu cuerpo imponga. Y viviremos así, perdidos bajo este alud de fango, como monstruos que escapan del horror sin saber que el horror son ellos mismos.
15
Hijos del euríbor
El lago
Cansados de este olor a resina,
de esta claridad de amaneceres hollywoodienses y de estas tostadas quemadas como bosques, decidimos ir al lago. Allí, mientras te desnudabas, pude ver la metáfora del otoño en pleno mes de agosto. Solo el vello de tu pubis le otorgaba cierta candidez a tanta violencia. Nada sabe de amor aquel que no ha querido alguna vez, durante un segundo al menos, desvanecerse sobre el vientre de su amada. Hermana mía, hija del dolor y la ginebra, vocación de los ojos inyectados en ceniza, eres la eternidad a punto de morir. Desnudos en el lago, sin dioses ni cultura 17
ni más idioma que el sonido de las piedras cayendo sobre el agua, fuimos barro o carne de caliza: criaturas que habitan la frontera de un beso. Qué dura flor de sílex protege tu esternón. Ábrete de par en par, dispárame en la sien. Quiero morir y que te mueras. Cuando vengan los equipos de rescate solo hallarán dos piedras bajo las aguas de este lago. Dos piedras. Nada más.
Isaac Páez
Born to run
Observa, amor mío,
cómo se parte la luz allá en el horizonte y cómo todo lo que existe arrastra una condena de células que mueren y relojes detenidos. Kilómetro 121, Red de Carreteras del Estado, Autovía del Sur. Toda la evolución tecnológica del ser humano se resume en este instante: una cigüeña duerme sobre un poste de la electricidad. Pobres cigüeñas, amor mío, pensábamos que emigrarían a otro lugar donde el verano no fuese, igual que aquí, un laberinto [en llamas. Sobre el asfalto se derriten los neumáticos y tú me dices que hemos nacido para correr, para huir continuamente de la vida. Pero así como les pasa a las desesperadas cigüeñas, 19
recorremos en círculos la ruin geografía de este reino arruinado para acabar de nuevo aquí, en nosotros mismos, en este mismo coche, con la misma música de siempre. Hemos nacido para correr. Lo sé. ¿Pero hacia dónde?
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